Disclaimer: Los personajes le pertenecen a la gran Rumiko Takahashi, específicamente a la serie/manga Ranma ½, yo solo los tomé prestado para crear esta historia (complementando con algunos inventados) con la finalidad de hacer lo que más me gusta que es escribir, por lo que es sin fines de lucro y con la mera intención de compartir mis ideas para entretener a quien desee pasar a leer.
-Desafío-
Día 8
Mientras caminaba hacia la cocina, los nervios comenzaban a apoderarse de su cuerpo de una manera más intensa de cuando despertó ese día. Convencida de que estaba exagerando, trataba de calmarse respirando profundo y evitando pensar en aquella situación que la tenía así en estos momentos, destensado de paso sus manos que ya tenían las venas marcadas por la presión que inconscientemente había ejercido sobre ellas. Al ingresar pudo ver a la señora Chiyo tarareando una canción mientras colocaba la tetera sobre el fuego, pues decía que el agua para su té quedaba mejor hervida en ese objeto que en el hervidor eléctrico con el que estaba equipada la cocina. Recordó que ya pasaban de las 8:30, por lo que era obvio que la mujer estuviese ahí, pues su hora de ingreso era media hora antes de lo marcado en el reloj de pared colgado cerca del refrigerador.
—Buenos días. — saludó Akane tratando de sonar serena, colocando su mejor sonrisa protocolar para que nada de ella la delatara.
—Niña Tendo, buenos días. —respondió dulcemente la ama de llaves—¿Le preparará el desayuno al joven Ranma?
—Así es, ¿cree que ya despertó?
—Nah, —movió su mano derecha de arriba hacia abajo para darle mayor énfasis a aquella expresión—Estoy segura de que anoche no pegó un ojo hasta bien entrada la hora. —rio de manera cómplice, provocando que la chica de ojos como las almendras de ruborizara y desviara su vista incómoda—¿Qué piensas prepararle?
—Nada muy elaborado, la verdad. Llevaré yogurt con cereal, fruta picada, jugo natural de naranja y un té…—calló por un momento—¿Debería agregar algo más? —la miró con un deje de preocupación.
—No creo que despierte con mucha hambre. —le guiñó un ojo. Al ver la incomodidad que irradiaba la chica, decidió cambiar el tema para evitarle el mal rato—Y dime, ¿qué hiciste en tus dos días libres?
Akane le sonrió en agradecimiento por la pregunta a la par que comenzaba con la preparación del desayuno—El primer día estuve con mi novio, desayunamos en su departamento y luego nos fuimos para acampar en la montaña. —mientras relataba su historia, la señora Daimonji se acomodó en una de las butacas altas que disponían en ese lugar demostrando su interés en lo que le contaba.
—¿Lo amas? —consultó ansiosa.
Sonrió negando dulcemente con su cabeza —No, —respondió con toda honestidad—apenas llevamos 5 meses juntos. —desvió su mirada hacia la ventana, pues desde que terminó su relación con él, estaba segura de que no sería capaz de amar a nadie más.
—El tiempo no es el equivalente para el amor, niña Tendo. —la mujer se levantó de su silla y se acercó para posar su arrugada mano sobre el antebrazo de la joven al percatarse de que algo la inquietaba—¿Y después? —al ver la cara de confusión de la peliazul acotó—¿Estuviste los dos días en la montaña?
—¡Ah! No, el segundo día fui a almorzar con mi familia y mi mejor amiga. Me quedé toda la tarde conversando con mi padre, todavía no se acostumbra a que no esté en casa. —una sonrisa melancólica se posó en su rostro, aunque tenía claro que su progenitor era extremadamente emocional y que todas las lágrimas derramadas eran una soberana exageración, la significancia de esa casa y el dojo ubicado dentro de los terrenos era algo demasiado fuerte para ella, tener que estar tan lejos la hacía temer por creer que podía perder el rumbo de su autoimpuesta meta, cosa que no quería que ocurriera.
El sonido característico de la tetera cuando el agua ya estaba hirviendo interrumpió la conversación, como si diera por zanjado el tema y del ambiente que se había generado. Akane vertió el líquido caliente dentro de la taza que contenía aquel par de hojas de menta, las cuales comenzaron a flotar a medida que se iba llenando. Depositó todos los recipientes que componían el desayuno de su jefe y el suyo propio en la bandeja y la levantó de la mesa en donde reposaba hasta ese instante. Sus ojos parecían no despegarse de las coloridas frutas picadas, nuevamente los nervios reaparecían en su mente al recordar lo ocurrido la noche anterior.
—Debe estar tranquila, niña. —mencionó la señora Chiyo— Mientras no lo despierte con un cubo de agua, no creo que amanezca de mal humor… o no tanto. —no pudo evitar la risa que la invadió, por lo que se tapó la boca como si con eso no fuese escuchada por la joven frente a ella, la cual no pudo impedir rememorar lo ocurrido la noche anterior.
Día 7, cerca de las 21:00 hrs.
Akane entraba a la mansión con su casco en la mano izquierda y su mochila amarilla colgando de su hombro derecho luego de haber aprovechado los dos días libres que le correspondían después de una dura negociación con Nabiki, quien solo quería otorgarle una tarde (entre el almuerzo y la cena) como tiempo de libre disposición, algo inconcebible de aceptar por parte de la menor de las hermanas Tendo, ¡eso era casi inhumano!
Se sentía completamente renovada, el poder dedicarle tiempo a sus seres queridos, así como a su novio, la llenaban de felicidad y traía consigo una paz digna del mismísimo Buda. Sus mejillas se colorearon con un leve tono carmín al recordar el beso apasionado que le dio su pretendiente cuando le abrió la puerta del apartamento la mañana anterior. Apenas pudo poner un pie adentro cuando esas fuertes y grandes manos comenzaron a recorrerla como si quisieran memorizar cada recoveco de su curvilíneo cuerpo. La pasión desatada entre ambos les impidió llegar a la habitación del chico, su sala de estar y su sillón de tres cuerpos fueron mudos testigos de la demostración de cuánto se habían extrañado, los gemidos inundaron el lugar llenando aquel espacio junto con los cálidos rayos del sol que comenzaban a colarse por la ventana. La fogosidad estuvo presente en casi gran parte del tiempo que compartieron, sobre todo en la soledad de la montaña donde sus pieles parecían fusionarse en una sola, el calor corporal no conocía de límites y el sudor era el fiel reflejo del ejercicio físico al que se habían expuesto. A pesar de esos increíbles momentos, Akane deseaba haber podido conversar más con él, poder contarle de sus cosas y no solo escuchar lo que él le tenía para decir, aprovechar la hermosa vista nocturna que les brindaba el oscuro bosque de las brillantes estrellas para deleitarse con estas… un suspiro reflejó esa leve incomodidad que sentía, a veces creía que para su novio la relación era algo más carnal que sentimental, mas ella trataba de convencerse de que exageraba y que estaba equivocada.
El ruido proveniente del pasillo a la derecha la hizo dejar de lado sus recuerdos para dirigirse hacia donde creía que surgía el sonido que perturbaba el silencio presente en la mansión, preocupada de que algún desconocido podría haber ingresado a la vivienda, dejó su mochila a un costado de la escalera y afirmó con fuerza su casco con la intención de usarlo como arma en caso de ser necesario. Grande fue su sorpresa cuando vio a la señora Daimonji cargando un balde con agua y un trapero, siendo que a esa hora ella ya debería estar en la residencia trasera descansando y reponiendo energías. La mujer mayor casi pegó un salto por el susto al ver a la joven acercándose debido a que estaba tratando de ser lo más sigilosa para que nadie sintiera su presencia.
—Señora Daimonji, ¿qué hace acá? ¿está todo bien? —preguntó confundida y preocupada.
—Niña Tendo, qué susto me dio. —la pobre mujer soltó el trapero contra la pared para afirmar su pecho y así calmar sus rápidos latidos—Todo está bien, no se preocupe. —habló ya más tranquila—Solo que tengo que limpiar la terraza y no me gustaría dejarlo para mañana.
—¿La terraza? —Akane no entendía nada, esa ni siquiera era una de las labores de la mujer que tenía frente a ella. Además, ¿cuál era la imperiosa necesidad de hacerlo a esas horas?
—Verá usted…—la pobre mujer comenzó a ponerse nerviosa, sabía que la joven frente a ella estaba esperando una respuesta ante su declaración, pero por mucho que estuviera acostumbrada, decirlo en voz alta no era algo que le acomodaba.
La peliazul rápidamente pudo comprender lo que estaba ocurriendo, frunciendo el ceño y afianzando el agarre de su casco con una fuerza claramente desproporcionada preguntó lo evidente.
—¿Shampoo? —masculló bastante molesta.
—No, es una chica nueva. No sé su nombre. —declaró incómoda la mujer.
—¿Desde qué hora están…?
—Llegaron cerca de las 19.00—comentó cabizbaja—Primero estuvieron en el jacuzzi, luego me pidieron la cena y ahora están en las reposeras cercanas al gimnasio.
—Y usted no se quiso ir… —se quedó callada para que ella le explicara.
—No confío en esas niñas, no me agradan para nada. —su voz era el fiel reflejo de una madre preocupada, aunque realmente no lo fuera—La señora Nodoka no me perdonaría que no vigilara que esas chiquillas no intentaran robarle algo al joven Ranma o quizás sacar algo de información para la prensa. —levantó orgullosa su barbilla, pues sentía que cumplía bastante bien su tarea, a pesar de las incomodidades y horas extras que estas pudiesen acarrear.
Akane se sentía molesta, ¡estaba furiosa! Maldito niñato malcriado que pensaba solo en él y en la punta de su…. "¡Agh!" gruñó para sus adentros comenzando a caminar de un lado para otro tratando de idear alguna manera de romper con el romanticismo, se había jurado que estando ella en esa casa esas escenitas no se repetirían y no pensaba quebrantar su propia palabra dada. Como si un foco se encendiese dentro de su mente, la comisura izquierda de su labio comenzó a levantarse lentamente mostrando una sonrisa maliciosa. La señora Chiyo casi tembló al verla, por un segundo creyó tener a la señorita Nabiki frente a ella y no a su hermana menor, un escalofrío la recorrió de pies a cabeza.
—No se preocupe. —Akane hablaba con aparente tranquilidad, aunque su aura se sentía tensa… casi maligna—Yo limpiaré la terraza. —se acercó lentamente a la mujer y tomó el balde—¿Qué tiene? —le preguntó apuntando el agua dentro del recipiente.
—Solo un par de gotas de cloro y aromatizante para piso. —sus piernas prometían fallarle, no sabía si temerle a la jovencita o agradecerle por hacer lo que creía que haría.
—Bien. —asintió con su cabeza—Vaya a descansar, ya es tarde. Nos vemos mañana, buenas noches. —la despidió dejando su casco en uno de los muebles del pasillo, envió un rápido mensaje de texto y posteriormente comenzó a emprender su viaje hacia el segundo piso.
Adivinando lo que ocurriría, la mujer mayor no esperó a estar ni remotamente cerca de la futura situación, aunque por dentro deseaba ser testigo de la osada hazaña de la asistente de su jefe, también suponía cuál sería la reacción de él y no pensaba cargar con furias ajenas. Tan rápido como sus cansados pies pudieron responder, caminó hacia la salida de la cocina que daba justo al camino para la casa trasera en donde Hiroshi debería estarle esperando preocupado por no llegar… ¡ese hombre era demasiado dulce! No podía creer que todavía no encontraba a alguien que lo amara y se casara, se merecía el cielo y más de lo amoroso que era.
Al llegar Akane a la planta de arriba, se dirigió hacia el lado derecho del pasillo para posteriormente ingresar sin ni una pisca de arrepentimiento por la habitación de su desvergonzado jefe. A medida que se iba acercando al ventanal abierto, los gemidos y el chirrido de la reposera se hacían cada vez más intensos produciendo que su maquiavélica sonrisa creciera más y más por su rostro. A pesar de que contradictoriamente su ceño fruncido se intensificaba más y más por la molestia que le provocaba aquella situación, incluso su mano se aferraba con mayor fuerza al mango del balde casi al límite de hacerlo temblar por la tensión aplicada. Respiró profundo, se detuvo un momento sopesando lo que haría, casi podía escuchar la voz de Nabiki en dos posibles casos: reprimiéndola o felicitándola. Su hermana era un misterio andante, por lo que no estaba segura cuál sería su reacción al enterarse de su plan por terminar con el momento pasional del azabache.
—A la mierda. —comentó en voz baja, no se detendría sin importarle si eso provocara su despido, "como si de verdad fuese a pasar" pensó un tanto resignada.
Cruzó el umbral que la separaba de la fresca brisa que corría a esa hora, no había tiempo que perder o la segunda parte de su plan se vería entorpecida con la primera, así que decidió acercarse al borde derecho del balcón sin dejar de sostener fuertemente el mango del balde. Sus ojos rápidamente buscaron el par de siluetas que estaban montadas una sobre la otra, la amarilla luz que emanaban de los focos de la terraza le permitían distinguir perfectamente y con todos los detalles posibles la escena que se desarrollaba unos metros más abajo de donde ella se encontraba. Recordando esos datos históricos que tanto le encantaban cuando quería conocer el origen de alguna frase, sin pensarlo dos veces tomó con ambas manos el recipiente y lo alzó a la altura de su cintura para afirmarlo en el grueso barandal que impedía que alguien se pudiese caer del blanco balcón.
—¡Agua va! —gritó a la par que movía rápidamente el receptáculo para que el agua saliera de éste a una distancia y fuera a dar de lleno sobre la pareja que estaba en pleno apogeo de su sesión de sexo.
El grito de sorpresa de la mujer se mezcló con la maldición emanada por Ranma seguida de varios improperios dirigidos a ella. Akane reía gustosa de lograr su cometido, apoyó su codo derecho sobre la baranda y reposó su cabeza sobre la mano de este para deleitarse con la reacción de sorpresa de los amantes un piso más abajo. Los azules ojos de Ranma rápidamente entraron en contacto con ella, pero antes de siquiera poder amedrentarla, la segunda parte de su plan se hizo presente exigiendo la completa atención del artista marcial y provocando el temor desesperado de la joven que lo acompañaba.
—¡Hank basta! —la voz grave del azabache intentaba lograr que su perro guardián desistiera de esa postura de ataque que tenía frente a ellos—¡Alto! ¡!Quieto! ¡Abajo! —ningún concepto parecía afectar al animal—¡Stop! ¡Stay! ¡Down! —nada lograba hacer que esos gruñidos se detuvieran ni que los colmillos dejasen de mostrarse amenazadoramente.
La estridente risa de Akane lo alteró aún más, ¡la desgraciada estaba disfrutando de su infortunio! A pesar de que quería reclamarle, la chica a su lado tiritaba muerta de miedo pensando que el perro la atacaría y solo atinaba a ubicarse tras su desnudo cuerpo como si al ocultarse el animal dejaría de percibirla o fuese a cambiar su actitud.
—¡Hank soy yo! —trató nuevamente de "razonar" con el pastor alemán, mas nuevamente volvía a fallar en su cometido. Frustrado, llamó a quién era la única persona presente que lo podría calmar—¡Akane dile que no nos ataque! —exigió sin despegar sus ojos de los negros del animal.
—¿De qué hablas? —se hizo la desentendida sin cambiar su postura—Él solo está haciendo bien su trabajo, ¿no es cierto Hank? —la pregunta iba con un tono amoroso hacia el can quien mantuvo su fiera actitud, pero le movió la cola en afirmativa respuesta a la interlocutora—¿Ves? Él no está haciendo nada malo. —no lo podía negar, estaba disfrutando de que todo estaba saliendo perfectamente. El mandarle el mensaje a Heita para que soltara antes al perro guardián había sido el broche de oro para llevar a cabo su plan—Su deber es cuidar de la propiedad y que ningún intruso merodee por ella. —explicó burlonamente.
—¡Yukiko no es ninguna intrusa! —gritó desesperado mirando a su mascota, el cual le respondió gruñendo todavía más y erizando lo suficiente su pelaje a la par que se agazapaba listo para el ataque.
—No pienso que Hank opine igual. —por fin dejó su relajada postura y se irguió en todo su esplendor—Creo que me iré a dormir, que tengas buenas noches, Saotome. —se sentía satisfecha, esperaba que con esta lección su jefe entendiera que aquellas escenitas no se repetirían mientras ella estaba en esa casa.
—¡Akane, espera! —la llamó desesperado, ¿cómo esperaba que se fuese a descansar si pudiese apostar que al menor movimiento el pastor alemán lo atacaría a él o a su acompañante con una buena mordida directo en su cuello? —Necesito de tu ayuda. —tuvo que tragarse todo su orgullo para decir esas cuatro palabras.
—No gracias, no me interesan este tipo de tríos. —respondió desde el balcón.
—¡Por favor, yo solo quiero irme de aquí! —la aguda voz de la modelo cargada de angustia y miedo provocaron en la peliazul, por primera vez desde que emprendió su plan, un atisbo de culpa… rápidamente lo desechó, esa chica era tan responsable como su jefe por dárselas de exhibicionistas sin respetar a los trabajadores de aquella mansión.
—No te preocupes, Hank te escoltará hasta la puerta. —le dedicó una mirada fría a los cafés oscuros de la morena. Estaba molesta y ella era en parte la causante de esa sensación.
—No te atrevas, Akane. —Ranma la amenazaba, estaba expulsando a su visita y, por ende, arruinando todos sus planes para esa noche.
—¡Hank! —ignoró por completo a su jefe—La señorita se va, —dijo con desprecio—acompáñala a la puerta.
Como si el pastor alemán comprendiera cada palabra dicha por esa dulce mujer, gruñó y comenzó a "arrear" a la asustada joven quien apenas había conseguido recoger sus pertenencias desparramadas por el piso para intentar caminar por el costado de la casa, tal como el animal la iba guiando sin dejar de llorar y tiritar por el miedo que sentía. En cambio, la lucha de miradas entre jefe y subordinada parecían dignas de una pelea griega, casi se podría ver lanzas y espadas saliendo de sus ojos. Akane le sonrió con suficiencia, demostrando que había ganado esa partida con creces y que no le permitiría un desliz de aquella manera. Ranma pensaba rebatirle, a pesar de que por dentro estaba asombrado por la osadía de la peliazul… esa chica era una caja llena de sorpresas y eso provocaba en él cosas que no lograba reconocer, aceptar ni menos poner en palabras concretas. Cuando la vio desaparecer de su balcón, fue que atinó a vestirse y correr hacia la entrada para ver si su acompañante no hubiese sido atacada por su perro. Luego subió furioso, golpeó con todas sus fuerzas la puerta que tenía ese infantil patito pegado delatando cuál era la habitación de su asistente. Lo que él no sabía, es que ella no se encontraba allí pues había salido por el balcón hacia el bosque cuando lo vio partir hacia la parte delantera de la casa.
Presente
Sus pies avanzaban lentamente por la escalera, parecían empecinados en reconocer cada centímetro de los escalones en los que se posaban para ralentizar a posta su avance; su respiración estaba algo agitada y sus manos pronto serían presas de un leve temblor por los nervios que la recorrían entera. Por un segundo se cuestionó si esta ansiedad previa ante el conflicto que seguro se le vendría en unos instantes era la misma que sentirían aquellos soldados que van a la guerra y están ad portas de iniciar un enfrentamiento con el enemigo. En su rostro se posó una ingenua sonrisa al notar que sus pensamientos estaban siendo un tanto exagerados y casi melodramáticos. Está bien, lo más probable es que Ranma no despertara con el mejor humor por haber arruinado su cita y para condimentar más su furia, estaba segura de que la debió haber ido a buscar a su habitación y ella nunca le abrió. ¿Cómo hacerlo si estaba en el bosque junto con Hank intentando recuperar la serenidad con la que había llegado y él se había encargado de mandarla al carajo con sus actitudes de adolescente hormonal?
Ya frente a la puerta apoyó el costado de la bandeja en su cadera para poder liberar su mano derecha y así girar la manilla. El olor a encierro, como cada mañana, la golpeó de lleno en sus fosas nasales provocando un leve respingo en ella… ¿era su idea o ya se estaba familiarizando con ese particular aroma? Podría apostar que así era, pues cada día lo toleraba un poco más. Obviamente Ranma estaba en el séptimo sueño, quizás la señora Daimonji tenía razón y se había dormido tarde, ¿quién podría culparlo? Estaba segura de que de la pura rabia estuvo dando vueltas por su dormitorio como león enjaulado, aunque cuando ella volvió a sus aposentos no sintió ningún ruido que delatara del estado activo de su jefe. Dejó la bandeja sobre la oscura mesa redonda para poder seguir con la habitual costumbre: correr las cortinas para que la luz del día invadiera cada rincón, los ventanales fueron abiertos de par en par para que se hiciera el recambio de aire, lentamente se acercó a la cama y comenzó a llamar sutilmente al azabache.
—Vamos, Saotome, ya es hora de despertar. —lo zamarreaba levemente, no podía creer que aquella lucha para que el artista marcial abandonara los brazos de Morfeo fuera pan de cada día.
—Mmmm—parecía reclamar con aquel sonido, a pesar de no articular ninguna palabra coherente—Un rato más. —se giró para darle la espalda, acomodarse y seguir durmiendo.
—Nada de un rato más, —corrió la ropa de cama hacia atrás—se hace tarde y Nabiki es capaz de asesinarte si no estas despierto para cuando llegue.
Gruñendo igual como lo haría un adolescente, se incorporó en la cama para quedar sentado y se cruzó de brazos.
—¿Qué haces? —le preguntó claramente molesto cuando la vio tomar asiento frente a la pequeña mesa y comenzar a depositar los distintos objetos que estaban en la bandeja sobre la superficie de madera.
—Me sirvo el desayuno, ¿Qué no ves?
—Sí, me doy cuenta. —respondió igual de desafiante—Lo que no entiendo es por qué lo haces acá. —se levantó de la cama sin percatarse de la erección matutina que lo acompañaba, todavía estaba demasiado adormilado para reconocer lo que ocurría en su cuerpo.
Los almendrados orbes recorrieron descaradamente el tenso cuerpo cuando no pudo evitar quedarse enganchada viendo la potente protuberancia que estaba formada en el short verde limón que en ese momento portaba como pijama el azabache. Un calor familiar comenzó a formarse en cierta parte de su organismo provocando que sus mejillas se tornaran rosadas por las sugerentes y nada santas ideas que se gestaban en su cabeza. Al sentirse observado, Ranma desvió su vista hacia abajo para comprender qué era lo que tenía tan concentrada a su altanera asistente, sorprendiéndose en el acto por lo erguido y dispuesto que estaba su miembro. En otras circunstancias, con cualquier otra mujer que no fuera ella, hubiera puesto su seductora sonrisa, se hubiera acercado a su acompañante, le hubiera preguntado si le gustaba lo que veía y la terminaría poseyendo hasta sentirse saciado; pero, contrariamente a eso, la vergüenza se apoderó de él de inmediato, sus manos trataron inútilmente de tapar lo evidente y antes de que pudiese pestañar la mujer frente suyo, saltó por sobre la cama y se encerró en el baño como si fuese un inocente adolescente. ¿Dónde quedaba el portentoso y seguro Ranma Saotome? ¿Dónde estaba aquel hombre apodado "Caballo Salvaje"? ¿Qué tenía Akane que parecía derribar todas y cada una de sus estructuras mentales? Claramente, el sueño de tener sexo con la peliazul en el jacuzzi logrando penetrarla hasta lo más profundo de su ser lo había traicionado garrafalmente, ¡menos mal ella no podía leerle la mente para saber que había sido su culpa! Se metió a la ducha, el agua fría sería su gran aliada esa mañana.
Mientras el artista marcial desaparecía para darse un baño, Akane apoyó su espalda en el respaldar de la silla y cogió con ambas manos la taza de té que había colocado frente a ella. Como suponía que el despertar de su jefe no sería rápido, había vertido el líquido caliente en un termo para servirlo cuando él ya estuviera listo y así no se le enfriara, por lo que el otro recipiente de loza en la mesa estaba vacío. De fondo, el sonido del agua corriendo junto con la suave brisa que entraba por el ventanal la llevaron a unos cálidos recuerdos, provocando que cerrara sus ojos para estar inmersa en ellos. La voz de él resonó en su interior, era una de las tantas mañanas en las que le había mentido a su padre diciendo el día anterior que se quedaría a dormir donde una amiga para en verdad pasar la noche con su novio. Sintió sus cálidos brazos rodear su desnudo cuerpo, su respiración rozando sensualmente su nuca al decirle buenos días para después posar sus carnosos labios en la nívea mejilla y acercarse lo suficiente para hacerla sentir la erección de la que ya disponía. Rememoró esos desayunos en la cama luego de haberse entregado una vez más a él, ese amor puro que se profesaban había hecho que la adolescente Akane creyera que estaban destinados a casarse. El destino y sus decisiones se encargaron de demostrarle a la joven pareja que la vida de adulto no es tan idílica como lo presentan en las películas y a pesar de que su separación había sido en buenos términos, el dolor de ello perduró por un buen tiempo en su joven corazón. Ya no lo amaba, de eso estaba segura, pero también era capaz de afirmar que nadie podría ser capaz de hacerla sentir con tanta intensidad como lo había vivido con él. Por eso, hablar de amor para la veinteañera Akane Tendo era algo casi surrealista y utópico, y aunque le agradecía a la vida por haberle permitido vivenciarlo, estaba resignada a que eso nunca más ocurriría. El sonido de la puerta la trajo de vuelta a la realidad mirando, aunque sin realmente observar, a su jefe abandonando el sanitario para caminar hacia el vestidor. Suspiró dirigiendo nuevamente sus ojos al gran ventanal preguntándose internamente por qué el universo le había hecho conocer el amor si nunca más le provocaría esa emoción, ¿acaso había sido una malagradecida en su vida pasada para merecer eso? El cálido líquido rozó sus labios a medida que se iba adentrando en su boca y recorría toda su garganta, tratando de aplacar en algo esa pequeña herida que cargaba cuando pensaba que ella jamás volvería a amar ni ser amada de esa forma.
Ranma salió del baño con su cadera envuelta con la toalla blanca contrastando con su levemente bronceada piel. Su torso desnudo recibiendo las pequeñas gotas que caían de su mojado pelo azabache era una tentación para cualquier mujer que pudiese admirar dicho panorama, pero nuevamente Akane no reaccionaba como él esperaba. No se sorprendió al abrir la puerta y verla sentada tomando desayuno, pero claramente le molestó el que ni se inmutara o se le quedara viendo como deseaba que lo hiciera, ¡¿por qué si no es lesbiana, él le era tan indiferente?! ¿qué acaso no veía el sexy y guapo ejemplar que era de hombre? La maldijo internamente mientras se hacía el desentendido caminando hasta su walking closet; al entrar su mente decidió probar la fuerza de voluntad de su asistente por lo que no cerró la puerta, dejó caer la toalla y se paseó desnudo con su escultural cuerpo por todo el espacio buscando sus prendas de vestir. Estaba seguro, ella no se resistiría al regalo que él le estaba dando, podía apostar que en cualquier momento los pequeños brazos lo rodearían por la espalda para acariciarlo en todo su esplendor, provocando que la pasión se desatara y él la penetraría con todo el ímpetu en el mismo piso o quizás contra la pared o sobre alguna de las repisas de los muebles que allí dentro se encontraban. Ansioso miró discretamente por sobre su hombro para que el "ataque" de la chica no lo pillara desprevenido, pero gran fue su sorpresa y su molestia al reconocer que ella ni siquiera lo estaba mirando, ¡todo lo contrario! Parecía que algo de afuera le resultaba más interesante para ver. Estuvo a punto de ir, agarrarla por los hombros y sacudirla para ver si así despertaba del aletargamiento o hechizo en el quizás se podría encontrar porque… ¡él era el gran Ranma Saotome, el "Caballo salvaje"! ¡el tres veces ganador del "Hombre más guapo de Japón"! ¡Y maldita sea que parecía ser un tipejo más para ella! Si no fue a increparla fue netamente porque su orgullo no se lo permitió, no se iba a rebajar por nada ni por nadie, aunque aquel fuego interno parecía avivarse más que aplacarse.
Ya vestido, con un genio de los mil demonios, se acercó a la redonda mesa y dejó caer todo su peso sobre la pequeña silla que estaba dispuesta para él. Aquel brusco movimiento provocó que su asistente abandonara sus pensamientos para posar sus almendrados ojos sobre los zafiros de él, preguntándole silenciosamente por su temperamento al no entender qué lo tenía tan furioso. Pronto recordó lo sucedido la tarde anterior, por lo que pensó que hablar del tema sería empeorar las cosas, pero tampoco se sentía cómoda con ese ambiente.
—Todavía no me dices qué haces acá. —le preguntó molesto cuando observaba que ella, desde su posición, le vaciaba el contenido del termo dentro de la taza que estaba cerca de él.
—Tomar desayuno—su penetrante mirada provocó un escalofrío en el azabache.
—Lo sé, —espetó casi de golpe—pero ¿por qué acá?
Akane rodó los ojos y exhaló el aire de sus pulmones lentamente, parecía que su jefe tenía mala memoria —Te lo dije la otra vez, —hizo una breve pausa— para que dejaras de quejarte por el desayuno comenzaría a comer contigo y así puedas ver que exageras con respecto a la cantidad de comida que te traigo. —explicó tranquilamente, aunque su tono era un tanto cortante.
—Pero eso fue hace tres días—le reclamó comenzando a consumir la fruta picada.
—Estuve fuera por mis días libre, Ranma. —explicó tratando de sonar conciliadora, no tenía ánimos de pelear y esperaba que el azabache tampoco.
—Tsk, no es excusa. —su berrinche sonaba similar al de un niño de cinco años.
Intentando cortar por lo sano, Akane decidió cambiar el tema para así apaciguar los ánimos del hombre frente a ella, aunque no podía negar que ese leve puchero que se había formado en el labio inferior de Ranma le resultaba tentador, las ganas de morderlo y chuparlo fue algo que tuvo que desechar rápidamente de su mente.
—Nabiki dijo que estaría por acá en menos de una hora, creo que tienen reunión con algunos de los auspiciadores y mencionó algo de una posible entrevista.
—¿No dijo nada más?
—No. —negó con su cabeza—Yo no los acompañaré, tengo cosas que hacer.
—¿Acaso irás con tu noviecito en vez de cumplir con tu trabajo? Porque si es así, date por despedida de inmediato. —Ranma desvió su mirada cuando dijo eso, el simple hecho de imaginarla en los brazos de otro provocaba un retorcijón en sus tripas como si alguien estuviera haciendo globoflexia con ellas. ¿De dónde provenía esa sensación? ¿Qué sentimiento era aquel? ¿Por qué le ardía el cuerpo ante aquella idea? Y peor aún, ¿por qué su boca no filtraba sus ideas diciendo todo aquello que ni él mismo lograba racionalizar?
—No lo haré, Ranma. —se estaba controlando, de verdad que no quería entrar en conflicto, quería que su paz mental le durara un poco más, sobre todo después de recordarlo a él —Nabiki me pidió que me encargara de unos trámites, por eso no iré.
El silencio se instauró en la habitación, solo el ruido de los utensilios al chocar con los recipientes era lo único que se escuchaba. Ambos jóvenes estaban ensimismados en sus pensamientos, tratando de comprender más cosas de lo que se sentían capaces. El sonido de una notificación proveniente de la Tablet que siempre cargaba la peliazul casi los hace saltar a ambos de sus sillas. En cuanto desbloqueó el aparato y leyó el contenido del correo que le había llegado, frunció su entrecejo pareciendo que de pronto ese pequeño espacio desaparecería por completo, sus labios se apretaron tanto que formaban una sola línea y su mandíbula estaba notoriamente siendo presionada.
—¿Pasó algo? —preguntó intranquilo.
—No te preocupes, un problema con los trámites que tenía que hacer. —bloqueó la Tablet y se levantó—Tengo que irme, que tengas un buen día. Nos vemos más tarde. —se retiró casi al vuelo, su aura demostraba que algo la tenía bastante molesta y eso dejó más intrigado a Ranma al punto de quitarle el apetito y dejar casi la mitad de la comida sin tocar.
La jornada laboral de ese día había sido tremendamente ajetreada tanto para el artista marcial como para su astuta representante. Desde temprano en la mañana estuvieron en reuniones con auspiciadores, editores de revistas deportivas, almuerzo con los organizadores del próximo torneo, revisión del supuesto "plan de trabajo" que Happosai había construido para el tiempo restante antes de la competencia (siendo su equivalente: "hacerlo sudar hasta que se seque como una pasa"); en fin, un interminable día de aspectos burocráticos que el azabache odiaba con todo su ser. Ya iban camino de vuelta a la mansión en el auto manejado por su chofer cuando la música de "It's my life" de Bon Jovi resonó en el interior provocando que Nabiki sacara tranquilamente de su cartera Gucci un celular último modelo, revisando en la pantalla quien llamaba y colocando su característica sonrisa felina.
—¿Cómo vas con los molinos de viento, Darling? —preguntó carismáticamente a su interlocutor—Todo bien por acá, sin gigantes a la vista. —se rio de alguna broma dicha por la otra persona, situación que provocó una exhalación de aburrimiento por parte de Ranma, estaba tan cansado que hasta escuchar a su representante hablando por teléfono le molestaba—Sí, todavía … —el cambio de tono a uno de desagrado no pasó desapercibido por el par de hombres que estaban dentro del auto—¡¿Qué lo viste haciendo qué y con quién?! —su furia era tan intimidante que Hiroshi apretó con mayor fuerza el volante —¡Maldito bastardo! ¡Esto no se quedará así, juro que me las pagará! ¡Nadie mancilla el apellido Tendo sin consecuencias! —si alguien daba miedo esa era la astuta y calculadora Nabiki enojada, porque de ella se podría esperar de todo—No te preocupes, yo veré cómo lo resuelvo. —bajó la intensidad de la voz, su mano izquierda sobaba su frente tratando de apaciguar el dolor de cabeza que de seguro estaba sintiendo—Sí, prepara todo. Si el muy imbécil cree que se las llevará peladas significa que no me conoce ni sabe con quiénes se está metiendo. —escuchó un par de palabras más del otro lado—Gracias, te hablo cuando tenga novedades. Adiós, Darling. —colgó el teléfono para devolverlo a su bolso y ponerse a mirar la ventana, había mucho que resolver por lo que su mente ya estaba ideando las mejores maneras para hacerlo.
Faltaba poco para que llegaran a la blanca mansión en Futakotamagawa, el ambiente luego de esa llamada se había puesto denso dentro del vehículo, casi podría ser cortado con un par de tijeras o quizás fuese necesario un cuchillo carnicero para lograr hacerlo. Hiroshi podía llegar a sentir agarrotados sus dedos con la presión que mantenía de estos sobre el manubrio, Nabiki Tendo furiosa se transformaba en el mismísimo señor de las tinieblas y él ya había tenido el privilegio de haber observado una instancia de esa calaña, por lo que sus nervios se hicieron presente cuando la escuchó hablando con el dueño de ese apodo tan "cariñoso" (aunque el tono en que fuera dicho sonaba más a burla que otra cosa) provocando que no solo sus dedos se crisparan, si no que su pie comenzó a presionar con mayor ímpetu el pedal del acelerador rogando por llegar más pronto que tarde a su destino y alejarse de las llamaradas del infierno que parecían escapar del sexy cuerpo de la castaña; sutilmente fue disminuyendo el volumen de la música que sonaba en la radio hasta que fuese inaudible para sus ocupantes, no quería avivar esa rabia con algún descuido o estímulo innecesario, por lo que estaba tratando de controlar lo que estuviese a su disposición. Todos sus esfuerzos se vieron mermados cuando la voz de su jefe resonó rompiendo el impoluto silencio.
—No pienso ir a esa entrevista, Nabiki. —declaró resuelto y sin un dejo de duda.
Su chofer no sabía si colocar o quitar el seguro a las puertas, pues creía que la mujer sería capaz de abrirla para empujarlo y que el resto de la física hiciera su tarea, o tal vez sería él quien lo lanzaría por la idiotez de provocarla en estos momentos.
—No me interesa lo que piensas, príncipe. —respondió seria, sin moverse ni un milímetro de su lugar—Ya escuchaste al organizador del torneo, los tres deben asistir y participar, —le dirigió sus ojos café oscuro con toda la intensidad que en ese momento cargaba— con tu mejor sonrisa, quizás esa de playboy que tanto te gusta colocar frente a las mujeres o me da igual cuál uses, pero serás un ser todo amoroso y no el imbécil que eres en verdad. ¿Está claro? —su tono condescendiente, casi como si le hablase a un crío, solo crispó más los nervios chofer.
Hiroshi comenzó a decir sus plegarias a todas las deidades que él conocía, no era necesario ser un genio para saber que dentro de ese lujoso automóvil ardería Troya y quizás él resultase tan quemado como el par de auras asesinas que estaban en los asientos traseros. Rogó con todo su corazón para que los escasos metros que restaban volaran bajo las llantas y, a pesar de que la posibilidad de quedar desempleado debido a la probable guerra que estaba por desatarse atrás era alta, temía con mayor fuerza tener que hacer de mediador entre esos dos. "No lo permitas" solicitó con toda la fuerza de su ser a quien estuviese orquestando aquel desastre desde algún lugar del cielo o el universo o donde sea que estuviese.
—Nabiki… —reprochó el azabache, sus puños se estaban cerrando al escuchar ese apodo que tanto odiaba y, además, sentir su orgullo ser pisoteado por su representante.
—Sin "peros", Ranma. O participas o te quedas fuera del torneo. Y eso implica un incumplimiento de contrato, por lo que te multarán sin dejarte participar en competencias nacionales e internacionales por dos o tres años como mínimo. —Nabiki no requería de golpes físicos para darle con todo a su oponente, era tan astuta que no se malgastaba por cosas tan banales como la rabieta del artista marcial.
El azabache exhaló el aire molesto, se cruzó de brazos y asesinó con su mirada a la castaña mujer a su lado. Sabía que en esos momentos lo tenía bien agarrado de las bolas, pues la insinuación de quedarse sin participar en las competencias por un par de años era un claro mensaje subliminal de que ella se encargaría de que fuesen décadas si se atrevía a incumplir con lo solicitado.
—Hemos llegado—la voz de Hiroshi sonó temerosa, el suspiro de agradecimiento que realizó al aparcar el vehículo y presionar el botón de apagado fue un claro reflejo de esa necesidad que había tenido de arribar prontamente a la mansión.
Representante y representado caminaron en silencio hacia la vivienda, la discusión había sido zanjada dejando de ganadora a la joven castaña, logrando aumentar aún más la molestia en el chico que estaba a su lado. La cálida recepción por parte de la ama de llaves fue la leve tregua que ambos tuvieron, ninguno la cargaría contra la dulce mujer, por lo que respondieron como si nada hubiese ocurrido.
—¿Akane ya llegó? —consultó Nabiki luego de los saludos protocolares.
—Todavía no, —informó un tanto nerviosa, se notaba preocupada—llamó para decir que no alcanzaba a llegar para el almuerzo, pero desde entonces no he tenido noticias de ella.
Como si ambos jóvenes se hubiesen puesto de acuerdo, cada uno sacó su smartphone para revisar si tenían algún mensaje o llamada perdida de la chica en cuestión, pero ninguna notificación que les aparecía correspondía a un intento de contacto por parte de ella. La mediana de las Tendo estaba por discar su número cuando el característico rugido de la moto que manejaba su hermana menor les advirtió de su reciente llegada. Nadie se movió, todos tenían sus ojos posados en la puerta como si así fuesen a lograr que el curvilíneo cuerpo arribara más rápido y calmara los nervios que su larga ausencia había provocado, sobre todo en las dos mujeres que estaban allí presentes.
Hay diversas situaciones incómodas en la vida, pero para Akane entrar a un lugar y que todo el mundo se la quede mirando como si fuese el sol asomándose por el firmamento era la que más odiaba. Y eso era exactamente lo que había ocurrido al atravesar la puerta de roble que le permitía su ingreso a la blanca mansión, sumando a su agotamiento luego del extenuante día que se había cargado.
—¿Algún problema? —cuestionó al percatarse de ser el centro de las atenciones de las tres personas frente a ella.
—¿Dónde estuviste todo el día? —Ranma le preguntó fastidiado, su malhumor ya no podría empeorar más al imaginarse a su asistente en los brazos del noviecito que tenía. El tan familiar calor en sus entrañas comenzó a asomarse y apoderarse rápidamente de su torso, generando nuevamente esa confusión en la mente del artista marcial al desconocer aquella emoción que últimamente lo embargaba y todo por culpa de la chica de ojos como la miel.
—Haciendo los trámites que me pidió Nabiki. —respondió hastiada, ella no había hecho nada y su jefe parecía culparla de algo que no sabía qué era.
—Entonces… —la mediana consultó de manera implícita sobre el resultado.
—No, —negó con la cabeza —me tomó todo el día, pero no. —informó desganada.
—Pero yo creí… —tanto para la señora Daimonji como para Ranma no pasó desapercibido la especie de código que estaban usando las hermanas para referirse a un tema desconocido para ellos.
—También yo, pero me equivoqué. —desvió la vista hacia un costado, su orgullo estaba claramente afectado por ese error —Te ves cansado, —se dirigió a su jefe, mirándolo directamente a sus azules ojos—te prepararé el jacuzzi. Señora Daimonji, que le lleven la cena para allá. —comenzó a dar órdenes sin consultarle a nadie, sorprendiendo a dos personas por su cambio de actitud, aunque para la castaña no fue ninguna novedad, pues conocía demasiado bien a su hermana como para reconocer cuando trataba de desviar el tema de conversación porque harto caldo de cabeza se hacía ella sola.
—Akane, —Nabiki la llamó antes de que se dispusiera a ir al jardín a prepararle el baño a Ranma— necesito hablar contigo, ve al despacho por favor. —estaba tensa y eso no pasó desapercibido por la peliazul, aunque lo asoció al negativo resultado de ese día, desconociendo el verdadero motivo de su citación.
La chica en cuestión iba a asentir cuando el rugir de un motor proveniente de un auto deportivo provocó que los cuatro pares de ojos se dirigieran hacia el ventanal a un costado de la puerta, logrando así divisar el Porche rojo que estaba dirigiéndose hasta la zona de estacionamientos de la mansión.
—Nada de jacuzzi. —la voz de la asistente sonó determinada, casi como una orden más que una propuesta— La cena la comerá después, que Picolet le deje todo para que se sirva cuando termine. —se había dirigido hacia la mujer mayor de la casa, quien solo atinó a asentir un poco intimidada por la actitud de la joven —¿Está todo listo en la habitación 014? —consultó a la ama de llaves.
—Sí, niña Tendo. —respondió cohibida— Quedó todo como usted lo ordenó.
—Bien. —asintió con agrado al escuchar esa confirmación—Nada de jacuzzi, —repitió posando sus almendrados ojos sobre los azules grisáceos de su jefe y apuntándolo con su índice izquierdo— la habitación del primer piso está lista para que la usen. —comentó despectivamente—Ni se les ocurra ir a otro lugar de la mansión o te prometo que un balde de agua fría será lo menos que les caerá encima. —no esperó réplica, se giró sobre sus talones para caminar en dirección al despacho que tenía la castaña dentro de esa casa.
—Bueno, creo que quedó todo claro. —comentó Nabiki con el gusto palpable en sus palabras por disfrutar cómo su hermana se estaba encargando de que las famosas escenitas del artista marcial dejaran de repetirse—Señora Daimonji, —la pobre mujer casi tiembla cuando escuchó ser nombrada, todo estaba siendo demasiado surrealista porque el joven azabache no había hecho ningún comentario ante la imposición realizada por su asistente—que nadie nos moleste. —se giró para encaminarse hacia su despacho, pero recordó algo importante—No creo que Akane vaya a cenar hoy, deje todo en la cocina por si le da apetito más tarde.
La mujer mayor iba a replicar algo cuando un par de golpes un tanto fuertes contra la puerta la hicieron recobrar la compostura y dejar pasar a la chica de turno, quien estaba molesta por tener que rebajarse a solicitar que le abrieran como si fuese una persona cualquiera.
—Señorita Sakuma—hizo una leve inclinación en señal de saludo, más por cumplimiento de protocolo que por otra cosa.
Obviamente, como era la costumbre de la pelimorada, no recibió respuesta alguna ante la pequeña bienvenida. Vio como la chica casi se lanzó a los brazos del artista marcial, restregando su cuerpo y uniendo sus labios como si quisiera devorarlo, parecía una hiena carroñera hambrienta más que una señorita de sociedad.
Ese tipo de pensamientos le resbalaban a Shampoo Sakuma, siendo una de las modelos más apetecidas de toda la región, a sus veintitrés años había aprendido a que los comentarios negativos no debían influenciarla ni dejarse llevar por ellos. Desde pequeña fue criada por su abuela debido al abandono de ambos padres por creerla un fenómeno puesto que era la niña más exótica de su aldea por su singular color de pelo púrpura, así como sus ojos que simulaban ser dos grandes rubíes resplandecientes. Creció en un pueblucho perdido entre las montañas olvidadas en China, en donde la anciana le enseñó a usar a su favor sus particulares características logrando encantar a todos con su dulce personalidad, aunque todo fuese fingido y premeditado, tal como le indicaba su abuela. Ya en la adolescencia, el desarrollo provocado por el cambio hormonal propio del cuerpo femenino la hicieron atractiva a los ojos de cada hombre de esa pequeña aldea, pues sus caderas y su busto tomaron consistencia mientras que su cintura cada vez fue más estrecha.
En un viaje de negocios hacia Pekín, abuela y nieta conocieron a un joven de ojos verdes y pelo tan negro como el manto nocturno quien se presentó como manager de una casa de modelaje ubicada en el centro de la capital del norte. Fue atento con ambas mujeres, ganándose su confianza al invitarlas al día siguiente a un tour por las principales atracciones propias del lugar para luego llevarlas a la oficina principal de la agencia. Él no sobrepasaba los veinticinco años, ella apenas había cumplido los quince hace algunas semanas. La vieja Cologne, como se llamaba su abuela, pudo percatarse que su nieta tenía la oportunidad de su vida, pues su belleza sería reconocida y por fin podría acallar a aquellos que la trataron de fenómeno, demonio o cuanta cosa se le ocurriera en su campesina e ignorante mente. Esa noche, previa a la salida con el joven, la anciana le habló de mujer a mujer explicándole de que si quería llegar a la cima del mundo tenía que estar dispuesta a dar todo de sí, porque esta era una oportunidad de un millón que no se repetiría y que no podían dejarla pasar. Sus motivos para nada estaban basados en la avaricia, el dinero no era la razón; todo se centraba en recuperar el honor de su familia, el que se había visto pisoteado desde el nacimiento de su querida nieta por sus particulares características.
Reconociendo la falta de experiencia de su querida Shampoo, la tuvo hasta altas horas de la noche explicándole con detalle las artes amatorias que ponían de cabeza a cualquier hombre al que se las practicara. La chica al principio se había mostrado reticente, hasta ese momento solo había tenido unas cuantas caricias subidas de tono con uno que otro campesino pseudo atractivo de su pueblo, pero entregarle su cuerpo a un desconocido no le sonaba para nada atrayente. Cologne le explicó calmadamente que el cuerpo y sus sensaciones son para disfrutarlas, que no por aprovechar aquellas armas de las que disponía para su propio bien no sería capaz de entregarlas cuando el amor aflorara en su corazón. Incluso le detalló la diferencia entre hacer el amor y tener sexo, del cual la estaba incitando a realizar con el joven agente llamado Mousse si no le iba bien en la sesión fotográfica de prueba. Viendo la constante negativa de su nieta, le explicó sobre la masturbación femenina y la obligó a tener una sesión de autoplacer en ese instante, retirándose hacia su cuarto para darle la privacidad que la primeriza chica necesitaba. Cuando la escuchó gemir casi cuarenta minutos después, volvió a la habitación para prometerle que esa increíble sensación se repetiría por mil si seguía sus consejos. Asombrada por lo que había vivido con su propio cuerpo, Shampoo por fin aceptó prestarle atención a lo que su abuela le enseñaba, incluso se atrevía a preguntar en caso de no comprender alguna de las posturas o movimientos de los que hablaba la anciana.
Al día siguiente, Mousse se comportó como todo un caballero mientras que Shampoo no dejaba de coquetearle e insinuársele tal como le había recomendado Cologne. La joven chica causó furor en la agencia, todos quedaron prendados de su singular belleza y su carismática (aunque falsa) personalidad. Debido a ese pequeño éxito, fueron citadas para la semana entrante para la ansiada sesión fotográfica de prueba. Desde ahí, todo fue de maravillas para la quinceañera modelo. Su primer contrato con una marca de ropa para una tienda departamental no se hizo esperar, su manager les había ofrecido quedarse con él en su casa para los cinco días que duraría la sesión y la anciana lo visualizó como la oportunidad perfecta para su nieta. Shampoo no dejaba de coquetear con el joven ojiverde y él le respondía de la misma manera, aunque seguía siendo respetuoso y caballeroso para con ella, lo que provocó que la chica rápidamente comenzara a sentirse enamorada de aquel hombre quien cada vez que tenía una sesión, le abría las puertas de su casa y la atendía como si fuese la reina del lugar.
Llevaban cuatro intensos meses de trabajo yendo y viniendo a la capital del norte para cumplir con las ansiadas campañas, después de todo ese tiempo Shampoo estaba segura de que amaba a ese guapo joven porque siempre que estaban juntos ella se sentía especial y querida a su lado. Para un trabajo en que la citaban por tres días, su abuela la mandó sola porque unos negocios en el pueblo requerían de su presencia de forma impostergable, por lo que le encargó a Mousse la protección y cuidado de su ansiado tesoro. La pelimorada supo que esa sería su oportunidad, llevaba meses deleitándose a escondidas con el tonificado cuerpo de su agente cuando lo veía pasearse por la casa solo portando un pantalón, dejando a la vista su trabajado torso y brazos, provocando en ella el deseo pasional que sus hormonas se encargaban de acrecentar en ciertos días del mes.
La primera noche él estaba bebiendo una cerveza sentado en el sillón de la sala cuando la quinceañera chica bajó las escaleras portando un diminuto short y una apretada polera de pabilos que revelaba la ausencia del sostén en ella. Se hizo la inocente, la que no se había dado cuenta de la mirada lujuriosa que desprendían aquellos ojos verdes, se paseó y se sentó a su lado preguntándole qué era lo que estaba viendo en el amplio televisor. Quince minutos de intenso coqueteo después, una atrevida Shampoo le pasó lentamente la lengua por el costado del cuello del hombre hasta llegar al lóbulo de su oreja derecha y mordisquearlo a la par que exhalaba un sensual, pero bien pensado, gemido. No hizo falta mayor estímulo para que Mousse dejara todo su autocontrol de lado, a pesar de reconocer que diez años de diferencia eran demasiados al punto de caer en la ilegalidad si mandaba todo a la mierda, se justificó autoconvenciéndose de que llevaba un descomunal tiempo conteniéndose y que ahora ella se estaba ofreciendo en bandeja. Su boca, lengua, dientes y manos la recorrieron de pies a cabeza, la desnudó tan rápido como le fue posible e ignoró, por asumir que ella tenía experiencia gracias a las caricias que le propiciaba, que la brusquedad con que la penetró le quitó la virginidad que tan recelosamente había estado guardando. Se dejaron llevar, se poseyeron esa noche hasta que sus cuerpos gritaron basta y repitieron la acción a la noche siguiente. Shampoo estaba feliz, se había entregado al hombre que amaba y él la hacía tocar el cielo más veces de las que siquiera imaginaba, pero jamás previo la reacción que tendría su agente el día que debía marchar: fue distante, frío, como si no hubieran estado quemando las sábanas con sus cuerpos ardientes las dos noches anteriores. Creyendo que era por timidez, la chica se fue expectante del siguiente reencuentro, con su corazón latiendo a mil gracias a los apasionantes recuerdos y sintiéndose más enamorada que nunca.
Dos semanas después, en donde no había tenido mayor contacto con Mousse más que para hablar de trabajo y todo a través de su abuela, fue nuevamente citada para otra sesión fotográfica, aunque ahora era para una marca de ropa interior popular. El viaje sería por el día, puesto que no requerían de más tiempo para lograr capturar la campaña en la que posaría. Eso la desanimó un poco, su cuerpo ansiaba las caricias y labios de su manager sobre ella, parecía que los hubiera grabado a fuego en su piel porque nunca dejó de percibirlas, como si constantemente estuviera encima de ella devorándola con aquella desbordante y enloquecedora pasión.
Ese día como nunca se lució en el set, sus curvas resaltaban con mayor intensidad las distintas prendas que debía modelar, atrayendo tantas miradas de envidia y lujuria que una sensación de poder la embargó por completo. Cuando le ordenaron colocarse el babydoll púrpura como sus cabellos junto al diminuto colaless hubo una mirada que la desnudó casi con un simple parpadeo: Mousse la observaba como si fuese un lobo esperando la mejor oportunidad para saltarle encima y apresarla entre sus garras. Su cuerpo entero tembló ante la expectativa, por lo que posó lo más sensual y sexy que pudo, lo necesitaba, lo deseaba y quería hacérselo saber a través de su lujuriosa mirada. Al finalizar, todos aplaudieron y agradecieron por el buen trabajo realizado aquel día; ella se colocó la bata y se encaminó contorneándose tanto como pudo para que el ojiverde comprendiera el mensaje subliminal que le enviaba te espero en el camerino, no tardes. Pasó al baño, quería refrescarse un poco la nuca, se sentía acalorada de solo pensar en que Mousse volviera a tocarla como lo había hecho hace dos semanas atrás. Ya camino al lugar destinado para que pudiera cambiarse de ropa, llegó a la intersección del pasillo del cual debería doblar a la izquierda, pero unas varoniles voces la hicieron detenerse, la de su amado la hizo estremecer de excitación de solo escucharla, por lo que sus piernas temblaron de expectación. Todas esas emociones que estaban floreciendo dentro de ella fueron opacadas cuando lo escuchó hacer alarde de haberse acostado con otra modelo de nombre Fuyu, empeorando todo al decir que él era tan irresistible que la quinceañera se le insinuó hasta que no fue capaz de detenerla y que ahora estaba por ir a recibir su dosis de placer, pues había captado las indirectas que ella le había enviado. Una parte retorcida de su mente se hinchó de orgullo al escucharlo decir que ella tenía una experiencia en las artes amatorias que pondrían de cabeza a cualquier hombre que fuese bendecido en estar entre sus piernas, pero todo se fue a la mierda cuando aseveró que ella no era la clase de mujer con la que uno se casaría, solo era para acostarse y desfogarse, nada más.
Con el corazón destrozado Shampoo corrió sigilosamente de vuelta al baño, sentía rabia y dolor por partes iguales, no comprendía por qué él hablaba así de ella si cuando estaban juntos la hacía sentir como una reina digna de recibir las mejores atenciones. Como si su abuela tuviese un radar para encontrarla, al abrir la puerta del sanitario la estaba esperando con una pacífica actitud que su nieta quería sacarle a golpes al sentirse abrumada por todo lo que le pasaba. Enamóralo declaró convencida la anciana, dejando confundida a su única heredera. Sé atenta con él, responde cada vez que te busque, cocínale, actúa casi como si fueses una devota esposa. Si él te coquetea, tú responde de la misma manera. Si él te guía a su cama, tú asistes sin discutir. Pero no vuelvas a provocar tú un encuentro carnal entre ustedes, deja que él sienta la necesidad de tenerte entre sus brazos. En la cama, usa todas las estrategias que te enseñé; incursiona, analiza cada gesto, sonido, movimiento que él haga que te delate si le está gustando o no, luego lo amplificas para que sienta el placer saliendo hasta por sus poros. Y cuando su corazón ya sea tuyo, cuando sea capaz de besar el suelo por el que caminas, tú lo pisoteas, te cambias de agente y, a esas alturas, anunciaremos tu relación con algún famoso que lo hará sentir la peor escoria del planeta. Esa será tu venganza sentenció Cologne, ese hombre pagaría caro el haber jugado con su nieta y no hay peor dolor que el de un corazón destrozado, tal como lo tenía Shampoo en esos momentos.
Y tal como lo acordaron aquel día, Shampoo siguió al pie de la letra cada palabra que su abuela le había indicado, a pesar de estar comiéndose por dentro el dolor y la rabia que le provocaba actuar como si no supiese que habían jugado con ella y sus sentimientos. Los siguientes cinco meses fueron los más desafiantes, su carrera iba cuesta arriba y ya no podían seguir dependiendo de su manager cada vez que iban a la ciudad. Debido a esto, Cologne terminó adquiriendo un apartamento en la céntrica ciudad, aunque ella continuamente viajaba al pueblo para continuar con sus negocios traspasados de generación en generación. Secretamente Shampoo había empezado a salir con un incipiente actor juvenil, apenas dos años mayor a ella, pero que estaba encantado con la exótica chica. Su plan resultó de maravillas, Mousse una tarde la invitó a cenar, el hombre se había enamorado sin proponérselo, por ella era capaz de hacer todo lo que le pidiera con tal de verla feliz. Su disposición era tal que la invitaría a vivir con él para poder despertar y dormirse a su lado, porque no concebía su vida sin tenerla en sus brazos, junto a él, amándola incondicionalmente, entregándole todo su ser, disfrutando de sus cuerpos y sus caricias que lo hacían sentir que llegaba al cielo cuando se amaban. La gélida mirada que le dio Shampoo cuando él puso la llave de su hogar en la mesa mientras le hacía la proposición fue como una sentencia para Mousse, empeorando todo cuando la escuchó decir sin una pizca de compasión que ella había oído aquella conversación meses atrás, de cómo él pensaba que era una chica solo para follársela y que ahora se estaba contradiciendo con sus palabras y promesas de amor que declaró minutos antes. Su corazón se hizo añicos al percatarse de que le pertenecía ahora a una mujer manipuladora, vanidosa y egocéntrica, pero todo se fue a la mierda cuando la escuchó decir que estaba de pareja con una joven promesa de la televisión china y que pronto saldría la oficialización de su noviazgo en las distintas redes sociales; además de informarle que cambiaría de representante porque ya no toleraba estar cerca de él. Ese día, Mousse Seki conoció el dolor del desamor a consecuencia de sus propias acciones, y peor aún, reconoció que amaba tanto a esa chica que no le importaría cuántas veces lo rechazara, él seguiría allí intentando conquistarla.
Los años pasaron y la joven modelo fue disfrutando del placer de sentirse deseada por los hombres, no volvió a enamorarse pues ya no confiaba en el sexo masculino, pero eso no mermó sus ansias sexuales que deberían ser satisfechas por el adulto que ella elegía para esa instancia. Cada tanto, Mousse reaparecía en su vida intentando reconquistarla, incluso la siguió cuando hace tres años atrás se mudaron a Japón en la búsqueda de ampliar su carrera de modelaje, pero ella era tajante y lo rechazaba de cuajo cada vez que hacía acto de presencia.
Por eso, a Shampoo Sakuma le era indiferente las opiniones de los demás, sobre todo cuando expresaba abiertamente su deseo sexual; el juicio social y público solo le recordaban que había sido capaz de superar lo que la gente hablaba de ella en su natal aldea, comprobándolo al hacer caer a cualquier hombre a sus pies lo que había logrado y demostrado varias veces, pues ella "donde pone el ojo, pone la bala".
—¿Vamos al jacuzzi? —preguntó con voz melosa a la par que restregaba todo su cuerpo al del trabajado azabache.
—La habitación está lista, joven Ranma. —la señora Daimonji no quería conflictos con la niña Tendo, por lo que trató de hacerle entender a su jefe que lo mejor para todos era seguir con sus indicaciones.
—Está averiado. —quiso sonar seguro, pero las palabras salieron con un leve tiritón por su conflicto interno. Una parte de él quería recuperar esa libertad que su asistente le había quitado, pero la otra se sentía intimidada por la explícita amenaza que ella le había hecho antes de retirarse de ese lugar.
La pelimorada hizo un puchero con sus labios, aunque sin alejarse ni un centímetro del apresado muchacho. Volvió a besarlo con ímpetu, tratando de calentarlo para que pudiesen aprovechar todo el tiempo que durara su visita. La pobre señora Daimonji puso todo su esfuerzo para evitar la mueca de asco que se quería formar en su cara, esa chiquilla no era para nada de su agrado, además estaba más que claro que en esa relación no existía el amor o el cariño mutuo, todo era exclusivamente carnal y eso era algo que no lograba comprender, ¡en sus tiempos eso era impensado! Por eso entendía a la señora Nodoka, quien constantemente trataba de dejarle en claro a esas mujeres que no eran más que un pasatiempo para su hijo, pues ella compartía la creencia de que no eran dignas de ganarse el corazón del artista marcial.
Veinte minutos después, Akane no paraba de dar vueltas dentro de su propio dormitorio luego de la discusión que había tenido con Nabiki en su despacho. ¡¿Cómo se atrevía a decir tamaña barbaridad?! Estaba bien que fuese su hermana y quisiera aconsejarla de tanto en tanto, pero tenía esa mala costumbre de sobrepasar los límites y eso era lo que más la enfurecía. Detuvo su rabiosa caminata cuando el intercomunicador ubicado sobre la mesa de noche le informó que la ama de llaves la necesitaba en el primer piso, lo que empeoró su estado de ánimo al escucharla decir el porqué de esa solicitud.
Respiró profundo para tratar de ser lo más profesional posible y no dejarse llevar por ese fuego interno que amenazaba con destruir todo a su paso si realmente lo dejaba salir. Agradecía que la habitación 014 (como ella la había apodado) fuese a prueba de sonido o apostaría que le darían arcadas en ese mismo instante. Manteniendo en mente la palabra "sutileza" para que lo replicase con su actuar, Akane golpeó dos veces la puerta seguido de un Saotome para luego esperar algo, ¿un ruido? ¿una respuesta quizás? De pronto la invadió la duda, ¿cómo lo escucharía si se supone que ningún sonido debía escapar de esas cuatro paredes? Frustrada y molesta repitió la acción, esta vez un poco más fuerte. Nada, no pasó nada a pesar de aguardar un par de eternos minutos. Si el muy idiota de su jefe estaba esperando que ella apoyase su oreja a la puerta para escuchar su respuesta, estaba muy equivocado. Como su paciencia comenzó a agotarse a pasos agigantados, los siguientes tres golpes fueron con la palma abierta acompañados de un O me abres o juro que llamaré a tu madre para que venga en este mismo instante, lo dijo sin importarle que no tuviese el pestillo puesto, ¡ni por si acaso abriría esa puerta! Quizás qué imagen se encontraría y no quería más recuerdos de los que ya tenía en esos pocos días trabajando. Tal como se lo imaginó, no pasó mucho tiempo antes de que la puerta fuese abierta con un movimiento brusco, dejando ver a su enfadado jefe a torso desnudo y con la respiración agitada. La visión periférica de Akane le permitió apreciar que cubría sus partes con la misma polera que había llegado su acompañante, pero sin lograr ocultar el izado de bandera que portaba el joven artista marcial.
—¡¿Qué quieres, maldita sea?! —preguntó un tanto ofuscado, sin vergüenza aparente por la facha en la que se encontraba.
—Ryoga y Ukyo te vinieron a ver. —informó sonriente, en su rostro estaba toda la burla por haber interrumpido el momento—Los hicimos pasar a la sala de estar, para que sepas.
—Ok, diles que estaré con ellos en veinte… —miró hacia dentro de la habitación inclinando un poco su espalda hacia atrás—no, treinta minutos más. —desde el interior, la risita coqueta de Shampoo resonó hasta la entrada.
La mueca de desagrado de su asistente provocó en él una sensación de haber ganado esa batalla, pues ahora era él quien tenía la sonrisa burlona formada en su cara. Decidido a probar los límites de ella, hizo otra solicitud.
—Habilítales la terraza que da a la sala de estar. Lleva cervezas, espumantes y un par de copas.
El bufido de Akane fue como música para sus oídos, ya que estaba consciente de que la habitación de la chica quedaba a un par de metros por sobre dónde estaría él y sus amigos bebiendo, por ese mismo motivo había hecho aquella solicitud, para molestarla y hacerla rabiar. La vio girarse sin decirle nada, así que estaba seguro de que cumpliría con su orden a pesar de no estar de acuerdo. Algo que Ranma no aprendía todavía es que con Akane Tendo no se juega y que se paga caro si se intenta hacerlo.
Cuarenta minutos después, los cuatro jóvenes estaban en la terraza bebiendo, escuchando música desde el parlante instalado en la sala de estar, conversando y riéndose escandalosamente. Todo el personal se estaba alistando para retirarse, Picolet había dejado preparado algunos platillos para picotear por si al dueño de casa o sus invitados le daba hambre y así alivianar la carga laboral a la asistente al no tener que crearlos ella. La señora Daimonji, en cambio, solicitó hablar con ella en privado para anticiparle algunas posibles conductas que solían ocurrir cuando ese cuarteto se juntaba, por lo que trató de convencerla de tener paciencia y que no cometiera alguna locura como el día anterior debido a que temía que fuese despedida, aunque cuando la vio llenando el balde con agua y detergente supo que su consejo no había sido tomado para nada en cuenta.
Akane subió hasta su habitación y depositó el cubo en su balcón, dividiéndose en su interior en dos ruegos muy opuestos el uno del otro. El primero solicitaba que se mandaran una escenita de aquellas para disfrutar ver la cara de sorpresa y enfado de esa pelimorada creída que nada bien le caía. Agradecía esa costumbre de su jefe de no dormitar con sus conquistas, no en su hogar por lo menos, porque eso le aseguraba el no tener que estar atenta a lo que se le ocurriera solicitar. Por otro lado, quería ahorrarse el mal rato y solo esperaba que se emborracharan para irse lo más rápido de allí, más que mal, de su habitación se podía ver y escuchar todo lo que hablaban en esos momentos y eso implicaría que no se podría dormir hasta que no quedase ninguno de los invitados en la casa. Fue así como se enteró que la empresa de los padres de Ryoga lanzarían una nueva línea de ropa basadas en animes de los noventa y que pronto enviarían las invitaciones para el evento de lanzamiento con su fiesta posterior claramente. Lo escuchó decir que lo más probable es que fuesen de disfraces para que cada uno comenzara a pensar qué personaje sería y se lograra caracterizar de la mejor manera. Ranma comentó que no le llamaba nada la atención esas instancias; en cambio Shampoo y Ukyo empezaron a darse ideas sobre qué usar, tratando de escoger las versiones más sexys y con menor atuendo de ropa a criterio de la asistente.
Al escucharlas, ingresó a la habitación y agarró desde el cajón de su mesa de noche una de las carpetas que su hermana le había entregado el día antes de irse a vivir a esa mansión y la abrió en las páginas dedicadas a Ukyo Kuonji. La joven de pelo castaño, un metro sesenta y siete centímetros, ojos azules como el cielo de verano y cuerpo escultural tenía veinticuatros años igual que ella; hija de padres dedicados al rubro de la gastronomía, quedó huérfana de madre a la edad de cuatro primaveras siendo criada exclusivamente por su progenitor y las criadas contratadas para aquella labor. A pesar de haberse interesado por el negocio familiar a temprana edad, desde que cumplió la mayoría legal comenzó a dejar de ser partícipe en las decisiones que involucraban a dicha empresa y se dedicó a vivir su juventud a costa de las cuantiosas ganancias que le correspondían como la única heredera de la cadena de locales de los que era poseedora la marca OKuonji. Fue así como, a pesar de estar en la universidad, pasó el mayor tiempo posible de fiestas en fiestas y de hombres en hombres. Al parecer no tenía muy buena suerte en el amor, porque sus relaciones no pasaban de más de un par de meses y en todas se tenía registro de que había sido su pareja quién la daba por terminada.
Conoció a Ryoga y Ranma en un evento de caridad organizado por una reconocida marca de cosméticos de Japón, logrando establecer muy buenas migas con ambos muchachos. De eso ya había pasado más de un año y tres meses, en los cuales se les empezó a ver salir juntos a bares, discotecas, fiestas y eventos públicos. Fue una sorpresa en el ámbito social cuando se dio a conocer la noticia de que ella junto a Ryoga tenían una relación formal y estaban saliendo, ya que todos en la prensa rosa especulaban del amor que podría sentir la chica por el Caballo Salvaje debido a las diferentes actitudes que solía tener frente a él. Desde ese entonces, al parecer todo marchaba sobre ruedas entre esos dos jóvenes, no se habían generado rumores de infidelidad ni de peleas que provocaran el final de esa historia. Muchos panelistas de programas de farándula se atrevían a especular que quizás los chicos estaban juntos por conveniencia, pues ambos eran bastante populares y disfrutaban de estar constantemente en el foco de atención de la prensa interesada en la vida de los famosos.
Akane cerró la carpeta reviviendo la empatía hacia esa chica, sintiéndose feliz por ella porque al fin parecía estar teniendo suerte en el amor luego de tantas relaciones infructuosas, deseándole de todo corazón su situación con Ryoga solo fuese para mejor y que si llegaba a terminar, fuera en buenos términos sin dañarla. Un par de horas después, la voz chillona de Shampoo anunciando que ya era hora de retirarse la hizo asomarse sutilmente desde el balcón, la escuchó decir que su chofer ya estaba cerca de la mansión y al parecer el alcohol ingerido le estaba provocando sueño o quizás el esfuerzo físico que hiciste antes comentó coquetamente Ranma, provocando un rodado de ojos por parte de Akane, ¿es que acaso todo el mundo debía saber lo que ellos habían estado haciendo en esas cuatro paredes? Se sorprendió cuando observó a su jefe despedirse allí mismo, ¡ni siquiera se levantó de la silla en la que estaba cómodamente sentado! Dudaba que Nodoka Saotome no le hubiera enseñado modales, ella era una mujer demasiado educada y culta como para pasar por alto algo tan básico como acompañar a una visita hasta la puerta de entrada, pero allí estaba Ranma tranquilamente sin importarle si Shampoo se iba o se quedaba, cosa que le llamó aún más la atención considerando lo que había pasado unas horas atrás entre esos dos. Ryoga aprovechó el instante e informó que iría al baño, parecía que la cerveza estaba comenzando a hacer estragos en su vejiga o eso fue lo que dejó entrever en su comentario al levantarse de su asiento. Akane se iba a entrar cuando escuchó algo que la dejó totalmente descolocada y provocó que se quedara a atestiguar lo que ocurría en la primera planta.
—Por fin solos, Ran-chan. —dijo melosamente Ukyo a la par que se acercaba felinamente hacia el azabache, quien solo se la quedó mirando sin hacer ningún comentario—Creí que nunca se iría la gata esa. —comentó desdeñosamente, sentándose sobre las piernas del artista marcial—¿Me extrañaste? —su índice derecho recorría lentamente el rostro del joven, como si lo estuviese memorizando y quedándose mayor tiempo en los carnosos labios del chico—Si tú lo quieres, puedo despachar a Ryoga y así poder cumplir con todas tus fantasías, ¿qué me dices? —su boca cada vez estaba más cerca de la del hombre frente a ella, pero al escuchar a su novio tosiendo mientras se acercaba al lugar, se levantó rápidamente y se devolvió a su puesto como si nada de eso hubiese ocurrido.
—Amor, creo que debemos irnos también, Ranma parece algo exhausto y deberíamos dejarlo descansar. —la frase había sonado más a una imposición que a una propuesta.
—¿Qué opinas tú, Ranma? —Ukyo le consultó al ojiazul quien hasta ahora no había dicho nada.
—Ryoga tiene razón, estoy algo cansado y me gustaría ir a dormir. —respondió mirando a su mejor amigo—Gracias por venir, lo he pasado muy bien.
—Gracias por recibirnos, —Ukyo se levantó de la silla mientras exhalaba desilusionada al escuchar lo dicho por el azabache—espero nos podamos juntar de nuevo pronto. —se acercó a su novio y le permitió abrazarla—¡Nos vemos, Ranma! —la pareja se despidió e ingresaron a la mansión para poder retirarse del lugar.
Luego de presenciar todo aquello, Akane estaba convencida de que su jefe se merecía la venganza que le había preparado para el día siguiente, ¡la lealtad era algo primordial en ella… sobre todo si es con tu mejor amigo! Lo vio abandonar la terraza, asumiendo que se iría a su habitación para descansar como había manifestado minutos atrás. "Menudo amigo" pensó molesta, jamás podría entender que la gente fuese de esa forma, a ella le habían inculcado valores y no lograba concebir al mundo de otra manera. Sonrió sintiéndose victoriosa antes de tiempo, el despertar de Ranma sería épico y no pensaba perdérselo por nada del mundo.
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Continuará…
*Aclaración*
Habitación 014: acá en Santiago hay un motel muy conocido popularmente que queda en la calle (y de ahí su nombre) Marín, cuya numeración es 014. Es decir, si a alguien le dicen "Vamos a Marín 014", es porque hace referencia a ese motel. Por eso, decidí que Akane le apodara de esa forma a la habitación que Ranma tiene destinada para sus encuentros amorosos jejeje.
Hola hola!
Quiero comenzar agradeciendo sus palabras de apoyo, ¡no saben cuánto las valoro y lo bien que me hicieron! De corazón, muchísimas gracias. También gracias a quienes me dejaron sus reviews (los invito a hacerlo para saber sus opiniones, teorías, pensamientos, etc), así como le dieron follow o agregaron a sus favs esta loca historia.
Espero les haya gustado este cap, la frase "agua va" hace referencia a la época en que no había alcantarillados y desde el segundo piso se vaciaba la cubeta con desechos propios de un baño por la ventana o el balcón. Entonces, para evitar que le cayera a alguien, se gritaba y así la persona se detenía o se refugiaba bajo el balcón (si es que había).
Les comento que existe la remota posibilidad que tenga que extender los plazos de actualización de la historia, el tiempo está corriendo muuuy rápido y yo estoy avanzando muuuy lento, pero no es nada seguro aún. ¡Haré mi máximo esfuerzo!
Este cap se lo dedico a mi querida amiga Miss SF que hoy está viviendo el término de una etapa y comenzando otra. ¡Todo el éxito del mundo para ti!
Ahora, responderé los reviews de quienes no tienen cuenta en ff:
Erlyn Ortiz: muchas gracias! Espero te haya gustado este cap.
Jess: Me alegra mucho saber que esta historia te hace reír, es mi intención y da gusto saber que lo estoy logrando. Gracias por lo de la escena de Nodoka y Akane, tenía nervios de que no se entendiera! Jajajajaja. Ese Ryoga, es el fiel reflejo del machito "aquí vengo yo". Gracias por leer y dejar tu review!
Alicia: Muchísimas gracias por tus palabras, aquí estoy poniendo lo mejor de mí para que ustedes la disfruten tanto como yo. Saludos desde Santiago, espero hayas disfrutado este cap!
Guest: gracias por tus palabras, ojalá te haya gustado este cap. Saludos!
Hikari: Muchas gracias por tu apoyo. Solo te puedo decir una cosa: ella no es Shampoo jejejeje. Falta para saber del novio de Akane, aunque no tanto para saber quién es él (¡chan!). Saludos!
Pao Vedder: Mil gracias por tus palabras y tu apoyo, ¡las valoro mucho! Todavía queda para que sepamos quién es el novio de Akane 1313, pero puedes seguir tratando de crear teorías sobre el posible nombre jejejeje. Ojalá te haya gustado este cap y te haya hecho reír. Un abrazo!
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Nuevamente gracias a todos! Nos leemos el otro mes!
PD: para los chilenos, ¡VAYA A VOTAR EL DOMINGO! +1
