Actualización 2021.

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ADVERTENCIA: Este fic está inspirado en MSLN, y está clasificado M, por contenidos y situaciones que pueden ser muy fuertes y/o violentas para algunos lectores; así como escenas íntimas de carácter sexual. Estas escenas pueden ser femslash, F/F o F/M. Se recomienda la discreción del lector. Si este tipo de contenido no es de su agrado, por favor no lo lean.

DISCLAIMER: Los personajes de Magical Girl Lyrical Nanoha no me pertenecen y son propiedad de sus respectivos autores. Todas las situaciones y personajes presentados en esta historia son ficticios, cualquier parecido con situaciones o personajes reales, históricos o presentes, no es en absoluto intencional.

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"La Muerte Súbita"

por Aleksei Volken

Capítulo 3. La Muerte Ardiente.

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"Si todavía no sabemos qué es la vida, ¿cómo puede inquietarnos la esencia de la muerte?." Confucio.

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"No teme la muerte quién sabe despreciar la vida." Catón.

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Estar vivo, no necesariamente significa "vivir".

De la misma forma, la muerte o el acto de morir, distaban mucho de tener el mismo significado para la vida de las personas.

Durante muchos años de su vida Rein estuvo segura, que no había nada peor que la inmensa e implacable vastedad de la nieve sobre la tundra, misma que podía extenderse casi hasta el infinito.

Que no había muerte más implacable e inevitable que "la Muerte Blanca".

Hasta el momento que se dio cuenta cuan equivocada había estado, también se dio cuenta de cuán poco había vivido en realidad.

"La Muerte Blanca" llegaba rápido y en silencio en medio de la nieve y el hielo, como el amoroso abrazo de un amante que brindaba el alivio del olvido. Era implacable, sin ninguna duda pero también, compasiva.

Había "otras" clases de muerte, como también aprendió a lo largo de su vida, que no eran tan compasivas.

Entonces lo conoció a ÉL.

El desierto.

Rein creció "viviendo" la nieve, el hielo y la oscuridad, pero aprendió después, como joven militar, que el desierto era el sádico por excelencia.

El maestro absoluto y verdadero del carácter y de la voluntad.

Tuvo la oportunidad de encontrarse con ambas vastedades como guerrera de élite en el ejército. Los valles interminables de nieve y arena eran candentes cada uno a su propia manera. Solo cuando vivías ambos al borde de la muerte, es que aprendías que la quemadura del hielo podía ser tan intensa como la del fuego; y que la luz cegaba tanto como la oscuridad.

Para su ingreso al ejército, Rein escogió la alternativa que podía brindarle la mayor cantidad de oportunidades. Donde todos se enfocaban únicamente en su país, ella seleccionó la formación multinacional del G7. Su mira estaba puesta en los grupos de élite. No le interesaba sólo ser un soldado más. Quería aprender cosas que aún no supiera, ver el mundo y sobre todo, entender.

Sus dos primeros años en la Academia Militar del G7 en Osea fueron como las primeras vacaciones de su vida, con todo pagado. Lo que había aprendido durante los años previos de su vida con Duke Togo la habían preparado para eso y más.

Rein aprovechó para aprender otras cosas útiles pero siempre manteniendo un bajo perfil.

Se aseguraba de pasar todas las pruebas pero no se destacaba, no llamaba la atención, no era mediocre, ni tampoco la mejor de su clase. Algunos la miraban y parecía que intuían que había mucho más por debajo de la superficie ya que, aunque era cordial con todos sus compañeros, hombres y mujeres, se mantenía a distancia. No se involucraba con nadie. Nadie podía decir durante ese tiempo que "conocía" a la cadete Rein Eins Force. Mucho menos, que era su amiga.

Casi al final de la Formación Militar Básica, se les presentaron varias opciones. Los cadetes graduados como sargentos primeros, podían optar por continuar a la escuela de oficiales o especializarse en otras áreas.

Rein, para sorpresa de todos, una más en su historial...escogió la formación para "Francotirador" y "Operaciones Especiales".

Varios de sus compañeros, especialmente hombres, se burlaron de ella.

Rein era la única mujer que había aplicado para Operaciones Especiales en esa generación y solamente la segunda, en Francotirador.

Muchos de los que se burlaron e hicieron apuestas sobre cuánto duraría, especialmente ella, habiendo seleccionado las dos especializaciones; abandonaron o fueron expulsados antes de que la especialización terminara. Ellos nunca serían guerreros de élite.

A Rein no podía importarle menos lo que nadie pensara o lo que pasara con sus compañeros fracasados.

Lo que sí le importó fue terminar sin querer, como segundo lugar en ambas generaciones. Ella quería un puesto inferior pero sus estúpidos compañeros fallaron más de lo que había previsto. Y lo lamentaba, ya que eso había ocasionado que llamara la atención de una forma que no deseaba.

Ese año era la primera vez en la historia de la Academia Militar que dos mujeres terminaban como primero y segundo en la especialización de francotirador y especialista en armas.

− ¿Porque te contienes?,− le preguntó abruptamente a Rein la joven que había terminado como primer lugar de la generación, Riza Hawkeye, después de la ceremonia de graduación y entrega de galardones.

Tal como su apellido lo indicaba, Riza tenía no solo una mirada aguda, sino una mente aún más aguda. Ella comenzó muy pronto a observar con extremo detenimiento a Rein, en cada oportunidad posible durante la especialización.

Rein y Riza vestían el mismo uniforme de gala con sus galones como sargentos primeros, mientras caminaban por última vez hacía las barracas de soldados. Una vez que tuvieran su primera asignación oficial en el ejército podrían optar por un ascenso. Esa tarde, todos los graduados recibirían su primera misión.

− ¿Qué te hace pensar que me contengo?,− respondió Rein fríamente sin mirar a su compañera mientras se quitaba los blanquísimos guantes del uniforme.

Riza la hizo detenerse para mirar fijamente hacía los ojos carmesí de Rein.

− A mi no me engañas, Force...− dijo con voz igualmente fría y una mirada marrón implacable, − No me gusta que me vean la cara y mucho menos que me regalen nada… Aunque esto no tiene nada que ver con los galardones...En el campo de batalla necesito saber qué aptitudes tienen mis compañeros de equipo y también necesito saber que puedo confiar en ellos. Tus razones para...encubrir tus habilidades, me importan un pito; pero no voy a ir a una misión contigo si no sé EXACTAMENTE qué es lo que puedes hacer.

Rein, sin inmutarse y para extremo fastidio de Riza, respondió con otra serena pregunta.

− ¿Qué te hace pensar que estaremos juntas en la misma misión?...Nosotros no escogemos nuestras asignaciones.

Riza la miró con azoro antes de lanzar una exclamación.

− ¿Es que no lees las noticias?...¿o todo te importa un cuerno?...¿Qué rayos haces en el ejército?

La zona Nor-oriental del mundo siempre había sido una de las regiones más convulsas del planeta. Eso se remontaba quizá al inicio de la historia del mundo y aunque parecía que todos los países evitaban involucrarse, en realidad era todo lo contrario. Se involucraban más de lo que era prudente o diplomático. A veces, ni siquiera seguían las reglas establecidas para ello, siguiendo solamente intereses privados e incluso, muy cuestionables.

Quizá por eso mismo, a finales del año 2029, los conflictos locales y regionales de la zona, amenazaban con convertirse en un conflicto mucho más grave y extenso. Nadie quería una guerra mundial.

El G7 que integraba a las primeras potencias del mundo entre las que se encontraban La República Federal de Osea, Leasath Federal, Nordennavic, la Unión de Repúblicas Yuktobanas, Nordland, Delarus y por supuesto, Midchilda, habían llegado al punto de integrar un panel internacional para tomar acciones conjuntas.

Rein había aplicado para misiones en dos países únicamente, Osea y Midchilda. Los dos países con lineamientos políticos e ideológicos más distantes y diferentes posibles de Yuktobania. Con su carnet de nacionalidad de Osea, hubiera podido aplicar fácilmente para cualquier país del G7 pero realmente, ninguno más le interesaba.

Principalmente porque Midchilda, como siempre, había tomado el liderazgo de las iniciativas y estaba integrando fuerzas conjuntas con los países más afines.

Ese era el alcance de su conocimiento político y en realidad, lo único que le interesaba saber.

Riza tomó a Rein del brazo y la arrastró por los desiertos pasillos de las barracas de cadetes conduciéndola hasta los pizarrones de avisos; salvo ellas todos sus demás compañeros parecían estar celebrando el inicio de su nueva vida militar con un éxtasis de desenfreno que ellas no compartían.

Todas las misiones, de todos los cadetes graduados se encontraban desplegadas en las modernas pizarras digitales. Cada año, las misiones más atractivas y a veces las más peligrosas acaparaban a los cadetes más brillantes y audaces.

− ¿Me vas a decir que no habías visto eso?,− preguntó Riza exasperada señalando hacia una de las pantallas.

Las operaciones de élite estaban marcadas con color rojo. Todas las misiones ya tenían sus asignaciones de graduados para distintas posiciones. Una de ellas, la más importante de acuerdo al chisme de pasillo que circulaba por la academia era "Tormenta de Fuego". Y por supuesto, todos se preguntaban entre ansiosos y nerviosos, quiénes serían los afortunados seleccionados para ese, literal, "bautizo de fuego" en el ejército.

− El Teniente Coronel Maes Hughes de la División de Operaciones de Campo del Ejército de Mid, ¿lo recuerdas?...

Rein frunció el ceño ligeramente. Por supuesto que lo recordaba, a él y a todas las personas con las que había tenido que interactuar durante su formación. Tal vez durante toda su vida.

Eso no implicaba que Riza Hawkeye tuviera que conocer esa información sobre sus habilidades.

− Diablos, Force...Fue nuestro maestro de estrategias de campo y operativos por SEIS SEMANAS...y será el comandante en jefe para las operaciones terrestres de "Tormenta de Fuego".

Rein miró a Riza sin reconocer nada.

− Ambas...hemos sido asignadas bajo su mando en "Tormenta de Fuego,"− dijo Riza casi sacudiendo a Rein mientras señalaba sus nombres en particular.

Como Rein continuaba de pie con los brazos cruzados sobre el pecho sin inmutarse y sin decir nada, Riza decidió tomar algunas medidas extremas.

Pese a que pronto caería la tarde y la visibilidad disminuiria significativamente, literalmente arrastró a Rein hasta el campo de tiro que, al igual que todas las demás instalaciones estaba vacío y la amenazó con no dejarla salir de ahí hasta que se enfrentaran en un duelo "verdadero"...Uno donde Rein tuviera el valor de mostrar, lo que realmente podía hacer con un rifle.

Más que la amenaza de Riza, lo que finalmente convenció a Rein de tener ese enfrentamiento con su ahora, compañera de comando, fue su mirada.

Riza Hawkeye sería una militar excepcional.

Incluso en esa época de su vida, Rein tuvo la sabiduría para diferenciar a alguien que solo quería hacer ostentación de sus habilidades, de alguien que realmente estaba comprometida consigo misma y con sus ideales. Para la joven rubia, que Rein la dejara ganar de esa forma ERA verdaderamente un insulto que no dejaría pasar.

La academia de formación del G7 ofrecía un entrenamiento privilegiado que, sin embargo, ni siquiera se acercaba al entrenamiento que Rein había recibido antes de llegar a ella. La tradición occidental del ejército de Midchilda y su decisiva influencia en la formación de la Academia hacía que el armamento con el que entrenaban, fuera principalmente occidental. Una de las primeras cosas que Rein había aprendido en la vida era que la extrema especialización, constituía la mayor debilidad para un guerrero.

Durante la formación como francotirador solamente habían usado cinco tipos de rifles. Los que priorizaban el ejército de Midchilda, Osea y Leasath principalmente. Estos eran sin duda los más poderosos y precisos.

Rein podía usar varios más.

Ella también sabía que la precisión y potencia del arma era una parte del poder del francotirador. La parte más importante, era el francotirador mismo, no el rifle. Ella era el arma más importante y peligrosa. Por eso, pese a que ya sabía muchas de las cosas que les enseñaban en la academia, ella nunca descuidó el fortalecimiento de todas las habilidades físicas y mentales que había adquirido durante su infancia y adolescencia.

Especialmente, su capacidad de tiro.

Un guerrero que se estancaba, que pensaba que ya había alcanzado su máximo nivel, estaba perdido.

Por ello, para esa demostración y para sorpresa de Riza, Rein seleccionó el fusil más modesto de la extensa armería de pruebas de la Academia. El Orsis T-5000 que para extrema ironía de la situación, era de fabricación yuktobana.

− ¿Ese?,− preguntó Riza sin poder contenerse, − ¿Vas a disparar con esa reliquia?

− Cada quien escoge su arma, ¿no?,− comentó Rein a su vez muy seria.

Riza frunció ligeramente el ceño pero aceptó el reto y por su parte, seleccionó uno de los mejores rifles a los que tenían acceso como cadetes, un TAC-50 que solo por especificaciones, superaba al Orsis de Rein. A eso, Riza le agregaba su destreza.

Las instalaciones del campo de tiro eran no solo enormes e imponentes, sino también modernas y altamente automatizadas en todos los aspectos; desde la preparación hasta el registro y monitoreo de las secuencias de disparo.

Acordaron que su "duelo" sería a cinco tiros, empezando por la distancia de calibración de 500 metros y a partir de ahí, aumentarían 250 metros con cada intento. Riza ostentaba el récord de la Academia de ese año ya que, durante las pruebas finales había logrado dar en el blanco a 1,600 metros justamente con el TAC-50.

En las condiciones de iluminación y de viento que tenían en esos momentos, tendría suerte si acertaba los 1,500.

Ganaría quien lograra la mayor distancia combinada sumando sus disparos acertados.

Riza programó las secuencias y cada una tomó sus lugares asignados. No había manera de hacer trampa con los avanzados sensores y sistemas de monitoreo del campo de tiro.

La máxima distancia que Riza alcanzó esa tarde, ya casi noche, fueron 1,250 metros. Acertó en cuatro ocasiones y falló en la última, de 1,500 metros. Rein acertó los cinco disparos pese a que el Orsis tenía menos precisión y potencia que el TAC. Después de eso sin decir nada programó un único blanco a 2,500 metros y sin siquiera volverse para mirar a Riza, tomó su posición pecho a tierra en su lugar para prepararse.

Desde sus primeros días en la Academia, Rein se preguntó cómo podían "formar" guerreros de élite en esas condiciones. La distancia era lo de menos en un disparo. Las condiciones en que ese disparo se realizaba, lo eran todo. El francotirador de élite en realidad, se preparaba para las circunstancias, para todas las circunstancias posibles, no para la distancia.

Ahí, en ese magnífico campo de tiro, tenían todas las condiciones ideales posibles. Sin obstrucciones, sin factores externos azarosos e impredecibles. Y muy especialmente, sin presión de ninguna índole más que el propio ego del tirador.

Rein había empezado su formación como tiradora en los densos bosques de las montañas de Osea, donde la mera línea de vista entre ella y su objetivo era tan solo el primero, de muchos retos que tuvo que superar durante años.

Tras apuntar algunos segundos, sin ningún titubeo o indecisión, disparó.

Riza miró boquiabierta el resultado en la pantalla del tablero de control.

Rein había acertado a una distancia que ella jamás había alcanzado con el TAC, usando un rifle inferior.

Eso no era lo relevante. Desde donde estaban al inicio del campo de tiro y con la noche ya prácticamente encima de ellas, el blanco casi no era visible. Rein no estaba usando un rifle con mira infrarroja o dispositivos especiales de asistencia. Ese Orsis era totalmente manual. Lo había hecho con equipo estándar y en condiciones climáticas poco favorables.

Por varios segundos, las dos chicas solo se miraron mientras las estrellas comenzaban a brillar en la bóveda celeste y el sol desaparecía en el horizonte.

Rein esperó por la pregunta pero esta no llegó. Ni ese día, ni nunca.

A partir de ese día, Rein tuvo su primera amiga en la vida aunque en realidad, no se dio cuenta de ello hasta algunos años después, cuando dejaron de estar en el mismo equipo de comando.

Rodeadas de un nuevo silencio, las dos cadetes graduadas limpiaron y ordenaron sus rifles con precisión y diligencia, ingresaron sus controles de operación del campo de tiro y salieron cuando la noche cubría con su manto todo el campus de la academia.

− ¿Qué tipo de cerveza prefieres, Force?,− le preguntó Riza mientras caminaban hacia las barracas, − Espero que no seas de esos maricas que toman solo cerveza clara y baja en calorías…

La comisura de los labios de Rein se curvó casi imperceptiblemente en una sonrisa.

− Oscura está bien, pero en realidad la prefiero roja...

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− Te lo dije… págame Mustang.

Riza Hawkeye no era la única que había estado interesada en conocer la extensión de las habilidades de Rein.

El Teniente Coronel Maes Hughes, recién designado comandante en jefe de operaciones terrestres para la operación "Tormenta de Fuego", había jugado sus cartas agresivamente para convencer a su alumna estrella, Riza Hawkeye, de "indagar" con mayor profundidad las habilidades de la misteriosa cadete Force. Y no había tenido que esforzarse demasiado.

Usando unos modernos y potentes binoculares de grado militar, el Teniente Coronel Maes Hughes y el Capitán Roy Mustang, observaron a la distancia el encuentro entre las dos militares recién graduadas y muy especialmente, los resultados.

Maes sabía a la perfección la calidad de efectivo que tendría con Riza Hawkeye y sospechaba que Rein era incluso mejor. Roy, sin embargo, estaba escéptico respecto a tener en su equipo a esta última.

Aunque habían hecho una apuesta sobre quién de ellas dos ganaría y parecían tratar el tema con superficialidad, Maes había tenido razón respecto al alcance de las habilidades de Rein desde el principio.

− Te dije que ella era buena,− insistía Maes ante el silencio inusual de Roy.

Finalmente, el capitán logró darle forma a sus cavilaciones.

− Nunca dije que no fuera buena,− dijo Roy mirando hacía donde las chicas se alejaban. Sin los binoculares, apenas podía ver ningún detalle, − ¿No te has preguntado por qué no terminó en primer lugar si puede hacer eso?

Maes tuvo sus sospechas respecto a Rein desde sus primeras clases. Aún las tenía, así como varias teorías. Internamente sin embargo, tenía la certeza, no solo de su habilidad, sino de algo que muy pocos podían o querían ver. Su calidad humana.

Sólo por eso, él estaba dispuesto a arriesgarse con el enigma que parecía ser la Sargento Force.

Por eso y por una importante razón adicional.

− Nunca hemos estado en una operación como "Tormenta de Fuego", Roy− dijo Maes en uno de sus rarísimos momentos de seriedad casi solemne, − Sé que tienes tus reservas, pero vamos a necesitar elementos como ellas...Todos los posibles. Sus cualidades individuales y conjuntas son una rareza pocas veces vista. Juntas conformarán la mancuerna que necesitamos, serán un equipo imbatible y estarán bajo nuestra tutela.

El capitán Mustang deseó internamente que su amigo de toda la vida, tuviera razón.

Roy no necesitaba una lista de las cualidades de la cadete Hawkeye; para él eran evidentes y no solo se centraban en su calidad como francotiradora. La cadete Force sin embargo, pese a la elevada y positiva opinión de Hughes, le producía una sensación que sentía en muy raras ocasiones y que aborrecía sentir.

Miedo.

Rein le producía la misma clase de miedo primitivo e irracional que estaba seguro sentiría si estuviera encerrado en una jaula con un tigre yuktobano.

Racionalmente, él, un hombre maduro y militar curtido, no podía explicarse porque sentía eso por una jovencita de apenas dieciocho años. Irracionalmente, cuando miraba esos serenos, penetrantes, exóticos y muy especialmente fríos, ojos carmesí, Roy Mustang estaba seguro de una sola cosa: Su instinto nunca fallaba.

Y ellos estaban a punto de sacar a ese tigre de la jaula y lo iban a llevar a un campo de batalla que, sería tal vez, uno de los más violentos y sangrientos de la historia.

República Federal de Osea, Día 31, Primer Mes, 2030. 18:45 hrs.

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Durante los siguientes tres años, el portaaviones Midchildiano MMV Nimitz fue el único hogar que Rein conoció. Rein y todo el comando de operaciones de campo de Maes Hughes.

Desde ahí cubrieron sus misiones principalmente en Eltria. pero también en otros países vecinos como Liberta y Faurus. El portaaviones clase Nimitz, el más grande de su tipo, albergaba además de la tripulación de operación, a los efectivos militares de operaciones especiales terrestres y aéreos, 90 aeronaves, entre aviones y helicópteros diversos; y decenas de vehículos terrestres, de diferentes dimensiones. Además del portaaviones, la operación había establecido un par de bases más permanentes y varias bases móviles de acuerdo a las operaciones que estuvieran realizando.

Los tres países, Eltria, Liberta y Faurus habían sido devastados por una guerra civil entre varias facciones. El gobierno más reciente, avalado por el G7 y especialmente por Midchilda, estaba enfrentando gran resistencia ocasionando que varios grupos rebeldes, antes independientes, formaran alianzas. La operación "Tormenta de Fuego" que inicialmente se había programado para doce meses, tendría tres años dentro de poco.

Varios altos mandos en el comando central estaban ciertamente enojados por no haber obtenido una victoria aplastante y contundente. Las operaciones se extendían cada vez más sobre el litoral y hacia las montañas, llegando incluso hasta las ciudades dividiéndolas y convirtiéndolas en salvajes campos de batalla donde quienes más sufrían eran los civiles que quedaban atrapados sin agua, comida y atención médica.

Ahí, en esos primeros días fue donde Rein puedo apreciar las grandes diferencias entre la tundra y el desierto, entre la nieve y la arena. Y reconoció todas las diferentes y angustiantes maneras que había de morir lentamente de sed y de hambre mientras los soldados como ella, no podían hacer nada.

Durante las primeras semanas de operaciones, Rein y Riza trabajaron como parte del mismo equipo en el terreno pero muy pronto, se hizo evidente que cada una podía liderar su propia unidad de exploración, maximizando su eficiencia y resultados.

Ambas eran letales y precisas, pero Rein también muy pronto, se destacó en lo primero. A tal punto, que, ante la gravedad de la situación y la escasez de recursos, el comandante Maes la propuso junto con otros jóvenes con aptitudes para recibir el entrenamiento como pilotos. Rein prefirió los helicópteros de combate a los aviones caza. De acuerdo a su razonamiento, los helicópteros eran mucho más flexibles y en el combate verdadero eso, era lo más importante.

Esa fue solo una de las varias aptitudes que desarrolló en sus primeros años como militar de élite.

Maes no podía estar más feliz con su selección de efectivos. Y hasta cierto punto, aunque no lo denotara o lo expresara, Rein también.

Ella y Riza Hawkeye tuvieron desde el principio una "amistosa" competitividad, que sin llegar a ser verdadera animosidad, las mantenía en un enfrentamiento constante por superarse una a la otra en todos los campos.

Cuando junto con sus equipos de efectivos estaban en el terreno, siempre iban a lo seguro.

Hasta ese momento, casi tres años después de su primera asignación con Hughes y Mustang, Rein nunca se había equivocado en sus evaluaciones y nunca había fallado una misión.

En particular, su récord de efectivos hostiles abatidos era el más alto del Nimitz.

Así como también, su récord de arrestos por desobediencia. Rein jamás cuestionaba una orden. Solamente no la seguía si la orden era una estupidez absoluta.

Al capitán Roy Mustang eso solía no gustarle, en lo absoluto.

Riza, por su parte, era la soldado modelo. Siempre formal, atenta y respetuosa. Siempre seguía las instrucciones de sus superiores al pie de la letra. Y hasta ese momento, solo se había equivocado una sola vez.

Y por eso, en esos momentos, Rein junto con el Capitán Mustang estaban en el terreno junto con varios hombres en una desesperada operación para rescatar a la unidad de Riza Hawkeye y retomar el control de una pequeña base Eltriana ubicada en un pueblo fronterizo con Liberta.

La "base" estaba compuesta por extensas instalaciones militares derruidas y abandonadas donde Hawkeye estaba pertrechada con los tres hombres que le quedaban de una unidad de diez. Tres estaban muertos y dos heridos de gravedad. Todo el que podía sostener un arma, lo hacía.

Alrededor, el pueblo estaba integrado por varias docenas de casas y edificios miserables y desvencijadas que un grupo de rebeldes Libertanos había tomando como base para asediarlos. Ninguna de las edificaciones estaba entera. Todas mostraban las marcas de los enfrentamientos.

Increíblemente, muchas personas, hombres, mujeres y niños, aún vivían ahí. Ya sea porque no tenían a dónde o cómo salir de ese pequeño pedazo de infierno...O porque no podían. A raíz de la guerra y los enfrentamientos, grandes cantidades de personas que lo habían perdido todo, se movían de sus poblaciones de origen tratando de huir de la violencia.

La misión de Hawkeye ese día había sido de reconocimiento y aseguramiento. De acuerdo a los reportes de inteligencia, el sitio era un punto de paso de refugiados que debía ser asegurado. Riza había tomado las previsiones estándar y como siempre, un poco más para una misión de rutina. Siempre existía el peligro de los grupos de rebeldes, cuya fragmentación y dispersión había convertido toda la operación en una pesadilla.

Pero eso no había sido ni remotamente suficiente esta vez.

Su aproximación había sido perfecta. Sus francotiradores principales habían tomado las mejores posiciones remota mientras que los siete hombres restantes de la unidad se habían desplegado para iniciar el aseguramiento de la base. Sus datos de inteligencia, aseguraban que la base estaba abandonada y su importancia, era solo posicional, no estratégica.

Riza no contaba con sorprender y a su vez, ser sorprendida, por una gran cantidad de elementos hostiles rebeldes que ya se encontraban en la zona. Lo peor fue que sus francotiradores, sus posiciones de mayor relevancia, fueron los primeros en caer. Apenas habían podido informar a la base, tomando una desesperada y frágil posición defensiva dentro de uno de los edificios de la base. Los atacantes los superaban por más de cinco a uno y apenas conseguían mantenerlos a raya con el armamento que tenían. Ni siquiera habían podido identificar cuántos rebeldes estaban realmente escondidos en los alrededores.

Cuando se enteraron de la situación, Rein recién había regresado de su propia misión de reconocimiento y no hubo poder humano capaz de disuadirla de formar parte del equipo de rescate. Ella y otro francotirador veterano con el que nunca había hecho equipo, pero que era de toda la confianza del capitán Mustang, Lehm Brick, serían la punta de lanza para la incursión.

Su objetivo: recuperar el control de la posición y rescatar a Riza y a su equipo antes del anochecer. Riza y sus hombres habían aguantado el asedio hasta ese punto pero pronto se quedarían sin municiones, no tenían armamento pesado y tampoco, equipos de visión nocturna.

El equipo se dividió en tres grupos, Rein y Lehn irían como líderes de la operación y en particular, tendrían que abrir el camino para que entraran los grupos de operaciones especiales terrestres mientras que Mustang, también desde el terreno haría la evaluación para las acciones de soporte aéreo.

La operación tenía que ser potente, pero precisa.

Al principio era una misión inesperada y casi desesperada de rescate, sin embargo Rein había puesto un punto sobre la mesa que nadie había ponderado hasta ese momento.

− Se supone que se trata de una base abandonada…¿porque hay tantos efectivos hostiles?,− había dicho Rein en ese momento durante la planeación del operativo, con voz fría e implacable mientras todos miraban los datos del último sobrevuelo de drone de gran altitud.

Para Mustang y Hughes fue evidente entonces que la base solo "parecía" abandonada en su exterior. La frenética actividad registrada por los sensores indicaba que habían enviado a Riza y a sus hombres directo a la boca del lobo como unos novatos.

− ¿Que no se supone que inteligencia debía advertirnos?

Rein estaba positivamente furiosa.

Y todos los sabían por la terrible calma y fría serenidad con la que hablaba y se movía.

Lo peor de todo es que nadie podía responder a las preguntas de la joven militar.

Riza había sorprendido a un grupo de rebeldes que no la esperaba; el gran problema era que la militar no había tenido forma de responder cuando el cerco se había cerrado sobre ellos, atrapándolos.

Rein y Lehm debían abrir un boquete en ese cerco, sin que nadie se diera cuenta. Por ello, empezaron el operativo desde la mayor distancia y con la mayor sutileza posible. Necesitaban que los equipos de tierra pudieran tomar posiciones de avanzada y solo ellos podían despejar el camino de forma segura. Ellos junto con Riza, eran los tres mejores francotiradores en el MMV Nimitz y muchos decían que de todas la Divisiones del Ejército que integraban "Tormenta de Fuego"; mientras que Riza, seguía prefiriendo el TAC-50, tanto Lehm como Rein usaban varios rifles dependiendo de la ocasión. Para esa misión, ambos usarían AX50 además de varios fusiles cortos. Pese a sus preferencias habituales, para esa misión además de AX50, Rein se llevó un Colt Commando más corto y ligero. Algo le decía que iba a tener que arrancar a sus compañeros casi cuerpo a cuerpo de la turba armada que los rodeaba y para ese fin, el AX50 no le serviría mucho.

Tan pronto inició el operativo, Rein y Lehm en conjunto eliminaron silenciosamente a seis efectivos hostiles.

Mustang inició el movimiento de sus hombres justo cuando el sol comenzaba a ponerse en el horizonte. Riza utilizando la potente mira su rifle, no había dejado de monitorear la situación y ya había identificado que el operativo había iniciado, por lo que preparó a sus hombres. Si sus sospechas eran correctas, el enfrentamiento era inminente. Si todo salía bien, su desventajosa situación les permitiría atrapar a sus asediadores entre sus fuegos combinados. Y para eso necesitaba tener fuego disponible.

Dos minutos después, Rein y Lehm incrementaron la intensidad de su ataque, eliminando todos los objetivos que podían y el pandemonium se desató.

Los rebeldes que aún no habían sido abatidos, les dispararon todo lo que tuvieron a su alcance sin orden, ni organización mientras Mustang y sus hombres entraban a pie y en vehiculo a la zona rumbo a la base militar por los dos flancos abiertos por los francotiradores.

Los rebeldes sin embargo, no estaban sentados como patitos de feria esperando por sus agresores.

El entrenado oído de Rein distinguió con total claridad las características detonaciones de las ametralladoras de calibre pesado y las detonaciones de lanzacohetes. Los rebeldes, al parecer decididos a mantener su posición, estaban sacando todo lo que tenían a mano.

Pese a sus instrucciones, Rein no se mantuvo en su posición.

Tan pronto sus compañeros avanzaron, ella también comenzó a moverse para afianzar su posición y respaldar a su equipo.

"¿Qué demonios estás haciendo, Force?", ladró en su auricular la voz grave de Lehm.

Si, Mustang les había ordenado mantener la posición. Rein sabía porque el Capitán lo había solicitado de esa manera pero su instinto le decía que había mucho más sucediendo en el terreno que lo que podían apreciar a simple vista, aún con sus poderosas cámaras y sus drones.

− Cúbrenos, Brick,− fue lo único que ordenó Rein como si su rango de sargento fuera superior al de Teniente Comandante de él.

Las objeciones e imprecaciones de Lehm se perdieron en medio del ruido de poderosas detonaciones.

Ella había escogido el AX50, no solo por su gran precisión en el largo alcance sino por su elevada potencia antimaterial. Con ese rifle Rein sabía que podría incluso parar un tanque...si fuera necesario.

Nada en los apresurados vuelos de reconocimiento de los drones indicaba que hubieran tanques en la zona, pero ella sentía en las entrañas ese desasosiego característico de la trampa que se cernía alrededor de ellos.

Y nuevamente, no se equivocó.

Los rebeldes ya sabían que estaban siendo atacados, su única ventaja en esos momentos parecía ser que ellos no tenían idea del tamaño de sus fuerzas y que SI los habían tomado por sorpresa. Los rebeldes por su parte, los superaban en número aún con sus refuerzos.

Entonces Rein lo notó.

Muchos de los civiles estaban ayudando a los rebeldes. De pronto, tenían muchos más enemigos de los que habían pensado inicialmente.

De alguna forma que Rein no estaba segura de querer saber, esos rebeldes tenían no solo varios francotiradores con armamento similar a los suyos, ametralladoras pesadas y varios RPGs, sino que además, tenían varios MANPADS - Sistemas de Defensa Aérea Portátiles. Con esos dispositivos, un sencillo efectivo a pie, podía lanzar un poderoso misil tierra-aire a un avión o a un helicóptero.

O a un indefenso francotirador.

Su respaldo aéreo venía en camino y sus compañeros iban a toparse de frente con esos misiles en cualquier momento.

Rein logró enviar un reporte urgente para la base de comando y para Mustang, mientras eliminaba a dos efectivos MPADS antes siquiera de que terminaran de apuntar. El tercero disparó sin querer mientras se desplomaba al terreno. Todos los demás en esa zona, corrieron a reagruparse gritando órdenes y advertencias inconexas.

Avanzando entre los escombros, masacró sin distinción hombres y vehículos, tanto a los que continuaban atacando como a los que pretendían escapar. Mustang trataba de avanzar con sus hombre a pie y en varios Humvees blindados pero los rebeldes les disparaban con todo. Rein sabía que la única manera era abrir un espacio para que Mustang pudiera pasar e hicieran el trabajo cuerpo a cuerpo. Hasta ese momento, Rein se dió cuenta que no tenían el control de la situación como habían pensado inicialmente.

Lehm, tal y como Rein le había pedido, la cubrió y mantuvo la seguridad del perímetro para que nadie saliera...o entrara permitiéndole a Rein llegar hasta uno de los elementos caídos que había abatido antes y que tenía un arma que le interesaba: un cañón SPG de 73 mm. Típicamente, el arma necesitaba dos operadores pero ella solo lo necesitaba para algunos objetivos concretos.

La noche caía con rapidez pero los vehículos rebeldes con ametralladoras y RPGs les estaban causando grandes problemas. Y especialmente, impedían que los helicópteros pudieran acercarse lo suficiente para apoyarlos.

Poco más de una hora después, el pequeño pueblo estaba aún más ruinas negras y humeantes que esa mañana; decenas de cuerpos se apilaban en las polvosas calles. Por ratos, todavía se escuchaban algunas ráfagas de metralla esporádicas.

Rein se forzó a caminar hacía la base tratando de no pensar que muchos de esos cuerpos no eran de soldados. Eran mujeres, niños, jóvenes. Muchos de ellos habían sido bajas colaterales de ambos fuegos. A varios los había abatido ella misma, ya que por alguna razón, los atacaban; y eso los convertía en enemigos.

La maltrecha base, que ahora sabían nunca estuvo abandonada, era solo un conjunto de ruinas para el momento en que sudorosa, ensangrentada y llena de polvo, pero con mirada implacable, Rein estuvo finalmente, frente a Riza y sus compañeros. Varios los ayudaban con los heridos en esos momentos y otros, estaban recuperando los cuerpos de sus compañeros caídos.

− ¿En donde diablos te metiste, Hawkeye?,− preguntó Rein muy seria. Riza que después de tanto tiempo y misiones conjuntas, ya la conocía lo suficiente, sabía que su compañera de generación más que enojada, había estado muy preocupada. Sabía que la situación se había salido de control de una forma que nadie esperaba. Y también sabía que a Rein no le gustaba preocuparse por nadie. Ni siquiera por ella.

En ese momento, el capitán Mustang, dando varias instrucciones a sus efectivos y acompañado por Lehm Brick, llegó también junto a ellas. Riza había perdido tres hombres por primera vez y tal vez serían más antes de que el día terminara. Roy sabía que un líder de equipo quedaba marcado después de eso, especialmente después de la primera vez y no fue tan brusco como Rein.

− Sargento Hawkeye…¿tiene idea de que pasaba aquí?

Riza miró a su alrededor antes de responder.

− Por lo que alcancé a ver...es una bodega de los rebeldes...una bastante grande,− respondió Riza con pesadumbre, − Sospecho que usaban a los refugiados como cubierta, y hasta cierto punto, como protección.

− Los refugiados, si te refieres a los civiles… Estaban apoyando a los rebeldes. Eso también puede implicar que haya mucho más aquí de lo que pensamos, Capitán,− dijo Rein al punto, − Permiso para reconocimiento profundo.

Roy miró a la joven con ojos entrecerrados.

Su día había empezado a las cinco de la mañana. Había estado todo el día bajo el sol y la arena. Cuando el incidente de Riza había sucedido eran más de las dos de la tarde. Rein había pasado sin transición, ni descanso de una asignación de rutina a una misión de rescate. El capitán estaba seguro que la joven ni siquiera había comido aún. Eran casi las nueve de la noche ya y aún pedía más.

− Coincido con la sargento, Capitán,− agregó Lehm, − Esa cantidad y tipo de armamento...no augura nada bueno. Creo que llegamos a un sitio importante sin darnos cuenta. No podemos perder la posición.

Ningún efectivo del comando de Maes Hughes durmió esa noche.

La "base" distaba mucho de estar "abandonada" y de ser "insignificante".

Riza, literalmente, se había metido a un campo minado… en el proceso había arruinado una operación que seguramente los rebeldes llevaban meses planeando y había puesto al descubierto un plan que era quizá mucho más grande y ambicioso.

Los equipos de Mustang, encabezados por Rein y Brick, encontraron un sencillo pero efectivo y equipado sistema de túneles que les permitía a los rebeldes moverse bajo la superficie mientras pretendían que el exterior era solamente un indefenso paso de refugiados.

Todas las pruebas que encontraron indicaban que los rebeldes preparaban un operativo. Uno MUY grande en contra de la coalición de países del G7 y especialmente, contra las fuerzas Midchildianas a lo largo de la frontera. El paso de refugiados iba a ser una de varias trampas mortales, solo que Riza y su equipo llegaron antes de lo previsto. Tenían suficiente armamento y recursos para un ejército, pero no los hombres suficientes aún. Eso fue quizá lo único que permitió que el operativo de Mustang y Hughes fuera exitoso.

Salvo tres prisioneros, casi todos los demás rebeldes estaban muertos y varios equipos de alto poder habían sido destruidos.

− Tal vez debiste dejar algunos más vivos,− le dijo Lehm a Rein con ligera burla mientras regresaban al portaaviones prácticamente al amanecer.

− ¿Tú cuántos dejaste?,− preguntó Rein sin mirarlo.

Lehn solo se rió con muchas ganas. La chica le caía muy bien.

Ese día, ningún equipo salió a misión de reconocimiento. Por lo general, se quedaban varios días en la base de tierra y se turnaban para subir al portaaviones. Hughes había decidido reagrupar a todos en el portaaviones hasta nuevo aviso. Alguien había estado preparando una trampa mortal para ellos frente a sus narices y no se habían percatado. Si Riza no hubiera sido extremadamente cauta como siempre era y Rein no hubiera desobedecido órdenes, quién sabe cuál habría sido el resultado final de ese día.

El comandante en jefe Hughes decidió que tomarían una posición de seguridad para hacer una evaluación de los riesgos de la zona inmediata y un diagnóstico de la situación.

Inteligencia había fallado estrepitosamente pero el balance general del operativo era positivo. Hughes había entregado un reporte exhaustivo al Almirante a cargo del MMV Nimitz y también a sus superiores en el Comando Central. Todos estaban impresionados de los resultados, de todo lo que habían encontrado y muy especialmente, por haber dado un golpe estratégico al movimiento rebelde.

Muchos altos mandos iban a utilizar ese golpe de suerte para pararse el cuello. Especialmente cuando la situación en otros frentes en Nor-oriente estaba comprometida, o llanamente teniendo malos resultados.

Las noticias en las comunicaciones internas del ejército, e incluso, en las noticias públicas así lo auguraban.

"Exitoso operativo del Ejército de Midchilda desmantela operación terrorista en Eltria"

"Hazaña de la Inteligencia Midchildiana, asegura la posición del G7 en Oriente."

"Certero golpe a la insurrección en Eltria operado por el ejército de Midchilda."

Los titulares se sucedían uno tras otro, alabando la estrategia, la intervención y el éxito de la operación.

Muchos estaban más que felices.

El único que no estaba para nada contento o complacido, era el Teniente Coronel Hughes. Él estaba muy preocupado, especialmente con las últimas instrucciones que había recibido directamente del Brigadier General Fessler. Mismas, que eran de efecto inmediato.

Rein por su parte no se hacía ilusiones. Ella sabía que iban a arrestarla, tal vez por un mes entero esta vez por desobedecer a Mustang...otra vez...durante un operativo como el de la noche anterior.

En el ejército había varios motivos que ameritaban el arresto de un efectivo. Desde llegar tarde a su puesto, así fuera un escritorio; cometer un error, contradecir a un superior o peor… desobedecer a un superior. Aunque su decisión tal vez había salvado la desastrosa misión de Mustang, el hecho era que Rein lo había desobedecido.

Una vez más.

Rein recordaba a la perfección lo que Mustang le había advertido que pasaría.

"¡Pasarás un mes lavando las letrinas con un cepillo de dientes hasta dejarlas relucientes!" le había gritado un poco exaltado.

Ella solo se había encogido de hombros. Riza había suspirado con exasperación. Los dos, Mustang y Rein eran imposibles.

En realidad, no estaba preocupada. Por lo general, el arresto de los efectivos raramente se hacía en una celda, salvo en casos muy graves como agresiones intencionales violentas. Lo único que implicaba era que tendría que trabajar más, muy seguramente a deshoras y en ratos que se consideraban "libres" o de "descanso". O como Mustang le había advertido, encargándose de labores muy por debajo de su rango ADEMÁS de sus responsabilidades habituales.

Eso, tampoco le importaba a Rein.

− Ya tienes que dejar de hacerte arrestar para evitar a las chicas guapas, Force,− le dijo Riza cuando mandaron llamar a Rein a la oficina de Hughes esa tarde y su tono no tenía ni el más ligero tono de burla. Ella ya sabía que a Rein no le gustaba relacionarse de forma social casi con nadie. Sin embargo, no podía entender porqué su amiga prefería ir a un burdel a tener una cita como la gente "normal", − Hay muchas chicas guapas que se morirían por salir contigo, Force...no tienes que hacerte la interesante con esa fachada de "chica mala".

Rein sabía que las poquísimas veces que habían tenido franco y habían podido ir a una ciudad portuaria decente como Carnaaji o Firstraum, Riza se había sorprendido de que rechazara la compañía de sus pares militares y se fuera directamente a las mejores casas de citas.

A ella no podía importarle menos el arresto o la opinión de nadie respecto a sus preferencias en la materia. Así como tenía el récord de bajas enemigas y de distancia de disparo, también ostentaba el primer lugar en arrestos por desobedecer órdenes.

Eso lo único que le causaba era orgullo. Especialmente si con eso demostraba que Mustang era un inepto.

− Tu evitas a los chicos guapos con el pretexto de Roy Mustang y aún así, niegas que te gusta,− contraatacó Rein, − Creo que yo estoy en una mejor posición…

Rein había criticado con acidez la admiración de Riza hacia Roy Mustang desde el primer momento.

Pese a ello, tal vez guiada por un ligero sentido de culpabilidad por el último arresto de su amiga, Riza acompañó a Rein hasta la puerta misma de la oficina de Hughes en el Nimitz.

− Trata de no aumentar tu tiempo de arresto,− le dijo mirándola con aprecio antes de que Rein golpeara la puerta con decisión.

− X −

Ese día, sin embargo, no recibió un regaño. Ni tampoco un aviso de arresto.

Para su sorpresa, cuatro personas la esperaban en la pequeña oficina de Maes Hughes. Roy Mustang y dos militares que Rein nunca había visto antes en su vida, estaban tensamente sentados en las funcionales sillas frente al escritorio.

Roy Mustang por cierto, se veía positivamente desencajado.

− Sargento Force,− dijo Hughes poniéndose de pie y solo por su afable sonrisa Rein supo que él estaba enojado, incómodo...e impotente, − Le presentó al Teniente Coronel Solf J. Kimblee y al Mayor Frank Archer de la División Aerotransportada de Operaciones Especiales del Ejército de Midchilda. El Teniente Coronel está a cargo de un Grupo Táctico...Especial...

Rein saludó formalmente al estilo militar. Kimblee y Archer respondieron levemente al saludo en completo silencio. No se pusieron de pie como Hughes y ni siquiera le dijeron "buenas tardes".

Rein no falló en notar desde el primer segundo, la tensión que flotaba en el ambiente.

Los cuatro hombres que estaban en esa habitación, se tenían una gran animadversión. Ella sentía como si se hubiera materializado repentinamente en un coliseo, a mitad de un combate entre gladiadores.

Y por supuesto, se preguntaba qué diablos estaba haciendo ahí.

El Teniente Coronel Kimblee tomó sorpresivamente la iniciativa en ese momento.

− Su desempeño en el operativo de ayer fue impresionante, Sargento,− dijo con una sonrisa fría y profesional, − Varias personas notaron su efectividad y su capacidad de toma de decisiones difíciles directamente en el terreno. Esa es una aptitud que no muchos efectivos tienen, ¿lo sabía?

La expresión de Rein no cambió, simplemente inclinó ligeramente la cabeza.

El rictus de Mustang aumentó. Maes solo le dirigió una mirada de advertencia a su amigo mientras volvía a tomar asiento.

− Lo que dice el Teniente Coronel, es cierto sargento,− dijo Hughes casi apenado, − Siento que este aviso se presente con tanta...premura... pero su buen desempeño, especialmente después del operativo de ayer, ha sido notado por los superiores. Hemos recibido instrucciones de transferirla a la unidad especial del Teniente Coronel Kimblee en la División Aerotransportada.

Al igual que con el comentario previo, Rein no se inmutó. Ni siquiera pestañeó.

Notaba sin embargo, el atento escrutinio que le hacían los dos militares.

− ¿A partir de qué fecha?,− fue su única pregunta hecha con voz fría mientras pensaba en todo lo que tendría que hacer. Solo le habían dicho transferencia, pero no le habían dicho a dónde… y mucho menos para qué...

− Inmediatamente, sargento Force,− respondió Kimblee con una sonrisa enigmática sin darle oportunidad a Hughes de terminar su aviso a Rein, − A partir de este momento, yo soy su oficial a cargo y el Mayor Archer, es su comandante en jefe.

Rein notó en el rictus de Mustang y la cara seria de Hughes que sabían tanto como ella. La noticia les había llegado por sorpresa.

La noticia estaba siendo tan repentina que no tenía idea de lo que sentía con ella. Tratar de entenderlo, tampoco tenía mucho caso. No había mucho que hacer al parecer.

− ¿Cree poder estar lista para salir en veinte minutos…Sargento?,− preguntó Kimblee con una sonrisa usando su voz más suave y cortés.

Pese a su aparente caballerosidad y maneras educadas, Rein estaba segura que ese hombre, Kimblee, era implacable y despiadado. Al otro, Archer, aún tenía que evaluarlo más.

Ambos, eran sin duda, peligrosos.

− Estaré lista,− dijo Rein con el mismo tono distante y frío que había mantenido durante toda la entrevista. Eso no le costaba ningún trabajo. Era su estado natural. Ella siempre tenía todo, especialmente sus pensamientos, sus emociones y sus reacciones, en perfecto control.

Era la principal arma y armadura de un guerrero.

Ese perfecto control, sin embargo, sufrió en los siguientes minutos la mayor prueba desde que Rein había despertado años atrás en una casa desconocida a mitad de un bosque. Las siguientes palabras del Teniente Coronel Kimble hicieron que tuviera que hacer un esfuerzo supremo para controlarse y no demostrar nada en su semblante o su porte.

− Excelente Sargento, asegúrese de llevar vestimenta apropiada... Nuestra división es la mejor unidad de élite de todo el G7 y tendremos una misión muy especial. Espero que no le moleste la nieve. Nuestro destino es la frontera de Bazhrakistan con la Unión de Repúblicas Yuktobanas… Ya hace mucho frío en las montañas de Yuktobania en esta época del año.

Golfo Oriental de Ceres, Litoral de Eltria, Día 20, Décimo Mes, 2033. 17:00 hrs

− X −

Rein pasó, de un día para otro, del infierno en el desierto candente de Eltria a otro tipo de infierno.

O más bien descendió, a uno que era de ser posible, mucho peor.

Así como aprendió la diferencia entre la implacabilidad de nieve y el sadismo de la arena, también aprendió que había diferentes clases de militares. O más bien, confirmó lo que ya sabía desde niña. Que muchas veces, los peores monstruos son aquellos que se disfrazan de humanos.

Y los que recibían "autorización" para "ser" monstruos, eran los peores de todos.

Tal y como había sospechado desde el primer momento, Kimblee y Archer eran peligrosos.

Ambos eran muy inteligentes, Klimblee en particular era casi brillante. Ambos eran la personificación del militar leal y dedicado. Pero… también eran TOTALMENTE diferentes a Maes Hughes e incluso, al inepto de Roy Mustang.

La principal diferencia: un despiadado, total y absoluto desprecio por la vida humana.

La guerra siempre era atroz. Rein lo comprobó de primera mano desde su primer enfrentamiento. Pero incluso en las misiones más difíciles y violentas que tuvieron que ejecutar, Hughes, Mustang y todos sus compañeros de equipo, jamás se regocijaron de la muerte y el dolor que causaban.

Kimblee y Archer florecían en la muerte y el dolor.

Durante los siguientes tres años, Rein saltó de conflicto en conflicto y de operativo en operativo, prácticamente sin transición. Siempre con avisos de último momento. Todos los miembros de la división vivían así; los que sobrevivían, debían acostumbrarse a lo inesperados; sin asentarse en un solo lugar, sin saber dónde empezarían su día o a dónde serían enviados al final de él.

Siempre debían estar listos para salir, al momento. Pero más importante, SIEMPRE debían estar listos para "entrar en acción."

Muy rápido, Rein aprendió que para Kimblee eso significaba no solo matar; significaba arrasar con el objetivo, fuera el que fuese.

Todas, absolutamente todas las misiones "ESE" Grupo Táctico Aéreo de la División Aerotransportada eran no solo de élite...sino "sensitivas".

Los enviaban cuando ya no había nada más que perder, cuando el último recurso era ponerse realmente violentos. Y por increíble que parezca, esas ocasiones nunca faltaban en algún lugar u otro del mundo.

Había una lista de espera de infiernos que necesitaban ser atendidos.

Dentro de la División Aerotransportada del Ejército, el "Grupo Táctico Especial" de Kimblee era conocido como los "Diamantes Rojos". No había nada, ni nadie más duro que ellos. Y todos los lugares por donde pasaban, quedaban invariablemente teñidos de rojo.

Muertos, desde la tierra hasta las personas.

Kimblee y Archer por su parte aprendieron de Rein lo único que importaba para sus fines: que era LETAL.

Aunque esa letalidad no era del agrado del Mayor Archer.

Y así se lo hizo saber a Rein desde su primera misión en Bazhrakistan.

Habían realizado esa misión de noche. No había luna y el reflejo sobre la nieve era mínimo.

− Eres realmente la muerte silenciosa,− le dijo Archer a Rein tras un par de horas de violentos enfrentamientos, donde la ejecución de Rein había sido uno de los elementos claves para entrar al pueblo que necesitaban recuperar. Después del estruendo de las detonaciones del el operativo, los únicos sonidos que se escuchaban alrededor de los militares el crepitar del fuego que sus explosivos habían causado, sus pasos sobre la nieve y el silencio, − No quedó ninguno vivo.

Escuchar un ligero dejo de decepción en la voz de su comandante le causó cierta sorpresa a Rein pero lo disimuló, como siempre disimulaba todo, al momento.

Después, aunque nadie se lo dijo, entendió.

Al Mayor Archer le gustaba caminar a través de las posiciones recién "conquistadas" rodeado por los quejidos de los moribundos. Esa era la verdadera señal de su victoria. Disfrutaba rematando a los que aún estaban vivos. Y en particular, disfrutaba los interrogatorios… incluso cuando no eran necesarios.

Ninguno de sus compañeros hablaba al respecto.

Rein estaba segura que esas acciones no eran solo inapropiadas sino ilegales, pero Kimblee no decía nada. Sólo los recibía con una sonrisa después de cada exitosa misión.

Después seguían a la misión siguiente. Y a la siguiente. Y a la siguiente.

Con el tiempo, Rein entendió finalmente porque la había seleccionado.

Sin excepción, todos los miembros de la Unidad de Kimblee habían tenido problemas en sus asignaciones previas. Eran hombres y mujeres violentos y problemáticos, pero eficaces y letales en lo único que a Kimblee le interesaba: La guerra.

Ella había ostentado el récord de desobediencia del Nimitz. Y tal vez de todo el ejército.

Con su récord de desobediencia y su récord de letalidad, Rein se convirtió en la candidata ideal para su grupo de "élite".

Dónde se equivocaron, fue en que ella, distaba mucho de ser como ellos.

Archer disfrutaba caminar por campos de muerte frescos y humeantes, mientras que Kimblee se regocijaba en la destrucción total. Para ambos, presenciar los cruentos enfrentamientos, el humo y la destrucción y verlos arder en su derrota final uno tras otro sin esperanza era el premio mayor. El segundo premio, era obtener el favor de los mandó obteniendo resultados donde nadie más lo conseguía.

Alguien daba las órdenes. Alguien ejecutaba. Alguien obtenía resultados que necesitaban. A nadie le interesaba mucho ahondar en el "cómo" esos resultados se obtenían.

Rein dudó al principio. Ejecutaba... pero dudaba. ¿Sería eso acaso a lo que su maestro se refería cuando le advirtió sobre la vida militar?

Pese a los métodos de Kimblee, las órdenes llegaban.

Las órdenes, junto con los insumos, los recursos… y los premios. Los reconocimientos y los galardones por sus éxitos en las misiones. Incluso ella, había tenido que aceptar algunos.

Rein había ascendido a Teniente Comandante en un tiempo récord. Riza, en el mismo tiempo apenas iba a presentar su solicitud para Teniente Primero. En las poquísimas ocasiones que ambas habían podido hablar desde su traslado, Rein se había dado cuenta aún más de las diferencias entre las unidades normales y la "Unidad Especial" de Kimblee.

Aunque Rein se burlaba de Riza diciéndole que aún no era un Teniente Comandante porque Mustang sólo la quería como su secretaria, en el fondo sabía que su amiga tenía razón. Riza siempre le había dicho que sin importar como fuera Mustang, tenía un ideal y un propósito muy claro. Y por supuesto, le había advertido desde el principio sobre Kimblee y Archer. Y lo seguí haciendo cada vez que hablaban, lo cual solo demostraba su preocupación por ella.

"Sin un ideal y sin un propósito, nos convertimos en armas, Force" le repetía Riza, "Tu eres mucho, mucho más que un arma...pide tu traslado, después del segundo año podemos hacerlo sin problemas, regresa con nosotros..."

Pese a sus argumentos, incluso Riza se quedaba en silencio cuando Rein le explicaba cómo llegaban las órdenes del Comando Central.

En el fondo, todos sabían que los "Diamantes Rojos" hacían el trabajo sucio.

Los altos mandos lo sabían y lo necesitaban. Sus jefes lo sabían y no les importaba. Sus compañeros lo sabían y les gustaba hacer ese trabajo y les gustaba más aún ser remunerados por él… Riza y muchas otras personas, lo sabían y no podían hacer nada…

Rein lo sabía y lo único que había podido hacer era no aplicar para más ascensos. Para ser piloto de helicóptero de combate, mínimamente debías tener el rango de Teniente Comandante.

Ella lo tenía y no le había costado ningún trabajo. Pero sería lo único que haría.

Nunca quiso ascender más. Nunca aceptó ascender más.

Así con toda simpleza y sin ninguna explicación más para nadie, ni siquiera ante la sutil insistencia de Kimblee y las enojadas reclamaciones de Archer. Esa se convirtió en una de las múltiples razones por las que Archer la despreciaba y desconfiaba de ella. Tanto él como Kimblee sabían que Rein, no era igual a ellos, ni tampoco, igual a sus compañeros de equipo.

A su pesar, la necesitaban.

Eran buenos, pero nunca habían sido tan exitosos, ni habían tenido tan pocas bajas. Antes eran una de las unidades más riesgosas de toda la División. Eso sin embargo, cambió desde que Rein se incorporó a la Unidad.

Durante todas esas misiones, de día o de noche, en la selva, la nieve, el desierto o el mar, Rein siempre se esforzó por ser rápida y letal. No podía cambiar lo que tenía que hacer, lo único que podía cambiar era como lo hacía.

Si tenía que convertirse en muerte, lo sería...pero sería una muerte rápida, total y absoluta. Y muy especialmente, silenciosa. Eso era lo último y más importante que había aprendido y para ella, eso era lo más cercano a la compasión y la ética que podía brindar a sus enemigos.

Salvo Kimblee, nadie más lo entendía de esa manera.

Archer menos que nadie.

Y sus compañeros pensaban que su efectividad y letalidad eran un alarde, una presuntuosa muestra de su superioridad ante ellos. Pese a que Rein jamás se jactaba de sí misma, Kimblee contribuía todo lo posible a cimentar ese sentimiento entre sus tropas, felicitando ostentosamente a la Teniente en público.

El sí alardeaba y presumía los resultados y las misiones exitosas donde participaba Rein.

Especialmente, el Teniente Coronel disfrutaba viendo las caras de sus subordinados cuando comparaba su pobre desempeño con el de Rein. Internamente, Kimblee se había puesto la meta de resquebrajar la fachada de perfecta inmutabilidad que Rein había mantenido todo el tiempo que llevaba bajo su mando.

Pero más aún importante, se había prometido que Rein no tendría ni un solo amigo o aliado verdadero entre sus compañeros.

Él tenía otros planes para Rein. Y para ello necesitaba que fuera su arma letal perfecta.

Y también necesitaba que estuviera sola.

Desafortunadamente, pese a todo su entrenamiento y su inteligencia, a su propia violencia inherente; Rein NO era un depredador...quizá por eso no vio la trampa que se cernía sobre ella hasta mucho después.

El punto de inflexión sucedió exactamente tres años después de su ingreso en la División Aerotransportada: Jarkov, República Popular de Verusa.

Verusa, que antes formaba parte de la Unión de Repúblicas Yuktobanas, se había independizado. Los conflictos territoriales entre ambos países, no tardaron en aflorar y la zona fronteriza entre ambos se convirtió en un polvorín. Entre separatistas que querían regresar al seno de Yuktobania, patriotas que deseaban mantener a Verusa como República independiente, incluyendo Járkov; además de diversos conflictos religiosos y étnicos...En medio de esa volátil mezcla, los meses de conflicto se convirtieron en años.

El principal obstáculo era un grupo rebelde local que había sido muy exitoso contra el gobierno establecido.

La misión de los "Diamantes Rojos": eliminar al líder del movimiento a cualquier precio.

Pese a sus éxitos anteriores, en Járkov el grupo de élite no pudo conseguir los resultados que todos esperaban.

Ya habían perdido dos helicópteros y más hombres en una sola misión de un mes que en un año completo.

Solo quedaba una cosa por hacer y debía hacerlo el mejor piloto de ataque y el mejor tirador porque sólo tendrían UNA oportunidad. Debía ser el más efectivo y él que ostentara el mejor desempeño en el terreno.

Rein recibió la orden.

Su arma: Kamov KA-50 "Black Shark", monoplaza.

Su objetivo: Ubicaciones estratégicas del asentamiento de Pripiat.

Su misión: Identificar y destruir.

De acuerdo al reporte preliminar de inteligencia, la población estaba deshabitada y el líder rebelde la utilizaba como escondite desde hacía sólo un par de días. La ventana de oportunidad del Grupo Táctico se cerraba con cada día que pasaba sin acciones.

El plan era sencillo y directo.

Rein iría sola. Armada hasta los dientes. El "Black Shark" llevaría misiles Vympel modificados aire-tierra, misiles antitanque, cohetes de 80 mm y 122 mm, cañones UPK de 23 mm cargados y bombas de 250 y 500 kg.

Despegaría al atardecer de ese mismo día.

Una vez iniciada la misión y ya en el aire, Rein recibió los objetivos que debía destruir sobre la marcha. La gran potencia y maniobrabilidad del "Black Shark" le permitieron caer de forma letal y precisa sobre todos sus blancos. Cuando la misión terminó, Pripiat se había convertido en una mancha negra y humeante. Sin consultarlo con nadie y aunque no había recibido esa instrucción, aterrizó en un claro cercano para acompañar al grupo de aseguramiento.

No tenía que hacerlo. Su misión había terminado y podía regresar a la base.

Sin embargo, una extraña sensación de ominosidad la embargaba desde el inicio del operativo. Esa misma sensación se incrementó con cada objetivo alcanzado.

Su misión había sido exitosa pero... nadie la había atacado.

Nadie. Ni una sola bala.

El equipo terrestre de aseguramiento pudo comprobar que en efecto, el líder rebelde y su círculo cercano de colaboradores habían sido efectivamente eliminados. Así como todas sus familias y otras decenas de civiles que vivían en la población. Hombres... mujeres...niños...ancianos. Nadie había escapado a la precisión del ataque.

En total, los reportes de ese día contabilizaron: 347 "rebeldes" habían sido "desactivados", una peligrosa "célula terrorista" había sido "eliminada" y una "inaccesible base enemiga" había sido "desmantelada".

Rein que había estado en el terreno sabía que un gran porcentaje de ese número de personas, civiles muy probablemente inocentes y que estaban muy lejos de ser terroristas, habían muerto para matar a los otros diez.

Después supo que inteligencia había identificado que una celebración familiar religiosa a la cual acudiría su objetivo, se llevaría a cabo ese día...pero no sabían en dónde.

Por ello le habían entregado tantos blancos.

Lo que importaba eran los resultados.

Esa había sido una misión de exterminio. Y ella la había ejecutado a la perfección.

Rein no se arrepentía de haber ido al reconocimiento de Pripiat y ver lo que vio. Lo consideraba parte de su deber. Sin embargo, algo en ella cambió después de ese día.

"Sin un ideal y sin un propósito, nos convertimos en armas".

Sutil pero profundamente, como suelen ser las mareas más peligrosas que nos arrastran sin que nos demos cuenta; una marea envolvió a Rein llevándola cada vez más y más profundo sin que se diera cuenta.

Recibía sus órdenes y las ejecutaba brillantemente como siempre pero su letalidad, de ser posible, aumentó. Así como su frialdad y su distanciamiento de sus compañeros.

A esas alturas, nadie se metía con ella. Solo se escuchaban algunos susurros a su paso y especialmente, después de sus misiones, cuando pensaban que ella no podía escucharlos.

"¿Supiste de la última misión de Force? Arrasó con todos...incluso los que NO le ordenaron eliminar ...Se ve que lo disfruta."

"Es peor que Kimblee, por eso él la alaba tanto."

"¡Archer está furioso porque ha enviado más almas al infierno que él!"

"Kimblee es un demonio, pero ella...ella es la muerte….Archer no tiene nada que hacer junto a ella."

"¡Diablos!, ¿cómo es que una maldita loca puede tener tanta suerte con sus endemoniados disparos?"

"Es un animal salvaje, no podemos competir con eso, camarada."

"Dejen que ella haga el trabajo sucio...no me interesa acumular más muertos, prefiero acumular dinero. Ella mata, nosotros cobramos...no sean imbéciles."

Y la lista crecía y crecía entre los que la envidiaban, la despreciaban o la odiaban. Pese a sus comentarios, nadie, ni siquiera el más valiente y osado se atrevía a decirle nada de frente. Una cosa era segura y hasta Rein lo sabía, pese a sus comentarios, todos le temían.

Igual que a la muerte.

Y especialmente por sus exóticas facciones, cada vez más de sus compañeros se referían a ella de esa manera. Donde ponía el ojo, se imponía la muerte.

Aunque no todas las personas tenían la misma opinión sobre Rein. Ni las mismas expectativas.

La cadena siempre se rompe por el eslabón más débil y fue en el otoño cuando todo sucedió. Todo se desencadenó como una terrible, gigantesca e inevitable avalancha de nieve de la que no puedes escapar sin importar lo que hagas.

Tal y como sucedía en las altas y nevadas montañas de su posición actual.

Desde un par de semanas atrás, estaban asignados en Alzus para atender varios conflictos derivados de la guerra civil local. Aunque nadie la llamaba de esa forma oficialmente. De acuerdo a los reportes oficiales, Alzus solamente experimentaba algunos conflictos sociales. Ellos, desde el terreno, lo veían de forma diferente.

O tal vez lo diferente...era que no había diferencia.

Después de tantos años, tantos conflictos, tantos países y tantas muertes, la guerra terminaba siendo la misma sin importar donde sucediera y sus razones para suceder. Se convertía en un infinito continuo que jamás terminaba...Sin importar cuántos se mataran o cuántos murieran, siempre llegaban más y más.

Rein no se había dado cuenta de cuánto había cambiado y cuán cansada estaba, hasta ese día de otoño.

Para esa fecha, ya todo en los alrededores estaba nevado y había amanecido frío y gris, igual que los diez o veinte días anteriores y los doscientos que faltaban de invierno. Alzus tenía solamente dos estaciones: Frío y condenadamente frío. Era un frío diferente al que Rein había conocido en su infancia en la tundra. Aún sin la "larga noche", era peor porque se parecía mucho al desierto seco y árido.

Afortunadamente para ellos, su sede para la misión en esa ocasión, se encontraba en la Base Principal de la Fuerza Aérea de Alzus. Eso les permitía no solo más movilidad sino más comodidades de lo habitual. Ahí se habían instalado su campamento y desde ahí salían los helicópteros cada mañana.

Ese día, sin embargo, todo el panorama se veía muerto.

Nadie había tenido misión y aún no sabían por qué.

Sus incursiones de los días pasados habían sido muy efectivas pese a las condiciones climáticas. Rein iba a la cabeza de todos como siempre y recuperaban terreno, lenta pero sistemáticamente. Ese día simplemente, todas las actividades se habían cancelado a primera hora de la mañana y se les habían asignado tareas insulsas, tomando en consideración todo lo que había por hacer.

Todos especularon menos Rein. Kimblee nunca hacía nada al azar, de eso estaba segura.

Poco después del mediodía, Kimblee la había mandado llamar a su oficina que se encontraba en el hangar secundario, una modesta pero eficiente estructura metálica de casi 30 metros de ancho, más de 60 metros de largo y 15 metros de altura.

La oficina temporal del Teniente Coronel era amplia, espaciosa y estaría insoportablemente iluminada si hubiera sol. En la circunstancias presentes, estaba aún bastante iluminada. Ubicada en el segundo piso en los laterales del hangar, tenía una gran vista privilegiada de las operaciones en las pistas que le permitía a Kimblee dirigir todo cómodamente sentado en su escritorio. Si bien el lugar era poco elegante, eso no le preocupaba mucho a su ocupante ya que siempre se esmeraba en ser ÉL, el más elegante y el centro de atención.

Rein tocó la puerta y esperó el permiso para entrar.

Cuando entró se sorprendió de no encontrar a Kimblee solo o con la infaltable figura de Frank Archer. Dos personas, una con uniforme del ejército y otro con el uniforme de la Armada estaban sentados cómodamente tomando café frente al escritorio de Kimblee. Ambos tenían sus respectivas gabardinas militares aún puestas.

Su jefe sonreía forzadamente y Rein supo de inmediato que estaba furioso. El brillo asesino en su mirada era inconfundible.

− Teniente Force,− dijo Kimblee con una sonrisa torcida y para sorpresa de Rein, se puso de pie.

Sus invitados dejaron sus tazas sobre la mesa y se volvieron para mirarla.

Todo, absolutamente todo, dejó de existir para Rein en ese momento; al punto que se olvidó de realizar el saludo militar correcto ya que, las dos personas en la oficina tenían un rango muy superior al suyo.

Azul.

La última vez que había visto un azul tan profundo, nítido y vibrante había sido años atrás...vidas atrás...cuando había regresado de la muerte; para perderse en el prístino celeste de un cielo invernal en el bosque en Osea.

Los inquisitivos ojos que la evaluaban con detenimiento y curiosidad en ese momento, eran lo más increíblemente azul que había visto en su vida desde aquel lejano día.

Y también, eran lo más vibrantemente vivo que había se encontrado...desde que tenía conciencia.

− Salude apropiadamente Teniente,− ladró Kimblee poniéndose repentina y atípicamente muy serio y severo, − Tenemos una... visita oficial de parte del Comando Central...permítame presentarle al Almirante Gil Graham… y a la Teniente Coronel... Hayate Yagami.

Estado Federado de Alzus, Día 10, Onceavo Mes, 2037. 12:45 hrs.

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