Siempre serás mi elección,
incluso si para ti no es suficiente mi amor.
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La delgada enfermera se detuvo antes de tocar la puerta. Acomodó su raído uniforme e intentó cubrir su pesar con una falsa sonrisa.
-Puedo pasar?.
Como siempre no hubo respuesta.
Abrió despacio y al fondo distinguió la silueta del anciano doctor. Aquel lugar lleno de muerte y desolación ya no era un hospital, más bien era un cementerio. Y en un cementerio no hacían falta doctores o enfermeras.
Por eso las doce mujeres habían decidido regresar y cuidar de sus pequeños hijos, al menos mientras pudieran.
-Doctor...
-Si, lo sé.-respondió sin voltear-Pueden irse, me quedaré un poco más.
Acaso podía culparlas? La guerra las convirtió en lo que necesitaban ser pero al final del día no eran más que viudas y madres deseando volver con los suyos.
El grupo de mujeres partió sin demora al anochecer dejando el lugar en completa soledad.
El doctor guardó los pocos insumos que quedaban y dio una última mirada al lugar.
La pared frontal se había derrumbado tras el impacto de una bomba mostrando el interior, igual que en una casa de muñecas. Los jardines otrora llenos de fragantes rosas y jazmines ahora solo eran improvisadas fosas donde la peste reinaba.
Sus pacientes, ahora, eran cadáveres. Y a él ya no le quedan razones para seguir allí. Ni fuerzas.
Al filo del amanecer tomó las cajas y las acomodó en el vagón de su vieja camioneta. A donde iría? Su casa estaría en pie aún? Abrió la puerta del auto antes de dar una última mirada al lugar.
Una nube de polvo se alzó en el horizonte.
-Quien puede ser-dijo para sí el doctor.
Tal vez algún paciente necesitaba su ayuda. Tal vez aún podía salvar a alguien antes de partir. Cerró la puerta de la vieja camioneta y esperó a un lado del camino.
En efecto, aunque distante, un auto se acercaba a toda velocidad. En poco tiempo los tuvo frente a él.
-Se va?- Un hombre alto y con anteojos bajó llevando en brazos a una joven herida. Tras de él, otra mujer de cabellos violetas lo seguía con desgano.
-Aún no, que le pasó a esta pobre chica?.
-La encontré cerca. Parece que ha perdido mucha sangre.
-Rápido, llévala a nuestra sala de operación.
El visitante se internó en el viejo hospital. Las paredes blancas adornadas con señalizaciones rojas lo guiaron hasta el pequeño quirófano en el segundo piso.
- Tenemos que extraer la bala. También necesitaremos sangre para la paciente. Apenas tiene signos vitales.
-Y?, porque no hace nada?.
-Casi no nos queda sangre. Empezaremos por detener la hemorragia para estabilizarla.
-Nosotros podemos donarle.
-Yo, no. Las amazonas no hacen eso.
-Veremos. Ahora dame una mano. Aquí trabajamos con las uñas, pero creo que podemos ayudar a esta pobre chica.
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Los músculos le dolían. El cuerpo agotado y sangrante exigía descansar. Su respiración era pesada. Apretó la llave con más fuerza en el cuello de su oponente.
Cuánto llevaban ahí? Había dejado de respirar o seguía vivo aún?.
La lluvia había cesado finalmente, dejando charcos por doquier. La bala había atravesado su hombro izquierdo y la sangre se había escapado a través de la herida como agua entre las manos en ese momento...
Aún así apretó con fuerza, solo en caso de que aún estuviera vivo.
-Maldito seas!-gritó al levantarse, pateando el cuerpo inerte.
Miró alrededor para orientarse. Avanzó con esfuerzo entre el campo hasta encontrar el lugar en que la dejó. Estaba seguro de que era justo bajo aquel frondoso árbol. La ropa manchada de sangre era la mejor prueba de que no se había equivocado, pero donde estaba?.
-Akane!-el grito recorrió el desolado lugar. Solo el silencio respondió.
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-Dijiste que nos iríamos- Xan Pú extendió sus brazos para evitar que Mousse pasara.
-Cálmate, no podíamos dejarla ahí tirada, desangrándose.
-Qué clase de soldado eres? Qué te importa si muere o no. Tenemos nuestros propios problemas.
-No soy un soldado, soy un traductor. Soy importante para mantener el diálogo, no las armas.
-Y yo? Dijiste que dejaríamos este lugar y cultivariamos en un campo.
-Iremos, luego. Cuando la señora Saotome despierte. Verás que la casa que conseguí para nosotros es todo lo que hemos soñado. Y es solo nuestra.
Xan Pú bajo los brazos. Qué mas podía hacer? Tendría que esperar hasta que la tonta japonesa despertara para seguir con su hombre a su nuevo hogar.
-Disculpen- el anciano doctor asomó su rostro a través del cristal roto de la habitación ocupada por la joven pareja de chinos.
-Hay alguna novedad doctor?.
-Esta estable, por ahora. Algunas personas de la aldea vinieron para donar sangre y ayudar, Aunque...
-Qué pasa ahora doctor?- la impaciente china cruzó los brazos con molestia mientras se sentaba en el borde de una maltrecha camilla.
El anciano le sonrió con amabilidad y miro nuevamente al hombre de gafas claras.
-La chica estaba embarazada. El producto no ha resistido. Fue necesario...
Una corta explicación médica vino a continuación. Xan Pú bostezo en dos ocasiones antes de salir de la habitación.
-Por qué habría de importarme. Me importa más que aún no he podido tener mi propio bebé.
-Ahora mismo está inconsciente.-Continuó diciendo el anciano-Esta muy débil. Si usted conoce a algún familiar...
-En realidad, no conozco a su familia. Yo solo vigilé su casa durante algunos meses... Pero.
-pero...-repitió el doctor esperando una respuesta positiva.
-Quizás pueda contactar con alguien de su familia.
-Excelente-exclamó el hombre de blancos y escasos cabellos-Pero date prisa, su condición es delicada y es urgente contactar algún familiar. Necesita una mejor atención que aquí no puedo brindarle.
-Me iré ahora entonces. Cuídelas por mí, doctor.
-Ve sin cuidado muchacho.
Mousse tomó las llaves, bajó rápidamente las escaleras y salió al estacionamiento. Buscó con la mirada a Xan Pú pero no la encontró y decidió partir sin demora.
Tan pronto como se acercó a la ciudad notó el caos en que se encontraba. Las personas intentaban huir a las aldeas y pueblos cercanos, buscando alejarse del puerto por temor a los recientes bombardeos.
Cuánto más se adentraba en la ciudad más parecía un lugar fantasma. Los comercios y casas abandonadas. Mousse se preguntaba si aún podría encontrarlos.
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Ranma abrió los ojos súbitamente. Un fuerte estremecimiento lo devolvió a sus sentidos. Con su mano revisó las improvisadas vendas que cubrían su hombro y su torso desnudo.
-Akane...-Se levantó de inmediato aún sin saber dónde estaba. Dos brillantes y curiosos pares de ojos lo miraban desde la entrada de la pequeña habitación de madera.
-Abuelito, está despiertó-Gritó la pequeña de largo cabello negro mientras sostenía la mano de su hermano mayor.
Un hombre de gran estatura y cuerpo fornido se asomó al lugar. Llevaba puesto un delantal de cuero chocolate y algunos hilos plateados se mezclaban con su cabellera negra. Un cuchillo y un pescado estaban en sus manos.
-Sí ya despertaste, sal. La comida estará lista en unos minutos. No tenemos arroz, aún, pero hay mucho de esto-Señaló el desconocido alzando el pescado-Niños, ayuden a la visita-sugirió antes de desaparecer nuevamente.
La pequeña Sakura, de 5 años fue la primera en ayudarlo. Sonriente le ofreció un vaso con agua. Tomo, de 8 años, se quedó distante unos minutos para finalmente darle la ropa que su abuelo había dispuesto para él.
-Te encontramos cerca y naturalmente te trajimos. El curandero de la aldea te ayudó.
-Gracias por todo-Respondió Ranma con la paciencia que le quedaba. Si bien su anfitrión era amable también tenía una memoria desesperante. De no ser por los niños no sabría nada - Pero aún no me responde encontraron a mi esposa si o no.
-No había nadie con usted señor-respondió la niña dándole un mordisco al pescado-Solo un hombre muerto que estaba en el arrozal.
-Pero esta mañana vinieron a pedir ayuda para una mujer herida.-añadió el niño mientras su abuelo servía más pescado asado.
-Oh es verdad, el doctor de la aldea vecina atendió a una chica, dicen que está muy grave.
-A donde, qué aldea?!-Ranma se levantó entre molesto y apurado.
-Es la que está a unos kilómetros, cerca del río, solía ser una de las más prósperas pero ya no queda casi nadie. -Él hombre sirvió un poco de sake y lo bebió de inmediato cerrando los ojos ante el delicioso y amargo sabor. Cuando los abrió su invitado ya había desaparecido.
