-Crack- el sonido de las ramas quebrándose bajo el peso del enemigo lo alertó- Crack- bajo el oscuro cielo nocturno recordó la razón por la que había llegado hasta ahí. No podía morir. No de esa manera. No sin verla al menos una vez más.

Se arrastró a través del espeso follaje y el frío lodo, su uniforme lo ayudaba a camuflarse, pero si tuviera que defenderse su herida lo pondría en desventaja para una lucha justa. -Crack- buscó su arma, apenas una munición.

-Demonios, estoy tan cerca!.

Era cierto, se encontraba a unos kilómetros de un pueblo pro-japoneses, si tan solo pudiera llegar hasta ahí conseguiría alimento y atención médica y entonces podría volver con su familia.

A pesar de haber sido traicionados, emboscados y abandonados a su suerte, él y 5 de sus hombres habían logrado sobrevivir durante semanas. Pero ahora estaba solo y sin más que una bala a mitad de la nada. Miró el oscuro cielo, ni una estrella, probablemente pronto llovería.

=Flashback=

Su tropa se internó y dispersó en el espeso bosque chino después de haber sido emboscados por una aparente bien informada guerrilla china. Durante días vagaron a merced de las inclemencias de aquel jodido lugar en busca de alimento y agua, hasta que finalmente dieron con una aldea de mujeres, quienes los recibieron gustosas, ofreciéndoles descanso y comida e incluso compañía a sus hombres.

A pesar de lo fatigado de su cuerpo prefirió no comer nada y solo descansar antes de seguir hasta la zona de extracción, tanta hospitalidad china le causaba sospecha. Se recostó cerrando los ojos por un momento. Al despertar no vio a ninguno de sus subordinados, pero escuchó música sonar y las voces de los suyos fuera.

-General Saotome, encontramos el paraíso!-festejó el sargento Daizuke, mordiendo un gordo muslo de pollo, al verlo entrar.-Siéntate, no vas a comer?.

La atenta mirada de la tribu de mujeres se mantuvo fija en el recién llegado a la mesa.

-No les dije que no comieran nada!-protestó al ver como sus hombres deliberadamente lo habían desobedecido.

-Pero general, solo hay mujeres en esta aldea, quizás sean amazonas-se defendió Daizuke aun con el muslo en la boca.

-Son unos estúpidos, acaso entiendes lo que dicen? Qué no les dije que tomaran turnos para vigilar que nadie entrara o saliera de aquí!-sus manos aporrearon con fuerza la mesa, derramando de algunos vasos el blanco líquido contenido- Me duermo por una jodida hora y se les olvida dónde estamos?.

-Pero...

-Nos vamos. Recojan todo, ya perdimos suficiente tiempo aquí.

Puede que él hubiera sido degradado pero para sus hombres aún era el general Saotome.

Los cinco se miraron y obedecieron sus órdenes. Tomaron sus pesadas mochilas y caminaron tras él hasta salir de la aldea para internarse nuevamente en el bosque. Pronto la visión se les nublo y las piernas empezaron a fallarles. Algunos vomitaron, otros simplemente se desmayaron.

-Maldición, imbéciles, les dije que no comieran nada- Ranma arrastró uno por uno a todos hasta la orilla del río.

Luego lavó sus caras con el agua fría y los obligó a vomitar. Estaban envenenados, era un hecho.

La riviera del río no era el mejor lugar, los dejaba desprotegidos ante cualquier ataque, aun así sus hombres necesitaban, al igual que él al menos descansar un poco. Se recostó agotado a una de las piedras más grandes del lugar y los ojos se le cerraron por un momento. Solo fue un momento.

-General...-la voz de Daizuke sonó tan débil como la de un moribundo. Ranma abrió los ojos al escucharlo, el anochecer ya casi se cernía sobre ellos.

Un disparó rompió el melódico ritmo del río, las aves en los árboles huyeron despavoridas. Sintió como si lo quemaran con un cigarro, un calor intenso y puntual, tocó su costado izquierdo, sangre. Luego otro disparo, Daizuke cubriéndolo con su cuerpo. Más disparos. Respondió al fuego como pudo y miró a sus hombres, todos muertos.

-Joder, tengo que salir de aquí!- Se internó rápidamente en el bosque, conteniendo la sangre con sus manos, mientras a lo lejos podía escuchar las voces de los chinos. Se maldijo por no aprender ese idioma.

La noche cubrió sus pasos y cada vez le era más difícil mantenerse en pie. Llegó a un área llena de barro y árboles, las lluvias debían haber provocado aquel pandemónium. Ya no escuchaba nada, solo su propia respiración. Se recostó a un grueso tronco y vendó su herida con jirones de su uniforme. Cerró los ojos por un momento.

=Fin del flashback=

- Crack- las descuidadas pisadas se escuchaban cada vez más cerca.

Alzó el arma apuntando hacia donde suponía estaría su enemigo. La silueta de una voluptuosa mujer se dejó ver bajo la pobre luz de la luna, asomada tras las negras nubes.

-No disparar, Xan Pu querer ayudar- su voz era como un ronroneo de gato, hablaba mal su idioma, pero al menos se hacía entender.

-Ayudar?-dijo sin dejar de apuntarla-como ayudaron a mis hombres esa tarde?

-Xan Pu ayudar, si soldado llevar Japón, Xan Pu ayudar-respondió avanzando hasta él.

-Llevar?, quieres irte de China?.

-Xan Pu ir Japón- se acomodó a su lado y descubrió su herida para empezar a curarlo.

-Qué diablos!? Cómo es que tienes eso en mitad del bosque- se quejó mientras le cosía su herida.

-Mujer china es siempre preparada por todo- respondió sonriente la amazona- Descansar, Xan Pu cuidar.

-No, no podemos quedarnos. Ayúdame a levantarme, estamos cerca de un pueblo aliado y de la zona de extracción.

-Soldado llevar Xan Pu?.

-Qué? Ah sí, sí te llevaré conmigo, pero te advierto que estarás sola en Japón. Yo. estoy. casado. Casado, comprendes?-respondió Ranma marcando cada palabra.

-Casado? Xan Pu no importar. Querer Japón solo.

-Bien entonces ayúdame.

=Flashback=

Japón 1940

-Parece que ya están aquí. Iré a abrirles la puerta- Ranma miró a través de la ventana el jeep de su amigo Tofu llegar junto a su nueva familia.

-Ya llegaron!-Emocionada fue Akane quien tomó la delantera corriendo hasta la entrada.- Papá, Kazumi, Nabiki!, qué alegría me da verlos!. Doctor Tofu gracias por traerlos!.

-No es nada, linda Akane, tu familia es muy divertida. Hablamos todo el camino.

-Debió ser muy buena conversación Tofu, qué te tomó tanto tiempo?-interrumpió Ranma, parándose junto a su esposa.

-Pasen, hace frío-invitó Akane tomando el brazo de su padre. Kazumi y Nabiki los siguieron.

-Tuvimos algunos inconvenientes- respondió el doctor al entrar con el equipaje al jardín principal.

-Ya veo- murmuró Ranma.

-Por cierto general, que tal tu luna de miel?.

-Tofu.

-Lo siento, amigo, no puedo evitarlo. Pero ya en serio, ya hablaste con tu padre?.

-Aún no, los esperábamos para cenar y luego irnos.

- Si quieres puedo acompañar a las señoritas Tendo mientras presentas a tu esposa con tu padre.

-Te lo agradecería mucho.

-Cómo crees que lo tome?.

-Obviamente no la aceptará.

-Aunque tal vez sea mejor si...

-Ni lo menciones, no la cambiaría por nada, incluso si tengo que renunciar a mi propio nombre, mientras pueda tenerla a mi lado, no me importa nada.

-No diré más entonces.

-Yerno-el patriarca se acercaba tímidamente.

-Sí padre Tendo? Necesitas algo?.

- En realidad quería agradecerte, a ambos, por lo que han hecho por mi familia. Y por recibirnos en tu casa. No existe oro en el mundo para pagarles.

-No digas eso padre Tendo. Estoy feliz de tenerlos aquí. Te prometo que haré feliz a Akane y protegeré a tu familia con mi vida.

-Lo sé yerno, lo sé. Akane sirvió la mesa, los estamos esperando-concluyó el hombre.

Después de la cena en la que se contaron los detalles de los últimos eventos, la pareja se despidió rumbo a la oficina del mariscal Saotome, mientras el doctor Tofu se quedaba para ayudar a instalarse a la familia Tendo en su nuevo hogar. Kazumi casi no habló, pero nadie pareció darle importancia a su silencio.

La casa Saotome era de estilo tradicional, con un estanque en el jardín lleno de carpas rojas y un viejo dojo en el patio trasero. Los pisos de madera necesitaban limpiarse con urgencia, por lo que Kazumi rápidamente se dio a la tarea. En la planta alta Nabiki asignaba las habitaciones, mientras Tofu equilibraba con el equipaje de los Tendo. Después de todo Nabiki había tomado todas "sus cosas" antes de salir de aquel lugar, aumentando el volumen de sus pertenencias.

Durante años aquella casa fue el hogar de una familia ahora inexistente. Los abuelos, padres y la hermana de Ranma, Ranko, dieron vida y calor a esas paredes, pero después de la muerte de la señora Saotome, el hogar fue abandonado por todos sus miembros. A excepción de Ranma que siempre volvía.

-Kazumi y yo compartiremos la habitación al final del pasillo, papá y el doctor pueden usar la primera. Dejemos a los recién casados la habitación principal, que les parece?- Nabiki tenía la costumbre de dirigir todo y a todos.

-No crees que debemos esperar a que regresen, hija.

-Claro que no, papá. Mi cuñado dijo que nos sintamos cómodos.- Ante la renuencia de su padre, molesta concluyó- Hagan lo que quieran, yo iré a darme un baño-términó Nabiki antes de entrar a la última habitación.

Mientras tanto a varias calles del hogar Saotome, Ranma y Akane se dirigían a la oficina del mariscal. La joven esposa acomodó su cabello y su vestido antes de entrar al edificio.

-Mi padre está en su oficina aún?-preguntó Ranma sosteniendo la mano de su esposa en la recepción.

-Sí mi general, el mariscal se encuentra reunido ahora mismo con el ministro de guerra Takahoshi Konji. Si desea verlo puedo anunciarlo-el cabo Konatzu habló sin mirarlos mientras acomodaba documentos en el archivo, con una voz suave muy distinta a su imponente físico.

-No es necesario, nos están esperando- respondió Ranma empujando ya la puerta de la oficina-No sueltes mi mano-le susurró al oído a su esposa.

-Nos?-repitió Konatzu alzando la mirada. Se quedó congelado al ver como el general Saotome entraba tomado de la mano de una chiquilla de cabello corto-Por Kami Sama!-murmuró.

-General Saotome, reportándose!- su voz resonó en la oficina. El mariscal alzó la mirada desde su escritorio, mientras el ministro Konji permaneció inmóvil en su silla.- Estoy aquí para recibir mis órdenes, Mariscal. Y también para presentar a mi esposa.

El ministro sonrió ante tal innecesario despliegue de idiotez. No importa lo bueno que fuera ese tonto de Saotome en la guerra, lo haría pagar por la humillación que le había hecho a su hija y a su apellido.

-Cállate ya, Ranma!-gritó furioso su padre.

-Creo que he sido demasiado paciente con su hijo, mariscal-El pesado hombre se levantó de donde estaba y caminó hacia la salida- Pudiste llegar lejos, muchacho tonto, por esta chiquilla cambiaste a mi hija?. Bien, espero que lo hayas disfrutado y estés listo para lo que te espera.-Continuó hasta la puerta y salió calmadamente.

-Señor ministro!-exclamó Genma Saotome intentando detenerlo sin éxito- Tienes idea de la estupidez que acabas de hacer!-gritó en la cara de su hijo, que seguía mirando al frente.- Todos estos años de esfuerzo, el sacrificio de tu madre, muchacho estúpido! Todo tirado a la basura por una simple campesina, qué estás loco? Cómo pudiste hacer algo tan...eres un imbécil!.

-El sacrificio de mi madre?, tú fuiste el unico que la sacrificó, tú la abandonaste por tu beneficio, no él mío. Si quieres casar a un hijo tuyo con Ukyo Konji ahí tienes a Ryoga. Te lo dije hace 16 años y te lo repito ahora yo decidiré con quien me caso. Querías conocer a mi mujer, no es así?, preséntate Akane-dijo abrazándola.

La chica que había permanecido en silencio tratando de entender lo que pasaba tardó en responder.

-Mi nombre es Akane Tendo. Recientemente me casé con tu hijo, así que ahora soy Akane Saotome-se explicó con torpeza- Tengo 17 años y...

-Silencio!, no me interesa nada de ti, insolente. Has arruinado una vida de esfuerzos, no te atrevas a usar mi apellido.

-No le hables así a mi mujer!

-Le hablo como me de la gana, imbécil berrinchudo!. Quieres que casé a Ryoga con Ukyo, tienes siquiera idea de lo que ese estúpido resentido haría con tanto poder?. Ryoga no es mi hijo, tú sí. Anularemos este matrimonio mañana mismo-concluyó sentándose nuevamente tras su escritorio.

-Ranma...-fue apenas un susurró, sin embargo él apretó con fuerza su mano.

-Vamos pequeña, tenemos que volver a casa-dijo en tono calmado.

La noticia del matrimonio del general Saotome se esparció como pólvora a partir del chismoso Konatzu, y obviamente el rompimiento del eterno compromiso entre Ranma y Ukyo también.

-Padre!-chilló Ukyo hundiéndose en el mullido sofá-Que humillación!, siento que todos murmuran a mis espaldas-siguió quejándose la mujer de cabello castaño.

-No te preocupes hija, papá se hará cargo de todo.