¡Hola! ¿Cómo estáis? 😊 Traigo un nuevo capítulo. 😍 Casi para San Valentín... Aunque no hay demasiado romance en este capítulo, lo siento, no es muy apropiado para estas fechas 😂😂
¡Muchísimas gracias una vez más por vuestros comentarios! 😍 Los aprecio muchísimo, me alegra enormemente la acogida tan positiva que ha tenido esta historia. Y muchas gracias también, como siempre, a todos los lectores que no dejan comentario; espero que también os esté gustando mucho 😊
Muy bien, continuamos con la historia. 😎 En el capítulo anterior dejamos a la pobre Hermione llegando a toda prisa al examen de Aritmancia, después de que la dejase encerrada en el aula de Runas Antiguas…
CAPÍTULO 3
La varita de una sangre sucia
Hermione tardó casi medio minuto en abrir la cremallera de su mochila. El examen de Aritmancia había durado una hora completa, y, cuando sonó el timbre, la chica todavía temblaba de diversas emociones por todo lo acontecido en la clase anterior. Empezó a guardar sus cosas, lo más lentamente que pudo para obligar a su cuerpo a relajarse. Sentía la columna tan rígida que temía que, si hacía algún movimiento brusco, se le rompiese.
Se sentía terriblemente deprimida y desganada; le pesaba todo el cuerpo, como si la gravedad del aula hubiese aumentado, atrayéndola hacia el suelo. La garganta le dolía por el esfuerzo que hacía por contener las lágrimas, y la cabeza le retumbaba por el esfuerzo indecible que había tenido que hacer. Nunca le había costado tanto hacer un examen, y nunca, sentía, le había salido tan mal. Su mente se había negado a concentrarse, tardando más de lo necesario en buscar en su cerebro la respuesta a cada pregunta, atascándose a la hora de redactar, y continuamente quedándose molestamente en blanco para así poder dibujar en su subconsciente el rostro afilado de Draco Malfoy. Hermione sentía tantísimo odio hacia aquel chico que si lo hubiera tenido delante le hubiera clavado las uñas sin dudarlo. Ella no era una persona violenta, pero sentía que la estaban poniendo a prueba para que comenzase a serlo. Guardó la hoja de preguntas en la mochila sin siquiera mirarla. Se sentía tan abatida que ni siquiera tuvo fuerzas para comprobar que había contestado bien a las preguntas, y sabía que esa no era una buena señal.
Una túnica negra y verde que pasó a su lado atrajo su atención. Theodore Nott se dirigía a la puerta, a buen paso, mientras releía la hoja de preguntas. El corazón de la chica dio un vuelco. Se apresuró a cerrar por fin su mochila y a colgársela al hombro antes de correr tras él sorteando los pupitres y los alumnos que también iban en esa dirección.
—¡Nott! —llamó justo antes de que él saliese por la puerta del aula. El aludido se detuvo y giró el rostro en su dirección. Su expresión no varió al reconocerla.
—¿Sí? —respondió, girándose hacia ella totalmente. Era apenas un poco más alto que la chica, y muy delgado. Hermione había oído a algunos de sus compañeros de Gryffindor comentar que el chico tenía un notable parecido a un conejo, y, al verlo de cerca, no pudo evitar darles la razón, a su pesar.
—¿Podríamos hablar un momento? —pidió Hermione, mirándolo a los ojos con precaución. Eran de un color azul claro, brillantes y muy bonitos, aunque tristes y distantes al mismo tiempo. Por mucho que se esforzó, no vio desprecio en ellos. Solo expectación y algo de recelo. No supo muy bien cómo sentirse ante ello; era un Slytherin, sangre pura, amigo íntimo de Draco Malfoy, pero no la miraba con abierto odio, ¿por qué?
—Claro —aceptó él, echando a andar hacia la salida y adentrándose en el pasillo. Éste estaba abarrotado de alumnos que comparaban las diversas respuestas que habían dado en el examen. Hermione lo siguió, captando su invitación para caminar juntos—. Tú dirás…
—Quería hacerte una pregunta —confesó Hermione, mientras recorrían el pasillo—. ¿Por qué nos avisaste el otro día de que Neville estaba en apuros? Malfoy fue el cabecilla del asunto, y, a pesar de que él es tu amigo, lo delataste. ¿Por qué?
Nott no alteró su seria expresión, y siguió avanzando con la vista fija en el frente.
—Que Draco sea mi amigo no quiere decir que tenga que estar de acuerdo con todo lo que hace. Simplemente me pareció que se estaba pasando al torturar así a Longbottom.
—¿Y por qué me avisaste a mí en vez de a un profesor? —insistió Hermione. Inhaló con brusquedad cuando tropezó con el bajo de su túnica, a causa de ir caminando y mirando el perfil de su interlocutor fijamente.
—Te vi por casualidad y decidí avisarte. Longbottom es amigo tuyo, ¿no? No quería avisar a un profesor, Draco es mi amigo después de todo, tú misma lo has dicho. No quería meterlo en verdaderos problemas.
—Ya, pero, ¿por qué dijiste que yo soy la única capaz de detener a Malfoy? ¿En qué te basas para afirmar algo así? Tú no me conoces, hasta ahora nunca habíamos hablado —espetó la chica, sin preocuparse de ser brusca. Nott resopló suavemente por la nariz.
—Sé que no hemos hablado antes, pero sé cómo te comportas. Te he visto en clase de Runas Antiguas. Eres la única que se sienta en su sitio, la única que se empeña en estudiar a pesar del escándalo que montan, y la única que protesta por lo que hacen. El resto no se atreven a hacerles frente, pero tú sí. Draco te respeta como oponente.
Hermione, que había escuchado todo aquello con la boca entreabierta, soltó una risa histriónica ante la última parte.
—Estás de broma, ¿verdad? Malfoy, ¿respetarme? Eso es nuevo...
—Sé muy bien que Draco prefiere no provocarte a ti en Runas Antiguas, porque sabe que eres la única capaz de plantarle cara y aguarle los planes. Mira, si no, lo que ha pasado hoy. Te has enfrentado a él, ¿o no?
—No me ha quedado otro remedio —se defendió la chica, sintiéndose algo ofendida sin saber muy bien por qué—. Se estaba pasando. Alguien tenía que hacerlo, ¿no?
—¿Lo ves? El resto también saben que se está pasando, pero nadie le planta cara excepto tú —insistió su interlocutor, encogiéndose de hombros. Hermione se sintió enfurecer.
—Malfoy no me da ningún miedo. Llevo años soportándole, y sé perfectamente cómo es. Pero, de todas formas, ya ves para lo que me ha servido plantarle cara hoy: para que me encierre en el aula haciéndome llegar tarde al examen, y, seguramente, para que siga comportándose de igual forma o peor —siseó con más rapidez, casi para sí misma. Rabiosa. Sintiendo que la sangre le hervía al recordar lo sucedido.
—Ah, ¿así que por eso has llegado tarde? ¿Te ha dejado encerrada? —repitió él, sin inmutarse lo más mínimo.
—Pues sí. Ha cerrado la puerta y se ha largado de ahí, el muy caradura —dejó escapar una acalorada exhalación—. Me he puesto a golpear la puerta y por suerte ha llegado Filch en pocos minutos…
—Muy propio de Draco —murmuró Nott, sin demostrar la menor sorpresa. Hermione lucía consternada.
—¿Y lo dices tan tranquilo? —espetó, incrédula. Nott se limitó a encogerse de hombros—. ¿Te parece normal que haga cosas así? ¿Que la gente se lo permita?
—Se le ha ido la mano alguna vez, pero tampoco ha matado a nadie. Draco es simplemente un niño malcriado —argumentó el joven moreno—. Le gusta llamar la atención, eso es todo. Sabe hacer que la gente le obedezca, y se aprovecha de ello. Pero tampoco es un total cabrón con todo el mundo.
—Pues estaría bien que empezara a demostrarlo de vez en cuando —Hermione bufó—. De momento, en lo que a mí respecta, lo es.
Él volvió a encogerse de hombros. No parecía intentar convencerla de nada, simplemente darle su versión del asunto. Como si estuvieran hablando del tiempo y no del pésimo comportamiento de un compañero.
—Tampoco lo conoces demasiado.
Ambos se habían detenido, entretenidos en la conversación, junto a una de las ventanas del pasillo. Ante esas palabras, Hermione, rabiosa, dejó vagar sus ojos por el paisaje. Recorrió los extensos jardines, buscando. Y lo encontró. Sabía que estarían por allí. Había un reducido grupo de Slytherins bajo la sombra de un roble. Alborotaban muchísimo, reían y gritaban insultos a cualquier "indeseable" que pasase ante ellos. Malfoy estaba en medio del grupo, como ella ya se esperaba, y parecía ser el único con derecho a apoyarse en el tronco del árbol. No decía nada, y, aunque la chica no podía verlo desde esa distancia, sabía que sus labios se estarían elevando en las comisuras, esbozando una sonrisa satisfecha, y sus ojos simplemente estarían recorriendo las diversas escenas que se estaban dando frente a él.
Hermione miró a Nott con petulancia, pero no hizo falta que le señalase la escena. Su compañero también tenía los ojos fijos en Malfoy y sus colegas.
—¿Lo ves? No me hace falta conocerlo más. Sé lo suficiente como para saber que no tiene ningún escrúpulo —sentenció Hermione, lacónica, sin apartar su mirada del joven Malfoy—. Sabe perfectamente que los demás Slytherins se meten con cualquiera solo para quedar bien frente a él, y no hace nada para impedirlo. Es repugnante.
Nott no dijo nada, pues no encontró los argumentos adecuados para rebatirle ante la escena que ambos veían. Se limitó a mirar melancólicamente al rubio sentado bajo el árbol.
—Parece que no han ido a clase, ni piensan hacerlo —comentó el moreno en voz baja—. Para variar.
—Sólo van cuando les interesa, o cuando no tienen nada mejor que hacer —masculló Hermione con desprecio, dejando claro por su tono de voz lo que pensaba de la gente que se saltaba clases. Sacudió la cabeza y se apartó de la ventana, continuando su recorrido por el pasillo. Nott la siguió, casi sin pensarlo.
—¿Qué clase tienes ahora? —inquirió de pronto el Slytherin.
Hermione lo miró de reojo, sin poder ocultar su sorpresa al ver que le hablaba en un tono tan sosegado y casi esperanzado, como si desease conversar con ella. Como si fuesen amigos a pesar de que era la primera vez que hablaban. De pronto, sintió algo de lástima por aquel chico. Sin pretenderlo, estaba dejando claro con su actitud que era una persona solitaria. Que no tenía muchos amigos. Era posible que Malfoy fuese su único amigo. Pocas veces lo había visto en compañía de alguien más. Ella sabía perfectamente lo que era eso, era capaz de entender cómo se sentía. En su primer año, hasta que hizo amistad con Harry y Ron por el incidente del trol en Halloween, siempre estaba sola, y sabía lo mucho que dolía la soledad.
—Herbología, con los de Ravenclaw —respondió Hermione con suavidad, pero después un repentino pensamiento hizo que se volviese hacia él con los ojos muy abiertos. Casi sobresaltándolo—. ¿Qué clase tiene ahora Malfoy?
Nott parpadeó un par de veces, frunciendo el ceño con extrañeza. Asimilando retomar la conversación sobre Draco de forma tan brusca.
—¿Por qué... ? Bueno, la misma que yo, Transformaciones. Hoy nos toca con los de Hufflepuff…
—Te acompaño hasta allí —sentenció Hermione, reanudando su caminata, y además acelerando el paso—. Tengo que pillar a Malfoy, y estoy convencida de que no se atreverá a saltarse una clase de McGonagall. Tiene algo que me pertenece.
—¿De qué hablas? —preguntó él, alargando también sus zancadas, tratando de seguir el rápido paso de la chica.
—Mi varita. Ese desgraciado se quedó con ella cuando me retrasó antes del examen… —gruñó Hermione, frunciendo la nariz—. Voy a recuperarla ahora mismo.
Nott emitió otro suspiro cansado, cargado de resignación.
—Espera, estate quieta, no te va a dar tiempo a ir a Transformaciones y luego a Herbología —dijo, sujetándola del brazo para detenerla. Ella frenó y se giró hacia él, respirando entrecortadamente por el acelerado paso—. Vete a Herbología, allí puedes apañártelas sin varita. Yo la recuperaré y te la entregaré en la comida, ¿vale?
Hermione abrió la boca, pero se dio cuenta de que no sabía qué decir.
—¿Lo dices en serio? ¿Me harías ese favor? —consiguió musitar Hermione tras vacilar unos segundos. Ese chico lograba desconcertarla, y no le inspiraba una confianza total. Sus actos eran muy inusuales—. ¿Por qué?
—Creo que te lo debo —confesó él, esbozando por primera vez una sonrisa resignada—, por no haberle dicho a nadie que fui yo quien delató a Draco en el asunto de Longbottom.
Hermione iba a decirle que no le debía nada por eso, pero cambió de idea al instante y preguntó algo diferente, con suspicacia:
—¿Cómo sabes que no se lo he dicho a nadie?
—Porque, si lo hubieras hecho, la noticia muy probablemente hubiera llegado a oídos de los Slytherins, y ahora mismo no me permitirían poner un pie en la Sala Común. Al menos no de una pieza. Me has librado de muchos problemas al no contarlo, y te lo agradezco.
Hermione parpadeó. Se sentía desconcertada, y muy confundida. No sabía si podía confiar en aquel tal Nott, pero se dio cuenta de que no perdía nada por intentarlo. El chico había demostrado dónde estaba su lealtad delatando a Malfoy, y Hermione debía darle un voto de confianza por ello.
—¿Qué es lo que quieres de mí? —preguntó la chica, mirándolo atentamente. Sin medias tintas. Él se encogió de hombros, como si fuese evidente.
—Como ya te he dicho, eres la única que puede hacerle frente a Draco. Ahora mismo se está pasando con todo el asunto de la clase de Runas, y al final se meterá en problemas. Y a mí no me escucha. Lo único que quiero es que intentes pararle los pies.
Cuando apenas faltaban diez minutos para que el Gran Comedor abriese sus puertas, y los alumnos pudiesen sentarse a recuperar energías con una suculenta comida, Nott se encontraba subiendo las escaleras que conducían a sus dormitorios de las mazmorras, en la Sala Común de Slytherin. Abrió la puerta, inmerso en sus cavilaciones, y, tal y como había imaginado, encontró a Draco allí.
Estaba solo, sentado sobre su cama, con la espalda apoyada en el cabecero, y los ojos claros moviéndose a través de la habitación, siguiendo la estela de una brillante snitch que volaba en todas direcciones. Al escuchar la puerta abrirse, sus ojos se centraron en ella, aunque volvieron a concentrarse en la pelotita alada tan pronto como reconoció a su compañero de habitación.
—¿Qué hay? —saludó Draco de pasada, sin dejar de mirar la snitch.
—Hola —correspondió Nott, cerrando la puerta tras él. Se acercó a su cama para dejar sobre ella su pesada mochila, con la vista también fija en la escurridiza pelotita—. Qué rápido te has ido de Transformaciones…
—Quería ir a la Lechucería antes de ir al comedor, aunque al final me ha sobrado tiempo —dijo, como justificando que ahora estuviese allí—. Mi madre me ha enviado un paquete demasiado grande como para que lo trajesen en el desayuno. Ah, y ha mandado otro para ti… ¿Qué he hecho con él? —se preguntó Draco a sí mismo, y observó a su alrededor. Tras dudar un instante, se inclinó hacia su mesilla de noche, y abrió el primer cajón para rebuscar en él—. ¡Ah! Aquí está…
Le arrojó un pequeño paquete cuadrado envuelto en papel marrón, atado con una fina cuerda y sellado con el logo de Gringotts. Tintineó levemente cuando Nott lo atrapó al vuelo.
—Supongo que será dinero —opinó el joven rubio, volviendo a acomodarse en su cama. Esbozó una sonrisa, divertido ante sus propias palabras, dado que el sello era bastante esclarecedor—. Lo habrá sacado de vuestra cámara.
Nott no dijo nada en un primer momento. Se sentó sobre la cama, mientras miraba el pequeño paquete y le daba vueltas entre los dedos. Draco, ante el silencio de su compañero, devolvió su atención a la snitch con resignación.
—Dale las gracias a tu madre de mi parte —murmuró el moreno al cabo de unos segundos.
Draco se encogió de hombros, restándole importancia.
—No hay problema. ¿Cómo ha ido el examen de Aritmancia?
—No ha estado mal. Había algunas preguntas algo rebuscadas, pero creo que bastante bien —comentó Nott, con la mirada todavía fija en el paquete.
—Genial —concedió Draco, entrecerrando los ojos para intentar observar mejor la trayectoria de la snitch—. Eres un cerebrito, seguro que sacas un Extraordinario.
Nott esbozó una perezosa sonrisa, pero no elevó la mirada todavía. El pequeño paquete parecía ser lo más interesante que había visto en mucho tiempo. Draco alzó una mano y trató de atrapar la pelotita dorada cuando pasó cerca de él.
—¿Tienes noticias de tu casa? —cuestionó Nott de pronto, con voz impersonal.
La snitch se escapó entre los dedos de Draco, pero éste casi ni lo notó. Olvidando la pelota, miró fijamente a su amigo, el cual seguía con la vista fija en el paquete, aún cerrado.
—¿Te quieres callar? No vamos a hablar de eso aquí —siseó, entre dientes, incrédulo.
—No he preguntado nada raro. Y no hay nadie que pueda escucharnos aquí, estamos solos.
—Me da igual, ni lo menciones. No me fio ni un pelo de que no haya alguien espiando —Draco, pasándose la lengua por los labios con frustración, intentó volver a concentrarse en la snitch, pero su amigo no le dejó.
—¿No será que no quieres que lo mencione porque no quieres hablar del tema? —insistió Nott, ahora sí alzando la mirada—. ¿Porque no te hace ninguna gracia? No eres estúpido, Draco, sabes perfectamente que el hecho de que el Señor Tenebroso esté en tu casa es algo muy serio…
—¡Te he dicho que cierres la boca! —replicó el rubio, en voz más alta, comenzando a perder la paciencia. Se giró hacia él—. Y deja ya de sermonearme de una puñetera vez. Me estoy cansando de que hayas cambiado de idea sobre Él y ahora me intentes comer la cabeza a mí. Que esté en mi casa es un privilegio, un honor, que entenderías si no fueses tan corto de luces. ¡Que tú ahora le odies no significa que yo…!
—Perdona, pero lo que importa es, ¿por qué tú no le odias? —lo interrumpió Nott sin elevar el tono, a diferencia de su amigo—. Estuvo a punto de costarle la vida a tu padre. Y ahora está metido en Azkaban, quizá de por vida. ¿No es eso suficiente razón?
—Era una misión, joder. Una importante. Siempre hay riesgos —farfulló Draco, con la respiración algo entrecortada—. Mi padre lo sabía, tu padre lo sabía, y el Señor Oscuro lo sabía.
—Sí, con la diferencia de que al Señor Oscuro no le importan una mierda las vidas de nuestros padres —sentenció Nott con voz clara, haciendo inhalar con fuerza a Draco.
—Eso no es cierto. Y no pienso seguir escuchándote… —le dio la espalda, tumbándose de lado, y fijó su mirada en el dosel de la cama.
—¡No quieres, porque sabes que tengo razón! —exclamó Nott, poniéndose en pie y dando una vuelta alrededor de la cama para posicionarse frente a él. Se veía alterado por primera vez en toda la conversación—. ¡Porque te molesta no tener razón! ¿Todo esto para qué, Draco? ¿Para qué? Tu casa se ha convertido en un cuartel de mortífagos, cualquier día nuestros padres aparecerán muertos en Azkaban, y…
—¡Que cierres la boca! —gritó Draco a su vez, enderezándose hasta quedar sentado—. ¡Mi padre también estaba en peligro, también estuvo a punto de morir! ¡Y ni él, ni yo, nos hacemos a un lado por ello! ¡Eres un cobarde, Nott! ¡Hablas como un maldito traidor…!
—Ya sabes que lo soy —jadeó Nott, con los dientes apretados. Parecía hablar casi consigo mismo. Se alejó de Draco, volviendo a rodear la cama—. Lo soy, porque no quiero tener nada que ver con mortífagos, ni con el Señor Oscuro, ni…
—Que te calles —gruñó Draco, con voz más serena—. Estoy harto de oírte decir eso. No quiero oírlo más. No pienso ser cómplice de la traición que estás cometiendo.
—Pues no lo seas. Haz lo que te dé la gana. Conviértete en mortífago por voluntad propia. Juégate la vida sin motivo.
—¿Sin motivo? —saltó Draco, mirándolo de nuevo. Como si acabara de soltar la peor de las blasfemias—. No puedes hablar en serio. Es el único motivo que importa. Ayudaré a limpiar el mundo de los sangre sucia, a purificar de nuevo la sangre del mundo mágico. Ayudaré al Señor Oscuro a vencer. Seré parte del ejército ganador, y me recompensará. Tendré… tendré un futuro increíble.
Los ojos grises de Draco brillaron de júbilo y emoción ante sus prometedores pensamientos. Su amigo, en cambio, meneó la cabeza. Poco impresionado.
—Pues a mí no me interesa nada de eso.
Draco se negó a contestarle, y se limitó a volver a tumbarse en su cama, con los brazos tras la cabeza. Temblaba de rabia, pero se negaba a seguir discutiendo. Nott iba a conseguir que lo mataran si seguía hablando y pensando así.
A pesar de provenir de un padre mortífago, hacía ya un año que Theodore Nott había enterrado sus prejuicios contra los muggles. Todo comenzó a finales de su quinto año con el incidente en el Ministerio de Magia, con Harry Potter y sus amigos de por medio, gracias al cual la comunidad mágica descubrió al fin que el Señor Oscuro había regresado. En él, capturaron y encarcelaron a algunos mortífagos, entre ellos a Lucius Malfoy, e hirieron de gravedad al señor Nott. Desde entonces, Theodore, viéndose totalmente solo por primera vez en su vida, había reflexionado mucho, y finalmente había llegado a la conclusión de que no quería saber nada de Voldemort. Que lo odiaba. Esa misión casi le costó la vida a su padre, y los demás mortífagos lo abandonaron a su suerte. Solo los miembros de la Orden, al encontrarlo y llevarlo a Azkaban, le salvaron la vida. Por irónico que eso sonase. Tras el encarcelamiento de su padre, y, al no tener a su madre con vida, Theodore había ido a vivir a casa de los Malfoy, amigos de toda la vida. Ante todo el mundo, seguía fingiendo que apoyaba a Voldemort y que ansiaba convertirse en mortífago algún día y seguir los pasos de su padre… Pero eso ya no era lo que quería en realidad.
Draco, su amigo más íntimo desde la infancia, era el único que sabía qué era lo que realmente sentía el joven ante la situación, y lo que sabía no le gustaba ni un pelo. Discutían a menudo por lo mismo, y ninguno de los dos estaba dispuesto a cambiar su visión del asunto.
—Mi padre querría esto —añadió Draco al cabo de muchos segundos de silencio, en voz algo más baja. Parecía hablar consigo mismo en lugar de con Nott—. Algún día saldrá de Azkaban, y se enterará de que seguiré sus pasos… Y entonces estará orgulloso de mí. Haré que se sienta orgulloso.
Theodore se limitó a suspirar en silencio, sin saber qué decir ante eso. Se sentó sobre su cama de nuevo, y comenzó a abrir el paquete marrón lleno de galeones que había quedado allí olvidado. Mientras lo hacía, elevó una mano y señaló la pequeña snitch, que seguía revoloteando con un zumbido.
—¿La has recuperado?
Parecía querer volver a una conversación cordial. Draco se esforzó por volver al mundo real y accedió a hablar con normalidad. Esbozó una perezosa media sonrisa antes de responder.
—Sí, ese squib de Filch no ha sido capaz de atraparla en el aula de Runas, así que he ido yo en un momento a cogerla cuando él no estaba —contestó, satisfecho de sí mismo.
—¿En serio la has robado del campo de Quidditch? —cuestionó Nott, arqueando una ceja con incredulidad. Su amigo rio entre dientes.
—Pues claro que no. Es mía, es la que me regaló mi madre hace años —reveló, divertido—. Y la quaffle también. Pero ha quedado genial decir que la he mangado, ¿a que sí?
—No te lo discuto —se resignó Nott, encogiéndose de hombros. Abrió un cajón de su mesilla y guardó ahí los galeones. Emitió un discreto suspiro, como si se armase de valor, y añadió con voz mucho más baja—: Pero te estás pasando, Draco.
—¿Pasando? —repitió su amigo, desconcertado. Como si fuese la primera noticia que tenía al respecto.
—Te estás comportando fatal, y no hablo solo de la clase de Runas. Ya he tirado la toalla con ese asunto, sé que no puedo hacer que rectifiques. Pero últimamente apenas vas a clase, y te pasas el día metiéndote en mil y un problemas con todo el mundo.
—¡Venga ya! Yo no me meto con nadie —protestó Draco, componiendo una mueca de fingida indignación. Pero conteniendo una sonrisa desvergonzada.
—Pero sí Crabbe, Goyle y los demás, y lo hacen bajo tus órdenes —insistió Nott, frunciendo el ceño.
—Yo nunca les he dicho que hagan nada, lo hacen porque quieren —se defendió el joven rubio, sin darle ninguna importancia.
—Lo hacen para agradarte y tú lo sabes.
Draco dejó escapar un hondo suspiro frustrado, perdiendo la paciencia.
—Nott, por Merlín, te lo suplico, deja de sermonearme —rogó casi con desesperación, poniéndose en pie y estirando los brazos para desentumecerlos—. Te estás convirtiendo en mi madre…
Draco se mordió la lengua al instante, arrepintiéndose de la expresión que había usado. El hecho de que la madre de Nott hubiera muerto, hacía que cualquier tema sobre progenitoras fuese algo bastante delicado. El chico Malfoy no solía ser especialmente cuidadoso con sus colegas, pero sentía un profundo respeto por el fallecimiento de la madre de Nott cuando el chico tenía solo once años. Él había sido testigo del sufrimiento de Theodore, y ya tenía por costumbre ser respetuoso al hablar de madres frente a su amigo.
Sin embargo, Nott no pareció reparar en nada.
—Por no hablar —continuó el moreno severamente, sin hacerle caso—, de lo de encerrar a Granger en el aula… Eso ya ha sido la gota que colma el vaso, sinceramente. ¿En qué estabas pensando?
—¿Cómo te has enterado de eso? —preguntó Draco a su vez, volviéndose para mirarlo, sin poder disimular su curiosidad. Nott carraspeó, solo para ganar tiempo.
—Bueno… solo te diré que no me extrañaría que los gritos de Granger aporreando la puerta los hubieran oído hasta los elfos de las cocinas —mintió discretamente, con naturalidad.
Draco espiró sonoramente por la nariz y elevó los ojos al cielo, como pidiendo ayuda por intervención divina para poder soportar a Hermione Granger.
—Esa niñata me saca de mis casillas, se pasa el día metiéndose en mis asuntos —se quejó, con el rostro ensombrecido—. Maldita sangre sucia… Como vuelva a entrometerse me las pagará. Tengo su varita, a ver qué se me ocurre hacer con ella para mantenerla en su sitio…
—Ella no hace nada malo, Draco. Tú sí —espetó su amigo, sin dejarse amilanar, y sin desviar la mirada. Le venía de perlas que Draco mencionase que tenía su varita, así no tenía que confesar que había hablado con Granger. No todavía, al menos.
Malfoy se sacudió ante sus palabras como si le hubiera dado un tortazo. Lo miró con consternación.
—Lo que me faltaba por oír, ¿ahora además defiendes a los sangre sucia? —exclamó, exageradamente incrédulo.
—Simplemente digo que ella tiene razón.
El rubio giró el rostro, chasqueando la lengua con fastidio, y fijó sus ojos en la otra punta de la habitación. Sus labios se curvaban en una mueca de rabia. Como si su amigo lo agotase profundamente.
—Granger es una loca histérica que está sacando todo de quicio. Lo de Runas no es para tanto, solo es un juego estúpido —dijo, malhumorado. Se sentó de nuevo en su cama y añadió en un tono que no admitía réplica—: No empieces tú también a meterte en mis asuntos porque no te lo permitiré.
Se hizo el silencio. Nott lo miraba con pesadez desde su cama, pero Draco había dejado de mirarlo a él. Tenía la vista perdida en la otra punta de la habitación, siguiendo el recorrido de la snitch de forma distraída. Parecía relajado, aunque molesto. Las palabras de Nott no lo habían impresionado lo más mínimo.
—¿Puedo al menos pedirte un favor que te beneficiará? —preguntó Theodore en voz tenue.
Draco tardó un par de segundos en contestar, pues un súbito estornudo se lo impidió. Tras sorberse la nariz, masculló con voz algo tomada:
—Si me lo vendes así...
—¿Me das la varita de Granger?
Draco resopló al instante, al tiempo que rodaba los ojos.
—Lo que me faltaba. Por supuesto que no. Antes quiero divertirme. Y posiblemente pueda chantajearla con ella… ¿Para qué la quieres? —añadió, escéptico, como si acabase de reparar en ese detalle.
—Es la varita de una sangre sucia —replicó Nott, con una sonrisa astuta, sin responder a su pregunta—. ¿De verdad vas a tocar algo tan podrido como Granger? ¿Te vas a ensuciar las manos tan gratuitamente?
Draco lo fulminó con la mirada, sabiendo que su amigo no creía en realidad lo que le decía, sino que estaba diciendo lo que sabía que asquearía a Draco.
—Nott, no me toques los…
—Escucha —replicó Nott con impaciencia, mirándolo con seriedad—, Granger no puede ir a las clases sin varita. Y sabes lo responsable que es. Jamás permitiría que sus notas se viesen afectadas por esto. Removerá cielo y tierra para convencer a los profesores de que tú se la has quitado, y los profesores te registrarán. Y me da igual lo bien que la ocultes. Sabrán que la has robado y te caerá un castigo de los gordos. Quizá hasta te expulsen. Robar una varita es muy grave. No te merece la pena.
Draco contempló a su amigo sin mover ni un músculo. Finalmente, soltó un bufido. Negando con la cabeza, chasqueó la lengua de nuevo y se puso en pie pesadamente. Abrió el segundo cajón de su mesilla de noche, sacó la delgada varita con dos dedos, como si le quemara, y se la lanzó a su compañero.
—¿Y qué vas a hacer con ella? ¿Devolvérsela así, sin más? —cuestionó Draco, como si fuese impensable. Totalmente absurdo—. ¿Por qué harías eso?
—Vamos juntos a Aritmancia. Se la daré en clase, y ya está. Sin más —se burló Nott, sonriendo a su amigo con sorna. Ignorando su mirada de abierta repugnancia—. No me des las gracias, aunque te estoy ahorrando muchos problemas, y lo sabes.
Draco sacudió la cabeza, como si todo le pareciese una broma pesada de mal gusto.
—Me parece increíble que ahora te pongas de parte de esa Granger —masculló, despectivo. Aprovechó que había abierto el cajón para sacar un pañuelo y sonarse la nariz—. Vas de mal en peor. ¿Qué será lo próximo? ¿Reírle las gracias al viejo chocho de Dumbledore?
—Granger será sangre sucia, y todo lo que tú quieras, pero al menos tiene dos dedos de frente —respondió Nott, con tono sosegado—. Cosa que no puedo decir de muchos de tus colegas. Crabbe y Goyle, sin ir más lejos.
Malfoy resopló, incrédulo y casi consternado.
—No compares. Crabbe y Goyle son sangre limpias, no tiene nada que ver.
Nott arqueó ambas cejas.
—Draco, tienen diecisiete años y no saben usar el cuchillo y el tenedor a la vez.
El rubio puso los ojos en blanco y después los entrecerró, molesto.
—Sigue sin ser lo mismo —replicó, con arrolladora firmeza. Y añadió, mirando a su amigo con desdén—: Merlín, no sé ni por qué te aguanto; eres insufrible.
Nott conocía demasiado bien a Draco como para tomarse en serio sus palabras, así que se limitó a sonreír para sí mismo y a ponerse en pie mientras guardaba la varita de Granger en el bolsillo de su túnica. Cuando se giró a coger la mochila, un nuevo estornudo por parte de su compañero lo sobresaltó. Se giró hacia él, a tiempo de verle sonarse de nuevo la nariz.
—¿Te estás resfriando? —preguntó con amabilidad, colgándose la mochila al hombro.
—Claro que no, es que tus gilipolleces me dan alergia —espetó Draco con fiereza. Era evidente que estaba de mal humor—. Y también este puto frío que hace en las mazmorras, que me hace estornudar. Ya podrían contratar más elfos para que encendiesen las chimeneas —se dirigió a la puerta a grandes zancadas—. Venga, vamos a comer. A ver si por el camino me encuentro a alguno de los Creevey para distraerme un rato.
El suspiro resignado de Nott quedó ahogado por el pequeño salto que dio Draco para atrapar, por fin, la escurridiza snitch dorada.
¡Listo! ¿Qué os ha parecido? Espero que no se os haya hecho demasiado pesado, no ha habido mucho contacto Draco/Hermione… 🙈 Pero hemos tenido mucho Theodore Nott 😂😂 Primero su conversación con Hermione y después con Draco. Me ha encantado escribir la escena en la que Draco y Nott hablan a solas, porque en los libros pocas veces vemos a Draco hablando con sus amigos, con sus "iguales", y me apetecía explorar esa faceta. Imaginarme cómo se comportaría. Y, como de Nott se sabe más bien poco, he decidido darle esa historia y esa personalidad, espero que os guste y os resulte creíble je, je. El pobre ya no quiere saber nada de Voldemort, lo cual me parece bastante normal en su situación, pero teniendo en cuenta su entorno le va a resultar muuuy complicado je, je 😅
¡Ojalá os haya gustado! ¡Estaré encantada de leer vuestra opinión! 😊
Un abrazo fuerte y hasta el próximo 😊
