Este es un capítulo especial, basado en una historia real...
INVISIBLE
Ninguna de las ideas que le venía a la mente era lo suficientemente buena.
Hacía unos días, cuando Renji le había hecho coger el papelito de la caja, había tenido miedo. Su mala suerte lo acompañaba allá a dónde iba y seguro le tocaba regalar a alguna persona insufriblemente inconformista.
Por su cabeza rondaron los rostros de Byakuya, Soi Fong... E incluso Tousen, preguntándole qué es lo que le había dado porque no lo veía.
Puede decirse que si algunas personas son especialistas en soñar despiertas, él era todo un experto en sufrir pesadillas aún con los ojos abiertos. Afortunadamente, ninguno de los dos casos acababa formando parte de la realidad.
Fue debido a eso, que al leer el nombre de la persona a la que le había tocado, sintió un profundo alivio. Se alegró infinitamente. Hasta había guardado el papelito, y lo sacaba de vez en cuando para asegurarse de que estaba en lo cierto, y no había leído mal. Pensó que por primera vez en su vida había tenido suerte y era alguien realmente fácil de regalar.
Se equivocaba.
Llevaba cerca de una semana pensando en qué poder darle. El tiempo se acababa y cada vez era más complicado decidirse por algo. No es que fuera a criticarlo. La culpa era suya que siempre había sido demasiado exigente consigo mismo, y no encontraba nada que pudiera estar a su altura. Nada era lo suficientemente especial.
Dejó escapar un largo suspiro.
A saber cuántos llevaba ya en aquella tarde.
Además de todo aquello, uno de los mayores problemas que surgían, era no poder quedarse a solas ni un maldito segundo. Todos parecían haberse puesto de acuerdo para molestarlo en el preciso momento en el que se decidía por alguna cosa. Y claro está, este juego siempre ha sido "secreto."
En ese momento estaba solo. Aprovechando unos pocos minutos de paz para pensar con claridad.
Se encontraba sentado ante el escritorio. Con una inmensa pila de papeles a su lado. Por una vez pensó que podían esperar. Por muy extraño que pareciera, el amigo invisible lo había absorbido de tal manera, que era incapaz de trabajar sin pensar en ello.
¿Qué demonios podría regalarle? - se preguntó por enésima vez.
Fuera lo que fuera, debía apresurarse o la fecha se le vendría encima. Sería terriblemente humillante que todo el mundo se reuniera y él fuera el único idiota sin nada que ofrecer. Además¿Qué pensaría entonces? No se merecía no tener nada. Ella valía mucho. Por eso mismo, cualquier cosa era poco.
Cogió uno de los folios en blanco y lo miró pensativo.
Podía escribir algo.
Siempre le quedaba el comenzar por una carta, y luego la inspiración vendría sola.
Sí, después marcharía al Rukongai y visitaría algunas tiendas...
Sumergió el pincel en el tarro de cristal y empapó levemente la punta con la negra tinta. Luego la dejó bailar sobre el papel con excelente caligrafía. Cuidando cada trazo para no tener que volver a repetirlo.
Tanto empeño ponía a su labor, que no notó que la puerta del despacho se descorría.
-¡Caaaaaaaa... Piiiiiiii...táaaaaaaaaaaan! -lo saludó la entusiasmada voz de su teniente.
Hitsugaya saltó literalmente de su asiento. El corazón le dio tal vuelco, que por un instante creyó que se le había salido por la boca y estaba dando tumbos por encima de la mesa. Gracias al cielo, seguía en su sitio. Latiendo a un ritmo vertiginoso, pero en su sitio.
Cuando se recobró del susto y volvió a centrarse, giró de inmediato la hoja en la que estaba escribiendo y la camufló entre el resto de papeles.
-No hay manera de encontrarlo estos días, capitán. ¿Por qué se esconde? -le preguntó, apoyando su delantera encima de todo el papeleo. - ¿Me tiene miedo?
-No me escondo, idiota. Estoy trabajando. -le contestó malhumorado, a causa de su repentina aparición. Una vez más, no le dejaban tranquilo. - Deberías hacer lo mismo. Vuelves a estar llena de azúcar¿Sabes?
Matsumoto bajó su vista al escote para comprobarlo. Su capitán llevaba razón. Aunque aquella vez no era tan exagerado como el primer día de trabajo en la pastelería.
-Vaya, capitán. No sabía que usted también se fijaba en estas cosas. -murmuró, barriendo la zona del pecho con la mano.
El chico enrojeció al instante y giró la cabeza tratando de parecer distraído.
-¿Y qué estaba haciendo? -atacó de nuevo, mirando todo el trabajo sin hacer. - Va muy retrasado. ¿Quiere que le ayude?
-No. -le contestó este tajante. Volviendo su mirada al escritorio.
Los ojos de la chica se abrieron estupefactos.
Aquello era nuevo.
-Como quiera. -dijo finalmente, caminando hacia el sofá y luego tumbándose en él, toda lo larga que era.
El joven capitán levantó disimuladamente su mirada para comprobar que no le hacía caso, y con sumo cuidado volvió a sacar el papel en el que había comenzado a escribir. Estaba a punto de volver a hacerse con él, cuando la mujer lo interrumpió:
-¿Qué tal lleva el amigo invisible, Taicho?
Como cuando pillan a un niño haciendo algo malo, el chico se quedó petrificado. Un sudor frío recorrió su espalda y empalideció al instante.
¿Lo había visto? No, era imposible.
Rangiku se giró para encontrarse con el indescifrable rostro que le presentaba él.
-¿Se encuentra bien¿No habrá vuelto a pillar un virus raro, no? -inquirió de inmediato, bastante preocupada.
Hitsugaya resopló aliviado y volvió a dejar el puñetero papel en su sitio. Era evidente que no se había dado cuenta y sólo preguntaba por intentar saciar su infinita curiosidad.
-Estoy bien.
La chica se apoyó entonces en el respaldo del sofá sin dejar de mirarlo.
-¿Va a decírmelo?
Toushiro levantó la cabeza.
-¿El qué?
-¿A quién regala?
El chico abrió los ojos como platos.
-No.
-¿No? -repitió con voz lastimosa.
-No.
-¿Y porque no? -insistió.
- Porque entonces el juego pierde la gracia.-le soltó irritado.
-Pero tu y yo siempre nos contamos todo, capitán. ¡No podemos tener secretos!
El chico le dirigió una mirada que parecía decirle: "¿Y desde cuando tú y yo nos contamos todo?"
-He dicho que no. Y no hay más que hablar.
Matsumoto frunció el ceño disgustada y se puso en pie. Luego avanzó de nuevo hasta el escritorio y se sitúo justo a su lado. Éste la miró de reojo tratando de ignorarla. Pero era inútil. Su presencia comenzaba a ponerlo tan nervioso, que no podía trabajar.
-¿Qué? -le soltó finalmente, esperando a que hablara.
- Siempre se toma todo demasiado en serio. Es solo un juego.
- Sí, y todos los juegos tienen normas. Las normas están por algo.
-¡Claro que sí¡Para romperlas!
Hitsugaya dejó escapar un suspiro más e intentó volver a sus papeles.
- Le propongo otro juego, capitán.
- ¿Qué juego? - preguntó él, arrastrando las palabras con parsimonia.
- Un juego de pistas. Primero yo le digo una pista sobre la persona a la que regalo y usted trata de adivinarlo. Y luego al revés. ¡Solo será una pista¡A una pista no puede negarse!
El chico levantó su mirada para encontrarse con los relucientes ojos de la chica. Parecían despedir estrellitas esperanzadoras. Era toda una crueldad negarse a esa estúpida petición. Aunque sabía que estaba mal, no pudo evitarlo.
-Está bien. Solo una.
-¡Yaaaiii¡Gracias capitán! -exclamó eufórica, estrujándolo sobre manera, y cortándole la respiración, abrazándolo contra su pecho.
-¡Suéltame! -le suplicó, tratando de liberarse.
-Ok, veamos... -comenzó Rangiku pensativa y dejando al chico recuperar el aliento. -Mi pista es... que la persona a la que debo regalar... Hummm... Es alguien muy especial para mi. Me hizo mucha ilusión que me tocara, porque no me lo esperaba. -sonrió finalmente.
¿Esa era la pista? - pensó él alzando una ceja. Su teniente era un desastre hasta para eso.
-¿Quién será? -canturreó la chica, dejando un margen de incertidumbre para que tratara de adivinarlo.
-Kira. -contestó el chico sin inmutarse.
Matsumoto abrió los ojos y la boca estupefacta.
-¿Cómo ha podido saberlo, capitán¡Es sorprendente! -exclamó maravillada.
-Tskk... Por la forma en que lo miras desde el día que Renji nos dio los papelitos. Además, que no dejas de preguntar sobre sus gustos a la pobre Hinamori.
-Ah... Así que es por eso. - cayó en la cuenta. - Vaya... ¡Qué más da! Ahora te toca a ti. ¿Quién es el tuyo?
Hitsugaya dejó el pincel sobre la mesa y se llevó la mano a la barbilla, pensativo.
Había metido la pata.
Ahora Rangiku esperaba que él le diera una respuesta verdadera. Y en el caso de darle una pista, hacerlo de forma que lo adivinara, para quedar en iguales condiciones.
Y no podía dejar que eso sucediera.
Tras unos breves instantes de reflexión. El chico habló finalmente:
-La persona a la que yo regalo... -hizo una pausa. - Tiene en su nombre mi letra favorita.
Matsumtoso sonrió rebosante de felicidad. Aunque pronto su cara cambió al intentar descifrar lo que el chico le había dicho.
-¿Y... Cuál es su letra favorita, capitán? -le preguntó extrañada.
El chico suspiró resignado.
-Eso deberías saberlo ya. Además, tú has puesto las reglas y era solamente una pista.
Rangiku trató de hacer memoria. Si su capitán le había dicho eso, era porque con eso de seguro podía adivinarlo. Pero, cuál era su letra favorita? Hinamori se lo había dicho una vez. Estaba en el nombre de la chica... ¿Era la H? No, era...era... ¡La M! Y estaba en el nombre de Momo. ¡Hinamori Momo!
La mujer sonrió con autosuficiencia.
-¿Así que es... Hinamori Momo? -canturreó, adivinándolo.
El chico giró la cara rojo de vergüenza. Pero no dijo nada que lo confirmara.
-¡Ja¡Es ella¡Y tiene un montón de Ms en su nombre!
-Bueno, baja la voz¿Quieres?
-¿Y qué le vas a regalar?
-No lo sé. No se me ocurre nada. -confesó. -No sé qué puedo regalarle a una chica. Algo... Especial.
La mujer lo miró inmensamente feliz.
-¡Yo te ayudaré! -se ofreció en el acto.
-¿QUÉ?- exclamó él horrorizado. - ¡NI HABLAR¡TÚ NO!
-¡Ya lo creo que sí¡Voy a cambiarme y nos vamos de compras! No puedo ir por ahí con el escote lleno de azúcar. ¡Ahora vengo a buscarte! - se aceleró, saliendo de inmediato por la puerta, sin darle al chico ninguna opción a seguir quejándose.
Una vez el torbellino conocido como Matsumoto Rangiku, abandonó el despacho, Toushiro volvió a soltar otro largo suspiro, tratando de recuperar la paz que le faltaba.
Eres una idiota...
Ahora que se había quedado solo, podría continuar con la maldita escritura. Recuperó el papel y leyó lo único que le había dado tiempo a escribir.
No pudo evitar una sonrisa, antes de arrugar el folio y tirarlo directamente a la papelera.
Adiós a todos sus planes de preparar el regalo en el despacho. Tendría que hacerlo en su habitación, a escondidas, perdiendo horas de sueño...
Porque aunque Matsumoto lo ayudara, era algo que debía hacer solo. Añadiéndole el hecho, de que por mucho tiempo que pasara con ella, por muchas cosas que pudieran decirse, nada tendría sentido.
A fin de cuentas, él era invisible para ella...
Y seguiría siéndolo hasta el viernes próximo.
FIN
Dedicado a "Matsumoto Rangiku"
De "Tu amigo invisible"
Que pases unas buenas vacaciones y... no te olvides de mi. Te echaré mucho de menos.
Sé que debería haber esperado hasta el viernes pero como ya no estarás y hoy andas tristona, he pensado que sería una buena forma de que te fueras con buen sabor de boca. Mañana más!
