Hemos llegado, al penúltimo capítulo de esta historia. Aunque considerando que aún hay cabos sueltos por aquí y por allí, pueden considerarlo el final de una temporada, para mí por otra parte, este es el final original programado antes siquiera de darme cuenta que esta historia iba a extenderse hasta estos niveles. Así pues, los dejo con este capítulo. Como nota adicional, suelo dejarme llevar por la música para recrear ciertas escenas que para mí tienen un significado profundo. Así pues, si está en ustedes acompañar cierta parte de la historia con música, sepan que llegados al "encuentro final", no voy a dar más detalle, ustedes tendrán que deducir por cuenta propia cuando ha llegado el encuentro final, pueden acompañar dicho "encuentro final", con la canción: "Ultra Necrozma Theme", la versión de "Aether & Chaos" que pueden encontrar en la plataforma de videos favorita de todos. Y no, no hay un Necrozma en esta historia, solo me gustó el tema para la escena en mi mente. Esta historia no es patrocinada por Aether & Chaos, pero soy su fan, vayan y denle amor.

Xtractor68: Yo no confiaría tanto en la noche mi estimado. Criaturas malignas pueden aparecerse de repente, tal vez, no lo sé, cierto Pokémon siniestro y malvado, pero igual entiendo un poco mejor tus preferencias de lectura. Olympia ha puesto de su parte para salvar a Valerie del cruel destino, la verdadera pregunta es, ¿funcionará? Tal vez el destino esté más cerca de lo que pensamos, como, por ejemplo, no lo sé, ¿en este capítulo? Habrá que leerlo para averiguarlo. Tu teoría es interesante, pero veamos qué tan real es, pongamos juntos tu teoría a prueba, ¿qué tanto sabes leer entre las líneas de mis historias mi estimado? Yo pienso que eres bastante bueno, pero te dejo a que lo averigües por cuenta propia. Que lo disfrutes.

TsukihimePrincess: Creo que nadie pensó en Olympia ayudando de esa forma a Valerie, de hecho, ya tuve reclamos de la experta en Kalos (mi esposa), de que no se imaginaba a Olympia siendo así de… no sé, ¿normal? Yo creo que le queda bien la personalidad. Háganle caso al que se sacó toda una historia de tres temporadas por un, en ese entonces, one-shot. Sobre el regalo del profesor, no te preocupes, no tendrás que esperar mucho, aunque no será en este capítulo, pero será más pronto de lo que crees.

Ahora, antes de continuar, un gentil recordatorio. El verdadero capítulo final de temporada, es el capítulo 25, con ese capítulo nos despedimos de tamaño arco argumental que me saqué de las mangas de mi camisa sin mangas, y nos prepararemos para la, espero yo ansiada por muchos, tercera temporada de esta loca historia. Para ese capítulo les prometo dos cosas. La primera, es que será el capítulo más largo hasta la fecha que he escrito sobre una historia de Pokémon, así que prepárense para una lectura larga, y segundo, no verán actualización de esta historia, hasta el día 25 de Diciembre, alrededor de la una de la mañana, ¿por qué? Porque así soy yo, será mi regalo de navidad para todos ustedes, así que espero que lo disfruten casi tanto como yo voy a disfrutar leer sus quejas sobre el final de este capítulo (risa malévola malévolamente intencionada).


La chica que quería ser un Pókemon.

Segunda Temporada.

Capítulo 24: De la Valerie de hoy a la del futuro.


Región Kalos. Ruta 18. Dentro del camión de Clemont.

Has estado divirtiéndote a expensas de todos, ¿no es así?

El viaje desde Ciudad Fluxus a Pueblo Mosaico, había demostrado ser tanto largo como frío. Los campistas se encontraban durmiendo en el interior del camión de Clemont, todos tapados con cobijas para mantener el calor. Yo por otra parte, como era costumbre, debía mantenerme despierta, bebiendo café, tomando posturas incómodas. Lo que fuera para evitar quedarme dormida y despertar siendo una Eevee. Mawile normalmente me acompañaba, pero esta vez el viaje resultó ser muy largo y curvado, te invitaba a dormirte con el arrullar del viaje, así que no podía culparla por quedarse dormida, con su mandíbula auxiliar suspendida sobre el pasillo, y casi tocando el suelo. Seguramente, me sentiría más segura con ella despierta en estos momentos, ya que algo muy molesto estaba ocurriendo.

Ella no puede ayudarte, nadie puede ayudarte. Abusaste de tu tiempo, y este se ha terminado.

Las voces en mi cabeza nunca se habían escuchado tan fuertes ni claras. Siempre habían sido una especie de niebla oscura que me mantenía confundida, y que resultaría en mí convertida en una Eevee a la mañana siguiente. Pero, desde iniciado el campamento, con estos periodos entre ciudades tan largos y negándome a dormir a la vista de todos por el miedo a transformarme, las voces, o mejor dicho la voz, se tornaba incluso más agresiva.

Hoy es tu último día como humana. Lo sabes, ¿no es así?

-Eso… tú no lo decides… -si la voz va a ser tan insistente, sería grosero de mi parte no contestarle. Después de todo él es mi única compañía, se mantiene en mi sombra o en mi reflejo por la ventana, aunque, de tanto en tanto, me deja ver mi rostro lleno de ojeras, como una especie de despedida-. ¿Qué hice para merecerme tu desprecio, Darkrai? –susurré, mientras el espeluznante Pokémon me miraba desde el otro lado del reflejo en mi ventana.

En tu arrogancia, usaste tus dones para beneficio personal. Eso se acabó.

-Qué extraño… no recuerdo que nadie me haya mencionado las reglas del juego –comenté, desesperadamente anclándome a lo poco que me quedaba de lucidez. Comenzaba a quedarme dormida-. Solo intentaba escapar de mi vida mundana y aburrida… no es mi culpa el haberme dado cuenta de lo mucho que debí apreciarla –insistí.

Debiste aceptar tu regalo. Así no hubieras forzado mi mano.

-¿Regalo? Yo solo salí a nadar bajo la luna. Nadie jamás me dijo nada de un regalo. Si lo piensas correctamente, es más una maldición… un castigo por jugar con fuerzas que no se pueden comprender –esto está mal, comienzo a cabecear. No puedo dormirme, si duermo en estos momentos, estaré a su merced. Aún… estoy lejos de terminar mi misión, aún, me quedan tres intentos para convencerlo.

No hay más intentos. Ahora me perteneces.

-No mientras aún siga despierta, y pueda convencer al profesor, ¿no es así? –llega ya a Pueblo Mosaico. Debes llegar ya a Pueblo Mosaico. No sé cuánto más pueda resistir- Solo puedes… venir por mí si estoy dormida, ¿verdad? Mientras esté despierta estoy a salvo –tal vez jugar a la ruleta rusa con mi depredador, no sea la mejor idea de todas.

Mientras estés despierta, aún me quedan armas. Un arma, que no puede negarme, y que ya está muy cerca.

-Espero que sea lo suficiente mente rápido para seguir a un camión en movimiento –me burlé, aun cuando muy seguramente no debería. Pero si este era mi último baile, iba a bailar a mi ritmo. Darkrai por otra parte, su risa malévola me estremeció el alma.

Oh… estoy contando con ello.

Darkrai desapareció entonces, por fin solo quedamos mi reflejo y yo. O al menos eso pensaba, ya que, entre los caminos pantanosos de la ruta 18, nevados en esos momentos por el drástico cambio de clima, pude sentir que algo, o mejor dicho que alguien, me observaba desde las sombras. Alguien oscuro, alguien peligroso… alguien…

-Siniestro… -un par de ojos escarlata, me veían por entre las sombras de los árboles. Un par de ojos brillantes, y tristes. Sea quien sea quien me miraba, estaba inmensamente triste, y en mi corazón, yo sabía quién era lo que me había estado siguiendo. Por fin comprendía quien era quien me asechaba en mis sueños, comprendí quien era el cazador en mis pesadillas. Todo hizo sentido, de la forma más dolorosa posible, mientras la luna, hermosa, iluminaba tenuemente las entradas entre los árboles, y me dejaba ver solamente un adelanto, de aquello que venía por mí-. Al menos… lo último que veré antes de irme, será a un amigo… Drapion… -esto, era una pesadilla, la más grande de todas.

Pueblo Mosaico. Posada de Pueblo Mosaico.

-¿Valerie…? -no dormí, en todo el viaje. Pero aquello no significaba que mis sentidos estuvieran en orden. Cuando el autobús de Clemont se detuvo frente a la Posada de Pueblo Mosaico y todos despertaron, Mawile fue la primera en sentir la inmensa agonía que me rodeaba en esos momentos, mientras yo continuaba mirando por fuera de la ventana, con la mirada perdida- Valerie… todos bajaron ya del autobús menos el profesor. Te ha estado viendo desde su asiento con preocupación –ante las palabras de Mawile, apenas y puedo virarme a la entrada del autobús. El profesor está allí, dudoso sobre el qué hacer. Supongo que no puedo dejarlo esperando.

-Ya voy… -comento, intento ponerme de pie, pero termino en el pasillo del autobús al tropezarme con mis propios pies, cayendo de rostro contra el mismo- Eso… al menos me despertó un poco –declaré exhausta.

-¡Valerie! –se apresura el profesor a mi lado, levantándome, aunque me levantó demasiado rápido, por lo que me maree un poco- ¿Se encuentra bien? Sé que me mencionó que no le gusta dormir en el autobús, pero sabía que no pasaríamos al campamento de la ruta 18 por el mal clima. ¿Va a decirme que no tuvo siquiera un pestañeo en casi dos días de viaje ininterrumpido por carretera? –preguntó el profesor.

-Casualmente, de día podía dormitar perfectamente. Aunque sí pasé muy mala noche –sonreí, era muy importante mantener la apariencia. Como no pasamos al campamento de la ruta 18 por el mal clima, fueron casi dos días de viaje con solo paradas en restaurantes de paso. Mientras fuera de día, podía confiar en Brighton para cuidarme, si es que no estaba demasiado embobado con Anna como para recordar mi precaria situación. Pero de noche, nadie velaba por mí-. Estoy bien, Agustín, solo necesito algo de café –insistí.

-Lo que necesita es dormir. Solo mírese a la cara –o vamos, seguro hasta con ojeras me veo hermosa. Aunque vulnerable, ¿no le agradan las chicas vulnerables, profesor? No me molestaría si intentara aprovecharse de mí en estos momentos.

-Estoy desvariando –confesé a mis adentros, o al menos lo pensé, cuando noté la mirada del profesor, supe que había dicho aquello en voz alta-. No te preocupes, cariño. Estaré en forma para la cita de hoy. Lo prometo –ni loca me pierdo mi última oportunidad.

-Valerie, ya basta. No estás en condiciones –aunque sé que tienes razón, es mi última oportunidad-. Sé que la estancia en Pueblo Mosaico es de solo un día, y que deseaba que conocieras el lugar donde me crie, pero no si estás así de… ni siquiera sé cómo llamarlo. Siempre podremos venir en otra ocasión –no… eso no puede pasar.

-¡No habrá otra ocasión si no paso de esta noche! –tranquila Valerie, es tu ultima oportunidad, y pelearte con el profesor no va a ayudar en nada- Lo siento, lo siento, creo que sí estoy algo cansada. Pero Agustín, la razón por la que no pude dormir es porque estaba impaciente por este día. Sería desastroso para mí que, después de todo este viaje, el único día que estaba pactado para solo nosotros dos me lo negaras porque no dormí por la emoción. Dame un par de horas, te prometo que estaré en forma para la cita –supliqué, era lo único que me quedaba.

-¿Estás segura? –no, pero no tengo otra salida- Valerie, siempre puede ser otro día. Estamos conociéndonos, no hay ninguna prisa. Siempre podemos visitar Pueblo Mosaico solo nosotros en otra ocasión –hay profesor, si supiera que el único que no tiene prisa es usted. Literal y figurativamente muero a cada segundo que pasa sin un compromiso.

-Agustín, hoy será un día mágico, y no aceptaré un no por respuesta –tendré que sacar mis mejores armas si quiero pasar de esta noche. Incluso si necesito apelar a los instintos lujuriosos del profesor, eso es lo que tendré que hacer-. Quiero decir. ¿De verdad pensabas que iba a desperdiciar la oportunidad de tenerte solo para mí hoy? –rodeo su cuello con mis brazos, lo miro fijamente a los ojos, y entonces… siento el instinto asesino de Mawile, y su mandíbula con las fauces abiertas peligrosamente cerca de mis piernas- Puede esperar –agrego aterrada, suelto al profesor, evado la mordida, y retrocedo- ¡Ya hablamos de esto! ¡Soy tu entrenadora y no te permito que me muerdas! ¡Mawile! –me defiendo, pero ella me persigue fuera del autobús de todas formas- ¡Mawile! ¡Basta! ¡Nada de mordidas! –al menos la adrenalina terminó por despertarme, mientras logro evadir a Mawile entre el grupo de campistas esperando fuera del autobús- ¡Mawile! ¡Sentada! –ordeno.

-¿Me viste cara de Growlithe? ¡Ven aquí que sí te muerdo! –de verdad que está enojada esta vez. ¡Entiende que no tengo tiempo de sutilezas! ¡Sé que quieres ayudar, pero este será mi último día como humana si no hago algo extremo!

-¡Ajajajaja! –el intento de mordida de Mawile es interrumpido, cuando alguien la levanta de su pequeña cintura con extrema facilidad, lo cual no es sencillo, Mawile no es exactamente ligera, pero el par de manos inmensas la levanta como si no pesara más que una pluma- ¿Quién es este Pokémon tan enérgico? ¡Mira nada más que bella eres! –exclama Wulfric, el líder de gimnasio de Ciudad Fractal, a quien no me esperaba ver en Pueblo Mosaico, ni levantando a Mawile como si fuera su nieta a quien no ha visto en muchos años- ¿Cómo estás dulzura? –pregunta él.

-¿Dulzura? ¡Nadie me llama así y vive para contarlo! –se estremeció Mawile, para mi sorpresa, entendía perfectamente a Wulfric, a quien ella nunca había visto antes- ¡Bájame que te muerdo! –amenazó Mawile.

-¿Sabes? Te vez mucho más bonita con una sonrisa en ambas mandíbulas. ¿Sabes? Creo que harías a tu entrenadora aún más feliz si sonrieras más seguido –comentó Wulfric, con ese estilo tan raro de hablar tan característico en él. Para mi sorpresa, Mawile se apenó por sus palabras, lo que significaba que realmente podía entenderlo perfectamente-. Ah, Valerie. ¿Sabes? Tiene tiempo que deseaba verte. No sueles venir a los campamentos del profesor. Pensaba que no te agradaban –comentó con entusiasmo Wulfric, mientras colocaba a Mawile en el suelo, la apenada de mi Pokémon ya ni intentaba morderme.

-Es más bien que el profesor no me había invitado, Wulfric. Como siempre es un placer verte –sonreí, pero entonces él se me quedó mirando de una forma extraña, mientras apuntaba a mi rostro, e intentaba acomodar sus palabras, aunque yo ya sabía lo que iba a decirme.

-¿Sabes que tienes un par de manchas negras bajo tus ojos? Parecen ojeras ¿sabes? –son ojeras, Wulfric, gracias por notarlas- ¿Sabes que venden un café muy bueno en la Posada de Pueblo Mosaico? Un sorbo, y esas ojeras se irán más rápido que un Avalugg en espacio raro –no pude evitar la sonrisa cuando hizo aquella mención. Seguramente, planeó esa broma con demasiada antelación, aunque no fuera graciosa más que para mí.

-Lo pensaré si alguna vez tenemos una batalla de líderes de gimnasio. La última vez tuve la mala fortuna de usar Espacio Raro con un Torkoal –le comenté, y su sonora carcajada no se hizo esperar-. ¿Qué haces aquí, Wulfric? Pensé que te veríamos hasta llegados a Ciudad Fractal –comenté curiosa.

-¿Sabes? No recuerdo muy bien –sonrió él- Creo que tenía que ver con el profesor, diciendo algo así como que tenía una cita muy importante. ¿Sabes? Yo pienso que encontró a una chica muy especial, no me pediría viajar desde Ciudad Fractal hasta Pueblo Mosaico por cualquier persona, ¿sabes? –guiñó el ojo él, y yo me viré un poco para encontrar al profesor, apenado, a las puertas del camión, mientras los campistas lo miraban con sonrisas en sus rostros- Creo que está muy enamorado, ¿sabes? –susurró.

-Wulfric, basta, el profesor va a pensar que te pagué por decir esas cosas –me burlé un poco. Wulfric en verdad que era una persona muy agradable, siempre que no estés en batalla con él claro-. Aunque, es probable que hayas venido para nada. El profesor piensa que estoy demasiado cansada para salir con él –comenté.

-Pensé que deseaba mantener el perfil bajo sobre nuestra relación a con el resto de líderes de gimnasio, señorita Valerie, pero ya veo que dejó ese pensamiento atrás –aún con el rostro ligeramente ruborizado, el profesor hizo muy bien el trabajo de disimular su vergüenza ante la situación-. Al menos este incidente, me deja en claro que no está tan mal como inicialmente había pensado. Así que Wulfric, si no es molestia –pidió el profesor, alegrándome en ese momento ya que era confirmación de que teníamos una cita.

-Con mucho gusto, profesor, pero, ¿sabes? –comentó Wulfric, colocando su mano sobre el hombro del profesor. Sonreía, pero de una forma perturbadora- Los hombres adultos deben tener cuidado con el cómo tratan a las señoritas. Espero que eso sea algo que tiene muy al pendiente, profesor. Tengo formas de enterarme si no es así, ¿sabes? –Wulfric puede dar mucho miedo también.

-Me queda claro, Wulfric, no me propasaría de ninguna forma –esto es malo, si quiero avances me serviría un poco que el profesor al menos contemplara el sobrepasarse un poco, aunque eso seguro resultaría en una mordida de Mawile-. Bien campistas, el día de hoy estarán bajo los cuidados de Wulfric –declaró el profesor, los campistas respondieron en afirmación, pero antes de seguir a Wulfric, Brighton se quedó atrás junto con Anna.

-¿Crees que deba dejarte sola? –me preguntó Brighton. Anna, incomoda por la pregunta, me miró con curiosidad- Sé que, si las cosas se ponen mal, tienes la Piedra Eterna que te di. Pero no te ves para nada bien, me preocupas –comentó él, deprimiendo a Anna aún más. Hay Brighton, no tienes ni idea de cómo funciona la mente de una chica enamorada, en especial una que lleva menos de un mes siendo tu novia.

-Brighton, hay cosas que no debes decir en presencia de tu novia –comenté yo, apenando a Brighton, quien se viró a ver a Anna, quien lo miraba con cierta molestia-. Tranquila, es como un pequeño hermano muy molesto. A mí me gustan mayores –le recordé.

-Más bien me preocupan los gustos de Brighton, no los suyos, ama Valerie –comentó Anna, apenando a Brighton-. Pero fuera de eso, ¿segura que estará bien? Nadie más que yo y mi hermana Lise queremos que todo salga bien entre usted y el profesor, pero… se ve muy cansada –comentó ella.

-Se preocupan demasiado, no es nada que algo de maquillaje y un café no arreglen –aunque tal vez sería una buena idea conseguir un repelente para Pokémon por si las dudas-. Ahora vayan. Es mi cita, y me quitan valioso tiempo –comenté, empujando a ambos en dirección al grupo que salía con Wulfric, quedándome a solas con el profesor y con Mawile-. Llamaré a Tierno para indicarle que llegamos con bien a Pueblo Mosaico. ¿Quieres que desayunemos después de que te entreguen las llaves de las habitaciones? –desvié el tema de forma entusiasta, intentando lo más posible que el profesor dejara de pensar en mi cansancio. El profesor por su parte, se mantuvo pensativo unos instantes- Agustín… ¿vamos a repetir esta conversación todo el día? –pregunté.

-No… confió plenamente en usted –comentó el profesor, lo cual le agradecí-. No mencionaré más lo de su cansancio. Estoy seguro de que, si de verdad estuviera cansada, me lo diría en lugar de exponerse de forma irresponsable. Iré por las llaves de las habitaciones, pero prefiero que desayunemos una vez que esté lista. ¿Le parece? –preguntó él.

-Me parece perfecto, así podrás admirarme en mi kimono por más tiempo –modelé para él, aunque no estaba usando mi kimono todavía, solo mi ropa casual-. Hablaré con Tierno entonces, te veré más tarde, Agustín –me despedí, y me dirigí al área de video teléfonos, con Mawile siguiéndome de cerca. Podía notar en ella cierta preocupación, lo del autobús seguía presente en su mente pese a las distracciones.

-Puedo olfatear miedo. Algo está pasando, ¿verdad? –preguntó Mawile, mientras yo me sentaba frente a un videoteléfono, pero desistía de marcar mientras pensaba en las palabras de Mawile- Valerie… si algo te preocupa sabes que puedes decirme –insistió ella. No valía la pena siquiera ocultarle las cosas a Mawile. Si las cosas no salían como debían hoy, probablemente, no podría verla más a ella tampoco.

-Vi a Darkrai –mencioné, el pánico se hizo presente en Mawile, no necesitaba el poder oler sus aromas-. Si el profesor no se compromete conmigo hoy, todo terminó. Este podría ser mi último día como una humana –acepté, y ella bajó la mirada. El silencio entre ambas, indicaba que tanto Mawile como yo sabíamos cómo iba a terminar el día-. Si hubiera tenido al menos un poco más de tiempo, tal vez hubiera completado el plan –le expliqué.

-Debes pedírselo tú –respondió Mawile, ganándose mi atención-. No seré Kirlia, pero tras estar contigo tanto tiempo, creo que entiendo un poco mejor el cómo funcionan los humanos. Si se lo dices y lo acorralas, puede que funcione –agregó ella preocupada.

-¿Qué le diga al profesor que se comprometa conmigo? Pensaría que estoy loca –respondí, Mawile simplemente me miró con temor, y con sus ojos humedecidos-. Si fuera así de sencillo, no hubiera hecho un elaborado plan de ocho kimonos, y se lo hubiera dicho en cuanto supe lo que se requería. No, Mawile, desde un inicio sabía que era algo imposible el convencer al profesor en tan poco tiempo. Estaba destinada a perder –confesé. Parte de mí siempre lo supo. Y, aun así, seguí el juego, en un iluso intento por cambiar la realidad.

-¿Entonces vas a rendirte solamente? –lo dices como si hubieran más alternativas que no involucraran mi rendición. Ya he pensado esto muchas veces, no hay nada que pueda hacer- Pensé… que me llevarías como el conjunto del kimono de Sylveon. Haz estado trabajando en ese kimono por meses –ah, es verdad, el "kimono" de Sylveon.

-No creo siquiera poder terminarlo. Ni siquiera sé si podré mostrarle el de Glaceon al profesor. No conseguí siquiera un Pokémon de hielo, agoté mis opciones, Mawile. Mi plan ni siquiera tenía todos los aspectos tomados en cuenta –proseguí deprimida, intenté marcar el número de teléfono del laboratorio, pero mi mente estaba tan dispersa, que simplemente olvidé el número-. Darkrai me tiene atrapada en todo sentido… olvidé el número del laboratorio por el cansancio, y no puedo siquiera mantenerme despierta. Tal vez si me duermo ahora, y acepto que perdí, todo terminé de una forma menos depresiva –comenté, acomodándome en la mesa del videoteléfono, cerrando los ojos, e intentando dormir.

-¡Si tú ya te rendiste, no me queda más que arrastrarte yo misma! –me gritó Mawile, saltando de su silla, y dirigiéndose a mi mochila, esculcando en su interior, hasta arrojarme rudamente la libreta donde estaba anotado el número de teléfono del laboratorio- ¡Aquí está tu tonta libreta! ¡Ahora marca al laboratorio! –se quejó ella.

-La libreta estaba hasta el fondo para que no se arrugara, Mawile, ¿qué desastre hiciste? –me quejé tras virarme a ver mi ropa regada por todas partes tras el intento para nada sutil de Mawile de buscar mi libreta de direcciones- Mira nada más este desastre. Pero todo sea por no dejarme dormir, ¿verdad? Por todos los cielos, que quisquillosa eres –me quejé, mientras me agachaba y volvía a guardar las cosas en mi maleta-. Suficiente va a tener la persona que recoja mis prendas abandonadas cuando inevitablemente me transforme en una Eevee. Lo menos que necesita es levantar todo esto también –insistí, y mientras realizaba la limpieza de mi victimada maleta, encontré el peluche de Teddiursa que me había regalado Olympia- Otra herramienta, para preferir el mundo humano al Pokémon, ¿verdad? –me dije a mí misma tras ver a Teddiursa, el que había hecho Olympia para mí, el que había abierto mi corazón a otras posibilidades que no había contemplado-. El profesor… no es lo único que me ancla a este mundo –es momento de comenzar a actuar como tal- Este no es mi último día como una humana. No le voy a dar a Darkrai ese gusto –me puse de pie, confundiendo a Mawile, y recordando nuevamente el número del laboratorio del profesor sin requerir de la libreta, marqué. Tierno contestó casi inmediatamente-. Tierno –comenté, algo molesta. Tierno debió notarlo ya que no se atrevió a decir nada-. No quiero rodeos, no llamé para ver que todo esté bien como sospecha el profesor. Más bien quiero que me digas algo, y quiero que me digas la verdad… Drapion… ¿desde hace cuánto no está en el laboratorio? –pregunté yendo directo al punto, Mawile por supuesto que entendió mis palabras, ella no sabía que aquella misma mañana, había descubierto a Drapion siguiéndonos.

-Hola… Valerie… -intentó desviar el tema Tierno, pero yo me crucé de brazos, sumamente molesta, por lo que Tierno decidió no seguir probando a su suerte-. Por favor no le digas al profesor… aún tengo la esperanza de encontrarlo. Se escapó del laboratorio el mismo día que se fueron de campamento –respondió Tierno, pero de pronto se preocupó-. Espera… ¿cómo sabes que Drapion no está en el laboratorio? –sospechó.

-Lo vi antes de llegar a Pueblo Mosaico –le comenté, Mawile me miró con ambas mandíbulas abiertas en su totalidad por la sorpresa-. Descuida, lo enviaré de vuelta de alguna forma, solo quería confirmar que se tratara del mismo Drapion –comenté.

-Sí, bueno, ahora lo sabes, pero, también quería hablarte de otro Pokémon que… probablemente, también escapó… -Eevee, lo sé, no la has encontrado, después de todo soy yo-. Verás… es muy probable que no solo Drapion haya escapado por el agujero sin reparar de la pared del patio trasero, que por cierto ya repararon los albañiles. Lo que intento decir es que… –insistió él.

-No te preocupes por esa Eevee, no volverá –terminé. Tierno alzó una ceja, intentó hablar, pero yo colgué la llamada. Después de eso, miré a Mawile con determinación, ella solo me miró confundida-. Voy a casarme con el profesor –comenté, Mawile asintió con alegría e intentó hablar, pero la detuve-. Pero no será pronto… -la interrumpí, y su confusión regresó-. Mawile, no importa lo que haga, no hay forma posible de que Agustín me proponga matrimonio tan pronto. No tengo la edad apropiada, él no está pensando en estas cosas, y yo no quiero comprometerme tan pronto tampoco –Mawile me observó contrariada, básicamente le estaba diciendo que todo por lo que luché en este campamento, no se concretaría-. No me importa que Darkrai quiera reclamarme, simplemente no lo va a lograr. Tengo más razones para vivir como humana además del profesor –prosigo, mirando a aquel peluche que me había obsequiado Olympia. Pero no era solo el peluche de Teddiursa, este simplemente fue el detonante final, en toda una lista de eventos, personas, y Pokémon, que me hicieron volver a desear ser una humana-. Y se lo voy a demostrar, sobreviviendo a la noche. Así que, andando, Mawile, hay una cita que no me voy a perder esperándome –sonreí.

-¡Y ese kimono de Leafeon no va a ponerse solo! –continuó a mis palabras Mawile, contagiada de mi propio entusiasmo, y ambas corrimos en dirección a la recepción, donde el profesor apenas terminaba de recibir las llaves- ¿Por qué hueles así? –oh, solo espera y verás.

-¡Agustín! –llamé mientras llegaba a la recepción, el profesor se viró para verme mientras elegía una de las llaves, pero antes siquiera de que pudiera decirme cualquier cosa, comencé con mi agresivo ataque, plantándole un beso descarado tras llegar frente a él, en medio de la recepción, y sin importarme quien fuera quien nos viera- ¡Ponte guapo tú también! ¡Nada de batas! –comenté, y corrí con Mawile a mi habitación, dejando al profesor allí boquiabierto, y excusándose inútilmente ante la confundida recepcionista. Tras llegar a mi habitación, me encerré dentro, y exclamé apenada- ¡Eso fue muy vergonzoso! ¡Pero valió enteramente la pena! –comenté, mientras Mawile me miraba sobresaltada- Esta va a ser, la mejor cita de mi vida, y espero que la estés viendo, Darkrai –insistí. Esto es guerra, Darkrai.

Restaurante de Posada Pueblo Mosaico.

-Debería estar enojado… pero me lo está poniendo excesivamente difícil –me tomó dos horas el ducharme y arreglarme dentro de mi kimono de Leafeon, pero valió totalmente la pena por ver el rostro ruborizado del profesor, mientras esperaba sentado en una mesa del restaurante de la Posada Pueblo Mosaico, y con una taza de café en su mano. El profesor me había hecho caso y se había puesto guapo, vistiendo unos pantalones cafés, suéter negro de cuello de tortuga, y un chaleco igualmente negro sobre el mismo, acompañado de unos mocasines cafés muy bien lustrados, y un reloj dorado en su muñeca. Me parecía un conjunto algo formal, en especial si consideramos que yo, su compañera de esta noche, ya me ganaba las miradas de todos en el restaurante, y no dejaba lugar a dudas de que esto era una cita-. Se ve… bastante provocativa –agregó él.

-Y me estoy congelando, pero vale la pena por verte así de apenado –modelé, negándome a ocultarle mis atributos al profesor. El kimono de Leafeon era un kimono de un verde amarillento, con holanes de un verde más intenso en orillas de mis mangas largas, lo que les daba calidez a mis brazos. Pero, negándome rotundamente a no apelar al atractivo masculino, los holanes estaban adornando una falda muy corta, que de no ser por mis calcetas verde suave que llegaban hasta casi la unión con la falda, me sería muy difícil de vestir. El cinto de mi kimono, era idéntico a la hoja de la frente de Leafeon, y además llevaba una diadema con sus orejas. Me parecía un kimono muy sencillo en comparación con el resto, pero no por ser sencillo es malo. Además, esta vez, al no estar al aire libre en alguna montaña o lago de cualquier tipo donde pudiera atraer a depredadores, me perfumé lo suficiente para expeler un aroma a bayas y hojas machacadas de abeto-. No sé si se nota, pero hoy no voy a contenerme –exclamé mientras me ocultaba los labios tras mis mangas, adoro mis mangas.

-Oh, dejó eso bastante en claro en la recepción, lo que, por cierto, me ocasionó bastantes problemas –problemas que considero solucionados, si está tan campante en el restaurante, aunque, hay un límite permitido por Mawile para zafarme de probables mordidas, y por mi bien, será mejor que no siga estirando ese límite-. ¿Y sus ojeras? –preguntó.

-Sepultadas bajo casi medio kilo de maquillaje. No pensabas que iba a presentarme con rostro de Zigzagoon a nuestra cita. ¿O sí Agustín? –me burlé un poco, pero un gruñido de Mawile me hizo saber que debía terminar con las bromas, por lo que me senté en el sillón, del lado del profesor, por lo que Mawile tuvo que subir del otro lado, manteniendo sus peligrosas mandíbulas auxiliares lejos de mí- Y bien, ¿qué haremos hoy? –pregunté curiosa mientras me abrazaba del brazo del profesor, y mirándolo con los parpados medio cerrados, lo que disparó sus instintos.

-Comienzo a preocuparme por esto –su comentario me hirió, tal vez estaba siendo demasiado directa, razón por la que me moví un poco, dándole espacio-. Ah, no me refería a eso –corrigió el profesor-. Quiero decir, ya estoy acostumbrándome a que lleva un ritmo más agresivo que el mío, pero no era esa la razón de mi comentario. Más bien me refería a otra cosa –decidí no decir nada de momento, y dejarlo hablar-. Yo… estaba entusiasmado por esta cita, pero, no pensé que fuera a estarlo tanto usted –comentó él.

-¿Por qué no iba a estarlo? Lo hiciste sonar como si fuera una ocasión sumamente especial después de todo. Pensaba que tendrías planeado hasta el más mínimo detalle –le comenté, en un tono, no sé, ¿decepcionante? No puedo decir que estaba decepcionada, la cita no ha empezado realmente, pero me parecía al menos que el profesor no estaba exactamente entusiasmado. ¿Tendrá que ver con que estaba siendo muy directa?

-Y es especial, pero… no me gustaría que terminara decepcionada -¿hay alguna razón para estarlo?- Quiero decir… por la forma en que se arregló, puedo ver que usted esperaba este día con entusiasmo. A lo que me refiero es, que aunque ya sabía que iba a vestir un kimono, bueno… creo que me siento un poco intimidado en estos momentos -¿intimidado?- ¿Le parece si empezamos pidiendo algo de desayunar? La mesera no deja de lanzar miradas en nuestra dirección –me pidió él.

-Ah… está bien. Aunque no creo que esté mirando por querer tomar nuestra orden exactamente -¿qué ocurre? Pensé que la cita sería un poco más, no lo sé, ¿movida? ¿Entusiasta? El profesor simplemente, parece una presa acorralada en estos momentos. Por unos momentos, parece que todo está únicamente en mi imaginación. Conversamos acerca de los platillos, y el profesor aprovecha la oportunidad para hacerme algunas recomendaciones, hablando sobre los platillos de temporada, explicándome un poco sobre los sabores, y qué es lo típico comer en Pueblo Mosaico. Tras sus entusiastas comentarios, termino ordenando de acuerdo a sus recomendaciones un Té de Hoja de Weepinbell, y un Espagueti a las Tres Hierbas. Sé que espagueti para desayunar suena algo extraño, pero desafortunadamente ya no era hora para el menú de desayuno, aunque era algo temprano para el menú de la comida a mi parecer. En todo caso, según me explica el profesor, no hay muchos lugares para comer a donde vamos, así que, tras ordenar lo mismo que yo, lo que me hace pensar que hice la elección correcta, nos concentramos en la plática.

-El espagueti de aquí se sazona con tres hierbas. La Hierba Blanca, Hierba Única, y Hierba Mental. Sé que suena extraño, pero Pueblo Mosaico se enorgullece de sus infusiones, y su cocina con hierbas diversas –me explicó el profesor. Hablaba de Pueblo Mosaico con un cariño muy especial al parecer-. De verdad espero no estarla aburriendo –comentó de repente.

-¿Aburrirme? Para nada –sonreí yo-. Me parece muy peculiar el que platiques de otras cosas que no sean Mega-evoluciones o biología Pokémon. Quiero decir, hubo un poco de eso cuando me mencionaste sobre el Té de Hoja de Weepinbell, pero no me molesta en absoluto. No es que me molesté que hables de esas otras cosas claro, solo que me sorprende el cambio de tema tan… ¿nostálgico? –pregunté la última parte.

-Pueblo Mosaico no tiene nada más que nostalgia, es por eso que estaba tan preocupado –me explicó el profesor, por lo que yo lo miré fijamente-. Pueblo Mosaico no tiene grandes centros comerciales, ni atractivos turísticos, ni grandes edificios como el resto de Kalos. Pueblo Mosaico se llama Pueblo Mosaico porque los artesanos locales hacen mosaicos con pintura que se fabrica de las bayas que crecen en los alrededores. Es un lugar bonito, pero no tiene nada más que eso, y lo pintoresco que se ve ya que varios ríos de Kalos convergen aquí, lo que inunda ciertas partes del pueblo y permite el viaje turístico sobre una góndola, pero nada más. No hay discotecas, no hay tiendas de ropa, no hay mucho que hacer realmente comparado con el resto de las grandes ciudades de Kalos. Incluso la vieja estación de tren apenas y se usa realmente –me explicó, y en sus palabras, deduje la razón por la que estaba tan nervioso-. Debe ser… un lugar muy aburrido para alguien como usted –declaró él.

-¿Era eso? –pregunté, el profesor asintió, apenado. Pude sentir una gentil sonrisa adornándome los labios- Y todo este tiempo, pensaba que te había incomodado con mi violento coqueteo. Por fin puedo respirar en paz –enuncié, soltando aire, para sorpresa del profesor-. Entonces, lo que realmente intentas decir es: "lamento que hayas pensado que esto sería una cita romántica y divertida, cuando lo único que puedo ofrecerte es un pueblito que se ve bonito", o algo así, ¿verdad? –me burlé un poco, y el profesor se limitó a desviar la mirada- Agustín… entiendo que estés preocupado por la diferencia de edades, pero yo soy feliz haciendo básicamente cualquier cosa contigo –ante aquel comentario, pude ver sus orejas coloreándose un poco. Es tan lindo, me invita a querer molestarlo, pero, a riesgo de verme como mi rival en el amor, o de ganarme una mordida de Mawile, quien ya me mira con molestia, opto por no hacerlo en absoluto-. Conocer el lugar donde nació y se crio la persona que me gusta… también es romántico para mí. Así que quiero conocer todo lo que puedas o quieras mostrarme –le comenté con una gentil sonrisa, y tras hacerlo, mis oídos creyeron escuchar algo, un golpeteo, mientras el profesor disimulaba. ¿Acaso fue ese su corazón?

-De verdad… espero no desilusionarla –respondió él, y para su fortuna, ya que mis instintos me decían que estaba demasiado intranquilo en esos momentos, nuestra comida llegó, en la forma de un extraño espagueti dividido en tres colores: azul suave, rojo intenso, y blanco, acompañado de un té amarillo-. Sé que se ve horrible, pero lo importante es su sabor –exclamó el profesor.

-Parece Tangela atropellado –comentó Mawile, yo me tapé la boca un poco intentando no reírme y de esa forma faltarle al respeto al profesor, o a los Tangela. Ahora que lo pienso, es un chiste de muy mal gusto, muy mal Mawile-. Solo para que sepas, yo no voy a comer esto –comentó Mawile con molestia.

-Tranquila, las pastas se pegan en tu paladar de todas formas, y traje de tus croquetas –le respondí a Mawile, tomando un pequeño frasco de mi bolso, y entregándoselo a Mawile, antes de dirigirme al profesor-. Mawile dice, muy groseramente además, que parece Tangela atropellado –le expliqué, el profesor tan solo bajó la cabeza apenado-. Oh vamos, si es algo que me recomiendas no puede saber nada mal. Que aproveche –comenté, clavando mi tenedor en el espagueti azul suave y probando el mismo, lo cual me causó una sensación cosquilleaste en la lengua-. Mucha menta… recuerda a los inicios de Heliolisk –me quejé un poco por lo picoso de la menta.

-Debí advertirle, lo siento –se disculpó el profesor mientras me ofrecía de mi vaso. Al menos el Té de Hoja de Weepinbell era dulce, lo que quitaba el sabor a menta tan intenso-. Tiene que revolverlo, mire… el azul sabe a menta, el rojo es como una especie de salsa de tomate muy fuerte, y el blanco es cremoso, aunque un poco ácido si se consume separado del resto. Los revuelve todos, y ya puede probar –me explica mientras me ofrece un extraño revoltijo de espagueti de un color peculiarmente rosado tras haberlo revuelto, pero eso no es lo que me sorprende en estos momentos, sino más bien que me está ofreciendo la comida de su plato, incluso mantiene su mano debajo del espagueti para atrapar lo que se le pudiera caer mientras… me ofrece de su tenedor-. Confíe en mí –me pidió él.

-No es eso… me estás ofreciendo de tu propio plato, y estamos comiendo lo mismo –le mencioné. Hasta ese momento, el profesor notó lo que estaba haciendo, y se apenó. Puede ser muy lindo si se lo propone-. Buen provecho –agregué rápidamente y antes de que se arrepintiera, manteniendo su tenedor en mi boca mientras saboreaba-. Está caliente… -me quejé un poco soplando entre mordiscos, pero el platillo, sabía mucho mejor cuando estaba revuelto-. Oye, en verdad es bueno –sonreí, revolví lo de mi plato, y le ofrecí de mi tenedor-. Di ah… -comencé, apenando al profesor-. ¿Qué? ¿Tú puedes darme, pero yo no a ti? Acepta tu vergonzoso destino como yo lo hice –me burlé, y el profesor accedió, lo que lo apenó bastante-. Esto es muy divertido, ¿te doy más? –pregunté.

-Puedo comer de mi plato, puede dejar eso –se defendió él. En todo momento, Mawile nos observó con extrañeza, pero yo me estaba divirtiendo mucho como para prestarle atención a sus muecas.

Centro de Pueblo Mosaico. Mercado de Artesanías los Once Ríos.

-Este lugar se llama Once Ríos –tras terminar de desayunar, el profesor me invitó a caminar por la ciudad. En verdad que Pueblo Mosaico no tenía mucho atractivo turístico, que no fueran los ríos claro está, repletos de góndolas que llevaban a parejas a través de los canales de agua entre el pequeño pueblo, y de Lombre, Floatzel, y Poliwag que nadaban alrededor de las embarcaciones saludando a los turistas. Sin embargo, Pueblo Mosaico tenía atractivos menos conocidos o frecuentados por los turistas al menos, como el mercado de artesanías de Once Ríos, del cual el profesor me hablaba en esos momentos- Geográficamente hablando, Pueblo Mosaico colinda con once ríos, lo que mantiene al pueblo ligeramente inundado la mayor parte del año. Puedes llegar de un lado del pueblo al otro con facilidad surcando alguno de los canales alimentados por las aguas de alguno de los once ríos. Incluso, hay quienes dicen que es más fácil navegar por los canales que caminar por el pueblo –me explicó el profesor.

-Nosotros vamos a caminar, ¿no es así? –pregunté, a lo que el profesor respondió asintiendo- Entonces, si no te molesta, a Mawile le vendría haciendo bien algo de compañía –comenté, lanzando la Pokébola de la gran abuela, y liberándola. La gran abuela se materializó, y estiró sus pétalos a sus anchas, sobresaltando a algunos turistas.

-Huy, hace frio, se me congelan las verrugas –exclamó la gran abuela. El profesor sonrió al verla, y al abrigo que le había tejido-. ¿Dónde estamos? Oh, es Pueblo Mosaico, hacía años que no miraba estos ríos –se alegró la gran abuela, vibrando como si hubiera perdido varios años de su vida-. Agustín, estamos en Pueblo Mosaico –exclamó la gran abuela con alegría mientras daba un par de pequeños brincos, que no recomendaría para un Venusaur de su edad.

-Hola, Venusaur. Espero que recuerdes Once Ríos –sonrió el profesor para ella, mientras Venusaur caminaba por el mercado de artesanías, junto a Mawile-. Verla me trajo algunos recuerdos. Cuando descubrí que era un fracaso como entrenador, regresé aquí con Venusaur. Se hizo amiga de todos enseguida –apuntó el profesor, mientras la gran abuela corría a cómo podía a uno de los puestos, y enterraba su rostro sobre el regazo de una anciana, que en esos momentos pintaba un mosaico con frutas molidas que seguro había recolectado de los alrededores.

-Parece que Venusaur está reencontrándose con viejas amistades –sonreí, mientras Venusaur, tras despedirse de aquella anciana, se movía más rápido que nunca antes a otro puesto, uno donde vendían alguna clase de panecillos, y se robaba uno, metiéndoselo a la boca-. ¡Gran abuela! ¡Eso no se hace! –exclamé escandalizada.

-Tranquila, solo debo pagar por el panecillo. Hola Sera, ¿cuidas el puesto por tu madre hoy? –se presentó el profesor ante una mujer de cabellera rubia, quien hasta esos momentos forcejeaba con una de las vainas de Venusaur intentando quitarle un panecillo, mientras con otra vaina la gran abuela se metía más panecillos a la boca- Pagaré por todo esto, por cierto –comentó el profesor.

-¿Eh? ¿Agustín? ¡Vaya sorpresa! Entonces ella es… -apuntó Sera a Venusaur, quien terminó de devorar todos los panecillos- ¡No puedo creerlo! ¡La última vez que la vi yo tendría unos 12 años! –se entusiasmó la joven, acariciando a la gran abuela, y notándome tras unos instantes-. ¿Una aprendiz? Que forma más rara tienes de uniformarlas, Agustín –señaló Sera, incorporándose y limpiándose la falda.

-Nada de eso. Traje a mi novia de vacaciones –exclamó él sin pensarlo. De pronto, hubo un inquietante silencio a nuestro alrededor, y todos en el mercado posaron sus miradas sobre mí, lo cual era incómodo, pero no lo fue tanto como lo que ocurrió después, mientras al menos el porcentaje femenino del mercado de artesanías, dejó sus puestos para rodearme.

-¿Novia dijo? ¿Eres la novia del pequeño Agustín? –me preguntó la anciana de la primera tienda, intenté responder, pero una mujer de otro puesto me interrumpió- Eso no es posible. ¿Agustín no estaba enamorado de la pequeña Diantita? –está bien, esto se está tornando incómodo- ¿No supiste? Daintita lo rechazó hace muchos años -incómodo- Oh, pero qué joven eres. Mira en quien se fue a fijar Agustín, yo lo quería para mi hija –ayuda, ¿alguien?- No te había visto en el pueblo. ¿Vienes de fuera? –preguntó otra chica, quien me miraba muy fijamente- Mamá solía decir que para parejas buscáramos entre los vecinos -¿qué clase de madre dice eso?

-Oigan, tranquilas, la están incomodando –por fin se dignó en venir a mi rescate, profesor-. Lo lamento por eso. Al ser un pueblo chico, todo mundo se conoce. Seguro pensaron que eras solo una turista más. Todos, ella es Valerie, y realmente es mi novia, no lo estoy inventando –se preocupó el profesor.

-¿Van a casarse? –preguntó Sera, la hija de la dueña del puesto de panecillos. Su comentario me incomodó bastante, pero en lugar de responder, solo desvié la mirada al profesor- Quiero decir, por eso la trajiste, ¿no es así? Querías presentar a tu futura esposa al pueblo –se burló Sera. Por su comportamiento, y por sus aromas, podía deducir que solo intentaba molestarlo.

-Vamos, somos gente tradicional, pero no es para tanto –respondió el profesor, de una forma deprimente debo agregar. Sé que me decidí a no dejarme vencer por Darkrai, pero podría al menos hacerme sentir esperanza, profesor-. Lo siento si te están agobiando. Cuando salí de Pueblo Mosaico hace años, Sera me amenazó de no volver a menos que fuera con una esposa –eso suena sospechoso.

-¿Cómo no iba a amenazarte después de rechazarme por ser tan joven? Un momento… ella no se ve mayor que yo… de hecho se ve menor que yo –me apuntó Sera, y de pronto, más y más quejas se escucharon sobre mi edad, y algo sobre las tradiciones que no alcancé a entender tras sentirme tan abrumada por todos. Desvié la mirada intentando disimular y zafarme de las acusaciones, en especial de Sera, quien intentaba contarme el cómo hace años el profesor la rechazó por su edad, pero, al hacerlo, divisé el par de ojos escarlata del otro lado del rio, y viéndome desde los interiores de un callejón, por lo que instintivamente tomé de la mano del profesor, lo que silenció al mercado-. Oh, va muy enserio esto –se burló Sera.

-A-Agustín… -comencé, pero el mercado estaba tan silencioso ahora, y todos me miraban, que incluso con toda mi trayectoria de modelaje y estando acostumbrada a ser el centro de atención, me sentí inmensamente cohibida e intimidada. Estaba frente a las personas que vieron crecer al profesor, a Agustín, y yo tenía poco menos de un año perteneciendo a su vida, presentándome como su novia. La presión me estaba incomodando bastante.

-Aquí es donde la gran abuela salva el día –escuché entonces, sintiendo una de las vainas de la gran abuela alrededor de mi cintura, alzándome, lo que me forzó a cubrirme la falda. Una segunda liana atrapó a una de las góndolas que pasaban cerca, forzándola a detenerse. Momentos más tarde, la gran abuela me colocó dentro de la góndola, mientras el confundido gondolero me miraba con sorpresa- Mucha cháchara aquí en el mercado, parecen Chatot. Ya sabe qué hacer, profesor, no me haga meterlo a usted también –amenazó la gran abuela mientras movía su liana indicándole al profesor entrar en la góndola.

-Ah… Venusaur, creo que ese gondolero iba de salida. Normalmente las góndolas no frecuentan esta parte del pueblo –explicó el profesor, aunque definitivamente no había forma en que Venusaur entendiera a lo que el profesor se refería.

-Orrick, puedes hacer una excepción por el profesor, ¿no es verdad? –interrumpió Sera. ¿Qué todos en este pueblo se conocen? Hacen que esta situación sea incluso más vergonzosa. El gondolero, de nombre Orrick al parecer, mira a Sera con cierta molestia.

-¿Eh? Ya voy tarde para mi turno como guardabosques de la ruta 19, Sera –se quejó Orrick, pero entonces notó al profesor-. ¿Agustín? ¿Cuándo llegaste al pueblo? Cambié de opinión, yo los llevo. ¿Es tu novia? -¿por qué todos se conocen en este pueblo?- Con gusto los llevo. Sera, contribuye a esto también, dame una bolsa de tus mejores panecillos –insistió Orrick.

-Los mejores panecillos ya los devoró Venusaur, pero me quedan unos cuantos recién salidos, te los daré si los llevas a Paseo Mosaico –tomó una bolsa de panes Sera, lanzándosela a Orrick, y así como así, aparentemente, teníamos un paseo en góndola-. Andando, Agustín, cortesía de la casa –insistió Sera, empujando al profesor dentro de la góndola, casi tumbándolo de la misma.

-¿Cortesía de la casa? Sera, mi Venusaur casi se comió toda tu mercancía –se quejó Agustín, pero los pueblerinos ya estaban colocando unas tablas junto a la góndola, para ayudar a la gran abuela y a mi Mawile a subir a la góndola-. Orrick, al menos déjame pagarte a ti –insistió el profesor.

-Gástate tu plata en tu novia, pedazo de presumido. ¿No te bastó con conquistar a todas las señoritas del pueblo cuando niños? ¿Traer a una de fuera y tan bonita? Maldito bastardo –esta "cita" es demasiado incomoda, aunque me hace sentirme… como si formara parte de algo… distinto… algo… reconfortante.

-¿Te molestaría no estarme evidenciando de esa forma, Orrick? Sabes qué, ya no me interesa pagarte. Andando, gondolero de tercera –insultó el profesor, y Orrick, comenzó con la travesía por los canales, mientras todo el mercado nos despedía con burlas, silbidos y besos al aire.

-¡Adiós, Valerie! ¡Espero que la boda la realicen en el pueblo! -¡qué descarados son en este pueblo! ¡No puedo creer que de aquí salió alguien tan gentil y de buenos modales como el profesor! Y… aun así… se siente tan familiar. Crecer en un pueblo donde todo mundo te aprecia, es muy diferente a cómo yo crecí en una ciudad donde todos me odiaban por ser diferente. Ahora entiendo de donde viene toda esa calidez del profesor.

-Lamento mucho todo lo que pasó, no me esperaba que medio pueblo uniera fuerzas para ridiculizarme de esa manera –comentó el profesor, tomando una caja de la parte de atrás de la góndola, moviéndose como si conociera todo en el pueblo. Seguramente, el profesor tuvo varios viajes en góndolas antes-. Orrick, que sucio, al menos limpia tus manteles –se quejó el profesor mientras mostraba un mantel a Orrick.

-¿De qué te quejas si iba de salida, Agustín? –se defendió Orrick, quien entonces notó a otro gondolero que surcaba en dirección contraria- ¡Shinobu! ¡Mantel! –gritó Orrick, y Shinobu, el gondolero de la otra góndola, sacó un mantel y se lo lanzó, Orrick lo atrapó con su remo- ¡Gracias! –agregó amablemente- Toma tu cochino mantel –se dirigió al profesor.

-Pésimo servicio como siempre, no te daré propina –prosiguió el profesor, colocando el mantel sobre la caja de madera, formando una improvisada mesa. El profesor continuó buscando entre las pertenencias de Orrick, extrajo un vaso con una vela, tronó los dedos una vez, y Orrick le entregó un encendedor, encendió la vela, y al final partió la bolsa de papel con los panes del puesto de Sera, colocando unos panes de miel en la improvisada mesa.

-¡Oh! ¡Pan de Dulce Esencia! –comentó Venusaur desde la popa de la pequeña góndola- Me estoy haciendo vieja, no olí el dulce aroma de la sabia de Carnivine. Además, estoy a dieta, no sé si debería –comentó ella.

-¿A dieta? ¡Te tragaste medio puesto! –insultó Mawile, la gran abuela tan solo fingió demencia, y comenzó a silbar sobre una de sus hojas, iniciando con una tonada de Silbato de Hierba, misma que alegró a Orrick.

-Es bueno ver a tu Venusaur de tan buen humor, Agustín. Venusaur, hagamos dueto –prosiguió Orrick, cantando a son del Silbato Hierba de Venusaur, tenía una voz profunda, como de cantante de ópera, pero extrañamente gentil.

-Todos están demasiado entusiastas con esto, pero yo siento que está bastante incomodada –comenta el profesor, mientras me ofrece uno de los panecillos, que no pasan desapercibidos por Venusaur-. Ah, esta es una delicia local. Pan de Dulce Esencia, se hace con la sabía que usa Carnivine para atraer a sus presas. Es dulce, pero con un ligero toque cremoso –me explicó él, yo probé el mismo.

-Sabe… cálido y familiar… -comenté, aunque el profesor no sabía cómo interpretar mis palabras-. Como todo en este pueblo. No sé cómo explicarlo, pero me da un sentimiento tan… a ti… ¿tiene eso sentido? –pregunté curiosa.

-¿A mí? –se apuntó el profesor, y yo asentí, mientras probaba otro de los Panes de Dulce Esencia, que no sabían cómo a nada que hubiera probado antes. Eran dulces, pero no empalagosos, además de muy suaves- La verdad, me ha apenado mucho todo lo que ha vivido hoy. Es la primera chica que he traído a Pueblo Mosaico. Normalmente en el campamento no hay paradas prolongadas en Pueblo Mosaico, llegamos al pueblo, comemos en alguna posada, y visitamos algún afluente para hablar de biología Pokémon, pero nunca nada como visitar el pueblo de esta forma –me explicó el profesor, y mientras lo hacía, yo notaba como la gente en el pueblo lo reconocía, apuntaba en su dirección desde tierra firme, y saludaba alegremente. El profesor, apenado, les regresaba el saludo-. No es que me avergüence de mis orígenes humildes. En realidad, gran parte de quien soy se lo debo a estos precisos orígenes. Pero siento que puede llegar a ser incómodo para otros que me ven como residente de Ciudad Luminaria, y piensan que esto… es indigno de mí -¿indigno? No tiene nada de qué avergonzarse, profesor, salió de su pueblo e hizo su vida, se ganó su lugar.

-Yo al menos, estoy agradecida de ambos, el profesor excéntrico de Ciudad Luminaria, y el pequeño Agustín que enamora a todas las chicas de Pueblo Mosaico –me burlé un poco, y el profesor por supuesto que se apenó-. Además, llevo apenas un día aquí, y ya llevo la ventaja por sobre todas las chicas de todo un pueblo. ¿Qué más podría pedir? –sonreí para él. La vergüenza del profesor no se hizo esperar, y supe que este era el momento preciso. Me acerqué un poco al profesor, tomé su mano, él tomó la mía de regreso. Intercambiamos miradas, entrecerramos los ojos, y nos preparamos para compartir un beso, mismo que no llegó, ya que la góndola se estremeció con violencia.

-¡Valerie! –gritó Mawile. Una fuerza oscura, probablemente el ataque de un Pokémon, se había estrellado cerca de la góndola, sacudiéndola con fuerza, y casi derribándome al agua. De no ser por las lianas de Venusaur, que se afianzaron alrededor de las cinturas mías y del profesor, seguramente hubiéramos caído al agua, el pobre de Orrick, inclusive, se sostuvo apenas gracias a que clavó su remo al fondo a tiempo.

-¿Qué ha sido eso, Orrick? –preguntó el profesor, pero yo sabía perfectamente lo que había ocurrido, mientras un par de ojos rojos, me miraban desde los callejones en tierra firme. El par de ojos salió de los callejones, era Drapion, Mawile lo notó, Venusaur lo notó, el profesor y Orrick aún no lo notaban pues estaban concentrados en mantener la góndola a flote, mientras Drapion corría fuera del callejón, iluminado únicamente por la luz del atardecer que ya amenazaba con traer consigo el dominio de la noche. Drapion saltó en dirección a la góndola, pero antes siquiera de que el profesor se virara y reaccionara a su presencia, una figura se alzó desde el interior del agua, cegándonos a todos al salpicarnos los rostros. No lo vi bien por la salpicada, tan solo divisé lo que me pareció ser una cola de un tono azul muy familiar, y Drapion, se hundió en el agua tras ser jalado por aquel Pokémon.

-¿Quagsire? –susurré para mí misma- Pero eso no es posible… Quagsire está… -de pronto, recordé lo que Tierno había intentado decirme. Tal vez, el otro Pokémon al que Tierno se refería, no era Eevee, sino Quagsire. ¿Habrá Quagsire venido tras de Drapion? Sea como sea, Drapion ya no estaba. Lo que se lo llevó, nadaba con él lejos de nosotros.

-¿Valerie? ¿Estás bien? –preguntó el profesor, despertándome de mi trance. Inmediatamente, me viré a ver a Mawile, si ella caía de la góndola se hundiría. Mawile estaba mareada y sostenida de la pierna del profesor, pero estaba a salvo- ¿Qué fue eso? –preguntó el profesor.

-¡Oiga! ¡Gondolero! –escuchamos un grito desde tierra firme, mientras un niño intentaba ganar la atención de Orrick- ¡La bola! ¿Me pasa la bola? –apuntó el niño, y cerca de la góndola, una pelota flotaba,

-¡Solo fue la salpicada de una pelota! –se quejó Orrick, tomando la bola, y lanzándosela al niño- ¡Ten más cuidado! ¡Casi nos derribas! –se molestó Orrick, el niño tan solo se despidió, y fue a jugar con su hermano- Lo siento mucho, señorita. Perdí el control por una pelota –se disculpó Orrick, aunque por su mueca, seguro ni él se lo creía.

-Creo, que ya fueron muchas emociones en góndola por una tarde… Orrick, ¿nos llevas al norte? Hay algo en la estación de trenes que me gustaría enseñarle a Valerie, si es que aún está de ánimos –me miró el profesor. No puedo decir que en esos momentos me sentía animada, pero si permitía que Darkrai ganara, por enviar a Drapion a hacer esto, estaría aceptando la derrota sin siquiera luchar.

-Claro… solo me mojé un poco, pero no lo suficiente para que interrumpamos la cita –le comenté. Así Orrick guio la góndola rumbo a la estación de trenes. Solo espero, que Drapion esté bien después de lo que pasó.

Estación de Trenes de Pueblo Mosaico.

-Aquí estamos, la Estación de Trenes de Pueblo Mosaico –amarró su góndola Orrick a la orilla, bajó de la misma, y me ofreció su mano para ayudarme a bajar-. Aunque no entiendo por qué traerla aquí si ya está cerrado. Eres pésimo para esto de las citas, Agustín –recriminó Orrick.

-Consíguete una novia e inténtalo tú a ver si tan fácil se te dan las cosas. Oh, lo lamento, con tu rostro eso sería imposible –insultó el profesor. Vaya, esa es otra faceta del profesor que no me esperaba descubrir. Además, no se sintió para nada fuera de su personaje. Me inquieta verlo así de agresivo-. Gracias por el viaje, Orrick. Cuídate mucho, y salúdame a todos. De aquí podemos caminar fácilmente a la posada en la que nos hospedamos –finalizó el profesor.

-No te pierdas, señor importante. Sigues siendo de pueblo por más profesor que te creas –se despidió Orrick, y tras regresar a Venusaur a su Pokébola, y ayudar a Mawile a bajar de la góndola, Orrick se despidió, y con una canción, regresó a… supongo que a su trabajo de guarda bosques, al que ya va excesivamente tarde, ya caía la noche después de todo, al igual que la temperatura, por lo que comencé a frotarme los brazos, al menos hasta recibir del profesor su abrigo.

-Está oscureciendo, y la temperatura aquí baja bastante por la noche. Pero descuida, no voy a quitarte mucho tiempo, solo quiero mostrarte algo -¿acaba, de olvidarse de hablarme formalmente? Todo parece indicar que el pueblo sacó al chico de pueblo del interior del profesor-. Como te dije al principio, no hay mucho que ver en Pueblo Mosaico. Pero espero al menos que te la hayas pasado un poco bien –salvo el ataque de Drapion, supongo que sí.

-Creciste en un lugar muy agradable, Agustín. Aunque no te imagino de niño recorriendo este pueblo todavía –sonreí, y el profesor asintió a mis palabras, no se mostró incomodado de ninguna forma, mientras subía por las escaleras de la plataforma del tren de Pueblo Mosaico, y se dirigía a los asientos.

-¿Te confieso algo? –preguntó, y yo asentí de inmediato- Cuando vivía en Pueblo Mosaico, odiaba Pueblo Mosaico. Deseaba con todas mis fuerzas salir de aquí… -esa es una confesión inquietante-. Pero, tras salir de aquí, lo extrañé como no tienes una idea –eso, suena más creable-. Después de tantos años, no puedo decir que quisiera regresar a vivir aquí. Me siento más de Ciudad Luminaria que de Pueblo Mosaico después de todo, hice mi vida fuera de este pueblo, pero Pueblo Mosaico sigue siendo parte de mí, una parte que no todos pueden ver. Y que me alegra haber podido compartir contigo –creo que mi corazón acaba de detenerse un poco.

-Me hace sentirme extrañamente especial el que me digas esto, Agustín –sonreí, aunque, tras mirar a mi alrededor, a la vacía estación de trenes, no imaginaba por qué estaríamos aquí. ¿Será por alguna clase de tradición pueblerina de enamorados? No, el profesor no sería así de descarado, ¿o sí?- ¿Hay… alguna razón para venir aquí? –pregunté con cautela, si es una razón pueblerina que incluya una tradición de enamorados, moriré de vergüenza en este momento.

-La hay, pero no es nada muy importante. Solo es importante para mí –comentó el profesor, mostrándome un asiento, detrás del cual había algo escrito a manera de rayones, probablemente de una navaja-. Como le dije, cuando era niño, desesperadamente quería salir de Pueblo Mosaico. Pero, cuando ese día llegó, hace ya muchos años, estaba lo que sigue de aterrado, mientras esperaba el tren que me llevaría fuera de aquí, en dirección a Ciudad Luminaria, donde comenzaría mis estudios de secundaria –me explicó, sentándose en el asiento al lado del que había rayado, Mawile y yo nos sentamos en los asientos contrarios, dejando el de en medio libre-. Sentía que, al salir de aquí, nunca regresaría. Sentí miedo como nunca antes, y en mi miedo, me dispuse a dejar un trozo de mí en Pueblo Mosaico, un mensaje para todos aquellos valientes, quienes quisieran algo más de sus vidas, que lo que tenían actualmente. Así como yo quería algo más en ese entonces. Pero también quería dejar un mensaje, para que esas personas jamás olvidaran de donde vienen tampoco –me mostró el profesor, y yo comencé a leer el mensaje escrito detrás de un asiento. En un lugar muy difícil de encontrar, al menos para quien no está poniendo atención.

"Para la persona que lea esto: ¿Cómo eres ahora? ¿Te convertiste en lo que deseabas ser? Para empezar, ¿cómo era la persona en la que te querías convertir? Yo no lo sé, pero sería maravilloso que pudieras presumir que vives cada día al por mayor. Para el futuro Sycamore, firmado por el Sycamore que sueña con el futuro."

-¿Cómo era la persona, en la que te querías convertir? –sonreí. Era un mensaje bonito, aunque no uno que cualquiera pudiera responder. Algunos, como yo, no tienen idea de la persona en la que se desean convertir, algunos incluso más extremos, como yo otra vez, no desean ser una persona siquiera. En verdad, si el profesor me hubiera conocido antes, tan solo hubiera conocido a un cascaron vacío, que no sabía que la vida, aunque dura, era hermosa-. Yo no podría haber contestado a estas preguntas antes –confesé.

-Siempre hay tiempo para contestar a estas preguntas –sonrió el profesor-. ¿Cómo era la persona en que querías convertirte, Valerie? ¿Te convertiste en la persona que querías ser? ¿Puedes presumir, que tu vida es maravillosa y que vives día a día al por mayor? –esas preguntas, son deprimentes, en especial cuando no pueden contestarse en estos momentos. Pero… nunca es tarde para contestarlas, ¿no es así?

-¿Cómo era la persona en que quería convertirme? Ni siquiera quería ser una persona, Agustín –comenté, el profesor me miró con extrañeza. ¿Quieres que te conteste, Agustín? Voy a contestarte. Vas a saber exactamente quién soy- Mi infancia fue deprimente, me trataban como a un fenómeno, las personas eran malas y crueles conmigo, así que yo no deseaba ser una persona. Si los humanos son tan crueles, ¿por qué ser como ellos? –claro, yo no podía ser una humana.

-No era esto lo que tenía en mente. Valerie, yo… -oh no, le toca a usted escuchar. Lo detengo, mientras sonrío de forma coqueta. Todo va a estar bien, profesor, solo escuche, porque el tiempo, se está acabando.

-Yo no quería ser una persona, Agustín, quería ser un Pokémon –proseguí, y comencé a modelar para él-. ¿Me convertí en la persona que quería ser? Puede que no me lo vayas a creer, pero sí, me convertí exactamente en la persona que quería ser, aunque eso no tenga sentido si lo que quería ser, era un Pokémon –y, aun así, no te estoy mintiendo- Pero, tras convertirme en la "persona", que deseaba ser. ¿Puedo presumir que vivo la vida al por mayor? Lo más deprimente de todo, Agustín, es que incluso tras convertirme en la "persona" que quería ser, no vivo la vida al por mayor, ni siquiera se podría decir que soy feliz –el rostro del profesor, demuestra una devastación que no puedo expresar en palabras. Él intentaba darme un mensaje de esperanza, y yo acabo de convertirlo en algo horrible, pero no he terminado-. Por eso no voy a detenerme todavía –gané nuevamente su atención-. De la Valerie de hoy, a la Valerie que sueña con el futuro. ¿Cómo es la persona en la que quiero convertirme? Quiero convertirme en una persona, que pueda sonreír todos los días, genuinamente, y sin aparentar. Quiero convertirme en una persona, que confíe en el corazón de las personas, como un niño confía siempre. Quiero convertirme en una persona, que ame con intensidad, y que sea amada. Quiero convertirme en una persona, que haga feliz a los demás, con el simple hecho de ser feliz ella misma. Quiero convertirme en una persona, que viva la magia, todos los días de su vida. Esa es la persona que la Valerie de hoy quiere ser, y que espero que la Valerie que sueña con el futuro, esté orgullosa de ser –concluí, apenando al profesor, quien respiró ya más tranquilo. Pero yo no había terminado, no todavía. Había aún, una última cosa, que la Valerie actual deseaba ser en el futuro-. ¿Cómo es la persona, en quien quiero convertirme en el futuro, Agustín? La persona en quien quiero convertirme en el futuro… es aquella que te tenga todos los días… por el resto de su vida… Agustín… -aquella revelación, estremeció al profesor hasta el mismo núcleo de su ser-. La persona que quiero ser en el futuro, es la esposa del Profesor Agustín Sycamore –en el último día de mi vida como una humana, pude presumir, que viví al por mayor.

Posada de Pueblo Mosaico.

-Al final, no dijiste nada después de eso –tras mi confesión en la estación de trenes de Pueblo Mosaico, el profesor se mantuvo esperadamente silencioso. Bueno, eso no es enteramente la verdad, al menos tuvo la decencia de agradecerme por mis palabras, pero no respondió del todo a lo que significaban. En una historia de cuentos de hadas, seguramente el profesor hubiera sido conmovido por mis palabras, y hubiera confesado su amor de igual manera. Pero, esto no es un cuento de hadas, es la realidad, una realidad que yo ya había aceptado, por lo que, incluso si el profesor no respondía, yo no estaba ni triste ni deprimida. De hecho, me sentía como si todo el peso de mi estrés se hubiera esfumado.

-Valerie, yo… no sé qué decirte en estos momentos –oh vamos, no quiero tener que soportar esta conversación, no me confesé para recibir respuesta-. No es que lo considere… imposible o algo así… es solo que, llevamos tan poco de conocernos –explicaciones innecesarias.

-Agustín, ¿no encuentras sospechoso el que no esté ni triste ni incomodada por todo esto? Solo debía decírtelo, no debías responderme de forma alguna –le expliqué, mientras me dirigía a la zona de habitaciones, dando vueltas a mi llave alrededor de mi dedo de forma de lo más despreocupada- Lo sabes ahora, comprendes la extensión de mi interés en ti. No necesito respuesta, dije lo que tenía que decir, en un momento que tú planeaste, por cierto. No necesito nada más que eso en estos momentos, ni necesitas explicarme por qué tú no piensas igual… -el profesor intentó hablar, pero yo lo detuve-. O… decir cualquier cosa. Hablaremos cuando tú te sientas listo para hablar, no antes. Tampoco estoy esperando que, tras esta confesión, me trates como si nada hubiera pasado, pero, al menos siéntete con la tranquilidad de saber que no me molesta si intentas ignorar lo que te dije –confesé.

-¿Qué estás haciendo? ¿Estás demente? –recriminó Mawile, pero no era momento de prestarle atención, era momento de encarar al profesor, y dejarlo resolver su conflicto personal por sí mismo- ¡Valerie! ¡Te confesaste! ¡Le dijiste que quieres ser su esposa! ¡Deja que conteste y termina con esto! ¿A qué estás jugando? –estoy jugando a no dejarme vencer por Darkrai. Las cosas no se hacen como a él le da la maldita gana, se hacen como a mí me da la maldita gana. No espero que lo entiendas, Mawile- ¡Estás tan cerca de lograrlo! ¿Por qué lo arruinas actuando con orgullo? –no lo comprenderías, por lo que no tengo que explicarte.

-Valerie… -comienza el profesor, pero tras notar que está en medio de la recepción del hotel, y que regados en mesas a nuestro alrededor hay algunos de los campistas charlando, mide sus palabras. Wulfric, quien hasta esos momentos charlaba con Brighton y Anna, inclusive, ya nos ha divisado, por lo que el profesor se apresura a responderme-. Estoy… feliz de que pienses así. Pero espero que entiendas que no estoy listo para esto –comprendo perfectamente.

-Comprendo más perfectamente de lo que crees, Agustín –admito yo, mientras Mawile se ahoga en lágrimas y hace una rabieta- Con que sepas lo mucho que importas para mí, me basta y sobra –termino de decirle, y encaro a Wulfric en ese momento, rompiendo cualquier oportunidad de continuar con la incómoda conversación-. Wulfric, ¿todo bien con los campistas? –pregunto desviando cualquier intensión del profesor, pero Wulfric, tan solo se concentra en Mawile, y en lo dolida que se ve.

-Todo ha ido bien, pero, ¿sabes? Algo me dice que no todo está bien entre ustedes –es natural que pienses eso, después de todo Mawile no ayuda para disimular-. Si de algo puedo servirles de ayuda, pueden contar conmigo ¿saben? –insiste él.

-Y te lo agradecemos, Wulfric, pero esto es algo que debemos resolver entre Valerie y yo –mientras el profesor habla, comienzo a retirarme, no me siento de ánimos de dar más explicaciones, y ya se hace tarde- Ah, espera Wulfric, sé que tienes que irte, pero dame un momento. Valerie –suspiro, de verdad no quiere dejar el tema-. Wulfric ya tiene que irse… tengo que arreglar unas cuantas cosas con él antes de eso, pero, quería saber si después de eso podríamos… -no quiero seguir hablando de esto, Agustín, lo siento.

-Conversaremos mañana, Agustín. No quiero incomodar a Wulfric –sonrío en su dirección. Wulfric al menos, intuye que algo no está bien, y desiste de preguntarme- Te veré mañana, Agustín… lo prometo –sonreí, el profesor asiente, y se queda allí con Wulfric. Me doy la vuelta, y por un momento parece que escucho su intento de ir tras de mí, pero desiste, y continúo con mi camino.

-¿Por qué? –se queja Mawile, está devastada- ¿Por qué? No entiendo a los humanos, bastaba con que dijeras algo similar a: "si me amas me corresponderás", ¿no es así como funcionan los humanos? –eso, es manipulación.

-Ganarme el corazón del profesor de esa forma, es igual que usar Atracción y dejar que las cosas sucedan. Entiende, estaba destinada a que me rechazaran desde un inicio –le expliqué mientras entraba en mi habitación, y comenzaba a quitarme el kimono de Leafeon, arrojándolo al perchero, donde otra de las creaciones en las que había estado trabajando, se mecía por el violento impacto del kimono de Leafeon sobre él. La prenda y el perchero cayeron junto al kimono, y Mawile, en lágrimas, fue a levantarlo, lo que me partió el corazón.

-No estabas luchando… para perder… -lloró Mawile, mostrándome la prenda, en la que había trabajado, desde el día en que entre ella y Drapion habían revelado lo que se necesitaba para que yo volviera a ser humana- ¡Estabas luchando para ser la esposa del profesor! –me lanzó el atuendo, el cual no era un kimono, sino un vestido… un vestido blanco, que jamás usaría. Al menos, eso es lo que me dije por tanto tiempo.

-No lo entiendes… Mawile… -me agacho, tomo el vestido en mis brazos, mientras miro a Mawile con una sonrisa en mis labios, y mis ojos, igualmente ahogados en lágrimas- Estoy luchando ahora, más fuerte que nunca, para usar este vestido algún día, y que seas la compañera que haga juego con él mientras me dirijo al altar –le comenté, acomodando el vestido en el perchero, admirando lo que yo deseaba al menos, que vistiera la Valerie del futuro, cuando llegara el ansiado día de su boda- Te juro, que voy a vestirlo… -declaré.

-Pero hoy es tu ultimo día como humana, y el profesor no te ha aceptado –no lo ha hecho, no lo hará. No hoy, es imposible-. ¿Qué va a pasar ahora? –ahora, Mawile, vamos a dormir. Me dirijo a mi maleta, tomo ropa más cómoda, me visto en ella, me dirijo a la cama, y extiendo las sabanas para ella- No quiero… -llora ella, comprendo perfectamente su miedo- ¡No quiero! ¿Y si me duermo, y ya no vuelvo a verte? –su miedo, es más que real.

-Mawile, tengo sueño, vamos –la subo, aunque ella no quiera, y la abrazo-. Nada va a pasarme, Darkrai no va a ganar, te lo juro. Voy a luchar por ser una humana –la tranquilizo, no le estoy mintiendo, pero admito, que estoy tan o más aterrada que ella.

-¿Lo prometes? –claro que lo prometo, Mawile- ¿Vas a seguir siendo una humana, cuando despierte mañana por la mañana? ¿De verdad? –comienzo a acariciarle la mandíbula auxiliar, relajándola, pero no respondo, me sentiría horrible, si aún con mi determinación actual, llegara a fallarle- Valerie… responde… -no aún, Mawile.

-Duerme… -le susurro mientras continúo acariciándola, Mawile es un Pokémon perezoso, por más que haga un esfuerzo, ella simplemente no resistirá más de unos minutos antes de quedarse dormida. Sé que por fin duerme, cuando aún con ojos repletos de lágrimas secas, su mandíbula auxiliar no ejerce más presión, y mantiene sus fauces medio abiertas. Es entonces, cuando con cuidado me levanto de la cama, busco la Piedra eterna que me dio Brighton, y salgo de la habitación con ella en mi bolsillo.

Tras salir de la habitación, oscuridad. El pasillo está enteramente oscuro y silencioso, no puedo ver ni siquiera mi sombra. Darkrai tiene todo este espacio para reclamarme, pero yo sé que no está aquí, yo sé exactamente donde está, y con pasos apresurados, comienzo a salir del hotel.

Desde lo que ocurrió con Drapion en el canal, he continuado sintiendo su presencia. Aún si Drapion no ha estado por ninguna parte, Darkrai siempre estuvo observándome, amenazándome con su presencia. Me vigilaba incluso en el momento en que hice la confesión al profesor. Él sabía que, sin importar la respuesta del profesor, nada cambiaba, por eso no interfirió. Pero ahora, sé que me está esperando, y no es para nada difícil encontrarlo, mientras se posa orgulloso, justo afuera del hotel, con Drapion como su contenedor.

-Así que, haz decidido presentarte después de todo… humana que te crees un Pokémon –Drapion se posó frente a mí, orgulloso, inmenso… pero él ya no era Drapion, su voz era la de Darkrai. Podía verlo inclusive, oculto dentro de la sombra de Drapion como un cobarde manipulador. Con la oscuridad presente alrededor de todo Pueblo Mosaico, su dominio en mi amigo era total. Esta vez, Drapion no podría ayudarme- Ha llegado la hora, humana. Se acabaron tus idas y venidas entre el mundo humano y el Pokémon. De ahora en adelante perteneces a mí y únicamente a mí –amenazó Darkrai con la pinza de Drapion, hiriéndome con cada movimiento. La mirada triste de mi amigo ya no existía, había quedado reemplazada por una mirada repleta de malicia típica del rey de los Pokémon Siniestros quien, con la luna como la única testigo de nuestra reunión nocturna, pretendía reclamarme en sus dominios. Solo que esta vez no pretendía darle el gusto, no iba a quedarme de brazos cruzados mientras un Pokémon sin corazón me arruinaba la vida. Esta vez iba a pelear por mi futuro como una humana.

-Suelta a mi amigo, Darkrai, tu problema es conmigo –ante mi demanda, solo obtuve la macabra risa de Darkrai como respuesta. En verdad el maldito disfrutaba el controlar la mente de uno de mis más grandes amigos, para torturarme por, según él, abusar del regalo de Lunala- Ya veo, la negociación nunca fue una opción. Entonces no me queda más remedio que enfrentarte –con lágrimas en mis ojos, extraje la Piedra Eterna del bolsillo de mi pantalón, y la arrojé a un lado. No había forma de que enfrentara a Drapion… a Darkrai, como una humana, o como una Eevee. Si quería sobrevivir, debía tomar incluso la alternativa más extrema de todas.

-Oh… ¿sabes acaso lo que podría pasar si combatiéramos en estos momentos bajo estas circunstancias? –lo sabía, realmente lo sabía. Luchar en estas condiciones, transformarme en estas condiciones, solo podía significar convertirme en una Umbreon. Pero confiaba, realmente confiaba, en que mis sentimientos no estaban equivocados, no después de todo lo que había vivido con el profesor, con Agustín. Mis sentimientos debían ser reales-. Me parece bien, humana. ¿Qué mejor forma de reclamarte que como una Umbreon en mi reino sombrío? ¡Ahora ven a mí, humana! ¡Reclama tu lugar como uno más de mis peones! ¡Veneno Cruzado! –Drapion se abalanzó en mi dirección, era ahora o nunca, tenía que confiar en que mis sentimientos eran realmente fuertes. Comencé a rodearme con la luz de la transformación en un Pokémon, aunque parecía que mi decisión había llegado demasiado tarde cuando la pinza de Drapion bajó para ejecutarme. Realmente deseaba, creer una última vez en la mágica- ¿Qué es esto? –para mi sorpresa, aun cuando la transformación no había finalizado, el brazo de Drapion quedó inmovilizado por una especie de listón saliendo del dorso de mi mano- ¡Esta energía! ¡No! ¡El vínculo no puede haberse concretado! -¿el vínculo?

-¿Sylveon? ¿Soy una Sylveon? –mi creencia en la magia había sido recompensada. De pronto, me sentía capaz de vencer incluso a Darkrai- ¡No vas a reclamarme, Darkrai! ¡Soy una Sylveon ahora! –proseguí con la transformación, mi cuerpo se encogió, y por fin, después de tantas dudas, después de tantos miedos, acepté mis verdaderos sentimientos, revelándome ante Drapion, ante Darkrai, como una Sylveon esta vez- ¡Pertenezco a donde yo desee pertenecer! ¡Voz Cautivadora! –ataqué, como si mi vida dependiera de ello. Mi garganta ardía, usar ataques Pokémon de este tipo era nuevo para mí, pero debía hacerlo, debía alejarlo de mí, repelerlo a como diera lugar.

-¡Olvidas, humana, que hay una razón por la cual Drapion no siendo el Pokémon Siniestro más fuerte de mi ejército, es mi campeón! –el rugido de Darkrai emanando del cuerpo de Drapion me sobresaltó, pero no tanto como las energías oscuras que se reunían alrededor de su cuerpo, mismas que lanzó en mi dirección-. ¡Cuchillada Nocturna! -¿Una técnica Siniestra contra un tipo Hada? Los Pokémon realmente no son tan listos. Salto para evadir el ataque, aún si no es muy eficaz, no deseo darle ventaja alguna- ¡Te tengo! ¡Veneno Cruzado! –Drapion salta y se encuentra conmigo en el aire, mientras el veneno de su ataque le rodea los brazos. ¿Era una finta para atraparme desprevenida? La ilusa he sido yo. No debí haber subestimado a uno de los Pokémon legendarios más poderosos y peligrosos que existen.

-¡Pulso de Agua! –escucho, y antes de que el ataque de Drapion pueda concretarse, este es envestido por una esfera de agua, y mis ojos se humedecen por la sorpresa, mientras Quagsire se posa frente a mí- ¿Te encuentras bien, Valerie? –lo sabía, ¡sabía que mis ojos no me habían engañado! ¡Quagsire fue quien derribó a Drapion mientras Agustín y yo viajábamos sobre aquella góndola!

-¡Quagsire! –grité con lágrimas en mis ojos. Él vino, realmente vino. Quagsire viajó desde Ciudad Luminaria siguiendo a Drapion- No puedo creer que estés aquí. Escucha Quagsire, Darkrai ha… -intento explicarle, pero por la mirada aguerrida de Quagsire, simplemente lo sé. Quagsire siempre lo supo, Quagsire sabía que Drapion no podría ignorar la influencia de Darkrai.

-Yo me encargaré de nuestro amigo, Valerie. ¡Cascada! –rodeándose de agua, Quagsire se lanzó en contra de Drapion, envistiéndolo, y elevándolo contra una corriente, que estrelló a Drapion contra las paredes de la Posada de Pueblo Mosaico, lo que en consecuencia despertó a algunos de los campistas, quienes se asomaron por la ventana, entre ellos Brighton, quien me miró aterrado desde el segundo piso, y rápidamente corrió, seguramente a ayudarme- ¡Devuélveme a mi amigo, Darkrai! ¡Terremoto! –con un tremendo impacto a suelo de su cola, la tierra tembló, derribándome, al igual que a Drapion, y a algunos de los campistas. Más luces se encendieron. Si esto continuaba como hasta ahora, alguien saldría herido.

-¡No te metas! –se defendió Drapion- ¡Cuchillada Nocturna! –el poderoso ataque, respaldado por las energías oscuras de Darkrai, da de lleno en el cuerpo de Quagsire, pero Quagsire resiste el impacto, aunque con dolor evidente mientras sostiene la pinza de Drapion- ¡Suéltame! –exclama Drapion, pero Quagsire levanta a Drapion con facilidad, y de un salto y giro en el aire, realiza una maniobra de tipo Lucha.

-¡Contraataque! –impacta a Drapion al suelo con fuerza. Quagsire realmente es increíble, pero al ver a Drapion levantarse con aquella sonrisa malévola aún en su rostro, es más que obvio que Drapion está a un nivel muy superior al de Quagsire, quien ya se ve agotado.

-¡Detente! –mi corazón se paraliza entonces, mientras escucho la voz del profesor. Me viro para encontrar al profesor sosteniendo a Brighton de los hombros, mi amigo tiene una Pokébola en su mano, seguro ha venido a ayudarme, pero solo terminará metiéndose en el medio de la batalla.

-¡No lo entiende, profesor! ¡Valerie! -¡No! ¡El profesor no puede saber esto! Lanzo mi ataque de Voz Cautivadora a manera de advertencia, y Brighton me mira por unos instantes, sabe que no deseo que continúe. No importa cuánto quieras ayudarme, Brighton, ya he tomado una decisión.

-¡Valerie! –escucho nuevamente, y mi determinación flaquea. Esta vez es Mawile quien grita, me mira desde la ventana de nuestra habitación. Puedo ver el dolor en su rostro, el dolor de sentirse traicionada por haberla dejado atrás. Lo siento mucho, Mawile, pero esto es entre Darkrai y yo. Lunala, si estás viendo esto, espero que entiendas mi resolución.

-¡Darkrai! –exclamo con autoridad- ¡Solo tú y yo! ¡No permitiré que me arrebates mi vida! ¡Fuerza Lunar! –con la fuerza de la luna presente, no puedo fracasar. El ataque deja mi cuerpo, golpea fuertemente a Drapion, a Darkrai. Puedo ver la sombra de Darkrai desprendiéndose poco a poco del cuerpo de mi amigo, y en ese momento, Quagsire aprovecha la situación para, con otro ataque de Cascada, separar a Drapion de la sombra de Darkrai, quien queda a merced mío esta vez- ¡No más tipo veneno para ayudarte, Darkrai! ¡Fuerza Lunar! –ataco nuevamente, y Darkrai grita de dolor. Darkrai será un Pokémon legendario, pero va a sentirme. Lucharé, por esta vida que deseo conservar. Es hora de despertar de la pesadilla.