El próximo capítulo será el último de esta historia y de alguna manera, me da pesar.
Nunca imaginé que me gustaría tanto escribir sobre Rein, y especialmente sobre Rein y Hayate juntas; ir construyendo esta parte de su historia, de los personajes específicamente, más allá de lo que se necesita para LΞG1ʘN.
Les agradezco a quienes la han seguido.
The ReinGuestFan: Time for answers in this chapter, some at least.
Duke Togo sale en La Sombra y también en el único capítulo que va de LΞG1ʘN...no voy a spoilear más, tendrán que leer para saber más.
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ADVERTENCIA: Este fic está inspirado en MSLN, y está clasificado M, por contenidos y situaciones que pueden ser muy fuertes y/o violentas para algunos lectores; así como escenas íntimas de carácter sexual. Estas escenas pueden ser femslash, F/F o F/M. Se recomienda la discreción del lector. Si este tipo de contenido no es de su agrado, por favor no lo lean.
DISCLAIMER: Los personajes de Magical Girl Lyrical Nanoha no me pertenecen y son propiedad de sus respectivos autores. Todas las situaciones y personajes presentados en esta historia son ficticios, cualquier parecido con situaciones o personajes reales, históricos o presentes, no es en absoluto intencional.
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"La Muerte Súbita"
por Aleksei Volken
Capítulo 8. La Muerte Plateada
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"La muerte es un castigo para algunos, para otros un regalo, y para muchos un favor."
Séneca.
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"La muerte como la virtud, tiene sus grados."
James O'Barr.
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"Solo los muertos han visto el fin de la guerra."
Platón.
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− Usted es quién no entiende...señorita, necesito hablar con el General EN ESTE MOMENTO.
En raras ocasiones, el Teniente Coronel Solf J. Kimblee se permitía el lujo de perder la compostura.
A muchas personas les habría gustado verlo como estaba en esos momentos...Tan alterado que incluso su porte perfecto se notaba desaliñado.
− El General no puede atenderlo en estos momentos, señor Kimblee...puedo transferirlo con…
− ¡No!,− gritó Kimblee un poco desaforado, − ¡Es TENIENTE CORONEL Kimblee!... ¡Y no puedo hablar con nadie más! ¡Necesito que me comunique al General Kobayashi, DE INMEDIATO!
Una melódica tonada le indicó a Kimblee que la estupida asistente de Kobayashi lo había puesto en espera.
El oficial se encontraba en una elegante oficina privada de la Embajada de Yuktobania en Alzus.
Si la embajada de Osea o la de Nordland eran lujosas y elegantes, la Embajada de la Unión de Repúblicas Yuktobanas era simplemente...indescriptible.
Literalmente.
El complejo ocupaba dos grandes bloques o manzanas con un área de más de ciento veinticinco mil metros cuadrados con múltiples zonas abiertas moderadamente arboladas. Las diferentes actividades se realizaban en cuatro grandes edificios de tres niveles sobre la superficie, un número desconocido de niveles subterráneos y un búnker especial para el personal diplomático estratégico.
Esta información era solo conocida por aquellos afortunados que podían entrar a la embajada, ya que desde el exterior, lo único que era visible era el gigantesco muro perimetral de más de veinte metros de altura.
Los alrededores de la embajada estaban rodeados por personal militar yuktobano distribuidos estratégicamente en múltiples retenes y nadie; además de que la barda perimetral mantenia instalados y en perpetua vigilancia avanzados sistemas de monitoreo y seguridad. Incluyendo torretas armadas. Nadie, absolutamente nadie podía entrar o salir sin que elementos militares y de la policía militar rusa lo revisaran a conciencia.
Desde afuera, los cautos habitantes de Alzus llamaban a la embajada yuktobana simplemente, "la Muralla".
Si bien por fuera, los edificios del complejo eran todos iguales y estandarizados, por dentro, cada uno tenía una decoración adecuada en función a su propósito.
A Kimblee siempre lo recibían, con bombo y platillo, así como con la mejor atención posible en el edificio diplomático principal: el más exclusivo y elegante. Si entrar a la embajada ya era dificil, entrar a ESE edificio en particular era prácticamente imposible. Un lujoso y amplísimo privado siempre lo esperaba con sus viandas y bebidas favoritas, así como un par de edecanes dispuestas a satisfacer cualquier solicitud que el oficial tuviera.
Ese día, sin embargo, tras recibirlo en la recepción general como siempre sucedía, la atractiva recepcionista lo había conducido a una modesta sala de espera aledaña a la recepción y después, sin ninguna otra explicación, lo habían conducido a la pequeña y "modesta" oficina donde se encontraba.
Tenía los medios necesarios para comunicarse a Midchilda pero ciertamente no era el trato a que estaba acostumbrado y menos en una situación tan imprevista como la que estaba enfrentando.
Solicitó hablar con su contacto en la Embajada, con el mismo resultado que estaba teniendo en esos momentos en Midchilda.
Ninguno.
Cuando estaba a punto de cortar la comunicación con la oficina del General, la insufrible música en el auricular se interrumpió.
El suspiro de alivio de Kimblee se interrumpió igual de rápido cuando la voz que respondió a su llamado no fue exactamente la que esperaba.
− ¿Realmente, H?
La suave y profunda voz femenina en su oído le causó un escalofrío involuntario.
− Te dimos TODO nuestro apoyo, todas las oportunidades...todos los recursos...TODO lo que has pedido te ha sido concedido… Has sido el hijo consentido de esta familia y lo ÚNICO que te fue solicitado fue: cumplir con tu deber...Solo tenías que cumplir con tu deber…,− continuó la mujer mientras que Kimble continuaba con la garganta cerrada.
− ¿Es que acaso piensas que la posición de "Harkonnen" es un juego?
En el silencio que siguió a esa última pregunta, Kimblee estalló.
− ¡Fue ella!... Todo estaba perfecto antes de que ella llegara…
− Tendrás una sola oportunidad de limpiar este desastre, H…,− lo interrumpió la voz con un tono terminante pero de exquisita suavidad, − No puede quedar ni un solo rastro que comprometa nuestra invisibilidad...Y eso te incluye...Recuerda el voto que tomaste. La recompensa es inconmensurable y equivalente a los riesgos. Si TU nos pones en riesgo...Bueno, ¿qué puedo decir?...Espero que siempre tengas tu pistola a mano...
En ese momento la línea quedó muerta y Kimblee comprendió que nadie iba a ayudarlo.
Ni siquiera los yuktobanos.
Kimblee se recompuso y se obligó a retomar la calma.
Los yuktobanos no lo ayudarían...de forma oficial al menos...necesitaba tomar medidas y necesitaba tomarlas rápidamente. En su afán de conseguir ayuda de su "organización" ya había perdido tiempo muy valioso.
El operativo debía haber terminado ya, Archer había tomado medidas preventivas pero nada podía garantizar que fueran suficientes. Tenían que empezar a moverse con un plan mucho más grande y ambicioso, de inmediato.
Con múltiples ideas bullendo en su cabeza, el Teniente Coronel salió a la elegante y eficiente recepción donde Archer lo esperaba desde hacía más de una hora.
Una sola mirada fue suficiente para saber que algo no iba de acuerdo a lo planeado.
− La maldita no se quedó en la base, Kimblee...− confirmó Archer en un susurro sibilino y furioso, − Valmet no pudo detenerla.
− ¿Force?,− preguntó Kimblee de inmediato.
Archer lo miró extrañado.
− Force…¿está en la base?,− añadió Kimblee exasperado.
− Ella está en la base, los perros de Hughes, Mustang y Hawkeye se llevaron a Yagami.
Kimblee sonrió y se relajó.
− Eso es todo lo que necesitamos,− dijo Kimblee confiado, − Yagami no tiene nada, Valmet destruyó el helicóptero...Y Force, es el elemento clave que necesitamos para destruir a la "Teniente Coronel"… Veremos que queda de su brillante carrera cuando terminemos con ella..,
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En Midchilda, en una oficina verdaderamente añeja y elegante, dos conversaciones terminaban al mismo tiempo.
− El embajador yuktobano no va a ayudar a Kimblee, él también necesita hacer un poco de limpieza en su operación…
Él estaba de pie y había tomado su llamada desde la exquisita mesa redonda de madera antigua que se utilizaba para reuniones.
Ella estaba sentada detrás del magnífico escritorio, también de madera oscura. Toda la pared a su espalda estaba cubierta de libros de piso a techo. Estos estaban cuidadosamente distribuidos en los igualmente exquisitos y elegantes libreros de madera. Varias fotografías que la mostraban junto a varias personalidades de la política nacional e internacional estaban cuidadosamente distribuidas en los entrepaños y en diferentes partes del amplio y elegante estudio, cuya decoración en antigua madera oscura era tan elegante como todo lo demás.
La atmósfera exudaba lujo y exclusividad.
− Evaluemos cómo resuelve Kimblee esta situación,− dijo ella sin moverse, con su mano tan solo sosteniendo su barbilla como si pensara, − Eso determinará su valor real para la organización...No lo necesitamos exactamente por sus habilidades como traficante de armas o mercenario, ni siquiera como militar, hay muchos otros que podrían ser más eficientes y seguramente menos riesgosos que él. Tengo otros objetivos para él en mente.
Él meneó la cabeza y decidió servirse un whisky pese a que tal vez era demasiado temprano.
− Siempre te ha gustado hacer apuestas riesgosas con elementos impredecibles y peligrosos,− añadió él con tono indiferente.
− Hacer apuestas arriesgadas y donde muchos otros no se atreven, es la única manera de ganar verdaderamente, Goro, tú lo sabes y tienes que reconocer que nunca me he equivocado…,− agregó esbozando una sonrisa, − Actívala...a ella y a los agentes en Alzus, vamos a necesitar un plan de respaldo en caso de que las cosas, digamos, se salgan un poco de control.
El General Goro Kobayashi dando un largo trago a su bebida pensó que tal vez ya estaba demasiado cansado para esa eterna batalla de poder.
− Eso si no lo hará,− dijo casi con aburrimiento, − Es la hija de su amiga. Aunque la Teniente Coronel Yagami no lo sabe…
− No, tontito...No queremos matar a la Teniente Coronel Yagami, ¡qué estupidez!,− dijo ella poniéndose de pie. A diferencia del General, ella no parecía un ápice mayor de treinta y cinco años, aunque tenía varios más...Muchos más, − La Teniente Coronel es brillante y la necesitamos viva aunque algunos de nuestros...hermanos, no lo entiendan aún y justo por eso nuestra arma secreta aceptará la misión.
− ¿Debo enviarla a algún lugar?,− preguntó el General ya enfilando hacia la puerta.
− No, la batalla será aquí, en Midchilda...les enviaré todas las instrucciones.
Cuando el General Kobayashi salió del elegante estudio, la Doctora Misako Tougane, Directora General de la sede en Midchilda del afamado Centro Internacional de Investigaciones Moleculares y Biomédicas, tomó un folder de uno de los cajones su escritorio para examinar su contenido.
El expediente era una copia exacta del expediente de Rein en las fuerzas armadas, complementado con algunos datos adicionales que ella había encargado.
La doctora realmente lamentaba no haber identificado a esa chica antes. Sin duda, ella se había escondido muy bien entre la escoria. Y resultaba muy relevante que prácticamente no existiera información acerca de ella, ANTES de su ingreso a la Academia Militar del G7 en Osea.
Le llamaba la atención principalmente porque aunque todos sus documentos establecían su nacionalidad como Oseana, el rostro perfecto que la miraba desde la fotografía, no correspondia en absoluto a los rasgos orientales típicos de la República Federal de Osea.
Sonriendo, la Doctora pensó que esos pequeños detalles, en realidad no importaban. Nunca era demasiado tarde para pulir un diamante en bruto...especialmente, uno que podía llegar a ser tan valioso como ese.
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Cuando Rein llegó finalmente, a los alrededores de la base aérea, el infierno mismo se había desatado las instalaciones.
Varios frentes de ataque insurgente, fuertemente armados con equipo de todo tipo, tenían a la base bajo un asedio intenso. Por lo que la oficial pudo establecer a partir de los patrones de ataque que observaba pertrechada en un edificio cercano, los grupos de insurgentes estaban asediando la base para crear una fractura que les permitiera entrar.
"Están tratando de tomar control de la base", pensó Rein con ligero asombro.
Esa era sin duda una jugada muy arriesgada. El costo para la insurgencia sería brutal e incluso si lograban su objetivo, el gobierno establecido de Alzus jamás les permitiría mantener esa posición.
Su objetivo estaba condenado al fracaso.
La única razón que Rein podía encontrar para explicar ese ataque era que tomar el control de la base no era lo que realmente querían.
Querían destruirla.
Y eso, solo podía ser obra de una sola persona.
El Teniente Coronel Kimblee.
Rápidamente, Rein analizó sus posibilidades. Su posición en el exterior le daba dos ventajas importantes. La primera era el factor sorpresa; ninguno de los equipos de ataque esperaba que alguien les cayera por la espalda.
El segundo y más importante, era que podía escoger qué objetivo perseguir.
Sus compañeros de la Unidad Aerotransportada estaban resistiendo pero Rein sabía que no tenían mucho tiempo más. Los insurgentes habían llegado con una cantidad bestial de equipo terrestre de alto poder.
El origen de esos insumos le resultaba altamente sospechoso a la oficial, pero no tenía tiempo de ponerse a evaluar esa situación. Necesitaba crear una brecha en la formación de ataque y necesitaba que fuera un hachazo, preciso y letal porque no pasaría mucho tiempo antes de que ella misma estuviera bajo ataque.
Por esa razón, Rein escogió el vehículo de ataque que tenía montada una Minigun.
La ametralladora pesada de cañones rotatorios le daría la ventaja que necesitaba durante unos segundos.
Rein utilizó el pseudo-vendaje que Duke le había hecho para sostener su hombro lo suficiente para darle apoyo manteniendo la movilidad y se preparó para la maniobra. No evitaría que tuviera dolor pero tenía otra alternativa que aguantar.
Con extraordinaria rapidez, Rein aprovechó un cambio de posición en el vehículo terrestre para atacar primero al conductor, cercenando su garganta con un cuchillo para después subir a la caja de la camioneta donde estaban los dos efectivos que operaban la ametralladora.
La sorpresa de ver a Rein ahí frente a ellos le dió los segundos que necesitaba para matarlos.
Rein solo se distrajo unos segundos para poner a su alcance todas las armas que ellos llevaban y de inmediato, utilizó la gran potencia, alcance y cadencia del Minigun para atacar las posiciones insurgentes que se encontraban junto a ella. La más peligrosa para la base, era la que llevaba el armamento antimaterial.
Ese tipo de cañones antitanque, les permitirían abrir la brecha en el muro perimetral de la base. Durante su primer minuto operando la Minigun, Rein logró hacer estallar el vehículo que llevaba la ametralladora antimaterial y otros dos vehículos con ametralladoras pesadas.
Mientras disparaba, Rein notó dos cosas.
Tanto sus compañeros en la base como los insurgentes atacantes, notaron su presencia. Y los últimos, ya estaban tomando medidas al respecto, tal y como había esperado.
Muy pronto, su propia posición estuvo bajo asedio intenso por lo que tuvo que bajar de la posición alta donde estaba instalado el Minigun, para encender el vehículo y tratar de acercarse lo más posible a la base.
La segunda cosa que notó, fue que "alguien" le prestaba una ayuda inesperada.
Ella no estaba disparando pero todos los efectivos insurgentes que trataban de seguirla, caían abatidos. Y por la forma en que caían, ella supo que no se trataba solamente de sus compañeros en la base aérea. Sin duda, algunos ya habían visto que ella era quién estaba atacando a sus atacantes y varios estaban también dirigiendo sus disparos para cubrirla; pero quién mayor cobertura le daba, disparaba en la dirección opuesta y lo estaba haciendo a muy larga distancia.
Rein se instaló con el vehículo frente a la puerta de acceso principal y volvió a subir a la posición de operación para disparar el Minigun.
Como no tenía comunicación con sus compañeros, no podía saber exactamente cuánto tiempo llevaban bajo asedio o qué medidas se estaban tomando para proteger la base. Al interior de esta, se podía apreciar varios puntos incendiados en los hangares.
Lo primero que los insurgentes habían desarticulado había sido su capacidad de vuelo.
Y la única manera de haber logrado eso era con información sobre cuántos helicópteros tenían y donde estaban apostados.
Eso solo confirmaba la teoría de Rein acerca de quiénes eran los verdaderos artífices de ese ataque.
Durante los siguientes minutos, la Teniente se mantuvo en esa posición disparando el Minigun para sostener su posición defensiva. Los casquillos se acumulaban ya por cientos alrededor de su posición y pronto iban a terminarse las ingentes cantidades de municiones que ese armamento utilizaba.
Justo cuando estaba empezando a preguntarse qué haría cuando ya no tuviera municiones, escuchó los helicópteros a lo lejos.
Al igual que sus atacantes, quienes se lanzaron en una última, desesperada y brutal ofensiva.
Cuando el apoyo aéreo empezó a disparar también sobre los atacantes, muchos empezaron a dispersarse.
Hasta ese momento, Rein pudo tomarse un respiro. Siguiendo una corazonada, no abandonó el vehículo, sino que lo encendió para cubrir los últimos metros y entrar a la base con él.
Paladiknight, uno de los efectivos que había estado con ella durante el operativo para tomar el hospital abandonado, era quién estaba como custodio en la puerta principal y quien le abrió.
No era fácil que algo sorprendiera a Rein pero la vista frente a ella, la hizo contener el aliento.
La base no había caído pero casi ninguna parte se había salvado de algún daño. Varios incendios amenazaban con salirse de control y varios de sus compañeros corrían auxiliando a los heridos y tratando de contener los incendios de myor riesgo.
La Mayor Valmet se aproximó hasta el punto donde Rein había recién estacionado la camioneta pick up militar que había obtenido de los insurgentes pero no tuvieron oportunidad de cruzar una sola palabra.
− ¡Force!
El grito del Mayor Archer hizo que ambas militares se volvieran para mirarlo con extrañeza.
Archer se aproximaba a ellas acompañado por dos efectivos más y todavía faltaban algunos metros para llegar hasta su posición cuando dió una orden que dejó a Rein pasmada.
− Arresten a esa maldita,− dijo Archer señalando a Rein, − Estas bajo arresto, Force. Bajo el cargo de alta traición y subversión...No creas que me engañas con tu sacrificada representación, yo sé que tú les ayudaste para este ataque...
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Pese a que algunos dudaban, nadie enfrentó a Archer a favor de Rein.
En medio del caos en el que la base había quedado nadie hubiera podido.
La Mayor Valmet lo intentó pero su "defensa" fue rápidamente acallada con las "pruebas" que Archer ya estaba preparando para el caso de Rein.
El Mayor tenía a sus disposición los videos de vigilancia, que mostraban como la Teniente Comandante Force había abandonado subrepticiamente la base, SIN avisar o solicitar permiso, un par de horas antes del ataque.
Nadie sabía dónde había estado o con quién.
Nadie más que Rein se había ausentado y era de todos conocido que ella, era la única que tenía vínculos con diferentes individuos locales de dudosas filiaciones.
Para Archer, el caso estaba hecho y todo encajaba con prístina claridad.
Pese a las objeciones de Valmet, Rein fue puesta en una pequeñísima celda de confinamiento que la Unidad había habilitado en uno de los sótanos del almacén general. Ese edificio era el único que no había sufrido daños significativos a diferencia de los hangares operativos donde estaban los vehículos, los helicópteros y las barracas del personal.
Ese fue otro factor del ataque que le pareció muy representativo a Rein.
Demasiado selectivo.
El almacén principal contenía todo el armamento, que no era poco, así como las municiones diversas y diferentes insumos. Desde las simples balas que utilizaban en sus pistolas hasta los misiles antitanque que Rein tanto había utilizado en el Alligator.
Todo estaba ahí.
Y debajo, en el sótano estaban esas celdas, que Kimblee tenía reservadas para sus "interrogatorios especiales". Solamente algunos efectivos, tenían acceso a esas instalaciones. Tanto al almacén como a las celdas.
Esa era la primera ocasión, que para empezar, Rein las veía.
Pese a las acusaciones de Archer y a su forzado arresto, la oficial se había mantenido serena. Estaba lista para enfrentar lo que fuera que el destino tuviera deparado para ella. Tal vez a muchos les hubiera resultado extraño, pero desde el día anterior Rein había aceptado no solo la posibilidad, sino la certeza de la muerte.
Decidir su propia muerte era lo más adecuado.
Pese a su determinación, cuando se vió en el reducido y claustrofóbico espacio de la celda, un recuerdo que ella juraba haber erradicado de su mente, enterrado junto con un pasado muy distante, se disparó como una explosión inesperada.
La pequeña celda no llegaba a los tres metros de ancho y largo. Sin ventanas, ni ventilación. La única luz provenía de una raquítica lámpara fluorescente ubicada exactamente sobre sus ojos.
Los hombres de Kimblee la habían dejado literalmente colgada por las muñecas al centro del reducido espacio en una posición que dejaba todo su cuerpo vulnerable y que por su hombro, resultaba particularmente incómoda y dolorosa.
Rein sin embargo no hizo ningún gesto y su rostro se mantuvo inmutable.
− Ponte cómoda, Force...en breve regresamos por tu ropa y tu botas...oh, ¿no te lo dijimos?...Los prisioneros en los interrogatorios siempre están desnudos...Tenemos que asegurarnos que no oculten nada, tu sabes.
Tras decirle eso y burlarse una vez más de ella, los dos hombres salieron, dejando a Rein en la oscuridad total.
Ella no se hacía ilusiones.
Kimblee había sido muy claro con sus intenciones de culparla de todo. La situación que acababa de suceder en la base iba a ser el colofón de un plan muy retorcido.
Ella lo sabía y no tenía problema en jugar el papel que le tocaba.
Lo más importante, era que ella, la Teniente Coronel Yagami pondría las cosas en su lugar.
Hayate era el rayo de luz que revelaría la verdad y lo único que necesitaba era tiempo; y eso, Rein se lo podía dar, al costo que fuera.
Cada minuto que pasaba a solas en esa celda, en realidad era un minuto más que Hayate tenía. Pensar en eso le dió fuerzas, hasta que finalmente, Rein escuchó pasos antes de que la puerta se abriera.
La mortecina luz de la celda, que quedaba encima de su cara se encendió, cegándola unos segundos y Rein se preparó.
− Ahora no estás tan brava, eh, bruja…
Pese a su determinación, la voz de Misha Kloshkin en ese preciso lugar, le produjo un escalofrío involuntario a Rein.
− Te dije que tendrías tu oportunidad,− dijo otra voz que eran en realidad la que Rein esperaba escuchar: Frank Archer...− Ahora estarás en deuda conmigo, Misha; esto no estaba incluido en las órdenes que me dieron, solo lo hago por tí y por que quiero ver sangrar a esta puta…
Rein hizo acopio de toda su serenidad y concentración, moderó su respiración y cerró los ojos. No serían sus ojos, ni sus otros sentidos por sí solos sino todo su ser, sintonizado con su silencio interior, lo que le permitirían enfrentar esa situación.
"La muerte perfecta nace del silencio. Y no me refiero al exterior. Si hay silencio en tu interior, no importa que reine el caos absoluto en el exterior; tú estarás por encima, por debajo, y alrededor del caos; su fuerza destructora jamás podrá tocarte, tu esencia resplandecerá como un sol, tu propósito será cortante como un cuchillo y tu mano, será firme como una roca... El silencio es tu fortaleza, tu única arma y tu única defensa. Debes temer al enemigo que traspase tu barrera de silencio...y desde ahora te digo, que solo hay uno que puede hacerlo: Tú misma.
En los años por venir, habrá momentos en que la serenidad de tu interior se vea perturbada por tus emociones. Jamás debes cuestionar la moral que escojas. Si decides seguir un camino, debes aceptar que es tu decisión y únicamente tuya. Puedes decir que no, incluso puedes cambiar de opinión… pero siempre debes tener la certeza de que quien blande la espada, empuña el cuchillo o presiona el gatillo...eres tú. Si decides quitar una vida, debes vivir en paz con esa decisión para siempre.
La muerte siempre llega en silencio...y nosotros, nos convertimos en ella."
Todo lo que Archer y Misha decían en ese momento, no importaba más.
El dolor no importaba más.
Ese temor lacerante que Misha le producía a la pequeña niña de siete años que había sido, fue envuelto por esa marea de silencio que crecía en su interior.
Rein permitió que su cuerpo fluyera con sus sentidos, su conciencia, su propósito y todos esos largos años de entrenamiento se concentraron en un solo punto de energía en su interior.
Cuando una mano jaló con violencia el frente del ajustado traje de operaciones que vestía desde la noche anterior, desgarrándolo, esa energía concentrada explotó.
Rein lanzó una rapidísima y violenta patada que aterrizó en pleno rostro de Misha, destrozando su nariz, dejándolo en el piso retorciéndose por respirar y ver.
Archer se paralizó un segundo y después se alejó con rapidez logrando esquivar en el último momento, una de las letales patadas de Rein, quien utilizando el precario apoyo que le daba estar colgada por las manos, le dió más vuelo y alcance a su patada sosteniéndose en el aire.
Misha y Archer, en su deseo de torturar a Rein y muy confiados de tenerla "a su merced" habían llevado para su encuentro con ella, tan solo una tonfa cada uno.
Archer, viendo a Misha todavía tirado en el piso con la cara ensangrentada, dejó que su furia se impusiera a su razón y se lanzó a golpear el torso de Rein con furia utilizando la tonfa. Ya no le importaba nada más. Lo único que quería era matarla a golpes.
Aun con su furia errática y sin estrategia, Rein recibió varios golpes en sus piernas y torso, mientras Archer giraba a su alrededor lanzando porrazos e insultándola como un loco. No iba a poder sorprenderlo como había sorprendido a Misha y sabía que estaba en desventaja.
Solo tenía una opción.
El último golpe de Archer, la hizo gruñir y encogerse de dolor, como si hubiera perdido todo el aire con la violencia del golpe. Él pensó que esa era su oportunidad de darle un golpe definitivo y se aproximó al golpeado cuerpo de Rein.
Se aproximó demasiado.
Antes de que la tonfa llegara ahora, al rostro de Rein en un impacto directo y letal, Archer se encontró con ambas piernas de la Teniente aprisionando su cuello en una tenaza implacable. Él la golpeó con fiereza tratando de liberarse pero la presión en su cuello solo aumentó hasta que la oscuridad total lo envolvió.
Rein, colgándose dolorosamente de la cadena, lo zarandeó con las piernas para asegurarse que estaba, al menos, desmayado antes de dejar caer el cuerpo al piso.
Pasos apresurados en el exterior le indicaron que Archer y Misha no habían ido a verla solos y se preparó para continuar dando batalla...Aun sabiendo que si quien llegaba tenía una pistola…
La puerta entreabierta, se abrió con violencia.
La Mayor Valmet entró en posición de ataque con su pistola amartillada y lista para disparar.
La recién llegada sin embargo, no disparó, solo observó con sorpresa la escena frente a ella: Rein colgando del techo y los dos hombres tirados a sus pies.
Rein la miró a los ojos.
− Force...
Hasta entonces, Valmet enfundó su pistola y sacó sus llaves para liberar a Rein de las esposas que la mantenían colgada.
Dos hombres más llegaron un poco después.
− Arresten al yuktobano,− dijo Valmet mirando a Misha al tiempo que le daba apoyo a Rein, la filiación de este era evidente para todos por su uniforme, − Ese no tiene nada que hacer en nuestra base por lo que tendrá que dar varias explicaciones...pongan al Mayor Archer en custodia y llamen al oficial médico…
Rein negó con la cabeza pero Valmet fue inflexible.
La Mayor acompañó a Rein para salir del sótano e insistía en que el equipo médico la revisara ahí mismo, en el hangar almacén para que no tuvieran que ir hasta el área médica cuando una ligera conmoción llamó la atención de ambas.
Misha había agredido violentamente a los efectivos que lo arrestaban; aún con la nariz rota y la cara ensangrentada había desarmado a uno y disparado contra ambos militares; y en ese momento salía hecho una furia disparando a todos con quienes se cruzaba.
Como había sucedido previamente con Archer, él sólo tenía una cosa en mente: Poner una bala en la cabeza de Rein y ya no tenía nada más que perder para lograrlo.
− ¡No disparen!,− gritó Valmet pero desenfundó su arma y se puso frente al cuerpo de Rein que iba desarmada.
Pese a las instrucciones de la Mayor, sus efectivos sabían que tenían que detener al yuktobano loco antes de que causara un incidente mayor y se lanzaron sobre él.
En su frenesí y su desesperación por matar a Rein, uno de los disparos de Misha impactó uno de los tanques de combustible de alto octanaje que mantenían en el almacén y el infierno se desató en un segundo.
Rein y Valmet hicieron lo posible por sacar a todos sus compañeros que habían entrado al hangar almacén debido al incidente pero en cuestión de segundos, la instalación completa se transformó en una bola de fuego explosiva.
Solamente aquellos que estaban cerca de la puerta del hangar, lograron salir antes de que una sucesión de fuertes explosiones sacudiera todo lo que quedaba en pie de la ya maltrecha base.
− ¿Cómo demonios sucedió este maldito desastre?,− preguntó Valmet ya que estuvieron a cubierto.
Todos, tanto Rein como Valmet y todos los efectivos que seguían en pie estaban agotados y miraban desolados el hangar preguntándose exactamente lo mismo que la Mayor.
Durante sus horas de encierro, Rein había perdido el sentido del tiempo.
Archer la había arrestado en la madrugada pero en esos momentos que la base volvía a ser la fuente que oscurecía con denso humo negro el cielo de Alzus, ya era más de mediodía.
− El vehículo con el que entré durante el asedio,− dijo Rein al cabo de un rato, ya que ese vehículo encerraba una de las razones de ese sinsentido que vivían, − ¿Lo revisaron?
Valmet miró a Rein y su mirada decepcionada lo decía todo.
− El Minigun es Midchildiano,− agregó Rein, a lo que Valmet asintió.
− Ese era Midchildiano, pero logramos recuperar otros insumos que son de procedencia yuktobana...Esto va a ser un puto caos, Force...Archer...− Valmet no podía decir más y en realidad no era necesario, −Y Kimblee no aparece por ningún lado…
A raíz del ataque que la base aérea había sufrido la noche anterior, varias actividades y protocolos de emergencia ya habían sido activados con apoyo del gobierno local. Por ello, poco después de las explosiones, nuevos vehículos de emergencia llegaron a la base para apoyar en apagar el incendio y atender a los heridos.
Con esa última explosión, la base aérea había quedado prácticamente destruida.
Poco después de que llegaran los vehículos de asistencia inmediata de Alzus, un contingente militar de Midchilda también arribó sin previo aviso.
Tres vehículos blindados con los escudos de armas tanto del Ejército de Midchilda como del G7, solicitaron su acceso y los agotados oficiales de vigilancia, apenas tuvieron tiempo de avisarle a la Mayor Valmet acerca de sus nuevos visitantes.
Valmet convocó apresuradamente a todos los oficiales disponibles, de Teniente para arriba y ordenó a todos los demás efectivos que se enfocarán a las tareas de recuperación, limpieza y mantenimiento que ya tenían asignadas...Con carácter de urgente.
Rein dudó si debía sumarse. Ese último incidente que había terminado de destruir la base iba a complicar un escenario ya era extremadamente complicado. Valmet sin embargo, le ordenó tomar su lugar en la formación..
Todos los oficiales de la Unidad Aerotransportada sintieron un nudo en el estómago al notar que un par de los militares que descendían de los vehículos, tenían el rango de General. Otros tenían un rango menor pero igualmente importante. En total, el contingente "oficial" estaba conformado por siete oficiales de alto rango.
Adicionalmente, varios soldados con uniformes de operaciones especiales del G7 y escudos del ejército de Midchilda, descendieron de las unidades y se quedaron en posición de alerta y vigilancia.
Valmet no conocía personalmente a ninguno de ellos...pero sabía perfectamente de quiénes se trataba. Todos se cuadraron en un saludo militar al instante y lo sostuvieron todo el tiempo que a la pequeña comitiva les tomó llegar hasta su posición.
Los visitantes lucían sendos uniformes el Estado Mayor Conjunto lo cuál le agregaba un poco más de ornamentos al típico uniforme del ejército. El Brigadier General Grumman fué el primero en hablar.
− En descanso, Mayor,− dijo el veterano General observando detenidamente las fachas que todos tenían.
Todos los efectivos que integraban ese inusual comité de recepción parecían haber estado en una cruenta batalla por horas… Y aparte de tener todo el semblante de haberla perdido, todos tenían encima esa inconfundible mezcla del combate formada por humo, hollín, polvo...y sangre.
− General Brigadier Philip Armstrong, Comandante en Jefe del Comando Nororiental, División de Operaciones Conjuntas del G7,− dijo el General Grumman iniciando su presentación de los oficiales de mayor rango que lo acompañaban, − Y Teniente Coronel Alex Armstrong, Comando de Inteligencia y Seguridad del Estado Mayor Conjunto.
Valmet se inclinó levemente en señal de reconocimiento.
Pese a que él ya tenía todos los informes que necesitaba, tenía que hacer la pregunta.
− ¿Nos podría explicar que sucedió aquí, Mayor Valmet?,− solicitó el General con voz suave pero mirada implacable.
En otras circunstancias, Valmet habría llevado a los Generales al hangar principal donde se planeaban todas las operaciones y donde estaba el Cuarto de Guerra de Kimblee, pero dadas las circunstancias...Habían tenido que habilitar un hospital temporal en dichas instalaciones y todavía estaban en el proceso de limpieza y remoción de escombros de la noche anterior...Sin contar el incendio que todavía devoraba vorazmente el hangar almacén.
La verdad es que ese contingente había llegado con extrema rapidez dadas las circunstancias.
Rein, que no tenía que dar las explicaciones como Valmet, sintió un poco de compasión. La celeridad con la que esos militares de alto rango habían llegado solo podía significar que estaban bajo vigilancia, desde mucho antes.
La Mayor Valmet describió de la forma más sucinta posible, lo acontecido la noche anterior e hizo su mejor esfuerzo para darle un poco de sentido a la estupidez que había ocasionado el fatal incendio del almacén.
Cuando Valmet terminó su breve explicación, Rein pidió permiso para hablar y sugirió llevar a los visitantes al hangar que Hayate había usado como oficina ya que, por alguna extraña casualidad, ese hangar había sido de los menos dañados y al menos, no tendrían que hablar en la intemperie.
Kimblee, escogió ese preciso momento para llegar con una escolta de tan solo dos efectivos, en uno de los vehículos blindados que tenían asignados.
Si se sorprendió de encontrar ahí a los recién llegados, lo ocultó magistralmente bien. El Teniente Coronel lucía impecable en su uniforme oficial, casi como si supiera que tendría esa "visita especial" estaba perfectamente rasurado, sus zapatos brillaban y no tenía ni un pelo fuera de lugar.
El oficial estaba listo incluso para un desfile si hubiera sido necesario.
De inmediato, se puso a dar instrucciones sobre tareas que Valmet ya había organizado como si supiera lo que estaba haciendo y lo que había pasado en su ausencia.
− General Grumman,− dijo Kimblee, si bien el General Armstrong era el jefe de su jefe como comandante de las fuerzas terrestres de Midchilda en el comando Nororiental, el General Grumman era el Comandante General de las TODAS las fuerzas terrestres Midchildianas en el G7. Si Grumman estaba ahí, estaban metidos en un problema gigante y eso también tenía que "agradecerselo" a la entrometida Teniente Coronel Yagami.
Grumman era el oficial a quién ella había contactado utilizando sus credenciales del comando central para solicitar el apoyo durante el último operativo fallido que habían tenido.
Tan pronto sus contactos le informaron que Grumman en persona, se dirigía a la azotada base de la Unidad Aerotransportada, Kimblee se apresuró a regresar de inmediato.
− La Mayor Valmet nos explicaba la situación, Teniente Coronel,− dijo Grumman observando detenidamente a Kimblee, − Este incidente puede tener repercusiones muy graves para Midchilda en el plano internacional, por eso el Teniente Coronel Armstrong liderara la investigación correspondiente bajo la supervisión del General Armstrong.
− Por supuesto General, cuente con toda nuestra colaboración,− exclamó Kimblee muy solícito inclinándose, para después dirigir su mirada hacía Rein, − Como parte de esa investigación General, debo solicitar la custodia inmediata de la Teniente Comandante Rein Force, por su participación en esta lamentable situación.
Grumman miró a la Mayor Valmet pero Rein se adelantó.
− Teniente Comandante Rein Eins Force, a sus órdenes General Grumman,− dijo Rein dando un paso al frente de su posición. La oficial saludó formalmente sin dejar de mirar al frente, como era la costumbre.
Con ese simple acto Rein estaba diciendo que estaba lista para enfrentar lo que hubiera que enfrentar. Y por su aspecto, parecía que había estado haciéndolo desde mucho antes.
Grumman miró con extremo detalle a Rein y después a Kimblee.
− ¿En custodia, dice usted Teniente Coronel?,− repitió el General frunciendo ligeramente el ceño.
− Si señor, es altamente riesgoso dejar a la Teniente Force sin vigilancia ya que ella, es la principal sospechosa de esta terrible situación.
Durante todo ese rato, Rein no se había movido un milímetro.
El General Grumman observó a la joven militar una vez más antes de volverse hacía Kimble, barriéndolo nuevamente de pies a cabeza con la mirada.
− Sus hombres, parecen haber enfrentado una tremenda batalla...a diferencia de usted, Teniente Coronel, ¿Dónde estaba usted cuando esta "terrible situación" estaba sucediendo?
Kimblee tragó visiblemente sorprendido de la pregunta del General. Sus contactos le habían dicho que tendría un aliado en la comitiva militar y tal vez erróneamente, él había dado por sentado que sería el General.
− Estaba en la Embajada de Osea, General...asegurándome que la Teniente Coronel Yagami saliera hacía Midchilda con los importantes reportes que debe entregar al Comando Central, ese fue mi compromiso formal con el Almirante Gil Graham.
− Entonces ya sabe que la Embajada de Osea también sufrió un ataque esta mañana,− inquirió el General aunque su tono no era de pregunta.
Kimblee lo sabía, de hecho él había orquestado toda la situación sobre la embajada para sorprender a Hayate en su salida hacía Midchilda. Para su mala suerte, aún no sabía si su plan había tenido éxito.
Y por supuesto, él estaba en un hotel de lujo financiado por la Unión de Repúblicas Yuktobanas, monitoreando toda la situación cuando le llegó el aviso de la llegada de la comitiva al aeropuerto internacional de Alzus.
Apenas había tenido el tiempo suficiente para llegar a la Base Aérea.
− Así es, General,− respondió lo más escuetamente posible.
− ¿Y qué noticias me tiene de la Teniente Coronel Yagami?,− insistió Grumman.
− Lamentablemente ninguna, General, yo no pude hablar con ella pero espero que pronto podamos tener confirmación que se encuentra segura y a salvo,− respondió Kimblee inclinando la cabeza.
El General Grumman asintió levemente y observó a sus dos acompañantes.
− Sin duda conduciremos una investigación,− dijo Grumman con tono terminante, − Y no se preocupe por la Teniente Comandante Force...TODA la Unidad Aerotransportada estará bajo custodia mientras se lleva a cabo la investigación, Teniente Coronel Kimblee...incluyéndolo a usted.
Mientras Kimblee procesaba esa información y sus implicaciones, Grumman dió sus últimas instrucciones de forma terminante.
− General Armstrong… Proceda.
Base Aérea de la Unidad Aerotransportada, Estado Federado de Alzus, Día 23, Onceavo Mes, 2037. 14:21 hrs.
− X −
− Cuanta razón tuviste...− dijo Rein mientras levantaba una botella de cerveza para chocarla ligeramente con otra, − Eso fue un maldito PUTO desastre…
− Caos, Force...Dije que sería un puto caos...Y lo fué,− precisó la Mayor Sophia Valmet al tiempo que daba un larguísimo trago a la primera cerveza que podía tomar en semanas, mismas que se le habían hecho eternas a la oficial.
Y tal vez por primera vez, Rein le daba la razón.
Las dos militares se encontraban en el techo del hangar donde se encontraba su barraca. Pasaban de las diez de la noche y la base de la fuerza aérea donde habían estado apostados durante todo el invierno, estaba ya en turno de operación nocturno. Todo estaba inusualmente tranquilo y en silencio. Pronto llegaría la primavera a Midchilda y el cielo nocturno estaba límpido y brillante pese a no haber lunas llenas. Al día siguiente sería la última audiencia a la tendrían que atender, se emitiría el dictámen final y todo "volvería a la normalidad".
Todo lo normal que se pudiera para sus circunstancias.
Los siguientes tres meses desde el incidente en la base aérea, fueron una batalla para todos los efectivos de la Unidad Aerotransportada que había sido, prácticamente, desactivada.
Los efectivos que no estaban heridos, fueron trasladados y acuartelados en la Base Principal de la Fuerza Aérea en Midchilda, donde debían quedarse durante todo el tiempo que las investigaciones se llevaran a cabo, con el estatus de activo pero "en proceso".
Los heridos, eventualmente también fueron apostados en la Base de Midchilda conforme iban siendo dados de alta.
El General Grumman cumplió su palabra a cabalidad.
El comité de investigación que fue integrado para determinar lo que había sucedido durante el ataque a la Unidad durante su apostamiento en la Base Aérea de Alzus, fue extremadamente meticuloso y detallado. Entrevistaron a TODOS los efectivos, de todos los rangos, varias veces.
Durante todo ese tiempo, todos estuvieron en inactivo.
Nadie fue acusado o arrestado, ni siquiera Rein; pero tampoco, nadie podía salir de la base, ni tener asignada ninguna actividad oficial.
Cuando la tensión los tenía casi subiéndose por las paredes y todos estaban a punto de salirse de control, el General Grumman ordenó sesiones de entrenamiento extenuantes para todos...pero de la misma forma, nadie podía salir.
Hasta mucho después, cuando toda la situación se aclaró, Rein entendió la estrategia del General.
La verdad era algo que no podía ser dicho. A veces la verdad necesitaba, como las viejas fotografías de antaño...ser revelada.
Cuando se estaba en medio de una tormenta de arena, era imposible ver nada. Sobrevivir, era la única prioridad. El General aplicó la sabiduría del desierto para esos casos y esperó pacientemente a que la tormenta de arena amainara para aplicar su proceso de "revelado de la verdad".
Después barrió a conciencia.
Y poco a poco, las imágenes puras y crudas, salieron a la luz.
Rein había esperado ver a Hayate como parte del comité de investigación pero durante todos esos meses no había tenido una sola noticia de la oficial.
Los primeros días, se preocupó. Nadie hacía mención sobre la Teniente Coronel o sobre la parte de la investigación que ella había realizado. Hasta una tarde que Riza Hawkeye fue a verla con el pretexto de llevarle algunos libros.
Rein leía...pero nunca le había dicho a Riza que clase de lecturas prefería y ciertamente las novelas románticas no estaban incluidas en sus preferencias.
Cuando se despidieron, Riza tomó la mano de Rein para un saludo de camaradas pero la hizo acercarse para susurrarle al oído, "Ella está bien...Dice que solo hagas lo que te dijo".
Ese mensaje tuvo a Rein devanándose los sesos durante días recordando o al menos tratando de recordar, cada detalle de las conversaciones que había tenido con la Teniente Coronel. Pese a sus esfuerzos, no podía identificar que le hubiera pedido hacer algo en particular.
Hasta el día de su segunda audiencia., que las piezas encajaron finalmente en su lugar.
Como parte del proceso de investigación, todos los efectivos, tenían que asistir a sus audiencias solos y no había límite al número de veces que tenían que presentarse con los investigadores y seguir un estricto protocolo de respuestas.
Así los ahora venidos a menos, "Diamantes Rojos", hartos del encierro y la metódica pero aburrida dinámica de investigación; llamaban a esas audiencias, "interrogatorios", con profundo desprecio...Hasta que Rein les recordó "los interrogatorios" que Kimblee realizaba durante sus misiones.
Entonces todos se quedaron callados.
Durante su primera "audiencia", los investigadores le preguntaron a Rein solamente sobre su pasado militar desde sus tiempos en la academia del G7 y sus primeras misiones como parte del operativo "Tormenta de Fuego".
Solamente al final le solicitaron que describiera lo qué había pasado ese día, durante el ataque a la base.
Dado que sobre ese día, no se había generado un "reporte oficial", que fuera sancionado por Kimblee, Rein se encontró de pronto sin elementos de referencia.
Ella y todos los demás efectivos.
Mientras que todos ellos habían sido trasladados en grupos a Midchilda y apostados en la base aérea, a Kimblee no lo habían vuelto a ver desde esa tarde en Alzus. Todas sus instrucciones provenían del Teniente Coronel Armstrong que fungía como comandante interino de la Unidad durante la investigación y controlaba sus actividades durante su forzado acuartelamiento.
De manera que cuando llegó esa pregunta, Rein optó por la verdad…
O al menos, la parte de la verdad que NO incluía un duelo a muerte con Duke Togo...
O el asesinato de Dragan Nikolaecivh…
O su relación en un pasado distante y olvidado con cierto Misha Kloshkin...
Salvo por esos pequeños detalles, Rein optó por enfocarse en el apoyo que le había brindado a la Teniente Coronel Yagami y a describir, con total simpleza y crudeza todo lo que había pasado en la noche del ataque y el incidente posterior con Archer y Kloshkin.
− ¿Tiene idea de que hacía el Teniente Mikhail Kloshkin en la base ese día?
− ¿Tiene conocimiento de que el hermano del Teniente Kloshkin, Czar Konstantine Kloshkin es un traficante de armas en nororiente?
− ¿Tuvo alguna relación con alguno de los hermanos Koshkin?
− ¿Sabe de alguna relación entre el Mayor Frank Archer y los hermanos Kloshkin?
− ¿Tiene conocimiento de alguna relación entre el Teniente Coronel Kimble y los hermanos Kloshkin?
− ¿Tiene conocimiento de que alguno de sus compañeros en la unidad esté relacionado, de alguna forma, con el Ejército Yuktobano o con la insurgencia?
Su respuesta, a esa y otras incontables preguntas en ese tenor, fue simplemente: "No".
El día de su segunda audiencia mientras esperaba su llamada a declarar, impecablemente vestida en su uniforme y ya no se devanaba por trata de entender el mensaje que Riza le había transmitido, Rein escuchó claras como el primer momento, las palabras que Hayate le había dicho en un claro del bosque solo con la tenue luz de las lunas sobre sus cabezas.
"Lo que menos deseo en la vida, es que decidas convertirte en un medio para la muerte; en un instrumento de destrucción...Tú puedes decidir y lo que más deseo, es que te decidas por la vida…"
Entonces Rein entendió que tenía que decir todo lo que pudiera decir, para apoyar esa decisión que había tomado de "salvar" a Hayate. Eso era lo último que le quedaba por hacer.
A partir de entonces durante sus audiencias, dejando de lado su pasado personal; dijo todo, absolutamente todo lo que había pasado como parte de los operativos de la Unidad Aerotransportada desde el primer día que estuvo asignada en esa posición. Desde su rol como operador principal del Alligator asignado a la unidad, sus instrucciones para las incursiones terrestres y aéreas, así como la última tarea que le fue asignada como enlace con la investigación de comando central.
Todo, sin omitir un solo detalle.
Bazhrakistan...Járkov… y muchos más, hasta llegar a Alzus.
Habló de ella, no de sus compañeros u oficiales, de la forma como abordó las instrucciones que le fueron entregadas y de SU relación con ciertos grupos de la resistencia. Zoe, por lo que Riza le dijo brevemente, sería un testigo fundamental por lo sucedido no solo en Bazhrakistán, sino también en otros lugares donde la Aerotransportada había jugado un rol crucial.
Y también habló de ese último fatídico encuentro con Frank Archer y Misha Kloshkin, así como las motivaciones detrás de esa animadversión de los oficiales hacía ella: Su apoyo a la investigación de la Teniente Coronel Yagami.
Rein no necesitaba esforzarse para describir los hechos puros y concretos, su excelente memoria hacía que sus relatos fueran concisos y muy completos. En varias ocasiones durante las audiencias, los investigadores intercambiaban significativas miradas y marcaban diferentes partes de sus dossiers de pruebas.
Durante todo ese tiempo, jamás vió o supo nada de Hayate.
− ¿Qué harás después de mañana?,− preguntó Valmet. Su cerveza se había acabado desde hacía mucho rato pero ninguna de las dos se había movido.
Rein se había hecho esa pregunta sin mucho afán de contestarse las últimas tres semanas.
Ya sabía desde mucho antes que no podía seguir en la Unidad Aerotransportada.
Lo que no tenía claro aún era si quería seguir en el ejército.
Y menos aún, sabía que quería hacer con su vida.
Eso, suponiendo que la decisión fuera favorable para ella y no la acusaran como Kimblee había pretendido desde un principio para terminar en una prisión militar por quien sabe cuanto tiempo.
Ninguno de ellos estaba exento de esa posibilidad, pero no quiso minar el entusiasmo de Valmet. Al final, todos habían seguido órdenes.
− Tengo seis o siete años de vacaciones atrasadas...tal vez tomé una licencia de un par de meses,− dijo Rein sin pensarlo mucho.
Valmet estaba recostada con los brazos detrás de la cabeza mirando hacía el cielo, mientras que Rein estaba sentada con las piernas ligeramente abiertas y sus brazos rodéandolas.
− ¿Irás a casa?,− preguntó Valmet sin moverse, − Nunca te he escuchado referirte al sitio donde vives...
Casa.
Rein cayó en la cuenta de que no tenía "una casa" o un sitio al que pudiera llegar más allá del ejército.
La imagen de cabañas con largos techos inclinados cubiertas de nieve y un denso bosque emergió en su memoria sin que la hubiera llamado.
Shirakawago.
Ahí, a diferencia de Midchilda, estaría nevado por varias semanas más, casi hasta el final del cuarto mes...por lo menos.
Eso era lo más cercano a "un lugar donde vivir" que podía identificar.
− Supongo que sí…
− Bueno, al menos habrás aprendido algo, ya no eres tan mala con el cuchillo Force...no sé cómo sobreviviste con esa pésima técnica que tenías….
Rein sonrió.
Durante las obligadas y extenuantes sesiones de entrenamiento que el Teniente Coronel Armstrong les ordenaba, Rein y Valmet encontraron una actividad que disfrutaban.
El combate cuerpo a cuerpo con cuchillos.
Rein descubrió que la Mayor Sophia Valmet era MUCHO mejor que ella en ese rubro.
Valmet descubrió, como Duke Togo años antes, que Rein aprendía más rápido que nadie.
La verdad sea dicha, Rein ya era muy buena con el cuchillo. Aunque Valmet no lo reconociera públicamente, su técnica y fuerza la hacían una contendiente difícil y peligrosa. Pero la Mayor era mucho mejor.
Valmet era el equivalente con el cuchillo, a Rein con el rifle de francotirador; por lo que durante incontables días se enfrentaron una y otra vez, con un cuchillo, con dos, en la oscuridad, en la piscina, con una mano y en todas las variantes que se les ocurrieron, a ellas y a todos lo que apostaban durante sus encuentros.
Para ese momento, que llegaba el momento final de una etapa de sus vidas, Rein había hecho a la segunda amiga de su vida a punta de cuchillazos...Y Valmet quizá a la primera.
Cuando las dos militares se despidieron pasaba de la medianoche y la audiencia de Rein era a las 8 de la mañana.
Al menos, la espera llegaría a su fin.
Pasara lo que pasara, mañana tendrían una determinación.
Las audiencias se realizaron siempre en una de las salas principales del área legal del Departamento de Defensa. Aunque esa División no se encontraba muy lejos de la base donde se encontraban, todos los efectivos que tenían audiencia ese día eran transportados en el mismo autobús y tenían varias salas asignadas en el moderno edificio.
Nada muy elegante.
La estricta funcionalidad burocrática y la seguridad era lo que determinaba el estilo de esas instalaciones.
Fue hasta esa última que Rein volvió a ver a Hayate.
La Teniente Coronel estaba de pie, junto con el Teniente Coronel Maes Hughes en la entrada de la sala donde sería su audiencia.
Maes la saludó con familiaridad e increíble buen humor.
− Force,− dijo Maes sonriendo mientras Rein se cuadraba en un saludo militar como se esperaba formalmente, − En descanso Teniente.
Maes estrechó la mano de Rein mientras que Hayate solo la saludó con una leve sonrisa y una inclinación de cabeza.
Pese a lo distante de su saludo a Rein no le pasó desapercibida la mirada que la oficial le lanzó antes de entrar a la sala donde los investigadores designados los esperaban.
Todas las audiencias tenían la misma configuración. Los tres investigadores principales, todos ellos militares de alto rango, se sentaban en una larga mesa ubicada al fondo de la sala y frente a ellos una silla solitaria donde se sentaba el entrevistado.
Esa mañana sin embargo, frente a la larga mesa del comité se encontraba una mesa más pequeña con dos asientos. Rein recibió la instrucción de esperar de pie a un costado de la sala, justo en medio de ambas mesas, mientras que Hayate y Maes tomaron los asientos en la mesa.
Para sorpresa de Rein, en esa audiencia, ella no dijo una sola palabra.
Los únicos que hablaron fueron Maes y Hayate. El primero, como su comandante en jefe durante tres años en el MMV Nimitz y Hayate como oficial a cargo de la investigación sobre Járkov.
Los oficiales describieron sus aptitudes y compromiso con sus labores. Hayate en particular, enfatizó el rol estratégico que Rein había tenido para la obtención de las pruebas que había entregado al comité de investigación.
No se hizo ninguna mención a un "supuesto" intento de asesinato sobre el Almirante Graham o sobre Hayate y tampoco se mencionaron las fatídicas palabras, "crimenes de guerra".
La audiencia, fue una de las más cortas que le habían tocado a Rein y al final, le entregaron su carta de liberación, con lo cuál ya no se encontraba en custodia.
La Teniente Comandante Rein Eins Force estaba nuevamente en activo y sus instrucciones fueron presentarse con el nuevo comandante en jefe oficial de la reconstituida Unidad Aerotransportada, Teniente Coronel Alex Louis Armstrong.
Rein, sin embargo, no se engañaba. Hayate ya debía saber todo lo que ella había declarado en sus audiencias previas. Y especialmente, todo lo que estaba en la caja negra del Alligator.
Hayate había sobrevivido y aunque no volviera a saber de ella, había tomado una decisión que les había permitido llegar hasta ese punto. Sus caminos se separarían a partir de ese momento, por ello cuando salieron al acceso principal del edificio, Rein no pudo evitar la pregunta; pese a saber que muchos ojos probablemente no perdían detalle de su interacción con los dos oficiales.
− ¿Realmente van a darle carpetazo de esta forma?
Maes y Hayate se miraron.
− Iré por el auto, Teniente Coronel Yagami,− dijo Hughes con una sonrisa, − Comandante, si me hiciera favor de escoltar a la Teniente Coronel hasta mi regreso, le agradecería mucho.
Rein asintió con un saludó mientras Maes se retiraba hablando por su dispositivo móvil.
Hayate se aproximó unos centímetros, siempre dando la espalda hacia el edificio como si esperara de forma indiferente su transporte.
− Kimblee fue...removido, como Comandante en Jefe de la Aerotransportada pero no pudimos lograr que aceptaran fincar responsabilidades en él. Él depositó toda la culpa en Archer y pretendía que tú la compartieras,− dijo Hayate en voz muy baja mirando de soslayo a Rein, − Tal como me dijiste alguna vez, los crímenes de guerra son muy difíciles de probar porque salpican a demasiadas personas. Kimblee lo sabía y lo usó a su favor.
El semblante de Rein no se modificó. Pese a lo que Hayate le había dicho, su principal preocupación no era ella misma.
− Debe tener aliados muy poderosos, ¿eso no será un riesgo para...ustedes?
Hayate contuvo una sonrisa, que Rein matizara su preocupación por ella con esa caballerosidad era...tierno.
− No pudimos presentar pruebas irrefutables de algún plan que comprometiera la integridad de nadie, pero sí quedó un antecedente importante; especialmente porque SI pudimos presentar pruebas fehacientes e incuestionables de todo lo que sucedió. Todos entendieron que esa era una información por la valía la pena matar,− continuó Hayate volviéndose finalmente para mirar a Rein fijamente, − Aunque hayan clasificado todo el material como reservado...Eso, solo sucedió gracias a tí y puso a Kimblee en una posición muy difícil. Aunque él haya culpado a Archer y la embajada yuktobana, a Kloshkin y Nikolaevich, todo sucedió bajo sus narices "sin que se enterara"...Eso mínimamente, es negligencia calificada y lo inhabilita como comandante. Fue removido de la Aerotransportada y de momento, no tiene una asignación. Tal vez te parece que no fue una victoria pero piensa en lo más importante….
Rein esperó pacientemente con una ceja ligeramente arqueada.
− A veces hay que perder una batalla para poder continuar con otras que son cruciales...Pudimos proteger lo importante y ahora nuevas medidas y protocolos de seguridad serán implementados para que esto no pase...no al menos tán fácilmente. Zoé podrá tener un atisbo de justicia y vivir segura. Todos ustedes fueron exculpados...Y a ti especialmente...Van a darte algunos reconocimientos ¿sabías?,− remató Hayate sonriendo ligeramente, − Salvaste a tu brigada durante la recuperación de la planta eléctrica, salvaste a Falman, salvaste a toda la Unidad durante el ataque… y me salvaste a mí.
− Esos pedazos de lata no sirven para nada…,− dijo Rein antes de poder contenerse y de notar la mirada que Hayate le dirigía cuando dijo la última parte.
− Hmmm, es posible...pero no las menosprecies, no sabemos qué peso puedan tener cuando decidas qué hacer con tu carrera después ...,− dijo Hayate y en ese momento, el elegante automóvil oficial del Teniente Coronel Maes Hughes se estacionó junto a ellas.
Rein entendía.
No podían decirle nada más.
Lo que le habían dicho ya era suficiente.
− Cuídese, Teniente Coronel,− dijo Rein abriendo la puerta trasera del vehículo para Hayate al tiempo que le hacía el saludo formal a ella y a Maes, que la esperaba ya en el asiento.
Hayate se tomó un par de segundos para observar la imagen que Rein ofrecía en su impecable uniforme militar formal. Esa era la primera vez que la veía de uniforme oficial y no en equipo de campaña, uniforme de operativo o su uniforme de piloto. Pensando que Rein se veía espectacular en cualquier uniforme se obligó a subir al auto, como si nada.
− No olvido que tenemos un encuentro pendiente...Comandante,− dijo Hayate al pasar junto a ella sin mirarla y en voz tan baja que Rein todavía se quedó pensando en qué diablos significaba eso cuando el auto militar ya se alejaba sobre la calle.
Edificio Sede de la Secretaría de Defensa, Región Noreste de la Ciudad de Midchilda, Día 13, Tercer Mes, 2038. 10:05 hrs.
− X −
Rein llegó silenciosamente a su "tierra natal"...adoptiva.
Pese a que con su uniforme militar del ejército de Midchilda, resaltaba notoriamente, nadie le prestó atención a su llegada al Aeropuerto Internacional de Kansai.
Para ese viaje Rein, hizo todo sin reservaciones previas.
De la misma forma como llegó al Aeropuerto Internacional de Midchilda solo con un pequeña mochila militar y compró el boleto de avión para el siguiente vuelo a Oured, la moderna capital de la República Federal de Osea, rentó el primer auto que estuvo disponible por una semana y llegó a un modesto hotel de Shirakawago donde la miraron como si fuera un extraterrestre.
El hotel era pequeño pero famoso por su onsen tradicional por lo que usualmente, sólo aceptaban huéspedes con reservación. La gerente del hotel, una atractiva y joven ejecutiva, evaluó a Rein de pies a cabeza en su uniforme militar extranjero pero hablando el idioma local a la perfección, así como totalmente inmune al frío que se acrecentaba un poco con la llegada del deshielo y aceptó rentarle la habitación...Además de dejarle una tarjeta con su número telefónico personal para cualquier cosa que se le pudiera ofrecer durante su estancia.
Rein se acomodó en la habitación y considerando sus opciones de vestimenta, decidió dejarse el pantalón del uniforme solo con una camisa blanca simple y su chamarra de piloto sin galones, ni distintivos.
Aún así, llamaba significativamente la atención, más que por su vestuario militar, por su apariencia y su elevada estatura.
Su llegada a Kabukicho, tampoco pasó desapercibida.
− ¡Rein!...¡Wow!...¡Luces espectacular, espera a que las chicas nuevas te vean!
Misery, la joven rubia que la había recibido en su primera visita a Kabukicho ya no era tan joven como en aquella ocasión pero ahora, también era la mano derecha de Hilma, la próspera dueña del lugar.
Observando lo poco que había cambiado el lugar y su ambiente en general, Rein recordó que la última vez que había visitado Kabukicho había sido antes de su transferencia a la Unidad Aerotransportada, por lo que hacía mucho tiempo que no sabía del lugar… y de una persona en particular.
Misery no perdió el tiempo y llevó a Rein a una de sus mejores mesas, ordenando que le trajeran el sake y las viandas que sabía le gustaban a la militar.
− Me gustaría ver a Kohaku, si está disponible,− solicitó Rein cuando Misery hizo una pausa para respirar.
Antes de que Misery, pudiera responder una profunda voz masculina que ambas conocían muy bien, dió la respuesta.
− Kohaku ya no trabaja aquí.
Rein miró más allá de Misery para encontrarse con la imponente figura de Duke Togo.
Misery los observó medirse con la mirada y se retiró en silencio.
Tras varios segundos y sin esperar una invitación, Duke se sentó en la mesa con Rein, tomó la jarra de sake y lo sirvió para ambos en dos pequeños vasos tradicionales.
Rein descubrió que había extrañado el sabor y la sensación de esa tradicional bebida, servida de esa forma, caliente y en sus recipientes de cerámica. Realmente hacían que el sabor fuera diferente.
Ambos bebieron en silencio, solo disfrutando la bebida. Cuando terminaron esa ronda, Rein hizo lo propio y sirvió para ambos.
Cuando terminaron la pequeña jarra de sake un par de rondas después, Duke se puso de pie y antes de enfilar hacía uno de los privados donde dos chicas ya lo esperaban, dejó a Rein con un último aviso.
− Le dará gusto verte, pero te advierto...no puedes comprarla. Nadie puede hacerlo más.
Rein solo asintió lentamente, ponderando las implicaciones de esa información.
Para su sorpresa, ella también tenía un par de chicas esperándola.
Hilma, la dueña del lugar en persona le informó que toda su estancia de esa noche en el lugar, era por cortesía "del señor Togo".
− Nos da gusto tenerte de vuelta,− le dijo Hilma colgada del brazo de Rein mientras la conducía a su privado, − ¿Te quedarás más días esta vez?
Rein respondió que todavía lo estaba considerando y por primera vez en muchos meses, se relajó y se dejó llevar por las atenciones de sus acompañantes de esa noche sin ninguna preocupación.
Aparentemente.
Pese a que Hilma le cedió el mejor privado, les ofrecieron viandas y su bebida favorita, y a que sus dos chicas de esa noche atendieron cada uno de sus requerimientos y mucho más, de alguna forma, Rein no pudo solo dejarse llevar como siempre. Después de sus meses de acuartelamiento ella había pensado que ese desasosiego que sentía se debía a que necesitaba ese desahogo físico, pero al menos esa noche, no le dió la liberación que estaba buscando.
Ni las siguientes.
Rein visitó dos veces más Kabukicho durante esa semana y pese a que el servicio había sido excepcional como siempre, una parte de ella seguía sintiendo que algo le faltaba; como cuando había salido de Midchilda una semana antes.
Justo por eso había querido ver a Kohaku.
Ella siempre había sabido escucharla de una forma especial. Le hacía las preguntas correctas que le permitían ver a Rein las respuestas que necesitaba desde que era una niña.
El penúltimo día de su estancia en Shirakawago, se levantó muy temprano, tomó su auto y enfiló por un sendero que había recorrido por última vez más de diez años atrás y que pensó que jamás volvería a recorrer.
Detuvo el auto y se bajó unos metros antes de llegar a un claro muy conocido en medio del bosque.
La cabaña estaba exactamente igual a cómo la recordaba; aunque ahora ya sabía que no era solo una "cabaña" sino una amplia casa de madera tradicional y que en realidad, era muy grande para los estándares...Todo sin embargo, a excepción de los frondosos árboles, se veía más pequeño. Había escuchado antes de ese efecto, pero jamás pensó que le tocaría vivirlo. O que hubiera sido tan pequeña cuando se fué.
− Entonces si eres tú,− dijo una mujer rubia desde la mampara semi-transparente que cubría el acceso principal.
Kohaku también se veía más pequeña de lo que Rein recordaba, pero eso no impidió que la mujer saliera vistiendo un simple kimono pese al frío, la abrazara estrechamente y la hiciera entrar a la cabaña.
− Gané la apuesta,− dijo con una sonrisa mientras guiaba a Rein a la cocina, − Él dijo que tardarías más en venir...y que existía la posibilidad que no vinieras, pero yo sabía que sí vendrías…
Rein resopló ligeramente y meneó la cabeza. Al parecer, ahora el gran Duke Togo se dedicaba a hacer apuestas...sobre su persona sólo para fallar estrepitosamente.
Como siempre que se encontraban, Kohaku atendió a Rein todo el tiempo con una cálida sonrisa, con té y dulces tradicionales mientras hablaban y fué hasta la hora de la comida, que Duke apareció.
Como siempre que estaba en su casa, vestía un gi negro de entrenamiento y si la presencia de Rein lo sorprendió, nada en su semblante lo demostró.
Se sentó en la mesa como si nada, como si todos los días compartieran una comida juntos. Durante ese tiempo, Kohako lucía feliz como Rein nunca antes la había visto.
Cuando terminaron, fue el turno de Kohaku de dejarlos a solas.
− ¿Qué fue lo que perdiste esta vez?,− preguntó Rein mirando la espalda de Kohaku que salía después de dejarles una tetera con té verde muy caliente.
Duke la miró muy serio, con los brazos cruzados sobre el pecho antes de responder.
− Yo lavaré los platos durante todo el tiempo que estés aquí,− dijo él con simpleza.
Rein lo miró con el ceño fruncido.
− Tú siempre has lavado los platos.
El se mantuvo en la misma posición y sólo encogió levemente los hombros.
− Ella no lo sabe...cada quién lava sus platos.
Rein meneó la cabeza y no pudo evitar sonreír.
Por lo que Kohaku le había contado, desde hacía un par de años que decidió retirarse de Kabukicho mientras todavía era joven, vivía con él. Los dos compartían la cabaña, las tareas domésticas, la comida, el té...pero no la cama.
Duke seguía visitando los burdeles cuando lo necesitaba o se le antojaba, ya sea que estuviera en Shirakawago o en una misión.
Eran unos extraños compañeros de casa, que no se pedían nada el uno al otro.
Kohaku estaba feliz con el acuerdo.
Y por lo que podía ver, Duke también.
Para Rein eso era suficiente. Ella también creía que las cosas no tenían por qué ser complicadas.
Mientras tomaban el té en silencio, Duke extrajo un sobre de su manga y lo deslizó sobre la mesa de madera hacía Rein, quien miró primero a uno y después al otro sin decidirse a tomarlo o a preguntar.
Finalmente, cuando se resignó a que Duke no diría una palabra, tomó el sobre y casi dió un respingo al ver su contenido.
Los documentos correspondían a una cuenta del banco federal de Osea...por cinco millones de dólares midchildianos.
− ¿Qué es esto?,− preguntó Rein mirando a Duke casi enojada.
Que Rein lo tomara a mal era una posibilidad que él había considerado desde el principio, pero aún así se arriesgó. Era lo que había pensado desde el principio...desde el primer momento que Rein había decidido quedarse con él para aprender sobre la vida, a través de la muerte.
− Es el pago que recibí por la misión de asesinar a un hombre, en Norilsk, durante el fin de año de 2019,− respondió él con simpleza, − Más los intereses de diez años…
Rein casi no daba crédito a lo que escuchaba. Nunca le había interesado el dinero...menos por ESA razón en particular, por ese día y por ese hombre, ella estaba a punto de devolverle el sobre cuando Duke levantó su mano indicándole que esperara.
− La única forma de protegerte,− dijo Duke, − Era que todos pensaran que yo me había encargado de él. Tanto de las personas que me contrataron para matarlo, como de las que lo protegían. Tú no fuiste la primera que agredió...y no habrías sido la última. En ese momento, no estabas lista para enfrentar a monstruos como él...Pero ahora es diferente.
− ¿Por qué?,− preguntó Rein todavía mirando el sobre. Nadie sabía de ella y sobre su pasado.
− La vida es extraña e impredecible, y sus caminos se cruzan de formas misteriosas,− continuó Duke y aunque estaba ahí, mirándola, ella tuvo la sensación como si él estuviera mirando hacía adentro de sí, hacía otro tiempo y otro lugar, − Los monstruos tienen una manera extraña de regresar para perseguirnos, y los peores, son aquellos que no parecen lo que verdaderamente son, ¿tú llegaste a pensar que volverías a ver al yuktobano...Ese que te atacó en el burdel?
Rein tuvo que reconocer que no. Jamás pensó que volvería a ver a Misha de entre todas las personas posibles.
− No importa donde lo dejemos enterrado,− dijo Duke volviendo a mirar a Rein, − Mientras esté vivo, el pasado siempre regresa.
− ¿Y con esto estamos a mano?,− preguntó Rein en referencia a la deuda que él había mencionado después de su enfrentamiento pero nuevamente, Duke negó con la cabeza.
− Hay solo una manera de saldar esa deuda,− concluyó Duke, − Y será cuando finalmente pueda llegar a tiempo.
Rein no tenía idea de a qué se refería con eso y también sabía que él no se lo iba a explicar. Sabría la respuesta cuando fuera el momento y ni un minuto antes.
Cuando terminaron de hablar, Duke se puso de pie para sacar de uno de los muebles de madera un conjunto de ropa negra pulcramente doblada para dejarlo sobre la mesa, frente a Rein. Ella no tenía que desdoblarlo para saber que eran un gi, un traje de entrenamiento de artes marciales, como el que usaba cuando vivía ahí.
− Puedes quedarte todo el tiempo que quieras...o que necesites,− dijo él volviéndose para salir.
− ¿Por qué ahora?,− preguntó Rein de pronto cuando él ya casi dejaba la habitación.
− Tenías que aprender el valor de ser autosuficiente...Nunca hay que dar demasiado dinero a los jóvenes, ahora podrás usarlo sabiamente.
Rein evitó sonreír mientras lo veía alejarse, para después mirar la prenda de ropa frente a ella. Finalmente decidió cambiarse y quedarse al menos esa noche.
Aunque la cabaña parecía pequeña, en realidad no lo era.
Poco antes del atardecer, Kohaku preparó la tina de madera tradicional que mantenían en el patio trasero de la cabaña desde donde podía verse la puesta del sol y fue hasta donde Rein estaba sentada contemplando el bosque y disfrutando del silencio, para arrastrarla con ella.
− Puedes disfrutar del silencio, del bosque, las sombras y todas esas cosas filosóficas de ustedes los guerreros, dentro del agua,− dijo cuando Rein protestó sobre la interrupción a su meditación.
Kohaku le había dicho poco antes, que no quería terminar como una prostituta vieja y acabada en el burdel. Por ello había decidido retirarse. Y para su sorpresa, Duke le había ayudado a comprar su libertad sin pedirle nada a cambio.
Y de alguna forma, ese acuerdo de convivencia "temporal" que tuvieron después de su salida del burdel, se había ido haciendo permanente.
Pese a lo que Kohaku decía de sí misma, seguía siendo una mujer joven y muy hermosa.
Especialmente bajo la luz del atardecer.
Cuando Rein estaba a punto de empezar a desvestirse a regañadientes, Kohaku la detuvo y la hizo sentarse en el banco de madera que usaban como escalones para subir a la tina. Esta última ya estaba llena hasta el borde de agua caliente que por lo frío del ambiente, despedía una gruesa voluta de humo en toda la superficie de la extensa tina circular.
De pie frente a Rein, Kohaku comenzó muy lentamente a deshacer su kimono, hasta que la delicada tela cayó a sus pies para revelar su desnudez. Su piel era tan blanca e inmaculada como el día que se habían conocido tantos años atrás.
Ella se quedó inmovil varios segundos, dejando que Rein la mirara y después con movimientos cuidadosos, se aproximó para hacer que Rein se pusiera de pie y procedió a desvestirla con roces suaves y lentos.
− Has crecido...en todos los aspectos,− dijo Kohaku con una sonrisa cuando Rein estuvo también desnuda frente a ella y sus dedos recorrían con mucha suavidad su pecho, descendiendo por la curva de sus senos hasta recorrer el borde de sus pezones que ya estaban muy duros, por el frío y el contacto de sus dedos.
Tomando a la militar de la mano, la condujo dentro de la tina donde ambas se acomodaron y Rein trató de relajarse y concentrarse en la vista del bosque y el atardecer.
Estuvieron en la tina hasta que todo estaba oscuro a su alrededor.
En los esporádicos ratos en que hablaban, Kohaku le hizo muchas preguntas a Rein, no sobre la guerra y sus misiones; sino sobre los lugares que había visto, sobre las personas y sobre cosas que nadie le habría preguntado.
Le pidió a Rein describirle cosas aparentemente simples cómo eran el cielo, las estrellas o los pájaros en esos lugares lejanos que ella nunca había visto, ni podía imaginar; y también le había preguntado con gran interés que habían dejado a la militar pensando largo rato como explicar; cómo los sabores, los olores, la comida y los colores.
Y también le preguntó sobre "ese" incidente.
− ¿Realmente te enfrentaste con él en un duelo... a muerte?,− le había preguntado Kohaku en voz baja y con semblante preocupado mientras acariciaba el rostro de Rein en la penumbra.
− No era exactamente un duelo a muerte...no la nuestra, al menos…
Kohaku no le creyó y de todas formas, exclamó enojada, − ¡Pero que locura! y ¿que ibas a hacer si perdías?
Rein solo sonrió.
− No podía perder…
− Dioses, ustedes son imposibles...¿realmente habrían sido capaces de matarse uno a otro?
Rein prefería no conocer la respuesta a esa pregunta nunca en su vida.
En los ratos que no hablaban, Kohaku acariciaba suavemente el cuerpo de Rein, le daba masaje en el cuello, la espalda o los pies.
Cuando salieron del agua caliente, Kohaku le puso a Rein una abrigadora bata y la condujo hasta su habitación.
Los tenues rayos del sol despertaron a Rein a la mañana siguiente, para encontrarse abrazada al cuerpo desnudo de Kohaku.
Había dormido tan profundo y en paz como hacía...años quizá, que no lo hacía.
Su "visita" de un día...se transformó en una estancia de seis meses.
Gracias a la ayuda de las recomendaciones de Maes Hughes, el comando central le autorizó todas sus vacaciones juntas, así como una licencia temporal. La Teniente no tenía que presentarse en activo hasta principios del año entrante.
En ese momento, tendría que tomar una decisión final. Quedarse o darse de baja definitivamente.
Rein decidió que aprovecharía esa oportunidad para ver cómo sería la vida fuera del ejército.
Durante esos meses, Rein y Duke entrenaron juntos y ella aprovechó para "presumir" sus "nuevas" y mejoradas técnicas para los enfrentamientos con cuchillo; y se encontró plácidamente sorprendida de ver a Duke sudar y batallar para contenerla.
Dependiendo de donde fueran sus "sesiones de entrenamiento", Kohaku se sentaba en un banco o sobre una de las enormes piedras que abundaban en su zona del bosque y los observaba medirse, a veces durante horas. Especialmente, disfrutó observarlos durante el verano, cuando el calor les permitía entrenar en fundoshi. Más allá de la inherente violencia de sus encuentros, que siempre dejaban a uno o a otra, con golpes o cortes visibles; verlos era como observar una hermosa danza letal.
Sus corporalidades eran muy diferentes, pero ambos tenían cuerpos muy fuertes y atléticos, se movían con increíble rapidez y precisión; y demostraban una técnica impecable. La combinación de ambos en la plenitud de sus capacidades físicas era simplemente...espectacular.
La temperatura corporal de Kohaku subía siempre un par de grados o más, cada vez que los observaba enfrentarse, por lo que esos días muy calurosos, se preparaba un té frío con mucho hielo para acompañar sus sesiones de observación.
Además del combate cuerpo a cuerpo, también midieron sus habilidades de disparo en las condiciones más extremas y difíciles posibles; desarmaron, limpiaron y volvieron a armar TODAS las armas que Duke tenía mientras hablaban interminablemente sobre esas y todas las que no tenía, pero tendría en algún momento, así como otros múltiples y diversos armamentos.
La lista de posibilidades era tan extensa y hablaron tanto de armas que en cierto momento, hartaron a Kohaku.
− Es increíble que dos personas que NO hablan en lo absoluto y a quienes hay que sacarles las palabras a patadas, puedan decir tanto de unas cuantas balas en un cañon…¡Por todos los Dioses, al menos hablen de sexo…!
Duke y Rein no hablaban de sexo entre ellos.
Ellos solamente visitaban Kabukicho con esporádica regularidad.
Duke salió varias veces durante ese periodo de tiempo y Kohaku aprovechó para que Rein la llevara hasta Oured en el auto de Duke que ahora Rein sabía, era un perfecto Chevelle clásico de más de treinta años. Las dos recorrieron la ciudad juntas y para la militar en descanso fue en realidad, como conocerla por primera vez, ya que nunca la visitó antes de unirse al ejército.
En resumen, Rein estaba suspendida en un agradable limbo por primera vez en su vida.
Aunque ciertas noches sin embargo, sentía que algo le faltaba.
Y aunque no podía ponerle nombre a esa sensación, con el tiempo, la sensación tomó forma por sí sola.
Eventualmente, durante esas lánguidas mañanas y tardes, Rein volvió a dibujar y pese a que hacía años que no lo hacía, una vez que empezó, los trazos se sucedieron con inesperada facilidad.
Tal y como lo había hecho años atrás, solo usaba papel y lápiz o grafito. Gracias a eso pudo mostrarle a Kohaku su visión del desierto, de la selva y las montañas que había visitado, mientras la rubia miraba embelesada, los dibujos que en ciertos momentos parecían increíbles imágenes de otro mundo o de otra realidad.
Hasta que sucedió.
− Ella parece una chica interesante,− dijo Kohaku mirando sobre el hombro de Rein que no se había percatado de su presencia mientras dibujaba en el bosque.
El pletórico cuaderno de Rein, mostraba en esa página un dibujo bastante detallado de la Teniente Coronel Hayate Yagami, de una forma que Rein jamás la había visto.
− Es una chica interesante,− respondió Rein un poco ambiguamente, observando su dibujo como si no lo hubiera hecho con sus propias manos.
Kohaku no insistió en saber más pero no dejó de notar que ese, no era el único dibujo sobre esa joven de la que Rein no hablaba.
La temporada de lluvias llegó con fuerza a finales del verano, el calor se fué y a mediados del otoño, cuando el frío invernal comenzó a anunciar su llegada, los mensajes de correo electrónico también comenzaron a llegar.
El primero fue de Riza Hawkeye, comentándole de una oportunidad de trabajo en el Comando Central. La ahora Teniente Comandante Hawkeye estaba muy entusiasmada con su nueva posición, tenía un equipo de investigación con el Mayor Mustang y tenían una posición equivalente para alguien con el perfil de Rein. De acuerdo a Riza, era la oportunidad perfecta para la carrera de Rein… y para que volvieran a trabajar juntas.
El segundo mensaje fue una extraña pero increíblemente buena oferta de trabajo privado de la empresa Dassault - Space & Heavy Industries que amablemente, le solicitaba una entrevista para evaluarla para un importante puesto en la organización.
Rein observó ese mensaje en particular por un minuto entero, antes de crear un archivo protegido en la Nube con los principales datos que podría necesitar de ese correo para después, bloquear al remitente, que por supuesto no conocía y no estaba segura de querer conocer. Su puro nombre, encendía todas las alarmas posibles en la mente de Rein: Mikhail Pavlichenko.
Nada podía sonar más yuktobano que eso.
El tercero fue nuevamente de Riza Hawkeye. En esta ocasión, su amiga era solo un intermediario.
La Teniente Coronel Hayate Yagami la invitaba a la ceremonia de ascensos y entrega de méritos del Ejército de Midchilda.
− X −
El otoño llegó y el bosque se cubrió de ocres, naranjas y caobas, pero en esa zona particular de Osea, las hojas de los árboles tomaban también todos los tonos posibles del escarlata: guinda, bermellón y carmesí intenso. Por ello al caer, formaban una increíble alfombra roja, cubierta a su vez por un domo otoñal con múltiples matices en el mismo tono.
Rein tuvo que reconocer que esa era su estación favorita. Y más que nada, su lugar favorito. Adoraba caminar bajo ese follaje, escuchar los sonidos del bosque y del aire entre las hojas, el olor particular que despedían los árboles y especialmente, esos silencios. A ratos, todo, incluso el aire se detenía; como si todo a su alrededor, incluso el tiempo contuviera la respiración. Para reanudar después.
En ningún otro lado se sentía más consciente de estar viva que en esos momentos.
Se sentó sobre una enorme roca, vistiendo el mismo gí que Duke le había dado el primer día que llegó, observando ese cielo de azul prístino increíble, que siempre le recordaba la mirada de alguien, hasta que se transformó en naranjas y púrpuras intensos.
− La cena está lista.
Rein había escuchado a Kohaku aproximarse desde mucho antes. No se había movido porque quería alargar ese momento en el bosque lo más posible.
Sabía que podría regresar siempre que quisiera.
Pero nunca más sería ese mismo bosque y ese mismo momento.
Había cosas que, irremediablemente, siempre sucedían por última vez. Sucedían otras, nuevas, diferentes, mejores o peores, pero nunca eran iguales. Esas hojas y esos colores desaparecerían para siempre; igual que ese momento. Y solo quedaría un recuerdo en su memoría.
De la misma forma que esa hermosa mujer que la esperaba y que Rein también observó con igual detenimiento, bajo la tenue luz del rojizo sol crepuscular.
Al día siguiente regresaría a Midchilda.
Le quedaban todavía dos meses más de permiso, pero había llegado el tiempo de decidir. La invitación de la Teniente Coronel Yagami era solo el detonador de algo que era igualmente inevitable.
Podía decidir que ya no quería nada más con el ejército de Midchilda.
O podía decidir continuar.
Y ella sabía que ahí sentada en medio del bosque nunca iba a tomar la decisión.
Incluso podía decidir regresar a ese bosque y recluirse como en un faro, alejado de todo y de todos...Pero tenía que ser una decisión...no algo fortuito que le pasara sin su control.
Ante su silencio, Kohaku la tomó de la mano y caminaron juntas de regreso a la cabaña.
Para ese día, Kohaku se había lucido preparando una cena especial para Rein, con todo lo que sabía, más le gustaba a la alta y silenciosa joven.
Duke miró con sorpresa y un poco de preocupación la cantidad de utensilios y vajilla que Kohaku había utilizado...y que él tendría que lavar, aunque internamente se deleitó también con toda la comida que podría saborear gracias a su pupila.
La cena transcurrió agradable y afable, con los consabidos silencios llenos de significado entre Duke y Rein. Para el postre, Kohaku nuevamente los sorprendió con los favoritos de Rein: Mochi y Momiji preparados de la forma más tradicional.
Ninguno hizo mención a cómo Kohaku había adquirido esa excelencia en la cocina. Rein la elogió profusamente y Duke, en su estilo personal, la secundó.
Para Kohaku, el mayor elogio fue que acabaron con todo y especialmente, que sus dos inusuales compañeros se notaban relajados y muy a gusto.
Tomaron té sentados en los cómodos y sencillos cojines de Duke tenía como único mobiliario hasta bien entrada la noche.
Kohaku, sin embargo, tenía un objetivo muy claro para esa noche.
− Hay algo que quiero pedirles a ambos,− dijo cuando vio que tanto Duke como Rein se preparaban para despedirse por la noche. Los dos eran a veces tan increíblemente parecidos en algunas cosas sin darse cuenta, que a veces la conmovía.
Pero esa noche no era una de esas ocasiones.
Rein y Duke la miraron con un gesto casi idéntico. Serios y con una ceja ligeramente levantada. Ni uno de los dos preguntó de qué se trataba la petición. Tan solo esperaban en ese silencio inamovible como una gigantesca pared de concreto armado.
Kohaku se puso de pie, hizo que Duke y Rein se sentaran juntos, y después se sentó frente a ellos en una perfecta posición seiza.
− A partir de este día, de este momento,− dijo después de lanzar un largo suspiro, − Necesito que prometan, sin importar lo que pase, que JAMÁS volverán a enfrentarse como lo hicieron el año pasado...por ninguna razón…
Eso último lo dijo mirando fijamente a Duke.
− No es como que hayamos querido enfrentarnos, Ko-chan,− dijo Rein con serena tranquilidad.
− Ella,− dijo Duke haciendo énfasis en dirección a Rein solo con su ceja, − Debería evitar quedar en medio de una situación que no puede controlar...El trabajo no la involucraba a ella en lo absoluto…
− Yo, soy la única que decide en qué me involucro…,− dijo Rein volviéndose para mirar a Duke muy seria.
Ambos se miraban ya con el ceño ligeramente fruncido.
− Basta…,− exclamó Kohaku poniendo sus manos en el pecho de cada uno, − Me importan un RÁBANO sus razones, justificaciones y excusas...No me importa si ninguno de los dos tiene la madurez suficiente para aceptar que se importan y se respetan...Necesito que lo prometan, ahora, en este instante y para siempre...Así como hacen las cosas ustedes, los cabezotas profesionales.
Kohaku estaba tan seria y determinada, como nunca antes la habían visto que, a regañadientes y ambos en su estilo, aceptaron no confrontarse en el futuro por ninguna razón.
− Jamás,− insistió Kohaku todavía no muy convencida, tomándolos por el frente del ligero gi que cada uno usaba, − No quiero que bajo ninguna circunstancia, realmente puedan llegar a matarse el uno al otro, ¿lo prometen?
Hasta ese momento, Rein y Duke se miraron y miraron a la tenaz rubia frente a ellos antes de asentir.
Pese al silencio de ambos, esta vez Kohaku si lo sintió verdadero.
Solo le faltaba una cosa más por hacer.
Esa era una despedida...pero también sería un comienzo, como el atardecer que prometía el amanecer siguiente.
Sin previo aviso, Kohaku se aproximó a Rein, tomó su rostro muy suavemente entre sus manos y se elevó ligeramente sobre sus piernas para besarla en los labios.
Rein pensó que sería un roce simple, como un beso de despedida...pero no...El cuerpo de Kohaku se pegó al suyo y esos labios, que hacía mucho tiempo no probaba, se movieron sobre los suyos pidiendo algo más que solo un roce.
Ambas escucharon a Duke moverse para retirarse pero la mano de Kohaku lo detuvo, aún sin dejar de besar a Rein.
− Voy a necesitar tu ayuda,− le dijo mirándolo con una sonrisa seductora cuando se separó.
Rein y Duke se miraron con sorpresa.
− Vamos a sellar este pacto, pero como no me gusta la sangre, lo haremos de una forma más...agradable…
Todavía sin entender o creer que era lo que la rubia se proponía, se dejaron guiar hasta su habitación.
Ella los desvistió a ambos, empezando primero por Duke, ocultando una sonrisa al notar que ya estaba parcialmente erecto. Verlas a ella y a Rein besándose no lo había dejado tan inmune como pretendía.
Después de tantos años viviendo juntos, Rein y Duke sabían perfectamente cómo eran desnudos, pero nunca habían tenido esa clase de intimidad, ni siquiera cuando acudían juntos a Kabukicho.
− ¿Alguna vez han estado con alguien a quien no le hayan pagado?,− preguntó Kohaku con voz inocente, haciendo que ambos se sentaran en su amplio futón, mientras empezaba a desvestirse .
Duke hizo un gesto tan ambiguo que por primera vez Kohaku sintió curiosidad. ¿Sería posible?
Rein sin embargo, de forma totalmente inusual se turbó significativamente y no alcanzó a articular una respuesta ni verbal, ni gestual convincente.
− Rein no puede salir al mundo solo con lo que ha aprendido de tí en ese aspecto, necesita saber lo se requiere, realmente para complacer a una mujer,− dijo Kohaku tocando el pecho de Duke pero besando a Rein.
− Yo lo sé…,− aventuró Rein, dejando que la rubia la hiciera yacer sobre su espalda para después montarse sobre ella.
Kohaku acaricio su rostro, su pecho y sus hombros con gran suavidad y una sonrisa entendida.
− No querida...hace mucho te expliqué lo que necesitabas saber y seguramente, muchas mujeres te han dado placer...pero no tienes idea de lo que es dar placer y no te culpo, tu maestro es bastante malo en ese aspecto, pero ambos aprenderán algo esta noche...No puedes llegar a "ese momento" con esa chica "interesante" de tus dibujos sin saber…
Rein se ruborizó, más por la mención a Hayate en una situación íntima, que por lo que Kohaku ofrecía enseñarle.
Sin mayor dilación Kohaku tomó las manos de Rein y las llevó hasta su torso para hacer que lo recorriera al tiempo que frotaba su sexo contra el monte de Rein.
− El sexo comprado, siempre te dirá que le gusta lo que le haces...− continuó Kohaku con la respiración ligeramente entrecortada, − Te dejará hacer lo que quieras...Pero eso no sucede cuando alguien te desea...La persona que te desea verdaderamente, se consume por tí...por tu contacto, por tu aroma, por tu sabor...por sentirte por fuera...y por dentro...El deseo es la fuerza más vital que existe y no se puede fingir, ni puedes escapar de él… es lo único, después de la muerte, que te posee total y absolutamente.
Entonces Kohaku se inclinó para besar a Rein, dejando que todo ese deseo que se había acumulado en las horas y más largos días que observaba al maestro y a la alumna entrenar juntos, se desbordara.
Rein se encontró devorando los labios de Kohaku al tiempo que se aferraba a sus caderas, estrujando su trasero como si estuviera en un vendaval y fuera el único punto en que pudiera detenerse.
Aunque estaba muy excitada, Kohaku continuó diciéndole a veces en susurros y a veces con voz entrecortada cómo se sentía con cada cosa que le hacía; le pidió que la mirara, que observara su piel, que sintiera la dureza de sus pezones y la humedad de su sexo; le mostró como estimular su clitoris con sus dedos, con el dorso de su mano, con sus labios y con su lengua y después, Kohaku le dió una demostración a Rein de cómo lo hacía ella.
Cuando Rein tuvo su primer orgasmo, Kohaku le avisó que esa, era apenas la primera lección.
Duke, que no había dejado de mirarlas un momento, estaba dolorosamente erecto.
Kohaku acarició su gigantesco poste apenas rozándolo con la yema de sus dedos, deteniéndose algunos segundos adicionales en su glande.
− Voy a necesitar a este amigo un poco más tarde, así que mantenlo un poco más,− dijo seductora antes de regresar con Rein que apenas recuperaba el aliento.
Kohaku jaló a Rein mientras se recostaba de espaldas, abrazándose con fuerza a su cuello.
− Penétrame...− le pidió con voz anhelante y a continuación le explicó con extremo detalle a Rein como se sentían sus dedos en su interior y cuáles eran los puntos que la transformaban en gelatina derretida.
Esta vez Kohaku fué la que tuvo un orgasmo gigantesco, ya que Rein, aprendía muy rápido en todos los aspectos y además de usar sus dedos, también utilizó su recién adquirido conocimiento para estimular al mismo tiempo su clítoris con su boca.
Kohaku estaba tan pérdida por el efecto de vorágine que las atenciones de Rein la habían producido, que no notó que Duke tuvo que abrazarla para evitar que terminara en el piso. Cuando regresó a la tierra, de la alturas donde Rein la había llevado, Duke la sostenía contra su pecho con esos brazos musculosos que parecían gruesas ramas de un árbol y Rein depositaba besos suaves en su monte, su sexo, sus ingles y la cara interna de sus muslos.
− Ok….,− concedió cuando pudo hablar, − Aprendes rápido…
Entonces le mostró una parte que Rein nunca había explorado, porque nunca la había necesitado o considerado antes...cómo usar un miembro masculino para el placer.
− Los chicos tienen una desventaja que tú no tendrás,− le dijo a Rein mirando a Duke con una sonrisa.
Duke, como Kohaku bien sabía, no era un tipo de besos y caricias; disfrutaba inmensamente ver a las chicas complacerse entre sí, pero él tenía una necesidad muy concreta que satisfacer...y una estamina poco común. Por eso, en muchas ocasiones necesitaba más de una chica para sus servicios.
Kohaku materializó entonces, casi como en acto de prestidigitación, un dildo del pequeño buró junto a su cama, y entre sonrisas, besos y caricias, le ayudó a Rein a colocarlo apropiadamente para que ambas tuvieran placer en el proceso.
− Cuando das placer, es muy importante que tú lo sientas ...,− le dijo Kohaku haciendo que Rein se recostara sobre su espalda mientras depositaba besos muy suaves en su pecho y sus senos, para después bajar por su abdomen y sus muslos.
Kohaku guió a Rein para que abriera sus labios interiores y la penetrara, lentamente al principio y poco a poco fuera tomando el ritmo conforme sus cuerpos se entrelazaban; le mostró que posiciones estimulaban esos puntos que ya había tocado con sus dedos; cuando era conveniente ir hasta el fondo y cuando podía explotar otras opciones menos intensas.
Rein descubrió que poseerla de esa manera podía ser también muy excitante y satisfactorio para ambas, especialmente, y no solo por lo que podía hacer con sus manos y su boca en el proceso, sino por la experiencia de tenerla de formas nuevas.
Duke, con la silenciosa venia de Kohaku participó sosteniéndola e incluso, sugiriéndole a Rein que probara algunas variaciones.
− Yo también he aprendido un par de cosas,− le dijo a Rein con simpleza porque la rubia no podía articular palabra, tan solo gemir con las sugerencias que Rein aplicaba.
En cierto momento, se alternaron para darle placer y Rein no pudo evitar pensar que si Duke tuviera cuarenta kilos menos, cien por ciento menos pelo especialmente en la cara, y doscientos por ciento más curvas...en concreto caderas y senos...Ella se sentiría muy excitada con la vista de verlo penetrar a Kohaku.
Duke le mostró que penetrarla cuando la rubia le daba la espalda, le permitía total control y también le mostró a Rein las múltiples ventajas que tenían la estatura y la fuerza que ambos podían utilizar.
Al final de esa noche, tanto el maestro como la discípula le arrebataron la iniciativa a la maestra, dejándola drenada y exhausta.
Kohaku se sentía morir...Uno de ellos ya habría sido un reto...pero ambos...
Definitivamente algo que uno puede permitirse una vez en la vida.
Duke las dejó abrazadas y se retiró en silencio a su habitación. Esa cercanía física después del sexo era otra cosa que no iba con él.
Rein solía ser igual, salvo con muy pocas personas; y aunque había pasado mucho tiempo desde la última vez que habían compartido la intimidad, Kohaku era una de ellas.
− No estoy segura de que la Teniente Coronel esté interesada en mí de esta forma,− dijo Rein casi cuando estaba a punto de quedarse dormida. En realidad, era casi la expresión de un pensamiento personal más que una conversación.
Kohaku todavía se sorprendía de que Rein no se diera cuenta de lo atractiva que era. Y no solamente por su físico. Cuando se irguió ligeramente para decirle a Rein lo que pensaba, se encontró con que su "alumna" estaba profundamente dormida.
Shirakawago, República Federal de Osea, Día 21, Décimo Mes, 2038. 23:05 hrs.
− X −
− ¿En uniforme?
Cuando Rein envió confirmación positiva a través de Riza Hawkeye, para atender la invitación de la Teniente Coronel, Hayate pidió que se encontraran en una cafetería del centro de Midchilda que le gustaba mucho, especialmente los fines de semana por la mañana.
El otoño en Midchilda no era tan frío como en Osea...para Rein.
Hayate no era especialmente friolenta pero ese día había amanecido nublado, gris y ligeramente húmedo, por lo tanto, se decidió por un atuendo seguro: una falda no tan corta, medias largas hasta el muslo, una blusa tejida de manga larga y cuello alto, botas largas hasta la rodilla y una gabardina abrigadora pero ligera. Su objetivo principal había sido verse presentable pero no muy formal. Interesante sin llegar a ser abiertamente seductor...pero especialmente, que no le diera frío a mitad de su...encuentro, con la Teniente Force.
Cuando la vieron salir, sus hermanos que estaban todos en casa para asistir a la ceremonia de ascenso del día siguiente, lanzaron un silbido. Especialmente Shamal.
− ¿Que no vas a ver a Fate?,− preguntó la doctora entrecerrando los ojos para ver a su hermana menor.
Ella no era desaliñada pero jamás se arreglaba tanto para salir, especialmente porque su atuendo principal solía ser su uniforme y cuando no lo era, solía ser formal en la misma línea.
Por eso la Teniente Coronel se sorprendió tanto de ver llegar a Rein, en el lugar pactado minutos antes de las nueve de la mañana...en uniforme.
Rein por su parte, cayó en la cuenta de que no tenía ropa civil informal, presentable al menos. Tenía a su disposición ropa de entrenamiento o alguno de sus uniformes, así que se decidió por el último.
− Gusto de verla, Teniente Coronel….− dijo Rein conteniéndose de saludarla de forma militar. Era fin de semana, Hayate no llevaba uniforme y ese encuentro era…¿no relacionado con el trabajo?
Rein se veía espectacular como siempre, pero Hayate notó de inmediato que algo había cambiado en ella durante esos meses desde que la vió por última vez.
Había un borde filoso que siempre había estado en Rein desde el primer momento que la conoció y que de alguna forma, en ese momento no podía sentir. La Teniente lucía serena y relajada de una forma que nunca antes la había visto.
Lo que sea que fuera, le gustaba.
Rein por su parte estaba sorprendida de la imagen que Hayate ofrecía, ya que con ese atuendo la oficial se veía muy atractiva y jovial. Su cabello había crecido durante esos meses y estaba mucho más largo que cuando se habían visto la última vez, al terminar las investigaciones. En conjunto, Hayate ofrecía una imagen fresca y juvenil pero con un toque de madurez que llamaba mucho su atención.
El café donde se encontraron, estaba en pleno centro de Midchilda pero tenía un patio interior descubierto con iluminación y ventilación natural, muy tranquilo, con vegetación distribuida entre las mesas.
Hayate hizo que Rein se sentara antes de responder a su saludo.
− Me da gusto verte también, Rein,− dijo Hayate con una sonrisa ligeramente decepcionada, ella tenía un plan que tal vez no saliera cómo había pensado, − Riza me comentó que estabas con licencia…¿Estas con uniforme porque tienes que regresar a la base? No sabía si ya te habían asignado a una nueva unidad.
A diferencia de su típico "yo" seguro y confiado, Rein se tardó varios segundos en decidir qué responder y agradeció la llegada del mesero para tomar su orden de bebidas.
− Yo...estoy de licencia,− dijo Rein todavía un poco en shock de ver Hayate en ese atuendo tan diferente de su uniforme, pero especialmente de interactuar con ella con esa naturalidad, − No tengo que ir a la base… o a ningún otro lado, solo vine a la ciudad por su...invitación, a la ceremonia de mañana.
Hayate notó la ligera turbación de Rein y eso, picó aún más su curiosidad y su interés.
− ¿Sabes porque te invité?,− preguntó mientras disfrutaba el café caliente.
Eso Rein lo sabía...gracias a una larga conversación que tuvo la noche anterior. Riza, al saber que llegaba, insistió en ir por ella al aeropuerto y también insistió en que se hospedara con ella y su nueva compañera de apartamento por todo el tiempo que quisiera.
− La ascienden a Coronel,− respondió Rein poco a poco sintiéndose más cómoda con esa reunión.
Sin embargo, Hayate negó lentamente con la cabeza.
− ¿Ya olvidaste que tenemos una promesa que cumplir?− dijo Hayate nuevamente como una pregunta pero con una voz y una mirada tan suaves, que le causó un estremecimiento involuntario a Rein.
Ante el silencio de Rein, Hayate continuó.
− Acordamos que cuando ese desastre de Alzus terminara, yo te iba a hacer algunas preguntas y tú las responderías...Y me llamarías "Hayate"...,− continuó Hayate observando con fascinación a Rein removerse en su asiento. Eso era algo que jamás pensó que fuera posible para la controlada Teniente.
Rein estaba nerviosa.
Sin embargo, la oficial no entendía del todo esas señales que veía en Rein. La usualmente confiada, segura de sí misma, eficiente y controlada Teniente se asemejaba a un pez fuera del agua.
− No,− aceptó Rein, − No lo olvido.
− Entonces, ¿qué pasa?,− quiso saber Hayate y en un impulso, extendió su mano para rozar la de Rein, − Ahora no estamos a mitad de una guerra civil; nadie quiere matarme o al menos eso espero...no hay órdenes, ni plazos que cumplir… y bueno, tenemos un poco de tiempo libre...para nosotras...
Entonces algo hizo click en el cerebro de Hayate…
Y Rein se lo confirmó casi inmediatamente después.
− Tiene razón…,− empezó Rein utilizando su dedo pulgar para rozar los dedos de Hayate en su mano, − Yo no...no estoy muy habituada a la ciudad y a estos ambientes…
Rein hizo un gesto con su otra mano que abarcaba todo, no solo el café donde se encontraban. Sus manos que se tocaban sin embargo, no se separaron.
− Bueno, pero...ya conocías Midchilda, ¿no?,− continuó Hayate con tono ligero pero interesado, mientras que Rein solo hizo un gesto vago con los hombros.
− Solo estuve durante la investigación...y nunca salimos de la base...bueno, salvo para las audiencias…
Rein entendió en ese momento lo que Duke siempre le había advertido respecto a las interacciones con otras personas y decidió que era mejor enfrentar la situación. La Teniente Coronel tenía una idea de ella que apreciaba, y de la cual le costaba desprenderse, pero no iban a ser amigas...Rein simplemente no encajaba en ese lugar, en esa ciudad y no era...una persona regular con un modo de vida "estándar".
Después de todos esos meses que había pasado en Shirakawago esas diferencias entre ella y todo lo demás, solo se habían hecho aún más evidentes.
− Esta es mi primera visita a Midchilda más allá de la base aérea, Teniente Coronel,− dijo Rein finalmente mirando a Hayate con decisión, para después agregar, − Y también es mi primera visita a un lugar como este...Y vengo de uniforme porque nunca antes había necesitado usar otras prendas. No tengo nada más que ponerme y no creo que necesite nada más.
La respuesta de Hayate sin embargo, no fue lo que Rein esperaba.
La Teniente esperaba que Hayate la mirara como a un bicho raro y se excusara para alejarse de ella.
Pero no.
− Eso es maravilloso, Rein,− le dijo Hayate con una enorme sonrisa y un semblante totalmente felíz, mientras sacaba un dispositivo móvil de su bolso, − Me encanta, es una oportunidad ÚNICA para mostrarte mi ciudad...Tenemos que hacer algunos ajustes en los planes…Me dices que no tienes ninguna asignación asi que, ¿puedo asumir que tienes todo el día libre?
Rein se quedó de una pieza. ¿Planes?
Lo primero que hizo Hayate fue ordenarles a ambas el desayuno. Tomando la iniciativa y sin tratar de imponer su opinión, ordenó diferentes opciones porque...simplemente quería que Rein probara varias cosas...
− No sé si pueda comer todo eso...Teniente Coronel…
− Hayate…recuerda Rein, ahora es Hayate, y estrictamente hablando ya no soy Teniente Coronel, mañana solo se hará "oficial"...
A pesar de su resistencia inicial, Rein se encontró disfrutando la comida...y la compañía; tanto que hasta hizo preguntas sobre los diferentes platos que Hayate gustosamente explicó y detalló, haciendo del conocimiento de la Teniente, lo mucho que le gustaba la cocina; tanto que incluso la ponía en práctica cuando podía.
Durante el desayuno que resultó relajado y ameno, Hayate evitó las preguntas, especialmente las difíciles en las que tanto había pensado durante meses, y se dedicó a contarle a Rein sobre Midchilda así como sobre la ceremonia del día siguiente. Al final, también probó un tema que era de su mutuo interés y que además, le permitió acercar su silla a la de Rein para comentarle como en confidencia.
− Es oficial,− le dijo con una sonrisa, encantada de ver a Rein disfrutando la comida, − Kimblee no podrá dirigir más operaciones de campo; no le dieron una baja deshonrosa porque es una cucaracha influyente, o sus amigos los son, pero lo mantendrán "congelado"...Lo más seguro es que en un tiempo le pidan que se "retire" con su rango actual.
Hacía muchos meses que Rein no pensaba en Kimblee o sus esbirros. Se sentía tan lejana de ellos que casi parecía que todo lo vivido, le había sucedido a alguien más.
− Mucho me temo que nunca sabremos quien solicitó ese "trabajo"...con el que nos ayudaste,− concluyó Hayate, − El Almirante Graham, también está muy agradecido contigo...es posible que mañana lo conozcas...Él sin duda, tiene mucho interés en conocerte...El Almirante y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo y es muy cercano a mi familia.
Esa última parte dejó a Rein nuevamente, sin saber qué decir. Esa Hayate era algo realmente difícil de predecir...
Tras el desayuno, Rein descubrió que eso de los "planes" de Hayate iba MUY en serio.
La ahora Coronel, tomó a Rein del brazo y checó la ruta que ya había preparado en su dispositivo.
− Es la hora perfecta...las tiendas suelen estar abarrotadas los fines de semana, pero ahora es temprano y tendremos mucho tiempo para decidir,− dijo la oficial mientras avanzaba por las calles como un destructor acorazado con un objetivo perfectamente claro.
O un tiburón sobre una presa.
− ¿Decidir?,− preguntó Rein quién no se podía imaginar que clase de decisión crucial podría requerir "mucho tiempo". Las decisiones cruciales, para ella, se tomaban en segundos y eran la diferencia entre la vida y la muerte.
Aunque entendió muy pronto la diferencia entre las decisiones de ella...y las de la Coronel.
Hayate la llevó a visitar varias tiendas de ropa.
Rein se resistió al principio cuando vió los aparadores de los lugares a los que Hayate quería entrar, arguyendo que no necesitaba nada de eso.
− Oh, no te preocupes,− la tranquilizó Hayate sin soltar su brazo y sin dejar de caminar hacia el interior de la primera tienda en ningún momento, − No tienes que comprar nada que no quieras, solo pruébate un par de cosas.
Después de dos horas, Rein ya pensaba seriamente que la oficial también tenía que redefinir su concepto de "par".
Hayate llevó a Rein directamente a la zona de probadores y tres dependientas, con las que hizo migas de inmediato, atendieron todos sus requerimientos.
Tras mirar dos segundos la expresión recelosa que Rein tenía, decidió empezar poco a poco.
Lo primero fueron los jeans y algunas blusas.
No pudo evitar los pantalones de cuero negro...con botas.
Cada vez que Rein terminaba de ponerse una nueva combinación, la hacía salir y caminar para ver qué combinación le quedaba mejor. Las asistentes de ventas, al igual que Hayate, se quedaron boquiabiertas en varias ocasiones.
− ¿No es una modelo?,− le preguntó una de ellas a Hayate durante uno de los cambios, − Con esa estatura, ese cuerpo y esa aura ... .Wow...sería...un hit…¿De verdad es militar? Pensé que era un disfraz…
Hayate no podía estar más de acuerdo con ellas.
Rein tenía esa forma de moverse con gracia felina, que transmitía vitalidad y un aura de cierto peligro imposible de resistir. Una mujer a la que no podías quitarle los ojos de encima, pero sabías internamente, que no debías incordiar por ningún motivo.
Después vinieron los vestidos…
Hayate la hizo probarse algunos primaverales que definitivamente no iban con su estilo, para después saltar a los otoñales y finalmente, a los de noche.
Uno de ellos, negro, strapple sin espalda y muy, pero muy entallado, dejó a la Coronel con serios problemas para respirar. La vista de Rein realmente quitaba el aliento.
Y a raíz de ese vestido, se le ocurrió una brillante idea a Hayate; y acto seguido, pidió a las dependientas de esa tienda un favor especial del área de caballeros:
Un esmoquin.
Cuando Rein salió ataviada con el conjunto de camisa blanquisima, esmoquin de corte slim fit negro con saco y pantalones, rematado con zapatos negros de vestir muy brillantes, Hayate tuvo que morderse el labio inferior para no jadear.
Especialmente porque una de las dependientas había tenido la genial idea, de sujetar el cabello de Rein en una cola de caballo baja a la altura de la nuca, moderadamente holgada, solo con el fin de facilitar el proceso de pruebas.
El resultado, sin embargo, había terminado siendo espectacular.
− Ese Rein, por favor...− pidió Hayate con mirada suplicante, − Usa ese mañana…
− Pero Coronel...mañana si debo ir de uniforme, de gala por cierto...
La mirada suplicante que Rein recibió después de eso fué imposible de resistir.
Hayate dejó la parte más importante para el final.
Lencería.
− No...absolutamente no,− dijo Rein cuando vio los conjuntos que las dependientas le llevaron para "su consideración".
Aun así y pese a que en lencería no podía probarse nada que no fuera a comprar, Hayate se salió con la suya y Rein terminó con tres combinaciones de lencería que estaba cien por ciento segura que no necesitaba.
Y también, salió de la última tienda mucho, pero mucho después del mediodía, vistiendo parte de la ropa que había comprado y no su uniforme; y cargando muchas bolsas.
Por "sugerencia" de Hayate, Rein se puso unos jeans (por primera vez en la vida), unas cómodas pero ESPECTACULARES botas biker de cuero negras con punta cuadrada que incitaron todas clase de terribles malos pensamientos en la Coronel, y que además, tenían el plus de adicionar varios centímetros a la ya elevada estatura de su acompañante; una camisa blanca de manga larga y una masculina chamarra cazadora de piel negra, tipo aviador clásica que secretamente, le encantó a Rein.
Ya en la acera Rein miró con cierta preocupación todas las bolsas que tenía encima pero Hayate, ya tenía una solución para eso también.
− Me muero de hambre,− dijo Hayate mirando a Rein de pies a cabeza de una forma positivamente hambrienta, guiándola hasta donde había dejado su auto.
El plan de Hayate era llevar a Rein a un famoso restaurante de comida internacional pero después de dejar las bolsas en su vehículo, notó que un sitio llamó poderosamente la atención de la Teniente. Tanto que incluso se detuvo para mirarlo con mucha atención durante varios minutos.
En el otro lado de la calle, en un amplio terreno enclavado en medio de dos edificios muy altos estaba un sitio que Hayate había conocido muy bien en sus tiempos de estudiante, ya que su escuela preparatoria no quedaba muy lejos de donde estaban.
− Eso es…¿un cohete?,− preguntó Rein con el ceño fruncido tratando de entender qué rayos era eso lleno de luces coloridas y aún más colores.
Hayate con una sonrisa y con base en lo poco que había visto de la "verdadera" Rein, pensó que tal vez valiera la pena hacer algunos ajustes más a sus planes.
El sitio del interés de Rein, era una atípica fuente de sodas que de hecho, había sido uno de los sitios favoritos de Hayate y su amiga Fate en sus años adolescentes. El sitio tenía la particularidad de tener además de una extensa área de zona de sodas muy vintage y un área de entretenimiento, un arcade, es decir, una extensa sala de máquinas de videojuegos.
El edificio de dos niveles con forma de L, ostentaba una enorme réplica de un cohete en la entrada, justo en el espacio entre las dos alas del lugar.
− ¿Te gustan las hamburguesas?,− preguntó Hayate al tiempo que jalaba a Rein para que se dirigieran al lugar.
Rein había escuchado de esa comida típica midchildiana pero realmente no era algo que le hubiera interesado probar antes y tampoco había estado a su alcance en todos los sitios a mitad del desierto, la selva o la montaña donde había sido asignada.
− Supongo que puedo probar,− dijo ante el evidente entusiasmo de Hayate por mostrarle el lugar.
El "Splash" resultó ser toda una experiencia para Rein.
Lo primero que hicieron fue visitar el área de restaurante-fuente que sodas que era realmente vintage. Rein no lo sabía en realidad, pero el ambiente era como retroceder en el tiempo cincuenta o sesenta años. Las mesas y otras superficies eran de madera con cubiertas en plásticas en colores brillantes. Las bancas corridas y los asientos individuales eran en color rojo y todos los detalles eran de aluminio brillante.
− Este era mi sitio favorito antes de entrar a la Academia de oficiales,− explicó Hayate mientras guiaba a Rein hasta uno de los booths más alejados. Una vez en la amplia mesa, se sentó del lado de la ventana e hizo que la Teniente se sentara en la misma banca que ella, del lado del pasillo.
− ¿Debemos compartir la mesa con otras personas?,− preguntó Rein intrigada ya que la mesa era muy grande y tenía dos bancas corridas iguales frente a frente. Además de que por la hora, ya había muchas menos personas que durante la hora pico de comida. El restaurante no estaba ni a la mitad de su ocupación.
− No,− aceptó Hayate con tono ligero mientras se acomodaba para quedar ligeramente de lado y poder ver a Rein, − Solo quiero estar cerca de tí…¿algún problema?
Rein tuvo que aceptar que no, no había ningún problema con esa decisión.
Poco a poco, iba dándose cuenta que Hayate en el plano personal, era una persona con quien era muy agradable estar.
La mesa tenía una sistema de órdenes automatizado en la que hacían su selección directamente a través de un dispositivo tableta e incluso podían pagar ahí mismo sin complicaciones.
En esta segunda comida compartida, Rein se sintió con mucha más confianza de ordenar por su cuenta y se decidió por: Una super hamburguesa especial doble con salsa BBQ, tocino, queso cheddar y dobles aros de cebolla.
Hayate miró asombrada su selección.
− ¿No prefieres una con lechuga?,− preguntó Hayate un poco preocupada...semejante hamburguesa era casi una bomba nuclear.
− Si quisiera lechuga pediría una ensalada,− dijo Rein con simpleza mirando todavía el menú para completar su orden con una malteada especial de mantequilla de cacahuate que debía tener por sí sola, más de tres mil calorías, − Realmente tengo mucha hambre después de todas esas pruebas de ropa...
Sonriendo ante la ecléctica selección de la Teniente, Hayate optó por una hamburguesa sencilla con ensalada, una soda y al igual que durante el desayuno, disfrutó más viendo comer a Rein quién descubria con interés esos sabores y costumbres nuevos, que con su propia comida.
− A Fate y a mi nos encantaba este lugar,,− dijo Hayate mientras comían y le platicaba a Rein sobre sus años escolares, su amiga Fate y sus escapadas vespertinas para comer, jugar o flirtear en el "Splash".
− Mañana conocerás a Fate,− continuó Hayate con una gran sonrisa, − Hemos sido amigas desde que teníamos 5 años.
Rein escuchaba muy atenta a Hayate. Todo eso, tanto el lugar como su historia de vida le parecían tan...diferentes. Al menos de la suya.
− ¿A ti que te gustaba hacer en esas épocas de escuela?,− preguntó Hayate deseosa de saber más sobre su acompañante.
La imagen del bosque y las visitas al burdel aparecieron en la mente de Rein en automático pero no pensó que fuera la mejor idea revelar esos detalles.
− Yo no asistí a la escuela regular,− dijo en su lugar concentrándose en su plato, − El pueblo estaba bastante alejado de la ciudad, me eduqué... en casa.
Hayate contuvo su expresión de sorpresa pero no pudo evitar hacer la pregunta.
− ¿Nunca?...¿No asististe a una escuela nunca en tu vida?
− Bueno, asistí a la academia militar del G7 en Osea,− dijo Rein pero evitó decir que el campus de dicha Academia estaba en las afueras de la capital y por tanto, nunca salía de él.
Ante el silencio de Hayate, Rein se volvió para mirarla encontrándose con que Hayate, había dejado de comer y la observaba con mucha más atención que en todas sus interacciones previas.
− Yo sé que es raro...− agregó Rein un poco apenada pero Hayate no la dejó continuar.
− No, no es raro...solo eres tú,− enfatizó Hayate mirándola con tal intensidad que Rein se quedó momentáneamente paralizada, − Y no te hago todas estas preguntas porque pretenda hacerte sentir rara o anormal; te las hago porque deseo saber de ti...Realmente deseo conocer qué es lo que verdaderamente está bajo la coraza de la dura e implacable, Teniente Force...Háblame de tí, por favor.
Rein se encontró de pronto sin saber qué decir.
− Usted...− dijo Rein por fin desviando la mirada de Hayate para regresar a su plato, − ¿Vió los archivos que le entregué?
Notando que Rein no estaba comiendo y solo miraba su plato, Hayate extendió la mano para tomar su barbilla con suavidad y hacer que la mirara.
− Los vi…− respondió cuando sus ojos se encontraron y ante el silencio azorado de Rein tuvo que agregar, − Nada en esos archivos, hace que mi deseo de saber sobre tí cambie en lo absoluto.
Por varios segundos solo se miraron y después regresaron a sus respectivos platos.
− No tienes que decirme nada que no quieras, o que no desees compartir,− agregó Hayate tocando el hombro de Rein, − Pero puedes tener la certeza de que sea lo que sea que me digas, siempre lo escucharé sin juzgarlo...Nuestras historias son lo que nos hacen ser lo que somos...y a mi... me gusta mucho lo que tú eres…
Rein casi se atragantó con la hamburguesa que aún alcanzaba a morder con ese comentario de Hayate, por lo que esta decidió darle un descanso y dejarla terminar su almuerzo en paz.
Cuando terminaron la tardía comida, Hayate le dió un recorrido por el lugar.
El "splash" tenía en ese primer piso del restaurante el área de comida principal mientras que en la parte superior, ofrecía un área de entretenimiento más relajada que el arcade. Esa área, también con decoración vintage tenía algunas mesas de billar, tableros de dardos, una sinfonola digital muy moderna pero con un look antiquísimo y mesas altas para simplemente beber algo y pasar el rato. El espacio era acogedor y agradable, Hayate lo sabía muy bien porque había realizado múltiples conquistas adolescentes en sus años de descubrimiento sexual y le parecía una coincidencia de esas raras e inexplicables haber terminado justo ahí, con Rein.
Aunque si hacía caso a las teorías de su hermana Signum, respecto a que no existían las coincidencias, entonces habían llegado ahí por una razón y era el sitio donde debían estar.
Tras recorrer el restaurante, le llegó su turno al arcade.
Hayate por supuesto, tenía el mejor argumento posible para hacer que Rein probara todos los juegos en los que le interesaba verla.
− Después de todas esas calorías, necesitamos un poco de acción…especialmente tú, esa malteada...no te quiero decir.
Y no hubo argumentos de Rein que la disuadieran de su objetivo.
La primera parada fue el EZ2Dancer y aunque era para dos personas, lo que Hayate quería era ver a Rein en ella y no escatimó recursos para obtenerlo.
− Está bien si no puede Teniente...Entiendo que con toda esa comida, ni siquiera una guerrera de élite como usted pueda moverse…
Rein sabía a la perfección que eso ERA una provocación flagrante...pero se sentía tan a gusto, que se dejó provocar.
Tan pronto Rein tomó su lugar en la máquina y seleccionó una rutina avanzada, su apariencia y estatura atrajeron todas las miradas.
No tuvo un registro perfecto en la máquina de baile, pero sí lo tuvo en todas las máquinas de disparos y puntería, tanto que, un grupo de chicas entusiastas de preparatoria no solo la miraban encantadas, sino que además la seguían como en comitiva a los diferentes juegos vitoreando cada vez que Rein rebasaba alguna marca.
Algunas de las máquinas permitían dos jugadores y muy pronto, algunos chicos se atrevieron a retarla, solo para acabar aniquilados.
− No entiendo,− le dijo a Hayate en cierto momento viendo el alboroto que sus marcas perfectas ocasionaban, − Todos estos…"Juegos"...¿sobre matar?...Muchos de estos chicos jamás pisarán un verdadero campo de batalla…
− Demos gracias a todas las deidades por eso, Rein, − apuntó Hayate tomando a Rein para llevarla ahora a las canastas de basketball.
En realidad Hayate lo que quería era ver a Rein moverse con esa gracia felina mientras apuntaba y lanzaba la pelota. Observar el cuerpo de Rein en esas explosiones de movimiento controlado, su rostro muy serio totalmente concentrado, así como verla de pie expectante, con las piernas ligeramente abiertas preparándose para saltar... era una absoluta delicia.
Finalmente, Rein obtuvo tantos tickets de premios que le pareció que la mejor idea era repartirlos a sus entusiastas seguidoras adolescentes de la forma más equitativa posible.
Fue hasta que ya no tenía ni un solo boleto, que Hayate le preguntó con semblante ligeramente peligroso.
− ¿A mi no va a darme ningún premio... Teniente?
Rein tal vez con demasiada adrenalina en el cuerpo, se aproximó a Hayate hasta que sus cuerpos casi se rozaron.
− ¿Qué premio le gustaría ...Coronel?,− le preguntó en voz baja sin dejar de mirarla fijamente.
Hayate misma no habría podido acomodar la situación mejor.
Como respuesta a la pregunta de Rein, la tomó de la mano y la llevó hasta el segundo piso donde estaba la sinfonola.
− Pon tu canción favorita…
Rein casi se arrepintió de haber caído en ese reto.
Como ya sabía desde que había tenido esa asignación como su "asistente", Hayate no iba a dejarlo hasta obtener lo que quería.
Suspirando, Rein activó la conexión a internet de la sinfonola digital e inspeccionó la lista de opciones posibles. No sabía qué tanto arriesgarse en ese aspecto pero cuando volteó y se encontró a Hayate mirándola como una niña entusiasmada, no pudo resistirse a la mirada en esos ojos azules y decidió seleccionar una de las canciones que más le gustaban pero raramente escuchaba.
Conforme los primeros acordes comenzaron a sonar, Hayate se llevó ambas palmas a la cara para cubrir que tenía la boca abierta.
− ¿En serio?,− preguntó al final con una expresión entre divertida y azorada pero sobretodo, gratamente sorprendida.
"...What we got is a little old fashioned
Baby you're an instant classic
They don't make 'em no more like you
So let the needle drop and play it all night
Might have a little static but it's all right
Ain't nothin gonna stop this groove…"
Como Rein no dijera nada y solo sonriera tímidamente, Hayate reiteró.
− ¿Country?...Ni en un millón de años lo hubiera imaginado,− continuó con emoción, − Eso es más típico de la provincia midchildiana que de la ciudad, jamás pensé que lo escucharan en Osea...
Rein solo se encogió de hombros.
− Yo crecí en la provincia...en realidad, creo que soy una provinciana, jamás he vivido en la ciudad…,− dijo todavía con timidez.
Aún le sorprendía como Hayate podía hacerla pasar de la audacia a la timidez en un segundo.
Mientras la música seguía sonando, Hayate tomó a Rein de la mano, la llevó a una zona despejada de mesas y sillas donde puso sus brazos en su cuello.
− Creo que me gusta este lado suyo...Teniente…
La audiencia del "Splash" seguían siendo chicos y chicas de preparatoria como cuando Hayate asistía y Rein no sabía que hacer del todo. Nunca le había gustado llamar la atención y con los atuendos que llevaban, aunque había pocos jóvenes a esa hora en el segundo piso, varios las miraron sonriendo.
− Oh, pero yo no...
"...When you say my name it's the sweetest sound
Aw girl you got me spinnin round and round like vinyl
Like vinyl
Ain't nothin gonna stop this groove
No they don't make 'em no more like you
Like vinyl..."
Pese a sus protestas, Rein se encontró tomando muy ligeramente a Hayate por la cintura mientras se movía lentamente con la cadenciosa música hasta el final de la canción. La verdad sea dicha, había escuchado esas canciones lánguidas en su época adolescente sintiendo el ritmo y la cadencia, por ello, si bien nunca antes había bailado con nadie en su vida, si podía seguir el ritmo de esas baladas lentas y un tanto melancólicas.
− A mi padre también le gustaba la música country,− le dijo Hayate aprovechando para acercarse a Rein y susurrar esa confidencia a su oído, haciendo que los senos de ambas se rozaran en el proceso, − Mi madre se burlaba un poco de él pero a mi, me gustaba que me tomara en sus brazos y me hiciera girar al ritmo de la música.
En un arranque repentino, Rein la sostuvo con firmeza, la levantó y la hizo girar, cosa que hizo reír mucho a Hayate, especialmente por la enorme facilidad con la que Rein podía levantarla, como si no pesara nada. Cuando la depositó en el suelo nuevamente, la canción estaba empezando a desvanecerse para terminar.
Ambas se miraron, Rein con una leve sonrisa y Hayate, que aun no la soltaba del estrecho abrazo, con una sonrisa mucho más amplia y un ligero sonrojo de placer. Una mano de la Coronel delineó el rostro de Rein lentamente antes de separarse y entonces, seleccionar ella una canción.
La sorprendida esta vez fue Rein cuando la selección de su acompañante también fue una canción country.
Pero más se sorprendió de que Hayate comenzara a moverse al ritmo de la canción desde la sinfonola y se acercara lentamente a ella para volver a enlazar sus brazos estrechamente en su cuello, solo que esta vez no quedó ni un milímetro de distancia entre sus cuerpos.
Rein sintió cambiar la cadencia y la forma como se movían en esa nueva canción.
Ya no estaban tan solo bailando.
Esa danza era más una seducción.
"...Everything I've been feeling about you
It's time to break the chains that held me back from you…
Las manos de Rein se deslizaron con voluntad propia por la espalda de Hayate mientras ambas se movían muy lentamente, sin dejar de mirarse.
So come on and
Take a little bit of my
Heart tonight
No, I literally don't mind
Just please don't misplace it..."
Rein sabía que múltiples alarmas debían estar sonando en ese instante en su cabeza.
Todos sus sistemas de alerta que siempre la mantenían alejada de todas las personas, y especialmente, de esas situaciones en particular, parecían estar en hibernación.
¡Ella no hacía esas cosas!
Nunca jamás.
Sin embargo, ahí estaba, pasando un día como nunca antes en su vida, con una mujer a la que en realidad, no conocía pero con quién, por alguna razón irracional… sentía que podía ser ella misma.
Como realmente era, "la verdadera Rein", con toda su oscuridad y con esa luz que no sabía que también podía tener.
Era algo totalmente nuevo en todos los aspectos, desde las sensaciones hasta sus acciones...sin embargo, ahí en esa profundidad de la mirada azul, parecía como si estuviera en el lugar donde verdaderamente...pertenecía.
− ¿Está escuchando la letra de la canción...Teniente?,− preguntó Hayate con voz ligeramente ronca en su oído.
Rein tragó antes de asentir.
"...So come on and
Take a little bit of my
Heart tonight
No, I literally don't mind
Just please don't misplace it
And take a little bit of my
Heart tonight
No, baby be mine now
Baby, be mine now
Maybe it's time we put our hearts in a parallel line…"
− Y...¿qué va a hacer al respecto?,− preguntó Hayate separándose un poco para mirar a Rein de forma anhelante.
El calor que producían sus cuerpos en todos los puntos donde se tocaban, hacía que Rein deseara fervientemente estrechar el abrazo en la cintura de Hayate y desaparecer todas las demás distancias entre ellas.
Sin pensar mucho en lo que estaba haciendo o por qué, una de sus manos subió hasta el rostro de Hayate, abarcando la línea de su quijada y su cuello mientras su cabeza descendía para capturar esos labios ligeramente entreabiertos frente a ella.
Al principio, sólo entreabrió ligeramente los labios para capturar los Hayate, pero conforme los de ésta se abrieron y le correspondieron, pegándose aún más a su pelvis y estrechando el abrazo en su cuello, Rein se dejó llevar haciendo el beso cada vez más profundo.
Durante varios minutos solo se besaron suave y lentamente en ciertos momentos, y apasionadamente en otros, hasta que se separaron para respirar y descubrir que la canción había terminado desde hacía mucho tiempo.
Rein tenía a Hayate estrechamente tomada de la cintura y sus cuerpos de la cintura para abajo bien podrían haber estado imantados ya que, no parecía que pudieran apartarse aunque quisieran.
Afuera, ya caía la noche y ninguna se había percatado de la hora.
Con la respiración acelerada, Hayate fué la primera en hablar.
− ¿No sabe qué hacer ahora, Teniente…?
Rein en efecto, no sabía qué hacer. Pero eso no le daba derecho a Hayate de hacerlo tan evidente.
− Sé perfectamente qué hacer…,− dijo Rein quizá antes de pensar un poco mejor su respuesta, − Solo que este sitio no es...exactamente ... el tipo de lugar…
Hayate volvió a estrechar el abrazo, acercándose nuevamente a Rein pero sin llegar a besarla y le preguntó muy seria mientras acariciaba su rostro.
− Dime una cosa...los burdeles, ¿son los únicos lugares donde te relacionas... "íntimamente"?
Esa pregunta había quemado el cerebro de Hayate desde ese día que Rein la había llevado a "La Esfinge" y después de todo lo que Zoe le había confiado. Y esa mañana, durante su paseo de fin de semana, algo había ido tomando forma en el cerebro de Hayate.
Rein parecía totalmente a gusto en el ejército, en la batalla más cruenta, viviendo en condiciones que la mayoría de las personas encontraban insoportables. Se movía con total soltura y dominio en un burdel. Pero...en ese ambiente "cotidiano" para la mayoría de las personas, no sabía qué hacer.
En efecto, como si nunca antes hubiera vivido esas experiencias.
− Esa... manera... funciona para mí,− aceptó Rein tras pensarlo unos segundos, sin dar más información. En realidad, esa era la ÚNICA manera que había conocido.
− Ok….,− dijo Hayate con semblante decidido, − ¿Cuánto?
Rein la miró desconcertada.
− Si…,− continuó Hayate sonriendo con determinación, − ¿Cuánto cobras por una noche?
Rein no pudo evitar reírse.
Una carcajada tan involuntaria y espontánea que se sorprendió de sí misma.
− No...no es así como funciona exactamente, Hayate,− dijo finalmente todavía sonriendo y todavía sin soltar la cintura de su acompañante.
− ¡Ah!...¿Tú me quieres pagar a mí?,− contraatacó Hayate mirando seductoramente a Rein, − Es una opción aceptable para mí, puedes pagarme...Pero mucho me temo, que no te va a alcanzar...Teniente.
Rein enarcó las cejas, irguiéndose en toda su estatura. Hayate disfrutaba desafiándola.
− No es una cuestión de dinero, sino de experiencia, Coronel,− dijo Rein tomando el reto, − Aún si es una opción aceptable…No le pago a cualquiera, ¿Tendrá usted la experiencia que se necesita?
Durante todo el intercambio, no se habían movido de donde estaban, ni se habían soltado.
− Con qué experiencia ¿eh?,− Hayate no se amendentró y otra vez estrechó el abrazo en Rein para preguntarle MUY seria, − ¿Sería tu primera vez con alguien a quien no le hayas pagado?...
Los largos segundos que le Rein tomó en decidir si "esa" noche que había pasado con Kohaku contaba o no, fueron todo lo que Hayate necesitó.
− Hagamos esto, ya que te gustan los retos o las...apuestas arriesgadas... esto debería ser "pan comido" para ti...,− dijo Hayate antes de que Rein pudiera hablar, − ¿Te atreverías a ser mi primera vez… si yo soy la tuya?...
Rein evidentemente sabía que Hayate se refería al acuerdo detrás del enfrentamiento que había pactado con Duke en Alzus...por ella. Nunca le había contado a la Coronel lo que ella quería saber a toda costa. Y Hayate tampoco le había dicho lo que ella quería saber.
Ese juego sin embargo, podía ser muy peligroso.
Para ambas.
Hayate era sin duda una persona excepcional. Rein lo supo desde Alzus, desde antes que hiciera todo lo posible por salvarla aun sin conocerla...Sin embargo, Rein no quería ningún compromiso, con nadie. Por eso nunca se había relacionado de esa forma, con nadie. Tal y como Duke le había inculcado, satisfacía sus necesidades y seguía con su vida.
Sin complicaciones y sin ataduras.
− Si te da mucho miedo, lo entiendo,− dijo Hayate como si leyera su pensamiento, con mirada levemente decepcionada.
Hayate trató de separarse pero el abrazo de Rein no se aflojó.
Nunca había temido lanzarse al vacío y no iba a empezar en ese momento.
− Una noche…,− concedió Rein finalmente.
Hayate la miró antes de reafirmar con una sonrisa críptica.
− Una noche...a la vez...En eso estoy totalmente de acuerdo contigo.
− X −
El "Splash" estaba en el centro de Midchilda, junto con mucha de la actividad comercial y de negocios de la ciudad. Después de ese último intercambio, Rein, que no conocía para nada la ciudad, pero sabía cómo se manejaban las cosas en todas las ciudades del mundo, asumió que irían a un motel.
Pese a su falta de experiencia en asuntos más mundanos y cotidianos, en algunas ocasiones hasta ella había usado esos servicios.
Hayate sin embargo, no la llevó a un hotel.
La Coronel les consiguió a ambas unas bebidas calientes, encendió la radio de su auto en la estación de canciones viejitas, miró de una forma indescifrable a Rein y condujo hacía el surponiente de la ciudad.
Midchilda formaba una conurbación hacía el norte con su ciudad gemela, Cranganan, conformando una zona densamente poblada; pero al sur, tanto al poniente como al oriente, la ciudad tenía vastas zonas verdes, zonas de reserva y áreas boscosas.
La zona de reserva de Roshtaria era una de las más grandes del país con más de seis mil kilómetros cuadrados, donde además se había aplicado un programa de desarrollo con protección en la zona limítrofe con Midchilda.
Eso había permitido algunos desarrollos siempre y cuando se acotaran a estrictas medidas de conservación del entorno. Muchos grandes hacendados y otros pudientes tenían grandes terrenos en esa zona, pero también había otros desarrollos más modestos.
Aunque era temprano, ya estaba bastante oscuro cuando llegaron y Rein se encontró sorprendida al ver como, en el transcurso de menos de treinta minutos, la zona urbana se fue espaciando hasta transformarse en una zona boscosa y el terreno comenzó a ser más elevado y accidentado. En cierto momento, Hayate llegó a un portón que parecía el acceso a una antigua hacienda y abrió su ventana.
− Mi Coronel Yagami,− la saludó afablemente un hombre de la tercera edad desde una pequeña ventana del puesto de vigilancia, saludándola de forma militar y abriendo de inmediato el enorme portón vehicular para ella.
Hayate sonrió y solo comentó, − Las noticias corren con rapidez...
Ese era en realidad, el acceso a un pequeño fraccionamiento. Algunos de los residentes vivían ahí de forma permanente, pero otros, usaban las pequeñas cabañas en visitas de fin de semana o durante vacaciones.
El gran atractivo del lugar, era que aunque se trataba de un fraccionamiento en toda regla con servicios básicos, además de seguridad y vigilancia; cada cabaña estaba a una gran distancia de la otra con extensos macizos de bosque y desniveles de terreno entre cada una, creando un atmósfera de seclusión y privacidad.
Parecía que uno estaba solo en el bosque, sin nadie más a su alrededor.
Así, Hayate se estacionó directamente en la puerta de una muy modesta pero atractiva y moderna cabaña de madera de dos niveles.
− ¿En dónde estamos?,− preguntó Rein mientras entraban y Hayate encendía algunas luces, que en todos los casos eran arbotantes rústicos, lámparas de pie o de mesa que creaban un ambiente cálido y acogedor en una estancia con escasos muebles de madera.
Hayate miró a Rein antes de tomarla de la mano.
− Ven te daré un tour,− le dijo con una sonrisa y procedió a mostrarle la cabaña al tiempo que le contaba que ese lugar era de su familia.
La cabaña tenía un diseño tipo loft que dejaba espacios amplios sin paredes y espacios multifuncionales. De la estancia se pasaba casi sin transición a la cocina y a una terraza donde estaba el comedor para ocho personas.
Cuando Hayate encendió las luces de la terraza, Rein observó fascinada que la cabaña tenía una vista espectacular del bosque aunque en esos momentos casi no se podía ver nada. Ese espacio de la terraza estaba techado y aislado por un plexiglás transparente por lo que podía ser tanto exterior como interior en cualquier época del año.
− Mis padres compraron esta cabaña cuando éramos niños y veníamos aquí los fines de semana o durante las vacaciones….− dijo Hayate con aire de nostalgia, − Hacía mucho tiempo que no venía, creo que desde que estaba en la universidad. Mis hermanos dejaron de venir cuando entraron en el ejército y venir sola, no es tan divertido.
Rein contuvo su sorpresa. Aunque fuera lugar en desuso, que Hayate la llevara a un lugar con significado para ella era...una señal más de alarma.
Después la Coronel la llevó al segundo piso que tenía una distribución también de loft con divisiones estratégicas para delimitar los espacios para dormir y un gran espacio abierto como sala de estar.
Ese piso en particular tenía un mezanine que Rein no había identificado antes por el tipo de altos techos inclinados que tenía la construcción.
− ¿Cuántos hermanos tienes?,− preguntó Rein casi sin querer, sorprendida del hermoso y funcional diseño del lugar, que parecía pensado para una familia numerosa.
− Cuatro,− comentó Hayate tomando a Rein de la mano nuevamente, para subir la delgada escalera de madera que llevaba al mezanine donde había una amplia cama y algunos muebles. Ahí abrió la persiana de la pared más larga para revelar una vista más espectacular aún que la de la terraza.
Un enorme ventanal de cristal antireflejante que cubría del piso hasta el techo, ofrecía una perspectiva que permitía ver desde ahí, gran parte del bosque y el cielo nocturno debido a los desniveles del terreno.
− Cuando éramos niños y veníamos aquí, este era el dormitorio de mis padres,− explicó Hayate sin soltar la mano de Rein, admirando la vista que se ofrecía ante ellas, − Cada uno de nosotros tenía su espacio para dormir pero ya que todas las luces se apagaban, todos, sin fallar, veníamos aquí y dormíamos apilados con ellos...Nos encantaba ver esto y nos parecía injusto que solo ellos lo disfrutaran...
Entonces Hayate apagó la luz e increíblemente, la tenue luz plateada de las lunas era suficiente para revelar los detalles del exterior que antes no podían apreciarse, iluminándolas incluso a ellas tenuemente.
Hayate bajo la luz de la luna en un bosque...Cómo ese día...
Rein tragó, sintiendo algo que no podía describir con palabras en su entrepierna, su estómago y su pecho al mismo tiempo.
Una mezcla de anticipación, emoción...y deseo.
Un deseo puro y descarnado como nunca lo había sentido.
Aun sin soltar la mano de Rein, Hayate se volvió para quedar frente a ella y se acercó mucho pero sin que sus cuerpos se tocaran.
− Sé que te lancé un reto, Rein,− dijo Hayate mirándola con tal anhelo que Rein sintió que esa sensación en todas sus entrañas se multiplicaba tan solo con ese pequeño gesto, − Y aunque lo deseo muchísimo, no deseo que hagas nada que no quieras hacer.
Rein tragó pesadamente, una vez más...como había hecho varias veces ya ese día cuando no sabía qué decir.
− Deseaba mucho ese beso de antes...desde Alzus,− reconoció Hayate inclinando la cabeza un poco, − Y sé cómo te gustan las cosas, Zoe me lo dijo...Sin embargo, no quería que culmináramos este…"reto", en un lugar como ese burdel a donde fuimos en Ámber...o en un simple motel...Así que…
Hasta ese momento, Hayate levantó su rostro para mirar a Rein intensamente antes de continuar.
− ...Aquí estoy...Comandante Force, si eso es lo que deseas, puedes tomarme en tus términos y en tus condiciones...y mañana podremos hablar de los pagos...
Hayate llevó la mano de Rein que todavía sostenía hasta su pecho, sobre uno de sus senos, solo que en lugar de estrujarlo como la Coronel internamente deseaba, Rein la estrechó con fuerza por el talle y tomó rostro con esa mano para besarla otra vez, solo que esta vez no tomó sus labios, sino que pese al deseo que sentía, solo depositó besos suaves pero terriblemente contenidos en la línea de su quijada y su cuello, en sus mejillas hasta llegar incluso, a la comisura de sus labios pero sin apropiarse de ellos.
Sus cuerpos estaban nuevamente imantados y una de las piernas de Rein invadió el espacio entre las de Hayate, mientras su mano bajaba hasta su trasero estrujándolo.
Fue solo hasta que escuchó a Hayate emitir un sonido, desde lo profundo de su garganta que jamás había escuchado en ella, que Rein capturó sus labios para devorarlos con toda la pasión que había estado conteniendo hasta ese momento.
En el gemido de Hayate había no solo deseo, sino placer y eso era lo que más incitaba el deseo de Rein...que Hayate la deseara con tal intensidad y que a la vez sintiera ese placer con su contacto.
La urgencia en la entrepierna de Rein había crecido hasta volverse casi dolorosa de ansiedad; necesitaba sentir, escuchar y especialmente, saborear esa nueva y única sensación de la piel de Hayate no solo en sus labios, sino en todo su cuerpo.
Entre besos y caricias, todavía de pie frente al gran ventanal, se desvistieron mutuamente con lentitud y esta vez, Hayate pudo no solo observar sino tocar y saborear el cuerpo de Rein expuesto frente a ella como tanto había deseado. Su boca recorrió esos lugares que había tocado antes para asistirla con sus heridas...pero ahora, como amante.
Y lo que más disfrutó de todo el proceso de reencontrarse con la desnudez de Rein, fue arrodillarse frente a ella para deslizar su ropa interior hacía abajo y develar esa única parte de su cuerpo que no había visto.
La vista del monte de Rein y su húmeda intimidad, hizo que su corazón se saltara varios latidos erráticamente y sus labios se abrieran con anticipación.
La vista de Hayate casi totalmente desnuda, arrodillada frente a ella, observando hambrienta su sexo ya tenía a Rein en el borde de la excitación pero verla abrir los labios para tomarla, le causó un espasmo involuntario de placer y sentir su boca abarcándola, la hizo jadear y empujar involuntariamente sus caderas hacia el frente para hacer más intenso ese primer contacto, caliente y húmedo. Hayate se tomó su tiempo saboreado su sexo, deslizando su lengua entre sus labios o succionando su clítoris mientras sus manos aferraban sus caderas, se deslizaban por su abdomen o sus fuertes piernas.
Rein no quería terminar tan rápido pero le fue imposible contener la repentina explosión de placer que se concentró en su bajo vientre cuando la boca de Hayate, la devoró con aún más pasión. Sus caderas se movieron más erráticamente y aferró el cabello de Hayate antes de casi colapsarse sobre ella.
La Coronel la sostuvo y las condujo a ambas hasta la cama, cuyas frescas sábanas se sintieron como gloria en la piel afiebrada de Rein que, aún jadeante se colocó encima de ella para besarla y probar su sabor en la boca y el mentón de Hayate.
Sorprendida de su propio incontenible deseo, Rein recorrió con fruición el torso y el abdomen de Hayate, deleitándose con el sabor y la suavidad de su piel, especialmente en ciertos lugares como sus senos y la cara interna de sus brazos.
La blanca ropa interior de Hayate para ese momento, ya estaba completamente mojada y Rein disfrutó cada segundo que le tomó deslizarla por sus piernas para removerla, mientras aprovechaba para probar también esa zona de su piel.
La respiración de Hayate estaba tan agitada que parecía que había corrido varios cientos de metros y cuando la boca de Rein finalmente tomó su sexo con infinita suavidad y cuidado, gritó de placer. Rein se concentró en recorrer con sus labios y su lengua cada detalle y cada resquicio, penetrándola apenas con su lengua varias veces para que después, sus largos dedos entraran en ella con la misma lentitud.
Aplicando su nuevo conocimiento, los dedos de Rein se movieron no simplemente entrando y saliendo, sino moviéndose dentro de ella para tocar con diferentes niveles de presión los puntos exactos que la hacían gritar.
La intensidad del contacto, la sensación de tener a Hayate arqueándose de placer, gimiendo por lo que le estaba haciendo era un territorio completamente nuevo y excitante para Rein, tanto que aunque era ella quién complacía a Hayate, estaba nuevamente en el borde de una nueva explosión de placer.
Los movimientos de los dedos de Rein y las atenciones de su boca hicieron a Hayate estremecerse en un clímax extenuante y entonces, ya no pudo esperar más; sin darle un segundo de respiro, Rein tomó los últimos resabios de la caliente humedad que fluía del sexo de Hayate y se colocó sobre ella, haciéndola abrir las piernas para montarse en una de sus piernas mientras sostenía la otra sobre su cadera. El contacto de sus sexos húmedos y calientes uniéndose, se sintió con la intensidad de una corriente eléctrica extendiéndose por todo su cuerpo desde su clítoris.
Así moviéndose sobre ella, se miraron y las manos de Rein se extendieron para tomar sus senos, inclinándose para incrementar la fuerza de su contacto con el salvaje movimiento de sus caderas y poder acariciar también su cuello y sus hombros.
Gimiendo, Hayate se aferró a los brazos de Rein para jalarla aún más sobre ella. La necesitaba devorando sus labios mientras la tomaba de esa forma dominante y total.
Sin romper el contacto de sus centros en ningún momento, Rein ajustó la pierna de Hayate alrededor de su cadera, estrechándola con fuerza mientras la besaba con una pasión equivalente al deseo con que la estaba cabalgando. Los dedos de Hayate se enredaron en su cabello y después, cuando la fricción era insoportable y estaba a punto de estallar otra vez, se aferró dolorosamente a su espalda.
Después de ese orgasmo casi en sincronía, Rein no se movió y continuó besando a Hayate, con más suavidad pero igual profundidad.
Con mucha suavidad, modificó sus posiciones para que ahora toda su pelvis quedara entre las piernas de Hayate que, de inmediato, rodearon su cintura abrazándola con fuerza; maximizando el íntimo contacto con el monte y el clítoris húmedo y duro de Rein. Sus centros se fusionaban de tal manera en esa posición, abierta y entregada, que Hayate no podía dejar de subir y subir en esa cresta de placer del cuerpo de Rein apropiándose de ella.
En esa posición que, Rein descubrió le gustaba mucho porque le permitía besar a Hayate en la boca, los hombros y el cuello; se movió mucho más lentamente sin dejar de estrecharla fuertemente hasta que ambas se arquearon, estrechándose en nuevos estremecimientos de placer liberado.
Agitadas y sudorosas, se quedaron una sobre la otra inmóviles.
Hayate fue la primera en moverse, varios minutos después, para abrazar a Rein y depositar besos suaves en su mejilla y sus hombros con mucha lentitud.
− Creo que...me he ganado mi pago,− dijo Hayate en susurro divertido.
Rein levantó su cabeza, que descansaba sobre el pecho de la Coronel, para mirarla. Los ojos de Hayate brillaban con un dejo divertido pero también con algo más, algo indefinible pero cálido y agradable.
− Yo hice todo el trabajo...explíqueme porque YO tendría que pagarle...Coronel...− argumentó Rein con lentitud, mientras elevaba su torso, abrazándola para que sus rostros estuvieran mucho más cerca.
− Recuérdeme por favor, Teniente...¿quién tuvo el primer orgasmo?,− preguntó Hayate inocentemente, haciendo ese gesto de humedecer sus labios parcialmente mordiéndolos y parcialmente rozándolos con su lengua, que hacía que Rein quisiera a la vez besarla y montarla...otra vez…
− Además,− continuó la Coronel sin darle mucho tiempo a Rein de pensar o de hablar, − Tengo la LIGERA impresión, que disfrutaste mucho…"haciendo todo el trabajo"...¿o no fue así?
Ante el silencio derrotado y un tanto frustrado de Rein, Hayate rió y el sonido fue increíblemente sensual porque después, tomó el rostro sobre ella y la besó íntimamente, concentrándose en acariciar esos labios con los suyos para después recorrerlos lentamente con su lengua.
Empujando a Rein con mucha gentileza, Hayate se aseguro de quedar encima de ella, montando su torso a horcajadas pero todavía recostada sobre su pecho.
− Aunque debo reconocer algo,− dijo en voz baja y ligeramente ronca besando la barbilla de Rein y acariciando sus hombros, − Yo también disfrute mucho como hace usted…"ese" trabajo...
Rein la detuvo y sostuvo el rostro de Hayate para hacer que se miraran…
− Dígame qué tanto lo disfrutó, Coronel,− demandó Rein con increíble suavidad y un semblante de conquistador.
Hayate sintió que se estremecía y se autorecriminó. ¡No podía excitarse otra vez tan rápido! La mirada de Rein, sin embargo, no hacía concesiones.
− Nunca me habían tocado de esa forma tan...precisa, antes...− reconoció Hayate ruborizándose y tratando de desviar la mirada pero Rein la sostuvo, − Dioses, Rein…¿quieres que te diga que me gustó?
− Dime,− demandó Rein tomándola posesivamente por las caderas, sin dejar de mirarla.
Hayate se contuvo de emitir algún sonido que sería aún más vergonzoso.
− Me encantó, Teniente Force...− admitió Hayate mirando a Rein increíblemente, con timidez.
Rein se irguió para quedar en una posición sentada con Hayate montada en su rezago, afianzándola por los glúteos con ambas manos; esa forma de sostenerla junto con el contacto del suave vello pubico de Rein en su sexo y esa sensación de estar así, encima y entre los brazos de Rein a la vez, estaba haciendo estragos otra vez, en su autocontrol.
Hayate, abrazada a los hombros de Rein, acarició el cabello y el rostro de Rein para "distraerse" de otras abrumadoras sensaciones como las manos que exploraban su trasero, jalándola para estar aún más cerca de lo que ya estaban.
Mirar y sentir el cuerpo de Hayate como estaba en esos momentos, suave, abierta, vulnerable, le hizo darse a cuenta a Rein de lo joven que la Coronel era en realidad. Y también, le hizo recordar las palabras de Kohaku sobre el deseo.
Ambas se deseaban intensamente, y sus mutuos deseos se alimentaban como fuego.
Sin embargo, esa bruma de deseo no evitaba que Rein se diera cuenta de otras cosas y una pregunta comenzó a quemarla con igual intensidad.
− Esta...no fue tu primera vez en realidad…, ¿verdad?− le preguntó Rein al cabo de un rato de estar así solo sentadas en la penumbra plateada de la habitación, acariciándose, con una mezcla de expectación y ansiedad.
Hayate se contuvo de reir y solo sonrió acercándose para que sus senos se apretaran. Sus experiencias sexuales anteriores, si es que les podía llamar así a esos escarceos amorosos, palidecían junto a lo que Rein le había hecho y a cómo la había hecho sentir en esas pocas horas.
Solo respondió a Rein después de besar sus labios con mucha suavidad.
− No...aunque me hubiera gustado que lo fuera...,− reconoció en voz baja, acariciando el rostro de Rein − Y sin embargo, si puedes ser mi primera vez...
Rein la miró intrigada y a su pesar, Hayate tuvo que desenredarse de la increíblemente íntima y placentera posición en la que estaban, para ponerse de pie.
Aunque Hayate había lamentado romper ese momento, Rein lo estaba disfrutando. Verla caminar desnuda le permitía apreciar su cuerpo de una manera que no podía hacerlo, cuando le estaba haciendo otras cosas a ese cuerpo.
Hayate se dirigió a un pequeño buró junto a la amplia y ahora, revuelta cama, para regresar con un par de aditamentos que dejaron a Rein un poco azorada. No por el aditamento en sí, sino por las implicaciones.
− ¿Estás segura?,− fue lo único que preguntó.
Hayate solo se aproximó la cama, extendiendo la mano para que Rein se pusiera de pie frente a ella.
− Si no lo deseara...como lo deseo, no te lo pediría,− confesó mientras acariciaba el abdomen de Rein, para después rozar su monte y su sexo con sus dedos sorprendiéndose de como ese simple acto, la hacía mojarse de inmediato.
Después de algunos detalles logísticos, se alejó un poco para admirarla y preguntarse si estaría muy mal que ver el sensual cuerpo de Rein, así en el penumbra plateada y a contraluz con un falo erecto en su entrepierna la excitara tanto.
Rein se aproximó a ella, la tomó por la cintura y para estrecharla lentamente mientras se inclinaba para besarla. Hayate respondió un poco erráticamente al beso, moviendo sus caderas involuntariamente contra la pelvis de Rein, quien sonrió y la condujo a la cama donde retomó la misma posición que tenían antes.
Así con Hayate sobre su regazo, continuaron besándose; Rein descubrió que esa posición le gustaba mucho, más que las anteriores porque podía acariciarla toda, sin restricciones mientras se besaban; desde las piernas alrededor de su cintura, sus caderas, su torso y sus senos…
Para ese momento, las caderas de Hayate ya se movían claramente con una intención clara de que el duro falo de Rein entre ellas, la rozara íntimamente. Las manos de Rein, bajaron por su trasero, adentrándose más allá para sentir la caliente humedad que su sexo ya desbordaba.
− Rein…,− exclamó Hayate con un jadeo al sentir los dedos de Rein deslizarse entre sus labios ya lubricados con su excitación.
Hayate estaba apoyada sobre sus rodillas a cada lado del cuerpo de Rein, por lo que cuando ella la levantó para tener un mejor acceso a su intimidad, se abrazó con más fuerza a los hombros de Rein y la besó con aún más intensidad.
Rein la condujo con lentitud y entonces la penetró apenas hasta el glande un par de veces, dejando que Hayate controlara la longitud y la velocidad, cosa que después descubrió era muy difícil de controlar para la Coronel en esa situación.
Hayate estaba completamente aferrada al torso de Rein pero no pudo hacer nada para evitar que la penetrara hasta el fondo; contuvo la respiración y sus gemidos para dejarse llevar por la intensidad de una sensación que era a la vez ajena, diferente y terriblemente excitante...Por la única razón de que era Rein, quien la tocaba de esa forma tan profunda.
Tras la primera y sobrecogedora sensación, cuando pudo volver a respirar otra vez, Rein la tomó firmemente por el trasero, tanto para estrujarlo, como para jalarla contra su cuerpo, moviéndose lentamente dentro de ella.
La sensación hizo que Hayate arqueara su cuerpo para pegarse lo más posible a Rein en todos los puntos donde se tocaban. Sus cuerpos comenzaron a moverse en sincronía sin proponérselo; ambas estaban tan solo respondiendo al ritmo de su deseo.
Rein la tomó de esa forma con toda la lentitud y suavidad que le fue posible hasta que no pudo contenerse más. Cuándo sintió a Hayate estremecerse con un incontrolable orgasmo, salió de ella para cambiarla de posición, haciéndola yacer de espaldas sobre las sábanas para después colocarse sobre ella, entre sus piernas.
Hayate que aún se recuperaba de la primera, abrumadora sesión, sintió como Rein la hizo levantar las piernas y sosteniendolas así juntas frente a ella, y volvió a penetrarla; no en su totalidad esta vez sino gradualmente, con movimientos lentos y controlados mientras Hayate gemía aferrando las sábanas, hasta que en un último movimiento de sus caderas estuvo completamente dentro de ella.
Rein soportó unos segundos, así, inmóvil, hasta el fondo mientras se miraban en un segundo de deseo sostenido. Hayate todavía jadeante, acarició los brazos que la sostenían con firmeza pero con increíble cuidado mientras Rein comenzó a mover su pelvis de forma lenta, y ondulada, penetrándola con estocadas cada vez más largas y profundas, afianzándola, poseyéndola con más fuerza cada vez.
En la bruma de su deseo descarnado, Rein se dió cuenta que Hayate gemía de una forma totalmente diferente a las ocasiones anteriores y se detuvo de pronto, preocupada.
− Hayate,− exclamó Rein con la voz ligeramente entrecortada por el esfuerzo y la excitación, − ¿Estás...bien?
Hayate tratando de hablar entre jadeos sin conseguirlo, solo asintió varias veces, al tiempo que jalaba a Rein hacía ella, anhelante, casi con urgencia.
Rein comenzó a moverse nuevamente, pero sus intenciones de tomarlo con calma se diluyeron más rápido que la ocasión anterior cuando Hayate, expresamente, le pidió que la tomara con más fuerza.
Rein aumentó el ritmo hasta que sintió varios dolorosos espasmos en su entrepierna y Hayate tuvo varias, incontrolables contracciones de placer.
Tan lentamente como había empezado y sin salir aún de Hayate, la hizo abrir las piernas para poder abrazarla estrechamente. Su abrazo fué correspondido de inmediato por los brazos y piernas de Hayate en su cuello y en sus caderas.
Aunque ella personalmente, estaba exhausta, tan pronto su boca estuvo al alcance de la de Hayate, la Coronel la beso con pasión casi desesperada hasta que el último estremecimiento de placer se desvaneció.
Se besaron largamente y cuando Rein finalmente salió de ella, Hayate se aferró a su cuerpo, abrazándose a su torso.
No tenía idea de que hora era pero las lunas habían pasado su cenit cuando finalmente sus respiraciones tomaron el ritmo normal y ya solo yacían juntas. Los dedos de Hayate trazaban pequeños dibujos en la piel de Rein y después bajaron por su abdomen para acariciar su sueve vello púbico y continuar rozando su sexo.
− Vamos a tener que hacer un nuevo ajuste en los planes,− dijo Hayate de pronto y Rein contuvo la respiración.
¿Más planes? ¿Cuántos planes podía tener esa mujer en mente?
− Finalmente ya no pude mostrarte la ciudad como había pensado,− dijo Hayate irguiéndose un poco para mirar a Rein y acariciar su pecho. La Coronel lucía realmente decepcionada, − Y aún no te hago todas las preguntas que me debes…
Entonces Rein rió con suavidad.
− ¿Yo?...¿Cómo es posible que yo te siga debiendo algo, Hayate?,− preguntó Rein antes de que un bostezo le ganara.
− Por supuesto,− insistió Hayate acomodándose otra vez con su cabeza sobre el pecho de Rein después de conseguir cubrirlas con las sábanas, − Tú prometiste responder a mis preguntas, esa es una parte que tenemos pendiente y no creas que me olvido...La otra es mi pago por esta noche...En algunas culturas, poseer la primera noche de una doncella como yo es invaluable…
Rein se estiró reajustando su posición en la cama para abrazar más cómodamente a Hayate.
Como algo le decía que aunque hubiera sido un reto infantil, Hayate no lo dejaría hasta que aceptara, Rein finalmente hizo la pregunta, incluso ya con los ojos cerrados.
− Muy bien, y ¿cuál sería ese precio que debo pagar por una doncella como usted… MI Coronel Yagami?
La respuesta de Hayate la hizo abrir los ojos con sorpresa y casi, perder el sueño por completo.
− Tienes que trabajar conmigo.
Midchilda, Zona de Reserva de Roshtaria, Día 27, Décimo Mes, 2039. 03:45 hrs.
− X −
Ok, creo que hacía mucho no escribía una de "esas" escenas. Espero no estar TAN oxidado y que les haya gustado.
