-Por qué aún no ha despertado?

-Solo está muy débil, tenemos que esperar a que despierte. Por cierto hay algo más que debe saber.


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Su condición no mejoró desde que la encontré, aunque tampoco empeoró. A simple vista parecía que solo estaba dormida.

Esperé junto a ella todo el tiempo por si despertaba. Ya que me habían dado por muerto, hace mucho que nadie me buscaba y pude cuidar de ella sin mayor problema.

De repente, así sin más, despertó. Para ese entonces la guerra en nuestro país había terminado. Sin embargo aún reinaban la miseria, muerte y pobreza en cada rincón.

Mientras vigilaba su sueño abrió sus ojos pesadamente, como una niña recién levantada. Me miró y sus ojos se llenaron de lágrimas.

-Ranma- balbuceó

-Estoy aquí-respondí mientras acariciaba su cabeza.

Después de unos minutos de llanto en silencio empezó a hablar.

-Tu brazo, que te pasó?.

-No seas tonta, por qué te preocupas por mí, eres tú quien está en cama. Me quitarán esto pronto, así que estoy bien.

-Hace cuanto que estoy...

-bah, dormiste solo un poco. Unos días, nada más.

-Días?.

-Sí, recuéstate, aún no estás bien, tienes que descansar.

No fue fácil hacerla dormir otra vez. Insistió en hablar con el doctor, pero después de hacerlo la noticia de la pérdida del bebé la devastó. Lloró de espaldas a mí hasta el amanecer. Sus ojos se hincharon y su nariz estaba tan roja como un tomate.

Los días siguientes tampoco fueron sencillos. El doctor se despidió de nosotros con rostro reflexivo. Las personas que la rescataron habían partido antes de mi llegada. Aquel doctor dijo que habían intentado contactar con su familia, pero no lo habían logrado. La ciudad era un caos, incluso peor que durante la guerra.

Nos quedamos en aquel viejo hospital hasta que ella pudiera viajar, pero mi hermosa Akane lloraba desconsoladamente, incluso cuando comía y eso me partía el corazón.

-Regresaremos a casa mañana. Ahora está todo bien, ya no llores.

-Pero nuestro bebé...

-Sí, lo sé. Lo entiendo, pero aún eres tan joven Akane, podemos tener muchos, muchos hijos más. Cuidarás de ellos y yo cuidaré de ti hasta que muera.

-Pero, Ranma...

-Te sentirías mejor si tuvieras un lugar en que orar por él?.

-Sí-respondió suavemente, con la mirada baja.

-Bien, entonces cuando volvamos a casa construiré un altar para el bebé. Podemos verlo todos los días, hablar con él...

Por fin, su mirada se iluminó nuevamente.

-le llevaremos ofrendas e incienso-añadió sujetando mi mano.

-claro, también le diremos a sus hermanos que muestren sus respetos a su hermano mayor-respondí.

Regresamos a lo que quedaba de nuestra casa días después. Akane andaba aún lentamente, pero insistió en ayudar a construir el altar. Cada día, durante los siguientes 40 años visitamos aquel lugar de nuestra patio.

Reconstruimos la casa y nuestras vidas, igual que Japón lo hizo. Tuvimos que soportar las secuelas y cicatrices, pero aprendimos a vivir y amar en el proceso.

Por mi parte no volví nunca al ramo militar. Me quedé en casa junto a mi Akane, enseñando artes marciales a los niños y niñas de la ciudad. No fuimos ricos pero teníamos suficiente para vivir. Y nos tuvimos el uno al otro.

Akane no volvió a llorar por aquel bebé. Cuando construimos su altar ella le dio un nombre y creó una rutina diaria con aquel lugar a la que todos nos adaptamos, pues pronto nuestra casa estuvo llena de voces, risas y llantos infantiles. Akane crió felizmente a 7 niños, que alegraban sus días cada vez que la llamaban Madre.

Cuando los niños crecieron se marcharon a estudiar. Y nuestro hogar fue solamente nuestro otra vez. Teníamos deliciosos desayunos para dos, salíamos a pasear por la playa al atardecer y regresábamos hasta entrada la noche a casa.

Los chicos llamaban a su madre cada semana y nos visitaban durante sus vacaciones. Llegado el momento, sus recién formadas familias también nos visitaban. Habían risas y anécdotas de todo tipo.

Alguna vez le pregunté si se arrepintió de casarse conmigo.

-Por supuesto que no -respondió sonriéndome- Soy muy feliz siendo tu esposa-dijo acomodando su cabeza en mi pecho-Te arrepentiste tú?-añadió segundos después.

Negué con la cabeza y cubrí sus hombros con la sábana que cosió en su intento de ser costurera o algo así. Es la sábana más fea del mundo, de eso estoy seguro. Pero se pinchó mil veces los dedos para hacerla así que la usamos seguido.

En realidad, me arrepiento a diario, aún hoy. Pudiste tener una mejor vida, con un mejor hombre. Pudiste ser muy feliz con alguien más normal. Pero me elegiste a mí. Y yo, egoístamente, te amé hasta el último momento.


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-Por qué aún no ha despertado?.

-Solo esta muy débil, tenemos que esperar a que despierte. Por cierto hay algo más que debe saber, su esposa no podrá tener hijos.-El anciano doctor acomodó sus dañadas gafas-Sé que es difícil para una chica tan joven, pero cuando despierte, tenemos que decirle que...

- No le diremos nada!-Ranma sujetó a aquel anciano por el cuello de la bata blanca.-Ni usted ni yo le diremos nada, entiende?.

-Ella tiene derecho a saber. Como doctor estoy en la obligación-respondió el hombre sin inmutarse.

-No, si lo sabe se morirá de tristeza. Usted no la conoce, lo que más deseaba era tener hijos, criarlos...si le dice eso se morirá de dolor, entienda!-volvió a sacudir al hombre que lo miraba con pesar.

-Tampoco le dirá que a perdido al bebé? Ella merece saber la verdad. Si la ama usted debe decirle la verdad.

Ranma miró al hombre frente a él. Soltó el agarre y se sentó derrotado.

-Si le pregunta dígale lo del bebé pero no se atreva a decirle nada más.

-Es mi deber decirle a mis pacientes toda la verdad...

-Y es mi deber proteger a mi mujer, incluso de ella misma.-lo interrumpió Ranma sosteniendo las blancas manos de su mujer entre las suyas.-Yo, estoy bien si no tengo hijos, solo la necesito a ella. Necesito que esté tranquila, que sea feliz. Por favor, no le diga la verdad. Al menos no todavía. Después de un tiempo yo mismo se lo diré, pero ahora no.

-Pues no estoy de acuerdo, pero si eso quiere.

-Eso quiero.


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Nuestros primeros hijos fueron Akira y Matsumoto, decían ser huérfanos y hermanos, aunque nunca les vi el menor parecido. Akane los encontró robando pan en el mercado y los trajo a casa "a comer". Se quedaron durante 15 años. Los otros 5 chicos llegaron más o menos de la misma forma.

Los huérfanos de la guerra deambulaban por la ciudad, robando aquí y allá unos pocos alimentos. La mayoría de las personas los azotaba o llevaba ante la policía. Akane los traía a casa. Y yo, terminaba cocinando para todos.

Poco antes de su partida me confesó que aquel doctor la visitó un día y le dijo que nunca sería madre. Que lamentaba mucho decírselo pero que ya no le quedaba mucho tiempo de vida y no quería llevar consigo ningún pesar. Akane me dijo que para ese momento ella ya lo sabía, que siempre lo supo. Había escuchado la discusión de aquel día.

-Lo siento tanto, no quería mentirte, Akane.

-Lo sé, lloré todo lo que tenía que llorar y dejé mi tristeza en ese hospital. Criamos a nuestros hijos en esta casa y nunca me arrepentí de ser tu mujer. El doctor dijo que nunca sería madre, pero tenemos una familia enorme, verdad?.

Asentí con la cabeza.

-Te amo mucho, Ranma.

Falleció un día a finales de octubre. Todos los chicos vinieron junto a sus parejas e hijos.

-Lo siento mucho, papá-dijeron

-Lo siento mucho, abuelito-Lo lamento tanto suegro.

Colocamos sus cenizas en el altar del patio.

-eh Akane, tendremos otro nieto pronto, que te parece?. Dejaré el incienso encendido y volveré mañana para hablar. Te extraño tanto, espero que pronto nos volvamos a ver.

Espero que pronto nos volvamos a ver.