Creo que me tardé un poco más de la cuenta para actualizar, aunque no pueden quejarse, antes me tardaba todo un año, al menos ahora he sido más constante. Con solo tres capítulos más para el final de temporada, y aún 4 kimonos Pokémon por delante, inicialmente tenía pensado que este fuera el capítulo del kimono de Leafeon… luego entendí que, si apresuraba las cosas, iba a terminar dándole un final poco creíble a la historia, así que… sean felices, habrá tercera temporada, no hay forma posible en que pueda acomodar lo que tengo planeado, campamento, batalla de evaluación, Drakrai, Cresselia y Lunala, y un gran etc. En solo 4 capítulos. Así que… supongo que están encerrados conmigo en esta historia.

Xtractor68: Valerie como bien dices estuvo mucho tiempo aislada, lo que es algo que pocos conocen de su personaje, es natural que no fuera exactamente una persona normal y tuviera sus deficiencias, una de esas deficiencias es, precisamente, narrarse su propia vida como si esta perteneciera a un cuento de hadas, cosa que casi cualquier Pokémon psíquico le va a recordar constantemente. Sobre abra, al principio iba a ser el Pokémon perezoso, más bien, definitivamente es el estereotipo del Pokémon perezoso, aunque en este caso alguien le está inyectando cafeína, más de eso creo que dentro d capítulos. Lo de los Pokémon fantasmas es enteramente correcto, los Pokémon Fantasma tienen acceso a Mundo Fantasma, en donde Dusknoir es rey, y solo es cuestión de abrir la puerta a Mundo Fantasma y listo, fantasmas instantáneos. Por último, el personaje de Paget aún tendrá apariciones importantes, pero de momento, está muy lejos para poder aprovecharme de su personaje. Espero disfrutes del siguiente capítulo.

Postdata: La canción a la que hago referencia en esta historia, es "Oración", de la película de Darkrai, por si a alguien le interesa.


La chica que quería ser un Pókemon.

Segunda Temporada.

Capítulo 21: Flauta de Hierba.


Región Kalos. Ciudad Luminaria. Patio trasero del laboratorio del Profesor Sycamore.

-¡Ojojojojo! ¡Así que eso fue lo que pasó! –la ronca, pero gentil voz de la gran abuela, resonaba con fuerza mientras se regocijaba un poco por lo que le había contado. La noche anterior no habíamos logrado cumplir con el itinerario, para cuando la fiesta de disfraces terminó, los campistas estaban tan agotados, algunos de ellos inclusive ya estaban dormidos en alguna silla del local, que el profesor y yo decidimos acondicionar el piso de abajo para que pudieran dormir todos en mi local, lo que no fue muy cómodo seguramente, ya que todos durmieron en el suelo en sus bolsas de dormir, menos yo claro, que pude dormir en mi habitación, aunque no sin que Paget acampara fuera de mi habitación dispuesta a, según ella, proteger mi integridad femenina del profesor. Lo que sea que eso signifique. Lo importante es que, tras despertarnos y disfrutar de un desayuno preparado por Lampent y Heliolisk, quienes cocinaron frente a los campistas, nos dirigimos de regreso al laboratorio del profesor, donde él comenzó a dar una clase de biología Pokémon y pues, yo me aburrí, y vine a platicar con los demás Pokémon argumentando que tenía que alimentarlos- Es inquietante, nunca me imaginé que el profesor tuviera el valor de hacer algo tan vergonzoso. Mis lianas se estremecen solo de pensarlo, quisiera haberlo visto –continuaba la gran abuela emocionada.

-Fue sumamente romántico la verdad –fantaseé yo, metiéndome una croqueta en la boca, mientras los Pokémon en círculo a mi alrededor: Mawile, Kirlia, Quagsire, Drapion, Pidgeot, Gyarados, y Abra, este último durmiendo, todos con sus propios platos de croquetas, me miraban extrañados, solo la gran abuela no me juzgaba-. ¿Qué? Es mi ración, y Tierno no dejaba de preguntarme sobre Eevee y que nadie comía de su plato. Si alguien tiene una mejor idea soy toda oídos –comenté, y Drapion comenzó a tirar de mi plato- ¡Oye! ¡Aún no termino! –me quejé.

-Cría, que la comida Pokémon no es para los humanos, además ya desayunaste –me reprendió Drapion, y devoró mis croquetas. Es verdad que en un principio no me gustaba para nada su sabor, pero son adictivas, seguramente tienen algún químico para que los Pokémon las coman sin parar, no hay otra explicación para que no pueda dejar de comerlas- Ya preparé todo para que vestiditos sea quien se coma tus croquetas por la mañana, así que no tienes que preocuparte por ese tal Tierno preguntando por Eevee –comentó Drapion.

-Pero aún podía disfrutarlas hoy… -me quejé, pero Drapion me ignoró de una forma muy grosera. La gran abuela por otra parte, me ofreció una croqueta de las de su plato, la cual acepté emocionada, aunque pude sentir la preocupación de mis acompañantes Pokémon-. Oigan, yo nos los juzgo cuando ustedes comen de mi comida humana –me quejé.

-Cada vez me preocupo más por la mentalidad de esta niña –enunció Pidgeot, Drapion asintió. ¿De cuándo acá ustedes están de acuerdo en algo?- Pero volvamos a temas más importantes. Gran abuela, los vientos helados se acercan, la temperatura cada vez es más baja. No es tarde para decidir quedarse. Sé que Valerie tiene la intención de llevarla de acompañante en uno de sus trajes Pokémon como pasó con Abra, pero… su edad, me preocupa que se arriesgue de esta forma –a decir verdad, tal vez era una mala idea llevar a la gran abuela después de todo. Brighton viene con nosotros, seguro si le pido a Pansage todo iría bien.

-Pidgeot cariño, no me perdería este viaje por nada en la vida. No seas terco y déjame disfrutarlo –se defendió la gran abuela, quien apenas y había tocado su comida-. Sé que soy vieja, y que el frio no me hace nada bien, pero he pasado los últimos 20 años encerrada en este lugar. ¿No crees que me merezco una oportunidad? -¿tanto tiempo lleva ella aquí?

-Gran abuela, hace tiempo que quería preguntarte: ¿Cómo conociste al profesor? –si la gran abuela lleva 20 años aquí encerrada, y el profesor tiene 31 años, entonces ellos debieron conocerse cuando el profesor tenía 11 años. De solo pensarlo, e imaginar a un profesor así de pequeño y tierno, mi rostro comenzó a ruborizarse, Mawile debió notarlo, ya que se tapó la nariz en ese momento.

-Ah… fue hace 21 años, a decir verdad –me comentó la gran abuela, la nostalgia era más que evidente en el tono de su voz-. Yo no era exactamente una Bulbasaur muy joven en ese entonces, pastaba en el Bosque Novarte, el bosque donde nací, crecí, y viví por varios años -¿exactamente qué edad tendrá la gran abuela? ¿Los Pokémon sabrán siquiera su edad? Quiero decir, es verdad que sabe que ha estado encerrada en el patio trasero del profesor por 20 años, pero, ¿sabrá ella realmente medir la edad?-. Mientras pastaba alegremente, y hacía mi fotosíntesis matutina, un pequeño polluelo impertinente, no más de un par de meses de haber salido del huevo, comenzó a picotearme la frente –miró la gran abuela a Pidgeot, cuyas plumas se erizaron un poco. ¿Entonces Pidgeot tiene 21 años? ¿Y ya tienes problemas de huesos? Qué vergüenza, Pidgeot-. Y dándole órdenes a ese Pidgey bebé, el más tierno entrenador de rodillas raspadas, pelos necios, y rostro quemado lleno de banditas que te puedas imaginar –ante la descripción, mi mente comenzó a divagar.

-¡Desearía poder imaginármelo! –exclamé alegremente, y para sorpresa mía, Abra pareció reaccionar a mis palabras, y perezosamente comenzó a despertarse y a estirarse los músculos, escandalizando a Kirlia, quien se escondió detrás de Drapion- Buenos días, Abra –comenté alegremente.

-Buenos días –se tronó los huesos de la espalda. ¿Qué edad tendrá Abra para tener problemas de articulaciones?- Umm… unos 53 y contando -¿Cómo? Qué bien conservado-. Ya que alguien al parecer me ha despertado, supongo que quieres ver al profesor como lo ha descrito la gran abuela -¿puedes hacer eso?- ¿Quieres que te conteste? ¿O prefieres hacer la pregunta con tu boca antes de responderte? –es tan confuso hablar con Abra.

-Preferiría que contestaras únicamente a lo que sale de mi boca, y no a mis pensamientos por favor, no sea que termine haciendo oraciones extremadamente largas como esta para evitar que me leas la mente y confundas mis peticiones con mis triviales pensamientos narrativos en mi eterna búsqueda de romance y magia, mismos que podrían nublar mis verdaderas palabras con respecto a lo que dicta mi corazón confundido la mayor parte del tiempo por mis hormonas adolecentes –eso sonó bastante aburrido, aunque debía hacer la aclaración, o Abra pensará que siempre digo lo que pienso-. Entonces, ¿puedes hacerme ver al profesor a sus 11 años de edad? –aunque, seguramente podría verlo en una foto.

-Contestaré a lo que salga de tus labios entonces. No es necesario un monólogo extenso, tan solo haré lo posible por ignorar lo que piensas y me concentraré en contestar lo que salga de tu boca, y respondiendo a esa pregunta: puedo hacerlo -¿y vas a mostrarme? De pronto Abra suspira intranquilo-. Y sí… voy a mostrarte. Gran abuela –pide Abra, y de pronto siento que está malhumorándose-. ¿Podrías nublar tu mente? –eso es…

-Imposible… mi mente siempre está narrando todo lo que pasa a mi alrededor a menos que en ese preciso momento esté yo hablando… en cuyo caso supongo que narra todo lo que digo, es un mal hábito –contesté, pero Abra no me dejó decir más al rodearme con sus poderes psíquicos, y de pronto, estaba dentro de la mente de la gran abuela, viendo a Pidgeot, en ese entonces un adorable Pidgey con restos de cascara de huevo en sus plumas traseras, revoloteando a su alrededor, mientras desde dentro de los ojos de la gran abuela, en ese entonces una Bulbasaur, la veía usando sus lianas para intentar ahuyentar a Pidgey, mientras frente a ella, un pequeño entrenador de mirada fiera, con las rodillas raspadas, shorts cortos, y su camisa de entrenador con el estampado de una Master Bola, se acomodaba una gorra azul, mientras llamaba a Pidgey de regreso.

-¡Regresa, Pidgey! –la voz del profesor de cuando era niño, era un poco chillona, pero con un tono muy seguro de sí mismo, mientras preparaba una segunda Pokébola- No soy muy bueno en las batallas, pero solo podré conocer a más Pokémon volviéndome más fuerte. ¡Ve, Charmander! –ordenó el pequeño Sycamore, y tras un ataque de brazas, lanzó una Pokébola a la gran abuela, capturándola, y regresándome a la realidad actual.

-¡Es adorable! –exclamé alegremente, cargando a Kirlia y abrazándola con fuerza mientras imaginaba que ella era Sycamore a sus 11 años. Aunque, de pronto sentí los celos de Mawile, y tuve que evadir su mordida- Espera, Mawile, es solo que Kirlia pesa menos… -me defendí.

-¿Me estás diciendo gorda? ¡Ven aquí que te voy a hacerte tragar mis croquetas! –me persiguió Mawile con su plato de croquetas, pero la calmada risa de la gran abuela nos tranquilizó a ambas, y en su lugar nos volvimos a sentar para ponerle atención.

-Aquella ha sido una memoria muy gratificante, me alegra que hayas podido mostrármela, Abra –prosiguió la gran abuela, con sus ojos un poco humedecidos. La gran abuela de verdad quería mucho al profesor-. Entiendo que para los humanos la edad es muy importante. Si no me equivoco, eres bastante más joven que el profesor. Ante sus ojos puede que pases por una cría algo inmadura. ¿No es eso un problema? –preguntó ella.

-Bueno, algunos humanos dirían que no hay edad para el amor –otros humanos dirían, que eso lo dicen los mayores para justificar sus preferencias-. Aunque tengo que admitir que no es normal que un hombre de la edad del profesor se fije en alguien de mi edad. Sin embargo, él es un caballero, y no se ha propasado conmigo. Si ha habido… incidentes… ha sido enteramente mi culpa –confesé, pero la gran abuela parecía no comprenderlo-. Lo mejor sería que tuviéramos la misma edad, aunque no sé si me hubiera enamorado de él teniendo mi misma edad, quiero decir, parte de lo que me atrae del profesor es su madurez –le expliqué.

-¿Quieres ver al profesor de tu misma edad? Debe parecerse algo a esto –exclamó Abra usando sus poderes psíquicos sobre mí, y la imagen mental me invadió la mente, en la forma del rostro del profesor lleno de granos y un bigote muy mal afeitado- ¡Esa es mi memoria más divertida del profesor! –se burla Abra.

-¡Es la peor imagen del profesor que me podías mostrar! –me quejé. Mis ilusiones de un profesor joven y bello se destrozaron en ese momento. Supongo, que lo mejor fue enamorarme del profesor ya de adulto, sé que era una broma de Abra, pero si el profesor de verdad tenía sombra de bigote mal afeitado no me hubiera atraído para nada.

-¡Señorita Valerie! –me llamó el profesor desde la ventana, e inmediatamente me sentí como una horrenda chiquilla superficial por culpa de mi pensamiento anterior. Descuide profesor, yo lo amo por su personalidad, aunque su físico actual es una gran ayuda también. Después de todo, este profesor no tiene barros ni espinillas, ni bigote de leche, sino que es todo perfección y… mejor tengo cuidado, no vaya a comenzar a salivar de la emoción, además de que Abra parece mirarme de una forma muy juzgona- Ya es hora de irnos. ¿Puede tomar a los Pokémon que llevaremos? La esperamos en el autobús –terminó el profesor.

-¡Enseguida voy, Agustín! –despedí con un ademán de mi mano, y me dirigí a Abra, llamándolo dentro de su Pokébola antes de que pudiera hacer otra travesura- Dulces sueños, Abra. ¿Pidgeot? –pregunté, Pidgeot asintió, y se permitió llamar dentro de su Pokébola- Ya solo falta la gran abuela –comenté sacando su Pokébola.

-Enseguida voy, cariño, solo debo despedirme de un par de brutos, que son mis amigos de toda la vida –comentó ella, y se dirigió lentamente hasta donde Charizard dormía con Blastoise como su almohada. Mientras tanto, yo me dirigí al resto de mis amigos Pokémon.

-Va a ser un largo trayecto. Espero que ese cerebro de alpiste te sea útil al menos –insultó Drapion, yo sonreí mientras guardaba la Pokébola de Pidgeot-. Sé que no has dejado de despertar como una Eevee, pero mientras puedas seguir transformándote en humana, supongo que estaré tranquilo. Cuando regreses, espero que todo haya sido solucionado –me comentó, ofreciéndome una pinza para estrecharla, yo gustosa acepté su gesto. Momentos después, Kirlia se me lanzó encima.

-¡Valerie! ¡Cómprame algo bonito! –agregó columpiando sus piernas mientras la llevaba en brazos- Y me cuentas cómo avanzan las cosas con el profesor, quiero todo tipo de detalles -me apenó un poco, y yo la puse en el suelo rápidamente. Me dirigí a Quagsire entonces, se le veía distraído, mientras miraba en dirección a la gran abuela.

-¿Algo en tu mente, Quagsire? –pregunté, aunque no sé si sea buena idea preguntarle aquello a Quagsire, sé que no es exactamente tonto, en realidad tiene muy buenas ideas, pero es algo… disperso… por decirlo de una forma.

-Así que, ese es el Charmander que capturó a la gran abuela –comentó Quagsire, y juntos miramos en dirección a Charizard, quien parecía tener una conexión profunda con la gran abuela, al igual que Blastoise, quien inclusive salió de su caparazón para reírse junto a la gran abuela y Charizard antes de que se despidieran, y la gran abuela comenzara su lento caminar de regreso a nosotros- ¿Crees que haya amistades que puedan durar toda la vida, Valerie? –me pregunta Quagsire, con una mirada bastante peculiar, si tuviera que adivinar, pensaría que siente una gran curiosidad.

-¿A qué viene eso? No estarás preocupado porque me vaya a convertir en una Eevee de tiempo completo mientras no me están cuidando, ¿verdad? –le pregunté, Quagsire solo bajó la cabeza, y me tomó la mano, o al menos lo intentó, ya que se resbalaba un poco, por lo que rodeé su mano con las dos mías- Quagsire. ¿Qué te pasa? Me estás preocupando, y ya tengo que irme –le comenté, pero Quagsire me apretaba la mano con fuerza-. ¿Quagsire? –pregunté nuevamente, de verdad me estaba preocupando.

-No tienes nada de qué preocuparte, Quagsire –comentó la gran abuela, y Quagsire se viró para verla-. Por más que la distancia exista, la verdadera amistad siempre será recordada. Nadie se pierde solo porque no puedas verlo. ¿Te tranquilizan estas palabras? –preguntó la gran abuela.

-Es la primera vez que Valerie estará tan lejos de nosotros. Y siento que va a necesitarnos… -me comentó nuevamente Quagsire, es la primera vez que lo veía sin su habitual sonrisa-. ¿Estás segura de que ninguno de nosotros puede ir contigo? Me sentiría más cómodo sabiendo que hay alguien allí para ayudarte en momentos difíciles –preguntó.

-Hey, Pokémon baba, yo voy con ella, ¿me pintó un Smeargle o qué? –se quejó Mawile, yo miré el reloj, y noté que ya era bastante tarde, regresé a la gran abuela a su Pokébola, y levanté a Mawile del suelo-. Tranquilo, yo la cuido –sonrió Mawile, de una forma muy peculiar y cálida, además. ¿Por qué Quagsire está tan preocupado? Supongo que se siente obligado a no dejarme sola tanto tiempo porque él y Drapion me cuidaron desde que todo esto comenzó. Pero, Drapion, no se ve tan nervioso como Quagsire. ¿Acaso Quagsire sabe algo que él no?

Ruta 15. Camino a Pueblo Fresco.

El viaje en camión a Pueblo Fresco era largo, aun viajando en camión. Ya estaba cabeceando, todos los campistas en los asientos a mi alrededor dormían en sus respectivos lugares, todos tapados con franelas debido a las bajas temperaturas que se sentían en la noche. Pero yo no podía dormirme, no era que no tuviera sueño, o que no estuviera cansada, pero, si me quedaba dormida, corría el riesgo de transformarme en una Eevee accidentalmente. El viaje de Ciudad Luminaria a Ciudad Novarte no me transformó porque solo dormité gracias a la cercanía entre las ciudades. Pero, en este caso, no solo salimos ya muy entrada la tarde, sino que el trayecto era de casi seis horas, de las cuales ya llevábamos cuatro. Además, ya estaba oscuro, y estaba demasiado silencioso. Las curvas entre las montañas me arrullaban, y comenzaba a bostezar con fuerza mientras el sueño comenzaba a vencerme.

-Valerie… -se quejó Brighton, quien se ofreció a viajar conmigo cuando le expliqué mi precaria situación, para descontento de Bonnie, quien terminó viajando con Mawile en el asiento detrás del nuestro- ¿Estás segura de que, si te quedas dormida, te podrías transformar en una Eevee? Estoy cansado, y aún faltan varias horas para llegar a Pueblo Fresco –insistió él.

-Solo faltan dos horas, Brighton… pero duerme si quieres… -le mencioné, poniéndome de pie en el camión. No era que tuviera algo que hacer, estábamos encerrados en el camión en movimiento, y estaba tan oscuro que no podría siquiera leer el libro de biología Pokémon que había estado estudiando para parecer… un poco más lista frente al profesor. ¿A quién engaño? En realidad, no puedo leer más de un par de páginas sin quedarme dormida y que se me olvide todo lo estudiado. En todo caso, solo quería pararme y pasear un poco para despertar mi mente. Aunque, al hacerlo se me cayó mi frazada, y el intenso frio me congeló allí unos instantes-. Todavía es otoño, ¿por qué hace tanto frío? –me quejé.

-Porque Pueblo Fresco… está mucho más alto… que Ciudad Luminaria… -intentó contestarme Brighton, aunque ya cabeceaba. El pobre de verdad se había esforzado intentando hacerme compañía-. Pero… no te culpo… Ciudad Romantis… es muy bajo… y su temperatura es casi la misma todo el año… Pueblo Fresco… siempre está… nevado… -terminó Brighton, y se quedó profundamente dormido.

-Se durmió antes de poder contestarle que ya lo sabía… -me quejé a mis adentros-. Necesito cambiar urgentemente la idea que todos tienen de mí de que solo soy bonita y por ello nada culta. No sea que merme la reputación del profesor –ante el comentario, busqué al profesor con la mirada, lo cual no fue difícil al ver el brillo de la pantalla de su computadora. Caminé en su dirección, y él inmediatamente viró para verme-. ¿Mucho trabajo? –pregunté.

-Más bien es que soy un obsesivo del trabajo –respondió él, cambiándose al asiento frente a la ventana y permitiéndome sentarme con él-. ¿Cómo le va con el viaje? Seguro es muy diferente que usar un vuelo privado al Bastión Batalla –sonrió él, aunque yo noté su tono de burla.

-Vine a sentirme amada, no a que te burles de mí –inflé mis mejillas, el profesor solo se burló un poco de mí, pero no regresó su atención a su trabajo, y en su lugar esperó a que le dijera yo algo- Me sería más cómodo el viaje así. Bonnie requiere de mucha atención, no me malinterpretes, es linda y todo, pero yo quería viajar contigo –le comenté.

-Sería un problema si los campistas van por allí diciendo que tenemos una relación. Además, no es que usted lo esté ocultando –declaró él, y yo lo miré con molestia-. No me juzgue, Anna y Lise son apenas dos años menores a usted. ¿Qué pensaría un padre de familia de mí si supiera que salgo con mi asistente de 16 años? –preguntó él.

-El padre de familia que se enterara diría que usted es demasiado afortunado de tener a alguien tan linda como yo a su lado, y se sentiría seguro de enviar a sus hijas de vuelta al campamento sabiendo que soy más atractiva que ellas y por ello, no corren ningún riesgo, ya que usted tendría que estar loco para engañarme –enuncié, aunque en realidad lo estaba molestando, el profesor solo fingió que reía.

-¿Se da cuenta de que alterna entre el habla formal y el informal cuando intenta hacerme una broma? -¿lo hago? Apenas y me doy cuenta- He aprendido al observarla que, cuando usa el tono formal conmigo es porque está enojada por algo que hice, porque me está coqueteando, o porque me quiere molestar de alguna forma. Solo es informal cuando siente vergüenza o está siendo abierta en algo –finaliza el profesor.

-¿De verdad? ¿Hago ese tipo de cosas? Solo quería bromear un poco contigo para romper el hielo –me apené mientras me frotaba los brazos-. Además… no es que haya muchos instantes en los que me sienta informal… si alterno tanto mi forma de hablar es porque soy una inepta en las relaciones personales… -confesé, pero entonces, algo me llamó la atención-. Un momento… ¿está estudiando mi comportamiento y mi lenguaje corporal? ¿Me vio cara de Pokémon, profesor? –me quejé y me crucé de brazos.

-Allí está el lado formal otra vez, el que significa que ya se molestó conmigo –agregó él, podía oler un poco de miedo emanando de su cuerpo-. Me disculpo si le molesta que le esté estudiando de esa forma. Soy un profesor encargado del estudio del comportamiento Pokémon después de todo, no aplicar mis conocimientos a las relaciones humanas también sería un descuido, como cierto profesor de la región Johto colega mío –desvió la atención.

-El profesor Elm no es tan malo –el profesor pareció sorprenderse al notar que sabía perfectamente a quien se refería-. Aunque puede que yo haya sido muy joven para darme cuenta de su falta de conocimiento en el ámbito de las relaciones humanas. Yo solo sé que lo conocí cuando iba a clases de danza en Ciudad Ecruteak… obligada por mi madre que estaba aferrada en que hiciera amigas de mi edad –me quejé por el recuerdo.

-Vaya, una conversación de sus días de infancia. ¿Ya estamos tan avanzados en nuestra relación? Pensaba que hablar de la infancia de uno era entrar en terreno peligroso –se burla el profesor. Por la vergüenza, subo mis piernas al asiento y las abrazo cerca de mi cuerpo. A falta de mangas largas, es lo mejor que puedo hacer para ocultar mi rostro-. No se detenga por favor. Estamos en una relación sin saber mucho el uno del otro. Ya sabía que venía de Johto, aunque no sabía el nombre de su ciudad natal –sonrió él.

-Por… por supuesto que no. ¿Qué clase de inadaptado social se presenta a sí mismo como: Soy Valerie de Ciudad Ecruteak de la región Jotho? –fingí como imitando a los muchos entrenadores Pokémon que venían a retarme a mi gimnasio, como si yo tuviera un libro de geografía y lo consultara cada vez que vienen a retarme. Ni siquiera memorizo los nombres de los retadores, ¿tienen acaso idea de la cantidad de retadores que tengo? Puedo encariñarme con algunos que son interesantes, pero, de allí a conocerlos a todos, por favor, solo vienen, combaten, se llevan su medalla y continúan con sus vidas.

-Oiga, cuando yo era entrenador me presentaba como Agustín de Pueblo Mosaico. Su comentario me es sumamente ofensivo –estaría preocupada si hablara enserio, pero por su tono de voz definitivamente está bromeando. La imagen del pequeño Agustín de rodillas raspadas gritando eso antes de una batalla de gimnasio, me hizo sentir un cálido sentimiento en mi pecho, pero entonces, noté algo.

-¿Pueblo Mosaico? –lo miré con extrañeza- Todo este tiempo pensé que naciste, creciste y te criaste en Ciudad Luminaria. ¿Me estás diciendo que eras un niño de pueblo? –y ahora, la depresión de saber que estoy enamorada de un hombre del que sé tan poco- No sé ni cómo es que comenzamos a salir si no sabemos absolutamente nada el uno del otro… -me quejé.

-¿Se lo recuerdo? –por favor no. En estos momentos estoy muy poco receptiva a burlas que incluyan Luvdiscs- No es que tenga nada de malo. En realidad, creo que las circunstancias en las que nos conocimos fueron las propicias para esto. No es que haya dejado muchas opciones, era aceptar o no –insistió él.

-Jo… de modo que no cree que soy bonita, ni que tengo buenos sentimientos. Solo me tomó porque básicamente me le lancé a los labios por culpa de un par de Luvdisc… si hubiera sido Malva seguro aquí estaría con usted –lo fastidié, aunque al profesor no le hizo absolutamente nada de gracia.

-¿Quiere dejar lo de Malva fuera de esto? Es porque fue usted el que accedí a al menos intentarlo -¿eh? ¿Me pasé con las burlas? Accidentalmente orillé al profesor a decirme algo penoso para él. El rubor en su rostro es un definitivo indicador de que así fue, pero lo son más sus aromas corporales-. ¿Podemos dejarlo en que, solo haría estas cosas porque es usted? Más de eso no me siento cómodo admitiendo –aseguró él.

-Más que eso me daría un ataque cardiaco por la vergüenza, Agustín –insistí, y volví a abrazarme las rodillas, el profesor solo tosió para disimilar-. Aunque… me hace feliz saber que no se necesita solo lanzarse a tus labios para enamorarte… supongo que sí me consideras atractiva –declaré.

-El atractivo físico no es suficiente, pero en definitiva es un detonante en el inicio de una relación –científico ante todo tenía que ser, y eso que iba muy bien en el departamento del romanticismo en estos momentos, supongo que no puedo juzgarlo tan duramente si me ha dado un buen gusto hace poco- ¿Me contaba de su infancia en Ciudad Ecruteak? –prosiguió él.

-Esperaba que ya lo hubieras olvidado –me apené yo-. Por extraño que te suene, no soy exactamente lo que aparento ser al ser toda color de rosa y vestir kimonos que me hagan parecerme a un Pokémon –comenté, pero el profesor, cerrando la tapa de su laptop, me hizo saber con ese simple gesto que, al menos de momento, yo era más importante que su trabajo y que realmente deseaba conocerme-. Ser autoconsciente de que me estoy abriendo a contarte estas cosas me está apenando mucho –confesé.

-Historia por historia. Dejando el evidente atractivo físico mutuo y el que nos complementamos sentimentalmente hablando, soy un profesor, y quiero saberlo todo de mis sujetos de estudios, sean estos sentimentales o no –no me hace feliz el que me lo diga de esa forma-. Véalo como un juego, usted me cuenta una anécdota de su infancia, yo le cuento una de la mía. Mientras más detallada la suya, más detallada la mía. ¿Qué le parece? –negoció.

-Que esto no es una negociación, es una apertura de corazón –me quejé yo, pero accedí de todas formas-. Cuando tenía unos 7 años, mamá estaba enferma, y me la pasaba en casa cuidándola ya que… bueno… no tenía papá –le expliqué, él inmediatamente bajó la mirada-. Nunca le pregunté a mi madre de todas formas, pero siempre fuimos solo mamá y yo… y algunas sirvientas. Digamos que mi familia era económicamente sostenible. En todo caso, eso no es lo que te importa. Si quieres saber de mí, me concentraré en eso… estudiaba en casa, tenía un tutor personal de nombre Morty, curiosamente él sería líder de gimnasio después, de allí mi deseo de convertirme yo misma en una líder de gimnasio, pero me estoy adelantando –agregué, y el profesor asintió, como una forma de mostrarme que me ponía atención-. Al ser niña de crianza por tutoría, tenía cero relaciones personales. En un intento desesperado de cambiar eso, mi madre me inscribió a clases de danza en el Teatro de Danza de la ciudad, casa de las Chicas Kimono… lo cual supongo… que fue detonante de alguna manera, para que yo después usara kimonos… pero diferente de la creencia popular, nunca fui una de las Chica Kimono –confesé, y el profesor volvió a asentir-. Al Teatro de Danza, siempre llegaba el profesor Elm cada cierto tiempo. Las Chicas Kimono, normalmente cinco, no necesariamente hermanas, entrenaban a Eevees que después evolucionarían a cinco de las variantes: Vaporeon, Jolteon, Flareon, Umbreon y Espeon. Aunque, en ciertas ocasiones, como cuando había campamentos similares a este, donde llegaban niños de todas las regiones, el profesor traía a más Eevee, y los daba en adopción. ¿Conoce a Flannery de la región Hoenn? Ambas recibimos ese día a un Eevee del profesor Elm, el suyo por supuesto lo convirtió en un Flareon casi de inmediato, yo me quedé con mi Eevee más tiempo –le expliqué.

-¿Flannery no es la evaluadora de la liga Hoenn que la puso en evaluación? –sí… esa Flannery… y aún tengo pendiente mi batalla de evaluación, gracias por el triste recordatorio, profesor- Que pequeño es el mundo, ambas con un Eevee de la misma camada –se frotó la barbilla curioso.

-Yo no sabía que ella iba a ser líder de gimnasio, cuando descubrí que ella había sido asignada como mi evaluadora, fue una sorpresa –aclaré, pero no estamos hablando de Flannery, se supone que se concentre en mí, no es que sea celosa, pero su atención en mí por favor-. Así que, ya sabe que mi deseo de ser líder de gimnasio viene de mi tutor Morty, que mi gusto por los kimonos viene de que mi madre me inscribiera a la fuerza a clases de danza en el Teatro de Danza de Ciudad Ecruteak, sabe que soy de Ciudad Ecruteak, que no conocí a mi padre, y que el profesor Elm me dio al Eevee que tiempo después evolucionaría en mi Sylveon –declaré.

-Tanta información en tan solo una pequeña conversación. Disfruto mucho de estas pláticas –me apené, no era exactamente un momento romántico el que estábamos compartiendo, pero mi corazón se empeñaba en pretender que sí lo era-. Por conversaciones anteriores, sé que, gracias a ese Eevee, es que desarrolló el lenguaje Pokémon, y que, por burlas de los otros niños de su edad, se mudó a Kalos, pero… algo en esta historia no me cuadra. Y supongo que no me va a gustar para nada la respuesta. ¿Es indiscreción si le pregunto sobre…? –no necesito ser una genio para saber cuál es la pregunta.

-Eres mi novio, Agustín, pero admito que me hubiera gustado llevarte a conocer a mi madre –comenté, y aquello era todo lo que el profesor debía saber, aunque lo apené un poco, notando inmediatamente lo que había dicho-. ¡No estaba insinuando nada! –me apené.

-¿Segura? El tema ya salió a relucir varias veces accidentalmente –no sé si lo ha dicho como una burla, pero estoy sumamente apenada- Lamento decirte que no puedes conocer a mis padres… pero antes de que te hagas ideas de rechazo incondicional, te adelanto que es porque ellos tampoco están presentes –la idea pasó por mi mente, pero ahora por la forma en que lo dice, la conversación pasó de ser agradable, un poco romántica, y amena, a sumamente incómoda-. Creo que pisamos una mina. Espero que sepas que no es que estoy rechazando la idea –no es como que yo pueda empujarlo a la idea tampoco, pero ya estamos en estos territorios, ¿sería imprudente empujar la idea un poco?

-Bueno… no quiero decepcionarte, pero yo no estaba pensando en eso -¡idiota! ¡Era mi oportunidad de poner el tema a discusión y consideración!- Solo tengo 16 años… no creo que sea pertinente pensar en… esas cosas… con una persona que solo ha salido conmigo unos meses –tengo que arreglar esto de alguna forma- Aunque… no te diría que no… -¡hay Arceus! ¿qué dije? ¡Pasé de rechazarlo a suplicárselo! ¡Tampoco es así como quería que sonara! Espero la respuesta del profesor, y para mi descontento, empieza a reírse de mí.

-Lo siento –se tapa la boca el profesor, y mira a los asientos traseros para asegurarse de que nadie ha despertado, y tras notar que todos siguen dormidos, regresa su atención a mí-. Me disculpo… es solo que la conversación tomó un giro increíblemente incómodo, y su resolución ante la misma me pareció adorable. Aunque estoy seguro de que, ni usted ni yo estamos listos para continuar con esa conversación. ¿Le cuento yo ahora algo de mi infancia? –espera… esto está peor de lo que me había imaginado.

-¿Estás insinuando que soy muy inmadura para hablar de matrimonio, Agustín? -¿reírte de una situación como esta? Admito que no deberíamos estar hablando de matrimonio así tan a la ligera si apenas llevamos unos meses de conocernos y de salir, pero, reírte de mí de esa forma. ¡Jamás lo imaginé de ti!- ¡Yo jamás me reiría de un tema tan importante! –exclamé molesta, sentía incluso lágrimas en mis ojos, el profesor estaba tan sobresaltado por mi reacción, que su laptop cayó de sus piernas. Los campistas por supuesto que despertaron en ese momento, Mawile inclusive se apresuró a mi lado, pero nada me importaba en este momento, hubiera admitido un repudio de su parte, decirme que era muy joven para pensar en el matrimonio, tal vez inclusive una broma al respecto, pero, ¿reírse? Como si fuera una niña que no sabe lo que quiere en la vida, me hirió bastante- ¡Detén el autobús! –grité furiosa, Clemont, aterrado en la cabina de conducción, frenó con fuerza, y el autobús se estremeció.

-¿Valerie? ¿A qué viene todo esto? Apenas estamos en la entrada de la ciudad –intentó detenerme el profesor, pero yo estaba muy enojada, y comenzaba a bajar del autobús- ¿Por qué estás enojada? Pensaba que estábamos pasando un buen momento.

-¡Reírte de mi situación y de mis sentimientos, no es pasar un buen momento! –le grité, bajé del autobús, y el profesor se quedó allí, pasmado, sin saber qué decir- ¡Te veré en el resort, Agustín! ¡Y también puedo ser informal mientras estoy enojada! –agregué furiosa, y comencé a caminar por alguna parte de Pueblo Fresco sin saber dónde estaba.

-¡Valerie! –intentó seguirme el profesor, pero Mawile rugió con fuerza usando su mandíbula auxiliar, yo solo me quedé a un lado de la calle, con lágrimas en los ojos, y los brazos cruzados- Sea lo que sea que dije para que te enojaras, lo lamento. Además, no voy a dejarte en la calle, en medio de una nevada –bajó el profesor del autobús, aunque Mawile lo amenazó con su mandíbula auxiliar, la cual, de alguna manera, él logró ignorar-. Clemont, llévalos al resort. Valerie y yo los alcanzaremos más tarde –insistió él, pero yo apenas y le presté atención.

-¿Yo? ¿Solo con estos niños? Pero profesor –no me quedé a esperar a que decidieran qué hacer, comencé a caminar por el pueblo, el profesor intentó ir tras de mí, pero las quejas de Clemont lo mantuvieron ocupado. Es mejor así, en estos momentos no lo quiero cerca.

-¡Valerie! –me gritó Mawile, pero yo estaba tan enojada que no quería hablar con ella- ¿Qué pasó? ¿Por qué estás tan enojada? ¿Por qué el profesor está así de aterrado? ¡Valerie! –insistió, yo solo aceleré el paso- ¡No me hagas morderte! –insistió ella.

-¡Muérdeme! ¡Así tal vez reemplace el dolor en mi corazón con algo físico! –grité, Mawile entonces humedeció sus ojos, lo que me hizo sentirme horrible- Mawile… yo no quería… -intenté decir, pero ella corrió en dirección al profesor, y se abrazó de su pierna. Soy de lo peor.

-¿Podemos hablar? –pregunta el profesor, pero en estos momentos no puedo verlo a los ojos- No quiero que vayas a tomar mi comentario a broma pero… en una relación, los puntos de quiebre también son muy importantes. Conocerte enojada también es importante, aún si no tengo idea de lo que dije que te molestara tanto –insistió él.

-¡El que ni siquiera te des cuenta me hace enojar aún más! –me quejé, e inmediatamente después me froté los brazos. Por el enojo, me bajé del camión en medio de una nevada, sin llevarme un suéter.

-Tome, use mi bata, yo llevo manga larga y puedo soportar mejor el frio –me ofreció el profesor, pero yo me negué y me alejé de él-. ¡El comportarte como una niña, no va a hacer que me deje de preocupar por ti! –me gritó, y yo frené en seco, él también estaba enfadado- Toma la bata, yo me quedaré a distancia prudente. Voy a seguirte a donde vayas, y no puedes decirme que no lo haga, así como yo tampoco puedo obligarte a hablar de lo que te molesta –sostuvo la bata con el brazo estirado, como dejándome a entender que estaba hablando enserio con lo de la distancia prudente.

-¡Bien! –me quejé arrebatándole la bata, me puse la misma, y comencé a caminar por la ciudad, ignorando tanto al profesor como a Mawile. Sé que me estoy comportando como una niña, no me lo tiene que decir. Pero usted también debería de ser más sensible, me hirió mucho.

-¿Sabe al menos a dónde va? –obvio no, pero no te voy a preguntar en estos momentos, no quiero hablar contigo- Si sirve de algo, el resort está en dirección a los molinos de viento, si quiere ir a la zona comercial vaya por la derecha en la intersección –apuntó él.

-¿Quieres dejarme en paz? Estoy enojada contigo, quiero estar sola –insistí, cruzándome de brazos frente a él, pero él solo se cruzó de brazos frente a mí de igual manera, y lo negó rotundamente-. El que esté enojada contigo no significa que no me importes. Te vas a enfermar usando solo esa camisa tan delgada. ¿Cómo vas a seguir con el campamento si estás enfermo? –me quejé.

-Lo dice la que lleva blusa sin mangas, y solo usa mi bata como abrigo –déjame en paz, no tenía dinero para comprar ropa abrigadora-. Puede enojarse conmigo todo lo que quiera, pero no la voy a dejar sola, y mal abrigada. ¿Puede hacer sus corajes en un lugar un poco más agradable a su vestimenta actual? –me estoy enojando aún más.

-¡Lo haría si dejaras de seguirme! ¡Quiero estar sola con mis pensamientos! ¿Es tan difícil de entender? –sé que solo es un berrinche, seguro ni siquiera es la gran cosa, pero estoy enojada, solo déjame con mi enojo.

-La última vez que estuve enojado con alguien, no pude disculparme al ser aquella vez la última en que lo vi con vida. No me pidas que te deje sola en esta situación -¿está hablando de Lysandre otra vez?- El Centro Pokémon está a una cuadra. Vayamos allí, donde sé que estarás caliente, y podrás desahogarte todo lo que quieras. Yo me quedaré a distancia prudente, esperando a que quieras gritarme más, o lo que sea que quieras, en estos momentos, no lo sé –eso… me hirió aún más que usted burlándose de mí. De pronto, me dolió el corazón-. Andando… -comentó, y comenzó a liderar la marcha.

-Agustín… -intenté hablar con él… pero… aparentemente él estaba tan molesto en estos momentos, que o no me escuchó, o fingió que no me escuchaba.

Centro Pokémon de Pueblo Fresco.

-¡Wachoo! –el estornudo del profesor, fue lo primero que le escuché desde que se enojó conmigo en mitad de la ciudad. Su nariz ya estaba enrojecida, seguro se había resfriado. Yo por otra parte, aunque la bata del profesor no fuera exactamente una buena cubierta, no me sentía resfriada en absoluto- Esperaré en la sala de estar… tómese el tiempo que necesite… -comentó.

-Ah… está bien… -a decir verdad, ya se me había pasado el enojo, y en esos momentos estaba más preocupada por él que enojada con él. Aunque, también me sentía muy deprimida. Justificado o no mi enojo, él fue un caballero de todas formas. ¿Cómo podía permanecer enojada con él si él era así conmigo? Ni siquiera podía enojarme a gusto-. ¿Mawile? –pregunté, pero Mawile me dio la espalda, y fue a hacerle compañía al profesor- ¿Ahora yo soy la mala? –pregunté preocupada.

-Tengo una mordida con tu nombre esperando a que te disculpes conmigo por gritarme –se quejó ella, siguiendo al profesor hasta la cafetería, como toda una diva malhumorada, aunque en estos momentos no me sentía con ánimos de juzgarla.

-Realmente… necesitaba hablar con alguien… Mawile… -me deprimí un poco, y me dirigí al mostrador, donde la Enfermera Joy me recibió preocupada-. ¿Podría… darme acceso al patio Pokémon? –pregunté, y la Enfermera Joy no dijo nada, solo me abrió la puerta al patio, yo moví mi cabeza agradeciéndoselo, y entré al mismo. El lugar era algo cálido, por los calefactores en los alrededores. Encontré un árbol, y me senté a sus raíces. Había algunos Pokémon a mi alrededor, pero, seguro sintieron mis sentimientos destructivos en ese momento, por lo que me dieron espacio, mientras yo tomaba la Pokébola de la gran abuela, y la liberaba.

-La materialización en verdad es muy molesta. Me duelen verrugas que no recordaba que tuviera –la escucho, seguro fue alguna clase de chiste, pero yo no puedo sonreír en este momento- ¿Todo bien, mi niña? Dudo que me hayas llamado para una batalla. ¿Y el profesor? –claro, ella es Pokémon del profesor, no puedo esperar a que quiera escucharme.

-Tuve una discusión con él… está en la cafetería junto con Mawile –le comenté, la gran abuela entonces me miró, y una de sus lianas me limpió una lágrima que no sabía que aún tenía en mi rostro-. Estaré bien… yo solo… supongo que soy una niña… -admití con tristeza.

-¿Tiene eso algo de malo? Las lágrimas se ven igual en el rostro de un niño que en el de un anciano, no tiene nada de malo llorar. En realidad, llorar limpia el alma –me comenta ella, aunque, ella no tiene ni idea de lo que pasa, tan solo intenta ayudar sin saber nada al respecto-. ¿Te ayudaría una canción? Soy uno de esos raros casos de Pokémon que conocen técnicas que raramente otros de mi especie conocen. Cuando el profesor era joven, o se sentía triste, solía usar mi Flauta de Hierba para tranquilizarlo hasta que se quedara dormido –me explicó mientras con sus lianas extraía una hoja, misma que acercó a sus labios.

-¿Enserio? ¿El profesor también se deprimía y se ponía todo llorón como yo en estos momentos? –pregunté, más por tratar de hacer conversación, que por querer pensar en el profesor en esos momentos- No lo imagino, todo pequeño y llorando contigo silbándole una canción –de verdad, en esos momentos no podía imaginarlo, me dolía mucho el corazón como para siquiera considerarlo.

-No tienes que imaginarlo, si soy muy buena. Los Pokémon del profesor no seremos buenos para las batallas, pero podemos curar un corazón herido. ¿Quieres que te toque algo? –ofreció, y hasta esos momentos, noté que ya tenía varias de sus lianas a mi alrededor, como si ella estuviera abrazándome- Te voy a tocar de todas formas –insistió ella.

-Me serviría una canción en estos momentos -la gran abuela acercó la hoja a sus labios con su liana, e increíblemente, con ligeros y curiosos silbidos, una bella tonada comenzó a resonar por el patio del Centro Pokémon. Admito, que era la primera vez que escuchaba una Flauta de Hierba, y su canción, me conmovía y me abrazaba el corazón.

Los Pokémon alrededor del Centro Pokémon comenzaron a reunirse, atraídos por la canción de la gran abuela. Swablu jóvenes, algunos Natu, un Pachirisu, unos perezosos Noibat, Munchlax y Shroomish, incluso también algunos Swinub. Toda una variedad de Pokémon, reunidos alrededor de la gran abuela. De pronto inclusive, tenía a un Cleffa en las piernas, tan solo relajándose para escuchar la canción de la gran abuela, y un Houndoom y un Electric a cada extremo y frotándose contra mis piernas. La canción inclusive, se volvió más entrañable y tranquila, cuando unos Chimecho comenzaron a hacer sonar sus campanas al ritmo de la música de la gran abuela.

La canción de la gran abuela se extendió un poco más, humedeciéndome los ojos, calmando mi enojo, y abrazándome el corazón. Estaba conmovida, e inclusive apenada al razonar mis acciones y mi enojo. La gran abuela, simplemente sabía cómo tranquilizar a quien fuera. Por un momento inclusive, pude imaginarme al profesor, en su niñez, deprimido por cualquier cosa, la verdad no imaginaba una razón siquiera, y con su Bulbasaur silbando en su Flauta de Hierba, brindándole tranquilidad en sus momentos de preocupación.

-¿Flauta de Hierba? –escucho la voz del profesor, y la canción se interrumpe un momento, mientras la gran abuela se vira un poco para ver al profesor, quien ha caminado dentro el patio del Centro Pokémon con Mawile a su lado, y con un par de vasos en sus manos. La gran abuela sonríe, y continúa con sus silbidos, ignorándonos a ambos- ¿Qué tiene usted con hacerme recordar canciones nostálgicas? ¿Intenta darme algún mensaje? No había escuchado la Flauta de Hierba desde… bueno… algún tiempo –de pronto, no sé cómo dirigirme al profesor, y continúo simplemente escuchando la canción de la gran abuela- Le traje un chocolate caliente –me muestra el profesor.

-¿Crees que puedes comprarme con un chocolate caliente? –agregué, aunque esta vez con una sonrisa, el profesor al parecer se sintió agradecido de verla- ¿Te sientas conmigo? –le hice espacio.

-Eso depende. ¿Aún está enojada conmigo? –estate tranquilo, ya pasé mi berrinche. Claro que no se lo digo, me gusta hacerme un poco la difícil. El profesor sin embargo decide arriesgarse, se sienta a mi lado, y me entrega mi chocolate caliente- No tuve oportunidad de contarle mi historia de la infancia. ¿Quiere oírla? –pregunta, yo no respondo, si bien no me siento enojada ya, aún me avergüenza un poco la forma en que me he comportado- Supongo que, puedo contarte una historia triste de mí y mi Venusaur. Aunque, no es exactamente una historia, y ella no era un Venusaur. Yo jamás fui bueno para las batallas, lo intentaba y lo intentaba, pero por alguna razón, por más que estudiara, por más que me esforzara, por más que practicara, las batallas no se me daban para nada –explicó él, mientras cerraba sus ojos, y escuchaba la canción de la gran abuela.

-Nunca… me pareció que fuera de otra forma… -agregué con cuidado, no sabiendo cómo iba a reaccionar el profesor-. Alguien tan gentil… seguramente… no deseaba que sus Pokémon se lastimaran innecesariamente –declaré incomodada.

-¿Usted cree? Me gustan las batallas, simplemente no soy bueno en ellas –me corrige el profesor-. Fracasé tantas veces, que seguramente daba demasiada pena. Siempre tenía a Lysandre o a alguien más tras de mí, empujándome para obligarme a superarme. Es difícil cuando te empujan sin que tú tengas el ritmo adecuado para seguirles el paso –algo en su comentario, me hizo sentirme como si quisiera referirse a mi situación con mi madre-. Todos tenemos ritmos distintos. Yo perdía y perdía, y Bulbasaur siempre me tocaba esta canción para animarme. Fui mejorando claro, pero siempre que subía, una derrota, y me iba al fondo. Me costaba mucho el volverme a levantar, pero sabe, llegó el momento en que simplemente quería caer -¿es alguna clase de comentario deprimente?

-¿Por qué alguien querría caer? –le pregunté yo, ya sintiéndome un poco más tranquila, y notando las lianas de la gran abuela enrollándose en la mano del profesor, y tirando de esta y de la mía para forzarnos a unir nuestras manos.

-Porque a veces caer te lleva a los lugares en los que quieres estar. ¿No lo cree? –sonrió el profesor, y yo, aunque apenada, le apreté la mano con fuerza-. Al caer tantas veces comencé a preguntarme, si realmente era bueno para algo. Noté entonces que la relación con mis Pokémon, seguía siendo estrecha pese a que no ganaba batallas. Fue entonces que decidí dar mi vida por lograr enaltecer el vínculo entre humano y Pokémon. Las batallas puede que sean increíbles y excitantes, pero… son momentos como estos, los que me hacen amar más a los Pokémon. Caer no es tan malo cuando un Pokémon te toca una canción con una Flauta de Hierba para levantarte los ánimos –terminó el profesor, y en respuesta, la gran abuela lo abrazó con sus lianas.

-Supongo que, las personas vemos las relaciones con los Pokémon de múltiples formas. Definitivamente puedo imaginarlo todo deprimido y con la gran abuela abrazándolo y cantándole –me burlé un poco, el profesor sonrió apenadamente, y entonces… silencio… sorbo un poco de mi chocolate caliente, y pienso en lo que debería decir ahora-. ¿De verdad no sabes lo que dijiste que me hizo enojar? –pregunté, el profesor piensa un poco al respecto.

-La verdad… creo que sí sé lo que dije que la hizo enojar, solo que no sé cómo responderle –de pronto siento que todo el peso de mi vergüenza, regresa increíblemente rápido, pero la gran abuela, sintiendo mi descontento, vuelve a abrazarme con sus lianas-. En estos momentos, creo que es más que definitivo, que no puedo imaginarme bajo esa situación. Sé que usted tiene ese deseo de vivir un cuento de hadas, pero, creo que el pensamiento es algo prematuro –no tiene ni la menor idea.

-¿Es al menos… un pensamiento… que esté contemplando? –me atreví a preguntar, el profesor no me responde, solo cierra los ojos nuevamente, y se entrega a la melodía- Debo parecerle una adolecente precoz e infantil –me apené.

-¿Por soñar con su futuro? Definitivamente no. En todo caso me considero halagado de que piense en semejante futuro, contemplándome a mí en el mismo –creo que acabo de tener un mini infarto al escuchar eso-. ¿Hay alguna razón para su prisa? –definitivamente.

-No tengo forma de contestarle eso, profesor. Solo fue un pensamiento fugaz, y me molestó el que lo negara tan abruptamente, y que se riera de mí –confesé. En realidad, sí tengo prisa, en realidad si requiero que al menos me lo prometa, pero… esto es todo lo que puedo decirle.

-Supongo que, haberme reído como lo hice, aunque no hubiera sido mal intencionado, en verdad la hirió –asentí a sus palabras, aunque, la verdad, si la situación fuera diferente, tal vez no me hubiera molestado-. Seré más cuidadoso con mis palabras de ahora en adelante. Y le prometo, no ignorar sus intenciones, aunque no pueda complacerla en estos momentos –sonrió él.

-Agustín. ¿Te das cuenta de que en ese comentario llevas implícito que lo estás considerando? –otro mini infarto para la colección. En verdad, profesor, es incorregible. ¿Cómo no voy a querer que me proponga matrimonio si es así de bueno y tolerante conmigo? Hay un límite para lo que una señorita como yo puede tolerar, aunque solo pienso en estas cosas por necesidad, y porque un Darkrai no me consuma- ¿Cómo es que me toleras todas estas cosas? –la verdad es que no me lo explico.

-Oiga, estoy donde quiero estar, nadie me obliga a tener que tolerarle nada –jo… ¿va a ponerse arrogante conmigo, profesor? Aún puedo volver a enojarme si usted así lo prefiere-. La verdad, me reí por nervios solamente, no pretendía insultarla -¿eh?

-¿Nervios? ¿Te pongo nervioso? –el profesor no dice nada, solo se pone de pie, y me invita a levantarme con un ademán de su mano, aunque ahora la nerviosa soy yo- Hay algo… ¿qué quieras decirme en estos momentos, ahora que estamos más tranquilos? –la situación tal vez se preste a que me lo pida.

-Que el kimono de Leafeon le hubiera servido si estuviera listo –no era eso lo que tenía en mente- ¿Nos vamos al resort? Los campistas deben estar algo confundidos por lo que pasó en el camión. Seguro algunos inclusive ya intuyen lo que está pasando -¿es verdad? Acabo de complicar las cosas.

-No me voy a disculpar por enojarme, pero… lo lamento por complicarte las cosas –exclamé, pero el profesor simplemente sonrió- De verdad debe ser difícil tratar conmigo, con lo torpe que puedo llegar a ser, y lo egoísta que puedo llegar a comportarme, y lo necesitada de atención que debo parecerte –acepté mis fallas.

-Al menos ahora sabemos que puedo llegar a tolerarla sin importar lo enojada que esté. Lo suficiente como para seguirla bajo una nevada, mientras hace un berrinche –se pudo haber ahorrado lo del berrinche, profesor.

-La próxima vez, tal vez decida tirarte el chocolate caliente encima en lugar de bebérmelo, Agustín –me quejé, el profesor tan solo se burla, y yo viró al sentir la mano de Mawile tomándome de mi mano libre-. ¿No estabas enfadada? –pregunté a Mawile.

-La canción de la gran abuela… puede que me haya quitado lo enojada… creo… -menciona mientras vira el rostro para evitar que vea que está avergonzada, pero ya es tarde, aunque por esta vez no planeo molestarla.

-Fue una muy bella canción, gran abuela –enuncio, mientras la gran abuela deja de tocar, y asiente en mi dirección-. ¿Volverá a tocar para mí si el profesor vuelve a hacerme enojar? –pregunté sonriente.

-Mientras pueda hacerlo, con mucho gusto, cariño –la gran abuela me abraza una última vez con sus lianas, y yo la regreso a su Pokébola momentos después de regresarle el abrazo. Supongo, que caer tan bajo como para enojarme con el profesor de esta forma, no es tan malo si está la gran abuela para animarme como hizo ahora.

-Agustín… ¿crees que los campistas sospecharán que, bueno… somos algo más que colegas laborales? Porque, lo seguimos siendo, ¿verdad? –agregué contrariada mientras seguía al profesor fuera del Centro Pokémon.

-¿Piensa cortarme en nuestro primer pleito? Algunas esperan al segundo o al tercero –no estoy receptiva a bromas, Agustín-. No le veo problema a que se hagan una que otra idea. Después de todo, solo Anna y Lise deberían de preocupar a un padre de familia que se enterara de la relación, en cuyo caso argumentaré que no tiene nada de qué preocuparse ya que ya soy demasiado afortunado de tener a alguien tan linda como la señorita Valerie, que es más atractiva que ellas y por ello, no corren ningún riesgo, ya que debería estar loco para engañarla –está bien…

-Esa me la merezco… te concedo victoria parcial, Agustín –alcanzo a sonreír-. Ya que de verdad debes estar loco para siquiera considerar engañarme, o volver a hacerme enojar para los fines de lo que aconteció el día de hoy –agregué, sintiéndome ya más tranquila.

-Lo tomaré en consideración, pero si vuelvo a hacerla enojar, recuérdeme hacerlo en un lugar más cálido –agregó mientras se frotaba los brazos, en verdad que la tela de su camisa debe ser muy delgada.

-¿Quieres tu bata? No me gustaría que te enfermaras –comencé a quitarme la misma, pero el profesor no me lo permitió-. Pero no quiero que te enfermes, es mi culpa por no haberme bajado del camión con un suéter. Además, me pareció que no te sentías del todo bien –insistí.

-Voy a sentirme incluso peor si insiste y se enferma por mi culpa, así que así estamos bien –sé qué intenta ser un caballero, pero esto de verdad fue mi culpa. Insisto unas cuantas veces más, pero él se niega rotundamente, por lo que nos dirigimos al resort, ya un poco más tranquilos.

Resort Pueblo Fresco.

-¿Ustedes creen que el profesor y la señorita Valerie se hayan fugado juntos? –cuando llegamos al resort de Pueblo Fresco, no solo el profesor ya está sumamente resfriado, sino que llegamos justo a tiempo para ver a los campistas, en la recepción, sentados en los sillones y hablando sobre nosotros, con Anna liderando la plática, y Lise siguiendo a sus palabras- La señorita Valerie se veía sumamente molesta –continuó Lise fingiendo estar dolida-. ¡Solo una chica enamorada reaccionaría así! –hablaron ambas al unísono.

-¿Acaso importa? –les respondió Joy, con los brazos dentro de su chaleco azul mientras intentaba calentarse un poco- Yo solo quiero que el profesor ya firme las habitaciones, me estoy congelando –insistió él. Solo entonces recordamos que los campistas no podían reclamar sus habitaciones mientras el profesor no firmara la orden de ingreso, por lo que me apuntó en dirección a la recepción, y se retiró mientras yo continuaba escuchando.

-No recuerdo que hayan dicho nada de su relación –se preguntó Bridget, mientras yo me acercaba a los asientos, recargándome sobre el cual se sentaba Brighton. Tan absortos estaban en la conversación, que ni se dieron cuenta de que estaba entre ellos-. Quiero decir, ¿no podría ser el profesor su padre? ¿Qué edad tienen ambos? –preguntó Bridget.

-El profesor tiene 31 años, Valerie tiene 16 –agregué yo, notando que estaban tan distraídos que ni se percataron de quién era la persona que había dicho eso último-. Pero saben, la edad solo es un número –continué yo.

-Eso suena más como a algo que diría el profesor para justificar sus acciones –contestó Brighton, sin notar que era yo la que había hablado, cosa que el resto sí notó, y miraban a Brighton con horror-. Si me preguntan, sería mejor que Valerie buscara a alguien más joven, incluso un par de años más joven que ella sería entendible –aseguró.

-Conveniente si consideramos que tienes precisamente esa edad –comenté, y Brighton por fin notó quien era la que hablaba-. Ah, pero lo siento, tengo que rechazarte, mi corazón pertenece a alguien más –actué como Kirlia.

-¡Si vas a hacerme pasar vergüenzas por favor dime que estás aquí! –se quejó Brighton, yo simplemente le saqué la lengua de forma juguetona- ¿Qué ocurrió? Saliste del camión así sin más. Obviamente íbamos a hablar al respecto –se defendió él.

-Todo fue un plan increíblemente bien calculado para robarme al profesor y tenerlo solo para mí. Lo siento, jóvenes futuras promesas de Kalos, pero yo lo vi primero –me burlé, confundiéndolos, era claro que no tenían ni idea de qué pensar de mis palabras, solo Brighton, quien suspiró incomodado-. Ahora, en lugar de andar sacando conclusiones, solo pregúntenos directamente lo que somos, y les responderemos que no somos más que compañeros de trabajo –aseguré.

-¿Eeeeeh? –se quejó Anna- ¡Que poco romántico! –prosiguió Lise-. ¡Al menos dinos que es una relación secreta para emocionarnos de verdad! –actuaron ambas en depresión, evidentemente esperando que les dijera que éramos novios, lo que no iba a pasar.

-Lamento desilusionarlas, pero no es así. Pueden preguntarle directamente al profesor si no me creen –comenté yo, mientras el profesor llegaba, por fin, con las llaves magnéticas para las habitaciones del resort. Seguramente los campistas querían seguir con esta conversación, pero para infortunio de ellos, el campamento debía continuar.

-Escuchen, una habitación es para las chicas, otra para los chicos, no vayan a romper nada, y elijan a dos representantes para llevar sus llaves –pidió el profesor, Brighton y Joy se ofrecieron por los chicos, aunque era obvio, el único otro chico era Oliver. Por las chicas, Anna y Lise discutieron por la llave, pero ya que ni Bridget, Ella o Bonnie discutían por ella, era obvio que ambas terminarían con una llave cada una, aunque de todas formas forcejearon por la llave que les ofreció el profesor, quien aún sostenía la otra llave para la que quedara del par.

-Profesor –llamó la atención Ella, y el profesor lo pensó, y se agachó para entregarle su otra llave-. No es eso lo que quería preguntar. Solo quería preguntarle si la señorita Valerie es su novia –aw, que linda, pero obviamente la respuesta real es un secreto.

-Lo es –así es. ¡Espera! Ante lo dicho, todos los miembros del campamento nos miran con incredulidad-. Pero es un secreto, no se lo vayan a decir a nadie, o sus padres no los dejarán ir en campamento conmigo nunca más.

-¡Agustín! –me quejé, y de pronto, tenía a Anna y a Lise ambas bombardeándome de preguntas- No es lo que creen, solo es una broma del profesor –intenté calmarlas, pero ellas no parecían interesadas en eso y querían detalles de nuestra relación.

-¡Clemont! –gritó Bonnie, corrió a donde su hermano, quien reparaba algo en una de las mesas del hotel, y momentos más tarde de que Bonnie hiciera las explicaciones, por la sorpresa Clemont cortó un cable del objeto que reparaba, y este estalló en su cara.

-¿Estás bien? –pregunté preocupada, Clemont asintió a la distancia- No, espera, este no es momento de preocuparme por Clemont. Profesor, ¿qué está haciendo? Por favor ya dígales que es una broma –me quejé mientras apuntaba a los campistas-. ¿Qué pasa si Clemont les va con el chisme a los demás líderes de gimnasio? –insistí.

-¿Lo harás? –pregunta el profesor tranquilamente a Clemont, quien mueve su cabeza en negación un buen número de veces, pero de cualquier forma nos mira con un mundo de preguntas- ¿Ustedes piensan decir algo? –preguntó el profesor a los campistas, quienes lo negaron inmediatamente- Entonces no se diga más. Ellos mantendrán el secreto, y será más fácil que pasemos tiempo juntos sin complicaciones como la de hoy –agregó, antes de estornudar por el resfriado que ya tenía-. Además… ¿cómo quería que les explicara el por qué está usando mi bata? –preguntó el profesor.

-Diciéndoles que es un caballero y que no quería que me enfermara, profesor, como es evidente que usted lo está –recriminé, y tanto Anna como Lise me miraron con sus ojos en forma de corazón, y yo suspiré, intranquila-. Atención –aplaudí un par de veces, y todos esperaron como si fuera a contarles de mi relación con el profesor-. A sus habitaciones –declaré, y todos me miraron e hicieron una mueca de descontento-. Hay que levantarse temprano para las actividades del campamento, y el profesor está resfriado, así que, a menos que quieran enfermarse, déjenme hacer lo mío y asegurarme de que esté en condiciones para mañana –agregué, y tanto Anna como Lise me miraron con ojos de Meowth.

-¿Qué es exactamente lo suyo, señorita Valerie? –preguntaron ambas al unísono y con cinismo, mismo que decidí ignorar, mientras empujaba al profesor en dirección a la enfermería- ¡Cuide bien del profesor, señorita Valerie! –continuaron ambas con sus burlas, y yo suspiré con molestia.

-Lástima que me pediste recordarte no hacerme enojar en un lugar que no fuera cálido, Agustín, porque definitivamente esto me hubiera molestado si no estuvieras enfermo por dejarme usar tu bata –declaré con molestia.

-Véalo por el lado amable, al menos ya no tiene que esforzarse tanto por ocultarse en estos meses que quedan –me preocupa sobremanera el que usted fuera el que declarara la relación como tal-. Además, es mi garantía de que, no importa cuánto se enoje, ahora tengo aliados que la harán cambiar de parecer –agregó él.

-Bueno… si lo pones así, supongo que no me molesta tanto… -me apené yo, el profesor volvió a estornudar. Definitivamente, iba a amanecer resfriado. Supongo que arregló la situación a conveniencia para que nadie sospechara si es que requería cuidar de él. Un momento-. Jo… entonces, ¿querías que cuidara de ti, Agustín? –me burlé un poco.

-¿Me vi tan obvio? He de decirle que no tengo la intención de amanecer enfermo, pero por si acaso, estaré bajo sus cuidados –con que tenía un lado coqueto después de todo, profesor, y solo me tomó una rabieta para hacerlo salir a flote.

-Te aclaro que no tengo intensiones de que enfermes y seas negligente con tu campamento, Agustín. Ahora, vamos por algo de medicina –tal vez otra canción de la gran abuela lo ayude a corregir su camino, profesor, eso de dejarse caer, comienza a convertirse en una muy mala costumbre.