-Conduce con cuidado, quieres! - el auto dio por tercera vez un abrupto salto al topar con un bache de la maltrecha avenida. -Hasta parece que lo haces solo para molestarme en un momento como este-continuó quejándose la mujer de cabello castaño.

Ryoga sonrió, por un momento era igual a cuando fueron jóvenes y él le jugaba alguna broma. Solo ellos dos, sin nadie más girando alrededor.

- Acaso yo hice los baches?-bromeó.

Lo que tenía que decirle solo empeoraría el ánimo entre ellos aun más. La lluvia seguía cayendo con fuerza dificultando cada vez más su visión de la carretera.

-Ryoga detén el auto.

-Por qué?-preguntó confundido-Ya te dije, cenemos y luego hablamos sobre eso-pidió en tono cansado.

-Hablemos ahora. Explícalo en este momento, Ryoga.

El ojiverde suspiró y detuvo el auto a un lado de la carretera con las luces encendidas, mientras el parabrisas era limpiado enérgicamente de las pesadas gotas de lluvia.

-Tu padre-empezó a decir-invirtió todo su dinero en las empresas de guerra, al principio fue un buen negocio, pero ahora que estamos a punto de firmar la rendición todos esos activos han caído. Lo siento, no estaba al tanto de que tu padre había seguido invirtiendo su dinero, estos dos últimos años no tuvimos más que derrotas, no sé por qué lo hizo.

Ukyo permanecía en silencio escuchando lo que decía. Cómo fue capaz su padre de dejarla sin un centavo?. Cada cosa que decía era sin duda un disparate, no podía ser. Sacudió la cabeza enérgica.

-Rendición, estás loco-lo interrumpió-Y mi dinero...no puedes hacer nada?, quiere decir que estamos en quiebra?

-Estamos?. No amorcito, estás, solo tú. La rendición no es cosa mía, se decidió entre el emperador y sus 6 principales ministros, yo no tuve nada que ver, soy solo un recién llegado.

-Eres un desgraciado Ryoga!! Estás tan tranquilo solo por que no se trata de ti, imbécil!.

-No puedo hacer nada, tu padre no supo cuándo retirarse de esos negocios. Mi herencia está a salvo, porque no toqué un céntimo hasta hoy.-Miró el rostro de sorpresa y rencor de su mujer y añadió- Tengo suficiente para ambos, solo vayamos a cenar.

-Demonios, por qué mi padre hizo algo así. Es tan injusto!-susurró- Olvídalo, no tengo ganas de cenar, solo llévame a casa.

-Vamos, Ukyo, cenemos y luego vamos a casa.

-Dije que no quiero, por que no me escuchas!!.

-Bien haz lo que quieres, maldita sea!, me tienes harto.


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-Por qué estás...cómo llegaste a Japón, Xan Pu?.

-Vine a cumplir nuestro compromiso, sabes bien que si no me caso me echarán de la aldea y tú ni siquiera una carta envias!...De todas formas no hay tiempo, primero vamos a algún lugar donde podamos hacer un bebe y luego nos casamos, mi cumpleaños 25 se acerca y aún no estoy ni embarazada ni casada. Dónde está tu casa? tenemos que darnos prisa.

Una gota de sudor frío recorrió la frente del chino. De niño había creído que las normas de su tribu eran las mejores, cada hombre tenía una hermosa prometida desde el momento en que nacía y en su caso su prometida era la más hermosa de todas.

Pero desde que supo cual sería su destino se rehusó a cumplirlo. Las leyes amazonas eran dictadas por las mujeres y si al casarse no podía engendrar una descendiente en el plazo de un año, dos como mucho, afrontaría la muerte.

Si los embarazos terminaban siendo solo de varones, se conservaría al primogénito, mientras el segundo hijo y su padre debían morir por su falta de compromiso con la tribu.

Prácticamente la única forma de conservar la cabeza sobre el cuello era tener una hija en el plazo establecido después de casarse o tantas hijas como fuera posible después del hijo varón.

Shinnosuke observaba con atención la discusión sin entender una palabra de lo que decían. Miró a la hermosa mujer de cabellos violeta y luego a su compañero Mousse. Se rascó la nuca y continuó sin entender por qué no quería casarse con esa mujer y más que nada por qué ponía esa cara de fastidio su compañero.

-Mousse, iré a continuar la guardia frente al dojo Saotome-comentó y, sin obtener ni una mirada de la pareja de chinos que seguía debatiendo sin fin, se puso en camino.

La fuerte lluvia había disminuido a apenas una suave llovizna, la brisa nocturna se sentía fría, anduvo a paso rápido y al llegar se detuvo frente a la puerta principal del dojo, mientras calentaba sus manos con su aliento. Esa noche sería larga y solitaria, porque era obvio que Mousse no regresaría a cumplir la guardia.


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La cálida luz del amanecer se coló por entre las blancas cortinas de la habitación, mecidas por la brisa fresca.

Akane se removió sobre la cama y sonrió con los ojos aún cerrados al sentir el calor del cuerpo de su esposo.

Por causa de esa estúpida guerra sin fin, no había tenido muchas oportunidades de disfrutar de esa sensación de seguridad y compañía al despertar.

Abrió los ojos y contempló el rostro masculino, tan pacífico y relajado. Se incorporó levemente apoyando su cabeza en su brazo izquierdo y miró con detenimiento el pecho de Ranma subiendo y bajando levemente con cada respiración, recorrió con la mirada los músculos de sus brazos, su piel quemada por el sol y sus cicatrices... Se atrevió a deslizar levemente un dedo sobre el fornido torso, deteniendo la caricia al toparse con la sábana que apenas cubría la parte inferior de su cuerpo dejando expuestas sus musculosas piernas.

Cerró los ojos rememorando la noche anterior, mientras un suspiró escapó de sus labios y de inmediato sintió como el cuerpo de Ranma la cubría. Iba a abrir los ojos nuevamente, pero sintió los suaves labios de su hombre invadiendo su boca con delicadeza.

Disfrutó de aquel beso como si fuera el primero, con sus manos recorriendo su cuerpo de arriba a abajo eternamente. El aire, maldito aire, que la obligaba a separarse del único hombre al que amaba más que a nada en el mundo. Abrió los ojos y encontró la hermosa mirada azul que la contemplaba.

-Qué?-preguntó avergonzada sin saber la razón.

-Eres hermosa, Akane-respondió acomodando un mechón de su negro cabello tras el oído -Hubiese querido pasar cada minuto adorándote...No importa lo que pase, siempre serás la única mujer en mi vida, mi primer y último amor.

-Por qué me dices eso, Ranma?- Sus palabras le dejaron un sabor agridulce, sonaba como si estuviera despidiéndose, como si pensara dejarla cuando apenas había regresado.

Por un momento ninguno de los dos dijo nada más. Se quedaron ahí, mirándose, como si el tiempo se hubiera detenido. La brisa volvió a soplar afuera, agitando las cortinas y sacándolos de su momento.

-Solo, pensé que no te había dicho cuanto te amo desde hace mucho tiempo-concluyó obsequiando su mejor sonrisa a su mujer el ojiazul- Y ya que veo que quieres aprovecharte de mí desde temprano creí que debía complacer a mi mujer.

-Yo no...-Desde cuando estaba despierto?. El rubor invadió con fuerza sus mejillas- Y qué? eres mi esposo de todas formas!-se defendió.

-Uhm, no me estoy quejando-respondió entre risas abrazándola.

-Señora Akane!-la voz masculina proveniente de la entrada principal hizo que Ranma dejara de reír de inmediato, el corazón de Akane se detuvo y volvió a latir con fuerza al recordar la revisión matutina de cada día.-Señora Akane, abra!.

-Son los guardias de la entrada!-señaló la mujer deshaciendo el abrazo para bajar veloz de la cama y empezar a vestirse.- Rápido, escóndete!.

-Esconderme, estás loca!?. si un hombre viene a gritar el nombre de mi mujer a mi casa, crees que voy a esconderme?.

-No es un hombre Ranma, son dos soldados, más bien un ejército que tiene orden de matarte. Acabas de llegar, qué es lo que quieres? Morirte, es eso ah?.

Bien, ella tenía un punto, pero aún así su casa era bastante pequeña, y él conocía muy bien cómo realizaban aquellas inspecciones, sin dejar rincón por revisar.- Y dónde se supone que me voy a esconder? además, como que señora Akane?, señora Saotome así es como deberían llamarte.

- déjate de tonterías y recoge tu ropa. Y pues donde más te esconderías? pues en la cocina. Apúrate, no sé qué hagan si no abro rápido.-Akane ató el lazo de su largo camisón amarillo y sacó en boxers a su esposo hasta la cocina-Y quédate callado, aquí nadie te verá-le advirtió antes de disponerse a salir para recibir a los indeseables visitantes militares.

-Señora Akane, abra por favor!.

-Ya voy, estoy preparando el desayuno!-gritó dando la espalda a su marido. Ranma la sujetó del brazo haciéndola girar.

- Si alguno de estos tipos te hace o dice algo inapropiado lo mataré-dijo cerrando aún más el camisón.

-Hoy solo es usted oficial?-preguntó la pelinegra a modo de saludo al abrir finalmente la puerta.

-Sí, mi compañero ha recibido una visita inesperada de su prometida. Creo que a tenido una noche larga jajaj-río nervioso y sintiéndose un tonto por decirle aquello.

-Ya veo jaja. Pues pase.

Shinnosuke entró despacio dando una larga mirada a su anfitriona y continuó inspeccionando lentamente toda la casa, a excepción de la cocina. Por poco más de 10 minutos Ranma permaneció como león enjaulado intentando adivinar donde estaría ese cretino y manteniendo la mirada fija en su mujer, que se encontraba justo en el pasillo enfrente a la cocina.

Aquel idiota por fin salió de su casa con Akane cerrando la puerta poco después de que se despidiera.

-Por que no revisó la cocina?-preguntó mientras sujetaba la cintura de su mujer.

-Tengo fama de no saber cocinar, sabes así que lo hice especialmente cuando empezaron a revisar la casa diariamente, por si volvías en algún momento.

Las pequeñas manos de Akane se posaron sobre las de Ranma, acariciándolas suavemente.

- Durante las primeras inspecciones algunos soldados devolvieron el estomago solo con el olor de mi comida. Es por eso que solo esos dos hacen la revisión matutina, el que acaba de irse y su compañero chino, Mousse.

-Sé quienes son-respondió apretándola aun más a su cuerpo- Son los hombres de confianza de Ryoga, no me extraña que los dejara cuidando el dojo. Hiciste bien, mi amor, tu comida fue muy efectiva esta vez.-añadió riendo junto al cuello de su esposa.

-Donde nos quedamos?-preguntó con inocencia fingida Akane, girando para enfrentar la intensa mirada de su hombre y perderse en aquellos ojos azules y esos deliciosos labios suyos una vez más.


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-Señor Hibiki, tengo algo importante que decirle-exclamó su secretaria tan pronto lo vio llegar.

-Ahora no Kaori, mi mujer estuvo fastidiando toda lo noche con lo de su herencia. Tráeme un café, quieres?

-Pero señor se trata de Ranma Saotome.

El cuerpo de Ryoga se tensó de inmediato. Ranma, habían encontrado ya su cadáver? o tal vez alguien había reportado su ubicación- Cuál es la novedad?-preguntó intentando sonar calmado.

-Lo vieron en un puerto japonés, señor.

-Qué?!, cuando lo vieron? y cómo diablos llegó hasta aquí, por qué no lo mataron de inmediato!!!.

-No lo sé, señor. Intenté decírselo anoche, pero usted y su esposa parecían tener prisa.

-Reúne a mis hombres. Saldremos de inmediato al dojo Saotome- Ryoga dio la orden a su secretaria y se encerró en su despacho a esperar.