-Xan Pu, ya deja de seguirme. Te traje a Japón, listo, nuestro trato terminó. Ve por tu lado y yo por el mío.
La barba en el rostro de Ranma le daba un aire diferente, mucho más maduro y sus azules ojos lucían especialmente brillantes aquella tarde, mientras caminaba por la carretera seguido de la voluptuosa amazona china.
-Xan Pu ir por mismo camino, no seguir.- Contestó unos pasos atrás la chica de cabellos violetas, maravillada por estar al fin en tierras japonesas. Por fin, por fin vería a su prometido de nuevo. Había tanto que quería hacer y decirle en cuanto lo viera...
-A sí?.-murmuró sin prestarle más atención- Cielos, si Akane la ve estará en problemas...debe estar muy molesta por estos meses, miró hacia atrás esperando no ver a la amazona, pero ella seguía caminando tras él.
-No seguir, estúpido japonés!-gritó la china irritada-Prometido vivir en Nagoya.
-Bien, ya entendí-Ranma suspiró pensando en lo poco que faltaba para llegar a casa y cómo haría para calmar a Akane, si luego de la cálida bienvenida de besos y abrazos le caía a gritos.
Su mujer era como una leona, pero era su carácter lo que más le gustaba. Físicamente era tan frágil que a veces temía lastimarla, pero su forma de ser era tan fuerte como la suya.
Cuando peleaban por alguna bobería ella siempre ganaba o se daba sus mañas para convencerlo, el caso es que él, que una vez fue un general de Japón, era siempre dominado por su pequeña fierecilla. Sonrió al recordarla en sus intentos de cocinar para él, con resultados nada agradables.
-Oye, Xan Pu?-volteó creyendo que aun lo seguía, pero ya la chica no estaba tras él.- Por supuesto nunca están cuando los necesitas.
La oscuridad empezaba a cubrir las calles de Nagoya, mientras en el cielo se agrupaban nubes negras avecinando una tormenta.
Resguardado por la penumbra nocturna Ranma se acercó a la entrada principal del dojo Saotome y notó que allí se encontraban dos soldados vigilando fuertemente armados.
-Demonios!. Tendré que entrar por el muro trasero-se dijo a sí mismo el ojiazul mientras chasqueaba los dedos y se desviaba a la calle trasera del dojo sin ser advertido por los soldados. De un brinco subió al muro dejándose caer con la gracia de un artista marcial.
Las pesadas gotas de lluvia empezaron a caer con fuerza, empapando a Ranma por completo mientras avanzaba por el patio del dojo hasta encontrar a tientas la puerta trasera de la casa.
- Claro, no estaría abierta.
Los sonidos de la puerta alertaron a Akane que se encontraba en la cocina sola, ya que Kazumi había regresado a Nerima junto al doctor Tofu, según ellos para ayudarlo en sus jornadas médicas aunque ella bien sabía eran otras las razones, y Soun y Nabiki administraban el negocio familiar a las afueras de Nagoya.
Tomó la katana de su difunta suegra con fuerza, dispuesta a atacar al osado que se atrevía a invadir su casa. La madera dejó de crujir bajo la fuerza del intruso por un momento, el corazón de Akane latía rápidamente, pero permaneció en su lugar empuñando el arma.
-Por Kamisama! esto es el colmo, ni siquiera puedo entrar a mi casa!-la lastimera voz de Ranma hizo abrir de asombro los ojos de la pelinegra, que sin dar crédito a lo que escuchaba se acercó más a la puerta.
Era sin duda la voz de Ranma, pero ¿cómo es que estaba ahí?. El ministro había dado la orden de matarlo por cualquier medio, cómo es que había logrado llegar a salvo a Japón?- Qué diablos importa, Akane. Si es él, más vale abrirle pronto- se regañó a si misma.
Se acercó hasta la ventana y se asomó entre la cortina de seda azul, tras la puerta se encontraba una silueta masculina, pero no podía distinguir quién era por la oscuridad de la noche.
-Ranma, eres tú?- se atrevió a preguntar con voz temblorosa, sin abrir la puerta o soltar la afilada katana. Si ese no era su esposo ya vería de lo que ella era capaz.
-Akane! sí, soy yo, abre rápido, me estoy congelando-exclamó él emocionado por escuchar a su mujer después de tanto tiempo.
-No-respondió categórica la chica.
-Cómo que no?, Akane, abre, estoy empapado!.
-Deja que te vea primero. No puedo solo abrir la puerta sin estar segura que eres tú. Asómate a la ventana y entonces abriré.
-Por dios, como si no reconocieras la voz de tu marido, que desconfiada eres Akane.
Sí, esa era su Akane, siempre tan desconfiada. Igual hizo lo que le pidió y no pudo evitar reír al ver a su fierecilla sosteniendo la Katana
- Abre, me resfriaré.
La puerta se abrió suavemente, Ranma entro sacudiéndose el agua de la ropa.
-Ranma!-gritó de inmediato Akane colgándose del masculino cuello, llenándolo de besos.
-Yo también estoy feliz de verte-bromeó levantando a su esposa para besarla cómodamente-...Y mi suegro y mis cuñadas?- preguntó dejando a su mujer sentada en la silla del comedor para empezar a quitarse la gastada y mojada camisa roja que Tatewaki le dio en china.-Qué raro que no se dejen escuchar o ver-añadió sonriendo.
La última vez que estuvo en casa a duras penas podía estar a solas con su esposa, pues su entrometida familia siempre estaba tas alguna puerta dispuestos a interrumpirlos.
-Ellos no están...-respondió con falsa inocencia Akane.
-Entonces estamos solos?- preguntó el ojiazul en tono seductor.
-Sí-respondió la mujer de corto cabello negro, cruzando las piernas- Pero antes de cualquier otra cosa, mi amor...
-Eh? lo que quieras-murmuró Ranma acercándose hipnotizado por la hermosa figura de su mujer.
-Se puede saber por qué razón, Ranma Saotome, no enviaste una sola carta en todo este tiempo!-gritó molesta la delgada mujer- Tienes idea de lo preocupada que estaba por ti!?. ay, eres un desconsiderado y un...
El intento de protesta fue acallado por los labios de Ranma, que tomó a su mujer en brazos y la llevó hasta la habitación dejándola recostada sobre la cama para seguir besándola.
El calor del cuerpo femenino chocando con la fría humedad de la piel masculina la hacía estremecer.
-Tienes idea de cuanto te he extrañado?-la voz ronca de Ranma acarició el oído de la pelinegra.
Afuera la lluvia seguía cayendo fuertemente y algún rayo iluminaba el cielo nocturno de vez en vez-Qué importa una carta, bien sabes que hasta muerto estaría pensando en ti.
Akane sonrió satisfecha por el comentario. Ese era su hombre y nadie se lo quitaría nunca, ni siquiera la despechada Ukyo con sus trampas y chantajes había podido. Tomó el rostro de su marido para verloa los ojos y parpadeo adorablemente-Tonto, cómo puedes desantenderme así, que tal si me enamoro de alguien-burlona le sacó la lengua.
-Ni hablar, nadie más puede tenerte. Eres solo mía. Hasta que me muera, al menos, y no planeo hacerlo por lo pronto.-Sus ojos azules tenían una mirada llena de convicción.
-Más te vale- rió divertida la mujer entre sus brazos.
Ranma observó los labios de su mujer y se inclinó para besarlos con avidez, acariciando la delicada piel bajo la blusa rosa.
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-Si está muerto quiero ver su cadáver!-gritó colérico el recientemente nombrado ministro de guerra Ryoga Hibiki, golpeando con su mano el escritorio frente a él.
-Los agentes nos informan que alcanzaron a los sobrevivientes a la orilla del río, quizás el cadáver del general Saotome fue arrastrado por la corriente, señor ministro- intervino el anciano asesor ojeando el documento recibido.
Ryoga apretó el puño y miró con desagrado al anciano, sin que este le prestara atención.
-Creo, señor Happosai, que te equivocas en algo-dijo acercándose igual que un tigre a su presa- Hace mucho que Saotome dejó de ser un general-añadió con media sonrisa en los labios.
Happosai alzó la mirada de los documentos retadoramente y miró atento al hombre frente a él. Aunque su rostro mostraba una sonrisa, sabía que estaba deseando matarlo en ese momento. Probablemente si se tratara de cualquier otro ya estaría muerto. Pero matar al gran Happosai no era tarea fácil aún para el mejor guerrero, menos para alguien como Ryoga que había llegado a ministro por medio de sus buenas conexiones políticas y no por sus habilidades.
El emperador Hirohito le había pedido vigilar de cerca a Hibiki y él, aunque deseoso de retirarse a disfrutar de los placeres de la vida, aceptó una última misión.
-Un general no deja de serlo solo por que le arranquen las insignias. Saotome llegó hasta donde estuvo por su talento, sus estrategias y sus destrezas en el arte de la guerra, y si descendió de aquel lugar fue solo por el capricho de tu esposa y el deseo de venganza del difunto señor Konji.- respondió el anciano devolviendo la vista a los papeles.
-Usted...!-gruñó el ojiverde.
-No puede pasar señora Hibiki!-la voz de su secretaria en la entrada lo alertó de la llegada de su esposa, Ukyo.
Tal vez no había logrado hacerla suya en esos 5 años, pero en definitiva era su esposa. Y una vez, hace mucho tiempo, fue su mujer. Todo era culpa del imbécil de Ranma.
Ukyo entró como un huracán en su despacho. Su mirada era tan fría como siempre y, por supuesto no estaba ahí para saludarlo.
-Tú y yo tenemos que hablar!-Gritó señalándolo con el dedo índice.
-Lo siento señor Hibiki, no pude detenerla- se disculpó la joven secretaria de cabello marrón oscuro.
-Esta bien, yo me encargo- dijo despidiendo a la mujer con un gesto de la mano, quien volvió a cerrar la puerta avergonzada- Estoy ocupado, ahora no tengo tiempo para tonterías- le respondió a su esposa sin mirarla-Hablaremos en casa.
-Hablaremos aquí y ahora. Señor Happosai, podría darme un momento a solas con mi marido?- pidió amablemente la mujer.
-ja, tu marido dices...-murmuró Ryoga, que seguía de espaldas mirando la lluvia a través de la ventana.
-Por supuesto señora Hibiki-respondió Happosai haciendo una formal reverencia ante la mujer, no sin antes darle un vistazo al escote y las bien formadas piernas femeninas antes de salir.
-Dime qué significa esto, Ryoga!.
-No sé de qué diablos me estás hablando ahora.
-Oh sí, sí que lo sabes. Explícame ahora mismo que es este anuncio en el periódico.
-Ah, eso...qué no sabes leer, amorcito?.
-Claro que sé, idiota!.
-Entonces para qué rayos vienes a fastidiarme. Y vestida así, estás loca!?.
-Yo me visto como quiera. Si no te parece, es tu problema.
Ryoga contempló el reflejo del cuerpo femenino en el cristal. Se deleitó con las curvas ceñidas a la tela y las piernas descubiertas como si estuviera en verano. Le dolió la cabeza solo de imaginarla caminando por las calles con esa ropa y esos zapatos.
-Por Kamisama, ya vete y déjame en paz-suspiró el ojiverde.
-No me iré hasta que me expliques esto.
Ryoga entrecerró los ojos aspirando el olor a lavanda que llenaba su oficina desde que su esposa entró.
Ese perfume lo hacía desearla cada vez más, si seguía así un día de esos iba a terminar obligándola a cumplirle como mujer. Ninguna de sus amantes podía reemplazarla. Ni siquiera entendía su cabezonería de negarse a él.
-Ukyo...
-Ya dije que no me iré.
-Quieres callarte, maldita sea!. Te lo explicaré, si eso quieres, pero antes vamos a cenar.
-Oye a mi no me gritas, idiota!.
-Eres sorda o tonta?!. Vamos a cenar, quieres-respondió tomando su saco gris del espaldar de su silla.
-Es una de esas cenas llenas de oficiales?.
-No. Es una cena solo entre tú y yo. Vamos- respondió sujetándola del brazo.
-Señor Hibiki llegaron estos...-intentó decirle su secretaria.
-Los veré mañana- respondió él saliendo.
-Pero, es que...-la castaña secretaria suspiro al ver a su jefe irse con su esposa sin la menor preocupación, como si cenar con ella fuera algo cotidiano-Se trata del general Saotome-dijo en un hilo de voz ya sola en la recepción de ese piso.
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-Oye Mousse y no has pensado en regresar a China?- Shinnozuke bebió el último trago de alcohol de su vaso.
-Lo haría, pero en cuanto regrese...-suspiro cansadamente el soldado chino de ojos azules y lentes claros.
-Tendrás que casarte-terminó la oración su compañero-Pero es que acaso es muy fea?-quiso saber Shinnozuke.
-Al contrario amigo, es hermosa.
-Pues no lo entiendo.
-Es solo que ella es...
-Nǐ hǎo, wǒ de àirén(hola, mi amor) esa voz le heló la sangre- Wǒ zhǎodàole nǐ!(Te encontré)-exclamó la amazona saltando ágilmente.
-Xa...Xa...Xan Pu, qué haces aquí, jaajjaaj?-rio nervioso el hombre de lentes ante la inesperada visita.
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Hola, gracias por sus comentarios a todas y todos! Sigo con el tiempo escaso pero no podía dejar de cumplir con la actualización. Espero les siga gustando el fic, nos leemos!
