Ranma ½ y todos los personajes son propiedad de Viz Communications y Rumiko Takahashi.

Betty

Por

Dr Facer

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Nabiki terminó de doblar y guardar su kimono y estiró los brazos sobre la cabeza hasta que sintió que sus omóplatos crujían de una manera bastante satisfactoria. Una vez hecho eso puso un poco de orden en su habitación y decidió que quizás podría bajar a ver una película en la televisión pues no era medianoche aún, no tenía sueño y al día siguiente sería domingo, por lo que podía darse el lujo de quedarse despierta hasta más tarde. Confiaba en que su padre y el señor Saotome no estarían en la sala, pues sabía que los dos se habían quedado en la feria "vigilando" que ninguna pintura maldita volviera a intentar escapar de su lienzo, aunque Nabiki estaba bastante segura de que los dos habían decidido aprovechar para festejar con la junta de vecinos y quedarse a beber sake con ellos hasta la madrugada.

Poniéndose un camisón gris que ocultaba su figura completamente para así evitar llamar la atención del maestro Happosai en caso de que estuviera en la casa, Nabiki abrió la puerta de su habitación y se dispuso a bajar las escaleras. Como era su costumbre puso especial atención al pasar por la puerta de la habitación de Akane, para escuchar en caso de que estuviera hablando con Ranma, pero no, al parecer su hermanita ya se había dormido.

La mediana de las Tendo siguió su camino y le sorprendió ver que la luz de la sala estaba encendida. Por la música que podía escuchar alguien estaba mirando un programa de variedades, lo cual le indicaba que Kasumi estaba viendo la televisión, nadie más en la casa disfrutaba ver ese tipo de programas. Por un momento Nabiki estuvo tentada a regresar a su cuarto, pero al final decidió ir a sentarse con Kasumi por un rato; no perdía nada con hacerlo y hacía tiempo que las dos no conversaban a solas.

—¿Te molesta si te acompaño? —preguntó al entrar a la sala.

—Claro que no, adelante —contestó Kasumi, apuntando al otro extremo de la mesita sin dejar de mirar el televisor. La mayor de las Tendo tenía una taza de té en la mano y había unas cuantas galletas de arroz en la mesa, por lo que era claro que estaba disfrutando su programa—. Llegaste a tiempo para ver la repetición del programa de hace un par de horas, quiero verlo porque DoCo estuvo de invitado.

—Ah, sí, ese grupo —comentó Nabiki mientras se acomodaba en el sitio que le había indicado su hermana—. No sabía que te gustaba.

—No es que me agraden tanto —dijo la mayor—. Pero una de mis amigas escogió la última canción de su nuevo disco cuando fuimos al karaoke hace un tiempo y me terminaron gustando algunas de sus canciones.

—Fue la noche que llegamos al mismo tiempo a la casa, ¿verdad? —comentó Nabiki, esforzándose para evitar que eso le recordara lo que había visto en la ventana de cierto consultorio—. Eso fue hace un par de meses ya… ¿no has vuelto a salir con ellas desde esa vez?

—No, pero… ya sabes que no tengo mucho tiempo para eso —comentó Kasumi—, hay mucho trabajo qué hacer en la casa y en realidad no hace falta, he estado haciendo otras cosas y… oh, no me hagas caso, estoy bien así.

Nabiki no contestó de inmediato, pues había notado un cambio en la expresión y la mirada de su hermana, las cuales se habían suavizado de repente de una manera que indicaba que lo que fuera que Kasumi había estado haciendo le resultaba placentero.

"Bueno, si la ayuda a estar de buen humor entonces está bien," pensó mientras tomaba una galleta de arroz y se preguntaba qué era lo que hacía Kasumi. Sonriendo con cierta picardía, decidió que valía la pena jugar un poco con su hermana.

—¿Estás viendo a algún muchacho?

Kasumi, que estaba a medio trago de té, se congeló por un segundo y por su expresión era claro que estuvo a punto de escupir o de toser y que sólo con un gran esfuerzo logró pasar el trago. La hermana mayor respiró profundamente, se limpió los labios con una servilleta y finalmente se giró a mirar a Nabiki.

—¿De dónde sacas esa idea? —preguntó luego de pasar bien el té—. ¿Y a quién podría estar viendo?

—No sé… supongo que tienes varios admiradores por allí, Kasumi —contestó la mediana, encontrando la situación ligeramente divertida—. ¿Alguien que conoces desde la preparatoria, tal vez?

—Por supuesto que no —le contestó la otra—. Y no me gustaba nadie, tampoco.

—Eso lo recuerdo bien —sonrió Nabiki en voz baja—. Pero había por lo menos cinco chicos que se morían por ti cuando estabas en la preparatoria, pero nunca le hiciste caso a ninguno.

—¿Es en serio? —parpadeó Kasumi, que en realidad no tenía mucho interés en saber sobre los muchachos que estuvieron interesados en ella cuando todavía estaba en la escuela.

—En serio, me acuerdo que uno de ellos era... —la mediana levantó la mirada para hacer memoria y continuó—. Soichiro, y el otro era Hanada, también Yamaguchi, y Masahiro, y el último era…

—No pensé que fueran tantos —suspiró Kasumi un poco apenada—, ¿quién era el último?

—Eh… ya no me acuerdo —dijo la mediana, que había estado a punto de mencionar al doctor Tofú antes de detenerse. De cualquier modo, era mejor no hablar de él pues el médico había estado alejándose poco a poco de la familia desde hacía poco más de un mes al grado de que ya casi no lo habían visto y a Nabiki eso le parecía bastante bueno, pues así disminuía las posibilidades de que perdiera el control y lastimara a Kasumi por accidente.

—Es mejor así —dijo la mayor, su atención de nuevo en el televisor—, no habría aceptado salir con ninguno de ellos y me habría resultado muy penoso rechazarlos.

La conversación decayó después de eso, y las hermanas se limitaron a ver la repetición del programa de variedades hasta que terminó con la intervención de DoCo.

—Bueno, ya sólo falta lavar esto y me iré a dormir —anunció Kasumi bostezando luego de apagar la televisión—. Buenas noches, Nabiki.

—Déjalo, yo me encargo —ofreció la mediana.

—¿En serio? —Kasumi miró a su hermana con una expresión de duda—. Es… extraño que te ofrezcas a ayudar.

—Vamos, no es tan raro —dijo Nabiki con falsa indignación mientras recogía el plato y la taza vacías—, siempre te ayudo a secar los platos luego de la cena, y también he cocinado de vez en cuando y algunas otras cosas más.

—Ya lo sé, Nabiki —sonrió Kasumi divertida—, una pequeña broma de tu hermana mayor. Muy bien, te agradezco.

—No es nada, descansa —contestó la mediana, observando como Kasumi salía de la sala en dirección a las escaleras.

Una vez sola, Nabiki entró a la cocina y sonrió satisfecha al ver que todo estaba en orden ya que por un momento temió que tendría que limpiar algo más aparte del plato y la taza de su hermana. No le tomó mucho tiempo y cuando terminó levantó la vista hacia la ventana frente a ella para mirar al jardín, pero al hacerlo vio por un segundo un bulto que en la oscuridad parecía de color gris y que se deslizó desde la pared hacia la calle. Durante un momento la muchacha se quedó quieta, preguntándose qué había sido eso y si debía comentarlo con sus hermanas.

"No… es mejor que no les diga nada," pensó tomando un profundo respiro. "Pudo haber sido Mousse o Shampoo en sus formas malditas, o incluso el maestro Happosai, no vale la pena hacer escándalo por una tontería como esa."

Aunque esa sombra le recordó a Nabiki el momento en que había visto el brazo de Betty cerrar la cortina aquella noche que pasó por el consultorio del doctor Tofú...

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Algunos días más tarde…

Nabiki bajó del autobús y se acomodó el bolso al hombro para luego sacudirse los pantalones de mezclilla y ajustarse la chamarra. Venía del distrito vecino, a donde había ido a entregar un pedido de fotografías y se sentía bastante complacida con el dinero que había ganado. Normalmente no vendía fotos de chicas que no fueran de la preparatoria Furinkan, pero el capitán del club de patinaje artístico de la preparatoria Sankai la había contactado luego de escuchar acerca de su habilidad para obtener fotografías y le pidió un juego de Azusa Shiratori. Las había pagado a bastante buen precio, por lo que el viaje le había resultado provechoso aun y si había tenido que sacrificar casi toda la tarde.

"Aunque ya son las siete y tengo algo de hambre," pensó luego de mirar su reloj. "Oh, bueno, no importa, gané mucho dinero y con esto me podré comprar zapatos y una chamarra y quizás podría llegar a cenar algo…"

Un zumbido que se aproximaba y una sensación de inminente peligro fueron las únicas advertencias que Nabiki tuvo para tirarse al suelo y cubrirse la cabeza con las manos, esquivando en el último segundo un aro de metal con bordes tan filosos que quedó ensartado en la pared.

"¡Mierda, si no me tiro al suelo me hubiera decapitado!" Pensó, agradeciendo que aún le quedaran algunos vestigios de su entrenamiento de artes marciales, porque de otro modo no habría podido evitar el aro. Intentó levantarse, pero logró ver de reojo que varios mazos de gimnasia ya estaban por estrellarse con su espalda, por lo que a Nabiki no le quedó más que gatear lo más rápido que pudo hacia la derecha, volviendo a esquivar el ataque en el último momento.

—¿Cómo es que mi amado Ranma puede preferir a una mujer tan torpe como tú? —Escuchó Nabiki a sus espaldas, revelando que su atacante era, justo como ya lo imaginaba, la insufrible Kodachi Kuno.

—Maldición, Kodachi, ¿qué te pasa? —se quejó la mediana de las Tendo mientras se levantaba, esperando poder convencer a la hermana de Tatewaki de que la dejara en paz—. ¡Por si no lo sabes, Ranma ya regresó con Akane!

—¿Piensas que te voy a creer? —respondió Kodachi, que se dejó caer con un giro desde la punta de un poste de luz y caía perfectamente sobre las plantas de los pies. La muchacha llevaba su usual leotardo verde, y comenzó a girar su listón de una manera bastante amenazante—. Mis espías me han contado que Ranma y tu gorila hermana siguen peleando todo el tiempo, pero que tú y él siguen conversando pacíficamente cuando están en el dojo Tendo, ¡eso es todo lo que necesito saber para comprobar que aún estás comprometida con mi amado Ranma!

"Diablos… me olvidé que Kodachi es tan bruta y tan terca como su hermano," pensó Nabiki, tensando los músculos mientras pensaba qué hacer, pues claramente no habría manera de que Kodachi le hiciera caso y no entendería que las únicas conversaciones que tenía con Ranma eran cuando Kasumi también estaba presente. "Perola esquina está muy cerca, si logro llegar allí quizás pueda encontrar en dónde esconderme..."

—Lamento decepcionarte, pero es verdad que Ranma volvió con Akane —dijo Nabiki, fingiendo tranquilidad mientras se preparaba para echarse a correr—. Y de todos modos, atacarme no te ayudará a que mi cuñado te haga caso.

—¿Oh? Pareces estar muy segura de eso —respondió la Rosa Negra—, ¿qué tal si te hago pedazos y lo averiguamos?

—Inténtalo entonces —retó la mediana de las Tendo, que ya contaba con esa respuesta.

—¡Cómo digas! —Exclamó Kodachi, que se preparó para atacar, pero…

—Ranma, ¡qué bueno que has venido a salvarme! —Gritó Nabiki, mirando hacia la izquierda y justo como esperaba, logró distraer a Kodachi con la mentira, pues la gimnasta se sonrojó y se giró de inmediato para ver al objeto de su afecto.

—Ranma, mi amor, sólo estaba eliminado un… ¿obstáculo? —dijo Kodachi, que parpadeó y frunció el ceño al darse cuenta de que la habían engañado. Volviendo su mirada hacia donde estaba su objetivo, la Rosa Negra sólo alcanzó a ver cómo Nabiki daba vuelta por la esquina corriendo lo más rápido que podía—. Ni creas que podrás huir, ¡nadie se burla de Kodachi Kuno!

A sólo unos metros más adelante, Nabiki corría esforzándose por incrementar la distancia entre ella y Kodachi, pues sabía bastante bien que la gimnasta podría alcanzarla con tan sólo unos cuantos saltos, y que tal vez todavía tenía algunas armas con las que podía atacarla por la espalda.

"¿Dónde me escondo?" se dijo la mediana de las Tendo, mirando a su alrededor para tratar de buscar en dónde ocultarse, pero en esa calle no había negocios y ninguna casa estaba abierta por lo que no pudo encontrar ningún escondite. Al menos ya no estaba lejos del dojo, y una vez que estuviera allí su padre seguramente podría defenderla y si no era posible, quizás podría lograr que Happosai persiguiera a Kodachi de regreso hasta la mansión Kuno.

—¡No escaparás! —Gritó Kodachi desde arriba. La muchacha estaba por caer encima de su presa, dispuesta a cortarla en las piernas con el filo de su listón.

"Al menos es lo bastante estúpida como para avisar antes de atacar," pensó Nabiki, dando una rápida mirada hacia atrás sin detenerse, lo que le permitió dar un poco elegante salto hacia su izquierda y así librar el listón de Kodachi; cayó sobre los dos pies y estuvo a punto de caerse de cara, pero logró recuperar el equilibrio y continuar corriendo. "Definitivamente no debí dejar de entrenar artes marciales… ¡me estoy volviendo lenta y casi me caigo luego de saltar!"

El problema, y Nabiki lo entendía bastante bien, era que casi no tenía habilidades para la pelea y que en ese momento no podría envolver a Kodachi con palabras, por lo que si esperaba escapar tendría que intentar otra cosa y pronto. Poniendo atención al frente, notó que en la próxima intersección estaba una barda que cerraba la calle y la separaba del canal, y por lo que recordaba Nabiki, la caída al otro lado era de por lo menos tres metros y el nivel del agua era algo profundo.

"Creo que ya sé qué voy a hacer…" musitó mientras se concentraba en respirar por boca y nariz y se obligaba a correr más rápido, pues ya se había dado cuenta de que la Rosa Negra se acercaba cada vez más. "No puedo fallar… ¡sólo tendré una oportunidad de quitarme a esta maniática de encima!"

Quitándose la bolsa sin detenerse, Nabiki la tomó por la correa con la mano derecha y cruzó la calle en dirección hacia un automóvil compacto estacionado junto al muro, dio una rápida mirada y maldijo su suerte al notar que Kodachi ya estaba a sólo unos pocos metros detrás.

Sin pensar más y sin detenerse, Nabiki brincó sobre el cofre del automóvil, agradecida por haber logrado subirlo de un salto, y de inmediato se giró y le arrojó a Kodachi su bolso con todas sus fuerzas. Como esperaba, la Rosa Negra logró esquivar el improvisado proyectil saltando hacia atrás, pero eso era lo que Nabiki deseaba ya que, aprovechando esa distracción, se las arregló para subir al techo del vehículo y de allí encaramarse sobre el muro, levantándose y manteniendo el equilibrio lo mejor que pudo con piernas un poco temblorosas y luchando también por controlar el miedo que le provocaba la situación. "Si esta idea no funciona porque Kodachi conoce bien esta parte del vecindario de seguro que voy a terminar en el hospital… carajo, ¿cómo es que Akane soporta al trío de locas?"

—Ya no tienes a dónde escapar Nabiki Tendo —afirmó Kodachi con una sonrisa confiada, girando tranquilamente su listón al tiempo que miraba a su adversaria—. Será mejor que te quedes quieta y aceptes tu castigo.

—¿Castigarme tú? —dijo Nabiki con un tono de burla en la voz y fingiendo una confianza que no sentía—. Kodachi… por si no lo sabes yo puedo hacer cosas que mi hermana nunca se atrevería, tú no me puedes hacer nada.

—¿Me estás desafiando? —Gruñó la Rosa Negra, que saltó directamente hacia Nabiki, moviéndose con una gracia mortal, la pierna derecha extendida hacia adelante y la izquierda hacia atrás, el brazo derecho levantado para dar impulso a su listón y prepararlo para el ataque—. ¡Te demostraré lo equivocada que estás!

"Perfecto, ¡la muy estúpida saltó hacia aquí con las piernas abiertas!" Sonrió la mediana de las Tendo, que esperó al último instante para dejarse caer sentada sobre el borde del muro, pero mientras lo hacía levantó con rapidez la mano derecha, dirigiéndola justo al punto preciso y tomando el leotardo de Kodachi exactamente por entre los muslos de la gimnasta.

La sorpresa de ser tocada allí distrajo a Kodachi y le arruinó el salto, pero con lo que la Rosa Negra no contaba era que Nabiki se aferró con las piernas y la mano izquierda a la barda para evitar caerse, y al mismo tiempo que hacía eso cerró con fuerza los dedos de la mano derecha y jaló hacia abajo la tela del leotardo, lo cual, combinado con el impulso que ya llevaba Kodachi, terminó por reventarlo, dejando a la gimnasta completamente expuesta de la cintura para abajo.

—¡Asquerosa pervertida! —Le gritó la muchacha Kuno, bajando sus manos y cerrando y encogiendo las piernas para cubrir sus genitales. Desafortunadamente para ella, concentrarse en evitar mostrar su desnudez la hizo olvidar que estaba justo sobre el canal y…

Kodachi cayó al agua con un gran estrépito y tuvo qué concentrarse en tratar de nadar para sobrellevar la corriente que, aunque no muy fuerte, sí empezó a arrastrarla lejos de Nabiki.

—¡Tramposa! —alcanzó a gritar Kodachi mientras se alejaba, dándose por vencida al darse cuenta que con el leotardo arruinado ya no podría seguir persiguiendo a la mediana de las Tendo, y también entendiendo que su mejor opción para evitar que la gente la viera semidesnuda era seguir por el canal hasta llegar a la intersección que quedaba cerca de la mansión Kuno y desde allí saltar a los techos para llegar a su habitación sin ser vista.

—¡Te dije que no podrías hacerme nada! —le reviró Nabiki, que se había vuelto a poner de pie sobre el muro, pues a pesar del cansancio y de estar casi sin aliento se sentía bastante satisfecha de sí misma y no pudo evitar hacer una declaración de victoria luego de que su desesperado plan para librarse de Kodachi fuera un éxito.

Desafortunadamente para ella, al girarse para bajar de la barda perdió el equilibrio y cayó de mal modo, aterrizando sobre el borde del pie izquierdo, el cual le crujió al doblarse hacia un lado, disparando una ola de dolor que le recorrió la pierna y le llegó hasta la base de la nuca. El dolor fue tal que Nabiki se desplomó sobre las rodillas y pudo sentir que le escurrían dos gruesas lágrimas por el rostro a causa de la agonía que le recorría la pierna izquierda.

"Lo único que me faltaba…" se dijo, apretando los dientes para no gritar. Intentó levantarse y no pudo hacerlo, su pie no le respondía y no podía apoyarse en él ya que el dolor era casi intolerable. "Maldición, ¿y ahora qué voy a hacer?"

—Sabía que había pasado algo cuando escuché todo ese alboroto. No te preocupes Nabiki, te ayudaré —dijo una voz que en ese momento sólo logró hacer sentir un profundo miedo a la muchacha.

Porque al levantar la mirada se encontró de frente con el doctor Tofú, y sólo entonces se dio cuenta de que había estado tan concentrada en escaparse de Kodachi que nunca notó que el consultorio del joven quiropráctico estaba prácticamente a media cuadra del lugar en el que había decidido enfrentar a la gimnasta…

No mucho después…

Soun Tendo, seguido de su hija mayor, entró en la clínica del vecindario hecho un mar de lágrimas. Había recibido una llamada de parte del doctor Tofú, informándole que Nabiki se había torcido el tobillo izquierdo y que la tenía en su consultorio dándole tratamiento. Al escuchar que una de sus hijas se había lastimado, el afligido padre no tardó más de diez minutos en llegar al pequeño centro médico esperando lo peor. No podía evitarlo, desde la muerte de su esposa, la idea de que alguna de sus tres hijas sufriera algún daño era suficiente para alterar terriblemente a Soun.

—Estoy segura de que Nabiki está bien, papá —le ofreció Kasumi mientras seguía a su padre por el pasillo—, el doctor Tofú es muy buen quiropráctico.

—Sólo espero que no tenga daño permanente —respondió su padre limpiándose las lágrimas y preparándose para lo peor. Le extrañaba un poco que el doctor no hubiera salido a recibirlos, pero razonó que seguramente aún estaba tratando a Nabiki, por lo que no lo tomó a mal y se dispuso a entrar al primer consultorio de la clínica, desde donde podía escuchar la voz del médico.

Soun abrió la puerta y se encontró con Tofú, de rodillas mientras se ocupaba terminando de vendarle a Nabiki el pie desde el arco hasta por arriba del tobillo. Mientras el médico hacía eso, Nabiki esperaba sentada en la cama con una expresión que indicaba que aún sufría un poco de dolor, pero que le resultaba bastante tolerable. Un poco más tranquilo al ver que su segunda hija estaría bien, Soun entró al consultorio. Nabiki estuvo por decir algo al verlo entrar, pero no alcanzó a hacerlo pues Kasumi habló primero.

—¿Cómo está mi hermana, doctor? —preguntó la mayor de las Tendo, honestamente preocupada y esperando que Nabiki no sufriría ningún daño permanente.

—¡Ho… hola Kasumi! —saludó el doctor, sus gafas empañándose al girarse para ver a la recién llegada—. El estofado no está listo todavía, pero quedará muy bien.

Fue entonces que sucedieron cuatro cosas.

El doctor Tofú le torció el pie a Nabiki en dirección contraria, dislocándolo por completo con un horrible crujido.

Nabiki lanzó un grito de dolor absoluto a causa de la horrible agonía que le recorrió todo el cuerpo.

Kasumi palideció asustada y lo único que atinó a hacer fue recargarse en la pared, mirando llorar a su hermana menor.

Soun, enfurecido al ver del daño causado a una de sus hijas, tomó al médico por los hombros y lo azotó contra la pared, su furia siendo remplazada por verdadero terror al ver la expresión de locura en la cara del médico, al que se vio forzado a sostener con todas sus fuerzas pues comenzó a revolverse con la obvia intención de comenzar a correr por toda la clínica.

—Kasumi… ¡sal del consultorio y cierra la puerta! —ordenó Soun, pues ya sabía qué había pasado y entendía que él era el único capaz de arreglarlo.

—Pero… papá… ¡Nabiki necesita ayuda! —Discutió Kasumi, que no podía despegar la mirada del torcido pie de su hermana, o de los bultos que aún bajo las vendas indicaban por dónde se le habían desacomodado los huesos del tobillo.

—¡Obedece! —repitió el maestro de la escuela Tendo de artes marciales, su voz tomando un tono tan serio y autoritario que Kasumi ya no discutió y se apresuró a seguir las indicaciones de su padre.

Fue sólo entonces, cuando Kasumi ya no estaba en el consultorio, que los ojos de Tofú recuperaron la cordura y dejó de forcejear con Soun; parpadeó dos veces y se dio cuenta de que el señor Tendo lo sostenía con fuerza contra la pared y parecía dudar entre soltarlo o mantenerlo quieto. Los gemidos de dolor contenido de Nabiki terminaron de darle a Tofú una idea de lo que había sucedido.

—Si ya no piensa actuar como un loco, ayude a mi hija —dijo Soun, soltando lentamente los hombros del médico.

Tofú no respondió y se limitó a hincarse de nuevo frente a la muchacha, moviendo la cabeza de lado a lado al ver el daño que le había causado. Notó que Soun se había sentado junto a su hija y la sostenía en brazos para ofrecerle apoyo, y que Nabiki estaba luchando por no hacer ningún ruido, pero no podía evitar soltar ahogados gemidos de dolor cada que respiraba.

—No hay fractura —anunció Tofú luego de palpar cuidadosamente la articulación y el pie—, solo el tobillo está dislocado. Lo colocaré en su sitio de nuevo, pero dolerá mucho cuando te mueva el pie.

—…No importa… hágalo ya — pidió Nabiki, adelantándose a su padre.

—Muy bien, respira profundo —instruyó Tofú, y cuando Nabiki estaba por soltar el aire, le tomó el pie y le acomodó el tobillo de nuevo en su sitio con una velocidad superior a la vista.

—¡Eso dolió! —Se quejó Nabiki, apretando los dedos en los brazos de su padre con mucha fuerza, aunque Soun lo soportó sin siquiera dar muestras de que lo había sentido.

—El dolor disminuirá bastante en un par de segundos porque la articulación ya está en su sitio, pero el tejido está inflamado y va a inflamarse más —comentó Tofú con un tono preocupado—. No parece haber ningún tipo de rotura en los ligamentos ni lesión interna en el músculo pero no podrás caminar hasta mañana, y sería muy conveniente que te quedes aquí esta noche para tenerte en observación en caso de que la hinchazón aumente, ya que eso podría indicar una lesión algo grave.

—Nosotros nos encargaremos de cuidar a Nabiki —dijo Soun entonces, que se dispuso a cargar a su hija fuera del consultorio. Su expresión seguía seria, y era obvio que aún estaba bastante molesto—. Bastante ha hecho ya, doctor.

—Señor Tendo… entiendo que esté enfadado, pero…

—No hace falta que diga nada más —interrumpió el maestro de artes marciales, mostrando una severidad que normalmente no exhibia—, ¿piensa que dejaré que vuelva a lastimar a mi hija?

La reacción de Tofú ante las palabras de Soun fue algo que ni él ni Nabiki se esperaban. El médico se dejó caer de rodillas y luego se inclinó de modo que su frente tocaba el piso, adoptando la posición de dogeza a fin de mostrar su total arrepentimiento y deseo de ser perdonado.

—Señor Tendo, le juro por mi madre que nunca más volveré a lastimar a su hija, y me encargaré de curar su lesión lo mejor posible —prometió Tofú sin incorporarse—. Lamento mi error y le pido que me disculpe, no volverá a repetirse, pero por favor deme la oportunidad de compensarlo por mi mal comportamiento.

Soun y Nabiki observaron al médico en silencio durante casi un minuto, considerando las cosas y sus palabras, mirando cómo Tofú no se movía y se mantenía postrado esperando recibir alguna palabra de perdón.

—Doctor, tendré qué hablar con usted a solas, pero respecto a permitir que Nabiki se quede aquí, eso dependerá de lo que decida mi hija —sentenció Soun—, porque en mi opinión lo mejor es llevarla al dojo para cuidarla nosotros.

—Yo pienso que… —Nabiki respiró profundamente y comenzó a pensar. No le agradaba mucho la idea de quedarse en la clínica debido a sus dudas sobre Betty, aunque entendía que temer a un esqueleto de quiropráctico era una idea de lo más infantil y que no debería sentirse de ese modo. Por otro lado, si se iba a casa, su padre y Kasumi seguramente la cuidarían bien, pero si su pie se hinchaba como advirtió Tofú, tal vez tardarían en encontrar otro doctor que la atendiera y eso podría causar que su lesión empeorara.

"Quizás sea mejor quedarme aquí," pensó la muchacha. "El miedo que le tengo a Betty es una tontería y además, mientras Kasumi no esté cerca el doctor Tofú me atenderá bien y no quisiera admitirlo pero… la verdad no quiero tener que explicarle a Kasumi porqué el doctor se puso como loco."

—Creo que me quedaré —dijo luego de otro momento de silencio—, confío en que el doctor cumplirá su promesa y se encargará de darme un buen trato.

—¿Estás segura? —le preguntó su padre, que no había dejado de mirar severamente al médico.

—Sí, papá, me quedaré aquí —respondió Nabiki—. Si te preocupa que esté sola puedes enviar a Akane, estoy segura de que aceptaría venir a hacerme compañía.

—No es mala idea —asintió Soun—. Muy bien, le diré a Akane que venga y se quede contigo hoy.

—En ese caso está todo arreglado —dijo Nabiki, que a pesar de todo sintió un cierto alivio de que su hermana estuviera allí, pues eso le daría algo de protección en caso de que cierto esqueleto de quiropráctico en verdad pudiera moverse por su propia voluntad—. ¿Podrías pedirle a Akane que me traiga mi piyama y un cambio de ropa, por favor?.

Algunos minutos más tarde...

Soun, que ya había enviado a Kasumi de regreso al dojo pidiéndole que avisara a Akane que tendría que pasar la noche en la clínica del doctor Tofú, y que ya también se había despedido de Nabiki, se acercó a la oficina del médico, al que le había pedido que esperara allí hasta que su hija mayor se hubiera marchado. Tocó a la puerta un par de veces y entró sin esperar a que lo invitaran a pasar.

—Quiero hablar con usted muy seriamente, doctor —anunció el maestro de la escuela Tendo de artes marciales, el tono de su voz indicando que no aceptaría una negativa a su petición.

—Sí, está muy bien —dijo Tofú, que estaba de pie al otro lado del escritorio—. Puede sentarse si gusta, señor Tendo.

—Prefiero quedarme de pie —contestó Soun, mirando severamente al joven médico—. Escuche bien doctor, hasta el día de hoy siempre lo consideré como alguien confiable y como un posible pretendiente de mi hija mayor... pero al ver lo que hizo, he tenido qué tomar una difícil decisión.

Tofú no contestó, pero sintió que una bola fría se le formaba en el estómago. Se imaginaba lo que el señor Tendo estaba a punto de decirle, y luego de haber lastimado a Nabiki, no podría culparlo.

—Mire… no soy tan estúpido como para no darme cuenta que sus… extraños momentos de locura le suceden cada que ve a Kasumi —dijo Soun, bajando un poco la mirada mientras respiraba profundamente un par de veces antes de continuar y decirle al joven médico lo que había decidido como padre—. Al principio pensé que sería algo pasajero y que no causaría ningún problema… pero ahora me doy cuenta de que no es así.

—Señor Tendo…

—Déjeme terminar —lo interrumpió Soun con una mirada fría—. Lo que le hizo a Nabiki es imperdonable para mi. Mis hijas son todo lo que tengo, y no puedo permitir que nadie les haga daño. ¿Cree que estaría tranquilo si usted se queda a solas con Kasumi? Si mi hija se quedara sola con usted lo único en que podría pensar es que le entraría un ataque de locura y le rompería los brazos… ¿eso es lo que usted quiere, lastimar a Kasumi?

—No… señor Tendo, le juro que lastimar a Kasumi es lo último que yo haría, ella es…

—Sé lo que siente por mi hija mayor, como le dije no soy un estúpido —dijo tajante Soun—, pero ella no lo sabe y después de lo que pasó con Nabiki, creo que es mejor que nunca lo sepa. ¿Entiende lo que estoy tratando de decirle?

—Creo que… creo que sí

—Espero que sí lo entienda. Mañana vendré por Nabiki y por Akane, y después de eso le agradeceré que nunca se vuelva a acercar a Kasumi —indicó Soun, su tono de voz dejando muy en claro que su decisión era final—. Tanto por el bien de Kasumi como el suyo, aléjese de ella, doctor, es lo mejor que puede hacer.

—Señor Tendo, yo… bien, acepto su petición, pero… —Tofú se inclinó un poco y luego continuó—. Pero le aseguro que lo haré cambiar de opinión. Me encargaré de que Nabiki se recupere por completo y buscaré cómo evitar perder el control frente a Kasumi. Tal vez entonces me permitirá volver a ver a su hija otra vez.

—Lo pensaré, pero sólo si consigue hacer lo que me está prometiendo, doctor —respondió Soun, que sin más salió del consultorio y luego de la clínica. Una vez en la calle, Soun Tendo se llevó la mano al rostro y se masajeó la sien, pues haberle prohibido al doctor Tofú que viera a Kasumi le resultó bastante difícil, pero como padre no podría arriesgarse a que ninguna de sus hijas estuviera en peligro, y mucho menos a manos de alguien en quien siempre habían confiado.

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—Aún me cuesta trabajo creer que el doctor Tofú te hubiera lesionado —comentó Akane desde el sofá del consultorio en donde ella y Nabiki pasarían la noche. La menor de las Tendo había llegado al consultorio en menos de treinta minutos, ya que no podía creer lo que le habían contado Kasumi y su padre y se sentía bastante preocupada por su hermana. Afortunadamente para ella, el doctor Tofú la había recibido y explicado que Nabiki estaría bien, después las había acompañado mientras cenaban y luego de asegurarles que estaría al pendiente de lo que necesitaran, se despidió por esa noche y subió a su departamento, dejándola a solas con su hermana, lo que al fin les dio la oportunidad de hablar con calma de los eventos de esa tarde—. Estoy segura de que se siente muy apenado por lastimarte, Nabiki.

—Fue sólo un descuido, estoy segura de que no le volverá a pasar —respondió la otra, dejando a un lado la revista que estaba leyendo para contestar—. Además de que ya sabes lo que le pasa cuando ve a Kasumi, sólo era cuestión de tiempo para que algo así sucediera, ¿no crees?

—Supongo, pero… el doctor ha sido tan bueno con nosotras, y… —Akane ya no pudo continuar, la tristeza al saber que Tofú había provocado esta situación y lo que eso podría significar para su familia le resultó de repente muy difícil de asimilar.

—Mi pie ya está mejor Akane, el doctor Tofú me dio medicamentos para la inflamación y el dolor —le recordó Nabiki—. En este momento no me duele para nada, y la hinchazón ha disminuido, seguramente mañana ya podré caminar y volver a casa.

—Eso me da gusto —dijo Akane, aunque su expresión aún mostraba que estaba preocupada—. Papá estará contento aunque… tal vez ya no quiera continuar la amistad con el doctor por lo que te hizo, y eso sería una pena.

—Oye… papá no es tan cruel; a pesar de lo que pasó, pronto entenderá que fue un accidente y perdonará al doctor Tofú, ya lo verás —le ofreció Nabiki luego de darse cuenta de que perder la amistad del doctor afectaría mucho a su hermana.

—Y… ¿tú no estás molesta con él?

—No, Akane, no estoy molesta con el doctor —respondió Nabiki, sonriendo para tranquilizar a su hermana menor—, fue un accidente y pudo haberle pasado con cualquier otro paciente… además de que fue mi culpa el haberme lastimado el pie, ¿sabes? Debí tener más cuidado al bajar del muro.

—¿De qué hablas, Nabiki? —preguntó Akane—, ¿Para qué trepaste un muro? Lo único que papá y Kasumi sabían fue que Tofú te encontró en la calle con el pie lastimado… ¿cómo te caíste?

—Eh… supongo que con todo lo que pasó no tuve tiempo de contarles —contestó la otra—. Kodachi me atacó y para librarme de ella tuve que subir a una barda y después me lastimé al bajar.

—Oh… supongo que tiene sentido, pero… —Akane frunció el ceño—, ¿por qué te atacó Kodachi?

—Pues…

—¿Sigue pensando que estás comprometida con Ranma? —adivinó Akane, que entonces agregó—. Ella no tiene tanto contacto con nosotros como Ukyo o Shampoo, así que es lógico que no supiera cómo terminó todo ese desastre.

—Sí, esa fue la razón —admitió Nabiki—, supongo que ya puedes decirme que me lo merezco.

—No… creo que sufriste suficiente cuando las tres locas quisieron matarte —dijo Akane con una sonrisa que indicaba que estaba a punto de reír—. Fue una suerte que Ranma te ayudara esa vez, en lugar de salir corriendo para evitar los golpes.

—El cuñado sabe mantener su palabra, eso lo tengo que admitir —asintió Nabiki—. Oye, Akane… en verdad me da gusto que regresaras con él, espero que… lo que pasó esa vez no te haya causado muchos problemas.

—Ya me olvidé de eso —dijo Akane, que entonces suspiró—. Y las cosas son mejor así… o al menos eso me parece.

—¿Oh? —Nabiki levantó una ceja—, si hasta parece que te gusta estar comprometida con Ranma.

—Alucinaciones tuyas —le contestó la menor—. Si digo que las cosas son mejores es porque de las tres la única que siguió entrenando y sabe pelear soy yo. Tú y Kasumi no podrían sobrevivir ni una semana a los constantes ataques del trío histeria.

Nabiki rió—. ¿Trío histeria? Vaya, Akane, cuando quieres eres más dura que yo… ese apodo le queda bastante bien a las tres locas.

—¿Y cómo fue que te libraste de Kodachi? —preguntó la menor—. A menos de que hayas seguido entrenando en secreto es imposible que le ganaras peleando.

—Le rompí el leotardo a medio salto —contestó Nabiki—, eso la distrajo y terminó tomando un baño en el canal.

—Espero que entiendas que Kodachi va a intentar desquitarse de ti.

—Si lo intenta le diré a todo el mundo que en lugar de pantaletas usa sólo su leotardo —dijo Nabiki con un guiño.

—¿En serio? ...espera, si descubriste eso… ¿entonces cómo le rompiste su leotardo? —preguntó Akane, que no podía imaginarse qué había hecho su hermana.

—Pues… metí mi mano entre sus piernas y…

—¿Se lo rompiste a la altura de… de allí? —completó Akane, que sin poder controlarse comenzó a reír—. Nabiki, ¡eres temible!… ¿cómo se te ocurrió hacer eso?

—¡No me dejó otra opción! —contestó, uniéndose a las risas de su hermana—. Oye... la próxima vez que esa gimnasta loca te moleste pregúntale si no le causan problemas las corrientes de aire.

La única respuesta de Akane ante esas palabras fue soltar una carcajada.

Varias horas más tarde...

La despertó el dolor en el pie, y una vez que se hubo despabilado lo suficiente se incorporó para mirarse, temiendo que se le hubiera hinchado y enrojecido pero no, una mirada aún con la poca luz que se filtraba por la ventana le permitió ver que nada de eso había pasado. Sintiéndose un poco más tranquila, Nabiki razonó que el efecto de los analgésicos ya se le había pasado y al mirar su reloj, que dejó junto a la cama antes de dormirse, notó que eran las tres de la mañana y que habían pasado ya seis horas desde que tomó su medicamento.

"Tofú dijo que podría tomar paracetamol si me dolía durante la noche, pero que no podía tomar diclofenaco hasta después de ocho horas…" la muchacha evaluó el dolor en el tobillo y decidió que intentaría dormirse otra vez, así evitaría tomar otro medicamento y podría seguir el tratamiento como se lo habían indicado.

Se acostó de nuevo y se cubrió con la manta hasta los hombros. Por un momento pensó que podría hablar un poco con Akane, pero al mirarla se dio cuenta de que su hermana estaba profundamente dormida en el sofá y que no valía la pena despertarla.

"Será mejor dormirme ya," se dijo cerrando los ojos, pensando que no tardaría en dormirse cuando lo escuchó.

'Clac, clac, clac…'

Nabiki abrió los párpados y sintió que una ola de frío le recorría la espalda. Sin moverse, giró los ojos en todas direcciones intentando localizar de dónde había venido ese ruido pero no lo consiguió. Sintiéndose incapaz de enfrentar la situación en ese momento, se cubrió completamente con la manta y se quedó quieta, esperando en caso de que el ruido se repitiera. Pasaron varios minutos de un silencio absoluto que sólo era interrumpido por la respiración de Akane y Nabiki ya estaba comenzando a pensar que todo había sido su imaginación cuando un nuevo sonido rompió el ruido de la noche, un sonido incluso peor que el clac-clac-clac.

Y ese sonido era el del picaporte de la puerta del consultorio al girarse, seguido por el chillido que indicaba que alguien estaba por entrar en la habitación.

Nabiki pasó saliva y trató de convencerse de que era sólo el doctor Tofú, que había bajado a ver si todo estaba bien, y ya estaba a punto de convencerse cuando volvió a escucharlo de nuevo.

´Clac…

.Clac

Clac...'

El sonido continuó hasta detenerse justo junto a ella, y Nabiki sólo pudo quedarse muy, muy quieta, temerosa de moverse, temerosa de incluso respirar y deseando con todas sus fuerzas que lo que fuera que entró al consultorio no intentara quitarle la manta de la cabeza, porque si eso pasaba y se encontraba de frente con un esqueleto, Nabiki estaba segura de que se volvería completamente loca.

—...He-estado-observando-a-tu-familia… —dijo una voz de mujer con un tono tan monótono que había perdido cualquier rastro de humanidad—. Ustedes-han-lastimado-a-mi-querido-doctor…

Nabiki apretó los dientes y cerró las manos con fuerza, concentrándose en mantenerse inmóvil, mordiéndose la lengua para ahogar una exclamación de terror que luchaba por salir de su garganta, porque en ese momento la orilla de la manta se movió y pudo ver cómo cuatro dedos blancos, cuatro dedos de esqueleto, se aferraban a la tela y comenzaban a levantarla, deteniéndose luego de alzar la sábana unos cuantos centímetros, lo suficiente como para que Nabiki pudiera ver frente a ella una pelvis a la que se unían dos fémures y de la que se elevaba una columna vertebral, los huesos de la cadera y la columna de Betty.

—...Si-vuelven-a-hacer-sufrir-a-mi-amado-Tofú-habrá-consecuencias... —advirtió la espectral y monótona voz—. Muy-graves-consecuencias…

Hecha su advertencia, los dedos de esqueleto soltaron la manta y por un momento no se escuchó nada más, hasta que de repente Nabiki pudo escuchar el tenebroso sonido que volvió a hacer que se le erizara el cabello en la nuca…

´Clac-clac-clac...'

Seguido del chillido de la puerta y luego el ruido de la cerradura.

"Esto… esto no lo pudo haber hecho el doctor Tofú…" pensó Nabiki, paralizada y presa de una angustia y un miedo absolutos. "O tal vez sí… ¿es Tofú capaz de hacer una broma tan pesada?"

Nabiki se aferró a esa duda y trató de convencerse a sí misma que el doctor Tofú había movido a Betty para jugarle una broma, pero aunque lo intentó una y otra vez, no pudo conseguirlo.

Presa de un temor que le revolvía las entrañas, Nabiki ya no logró volver a dormir hasta que su reloj sonó la alarma a las cinco de la madrugada...

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Notas:

Les agradezco a todos sus reviews, me da mucho gusto saber que hay tantas personas que han encontrado esta historia interesante.

Espero que este capítulo también les haya gustado y que también me acompañen en el próximo.

Gracias por leer!