Ranma ½ y todos los personajes son propiedad de Viz Communications y Rumiko Takahashi.
Betty
Por
Dr Facer
- 5 -
—Nabiki, Akane, ¿puedo acompañarlas mientras caminan a la escuela? —Preguntó Kasumi desde su lado de la mesa, aprovechando un momento de silencio durante el desayuno. La pregunta tomó por sorpresa a sus dos hermanas menores, en particular a Akane, quien desde hacía meses casi siempre caminaba a la preparatoria con Ranma.
—Por mi no hay problema —dijo Nabiki, deduciendo que Kasumi deseaba hablar de algo importante, y juzgando por los eventos recientes, se imaginaba que tendría algo qué ver con cierto muchacho que tenía una cremería.
—Conmigo tampoco, pero... ¿no hay problema si Ranma va con nosotras? —preguntó Akane.
—Preferiría que sólo fuéramos las tres —dijo Kasumi—. ¿Te parece, Ranma?
—Está bien —dijo el muchacho Saotome, que aunque extrañado por la actitud de la mayor de las hermanas, no lo tomó a mal. A fin de cuentas, nadie en la casa de los Tendo se atrevería jamás a desobedecer o dudar de Kasumi.
—Perfecto —sonrió ella, que entonces miró a su padre—. Saldré con mis hermanas y luego pasaré a comprar algunas cosas para la comida de hoy, así que tal vez me tarde un poco, papá.
—De acuerdo, Kasumi, cuídate —asintió Soun, levantando brevemente la mirada del periódico. El maestro de la escuela Tendo no dio muestras de preocupación o sospecha, pues tenía confianza total en su hija mayor, y como Genma saldría a trabajar a los almacenes y el maestro Happosai no estaba, Soun planeaba aprovechar la oportunidad para darse un largo y relajante baño.
Algunos minutos después…
Las tres hermanas caminaban en silencio, Kasumi adelante y las otras un par de pasos atrás, observando a la mayor y preguntándose exactamente qué era lo que pensaba decirles, pues su petición de acompañarlas a la escuela había sido algo muy inusual. Akane en particular estaba dándole vueltas al asunto pero sin poder dar con la respuesta y eso la tenía bastante intrigada.
—¿Qué sucede, Kasumi? —preguntó al fin la menor—, ¿está todo bien?
—Akane tiene razón —dijo la mediana—, es muy raro que hayas querido caminar con nosotras.
—¿Cómo sigue tu pie, Nabiki? —comentó Kasumi, ignorando las dudas de sus hermanas mientras caminaba de modo que estaba al lado de ellas y no al frente—. Hoy por la tarde tienes qué ir a revisión con el doctor Tofú, ¿verdad? Por favor no olvides devolverle las muletas que nos prestó.
—Oh… cierto… —recordó Nabiki, que ya había estado planeando no ir a ver al médico, pero ahora que Kasumi lo había mencionado no le quedaba otra opción, tendría qué ir—. Mi pie ya está bien, no tengo ninguna molestia y puedo caminar perfectamente, incluso creo que podría correr sin problemas.
—Me alegra escuchar eso —sonrió la mayor—. Sobre tu pregunta, Akane, todo está muy bien.
—¿Entonces? —insistió la menor de las Tendo—. ¿Qué sucede?
—Mañana iré a desayunar con Yasukichi —dijo Kasumi luego de un momento de silencio—. Pasará por mi a la casa, y...
—¿Yasukichi? —preguntó Akane al tiempo que hacía memoria, ubicando al muchacho rápidamente—, ¿qué no es el vagabundo que puede atrapar una docena de huevos en el aire?
—¿El chico de la cremería es él? —comentó Nabiki, ya que en verdad no se lo esperaba.
—Sí, es él, y no es un vagabundo —contestó la mayor, dedicándole a Akane una mirada que a pesar de no llevar ninguna molestia detrás, logró hacerla entender que jamás debía volver a expresarse de esa manera de Yasukichi—. Regresó a Nerima hace un par de meses para abrir una tienda, y vende los productos de la granja de su familia.
—¿Y… estás saliendo con él? —preguntó Akane, aunque cuidándose de no incomodar a Kasumi—, ¿pero entonces…?
—Deja que responda una pregunta a la vez —intervino Nabiki dando un discreto golpe con el codo al costado de Akane, aunque la mediana estaba tan sorprendida como la menor, pues según recordaba el malabarista de huevos no había tenido ni un yen encima, aunque si lo habían ayudado sus padres a poner un negocio y además tenían una granja, entonces su familia no era pobre, algo que la tranquilizaba al saber que Kasumi no terminaría viviendo en la calle.
—Sólo me ha invitado a salir una vez —respondió la mayor—. Pero quiere ir a saludar al dojo y pienso que podría ser difícil para él… la última vez que nos visitó, bueno… me parece que a papá no le agrada mucho Yakkun.
—Creo que ya voy entendiendo —asintió Nabiki luego de considerar las cosas por un momento—. Le dirás a papá hoy sobre Yasukichi, y quieres que te ayudemos a convencerlo de que no está desempleado.
Kasumi asintió—. Ya saben que papá puede ser algo… bueno, no tengo que decirlo, ¿cierto?
—No, te entiendo bastante bien —respondió Nabiki, que entonces agregó—. Por mi parte no hay problema, si hablas con papá luego de la cena, te ayudaré a tranquilizarlo para que no esté de mal humor mañana.
—Yo… —Akane se mordió el labio inferior y respiró profundamente ante la idea de que Kasumi estuviera saliendo con alguien que no fuera el doctor Tofú, pues aceptarlo le estaba resultando muy difícil, aunque al final terminó por decidir que no le quedaba otra opción más que ayudar a su hermana mayor—. Si estás segura de que quieres seguir saliendo con ese vag… digo, con Yasukichi… pues supongo que también puedes contar conmigo, te ayudaré con papá.
—Excelente, se los agradezco mucho —sonrió Kasumi de un modo que simplemente desarmó cualquier recelo que Akane pudiera haber tenido—. Iré a contarle a Yakkun ahora mismo, ¡gracias!
Despidiéndose de Kasumi con un movimiento de la mano, Akane y Nabiki no volvieron a caminar hasta que su hermana mayor dio vuelta en la esquina, y después de eso se limitaron a seguir el camino a la escuela en silencio. Nabiki, que ya sabía que Kasumi había elegido a un pretendiente, no tuvo muchos problemas en aceptar las cosas, y de hecho se sentía bastante tranquila al saber que su hermana ya no estaría en peligro de que el doctor Tofú… o Betty, le hicieran algo malo.
Akane, por su parte, estaba intentando entender lo que había pasado, pues en su mente la única persona con la que Kasumi debía casarse era el doctor Tofú y digerir que su hermana mayor estaba con otra persona la tenía más confundida de lo que se pudo haber imaginado y hasta incluso un poco molesta.
—¡Esto no puede ser! —dijo la menor poco antes de llegar a la preparatoria, ignorando a los otros alumnos que pasaban junto a ella y a su hermana—. Yo estaba segura que Kasumi quería al doctor Tofú… varias veces le envió comida o le pidió libros prestados, y...
—Pues ahora que lo pienso bien, Akane... creo que ella nunca estuvo enamorada de él —disputó Nabiki—. La mayoría de las veces que le llevaba comida o le pedía algún libro era después de que te atendía de alguna lesión sin cobrarnos nada. Además, el doctor nunca le dejó en claro lo que sentía, es normal que nuestra hermana salga con un hombre que sí le demuestra que está interesado en ella.
—...Tal vez —murmuró Akane, considerando por primera vez que ella había sido la razón principal por la que su hermana tenía contacto con Tofú y era amable con él—. Pero… aunque haya sido para pagarle por darme consulta siempre estuve segura de que muy en el fondo ella sentía algo por el doctor. ¡Nabiki, tenemos que hacer algo para que Kasumi piense mejor las cosas y vuelva con…!
—Ya le prometiste que la ayudarías a convencer a papá de recibir a Yasukichi mañana —le recordó la mediana—. Es muy tarde para cambiarte de bando y ponerte del lado del doctor.
—Yo… diablos, supongo que tienes razón —suspiró vencida Akane—. Tendré que ayudar aunque no esté de acuerdo.
—Sí, tendrás qué ayudar… oye, Akane, por favor escucha muy bien lo que te voy a decir —le pidió Nabiki, su voz muy seria mientras tomaba a su hermana menor por el brazo para obligarla a detenerse—. Te conozco y estoy segura de que ya estás planeando alguna manera de lograr que Kasumi se acerque de nuevo al doctor. No lo hagas, ¿entiendes? Olvida cualquier cosa que estés planeando y no intentes nada.
—No estaba pensando eso —se quejó la menor, aunque era obvio que Nabiki había acertado—. Es sólo que… esto no está bien, yo creo que… ¡Kasumi seguramente quiere darle celos al doctor Tofú para que se anime a declararse, eso debe ser!
—No… el doctor Tofú no tiene nada qué ver con la decisión de Kasumi —indicó la mediana con un suspiro de cansancio ante la necedad de su hermana—. Tú… tú no la viste cuando salió para tener su primera cita con Yasukichi, no viste su mirada ni la forma en la que sonreía. En verdad le gusta, ella misma me lo dijo... ¿es tan difícil de entender?
La menor bajó la mirada y guardó silencio por unos momentos, hasta que levantó la mano y se limpió una lágrima que se deslizó traicioneramente por su mejilla—. No es difícil de entender, Nabiki… pero es muy duro para mi… yo siempre pensé que el doctor Tofú sería parte de la familia, y…
—Yo sé que quieres mucho al doctor Tofú y que ya lo ves como un cuñado, Akane… pero aunque no esté con Kasumi seguirá siendo nuestro amigo —le dijo la mediana, intentando consolar un poco a la menor—. Estoy segura de eso.
—...Supongo que tienes razón, pero…
—Se nos hace tarde para ir a clases —la interrumpió Nabiki al escuchar la campanada del reloj de la escuela—. Akane, entiendo que no es fácil para ti… así que… si quieres hablar de esto un poco más, búscame en el receso, ¿te parece?
Sintiéndose aún bastante confundida por el giro que habían tomado las cosas, Akane sólo pudo asentir y seguir a su hermana en silencio hasta que tuvieron que separarse para ir a sus respectivos salones.
Horas más tarde...
—Es raro verla a estas horas en la escuela, señorita Tendo… ¿se siente bien? Sé por su hermana menor que se lesionó el pie izquierdo y por eso no vino ayer a clases.
Nabiki, que seguía sentada en una banca cerca de la puerta principal de la preparatoria y se había quedado en ese lugar pues se sentía preocupada porque tendría que ir al consultorio del doctor Tofú esa tarde y estaba tratando de encontrar una excusa adecuada, parpadeó confundida y levantó la mirada para encontrarse con un hombre joven y alto, de cabello castaño y buen porte que estaba ocupado mirándola mientras limpiaba sus anteojos con un pañuelo. Frente a ella estaba el maestro Manabu Sakura, sustituto de matemáticas con menos de un semestre en la preparatoria Furinkan.
—Estoy bien, maestro Sakura, no se preocupe. Además, mi pie ya está curado—respondió la mediana, esperando que el maestro la dejara sola. No le desagradaba, pero tampoco tenía exactamente una buena relación con él, pues la había interrumpido varias veces cuando deseaba vender fotografías en la escuela argumentando que hacer eso iba contra el reglamento, y Nabiki aún no había logrado conseguir información vergonzosa del maestro que le permitiera lograr que la dejara atender sus negocios dentro de la preparatoria, lo cual le resultaba un poco frustrante.
—Me da gusto escuchar que ya está bien —respondió el maestro al tiempo que asentía—. Usted es una de mis mejores alumnas, y en verdad me alegra saber que se ha recuperado y que no perderá otra clase.
—...Oh… mu-muchas gracias —contestó Nabiki, ligeramente sorprendida y algo apenada pues normalmente nadie le reconocía su esfuerzo en la escuela, ni su familia, ni sus compañeros de clase y mucho menos los maestros.
—No es nada, señorita Tendo —le sonrió el profesor mientras se ponía los anteojos—. Bien, yo me retiro. La veré mañana, cuídese mucho.
—Lo intentaré, profesor Sakura —respondió ella, sintiendo un repentino tirón de miedo al pensar en ir al consultorio del doctor Tofú a su revisión y a devolver las muletas—. Hasta mañana…
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La muchacha pasó saliva y luego respiró profundamente sin atreverse a cruzar la calle y tocar la puerta de la clínica del doctor Tofú. Miró a ambos lados de la calle y lo único que pudo ver fue a una anciana que caminaba cargando una bolsa llena de verduras en dirección opuesta. Normalmente que la calle estuviera tan sola y silenciosa no le molestaría, pero en ese momento, el que no hubiera nadie cerca sólo logró hacerla sentir nerviosa. Intentando convencerse de que Betty era simplemente un esqueleto de quiropráctico y que todo lo que había visto y escuchado había sido una broma del doctor, Nabiki apoyó las muletas en la pared y dedicó algunos segundos a revisar que su ropa estuviera en orden con el único objetivo de posponer el momento en que tendría que entrar a su revisión médica. Había optado por ponerse un juego de pants y sudadera blancos que casi nunca usaba ya que le quedaban un poco grandes, pero los había elegido porque le permitirían al doctor revisarle el pie y la pierna con facilidad, y a ella le permitirían salir corriendo de la clínica si era necesario...
"Espero que no tenga a Betty en los consultorios," se dijo, tratando nuevamente de evitar pensar en la esqueleto sin lograrlo. Nabiki simplemente no podía sacarse a Betty de la cabeza. "Y es por esa horrible amenaza de la otra noche."
Se quedó inmóvil durante un largo rato hasta que, reuniendo todo el valor posible, tomó las muletas de nuevo y cruzó la calle. Le llamó la atención ver hojas secas acumuladas por dentro la barda que rodeaba la clínica y también la bolsa de basura junto a la puerta, pues era algo bastante anormal ya que Tofú siempre mantenía todo limpio y en orden. Ignorando una creciente sensación de incomodidad que le erizaba la piel, la muchacha tocó el timbre esperando que Tofú no estuviera en casa, ya que de ese modo podría dejar las muletas en la entrada y regresar al dojo, en donde estaría a salvo de cualquier esqueleto viviente o de doctores que podían dislocar tobillos con sólo un giro de sus manos.
"Esto no me agrada," pensó Nabiki, que al agacharse a mirar la bolsa se dio cuenta que contenía dos botellas de sake vacías y algunas latas aplastadas de cerveza y otras de ron. "¿Tofú ha estado bebiendo?"
Decidiendo que sería mejor no ver al doctor cuando estaba posiblemente con resaca, Nabiki apoyó las muletas en la pared y ya estaba por darse la vuelta para volver a su casa cuando la puerta se abrió, revelando ante ella una imagen que la hizo retroceder un paso.
Tofú estaba de pie frente a ella, pero el doctor se veía horrible y por un momento no lo reconoció; estaba ojeroso y pálido, sin rasurar, con el cabello suelto y desarreglado, su típico keikogi marrón manchado en varias partes y lo peor de todo era el fétido olor… porque el médico apestaba a sake y suciedad.
—Nabiki Tendo… ¿qué quieres? —preguntó Tofú, mirando a la adolescente con una mirada confundida, pero casi de inmediato reaccionó—. Ah, sí… tenías cita para revisión… pasa, deja las muletas en recepción y entra al primer consultorio, ahora te atiendo, será rápido.
—Sólo vine a devolverle las muletas —respondió Nabiki, asqueada no sólo por la apariencia de Tofú, sino por su aliento, que era un prácticamente un vapor maloliente que le recordó a comida rancia y leche agria. ¿Qué había estado bebiendo y comiendo Tofú para oler así? —Puedo… puedo venir mañana si le parece.
—Ya estás aquí… es mejor que te revise —contestó el médico, mirando a la muchacha con la vista ligeramente nublada, revelando por su tono de voz que si bien no estaba borracho, la resaca lo había puesto de mal humor—. Entra, que hoy es la última vez que le doy consulta gratis a tu familia, si vienes mañana sí tendrás que pagarme.
—Pero… muy bien, si en verdad será rápido… —aceptó Nabiki, que aún contra su mejor juicio entró a la clínica. No pudo evitarlo, sabía que tanto sus hermanas como su padre le preguntarían cómo le había ido con Tofú, y decirles que no había visto al médico podría alterar para mal el humor de su padre y eso arruinaría la oportunidad de ayudar a Kasumi a convencerlo de recibir a Yasukichi. No tenía otra opción, tendría que dejar que Tofú le revisara el pie.
—Será cosa de minutos —dijo Tofú apretando los párpados y sacudiendo un poco la cabeza para despabilarse, pues incluso en ese estado podía darse cuenta de que estaba comportándose de manera grosera y eso era inadecuado—. Ahora te alcanzo, guardaré primero las muletas.
Nabiki vio al doctor avanzar por el pasillo lateral, hacia el armario que tenía bajo las escaleras y notó que respiraba profundamente para intentar tranquilizarse. Esperando lo mejor, la muchacha caminó lentamente hacia el primer consultorio, tratando de ignorar las sensación de opresión que comenzó a sentir en los hombros, así como también el frío que pareció llenar cada rincón de la clínica.
"Está haciendo un poco de frío… como la vez que le traje las últimas fotos de Kasumi," pensó ella, abriendo la puerta del consultorio y mirando sin entrar, esperando ver a Betty allí y sintiendo un gran alivio al notar que el esqueleto no estaba en el cuarto. "Y Shampoo me dijo que hacía frío cuando le pasó eso con Betty, pero… no, no debo pensar en ella como si fuera una persona… fue lo que dijo Cologne…"
Obligándose a olvidarse de Betty, la muchacha dejó la puerta abierta y se sentó en una de las sillas, mirando al pasillo esperando a Tofú, pero luego de un par de minutos sin escuchar al doctor comenzó a preocuparse. ¿Se habría quedado dormido en el suelo a causa de la borrachera que obviamente había tenido la noche anterior?
—Doctor… ¿está todo bien? —Llamó Nabiki, levantándose en caso de que algo le hubiera pasado mientras se preguntaba por qué había decidido embriagarse como si se fuera a terminar el mundo.
"Quizás vio a Kasumi con Yasukichi y eso lo puso mal," pensó la mediana, y a juzgar por como había visto al doctor, sentía que no estaba equivocada.
—¿Doctor? —insistió Nabiki, acercándose a la puerta para asomarse al pasillo.
Un súbito y horrible crujido, seguido de un fuerte golpe la hizo detenerse en donde estaba. Algo había caído al suelo, algo… o alguien.
Temiendo que Tofú se había resbalado y estaba lastimado en el piso, la muchacha se tragó el miedo que comenzaba a subirle desde el estómago y se arriesgó a dar los tres pasos que la separaban del pasillo principal de la clínica, preparándose para ayudar al doctor si era necesario.
Pero lo que Nabiki vio al salir del consultorio estuvo por hacerla perder el conocimiento, y si no cayó desmayada fue debido a que el pánico que le llenó el pecho la paralizó completamente, ahogando incluso el grito de terror que se le quedó atorado en la garganta.
Frente a ella, al otro extremo del pasillo, tirado de espaldas en el suelo entre los restos de una silla de madera, con una fea y sangrante herida en la cabeza, estaba Tofú Ono. Y sobre él, sosteniendo en las manos trozos de la silla rota, estaba Betty.
Betty, que por alguna razón había atacado al doctor que había dicho querer tanto y que ahora se giraba hacia la aterrorizada niña Tendo, mirándola con sus oscuras cuencas vacías.
—No-debiste-volver-aquí… —dijo Betty con su voz fría, moviéndose hacia Nabiki con el mismo clac-clac-clac que había aterrorizado a la muchacha un par de noches atrás—. Te-advertí… ¡que-habría-consecuencias!
Entendiendo que el esqueleto la mataría si no hacía algo, Nabiki logró recuperarse lo suficiente para regresar al consultorio con la intención de encerrarse y escapar por la ventana pero no lo consiguió, Betty se había movido más rápido de lo que esperaba y se estrelló contra la puerta antes de que la muchacha pudiera cerrarla. El encontronazo fue lo bastante fuerte como para que Nabiki terminara de espaldas en el suelo, a merced del vengativo esqueleto que sostenía una pata de silla en las manos, la cual estaba levantando con la clara intención de usarla como un mazo para abrirle la cabeza.
Reaccionando cuando casi era muy tarde, Nabiki logró hacerse a un lado justo al momento en que Betty descargó el golpe, y se giró de modo que pudo impulsarse con los pies y manos hacia el pasillo, poniéndose de pie torpemente para luego correr hacia la entrada, esperando poder salir a la calle y dejar atrás al demente esqueleto que buscaba matarla.
Saltó sobre el cuerpo inerte de Tofú y llegó hasta la puerta, pero al intentar abrirla… ¡no pudo hacerlo!
Desesperada, Nabiki movió la perilla de lado a lado, jalando y empujando un par de veces hasta entender que la puerta estaba cerrada con llave. Betty se había encargado de encerrarlas en la clínica.
—No-saldrás-viva-de-aquí… —anunció Betty a espaldas de la muchacha.
Nabiki comenzó a dar la vuelta para encarar al esqueleto, pero un fuerte dolor entre los hombros la hizo gritar y caer de rodillas. Obligándose a mirar detrás, se encontró conque Betty le había lanzado la pata de la silla, golpeándola con tal fuerza que la muchacha casi se había quedado sin aliento.
—Debió-ser-tu-cabeza… —dijo la esqueleto, que avanzaba de nuevo hacia Nabiki, abriendo y cerrando las manos y llenando el pasillo con el demencial clac-clac-clac- que hacían sus huesos al moverse—. Pero-no-importa… ¡te-romperé-el-cuello!
Luchando contra el miedo, la muchacha intentó encontrar alguna otra forma de escapar y por un momento pensó que no había ninguna, ya que Betty avanzaba por el pasillo y le cortaba el camino a los consultorios pero... el pasillo lateral estaba libre, y al fondo estaban las escaleras al segundo piso. Si lograba subir, podría entrar a la habitación del fondo, abrir la ventana y alcanzar el árbol que crecía junto a la clínica. Quizás era un plan desesperado, pero Nabiki prefería arriesgarse a caer del segundo piso y romperse una pierna, a ser asesinada por una fantasma demente que se había apoderado de un esqueleto de quiropráctico.
Esforzándose para ignorar el dolor en la espalda, Nabiki se levantó y corrió hacia las escaleras, subiéndolas a saltos de tres en tres escalones, alcanzando el segundo piso y dejando atrás a Betty, que comenzó a maldecirla mientras la seguía. La muchacha recorrió el pasillo que separaba las escaleras del departamento y se quedó quieta por la impresión una vez que entró a la sala. Estaba hecha un desastre, había algunas botellas de sake y vodka en el suelo, varios platos con restos de comida en la mesita de la sala que ya habían atraído muchas moscas y el olor a sudor y a orina llenaba el aire.
"Doctor… ¿en verdad hizo esto por mi hermana?" Se preguntó, pero el clac-clac-clac de Betty acercándose la sacó de sus pensamientos y la hizo darse cuenta de que había perdido valiosos segundos que pudo haber usado para escapar. Recorriendo la sala con la mirada, Nabiki sólo pudo encontrar un lugar para esconderse, detrás de uno de los sofás.
Rogando a la memoria de su madre por protección, la muchacha se agachó tras el mueble y se quedó muy quieta, cuidando no hacer el menor ruido al respirar, espiando por debajo del sillón en caso de que Betty la encontrara. Los clac se detuvieron y pudo ver los pies de Betty detenerse en la sala y quedarse allí por un momento, para después moverse y alejarse. El sonido de una puerta abriéndose le indicó a Nabiki que la esqueleto había entrado a buscarla a una de las habitaciones del departamento.
Comprendiendo que era su mejor oportunidad de escaparse, Nabiki se levantó y caminó muy despacio hacia las escaleras, dispuesta a bajar al primer piso, entrar en uno de los consultorios y salir por la ventana, pues pensaba que Betty no se arriesgaría a perseguirla una vez que saliera de la clínica. El dolor en la espalda la obligaba a caminar ligeramente encorvada, y sabía que si lograba escapar lo resentiría mucho al día siguiente.
"Creo que no podré ir mañana a la escuela…" pensó, lo que le recordó al maestro Manabu y lo que le había dicho un poco antes. "Lo siento maestro… me perderé otra de sus clases."
Nabiki encontró que la idea de faltar a clases porque la perseguía un esqueleto asesino era bastante divertida, o quizás era sólo que estaba a punto de tener un ataque de histeria; esa segunda revelación también le pareció extrañamente hilarante y estuvo a punto de reír en voz baja, pero tres clac a sus espaldas le hicieron perder el deseo de reírse.
—Déjame-matarte… —ordenó Betty una vez que Nabiki se giró a mirarla. La esqueleto llevaba un largo cuchillo en la mano derecha y lo movía amenazante de lado a lado—. Déjame-matarte… Sólo-así-tu-hermana-mayor-dejará-a-mi-Tofú…
—Escúchame, Betty —contestó Nabiki, retrocediendo hacia las escaleras—. A mi hermana no le gusta el doctor Tofú.
—¡Mientes! —Gritó la esqueleto, levantando el cuchillo—. ¡Malditas-niñas-Tendo!… La-menor-recordando-a-Tofú-que-la-mayor-existe…tú-trayendo-sus-horribles-fotos… y-la-mayor-le-da-comida-y-le-pide-libros… ¡Las-tres-quieren-quitármelo!
—Nosotras no…
—¡Cállate! —Ordenó Betty con un alarido lleno de furia que se convirtió en una risa que desbordaba locura—. Pero-ustedes-ya-nunca-podrán-separarme-de-Tofú… Porque-él-me-eligió-a-mi… ¡A-mi!... No-escogió-a-tu-maldita-hermana-mayor… Tofú-me-dio-su-semen-a-mi… ¡no-a-ella!… ¡Tofú-es-mio-y-yo-soy-suya!
Nabiki retrocedió otro paso al tiempo que hacía una mueca de asco ante la horrible idea de que Tofú era en secreto un necrófilo enfermo que usaba a Betty como una muñeca sexual. La revelación le parecía imposible pero al escuchar al esqueleto terminó convencida de que sus palabras no eran mentira; en algún momento Tofú había poseído a Betty como si fuera una mujer, formando un lazo sobrenatural con ella que la esqueleto estaba dispuesta a proteger aún si eso significaba matar a quienes considerara una amenaza.
"Y ella piensa que la mayor amenaza somos nosotras tres…" pensó la mediana de las Tendo, entendiendo por qué Betty había mencionado también a sus dos hermanas.
—Eres una maldita loca —le respondió Nabiki—. ¡Una loca que no sabe lo que hace!
Betty no respondió, sólo lanzó un silbido de furia y se arrojó hacia la muchacha con la firme intención de apuñalarla hasta quitarle la vida.
Nabiki no esperó a que Betty se le hubiera acercado lo suficiente como para hundirle el cuchillo en la piel, pues la evitó corriendo escaleras abajo y después hacia los consultorios. Una mirada atrás para asegurarse de que la esqueleto no había bajado las escaleras resultó ser un error fatal, pues olvidó que el cuerpo de Tofú seguía en el pasillo y se tropezó con él, cayendo de costado y golpeándose la espalda contra la pared, reviviendo el profundo dolor entre sus hombros.
Le costó varios segundos poder levantarse, y eso fue todo lo que Betty necesito para bajar las escaleras y entrar al pasillo principal.
—Si en verdad quieres tanto a Tofú… ¿por qué le rompiste una silla en la cabeza? —preguntó Nabiki, tratando de ganar algo de tiempo.
—Para-que-no-te-protegiera… —contestó la esqueleto al tiempo que se lanzaba hacia Nabiki, dando cuchilladas al aire mientras intentaba cortar a la muchacha—. ¡Tofú-aún-no-entiende-lo-que-debo-hacer-para-salvarlo!
Nabiki logró esquivar el cuchillo las primeras tres veces, y a pesar del dolor en la espalda fue capaz de correr hasta el otro extremo del pasillo; no intentó entrar a los consultorios porque sabía que Betty la habría alcanzado y necesitaba poner distancia entre ellas dos, así que una vez que llegó al otro extremo de la clínica, con un par de metros y unos pocos segundos de ventaja, la muchacha abrió la última puerta y entró en el baño, cerrando con seguro mientras trataba de pensar en alguna manera de escapar o de defenderse.
"La ventana es muy pequeña," se lamentó, pues sólo una niña de menos de ocho años podría salir por la ventana del baño. Nabiki se llevó las manos a los hombros y se recargó en la pared al darse cuenta de que estaba atrapada.
La punta del cuchillo atravesó entonces la madera justo arriba del pomo de la puerta, y Nabiki gimió asustada al entender de inmediato lo que Betty quería hacer. La esqueleto buscaba hacer un agujero para poder abrir la puerta, y el grueso y largo cuchillo que tenía en las manos parecía ser la herramienta perfecta para lograrlo.
"¿Aquí es dónde voy a morir, apuñalada en un baño?" Pensó ella, presa de la desesperación y mirando a su alrededor hasta que sus ojos se centraron en el depósito de cerámica del retrete. Ignorando los golpes en la puerta, Nabiki tomó la tapa del depósito y la observó con atención, era bastante dura… quizás lo bastante dura como para partirle el cráneo en dos a Betty.
—Es-tu-final… —anunció Betty cuando abrió un agujero en la puerta que le permitió meter la mano y girar el pomo. La esqueleto empujó violentamente la puerta y entró con el cuchillo en alto, lista para apuñalar a Nabiki en el corazón.
Pero no logró hacerlo. En lugar de hundir el cuchillo en la carne de su víctima, Betty recibió un fuerte golpazo en la cabeza que le fracturó el cráneo y la derribó, haciéndola soltar el cuchillo mientras caía y se quedaba inmóvil junto al retrete.
—Vete al infierno, perra —le murmuró Nabiki luego de soltar la tapa del depósito sobre la columna del esqueleto. Pensando que se había librado de Betty, la muchacha salió del baño y fue directo a la oficina de Tofú, en donde sabía que el doctor tenía un duplicado de las llaves de la clínica.
No tardó en encontrar las llaves en uno de los cajones del escritorio, y sonrió complacida al saber que por fin podría salir. Miró entonces el teléfono y levantó el auricular, pensando que debía pedir una ambulancia para que vinieran a llevarse a Tofú al hospital, pero al presionarlo contra su oído se dio cuenta de que no había línea; agachándose, descubrió que el cable había sido cortado, seguramente por Betty.
—Tendré que sacarlo de otro modo… —se dijo en voz baja—. ¿Estará vivo todavía?
Dispuesta a ayudar a Tofú si aún vivía, Nabiki salió de la oficina y caminó hasta donde el doctor seguía en el suelo. El charco de sangre sobre el que reposaba su cabeza había crecido mucho, y la horrible herida que le abría la frente y le recorría la cabeza parecía haber coagulado, pero al mirarlo bien notó por fin que su pecho bajaba y subía, por lo que rodeó el cuerpo del médico para hincarse junto a él y poder tocarle el cuello.
"Respira… está tibio y todavía tiene pulso, ¡sigue vivo!" sonrió ella, pensando que aún si tenía que arrastrarlo, lo sacaría de esta clínica del terror.
—¡Alejate-de-él!
—No es cierto… —murmuró aterrada Nabiki, levantando la mirada al escuchar el temible clac-clac y encontrarse de nuevo con Betty, que a pesar de llevar un agujero en el cráneo, se había levantado y caminaba hacia ella. En una mano la esqueleto llevaba el cuchillo, y en la otra la tapa del retrete.
Presa del pánico, la muchacha se incorporó y sacó las llaves del bolsillo frontal de su sudadera para intentar abrir la puerta, pero antes de que pudiera siquiera insertar una llave en la cerradura, la tapa del retrete se estrelló fuertemente en el techo justo sobre su cabeza, haciéndose añicos y bañándola con trozos de cerámica blanca.
"¡No sabía que era tan fuerte!" Pensó Nabiki, que soltó las llaves a causa del susto y se dio cuenta de que estaba otra vez acorralada, pues estaba segura que Betty no la dejaría volver a subir al segundo piso.
Fue en ese momento que se escuchó un sonido que paralizó a Betty.
Un gemido de dolor que escapó de los labios de Tofú Ono.
Sin atreverse a mover ni un dedo, Nabiki observó cómo el doctor comenzaba a moverse, cubriéndose la herida de la frente con una mano mientras usaba la otra para apoyarse y poder sentarse. Lentamente, Tofú levantó el rostro y parpadeó, mirando primero a Nabiki y luego en la otra dirección, fijando la mirada en el esqueleto.
—...¿Betty? —preguntó al tiempo que se levantaba, cuidando de no caerse.
—Sí-mi-amor… no-te-preocupes… yo-te-cuidaré-de-la-familia-Tendo… —dijo el esqueleto aún sin moverse, como si temiera recibir algún reproche de parte del doctor.
Nabiki estuvo a punto de decir algo, pero entendió que si abría la boca sólo haría enfurecer a Betty, por lo que en lugar de eso corrió al primer consultorio con la intención de abrir la ventana y escaparse de esa casa de locos. Pero justo cuando pasó a su lado, Betty reaccionó y alcanzó a tomarla por el capuchón de la sudadera, jalándola hacia atrás para estrellarla en la pared primero y después empujarla al consultorio. La muchacha, aturdida por el impacto que le revivió el ya casi olvidado dolor entre los hombros, avanzó dando tumbos por la habitación y terminó estrellándose contra la cama. Se tropezó al tratar de recuperar el equilibrio y cayó al suelo de rodillas, respirando agitadamente para tratar de contener el dolor en la espalda y recuperar el aliento.
—¿Quién-dijo-que-podías-irte? —preguntó Betty, entrando al consultorio y levantando el cuchillo con la firme intención de asesinar a la segunda hija de Soun Tendo.
—Betty, ya basta.
El esqueleto se detuvo y se giró al darse cuenta de que Tofú estaba tras de ella. Nabiki también miró en la misma dirección, sólo para ver que el doctor se había acercado y se apoyaba en la pared para mantenerse en pie. Tenía la mitad del rostro ensangrentado, y su sangre le había manchado el cuello y la camisa del keikogi, pero su mirada había recuperado la sobriedad y la cordura, a pesar de que apenas podía sostenerse a causa de la pérdida de sangre, Tofú había logrado avanzar hasta el consultorio para intentar detener a Betty.
—Pero…mi-amor-es-la-única-manera… respondió el esqueleto—. Sólo-así… podré-protegerte-de-las-tres-hermanas…
—Siempre… hay otra manera… —discutió Tofú, cubriendo la herida en su cabeza con la mano para tratar de contener la hemorragia, y sólo entonces notó que podía tocar hasta el hueso con la punta de sus dedos—. Déjala ir, Betty… y haré lo que tú… quieras.
La esqueleto se giró hacia Nabiki y después volvió la mirada de sus vacías cuencas hacia el doctor. Se quedó quieta durante unos cuantos segundos y, lentamente, se acercó a Tofú para acariciarle el rostro, manchando sus blancos dedos con la sangre del doctor.
—Sí-hay-otra-manera-querido… —anunció Betty—. Te-llevaré-conmigo… sólo-así-la-familia-Tendo-nos-dejará-en-paz…
Sin darle tiempo a Tofú para responder, la esqueleto le hundió el cuchillo completamente en el estómago.
—Sólo-dolerá-un-momento-mi-amor… —le susurró la esqueleto, que se quedó quieta mientras el doctor se deslizaba por la pared hasta quedar sentado en el suelo, mirando incrédulo cómo un nuevo charco de sangre se extendía entre sus piernas.
—Be...Betty —gimió el médico, sintiéndose tan débil que ni siquiera pudo gritar.
—Tofú...te-amo-tanto —le contestó Betty, jalando el cabello del doctor para obligarlo a levantar la cabeza y así poder usar el filo del cuchillo para abrirle la garganta—. Y-ahora-estaremos-juntos-para-siempre...
Fue al ver cómo un chorro de sangre brotaba del cuello de Tofú y le caía sobre la sudadera que Nabiki, quien hasta ese momento había podido mantener el terror bajo control, finalmente alcanzó el punto en que ya no pudo tolerarlo y perdió el conocimiento, hundiéndose en la inconsciencia, escapando al fin al único lugar posible en ese momento en donde ya no tendría que enfrentarse a los horrores provocados por Betty…
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La despertó una tibia humedad en la mejilla derecha.
Nabiki abrió los ojos lentamente y se tendió de espaldas, pasando un momento preguntándose en dónde estaba y qué había pasado. Conforme enfocó la vista notó que el techo no era el de su recámara y el recuerdo de ser perseguida por Betty le regresó de pronto, haciéndola temblar y tratar de levantarse, pero al apoyar sus manos en el suelo y sentir que tocaban algo húmedo se arriesgó a mirar y se dio cuenta de que estaba tendida en medio de un charco de sangre y que casi toda su ropa se había teñido de rojo.
Quiso gritar pero su garganta no le respondió y sólo logró respirar por la boca, sintiendo al fin un horrible sabor en el aire, un sabor metálico acompañado del desagradable aroma de la putrefacción.
Fue en ese momento que su cerebro procesó un insistente sonido a sus espaldas, identificándolo como algo similar al ruido que hacía el carnicero cuando cortaba filetes de carne de un trozo más grande. Antes de poder detenerse, Nabiki se giró hacia el lugar de donde venía ese ruido y lo que vio la hizo estremecerse a tal grado que sintió que estaba a punto de perder la razón.
Porque frente a ella había un montón de carne, piel y órganos humanos que escurrían sangre por todo el consultorio y más allá estaba Betty, ocupada usando el cuchillo para cortar un gran trozo de carne de la pierna de lo que anteriormente había sido Tofú Ono, el cual arrojó a la pila de despojos ensangrentados. La esqueleto no había perdido tiempo y ya casi terminaba de descarnar a Tofú, dejándolo sólo en huesos manchados de sangre, creando otro esqueleto como ella.
—Si-lo-cuentas-te-mato… —amenazó de repente Betty, girando el cráneo para mirar fijamente a Nabiki—. No-lo-olvides...
Y después de escuchar esa mortal advertencia, cuando Nabiki vio cómo Betty hundía sus dedos en los ojos de Tofú para reventarlos y comenzar a pelar el cráneo, la impresión fue una vez más demasiado para que su mente pudiera tolerarla y nuevamente cayó al oscuro abismo de la inconsciencia.
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Notas:
Llegamos al penúltimo episodio de Betty.
Manabu Sakura es un joven maestro y boxeador que aparece en One Pound Gospel, otra serie de Takahashi que trata sobre boxeo y el romance entre un boxeador y una joven novicia.
Gracias por leer este capítulo.
