Disclaimer: Los personajes le pertenecen a la gran Rumiko Takahashi, específicamente a la serie/manga Ranma ½, yo solo los tomé prestado para crear esta historia (complementando con algunos inventados) con la finalidad de hacer lo que más me gusta que es escribir, por lo que es sin fines de lucro y con la mera intención de compartir mis ideas para entretener a quien desee pasar a leer.

-Detalles-

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Día 9

Por un breve instante, quizás tan fugaz como un simple parpadeo, Akane dudó si correspondía esa venganza pues estaba consciente de que el día anterior había tomado la decisión bajo una actitud inmadura y nada profesional. Aun así, tan rápido llegó ese pensamiento tan rápido se fue. Esta vez no llevaba ninguna bandeja de desayuno a la habitación de su jefe, su lado más maquiavélico, más… Nabiki, le recordó triunfante que no sería necesario y que no malgastara su tiempo en preparar algo que nadie terminaría consumiendo. Corrió las cortinas para posteriormente abrir uno de los amplios ventanales admirando el hermoso patio trasero al cual se podía observar desde allí, las luces como pequeñas antorchas que hasta esa hora seguían alumbrando debido a que el alba recién se estaba asomando en el cielo le daban un toque místico e incluso se podría decir que romántico a ese espacio. Sin querer perderse de ningún segundo de lo que estaba próximo a ocurrir, se giró apoyando su cuerpo sobre el marco blanco de la ventana abierta, no podía negar que amaba sentir esa brisa mañanera tan fresca propia de la primavera recordándole el frío invernal, pero sin calarle los huesos… sí, esa estación del año era su favorita y la disfrutaba a todas horas del día.

Su acompañante, en cambio, no sintió ningún remordimiento ni cuestionamiento interno por lo que haría, ¡todo lo contrario! Sentía que era demasiado simple, pero la chica había intercedido a favor del artista marcial y terminaron consensuando dicha acción, aunque él tenía planeado algo más.

—¡Despierta de una vez, chiquillo irresponsable! —le gritó Happosai vertiendo sobre la cabeza de su dormido discípulo un balde de agua para asegurar el éxito de su empresa.

Tal como era de esperarse, Ranma despertó entre sorprendido, confundido, anonadado y furioso por partes iguales. Cuando quedó sentado debido a sus reflejos al sentir el agua en contacto con su rostro, buscó rápidamente con su vista a la causante de su mojado despertar. Frunció mucho el ceño al verla apaciblemente apoyada en el marco del ventanal, estaba por encararla cuando la voz de su maestro le hizo comprender que esta vez el responsable no era ella.

—¡Levántate de una vez! —tiró hacia atrás todo el ropaje de la cama—¡Sabes que tienes prohibido tomar en periodo de entrenamiento para los torneos! —se acercó velozmente hasta quedar a una cabeza de distancia con el chico, sus ojos amenazantes parecían hierro siendo forjado de lo fulgurante que estaban—¡Y toda tu habitación huele a alcohol! ¡Maldito mocoso irresponsable! —le dio un buen golpe en la cabeza—¡Ve a ducharte en este instante que nos iremos de entrenamiento al terreno de Chingensai en la montaña!

Ranma se sobaba fuertemente la parte que había sido golpeada, no estaba seguro si era por eso o quizás era por estar recién despertando que apenas lograba procesar lo que decía el molesto anciano. Lo que sí tenía claro es que su entrenador estaba exagerando, puesto que con suerte se tomó tres o cuatro cervezas la noche anterior, nada tan terrible a su criterio.

—Maestro, —Akane le habló en un tono suave y dulce—¿Cómo es eso de que se irán a entrenar a la montaña? No fue eso lo que acordamos. —le reprochó calmadamente, acercándose por fin a la escena principal.

Al escucharla decir aquello, Ranma por fin comprendió que Akane Tendo era la mente maestra tras la aparición de Happosai en un día que no debería estar, pues su sesión con él estaba prevista para que ocurriera posterior a los siguientes próximos dos días. La miró enfurecido con su flequillo pegado como si fuese un tatuaje a su frente de lo mojado que estaba, de su pelo escurría traviesamente el agua empapando con mayor intensidad la polera burdeo que usó para dormir, su dedo índice derecho la apuntó fieramente, la sangre le hervía de rabia sintiendo que explotaría por culpa de esta.

—¡Tú lo llamaste! —la acusó furibundo, casi gritando.

—No sé de qué hablas—en su rostro se formó una sonrisa socarrona mientras respondía aquello encogiéndose de hombros, pero sin moverse ni un ápice del lugar en donde se encontraba ni sentir un poco de remordimiento.

—¡Mocoso insolente, muévete de una vez que no tengo todo el día! —Happosai le tocó con uno de sus pequeños dedos el costado del azabache quien no pudo evitar retorcerse del dolor instantáneo que sintió con ese leve contacto.

Mientras Ranma se levantaba de su cama aquejumbrado y refunfuñando para luego encerrarse en el baño, tanto asistente como entrenador se quedaron conversando sobre los planes de este último.

—Señor Ichiro, —Akane estaba tratando de sonar tranquila, aunque por dentro se sentía engañada por su exvecino—¿por cuánto tiempo planea que dure el entrenamiento?

—Tres o cuatro días, quizás—respondió tranquilamente sentándose en una de las sillas frente a la mesa de madera.

—Lo siento, no se puede. —negó con la cabeza de un lado a otro—Nabiki me informó que Ranma debe prepararse para una entrevista televisiva, a solicitud de los organizadores del torneo. Además, —ella se sentó frente a él—no tengo información sobre ese terreno que mencionó. —comentó un tanto inquieta, no contar con ese detalle era algo que la complicaba en demasía.

—No te preocupes, Akane bella. —respondió tratando de aminorar el nerviosismo que reconoció en la voz y la postura de la joven frente a él—Ya hemos ido antes. Es en la parcela de un muy buen amigo mío. Nabiki conoce a Chingesai y esta no sería la primera vez que vamos para allá.

La chica deseaba replicar, la incertidumbre no era algo que le gustaba en su trabajo. Ella era buena en lo que hacía, pero estas cosas solo le provocaban ansiedad por lo desconocido que bien podría ocasionar más problemas que cosas buenas. Sus ojos como la miel hicieron contacto con los oscuros del hombre mayor frente a ella, vio lo calmado que estaba, esa seguridad que trataba de traspasarle con la mirada. Resopló resignada, comprendió que no le quedaba nada más que confiar, aunque eso no implicaba que no impusiera sus condiciones.

—Está bien, —verbalizó su aceptación—pero deben estar de vuelta a más tardar mañana antes de la cena. —le aclaró el tiempo que se podrían ausentar—Y Hiroshi los irá a dejar y a buscar, nada de irse saltando por los tejados…—hizo una breve pausa—usted sabe por qué. —comentó en confidencia.

—Como digas. —alzó sus viejas manos en señal de rendición—Mañana estará de vuelta para la cena, aunque no garantizo que llegue mejor que un estropajo. —comenzó a reír escandalosamente, de solo imaginar todo el entrenamiento por el que sometería a su discípulo lo hacía asegurar que aquellas fiestecitas no se repetirían por un buen tiempo.

Akane no pudo evitar esbozar una sonrisa cómplice ante lo declarado por el anciano, más que mal, ella lo había contactado el día anterior con la intención de vengarse de su jefe. Complacida del resultado obtenido, se levantó, hizo una pequeña reverencia y se retiró de la habitación, tenía mucho trabajo por hacer y aprovecharía que no estaría el azabache para avanzar en ello. No tenía que preocuparse de los preparativos puesto que Ranma siempre tenía su mochila de viaje lista por si su maestro le daba por ir a entrenar a algún lugar apartado, aunque desde que era famoso se había visto obligado a abandonar los parajes más "salvajes" por aquellos que se encontraban en propiedades privadas y sus dueños eran personas de confianza del viejo Happosai.

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Día 10

El silencio que reinaba dentro del vehículo era digno de una carroza fúnebre trasladando a algún fallecido o eso es lo que pensaba Hiroshi mientras conducía de regreso a la mansión después de ir a buscar a su jefe a aquella parcela que se encontraba a las afueras de la ciudad. Una vez más miró por el espejo retrovisor para sorprenderse nuevamente de la persona que iba sentada en la parte trasera. Es que no parecía que aquel ente fuese uno de los mejores artistas marciales de Japón y quizás del mundo, sino todo lo contrario. El cuerpo casi desparramado sobre el asiento, rostro con profundas y marcadas ojeras, energía tan débil como una varilla seca, le daban al azabache el aspecto de un vendedor de juguetes finalizando la temporada navideña de lo demacrado que se veía. ¿Dónde había quedado el gran Ranma Saotome? ¿A qué suplicios lo expuso el anciano hombre para devolverle eso como jefe? Sus ojos volvieron a la carretera, la lástima que sintiera por el joven no era algo que podía ser expresado porque conociéndolo tan bien como lo hacía, lo único que no habría sido mermado en esos dos días de arduo entrenamiento era el orgullo que parecía ser lo que movía al artista marcial y no tenía intenciones de convertirse en el saco de boxeo para que Ranma descargara toda la frustración que estaba seguro de que sentía al quedar en ese estado.

—¿Cuánto falta? —consultó con una voz lúgubre, con sus ojos levemente abiertos luchando internamente por no cerrarse por completo, pues se resistía a caer dormido en otro lugar que no fuese su cómodo colchón.

—Queda poco, señor. No más de diez minutos. —informó el castaño.

—Que sean cinco. —ordenó sin cambiar ni su postura ni su tono, no tenía ánimos para soportar nada que proviniese del exterior y su chofer lo comprendió inmediatamente.

—Como ordene. —respondió a la par que presionaba con mayor fuerza el acelerador del Maserati Levante gris con el que solía trasladar a su jefe.

Siete minutos después, Ranma era recibido por su ama de llaves con toda la calidez que aquella mujer transmitía en su arrugado rostro. El estómago del joven rugió justo cuando iba a consultar por la cena, por lo que la señora Daimonji se adelantó a sus pedidos y no le permitió decir nada.

—No se preocupe, —su mano en alto logró frenar el hablar de su jefe—la niña Tendo dejó claras instrucciones.

—¿Akane? —la ceja izquierda armó un perfecto arco en la parte superior de su rostro terminando de reafirmar la sorpresa que se expresó en su voz—¿No está acá?

—No, joven Ranma. La señorita Nabiki le solicitó apoyo en algunos trámites y lleva todo el día fuera. —la anciana reconoció inmediatamente la molestia en el artista marcial, por lo que se apresuró con su explicación—Pero la niña Tendo dejó instrucciones precisas para su retorno. —finalizó con una sonrisa de oreja a oreja, esa chiquilla se había ganado su cansado corazón y aquellos detalles sabían que lograrían sanar al hombre que tenía frente a ella.

—¿Y cuáles serían? —preguntó cruzado de brazos incrédulo de oír aquello.

—Mi deber era tenerle un baño de tina con sales minerales y esencias que ella misma me entregó, lo cual ya está listo. —declaró orgullosa—Picolet le está preparando sus tres platillos preferidos en este momento, cosa de que cuando usted termine de relajarse, en su habitación tendrá dispuesta la comida. Aunque —detuvo al joven al verlo mover los labios en señal de reclamo—ella dijo que quizás podría preferir comer primero, así que hay unos pequeños bocadillos en la mesita de noche para que pueda aplacar un poco a su estómago, no es bueno darse un baño recién comido. —lo sermoneó con mucho amor—Después, vendrá el doctor Tofu para hacerle un masaje descontracturante y de relajación, así que la niña Tendo cubrió todas sus necesidades.

Ranma miró con cariño a quien era su Nana, pues no importaba cuántas veces le explicara que técnicamente Ono no era doctor si no que quiropráctico, ella insistía en otorgarle ese título por siempre sanar sus dolencias. Una calidez se instauró en su pecho cuando escuchó todo lo informado por la mujer, esos detalles que había tenido su asistente para con él era algo que le causaba una especie de alegría que no lograba comprender. Ella no solo era proactiva, sino que también parecía velar por su bienestar a pesar de no estar de acuerdo con algunas de sus decisiones, sobre todo aquellas relacionadas a su actuar un tanto… inmaduro (su ego reclamó ante aquella descripción de sí mismo). Pero como si fuese una especie de maldición, la imagen de ella apareció en su mente para atormentarlo y recordarle que todas esas sensaciones debían ser ignoradas si es que no deseaba repetir el error cometido cuando era un adolescente. Abrazó a la señora Daimonji en señal de agradecimiento para luego dirigirse apresuradamente a su habitación, el solo recordar lo agradable que sería el baño de tina con aquellas sales y esencias, además de los bocadillos fue la motivación suficiente para movilizar su cuerpo.

Hace mucho tiempo que Akane no se sentía tan derrotada como aquel día, los trámites que debía realizar parecían complicarse en vez de resolverse como ella y Nabiki habían presupuestado en un principio. No solo su ánimo estaba bastante decaído, pues no podía evitar sentirse responsable y, por ende, recapitular una, otra y otra vez cada paso que había dado para ver dónde se equivocó, dónde malentendió la información y dónde estaba pasando lo relevante por alto; si no que su cuerpo le dolía de tal manera que sería capaz de aseverar que hasta el pelo lo tenía resentido. Agotada y sin mayor ánimo de hablar, le envió un mensaje a su hermana informando lo infructuoso que fue su día, disculpándose por no poder cumplir con lo solicitado pero que se comprometía a poder revertir la situación lo antes posible. Se sorprendió al ver a la señora Daimonji ir a recibirla al hall de entrada, puesto que ya eran cerca de las nueve y media de la noche y aquella mujer debería estar descansando.

—Mi niña—la saludó cariñosamente mientras extendía sus manos para recibir el casco y la mochila de la joven.

—Buenas noches, disculpe lo tarde. —hizo una leve reverencia para reafirmar lo dicho, aunque su espalda reclamó dándole una punzada de dolor al curvarse hacia adelante.

—No se preocupe, —le sonrió—el doctor Tofu todavía está haciéndole el masaje al joven Ranma, así que estaba esperando a que él se retirara. —le comentó dulcemente. Al ver el cansancio reflejado en el rostro de la asistente, decidió hacerle una propuesta—¿Por qué no se va a duchar mientras yo le preparo algo para comer?

—Gracias, pero no tengo apetito. —antes de que la ama de llaves la sermoneara por saltarse una comida, quiso darle el gusto levemente—Sí le aceptaré el ir a ducharme, así que vaya a acostarse no más. Yo me encargaré de avisarle a Ono para poder despedirlo cuando se retire. —hizo una reverencia, trató de sonreírle cariñosamente y se dirigió a su habitación en el segundo piso.

Aunque se había sentido tentada en pedirle a su cuñado que hiciera una de sus maravillas sobre su molido cuerpo, se arrepintió de ese pensamiento cuando recordó a su hermana Kasumi y los mellizos que deberían estarlo esperando despiertos como era su costumbre familiar. También tuvo que desechar la idea de darse un baño de tina relajante similar al que le había encargado a la señora Daimonji para su jefe, puesto que estaba segura de que apenas podría salir de ahí y todavía le quedaba despedir a Tofu, por lo que se dio una ducha con agua lo suficientemente caliente para relajar sus contracturados músculos, pero sin que le provocara quedar como pasta al dente para poder finalizar sus labores del día. Ya vestida y con su pelo levemente húmedo, dejó su habitación para dirigirse a la de su jefe rogando a todos los dioses que el quiropráctico ya hubiese finalizado y así poder hundir su cuerpo en el confortable colchón, desconectarse de este mundo para disfrutar del ofrecido por el mítico Morfeo y permitir a su mente olvidar todas las frustraciones de aquella jornada.

Dio dos leves golpes a la madera, giró el pomo y abrió la puerta para ingresar a aquel espacio que se encontraba casi en completo mutismo. Vio a su cuñado guardando todos sus implementos, al sentirla dentro de la habitación se giró para verla y le hizo una seña de que lo esperara afuera. Akane reconoció de inmediato la seriedad en sus oscuros ojos, por lo que supuso que alguna complicación se había presentado.

—¿Todo bien? —le preguntó cuando ambos se encontraron en el pasillo.

—Sí, nada grave. —trató de calmarla, dejó en el piso su bolso para poder hablar tranquilamente—Solo que me costó demasiado que se relajara…—hizo una breve pausa tratando de buscar las mejores palabras—Hay algo que le está provocando una lucha interna, Akane. Y eso está haciendo un conflicto consigo mismo…—posó sus grandes manos sobre los delicados hombros de ella—Lo siento, pero no me quedó otra opción que usar la misma técnica de los puntos de presión que te apliqué en ese tiempo. —sus ojos hicieron contacto con los almendrados de la joven frente a él—Sabes que eso implica que debas velar su dormir, Akane. Lo más probable es que pase mala noche y despierte desorientado. Bueno, tú ya sabes cómo es.

Akane asintió con la cabeza—Lo sé, —suspiró pesadamente—solo que… no te preocupes, yo me haré cargo. —sonrió para ocultar su decepción de no poder descansar como quería y se merecía. —Vamos, te acompañaré a la puerta.

—No será necesario. —la detuvo cuando estaba a punto de empezar a caminar posando su mano sobre el hombro de ella, había reconocido el cansancio en el pálido rostro de su cuñada—Conozco el camino, —le guiñó un ojo, aunque rápidamente su semblante se puso serio—prefiero que te quedes acompañándolo, presiento que será una noche compleja. Te encargo su descanso, Akane. —hizo una reverencia al momento que decía aquella frase.

—Lo haré. —se mostró decidida, se inclinó levemente hacia adelante para despedirse, al erguirse volvió a hablar—Dale mis saludos a Kasumi y los niños, espero poder ir a visitarlos pronto. —ambos se miraron, asintieron y luego cada uno se dirigió a lugares distintos de la casa.

Akane agradecía que el sillón gris individual que había en aquella habitación fuese lo suficientemente cómodo para soportar el tener que pasar la velada sentada en él mientras velaba por el sueño de su jefe. En la mesita de noche tenía una pequeña fuente con agua fría y un paño que solía pasar por la frente del chico para retirarle el sudor que cada tanto hacía su aparición cuando el conflicto interno en él volvía a atormentarlo. Lo vio removerse entre las sábanas, nuevamente murmuraba incoherencias ininteligibles para ella, se percató que comenzó a apretar con fuerza sus párpados, su respiración acelerarse con creces y unos gemidos de dolor que anticipaban un posible llanto inconsciente. Observó su reloj de pulsera, eran casi las dos de la madrugada, pensó que esta era la tercera vez que presentaba una intranquilidad tan alta como era en ese momento. Recordó cuando ella misma fue beneficiara de la antigua técnica china que Tofu había aplicado años atrás, la voz de su hermana mayor resonó en su mente cuando decidieron explicarle lo que había pasado y cómo habían logrado calmarla al instante en que su cuerpo comenzaba a liberar toda esa energía conflictiva que estaba dentro de su ser. Decidida a que Ranma lograra descansar, comenzó a acariciarle suavemente el rostro y replicó la dulce melodía que su madre le cantaba cuando era una niña y que Kasumi había usado para con ella aquella vez.

You are my sunshine, —sus ojos estaban prendados en los rasgos masculinos que lentamente tocaba—my only sunshine. —poco a poco la tensión en las toscas facciones comenzó a relajarse y la respiración se fue desacelerando paulatinamente—You make me happy when skies are grey. —los movimientos del cuerpo fueron disminuyendo—You'll never know dear, how much I love you. — Akane se sintió un poco incómoda al decir esta última frase; a pesar de ello, una leve calidez se instauró en su corazón—Please don´t take my sunshine away. —para ese entonces, el sueño de Ranma ya se había normalizado, estaba relajado y solo el sudor que perlaba su frente quedaba como evidencia de lo anteriormente ocurrido.

El resto de la noche transcurrió sin incidentes relevantes, aunque para lograrlo, Akane descubrió que tomando la mano de su jefe con la suya y entrelazando sus dedos, él se quedaba tranquilo y sin alterarse mayormente. Cercano a la hora del alba fue cuando la asistente se atrevió a finalmente cerrar sus ojos y permitirse descansar unas cuántas horas antes de que el día diera inicio oficialmente. Así que se acomodó mejor en el sillón sin soltar la mano del artista marcial, se arropó con una pequeña manta que había a los pies de la cama y se dejó llevar por el mundo de los sueños.

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Día 11

—No, no no no, por favor no.

Akane despertó del brusco tirón que sintió en su mano izquierda la cual tenía fuertemente agarrada con la de su jefe. Lo vio removerse desesperado murmurando una y otra vez la misma frase, apretando poderosamente sus ojos y con las lágrimas arrancando de estos libremente. La claridad en la habitación le hizo entender que ya había amanecido, así que decidió despertarlo para terminar con aquella especie de tortura que sabía estaba viviendo. Se puso de pie, su mano derecha se posó en la mejilla izquierda del hombre frente a ella, la otra no hubo forma de zafarla del intenso agarre en que inconscientemente el artista marcial la tenía, acercó su rostro hasta que la distancia no fuera más allá de un palmo, por experiencia propia sabía que al despertar era mejor no enfocar la vista en el entorno si no que solo en la persona de enfrente debido a lo desorientado que estaría.

—Ranma… Ranma. —Akane lo llamaba con su dulce voz, su corazón se contraía al verlo sufrir así y solo quería poder darle fin al padecimiento del muchacho. Estaba tan absorta en estas emociones que no se percató de que estaba llamando al artista marcial por su nombre y no su apellido como era su costumbre—Ranma… Ranma despierta. —su pulgar derecho acariciaba delicadamente la mejilla en un intento de que su despertar fuera grato.

Los ojos del muchacho se abrieron bruscamente demostrando el tormentoso océano en que se habían convertido, de manera desesperada intentaba mirar de un lado hacia otro en la búsqueda de algo que le resultara familiar, se sentía confundido y desorientado, parecía que su mente estaba en blanco dejándolo abandonado a su suerte provocando que se inquietara todavía más. En un momento en que sintió que alguien le agarraba fuertemente la cara, fue que sus orbes hicieron contacto con aquellas de un color similar a la miel, aquel par de ojos lo observaban fijamente logrando reflejar la preocupación que sentía su dueña. A pesar de esto, de alguna manera conseguían transmitir una calidez similar al sol de primavera, reconfortante y tranquilizadora que poco a poco comenzó a calmar a su acelerado corazón, siendo imposible para él no quedarse prendado de aquella diosa que tenía cerca al punto de casi no pestañear, pero algo dentro de él le hizo cerrar los ojos contra su voluntad, impulsándolo a seguir inmerso en aquel tormentoso sueño.

Sus oídos capturaron la dulce voz que lo llamaba una, otra y otra vez; aquel tono merecía ser digno del cántico angelical del Edén, pues sonaba como una caricia hacia su alma con cada palabra dicha. Ranma, su nombre dicho con ese armonioso tono resonaba todo dentro de su ser llenando aquel vacío con el que cargaba por tanto tiempo; Ranma, sus latidos lentamente fueron disminuyendo en intensidad, ya no golpeaban fuertemente su pecho como lo hacían hasta hace unos instantes atrás; Ranma, las dudas e inquietudes prontamente se fueron disipando; Ranma, su mente por fin volvió a reaccionar provocando que abriera sus ojos y así lograra apreciar en detalle la mujer frente a él. No lo pensó, tampoco siquiera sopesó las posibles consecuencias de su accionar, su cuerpo reaccionó de manera instintiva para responder a lo que su interior le demandaba, es por esto de que con su mano libre agarró la nuca de Akane e hizo presión para atraerla hacia él. Sus labios se juntaron en un brusco mimo, ella no se movía de la impresión al no esperarse esa acción por parte del azabache, él se sentía abrumado de las exquisitas sensaciones que aquel contacto le estaba brindando. Quién sabe si pasaron segundos, minutos o el tiempo se detuvo por completo, pero cuando Akane logró comprender lo que estaba ocurriendo, no pudo evitar sentir una dualidad de emociones luchando dentro de sí. Por una parte, se negaba a continuar con el ósculo pues ella tenía novio y la fidelidad era uno de sus principios; pero, por otro lado, los labios de Ranma parecía estarse grabando a fuego en los de ella provocando una corriente que le agradaba en demasía.

Ninguno de los dos se movió, la intensidad con que sus miradas se cruzaron demostraban el escudriñamiento al que cada dueño estaba haciendo en el otro para lograr descifrar lo que ocurría en ese instante, sus cuerpos expandieron la sensación electrizante que surgía desde sus labios unidos con los del otro, sus manos se agarraban firmemente como si temieran romper ese agradable contacto… todo en ellos gritaba que se dejaran llevar y siguieran con el beso, tirando su racionalidad por la borda y apagando las odiosas vocecitas internas que cuestionaban a cada uno su actuar. Como si se hubieran puesto de acuerdo, tanto Ranma como Akane cerraron sus ojos buscando disfrutar aún más de lo que estaba ocurriendo, olvidándose por un momento del resto del mundo; además, las sensaciones que los embargaban abrumadoramente desconcertándolos y agradándoles en igual medida se intensificaron al quedar en la penumbra. Cuando Ranma se aventuró a separar levemente sus labios intencionando que su lengua fuera una exploradora en la femenina boca, fue que Akane reaccionó a lo que estaba haciendo y se separó rompiendo todo el contacto entre los dos.

—No… no debiste—musitó desconcertada a la par que tocaba con sus dedos sus carnosos labios al mantener la sensación del beso.

Un solo sentimiento comenzó a recorrerla por entero, y ese era el de culpabilidad.

Se sentía infiel.

Ella le había sido infiel a su novio.

Había correspondido el beso de Ranma.

¡Y maldición que lo había disfrutado!

Incluso, todo su ser deseaba más y más, aumentando su auto reproche por haber actuado en contra de sus propios principios.

—Lo siento, —respondió tan sorprendido como ella—no… no sé lo que me pasó. —se pasó sus manos por el cabello frustrado. No comprendía su reacción, pero lo peor era que maldecía que todo hubiese acabado tan rápido.

—No te preocupes, —se levantó de la cama alejándose un par de pasos, esperaba que así por fin su interior se calmara—sé lo confundido que debes estar. —se giró para mirarlo—Tofu también me ha aplicado esta técnica de puntos de presión, —suspiró al recordar su propia experiencia—sé que no fue tu intención besarme. —su corazón se retorció levemente ante esta afirmación, aunque decidió ignorarlo garrafalmente.

Ranma quería rebatir lo último que dijo, pero no estaba seguro cómo. Sabía que tenía ganas de besarla desde casi el primer día en que llegó a trabajar a su lado, incluso a pesar de esa estúpida teoría que había inventado sobre su asistente y sus preferencias sexuales. Ahora bien, lo que había hecho hace un instante atrás fue algo absolutamente instintivo: esos ojos cafés como las almendras transmitiendo una calidez que parecía sanar sus heridas internas, la belleza de la nívea piel resplandeciendo con la luz que levemente se colaba por los costados de la cortina haciendo que se viera como una diosa bajada del Olimpo, provocaron que deseara besarla vehementemente como si su vida dependiera de ello. Por eso no lograba encontrar las palabras para cambiar la opinión de Akane, pues no le pasó desapercibido que le respondiera aquel mimo, despertando en él un pequeño halo de esperanza que acariciaba suavemente su corazón.

—Iré a preparar el desayuno. —interrumpió los pensamientos del chico. Se sentía desesperada por cambiar la incomodidad del ambiente, agradeciendo a su mente por pensar en una idea de manera rápida y efectiva—Quizás quieras darte una ducha, anoche sudaste mucho y créeme que se siente. —arrugó la nariz para luego largarse a reír.

Ranma aparentó hacerse el ofendido cruzándose de brazos y frunciendo su ceño, aunque por dentro estaba disfrutando más de lo que se reconocería con la imagen que tenía frente a él. Es que la risa sincera de Akane parecía música para sus oídos, el gesto en el fino rostro lo iluminaba casi como si tuviera el radiante sol en él, los ojos achinados le daban un aire relajado que, hasta entonces, jamás había visto en la menuda mujer. Le costó salir del hechizo en el que se había quedado viendo a su asistente, a pesar de que ella comenzó a caminar hacia la puerta para dirigirse a la cocina.

—Antes que se me olvide, —secó una lágrima que se escapaba de su ojo izquierdo, sabía que su jefe era vanidoso y el comentario anterior claramente lo descolocó provocando aquel ataque de risa—hoy saldremos, ponte ropa cómoda. Deberás ir de encubierto. —le guiñó el ojo y por fin abandonó la habitación.

Ranma se quedó un tiempo sentado en su cama procesando todo lo que pasó minutos atrás, tratando de negar y autoconvencerse de que todo era culpa de Tofu con su extraña técnica, que todas las sensaciones dentro de él, el latir nervioso de su corazón y su sangre bullendo en calor no era más que una reacción a lo que fuese que le hubiera hecho el quiropráctico el día anterior. Sí, Ranma no sentía nada por Akane, o eso es lo que se repitió una y otra vez camino a la ducha.

Siguiendo la instrucción de su asistente, Ranma decidió colocarse un pantalón de buzo gris perla, una polera roja y la chaqueta a juego de la prenda inferior sin subir el cierre. Frente al espejo de su walking closet decidió amarrarse el cabello en una cola baja, aunque al final no terminó de pasar el pelo por la cinta elástica y dejó que el pequeño moño desordenado fuera parte de su atuendo. Un jockey negro y unos lentes de sol Dolce & Gabbana fueron elegidos para poder ayudar a esconder su rostro lo suficiente, sabía que otras celebridades usaban hasta mascarillas para evitar ser reconocidos, pero él consideraba que eso era irse al extremo, pues hasta ahora este tipo de disfraz le había funcionado cada vez que recurría a él.

Escuchó la puerta de su habitación siendo abierta, lo que provocó que su corazón comenzará una carrera acelerando con cada segundo que pasaba. Los nervios que sentía lo tenían tan al límite que sus manos cosquilleaban y sudaban levemente ante la expectación, su respiración se tornó agitada, su piel estaba erizada y podría jurar que toda su sangre se había concentrado en sus mejillas. ¿Cómo enfrentar ahora a Akane después de haberla besado? Reconocía que fue ella quien lo "justificó", aminorando lo ocurrido y dándole la excusa perfecta para cambiar el tema. Pero en realidad, Ranma se moría de ganas de repetir aquella acción, profundizándola todavía más para sumarle caricias osadas y disfrutar por completo de la chica que parecía tenerlo hechizado bajo un extraño encanto. Evitando quedar al descubierto, respiró profundo intentando calmar las diversas emociones que convergían en su interior, se obligó a esconder sus ansias por ella en el fondo de su ser, se mentalizó que todo era el resultado de lo que le había hecho Tofu, ya que él tenía la puerta cerrada a esas emociones desde hace un buen tiempo.

—¿Ya estás listo? —le preguntó cuando lo vio cruzar la puerta del walking closet vestido tal como se lo había solicitado.

Akane trataba de mostrarse serena, tranquila; aunque la verdad era otra. No paraba de recriminarse por dejarse llevar cuando Ranma la había besado, algo tenían esos zafiros que portaba el chico por ojos que quedó hipnotizada y solo reaccionó sin pensar en lo que realmente estaba haciendo. Ella era una persona consciente de que toda acción tiene una consecuencia, pero en esos instantes dudaba de cuál era la correcta. Extrañamente, su cuerpo parecía no querer dejar ir la sensación del beso y el agarre de la mano de hace un rato atrás, perpetuándolo en sus labios y piel como si fuese fuego sobre la madera, porque la intensidad del calor no había disminuido ni una pizca a pesar de los minutos que ya habían transcurrido. Así también, la imagen de su novio se colaba por su mente cada vez que su cuerpo reaccionaba ante la ansiedad de sentir más y más del Caballo Salvaje, recordándole el error cometido, el haber transgredido sus propios principios, desconociéndose y reconociendo que aquel hombre frente a ella provocaba cosas que se negaba a aceptar. Akane trataba de mentalizarse que todas esas sensaciones habían sido causa del cansancio por no dormir bien la noche anterior, sumado a la preocupación al ver tan indefenso al artista marcial que le recordó a su sobrino Tetsuya cuando enfermaba, pues buscaba desesperadamente el cobijo de alguien que lo amara y lo hiciera sentir seguro ante los miedos que solían embargarlo al sentirse tan débil e indefenso. Todo eso era la excusa que Akane utilizaba para negar que había disfrutado el beso, que lo ansiaba de nuevo, que había provocado en ella algo que creía que había perdido hace tiempo… que su actual novio no la incitaba ni un tercio de lo que esos pequeños instantes le generó su actual jefe.

Suspiró resignada, era una infiel de mente y cuerpo, ya no había forma de negarlo.

—Sí, ¿qué hay para desayunar? —consultó tratando de sonar normal, rogando que sus nervios y ansiedad no lo traicionaran y lo dejaran expuesto a su asistente.

—Sopa de miso, arroz y verduras salteadas. —respondió sentándose en el que ya era su lugar frente a la pequeña mesa—Demoraremos un poco en llegar a nuestro destino, así que prefiero que tengas tu estómago contento antes de tener que soportar tu mal ánimo por el hambre. —no pudo evitar guiñar el ojo en complicidad, necesitaba que su jefe comprendiera que era una broma, pues sus planes para ese día requerían que el ambiente fuera distendido o no valdría la pena ir hasta allá.

Ranma asintió tratando de seguirle la corriente a su asistente quien actuaba como si no se hubieran besado. Una molesta vocecita le dijo que quizás para ella había sido algo sin sentido ni relevancia, pero otra le recordó que ella le había correspondido provocando un leve rubor en sus mejillas que trató de disimular acercando el pocillo de la sopa para que el vaho le diera de lleno en la cara y así culpar al caluroso vapor del sonrojo en su rostro. Así, ambos desayunaron en silencio evitando mirarse, perpetuando un pacto implícito de no hablar de lo acontecido y permitiéndose perderse en sus propios pensamientos.


Como era la costumbre, la señora Daimonji lo esperaba a un costado de la puerta principal para despedirlo y desearle buen viaje. Lo único que llamó la atención de Ranma fue que la mujer mayor estaba con una sonrisa de oreja a oreja que no pensaba disimular y sus ojos irradiaban una inusitada esperanza, como si algo demasiado bueno fuese a ocurrir y él no estaba enterado de ello.

—Prométame que disfrutará, como cuando todavía vivía en Nerima. —la anciana se había acercado a él, colocando ambas manos en los firmes antebrazos del joven hablándole con un tono amoroso y cálido—Olvídese de todo y solo disfrute. —volvió a reiterar su petición—Se lo merece, sé que le hará bien. —le guiñó un ojo, como nunca antes lo había hecho.

Ranma asintió no muy convencido de su propia respuesta, no sabía hacia dónde irían ni qué planes tenía pensado para él su asistente, pero parecía que su ama de llaves estaba completamente de acuerdo y eso le hizo confiar inconscientemente en la menor de los Tendo.

—¿Estás listo? —la voz de Akane le provocó un sobresalto al no haberla sentido acercarse, ¿qué tan sigilosa podía ser esa chica para lograr evadir sus tan bien entrenados sentidos?

—¿Me dirás a dónde vamos? —respondió con otra pregunta para desviar la atención luego de la sorpresa que le dio, su orgullo era demasiado fuerte como para aceptar que un gran y reconocido artista marcial como lo era él, no había logrado percibir la cercanía de su asistente.

—No te diré. —Akane usó un tono de voz juguetón a la par que una sonrisa pícara se formó en sus labios—Deberás confiar en mí por esta vez. —ella no lo sabía, pero el gesto que se mantenía fijo en su rostro parecía tener hipnotizado a Ranma —Señora Daimonji, —se giró para hablarle al ama de llaves sin percatarse de lo que estaba provocando en su jefe—¿sabe si Sasuke ya tiene todo listo? —consultó terminando de colocarse bien la mochila que, hasta ese momento, tenía agarrada por el mango.

—Así es, niña Tendo. —respondió la mujer tan feliz que Ranma se estaba comenzando a desesperar, ¿por qué sentía que lo apartaban de algo? —Los está esperando en el portón de entrada. —terminó de informar para posteriormente abrir la puerta—Que tengan buen viaje, que lo disfruten. —deseó con todo su corazón.

—Gracias, eso espero. —dijo Akane devolviendo la reverencia que la mujer había hecho para despedirse —Nos vemos más tarde. —salió de la casa a paso lento, esperando que el azabache hiciera lo mismo.

—Adiós—Ranma levantó su mano derecha para acompañar su frase, la incertidumbre de su próximo paradero le molestaba y estaba mermando su estado de ánimo.

El artista marcial comenzó a caminar en dirección hacia el garage ensimismado tratando de adivinar a dónde pensaba llevarlo su asistente, ¿quizás a algún mall? ¿o tal vez a alguna tienda concurrida y por eso debía ir de incógnito? La voz de la chica lo trajo de vuelta a la realidad.

—¡Saotome, por acá! —lo llamó alzando levemente su tono—No iremos en auto. —le explicó cuando el chico colocó un gesto de sorpresa—¡Vamos, apresúrate! —Akane se sentía demasiado alegre, por lo que la sonrisa no la abandonaba y eso provocaba más de lo que se imaginaba en su joven jefe.

Juntos llegaron caminando hasta el portón de la entrada encontrándose con Sasuke en el puesto de vigilancia esperándolos, su postura demostraba su estado de alerta y atención a todo lo que ocurría en su alrededor, pero aun así le sonrió a la peliazul en cuanto la vio dirigirse hacia donde él estaba.

—Todo listo y dispuesto, señorita Akane. —le informó cuando ya la tenía enfrente.

Ella asintió sin borrar la sonrisa de su rostro, estaba demasiado emocionada por los planes para ese día y no se oponía a que el mundo entero se percatara de ello. Sabía que Ranma necesitaba de un detalle como el que tenía planeado, y aunque desconocía por completo qué era lo que pasaba en el interior del azabache para que Tofu hubiese tenido que usar dicha técnica, confiaba en que esto ayudaría a su jefe a encontrar las respuestas que su atormentado corazón buscaba desesperadamente. Sí, ese día sería perfecto; nada ni nadie podría arruinarlo, algo dentro de ella le decía que así sería.

—¿Hiroshi? —preguntó manteniendo su buen ánimo.

—Atento a sus indicaciones, señorita. —respondió Sasuke.

—Bien, dile que lo llamaré en caso de ser necesario. Que esté atento a su teléfono. —le guiñó el ojo al sorprendido guardia.

—¿No se encontrará con ustedes?

—No. —Akane seguía sonriendo, la confianza en su decisión se reflejaba claramente en su tono de voz —¿Y él? ¿Está listo?

—Solo con usted se pone así de ansioso—respondió Sasuke riendo de manera cómplice, dejando aún más confundido a Ranma.

—Ve a buscarlo, por favor. No quiero que se nos haga más tarde.

Mientras Sasuke entraba a la caseta de vigilancia que estaba a un costado del portón, el azabache se giró hacia su asistente para consultarle a dónde irían y quién los acompañaría, pero toda su intención se quedó solo en eso cuando algo pasó rápidamente a un costado de sus piernas desequilibrándolo un poco.

—¡Hola guapo! —saludaba Akane amorosamente al can—¿Listo para el paseo? —el animal no paraba de mover la cola y lengüetearle el rostro eufóricamente cuando ella se agachó para recibirlo entre sus brazos.

—¿Hank? —preguntó incrédulo Ranma—¿Iremos con Hank?

—Por supuesto. —se puso de pie a la par que el perro se sentaba a un costado de su pierna izquierda—Es su día libre, así que lo llevaremos de paseo a su parque favorito. —como si pudiera entenderla, Hank ladró en afirmación cuando Akane terminó de hablar.

—¿Día libre? —repitió confundido—¿Hank tiene días libres?

—¡Claro! ¿O es que acaso pensabas que el pobre trabaja 24/7?

—Bueno, pues yo… —Ranma se rascaba su nuca con su brazo derecho mirando hacia el piso al sentirse un tonto por siempre haber creído que su perro guardián estaba constantemente realizando su tarea.

Akane negó con su cabeza de un lado a otro—No dejas de sorprenderme, Saotome. —inhaló profundo para luego exhalar lentamente, que su jefe constantemente sólo viera la punta de su propia nariz era algo que solía descomponerle el genio, pero esta vez no permitiría que eso ocurriera porque no pensaba arruinar sus planes.

Sasuke, sin percatarse del ambiente que se estaba creando, se acercó para entregarle una bolsa a la joven de pelo negro casi azulado.

—Va todo. —informó al momento de entregar el paquete.

—Gracias, nos vemos más tarde. —Akane se reverenció en señal de despedida, lo cual fue imitado por Ranma—Toma. —le entregó al azabache la correa que estaba unida al collar del can—La idea es que se relacionen, así que deberás llevarlo. —le guiñó un ojo cuando el animal comenzó a gruñir en reclamo por no ser ella quien lo guiara.

Cuando cruzaron el portón, Akane iba muy sonriente, a la par, Ranma iba luchando para que Hank siguiera su paso y así no le arrancara el brazo tratando de avanzar más rápido de lo que se le indicaba, mientras que toda esa escena era vista por Sasuke quien los observaba alejarse por la izquierda de la puerta hacia su destino.

Los primeros minutos fueron de casi de absoluto silencio, excepto cuando Ranma regañaba al can por tironearlo tratando de avanzar muy rápido o, por el contrario, quedarse pegado en un lugar oliendo eternamente algún objeto o parte del pavimento. Akane solía soltar pequeñas risitas ante aquellas situaciones, pero trataba de ocultarlas rápidamente tapándose la boca con una de sus manos y dirigiendo su vista hacia otro lado para evitar empeorar la molestia del hombre a su lado. Cuando se percató que el artista marcial comenzaba a perder la paciencia, ergo, el vínculo que ella quería que se creara entre perro y dueño no se estaba generando, decidió intervenir a favor de ambos.

—¿Sabes qué me funcionó la primera vez que lo saqué a pasear? —consultó en una de las tantas detenciones que Hank había realizado para olfatear un poste de alumbrado público en la tercera cuadra caminada.

Ranma, que se sentía bastante ofuscado por no poder controlar al que era su mascota y, por consiguiente, no poder demostrarle a su asistente quién era el macho alfa entre el animal y él, cuando la oyó decir aquella frase la miró entre avergonzado y con una súplica latente para que terminara de una vez por todas con ese tira y afloja que llevaba con el can.

—¿Dejarlo en casa? —puso una sonrisa de medio lado, se había asegurado de que su tono de voz acompañara la broma y así no fuese malinterpretado por su asistente.

La risita de Akane le confirmó que había logrado su objetivo —Claro que no. —ladeó su cabeza de un lado para el otro.

—Pero sería una estrategia infalible—comentó continuando con la broma.

—Puede ser, —por primera vez, Ranma sintió que Akane lo miraba con un brillo en los ojos que solo provocaba que él quedara totalmente embelesado de la belleza de la chica—pero sabes que no es la idea, ¿cierto? —sin ser consciente, ella dio un par de pasos hacia el artista marcial para tratar de hacer contacto con los ojos azules que estaban ocultos tras los lentes de sol.

Akane, que hasta ese entonces no había parado de reírse a costa de su jefe, no podía negar que estaba disfrutando de sobremanera lo poco que llevaban de paseo. ¡Y eso que apenas habían avanzado tres cuadras! Pero a diferencia de lo que esperaba, Ranma no se había quejado cuando supo que caminarían, menos que la intención era de llevar de paseo a su perro guardián, ¡ni siquiera había reclamado cuando le entregó la correa! Ella, cuando planeó todo, se puso en el caso de que el azabache se negara a sus planes por ser el príncipe, como lo llamaba Nabiki, demasiado engreído y arrogante como para ser parte de algo tan humilde. En un momento pensó en desistir de su idea, pero algo dentro de ella la impulsó a seguir y pues, al parecer, no se había equivocado.

—Cuando Hank me comenzaba a tironear, yo sencillamente me detenía y me quedaba quieta hasta que él entendiera que no pensaba avanzar. Al tercer intento aprendió la lección y dejó de hacerlo. —comentó orgullosa acariciando la cabeza del can que, como si entendiera que hablaban de él, se acercó a la muchacha moviendo su cola de un lado para otro.

Ranma, que estaba acostumbrado a competir cada vez que la situación se le presentara, tomó como un desafío la declaración hecha por su asistente.

—Conmigo no necesitará más de dos—exclamó resuelto.

—¿Apostamos?

—¡Claro! ¿Qué quieres perder? —confiado en sí mismo, se cruzó de brazos y se paró lo más derecho posible, intentado demostrar que sería el seguro vencedor.

—Hmmm—Akane se tocaba su barbilla buscando qué podría apostar que fuera una experiencia nueva para Ranma. Claramente no pensaba ni mencionar el dinero, eso sería demasiado simple para el artista marcial. Rápidamente su cerebro maquinó la mejor idea que se le podría haber ocurrido—¡Ya sé! —se adelantó un par de pasos y se giró para quedar uno frente al otro—Si no lo logras en menos de tres intentos, deberás recoger la caca de Hank de aquí a que volvamos a la casa. —en su rostro se formó una gran sonrisa que incluso dejaba asomar sus blancos dientes.

Sutilmente, los ojos de Ranma aprovecharon el estar oculto tras los lentes de sol para repasar visualmente el atlético cuerpo de su asistente cubierto por el pantalón de mezclilla clara y una polera Maui and Sons verde musgo sin mangas que tenía la frase "Ride for your life"—¡¿Qué?! ¡¿Estás loca?! ¡Ni muerto haría eso! Es demasiado… asqueroso—arrugó la cara al imaginarse llevando a cabo aquella acción.

Akane, conociendo lo orgulloso que era su jefe, decidió tocar esa fibra para convencerlo—Vamos, no me vas a decir que el gran Ranma Saotome—dijo con sorna— no es capaz de levantar las fecas de su perro porque le da asco. Y yo que pensaba que eras un hombre entre hombres… que desilusión. — se giró para comenzar a caminar.

—¡Espera! —Ranma sabía que se arrepentiría de lo que iba a decir, pero nadie podía poner en duda su hombría. Además, él ganaría esa apuesta fuese como fuese—Acepto. —confirmó un tanto resignado.

Akane sonrió satisfecha, sabía que Hank le hacía caso a ella porque ya había logrado generar un vínculo de confianza y afecto, por lo que estaba cien por ciento segura que no había forma que el artista marcial lograra que el perro no lo tironeara posterior al segundo intento puesto que casi no había ninguna relación entre ellos.

Todos retomaron la caminata con un ambiente ameno, en ambos jóvenes una ligera sonrisa adornaba sus rostros, casi no hablaban, no lo sentían necesario, estaban disfrutando demasiado de la compañía del otro tal como estaban, sumándole a eso la fresca brisa que a esa hora de la mañana soplaba, todo se sentía demasiado perfecto.

Casi al finalizar la cuarta cuadra, Ranma estaba desesperado hablando con Hank para que ese fuera el último tironeo que le hiciera, lo que causaba ternura y risa por igual a Akane.

—Mira amigo, —lo escuchaba decir—hagamos un trato. —el perro lo miraba atentamente luego de aburrirse al querer avanzar y ver que su amo no se movía— Tú dejas de jalarme el brazo y yo te regalo el filete de wagyu más grande que encuentre, ¿te parece?

Como era de esperarse, el can no respondió nada, todo lo contrario, comenzó a rascarse enérgicamente su oreja derecha ignorando por completo la oferta que le habían realizado. Ranma, en cambio, exhaló frustrado al reconocer que lo más probable es que perdiera la apuesta contra su asistente y todo por culpa del pastor alemán que no sabía valorar el tentador pedazo de carne que le había ofrecido. Decidido a no perder la apuesta, de un rápido movimiento intentó tomar en brazos a Hank para cargarlo hasta que llegaran al parque, pero su perro guardián reaccionó velozmente alejándose de un salto del artista marcial, provocando en el animal una desconfianza de tal magnitud hacia el azabache que se agazapó levemente mientras gruñía y mostraba sus dientes en una clara señal de que lo atacaría si se atrevía a hacer algo osado.

—¡Hank! —Akane decidió intervenir antes de que las cosas empeoraran—Tranquilo, —se agachó a la par que lo acariciaba dulcemente en su cabeza para que relajara la postura—Ranma solo trataba de hacer trampa, nada más. —poco a poco, el can dejó de gruñir y mostrar los dientes, así como se fue sentando para después empezar a mover la cola al disfrutar de los mimos que le brindaba la mujer.

Cuando ya todo estaba más tranquilo, Akane decidió hacerle ver el error a su jefe.

—Ranma, no puedes llegar y agarrar así como así a Hank. —a pesar de seguir haciéndole cariño al perro guardián, miró al aludido seriamente y su tono de voz reflejaba el reproche que llevaba a cabo—Tienes que entender que él no te tiene confianza, ¿o acaso te gustaría que cualquiera viniera y te tratara de tomar en brazos? —lo vio observarla un tanto sorprendido al escucharla, cosa que, siendo sincera, era algo que se esperaba—Además, jamás creí que fueras un tramposo. —esta vez su voz demostraba su decepción.

—Akane yo…—quería disculparse, retractarse por su actitud, pero las palabras se rehusaban a salir de su boca. Asumía que se había dejado llevar por su orgullo, provocando que tomara una decisión errada y una que, además, iba en contra de sus principios como artista marcial.

—Será mejor que continuemos, —dejó de acariciar a Hank y se puso de pie—todavía nos queda un buen tramo por recorrer.

El ánimo definitivamente había cambiado luego de aquella situación, Akane ya no sonreía; en cambio, parecía estar absorta en sus pensamientos casi olvidándose que iba caminando con su jefe y su perro guardián a un lado de ella. Ranma, por otro lado, no paraba de reprocharse constantemente por la estúpida actitud que había tenido un rato atrás. Por último, pero no menos importante, Hank parecía comprender lo que estaba ocurriendo porque casi caminaba entre medio de ambos jóvenes como si temiera que se desatara una tormenta si se llegaban a juntar. Todo este ambiente se mantuvo por una cuadra completa hasta que, al momento de cruzar la calle, Hank comenzó a jalar bruscamente a Ranma.

—¡Oye! ¡oye, Hank, espera! —le llamaba desesperado, pues por mucha fuerza que tuviera Ranma, tenía que reconocer que su perro guardián no se quedaba atrás.

Al llegar a la otra esquina, el pastor alemán se detuvo frente al primer portón café oscuro, se agazapó tratando de visualizar lo que había bajo la madera y comenzó a mover su cola rápidamente de un lado a otro. Ranma, tratando de comprender qué era lo que tenía tan entusiasmado a Hank, no se percató de que Akane se estaba acercando demasiado a él.

—Creo que gané la apuesta—le susurró en el oído izquierdo del azabache, parada de puntitas para alcanzarlo por la diferencia de altura y afirmándose con su mano derecha en el hombro izquierdo de él para poder equilibrarse mejor.

Debido al cálido aliento de la chica rozando su piel, una corriente de excitación corrió desde el oído de Ranma hasta cierta parte de su anatomía que lo dejó totalmente paralizado, con la piel erizada y su corazón latiendo a mil por hora ante aquella tórrida sensación. Le rezó a todos los dioses para que su caliente sangre no se acumulara en su entrepierna delatándolo ante la chica que parecía comenzar a transformarse en su tormento privado. Todas estas reacciones provocaron que su cuerpo estuviese más sensible ante los estímulos del exterior, por lo que el roce del busto de Akane contra su brazo izquierdo sólo acrecentó el calor que parecía consumirlo internamente. Pero nada fue peor que el vacío que sintió cuando ella se alejó al finalizar la frase, como si se llevase consigo una parte de él, como si su cuerpo hubiese estado esperando siempre por el de ella, como si hubieran estado destinados desde tiempos inmemorables a no separarse. Se giró lentamente apreciándola en todo su esplendor, situación que se acrecentó cuando observó la pícara sonrisa que adornaba su angelical rostro, como si el mejor artesano la hubiese tallado con la clara intención de torturarlo aún más.

—¿Cómo? —preguntó desconcertado, no por el tema de la apuesta, sino que porque todavía estaba tratando de lidiar con las abrumadoras sensaciones que el leve pero intenso contacto con ella le había dejado.

Akane soltó una leve risita por la conmoción de su jefe creyendo que se negaba a asumir el resultado final.

—La apuesta. —respondió acompañando lo dicho con un gesto de cabeza que apuntaba hacia el can—Perdiste. —declaró con una sonrisa triunfadora brillando por su blanco rostro.

Ranma solo atinó a asentir como un bobo ante aquella afirmación, ¿cómo refutar algo que no había siquiera asimilado? ¿Cómo podía hacerlo sentir así con algo tan simple? ¿Qué demonios estaba pasando para caer en esta vorágine de sensaciones tan intensas? Carraspeó tratando de recobrar la compostura, regañándose mentalmente por haber bajado sus muros permitiéndole a su asistente causar ese nivel de estragos en su interior. Como si su cerebro quisiera ayudarlo, la imagen de ella llegó como un huracán para remover todo y recordarle el por qué no podía permitirse nada de eso.

"No otra vez".

Hank parecía comprender que la situación se estaba tornando un tanto tensa por parte de su verdadero dueño, decidió tironear indicando que deseaba seguir con su caminata y así alejarlo de los dolorosos recuerdos que comenzaron a invadirlo. Ambos jóvenes hicieron lo que el can los instaba en absoluto silencio, Akane logró percatarse del cambio de actitud de Ranma, aunque asumió que se debía haber sido derrotado en la apuesta y sin llegar a imaginarse que era debido a una mujer, una que en un futuro no muy lejano también se cruzaría en su vida.

—¿Por qué estilo occidental, Ranma? —Akane, que había comenzado a analizar en profundidad a su jefe y su estilo de vida mientras avanzaban sin mediar palabra, dejó salir aquella pregunta sin reparar en que su acompañante no entendía a qué se refería.

Antes de que Ranma pudiera articular una respuesta, la correa que sostenía en su mano derecha comenzó a moverse intensamente provocando que dirigiera sus azules orbes en dirección hacia el perro que se había colocado a un costado, dando vueltas en círculos hasta que por fin pareció encontrar el lugar perfecto para bajar la cadera lo suficiente y así quedar a centímetros del piso. En ese instante el artista marcial podía jurar que todo fue una trampa preparada por su asistente, pues estaba más que convencido de que el animal estaba entrenado para no hacerle caso e, incluso, tener la necesidad de defecar justo en ese instante.

"Maldito traidor" pensó ofuscado, la palma de su mano recorriendo parsimoniosamente su cara de arriba a abajo complementaba su sensación de molestia al reconocer que le tocaba hacer esa tarea. Cuando el resultado de la acción que estaba haciendo el can comenzó a aparecer en su rango de visión, no pudo evitar arrugar su nariz y achinar sus ojos del asco que le producía imaginarse siquiera tener que tocar, aunque fuese a través de una bolsa, eso.

—Debemos cuidar el medio ambiente, Akane. —dijo convencido de que su comentario sería el acertado.

—Por eso mismo, Ranma. —le rebatió—Sería de pésima educación dejar las fecas de Hank en medio de la calle.

—Primero, —se giró para verla directamente a la cara—no están en medio de la calle, están sobre el pasto de ese antejardín. —apuntó el espacio—Segundo, —la miró fijamente, a pesar de que los lentes de sol ocultaban sus hermosos ojos—el plástico es dañino para el ambiente, Akane. ¿Qué acaso no eres consciente del cambio climático? ¿Greta Thunberg no te suena? —estaba seguro de que se libraría de la tarea, ¿quién en este planeta (además de Donald Trump) discutiría el efecto del plástico en la naturaleza?

—Ranma, —sus orbes cafés parecían adoptar una tonalidad como la miel por el sol que lentamente se iba acercando al punto más alto del cielo— me alegra saber que eres una persona consciente y responsable con el cuidado de nuestro entorno. —estaba siendo sarcástica, el escalofrío en su nuca cubierta por su improvisado peinado se lo advertía—Por lo mismo, deberías saber que las bolsas son biodegradables. —una sonrisa de suficiencia adornó su blanco rostro—Así que, no te preocupes, —le dio un par de palmaditas en su hombro—puedes recoger la caca de Hank sin sentirte culpable.

El gesto de asco que apareció en el azabache era una imagen digna de un meme, lo cual sería grabado en la mente de Akane eternamente, ya que jamás había visto una nariz tan perfecta como la de su jefe arrugarse de esa manera. Si a eso se le sumaba las muecas que hacían con su boca y las supuestas arcadas que sentía, todo era demasiado cómico a su criterio.

—Tu cara es un poema, Ranma. —le dijo entre carcajadas que no lograba aguantar, al punto de que sus ojos comenzaron a aguarse y su mano fue directo a su estómago para contener el dolor que comenzaba a sentir por la risa.

—Está—una arcada—caliente. —desvió el rostro con un gesto desdeñoso adorándolo pulcramente.

Toda la escena se desarrolló en unos largos minutos, el artista marcial no lograba siquiera cumplir con su cometido sin sentir que devolvería su desayuno, todo mientras su asistente y perro (quien se sentó a su lado, como si deseara asegurarse que realizara bien la tarea) lo observaban sin despegar un ojo de él. Cuando por fin dio por terminada la tortuosa faena, agradeció internamente al pastor alemán por hacer eso casi a un costado de un basurero, en el cual depositó la bolsa ya utilizada. Fue entonces que la sonrisa de Akane lo encandiló como si viese directamente al sol.

—¿Continuamos? —no se lo diría, pero se sentía orgullosa de que su jefe bajara de su pedestal de niño mimado e hiciera algo tan común para los dueños de mascotas.

Sus pies siguieron su recorrido a un paso lento y bastante pausado, Hank parecía encantado con oler cada centímetro recorrido y lo hizo saber tironeando de un lado a otro por el ancho de la vereda.

—La verdad es que me daba lo mismo el estilo, solo me interesé por el patio. — comentó casualmente.

—¿Disculpa? —Akane se sentía perdida en la conversación, hasta hace un rato estaban en completo silencio.

—La casa, —le recordó —no la elegí por su estilo occidental. Si fuese por mí, estaría en un hogar más tradicional porque me recuerda a mi infancia. —su voz demostraba la nostalgia que sentía—Pero necesitaba un lugar con amplios muros y el espacio suficiente para poder entrenar al aire libre, que es lo que me gusta. No soy muy fan de los gimnasios, aunque sí me gusta entrenar en los dojos. —la miró a través de sus lentes—Tienen algo que me remueve el espíritu, —hizo una pausa—no sabría explicarlo con palabras.

—Entiendo. —claro que lo comprendía, ella misma se sentía así cuando pisaba la duela de aquel sagrado espacio que la aguardaba en su verdadero hogar—¿Sabes?, quizás algún día te lleve a conocer mi casa, tiene un dojo con más años que tu padre y el mío juntos, pero se mantiene tan vivo como si lo hubieras construido ayer.

—¿Lo dices en serio? —parecía un crío al que le prometieron llevarlo al parque de diversiones.

—Sí, —le sonrío con ternura, verlo así de emocionado provocó una calidez en su corazón que decidió ignorar—algún día. —respondió coqueta, guiñándole un ojo.

Lo que siguió del trayecto lo hicieron comentando cosas más banales, descubriendo que ambos eran bastante buenos en la mayoría de los deportes, aunque Akane era negada para la natación, provocando la burla de Ranma. Si quieres te enseño, le había dicho él, aunque no hago milagros bromeó molestando a su asistente. También aprendieron que a ella le encanta leer libros de historia y misterio, mientras que él es fan de las películas y series de distintas épocas. Ninguno de los dos se atrevió a ahondar en detalles más personales del otro, apenas se conocían hace unos días y no existía el nivel de confianza para llegar a ese punto.

—¿Cuánto falta? —preguntó Ranma sintiendo que habían caminado demasiado.

—Hmmm, —Akane se detuvo un momento para observar el entorno y así poder hacer el cálculo— unas tres o cuatro cuadras.

—¿Y por qué vamos tan lejos?

—Técnicamente, no es tanto. Caminando normalmente te demoras veinte o treinta minutos, no más que eso. Pero —se agachó para acariciar al perro—con Hank es casi una hora. —recibió un par de lengüetazos en su rostro, lo que la hizo reír—Ya te diste cuenta que ama oler cada cosa que encuentra, pero te prometo que el viaje vale la pena.

Más pronto que tarde, ambos jóvenes comenzaron a divisar el gran parque que se emplazaba a unos cientos de metros de donde ellos estaban caminando. Claramente no fueron los únicos en notar esto, pues Hank comenzó a acelerar el paso y a omitir los postes, rejas de entrada, papeles y cuanta cosa se cruzara en su camino, tironeando fuertemente la correa por la que era sujetado, recibiendo varios llamados de atención por parte de su dueño. Llegando a la esquina previa para cruzar al parque, justo cuando la luz del semáforo para peatones cambiaba al color verde, Hank se sentó en la vereda tan firme que parecía que Ranma trataba de mover una roca de gran tamaño en vez de un pastor alemán.

—¡Hank! —le reclamó a viva voz—¡Vamos! —tironeaba de la correa, dando un espectáculo digno de película cómica ante el patente rechazo del can.

Akane no pudo evitar una leve risita que fue rápidamente fulminada por unos lentes de sol, lo que la hizo contenerse a pesar de que deseaba dejarla salir con todas sus ganas.

—Así no avanzará. —le aclaró cuando ya estaba más serena, el semáforo de peatones ya había vuelto a rojo—Llegamos a LA esquina.

—No entiendo qué tiene de diferente esta de las otras esquinas. —comentó un tanto molesto.

—Por alguna razón, que no te la puedo explicar...—la ceja enarcada de su jefe apuró su explicación—, no porque no quiera, sino porque de verdad no la sé. —le sonrió para calmar su mal humor—En fin, no sé por qué, pero en esta esquina, justo antes de cruzar al parque, Hank no avanza si no es él quien lleva su propia correa. —levantó sus hombros y manos en señal de duda.

Ranma la miró con la incredulidad desbordando de sus ojos, los cuales se paseaban rápidamente entre su asistente y el pastor alemán como si quisiera encontrar la lógica a aquella aseveración en alguno de sus dos acompañantes, aunque ninguno dijo nada; más bien, una no habló y el otro no ladró. En ese instante, no dejaba de sorprenderse por las singularidades que tenía su perro guardián, ¿cómo eso de que, a una cuadra del parque, solo se movería si llevaba su propia correa en su hocico? ¿Qué clase de animal era Hank?

—Si tú lo dices —comentó resignado "entregando" la correa al can.

Como si la situación en sí ya no fuese lo suficientemente disparatada, cuando el semáforo de peatones cambió al color verde, Hank comenzó a cruzar con su barbilla en alto, a paso lento y acompasado, lo que le recordó a Ranma las veces que había tenido que desfilar en una que otra pasarela por culpa de los patrocinadores que le exigían como requisito para auspiciarlo, pues su mascota estaba actuando de manera similar. La risa brotó de él tan natural que solo se dejó llevar, contagiando a Akane de paso porque para ambos lo que estaba ocurriendo era hilarante.

Caminaron tras Hank, quien ahora comandaba aquel grupo y sabía exactamente cuál era su destino. Cada tanto, el animal giraba su cabeza para asegurarse que los humanos lo estaban siguiendo y no se habían perdido en el camino, como si acaso eso fuese posible. Al llegar al límite en donde empezaba el parque, Ranma apreció la inmensidad y belleza que éste lucía tras las hermosas rejas de metal: metros y metros de verdes llanuras, árboles de distintos años y tipos, siendo los más jóvenes apenas un tronco que más simulaba ser una rama, mientras que los más viejos eran tan anchos que requerían a dos o tres personas para abarcar con sus brazos todo su arco, caminos de gravilla que llevaban a los visitantes a distintas direcciones del enorme terreno y cientos de personas disfrutando del paraje que parecía transportarlos a un lugar fuera de la ciudad. Su memoria le recordó que en la escuela había escuchado de aquel parque, el cual contaba con casi ochenta hectáreas, transformándolo en uno de los pulmones de la gran ciudad de Tokio y que, para su sorpresa, en sus veinticuatro años jamás había visitado.

Akane, aprovechando la perplejidad del artista marcial, se dedicó a disfrutar del perfil de aquel hombre que parecía ocultar demasiadas cosas, a pesar de que la mayoría eran de conocimiento público debido a su fama. Su varonil rostro era enmarcado por sus bien formados pómulos, sus negras y pobladas cejas traviesamente se ocultaban tras el flequillo del chico, las tupidas pestañas que poblaban sus párpados hacían resaltar con ahínco el azul de sus ojos, su barbilla fuerte y tersa no dejaba entrever ningún tipo de vello, como si jamás fuese a salir barba de lo bien afeitada que estaba, la respingada nariz parecía equilibrar ambos lados de la cara, pues su perfección era digna de algún dios; pero sus carnosos y sabrosos labios fueron los que retuvieron su mirada por más tiempo. Suspiró embelesada, Ranma era aún más guapo en persona y, no sabía si para su buena o mala suerte, lo poco que ya había probado le daba a entender que era un gran besador. Antes de que sus pensamientos corrieran hacia un ámbito más lujurioso, decidió poner su mano izquierda sobre el hombro derecho de él para invitarlo a avanzar.

—¿Ves? Te dije que el viaje valdría la pena.

Él asintió a la par que giraba su rostro para ver la bella sonrisa que ella le dedicaba, nuevamente la calidez se esparcía por su cuerpo y su corazón se aceleraba ante el mínimo contacto entre ellos. Como si estuviesen sincronizados mentalmente, ambos jóvenes ingresaron al parque con la sensación de que ese sería un gran día.

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Continuará…


Hola hola! Aquí yo de nuevo, aunque confieso que casi se me olvida actualizar jajajaja (lo siento, pero por fin estoy en modo vacaciones y lo estoy disfrutando a concho!)

Para empezar, si llegaste hasta acá muchas gracias por leer y acompañarme en esta loca aventura. Además, muchas gracias a quienes me dejan sus reviews (saben que los valoro muchísimo!), a quienes han agregado el fic a sus favs o le han dado follow, mil gracias!

Segundo, el cap anterior lo subí en un momento álgido de fin de año a las dos de la mañana de acá Chile, por lo que olvidé dos cosas muy importantes:

1) Espero hayan tenido un buen cierre de año, unas fiestas con sus seres queridos y un buen inicio de este 2022. Mis mejores deseos para ustedes!

2) Quiero agradecer a las siguientes páginas de Facebook por apoyarme publicando mis historias y actualizaciones, ¡muchísimas gracias a cada una!: Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma, Fanfics y Fanarts de Ranma Latino, Mamá Nodoka y Ranma Fanfics por Siempre

Bueno, sobre este cap solo diré que amo a Hank y que quizás es mi personaje favorito de esta historia. Sobre el parque, la referencia la hice en relación al Parque O'Higgins (está acá en Santiago) es enorme y muy bello!

Spoiler alert: el próximo cap sabremos quién es él 1313

Disculpen que hoy no responda sus reviews, pero tengo cosas que hacer y no quería incumplir con el tiempo de la actualización.

Saludos y espero que dejes sus reviews para conocer sus opiniones!

Nos leemos pronto!

Peque T