Hola a todos y gracias por seguir.
Ahora si a partir de este capítulo, estamos a tres del final de esta historia.
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ADVERTENCIA: Este fic está inspirado en MSLN, y está clasificado M, por contenidos y situaciones que pueden ser muy fuertes y/o violentas para algunos lectores; así como escenas íntimas de carácter sexual. Estas escenas pueden ser femslash, F/F o F/M. Se recomienda la discreción del lector. Si este tipo de contenido no es de su agrado, por favor no lo lean.
DISCLAIMER: Los personajes de Magical Girl Lyrical Nanoha no me pertenecen y son propiedad de sus respectivos autores. Todas las situaciones y personajes presentados en esta historia son ficticios, cualquier parecido con situaciones o personajes reales, históricos o presentes, no es en absoluto intencional.
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"La Muerte Súbita"
por Aleksei Volken
Capítulo 6. La Muerte Inevitable
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"La llamada a la muerte es un llamado de amor. La muerte puede ser dulce si la respondemos afirmativamente, si la aceptamos como una de las grandes formas eternas de vida y transformación."
Herman Hesse.
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"Largo y penoso es el camino que desde el infierno conduce a la luz."
"El Paraíso Perdido" - John Milton
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Durante los años por venir, en los momentos más difíciles de su vida, cuando realmente necesitara recuperar la esperanza, Hayate Yagami siempre recordaría profundamente una noche de su vida en particular.
Una noche azarosa, pasada en un país extranjero y desconocido que libraba una feroz guerra civil. La primera noche que había pasado con una mujer, de la que no conocía nada en absoluto, pero que, empezó a conocer realmente en la oscuridad del invierno y quien le enseñó a través de la muerte, el significado de la vida.
Esa noche de invierno en Alzus, la entonces Teniente Coronel Hayate Yagami, descubrió que la muerte tenía muchos más rostros de los que pensaba y que a veces, para vencerla había que atreverse a mirar el verdadero, sin máscaras y sin pretensiones. Aprendió que había que llegar a ese íntimo encuentro con ella, totalmente desnudo, vulnerable, descarnado e incluso, en carne viva.
El sitio al que condujo con las indicaciones de Rein, estaba ubicado en una zona relativamente "segura" pero ciertamente no tan agradable como donde se encontraba la "Esfinge" y mucho menos, como aquella donde se encontraba la Embajada de la República Federal de Osea.
Y por primera vez, el silencio entre ellas no fue un remanso apacible y confortable.
El silencio de esos eternos minutos en el auto era ácido y escocía las fosas nasales de Hayate cada vez que respiraba.
La Teniente Coronel trataba de no hacerse preguntas.
Pero no podía evitarlo.
Nunca había estado o presenciado una pelea callejera como esa… en la que la Teniente Comandante Force le había atravesado el cuello a un hombre con su propio cuchillo, pese a estar significativamente golpeada.
Rein había matado a un hombre frente a sus ojos antes de que Hayate pudiera siquiera entender qué estaba pasando.
Lo había hecho durante el operativo, Hayate lo entendía en ese contexto, incluso la había defendido con Gil Graham por las acciones de esa incursión. Pero ese hombre era otro militar... un oficial. Y nada menos que, del ejército de Yuktobania. Uno de los aliados más conflictivos de Midchilda en el G7.
Hayate se había dejado llevar por las indicaciones de Zoe, así como por toda la sorpresa y la adrenalina de la situación. Pero tras varios minutos de silencio conduciendo el auto, la oficial comenzaba a preguntarse si había hecho lo correcto.
¡No conocía a la Teniente Force en lo absoluto!
¿Por qué esos hombres, esos soldados yuktobanos, la atacaron de esa manera?
Después estaba lo que ese supuesto Mayor Nikolaevich le había dicho a ELLA.
Y la pregunta que más le escocía la mente y la garganta...
¿Qué habría pasado si Rein no hubiera hecho lo que hizo?
− Estacione el auto aquí, Teniente Coronel,− dijo Rein con voz fría y distante, señalando un estrecho callejón.
El sitio estaba apenas iluminado por algunas luminarias de muy pobre intensidad y bastante alejadas entre sí. El sitio que Rein le había indicado se veía solitario pero había otros vehículos estacionados.
Tras dejar el auto, Rein se bajó del auto y pese a sus heridas, que ya habían oscurecido varias áreas de su uniforme color beige de una forma que preocupó a Hayate, sus movimientos eran nuevamente firmes, serenos y controlados.
La Teniente se internó hasta el fondo del callejón donde había varias calles aún más estrechas, únicamente peatonales a partir de ese punto.
Rein caminaba con la certeza de quién sabe a dónde se dirige y Hayate decidió que no era momento de cuestionar nada. La oficial ni siquiera sabía donde se encontraban; difícilmente hubiera podido regresar a la base sola.
Unos metros más adelante, Rein tomó una escalera lateral y guió a Hayate hasta el segundo piso de un complejo pintoresco con muchas plantas. Las casas o viviendas en esa zona no tenían jardines o patios, no al menos que pudieran verse desde la calle.
Desde la calle, los peatones sólo podían ver los bloques de construcción monolíticos, con sus paramentos alineados con la calle. Esa construcción a la que se dirigían, era una de las pocas que tenía muchas plantas colgantes en cornisas, jardineras y ventanas.
Rein levantó varias macetas hasta que encontró lo que buscaba.
Hayate arqueó una ceja. Jamás hubiera imaginado que alguien en verdad, pudiera dejar la llave de su casa debajo de una maceta.
Ella y su familia ciertamente no lo hacían.
Rein abrió la puerta y entró. Por la forma como se movía en la oscuridad de la vivienda, era evidente que la conocía. La Teniente encendió una sola lámpara de mesa, la más alejada de las ventanas y cerró todas las persianas y cortinas.
− No se acerque a las ventanas,− le ordenó secamente a Hayate sin mirarla, cuando pasó junto a ella para volver a cerrar la puerta con llave.
Hayate, que no se había movido del lugar cerca de la puerta principal donde se había detenido al entrar, observó que estaban en una pequeña pero acogedora estancia.
El espacio, aunque modesto era totalmente identificable como femenino. Los colores eran cálidos y estaban combinados con gusto. Aunque había poquísimos muebles, todo estaba perfectamente pulcro y ordenado, los sillones tenían varios cojines perfectamente acomodados y diversas fotografías familiares descansaban en sus portaretratos sobre pequeños mantelitos bordados. Algunas otras, organizadas con evidente cuidado, colgaban en algunas zonas de las paredes cuyo tapiz estaba viejo pero remarcablemente limpio.
Un pequeño departamento de clase media baja en un país subdesarrollado. Desde donde estaba cerca de la entrada, Hayate podía observar la totalidad de la vivienda que consistía en esa pequeña estancia, la aún más pequeña cocina y otras tres puertas.
Rein se dirigió en silencio hacía una de las puertas que Hayate asumió, era una de las habitaciones.
Aunque la alta Teniente no se lo había pedido, Hayate la siguió en silencio.
La luz de una pequeña lámpara de noche que Rein también encendió, le permitió a Hayate corroborar que la habitación era en efecto una recamara; igualmente modesta que el resto de la vivienda, pero primorosamente decorada y por las fotos familiares desplegadas en la mesita de noche y las paredes, era evidente que la habitación era la de Zoe.
Hayate se preguntó qué tan bien se conocerían esas dos ya que Rein, parecía conocer a la perfección el lugar.
Aún en la penumbra, ya que no encendió ninguna otra luz más que esa pequeña lámpara junto a la cama, la Teniente se dirigió a una puerta en la habitación que resultó ser el pequeño baño y tras rebuscar en varios sitios, comenzó a tratar de quitarse el uniforme.
− Déjame ayudarte,− dijo Hayate aproximándose al baño para notar hasta ese momento, los lentos movimientos de Rein.
Rein miró a la Teniente Coronel muy seria desde la semioscuridad del baño. Ella quería oponerse pero ciertamente, iba a necesitar ayuda y mientras Zoe no llegara… Esa oficial novata era lo único que tenía a su alcance.
Para su sorpresa, Hayate no resultó tan novata como había imaginado.
La oficial tomó el pequeño botiquín que Rein ya tenía sobre el lavamanos y la arrastró hasta la cama, lo más cerca posible de la lámpara.
Rein, sin embargo, se negó a sentarse.
− Estoy sangrando,− dijo como única explicación, − No tiene que hacer esto Teniente Coronel… yo puedo…
Hayate sin embargo la ignoró y sólo la observó con extremo cuidado bajo la tenue luz amarillenta de la lámpara, sintiendo que algo en su pecho se calentaba.
Le tomó varios segundos a la oficial reconocer que lo que estaba sintiendo era enojo.
Tan puro y desbordado...que bordeaba en rabia.
El hermoso rostro de Rein tenía varios cortes en los labios, todo el costado izquierdo de su rostro estaba hinchado; especialmente su pómulo y su ceja, así como una parte de su frente y su mandíbula, que comenzaban a ponerse de un tono rojo oscuro-morado intenso.
Además de los evidentes golpes en su rostro, la Teniente tenía varios cortes en la tela del uniforme y éste, ya sin la gabardina de Hayate encima, mostraba demasiadas zonas oscurecidas por su sangre.
Tantas que Hayate no sabía por dónde empezar.
Cuando había salido al callejón de "La Esfinge", Rein apenas llevaba abotonadas su camisa, misma que en su enfrentamiento con los dos militares yuktobanos, se habían desgarrado en varios lugares, pero con el sudor, la sangre y la coagulación, varias zonas se veían pegadas a la piel.
Rein observando todas las emociones en el rostro y la mirada azul de Hayate, se esforzó por contener una sonrisa y lentamente, comenzó ella misma a desabotonar los dos o tres botones que había podido volver a cerrar durante el trayecto.
Hayate sin embargo, tomó sus manos con infinita gentileza, deteniéndola.
− Trata de no moverte,− dijo la oficial y después, con una habilidad que Rein no esperaba, comenzó a quitarle la ropa con extremo cuidado cortándola con unas tijeras en los sitios precisos, para después, limpiar sus heridas con mucha gentileza y total concentración.
Rein, por lo general, no tenía que esforzarse mucho para ocultar su dolor. La gentileza de esa oficial, sin embargo, la conmovía...profundamente. Como nada la había conmovido antes en su vida.
Y no solo por lo que estaba haciendo en esos momentos, aunque pareciera trivial.
Sino por lo que había hecho ANTES.
La Teniente Coronel había salido a un callejón oscuro a enfrentarse, sola, con unos desconocidos que molían a Rein a golpes.
A ella, que era una total y completa desconocida para la oficial.
Tal vez era una novata y una burócrata...Pero Hayate Yagami era definitivamente mucho más.
Tanto, que Rein no sabía qué hacer con ese conocimiento. Y mientras tanto, Hayate estaba ahí tratando de hacerse cargo del desastre de sangre y heridas que era ella en ese momento. La oficial incluso había conseguido con mucha presteza, algunas toallas y una vasija con agua del baño para limpiar con mucho cuidado, cada una de las heridas de la parte superior de su cuerpo.
Varios lugares en el torso de Rein mostraban extensas zonas con un tono morado-verdoso, especialmente donde las patadas la habían alcanzado. Hayate no sabía qué hacer con esas áreas, solo en un hospital les podrían decir si Rein tenía algo roto, pero al menos quería evaluar si necesitarían buscar ayuda médica...de algún tipo.
A la oficial le preocupaban más los cortes del cuchillo, ya que un par de ellos habían resultado mucho más profundos de lo que había pensado.
Entonces las manos de Hayate llegaron a la hebilla del cinturón de Rein.
− No es necesario,− dijo Rein sosteniendo de pronto la mano de Hayate que ya estaba en su cinturón.
Hayate elevó la mirada para encontrarse con los límpidos ojos carmesí. Durante todo el tiempo que la había asistido, Rein no había producido ni el más mínimo sonido. Ni siquiera se había tensado o sobresaltado, aunque seguramente el proceso de limpieza de la sangre coagulada y seca tenía que haber sido doloroso.
No era pudor lo que detenía a Rein.
− Tienes varias heridas en las piernas y la espalda, realmente, preferiría que te sentaras en la cama y no vas a aceptar de otra manera, ¿no es así?,− dijo Hayate conteniéndose de hacer algún comentario sabelotodo o provocativo.
Por algunos segundos, Rein pareció desconcertada y solo se miraron. Hayate tomó esos segundos de silencio como el permiso que necesitaba y trató de no ruborizarse cuando desabrochó la hebilla del cinturón de Rein y sus dedos deslizaron el cierre de sus pantalones hacía abajo.
"Por todos los Dioses, Hayate...Estás asistiendo a una persona HERIDA…¡Contrólate!...Trata por UNA VEZ, de no ser una maldita pervertida".
Lo anterior, era mucho más fácil pensarlo que hacerlo.
Aún en el estado en el que estaba, el cuerpo de Rein era simplemente...impresionante.
Delgado pero firme, con músculos bien definidos pero voluptuoso ...y extremadamente sensual.
Cuando la Teniente estuvo solamente cubierta por unas diminutas panties tipo briefs que, increíblemente se mantenían inmaculadamente blancas, pero con las heridas totalmente limpias, Hayate notó lo que tal vez la preocupaba a la Teniente.
Aun para una soldado como ella, la cantidad de cicatrices que tenía por todo el cuerpo era inusual.
Especialmente, porque muchas de ellas se veían muy antiguas.
Hayate estaba mentalmente haciendo cuentas y Rein tomó su inusual inmovilidad como un síntoma de duda.
− Si me ayuda, yo puedo suturarme...− dijo Rein confundiendo la preocupación de Hayate con reserva, o quizá incluso disgusto.
Hayate sin mirarla, solo negó con la cabeza y tomó los artículos que necesitaba del pequeño pero surtido botiquín de Zoe, logró finalmente que Rein se sentara en la cama y se concentró en lo que tenía que hacer.
− Mi hermana es doctora y mis hermanos son un par de militares muy obtusos e imprudentes; te aseguro que sé lo que estoy haciendo, − dijo Hayate mirando finalmente a Rein a los ojos, tratando de concentrarse en el proceso de sutura y no en el espectacular torso desnudo de la Teniente frente a ella.
Todo el proceso les había tomado bastante más de una hora pero finalmente, Rein tuvo sus heridas más profundas suturadas, otras cerradas y cubiertas y el torso, vendado pese a su insistencia de que no era necesario. La oficial seguía sospechando que las costillas le dolían a la teniente aunque no lo admitiera.
Hayate también consiguió salirse con la suya respecto a que Rein se quedara en la cama y descansara. Rein, solo inspiró profundamente y se preparó para el interrogatorio de la oficial, pero este no llegó, ni aún en ese momento.
En su lugar, Hayate se aseguró de amenazar a Rein para que no se moviera y se dirigió a la pequeña cocina. Cuando regresó a la habitación, no sólo traía consigo una bebida caliente sino también un pequeño tarro con un caldo ligero.
Cuando Rein recibió la humeante taza que Hayate le ofreció, sus miradas se encontraron en el silencio.
Rein tragó con dificultad. No podía recordar cuándo alguien había hecho algo como eso por ella...en su vida.
− Realmente pensabas que soy una inutil…¿verdad?,− preguntó Hayate muy seria pero con un brillo divertido en la mirada.
Rein no pudo evitar la más ligera curvatura de la comisura de sus labios, en ese gesto mitad rictus que Hayate reconoció como una sonrisa sin contener. Ella preferiría verla sonreír abiertamente como la había visto antes...en ese lugar, pero podía conformarse con eso por el momento.
− Descansa un rato…,− dijo Hayate y sin más se sentó en el otro lado de la cama junto a ella, − No te preocupes...yo estaré aquí cuando despiertes.
Rein la observó, haciéndose varias preguntas en el proceso, sin dar voz a ninguna.
− Teniente Coronel...yo….
Hayate, sin embargo, levantó la mano a centímetros de sus labios sin tocarlos mientras negaba con la cabeza.
− Ahora no…,− susurró Hayate en voz muy baja, devolviendo la mirada de Rein con la quemante intensidad de su cercanía muy presente en el tono de su voz, − Espero no tener que ordenarte que descanses, así que simplemente...descansa… y llámame Hayate...Rein.
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Zoe las encontró así cuando llegó a su departamento casi a las seis de la mañana.
Rein profundamente dormida debajo de las sábanas y Hayate, sobre las sábanas pero recostada de lado, junto a ella...muy pegada al cuerpo de la Teniente, sin llegar a estar encima de ella.
Ambas estaban dormidas.
La mujer casi se alegró por Rein.
Si no tuviera que darles malas noticias, casi podría alegrarse por la militar.
Hayate fue la primera en darse cuenta de su presencia.
Las voces hablando en susurros, de Zoe y Hayate despertaron a Rein un poco después. La Teniente ni siquiera se había dado cuenta en qué momento se había quedado dormida.
Poniéndose en alerta de inmediato, Rein descubrió que todo le dolía mucho más de lo que esperaba.
Le habían dado una paliza fenomenal porque se había comportado como una completa estúpida.
Sentir ese dolor le haría bien para recordar el orden de las cosas.
Lentamente se incorporó mientras escuchaba la conversación de Zoe y Hayate con atención.
−...así es, la policía militar…
− ¿Pero cómo es posible que no sepan que ese individuo, el Mayor Nikolaevich, está involucrado en todos esos...delitos?,− escuchó a Hayate preguntar.
Rein, encontró varias prendas de vestir, cuidadosamente dobladas sobre la cama. Observando que se trataba de una camisa y unos pantalones que parecían de un hombre joven, la teniente estimó que eso había sido obra de Zoe.
Caminando lentamente pero con la mayor dignidad posible se dirigió a la cocina donde ellas se encontraban.
− Lo saben, varios altos funcionarios del gobierno de Alzus lo saben, y lo han permitido porque les conviene,− explicó Zoe, − La guerra civil, las facciones rebeldes, todos quieren el poder y la corrupción es la única moneda de cambio…¿Cómo crees que los rebeldes obtienen armas, si no?
− Pero…¿el ejército Yuktobano les entrega armas?,− preguntó Hayate sabiendo que esa información sería explosiva para Graham y sus aliados, sin esperar la respuesta que recibiría.
− No...No el ejército...Los gobiernos son los que entregan las armas, y no solo el Gobierno de Yuktobania está involucrado ... Hay muchos más actores y el mayor Nikolaevich era solamente uno, de los múltiples operadores que están metidos en esa red de tráfico…
Rein entró en ese momento para encontrarse con Hayate y Zoe sentadas en la pequeña mesa de la cocina, cada una con una taza humeante de las manos. Pese al sistema de calefacción, era de madrugada y la casa se sentía cada vez más fría.
− Le dijiste,− dijo Rein mirando a Zoe… y no era una pregunta.
La aludida solo asintió y se puso de pie para servir una taza de café caliente a la Teniente.
Tal y cómo Rein pensaba, Zoe le había confiado a Hayate que formaba parte de un grupo de resistencia civil que se oponía a uno de los grupos insurgentes más fuertes y que tampoco estaba a favor del actual gobierno "auto-impuesto" de Alzus.
Aunque Zoe no era una combatiente, ni una espía, su "profesión" le facilitaba el acceso a cierta información. Era en muchos sentidos, una activista social, una luchadora y defensora de aquellos que no podía hacerlo por sí mismos. Y Rein también sabía, que la mujer, tenía otros intereses y deudas por saldar.
La Teniente, sorbiendo lentamente el líquido caliente, miró el reloj que colgaba de la pared de la cocina. La actividad del día comenzaría muy pronto y ese día todavía lo tenían franco; ella tenía demasiadas cosas que hacer y había algunos cabos que no quería dejar sueltos antes de empezar.
− Ese de tipo de anoche que iba con Nikolaevich… Kloshkin,− dijo Rein de pronto, − ¿Lo conoces?
Zoe negó con la cabeza.
− Es una asignación reciente a la base de los yuktos, desde que llegó, ha sido la mano derecha de Nikolaevich y un absoluto bastardo con todas las chicas...− respondió Zoe mirando a Rein con preocupación antes de preguntar a su vez, tal vez con demasiada agudeza para el gusto de la teniente, − ¿Tú lo conoces?
Rein evitó responder. Había un punto que nadie había considerado la noche anterior y sería de crucial importancia muy pronto.
− ¿Tienes el cuchillo?,− preguntó en lugar de responder.
Zoe observó primero a Rein y después a Hayate, que no perdía detalle de su interacción. La mujer había vivido lo suficiente para saber la clase de persona que era la Teniente Coronel.
Al igual que Rein.
− La Teniente Coronel no es la policía, Zoe,− dijo Rein sin mirar a la oficial, − No va a arrestarme...Ella hará lo que tenga que hacer y tomará las decisiones que tenga que tomar...en el momento que tenga que hacerlo.
El argumento de Rein dejó a Hayate momentáneamente, impactada.
La verdad, era que quizá por primera vez en su vida, desde que sus padres habían muerto, se sentía perdida y no tenía idea de que iba a hacer. La gran diferencia estribaba en que durante ese otro, terrible momento de su vida, tenía tan solo nueve años.
Ahora era una adulta y tenía una responsabilidad oficial.
− Lo tengo a buen resguardo,− concedió Zoe finalmente mirando a Hayate. Tras servir el café a Rein, la rubia no había vuelto a sentarse y continuaba observando la interacción entre las dos oficiales.
Hayate consideró que ya era momento de intervenir.
− Ese hombre te conoce...Ambos te conocían...Pero la forma en que él en particular te atacó...Eso, fue personal,− dijo Hayate mirando fijamente a Rein con una sútil demanda en sus ojos azules, − Y ambos, también sabían quién soy yo…¿A qué se refería Nikolaevich?...y por favor, no me digas que no lo sabes, Rein.
Rein, inmutable tomó un sorbo de café. Debió imaginar que la Teniente Coronel no se andaría por las ramas.
En esos momentos, lo quisiera o no, estaba involucrada hasta el cuello.
Ambas lo estaban.
Muy lentamente, Rein se sentó en una de las sillas de la pequeña mesa y miró a Zoe.
Asintiendo ligeramente, la rubia se aproximó a Rein y le dió un ligero beso en la mejilla para después salir en silencio de la cocina.
Rein miró a Hayate fijamente y recordó una mañana, muy diferente a esa, en un sitio muy lejano y en otro un tiempo, tan diferente que parecía incluso otra vida.
"Nada sabe de la vida, quien no sabe nada acerca de la muerte."
Eso era lo primero que él le había enseñado.
Aunque Rein no había entendido el verdadero significado de esa enseñanza hasta mucho después. Hasta mucho tiempo después que se separó de él.
Hayate Yagami no sabía nada respecto a la muerte.
O al menos, eso pensaba ella.
− Tiene razón en todo lo que investiga, Teniente Coronel,− empezó Rein de pronto, − Aunque la División Aerotransportada no es la única que ha cometido "crímenes de guerra"... si es muy probable que sea la única, que lo haya hecho de forma planeada, premeditada y con total alevosía...desde hace mucho tiempo...No solo desde Járkov.
Cuando Hayate se dió cuenta que miraba a Rein con la boca abierta, era ya demasiado tarde...la oficial superior miraba a la Teniente con la boca abierta. Lo más rápidamente que pudo, se recompuso en su postura y su expresión, para esperar con la mayor dignidad que pudo reunir.
− Difícilmente encontrará pruebas, al menos las que está buscando,− continuó Rein con imperturbable serenidad y sin dejar de mirar a Hayate a los ojos en ningún momento, − Sin embargo, debe estar muy cerca y su investigación, debe estar poniendo en una situación MUY difícil a alguien… El asedio que sufrimos en el hospital durante el operativo para recuperar la planta de energía, no fue fortuito...Alguien lo preparó para que sucediera de esa manera...Con el objetivo que usted no sobreviviera a esa misión de campo.
Rein se mantuvo en silencio varios segundos para que Hayate entendiera las implicaciones de lo que le estaba diciendo. Cosa que no le llevó mucho tiempo a la oficial.
− ¿Alguien...trató de matarme?
− Kimblee… y Archer, trataron de matarla,− dijo Rein con implacable certeza, − Tenían un acuerdo con Nikolaevich...Las cosas no salieron como ellos esperaban y estaban realmente muy enojados por ello.
Hablar nunca había sido del interés de Rein. Con nadie. Ella era parca y concisa. Solamente decía lo que era necesario decir, desde su más tierna infancia, mucho antes incluso, de empezar su salvaje entrenamiento en los bosques de Osea.
Rein había pensado que hablar con esa oficial le resultaría difícil, como conducir sobre un terreno pedregoso y agreste; sin embargo, cuándo empezó a hablar, hilvanando los hechos concretos con sus conclusiones respecto a ellos, fue como deslizarse silenciosamente en una canoa ligera sobre un río en calma durante una mañana brumosa.
La Teniente no estaba segura si Hayate era el río caudaloso o la mañana brumosa...pero su interacción era natural y fluida. Hablar con ella y abrir ese conocimiento parecía no sólo natural, sino correcto. Rein se dió cuenta con total certeza de que, en su interior ya había tomado una decisión definitiva sobre su participación en ese incidente.
Para bien o para mal, se descubrió a sí misma diciéndole todo, sin tapujos, a la Teniente Coronel.
Y también se descubrió asumiendo el precio que tendría para ella esa decisión.
Con el mismo tono neutral y actitud serena, Rein le describió a Hayate sus sospechas sobre el ataque que sufrieron ese día, sobre cómo los insurgentes parecían estar demasiado interesados en esa posición en particular y la injustificable cantidad de recursos dedicados para "recuperarla". Después, le describió su "incursión nocturna" en las oficinas de sus superiores y la significativa conversación que había escuchado entre los oficiales a cargo de la División Aerotransportada.
Finalmente, la Teniente le relató los indicios que había visto la mañana anterior cuando las seguían y su teoría sobre los autores de esa vigilancia.
Todo de manera concisa y precisa como si de una investigación criminal se tratara.
Hayate, escuchó todo el tiempo enganchada a la voz de Rein. Era la voz eficiente que había conocido y apreciado desde el día que la había conocido. Pero había algo más que la hacía escuchar con expectante admiración en esos momentos.
Una afilada certeza que no había manera de evitar.
Ni siquiera se le ocurrió preguntar o decir una estupidez como "¿Estás segura?" ó "¡Es imposible!".
No sabía porque sentía esa total y absoluta certeza en lo que Rein le estaba diciendo...Pero le creía. Estaba absolutamente segura que lo que Rein le decía era la verdad y que sus hipótesis, eran correctas.
− Fallé sin embargo, en evaluar la situación correctamente, Teniente Coronel,− continuó Rein desviando por primera vez, su mirada de la Hayate, − El peligro no ha pasado, sino que es peor de lo que yo había estimado...Tanto para usted, como para el Almirante Graham.
La mención de su tutor, el hombre que se había convertido en el protector y figura paterna, para ella y sus hermanos, envaró a Hayate.
− ¿Qué tiene que ver...el Amirante Graham en esto?,− preguntó Hayate con preocupación profesional, como una forma de re-enfocarse nuevamente.
− El ataque de ayer en la noche, no formaba parte del plan que escuché de Kimblee y Archer,− dijo Rein, − Lo más seguro es que ellos no supieran nada. Eso fue por cuenta de Nikolaevich, sin mucha planeación o preparación, motivado tal vez por el enojo de Kimblee ante su fracaso anterior. Si, ellos fueron quienes nos siguieron por la mañana, pero no eran los únicos. No puedo decirle las razones, pero si tengo la certeza que tanto su asesinato, como el del Almirante Graham, le ha sido encargados a otra persona...Alguien que es un asesino profesional.
Hayate no sabía cómo sentirse al respecto.
Saber que su vida tenía un precio era algo que nunca se había puesto a ponderar con anterioridad.
Aunque no dudaba de Rein, tenía que preguntarlo.
− ¿Cómo puedes tener esa certeza?,− preguntó Hayate sorprendiendo a Rein con el orden de su razonamiento. La teniente hubiera apostado que la Teniente Coronel preguntaría "cómo" podía evitar ese desenlace pero todavía le faltaba conocer mejor a la oficial.
Hayate tenía que obtener todos los elementos, conocer todas las piezas del enigma antes de tomar acciones y decisiones. Y en ese caso, había algo que había empezado a presentir desde antes.
No sobre Kimblee, Archer y todos esos otros militares.
Sino sobre Rein.
La pregunta de Hayate, hecha con total y directa sinceridad, era algo que Rein no esperaba tener que explicar tan pronto.
− Anoche, después de que ellos me atacaron en el callejón, lo ví...rondaba la zona de "La Esfinge",− dijo Rein sospechando que solo eso como explicación, no sería suficiente...pero al menos tenía que intentarlo.
− Lo viste,− repitió Hayate con tono y semblante muy serio. Ante el silencio posterior de Rein, tuvo que completar la frase con la conclusión más lógica a la que podía llegar. Con la única conclusión posible, − Entonces...Lo conoces...Conoces al hombre que le encargaron...asesinarnos.
Rein ni siquiera tuvo que asentir. Su mirada lo decía todo.
Hayate habría estado fascinada de que pudieran comunicarse de esa forma, sin palabras, si no hubiera estado en shock por la noticia de que alguien quería matarla a ella y a su padrino.
Y nuevamente, hizo la única pregunta que Rein no esperaba.
− ¿Quién eres?,− preguntó Hayate en un susurro cauteloso, pensativo, sin sarcasmo, sin enojo...Solo mirando a Rein de una forma cómo nadie antes, la había mirado.
Con verdadero interés.
Y con una intensidad tal que Rein tuvo que desviar la mirada y ponerse de pie.
La Teniente se dirigió hasta la pequeña tarja de la cocina, donde lavó su taza y la colocó en el escurridor, antes de darse la vuelta para encontrarse con que Hayate no se había movido un milímetro, su mirada no había cambiado y seguía esperando una respuesta.
− Esa no es la pregunta correcta, Teniente Coronel,− dijo Rein haciendo acopio de todo su autocontrol interno, − Lo importante es quién es Él.
Hayate cruzó los brazos y se recargó en el respaldo de la silla sin dejar de mirarla.
Rein suspiró.
Esa chica…
− Lo primero que usted debe entender, Teniente Coronel, es que él no es "cualquier" asesino a sueldo,− dijo Rein con serena resignación, − Él no es un simple delincuente. No encontrará sus servicios en el listado de teléfonos, en un anuncio web o en un espectacular de la calle...No lo encontrará ni siquiera en la "deep web" o en el bajo mundo… Él no es un paria que trabaje a salto de mata para cualquiera o un simple mercenario que acepte cualquier trabajo solo por el dinero. Gobiernos establecidos, funcionarios de alto nivel, agencias de seguridad, militares… se encuentran entre sus clientes. Y pertenecer a un grupo u otro, no garantiza que él aceptará el trabajo.
Hayate escuchaba con profunda atención.
− Lo segundo y más importante, crucialmente importante,− continuó Rein, − Es que sin importar quién sea él, o quién lo contrate, si él acepta un trabajo, no lo dejará hasta terminarlo… exitosamente. Esa es otra característica fundamental que él GARANTIZA a sus clientes. No falla. Jamás.
Ese último comentario, sí logró que Hayate tragara con dificultad.
Durante varios segundos, ninguna de las dos dijo nada.
Ante la clara desolación de Hayate ante sus palabras, Rein, impulsada por algo que no podía ni identificar, ni describir, regresó a la mesa y se sentó, dándose cuenta que había tomado una decisión.
Una nueva y sorpresiva decisión aunada a todas las demás que ya había tomado en esas horas.
La Teniente extendió una mano y tocó levemente la de Hayate que aún sostenía su taza, ya vacía y fría. La oficial miró la mano que la rozaba con inesperada suavidad y después miró a Rein con sorpresa.
− Mañana, cuando todos regresemos de franco, habrá un nuevo operativo,− dijo Rein y Hayate tuvo que esforzarse en reconectarse para entender que la Teniente hablaba de un futuro que se le antojaba, lejanísimo y casi inaccesible, aunque solo fueran unas horas hacia adelante en el futuro de su vida, − Valmet me lo comentó antes de salir ayer. Me lo dijo porque ella no estará a cargo. Archer estará de regreso.
Hayate se estaba preguntando porque ESO justamente era de interés para Rein en esos momentos...después de decirle lo que le acababa de decir.
− En ese operativo, conseguiré las pruebas que usted y el Almirante Graham necesitan,− continuó Rein con tal serenidad y gentileza que Hayate se sintió envuelta en una extraña aura protectora aunque la Teniente no estaba haciendo nada más que hablarle y mirarla, − Hasta que tenga esas pruebas en su poder, mantenga un perfil bajo, no se confronte con Archer o Kimblee. Y tome en cuenta una cosa...TODAS las unidades del ejército de Midchilda han estado en situaciones extremas en estas misiones. Alguien que puede darle todos esos detalles es el Teniente Coronel Maes Hughes…Nuestra primera misión, "Tormenta de Fuego" fue realmente abrasadora...
Hayate trató que su expresión no cambiara ante la mención del nombre de su amigo.
− Kimblee va a tener MUCHOS aliados, usted y el Almirante Graham deben tener mucho cuidado con la información que recaben y especialmente, deben ser muy cuidosos sobre cómo van a usarla,− concluyó Rein.
Mientras Hayate pensaba en todo lo que Rein le había dicho, la Teniente se puso de pie y la oficial sintió intensamente la ausencia de su contacto, aún en su levedad.
− ¿No te parece que hay un punto muy importante que estás obviando?,− dijo Hayate poniéndose de pie antes de que Rein abandonara la cocina.
− No lo estoy obviando Teniente Coronel,− dijo Rein todavía en ese tono suave y amable que le dirigía a Hayate, − Yo me encargaré de él.
Hayate interpretando eso de una forma quizá demasiado literal, meneó la cabeza enérgicamente.
− No...de ninguna manera,− dijo Hayate con total decisión, acercándose a Rein con rapidez, − No me importa quién sea ese individuo, lo que está haciendo es un DELITO... y debe ser detenido.
Rein hizo algo entonces, que dejó a Hayate muda.
La Teniente, poniendo una mano cálida con suavidad sobre su hombro, le sonrió.
Era esa sonrisa tenue, como una brisa ligera...Una sonrisa verdadera.
− No me ha escuchado con atención Teniente Coronel,− dijo Rein sin dejar de sonreír, ni de tocarla, − Él no es el importante en esta ecuación, sino las personas que lo contrataron...ESOS son sus enemigos y son sus enemigos debido a la misión que está realizando. Esas son las personas de las que tienen que encargarse. Usted y el Almirante Graham y tienen que hacerlo de la forma correcta. Yo puedo encargarme de él, pero no puedo ayudarle con los otros. De esos, solamente puede encargarse usted y para hacerlo, ambos...deben estar vivos…¿Lo entiende ahora?
Hayate se sintió apabullada.
Rein le había dicho muchas cosas, pero también había mucho que no le había dicho.
Y ella necesitaba saberlo.
− ¿Cómo vas a encargarte de él?,− preguntó Hayate con preocupación. Ya Rein había cometido un asesinato y aún no sabía que iba a hacer respecto a eso. Tal y como Rein había dicho, ella no era la policía...pero… tampoco quería que ella…
− Como le dije antes, él no acepta los trabajos a la ligera, ni por el dinero que implica. Sus motivaciones son otras...Para salvarlos a usted y al Almirante Graham, debo ofrecerle algo que a él le interese más, que lo que esté detrás de este... trabajo.
Rein había dicho lo anterior sonriendo, como tratando que no sonara tan agresivo para Hayate. La oficial agradecía su intento de tacto, pero no era agradable en lo absoluto.
− ¿Te importaría decirme qué es?, después de todo, mi vida y la de mi jefe dependen de ello,− solicitó con un tono ligeramente molesto. Lo que más le molestaba a la oficial era poder ver la sonrisa de Rein, dirigida a ella como tanto había deseado, relacionada con un tópico TAN desagradable.
Rein lo medito unos segundos antes de responder.
Lo que más le preocupó a Hayate de la respuesta fue que Rein ya no sonreía cuando le respondió.
− Saldar una deuda.
− X −
Pese a todos los esfuerzos de Hayate, Rein no le dió más información, ni más detalles.
Ni sobre la inusual situación que pesaba sobre ellas, ni sobre ese asesino profesional, ni sobre la misión del día siguiente… y menos aún, sobre lo que más interesaba a la oficial que era, Rein misma.
La Teniente se limitó a solicitarle, casi como una orden, permanecer en el departamento de Zoe y le hizo prometer que no saldría PARA NADA, ni siquiera al alféizar de la ventana; hasta que ella regresara. Hayate sólo aceptó cuando consiguió la promesa de Rein de responder al menos, algunas de sus preguntas después.
Aunque la definición del "después" quedó bastante indefinida, Hayate tuvo que ceder.
Utilizando unas abrigadoras ropas de civil que Zoe le prestó, Rein salió del departamento lo suficientemente segura de que nadie la reconocería. A partir de ese momento, tendría que hacer todo impecablemente bien o ese desastre que ya había causado, sería aún mayor.
Esas horas de descanso y su plática con Hayate le habían ayudado a asimilar el punto más crítico para ella.
Mikhail Kloshkin
"Misha".
Un nombre del lejano pasado.
Como uno de esos demonios que aparecen para atormentarnos en nuestras pesadillas y que, en cierto momento, dejan de sentirse como nuestras y entonces, pensamos que porque ya no los vemos, dejan de existir.
Pero no.
Los demonios son como los monstruos, como las sombras; como los fantasmas y la oscuridad. Son reales, pero se agazapan en los rincones de nuestra mente y de nuestra realidad cotidiana...esperando, sólo esperando por el momento oportuno.
No importaba la realidad.
Tarde o temprano esos demonios olvidados, pero existentes, regresaban. Y saltaban sobre uno en el momento más inesperado. Cómo le había pasado la noche anterior.
Tal vez había sido la momentánea pero indudable certeza de la presencia de Duke, pero las palabras que le había martillado durante todos sus largos años de entrenamiento, volvían a Rein con más fuerza que nunca.
Misha era su debilidad y debía ser erradicada.
ESA era su deuda personal consigo misma. Ni Duke, ni Hayate tenían nada que ver con esa deuda. Solo ella podía saldarla a cabalidad, para por fin, enfrentar su temor y liberarse de esa debilidad.
Había sido muy lamentable que la oficial hubiera quedado enredada por ese demonio, que solamente a ella le correspondía exterminar.
Pero ANTES de atender esa deuda, debía atender otra mucho más importante.
Duke Togo y su último trabajo.
Por ello, lo primero que hizo Rein al salir del departamento de Zoé fue dirigirse a la oficina de telégrafos que sabía, funcionaba. Tuvo que esperar lo más discretamente que pudo, hasta que abrió, exactamente a las ocho de la mañana y entonces tuvo que esperar, lo más pacientemente que pudo, a que el octogenario dependiente que era el único que podía operar el equipo, tomara y enviara su mensaje con carácter de urgente.
En ese aspecto, ella sabía que esa, no era solo era la manera más rápida de llegar a él; era la única.
Después se enfocó en otros múltiples preparativos. Tras el operativo planeado para el día siguiente, no tendría tiempo de nada. Si su oferta a Duke Togo era aceptada, no tendría tiempo de atender nada más.
Ella casi siempre estaba lista para morir en el momento que fuera.
Ese momento era realmente excepcional ya que sus preparativos no eran para ella, sino para esa extraña oficial.
Hayate Yagami.
Tenía que asegurarse de que, pasara lo que pasará en el operativo del día siguiente y en su negociación con Duke Togo, Hayate pudiera salir de Alzus de forma segura y preferentemente, viva.
Eso implicó que tuvo que hacer varios arreglos, tanto locales como internacionales que le tomaron varios encuentros arreglados precipitadamente pero con eficiencia; y otro tanto de llamadas internacionales que debían, forzosamente, ser realizadas por medios seguros y encriptados.
Era casi el atardecer de un día que había resultado menos gris que los anteriores, cuando regresó al departamento de Zoe, para encontrarse a Hayate caminando como una leona enjaulada en la estancia.
− Hora de irnos, Teniente Coronel,− dijo Rein quien para sorpresa de Hayate, regresó vestida en un uniforme beige igual al que vestía la noche anterior y que había terminado destrozado. La Teniente dejó una bolsa con las ropas de civil que había usado en la mañana sobre el sofá y solo le explicó escuetamente a la oficial que tenían que regresar a la base, exactamente igual a como habían salido la noche anterior.
Ante esa frase, Zoe quien apareció de inmediato al escuchar la voz de Rein, le extendió su chamarra de piloto, pulcramente colgada en un gancho.
− Las chicas me la trajeron hace un rato,− dijo Zoe con una sonrisa, − Impecable como siempre.
Rein la tomó y poniéndosela, le hizo un gesto a Hayate para que salieran.
Hayate se volvió para mirar a Zoe. Durante todo el día, la mujer se había quedado con ella y si, hablaron de todo, de la situación de Alzus, de la vida de Zoe, de la insurgencia y de la resistencia así como de las diferencias entre ambas, pero principalmente, Hayate había derivado la conversación todo lo posible hacía su principal temas de interés: Ella quería saber todo lo posible sobre Rein.
Escuchando a Zoe hablar de Rein, las horas habían pasado y ella no se había dado cuenta hasta que fue casi el atardecer y comenzó a sentir que se deshacía de preocupación.
Y entonces, descubrió que despedirse de Zoe, le estaba costando trabajo.
− Volveremos a vernos, Hayate,− dijo Zoe con una sonrisa luminosa, − Te lo aseguro…Además tengo la certeza que estás en las mejores manos.
Hayate, pese a la preocupación, tuvo que sonreír también.
Rein y Zoe solo se miraron. La rubia ya sabía cómo eran las cosas con Rein...demasiado bien. Por ello, sin previo aviso, se aproximó a ella y muy suavemente puso sus brazos en su cuello para atraerla y darle un suave beso en los labios.
− Äkkikuolema...− dijo Zoe cuando se separaron, mirando fijamente a Rein mientras acariciaba su rostro con mucha delicadeza, − Que puedas caer sobre ellos como el viento furioso e implacable...Sobre todos ellos...Hazlos pagar.
Hayate sintió que se estremecía un poco al escuchar esas palabras.
Las dos salieron e hicieron el camino de regreso hasta donde habían dejado el auto.
Durante el camino de regreso a la base, Rein hizo lo mismo que había hecho la mañana anterior. Dió un rodeo, como si le mostrara ciertas partes de la ciudad a Hayate.
Aunque hubo una diferencia fundamental.
La Teniente se detuvo en un local, muy pequeño y pintoresco de pan tradicional.
Un hombre bastante mayor, de marcados rasgos asiáticos, salió tan pronto Rein se detuvo y le entregó una bolsa de papel marrón con una sonrisa.
− Disfrute su pan...Äkkikuolema,− dijo para después despedirse con una leve inclinación de cabeza.
Toda la operación no les había tomado más de dos segundos.
− Ella….Zoe te llamó de la misma manera...− preguntó Hayate que hasta el momento se había mantenido en silencio y solo mirando hacia el frente, pensando cómo podía preguntar lo que quería preguntar sin que pareciera que era una cuestión de crucial interés para ella, − ¿Qué significa?
Rein demoró tanto en responder que Hayate comenzó a pensar si realmente la había escuchado pero se contuvo de repetir la pregunta o mirar a la conductora.
En una luz roja, Rein abrió la bolsa de papel, sacó uno de los panes que contenía y se lo metió a la boca, sin ninguna reverencia o elegancia. Después le ofreció la bolsa a Hayate, todavía con el pan mordido, una mano en el volante y la otra, sosteniendo la bolsa frente a la oficial.
− Zom uma dzelizia,− dijo la Teniente todavía mordiendo el pan.
Hayate tomó la bolsa de la mano de Rein, quién finalmente pudo morder el pan y sostenerlo mientras la luz del semáforo cambiaba y avanzaban.
Hayate se encontró mirando otros panes iguales al que Rein degustaba con evidente gusto y aunque no era la más fanática del pan, tomó uno con mucha propiedad y lo mordió con cautela, para descubrir con gran sorpresa que, en efecto, era delicioso.
Los pequeños panes, que estaban todavía calientes como si acabaran de salir del horno, eran la cosa más deliciosa que había probado en mucho tiempo.
− Äkkikuolema...significa "Muerte Súbita", en uno de los principales dialectos locales...lo hablan principalmente los insurgentes,− dijo Rein cuando terminó con toda calma de disfrutar su panecillo.
Hayate casi se atragantó con el suyo.
Recordó que eso era lo que había dicho Nikolaevich la noche anterior, casi en tono de burla.
Sin embargo, cuando el anciano y Zoe lo mencionaron había respeto en su tono.
− Los nativos, no quienes viven en la ciudad, sino los nativos locales que viven en la montaña y en el bosque, también llaman así al viento de invierno que arrasa con todo a su paso...Solo que en su caso, también tiene la connotación de "Viento Bendito"; es la muerte, la súbita e inevitable destrucción que limpia todo a su paso, para que la vida pueda renacer después del crudo invierno,− agregó Rein con la simpleza de quién cuenta una historia local, que no tiene nada que ver con ella misma.
Hayate no sabía si debía preguntar "porque" se referían a ella con ese nombre.
Y entonces recordó el momento en que los insurgentes habían gritado aterrados, esa misma palabra, antes de huir durante el operativo.
Llamaban así a Rein cuando atacaba de esa manera inhumanamente veloz y letal. En efecto, cómo un viento terrible e inevitable que lo arrasaba todo a su paso.
− Zoe...y tú, parecen tener una relación cercana,− dijo Hayate optando por un tema más seguro, mientras miraba dentro de la bolsa como decidiendo si debía tomar otro pan. Rein no le había dicho si toda esa bolsa era para ellas dos, − ¿Hace mucho que la conoces?
Rein hizo un vago gesto indeterminado que se podría interpretar como "más o menos" o cualquier otra cosa.
− Oficialmente, Zoe es yuktobana,− dijo Rein con simpleza, − Nos conocimos durante la misión de la "División Aerotransportada" en Bazhrakistan...ahí fue mi primera misión con los "Diamantes Rojos".
Hayate no recordaba haber leído de esa misión en particular, pero si recordaba correctamente lo que Hughes le había dicho, hacía cuatro años desde que Rein había sido transferida a la División y asignada a ese equipo. Y también recordaba, lo que el mismo Hughes le había dicho respecto a las misiones de esos ya famosos, "Diamantes Rojos"
− Eso debe haber sido difícil,− dijo Hayate, − Pasó de una zona en conflicto a otra, recuerdo que Bazhrakistan tuvo un largo y difícil conflicto con las Repúblicas Yuktobanias.
Rein no dijo nada ante ese comentario y ante el silencio, Hayate probó el terreno con una pregunta más...personal.
− ¿También la conociste en...el burdel?
Aún no habían tenido oportunidad de hablar de esa interesante "preferencia" de…"entretenimiento" de Rein.
− No ...en Bazhra, Zoe no trabajaba en un burdel...Ella...formaba parte de la resistencia…
Algo, un ligero e inusual borde en el tono de Rein hizo que Hayate se volviera para mirar aunque solo podía apreciar su elegante perfil. La Teniente no había apartado la vista de la carretera.
− Pero...entonces, ¿ella estaba con el grupo… que los atacó?,− preguntó Hayate ahora con preocupación.
− No...ella nunca ha sido una combatiente...La labor de resistencia siempre ha sido asistencial, de apoyo, de soporte, de difusión sobre la situación de los refugiados, los desplazados, aquellos que lo pierden todo a raíz de la guerra…
Hayate, que conocía solamente la parte teórica de la guerra había leído mucho sobre las diferentes problemáticas sociales que los conflictos bélicos ocasionaban. Pero nunca se había encontrado con las historias, de primera mano, como en ese par de días que llevaba en una inocente "salida" con la Teniente Force.
− Todos, tanto los militares como los insurgentes, tienen familias Teniente Coronel…,− dijo Rein un tanto crípticamente, − Los enfrentamientos con los insurgentes de Bazhrakistan fueron...brutales...Zoe perdió a su hijo en uno de ellos. Aunque ella no lo aprobaba porque era muy joven...Él sí era un combatiente.
Hayate miró a Rein y la mirada que esta vez Rein sí le devolvió, fué todo lo que la oficial necesitó para saber, aunque no se lo dijera con palabras, que Rein había matado al hijo de Zoe durante esa incursión.
Durante el resto del trayecto a la base, no hablaron y solo se dedicaron a disfrutar la bolsa de panes hasta terminarla.
Cuando Rein se detuvo frente al hangar que había sido "el hogar" de Hayate las últimas dos semanas, aunque aún era temprano, ya todo el cielo estaba oscuro y la Teniente Coronel se sintió totalmente ajena y distante de ese lugar. No solo como si fuera un lugar desconocido para ella. Ni siquiera como si repentinamente, perteneciera a otra dimensión.
Más bien, como si ella fuera otra persona de la que había sido tan solo veinticuatro horas atrás.
− Mañana estaré aquí a las 0700, Teniente Coronel...espéreme sólo a mí antes de salir. No acepte que nadie más sea su acompañante. Es su prerrogativa,− dijo Rein nuevamente en su tono amable, pero formalmente oficial de siempre, sin embargo su mirada era profunda e implacable cuando remató su recomendación con algo que parecía nuevamente una orden, − NADIE…¿entendió?
Hayate, para nueva sorpresa de Rein, le hizo una nueva e inesperada pregunta mirándola con quemante intensidad antes de intentar bajarse del auto.
− ¿Nunca te dirigirás a mí como "Hayate"?
Rein sabía que Hayate necesitaba algo a que aferrarse en esos momentos de incertidumbre. Lo sabía y lo entendía.
Incluso conmovía una parte desconocida de su ser que, a lo que la oficial tratara de aferrarse fuera a un "ser" como ella.
− Cuando todo esto termine, Teniente Coronel...se lo prometo…¿Eso será suficiente?− respondió Rein acompañando su respuesta con una ligera sonrisa que Hayate sintió en lo más profundo de su estómago casi de una forma física. Cómo si Rein pudiera tocar una fibra muy profunda con ese simple acto, incluso sin proponérselo.
Y además, esa pequeña e íntima sonrisa era solo para ella.
No había nadie más que pudiera verla y solamente Hayate podía notar lo especial que era.
Después, fue Rein quien sorprendió a Hayate con una pregunta inesperada.
− ¿Era eso lo que ha querido preguntarme durante todo el trayecto?
Hayate, quien había necesitado varios segundos para recuperarse de la inesperada emoción de ver a Rein sonriéndole a ELLA, sonrió también negando con la cabeza. Rein tenía realmente, más agudeza de la que imaginaba.
− No...Cuando todo esto termine, Teniente ... Lo prometo. Cuando todo esto termine, le haré todas las preguntas que ha prometido responder, ¿podrá controlar su curiosidad hasta entonces?
− Supongo que ahora ambas tenemos una promesa que cumplir,− dijo Rein asintiendo.
Hayate se tomó varios segundos pero asintió antes de reiterarlo.
− Es una promesa Rein… Esperaré por tí...
Tras una última mirada a la figura de Rein, muy profesionalmente sentada al volante del vehículo, que por cierto, además de ser profesional ofrecía una vista muy atractiva en su renovada chamarra de piloto, la Teniente Coronel se bajó del vehículo y entró a su hangar.
Rein esperó hasta que confirmó que la puerta del hangar de Hayate quedaba asegurada, antes de mirar el diminuto papel que había sacado de la bolsa de pan con un par de indicaciones para su encuentro de esa noche.
Tenía que enfocarse y concentrarse para ese encuentro con otra parte de su pasado, no podía darse el lujo de estar distraída y pensando en cosas que no estaban en su control.
Sin embargo, por otra razón que no podía discernir por completo, no podía dejar de sentir que esas últimas palabras de Hayate, contenían flotando en alguna parte la palabra "siempre" y significaban mucho, mucho más que tan solo su encuentro de la mañana siguiente.
− X −
La seguridad de la base de la fuerza aérea de Alzus era excepcional. Especialmente considerando el riesgo constante de los insurgentes y los simples opositores a la presencia extranjera en su país.
Para Rein sin embargo, salir subrepticiamente de la base no implicaba un problema mayor si iba sola.
Media hora antes de la medianoche, justo durante los inicios del cambio de guardia que era cuando más distraídos estaban todos, la teniente, vestida con un completo traje de operaciones gris claro con pasamontañas incluido, se dirigió a la zona que solía utilizar para escabullirse.
La base aérea estaba todavía en la zona urbana, pero lo suficientemente cerca de los linderos para que una zona moderadamente arbolada y completamente deshabitada, estuviera a treinta minutos caminando.
Esa noche, una ligera nevada había empezado y se mantenía persistente hasta ese momento. Por eso había seleccionado ese atuendo para moverse en las sombras sobre el manto de nieve que recién caía.
Mientras se dirigía al sitio del encuentro, Rein se preguntó desde cuando Duke Togo la estaba observando y desde cuándo tendría esa misión.
La Teniente Coronel Yagami había llegado escasas dos semanas antes. Lo que Rein recordaba era que Duke podía ser muy rápido para sus trabajos. Por lo general lo preparaba todo en una semana, a menos que fuera un caso muy difícil.
Era evidente que en ese caso necesitaban deshacerse primero de Hayate y hasta después, del Almirante Graham. Hayate tenía un rol que desempeñar en el plan de aquellos que la querían muerta.
Y muy probablemente, ella misma, por su pasado en el ejército, formaba parte del plan de respaldo de los autores intelectuales de esos encargos.
Rein se preguntó, una vez más, si Duke sabía eso y aun así había aceptado el trabajo.
No era que esperara consideración o compasión de él.
Ella tenía claro que si alguien le solicitara un trabajo a Duke donde ella fuera el objetivo, él lo evaluaría como evaluaba todas sus demás solicitudes. Si se ajustaba a sus estándares, él lo tomaría. Rein nunca había terminado de entender exactamente cuáles eran esos estándares pero le constaba que Duke aplicaba alguna regla para aceptar o rechazar trabajos.
Pese a ir pensando en todas esas posibilidades, desde que había salido de la base aérea, Rein había estado completamente concentrada en que nadie la viera, ni la siguiera.
Algo que también sabía, era que no sorprendería a Duke con su llegada, independientemente de sus precauciones.
Él había escogido el lugar y la hora para tener ese control.
Su selección le decía a Rein que había aceptado verla...en sus condiciones.
Conforme se alejaba del difuso límite urbano, los árboles se densificaban un poco más en una zona y hacía ahí se dirigió. Cuando atravesó una fila de árboles y salió de la sombra que sus copas producían, él estaba ahí, simplemente de pie sobre la nieve, a diferencia de ella, totalmente vestido de negro y contrastando poderosamente contra el fondo blanco del terreno.
Rein se detuvo a más de dos metros de distancia de él y durante varios segundos solo se miraron.
Habían pasado diez años desde la última vez que lo había visto, cuando él le había revelado su verdadero nombre y le había hecho un solo regalo. El cuchillo militar que Rein siempre portaba durante las operaciones.
Para Rein, él físicamente, se veía aterradora e impactantemente igual que cuando lo había visto la última vez en esa cabaña en medio de un bosque nevado a finales del invierno. Ni un ápice más viejo, ni un ápice más débil. Sin embargo...su mirada...ESA mirada, lo hacía verse más peligroso que nunca...Los yuktobanos tenían una palabra para esa transformación, que convertía a un lobo joven, fuerte, impetuoso y peligroso en un lobo maduro, sabio, sanguinario y LETAL...Un lobo curtido por la vida y la muerte que ha causado….матёрый волк….Matoryy Volk...La clase de lobo más peligroso con la que puedes encontrarte en la tundra durante la "larga noche" del invierno. La clase de lobo que no cometerá errores. La clase de lobo de la que no podrás escapar.
Para Duke Togo, Rein era otra persona por completo. La joven que iniciaba su desarrollo y que había partido para convertirse en militar no existía más. Frente a él, estaba una guerrera, una diosa de la muerte en la plenitud de sus capacidades. Ella se había convertido en algo que él nunca sería. Él era un asesino profesional, un hombre peligroso y letal. Pero no era y nunca sería, un guerrero. Ese camino de vida que Rein había abrazado, él lo había rechazado casi a la misma edad que ella lo había emprendido. Rein estaba ahí de pie frente a él, ya sin un ápice de la niñez que todavía podía verse en su rostro cuando se habían despedido tantos años atrás. La mujer frente a él, había crecido físicamente en todos los aspectos y aunque todavía le sacaba unos quince centímetros y treinta kilos de peso, Duke se daba cuenta a la perfección que subestimar a esa guerrera sería un error que cometería una sola vez.
Ambos, eran dos caras opuestas de la misma moneda de la muerte.
Durante los larguísimos segundos que solo se miraron, Rein supo que él no sería el primero en hablar.
Ese no era un encuentro de placer entre viejos amigos.
Y él no lo había pedido. Él nunca antes la había buscado.
Rein era quién había quedado en medio de él y sus objetivos.
Moviéndose con lentitud pero con decisión, Rein desenvainó su cuchillo del soporte donde siempre lo mantenía en su chaleco; ESE cuchillo que él le había dado años atrás y lo sostuvo en alto algunos segundos para después, inclinarse y ponerlo en el terreno cubierto de nieve en medio de ellos.
Un enfrentamiento.
Lo que significaba esa acción, era un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, con un solo cuchillo como opción entre ambos.
Un enfrentamiento en el que Rein, nunca antes, lo había vencido.
Y uno que, siempre habían llevado a cabo sin el cuchillo.
− Mi muerte ya fue tuya, la has tenido en tus manos y no me dejaste morir... Mi muerte no significa nada para tí,− dijo Rein con voz suave pero profundamente decidida y absoluta, − Así pues, te ofrezco mi vida...si tu ganas, mi vida será tuya hasta que lo quieras. Haré lo que tu quieras, viviré como tu quieras y moriré cómo y cuándo, tú quieras... Tu voluntad...será mi única voluntad.
Duke la escuchó, ponderando sus palabras varios segundos, antes de hacer la pregunta.
− ¿Y si tú ganas?
Rein, a diferencia de él, no esperó.
− Ambos viven y me dices QUIÉN te encargó ese trabajo.
Él negó lentamente con la cabeza.
− Nunca revelo quién me encarga un trabajo...por ninguna razón,− y el tono de Duke no admitía negociación.
− Necesito que quien haya decidido poner precio a sus cabezas, entienda A LA PERFECCIÓN, que fue un grave error que no debe intentar nunca más…,− dijo Rein con idéntico tono que no admitía negociación, − Que no PODRÁ...cometer nunca más.
Duke lo consideró.
− Si ganas...supongo que algo podremos arreglar,− dijo Duke al final, mirando a su antigua pupila, ahora rival con ligero escepticismo, − Pero hasta que ganes... no puedo ofrecer nada más.
Rein observó el cuchillo y después a Duke.
Pese a lo que acababa de decir, él no había tomado aún el cuchillo, zanjando así el duelo pactado.
− Si yo gano, si no mueres en nuestro enfrentamiento, tu vida me pertenece...serás mi arma,− dijo Duke mirando a Rein implacablemente, − Y lo primero que te ordenaré, será que asesines a Hayate Yagami
− SI tú ganas ... y si ese es su destino y el mío, no lo querría de ninguna otra forma,− dijo Rein a su vez con idéntica implacabilidad.
Duke la miró con intensidad por varios segundos. Demasiados, mientras la nieve seguía cayendo levemente alrededor de ambos.
¿Sería posible?
Nadie podía entender la muerte como ellos dos.
¿Sería realmente posible?
Sabiendo que solo había una manera de saberlo, él se inclinó para tomar el cuchillo que yacía sobre el terreno nevado. Tras tomarlo y guardarlo en sus ropas, zanjó la decisión con una frase
− Mañana, aquí mismo, a la medianoche.
Estado Federado de Alzus, Día 22, Onceavo Mes, 2037. 00:00 hrs.
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