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ADVERTENCIA: Este fic está inspirado en MSLN, y está clasificado M, por contenidos y situaciones que pueden ser muy fuertes y/o violentas para algunos lectores; así como escenas íntimas de carácter sexual. Estas escenas pueden ser femslash, F/F o F/M. Se recomienda la discreción del lector. Si este tipo de contenido no es de su agrado, por favor no lo lean.
DISCLAIMER: Los personajes de Magical Girl Lyrical Nanoha no me pertenecen y son propiedad de sus respectivos autores. Todas las situaciones y personajes presentados en esta historia son ficticios, cualquier parecido con situaciones o personajes reales, históricos o presentes, no es en absoluto intencional.
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"La Muerte Súbita"
por Aleksei Volken
Capítulo 5. La Muerte Inesperada.
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"Incierto es el lugar en donde la muerte te espera; espérala, pues, en todo lugar."
Séneca.
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− Los números son indiscutibles, Hayate...Tu lo sabes mejor que nadie. A nadie le gusta contar muertos de ninguna clase ... y menos, cuando son civiles.
La Teniente Coronel Hayate Yagami, llevaba más de treinta minutos en una acalorada conversación con su superior inmediato, el Almirante Gil Graham sobre sus últimos reportes sobre la crisis de Alzus.
− Esos números están incorrectos...Almirante,− insistió por enésima vez Hayate en tono firme y frío, antes de agregar en un tono más dócil, − Yo estuve ahí Gil, yo tuve que dispararle a varias de esas personas...Te aseguro que ninguno eran mujeres y niños desarmados...Eran insurgentes armados hasta los dientes...
Gil y Hayate hablaban a través de una comunicación especial de la embajada de Osea hasta donde la oficial había acudido convocada por el Almirante, para una reunión urgente después del envío de sus últimos reportes de la misión en Alzus, que había tenido lugar escasos tres días antes.
− De acuerdo a los reportes de Kimblee, la Teniente Comandante Force es quién ha estado a cargo de esas incursiones donde, SISTEMÁTICAMENTE, se han violado las instrucciones de "No Agresión Sin Agresión" y daños colaterales no deseados...− insistió Graham, − Tú lo viste de primera mano en esa misión suicida a la que insististe en ir ...SIN MI AUTORIZACIÓN, Hayate...
El Almirante tenía varios reportes, muy detallados, esparcidos sobre su escritorio donde los números eran implacables con el desempeño de la Teniente Force.
Números sin duda impresionantes.
Pero que se convertían en un arma de doble filo tanto para el Ejército, como para la misma Teniente.
Hayate apretó las quijadas con fuerza, e inconscientemente hizo lo mismo con el borde de la mesa donde estaba sentada. La oficial odiaba sentirse frustrada y Gil Graham la hacía sentir MUY frustrada cuando se instalaba en esas posiciones intransigentes.
La República Federal de Osea era uno de los aliados más importantes de Midchilda en el G7. Gil Graham tenía además, muchos amigos de gran confianza que actuaban como agregados militares en esa embajada.
Sin embargo, había otra razón por la que habían seleccionado esa sede para tener esa importante conversación.
Su misión, si bien fue sancionada oficialmente por el Comando Central de Midchilda...No tenía la venia del grupo de Operaciones Especiales del Ejército. Gil y otros militares de alto rango como él, sospechaban que alguien estaba obteniendo algún beneficio al proteger al grupo de Kimblee. O específicamente al experimentado Teniente Coronel Solf J. Kimblee, en particular.
Por ello la misión de Hayate se había englobado dentro del marco de las acciones del G7 y no como una acción de las Fuerzas Armadas Conjuntas de Midchilda. La República Federal de Osea era la segunda fuerza del G7 en importancia en la región. Casi siempre, Osea y Midchilda hacían frente común para balancear el peso de las iniciativas de Yuktobania y sus aliados en el Grupo.
Al final, siempre quedaban dos bandos que casi siempre se reducía a una postura política y económica.
Capitalistas vs Socialistas.
Aunque el "socialismo" moderno se había transformado de un monstruo estándar monolítico y predecible, a un monstruo de infinitas cabezas e ideologías combinadas que ya ni reconocible, ni predecible, el ancestral antagonismo seguía presente. Y se volvió mucho más peligroso ya que los enemigos no eran tan claros e identificables como en el pasado.
El ajedrez político era siempre un elemento de consideración y Gil se lo había advertido desde un principio.
Su misión debía ser rápida, contundente e incuestionable.
Especialmente, rápida.
Hayate sin embargo, no había podido conseguir los datos originales o las fuentes verificadas de esos reportes que Gil tenía.
Y Kimblee ya estaba moviendo sus piezas. Tanto dentro del Ejército de Midchilda como con sus "aliados" internacionales. La jugada que Hayate jamás esperó, fue que una de las estrategias del Teniente Coronel se enfocaría en inculpar a la Teniente Force.
Esa estrategia, por una razón que Hayate no alcanzaba aún a explicarse a sí misma, le molestaba.
En realidad, la enfurecía y la hacía sentir inexplicablemente, agraviada.
Muchísimo.
Y ahora para colmo, ahora Gil Graham, su tutor y mentor tanto en la vida personal como profesional, estaba enojado porque se había metido en una zona de combate activo y en medio de un conflicto de poderes con Kimblee.
− Era necesario que fuera Gil,− insistió Hayate mirando a su alrededor.
La oficial se encontraba en una de las cabinas selladas que la embajada usaba para comunicaciones altamente clasificadas. La línea telefónica por la que hablaba estaba cien por ciento protegida y verificada como segura, y nadie, además de Gil Graham podía escucharla. Además de esas ventajas de privacidad, la cabina tenía un moderno y funcional escritorio, una cómoda y elegante silla, café y otras amenidades tecnológicas. Casi, ni parecía que estaban en un país destrozado por la guerra civil donde la gente se moría de hambre, sed, frío, falta de medicamentos y atención médica...O un ataque masivo por bombas de otros países que luchaban por su "libertad".
− Te aseguro que ANTES de que todos esos misiles cayeran sobre nosotros, no había mujeres y niños en las bajas...Y también te aseguro que la Teniente Force, no disparó esos misiles,− dijo la Teniente Coronel como colofón.
Al otro lado de la línea, el silencio del Almirante se alargó varios segundos más de lo que a Hayate le gustaba. Ella era todavía muy joven para ser ya un oficial con el rango que tenía. Aunque apenas había ascendido al rango de Teniente Coronel, Gil Graham tenía plena confianza en su criterio y su madurez como militar y también como persona, pero había demasiado en juego con esa investigación.
Confiaba en su protegida, pero en quienes el experimentado Almirante no confiaba en lo absoluto, era en los miembros de la Unidad Aerotransportada. Y eso no incluía solo a Kimblee y a Archer sino a todos sus hombres, sin excepción. Su experiencia le decía que todos esos equipos de "élite" de "operaciones especiales", terminaban sintiéndose dioses con más atributos de los que realmente tenían.
− Tal vez no lo hizo en esta ocasión Hayate, pero ese no es el único caso que investigamos,− dijo Gil con tono más conciliador, −Eso no quiere decir que no lo haya hecho en otras ocasiones...De acuerdo a los registros, ella es el elemento más letal y que más bajas a causado, desde sus tiempos con Hughes...tanto en el terreno, como en el aire o como francotirador.
Hayate no podía negar esos números. Hughes mismo se lo había dicho.
Desde su incorporación en la misión "Tormenta de Fuego", la entonces cadete Rein E. Force, había demostrado ser eficiente y letal.
La principal diferencia radicaba en que Hughes no usaba indiscriminadamente la habilidad de la Teniente como un arma de destrucción.
− El G7 es quien ha sancionado las actividades aquí Gil, las instrucciones han sido "recuperar las zonas en poder de los insurgentes," tú mismo has visto las órdenes,− agregó Hayate aunque Gil no necesitaba que se lo recordaran.
− Las "órdenes",− contraatacó el Almirante, − En ningún lugar dicen "recuperar a cualquier costo", estamos en una "misión de paz" por todos los dioses, Hayate.
El silencio de ambos se alargó. Habían llegado a un punto muerto y ambos sabían que ninguno de los dos cedería.
−Necesito más tiempo Gil,− insistió nuevamente Hayate, − En una o dos semanas más, estoy segura…
− Dos días, Hayate,− la cortó Gil, −Tu misión DEBE terminar en dos días. No podremos evitar la intervención del ejército más tiempo...Y si eso sucede, se nos escaparán para siempre.
Hayate observando las copias de los mismos reportes que Gil tenía con él, sintió deseos de gruñir.
− Cinco días, Gil...necesito al menos una semana…−, suplicó la oficial con su mejor tono familiar, ese que le funcionaba desde que era una niña con tu tutor legal.
Gil atendía la sesión desde la amplia oficina privada del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas y aunque Hayate no lo sabía, no estaba solo. El Almirante Largo Kiel, lo observaba atentamente desde su escritorio. El veterano Almirante también conocía las habilidades de Hayate en todos los aspectos y tras varios segundos, solo asintió levemente.
− Haré lo posible Hayate, pero toma tus previsiones para un máximo de tres días...en ese lapso de tiempo necesitamos tener la información o ya no podremos hacer nada.
El Almirante ni siquiera se despidió.
Hayate terminó contemplando el aparato telefónico con la línea muerta en su mano.
Tras quedarse varios segundos, ensimismada en sus pensamientos, la oficial marcó otro número en la línea segura, sorprendida de que el medio más seguro de comunicación fuera un anticuado teléfono análogo de botones presionables que parecía sacado de una película de espías de más de cincuenta años de antigüedad.
El destinatario de su llamada, esperó varios timbrazos antes de responder con voz cautelosa a un número que evidentemente no conocía.
− Teniente Coronel Maes Hughes…
− ¿Recuerdas que TU pediste mi ayuda, Hughes?...Bueno, pues necesito tu ayuda para ayudarte y la necesito...MUY RÁPIDO.
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Rein llevaba casi una hora sentada en el elegante vestíbulo-recepción de la embajada de Osea.
En forma similar a como le pasaba a Hayate, ella se había sorprendido de que en un país en las condiciones de Alzus, un país extranjero como Osea pudiera tener una embajada como esa.
El edificio se encontraba desde luego en una de las zonas más seguras de la ciudad, en control del gobierno oficial, donde además la República Federal desplegaba sus propias fuerzas de seguridad y vigilancia. Pero además, el edificio era una construcción antigua de cinco niveles preciosamente restaurada para mostrar la antigua gloria de la arquitectura regional de Alzus, tenía columnas y pisos de mármol, así como acabados de la mejor calidad.
La Teniente Comandante, era, dentro de todo el equipo de la División Aerotransportada, la única que tenía nacionalidad Oseana.
Hayate, que estaba preparada para hacer una solicitud especial para que Rein fuera su acompañante esa tarde, se quedó muy sorprendida al enterarse de su nacionalidad.
Cuando la Teniente Coronel salió al elegante vestíbulo de la Embajada donde Rein esperaba por ella, la Teniente de inmediato se puso de pie observándola sin perder detalle.
En los días que había tenido oportunidad de interactuar con ella, nunca la había visto así.
La joven oficial siempre se veía segura de sí misma y de lo que tenía que hacer.
En esos momentos, se veía estresada y disgustada.
Durante el trayecto hasta el vehículo militar blindado que les había sido asignado para moverse, Hayate no pronunció una sola palabra y Rein tampoco hizo ninguna pregunta.
Hayate, a quién el silencio en compañía de Rein no le había molestado en esos pocos días que habían compartido, solo miró al hacia el exterior del vehículo mientras salían del edificio y avanzaban por las calles nevadas y desiertas.
Una sola cosa brillaba en su mente como un anuncio luminoso. U ominoso.
Tres días...en el mejor de los casos.
A menos que lograra enarbolar una razón de mucho peso, ese sería el máximo tiempo que le quedaba.
Aunque no mirara a Rein, la atractiva Teniente era lo único que había tenido en su cabeza durante los últimos días.
Por más que trataba de concentrarse en su misión, no podía evitar que múltiples imágenes donde la militar era la protagonista principal se agolparan en sus momentos de vigilia. Imágenes de Rein en su uniforme de operaciones ó enfundada en su chamarra de piloto negra, Rein observándola con rostro frío e impasible sin moverse un milímetro, como si siempre tuviera a su alcance todas las respuestas de todos los misterios de mundo….Rein tirada en la azotea del edificio disparando de forma precisa y letal su rifle de francotirador… Rein como un tornado, acabando con todo a su paso para cumplir su misión…
Rein… en todo.
Durante esos días, todos, desde Gil Graham, pasando desde luego por Kimblee, Archer y sus mismos compañeros de División, incluyendo a la Mayor Valmet...Hasta Maes Hughes minutos atrás...Todos sin excepción, le habían dicho de múltiples formas y variantes, lo mismo:
La Teniente Comandante Rein E. Force...era letal e implacable. Una máquina imparable cuando se trataba de eliminar...El arma mortal perfecta.
"Si", pensó Hayate girando su torso para mirar finalmente el atractivo perfil de Rein, "Eres un arma letal...pero, ¿Eres una asesina despiadada?...¿Deseas matar a todas esas personas?...¿Lo...disfrutas?...¿Realmente...matas civiles sin ninguna consideración?".
La oficial no había hecho ninguna de esas preguntas en voz alta pero Rein, sintiendo la penetrante mirada de Hayate sobre ella, se volvió para mirarla unos segundos. Aunque no podía escuchar los pensamientos de la oficial, si podía notar que la mirada azul se veía...atormentada; de una forma que no le había visto en los días anteriores.
Aunque Rein, durante los últimos días, había tenido sus propios e indeseados motivos de preocupación, no se le había escapado ningún detalle del semblante preocupado de la oficial.
Y eso, también la tenía pensando en la compleja trama que se estaba tejiendo a su alrededor.
Sus sospechas no habían sido infundadas.
Ese "ataque" frontal que habían sufrido en el edificio del hospital durante el operativo, no había sido parte de la insurgencia normal. Sus atacantes tenían la misión de ELIMINAR a la Teniente Coronel y hacerlo parecer como un "desafortunado" incidente de la incursión.
Durante esa incursión también muchos hombres de la División hubieran muerto si Valmet no la hubiera escuchado, haciendo esos inesperados cambios de último minuto. Eso tal vez le había salvado la vida a sus compañeros.
Rein ya sabía que sus hombres no le importaban en lo más mínimo a Kimblee y a Archer.
Pero nadie salvo ella lo sabía con tal certeza.
Valmet tal vez lo intuyera, pero la Mayor nunca traicionaría a Kimblee.
Rein no podía dejar de preguntarse sobre la razón detrás de ese claro intento de asesinato de sus jefes, hacia la oficial.
Cierto, ella estaba investigando sus actividades en Járkov y era obvio que estaban detrás de lo que fueran a hacer en Alzus pero...¿Era eso razón suficiente para matarla?
¿Por qué?
Ellos tenían órdenes….firmadas y sancionadas por el G7.
Siempre había sido así. Ese era uno de los temas que ella y Riza siempre habían discutido.
Las órdenes siempre venían de arriba. Las decisiones, las armas, los recursos...venían de OTRAS personas. Justo de las personas que jamás ponían un pie en el terreno que les pedían recuperar. Personas que no disparaban una sola bala pero les autorizaban a usar sus armas, bajo SUS condiciones.
Personas que no miraban a la muerte a los ojos.
Personas que solo lidiaban con reportes y números.
Rein había pensado que la Teniente Coronel Yagami sería una "bebé tecnócrata" de ese estilo pero no, la oficial aún con su inexperiencia, la había sorprendido con su coraje y su determinación, con decisión de ir al terreno donde las balas y las muertes eran reales y no solo números en una hoja de papel.
Rein no sabía que ESA, había sido la primera incursión de la oficial en una batalla semejante pero si había notado que Hayate Yagami era no solo una militar diferente, sino una clase de persona diferente.
Y por eso no terminaba de sentirse en paz con la información que había escuchado dos noches atrás, mientras literalmente, espiaba a Kimblee y Archer.
O más bien, no terminaba de sentirse en paz, con la decisión de no hacer nada al respecto.
Y esa inquietud, le molestaba. Nunca le había interesado involucrarse en la vida de nadie. Una de las primeras cosas que había aprendido en su "nueva vida" era que si quería pasar desapercibida, debía mantenerse al margen, no debía relacionarse, ni mucho menos interesarse en nadie.
Riza Hawkeye había sido una excepcional excepción a esa regla que se confirmaba a sí misma.
Ni siquiera ante sí misma, Rein aceptaba que consideraba a Riza su amiga.
Solo estaba segura que podría matar por ella. Que había matado por ella.
O podría dar su vida por ella.
¿Pero ser "amigas"?
Demasiadas cosas que pensar para el poco tiempo que tenía.
− ¿Necesita ir a algún otro lugar, Teniente Coronel?,− preguntó finalmente Rein con el mismo tono cordial pero neutro que siempre usaba con Hayate, sosteniendo la mirada de la oficial.
La Teniente Coronel la observó en silencio.
− ¿Qué es lo que realmente pasa en esas "misiones"...Teniente?,− preguntó Hayate con voz contenida, − Le dije desde el primer momento lo que necesitaba...Necesito validar que ningún miembro del ejército de Midchilda, está cometiendo crímenes de guerra bajo el auspicio de órdenes oficiales, transgrediendo el honor y los objetivos de nuestra misión.
Rein sostuvo la intensa mirada de Hayate y entendió de golpe que ESA, era la razón por la que Kimblee quería deshacerse de ella.
La Teniente Coronel no iba a descansar hasta llegar al fondo del asunto. Hasta conocer una "verdad" que, en realidad NADIE, quería saber y mucho menos, querían que se hiciera pública. Para Rein era evidente que alguien, quería usar esa información como arma en contra de otro alguien y que Hayate sin saberlo siquiera, acababa de quedar en medio de esa batalla contra enemigos desconocidos.
− ¿Qué es un crimen de guerra...Teniente Coronel?,− preguntó Rein de pronto, volviendo a mirar hacia la calle por donde transitaban. Estaban a punto de salir de la tranquila y agradable zona de la ciudad donde se encontraba la hermosa Embajada de la República Federal de Osea, para enfilar hacia la zona de la base aérea.
Hayate miró a Rein desconcertada.
Ella no se sentía en el mejor de los momentos. Gil ya la había hecho enojar. Toda la situación que enfrentaba era mucho más de lo que había anticipado y la Teniente, ¿le salía con esa pregunta?
− ¿Me va a decir que usted no lo sabe, Teniente Force?,− dijo Hayate mirando a Rein muy seria, mucho más seria de lo que Rein la había visto hasta entonces.
− Un crimen de guerra está definido en función de una convención,− dijo Rein con tono ligero pero sin humor, − Son violaciones a las protecciones establecidas y aceptadas por el derecho internacional, a las…"costumbres" éticas que aplican los militares y los políticos en la guerra, son infracciones a estas "normas" y "convenciones" cometidas durante un conflicto armado...Hay muchas acciones que pueden calificar como un crimen de guerra, Teniente Coronel...En general, cualquier tipo de asesinato cometido contra la población civil de territorios ocupados, en militares tomados como prisioneros de guerra, la toma y ejecución de rehenes, el "saqueo" por parte de personal militar como se hacía en la antigüedad, la destrucción sin motivo de ciudades y pueblos...la devastación que NO se justifique "por la necesidad militar"...¿lo he dicho correctamente? Disculpe, si mi exposición no fue correcta, ese es tan solo mi limitado entendimiento...yo no asistí a la academia militar para oficiales...Soy un simple soldado.
Hayate, involuntariamente, sintió que se ruborizaba y eso la sorprendió.
¡Ella no se ruborizaba con un maldito demonio!
− ¿Ha notado algo respecto a esta ciudad, Teniente Coronel?,− continuó Rein sin soltar el volante, ni dejar de observar el camino y Hayate notó que la Teniente, raramente hacía movimientos innecesarios. Esa realización la hizo observar con detalle los alrededores que transitaban.
La zona por donde pasaban, después de salir del área residencial de la embajada, no era una peligrosa zona "gris" como donde habían estado para el operativo de recuperación de la planta eléctrica; sin embargo, mostraba claros signos de bombardeos y combates. Mucho de los escombros se había retirado y varias labores de limpieza se habían realizado, pero muchos edificios estaban inservibles, otros estaban en mejor estado pero mostrando las cicatrices de los combates. Y otros, más afortunados, habían sobrevivido.
Todos, sin importar su condición, estaban habitados.
Con el invierno encima de ellos, las personas a veces se hacinaban en ellos como única alternativa para sobrevivir.
− ¿Le parece que lo que viven estas personas, esta ciudad, podría ser calificado como "devastación"?,− continuó preguntando Rein.
Para ese momento, Hayate ya no estaba enojada y miraba con total atención a la Teniente.
− ¿A usted le parece que yo...o cualquiera de mis compañeros de división, decidimos o determinamos "la necesidad militar"?,− Rein desgranaba sus ideas y en ese pequeño tramo compartido, había hablado más que en todos los diez días que llevaba asistiendo a Hayate, − Ahora que nos acompañó en el operativo a la zona ocupada…¿Notó un rasgo en especial de nuestros "enemigos"?
− Son insurgentes, rebeldes armados...,− dijo Hayate con cautela, preguntándose a dónde quería llegar la Teniente con esa disertación. Para ese momento, ya Hayate sospechaba que Rein quería decirle algo, quería que viera algo...sin decírselo abiertamente.
La Teniente asintió y hasta ese momento, Hayate notó que no avanzaban tan rápido como en el camino de ida a la embajada. Rein no solo estaba haciendo tiempo, estaba dando un ligero rodeo, como si le mostrara ciertas zonas de la ciudad en su camino de regreso.
− La guerra convencional se pelea entre ejércitos,− continuó Rein observando cuidadosamente a su alrededor y cambiando, nuevamente, la ruta que seguía hacia la base, − Cada bando tenemos armas, uniformes, protocolos...reglas. Entrenamos y nos preparamos, física y mentalmente para la guerra, para el acto de combatir y de matar. Cuando se invade unilateralmente un país, ya no se combate contra un ejército, sino contra personas normales que se ven exactamente como otras personas normales...personas que tienen la desgracia de vivir en tiempos que los obligan a hacer algo para lo que jamás se prepararon: luchar y matar. Civiles, que se convierten en insurgentes...Como las personas que nos atacaron.
Hayate tragó pesadamente ponderando las palabras de Rein.
− Durante su primer día me dijo que quería saber porqué, "civiles desarmados" habían sido "asesinados",− dijo Rein con un tono firme y seguro pero extrañamente suave, − Esos insurgentes que usted vió, SON civiles Teniente Coronel… No pertenecen a ningún ejército "oficial" pero no estaban desarmados. Pese a tener armas, no son soldados. No pelean porque recibieron "órdenes". Pelean porque no tienen ninguna otra alternativa. O por que "alguien", que les provee de armas, protección, ideas, les dice que no tienen otra alternativa. Por eso la insurgencia es casi imposible de derrotar...No puedes ganar la confianza de un país, invadiéndolo y eso, es lo que sistemáticamente, hemos hecho no solo aquí en Alzus, sino en muchos otros países donde llegamos como extranjeros con "autoridad" para decirles "cómo" deben construir "su" democracia y vivir "sus" vidas.
Hayate se sintió por primera vez en su vida, apaleada.
Ninguno de sus maestros en la Academia Militar, ni siquiera los más estrictos e intransigentes, habían conseguido con tanto éxito, cerrarle la boca como había hecho esa...mujer; esa persona que, no solo le había callado la boca; le había abierto un entendimiento que debía haber tenido DESDE el principio de esa misión.
Rein por su parte, ya estaba segura de que las seguían.
De forma muy profesional y discreta, pero las seguían.
Durante el resto del trayecto, Rein mantuvo la misma velocidad moderada que había utilizado desde la salida de la embajada. Al llegar a la base, Hayate se sorprendió de encontrar muy pocos efectivos en servicio. Por lo general, la base era siempre un hervidero de actividad con hombres y mujeres en diferentes actividades, desplazándose de un lado a otro.
La Teniente, tuvo que explicarle que debido a los "excelentes" resultados obtenidos durante el operativo, desde el mediodía todos los efectivos regulares de la División, tenían la tarde y el día siguiente como franco.
− ¿Usted tiene el día franco?,− preguntó Hayate mirando a su chofer.
− Solamente si usted así lo determina, Teniente Coronel,− respondió Rein con simpleza, − Mis órdenes son ayudarle en todo lo que necesite durante el tiempo que nos visite.
Hayate sintió un nudo en el estómago por una razón que no podía explicar ante el comentario de Rein y consideró sus opciones. Tenía solamente tres días para obtener resultados. Rein había cumplido con todos sus requerimientos. Lo único que no había hecho era darle directamente las respuestas que necesitaba.
Y ella, como oficial, lo entendía.
Nadie en esa base lo habría hecho.
− ¿Usted sabe porque la guerra es el mejor negocio de los países desarrollados, Teniente Coronel?,− preguntó Rein de pronto cuando su vehículo se detuvo frente al hangar que había sido el hogar de Hayate las últimas dos semanas.
Hayate lo sabía.
Lo que no entendía era porqué Rein se lo preguntaba.
− Mantener la maquinaria de guerra requiere recursos, cada bala que disparamos tiene un origen, de casualidad... ¿Ha revisado los reportes de suministros que están en una de las cajas de archivo que le dejé?− continuó Rein volviéndose para mirar a Hayate, como si realmente no esperara una respuesta de su parte, − Usted está demasiado interesada en el destino final de las balas que utilizamos...pero todo lo que tiene un final, tiene también un principio. El ciclo siempre se cierra y a veces solo se necesita cambiar la dirección de nuestra observación para ver las cosas de una manera diferente.
Hayate se quedó repentinamente congelada en su asiento, mirando a Rein con su cerebro trabajando a mil por hora.
− ¿Necesita que le ayude con alguna tarea, Teniente Coronel?,− reiteró Rein con un tono nuevamente, aséptico y distante.
Hayate, recuperándose con rapidez, negó con la cabeza y se bajó del vehículo sin siquiera despedirse de la Teniente que acababa de darle una pista TAN importante, que la oficial casi quería literalmente, patearse a sí misma.
Sin moverse del asiento del conductor, Rein observó a la oficial entrar a su hangar como lo había hecho tantas veces. Nada en su semblante, sus movimientos o su actitud la delataba para los demás, pero ella sí lo notaba.
Rein había visto la mirada de la Teniente Coronel antes de bajarse del vehículo.
Hayate había entendido el mensaje con total claridad.
Rein suspiró y con movimientos controlados estacionó el vehículo en el sitio que le correspondía y se dedicó a algunas tareas totalmente insulsas que le permitían mantener una vigilancia, discreta pero efectiva del hangar de Hayate.
En el fondo, su parte racional y perfectamente entrenada, seguía pensando que debía mantenerse al margen.
Otra parte, extrañamente desconocida y ajena para ella, no deseaba que algo le pasara a esa joven inocente y determinada.
Tal vez una forma de lograr ambas era que la Teniente Coronel terminara su tarea y se fuera de ahí lo más pronto posible.
Mientras pretendía revisar el motor del vehículo que habían usado, una tercera parte de su ser, esa parte primitiva y voraz, su oscuro cerebro reptiliano que siempre tomaba el control en esas situaciones de vida o muerte, le susurró con voz sibilina que se preparara para una inminente explosión de violencia.
La muerte inesperada rondaba a Hayate Yagami. Nadie podía decir dónde o en qué momento llegaría, pero tampoco nadie podía hacer nada para evitar que llegara hasta ella.
− X −
Tal y cómo Rein le había dicho, una caja completa y enorme, que había tenido en su hangar y a su alcance por DÍAS ya, tenía la información que necesitaba.
En los últimos cuatro años, el Teniente Coronel Kimblee había solicitado más armas y suministros para su División que aquellos que se necesitarían en una guerra frontal contra otro ejército.
Para varias guerras.
Helicópteros, vehículos blindados, armas y no solo pistolas y rifles, sino también RPGs, multiples tipos de granadas, misiles, municiones de todos tipos y calibres, suministros especializados, drones… y la lista seguía, y seguía ... y seguía….
La caja estaba repleta.
Y todas las solicitudes estaban autorizadas por diferentes personas del Comando Central pertenecientes al Ejército de Midchilda, aunque había algunos nombres que sorprendieron a Hayate por la frecuencia de sus apariciones.
Durante más de cuatro horas, Hayate hizo notas, líneas de tiempo donde asociaba requisiciones, misiones y lugares, marcó los detalles más relevantes, tomó fotografías de los documentos, encriptando en su computador personal toda la información digital que pudo encontrar hasta ese momento y tomó varias previsiones de protección.
Esa caja era tan solo la punta del iceberg.
Y había estado ahí frente a ella TODO ese tiempo.
"¿Por qué?", pensó Hayate cuando la imagen de la Teniente Force diciéndole todo lo que le había dicho esa mañana, volvió a su mente, "¿Porque justo ahora me dices todo esto?"
La Teniente Force no había acusado a nadie. No había insinuado nada.
Toda su disertación parecía una simple plática. Pequeñas migajas arrojadas sin intención y aparentemente, sin dirección.
Sin embargo, para Hayate quedaba claro que alguien tenía que saber, desde el principio, que algo estaba mal con las misiones de la División Aerotransportada. Eso era lo que Hughes sospechaba pero nadie había podido probar.
O nadie había querido probar.
Estirándose, la oficial se dio cuenta que se había saltado la hora de la comida y que en toda la base reinaba un silencio absoluto. No se escuchaba ningún vehículo, ni ningún movimiento.
Si bien ella tenía varios suministros tanto de comida como bebida en su improvisada cocina, se preguntó qué estaría haciendo la Teniente Force.
¿Habría tomado sus horas libres como sus demás compañeros?
Cuando abrió la puerta del hangar para salir y echar un vistazo a la base vacía, Hayate se encontró con un automóvil estacionado frente a ella y a la Teniente Force, casualmente apoyada sobre el capó del vehículo, vistiendo su uniforme regular de color café; no el de camoflage de operaciones que regularmente vestía y esa increible chamarra de piloto que Hayate estaba empezando a sentir que le gustaba demasiado.
Le gustaba demasiado como se veía Rein en ella.
La Teniente se irguió al ver a Hayate pero a parte de esa acción, no hizo ningún comentario.
Al principio, ese casi "voto de silencio" de Rein había desconcertado a Hayate pero, con el paso de los días entendió que era parte de la naturaleza de la Teniente. No estaba tratando de hacerse la interesante, no la despreciaba...Simplemente hablaba cuando era necesario y lo que era necesario.
Y en muy raras ocasiones hacía preguntas.
Rein, como las montañas, esperaba sólida e impasible.
−Pensé que ya estaría en su turno de franco,− dijo Hayate con tono ligero y arqueando una ceja para disimular su sorpresa de encontrar ahí a la Teniente, como si estuviera esperándola.
− Estoy en mi turno de franco, Teniente Coronel,− aclaró Rein sin moverse y sin añadir nada más, solo esperando.
Hayate observó el vehículo frente a ella. Aunque era un automóvil convencional estaba pintado de un horrendo color verde oscuro y opaco, y varios numeros en color negro estaban impresos en las puertas laterales. Eso quería decir que era un vehículo militar utilitario. Rein tenía que haber pedido permiso para usarlo.
− ¿Eso significa que puede llevarme a cualquier lugar?,− preguntó Hayate seria pero con tono desafiante.
− Casi a cualquier lugar, señora…,− dijo Rein asintiendo con una actitud tan formal que Hayate casi se echó a reír.
El humor de la Teniente Coronel había mejorado significativamente desde esa mañana así que, decidió dejarse llevar por la audacia.
− Si no tuviera esta dolorosa asignación,− dijo Hayate señalándose de cuerpo entero con un ademán de la mano, −¿A donde iría la Teniente Comandante Rein Force en su primer turno franco en meses?
Por primera vez desde que se habían encontrado y habían tenido que pasar forzosamente tiempo juntas, esa pregunta pareció desconcertar a Rein.
− Wow, ahora tengo que saber a dónde va en sus turnos de franco Teniente,− exclamó Hayate sonriendo al notar de inmediato la ligerísima turbación de Rein y se lanzó como un tiburón sobre una gota de sangre, − Estoy en sus manos… Lléveme hasta el fin del mundo si es preciso...
Rein observó a Hayate de pies a cabeza.
Con esa salida de la oficial, si que no contaba y ponderó sus opciones.
Podía pretender y llevar a la oficial a alguno de los lugares de entretenimiento a donde asistían otros oficiales, como el casino militar. Podía incluso ser aburrida y solo llevarla al Club de Oficiales del G7 donde podría cenar con otros de su mismo rango.
Los militares se tomaban muy en serio la diversión y el entretenimiento de sus altos mandos. Había algunos hoteles de gran lujo que habían sido adecuados exclusivamente para servir a las fuerzas armadas donde los grupos de élite, como los Diamantes Rojos podían ir comer, emborracharse e incluso disfrutar de una enorme piscina temperada.
Incluso podía satisfacer la curiosidad no expresada de la Teniente Coronel por la cultura local y llevarla al Centro Cultural de Alzus, un sitio mucho más modesto que las opciones anteriores, pero ciertamente, una opción segura en todos los aspectos.
Rein continuó observando a Hayate mientras repasaba mentalmente todas esas opciones. La Teniente Coronel le sostenía la mirada con un divertido dejo de desafió en esos increíbles ojos azules como un cielo sin nubes.
O…
− X −
Sin saber exactamente porqué, Rein se decidió por la opción que racionalmente pensaba que debía evitar.
La Teniente decidió responder a la pregunta de la Teniente Coronel con la verdad y por ello, la llevó exactamente al lugar que iba cuando estaba de franco.
"Sfinksi"...
La azotada ciudad de Amber, pese a todo, tenía varios burdeles. Sin importar lo grave de las situaciones, el sexo y el entrenenimiento siempre se filtraban en las grietas y los escombros de cualquier ciudad y cualquier guerra. "Sfinksi" era uno de esos lugares que se mantenía en pie, en las mejores condiciones posibles y dando servicio a locales, soldados audaces y varios bohemios que se sentían indestructibles ante la guerra.
En cierta forma, era un lugar atípico, como Hayate estaba a punto de descubrir.
Cuando Rein se estacionó en la calle en pleno centro de Amber, a unas cuadras del lugar, Hayate aún no tenía idea de su destino final. El elegante edificio antiguo al que se dirigían se veía exactamente igual que todos los demás edificios de la zona, los cuales estaban mucho mejor conservados que en otras áreas de la ciudad.
Los bombardeos al parecer, aún no llegaban a esa zona. La suerte o el destino los había salvado hasta ese momento, y todos los que podían aprovechaban esa situación.
La única diferencia con otros edificios similares, era un gran altorrelieve con una esfinge ubicado sobre la puerta de la entrada, donde dos hombres fornidos y dos mujeres exuberante, los cuatro completamenete vestidos de negro, recibían a los visitantes de ese día.
Una de las mujeres les sonrió cálidamente a Rein y Hayate, dándoles la bienvenida de forma tradicional.
− Tervetuloa Sphinxiin
Rein, respondió con familiaridad en la lengua local y cuando entraron, Hayate no pudo disimular su sorpresa ya que el interior, para nada iba aparejado con la anodina fachada exterior.
El lugar, con una atmósfera cálida e invitante, tenía un inesperado y amplio vestíbulo de entrada a triple altura, donde un increíble domo en vitral de colores que cubría casi la totalidad del techo, las recibía como si se tratara del gran hall de un hotel de lujo creando un efecto de iluminación y amplitud pese a que se encontraban en un espacio cerrado.
Las decenas de preguntas y expectativas que Hayate tenía sobre su destino final, fueron respondidas en ese preciso instante.
En ese vestíbulo-recepción había varias mesas muy largas y lujosas tapizadas de rojo. Inicialmente, la oficial había pensado que se trataba de un casino bastante pasado de moda hasta que vio los largos tubos dorados...y a las chicas.
Civiles hombres y mujeres con los más variados atuendos, así como militares de todos los rangos y nacionalidades, que integraban la variopinta y poco tradicional clientela del lugar, se distribuían en las diferentes áreas, bebiendo y fumando mientras observaban a las mujeres realizar sus diferentes actos sobre las mesas.
Las chicas vestían con atuendos de época en versiones "burdelizadas" para el objetivo del lugar: Seducir...encantar...atraer...excitar.
Aunque todas sin excepción, vestían diferentes atuendos con faldas largas solo en parte trasera que se abrían atrevidamente al frente para mostrar sensuales ligueros y apretados corpiños que sostenían sus senos, el efecto no era vulgar. Tanto el lugar como las chicas combinaban sus atributos de una forma exótica y sensual que resultaba juguetonamente atrayente.
Hayate, quién todavía estaba digiriendo toda la situación, se ruborizó al notar que ninguna de la chicas portaba ropa interior debajo de la falda y el liguero y que eso, no era ningún impedimento para que realizaran atrevidas rutinas sobre las mesas o el espacio, utilizando las diferentes barras y tubos dorados mientras interactuaban con los visitantes.
Todavía ligeramente ruborizada, Hayate se volvió para mirar a su acompañante.
Rein, aunque con el mismo semblante serio de siempre, se veía en su elemento, totalmente relajada y a gusto mientras caminaban por el hall, hasta la barra del bar.
Por su distribución, parecía como si en realidad estuvieran en una casa particular y no en un...burdel.
Hayate notó que había, además del hall principal, otros salones, espacios y terrazas interiores más pequeños, donde los asistentes podían "interactuar" más directamente con las chicas mientras eran atendidos con exquisitas viandas y bebidas.
Solo desde adentro se podía apreciar que las instalaciones del edificio eran, en realidad, muy extensas.
Así como los servicios que el local brindaba a sus clientes.
Antiguas escaleras con escalones y barandales de lustroso mármol conducían a los pisos superiores, donde varias parejas o grupos se internaban en cuartos privados mientras se tocaban o se besaban.
No se necesitaba ser un genio para adivinar que pasaba en esas habitaciones.
− ¿Qué prefiere tomar, Teniente Coronel?,− preguntó Rein volviéndose para mirar a Hayate como si estuvieran en un "simple" bar y no en "ese" lugar.
La oficial tragó disimuladamente ante la pregunta de Rein que hasta ese momento no le había dado ninguna explicación y ella, tampoco no había pedido una. Tácitamente había aceptado que había dado su autorización para que la Teniente la llevara a donde quisiera.
Ciertamente, ese no era el lugar al que ella habría llevado a una chica en su primera cita.
Y jamás se había imaginado en "una cita" con la Teniente Force.
Aunque Hayate no se consideraba una niña inocente, esa era su primera vez en un burdel y no estaba del todo segura de lo que pasaría después.
Rein, notando la indecisión y la falta de respuesta de Hayate, hizo una especulación educada y pidió dos copas de vino tinto, para después llevar a Hayate a la zona donde se encontraba lo que parecía un exquisito y abundante buffet con diversas viandas a disposición de los visitantes.
Sin ser un restaurante, ese salón permitía que los asistentes al lugar pudieran disfrutar de varias viandas, mientras escuchaban a diferentes músicos ejecutar sus instrumentos en vivo, así como relajarse en la compañía de una o varias chicas.
Hayate se preguntó cuánto tiempo se podía pasar en un lugar como ese.
Tan pronto como Rein y Hayate se sentaron en una de las mesas, varias chicas que se notaba conocían a Rein, se aproximaron a ellas.
− Bienvenidas a la Esfinge, oficiales,− dijo una de ellas con un marcado acento extranjero, acariciando sensualmente los hombros de Rein, −Hola Rein ... Hacía mucho que no venias...Te hemos extrañado.
Esa bienvenida sorprendió a Hayate, quién a riesgo de enunciar lo obvio, no pudo quedarse callada más tiempo.
− Entonces, ¿Este es el sitio que visita en sus días...libres...Teniente?
Rein entonces miró a Hayate e hizo algo que dejó a la Teniente Coronel paralizada.
Le sonrió.
Ese instante totalmente inesperado, golpeó a Hayate con la fuerza y la rapidez de un violento relámpago. No era una sonrisa tímida o condescendiente, ni siquiera era una sonrisa fingida como muchas que Hayate había visto en otros de los asistentes esa noche.
Fue apenas una ligera curvatura de los labios de Rein pero para Hayate fue como el primer rayo de luz en un amanecer invernal.
Era una sonrisa verdadera y sincera de Rein para ella.
− Tal vez no lo parece pero este sitio, no es como...otros, de la misma naturaleza,− dijo Rein manteniendo la sonrisa en su rostro, mientras las tres chicas se sentaban con ellas a la mesa.
La familiaridad con la que las chicas trataban a Rein, no disimulaba sus intenciones. Las tres observaban con cautela a Hayate pero se comportaban abiertamente seductoras con Rein.
−Aquí cada una de nuestras anfitrionas,− dijo Rein mirando todavía con una sonrisa en los labios a las tres chicas que se habían autoinvitado a su pequeña mesa, − Deciden con quién de los visitantes estar...en todos los aspectos.
Las tres eran jóvenes y muy hermosas. Hayate pudo comprobar, que no solo eran "caras bonitas"...las tres ofrecían una experiencia de seducción, no solo con el ofrecimiento de su cuerpo, sino de todo lo que su persona podía ofrecerle.
Las tres hablaban de diversos temas con elegancia y atención y se interesaban en sus invitadas.
Dos de las chicas, se enfocaron en Rein, a quien se notaba que ya conocían, mientras que la tercera dirigió su atención a Hayate, contándole en esos primeros minutos, sobre la antigua historia del edificio donde se encontraban y especialmente, sobre la historia del negocio.
Hayate la escuchaba y sin duda, estaba disfrutando la vista que la chica ofrecía, pero todavía no sabía como debía comportarse, especialmente teniendo a Rein frente a ella. La joven, que se había presentado con la Teniente Coronel como Nina le pareció muy joven, hasta que le dijo a Hayate que le gustaba especialmente cuando podía "interactuar íntimamente" con personas "de su edad".
− No tengo una preferencia en particular sobre hombres o mujeres, pero es realmente raro que alguien de nuestra edad nos visite,− continuó la chica, − Aunque aquí todas podemos decidir hasta dónde llegar con un visitantes, todos notamos que a nuestra querida Rein le gustan las rubias de cierto tipo y siempre tratamos de complacerla…
Hayate sintió una sacudida y miró a Rein con detenimiento. La Teniente en efecto, hablaba con dos chicas rubias, que se veían mayores que Nina pero con un aire melancólico y juvenil.
"Así que...¿le gustan las rubias?", se preguntó inconscientemente llevando una mano a su cabello castaño que llevaba pulcramente cortado a la altura del cuello, sin perder detalle de las interacciones de Rein con las chicas a sus costados.
− Oh sí,− dijo la chica notando el profundo interés de Hayate, − Rein es una de nuestras invitadas favoritas...yo en lo personal, adoro sus manos...Me parece increíble como unas manos tan gráciles y elegantes, pueden ser tan fuertes...tan...dominantes…¿Lo puede creer?
Hayate se volvió para mirar a la joven a su lado y esta, con una sonrisa seductora, se puso de pie para dirigirse hasta el asiento de Rein. Ahí, sin importarle que sus compañeras estuvieran hablando en susurros con la Teniente, se quedó de pie al lado de ella y tomó una de sus manos para acariciar sus largos dedos, hasta que hizo que toda su palma se apoyara en uno de sus senos.
Ese gesto, logró atraer la atención de Rein, quién la miró, captando la invitación para estrujar suavemente el seno en su palma.
Hayate sintió que su corazón daba un salto involuntario y le costaba trabajo respirar ante la visión de esas tres atractivas rubias, que se atrevían a tocar a la Teniente de esa forma tan...descarada y audaz.
Notando la mirada fascinada de Hayate, las otras dos chicas comenzaron a acariciar los hombros y el pecho de Rein, deslizando sus manos atrevidamente debajo de su chaqueta y debajo de la mesa, claramente acariciando sus muslos. Los dedos de ambas se deslizaron por el cuello y el rostro de Rein, mientras la Teniente continuaba tocando atrevidamente los senos turgentes de Nina, cuya excitación comenzó a ser evidente en la clara dureza de sus pezones debajo de la delgada seda de su corpiño.
Hayate sintió que un calor abrasador la envolvió cuando esa misma chica comenzó a desabotonar la camisa de Rein para acariciar sus senos.
De estar en medio de una plática sensual, que quizá calificaba como un ligero jugueteo amoroso, Rein había pasado casi sin transición, a estar en un escarceo sexual que estaba teniendo el efecto de una explosiva reacción en cadena en Hayate.
Su cuerpo estaba empezando a sentirse extremadamente caliente, y ese calor, se estaba concentrando peligrosamente en un sitio en particular entre sus piernas.
La Teniente Coronel simplemente no podía apartar los ojos de la visión de Rein con esas tres mujeres que la acariciaban y se rozaban descaradamente contra el cuerpo de la alta Teniente, demandando que esas elegantes manos, estrujaran sus cuerpos.
Nina fue todavía más audaz y tras desabrochar la camisa de Rein para tocar su piel directamente, se inclinó como para susurrar algo a su oído y una de sus manos se deslizó lentamente sobre su torso, y no se detuvo en su descenso hasta llegar a su sexo.
Conforme la intensidad del escarceo sexual se incrementó, Hayate se fue sintiendo cada vez más afiebrada hasta que le fue imposible negar que estaba húmeda de excitación cuando la hermosa y atrevida Nina, tomó delicadamente el rostro de Rein en sus manos y la sostuvo con firmeza para besarla apasionadamente mientras sus compañeras tomaban su turno para acariciar el cuerpo de la Teniente.
Rein correspondió al beso suavemente al principio, pero conforme sus otras dos acompañantes le dieron el espacio, su beso se hizo más dominante y posesivo...casi violento es su reclamo de los labios de la otra. Sosteniendo a la joven con firmeza, invadió su boca con su lengua, haciendo el beso tan profundo como los movimientos de su cuello indicaban mientras la devoraba y sus manos estrujaban su trasero.
Hayate, casi conteniendo un jadeo, se preguntó qué se sentiría ser besada de esa manera, avasalladora y total. Su descontrol físico y su excitación se incrementaron cuando, sin decir una palabra, Rein se puso de pie y arrastró a la chica con ella hasta uno de los privados.
Una de las otras dos chicas rubias, las siguió.
La tercera observó a Hayate durante todo el intercambio y se movió para sentarse a su lado, ofreciéndole un cigarrillo que la Teniente Coronel rechazó aún sin darse cuenta que lucía como un alma abandonada en mitad de una tormenta.
− Rein es así,− le dijo con una sonrisa mientras encendía el cigarrillo que Hayate había rechazado, − No habla mucho pero es...impresionante en todos los aspectos...especialmente en la cama. Varias escogeríamos estar con ella pero de la misma manera que podemos elegir a nuestros clientes, los visitantes también tienen la decisión...
Hayate se volvió para mirar a la joven rubia que vestía de forma igualmente sensual y atrevida que todas las demás pero que lucía ligeramente mayor incluso que Rein.
− Mi nombre es Zoe,− dijo con una sonrisa y sin más, tuteó a Hayate con mucha familiaridad y confianza, − Si lo deseas puedo hacerte olvidar...cualquier cosa que desees olvidar…
Hayate, por lo que parecía la enésima vez esa noche, se ruborizó ligeramente.
Una parte de ella, ciertamente NO quería olvidar esa imagen de Rein.
Su único problema es que ahora no sabía exactamente qué era lo que quería.
Zoe tal vez intuyendo el descontrol de Hayate y posiblemente, la causa del mismo, se enfocó en la tarea de cumplir la escueta solicitud que Rein le había hecho mientras hablaban, antes de la intempestiva llegada de Nina.
Durante la siguiente hora, se dedicó a hacer sentir bien a Hayate tal como Rein le había solicitado, aunque no fuera de forma sexual.
En esos momentos, Hayate estaba más interesada en saber más sobre Rein, incluso si su fuente de información era...una prostituta.
Zoe tomó el reto personal de ruborizar a Hayate con sus historias y descubrió que no era tan fácil como había pensado originalmente.
Las dos charlaban animadamente con lo que para entonces era su tercera copa de vino, cuando una chica de cabello oscuro y vestida elegantemente que Hayate no había visto hasta entonces y una de las chicas que se había ido antes con Rein, llegaron apresuradamente hasta su mesa casi sin aliento.
− ¡Zoé!... ¡Ven rápido ... Rein necesita nuestra ayuda!
− X −
Algo que Rein sabía mejor que nadie en el mundo, era acerca de la inevitabilidad.
El invierno, la noche, el frío, el miedo y la muerte ... eran inevitables.
Lo había aprendido desde que tuvo conciencia de sí misma y de los otros.
Especialmente, para convertirse en lo que era, había tenido que aprender que el miedo no se evitaba. Ella se había preparado para la llegada del miedo...pero jamás se imaginó cuál sería el rostro con el que, finalmente, llegaría a su vida.
Nina y Margot habían estado con Rein esa noche y para los estándares de la militar, Rein parecía extrañamente inquieta...cómo si no pudiera simplemente dejarse llevar por el placer como siempre sucedía cuando estaba con ellas.
Tras varios escarceos amorosos, alguien tocó a la puerta del privado que compartían.
Quien llamaba era otra de las chicas. Rein la había visto pero nunca había interactuado o compartido íntimamente con ella pero tan pronto la vio, todos sus sentidos se pusieron en alerta.
− ¿Tu eres Rein?,− le preguntó directamente a la Teniente mirándola a los ojos como un cervatillo asustado, − Zoe me pidió que viniera por ti… de inmediato, ellos...Ellos se llevaron a tu acompañante…
Maldiciendo, Rein tardó medio segundo en ponerse de pie y tomar su ropa.
− ¿Donde?,− preguntó con voz afilada como un cuchillo, mientras arrastraba a la chica hacía afuera del privado al tiempo que se ponía la ropa y las botas.
Nina y Zoe, la imitaron siguiéndolas por el pasillo hasta la salida trasera del edificio.
− Alex, ¿qué demonios?...¿Dónde está Zoe?,− preguntó Margot acomodando sus ropas con rapidez, − Ella estaba con la amiga de Rein.
La chica morena ignoró a su compañera y solo guió a Rein hasta el oscuro y desierto callejón al que conducía la salida trasera del local.
− Se fueron por ahí,− dijo la joven señalando hacia el fondo del callejón.
Rein, quien apenas tenía la camisa medio abrochada, se puso su chamarra mientras evaluaba la situación. El fondo del callejón distaba más de veinte metros de donde se encontraba y estaba totalmente oscuro.
No se podía ver si una o más personas se encontraban ahí o que estaba pasando.
Tampoco se escuchaba ningún sonido.
Con cautela, Rein avanzó hacia la oscuridad.
Su instinto le gritaba en un alarido continuo que caminaba irremediablemente a una trampa pero no podía detenerse, incluso cuando los ligeros vellos de su cuello se erizaron advirtiéndole del peligro inminente.
Ella había llevado a Hayate hasta ese lugar con la certeza de que nada le pasaría.
Simplemente no podía permitir que algo le pasara por su terrible...descuido.
Casi al mismo tiempo que Rein se dio cuenta de su error, recibió una violenta patada en el estómago.
Mientras caía al duro y sucio suelo del callejón, Rein cayó en la cuenta que Zoe jamás habría permitido que NADIE, que no fuera ella misma, le advirtiera lo que estaba pasando.
Esa chica, Alex, había sido parte de la trampa y ella, había caído como una estúpida.
− Ahora no eres tan dura, ¿verdad...Bruja….?
Rein aún no había terminado de caer al piso, cuando una segunda y violenta patada la impactó en la espalda, justo en su costado y de forma precisa donde se encontraban sus riñones.
Aún boqueando por aire, Rein sintió como si un cuchillo helado recorriera su espina dorsal.
Esa voz…
− La perra no se ve como la bruja invencible que me describiste...Misha…
Una segunda voz se unió a la primera, corroborando lo que la memoria de Rein le había gritado desde que había escuchado la primera voz.
Misha…
Una voz y un nombre de otro tiempo.
De otra vida.
De un terror como no había conocido otro antes.
Misha rió tomando a Rein salvajemente por el cabello, sacudiéndola con violencia, para después darle un puñetazo tras otro en el rostro.
− Raynard era mi amigo, maldita puta...y lo mataste como a un perro...pero por todos los Dioses…,− gritó jadeando por el esfuerzo de golpearla y hablar a la vez, − No podía creerlo cuando te ví en la base de los Midchildianos…¡Tú!... Una bruja asesina...pavoneándote como una heroína…
− Y pensar que los imbéciles insurgentes la llaman "Äkkikuolema"...¡La Muerte Súbita!,− dijo entonces el compañero de Misha, volviéndo a patear a Rein en el estómago con todas sus fuerzas.
− No la estropees tanto Dragan,− dijo Misha tomando un respiro, como si él no estuviera moliendo el rostro de Rein con sus puños, − Conozco a algunos tipos que tienen varias cuentas pendientes con ella y nos pagarán un buen dinero por entregarla aún en condiciones de sufrir un poco más…
Misha dejó golpear a Rein para sostenerla dolorosamente por el cabello y obligarla a mirarlo.
− Oh no te imaginas todo lo que van a hacerte…bruja,− dijo Misha rompiendo el frente de la camisa de Rein, − Pero antes voy a darte una probadita de lo bueno…
Rein se sentía paralizada.
En su mente solo flotaba una voz profunda, con una advertencia que se había repetido innumerables veces en el transcurso de los años.
"Todos le tememos a algo o a alguien...Y a lo que sea que le temas, tendrá poder sobre ti."
Y pese a todo, pese a saberlo en lo profundo de sus huesos, no podía moverse.
Misha estaba bajando la cremallera de su uniforme militar cuando una nueva voz se escuchó.
− Apártense de ella...Ahora mismo.
Rein sintió como si le arrojaran un balde de agua helada encima.
Misha y Dragan se quedaron momentáneamente paralizados.
La Teniente Coronel Hayate Yagami, estaba de pie unos metros atrás de ellos y sostenía firmemente una pistola automática que apuntaba con decisión hacia Misha.
− Ustedes son militares yuktobanos,− dijo Hayate con decisión mirando a ambos hombres, −Apártense de ella ahora mismo y las consecuencias de esta agresión no serán tan graves para ustedes.
Dragan, el compañero de Misha, se irguió lentamente.
− Pero mira nada mas, Misha,− dijo Dragan sin inmutarse ante la advertencia de Hayate, − Hoy es nuestra noche de suerte, es la otra perra… La estúpida que no pudo morirse cuando tenía que hacerlo y me causó todos esos problemas con el cabrón de Kimblee.
La declaración de Dragan desconcertó momentáneamente a Hayate y esa fracción de segundo fue todo lo que Dragan necesitó para lanzarse sobre ella.
Rein sintió como si una descarga eléctrica la recorriera y su mano, flexionada y dura como una cuchilla en posición de ataque, se impactó dolorosamente en la ingle de Misha.
La voz de Hayate había sido la bofetada que la había despertado. Si no se movía...Hayate...
Mientras Dragan caía sobre Hayate, la oficial disparó.
Rein, aprovechó el impulso del sorpresivo ataque para liberarse del agarre de Misha y golpearlo violentamente con el codo en plena cara para después, lanzarse por Dragan arrancándolo de Hayate antes de que pudiera hacerse con la pistola.
Tanto Dragan como Misha, aún recuperándose del sorpresivo ataque de Rein, desenvainaron sus cuchillos.
− ¡Acabemos con las dos malditas de una condenada vez Misha!,− gritó Dragan lanzado un violento tajo a Rein, quién se quitó rápidamente la chamarra para atrapar el cuchillo de su primer atacante mientras lanzaba una precisa patada, alejando al segundo.
Hayate, después del violento choque con Dragan había perdido la pistola que Zoe le había dado y no tuvo más remedio que observar, impotente, como Rein se enfrentaba a ambos hombres.
La batalla se tornó cada vez más violenta, con Rein bloqueando y atacando salvajemente a ambos con la única arma que tenía a su disposición: su propio cuerpo. Pese a que la atacaban los dos juntos, la Teniente a base de puro esfuerzo, habilidad y rapidez, utilizó sus codos, antebrazos y rodillas para golpearlos. Aunque los cuchillos de ambos la cortaron, Rein aprovechó un breve espacio para aplicar un desarme en Dragan y con el mismo movimiento, le clavó su propio cuchillo atravesando su garganta de lado a lado.
El hombre cayó sobre sus rodillas con los ojos desorbitados, comenzando a ahogarse con su propia sangre que brotaba a borbones de sus venas cercenadas.
Misha observó con terror como Rein extrajo violentamente el cuchillo del cuello de Dragan y se preparó para enfrentarlo.
El rostro de la "bruja" estaba severamente golpeado y ensangrentado pero aún así, su mirada era implacable.
Un solo enfrentamiento directo de cuchillo a cuchillo fue suficiente para que Rein cortara profundamente el brazo de Misha.
Desesperado, Misha usó su propia sangre, arrojándola a los ojos de Rein para cegarla brevemente y escurrirse por el callejón, maldiciendo.
Rein, jadeando y sangrando por múltiples heridas se volvió para mirar a Hayate y se sorprendió de ver que la Teniente Coronel corría para llegar hasta ella.
Fue solo cuando Hayate la sostuvo en sus brazos, que Rein se dió cuenta que se estaba desplomando.
− ¡Rein!,− la llamó Hayate, quien sin poder sostener el cuerpo de la Teniente en pie, lo único que pudo hacer fue darle el apoyo suficiente hasta que la joven se escurrió al piso.
Zoe y Margot salieron en ese momento para ayudar a Hayate.
− Rápido Hayate,− dijo Zoe, − Tenemos que moverla, tendremos muchos problemas si la policía las encuentra aquí...Tienes que llevartela…
− Pero ¿por qué?...Ellos la atacaron...Fue en defensa propia….
Pero Zoe negaba con la cabeza enfáticamente.
− Nadie debe saber que Rein lo mató, Hayate...Él,− dijo señalando el cuerpo ensangrentando del hombre en el piso, − Es el Mayor Dragan Nikolaevich, del Ejército de las Repúblicas Yuktobanas...Es el máximo corrupto de la ciudad, tiene conexiones con los cárteles, los insurgentes, los traficantes de armas...Muchas personas en el gobierno le deben favores a él y a Kloshkin...Misha...El otro que escapó va a ir detrás de ustedes de inmediato...Tienes que sacar a Rein de aquí.
Con esfuerzo, Rein se apoyó en Hayate y se puso de pie.
Zoe, tomó el cuchillo de las manos de Rein y lo escondió en sus ropas.
− Yo me haré cargo aquí,− dijo y después le entregó unas llaves a Hayate, − Vayan a mi casa, Rein sabe donde es…pero deben irse...AHORA MISMO…
Con ayuda de Margot, Hayate ayudó a Rein a caminar por diferentes callejones oscuros, hasta que llegaron al sitio donde habían estacionado el vehículo militar.
Rein pensó que ese iba a ser un problema pero iba a tener que encargarse de eso después.
De momento, tenían un problema MUCHO más grande de lo que había pensado.
Hayate usó su gabardina para cubrir a Rein y con las manos, todavía temblorosas por la adrenalina, encendió el auto y arrancó. Con voz serena pese a sus condiciones, Rein le dio varias indicaciones a Hayate para llegar hasta el departamento de Zoe.
Por la posición donde habían dejado el auto, no tenían más remedio que pasar frente a "La Esfinge" para poder salir de ahí. Hayate controló su nerviosismo cuando notó que un par de patrullas y vehículos militares con las torretas encendidas, ya estaban estacionados en la puerta del local.
Rein por su parte, estaba totalmente inmovil y en silencio pero su cerebro trabajaba a toda velocidad.
Nikolaevich.
ESE era el nombre que Archer había mencionado.
Ellos eran sus cómplices para el ataque que habían sufrido durante el operativo.
Pero no eran el mayor peligro que enfrentaban.
Ellos eran sin duda quienes las estaban siguiendo esa mañana, y con su torpeza habían confundido a Rein, impidiéndole ver el peligro real que enfrentaban.
Dragan y Misha estaban detrás de ella, no de Hayate.
Mientras Hayate y Margot la llevaban hasta el auto por los callejones oscuros, Rein tuvo un breve atisbo del hombre que verdaderamente estaba detrás de Hayate.
Él sí era un cazador y no habría podido verlo de otra manera.
Solo lo había visto porque había sido la más estúpida de todas y ahora ÉL conocía su debilidad.
Fue un atisbo.
Apenas una fracción de segundo antes de que un hombre muy alto y muy fornido, con marcados rasgos asiáticos, se perdiera entre las sombras y la muchedumbre que se agolpaba ya en la calle del burdel.
Un hombre que Rein conocía a la perfección y que representaba a la muerte como ningún otro.
Un hombre que, a diferencia de ella, sí ERA la muerte.
Duke Togo.
Estado Federado de Alzus, Día 20, Onceavo Mes, 2037. 22:25 hrs.
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