Disclaimer: Los personajes le pertenecen a la gran Rumiko Takahashi, específicamente a la serie/manga Ranma ½, yo solo los tomé prestado para crear esta historia (complementando con algunos inventados) con la finalidad de hacer lo que más me gusta que es escribir, por lo que es sin fines de lucro y con la mera intención de compartir mis ideas para entretener a quien desee pasar a leer.
-Maldita Nabiki-
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Aprovechando la tranquilidad que se respiraba en el hogar y que todos los empleados estaban cumpliendo con sus labores, la señora Daimonji se dispuso a tomar una cálida taza de té en la cocina, ya que ese era su lugar favorito. Mientras el vapor salía parsimoniosamente del brebaje, sus pensamientos se llenaron de recuerdos cuando su actual jefe era apenas un niño. Ella había llegado a Nerima cuando Ranma solo tenía cinco años, se transformó en su vecina puesto que la casa que arrendaba era colindante con la de los Saotome. Desde un inicio hizo buenas migas con Nodoka, una joven madre que luchaba internamente por apoyar a su marido para que pudiera cumplir con su sueño a la par que trataba de llevar una maternidad presente y cariñosa. Parecía que hubiese sido ayer cuando la consolaba por la ausencia de su pequeño primogénito, para ella era inconcebible que un hombre alejara a un hijo de su madre por un periodo de tiempo tan prolongado como solía hacerlo Genma. Pero ella, a sus cuarenta años, había aprendido que "tres son multitud", por lo que evitaba opinar y solo se dedicaba a consolar a la pobre joven.
Con su mirada perdida hacia la ventana de la cocina, la imagen de un pequeño Ranma tocando la puerta de su casa para pedirle algo de comer vino de sopetón a su mente. Recordaba cómo Nodoka moría de la vergüenza por mendigar algo para su vástago, pero para variar Genma se había mandado a cambiar con todo el dinero de la familia sin preocuparse de dejarles lo mínimo para vivir. Más de una vez quiso entrometerse opinando que la joven madre abandonara a ese hombre, incluso estaba dispuesta a ofrecerle su hogar, apoyo económico y moral para llevar adelante dicha hazaña, pero luego se mordía la lengua y callaba. ¿Cómo podía opinar ella sobre un matrimonio si el que fue su marido la abandonó y dejó por otra? Las palabras de él seguían clavadas en su mente hasta el día de hoy, debido a que siempre la culpó de no poder engendrar un hijo como era su deber. Aquella situación carcomió por mucho tiempo el espíritu de la señora Chiyo, aunque eso se fue disipando poco a poco a medida que su relación con el incipiente artista marcial se iba forjando, comenzando a quererlo casi como si fuera su propio hijo.
Hoy, aquel inquieto niño se había convertido en todo un hombre, aunque muchas de sus actitudes fueran infantilizadas e incluso la avergonzaran de sobremanera. No pudo evitar rememorar cuando ella casi lo destruye por completo al momento de finalizar su relación. ¿Cómo alguien podía ser tan frío y cruel a tan temprana edad? Un joven Ranma pareció olvidarse de todo y de todos cuando aquello ocurrió, llegando a diversos extremos que mantuvo a Nodoka y a ella en vilo por la preocupación. Primero, se puso a entrenar sin descanso, apenas comía y casi se desmayaba del agotamiento, pues sus horas de sueño eran mínimas. Luego, las fiestas, el alcohol y las mujeres en exceso se hicieron presentes en las erradas decisiones del azabache, lo que provocó más de una reprimenda por parte de su madre, quien no estaba de acuerdo con aquella actitud. Hasta el día de hoy le sorprendía que Genma jamás se pronunciara en esa época, aunque sabía que fue porque el artista marcial nunca bajó su nivel ni rendimiento en los torneos, además de que esos sucesos poco a poco comenzaron a acaparar portadas en la prensa rosa, generando más fama de la que su incipiente carrera le otorgaba, lo que era visto como algo rentable por parte de sus progenitor.
Poco a poco Ranma fue encontrando su camino, aunque la señora Daimonji se pudo percatar que le había cerrado completamente las puertas al amor. No era difícil darse cuenta de que ninguna mujer que él llevaba para eso lograba penetrar su bien protegido corazón, ocasionando en ella una desazón que le robaba el sueño constantemente. Su niño, como solía llamarle cuando hablaba con los otros empleados, era un buen hombre… cuando amó, lo hizo de manera pura e intensa, él se merecía una buena mujer a su lado, que lo hiciera crecer como persona, que lo invitara a descubrir el mundo desde otras miradas, que le entregara la paz y el equilibrio que había perdido hace ya algunos años, que le permitiera ser él mismo de una forma auténtica y sin caretas. ¿Pero quién podría ayudarlo si las mujeres a las que se dedicaba a conocer solo buscaban situaciones superficiales? ¿O cuando una que otra quedó prendada del artista marcial, siempre intentaban moldearlo al mundo del espectáculo, aunque él expresaba abiertamente que no quería? Más de una vez, en sus días libres, se acercaba a algún templo a rezar por el chico para que pudiese cerrar las heridas del pasado y ser feliz como se lo merecía.
Según ella, sus súplicas fueron escuchadas y como respuesta le enviaron a la niña Tendo. Aquella mujer con carácter, con la opinión suficiente para no quedarse callada, atenta, servicial, cordial, humilde, alegre y cariñosa se había ganado su corazón desde el primer momento en que pisó la mansión. Es que al verla entrar junto a la señorita Nabiki, todo su ser se exaltó como si tuviese una fiesta interna, su instinto le gritaba que era ella… ella sería quien ayudara a Ranma a sellar todo el dolor con el que cargaba del pasado, aunque dudaba que algo amoroso se desarrollara entre ellos por la actitud de él y el noviazgo de ella. Sin embargo, más sabe el diablo por viejo que por diablo, pues la forma de mirarse entre ambos no pasaba desapercibida ante sus sabios ojos, la química existía y eso nadie lo podía negar, solo esperaba que las cosas se dieran naturalmente para que esos dos terminaran juntos, porque podría apostar que habían nacido para amarse.
Todas sus cavilaciones se vieron interrumpidas cuando Hiroshi ingresó a la cocina sonriéndole cálidamente como solo él sabía hacerlo. Últimamente podía apreciar que andaba más feliz que de costumbre, por lo que comenzó a analizar hacia atrás cuándo había sido el cambio. Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza al asociar la llegada de la nueva asistente de Ranma con la alegría del chofer. "Madre mía" pensó con temor al dar casi por sentado que entre esos dos algo había pasado, pues nadie podía negar la buena relación que mantenían ambos y que más de una vez los pilló secreteándose por los pasillos. Casi sintió su corazón contraerse de la pena, el joven castaño que estaba preparándose su desayuno se había enamorado de Akane y, estaba segura, eso no sería para nada agradable para el artista marcial.
Ranma disfrutaba del fresco viento que corría esa mañana, seguía sentado con sus piernas estiradas sobre la manta burdeo que Akane había instalado en el pasto, sus manos sostenían el peso de su cuerpo al estar levemente inclinado hacia atrás, por lo que aprovechaba de deleitar sus palmas con la suavidad de la tela bajo él. La sonrisa se mantenía intacta en su rostro, es que ver a Hank corriendo libremente e interactuando con otros perros provocaba una calidez en su corazón muy similar a la que tenía cuando era un niño y la señora Chiyo lo llevaba por las tardes al parque cercano a su casa. Jamás podría olvidar la alegría que le provocaba escucharla llamándolo para que pasaran una entretenida jornada en aquel lugar junto a otros chicos de edades similares. Suspiró, la añoranza de tiempos pasados era algo que solía evitar, con los años fue perdiendo el placer de disfrutar de las cosas simples de la vida y eso era algo de lo que estaba consciente y que le pesaba hasta el día de hoy.
Volteó su rostro para apreciar detenidamente el de Akane. Aquella mujer lo estaba volviendo loco al provocar emociones que no reconocía (o más bien, no quería reconocer), que eran impropias en él y que se negaba a aceptar. En ese momento la estaba viendo a ella, a la persona que estaba dentro de ese despampanante cuerpo que poseía, aquel ser que le mostraba día a día la belleza de la vida, le hacía sentir nuevamente esa calidez del hogar, las ansias de tener a alguien con quien compartir su vida… se reprochó mentalmente y dirigió sus orbes nuevamente hacia el can, él no podía albergar ese tipo de emociones, él no lo tenía permitido. Pero como si de un imán se tratase, sus azules ojos otra vez se quedaron prendados al ver a su asistente a su lado, manteniendo una postura similar a la que él tenía, permitiéndole deleitarse con el perfil de su rostro que parecía refinarse con los rebeldes rayos de sol que se colaban por entre las hojas del árbol en el cual estaban resguardados bajo su sombra, la espesura de sus pestañas se movían de arriba hacia abajo cada vez que pestañeaba y ese simple movimiento parecía hipnotizante, su nariz respingada no sobrepasaba el exceso siendo perfectamente proporcional para su rostro, sus carnosos labios eran una tentación para quien se atreviera a observarlos, sobre todo con esa hermosa sonrisa que parecía irradiar la mismísima luz del sol; culminando la exquisitez que era su cara con su refinado mentón.
Al verla seguir disfrutando los movimientos de Hank, se atrevió a continuar con su análisis visual sintiéndose exquisitamente atraído de besar y morder el níveo cuello que destacaba de la simple polera verde musgo que ella portaba. Por la postura que mantenía, su busto lograba resaltar provocando en él una necesidad por tocarlo, pues parecían perfectos, casi podía imaginarlos bajo su tacto al punto de que inconscientemente había levantado la mano izquierda para acunarlo con sus grandes dedos. Alcanzó a darse cuenta de lo que estuvo a punto de hacer, sonrojándose en el proceso por haberse dejado llevar por los más primitivos deseos que albergaba en lo profundo de su ser, retirándola y volviéndola a apoyar en la suave manta. Aquel rápido movimiento tuvo un leve mal cálculo, por lo que su meñique quedó posado sobre el de Akane, lo que hizo que ella lo mirara perpleja ante el tacto. Sus ojos café mostraban sorpresa y algo más que él no pudo descifrar, pero descubrió (una vez más) que algo tan simple de ella como era el sonrojo en sus mejillas evidenciando vergüenza o quizás nerviosismo le encendía esa llama desde lo más profundo de sus entrañas.
—Lo… lo siento —no pudo evitar tartamudear, ¿qué tenía Akane que hasta sus reacciones no eran las usuales a las que tenía con otras mujeres? —. No… no era mi intención. — se maldijo internamente, casi parecía un adolescente de quince o dieciséis años.
—No te preocupes —ella sonó más segura que él, aunque el sonrojo no lo abandonaba —. ¿Quieres ir a jugar? —lo invitó con una de sus tantas sonrisas que lo desarmaba por completo.
—¿Jugar? —preguntó más para ganar tiempo en calmar sus latidos que por desconcierto.
—Mira —la vio girarse y buscar algo en la mochila—, a Hank le fascina jugar con el frisbee. —mostró el objeto de color celeste en sus manos.
—Claro— aceptó con ganas, algo dentro de sí le decía que esta sería otra de las experiencias que Akane lograría acunar en su resentido corazón.
Ambos se pusieron de pie, Akane llamó a Hank en un grito que reflejaba el cariño que sentía por el animal, quien respondió de manera inmediata al ponerse a correr hacia ellos. Llegó a su lado buscando algún mimo, su larga lengua estaba rosada y colgaba por un costado de su hocico, su respiración era agitada y su cola no paraba de moverse de un lado para otro. Para sorpresa del can, fue Ranma quien tuvo la iniciativa de comenzar a acariciar dulcemente su cabeza, por lo que el zarandeo de su cola se intensificó y cerró sus ojos disfrutando de la muestra de amor. Akane, enternecida ante la imagen que tenía frente a ella, decidió respetar ese tiempo de vinculación entre amo y mascota, por lo que se giró para buscar entre sus cosas el pocillo y la botella de agua que había traído exclusivamente para que Hank se hidratara.
—Toma bonito —le ofreció el refrescante líquido al paso de unos minutos, el cual pareció agradecer porque casi hundió su cara en el recipiente para beber desesperadamente.
Tanto Ranma como Akane soltaron una risa por ver la enérgica forma de tomar agua del perro, estaban carcajeándose cuando sus miradas se cruzaron provocando que lentamente dejaran de reír para quedarse apreciando intensamente a los ojos del otro. Fue en ese instante cuando ambos recordaron lo acontecido en la mañana, aquel beso inesperado, sorpresivo, magnético, eléctrico… rápidamente el rubor se fue instalando en sus mejillas, las ganas de replicar aquella acción se extendían por sus cuerpos como lava ardiente arrasando todo a su paso generando una tensión sexual que se adueñaba del ambiente. Los ladridos y saltos de un Hank agazapado exigiendo que el frisbee fuera lanzado rompió con toda la atmósfera que se había creado, los jóvenes se sorprendieron de lo cerca que estaban, ninguno de los dos se había percatado de en qué momento se fueron aproximando hacia el otro, por lo que el rubor se intensificó en cada uno.
—¿Va… vamos? — ahora fue ella quien tartamudeó.
—Vamos — asintió cohibido, desviando su rostro y rascándose la nuca nervioso.
Los tres caminaron unos cuantos metros hacia un claro para jugar con plena libertad. En cuanto Akane lanzó el disco hacia Ranma, Hank comenzó haciendo alardes de sus habilidades físicas, pues el salto que dio interceptando el lanzamiento dejó boquiabierto al artista marcial, provocando un sentimiento de orgullo al ver que su mascota era tan capaz como él mismo en destreza. El tiempo corría sin que ninguno de los tres se percatara, las risas no dejaban de fluir, los ahí va acompañados de lo tengo solían ser interrumpidos por los ladridos de Hank o, en su defecto, porque lograba agarrar su juguete con maestría al saltar. Más de una vez Ranma o Akane debían ir tras el perro pues este se ponía a correr con el frisbee firmemente agarrado en su hocico moviendo la cola de un lado para otro instigando a que fuese perseguido por sus dos cuidadores, provocando más risas y sonrisas en los humanos que lo acompañaban. Sin darse cuenta, sin ser conscientes, ambos jóvenes comenzaban a disfrutar de una calidez que abrazaba a sus heridos corazones con cautela y parsimonia.
En un momento, Ranma lanzó el juguete lejos de donde estaba Akane, por lo que ella tuvo que correr junto a Hank a buscarlo. Lo que ocurrió después fue algo que la descolocó y tensó en partes iguales, aunque trató de ocultarlo lo mejor que pudo. Un hombre sostenía el frisbee impávido a los gruñidos que el perro emitía, Hank estaba en posición para atacar y sus colmillos cada vez resaltaban más en su hocico. Al ver eso, Akane corrió más aprisa para llegar y agarrarlo por el collar para evitar cualquier acción por parte del animal.
—Disculpe, no suele reaccionar así con la gente. —se inclinó en una leve reverencia. Sonaba calmada, aunque por dentro temía no poder contener al perro guardián.
Él solo asintió acomodando con su mano la visera del jockey que estaba usando y extendiendo con la otra el objeto celeste. En ese instante, Ranma llegó corriendo porque notó el extraño comportamiento de su perro guardián, se paró a un costado de él y le sostuvo del collar a la par que le acariciaba tras la oreja como había aprendido (gracias a Akane) que le encantaban los mimos en ese lugar.
—Gracias—dijo la chica una vez que recibió el juguete, mientras analizaba al sujeto, su vestimenta, su postura, algo que le alertara o le explicara el por qué Hank lo sentía como un posible atacante, aunque su escrutinio resultó infructuoso.
El tipo asintió nuevamente y se dio la media vuelta para comenzar a caminar lejos de ellos sin mirar atrás. A medida que la distancia se hacía más significativa entre ellos, fue que Hank comenzó a relajarse y dejarse llevar, por fin, por las caricias que su dueño le propinaba.
—Qué extraño, Hank no suele reaccionar así con la gente. —comentó Akane, aunque se notaba que era más un pensamiento dicho en voz alta que en búsqueda de una conversación.
—¿Segura? Yo creo que Yukiko no opina igual. —no buscaba conflicto, pero tampoco pensaba dejar pasar la oportunidad para sacarle en cara ese suceso.
—No sé de quién hablas —claro que sabía, pero no le daría el gusto de reconocer que ella había instado a Hank a actuar de esa manera.
Sin esperar alguna respuesta por parte de Ranma, Akane volvió a lanzar el juguete en dirección contraria por donde se había ido el tipo que descolocó a Hank, provocando que el animal tironeara fuertemente para soltarse de su amo e ir por su ansiado frisbee siendo seguido de cerca por ambos humanos. Estuvieron jugando una media hora más, hasta que el sol del mediodía comenzó a calentar lo suficiente para obligarlos a detenerse y beber un poco de agua.
Cuando los tres lograron saciar la sed que los embargaba, Akane realizó una nueva propuesta.
—¿Jugamos con la pelota? —obviamente el ladrido de Hank fue la respuesta que decidió el futuro de esa salida.
Otro momento de risas, carreras de un lado para otro, ladridos, meneos de cola y la pelota siendo lanzada en diferentes direcciones fue la constante por varios minutos, hasta que el calor se hizo insostenible, tanto por la calentura del sol como por el ejercicio físico, así que decidieron parar y volver a donde tenían sus pertenencias.
Tanto Ranma como Akane se dejaron caer sobre la manta burdeo, siendo seguidos por Hank que se ubicó entre medio de los dos remarcando que él quería ser el centro de atención de ambos humanos, los cuales comprendieron rápidamente el mensaje y lo llenaron de mimos. Ranma detuvo sus caricias para observar la escena que se desarrollaba frente a él, no pudiendo evitar esbozar una sincera sonrisa ante el disfrute de su perro guardián y la honesta alegría que Akane irradiaba. No podía negarlo, esa mujer provocaba que su mente se transportara a los tiempos en que la fama no había tocado su puerta, cuando las cosas simples y sencillas de la vida lo llenaban de felicidad, cuando no importaba el qué dirán, cuando no tenía que pensar cada cosa que haría o diría… cuando él podía ser él, tal como estaba ocurriendo ese día. Aquella sensación era extraña porque provocaba una dualidad dentro de él que lo complicaba y confundía, ¿por qué podía sentir esa alegría y regocijo, pero a la vez dolor y congoja por lo perdido? Volvió a centrar sus pensamientos en el presente, justo en ese momento Akane giró el rostro hacia él y le dedicó una cálida sonrisa, inconscientemente le respondió con el mismo gesto, esa sencilla curvatura de los labios femeninos era lo suficiente para hacerlo caer rendido a sus pies, ella le podía pedir que le bajara la luna o que se postrara ante ella y él lo haría sin dudarlo.
—¿Estás bien? — Akane se había percatado en los profundos ojos azules grisáceos de Ranma que algo le ocurría, estaba demasiado ensimismado observando a Hank y ella.
—¿Ah? —no se esperaba ser sorprendido de esa manera —Sí, sí, todo bien. — volvió a acariciar a Hank para tratar de hacer pasar desapercibido el torrente de emociones que lo embargaban.
—¿Tienes hambre? —sabía que entre ellos no existía el grado de confianza suficiente como para que se sincerara con ella, por eso pensó que sería una buena propuesta almorzar, total ya pasaba del medio día y así podría cambiar el extraño ambiente que se estaba generando.
—Demasiada —confesó sintiéndose avergonzado inmediatamente, tiñéndose sus mejillas de un leve sonrojo.
Akane no pudo evitar reír ante la honesta declaración, pues el tono casi desesperado que usó Ranma evidenció esa necesidad de alimentarse prontamente. Obviamente, el artista marcial volvía a quedarse prendado de tan melodioso sonido y tan perfecta escena: su asistente se veía casi etérea, su risa le causaba esa paz y tranquilidad tal como lo hacían las campanillas meciéndose con el viento. ¿Acaso así eran las figuras celestiales? ¿Los mismísimos dioses podrían ser capaces de portar tanta belleza junta? Se deleitó cuando la vio levantarse de manera elegante y delicada, cual bailarina de ballet interpretando El lago de los cisnes para comenzar a sacar diferentes bentos, un par de vasos, dos botellas (una de agua y otra con jugo de fresa), servilletas y palillos, todo de la mochila que ella había cargado desde su casa. ¿Cuánto pesaba todo eso? ¿Cómo es que ella no demostró en ningún momento incomodidad si el viaje hasta ahí había durado casi una hora? Su sorpresa se acrecentó al verla sacar un frasco de vidrio y un pocillo metálico para colocar la comida de Hank, ¿en serio había pensado en todo sin dejar escapar ningún detalle? Sus ojos, que seguían fielmente cada movimiento de la chica, brillaron con un sentimiento de regocijo y deleite, alguien que se preocupara de todo y de todos era una excepcionalidad a la regla (según sus experiencias personales), y ella no dejaba de encandilarlo con su belleza, tanto interna como externa.
Exquisitamente bella.
—Mira, es un oso panda de onigiri—comentó para evitar quedar en evidencia.
—No es un panda —el puchero en el rostro de Akane por poco le hace perder su autocontrol y besarla con el ímpetu que corría en su cuerpo —, es un perrito. —se sonrojó, sabía que no era para nada buena en las artes manuales de ningún tipo (si no se consideraban las amatorias, claro está), pero de verdad se había esforzado ese día al preparar todo, algo en ella la había llevado a tener esos detalles con él.
—¿Lo hiciste tú? —preguntó sorprendido mientras con su vista recorría nuevamente todos los bentos con distintos platillos.
—Sí, ¿te molesta? —sabía que él tenía su cocinero personal, pero era un día de picnic, no podían llevar comida gourmet.
—Para nada —le sonrió amablemente—, gracias. —fue sincero, de verdad valoraba todo lo que ella estaba haciendo por él.
—De nada—no sabía por qué, pero se había cohibido. Sus mejillas lentamente tomaban una tonalidad carmín y no pudo evitar bajar la vista y entrelazar sus dedos cual adolescente.
Comenzaron a comer en silencio, solo Ranma rompía con un está exquisito o algún sonido que demostraba el deleite al saborear las distintas comidas, complaciendo tanto a Akane que el brillo en sus ojos podía iluminar hasta el lugar más oscuro del planeta. Para sorpresa de Akane, no sobró nada de lo que llevó, la mayoría había sido devorado placenteramente por su jefe y eso acariciaba dulcemente su corazón; ¡ni siquiera Hank había dejado un pellet en su pocillo! Procedió a guardar todo en la mochila con una sonrisa en sus labios, se sentía dichosa, desde chica disfrutaba de momentos tan sencillos como estos y, para ser honesta, hace mucho tiempo que no lo vivía por cuenta propia, solo cuando estaba con sus sobrinos o su padre, pero nada para ella, ni siquiera con su actual novio. Su rostro compungido ante tal revelación no pasó desapercibido para el azabache, quien se preocupó al instante.
—¿Pasó algo? —le tocó la mano acercando su torso para alcanzarla, aunque seguía sentado en el mismo lugar.
—No, nada. —lo miró perpleja, ¿es que había sido tan evidente sus pensamientos? ¿Acaso él se habría dado cuenta de lo que estaba provocando en ella?
—¿Segura? —su preocupación era genuina, no quería verla así. Lo que fuera que la estuviera atormentando, él sería capaz de eliminarlo con tal de que su resplandeciente sonrisa no se perdiera.
—Sí, solo recordé un pendiente que tengo. —mintió y aunque le sonrió para tranquilizarlo, sus ojos eran como un libro abierto.
—Lo que necesites, cuenta conmigo—declaró decidido, apretando levemente la pequeña mano con la grande de él.
Akane asintió, ambos se quedaron mirando por un momento, reconociendo en el otro algo que ninguno se atrevía a aceptar ni menos nombrar. El ruidoso bostezo de Hank hizo que aquel momento se cortara, ya que el can comenzaba a estirarse y a girar en círculos sobre un sector de la manta para terminar acostándose, aunque les dedicó una mirada que dejaba en claro que era la hora de la siesta.
—Bien, creo que quedó claro qué haremos ahora. —comentó gustoso Ranma recostándose sobre su espalda en la suave tela, utilizando sus antebrazos como almohada y cerrando los ojos, dejándose llevar por el sonido del viento meciendo las hojas de los árboles que los cobijaban en ese momento.
Ranma no tenía claro cuándo se quedó dormido, él no era una persona de siestas, aunque tampoco las rechazaba si la oportunidad se le presentaba, a pesar de que desde que era famoso esas instancias fueron desapareciendo lentamente. Un par de rayos de sol se colaban traviesamente entre las hojas, llegándole una directamente en su pecho y la otra en su boca. Aun así, estaba seguro de que la calidez que sentía no provenía de esas luminosas fuente de calor. Era la dulzura de una caricia constante posándose en su mejilla izquierda lo que generaba eso en él. Sus labios se curvaron hacia arriba inconscientemente por aquel disfrute, suspiró dejándose llevar por esas sensaciones que acunaban su herido corazón, se removió un poco buscando acomodarse mejor sin querer salir del sueño en el que estaba, hasta que fue consciente que sus manos reposaban sobre su torso y su cabeza descansaba sobre algo mullido.
Sus azules ojos comenzaron a abrirse lentamente, sorprendiéndose de estar recostado en el regazo de Akane mientras ella leía un libro que sostenía con su mano derecha a la par que con el dorso de la izquierda le acariciaba rítmicamente su rostro. Se permitió deleitarse con el mimo y la imagen que tenía frente a él, reconociendo también que su perro guardián yacía a un costado de él durmiendo lo más estirado que su peludo cuerpo podía. De pronto, los ojos de color miel de ella hicieron contacto con los suyos, dedicándole una dulce sonrisa.
—Hola—dijo ella con su voz suave, delicada.
—Hola—respondió él embobado a más no poder.
—¿Estás bien? —preguntó con un deje de preocupación, ¿qué había pasado?
Él asintió por respuesta, sin saber bien a qué venía ese cuestionamiento. Sin saberlo, una pregunta se formuló en su cabeza y no pudo evitar hacerla.
—¿Qué lees?
—"El arte de la guerra" de Sun Tzu. —respondió sin despegar su mirada de la de él.
—¿Es bueno? —consultó, quizás buscaba un tema de conversación más que tener un interés real.
—Sí. —declaró ella—¿Quieres que te lea mis partes favoritas hasta ahora? —la emoción en su voz y el brillo en sus ojos solo lo embobaron más—No llevo mucho, así que solo será un par. —dijo buscando convencerlo, a pesar de que él sería capaz de escucharla recitar la biblia católica completa si ella se lo pedía.
—Claro. —¿Cómo resistirme si me miras así?
Akane se aclaró la garganta, dejó de acariciarlo para con ambas manos tomar el libro y retroceder una cuantas páginas antes de comenzar.
—El arte de la guerra se basa en el engaño. Por lo tanto, cuando es capaz de atacar, ha de aparentar incapacidad; cuando las tropas se mueven, aparentar inactividad. Si está cerca el enemigo, ha de hacerle creer que está lejos; si está lejos, aparentar que se está cerca. —detuvo la lectura para avanzar otras páginas, sin dejar la sonrisa de lado.
Ranma no lo sabía, pero Akane estaba agradecida porque había aceptado escucharla. Ella amaba leer, pero amaba más poder compartir esa pasión con otro, poder hablarle, comentarle, leerle aquellas partes que le encantaban o hacían sentido más allá de lo obvio, reflexionar sobre los aprendizajes que las palabras podían dejarle, quizás buscarle un sentido o, incluso, incursionar en navegadores buscando las respuestas que muchas veces el libro (porque en eso se declaraba de la vieja escuela) no le entregaba y que quizás conociendo la vida o el momento en que el autor escribió ese texto le explicarían los distintos por qué. Ranma no lo sabía, pero excepto por su padre, Akane no compartía una instancia así desde que estuvo con él. Y no porque no haya querido, pero los novios que había tenido (incluso el actual) siempre desistían de la idea o aceptaban, pero realmente no la escuchaban.
—Como el sol y la luna, declina para volver a surgir; como las cuatro estaciones, muere para renacer. —recitó solemne.
—Vaya, esa última es una frase potente. —declaró sorprendido, no esperaba algo así de un libro que, en su intención inicial, te preparaba literalmente para la guerra.
—¿Cierto? —sus ojos brillaron con mayor intensidad al ver que el azabache realmente la estaba escuchando —Aunque, si lo piensas bien, tiene sentido.
—Sí, pero siento que eso se puede reflejar en cualquier ámbito de la vida. —dijo él—Es decir, mi madre siempre me dijo que la vida es cíclica y esa frase representa lo mismo.
—Así es, —respondió manteniendo su sonrisa, no esperaba que Ranma enganchara—uno debe saber reinventarse las veces que sea necesario, madurar para después evolucionar en cada etapa.
—Como las estaciones, ¿no? —completó haciendo alusión a la frase leída por Akane—A pesar de que muchas veces nos veamos forzados a cambiar. —en su tono de voz se reflejó el leve resentimiento que sentía por su destino, muchas veces deseó volver a aquellos tiempos en que no era famoso, ¿cuál era la finalidad de vivir todo esto?
Ella asintió rebosante de alegría y satisfacción. Acababa de conocer una nueva faceta del artista marcial que no sabía que tenía, siempre asumió que era un cabeza hueca que solo se dedicaba a vivir sin tener un mayor sentido de esta. Avanzó unas cuántas páginas más.
—Estas quizás son mis favoritas—declaró antes de leer—. Incítalos a la acción para descubrir cuál es el esquema general de sus movimientos—avanzó una página—. Ponlo a prueba con el fin de advertir sus puntos débiles y sus puntos fuertes—ajustó el libro en sus manos—. Se le llama experto en el arte de la guerra a quien tiene la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose según el enemigo.
—Eso suena a lo que yo hago en mis combates—comentó Ranma asimilando lo escuchado—. Tanto papá como Happosai siempre me dicen que incentive a mis contrincantes a que me ataquen, por eso constantemente hago el primer movimiento. Así puedo evaluarlos antes de atacarlos en base a sus puntos débiles…—hizo una breve pausa— Además, Nabiki me dice que mientras más me demore en ganar "más plata ganamos". —trató de imitar lo mejor que pudo la voz de la castaña, lo que hizo que ambos se rieran por un momento.
Aunque cada uno se quedó en silencio reflexionando la breve conversación que habían tenido, Akane se percató de algo por lo que no pudo evitar quedarse callada.
—¿Qué soñabas? —le preguntó curiosa.
—¿De qué hablas? —Ranma no sabía a qué se refería.
—Cuando te quedaste dormido, —comenzó apartando la mirada de él y observando un punto indefinido, rememorando lo ocurrido—de repente empezaste a murmurar sin sentido y a moverte inquieto. Intenté despertarte, pero no hubo caso. Lo único que se me ocurrió fue hacer esto. —señaló hacia sus piernas.
Fue entonces que Ranma se dio cuenta que en ningún momento se había movido, ¡seguía recostado en el regazo de Akane! Se levantó de casi un salto rojo de vergüenza, más que mal, aquella postura era algo que las parejas hacían, era demasiado íntima, demasiado confianzuda, demasiado cercana.
—Disculpa, no sabía que te hubiese molestado. —soltó al ver su reacción.
—No es eso. —sentado a su lado, seguía nervioso, rascándose su nuca buscando calmar el latir acelerado de su corazón—Es solo que… solo que…—se sentía tan natural, que no me di cuenta pensó descolocado.
—Ya, déjalo Ranma. —replicó ella, tratando de obviar el malestar que se instalaba en sus entrañas—Creo que es hora de partir, ¿te parece? —aquel brillo que tenía sus ojos había desaparecido para tener su resplandor usual.
Él asintió sin saber qué más decir. Si los golpes mentales resonaran, estaba seguro de que toda la gente del parque podría escuchar el fuerte manotón en su frente que se dio en sus pensamientos, ¿cómo había sido tan idiota de romper con un ambiente como el reciente? ¿Por qué estar recostado en sus piernas se sintió tan natural, incluso cuando ella le acariciaba el rostro? No podía negarlo, ese pequeño instante le causó tal disfrute que sería capaz de pagar para que se replicara. Se había sentido en paz, sereno, feliz. ¿Qué tenía Akane que le generaba todas estas sensaciones? ¿Hasta dónde era ella capaz de traspasar sus barreras? ¡Él era el gran Ranma Saotome, carajo! Nada de esto debería estarle pasando, pero aun así no podía evitarlo y, muy dentro de su ser, asumía que tampoco quería hacerlo.
Se levantó siguiendo los movimientos de ella, Hank se había despertado con el brusco movimiento que él había hecho hace unos minutos atrás, así que el pastor alemán se estiró para luego menear la cola de un lado a otro.
—Hora de irnos, bonito—le dijo Akane con su dulce voz.
En respuesta, las orejas del perro se fueron hacia abajo, claramente no estaba feliz con tener que partir del parque.
—Vamos, no te pongas así. —Akane le acarició una de sus orejas—Los chicos te deben estar esperando, sabes que te extrañan. —declaró dulcemente intensificando los mimos.
Cuando terminaron de guardar la manta y los juguetes de Hank, los tres se encaminaron hacia la salida del parque en absoluto silencio. Sin decirlo, sin siquiera racionalizarlo, tanto Ranma como Akane habían logrado sanar una pequeña parte de su herido corazón.
Podían ser ellos mismos con otro.
Sin caretas, sin buscar complacer para ser aceptados.
Solo ser auténticos.
Ser ellos mismos.
—¿Seguro que no quieres cambiar? —preguntó por enésima vez Akane.
—Vamos, que ya te he dicho que voy bien, no pesa tanto como aparenta. —hizo un pequeño movimiento para acomodar nuevamente al can en su espalda.
Luego de salir del parque, habían avanzado un par de cuadras cuando Hank se había sentado y no hubo caso de hacerlo avanzar. Al principio pensaron que era por sentir el olor a algo, después le ofrecieron agua y un poco de comida que le había sobrado. Nada, el perro guardián había rechazado cada ofrecimiento para echarse sobre el piso de tal manera que daba la impresión de que la gravedad era más fuerte en él, pues parecía una calcomanía posada sobre el pavimento. Akane fue la primera en darse cuenta sobre lo que estaba ocurriendo, riendo y agachándose para acariciar al can.
—¿Estás cansado, bonito? —le había preguntado sin borrar la sonrisa de su rostro.
En respuesta, Hank acercó su cabeza para que los mimos no pararan. Ranma no salía de su asombro, así que el intrépido de su perro guardián estaba agotado, ¡menuda sorpresa!
—Llamaré a Hiroshi para que nos venga a buscar—le había dicho Akane cuando se levantó, comenzando a sacar el celular de la mochila.
—No te preocupes —no es que hubiera pensado mucho la idea, solo dijo lo primero que se le vino a la mente para no terminar tan pronto con ese paseo—, yo lo llevo.
No esperó alguna respuesta por parte de su asistente y tomó en brazos a su mascota. En un inicio, habían comenzado a caminar con el animal en brazos cual princesa fuera, pero pronto este se removió incómodo. Después lo cargó como si fuese un bebé, aunque esta vez fue Ranma quien iba incómodo ya que debía ladear lo suficiente su rostro para poder ver al frente. Fue Akane quien propuso cargarlo en su espalda como si llevase una mochila y aunque en un inicio lo dudó, terminó aceptando la idea y de eso ya habían pasado diez cuadras.
—¡Hey, me estás babeando amigo! —reclamó Ranma sin estar realmente molesto, girando levemente su cabeza hacia atrás para que Hank entendiera que se refería a él.
Por respuesta, un ladrido resonó fuertemente en su oído provocando que se detuviera y apoyara su oreja en su hombro para evitar el pitido que sentía en esos momentos.
—Deberías bajarlo, apenas quedan algunas cuadras. —propuso Akane al creer que la paciencia de Ranma ya estaba rozando los límites, pues no quería que el avance que había logrado entre dueño y mascota se viera mermado por un pequeño incidente.
—No —negó con su cabeza de un lado para otro—, es lo mínimo que puedo hacer por él. —se sentía responsable por haberlo "abandonado" al cuidado de otras personas, siendo que el dueño era él.
Akane sonrió enternecida por la imagen frente a ella, veía en Ranma a una persona sencilla y humilde, nada que ver con el arrogante idiota que conoció cuando llegó a la mansión ni leyó en las revistas. ¿Por qué se comportaba de esa manera con el mundo? Porque algo tenía claro, el Ranma que estaba frente a ella ahora, con el que había compartido esa salida era el verdadero, el auténtico. Entonces, ¿qué lo llevaba a actuar de otra forma? Suspiró sintiéndose desconcertada ante aquella revelación, a pesar de que lo que realmente la estaba atormentando es que había disfrutado demasiado de la compañía del azabache.
El resto del camino lo hicieron comentando sobre el libro que Akane estaba leyendo en el parque, imaginándose cómo hubiese sido vivir en esa época y qué roles hubiesen desempeñado, siendo la asistente quien insistiera en que ella jamás hubiese podido ser una doncella dedicada a las labores del hogar y que de alguna u otra forma hubiese conseguido ser parte del ejército o de algún grupo paramilitar que defendiese la justicia y a los desamparados por el sistema. Ranma sonrió complacido de tal afirmación, pues no esperaba menos de ella. En cambio, él orgulloso como siempre, declaró que también hubiese sido el mejor artista marcial de la época e, incluso, el mejor guerrero de la historia de Japón. Se rieron de aquello y siguieron imaginando la vida en esos tiempos, hasta que las paredes externas de la mansión comenzaron a aparecer en su visual trayéndolos de vuelta a la realidad.
Día 12
En esos momentos, Akane estaba odiando con todo su ser a su hermana Nabiki. La castaña había arribado temprano en la mansión solicitándole una reunión emergente, justificando que traía nueva información sobre su trabajo y era necesario conversarlo inmediatamente. Cuando Akane le preguntó por la tarea de despertar a su jefe, ella dijo que no se preocupara, que podría apostar que seguiría en los brazos de Morfeo. Estoy segura de que anoche le costó dormirse comentó con soltura guiñándole un ojo dando a entender que la responsabilizaba de aquello, incomodándola de sobremanera puesto que ella también había estado dando vueltas sobre su colchón rememorando los distintos momentos vividos con el azabache durante su paseo. En su mente, estaba claro que los soplones habían sido Sasuke o Hiroshi o ambos dos, internamente se prometió darles una reprimenda por andar corriendo rumores infundados. Claro, no se esperaba lo que ocurrió a continuación.
—No se preocupe, niña Tendo. —habría dicho la señora Daimonji a un costado de Nabiki—Con lo bien que lo pasaron ayer, el joven Ranma debe seguir descansando. —dijo sutilmente, aunque Akane ya era una experta en leer entre líneas ¡y demonios que la anciana le estaba mandando indirectas! —Todavía recuerdo con la sonrisa que llegaron, nadie se las podía borrar de la cara. —comentó para luego disculparse y volver a sus labores.
Gracias a eso, se había tenido que tragar las bromitas que su hermana le hacía. No sé si prefiero a Ranma o a tu noviecito mencionó en su momento, aunque creo que, por físico, me quedo con el Caballo Salvaje. Akane solo había bufado en molestia, ya bastante había lidiado con ella misma la noche anterior como para tener que someterse al escrutinio de su hermana, porque claramente Nabiki estaba observando cada una de sus reacciones y no le daría el lujo de exponer algo que ni ella entendía.
Maldita Nabiki, maldita señora Chiyo, pensó antes de ingresar al despacho que tenía su hermana en la mansión.
Y ahora, siendo casi las diez y media de la mañana, la muy desgraciada llevaba el desayuno que Picolet había preparado para el artista marcial argumentando que, si lo hacía Akane, quizás no saliera de esa habitación por varias horas. Obviamente sus mejillas enrojecieron de rabia y vergüenza cuando la escuchó decir eso frente al cocinero y la ama de llaves, ¡por Dios santo, ella tenía novio y su hermana hacía ese tipo de insinuaciones delante del personal!
¡Maldita Nabiki!, pensó una vez más.
Se volvió a mirar en el espejo de cuerpo entero que tenía en una esquina de su habitación. La castaña la había mandado a cambiarse de ropa por algo más ordenado, deberían salir con el artista marcial y no podía aparentar como si fuese una fan persiguiéndolo por todas partes. Aunque nunca se lo dijera, le agradecía en secreto a Nabiki por obligarla a comprarse ese outfit, tanto el pantalón como el blazer negro le venían de perilla, sobre todo porque este último le cubría toda la retaguardia haciendo que su cuerpo se viera más estilizado, complementándolo con una polera blanca y accesorios en dorado. Lo que más amaba de este look, era que podía utilizarlo con sus adidas blancas y no le restaba formalidad al asunto.
Estaba en el hall de entrada esperando que su hermana y jefe bajaran por la escalera cuando escuchó un grito mezclado con un gruñido que claramente provenía de Ranma, posteriormente el azote de la puerta contra el marco y el descender desinteresado de Nabiki le dio a entender que la castaña había dado una orden con respecto a las actividades de ese día y que el artista marcial claramente no estaba de acuerdo, aunque debía acatar igual.
—En un momento baja. —declaró con soltura guiñándole un ojo para luego dirigirse a su estudio.
Ahora era Akane la que gruñía, ¡Ranma bajaría con un genio de los mil demonios y ella sería la que debería tolerarlo! ¿Cuántas veces había maldecido a Nabiki ese día? No importaba, una más no cambiaría el panorama. Maldita Nabiki rezongó mientras traspasaba el peso de su cuerpo de un pie a otro ante la inquietud que sentía. Cuando sintió las pisotadas de Ranma caminando por el pasillo del segundo piso, confirmó su teoría de que sería una mañana de mierda gracias a su querida hermanita.
—¿A dónde vamos, señorita Akane? —preguntó amablemente Hiroshi con la puerta abierta para que su jefe y ella pudieran ingresar al auto.
—A Omotesando, por favor. —informó antes de que el castaño cerrara la puerta tras entrar al vehículo.
—Bien —dijo ubicándose en el lugar de piloto, colocándose el cinturón de seguridad —. ¿Alguna tienda en especial?
—Ralph Lauren —el chasquido de lengua por parte del azabache le hizo girar su cabeza hacia él —. Si quieres reclamarle a alguien, hazlo con Nabiki. Son sus instrucciones y yo solo cumplo con lo que se me ordenó. —su tono de voz demostraba la molestia que sentía, cada vez toleraba menos esas actitudes tan infantiles, sobre todo al verlo cruzarse de brazos como si fuese un niño enojado por no recibir el juguete que quería, ella no era la responsable de cumplir con su trabajo y él se descargaba con ella.
—Ni siquiera quiero ir a ese programa —murmuró mirando hacia la ventana sin cambiar su postura ni su actitud —. Además, perfectamente podrías ir tú y comprarme un outfit, para eso te pago ¿no? —ahí estaba otra vez su tono arrogante, ¿dónde había quedado el simpático Ranma del día anterior?
—No discutiré contigo, Saotome. Irás a la tienda, elegirás tu propia ropa y fin de la historia. —el conductor manejaba sorprendiéndose de que aquella menuda mujer le hiciera frente a alguien como su jefe, pues normalmente despedía a quien le llevara la contra.
A la única persona que había visto hacer lo mismo sin sufrir consecuencias era a Nabiki, por lo que cada día se convencía más de que había algo en esa familia para poder domar al artista marcial. El bufido por parte del interpelado dio a entender que aceptaba el término de la discusión, aunque estaba en desacuerdo con el resultado obtenido.
Todo el trayecto transcurrió en silencio, Ranma mantenía su actitud de niño mimando con sus brazos cruzados por delante de su pecho y su vista hacia las calles absorto en sus propios pensamientos. Su acompañante, en cambio, revisaba sus correos electrónicos a través de su smartphone, verificando que los distintos eventos no se toparan en su agenda.
Lo que Akane no sabía, ni siquiera sospechaba, es de que Ranma estaba inmerso en sus recuerdos, pero no del día anterior, sino a aquellos que correspondían a su reciente sueño. Estaban ellos dos en el parque, Akane sentada sobre la manta leyendo un libro mientras él reposaba su cabeza en el regazo de ella. De repente, él comenzaba a acariciarle la espalda de manera lenta, pausada, sensual. Ella dejaba de leer para mirarlo pícaramente, lo que lo encendía a mil en cosa de segundos. No recordaba bien cómo, pero lograba subirle la polera lo suficiente a su asistente para quedar a la vista sus pechos cubiertos por el sostén rosado, viéndose más voluptuosos entre sus prisiones de tela. Al parecer, él usaba un poco de dirty talk antes de correr lo suficiente la prenda para deleitarse completamente de los tentadores montes de Akane. Sin esperar más, y agradeciendo que en la forma en que quedaban expuestos se veían más redondos y casi se juntaban en el centro del pecho de ella, con su boca aprisionaba un pezón para lamerlo, succionarlo y morderlo a la par que su mano atendía el otro abandonado. Sus caricias, tanto de su boca como de su mano, se intercalaba entre el pecho izquierdo y el derecho de manera candente y apasionada. Pronto su mano libre comenzó a acariciar su propia entrepierna, desesperado ante el calor que corría en su cuerpo y que necesitaba ser saciado. Queriendo compartir el placer, guio la mano de Akane luego de haber dejado salir su pene de entre sus ropas, permitiendo que ella lo masturbara al mismo ritmo que él disfrutaba de sus pezones. Comenzó a sentir cómo el orgasmo se acercaba a pasos agigantados, la tensión en sus piernas y bajo vientre se lo advertían, Akane lo estaba llevando al cielo y él se lo hacía saber repitiendo su nombre desesperadamente una, otra y otra vez.
Maldita Nabiki pensó molesto.
Ranma estaba enfurecido. No, estaba frustrado. No, estaba molesto y frustrado. Su representante había decidido despertarlo lanzándole un vaso de agua justo en el mejor momento. ¡¿Qué mierda le había dado últimamente a todo el mundo de despertarlo tirándole agua?! Y no solo eso, parece que no solo su erección lo delataba, sino que Nabiki le dio a entender que el nombre de su hermanita había sido oído salir de su boca perfectamente. Y aprovechándose de esto, la muy maldita lo había amenazado con delatarlo si no hacía lo que ella le indicaba para ese día. Volvió a bufar molesto, con su vista hacia lo que fuera que se veía a la pasada y evitando cualquier cercanía con Akane para no ser descubierto.
Al llegar a la tienda, el azabache descendió del vehículo luego de que Hiroshi le abriera la puerta para ser seguido de cerca por su asistente. Hicieron rápidamente ingreso al local, en el cual fueron saludados amablemente por una de las dependientas quien no pudo evitar reconocerlo.
—Disculpe la indiscreción, pero ¿podría sacarme una foto con usted? —consultó con sus mejillas rojas cual tomate.
—Por supuesto —respondió mostrando aquella sonrisa carente de emoción, pero tan bien practicada que quien no lo conocía realmente podía creer que era natural. Se puso junto a la vendedora manteniendo aquel gesto en su rostro mientras Akane captaba la imagen con el celular de la joven—. Gracias por su apoyo. —finalizó el momento con su fan, para continuar el propósito de su visita.
—¿Busca algo en específico? —preguntó retomando su rol.
Los orbes azules comenzaron a registrar rápidamente la ropa a su alrededor, tratando de ver qué sería adecuado para dicha entrevista, de la cual no estaba interesado en participar. "Maldita Nabiki" pensó una vez más, ella había concretado la ida a ese programa argumentando que era una exigencia de los organizadores y que así también podrían aumentar el número de auspiciadores, "como si no tuviera suficiente" volvió a rebatir la decisión, pero ya no podía dar marcha atrás. Su vista se detuvo en una gigantografía que adornaba una de las paredes de la tienda.
—¡Eso! —exclamó con dicha por haber logrado su cometido a la par que apuntaba la imagen—Quiero todo ese outif. —informó resuelto.
—Bien —esta vez fue la ojimiel la que habló—. Por favor, ¿nos puede traer los pantalones en talla 38 y 40? No estoy segura cuál sería la correcta para ese modelo. —le solicitó a la vendedora, a lo que ella asintió.
Se quedó mirando la imagen del hombre moreno que vestía unos pantalones blancos como la nieve, zapatos italianos café a tono con el cinturón, una camisa celeste y un sweater de hilo azulino. No podía negar que la elección era bastante acertada para el artista marcial, pues los contrastes resaltarían su piel y el color de sus ojos. Cuando recibió las prendas inferiores, se giró hacia el despistado chico que seguía dando vueltas por el interior—Ve a probártelos mientras busco el resto. —le "sugirió", aunque definitivamente era una orden.
Cogió la ropa molesto por el tono de voz utilizado por su asistente, sumándole que le desagradaba tanto probársela… por eso es que odiaba ir de compras, tener que buscar algo que te guste y luego verificar si te queda bien, "manerita de perder el tiempo" gruñía internamente cerrando la puesta tras de sí. Se descalzó para luego retirar el jeans que vestía, logrando admirar en el espejo sus piernas y sus marcados músculos gracias a la iluminación del espacioso probador, disfrutando el reconocer lo bien trabajado de su cuerpo. Se giró para poder apreciar su redondo y firme trasero enmascarado con aquel bóxer blanco, el cual normalmente solía lucir usando pantalones apretados en esa zona sabiendo que varias mujeres (y por qué no decirlo, hombres también) quedaban prendados de la vista que eso les generaba. Volvió a quedar de frente para disfrutar de su abultada delantera, la cual destacaba formando una generosa curva en la tela que lo cubría.
Sus ojos se abrieron como platos cuando, por el reflejo del espejo, pudo ver la puerta siendo abierta por una curvilínea joven, la cual venía cubierta con una gabardina nude atípica para esa época del año.
—¿Y tú? —preguntó sorprendido girándose para quedar de frente a la mujer.
—Quería darte una sorpresa. —comentó coqueta, cerrando tras de sí y abriendo la chaqueta que la cubría dejándola caer al piso, descubriendo el body negro semi-transparente con un escote hasta casi su obligo.
—Pero ¡¿Shampoo qué haces?! —exclamó sin salir de su estupor, aunque su tono de voz era casi de un susurro pues temía ser descubierto en una situación así.
La chica se acercó felinamente, sus ojos devoraban las trabajadas piernas que destacaban de la blanca prenda, por lo que decidió no seguir perdiendo el tiempo y pasar lentamente sus manos por las extremidades inferiores subiéndolas hasta retirar la polera que le bloqueaba la vista del apetitoso six-pack que el joven ostentaba gracias a sus entrenamientos.
A pesar de que la presencia de la pelilila lo descolocó, la frustración por no haber alcanzado el orgasmo en su sueño sumándole a la posibilidad de ser descubiertos al estar dentro de la tienda, no pudo evitar comenzar a excitarse con la sola idea y dejarse llevar por lo que le hacía Shampoo. Su sangre empezó a agolparse en su entrepierna, disfrutando de las caricias que ella dejaba en su torso y sobre su falo, comenzando a perder todo sentido de cordura y racionalidad. Solo el ruido de objetos cayéndose, los colgadores chocando contra el piso y el grito de alguna de las vendedoras le hicieron recobrar la racionalidad. Con la rapidez que lo caracterizaba, arrinconó a la chica con su semidesnudo cuerpo contra la pared más alejada de la puerta en un acto de protección ante lo que fuese que estaba pasando en el local. Pronto el silencio volvió a reinar en todo el espacio, por lo que estaba por separarse cuando la puerta fue abierta, siendo descubierto en ese estado por aquella persona.
—Hora de irnos. —informó de manera seca y fría luego de hacer un rápido reconocimiento en el probador. Lo tomó del brazo para arrastrarlo hacia la salida ignorando la cantidad de piel expuesta por parte de él.
—¡Es… espera Akane! —trataba de forcejear, mientras que agarraba la muñeca de la mujer que estaba en una situación similar a la de él —¡Dime qué…! —no alcanzó a terminar su frase, pues la sorpresa que le ocasionó ver el desorden de varios probadores, muebles y repisas en el piso; así como cinco hombres tendidos semiconscientes era una imagen que no esperaba encontrar.
Al cruzar el umbral de la puerta de vidrio que separaba la tienda de la avenida, fue rápidamente empujado dentro del automóvil el cual se encontraba aparcado justo a la salida y con el motor encendido, como si supiese que saldrían en ese preciso instante. Shampoo ingresó con la misma velocidad debido a que él la arrastró por no soltarla, cayendo sobre el azabache aún atónita por lo que había pasado. Cuando Ranma sintió la puerta cerrarse y el auto ponerse en marcha, se levantó junto con el cuerpo de la pelilila con la clara intención de pedirle explicaciones a su asistente.
—¡Detente! —ordenó cuando notó que la ojimiel no estaba con ellos—¡Debemos volver por Akane! —explicó molesto, no podía dejarla atrás en lo que fuese que hubiese ocurrido.
—Lo siento —respondió Hiroshi sin quitar la vista del camino—, son órdenes de la señorita Tendo. —continuó manejando velozmente por la ruta que se le había indicado previamente.
A pesar de que estaba gruñendo de la rabia, su chofer manejaba con tal rapidez y destreza que no podría intentar arrebatarlo del asiento de conductor sin ocasionar un accidente que pusiese en peligro la vida de ellos tres. Se prometió tener una conversación seria con Nabiki por tomar aquellas decisiones sin consultarle previamente, ¿cómo era posible que antepusiera su vida a la de su propia hermana? Sabía que a ella la movía el dinero y los negocios, pero también sabía que su familia era primero… entonces, ¿por qué dio esa instrucción? Se sentía frustrado, no lograba comprender qué había pasado en la tienda ni quiénes eran esos hombres y eso lo enfurecía, pues su asistente podría estar expuesta a otra situación tan compleja como la que habían vivido. Maldita Nabiki, pensó una vez más.
—Más te vale que me des una buena explicación, Nabiki. —su voz sonaba grave y gruesa, su tono claramente era de una molestia que estaba por sobrepasar los límites del artista marcial.
Ranma se dirigió al estudio de su hogar en cuanto escuchó la respuesta de su Nana confirmándole que la mediana de los Tendo estaba en ese lugar. Entró sin llamar a la puerta, cual huracán arrasando con todo a su paso y sin importarle las consecuencias o, en su caso, el cómo iba no vestido.
—Vaya, yo creía que tus días de exhibicionista ya se habían terminado, Ranma. —comentó con soltura la castaña a la par que se levantaba de su escritorio y lo rodeaba para quedar parada apoyando su retaguardia en este.
—No estoy para tus bromas, Nabiki—masculló tratando de controlar toda su ira.
—No son bromas —respondió relajadamente—. Es cosa de verlos a ti y a Shampoo para darse cuenta. Uno más uno es dos, príncipe.
—Señorita Tendo —la pobre señora Daimonji llegaba agitada por tratar de seguirle el paso los dos semidesnudos jóvenes.
—¡Qué bueno que llegó! —observó a la mujer de entrada edad para darle la siguiente instrucción—Lleve a —mirada despectiva hacia la pelilila—Shampoo a la habitación 014 y que se coloque algo de la ropa que hay allí. Y a Ranma —otra mirada despectiva hacia el azabache—tráigale una bata o algo para taparse, ni al detective ni a mi nos interesa algo de eso. —apuntó de arriba abajo el cuerpo tonificado del muchacho.
Mientras la ama de llaves hacía una reverencia y se llevaba a la modelo fuera del estudio para cerrar la puerta tras de sí, fue que Ranma se percató que había otra persona en la sala. Aun así, volvió a dirigir su furiosa mirada hacia su representante, retomando su reclamo inicial.
—¡¿Cómo se te ocurre ordenar que dejaran a Akane allá?! —preguntó colérico apuntando hacia algún punto tras de él en referencia a la tienda—¡Podría estar en peligro y a ti se te ocurre…!
—Akane está bien—quien interrumpió su reclamo no fue Nabiki, sino que el otro hombre presente en la habitación.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Ranma girándose para verlo.
El tipo ni siquiera lo estaba mirando a él, le daba la espalda para estar observando vaya uno a saber qué cosas por la ventana que daba hacia el patio delantero de la mansión.
—Está con mis hombres—declaró para por fin girarse y quedar frente al azabache.
—¿Y quién mierda eres tú? —si algo le había molestado de aquel tipejo, era el leve tono protector con el que había dicho aquella declaración.
—¡Cierto! Qué descortesía la mía. —Nabiki se puso de pie para pararse a un lado del desconocido hombre apoyando su mano derecha en el hombro izquierdo de él, dando pequeñas palmaditas mientras seguía hablando—Déjame presentarte al detective Ryugen, es quien está a cargo de la investigación por el intento de robo en la tienda en la que estaban.
—Mucho gusto, señor Saotome. —le extendió la mano para saludarlo al estilo occidental—Detective Ryugen, a su servicio.
Akane estaba sentada en la camilla esperando por ser atendida siendo resguardada por dos policías que rellenaban formularios con una enfermera mientras llegaba el médico de turno. A pesar de que por fin la adrenalina por todo lo ocurrido estaba disminuyendo en su cuerpo ocasionándole una leve sensación de frío y dolor, su mente estaba centrada en otra cosa.
Específicamente, en una imagen que no lograba borrar de su mente. Cuando fue a buscar al azabache a aquel probador, jamás se esperó verlo semidesnudo encima de la gata resbalosa a punto de devorársela. Aunque intentaba negárselo por todas las maneras posibles, encontrarlos así le causó tal molestia que sintió el fuego arder en sus entrañas y un revoltijo en su estómago que estaba por devolver lo poco que había comido ese día.
Fue entonces que sus cavilaciones fueron hacia su novio y la actual relación que mantenían juntos. Suspiró agachando la cabeza, definitivamente necesitaba una conversación con su mejor amiga porque no podía negar que las cosas estaban tomando un rumbo ya muy conocido para ella, aunque ahora había un factor nuevo y desconcertante: Ranma. Por lo mismo, agradeció que al día siguiente fuera su primer libre, así podría pedirle que se juntaran en su departamento con una (varias) copa de espumante y tratar de aclarar un poco lo que le estaba pasando. La cortina que le daba privacidad en aquel box se corrió para dejar ver al doctor con su traje azul marino.
—¿Señorita Tendo? —consultó para confirmar la identidad de la paciente.
—Sí, soy yo.
El tiempo parecía estarse clavando como afiladas agujas en su pecho a medida que este iba corriendo. A pesar de haber cambiado su reloj análogo por uno digital hace algún tiempo, en ese instante podía jurar que escuchaba el incesante "tic tac" martillándole sus oídos, como si aquel aparato silencioso se riera en su cara a sabiendas de que su momento terminaría y ya no habría vuelta atrás a la decisión ya tomada.
—¿Estamos seguros de que esto es lo mejor, amor? —preguntó como un último salvavida, con la desesperación e ilusión flotando en sus palabras.
Akane dejó de reposar su cabeza sobre su pecho para poder mirarlo de frente a la par que sus manos reposaban sobre su torso. Aquel simple tacto le permitió sentir el frenético latido del corazón de él, reforzando aún más ese sentimiento de angustia que ambos estaban compartiendo en ese instante.
Antes de decirle cualquier cosa, acercó lentamente sus labios a los de él y disfrutó de un dulce beso. A pesar de estar los dos desnudos, los sentimientos que se expresaban en ese gesto rebosaban de amor, necesidad, miedo y dolor. Sin poder evitarlo, las rebeldes lágrimas acariciaban ambos rostros como si se hubiesen puesto de acuerdo, corriendo una carrera silenciosa desde la mejilla hasta el mentón de cada uno, expresando todo lo que no repetirían en palabras.
Al separarse, su mano derecha acarició la áspera barbilla permitiéndose disfrutar de esa incipiente barba que él portaba.
—Aunque nos duela, es lo mejor. —reafirmó mirándolo con sus profundos ojos café.
Su declaración iba acompañaba con decisión y pena. Ella se conocía demasiado, podría hacer todo el intento del mundo si se forzaba a ello, pero tenía demasiado claro que no resultaría y todo terminaría de la peor forma para ellos. No lo permitiría, se merecían algo mejor que terminar casi odiándose por arrebatados e inmaduros.
—Si no lo hacemos ahora —Akane le acarició nuevamente el rostro—, sé que nos arrepentiremos más adelante —sus ojos se desviaron un momento a los carnosos labios que él portaba, para rápidamente retornar a esas orbes que ella amaba —y créeme que no quiero odiarte —suspiró profundo, para ella también todo esto era doloroso—. Prefiero que nos duela ahora, a que nos terminemos haciendo daño por no saber ponerle fin cuando tuvimos la oportunidad.
Esa era la única razón por la que él había aceptado su ruptura, por lo que asintió con su cabeza y volvió a atraerla hacia él para besarla una vez más. Ese sería su último encuentro, sus últimos momentos juntos antes de que ella partiera a Hokkaido para preparar todo para su estadía debido a su ingreso a la universidad del mismo nombre en la facultad de Economía y Administración de Empresas. Cuando él fue aceptado en la Academia de Policía, ella había recibido la carta de aceptación a dicha universidad. Y aunque él era mayor por un año, había estado los últimos doce meses preparándose física y mentalmente para poder ingresar a la fuerza policial y así cumplir su sueño.
Por eso, ahora sus caminos se separaban y ellos habían decidido no seguir con una relación a distancia. Sabían que, a pesar de la mensajería instantánea, las videollamadas y los posibles viajes que harían cada cierto tiempo, la lejanía influiría y, en un momento u otro, las inseguridades aflorarían lo suficiente para mermar la confianza que se tenían. Así que, la conversación que tuvieron el día más feliz de sus vidas lo terminó transformando en uno de los más doloroso que recordaran, pero estando ambos de acuerdo en que sería lo más sano y, así, el recuerdo de su relación no se vería opacado por nada ni nadie.
Su beso se volvió demandante, sus manos no perdieron más segundos y se dedicaron a acariciar el cálido cuerpo de la que, en algún momento, pensó sería su esposa en un futuro no tan lejano. Ella, como siempre, respondió con la misma intensidad a sus caricias, posicionándose sobre él y gimiendo cuando sintió a su miembro alistándose para la siguiente ronda. Las palabras sobraban, cada gesto y caricia que se dieron ese día reforzó el amor que se tenían y, si el destino así lo quería, volverían a estar juntos para unir sus vidas para siempre.
—Hola—dijo de forma arisca Ranma, sin estrechar la mano del detective—. ¿Me puedes decir por qué ordenaste que Akane se quedara allá? —volvió a cuestionarle a su representante un poco más calmado, aunque gesticulaba enérgicamente.
—Alguien debía recibir a la policía—declaró tranquilamente Nabiki.
—¿Pero estás loca? —casi gritó de la furia que sentía—¿No te das cuenta de que pudieron hacerle algo?
—Tranquilo—el detective fue el que hablo de manera calmada, pero firme—, Akane está bien, no te preocupes. —reafirmó la información que había entregado hace unos momentos.
De repente, la conversación fue interrumpida por el ringtone del detective, quien levantó una mano para detener la réplica que Ranma estaba por hacer y así poder contestar.
El artista marcial no cabía más de la frustración. Primero, no podía creer que Nabiki decidiera exponer de esa manera a Akane dando la instrucción de que se quedara en el local solo para que recibiera a la policía. ¡Inconcebible! Segundo, estaba ese detective con su pelo castaño y ojos azules con semblante sereno demasiado perfecto que más parecía ser un guardabosques que un integrante de la fuerza policiaca. Y, para colmo como tercer punto, el muy idiota cuida árboles tuteaba a su asistente. ¡¿Pero quién se creía que era para hablar de ella con esa familiaridad?! No podía evitar estar molesto, todos los músculos de su cuerpo estaban en tensión, el aura combativa del joven se podía sentir sin necesidad de ser un especialista y sus manos se cerraron en puños a la espera de poder dar el primer golpe porque la situación estaba rebalsando su paciencia.
—Bien, disculpen por eso—dijo el detective en referencia a la llamada—. Mis hombres me acaban de informar que Akane está bien. Tiene una cortada en el antebrazo izquierdo, por lo que le colocaron un par de puntos. Nada grave—puntualizó mirando tanto a representante como representado—. Por lo demás, solo tiene algunas magulladuras. Así que en unos instantes la llevarán a la estación de policía para tomar su declaración ante el suceso. —finalizó de informar.
—Bueno, cuñadito—Nabiki se había vuelto a levantar acercándose al detective.
—Nabiki—musitó el aludido en advertencia, quien decidió ignorarlo.
—Dile a Akane que se tome el resto del día. ¡Ah! —exclamó como si recién se percatara de algo y no lo hubiera estado maquinando desde hace varios minutos atrás—Mañana y pasado son sus días libres, ¿por qué no me haces el favor de cuidarla por estos días? —la mirada pícara que le daba al joven policía denotaba la intención en su doble sentido—Akane no podrá ir a casa, si mi padre la ve herida… bueno, tú ya sabes cómo es eso. —le guiñó un ojo en complicidad.
—Nabiki—Shinnosuke usó un tono de reprimenda junto con una mirada seria, tratando de que detuviera su juego.
—¡Oh, vamos! —dijo inocentemente—Nada mejor que recordar viejos tiempos, ¿cierto Ranma? —por fin se giró hacia el azabache, que estaba tratando de procesar todo lo que estaba escuchando.
—No sé de qué hablas, Nabiki—casi gruñó aquello.
Así que este idiota es el novio de Akane, pensó molesto Ranma.
—Tienes razón—dejó el lado del detective para acercarse al artista marcial y apoyarse sobre su hombro, señalando con su mano al castaño—. Déjame presentarte a Shinnosuke Ryugen, el primer…—hizo una pausa dramática, dirigiendo su mirada hacia el azabache—, bueno, el primer todo de Akane.
Ranma no pudo evitar fruncir el ceño al escucharla decir eso. No necesitaba ser un genio para entender que ese "todo" hacía referencia a todo todo. Y eso le molestó de sobremanera, situación que fue percatada por la mediana de los Tendo, lo que la hizo sonreír victoriosa.
—Nabiki—esta vez casi gruñó el detective—. Tú sabes que Akane tiene novio. —le recordó.
—Sí—dejó el lado del artista marcial para volver a su escritorio y sentarse sobre él—, pero los dos sabemos que ese pelafustán—no había forma en que Nabiki hablara del novio de su hermana sin sentir desdén por ese hombre—no significa nada para Akane.
—Ella lo quiere—la interrumpió el detective.
—Sí, pero no lo ama—puntualizó—. Y contigo pensó en casarse. —sabía que no era necesario mencionar eso, pero la reacción de Ranma la incentivaba a seguir presionando a su representado.
El agente policial suspiró resignado. Nabiki Tendo seguía siendo la misma calculadora y manipuladora mujer que conoció años atrás. Y, si le podía dar crédito en algo, tenía razón en que Soun no podía ver a Akane herida o armaría un escándalo estratosférico que prefería evitarle a la chica.
—Está bien—volvió a suspirar—, le ofreceré a Akane quedarse conmigo, pero es decisión de ella si lo acepta o no.
—Oh, créeme que lo hará—le guiñó el ojo en complicidad mientras su sonrisa pícara se asomaba en sus labios—. Yo misma la llamaré para avisarle.
Ranma no entendía por qué, pero se sentía furioso. ¡Estaba colérico! Sus manos estaban empuñadas con toda la fiereza que recorría por sus venas, sus desnudos brazos se mostraban en tensión sin pudor alguno y su respiración pesada resonaba en la habitación. Fue el golpe en la puerta que atrajo la atención de las tres personas que estaban dentro de aquel espacio.
—Disculpe, señorita Tendo—la señora Chiyo hacía ingreso seguida de la modelo—. Aquí tiene joven Ranma—le entregaba una bata de baño al artista marcial—. La señorita Shampoo ya está lista, detective. —informó para luego hacer una reverencia y retirarse del lugar.
—Bien, informaré a mis hombres para que los entrevisten por separado—comentó Ryugen mientras caminaba hacia la puerta.
—¡Un momento! —Ranma lo detuvo al llamarlo—¿A dónde crees que vas? —el azabache estaba que gruñía, su traicionera mente ubicó a su asistente en los brazos del castaño y todo dentro de él ardió.
—Al hospital a buscar a Akane, para luego llevarla a la estación para tomarle su declaración.
Shinnosuke no era tonto, ya tenía una vasta experiencia de ver celos en otros hombres a causa de la peliazul y Ranma Saotome era uno más que se sumaba a la lista. Pero el detective ni se inmutó, salió de la habitación tranquilamente, pues a diferencia del artista marcial, él ya había conquistado el corazón de Akane una vez. ¿Qué pasaría si lo intentara una vez más?
Continuará…
Hola a todas y todos! Primero, si llegaron hasta acá, muchas gracias por leer y acompañarme en este proceso. Segundo, quiero agradecer a quienes me han dejado su review y a los que no, los invito a hacerlo! Gracias a quienes agregaron este fic a sus favs o le dieron follow.
Normalmente les hablaría un poco del cap y respondería los review (PM a los que tienen cuenta y a los que no por acá), pero hoy no lo haré.
Les cuento que hace un poco más de una semana falleció una persona muy importante para mí y estoy destrozada. Si publico el cap hoy es porque gracias a ella llegué a este mundo. Ella me incentivó a publicar mi primera historia y, en honor a ella, terminé este cap que me faltaban un par de líneas. Pero no sé si podré actualizar en un mes más, no tengo nada escrito del cap 6 y no sé si tendré el ánimo de escribir prontamente. Espero puedan entenderme, pero su partida ha dejado un vacío en nuestras vidas que no podré llenar jamás. También quedará en "veremos" la continuación de "Consecuencias" que, aunque tengo avanzado algo, no creo poder tenerla lista para el aniversario de la publicación original, como era mi idea en un principio.
En fin, no sé cuándo nos volveremos a leer. No estoy diciendo que dejaré botada esta historia, porque no será así (y como dije, ella no me permitiría dejarla a medias), pero quizás se aplacen las actualizaciones.
Un abrazo a todas y todos.
Peque T
