TÚ Y…
Por: Escarlata
Precure pertenece a Toei, el plot es mío
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[Tú y la Mañana]
¿Qué hora era? Honoka no estaba segura, sólo que despertó con los labios resecos por una sed que ya conocía, por la que más le gustaba y por la que podía esperar pacientemente a ser saciada: su sed por un beso de Nagisa. Como cada mañana desde que se mudaron juntas, despertó a su lado. Aún podía sentir en su nariz todos y cada uno de los aromas de Nagisa, toda la noche se encargó de llenarse de ellos y hacerlos suyos.
Tenía a Nagisa abrazada por la espalda y no había mejor manera de despertar que ver sus hombros desnudos y su cabello alborotado. Nagisa se dejó crecer el cabello lo suficiente para poder hacerse una coleta si quería. Pegó su nariz a la cabeza de Nagisa y respiró hondo, disfrutando del aroma que quedaba de su champú. Tomar una ducha juntas sonaba bien, pero había algo en esos despertares que siempre hacía que su pecho se llenara de algo que no podía describir ni con todas las palabras que había aprendido en los libros.
Si tuviera que simplificarlo, diría que era plenitud, era felicidad, era la más sencilla de las alegrías por poder despertar de esa manera junto a la persona que más amaba en ese mundo.
Sonrió y besó la cabeza de su Nagisa.
Con un gesto travieso y sin culpa, notó que en el hombro y cuello de Nagisa había marcas que ella misma dejó durante más de un momento de la noche, cuando la pasión la ahogaba y sólo podía repetir un nombre, sólo era capaz de repetir una palabra porque la cabeza no le daba para más, todo ese amor la sofocaba, la bañaba, le quitaba y le daba todo a la vez, todo al grito de ¡Nagisa! mientras sus labios y sus pieles se besaban, mientras mordía sus hombros y se aferraba a su espalda cual naufrago a una orilla..
Recordar esos específicos momentos de la noche la hicieron sonrojar y eso la enfadó un poco. Era demasiado temprano para dejar que el calor se apoderara de su cuerpo, pero era imposible resistirse a los labios de Nagisa y a la suavidad de su piel. Tan sólo sentir su espalda contra su pecho era demasiado, sus piernas enredadas y la calidez compartida era más que suficiente para hacerla suspirar de felicidad, de deseo y de una alegría que no le cabía en el pecho.
Sonrió mientras enterraba su nariz entre el cabello de Nagisa, respiró hondo una vez más para llenarse de su aroma de nuevo. si eso no era la más plena felicidad, entonces no sabía qué era. Si ese no era el momento más perfecto del día, entonces no sabía cuál otro podría ser. Amanecer con Nagisa, contemplar la primera luz del Sol acariciando su silueta le despertaban el egoísta deseo de ser ella y no el Sol quien la delineara con las yemas de sus dedos. Estuvo a punto de caer en la tentación y quitar su brazo de donde estaba, pero su mano estaba cómoda sobre el abdomen de Nagisa.
Admitía, sin pena, que adoraba el abdomen en forma de Nagisa y no había nada mejor que recorrerlo a besos mientras sentía la piel ajena erizarse. Sabía dónde no tocar para no hacerle cosquillas y dónde sí tocar para sacarle al menos un suspiro y su propio nombre entre suspiros.
Besó su cabeza con ligereza, no quería despertarla, al menos no tan pronto, Nagisa tenía permitido levantarse hasta que cualquier necesidad básica en turno la obligara a levantarse, ya fuera una necesaria visita al baño o su estómago pidiendo comida con rugidos dignos de un depredador grande.
Cada amanecer con Nagisa era mejor que el anterior, así que se tomó un momento en silencio para agradecer a todos los dioses la suerte que había tenido por haberla conocido, por haber peleado a su lado y por haberse enamorado de ella. Sin querer recordó esa vez que Nagisa se le confesó, estaba hecha un manojo de nervios mientras salían de su primer día de clases de su segundo año de preparatoria.
A la pobre apenas le salieron las palabras de la boca y aún así la entendió, supo perfectamente bien lo que Nagisa quería darle a saber con sus frases incompletas y esos nervios de cuerpo completo. Su única respuesta a su confesión a medias fue besarla.
Y desde entonces no habían parado de besarse.
Recordar ese primer beso hizo que se le antojara uno más en ese momento, pero su Nagisa seguía profundamente dormida y no tenía el corazón para despertarla, no aún. Merecía cada minuto de sueño extra después del amanecer, era domingo después de todo y no tenía tareas pendientes ni entrenamientos. Suspiró, en serio no quería despertarla por mucho que muriera por darle un beso, se contentó con besar un mechón de su cabello y luego su hombro de manera suave, más una caricia que un beso en sí.
Nagisa se movió un poco y Honoka se quedó quieta, temiendo haberla despertado con sus atenciones. Su novia suspiró, gruñó un poco y volvió a acomodarse. Su mano instintivamente buscó y tomó la de Honoka y eso la hizo sonreír entre sueños.
Fue el turno de Honoka de sonrojarse. Daba igual que conociera al milímetro el cuerpo de Nagisa, sus aromas y cada uno de sus sabores, que incluso supiera de qué manera sacar sus más lindos sonidos y suspiros quedaba totalmente eclipsado ante el simple acto de tomarse las manos. Que Nagisa en sueños buscara su mano era algo que la hacía derretir sin falta alguna y agradecía mucho que Nagisa no la viera en ese momento.
¿Qué podía hacer? Sólo una cosa. Entrelazar sus dedos con los de ella y volver a acomodarse contra su cuerpo, dejarse abrazar por el calor de Nagisa y contentarse con contar los latidos de su hermoso corazón. Sí, eso sonaba a un buen plan esa mañana.
Volvió a dormir, dejándose acariciar también por el Sol que se colaba entre la cortina.
[Tú y la Noche]
El cansancio de mitad de semana siempre lo resentía pero de alguna manera lo disfrutaba, cada uno de sus músculos cansados y adoloridos le recordaba que estaba dando su mejor esfuerzo en su entrenamiento y en su trabajo de medio tiempo en el Tako Café, el malestar de espalda le decía que estaba estudiando mucho y estaba estudiando bien, mientras que la hora en su teléfono le decía que había llegado tarde a casa. Más tarde de lo normal. No era su culpa, un accidente automovilístico en la avenida que tuvo parado el tráfico por el suficiente tiempo como para que decidiera bajar del autobús y caminar a casa.
Su caminata le tomó un rato, pero gracias a eso pudo disfrutar de las luces de la ciudad, de las personas que iban y venían viviendo sus vidas y de la noche estrellada que cubría a todos. Hizo más de una pausa para ver el cielo estrellado, extrañamente despejado considerando la estación del año. Todo el camino mantuvo una sonrisa cansada pero satisfecha hasta llegar al piso que compartía con Honoka, era rentado al menos en lo que se graduaban, pensaban buscar un sitio después, por mientras estaban bien en ese.
─Estoy en casa ─se anunció Nagisa apenas entró, pero nadie respondió. Un poco confundida, entró, todo estaba a media luz, sólo un par de lámparas alumbraban la pequeña sala de estar y… La vio.
Sintió que su pecho se calentaba de alegría mientras suspiraba como tonta.
Honoka estaba dormida, recargada en la mesita frente al televisor encendido, junto a ella un libro abierto y una taza de té a medio terminar. Su linda Honoka cayó dormida, seguramente cansada de sus intensas prácticas en el laboratorio. Su incansable Honoka sólo mostraba su lado más vulnerable a una persona, a ella. Nagisa se sentía casi honrada de ser la persona en la que más confiaba Honoka, la que más amaba Honoka.
Cada mañaba Honoka se levantaba temprano, se bañaba primero que ella y para cuando Nagisa salía de ducharse, Honoka ya estaba preparando el desayuno. Su Honoka estaba llena de energía cada mañana, trabajando, estudiando y llegando a casa oliendo a humo y a químicos pero con una sonrisa suave y feliz en la cara. Y por las noches, justo por las noches, era cuando más tranquila la veía, con todo a media luz, con té y en silencio mientras leía o estudiaba, mientras se contemplaban mutuamente platicando sobre su día a día. Y esa noche, justo esa noche, le tocó verla así, como casi nunca la veía: tomando una siesta.
Lucía tan preciosa que no quería despertarla, tenía en planes no hacer mucho ruido mientras preparaba la cena.
La cena le tocaba a Nagisa, por cierto, les gustaban las tareas equitativas y a sabiendas que iba a llegar un poco más tarde, le envió mensaje a Honoka para pedirle que no hiciera la cena en su lugar. Hizo lo correcto, por cierto, porque ese día en particular parecía haber sido intenso para Honoka. Antes de ir al baño para asearse y lavarse la cara, fue por una manta al cuarto y se la colocó encima. Notó, no sin sonrojarse, que había algunas marcas de la noche anterior en el cuello de Honoka. No podía evitarlo y a Honoka no le molestaba.
Luego de refrescarse un poco, se puso ropa cómoda y fue a la cocina a preparar algo sencillo y ligero para cenar. Era capaz de cocinar dos o tres cosas precisamente gracias a su preciosa Honoka.
Había pasado treinta minutos desde que comenzó a cocinar, estaba concentrada en lo que hacía y en la música que sonaba a bajo volumen desde su teléfono, que no percató cuando una adormilada Honoka entró a la cocina y se le abrazó por la espalda. Nagisa respingó un poco pero sólo por la sorpresa, de inmediato sonrió al sentir la calidez del cuerpo de Honoka y cómo ésta recargaba su mentón en su hombro.
─Huele bien, el aroma me despertó ─dijo Honoka sin abrir los ojos, pero igualmente sonriente. Besó el cuello de Nagisa y sonrió más al sentir su piel erizarse.
─Esto se va a quemar como sigas así ─se quejó un poco, pero más por la pena que por otra cosa, Honoka era quien normalmente la acorralaba con esos gestos no le molestaban para nada, pero no era buena idea distraerse si estaba ocupada cocinando. No sería la primera vez que pasaba y terminaran ordenando comida china por teléfono.
─¿Está bien si sigo cuando tomemos una ducha antes de dormir? ─preguntó Honoka con un tono dulce y coqueto, dejando que sus labios rozaran la oreja de Nagisa.
Nagisa sonrió como tonta.
─No me molesta para nada.
Ambas rieron y la cena pudo terminarse a tiempo. La joven pareja cenó mientras platicaba, mientras compartían algunos besos bajo el cobijo de la noche y Nagisa no podía creer lo linda que se veía Honoka justo en ese momento, con la luz de la ciudad alumbrándola y ella sonriendo y regalándole sus más dulces gestos. Incluso hizo su tarea con ayuda de Honoka y eso era algo que siempre le agradecería. No podía creer que tuviera tanta suerte como para tener una vida como esa con alguien como ella.
Luego de una larga y relajante ducha donde no faltaron los besos y ni las más profundas caricias, ambas descansaban en su cama, listas para dormir. Sí, dormir, Honoka necesitaba descansar, Nagisa también, pero quería tomarse unos momentos más para contemplar el pacífico gesto de Honoka, con las luces de la ciudad y de la luna acariciando su silueta, dotándola de una luz que literalmente le estaba robando el aliento a Nagisa.
¿Cómo no admirarla? ¿Cómo no amarla sólo por su hermoso corazón? ¿Cómo no sentir que esa preciosa Honoka bajo las luces nocturnas era el más hermoso de los sueños? Como un sueño, sí, temía que pudiera desaparecer si se atrevía a tocarla, a ponerle siquiera un dedo encima. Encima. Suspiró. No sabía qué hacer, pero pronto lo supo.
Honoka murmuró su nombre y la aludida sólo pudo abrazarla.
Y así durmieron esa noche, como muchas otras noches: juntas.
[Tú y Yo]
La pareja caminaba de la mano por la ciudad. Con el tiempo aprendieron a ignorar las inquisidoras miradas de los más adultos que ellas que estaban acostumbrados a sus viejos estilos de vida, también sabían lidiar con más de un tonto que se atreviera a hacer algo más que solamente señalarlas y, por supuesto, a ser educadas y un gran ejemplo de calma y alegría porque ellas estaban juntas y felices.
Sólo andar de la mano, sólo dejar que sus manos hablaran cuando ellas decidían caminar en silencio, cuando compartían simples sonrisas mientras sus manos hablaban en su propio lenguaje, uno que nació la primera vez que se transformaron en Pretty Cures, el mismo que evolucionó hasta ser eso, la mejor manera en que se comunicaban.
Más que intensos besos, más que fieras caricias, más que escuchar sus nombres en el más delicioso de los tonos, más que sus sonrisas, eran sus manos las que mejor se comunicaban.
Paseaban así de manera regular, simplemente para despejarse, para disfrutar de un momento en completa paz mientras disfrutaban de la vida y del mundo que tanto lucharon por salvar, por el que hicieron hasta lo imposible por mantener como estaba, y así estaba bien… Con su luz, con sus sombras, con los tontos, con los ignorantes y con los que eran como ellas y simplemente buscaban la forma de vivir al máximo.
Llegaron al centro de la ciudad y justo Nagisa rió al momento de que su estómago rugió para pedir algo de comer. Honoka rió junto con ella dos segundos después.
─¿Qué quieres probar hoy? ¿Algún sitio nuevo? ─preguntó Honoka, sacando su teléfono con su mano libre para revisar los restaurantes de la zona.
─No suena mal, ¿qué hay cerca? ─a Nagisa le gustaba explorar nuevos restaurantes con Honoka una vez por semana, nada que afectara su limitada economía.
─Un restaurante nuevo de comida hindú, está el sitio de comida china al que solemos ir y… Sitios con comida rápida, mucho yakitori ─numeró Honoka.
─Vamos por yakitori y lo comemos en el parque, ¿qué dices?
─Me encanta la idea, vamos.
Con una sonrisa y sin soltarse las manos, la pareja siguió su camino. Nagisa y Honoka, juntas, justo como más les gustaba.
Justo como debía ser.
FIN
