-Suéltame, imbécil, no sabes como te odio. Suéltame ahora mismo!-La linda mujer de cabellos castaños se revolvía en la cama, luchando por liberarse bajo el musculoso cuerpo de su marido, que seguía sujetando ambas manos arriba de su cabeza, inmovilizándola con una de las suyas.
-Por favor Ukyo-Se detuvo para respirar el perfume que lo atormentaba desde hace 5 años-, no es como si fuera tu primera vez, yo sé que también quieres-el aliento alcoholizado del ojiverde chocó contra los labios de su compañera, que intentaba con todas sus fuerzas liberarse de su agarre.- No puedes seguir huyendo de tus responsabilidades, eres mi esposa, cúmpleme como mujer!.
-Me das asco...-Ukyo habló con firmeza, aunque dejando de removerse por completo, como si finalmente hubiera aceptado su destino.
Ryoga continuó sujetando sus manos, pero detuvo las caricias que le ofrecía al frágil cuerpo bajo el suyo. Miró su belleza semi desnuda siendo ultrajada por sus manos y sus labios, dominado por sus deseos. Por un momento él también se dió asco.
-Asco?...ja, jaajaj, ajaja.-Su molesta risa resonó por la habitación- Bien, así que te doy asco, amorcito-respondió Ryoga soltando las manos que aprisionaba e incorporándose de la cama, resignado.- Pero recuerda que eres mía PARA SIEMPRE.-añadió remarcando las palabras antes de levantarse del todo del lecho nupcial.
-Y tú recuerda que te odiaré por siempre, Ryoga.
Aunque resueltas, sus palabras tenían el inconfundible tono del llanto que tanto odiaba escuchar el recién nombrado Ministro de Guerra, Ryoga Hibiki.
Asco, la frasecita seguía repitiéndose en su mente. Después de todo lo que había hecho por ella, asco?. Tal vez se lo merecía por no dejarle claro quien mandaba entre ellos dos.
-Ya no eres tan joven, linda Ukyo. Si yo, tu esposo, no te tomo seguirás secandote hasta morir. Pero ya que te doy asco...-añadío limpiando la sangre de su labio inferior, herida causada al intentar besarla- Seguiré divirtiéndome con mi secretaria o con cualquier otra, mientras tú te quedas aquí llorando por un pasado que no volverá.-Sus palabras iban cargadas de hastío, rencor, celos y, muy a su pesar, de amor.
Sí, aunque de forma extraña, él la amaba desde joven, siempre la amó.
Cambiaría todo lo que había conseguido con tal de regresar el tiempo hasta aquella época cuando Ukyo le sonreía con dulzura. Si solo Ranma no hubiera aparecido a enredarlo todo.
Ahora que su suegro había muerto y él había sido nombrado en el cargo de ministro se encargaría de eliminar de una vez por todas a ese molesto insecto de Ranma Saotome. Tal vez así, su tonta mujer se olvidaría del pasado y empezaría a quererlo, como siempre debió ser...
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-Ranma qué vamos a hacer, tu padre parecía muy molesto. Definitivamente no aceptará nuestro matrimonio- Akane caminaba lentamente junto a su esposo de regreso al dojo Saotome.
-A quién le importa ese viejo y lo que opine- Ranma le sonrió a su mujer y ella le devolvió el gesto dulcemente.
-Nagoya es tan distinta de Nerima-suspiró la adolescente- Vivías aquí de niño, Ranma?.
-Uh?, sí, mi familia y yo vivimos donde nos estamos quedando ahora. Mi hermana Ranko y yo jugábamos por estas calles-respondió recordando los años de su niñez.
-Hermana?, tienes una hermana?, por qué no me lo dijiste?!, qué edad tiene?, donde vive?, crees que nos llevemos bien?.-los ojos de la chica se llenaron de ilusión al saber que había más familia de su esposo por conocer.
Ranma sonrió al mirar a su mujer ir y venir llena de dudas y con la mirada llena de expectativa. Tal vez aún era demasiado joven, quizás debió esforzarse por ayudarla de otra manera...
Bajó la mirada avergonzado, sintiéndose el peor de los hombres. Tal vez él no era más que un aprovechado.
- Ranma, crees que podamos ser amigas?-la chica sacudió su brazo mientras hacía un puchero. No pudo evitar sonreír ampliamente, le causó gracia notar lo infantil que era.
-Ranko, mi gemela, huyó a América para no casarse forzosamente. Solo el viejo sigue en la ciudad. Yo vengo una vez al año por unos días.
El rostro de Akane volvió a serenarse, después de todo no había nadie más que su suegro. Siguió caminando junto a la barandilla del puente sin notar que su esposo se había rezagado.
El general vio a su mujer caminando despacio frente a él, contemplando las tranquilas aguas del río Kiso.
Recordó la primera vez que la vió, como un ángel, la más hermosa que jamás había visto. Ella, apenas una chiquilla, hacía saltar su corazón desde la tierra al cielo con una sola sonrisa, con una mirada.
-Akane- El cálido aliento de su esposo se acercó a su mejilla, mientras los fuertes brazos sujetaban su cintura y sus manos descansaban cruzadas sobre su vientre plano.- Quieres conocer mi lugar favorito en casa- añadió ladeando su rostro junto a el de ella.
Aunque la frase era de por sí inocente, Akane no pudo evitar sentir escalofríos recorriendo su cuerpo.
- Cuál es?- quiso saber la ojiavellana disimulando el nerviosismo y las ganas de estar con él como la noche anterior.
-Te mostraré al llegar-susurró en su oído e inmediatamente la liberó del agarre.
La chica echó de menos el contacto de sus manos, pero continuó caminando junto a él, debatiéndose entre si debía besarlo o no. Cerró los ojos recordando el suave tacto de sus labios y sus manos la noche anterior y la imagen de su familia esperándolos llegó a su cabeza de golpe.
Kazumi.
La culpa por traicionar a su hermana mayor aún no se le olvidaba, y honestamente, la idea de estar con él, separada de su familia solo por la delgadas paredes no le parecía muy atractiva. Caminaron en silencio por un rato más.
-Llegamos, señora Saotome- anunció Ranma sin notar lo distraída que estaba- Akane, estás cansada?.
-No, solo estaba pensando...- respondió levemente sonrojada.
-En mí?-terminó él sonriéndole picaramente y depositando un breve beso en sus labios- Parece que están dormidos, entremos sin hacer ruido-Ranma miró el reloj en su muñeca, eran casi las dos de la madrugada.
Atravesaron juntos el jardín, la casa permanecía a oscuras y en total silencio. El canto de las cigarras era lo único que se podía escuchar en la tranquila noche.
-Cúal es tu lugar favorito, Ranma?- la suave voz de su mujer lo hizo detenerse antes de abrir la puerta -Seguro es el dojo del patio, verdad?.
Ranma encendió la luz tintineante del espacio de entrenamiento. Se acercó al cuello de su esposa para besarla. Estaban solos y cerca, muy cerca. Sus cuerpos se movieron solos buscándose, atraídos como el metal al imán. Se besaron con pasión y con urgencia, con necesidad.
-Tenía tantas ganas de besarte-confesó la chica con las mejillas encendidas en un rojo carmesí.
-Pues, cuando quieras solo hazlo-Ranma la apoyó a la pared volviéndola a besar, esta vez suavemente.
Las ropas se hicieron molestas y fueron alejadas rápidamente de sus cuerpos. La imagen de su cuerpo desnudo junto a el suyo, sus curvas, sus bien formadas piernas abrazando su cintura y sus pechos, sus exquisitos pechos...
-Yúchǔn de rìběn rén! (Estúpido japonés!), despertar- la voz de la china lo sacó de sus sueños.
Ranma abrió los ojos pesadamente y con rabia miró a la molesta amazona que había interrumpido sus recuerdos y sueños con su mujer.
-Xan Pu...por qué diablos me despiertas!-gritó molesto el ojiazul- Tienes idea de lo que acabas de interrumpir!.
-Xan Pu poder imaginar- respondió burlonamente mirando la entrepierna del soldado, que rápidamente intentó cubrir aquel bulto con las sábanas, sin mucho éxito.
-Akane, Akane, te amo!- se burló la amazona saliendo del dormitorio del barco. -Capitán decir llegar a Japón en una hora-su odiosa voz se dejó oír tras la puerta junto a su risa burlona.
-Demonios!, entiendo por qué se fue el novio. Que odiosa es...-Ranma miró con molestia su entrepierna y se dejó caer de nuevo en la litera- Una hora más - suspiró pesadamente- Iré a bañarme.
=Flashback=
Japón 1940
-Abran!- La voz y los fuertes golpes en la entrada principal demandaban con urgencia ser atendidos.
Kazumi se levantó presurosa, recorrió el jardín frotando sus ojos y abrió la puerta sin preguntar quién era o qué quería
- Venimos a buscar a Ranma Saotome-dijo el soldado abriéndose paso, seguido de otros soldados que no dudaron en dar indiscretas miradas a Kazumi que permanecía en camisón junto a la puerta.
-Qué está pasando, cómo se atreven a entrar así a la casa de un general?- El doctor Tofu caminó despacio hasta llegar a la chica, colocándose frente a ella.
-Venimos a buscar a Ranma Saotome. Ha sido acusado de falsificación de documentos, engaño al sistema militar y corrupción de funcionarios del ejército imperial japonés. Será llevado ante una corte marcial y despojado de sus privilegios.
Kazumi se aferró al brazo del doctor al comprender lo que eso significaba. Todo lo que había hecho Akane no serviría de nada. Tendrían que regresar a ese lugar y afrontar un horrible destino. Incluso peor, las tres terminarían allí, su padre tal vez sería apresado y Ranma...qué pasaría con él?, hasta el amable doctor Tofu podía estar en riesgo!.
Ranma apareció serenamente rodeando el jardín, Kazumi lo siguió con la mirada, sin soltar el brazo del doctor Tofu.
-Si ya lo decidieron-dijo sentándose en una roca del estanque- No veo para qué tanto alboroto. Tofu, lleva a mi cuñada adentro, hablaré con ellos. Cuida que Akane no salga.
Tofu siguió el pedido de su amigo y llevó a Kazumi al interior donde Soun y Nabiki esperaban impacientes por información.
No fue una conversación especialmente larga, algunos ademanes, momentos de silencio y más discusión y pronto los soldados se retiraron azotando la puerta al salir.
Ranma entró a la casa para explicar la nueva situación, en medio del llanto incesante de su suegro y los rostros de incertidumbre de sus cuñadas. Tofu parecía perdido en sus propios pensamientos.
-No tienen de qué preocuparse. Solo seré sancionado por lo que hice. Estaremos bien, de verdad- explicó intentando sonar calmado.
-Pero ellos dijeron que...-interrumpió Kazumi
-Sí, lo sé cuñada. Tal vez pierda un grado o dos, o más, pero estaremos bien. Solo mantengamos que es un matrimonio real a cualquiera que pregunte, entienden?. Tofu les explicó todo anoche, no es así?.
-Sí, lo hizo, cuñadito-intervino Nabiki recostada a la puerta, dando un sorbo a su limonada-No te preocupes. Pero tengo una pregunta más para ti, donde está Akane ?, por que en su habitación no está y no los oí llegar anoche- dijo terminando su bebida.
Ranma tragó en seco. Tal como se lo imagino Kazumi no sería el problema, sino Nabiki. No es como si pudiera responder que habían estado haciendo en el dojo. Aclaró la garganta y respondió.
-Regresamos en la madrugada, no quisimos despertarlos así que fuimos a hablar al dojo. Estuvimos hablando y... nos quedamos dormidos.
-Hablando?...iré a buscarla, entonces-Ranma notó la sonrisa de Nabiki y recordó el cuerpo desnudo de su mujer al salir del dojo.
-No vayas!.
-Por qué no?.
Ranma no supo qué excusa dar. No es como si pudiera admitir frente al padre de Akane que había roto su promesa de no tocarla, por segunda vez. Afortunadamente para él Akane ya estaba entrando a la casa, aunque con el cabello ligeramente revuelto.
-Estaban hablando o peleando, cuñadito-Susurró la mediana de las Tendo al pasar junto a él.
Cada mañana durante los siguientes días su padre envió por él, exigiendo verlo de inmediato para anular el matrimonio, pero Ranma no acudió.
Una mañana la invitación a la boda de Ukyo y Ryoga llegó al dojo Saotome. Ranma miró la tarjeta y sonrió. Se merecían el uno al otro, solo sentía pena por Ukyo que había quedado atrapada entre la ambición política de su padre y la de Ryoga.
Aunque con el tiempo se había vuelto una mujer molesta, él aún recordaba a la chica que conocío y fue su amiga.
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-Padre, te lo suplico-rogó Ukyo antes de entrar al salón lleno de invitados - Me casaré con quién tú quieras, pero no con Ryoga. No me importa si es un viejo, pero no me obligues a casarme con él-después de una semana de llanto interminable y súplicas ya ni siquiera le quedaban lágrimas que derramar. Esperó anhelante aunque sabía de sobra la respuesta.
-Mi florecita, tan frágil...-respondió su padre gentilmente acariciando su mejilla-Será mejor que te hagas a la idea, acostúmbrate a él y empieza a quererlo con locura, no quiero oír una sola queja sobre tí, que te quede claro!-susurró su padre sujetándola del cabello- Y sonríe, que ya tenemos que entrar.
Salieron juntos y Ukyo se colocó al lado de Ryoga en silencio. El ojiverde sonrió complacido al mirarla vistiendo un hermoso kimono blanco con detalles rojos y el wataboshi blanco cubriendo su cabeza, pero de súbito borró la sonrisa al recordar cómo consiguió aquella vista.
El Shinzenshiki (boda) dio inicio y los novios cumplieron con el ritual de purificación, leyeron sus votos e hicieron ofrendas a los Kami. La incómoda novia soportó estoica durante el banquete ofrecido, sin mirar en ningún momento al hombre junto a ella.
-Sonríe, amorcito, con esa cara parece que estás en un velorio-Ryoga acomodó su brazo sobre los hombros de la bella chica de cabello castaño.
-No te atrevas a tocarme o tiraré la mesa sobre los invitados-masculló Ukyo, sin siquiera mirarlo.
El ojiverde retiró el brazo ante la amenaza de hacer semejante ridículo e inmediatamente se levantó y anunció sonriente:
-Los dejamos. Mi mujer y yo necesitamos pasar tiempo a solas. Por favor, disfruten la fiesta!.
Los invitados aplaudieron y después de despedirse educadamente de ellos, a regañadientes Ukyo siguió a su ahora esposo, que iba hablando con su suegro mientras bebía de una botella de Sake, fuera del salón.
-Hablaremos de eso luego, hijo, por ahora disfruta tu noche de bodas- El obeso ministro le sonrió a su yerno y acto seguido dio una mirada de reproche a su hija, que permanecía distante de ellos.
Para Ukyo aquel matrimonio era su sentencia de muerte. Su padre no haría nada por ayudarla y Ryoga, ese imbécil, jamás la dejaría en paz. No le había bastado con arruinar su matrimonio con Ranma años atrás, ahora incluso la obligaba a casarse con él. Ese cerdo!, como lo despreciaba, jamás, jamás volvería a ser su mujer. Primero muerta.
