Ranma ½ y todos los personajes son propiedad de Viz Communications y Rumiko Takahashi.

Betty

Por

Dr Facer

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Nabiki Tendo, que hacía poco había salido de clases y se dirigía a cumplir un asunto personal, hizo una pausa para alisarse la falda del uniforme y después mirar a ambos lados de la calle para asegurarse de que no había cerca nadie conocido, pues no quería encontrarse con alguna de sus hermanas, con su padre o incluso con alguno de los dos Saotome mientras atendía sus negocios con uno de sus clientes más discretos. Dejó pasar unos segundos y volvió a mirar en todas direcciones, esforzándose por escuchar en caso de que Akane y Ranma vinieran corriendo en esa dirección, pero la calle estaba afortunadamente desierta en ese momento y sólo un trío de pájaros que se habían posado en un cable sobre ella le hacían compañía mientras disfrutaban del sol . Convencida entonces de que nadie de su familia estaba cerca, la muchacha respiró profundamente y cruzó la calle con pasos rápidos, deteniéndose frente a la puerta de la clínica del doctor Tofú Ono. La niña Tendo dio una última mirada a los alrededores y sólo entonces tocó a la puerta dando tres golpes rápidos, evitando tocar el timbre para no llamar mucho la atención. Esperó un poco pero nadie salió a recibirla, así que tocó de nuevo, cuidando mantener la misma discreción y volvió a esperar.

"¿Habrá salido?" se preguntó mientras recargaba el oído izquierdo en la puerta pero sin escuchar nada adentro de la clínica. No, eso no era posible, decidió Nabiki, recordando que el doctor siempre estaba en consulta a esa hora. "Sería mejor que regrese mañana, pero prefiero hacer esto hoy..."

Pensando que tal vez el doctor estaba en el baño, Nabiki apoyó una mano en la puerta corrediza y la deslizó un poco, sólo lo suficiente para entrar a la clínica. Le sorprendió el cambio en el ambiente una vez que estuvo dentro, ya que el recibidor estaba fresco en lugar de tibio como había esperado. Eso era raro, ya que conocía bien el lugar y nunca había sentido un cambio de temperatura tan notable, aunque al mirar al frente se dio cuenta de que las ventanas estaban abiertas, lo cual podría explicar lo que sucedía.

"Supongo que iré a la salita de espera," pensó, recordando que el doctor tenía una pequeña habitación junto a su oficina en donde los pacientes podían esperar para tomar consulta. "Con algo de suerte Akane o Ranma no vendrán a pedir ayuda."

—Ya te lo había dicho antes —escuchó Nabiki decir al doctor—, no me molesta que los pacientes me paguen con mercancías, muchos de ellos son comerciantes y en ocasiones no tienen efectivo a la mano.

"Oh… parece que sí tiene un paciente," se dijo la mediana de las hermanas Tendo, un poco apenada por haber llamado a la puerta, casi interrumpiendo la consulta del médico. "Será mejor que sí me siente a esperar."

—Tuve suerte de que Ranma viniera el otro día y aceptara llevarle al señor Tendo una de esas anguilas que me regalaron, ¿sabes? —continuó el doctor, su voz mostrando que estaba de buen humor—. ¿Quieres saber para qué se la envié?

Nabiki se detuvo al recordar la anguila, larga y bastante gorda, que Ranma llevó al dojo unos cuantos días atrás. La familia la había preparado para acompañar la cena aquella noche, y había sido un platillo extra bastante sabroso. La muchacha reanudó sus pasos, poniendo atención a lo que escuchaba ya que parecía que podría ser información útil, aunque todavía no podía escuchar la voz del paciente, ¿quién sería la persona con la que el doctor Tofú hablaba con tanta confianza?

—Bueno, le mandé la anguila porque vale la pena ser amigable con el hombre que esperas algún día sea tu suegro —dijo entonces Tofú con un tono de timidez—, estoy seguro de que Kasumi cocinó algo delicioso para la familia Tendo.

Nabiki, que ya había llegado a la sala de espera, se detuvo y no pudo evitar sonreír, pues le agradaba el doctor y le parecía un buen partido para su hermana mayor, aún y cuando perdiera el control cuando Kasumi estuviera cerca. Quizás algún día el médico aprendería a controlarse y podría iniciar un romance con su hermana, y…

—... ella-no-sabe-lo-que-sientes —respondió una voz, claramente de mujer, pero con un tono tan bajo, monótono y mecánico que Nabiki tuvo que esforzarse para comprender lo que había escuchado. Era como si un ventrílocuo principiante estuviera practicando, y la persona había hablado de una manera tan tenue que Nabiki incluso pensó que había imaginado la voz, y pasó algunos segundos preguntándose si fue o no real hasta que al final decidió que sí había escuchado a alguien.

"¿Quién diablos será y por qué habla tan raro?" Se preguntó frunciendo el ceño, pues no recordaba a nadie en Furinkan que hablara de ese modo, y a Nabiki eso no le gustó. Pensando que no era propio que el doctor hablara de su hermana con alguien desconocido porque eso podría provocar rumores que mancharían la imagen de Kasumi, la mediana de las Tendo dio tres pasos más y abrió lentamente la puerta de la oficina, prefiriendo interrumpir la conversación y disculparse, que permitir que hablaran más tiempo a espaldas de su hermana mayor.

—Buenas tardes, doctor, lamento interrumpir, pero… —Nabiki parpadeó y cerró la boca al encontrarse que dentro de la oficina sólo había un librero, un escritorio tras el cual había una cómoda silla ejecutiva, los varios diplomas del doctor Tofú colgando de las paredes y dos sillas de madera. Extrañada, la muchacha fijó la vista en el médico, que estaba sentado al otro lado del escritorio. Pero sólo estaba él, no había nadie más y por lo que veía el doctor Tofú no tenía el teléfono en la mano, entonces… ¿con quién había estado hablando?

No, al mirar de nuevo Nabiki supo que el doctor no estaba 'solo' en su oficina. Allí, en una de las sillas de madera, estaba Betty la esqueleto, recargada en el respaldo con las manos sobre los fémures y el cráneo acomodado de manera que miraba directo al médico.

"Ah… ya me acordé que al doctor Tofú a veces le da por ponerse a conversar con ese montón de huesos y jugar al ventrílocuo cuando no hay pacientes," suspiró Nabiki, recordando que ese era un hábito que esperaba el doctor pudiera dejar de lado si algún día se casaba con Kasumi.

—Hola, Nabiki —saludó el médico mientras se ponía de pie—, ¿qué puedo hacer por ti?

—Hola, doctor… —la muchacha se obligó a sonreír y luego miró al esqueleto—, pensé que ya no platicaba con Betty.

—Aún lo hago de vez en cuando, me ayuda a pensar y a ordenar mis ideas —le dijo Tofú mientras sonreía—, pero pasa y dime qué necesitas, ¿vienes a consulta?

—No, vengo porque… ya tengo las dos fotografías que me pidió —respondió Nabiki, decidiendo no mencionar que había escuchado al doctor fingiendo la voz para conversar con sí mismo—. Sólo vine para saber si aún las quiere comprar, porque la verdad preferiría no volver a conseguirle más fotos como estas, cada vez es más incómodo para mi cumplir sus pedidos.

—Y tienes razón, honestamente yo... —Tofú respiró profundamente y bajó la mirada, un poco apenado—, no debería comprarlas pero… ¿puedo verlas?

Nabiki asintió, colocó su portafolios en el escritorio para abrirlo y sacar de entre las hojas de un cuaderno dos fotografías que le entregó al médico—. Es la última vez que le consigo fotos de Kasumi, doctor, a ella es a la única persona que me molesta fotografiar para ganar dinero.

—Lo comprendo, y puedo entender si estas son las últimas —dijo Tofú, mirando fijamente las fotografías; una mostraba a Kasumi junto a la estufa, preparando algún guisado con una expresión de satisfacción, y en la otra, la mayor de las hermanas Tendo estaba ocupada remendando una sábana con aguja e hilo—. Son excelentes Nabiki, si te decidieras a estudiar fotografía podrías tener mucho éxito. ¿Cuánto te debo?

—Se las daré por veinte mil yenes —contestó la muchacha. Sabía que era un precio muy alto, pero deseaba desanimar al doctor para que ya no volviera a pedirle fotografías clandestinas de Kasumi, a quien ya no podía seguir fotografiando a escondidas sin sentir terribles remordimientos.

—Es un precio… algo alto, pero justo si en verdad serán las últimas —comentó el médico, obligándose a dejar de mirar las fotografías pues estaba comenzando a sentir que sólo mirar a Kasumi aún en una foto comenzaba a hacerlo perder el control—. Dame un momento para sacar el dinero.

—¿Alguna razón por la que me pidió más fotos de mi hermana tan rápido? —Preguntó la segunda de las hermanas Tendo, mirando al doctor rebuscar en un cajón de su escritorio—. Normalmente me pedía fotos luego de varios meses.

—Las… otras fotos se arruinaron —dijo Tofú, su mirada dirigiéndose al librero a la izquierda de Nabiki antes de volver su atención al cajón—. Mi cartera no está aquí, la dejé en mi departamento seguramente. Espera un poco, ahora regreso.

Nabiki se recargó en el escritorio y miró salir al doctor de la oficina y lo escuchó caminar hasta las escaleras. La muchacha sabía que el departamento de Tofú estaba en el segundo piso, por lo que seguramente tardaría algunos minutos en regresar. Sintiendo curiosidad y recordando que el médico había mirado hacia el librero, Nabiki se acercó y no tardó en encontrar un marco oculto entre los libros. La fotografía en el marco era de Kasumi, y la mostraba saludando a la cámara en su uniforme de preparatoria, pero entre los libros la muchacha encontró ocho fotografías de Kasumi, todas habían sido rotas de manera que les faltaba la cabeza.

"...¿Qué carajos?" se preguntó mientras volvía a acomodar las fotografías rotas y el marco en su lugar y regresaba a sentarse en el escritorio. "¿Por qué descabezó el doctor Tofú las fotos de mi hermana?"

La muchacha cerró los ojos y trató de pensar en alguna razón por la que el doctor hubiera destrozado las fotografías. No parecía que hubiera sido por alguna mala intención de parte de Tofú, por lo que quizás… las había roto sin querer porque había perdido el control mirando las fotos de Kasumi. Sí, eso debía ser, y también explicaba porqué la fotografía en el marco seguía intacta.

Un tenue 'clac' hizo que Nabiki abriera los ojos y mirara a su izquierda, de donde había venido el sonido. Se encontró con que la quijada de Betty se había abierto y el cráneo del esqueleto se había inclinado de modo que parecía que estaba mirándola de manera ligeramente acusadora por haber movido las cosas de Tofú.

—No pienses tonterías —sonrió Nabiki, sintiéndose un poco tonta por haber dejado que el ruido la sorprendiera de esa manera. Sabía por el doctor que la quijada de Betty estaba un poco floja, por lo que era obvio que se había abierto y provocado que el cráneo del esqueleto se moviera, pero aún así… aún así no pudo evitar sentirse un poco nerviosa.

—Aquí está el dinero —comentó Tofú en ese momento, entrando de nuevo al consultorio con unos billetes doblados en la mano, sin notar que su repentina llegada parecía haber alarmado a la muchacha—. Perdón por haberte hecho esperar.

—No se preocupe —respondió ella, tomando el dinero y luego su portafolios—, si me disculpa debo irme ya… y recuerde que ya no habrá más fotos de Kasumi.

—Lo recordaré —respondió el médico, que acompañó a Nabiki al pasillo y se quedó allí hasta que la vio salir de la clínica. Una vez sólo, regresó a la oficina y se sentó de nuevo detrás de su escritorio para darle una mirada a las dos fotografías de Kasumi, Tofú levantó la vista y sonrió—. Son buenas fotos, ¿no crees Betty? No recuerdo haber roto las otras, pero supongo que es posible que lo hice… espero no romper estas, porque ahora sí estoy seguro de que Nabiki ya no me conseguirá más y sería una pena perderlas.

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Semanas más tarde...

Nabiki seguía a su hermana menor, Akane, en silencio mientras las dos iban camino al consultorio del doctor Tofú, aunque cada una lo hacía por razones muy distintas. Mientras que la menor de las hermanas Tendo iba para que el doctor le revisara la mano pues quería saber si ya había sanado, la mediana lo hacía porque sentía una fuerte inquietud luego de descubrir de que el doctor rompía las fotos de Kasumi, y deseaba investigar si también destrozó las últimas dos que le había vendido.

—Espero que mi mano ya esté bien —dijo Akane, que cansada de caminar en silencio intentó iniciar una conversación con Nabiki—. Ya no he tenido molestias, pero prefiero que el doctor me revise una última vez.

—Me sorprende que hayas sanado tan rápido —contestó Nabiki, metiendo las manos en los bolsillos de su overol mientras intentaba pensar en la mejor manera de espiar en la oficina del doctor mientras revisaba a Akane—. La pelea de ayer con el Destructor de Dojos fue bastante difícil para ti, Akane, es una suerte que Ranma tomara tu lugar.

—¿Estás diciendo que habría perdido? —preguntó la menor de las hermanas, que aunque sabía que fue Ranma quien ganó la pelea, no le agradaba que subestimaran sus habilidades.

—Sí, pienso que habrías perdido —dijo la otra ignorando la molestia de Akane—. Pero también pienso que habrías logrado causarle bastante daño a ese tipo gordo si no hubieras estado lesionada, ¿sabes?

—¿En… en serio crees que podría haber hecho eso?

—Claro que sí, Akane —asintió Nabiki, ofreciéndole a su hermana una sonrisa para animarla, algo que la mediana ya casi nunca hacía—. Quizás dejé de practicar artes marciales hace cinco años, pero eso no quiere decir que me haya olvidado de todo lo que me enseñó papá, y sí, estoy segura de que le habrías dado al Destructor de Dojos un combate que nunca olvidaría.

—… Gracias, Nabiki —sonrió Akane, sintiéndose contenta de recibir un halago de Nabiki, descubriendo que era algo que extrañaba, y por un momento se preguntó porqué su hermana mayor se había alejado de ella poco a poco desde que terminó la secundaria. Estuvo tentada a preguntar eso, pero no tuvo el valor y terminó haciendo otra pregunta que también quería hacerle—. ¿Por qué dejaste de practicar artes marciales?

—… No esperaba esa pregunta —dijo Nabiki, mirando a Akane mientras levantaba una ceja—. ¿Para qué lo quieres saber?

—Es que… bueno, sé porqué Kasumi dejó de entrenar, pero tú nunca me has dicho porqué lo hiciste.

—Ah... pues… es algo complicado —dijo la otra, que sin tener una respuesta preparada se limitó a caminar en silencio con una expresión de duda en el rostro.

Akane observó a su hermana y la siguió sin insistir, dándole tiempo para pensar, pues sabía muy bien que el tema de las artes marciales era algo espinoso para las tres, pues implicaba la muerte de su madre y era por ello que normalmente no lo mencionaban y preferían evitarlo. Mirando de reojo a Nabiki mientras seguía caminando sin hablar, Akane recordó cuando era niña y sus dos hermanas mayores aún entrenaban el estilo de combate libre.

"Kasumi renunció cuando cumplió los doce años para hacerse cargo de la casa," Pensó Akane, levantando la mirada mientras recordaba que cuando su hermana mayor entrenaba era como ver al viento mover las hojas de los árboles. "Kasumi tenía una gracia de movimientos que siempre hacían que papá estuviera orgulloso y recuerdo que… recuerdo que una vez le dijo a mamá que Kasumi podría ser la heredera perfecta de nuestra escuela…"

La menor de las Tendo suspiró al decidir que era una lástima que Kasumi hubiera dejado las artes marciales, pero un pensamiento entró en su mente que la hizo sonreír discretamente. "No… si lo pienso bien, Kasumi no ha dejado de entrenar. Toda su gracia, concentración y habilidad las trasladó de las artes marciales al cuidado de la casa, Kasumi adaptó las enseñanzas de la escuela Tendo de combate libre a las tareas domésticas, y… a su modo sigue manteniendo su mismo nivel de habilidad, aún es la mejor de las tres..."

—¿Te molestó la pregunta? —preguntó Akane cuando llegaron a una esquina, pues Nabiki aún seguía sin decir una sola palabra.

—No, Akane, es sólo que estoy tratando de pensar en cómo responderte, dame un segundo —contestó la mediana de las Tendo, rascándose la mejilla mientras seguía meditando su respuesta—. Dame un par de minutos, ¿sí?

—Sí, está bien —contestó la menor, esperando que Nabiki pudiera responder antes de que llegaran a la clínica. Mientras esperaba por una respuesta, su mente divagó de nuevo hacia su niñez cuando entrenaba con sus hermanas mayores.

"Yo sé que Kasumi renunció a las artes marciales para ayudar en la casa, pero Nabiki no lo hizo por eso… ¿qué la obligó a renunciar?" Se preguntó Akane al tiempo que intentaba encontrar una respuesta. "Nabiki nunca tuvo la gracia o elegancia de Kasumi, y yo superé a las dos en fuerza y velocidad cuando cumplí los ocho años… pero eso no pudo ser lo que la convenció de dejar de entrenar, porque aunque Kasumi era más hábil y yo era más fuerte, Nabiki fue la única de las tres que tomó en serio el aspecto del estilo libre que permite usar cualquier tipo de trampa o truco con tal de ganar... ¿entonces tal vez sí le gustaba practicar artes marciales? Y si le gustaba, entonces no entiendo porqué renunció... sin Kasumi como heredera de nuestra escuela Nabiki pudo haber tomado ese lugar sin problemas, aunque quizás no lo hizo porque… ¿porque yo le habría estorbado?"

—Te diré la razón por la que dejé de entrenar, Akane… —anunció Nabiki, de repente, y se sintió bastante sorprendida ante la intensidad en la mirada de su hermana menor. No recordaba la última vez que Akane le había puesto tanta atención.

—¿Cuál fue? —preguntó Akane, temiendo que sus miedos fueran ciertos—. ¿Fue… por mi culpa?

—Disculpa, ¿qué?

—Es que… sé que me hice más fuerte y rápida que tú y Kasumi muy pronto, y siempre he pensado que…

—¿Que eso nos desanimó? —Nabiki no pudo evitar reír—. No, Akane, no tiene nada que ver contigo… ya sabes la razón por la que Kasumi se retiró, ¿verdad? Bueno pues yo… yo no quería heredar la escuela. Kasumi era más hábil que yo y tú siempre fuiste físicamente superior a las dos, y con más talento natural para las artes marciales que nosotras.

—¿Estás… no estás mintiendo?

—Te estoy diciendo la verdad. Después del esfuerzo que hiciste ayer te mereces que sea honesta contigo —sonrió Nabiki al tiempo que le daba una ligera palmada en el hombro a su hermana—. Además… no he dejado de practicar cierto aspecto del estilo libre, ¿o no has notado que soy capaz de recurrir a cualquier trampa con tal de obtener lo que quiero?

—Lo he notado bastante bien —suspiró Akane, que entendió perfectamente a lo que su hermana se refería. Si Kasumi había adaptado las enseñanzas de su escuela a las labores domésticas, Nabiki había tomado el aspecto menos honorable del estilo libre y lo había dominado a tal grado que dudaba que hubiera alguien capaz de superarla.

—Y eso no es exactamente la parte de las enseñanzas de papá que deberían representar nuestra escuela, ¿cierto?

Akane volvió a suspirar y negó con la cabeza, bastante sorprendida todavía de que Nabiki estuviera admitiendo algo así tan fácilmente—. Entonces por eso… ¿por eso me dejaron seguir entrenando?

—Kasumi y yo lo hablamos cuando ella estaba por entrar a la preparatoria —le contestó Nabiki, su voz tomando un tono muy serio—. Las dos estábamos dispuestas a volver a entrenar si era necesario, pero… te esforzabas mucho en las artes marciales y lo disfrutabas más que nosotras, así que al final pensamos que no hacía falta, y creo que fue la decisión correcta.

—Hermana…

—Mira, ya llegamos a la clínica —la interrumpió Nabiki, que volvió a tomar su expresión neutra y su mirada confiada y analítica, claras indicaciones de que la conversación había terminado y que pasaría mucho tiempo antes de que volviera a aceptar hablar del tema—. Con algo de suerte el doctor no tiene consulta y podremos volver a casa rápido.

—Sí… tienes razón —respondió Akane, un poco decepcionada de que la conversación con Nabiki hubiera terminado.

Sin decirse más, las hermanas tocaron a la puerta, y al escuchar un 'adelante' de parte del doctor Tofú, entraron a la clínica y avanzaron hacia la oficina con la confianza de saber que el médico las estimaba y las consideraba posibles cuñadas. Encontraron a Tofú sentado leyendo el expediente médico de Akane, pero se levantó para recibirlas en cuanto las vio entrar.

—Hola, doctor, vengo a mi cita para revisión —saludó Akane mientras Nabiki se contentaba con sonreír y hacer un saludo con la mano izquierda.

—Perfecto, ya te estaba esperando, Akane —dijo Tofú, que comenzó a guiar a las hermanas al consultorio que estaba a la siguiente puerta—, vamos al consultorio para ver cómo está esa mano, ¿vienes, Nabiki?

—Claro que sí, doctor —dijo la mediana de las Tendo—, ¿pero primero podría prestarme su baño?

—Desde luego, —respondió el médico mientras él y Akane entraban al consultorio.

Nabiki esperó hasta que escuchó al doctor Tofú haciéndole preguntas a su hermana antes de entrar a la oficina del médico. La muchacha cerró lentamente la puerta tras de sí y se dirigió directamente al librero en donde Tofú ocultaba las fotografías de Kasumi.

"En verdad espero que no las haya roto," pensó mientras rodeaba el escritorio con pasos livianos y sigilosos, poniendo especial atención a cualquier ruido que viniera del consultorio, porque aunque había distraído a Akane contándole porqué ya no practicaba artes marciales, tampoco quería que la encontrara haciendo algo indebido en la clínica de su admirado doctor. "Aunque distraerla con eso funcionó bastante bien, entre su interés por conversar con Tofú y todo lo que le dije, ni siquiera me volteó a ver."

Una pausa en la voz del doctor obligó a Nabiki a detenerse y quedarse muy quieta, escuchando con atención ya que por un momento pensó que la habían descubierto. Afortunadamente no fue así, ya que Tofú soltó una de sus educadas risas y luego prosiguió hablando. Respirando profundamente para volver a concentrarse, Nabiki sacó el marco de su lugar entre dos libros de quiropráctica y como esperaba, las dos fotografías nuevas de Kasumi estaban allí. Pero al mirarlas no pudo evitar fruncir el ceño decepcionada; las fotos ya estaban rotas, el doctor también las había descabezado.

"Esto no me agrada," se dijo al tiempo que colocaba cuidadosamente las fotografías y el marco de vuelta en su lugar. "Si Tofú se altera de este modo sólo con ver una foto de mi hermana… ¿qué le pasaría si alguna vez en verdad sale a solas con ella?"

Haciendo a un lado una imagen mental en donde Tofú perdía el control y le rompía el cuello a Kasumi, considerándola como algo ridículo, Nabiki salió de la oficina y avanzó por el pasillo en dirección al consultorio, tratando de controlar la sensación de vacío que le oprimía el estómago, pues luego de ver las fotografías rotas comenzó a considerar, por primera vez en toda su vida, la posibilidad de que el amable doctor Tofú podría lastimar a su hermana mayor por accidente.

Y el temor que esa idea le provocaba no le agradó para nada.

Nabiki abrió la puerta del consultorio aún hundida en sus pensamientos, y cuando levantó la mirada pudo ver que Tofú estaba usando a Betty para explicarle algo sobre su mano a Akane, quien seguía escuchando atentamente al médico. Estaba por entrar para sentarse junto a su hermana cuando algo extraño sucedió y la hizo parpadear. Nabiki estuvo, por al menos un segundo, completamente segura de que Betty había girado el cráneo para mirarla, pero era obvio que no. El cráneo del esqueleto estaba caído e inmóvil como siempre.

"Otra vez estoy pensando estupideces," suspiró Nabiki, obligándose a dejar de mirar el esqueleto y entrar para sentarse junto a Akane y escuchar lo último de la explicación de Tofú en silencio. Afortunadamente la mano de su hermana menor ya estaba prácticamente curada, y la única recomendación del médico fue que Akane mantuviera el vendaje durante el resto del día y se untara una pomada especial que Tofú ya le tenía preparada durante una semana… palabras normales y una situación de los más normal.

Y a pesar de que todo parecía estar bien, Nabiki Tendo no pudo más que mantener una sonrisa congelada mientras esperaba a que pudieran salir de la clínica, pues no podía dejar de imaginar, una y otra vez, cómo el doctor Tofú decapitaba las fotografías de Kasumi.

Algunos minutos más tarde…

—¿Te pasa algo, Nabiki? —preguntó Akane, pues su hermana no había dicho ni una sola palabra desde que salieron de la clínica, y le preocupaba que quizás recordar la razón por la que había dejado las artes marciales la estuviera molestando.

—No, no me pasa nada —respondió Nabiki, su mirada baja y pensativa, pues además de lo que había descubierto sobre Tofú, había vuelto a imaginar que Betty la observaba, lo cual era ridículo, ¿qué acaso tenía cuatro años? Si esto seguía, Nabiki temía que más tarde comenzaría a tenerle miedo a la oscuridad o cualquier otra tontería similar.

Pero no podía sacarse de la cabeza la idea de que en la clínica de Tofú había algo que andaba muy mal, y cada vez le parecía que lo que andaba mal era el mismo doctor, o al menos eso pensaba luego de comprobar que seguía cortando la cabeza de las fotografías de Kasumi.

—Akane, creo que deberías dejar de visitar al doctor Tofú —comentó Nabiki entonces.

—¿Dejar de ver al doctor? —Akane frunció el ceño y pensó que su hermana estaba mal de la cabeza—. ¿Pero por qué haría eso? El doctor Tofú es amigo de la familia y tarde o temprano será nuestro cuñado… por favor, Nabiki, no digas esas cosas... ¿o acaso tienes alguna buena razón que no me has dicho para pedirme algo así?

—No me has entendido bien —dijo la otra, que decidió no decirle a Akane ninguna de sus sospechas pues eso la obligaría a confesar que le había vendido algunas fotos de Kasumi al doctor Tofú, lo que seguramente terminaría en un pleito que Nabiki no se sentía con ganas de tener en ese momento—. A lo que me refiero, hermanita, es a que deberías de tener más cuidado y ya no lastimarte tanto, no me gusta verte así.

—¿No te gusta que…? —comenzó Akane, calmándose al escuchar que su hermana se preocupaba por ella y luego tocándose la barbilla al notar que su hermana actuaba de una manera inusual—. Has estado muy rara hoy, Nabiki, y normalmente sólo haces eso cuando me quieres pedir algo prestado o estás ocultando algo, pero… si estuvieras ocultando algo no me habrías contestado cuando te pregunté porqué dejaste las artes marciales, así que… ¿qué te sucede?

—Ya te lo dije, no me gusta que te lastimes y termines visitando la clínica del doctor Tofú tan seguido —insistió Nabiki, que entonces agregó con un tono sarcástico para convencer a su hermana de que nada malo estaba pasando—. Si te sigues lesionando quizás ya no puedas practicar artes marciales y eso nos obligaría a Kasumi o a mi a volver a entrenar, y si eso pasa tal vez alguna de nosotras tendría que casarse con Ranma… y tú no quieres eso, ¿o sí?

—¡C-claro que no! —se apresuró a responder Akane, sonrojándose ante la idea de ver a Ranma con alguna de sus hermanas o de que ellas decidieran volver a entrenar en el estilo de combate libre, ya que cualquiera de esas dos cosas simplemente sonaba mal en su opinión.

—En ese caso sólo promete que tendrás más cuidado y tratarás de no lesionarte tanto, ¿de acuerdo?

Akane suspiró vencida y asintió—. Muy bien, Nabiki… quizás tienes razón y he estado abusando de la amabilidad del doctor Tofú, tendré más cuidado para no lastimarme tan seguido.

—Espero que sí lo hagas, hermanita —respondió la otra, que no pudo evitar mirar atrás, hacia la clínica que ya casi se había perdido de vista y sentir nuevamente una fría y extraña opresión en el estómago al ver de reojo el pequeño centro médico—. Es mejor si ves al doctor Tofú sólo cuando de verdad sea necesario de ahora en adelante...

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Notas:

Esta historia está inscrita en la Dinámica de Octubre de la Página Mundo Fanfics de InuYasha y Ranma #Dulce_truco_o_fic.

Como habrán podido notar la historia está situada muy en los inicios de la serie cuando Tofú todavía era parte de los personajes recurrentes, y tomará un poco del manga y del anime en cuanto a situaciones y escenarios (la clínica de Tofú, por ejemplo es más detallada en el anime).

La idea de este fanfic es de hace varios años (la concebí cuando estaba escribiendo La Saga de Shampoo y Mousse) y no la había escrito porque me concentré en otras cosas.

Gracias por leer la primer entrega de la historia, espero que disfruten este fic de suspenso.