Disclaimer: Los personajes le pertenecen a la gran Rumiko Takahashi, específicamente a la serie/manga Ranma ½, yo solo los tomé prestado para crear esta historia (complementando con algunos inventados) con la finalidad de hacer lo que más me gusta que es escribir, por lo que es sin fines de lucro y con la mera intención de compartir mis ideas para entretener a quien desee pasar a leer.
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-El encanto Akane-
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Día 4
Para Ranma Saotome, la fama había llegado sin que lo deseara ni se imaginara. Desde que su rostro y nombre fue haciéndose conocido a través de revistas deportivas y programas de televisión especializados, su vida comenzó a cambiar rotundamente. Debió acostumbrarse a muchas situaciones, olvidar de poder hacer algunas otras e incluso, su círculo social se fue modificando bastante. En resumen, nada era estable o permanente para él, sobre todo cuando se hacía referencia a sus relaciones con otras personas… debido a aquella situación, decidió que sería más fácil mantener todo tipo de acercamiento de manera superficial, no pensaba repetir el error cometido en su adolescencia. Solo había una constante que, aunque no era la misma de un inicio, había evolucionado lo suficiente para que él la valorara tanto como para considerarla como LA amistad real que tenía. Ryoga Hibiki era querido como casi un hermano, estaban juntos desde los 10 años y fue el único que lo siguió tratando de la misma manera a pesar de la fama que su amigo comenzó a tener, por lo que la travesuras a las que estaban acostumbrados a realizar como unos adolescentes se mantuvieron por mucho tiempo… excepto cuando él estuvo con ella, en ese momento cometió el graso error de alejarse por priorizarla y olvidar lo realmente importante. Un año y ochos meses fue el tiempo en que su amistad se vio interrumpida por su errada decisión, pero cuando todo se terminó y lo necesitó, su colmilludo amigo no dudó ni un segundo en estar para él, prestarle su hombro para que se desahogara y apoyarlo en la resolución que tomó luego de que todo había pasado.
No fue sorpresa cuando su ama de casa le informó que el joven de 24 años, quien tenía su misma edad, había llegado de improviso a visitarlo. Como estaba por meterse a la ducha después de haber entrenado aquella mañana, solicitó que se le informara a su amigo que demoraría unos minutos para que lo esperara en alguna parte de las dependencias de la casa; aunque conociéndolo, podía apostar a que pasaría por la cocina primero con la intención de "robarse" alguno de los deliciosos dulces que preparaba Picolet para luego dirigirse hacia su terraza para admirar, otra vez, su enorme y bello jardín. Y no se equivocaba, desde los ventanales que pertenecían a la sala de estar aparecía el chico de pelo negro con unos ligeros tonos café oscuro a la luz del sol, de una estatura similar al dueño de casa, ojos del mismo color que las avellanas y colmillos levemente más largos que el tamaño promedio. Vestido con un jeans negro desgarrado levemente en el muslo derecho y rodilla izquierda, con una polera amarillo pálido la cual se le ajustaba a su piel a la altura de sus hombros y pectorales dejando entrever su trabajo cuerpo y sus musculosos brazos. Cuando la vista de Hibiki se acostumbró a la intensa luz que emanaba el sol a esa hora, retiró su antebrazo de su frente para poder admirar lo que tenía frente a él. La primavera definitivamente le sentaba demasiado bien al jardín de su partner, el intenso verde que se adueñaba de cada planta y árbol presente era digno de un paisaje presentado por esos canales internacionales que solían mostrar los lugares más bellos del mundo.
Ryoga, al igual que su mejor amigo, tenía una vasta experiencia si de féminas se trataba, ya que desde jóvenes se habían acompañado y apoyado mutuamente en sus andanzas de "caza y conquista" como ellos les llamaban a aquellas noches desenfrenadas. La fama del ojiazul solo les amplió el mundo de posibilidades, comenzando a disfrutar de quienes se dedicaban al mundo del modelaje y de las luces. Él, hijo y heredero de la gran marca deportiva Pchan's, disfrutó de su soltería hasta que conoció a una mujer que logró encantarle al punto de estar en una relación hace más de un año… aunque había algo que le molestaba y complicaba de igual manera, pero tenía sus razones para dejarlo pasar y fingir que no era consciente de ello. Por eso, que la belleza de una mujer le quitara el aliento era algo que había ocurrido solo una vez en su vida, cuando tenía casi dieciocho años y una despampanante joven de 25 lo observó fijamente en una fiesta universitaria en la que se habían colado con Ranma para pasar sus penas, ella lo hizo sentir que podía morir en ese momento por la impresión; aquella vez fue la primera en que alguien le hacían sexo oral de manera tan electrizante e inolvidable; pero ahora, aquella sensación se repetía al divisar el curvilíneo cuerpo cubierto por el vestido lila que ondulaba levemente por la suave brisa primaveral mientras que el pelo negro con toques azulados se mecía como si estuviera danzando por sobre la delicada espalda resaltando la belleza del inmenso jardín en el que se encontraba.
Atónito, se restregó los ojos intentando salir del sueño en el que creía estar. Sus sentidos comenzaron a volver a reactivarse luego de que la escuchara maldecir mientras movía rápidamente los dedos sobre su Tablet, reconociendo que, a pesar de sonar molesta, tenía una voz demasiado dulce y encantadora. Estaba de espaldas a él, sus blancas piernas resaltaban debajo del vestido que usaba, el cual a veces se levantaba un poco por la brisa permitiendo admirar los tonificados muslos que poseía la chica. En un momento, ella giró su cabeza hacia un costado dejándole apreciar su angelical perfil lo que provocó que comenzara a caminar en su dirección atraído por la hermosura que parecía resaltar más gracias a los rayos de sol que tímidamente la tocaban.
—¿Qué agencia ha podido descubrirte y tenerte tan oculta? —consultó coqueto cuando estuvo lo suficientemente cerca, logrando deleitarse con el aroma a jazmín que ella poseía y que la brisa le acercaba a sus fosas nasales.
Akane no pudo evitar tensarse al escuchar la voz de un hombre desconocido tras ella, menos ignorar el tono de conquista que había utilizado descaradamente. Tratando de controlar su molestia porque una cosa que odiaba era ser vista como un objeto de deleite por el sexo masculino como primera impresión, por ende, que la asociaran como una de las tantas modelos que existían y ella detestaba, se giró con la intención de aclarar la confusión de quien fuera el que se había atrevido a hablarle.
—¿Disculpa? —ladeó levemente el aparato electrónico ocultando lo que allí proyectaba—¿Me hablas a mí? —consultó con la clara intención de que se retractara de aquel insulto.
—Por supuesto, —respondió el ojiavellana deleitándose a más no poder con aquellas orbes almendradas que reflejaban el fuego mismo en pasión—¿De qué agencia vienes? ¿Kuno's models? ¿O tal vez The Furinkans? —su tono no había cambiado, esa mujer lo llamaba a coquetearle, aunque él no lo quisiese, algo tenía que parecía no poder despegar su vista de ese fino rostro ni menos dejar de deleitarse con el tentador cuerpo.
—Lo siento, me confundes con otra—se giró sintiéndose hastiada de la situación, era demasiado el tener que tolerar lo que aparecía en el correo electrónico que estaba leyendo en su Tablet como para tener que aguantar al mejor amigo de su jefe en plan de conquista y más aún si creía que ella era una más del azabache. Porque él no sabía quién era ella, pero la peliazul sabía demasiado de él gracias a la carpeta que su hermana le había entregado el día anterior a comenzar a trabajar allí.
—Por favor, discúlpame. —la rodeó para quedar de nuevo frente a frente, una necesidad imperante de no perderla de vista se apoderaba de él—He sido un maleducado. —trató de poner su voz gallarda y elegante—Mi nombre es…
—¡Ryoga! —el grito fuerte, profundo, grave con el que Ranma lo llamaba hizo que ambos jóvenes giraran el rostro en dirección desde donde venía el azabache, quien se acercaba dando rápidas zancadas y visiblemente molesto—Con que acá estabas. —trató de comentar con soltura a pesar de venir con un aura combativa.
Su asistente velozmente cerró la funda de su Tablet, logrando que esta se bloqueara y ocultara lo que estaba revisando. Se sorprendió al ver lo enojado que estaba su jefe, lo que provocó que ella bajara los niveles de su furibunda aura para no agrandar más la situación.
—Sí, justo me iba a presentar con… —dejó en el aire la frase, esperando por fin conocer el nombre de la chica que lo había prendado.
—¡Akane! —una cuarta voz volvía a interrumpir la conversación, haciendo que tres pares de ojos miraran en dirección a la sala de estar por donde aparecía el castaño chofer de la mansión quien le hacía un gesto a la mujer para que se acercara, acción que ella realizó agradeciendo silenciosamente por esa intervención y alejarla de los dos hombres.
—Con que Akane, ¿eh? —miró a su amigo con la clara intención de que le presumiera sobre su nueva conquista.
Ranma estaba ignorando garrafalmente al colmilludo, sus azules orbes de nuevo estaban pendientes en un cien porciento de la joven que vivía en su casa hace algunos días. Nuevamente se tensó al ver cómo Hiroshi hablaba con demasiada confianza y cercanía con ella, no era primera vez que los descubría conversando de esa manera y eso no le era nada grato. Akane se giró hacia ellos un momento, como si analizara algo o a alguien, volvió su vista hacia el castaño y asintió para luego ingresar a la vivienda desapareciendo de su rango de visión.
—¡Ranma! —le reclamó nuevamente Ryoga—¿De verdad no piensas contarme de dónde sacaste a semejante diosa?
—¿Diosa? —lo miró ceñudo—Es solo Akane, —trató de restarle la certeza de aquella afirmación, él había pensado lo mismo dos días atrás, pero no estaba dispuesto a reconocerlo—mi asistente. —completó su pequeña presentación.
—¿Asistente? —Ryoga lo miró sorprendido—¿Pero no se supone que…?
—Lo sé, yo también me sorprendí, pero resulta ser que es hermana de Nabiki—explicó haciendo alusión a la cláusula puesta por su representante y que su amigo bien conocía.
—Quizás necesitaba trabajo—comentó tratando de encontrarle un sentido a aquella disparatada contratación.
—No lo sé y no me importa—respondió con un deje de molestia, no le agradaba nada que su amigo tuviera tanto interés en la peliazul.
—Debes sentirte afortunado, —volvió a mirar por donde había desaparecido la chica—ella es…
—Muy nada—lo interrumpió, definitivamente le desagradaba el rumbo de la conversación.
—¿Estas ciego o eres tonto? —lo reprendió por tamaña falacia—Dude, si ella me lo pidiese, sería capaz de terminar mi relación para estar juntos. —comentó suspirando por imaginarse aquella situación.
—No creo que a Ukyo le agrade saber que por Akane serías capaz de terminarla—sus cejas no podían estar más juntas en el centro de su frente y cruzándose de brazos, algo dentro de él bullía al escuchar las declaraciones de su camarada, generándole confusión al no reconocer qué era ni el por qué.
—¡Oh, vamos! Para eso somos amigos—le recriminó. Ambos llevaban demasiados años guardándose los secretos del otro, apoyándose y ayudándose cuando se trataba conquistar a alguien del sexo opuesto.
—Además, pierdes tu tiempo. —dijo desganado—Akane no te mirará, aunque te desnudaras y te ofrecieras bañado en crema chantilly.
—¡Solo lo dices porque la quieres para ti! —refutó furioso.
—No digas idioteces. —movió su mano izquierda tratando de calmar a su amigo—Ella batea para el otro lado. —la desilusión en su voz reflejaba la verdad de sus palabras.
—¡Imposible! —exclamó Ryoga desconcertado, desviando su vista hacia donde había desaparecido la chica—Pero… pero… ¡si no lo parece!
—Lo mismo pensaba yo, pero el otro día me lo confirmó cuando conversábamos… ¡hasta su familia la apoya!
—Wow… no sé qué decir, eso no lo esperaba. —su cara de sorpresa reflejaba lo increíble que seguía sonando que esa hermosura fuera lesbiana, comenzó a negar con la cabeza para quitarse las locas ideas de él, su novia y Akane en un trío… sabía que su pareja no le aceptaría tamaña aventura para su tristeza.
—Será mejor que nos vayamos si queremos que le compres el regalo a Ukyo hoy—le comentó fastidiado, ese fuego ardía dentro de él sin poder controlarlo, ¿cómo hacerlo si no sabía qué lo provocaba?
—Tienes razón, siempre me cuesta decidirme en los colores.
La pareja de amigos comenzó a caminar en dirección a la casa, ingresaron para luego cruzarla y así llegar rápidamente al estacionamiento. En la puerta de entrada, como era la costumbre, la señora Daimonji los esperaba para despedirse deseándoles un buen viaje. A la anciana no le importaba si iban en un tramo de quince minutos o de horas en auto, siempre les daba sus buenos deseos para asegurarse de que regresaran sanos y salvos; y Ranma no era quien para negarse a las mañas de la mujer a la que le confiaba su vida privada y el funcionamiento de su hogar.
Estaban llegando al plateado BMW M850i xDrive de Ryoga cuando la dulce voz de su asistente detuvo su andar.
—¡Hey! ¿A dónde crees que vas? —le preguntó asomada desde la ventana del segundo piso que daba con vista hacia la parte delantera de la casa.
—Saldré con Ryoga—respondió sorprendido por la osadía de la chica.
—Espérame, bajo en seguida—se iba a girar para llevar a cabo esa acción cuando su jefe la interrumpió.
—No te preocupes, no te necesito… ¡Nos vemos más tarde! —declaró de manera burlesca.
—¡Olvídalo! ¡Nabiki me dijo que debía acompañarte sí o sí!
Ranma estaba por refutarle aquello cuando la vio saltar de la ventana con el casco negro en la mano, para él todo ocurrió en cámara lenta igual que si estuviese en una película de acción: las largas piernas ataviadas en una calza gris oscuro relucieron contra el celeste cielo, el perfil de su perfectamente formado trasero destacaba de la tela imposibilitando a sus ojos fijarse en otra cosa que no fuera esa parte de la femenina anatomía. La perfecta caída de su asistente logró dejarlo con la boca abierta por la destreza, agilidad y elegancia con la que había realizado aquella loca acción.
—Qué mujer—exclamó casi en un susurro el ojiavellana, la joven sabía cómo impresionar ¡y de qué manera!
Para Ranma, aquel día nada parecía tener sentido o lógica, las palabras de su mejor amigo lo sacaron de la ensoñación en la que se encontraba luego de que sus azules orbes no se perdieran ningún detalle de la hazaña de su asistente, haciendo que dirigiera su vista hacia el chico a su lado con la rabia reflejada cual fuego siendo avivado por el viento. En su interior, quería taparle los ojos con sus propias manos para que dejara de deleitarse tal como lo estaba haciendo, deseaba exigirle que parara y que no se atreviera a pensar siquiera en ella… pero no podía, ¿qué clase de loco reaccionaría así? ¿De dónde surgía ese incendio que lo consumía por dentro? ¿Qué le pasaba? Inhaló profundo con la clara intención de calmarse, lo que no logró al ver que su asistente sonreía con suficiencia y grandeza frente a él.
—¡¿Pero qué demonios te pasa?! —le reclamó furibundo—¡Te pudiste haber matado o lesionado! —todo el fulgor de aquel fuego que le quemaba estaba siendo liberado—¡Te dije que no necesito que vayas! ¡¿Estás loca o qué?!
La paciencia de Akane estaba en el límite, demasiadas cosas se le estaban juntando y no sabía cuánto más podría controlarse antes de dejar que su carácter saliera a la luz. Como si su cerebro quisiera empatizar con ella, le trajo de entre sus recuerdos la vocecita de su hermana aquella tarde en el dojo en donde le dejaba en claro que debía tener MUCHA PACIENCIA y ser lo suficientemente profesional… exhaló el aire que estaba conteniendo a la vez que maldecía internamente a la castaña, ella sabía que algo así pasaría y no fue capaz de anticiparla. Recompuesta, porque no le daría el gusto de darle la razón sobre su (in)capacidad de actuar neutralmente en un trabajo, miró con superioridad al ojiazul con la intención de dejar las cosas claras entre ellos.
—Primero, —levantó su dedo índice de la mano derecha—No sé quién te crees que eres para tratarme así, pero esta es la primera y la última que lo acepto, Saotome. —la determinación le afloraba hasta por los poros—Segundo, —sumó al gesto el del medio—Nabiki me indicó que debía acompañarte a donde fueras el día de hoy y eso haré. No te preocupes, —se anticipó al ver que su jefe abría la boca para replicar—iré en mi moto y me mantendré a distancia. Tercero, —irguió el anular—Te recuerdo que cambiaste tu entrenamiento con Happosai para mañana porque hoy tienes una cita. —casi escupió lo último, en esos pocos días había escuchado demasiada información desagradable proveniente del resto de los empleados sobre las andanzas del artista marcial con el mundo del modelaje, complementando lo que la castaña le había descrito en las carpetas.
La única persona que lo "justificaba", aunque no estaba de acuerdo con su actuar, era la señora Daimonji, pues tenía conocimiento del porqué de esas actitudes infantiles e inmaduras, por lo que trataba de que su entorno evitara juzgarlo sin entrar en detalles sobre las desconocidas razones. Aquella conversación le permitió enterarse de que Ranma JAMÁS llevaba a alguna chica a su dormitorio (de hecho, la anciana le comentó que Nabiki había sido la única joven que había puesto un pie allí y que ahora las hermanitas Tendo compartían ese logro). Él tenía una habitación en el primer piso para esas instancias, específicamente la puerta que estaba pasando el gimnasio que estaba construido en la vivienda. Esa situación no era algo que esperara, desconocía el recelo del muchacho con respecto a su espacio personal y se sintió un poco mal al invadirlo sin su previa autorización, haciendo memoria de su primer día y cómo terminó despertándolo "aunque no fue mi culpa" se justificaba mentalmente cuando el cargo de conciencia intentaba apoderarse de ella.
—Y cuarto, —continuó con su discurso levantando el dedo meñique—ya que irás con Hiroshi, no pienso acompañarte… no me gusta ser mal tercio y eso Nabiki ya lo sabe, así que en la tarde vas solo. —terminó de informar. Su cuerpo se notaba claramente en tensión por la rabia contenida y la adrenalina producto del salto que había dado minutos atrás. En su mente se repetía constantemente la palabra respira para que pudiera volver a su equilibrio y no dejarse llevar por su volátil carácter. Al percatarse del mutismo de ambos hombres, así como la nula reacción por parte de ellos, se giró para caminar rumbo a su bebé para montarla, ponerse el casco y hacerla partir, sintiendo como el rugido de su motor la calmaba lo suficiente.
Ambos amigos se subieron el vehículo sin decir palabra, quizás sorprendidos por la actitud de la chica: desafiante y decidida; o tal vez por el encandilamiento que ella provocaba en los dos… en varios, a decir verdad. La música de fondo que sonaba en el trayecto a Tokyu Plaza parecía no alcanzar los oídos de cada joven, los cuales estaban sumidos en sus cavilaciones y cada cierto tiempo miraban los espejos retrovisores para asegurarse que la diosa montada en moto todavía los siguiera.
—Va a estar difícil—el colmilludo hombre rompió el silencio al verbalizar uno de sus tantos pensamientos.
Ranma, que aún repetía una y otra vez la escena de su asistente cayendo elegantemente por la ventana, su sensual cuerpo siendo delineado perfectamente por la luz del sol, su seguridad al momento de tocar el piso y el desafío que había en su mirada no logró entender a qué se refería su amigo.
—¿Qué cosa? —preguntó desconcertado.
—Conquistarla, por supuesto. —respondió con obviedad—Claramente, no es una chica fácil.
Ranma se giró en el asiento para poder verlo de frente, estaba molesto porque el fuego que sentía dentro de él, aunque había mermado bastante, comenzaba a encenderse nuevamente y seguía sin reconocer de dónde provenían aquellas emociones.
—¿Y quién te dijo que quiero conquistarla? —trató de sonar firme en su declaración—Ya te dije que ella es muy nada, y te recuerdo que es lesbiana.
—¡Oh, por favor Ranma! —le dirigió una rápida mirada—No nos leamos la suerte entre gitanos. —su voz dejó entrever que seguía sin creer aquella teoría.
—Te lo digo en serio, Ryoga… y aunque no lo fuera, ella es muy nada. —volvió a insistir. Una lava de furia comenzaba a recorrer sus venas, por lo que trataba de respirar de manera consciente para evitar decir o hacer algo que lo pusiera en evidencia… "¿evidencia de qué?" —¿Quieres dejar el tema, por favor?
—Entonces…—volvió a posar sus avellanas orbes en su copiloto—¿Estás seguro de que no la quieres para ti?
Ranma enarcó una ceja al escuchar esa pregunta—Seguro. —respondió firme—¿Por qué? —su corazón se aceleró al adivinar cuál sería la respuesta de a quien consideraba como un hermano.
—Bien…—guardó una pequeña pausa—pues la quiero para mí. —mencionó sonriente como en aquellas épocas en que ambos estaban solteros y en sus andanzas establecían a qué mujer cazarían para llevárselas a la cama.
El ojiazul cruzó sus brazos afirmándolos en su tonificado pecho, la furia bullía por su ser y no creía ser capaz de seguir controlándola, Ryoga era un descarado y, hasta ese momento, fue la primera vez que le molestó asumirlo.
—Tú tienes a Ukyo. —declaró tajante—¿No se supone que la amabas tanto? —su ceño fruncido y sus orbes demostraban todo el fuego que lo estaba consumiendo por dentro.
—Sí, —se encogió de hombros—pero no estoy casado. —giró levemente su rostro a su furibundo amigo para guiñarle un ojo en complicidad, sin percatarse de lo que el otro estaba sintiendo—Bro, —puso su mano derecha en el hombro izquierdo del copiloto—hay mujeres por las que vale la pena cometer un desliz—sus avellanos orbes volvieron al frente—y ella—miró por el retrovisor a la moto que los acompañaba desde la mansión, acción que no pasó desapercibida por el otro azabache—es una de ellas… y quizás, para más de uno. —terminó con su declaración convencido de cada palabra que dijo, posando nuevamente su mano en la palanca de cambios.
Luego de eso no volvieron a tocar el tema, uno estaba ensimismado dejando que su mente se imaginara una aventura amorosa con la motociclista, mientras que el copiloto iba molesto con el colmilludo y él mismo, pues no lograba entender nada de lo que sentía en ese momento y de dónde provenía. En algún punto, Ranma miró a su mejor amigo cuestionándolo silenciosamente por seguir con aquella mujer que, podría jurar, no amaba o de lo contrario no haría tales aseveraciones como las recientes. Si a eso le sumaba aquella situación ocurrida en la fiesta hace casi un año…
FLASHBACK
Su despertar no fue de los mejores, el dolor de cabeza acompañado de la sensación de sequedad de su garganta y el cuerpo pesado eran los encargados de recordarle los estragos que provocaba tomar alcohol en exceso, pero poco le importó… anoche había sido una de esas noches, por lo que se permitió tomar hasta que su mente decidió apagarse y permitirle no sentir aquello. La mujer con la que había pasado la noche ya no estaba a su lado, podía apostar que él mismo se había encargado de pedirle que se retirara luego de satisfacer sus necesidades, aunque poco recordaba de ese encuentro. Se incorporó maldiciendo a cada uno de los dioses que se le ocurrió, al sol, al calor, al alcohol, al idiota de Ryoga por invitarlo… "¡Ryoga!" pensó desesperado al acordarse del tema tan importante que tenían que hablar. Luego de vestirse fue directo a la alcoba de su mejor amigo, pues era menester para él aclarar todo y evitar cualquier malentendido entre ellos. Lo encontró despierto sentado en su cama mirando hacia la ventana, podría apostar que tenía pena, sus ojos avellanados eran demasiado expresivos.
—Buenos días—saludó intentando sonar relajado y no nervioso como en verdad se sentía.
—¿Cómo está esa resaca? —le preguntó el colmilludo dirigiendo su vista hacia el azabache.
—Terrible, como las de antaño. —ambos se rieron ante la referencia—Necesitamos hablar. —dijo serio una vez pasado el momento cómico, no se daría vueltas, quería ir al grano.
—No te preocupes, —respondió su amigo volviendo su cabeza hacia la ventana—no hay nada de qué hablar.
—¡Claro que sí! —casi gritó, por un segundo temió perderlo por aquel malentendido y eso era algo que jamás se permitiría, Ryoga era la única constante en su vida y valía más que… —Te juro que yo no…
—No es necesario. —lo interrumpió con una voz que reflejaba amargura y pena a la vez—Lo vi todo, no necesitas decir nada. Sé que no fue tu culpa. —Aquello sorprendió a Ranma, por una parte, lo tranquilizaba, pero por otra lo desconcertaba totalmente.
—¿Qué piensas hacer? —se acercó lentamente a la cama, no estaba seguro cómo debía reaccionar en ese instante, menos ante la actitud impasible del otro joven.
—Nada—se encogió de hombros.
—Pero… pero ella…
—Lo sé, pero tú no entenderías Ranma. —lo miró fijamente, había fuego en sus ojos y el azabache pudo sentir la confabulación de diversas emociones dentro del colmilludo. Dudó por un segundo, se supone que debería aconsejarlo en terminar todo, pero algo le decía que Ryoga no cambiaría de opinión por más fundamentos que le diera.
—¿Estás seguro?
—Sí, y te agradecería que dejáramos el tema hasta acá.
FIN FLASHBACK
Esa fue la primera y última vez que "conversaron" aquella situación, aunque se había repetido más veces de las que él quisiera, decidió respetar la solicitud de su colmilludo amigo y cada vez que volvía a ocurrir, rechazaba todo intento y trataba de dejar en claro su postura, aunque la otra persona parecía no comprender sus razones o definitivamente no le importaba nada de nada.
Después de estacionar, ambos amigos caminaron directamente hacia la tienda que vendía esas prendas de renombre internacional, tanto por sus diseños como por la calidad de sus productos. Antes de ingresar, el azabache decidió interrumpir el silencio que se había posado entre ambos luego de la conversación sobre Akane que habían tenido en el auto.
—Recuérdame por qué debes darle un regalo—solicitó deteniéndose a un par de metros de la puerta, provocando la misma acción en el chico de ojos avellanas.
—No es que DEBA—recalcó—es que QUIERO hacerlo… no siempre necesitas un motivo, Ranma… el amor es suficiente—declaró seguro y con firmeza en su voz.
—Sí, claro. —su sarcasmo hacía referencia a lo último que dijo su amigo, pues todavía no olvidaba aquella confesión que escuchó de sus labios unos minutos atrás—Y, coincidentemente, este regalo más parece que es para ti que para ella. —comentó con cierta picardía en sus palabras.
—Bueno, —se encogió de hombros—darse un gustito de vez en cuando no le hace mal a nadie, ¿no lo crees? —le guiñó un ojo en complicidad a la par que abría la puerta del local—No es mi culpa que anoche haya sido trending topic su desfile… —movió de un lado a otro su Smartphone para acentuar la referencia.
Ambos jóvenes ingresaron para ser atendidos por las dependientas que estaban atentas a cualquier cliente que deseara comprar algún conjunto de ese lugar. No se sorprendieron al reconocer quiénes eran, pues solían pasar cada cierto tiempo a comprar uno que otro regalito para sus chicas. Ryoga inmediatamente pidió que le mostraran aquel conjunto turquesa que había sido modelado por una chica extranjera, desde que vio el corsé junto con la diminuta tanga lo habían hipnotizado imaginándose a su novia luciéndolo exclusivamente para él, por lo que no dudó en comprárselo como un regalo, el cual entregaría posterior a una cena romántica en algún restaurant exclusivo de la ciudad.
Ranma caminaba entre los distintos muebles en donde se mostraban diversos conjuntos de lencería, variando en diseños, tipos de tela y motivos, pues la marca Victoria Secret era reconocida por abarcar la preferencia de todo tipo de mujer. Quería parecer que buscaba algo entre tanta opción, pero la verdad es que sus azules ojos no se despegaban de su asistente que lo esperaba en la parte exterior. Había aparcado su moto fuera del local, su retaguardia estaba apoyada en el costado del vehículo, su piernas estaban cruzadas a la altura de sus tobillos, su brazo izquierdo colgaba a un costado de su curvilíneo cuerpo con el casco sostenido por su mano, mientras que en la derecha mantenía su celular revisando quién sabe qué cosa. La segunda vendedora, al percatarse del interés del chico por la joven que se divisaba tras el ventanal, vio una oportunidad de venta y, recordando los gustos de ese cliente particular, fue hasta el final de local para luego traer una sexy prenda en color burdeo.
—Creo que a su novia le gustaría este. —se acercó con una sonrisa y le mostró el conjunto frente al azabache—Además, combinaría perfecto con su piel.
Los zafiros recorrieron detenidamente el corsé que estaba a su vista, los detalles de los encajes y transparencias eran finos y delicados, la pequeña tanga que apenas simulaba ser un par de triángulos tapando lo justo causó que su imaginación transformara aquel estímulo visual en una imagen al dirigir la mirada a la peliazul que mantenía su postura afuera en la calle… su traidora entrepierna comenzó a abultarse al vislumbrar el contraste de la nívea piel contra la tela burdeo, el pequeño triángulo junto a aquel diminuto tirante que se supone cubría la retaguardia provocó que un fuego dentro de él comenzara a bullir intensamente. Toda su fantasía se disipó al verla contestar el teléfono y sonreír como solo hasta ahora había visto que lo hiciera con su chofer… "Hiroshi" maldijo en sus pensamientos, el calor que sentía se transformó en uno que le quemaba las entrañas.
—No es mi novia. —respondió molesto a la impertinente dependienta. Sin esperar las disculpas correspondientes, salió de la tienda para tratar de obtener información sobre quién provocaba esa reacción en ella. En su interior intentaba comprender qué estaba sintiendo y el motivo de todo esto, pero desde siempre se había caracterizado por actuar primero y pensar después. El ruido de la calle y el tibio calor del aire le dieron de lleno a sus sentidos, la dulce risita que escapaba de los carnosos labios de su asistente provocó una contradicción de emociones dentro de él que no lograba reconocer: placer y rabia por igual, aunque esta última fue la que terminó ganando la batalla—No te pago para que hagas vida social en tu horario laboral. —comentó a unos metros de ella y cruzándose de brazos.
—Dame un segundo. —informó a quien fuera que se encontraba al otro lado de la línea—¿Ya terminaste? ¿O necesitas mi opinión para sorprender a alguna de tus amiguitas? —consultó con el desprecio en sus palabras—Disculpa, —volvió a colocarse el teléfono en su oído—Te llamo más tarde, ¿bueno?... yo también, un beso. —cortó sin apartar su desafiante mirada a la de su jefe, quien seguía tenso y firme frente a ella—¿Y bien? —lo increpó nuevamente—¿Necesitas algo o solo vienes a molestar?
—Ya te lo dije, —no relajó en ningún momento su postura—se te paga para que hagas tu trabajo, no para que andes cuchicheando con otros.
Las almendradas orbes reflejaban el fuego puro del enojo, la vio abrir la boca en un intento de réplica, pero la peliazul rápidamente volvió a cerrarla y solo se dignó a guardar silencio. Lo sabía, estaba seguro de que ella quería responderle, pero algo la detenía y sospechaba qué podría ser… "Su novia" declaró seguro en su mente, quien fuese la afortunada poseedora de ese corazón y cuerpo era la causante de la distracción que había tenido y eso le enervaba más y más.
—Estaré pendiente, jefecito. —musitó con sorna luego de guardar su smartphone en el bolsillo de su chaqueta—Y creo que el rojo es un color que viene bien con todo tipo de piel…
Ninguno de los dos dijo una palabra más, parecía que habían establecido algún tipo de tregua de manera silenciosa, por lo que el azabache reingresó a la tienda con ganas de apurar a su mejor amigo para volver pronto a la casa, su buen ánimo había desaparecido por completo y solo sentía la necesidad de darle una paliza a alguien, por lo que le urgía volver a su hogar para entrenar un rato contra el saco de arena que tenía colgando en su gimnasio personal.
Ya era bien entrada la noche cuando retornaba a su hogar luego de su no tan placentera cita. Todo el camino de regreso lo había hecho en silencio, su chofer tenía puesta una radio que tocaba canciones de rock clásicas, pero ni la música ni las letras parecían llegar a sus oídos. Hurgaba en su mente buscando la explicación a lo que le había pasado, seguía cuestionándose el por qué no había logrado sacarse la imagen de su asistente mientras tenía sexo con la modelo de televisión que se había conseguido para ese día. Por más que lo intentó, la rubia de ojos negros desaparecía para dar paso a los almendrados orbes acariciados por el flequillo azabache con destellos azulados de la chica que llevaba unos cuantos días siendo parte de su vida. Al principio se enojó consigo mismo y se reprendió por hacerle eso a la mujer que tenía enfrente; luego, la culpabilidad fue desapareciendo para dar paso al deseo que lo inundó al recordar el conjunto ofrecido por la dependienta, por lo que permitió que aquella imagen se apoderara de sus sentidos y la hizo suya de todas las maneras que se le ocurrió en ese instante… todo hubiese sido perfecto si la voz de su acompañante no fuese tan aguda y se pareciera más a la culpable de su fantasía.
Agradeció al castaño cuando estacionó el auto y le abrió la puerta para que pudiera descender, le deseó buenas noches y lo vio desaparecer por el costado de la vivienda con dirección al pequeño hogar que tenía al fondo del patio trasero. Sabía que la señora Daimonji no lo estaría esperando despierta, lo más probable es que Hiroshi, en algún momento, le informó que seguía ocupado y que no se preocupara, pues como buen empleado, andaba con llaves por si su jefe no las portaba. A pesar de esto, desde pequeño Ranma tenía la costumbre de andar siempre con un juego, sobre todo después de que una vez se quedaron fuera con su madre, ya que Genma portaba las llaves y se había peleado con Nodoka mandándose a cambiar quién sabe a dónde, dejándolos a ambos a su espera en el frío piso de la entrada de su casa. Cuando el calor de la vivienda lo recibió en su interior, se obligó a dejar aquellos amargos recuerdos en el fondo de su cerebro o pronto la ira volvería a él y no lo dejaría dormir.
Ya dentro de su habitación decidió no encender las luces y disfrutar la oscuridad que su cuarto le otorgaba. Sonrió al recordar cómo solía temer quedarse solo en un espacio sin iluminación cuando más chico, pero que finalmente se había acostumbrado a tal condición luego de varias veces en que su progenitor gastaba el dinero de las cuentas en fallidas apuestas. La brisa que se colaba por sus ventanales refrescaba lo suficiente el ambiente para disminuir la cálida temperatura que ya comenzaba a rondar por esos días gracias a la tan apreciada primavera. Fue hasta su baño para realizar toda su rutina de aseo nocturna, se cambió de ropa colocándose el short y la polera verde limón de su pijama y se dirigió lentamente hacia su cama. No hizo ni el intento de acostarse, se sentía más despierto que nunca y su cerebro parecía no tener intensiones de permitirle descansar pronto, por lo que se dirigió hasta su balcón para poder apreciar el hermoso jardín por el que había comprado esa propiedad. Sus ojos rápidamente se percataron de la presencia del pastor alemán cercano a la piscina al cual solían soltar durante la noche para que protegiera la vivienda, estaba agazapado con la vista fija en dirección hacia su pequeño bosque, su cola tiesa y sus orejas apuntando hacia el cielo eran el claro indicio que pensaba atacar a quien se le hubiera ocurrido invadir sus terrenos a esas horas.
Una inquietud se instaló en el centro de su pecho cuando vio al can comenzar a caminar rápidamente con la clara intención de pillar por sorpresa al intruso y atraparlo in fraganti. No lo pensó dos veces cuando saltó por sobre la baranda para caer firmemente en el primer piso, sus piernas se movían solas sin esperar una orden por parte de su cerebro, corría desesperado con la opresión siendo cada vez más fuerte dificultando su agitada respiración. Sus azules ojos luchaban por distinguir las diversas siluetas que se iban formando frente a él gracias a las pequeñas lamparillas que estaban encendidas marcando el camino y formando sombras que se distorsionaban a medida que avanzaba. La adrenalina progresaba por sus venas como un río desbordado provocando que su corazón latiera aceleradamente tratando de responder ante la demanda que su propio cuerpo estaba haciendo, todos sus músculos estaban en tensión ante la inminente imagen que su ingrata mente decidió armar al asumir el final de aquel ataque. Sus pies frenaron en seco y se plantaron cual bloque de cemento al escuchar a escasos pasos de él una risita melodiosa y dulce, desconcertándolo automáticamente.
—No, que me haces cosquillas. —reclamó la chica tratando de contener la carcajada que deseaba salir de su garganta debido al roce de la nariz del animal sobre su cuello, mientras sus manos trataban apartarlo de ella sin hacer mucha fuerza, solo con la delicadeza y presión suficiente para lograr su cometido. Tan pronto se lo quitó de encima, el pastor alemán se recostó en el piso apoyando completamente su espalda contra este para que la adorable mujer lo acariciara en su peluda barriga. Comprendiendo claramente el mensaje, Akane no se hizo de rogar y cayó rendida ante la tentación de posar sus manos sobre el pelaje café claro disfrutando de la suavidad y sedosidad de este, "por lo menos está bien cuidado" pensó acicalando con todo el amor del mundo al can.
Ranma Saotome no procesaba del todo la imagen que se desarrollaba frente a él a pesar de encontrarse escondido tras unos árboles. A unos cuantos metros, su supuesto perro guardián entrenado para doblegar y reducir a cualquier extraño, se encontraba recibiendo un cariñoso belly rub por parte de su asistente, haciendo que ninguno de los dos se diera cuenta de su presencia en ese lugar. Toda la adrenalina que traía comenzó a desvanecerse provocando que el calor en él fuera mermando y la fresca brisa le generara escalofríos por el cambio de temperatura; además, toda su preocupación se transformó en enojo al sentirse un ridículo luego de ver la escena y reconocer que se había asustado por nada. Dio un paso al frente para hacerse notar y poder romper con todo el ambiente de complicidad que tenían su mascota y su asistente. Lo que no esperó, ni siquiera se lo imaginó, fue que el pastor alemán rápidamente se girara para quedar sobre sus cuatro patas y comenzara a gruñir amenazadoramente hacia su dirección.
—Hank, —lo llamó tranquilamente—soy yo. —levantó las manos en señal de venir con buenas intenciones y no ser considerado como una amenaza, pero eso pareció ser irrelevante para el perro quien volvió a agazaparse y mostrarle sus colmillos transmitiendo el mensaje de desconfianza que le provocaba su supuesto "amo" —Perro traidor. —masculló molesto al darse cuenta de la actitud que tomaba con él, siendo totalmente opuesta a la que tenía hace segundos con su asistente.
—No te preocupes, —Akane había decidido intervenir acercándose para acariciar suavemente la cabeza del animal y así lograr cambiar su humor—es solo Ranma. —declaró dulcemente. Su táctica había dado resultado, los ojos negros que portaba el can la miraron embobados para volverse a encontrar con los azules de su dueño, mostró levemente los dientes por no estar muy convencido del grado de confianza que debería tener en ese hombre, pero el gentil tacto que le proporcionaba la mujer lo terminó por relajar al punto que se sentó y acercó su cabeza para que la chica continuara con sus caricias.
—Maldito traidor—volvió a mascullar un tanto molesto.
—No es su culpa, —rio suavemente—tengo ese efecto en los animales. —otra risita escapó de sus labios al reconocer que esa escena la había vivido a lo largo de su vida—Los machos suelen ponerse celosos y posesivos conmigo, pero después se les pasa. —sus almendrados orbes hicieron contacto con los azules de su jefe a la par que continuaba mimando al guardián de la casa acuclillada.
"Y en los hombres" pensó fastidiado al recordar como su mejor amigo también había caído en las redes de esa mujer… "El encanto Akane" volvió a su mente el término empleado por su representante hace un par de días. "Con que a eso se refería" reconoció al comprender por fin los alcances de la supuesta magia a la cual no tenía manera de refutar porque, de manera inconsciente, él sabía que era uno de los tantos con los que ese poder hacía de las suyas.
—¿No lo ves mucho, cierto? —preguntó sacándolo de sus pensamientos.
—La verdad es que no. —suspiró un tanto resignado—Heita suele dejarlo que ande libre en la noche cuando ya todos están en sus dependencias y lo entran a la casa del fondo antes del amanecer.
—Por eso no te tiene confianza. —hizo ver la obviedad de la situación—No deberías ser así con él, se supone que es tu perro. —sus ojos volvieron al animal, el cual se había recostado a un costado de ella para recibir esas muestras de amor, el tono de voz usado por la chica reflejada la pena que le producía conocer la situación del can.
—La verdad es que…—pensaba excusarse, iba a decir alguna mentira para no quedar mal parado, pero terminó asumiendo las cosas como eran, suspiró resignado—Se supone que le dedicaría tiempo, pero creo que no ha sido una de mis prioridades. —su mano derecha viajó hasta posarse en su nuca a la par que su cabeza apuntaba hacia el cielo, cual adolescente asumiendo su error sin decirlo directamente.
—Deberías. —lo regañó—¿Cómo esperas que te proteja si no le das una razón para ello? —lo miró ceñuda sin dejar de acariciar al animal.
—Le doy un techo y comida. —respondió un tanto cansado por ese juicio al que estaba siendo sometido—Creo que es el motivo suficiente. —se cruzó de brazos y tensó todo su cuerpo.
Akane negó con su cabeza—Parece que no lo entiendes. —sus ojos como la miel lo miraron con compasión—Dime Ranma, ¿por quién serías capaz de dar tu propia vida para salvarlo?
El azabache enarcó una ceja sin relajar su postura—Por mi madre—respondió sin un dejo de duda.
—Porque la amas, ¿no es así? —trató de remarcar lo evidente.
—Por supuesto—su tono fue frío y cortante, pero aquello no mermó a la peliazul.
—¿Ahora lo entiendes? —lo miró fijamente—Si no siente ni un mínimo de cariño por ti, ¿cómo esperas que anteponga tu vida a la de él?
Cuando escuchó aquellas palabras, Ranma se sintió un estúpido por no considerar un detalle tan relevante como el mencionado por su asistente. Él había insistido en adoptar a Hank cuando lo vio caminando solo por la calle como el cachorro d meses que era hace ya unos 6 años atrás, pero no generó un mayor vínculo porque solo se dedicaba a su entrenamiento, ir a fiestas y salir con cuanta chica se le ofreciera y le viniera en gana. Ahora, al sentirse juzgado, caía en cuenta que jamás se había hecho realmente responsable del cuidado de su mascota, eso había recaído en sus diversos empleados y tampoco le brindó la calidez de un hogar como lo imaginó cuando decidió adoptarlo. Su rostro dejó de mostrar molestia y se transformó en absoluto arrepentimiento, se golpeó la frente mentalmente por tamaña traición al que se supone sería su amigo más fiel por lo que le prometió en el silencio de la noche y de su interior, que lo compensaría por todos los años en que lo había abandonado.
—Ella tiene razón. —se agachó y alzó la mano hacia el can, esperando que este lo oliera y se acercara voluntariamente—He sido un tonto, ¿me perdonas? —su tono de voz fue dulce, cálido, casi lograba acariciar con sus palabras, lo cual pareció convencer al perro que posicionó su cabeza contra la tosca extremidad para ser mimado provocando una sonrisa por parte del azabache.
—Vaya, tienes tu lado humano—comentó un poco burlesca la joven, aunque feliz de haber hecho entrar en razón a su jefe.
—Te sorprenderías—le sonrió ladino con una mirada pícara… todo ese ambiente se fue al traste cuando sintió la húmeda lengua del pastor alemán contra su rostro, lo que lo hizo reír a carcajadas para luego ponerse de pie en el acto.
—Creo que deberías ir a dormir, mañana tienes entrenamiento. —comentó alegremente Akane—Debes descansar o Happosai te hará pagar.
—Tienes razón. —sus azules brillaban con la calidez recorriendo su cuerpo, ¿de dónde surgía aquella emoción? ¿Por qué se sentía tan agradable compartir ese pequeño momento con ella y su perro? —Buenas noches. —acarició por última vez al can y luego miró fijamente a su asistente, disfrutando de lo hermosa que se veía a pesar de la poca iluminación que había—Hasta mañana. —se giró para salir rápidamente de allí, aquellas sensaciones no le agradaban pues implicaban ir en contra de lo decidido años atrás. Aun así, al llegar a su habitación se recostó sobre su cama y se durmió con una sonrisa en su rostro como no lo hacía en quizás quién sabe cuánto tiempo.
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Día 5
Genma Saotome sabía que no era el modelo de padre que la sociedad podría esperar, pero también sabía que estaba lejos de ser el peor ejemplar, por lo que no sentía culpabilidad ni remordimiento por cómo había criado a su único hijo, Ranma. Aunque el malagradecido parecía odiarlo y quererlo fuera de su vida, Genma podía asegurar que debería mantenerlo de por vida por el esfuerzo que había hecho por él y su familia. Porque sí, a diferencia de su progenitor, Genma Saotome sí se había dedicado a su familia con amor, o con lo que él podría considerar que era amor. ¿Quién se atrevería a juzgarlo si supiera la verdad que ocultaba tras esas gafas? Nadie, absolutamente nadie sabía todo lo que él sufrió en su infancia, ni siquiera su esposa tenía la más mínima idea de aquella parte de su vida. Y prefería que se mantuviera así, estaba tranquilo con que la gente lo juzgara y hablara mal de él antes de que lo hicieran de su progenitor, porque a pesar de todo, aquel hombre forjó su carácter de guerrero firme y decidido, por lo que le debía la vida y más.
Su difunto padre se encargó de repetirle hasta el último día que convivieron juntos lo miserable que era por culpa de Genma, el haberlo engendrado lo obligó a casarse con la madre de este, por lo que tuvo que abandonar su sueño de ser el mejor artista marcial de todos los tiempos para hacerse responsable de la mujer y su vástago. El tener una familia provocó que dejara de viajar por diversos lugares para conocer nuevas técnicas y maestros, cambiando aquellas entretenidas y desafiantes aventuras por la vida en un solo pueblo para entregar la estabilidad económica y emocional que requería su nuevo status social. Desde que Genma tenía uso de memoria, podía vislumbrar la imagen de su padre llegando borracho al finalizar la semana laboral maldiciéndolo por tenerlo, culpando a su mujer por haberlo engatusado y amarrándolo a esa infernal vida. En su estado alcohólico, su progenitor solía contarle de aquellas aventuras que había podido tener y disfrutar en su juventud, hablándole sobre su intención de ser el mejor artista marcial y sus planes para conseguirlo. Aquellas palabras se tatuaron en la mente de Genma como hierro caliente, cada lugar al que se supone que su viejo quería ir nunca fueron olvidadas, prometiéndose que él sí iría y conocería cada técnica para cumplir el sueño frustrado de su padre. A pesar de eso, a los quince años decidió abandonar su hogar para irse a la aventura pues todo ese tiempo recibiendo solo la amargura y pesar de su progenitor provocaron que cargara con una culpabilidad que hasta el día de hoy perturbaba sus pensamientos.
Por eso, cuando a sus veintiún primaveras conoció a Nodoka fue que descubrió la calidez que podía albergar su corazón a la par que pudo comprobar el famoso encanto Saotome del que su madre le había hablado cuando pequeño. Esa mujer logró cautivarlo desde el primer día en que la vio, logrando enamorarlo al punto de que le pidió matrimonio a pesar de no tener nada para ofrecerle, pues era un viajero errante buscando la perfección en las artes marciales. Ella aceptó sin dudarlo y al año siguiente le dio la alegría de un heredero. Para Genma, ese pequeño niño de ojos azules sería la remisión de su historia con su viejo padre, por lo que se prometió poder compenetrar ambos sueños y llevarlos a cabo sin tener que privilegiar uno por sobre el otro. Por ello, el patriarca Saotome no se arrepentía de la vida que le brindó al malagradecido de su hijo, pues le dio mucho más amor de lo que él recibió siendo un pequeño, lo entrenó duramente desde que logró equilibrarse bien sobre sus piernitas para que se transformara en el mejor artista marcial de los últimos tiempos y le permitió a su mujer que lo malcriara lo suficiente para que se sintiera querido y valorado. Sí, Genma Saotome estaba tranquilo con sus decisiones, sabía que no eran las mejores y muchas dejaban harto que desear, pero todo lo que había hecho fue pensando en su familia, sus sueños y en cómo no cometer los mismos errores que su propio padre le enrostró cada minuto de su infancia.
Nodoka Saotome, por otro lado, era una mujer que creció rodeada de las comodidades que solía proporcionarle una familia de guerreros reconocidos desde tiempos inmemorables en su pueblo. El entrenamiento duro y constante para transformarse en una digna dueña de casa fue parte de su día a día desde que podía recordar, pero su padre también la instruyó en el uso de armas en caso de tener que defenderse porque como digna heredera de su legado, no podía depender de un hombre para asegurar su sobrevivencia. A pesar de saberse amada por sus progenitores, su nivel social les pedía ser partícipes de diversas reuniones y eventos a los cuales ella no podía asistir por su corta edad, por lo que un sentimiento de abandono se fue instalando en su dulce corazón a medida que iba creciendo. En su adolescencia, cuando los prospectos comenzaban a rondar por su hogar, se prometió a sí misma que el hombre que se casara con ella no se separaría de su lado o sería capaz de matarlo con la katana que su padre le regaló al cumplir los doce años… no permitiría que alguien más la hiciera sentir que otra cosa era más importante, ya mucho había lidiado con su infancia.
Cuando conoció a Genma, ella estaba paseando después de discutir con su madre por haber rechazado al último pretendiente, pues a su edad de dieciocho primaveras ya debería estar casada o ad portas de hacerlo. Pero el chico no tenía ambiciones, solo le ofrecía lo que heredaría y aquella vida monótona no le provocaba nada. Por eso, al toparse con aquel joven dos años mayor, pudo percatarse que venía de un largo viaje, lucía agotado durmiendo apoyado en el tronco de un árbol, sus ropas estaban sucias evidenciando la rudeza de la travesía, mas no parecía un mendigo ni un antisocial que escapara de sus perseguidores. Se agachó para poder verlo de frente, el pañuelo que cubría su cabeza reflejaba la falta de pelo de una manera sutil, sus redondas gafas parecían ser una barrera para ocultarle al mundo lo que aquellos ojos cerrados desearan transmitir. Una sutil corriente eléctrica la recorrió desde la punta de los dedos de sus pies cuando sus orbes detallaron cada milímetro del rostro de aquel joven, su respiración pausada y relajada provocaba que su ancho pecho subiera y bajara rítmicamente haciendo que la piel de la chica se erizara ante la expectación. De repente, su corazón bombeaba demasiado rápido provocando que sus finas mejillas se sonrojaran... "¿quién es?" se preguntó sin poder dejar de observarlo, el nerviosismo la recorría sin parar y solo deseaba despertarlo para poder hablar con aquel desconocido. Sus dedos, como si quisieran cumplir con sus deseos, se acercaron parsimoniosamente a la trigueña piel de la cara de ese hombre, al principio fue un roce demasiado superficial, pero pronto se armaron de valor y se aventuraron a tocar con mayor precisión.
Por mucho entrenamiento que tenía Nodoka, no logró reaccionar a tiempo cuando la gran y tosca mano del joven aprisionó la suya para detener sus caricias. ¿Quién eres y qué es lo que quieres? preguntó con su voz ronca mientras su mirada intensa traspasaba sus anteojos para posarse en los marrones ojos de la chica. Nodoka rápidamente se soltó y dio un paso hacia atrás, sus mejillas ahora estaban cubiertas de un bello carmín por la vergüenza de haber sido descubierta y la voz se rehusaba a salir. Lentamente trató de calmarse para luego disculparse con aquel hombre, se presentó y le ofreció su hogar para que pudiese darse una ducha y descansar de lo que parecía ser un agotador viaje. Aquel día fue que comenzó la historia de amor entre ellos dos, sus padres estaban de viaje de negocios así que nadie se opuso a que el visitante pasara una estadía por unos cuantos días. Ambos jóvenes compartían experiencias sobre lugares y técnicas, mientras él le hablaba de artes marciales, ella hacía gala del manejo y uso de distintas armas. Poco a poco la calidez del amor se empezó a instaurar en sus corazones, sus cuerpos parecían necesitar al otro como los pulmones necesitan al aire para funcionar, sus mentes divagaban en un posible futuro juntos y pronto la idea de la separación provocó el temor y la desesperanza. Una mañana, Nodoka fue sorprendida con la propuesta de matrimonio por parte de Genma, él se sinceró confesándole que no tenía nada para ofrecerle más que su amor, pero que haría todo lo que estuviese a su alcance para hacerla y verla feliz. Eso le bastó a ella para entregarle su vida y alma a aquel hombre, se casaron en secreto y se escaparon del que había sido su hogar para permitirse vivenciar esa historia de amor y aventuras que el destino les deparaba.
Cuando quedó embarazada, fue la situación determinante para exigirle a su esposo que se establecieran en un lugar, que ya no podían seguir sobreviviendo al tres y al cuatro, que era momento de ponerse serios y actuar como el supuesto par de adultos responsables que creían ser. Genma la complació, más por temor a la katana que al amor que le profesaba, pues ya había sido amenazado un par de veces cuando comentó su idea de viajar para mejorar en su entrenamiento solo y sin ella. Al nacer Ranma, la ciudad de Nerima fue su cuna y lugar de crianza hasta su adolescencia, pero no era lo que Nodoka esperaba para él. Las pellejerías a las que los sometía Genma, los incansables viajes de máximo 3 semanas separados para que el chico fuera el mejor la orillaron a malcriar a su único hijo para suplir los vacíos emocionales que podrían surgir del poco cariñoso padre que tenía y de los continuos alejamientos a los que era sometido para ser el mejor artista marcial y el hombre entre hombres. Nodoka tenía claro que ambos progenitores estaban traspasando sus sueños y expectativas a su descendencia, pero era algo que ni ella ni su marido podían controlar.
Debido a todas las falencias en su crianza, Nodoka hacía la vista gorda con respecto a las actitudes indecorosas de su hijo sobre sus relaciones informales con diversas chiquillas, claramente no estaba de acuerdo con estas, pero comprendía que él como hombre entre los hombres tenía necesidades que debían ser satisfechas, y aunque unas cuantas veces ella le recomendaba que usara la mano derecha para lograr aquel cometido en vez de ir como un picaflor, el chico solía sonrojarse, rogarle que dejara el tema hasta ahí y cambiarlo rotundamente. Eso no quitaba que, cada vez que conoció a alguna de las elegidas, les dejó en claro de una manera sutil y propio de ella, que su estadía era exclusivamente para algo del momento y no proyectado a futuro, pues no las consideraba dignas para su primogénito. Con la intención de que ninguna fuera a pensar distinto, es que solía presentarse sin previo aviso en la casa de Ranma para así poder conocer a la de turno y dejar su punto de vista más que aclarado, por lo que su presencia aquel día no fue sorpresa para la ama de casa, aunque sí la hora, ya que no pasaban de las ocho y media de la mañana cuando le dio la bienvenida en el hall de entrada, recibiéndola con la solemnidad que esa mujer solicitaba y a la cual todos los empleados estaban acostumbrados ante su presencia. Todo el ambiente fue interrumpido por un griterío que se escuchaba a lo lejos, probablemente emanando del segundo piso, provocando que ambas damas se miraran sorprendidas y confundidas ante la situación, aunque una ya suponía a qué se debía.
—¡Está bien! —el vozarrón, a pesar de su intensidad, claramente era de una chica—¡Desde mañana desayunaré contigo para que veas que eres un exagerado y un pozo sin fondo! —lentamente la lejanía parecía reducirse—¡Y si tan poco te importa andar adolorido después, baja y prepárate tú mismo algo para comer! —el portazo hizo retumbar las paredes y el fuerte sonido de la madera contra el marco pareció amplificarse por toda la mansión, alcanzando hasta el último rincón de esta y sobresaltando a más de alguno de quienes estaban trabajando en las dependencias.
Rápidamente le siguió el firme golpeteo de pisadas que más parecían ser hechas por un gigante que por su verdadera autora, cada uno parecía ejercer mayor presión contra el piso, el talón lograba resonar cuando hacía contacto con el suelo, casi se podría asegurar que en cualquier momento esos pies duros como una enorme roca romperían lo que les servía de base en aquella vivienda.
—Maldito idiota malcriado. —refunfuñaba Akane no pudiendo creer el genio con el que se despertaba su jefe—¡Hotcakes quería el perla! —comenzó a bajar la escalera principal sin percatarse de la presencia de otras personas en la planta baja—¡Una patada en el trasero debería darle por mimado y malcriado!
Con suerte alcanzó a finalizar la frase cuando, a poco menos de cinco escalones para terminar de descender, su vista se posó en la señora Daimonji quien la miraba asustada con ambas manos entrelazadas a la altura de su pecho como si suplicara por algo y ella desconociera el por qué. Rápidamente sus sentidos se pusieron en alerta, el temor recorrió su cuerpo en forma de escalofrío y su piel se erizó como si estuviera desnuda parada en medio de la Antártica… su cerebro intentó comprender qué ocurría, pero todo fue aclarado cuando vio a la imponente mujer a un costado de la ama de llaves. El kimono azul marino con detalles de hilo verde metalizado simulando las auroras boreales envolvía delicadamente el cuerpo dando la impresión de que trataba de acariciar la fina piel en vez de cubrirla. Para Akane, la imagen frente a sí le recordó aquellos solemnes árboles milenarios que conoció siendo adolescente en sus viajes escolares, pues la dama de pelo castaño recogido en un tradicional moño se imponía de la misma manera que aquellos majestuosos macizos generando esa sensación de respeto, proyectando sabiduría por cada espacio de su ser e incluso atrayéndola de tal forma que parecía querer abrazarla y no soltarla más. Sus ojos, por el contrario, a pesar de ser tan oscuros como la corteza de un majestuoso roble, parecían contener las mismísimas llamas del infierno tras sus pupilas mientras eran rodeados por un rostro cálido y sereno. Pronto comprendió de quién se trataba, sintiendo pánico al percatarse de lo que había salido recientemente de su boca y maldiciéndose por no saber cerrarla ni controlar su bendito carácter.
—Señorita Akane, —el ama de llaves trató de sonar tranquila, aunque realmente estaba aterrada—le presento a la señora Saotome, Nodoka Saotome. —informó señalando gentilmente a la mujer a su lado.
Sin pensarlo dos veces, la menor de las hermanas Tendo terminó de bajar la escalera e hizo una profunda reverencia con la finalidad de presentar sus respetos y aprovechar de disculparse por su conducta anterior, pues podría jurar por todos los dioses que aquella mujer escuchó cada palabra que dijo de su hijo. "Yo y mi maldito genio" pensaba un tanto frustrada por aquella fallida primera impresión que le dio a la madre de su jefe.
—Mucho gusto, soy Akane Tendo—quiso sonar solemne, su voz denotaba formalidad en su saludo a la par que se erguía lentamente para no errar en el cumplimiento del protocolo.
Si las miradas mataran, la ojimiel podría apostar que ella estaría muerta incluso desde antes de que hubiese podido terminar de bajar las escaleras. En respuesta, solo recibió un leve movimiento vertical de cabeza por parte de la matriarca Saotome, el silencio era demoledor, ni siquiera las respiraciones parecían atreverse a quebrar la afonía que reinaba en el hall de entrada.
—Querida, —la dulce pero tajante voz de Nodoka rompió todo el lúgubre ambiente que se había instaurado al dirigirse a la joven frente a ella—¿Me podrías esperar en la terraza, por favor? Necesito ir a buscar algo antes de conversar una palabrita contigo.
Akane comprendió de inmediato lo que ocurría, algo le había advertido su hermana a pesar de que no contaba con todos los detalles, pero tenía muy presente que la madre de su jefe creía que ella era una más y pensaba dejarle en claro que no la quería como nuera. Aceptó a conciencia el mal rato que tendría por delante, pero también tenía presente las amenazas de Nabiki con respecto a no hacer enfadar a esa mujer. "Quizás ya es muy tarde para eso" pensó tratando de contener la risita que le producía esa situación, por lo que se retiró lo más ágilmente que pudo con dirección al patio trasero y así no empeorar las cosas.
La señora Chiyo Daimonji sintió que un balde de agua congelada la bañaba de pies a cabezas cuando la matriarca Saotome le daba las indicaciones a la niña Tendo (como amorosamente la había apodado en esos pocos días de convivencia), sentía que quería hablar y aclarar todo, pero las palabras parecían escaparse escondidas en el aire que suavemente exhalaba. Su cansado cerebro trató de retomar la agilidad perdida de su juventud para maquinar alguna solución ante el malentendido que se desarrollaba en frente de su nariz, y aunque sus años de experiencia supieron apoyarla esta vez, el dilema presente ahora era otro. Ya sola en la entrada del hogar miró en dirección donde la madre de su jefe había desaparecido para luego sus ojos guiarse rápidamente hacia la escalera que la llevaría al segundo piso. Sin analizarlo mayormente, rogó a su adulto cuerpo acompañarle en tamaña travesía a la par que comenzaba a mover sus pies a una velocidad a la cual no les exigía hacía demasiado tiempo. Los escalones parecían separarse uno de otro dificultándole su intención de llegar lo antes posible a la habitación del joven azabache, sus pulmones no lograban dar abasto con la necesidad de oxigenación que exigía desesperadamente su cuerpo, sus manos temblaban ante la ansiedad y el temor a lo que podría pasar mezclado con una pequeña hiperventilación que no lograba controlar. Le rogó a todos los dioses para que la ayudaran a cumplir con esa autoimpuesta misión, pues le había agarrado cariño a la niña Tendo como para que abandonara prontamente su puesto de trabajo.
Como no lo hacía en años, maldijo a esos ancianos que habían sido entrevistados hace un par de semanas y habían declarado que con sus más de ochenta años seguían corriendo maratones de 20 y hasta 40 kilómetros… "sí, cómo no" refunfuñó afirmada al barandal cuando por fin llegó al último escalón en una necesaria pausa para recuperar el tan anhelado aliento. Tomó aire profundamente recordándose que no había tiempo que perder, que aquellos interminables segundos (¿o tal vez fueron minutos?) en los que se demoró en subir podrían provocar que la chica de pelo negro azulado desapareciera de sus vidas, cosa que su viejo corazón se negaba a aceptar pues sabía que ella podría marcar un antes y después en la vida del artista marcial. Se obligó a retomar su marcha a pesar de sentir que sus piernas hervían y sus pies prontamente se hincharían, nada le importó, caminó por ese ancho y vacío pasillo hasta llegar a la puerta deseada. No golpeó como era su estricta costumbre, no le importó cómo lo fuera a encontrar adentro, si vestido, desnudo o en vías a colocarse la ropa, la situación ameritaba esas decisiones apresuradas y ella no las cuestionaría.
—Joven Ranma. —lo llamó apresurada con su respiración demasiado agitada—¡Joven Ranma! —volvió a llamarlo sin soltar la manilla ni el marco de la puerta, no porque no se atreviera a ingresar, sino porque su cuerpo ya no daba más y protestaba de sobremanera por aquel esfuerzo al que fue expuesto.
—¿Qué ocurre Nana? —le preguntó con aquel apodo cariñoso con el que la trataba en la intimidad mientras salía del baño—¡¿Qué te pasó?! — cuestionó asustado al verla agitada y con su tradicional peinado un tanto desordenado.
—La…—su voz no lograba salir porque sus pulmones luchaban por contener el aire dentro de ellos—La niña Tendo. —pronunció desesperada.
—¿Qué le pasó? —la miró confundido, jamás la había visto así de preocupada y acelerada.
—Su madre. —como si un rayo congelado hubiese chocado contra el cuerpo de Ranma, el frío lo recorrió desde su nuca hasta el dedo meñique de su pie—Su madre llegó y la citó en la terraza. —por fin podía hablar con un poco de calma, su mano derecha estaba aferrada fuertemente a su blusa a la altura de su pecho, como si así lograse controlar esa sensación de que sus órganos deseaban escaparse de su prisión de huesos para correr hacia la libertad plena.
Sus azules orbes se toparon con los cafés oscuros de la mujer mayor, los de él trataban de transmitir una seguridad que no sentía, los de ella se apreciaban cristalizados por el temor y la adrenalina que se negaba a abandonarla.
—Yo me encargo—aseveró con su voz grave, profunda, con un nivel de seriedad tan intenso que quizás era la primera vez que la señora Chiyo lo escuchaba.
Él tampoco quería que su nueva asistente se fuera, y a pesar de no estar seguro del por qué, sí tenía claro que la quería cerca, muy cerca… su sensación era tal que parecía que una mano invisible lo agarraba de su polera gris para arrastrarlo hacia la terraza y rescatarla de la treta que su madre pretendía realizar, siendo esta la primera vez que tenía esa necesidad imperiosa de interponerse entre los planes de su progenitora y la chica en cuestión, quedando absolutamente descolocado por ello, pero el tiempo apremiaba y no podía cuestionar su sentir en ese momento. Desde que Nodoka comenzó a dejarle en claro a sus conquistas que solo eran para un encuentro carnal y nada formal ni serio, jamás le afectó ni le importó que eso ocurriera puesto que para él no eran más que eso. En cambio, ahora estaba desesperado ya que no lograba concebir la idea de que Nodoka siquiera le insinuara algo de ese estilo a la chica de ojos color almendra, ¡era como mínimo una falta de respeto! Dio un paso firme hacia la puerta de su habitación, aunque pronto esa mano invisible pareció indicarle que había un camino más rápido y corto para llegar a su destino final sin perder tiempo valioso. Se detuvo bruscamente, giró su cuerpo con dirección hacia los grandes ventanales que se encontraban abiertos permitiendo el ingreso de la fresca brisa de esa mañana primaveral y se encaminó hacia ellos. No sería la primera vez que lo hiciera, por lo que la señora Daimonji no se preocupó por él, ya no… la prioridad en esos momentos era evitar a toda costa la partida de la menor de las Tendo y ambos lo sabían.
La primera vez que el artista marcial había saltado de su balcón fue escapando de su padre que quería obligarlo a asistir a una fiesta de la hija de un gran empresario japonés debido a que buscaba intencionar el compromiso entre ambos jóvenes. Ranma no concebía que el viejo, como solía llamar a su progenitor, quisiera verlo casado a sus apenas dieciocho años, como si todo su propósito de vida fuese conformar una familia y procrear el linaje Saotome. Como recién se había independizado a su "casa de soltero" (como le apodó Ryoga), Genma todavía se sentía con la autoridad para disponer de él como si fuese un crío, por ello trató de llevarlo a rastras a aquel evento. En su desesperación, Ranma saltó por el balcón sin pensar en las consecuencias, pues la adolescencia le permitía sentirse intocable y dueño del mundo, así que cuando aterrizó pulcramente a la terraza miró hacia arriba y su engreída sonrisa se adueñó de su cara mientras su padre lo veía sorprendido y enfurecido por aquella arrogante actitud.
Ahora no hubo tiempo para lucir su agilidad y destreza ante tal hazaña, pues en cuanto sus pies tocaron el suelo comenzaron a moverse rápidamente en dirección hacia donde se encontraba su madre y su asistente. Frenó en seco al percatarse de la escena que tenía frente a él: ambas mujeres estaban quietas, pero al observarlas detenidamente podía ver el ligero temblor en sus brazos por la fuerza empleada. Nodoka estaba parada de costado, su pie izquierdo estaba hacia adelante lo que le permitía a Ranma ver la tensión que se producía en el kimono a la altura de las rodillas por la postura y separación de piernas, la mujer sostenía firmemente la katana heredada de su padre en su juventud a la altura de su hombro como si la fuerza de ambos brazos fuese traspasada desde el mango hacia el filo. Por otro lado, Akane estaba en una posición defensiva sosteniendo el acero de esa elegante pero letal arma con ambas palmas de sus manos muy cercano a su rostro, sus ojos almendra brillaban con determinación y seguridad sin pestañear, su mandíbula se notaba tensa tras su porcelana piel y sus brazos parecían dos grandes pinzas que ejercían toda la fuerza posible para que la espada japonesa no lograra su cometido. Ambas mujeres se miraban intensamente, parecía que la batalla se había trasladado a sus orbes y ninguna decía nada, el silencio reinaba y ni siquiera Ranma supo qué decir… para ser sinceros, estaba en shock ante la escena porque no esperaba que su asistente pudiese detener el supuesto ataque de su madre; aunque observando mejor, percibió la respiración agitada de ambas, por lo que la idea de que ese no era el primer movimiento de la matriarca Saotome lo removió por completo.
—Bien querida, —de repente Nodoka relajó sus facciones y su postura, a la par que retiraba lenta y elegantemente la katana hasta guardarla nuevamente en su funda—creo que me vendría bien una taza de té, ¿me acompañas? —su tono era dulce, contrario al que usó unos minutos atrás cuando la había atacado estando solas. Su mano derecha hizo un gesto invitándola a la casa mientras que en su rostro se vislumbraba una cálida sonrisa. La aludida, a pesar de sentirse un tanto desconfiada, aflojó la tensión en su cuerpo y asintió con su cabeza para acompañarla al interior de la estancia.
La señora Daimonji, quien recién se asomaba por el ventanal, había alcanzado a ver la escena antes de que la madre de su jefe cambiara radicalmente su conducta. No pudo ocultar la sorpresa en su rostro ni evitar dirigir sus ojos hacia su joven jefe quien también tenía una cara de incredulidad ante la actitud de la mujer mayor, pues la costumbre era que amenazara a las chiquillas con el arma para luego pedirles sutilmente que se retiraran de la propiedad con katana en mano y desenfundada por si el mensaje no había quedado claro. Por todo eso, era inexplicable verla sonreírle a la niña Tendo y más aún que la invitara a tomar el té juntas como si nada hubiese ocurrido. "¿Estará enferma?" se cuestionó saliendo de su estupor inicial para caminar tras ellas y muy de cerca, quizás con el resquemor de que diera a lugar un nuevo ataque y eso provocara la partida definitiva de la chica de pelo negro azulado.
Ranma no lograba salir de su asombro inicial, su madre era una mujer decidida y temerosa, por lo que no esperaba aquel desenlace. ¿Desde cuándo alguien se atrevía a enfrentar a Nodoka? ¿Quién era esta chica que había logrado esquivar y frenar la afilada katana de su progenitora? ¿Por qué el cambio de actitud de su mamá para con su asistente? El joven artista marcial se sentía confundido y pronto creyó estar dentro de un sueño o quizás en algún delirio inducido por una enfermedad. Se llevó la mano derecha a su frente para comprobar su temperatura, "no hay fiebre" reconoció incrédulo al percatarse que todo había sido real, provocando que se generaran más dudas que respuestas dentro de él. Por un instante, creyó que su madre pensó en cambiar de estrategia y la amenazaría en la cocina o tal vez en la sala de estar al momento de compartir el cálido brebaje. Asustado, sus pies comenzaron a moverse más rápido de lo que su conciencia, por lo que caminó los pocos metros que los separaban de esas dos mujeres que tanto lo intrigaban y asombraban por igual lo más rápido posible, casi bordeando el ponerse a correr. Poco a poco fue ralentizando su marcha al escuchar las risas y halagos que Nodoka le daba a Akane, su tono amoroso, cálido e incluso maternal era algo de lo que solo él había sido merecedor… ¡ni siquiera Ryoga había sido tratado con tanto cariño ni delicadeza! Y eso que era querido como un miembro más de la familia. Iba a dar un paso más cuando escuchó el timbre sonar y pudo ver a su ama de llaves caminar sonriente en dirección hacia la puerta.
—No se preocupe, —le dijo cuando se detuvo a su lado y le puso su arrugada mano en el hombro—parece que la niña Tendo se ganó el corazón de su madre. —su rostro formó una gran sonrisa—No me pregunte cómo lo logró porque tampoco lo sé, pero creo que es un buen augurio, ¿Usted no?
Ranma solo atinó a asentir a aquella afirmación, la verdad es que todavía no lograba si quiera procesar ni menos racionalizar aquellos sucesos que se habían dado en su casa. Como si su cerebro quisiera obtener una explicación lógica de manera rápida, la voz de Nabiki vino a su mente generando una nueva pregunta en él: "¿Acaso el encanto Akane también hacía efecto en las mujeres?". Todos sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la voz de su entrenador retumbó en el hall de la entrada.
—¿Dónde está ese vago que no ha venido a recibir a su maestro? —preguntó con falsa molestia.
—¿A quién le llamas vago, viejo degenerado? —preguntó haciendo su aparición en la entrada de su hogar.
—Mocoso insolente, te enseñaré cómo debes tratar a tu maestro. Me sorprende que tus padres no te hayan enseñado lo mínimo de respeto—comentó cruzándose de brazos y desviando su mirada hacia un costado en señal de disgusto.
—Disculpe a mi hijo. —la dulce pero imponente voz de Nodoka pareció retumbar en el espacio en que se encontraban, ella venía acompañada de cerca por Akane, quien al ver al maestro hizo una leve reverencia en señal de saludo—Al parecer, no ha logrado descargarse y eso lo tiene de mal humor. —comentó como quién habla de un simple dolor de cabeza.
—¡Mamá! —exclamó rojo de la vergüenza y con reproche por aquel desubicado comentario, sobre todo frente a su asistente.
—No te pongas así Ranma, es algo natural y propio de los hombres, ¿cierto Akane querida? —miró de soslayo a la mujer que estaba un paso tras ella, quien solo atinó a asentir con sus mejillas coloradas ante la incomodidad de la pregunta.
—¡Mamá! —reclamó aún más molesto por la temática que giraba en torno a él.
—Tranquilo, querido. Si no viene una de esas… esas… chicas, —dijo despectivamente—sabes que puedes usar tus manos o le puedes pedir ayuda a Akane, no creo que ella…
—¡BASTA! —estaba furioso, avergonzado y más rojo que un tomate. ¿Es que nadie le enseñó a su madre a no ser tan relajada al hablar de aquellas temáticas? Todavía recordaba su primera charla de sexualidad, en donde ella llegó con un plátano y un tubo para explicarle sobre cómo eran las relaciones entre hombres y mujeres… ¡el muy descarado de su padre estaba parado en la puerta muerto de la risa mientras él no encontraba un lugar para escapar de aquella situación! Suspiró pesadamente al llenarse su mente de esos recuerdos incómodos, ¡¿quién en su sano juicio le lleva jugo a la habitación de su adolescente hijo cuando está con otra chica y les deja sobre la mesa de noche un par de condones?! Nodoka podía ser muchas cosas, una gran madre, dedicada, amorosa e incluso un tanto sobreprotectora… pero para esa temática, claramente le faltaban habilidades parentales.
—Vamos muchacho, —Happosai se compadeció de él e intentó terminar con todo aquello, aunque por dentro estuviera riéndose de su insolente discípulo—entrenando se te quitará la frustración. —no pudo evitarlo, era el momento y molestarlo era un placer culpable que tenía el viejo.
El azabache bufó al ser el blanco de las burlas y comentarios inapropiados, por lo que se giró rápidamente y emprendió con dirección a la terraza en donde tendría lugar su entrenamiento… además, para ser sinceros, el pobre solo quería salir de allí luego de las demasiado honestas declaraciones de su madre y la propuesta de que Akane… enrojeció aún más si es que se podía al imaginarse en una situación así con su asistente. Sí, debía salir de allí o su cuerpo luego lo traicionaría y pondría en evidencia sus nada puros pensamientos.
—¡Concéntrate Ranma! —gritaba Happosai recostado cómodamente en la blanca reposera que se encontraba en la terraza—Hoy has estado todo el entrenamiento con la cabeza en otro lado. —se levantó sosteniendo en su mano derecha su larga pipa dorada—¡Quieto! —le ordenó mientras se acercaba parsimoniosamente hacia su discípulo, quien mantenía en tensión todo su cuerpo para perpetuar la postura en la que había quedado tras la instrucción de su maestro—Fíjate, —lo reprendió—a esta altura dejas expuesto todo tu costado izquierdo. —su pipa golpeaba levemente el estático brazo—¿Qué te pasa? —cuestionó cuando se paró frente a él y levantó la mirada para entrar en contacto con los orbes azulados grisáceos del chico.
—Nada—masculló sin moverse ni un poco.
—Algo te está pasando. —afirmó asintiendo con su cabeza—Tomaremos un descanso, espero así puedas ordenar un poco tus ideas. —se giró para retornar a su cómodo lugar de descanso.
—Disculpen la interrupción, —Akane se acercaba lo más sigilosamente posible con un par de bebidas isotónicas y un jugo para discípulo y maestro—pero la señora Daimonji me pidió que les trajera esto.
—¡Vaya! Tan atenta como tu hermana Kasumi. —respondió el viejo con una sonrisa en su rostro—Ven acá chiquillo leso, quizás tomando un poco de eso se te quite lo que sea que no te deja concentrarte.
Ranma no quería moverse, aunque ya había relajado su postura y desistido de seguir con la kata que estaba haciendo, no sabía cómo compartir el mismo espacio con su asistente luego de lo acontecido unas horas atrás. Era eso lo que no dejaba en paz a su mente, sin contar con las rebeldes imágenes de una Akane desnuda ayudándolo como su madre había propuesto. Movió su cabeza de un lado a otro como tratando de evitar que sus pensamientos escaparan de ella y pudieran ser percibidos por esas dos personas que estaban cerca de él, a pesar de que ninguno de los dos le estaba prestando real atención pues parecían conversar de algo importante a un tono de voz muy bajo. El sonido de un celular interrumpió la calidez del momento, como si su jardín rechazara aquel ruido artificial opacando los propios que la primavera proveía.
—Hola, ¿estás bien? —consultó la chica confundida por aquella llamada, comenzando a alejarse para poder hablar tranquilamente.
En ese instante, el joven artista marcial decidió acercarse para refrescar su garganta con ese líquido azul que le habían llevado.
—Hm, qué extraño—comentó Happosai colocando su mano izquierda en su mentón.
—¿Qué cosa? —preguntó confundido Ranma.
—No recordaba que fuera conflictivo—mencionó sin dejar de mirar a la guapa mujer frente a ellos, pues se notaba que estaba molesta por algo, su mano izquierda se movía como tratando de complementar su explicación y no paraba de caminar de un lado a otro tratando de controlar su frustración.
—¿Quién? —cuestionó sin entender nada su discípulo.
—Pues quién más…
—Lo siento. —Akane se acercó trotando debido a que se había alejado al hablar por teléfono—Entonces, ¿cree que pueda ayudarme señor Ichiro?
—Por supuesto, haré mis averiguaciones y te comento.
—Gracias—una dulce sonrisa se posó en el blanco rostro, embobando a ambos hombres por un instante.
—Y dime Akane hermosa, ¿es el mismo de siempre?
Rio levemente, negando con su cabeza—No, eso se acabó hace años.
—Qué pena, era un buen muchacho. Entonces… ¿es uno nuevo? —levantó sus cejas sugerentemente.
Le sonrió con complacencia —Así es. Ahora, si me disculpan, hay cosas que debo hacer—hizo una leve reverencia y se retiró para evitar seguir siendo interrogada, conocía demasiado bien a Happosai como para saber que le gustaba estar al tanto cada detalle de la vida ajena y ella no era partidaria de eso.
—¿De quién hablaban? —Ranma estaba con los brazos cruzados en su pecho y su ceño fruncido, no entendía nada y lo que creía entender definitivamente estaba errado porque él estaba seguro de su acertada teoría.
—De su novio, aunque parece que no es el mismo chiquillo que le conocí hace tiempo. Si te soy sincero, yo creí que ellos dos se casarían, se notaba a leguas que se amaban demasiado. —comentó con soltura a la par que recordaba al ver a ese par de enamorados caminando por los barrios de Nerima.
—¿Novio? ¿Akane tiene novio? —la cara del azabache era un poema, su incredulidad podía ser leída en cada uno de sus poros.
—¿Y por qué no lo tendría si es una mujer hermosa? —Happosai levantó una ceja mientras lo miraba con reproche—¿Qué acaso eres ciego o no puedes ver la belleza que tienes en frente? —le increpó creyendo que su sorpresa se debía por encontrar fea a su asistente.
—¿No es lesbiana? —la idea escapó rebelde de su boca, ni siquiera alcanzó a pensarlo cuando ya lo había dicho.
—Sí que eres idiota. —el anciano negaba con su cabeza de un lado hacia otro cruzándose de brazos—Sería una tragedia para el género masculino si la bella Akane fuera lesbiana. Ni te imaginas la cantidad de pretendientes que tenía en su adolescencia, me sorprende que ese chico la haya dejado partir de su lado.
—¿Tiene novio? —volvió a preguntar sin poder creer lo dicho por su maestro.
—¡Chiquillo idiota! —dio un salto y le pegó con su puño en la azabache cabeza—¿Qué te pasa hoy que hasta para eso estas lento? —suspiró frustrado, hace mucho tiempo que Ranma no estaba así de distraído—¡Anda a correr unas veinte vueltas, a ver si así vuelves a concentrarte! —le ordenó con clara molestia.
Ranma miró en dirección hacia donde había desaparecido su asistente, no lograba entender cómo es que aquella hermosa mujer no era lesbiana debido a que, hasta ese instante, jamás había reaccionado como lo solían hacer las féminas que él iba conociendo. Agradeció en silencio a su viejo maestro, correr le serviría para aclarar su mente y tratar de darle una respuesta con sentido a todas las interrogantes que se estaban formando. De repente se sentía un tonto; no, un estúpido… ¡el rey de los estúpidos! ¿En qué parte de su genial lógica había descartado a su asistente como una posible amante por creer que era lesbiana? ¡Inconcebible! Comenzó a maldecirse reprendiéndose por haber perdido una oportunidad tan épica como lo fue aquel masaje que ella le había brindado… si hubiera hecho alguna de sus tan aprobadas movidas, apostaría su cabeza a que la joven hubiese caído rendida a sus brazos… ¡Rey de los idiotas más estúpidos del mundo mundial! A medida que sus pies se movían a un ritmo constante casi de manera automática, su cerebro que estaba trabajando más lento ese día (o eso parecía) reparó en un pequeño pero relevante detalle de aquella conversación que tuvo con Happosai: ¡Akane tenía novio! ¿Cómo no se había percatado de eso antes? ¿Quién podría ser el maldito afortunado de poder reclamarla como suya? "Imbécil" pensó furioso ante el supuesto susodicho, un calor comenzó a formarse en sus entrañas esparciéndose rápidamente por todo su cuerpo cual incendio forestal con ráfagas de viento a favor. Inconscientemente aceleró el paso de su carrera, no estaba llevando la cuenta de cuántas vueltas estaba dando, no le importaba; su mente no dejaba de divagar sobre la guapa mujer que vivía bajo su mismo techo y que parecía estar más que prohibida para él.
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Continuará…
¡Hola a todas y todos! Acá estoy de vuelta con un nuevo cap y espero de corazón que les guste. Como ven, el encanto Akane quedó más que demostrado, ¿qué les pareció la escena con Hank? Al parecer, el can comenzará a tener un importante rol en la vida de alguien.
Si les soy sincera, la vida de adulto y este bendito año que ha estado llenísimo de desafíos en todos los ámbitos me está pasando la cuenta y las últimas semanas me ha afectado emocionalmente… me he llegado a cuestionar quién soy yo para venir a publicar mis historias existiendo tan grandes escritoras y escritores. Debido a eso, apenas he avanzado en esta historia, pero gracias al apoyo incondicional de mi amiga Ximena he podido afrontar este bajón que el fin de año me está dejando. Prometo seguir poniendo todo de mí para que leer un cap valga la pena y no sientan que pierdan tiempo, mi intención es que disfruten con mis locas ideas y compartan las leseras que arma mi mente.
Quiero agradecer a "Fanfics y Fanarts de Ranma Latino" por apoyarme y publicitar mi historia, ¡muchísimas gracias! No tengo palabras para expresar el honor de que consideraran esta historia como digna de compartir, insisto, ¡mil gracias!
En fin, ¿qué creen que seguirá en esta loca historia? ¿alguna idea de quién es ella?
Ahora, responderé los reviews de quienes no tiene cuenta en ff:
Erlyn Ortiz: muchas gracias por tus palabras! Espero que este cap también te haya gustado.
Pao Vedder: me alegro que te haya gustado la historia en su comienzo, muchas gracias por tu apoyo! Dime algo, le atinaste en tu teoría de qué pasaría cuando Ryoga viera a Akane? Sobre el novio de Akane… todavía falta para que sepamos quién es ;) por lo que paciencia jajajaja
Guest: Finally Ranma already realized that his theory was wrong, do you think he will try to conquer it? Thank you for leaving me your review, I hope you liked this chapter!
Jess: ¡qué gusto fue leerte nuevamente apoyando mis historias! ¡Muchas gracias! Me alegra saber que te reíste con el cap, esta historia será mucho más "liviana" que "The Bartender", así que tendremos varios momentos cómicos. Quizás más adelante sepamos cómo fue Gosunkugui de asistente, pero solo imaginarlo me da risa jajajaja. Concuerdo con tu sentir sobre Happosai. Sobre el novio de Akane, todavía falta por saber quién es, ya veremos si tu teoría es acertada. Ojalá te haya gustado este cap.
Bueno, sin más palabras los dejo y nos leemos en un mes!
