Capitulo 22

Conforme a lo planeado, una gran comitiva partió a Eryn Lasgalen.

Gimli, al cual no habían visto hace tiempo, los encontraría en el camino, acompañándolos parte de este, perse a las Protestas de Thanduil, claro.

Elladan y Elrohir habían insistido también en acompañar al Príncipe, argumentando que si Haldir vigilaría a Aragorn y al enano, ellos vigilarían a Haldir.

Así, partieron una hermosa mañana de otoño, con las recomendaciones y buenos deseos de Lord Elrond.

Fiel a su palabra, Gimli hijo de Glóin, Señor de las Cavernas Resplandecientes, los encontró a medio camino. Luego de los saludos de protocolo, y de efusivos abrazos a sus compañeros de aventura, acamparon esa noche.

-Es bueno verte de nuevo Principito- dijo el enano entre sorbos de vino.

Thranduil y Haldir intercambiaron miradas - ¿¡Principito?-

-Es bueno también verte Gimli y en tan buen estado- rió Legolas.

-He subido un poco de peso, es todo- respondió Gimli refunfuñando y palmoteándose el vientre –he tenido tiempo de comer y beber a mi antojo, y mas ahora que la sombra se ha ido-

Legolas se agito un poco.

-Si- respondió Legolas – los bosques son más seguros ahora-

Silencio.

-¿Legolas?-

-¿Si, Gimli?-

-Perdona si he tenido que dejarte cuando mas me necesitabas- se lamento el enano- pero mi pueblo… no podía quedarme…-

-No hay nada que perdonar – interrumpió Legolas – Tu pueblo te necesitaba… además, fuiste a Mordor por mi y por eso estaré siempre agradecido-

Gimli solo asintió con el cabeza un poco apenado.

Thranduil y Haldir intercambiaron nuevamente miradas.

-Fue mas un estorbo que ayuda- dijo Haldir burlonamente a Thranduil, pero con la intención de que fuera escuchado por el enano.

-Repite eso elfo- reclamo Gimli empuñando el hacha.

-Haldir, no lo provoques por favor, además es de mala educación escuchar conversaciones ajenas- reclamo Legolas.

-Haldir sabe lo que hace – defendió Thranduil.

-¡Ada!- reclamo Legolas –Gimli, perdona por favor, ven siéntate y cuéntame como son las cavernas Resplandecientes-

Con otro refunfuño, Gimli se sentó junto al fuego al lado de Legolas.

-Solo por ti Legolas- aclaro Gimli dejando el hacha a un lado.

-Lo se Gimli, y te lo agradezco- contestó Legolas -ahora déjame que te presente a esta pequeñita que viene corriendo-

Gimli siguió la mirada del elfo, y vio a una hermosa niña saliendo de los límites del bosque acompañada de los hijos de Elrond. Con titubeantes pero rápidos pasos, corrió hacia donde Legolas.

-Gimli, ella es Linúviel, Princesa de Eryn Lasgalen, nieta del Rey Thranduil, Linúviel , el es Gimli hijo de Glóin, un buen amigo mió-

Ojos desorbitados de Gimli.

-Mi hija- dijo Legolas, tratando de de nuevo, al parecer Gimli se había quedado sin palabras.

-Explícale de nuevo- dijo Haldir-

-Más lento esta vez- continúo su mofa Thranduil.

Legolas solo les lanzo una mirada asesina.

Cuando volvió a girar a donde el enano, Linúviel jugaba divertida con una trenzada barba.

-Le gustas- afirmo Legolas.

-¿Tu hija…?- balbuceo Gimli.

-Si- respondió Legolas con un murmuro, esperando el reclamo o la burla del enano.

-Bueno, ella si que es simpática y hermosa, no como otros que conozco-dijo por fin Gimli , aguantando los suaves tirones a su barba.

Legolas rió contento de la respuesta de Gimli, y de las caras de indignación de Haldir y Thranduil.

Después de algunos días de viaje, Gimli se despidió, prometiendo visitar a Legolas y Linúviel a la primera oportunidad, primero tenia que poner en orden, "ciertos asuntos de enanos" argumento. Thranduil solo protesto silenciosamente.

Tomaron el resto del viaje con calma, disfrutando cada árbol, cada flor o pájaro que llamaba su atención.

Estel reía, así eran los elfos, con todo el tiempo del mundo. Por su parte, nunca se había sentido tan relajado y feliz, junto a sus hermanos y amigos, pasaba buenos momentos. Junto con ellos, talvez, su último viaje en mucho tiempo. Su destino le reclamaba su lugar en el trono de Gondor.

Elladan, Elrohir, y Haldir no paraban de jugar con Linúviel, era una chiquilla tan vivaz y alegre, que era difícil no caer en sus encantos, tal como su padre.

Aunque nadie lo mencionaba nunca, todos veían con preocupados ojos que Legolas se perdía a menudo en su propio mundo, y que ocasionalmente una lagrima se derramaba de sus hermosos ojos, creyendo que nadie lo miraba.

Prometiendo todos para si, hacer todo lo posible para ver a Legolas y Linúviel felices.

Pronto entraron sin contratiempos al hermoso Bosque de Eryn Lasgalen. Legolas no podía creer tanta hermosura…tanta vida. Linúviel tampoco cabía de la alegría, era como si este bosque fuera su casa de siempre, como si fuera una con la naturaleza.

Con pequeños pasitos la pequeña ya exploraba mil y un rincones. Legolas, aquí, así, no paraba de vivir, de sentir…

Pero por las noches, junto a las estrellas, solo la melancolía acompañaba a Legolas, y entonces no paraba de morir…

Hasta aquella noche, la noche más estrellada que Legolas había visto. Se quedo despierto hasta tarde, mirándolas.

Cuando despertó mas tarde, no pudo quitar su mirada de aquel manto estrellado, luego, sintió un hueco en su brazo derecho, Linúviel no estaba junto a el.

Legolas se levanto rápidamente- talvez esta jugando con los árboles-pensó Legolas. La comunicación que tenia la pequeña con ellos era sombrosa, aun a su corta edad. No queriendo alarmar a los demás, por talvez una inocente travesura infantil, Legolas se enfoco en encontrarla.

No tardo mucho, estaba jugando junto a un trío de grandes árboles, riendo y corriendo entre las ramas que parecían tocar el suelo.

Linúviel- llamo Legolas- traviesa , te me has escapado de nuevo-

La pequeña al ver a Legolas, solo corrió a los aguardantes brazos de su Ada.

Cuando Legolas ya la levantaba, la pequeña hablo quedamente.

-Adar-

Legolas rió, era la primera vez que la pequeñita decía palabra alguna. Cierto que era lista y muy independiente, incluso balbuceaba algunos nombres pero nada mas, parecía que la pequeñita no tenia nada que decir. Elrond había comentado que era completamente normal, que había que darle su espacio y esperar.

Pero ahora, escuchar esa vocecilla y esa palabra…

-Si mi pequeño corazón, soy tu Adar- rió Legolas hundiendo su nariz en el cuello de la pequeñita.

Linúviel negó con la cabecita, señalando detrás de Legolas.

Legolas frunció el ceño, girando para ver lo que la pequeñita señalaba.

-Adar-volvió a decir Linúviel.

Ahí, en medio del verde bosque, debajo del cielo estrellado, estaba Sauron.