Hola a todos, aquí SilentDrago. Gente, he aquí el capítulo más largo de todo este fic. Les adelanto que ocurrirán muchas cosas y se resolverán otras. ¿De qué estoy hablando? Pues descúbranlo ustedes mismos. Los dejo para que lean y nos vemos abajo con más.


Ne partez pas sans moi

Ya se olía en el aire: pronto sería la graduación de las alumnas de sexto de las tres escuelas de la colina. También se anunciaría a las nuevas Étoile. Las actuales, Hikari y Amane, no podían repostularse ya que esta última era una de las futuras graduadas. Aun así, corrían rumores de que las candidatas de Spica retendrían los puestos.

Eso sí, aquello era lo último en el panorama de Tamao.

La presidenta de Miator, aunque designó candidatas de su escuela, estaba más concentrada en el tema Chikaru. Un día, a solas en su oficina, se llevó la mano al pecho; necesitaba sopesar todo.

«¿Qué siento por Chikaru-san?... La estimo, sí, pero… Aunque… —se llevó los dedos a los labios— ese beso accidental se sintió… bien… ¿Qué respuesta le daré al final?... Tiene que ser pronto… La próxima semana será la graduación de las de sexto año… Debo responderle para entonces…».

—Tamao-san, las candidatas a Étoile tendrán su práctica de baile en este momento. La necesitan en el lugar —le dijo la vicepresidenta de Miator, entrando al despacho.

—… ¡Ah! Gracias por avisarme. Iré enseguida.

La chica salió, dejando a la peliazul sola. Esta quería seguir pensando en Chikaru, pero tenía que atender sus responsabilidades para con su colegio y sabía que sus aspirantes a Étoiles confiaban en ella para alzarse con el triunfo. Sin perder más tiempo, se levantó de su silla y siguió a la vicepresidenta; lo de su colega de Lulim debía quedar para después.


—Uno, dos. Uno, dos, Uno, dos. Uno, dos.

Las candidatas de Miator ensayaban el baile de salón ante la mirada del consejo estudiantil de su escuela. Tamao aplaudía marcando el compás, pero su cabeza no estaba del todo ahí.

—Chicas, se mueven bien, pero lucen un poco descoordinadas para mi gusto —comentó la vicepresidenta.

—Opino igual. Es más, vi sus pies y hubo momentos en los que casi se enredaron —afirmó la secretaria—. ¿Cuál es tu impresión, Tamao-san?

—Pues… sí, concuerdo con ustedes —dijo casi en automático, como despertando de un ensueño.

—¿Te ocurre algo? —preguntó la vicepresidenta al captar su tono de voz.

—… Nada, son cosas sin importancia.

La peliazul no quería mencionarlo, pero al ver a sus compañeras bailando, se imaginó a Chikaru y a ella al ritmo de un vals. Aquellas muchachas de fantasía tenían una conexión inigualable, mucho mayor que las candidatas a Étoile de cualquiera de las tres escuelas.

A pesar de la felicidad que le provocaba dicha visión, Tamao debía enfocarse en el presente, en lo que estaba frente a ella.

—Bien, chicas, vayamos de nuevo. Uno, dos. Uno, dos, Uno, dos.


El tiempo apremiaba. En su habitación en el Dormitorio Fresa, Chikaru miraba la ventana con algo de pena; la ceremonia de graduación sería en solo unos días y Tamao no le había dicho nada sobre lo que conversaron tiempo atrás. Colocándose la mano sobre el corazón, la pelinegra suspiró con tristeza.

«Supongo que debo tomar esto como una respuesta», pensó.

Tenía que admitirlo: en la colina había vivido momentos maravillosos, conoció a gente que se volvió muy preciada para ella y, a pesar de un par de sinsabores, sus recuerdos eran más bien felices. Sin embargo, sin proponérselo, aquellas memorias gratas se veían empañadas por el manchón del silencio; no se arrepentía de haber confesado sus sentimientos a la chica que le gustaba, pero ahora la espera hacía de las suyas, como una capa de plomo sobre los hombros.

«Quizás… deba enfocarme en mis últimas labores como presidenta de Lulim… Designar a una sucesora… Ver que nuestras candidatas a Étoile lo hagan bien… Qué extraño es que en mi último año nuestra escuela tenga candidatas…».

Una apenada sonrisa se dibujó en los labios de Chikaru. Sabía que las cosas iban a cambiar sin ella por los alrededores, así como su vida sin Tamao cerca.


—¿Cómo están nuestras postulantes, Tamao-chan?

—Bien, Nagisa-chan. No sé si podremos ganar, pero creo que vamos por buen camino.

La pelirroja y la peliazul conversaban en su habitación. Aunque en ese momento el tema era la elección de Étoile, no podían hacerse las tontas y evitar un tema pendiente que existía entre las dos.

—Hablando de buen camino…, ¿qué hay de Chikaru-san?

—¿De ella?… Nada —respondió con la mirada gacha.

La expresión de Nagisa era oscura.

—Tamao-chan, no tienes más tiempo. La graduación es en tres días. Un sí, un no, eso es lo único que necesitas decirle. —El tono de la pelirroja se volvió un poco más duro—. No hay más oportunidades —suspiró.

—… Nagisa-chan

La peliazul se mordió el labio y tiritó enfrente de su amiga.

—…, tengo miedo.

—¿Qué?

—¡Eso! ¡Tengo miedo! —reveló finalmente—. Me atrae Chikaru-san, pero ella es una figura muy popular en la colina, casi al nivel de las Étoiles

—Tú también, Tamao-chan.

—Ella lo es más —aseguró la presidenta de Miator—. No creo ser digna de ella. Además… nuestros pasados… son demasiado similares… con amores no correspondidos…

La ojimorada se tapó la boca; sintió que mencionó algo impropio.

—¿Amores no correspondidos?

—… Nagisa-chan… —Tamao se aclaró la garganta—, no sé si te diste cuenta alguna vez, pero… yo estuve… muy enamorada de ti. Intenté llamar tu atención varias veces el año pasado…, pero Shizuma-sama logró cautivar tu corazón sin darme una oportunidad…

—Hace un tiempo supe de tus sentimientos por mí. Desde ya me disculpo por no darme cuenta en su momento —dijo la pelirroja—. No sé si entre nosotras pudo haber surgido algo; Shizuma-sama estaba en el panorama y… me gustaba demasiado. Todavía me gusta demasiado.

Hizo un alto, con una boquiabierta Tamao mirándola fijamente.

—… ¿Cómo te diste cuenta de mi amor por ti? —exclamó esta última antes de que su amiga pudiese retomar el hilo.

—… Accidentalmente leí tu diario.

—¡¿Leíste mi diario?!

—¡Dije que fue un accidente! —se defendió Nagisa.

La peliazul no sabía cómo reaccionar.

—… Fue por eso que… decidí ayudarte a buscar una novia. Al principio pensé en Chiyo-chan como opción, pero las cosas entre ustedes no funcionaron, no a ese nivel. Pero ahora surgió lo de Chikaru-san y…

—¿Ella también fue parte de tu plan?

—¿Qué?

Tamao se sentía ofendida. Ahora pensaba que las chicas que se acercaban a ella no lo hacían por verdadero interés.

—¿De alguna forma convenciste a Chikaru-san para que me dijera que le gusto? ¿Para que me besara? ¡Responde, Nagisa-chan!

La pelirroja jamás había visto a su amiga así; no la reconocía.

—¡No! ¡Lo de ella es diferente! ¡Ella se acercó a mí para hablarme de sus sentimientos por ti! ¡Todo lo que te dijo fue real! ¡Yo no la forcé a nada!

A pesar de las palabras de Nagisa, Tamao no estaba convencida.

—… Mientes —lanzó de forma arrastrada, como el siseo de una serpiente.

La tensión crecía con rapidez.

—Tamao-chan…, creo que no es bueno que sigamos hablando —dijo Nagisa mientras se acercaba a la puerta—. Eso sí, insisto, lo de Chikaru-san por ti es real; aunque… comprendo el sentimiento: hubo un momento en el que pensé que Shizuma-sama solo me veía como el reemplazo de Kaori-san —soltó—. Dolió. Mucho. Tú me viste. Estaba destrozada, apática. Fue gracias a ti y a nuestras kouhai que pude salir de eso, y después Shizuma-sama me demostró que me amaba por ser yo. Por favor, no te hundas, Tamao-chan. Solo intento ayudarte… y cuando alguien te está ofreciendo amor sincero, debería ser más fácil el no caer en depresión.

Nagisa se fue con la pena oprimiéndole el pecho. Por su parte, Tamao sentía la rabia agitándose en el suyo. Sus ojos se llenaron de lágrimas y rompió en llanto casi al instante.

«Nagisa-chan, yo confiaba en ti… y tú jugaste con mi desesperación», pensó mientras lloraba.

Esa noche, cada una se acostó en su cama y no hablaron de nada, con la peliazul actuando como si la pelirroja no existiera. Las candidatas a Étoiles sufrieron su enojo a la mañana siguiente, con una práctica digna de un general espartano.


El día de la graduación y del anuncio de las nuevas Étoiles, Nagisa se levantó con la tensión recorriéndole el cuerpo. Miró al lecho al otro lado del cuarto y vio a Tamao de cara a la pared; no habían intercambiado palabra alguna desde la discusión.

—Tamao-chan…, hoy se gradúan las chicas de sexto y se elige a las nuevas Étoiles. Debes estar ahí como presidenta de nuestra escuela.

La peliazul no respondió.

—Tamao-chan…, sé que estás enojada conmigo, pero tienes responsabilidades.

Más silencio.

—Bien… Espero verte en la ceremonia de todas formas —dijo Nagisa con tristeza.

Tras su infructuoso intentó, la chica se colocó su uniforme y dejó la habitación, sin saber que su compañera lloraba en silencio.


—¡Nagisa-oneesama!

—¡Chiyo-chan! ¡Chicas!

Chiyo estaba acompañada por todas las otras muchachas que formaban su grupo de amigas. Había que hacer notar lo cerca que estaba Kagome de la peliazul, ocultando un leve sonrojo tras la cabeza de Percival.

—¿Preparadas para el evento de hoy? —preguntó Nagisa.

—¡Sí! —exclamaron casi todas. Las únicas que no lo hicieron fueron las de Lulim; Kizuna y Remon se pusieron a llorar de forma caricaturesca, mientras que Kagome se mantenía silente.

—¡No queremos que Chikaru-sama se vaya! —se lamentaban las dos primeras, abrazadas.

—¡Dejen de actuar como niñas chiquitas ustedes dos! —se quejó Tsubomi—. ¡Saben que este día tenía que llegar tarde o temprano!

—¡Apuesto a que reaccionarás igual cuando Yaya-senpai se gradúe! —le enrostró Kizuna. La pelirrosada enrojeció.

—¡Por supuesto que no! ¡Que ella sea mi novia no significa que voy a lamentarme así en su graduación! —Aunque aquellas eran las palabras que salían de su boca, sus ojos se notaban un poco húmedos; se había imaginado el escenario.

—Por cierto, Nagisa-oneesama, ¿dónde está Tamao-sama? —preguntó Chiyo.

—Ella está… —la pelirroja no podía decir la verdad— un poco enferma. Espero que pueda recuperarse para ver la graduación con nosotras.

—Yo también.

A Nagisa le sabía mal el tener que mentir, pero prefería eso a dejar a Tamao malparada.


Las alumnas se estaban reuniendo a las puertas del auditorio, en donde se llevarían a cabo tanto la primera parte de la elección como toda la graduación. Nagisa y sus kouhai estaban a unos metros cuando la mayor del grupo vio a Chikaru, quien conversaba con las candidatas a Étoile de Lulim.

«Ahí está ella».

Al sentir pasos cerca suyo, la pelinegra se volteó, topándose con la chica de Miator y su comitiva.

—¡Ah, Nagisa-chan!

—¿Cómo estás, Chikaru-san?

—¡Chikaru-sama! —exclamaron Kizuna y Remon, abalanzándose sobre la presidenta de Lulim y abrazándola con fuerza.

—Mis pequeñas kouhai

—¡Por favor no te vayas, Chikaru-sama! —rogó Kizuna—. ¡La colina no será lo mismo sin ti!

—Percival dice que también extrañará a Chikaru-sama —dijo Kagome.

—¿En serio? Dile que el sentimiento es mutuo.

La pelinegra miró después a Nagisa como queriendo comunicarle su deseo de conversar en privado con ella, cosa que la ojirroja entendió.

—Chicas, adelántense, ¿sí? Chikaru-san y yo tenemos que hablar de ciertos asuntos.

Las menores entraron al auditorio con la curiosidad carcomiéndoles por dentro. Ya solas, las mayores se ubicaron frente a frente.

—Nagisa-chan, ¿dónde está Tamao-chan? Pensé que vendría contigo.

—Ella está algo enferma. —La pelirroja repitió su historia—. Pero creo que con algo de descanso estará mejor para llegar al final de la ceremonia.

—Ya veo… Ojalá estés en lo cierto —dijo la pelinegra, con una mirada triste y gacha—. Aún no ha respondido a mi confesión… Supuse que éramos ya lo suficientemente cercanas como para convertirnos en algo más que amigas, pero… considero su silencio una respuesta.

La de Miator mostraba un semblante similar al de su amiga. No quería perder la fe, mas ya no sabía qué esperar.

—… Voy a reunirme con la gente de mi escuela ahora. Gracias por hablar conmigo, Nagisa-chan. Nos vemos.

Chikaru se marchó de ahí. Trataba de mostrar entereza y el buen humor que la caracterizaba, pero se notaba que no estaba bien.

—Chikaru-san

—A ver, a ver, ¿por qué tan triste?

—Esa voz…

Nagisa reconoció de inmediato quién hablaba. Su expresión trasmutó en una sonrisa.

—¡Shizuma-sama!

La pelirroja se lanzó a los brazos de su novia y unió sus labios con los de ella. Hacía meses que no estaban juntas. Por lo demás, era raro ver a la antigua Étoile en ropa casual.

Muchos ojos se posaron en Shizuma. También se escucharon algunos suspiros.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Acaso quieres que me vaya?

—¡No, claro que no! Es solo que me sorprende verte en la colina después de tanto.

—Me entró la nostalgia y quise venir a ver a las chicas que se gradúan. Sé que una de ellas es Minamoto-san.

—Sí… —La voz de Nagisa sonó un poco triste.

—¿Ocurre algo?

—Vayamos a otro lugar para poder explicarte. Todavía quedan unos minutos para la ceremonia.

Ambas se alejaron del auditorio, dirigiéndose a un sitio detrás de unos árboles.

—¿Entonces?

—… A ti no puedo mentirte, Shizuma-sama. Solo procura que no le contarás a nadie lo que te diga. —Miró de un lado a otro para vigilar que nadie las hubiese seguido—. Verás…


Tamao seguía en su habitación a eso del mediodía. Ya conocía de antemano el programa de esa jornada: las alumnas se reunirían en el auditorio, se daría un discurso, se realizarían las últimas actividades de las candidaturas de Étoile, se votaría, se haría una pausa para el almuerzo, se anunciarían los resultados finales y todo concluiría con la graduación de las de sexto.

«Lamento que nuestras candidatas tengan que pasar estos momentos sin mí, pero… espero que me entiendan».

Con pena, leía las palabras escritas en su diario. Pensó que Nagisa había visto su súplica más desesperada, y de solo pensarlo sintió un apretón en el cuerpo, como una tenaza.

«¿Por qué?».

También pensó en el tiempo que había pasado con Chikaru; hasta donde sabía, ella siempre se mostró como una persona honesta. Incluso le contó su secreto sobre el rechazo de aquella antigua amiga. Una chica así no podría jugar con su atribulado corazón ¿o sí?

«Nagisa-chan… Chikaru-san… Nagisa-chan… Chikaru-san…».

La cabeza de la peliazul era un revoltijo, como también lo era su espíritu. Necesitaba calma con urgencia; había que considerar muchos eventos ocurridos durante aquellos meses para llegar a una conclusión.


Habiendo pasado la votación y el almuerzo, era momento de saber qué escuela tendría a las próximas Étoiles. Todas las alumnas estaban ansiosas por conocer los resultados, aunque Nagisa se veía más preocupada de mirar de tanto en tanto la puerta de la iglesia.

—¿Qué pasa, amor? —le preguntó Shizuma, quien estaba a su lado.

—Estoy vigilando por si viene Tamao-chan.

—¿En serio crees que llegará? Después de lo que me dijiste…

—Confío en ella… Confío en que se dará cuenta de que nadie quiso burlarse de sus sentimientos.

A pesar de la discusión que tuvieron, la pelirroja seguía creyendo en el buen juicio de su compañera de cuarto.

—¡Hora de anunciar los resultados! —exclamó la alumna que hacía de portavoz.

Las alumnas de todas las escuelas lucían ansiosas. Algunas abrían y cerraban las manos como forma de aliviar la tensión, otras inhalaban y exhalaban a un ritmo frenético y otras se aferraban a sus asientos, tiritando como jalea.

—La escuela ganadora este año, cuyas representantes sucederán a las Étoiles salientes Ootori-san y Konohana-san, es…

El silencio fue incómodo pese a su brevedad.

—… el Instituto Femenino Spica.

Por segundo año consecutivo, Spica se había alzado con la victoria. Eran las grandes favoritas desde el inicio y lo habían ratificado de forma categórica.

—Bueno, esta vez no se pudo —dijo Nagisa.

—Así son las cosas —le respondió Shizuma—. No se gana siempre.

—Aunque… quizás si Tamao-chan hubiese estado aquí… No lo sabremos nunca, tal vez el resultado seguiría siendo igual.

Mientras las de Miator se lamentaban, las de Spica celebraban por todo lo alto. Sin embargo, para las vestidas de negro la derrota fue un trago realmente amargo, incluso algunas culpaban a la ausencia de Tamao por la derrota.

—Nunca vi a la presidenta realmente comprometida con nosotras. Creo que estaba concentrada en otra cosa y realmente no le importábamos —declaró una de las exaspirantes.

Mientras se llamaba al orden para dar inicio a la toma de posesión de las nuevas Étoiles, con el canto del coro de fondo, Nagisa se sentía abatida, no porque Miator perdiera, sino porque Tamao no se había presentado. Miró a lo lejos y distinguió a Chikaru con un semblante similar; era fácil intuir que se debía a lo mismo.


Ya había concluido la primera de las dos ceremonias del día, por lo que era momento de regresar al auditorio para la graduación de las chicas de sexto. Nagisa y Shizuma se sentaron juntas, igual que en la iglesia; en los asientos del frente se ubicó el grupo de las menores; por último, a un costado del escenario, se colocaron las futuras graduadas. Entre estas últimas destacaban Amane y Chikaru, y en un menor grado, Kaname y Momomi.

Las fans de las chicas de sexto no ocultaban su tristeza. Hubo un grupo que incluso intentó mostrar un lienzo en apoyo al Príncipe de Astraea y a la Emperatriz en la Sombra, aunque las hermanas no lo permitieron.

—Esas son locuras mayores que las mías —comentó Shizuma con gracia—. Es una pena que las hermanas sigan igual.

—Supongo que querían intentarlo porque mañana ellas ya no estarán en la colina —dijo Nagisa.

—Hablando de eso, ¿recuerdas lo que hicimos el último día que estuve aquí? —La peliplateada susurró de forma sugerente.

—¡Shizuma-sama! —La cara de la pelirroja casi se mimetizó con su cabello. Segundos después, más compuesta, se enfocó en otra cosa—. Mejor hablemos de algo más… como lo de Chikaru-san.

Mientras la pareja seguía con sus cosas, la pelinegra miraba al vacío; se había resignado.

«Por lo menos ella no me rechazó por ser lesbiana», se decía para consolarse.

—¿Te pasa algo, Chikaru-san? —le preguntó Amane, acercándose a ella.

—… Tranquila, son cosas mías… cosas que le pueden ocurrir a cualquiera.

—¿Segura? Tu cara me indica que no estás bien.

—Segura —le respondió con una sonrisa, que aunque aparentaba felicidad, no era sincera.

Las de sexto irían saliendo por escuela, con una de ellas como representante de sus respectivas compañeras. Las primeras en salir a escena fueron las de Miator; y la que hablaría por todas era una chica que tanto Nagisa como Shizuma conocían, pero con la que apenas habían interactuado.

—Quiero agradecer a todas aquí en la colina… —decía mientras muchas de las menores lloraban en sus asientos. Nagisa y su novia, aunque no reaccionaban de la misma manera, sentían la honestidad de sus palabras, misma honestidad que esperaban que Tamao viera antes de que acabara el día.


No podía seguir autocompadeciéndose ni culpando a otras personas. Ya no.

Tamao corría a toda velocidad al auditorio. Lo que la impulsaba en su carrera era el deseo de responder más que la energía de sus piernas. Le había tomado horas el pensar, el comprender, pero por fin ya tenía algo que decirle a Chikaru y nada la detendría, mucho menos su propia cabeza.

«Que no sea tarde, que no sea tarde».


Acababa de concluir el discurso de despedida de las alumnas de Spica a cargo de Kaname. Tras la respectiva ronda de aplausos, era momento de que las chicas de Lulim dijeran sus palabras finales.

Como era de esperarse, sería Chikaru la encargada de despedirse en nombre de sus compañeras.

Aún con tristeza en su espíritu, la pelinegra se acercó a la tarima mostrando la expresión más serena que podía ofrecer, lo que contrastaba diametralmente con sus kouhai Kizuna y Remon, quienes la aclamaban con lágrimas en los ojos.

En sus asientos, Nagisa y Shizuma también observaban el semblante de la ahora expresidenta de Lulim.

—Se nota triste a pesar de que quiera demostrar lo contrario —murmuró la peliplateada.

—¿Crees que podrá decir su discurso sin problemas?

—Ella es una persona que sabe cómo mantener la calma casi siempre, pero siento que su corazón podría jugarle una mala pasada esta vez. Espero equivocarme.

Volviendo con Chikaru, miró a todos aquellos rostros presentes. Como era lógico, reconoció a varias de las jóvenes y les sonrió con cariño a aquellas con las que había compartido buenos momentos. Habiendo hecho aquello, comenzó a hablar.

Parecía que la expresidenta iba a salir incólume de su intervención, que lograría terminar su discurso sin sobresaltos. Sin embargo, mientras hablaba de las personas que la habían marcado durante su estancia en la colina, empezó a tiritar, apretando la hoja en la que tenía sus palabras.

—… Las personas que me marcaron… Mis pequeñas kouhai y la gente con la que trabajé en el consejo… Ellas… ellas… me… —Se estaba sintiendo ahogada.

«¡Chikaru-san!», pensaba Nagisa.

En eso, se escuchó un fuerte ruido en la entrada de la sala; fueron ruidosos pasos seguidos de una respiración entrecortada. Las miradas de las presentes se dirigieron a la fuente y ahí vieron a una extenuada Tamao, quien se aferraba al borde mientras trataba de recuperar el aliento.

—¡Tamao-sama!

—¡Suzumi-san!

—¡Tamao-san!

—¡Tamao-chan!

Los gritos se entremezclaban de manera desordenada. Todas estaban sorprendidas de ver a la peliazul en ese momento, pero no había ninguna que lo estuviera más que Chikaru; Nagisa, por otro lado, se aferraba a la esperanza tras la llegada de su amiga.

—¡Chikaru-san! —exclamó Tamao, ya más repuesta, mientras se acercaba a paso lento pero firme al escenario.

—Tamao… chan

No todas, eso sí, estaban felices de verla.

—¡Suzumi-san, nos dejó solas durante la elección de Étoile! ¡Perdimos por su culpa! —le enrostró la mayor de sus candidatas, levantándose de su asiento.

—… Después hablaremos de eso —respondió la presidenta de Miator sin el menor ápice de soberbia. Posteriormente continuó su trayecto adonde estaba Chikaru.

—Tamao-chan

—¡Chikaru-san, ya tengo una respuesta para darte! —Quedó solo a unos metros de ella—. No quería creerlo al principio, pensaba que me estaban tomando el pelo; pero me di cuenta después de mucha reflexión de que la que estaba exagerando era yo, que era yo la que se estaba poniendo trabas cuando la realidad se encontraba frente a mis ojos, que no quería reconocer lo que pasaba en mi interior… Ahora ya tengo claridad de todo y puedo responderte. —Miró con determinación a la pelinegra y abrió los brazos—. ¡Chikaru-san…!

El brevísimo silencio posterior fue roto por dos palabras poderosas.

—¡…, te amo!

La chica de Lulim quedó estupefacta, mientras que el resto de las alumnas, al menos las que llevaban dos años o más en Astraea, tuvo una especie de déjà vu.

—¡Chikaru-san!

En su asiento, Nagisa miraba de reojo a Shizuma.

—¿Qué? Yo no me explayé tanto como ella. Fui por ti sin rodeos —respondió esta.

De todas formas, la pelirroja estaba feliz por su amiga. Lo mismo podía decirse de Chiyo y de las kouhai de Lulim.

Regresando con Chikaru, una lágrima se escapó de sus ojos y se deslizó por su mejilla. Luego movió la boca de forma que solo ella escuchó lo que dijo. Finalmente, pudo volver a la realidad. Con el ánimo renovado, terminó de leer su discurso sin detenerse en ningún momento y regresó a su lugar con las demás chicas de sexto para recibir su diploma. Eso sí, nada más bajar del escenario, la pelinegra se abalanzó sobre Tamao, quien la estaba esperando en el mismo sitio donde se declaró.

—Perdóname por haberte tenido en vilo tanto tiempo —le dijo la peliazul.

—Tranquila, Tamao-chan. No hay nada que perdonar.

Hubo aplausos de la mayoría de las alumnas.

La ceremonia de graduación terminó poco después, sin más sobresaltos. Tamao y Chikaru dejaron el auditorio y se dirigieron a otro lugar donde pudieran estar solas, mientras que Nagisa y Shizuma tomaron otra dirección, al sector de las escaleras de Astraea.


—Debo decir que me sorprendió la actitud de Suzumi-san. Confesarle sus sentimientos a Minamoto-san así frente a todas…

—Fue casi un calco de tu declaración del año pasado.

—Si lo quieres ver así… De todas formas, no creo que haya sido tan igual.

La pareja se vio a los ojos. Podía reflejarse el amor entre ambas.

—Me alegró haber venido, Nagisa. No solo por lo que ocurrió en el auditorio, sino también por haberte visto. En especial por eso.

—Había pasado casi un año desde la última vez.

Los rostros de las dos se fueron acercando lentamente, culminando en un romántico beso.

—Prométeme que me seguirás escribiendo durante el próximo año.

—Tú prométeme que vendrás a verme pronto.

—Lo haré en vacaciones. Falta solo un par de días para que salgamos.

—Te estaré esperando.

Las dos volvieron a besarse. Nagisa sentía ese alegre cosquilleo en su interior que la llenaba de felicidad; eso sí, no era solo por ella: sabía que no era la única que recibiría besos y cartas de ahora en adelante.


En un sector a la orilla del lago, Tamao y Chikaru se miraban alegres. Finalmente, tras flotar a la deriva por largo tiempo, el amor de la peliazul encontró un lugar donde posarse, y no podía ser uno mejor.

—Sigo sin creer… que una chica como tú esté tan interesada en mí. Si esto es un sueño, no quiero despertar.

—Esta es la realidad, Tamao-chan.

—Aun así… hay cosas por las que debo disculparme contigo, más serias que la larga espera.

—¿De qué hablas?

Tamao se explayó y le reveló a su nueva novia lo que había acontecido los días anteriores.

—No eres la única a la que debo pedirle perdón; mucha gente confiaba en mí y la decepcioné. Pero por sobre todo, la que más se merece recibir una disculpa es Nagisa-chan; intentó ayudarme desde el principio y yo dudé de sus buenas intenciones —dijo con tono triste—. Ahora no sé qué pensarás de mí.

La de Miator recibió un suave beso en los labios como respuesta. Al principio estaba sorprendida, pero después cerró los ojos y se dejó llevar.

—Si las cosas se complican, cuenta conmigo para apoyarte, aun si estoy lejos. Todos cometen errores, pero lo importante es asumirlos; sé que todavía estás a tiempo de enmendar las cosas con todas, sobre todo con Nagisa-chan.

Tamao tomó la iniciativa en el siguiente beso; no cabía en sí de júbilo.


Había sido un día de muchas emociones.

Llegada la noche, Tamao se encontraba frente a la puerta de su habitación. La abrió con suavidad y pudo apreciar a Nagisa de pie, con una sonrisa y bastante calmada.

De solo verla así, a la peliazul le vino la culpa.

—Bienvenida, Tamao-chan —la recibió la joven Aoi.


Hasta aquí por ahora. No olviden dejar sus reviews.

Créanme, me costó sacar este capítulo. Lo de la confesión estaba planeado desde el principio, pero hubo otros detalles, como la discusión entre Nagisa y Tamao y la aparición de Shizuma, que se añadieron posteriormente. Por cierto, el título daba una pista de la respuesta de Tamao, pues en francés significa 'No te vayas sin mí'. Ya saben, por cierto, que dichos títulos los saco de canciones: la que le da nombre a lo que leyeron es cantada por Céline Dion (sí, esa Céline Dion).

Cuando empecé con la historia, dije que no tendría más de diez capítulos: este es el nueve. Supongo que ya se dan cuenta de qué quiero decir: llegamos al penúltimo. El último ya tiene un nombre decidido, pero todavía no está escrito. Espero traerlo a la brevedad, aunque no les diré una fecha; saben que no trabajo así.

Sin nada más que decir, SilentDrago se despide de momento.