¡Hola a todos! ¿Cómo estáis? Aquí estoy otra vez con un nuevo capítulo 😊😍

Una vez más, muchísimas gracias a todos los que dejasteis comentario en el anterior, me alegro mucho de que os esté gustando tanto 😍 ¿Sabéis qué? Soy una inútil, y acabo de descubrir cómo se puede contestar directamente a vuestros comentarios 😳 Soy un desastre, espero que me perdonéis, no ha sido falta de interés, es que soy boba ja, ja, ja 😭 ¡Os adoro! A partir de ahora intentaré contestaros por ahí individualmente, que os lo merecéis, por las barbas de Merlín 😂

Y, muchas gracias también, por supuesto, a todos los que leéis desde las sombras, aunque no dejéis comentario. Espero que os esté gustando mucho ¡Gracias! 😍

Y ya me callo, y comenzamos con la historia. La dejamos con una interesante conversación privada entre Draco y Theodore. Y, ahora, las clases en Hogwarts siguen su curso natural…


CAPÍTULO 4

La partida de Gobstones

Theodore Nott se hizo a sí mismo un juramento, por el cual, para la siguiente clase de Runas Antiguas, buscaría en la biblioteca algún hechizo para producirse a sí mismo una sordera total. Llevaban apenas veinte minutos de clase y ya tenía un dolor de cabeza monumental. Se preguntó si sus compañeros llegarían a quedarse afónicos algún día.

Aquel día, habían tenido la idea de llevar un juego de Gobstones para entretenerse. Habían retirado chapuceramente todas las mesas, dejando una zona libre en medio del aula, y crearon ahí mismo una pista para sus Gobstones, agujeros en el suelo incluidos. Menos mal que después se podían cerrar con magia, o al menos eso pensó Nott.

Retrocedió a la página anterior del libro que estaba leyendo, con la intención de leerla otra vez y enterarse así de algo. Con el alboroto que reinaba en clase, había tenido que leer dos veces el mismo párrafo para poder asimilar algo. Y ni así lo había logrado. Sin embargo, las palabras que estaba releyendo quedaron de pronto sepultadas por un pequeño trozo de pergamino doblado que había aterrizado ante sus narices. El moreno dio un respingo y miró alrededor, sobresaltado. La gran mayoría de sus compañeros estaban totalmente inmersos en la emocionante partida de Gobstones, mientras que los alumnos pacíficos de siempre se limitaban a conversar en voz baja en un rincón del aula. Nadie le prestaba la más mínima atención a él.

Cogió el pergamino y lo desplegó, para descubrir dentro un breve mensaje:

Gracias por recuperar mi varita, te lo agradezco mucho. Espero de verdad que no te haya causado problemas.

La nota no iba firmada, pero no hacía falta. Nott sabía perfectamente quién se la había enviado. Alzó la mirada y la fijó en la nuca de la única persona que permanecía sentada en el centro del aula, en el único pupitre que se había librado de ser movido a un rincón. Hermione Granger se había negado en redondo a levantarse de su pupitre para que Malfoy y los demás pudiesen arrastrarlo a un rincón, y, tras una acalorada discusión, los compinches de Draco habían cedido y la habían dejado ahí, dado que tampoco les molestaba para la partida. Así que la chica, tenaz como ella sola, era la única que estaba debidamente sentada en el solitario centro del aula, dándole la espalda a la partida de Gobstones, y con la nariz metida en el libro Runas Antiguas Hechas Fáciles. Nott no pudo sino admirar las agallas de la chica.

Le había devuelto la varita el día anterior, en un rápido gesto, como si fuese algo de contrabando, al pasar por su lado en el Gran Comedor. No habían hablado, para evitar problemas a ambos, especialmente a Nott. En otras circunstancias se la hubiera dado, tal y como le había dicho a Draco, en clase de Aritmancia; pero no tenían dicha clase hasta el día siguiente, y supuso que la chica no podría esperar hasta entonces. De modo que Granger, al no haber podido hablar en el momento, había optado por agradecérselo mediante aquella nota.

De pronto, las voces de sus compañeros se alzaron más de lo normal, y una extraña agitación pareció adueñarse del aula. Se oyó un grito de terror. Nott, que seguía mirando la nuca de Granger, sumido en sus pensamientos, vio cómo la chica giraba el rostro al instante, en dirección al alboroto. Él también miró un instante después, preguntándose qué habría pasado esa vez; casi preocupándose ante su propia resignación.

Sus compañeros habían abandonado por completo la partida de Gobstones. Algunos incluso se habían alejado del círculo ante lo que estaba sucediendo allí.

Sentado sobre una de las mesas amontonadas, con los brazos cruzados y la mirada encendida de odio, se encontraba, como no podía ser de otro modo, Draco Malfoy. Frente a él, como si lo defendiesen, unos pocos alumnos, Hopkins, Entwhistle y Pucey para ser más precisos, habían alzado sus varitas contra otro alumno, Zacharias Smith, el cual gritaba de dolor y rabia, mientras se llevaba las manos a la cara, sin llegar a tocarse con ellas. Toda la superficie de su rostro estaba llenándose rápidamente de gruesos forúnculos llenos de pus, que deformaron sus facciones, inflamándolas y enrojeciéndolas.

Las macabras risas de los atacantes taladraron los oídos de Hermione hasta que la joven logró salir del shock en el que se encontraba. Los gemidos de dolor de Smith la estremecieron de pies a cabeza.

—¡Basta! —fue lo primero que salió de los labios de Hermione, poniéndose en pie de un salto—. ¡Basta! ¡BASTA!

Avanzó hacia ellos, con la varita en alto y el rostro contorsionado de ira. El círculo se abrió para dejarle paso. Era suficiente.

Un rayo de luz salió de su varita y golpeó en la espalda a Hopkins. Éste fue impulsado hacia adelante hasta chocar contra uno de los pupitres, volcándolo. El círculo al completo se giró en dirección a Hermione, con idénticas expresiones de sorpresa. Draco sólo alzó la mirada para contemplarla, pero su rostro no cambió ni un ápice y tampoco movió ni un músculo de su cuerpo. Lo único que varió fue el grado de odio en su mirada, que amenazó con abrasarla. Pucey y Entwhistle cesaron su castigo y se giraron para mirar también a la chica, amenazantes y alarmados al mismo tiempo ante su repentino ataque. Ambos movieron sus varitas al unísono y apuntaron a la Gryffindor.

La varita de Pucey arrojó un rayo de luz contra ella, pero la chica lo desarmó con una sacudida de varita. Otras dos sacudidas y la varita de Entwhistle también saltó por los aires.

Se hizo el silencio. La atmósfera hubiera podido cortarse con un cuchillo, y solo la agitada respiración de Hermione rompía la aplastante quietud. La joven miraba a los dos chicos que quedaban en pie con un aborrecimiento que rozaba el odio más absoluto. Hopkins aún trataba de salir de debajo del pupitre que había volcado. Smith se limitó a quedarse tirado en el suelo, jadeando, y temblando de miedo y rabia. Los forúnculos seguían en su rostro, pero su número no había aumentado. Parecía estar calmándose lentamente, aunque debía de dolerle muchísimo. Dos amigos suyos, pálidos, se acercaron a él, y le pusieron las manos en los hombros.

Hermione giró sobre sí misma para fulminar con la mirada a la persona que, evidentemente, era la responsable de todo.

—Malfoy —logró articular Hermione con dificultad; la rabia hacía que las cuerdas vocales le temblaran—. So puerco…, so malvado…

No pudo añadir nada más. Pucey y Entwhistle, desarmados, se abalanzaron sobre ella al instante, pillándola desprevenida. Pucey le arrancó la varita de las manos. Entwhistle le sujetó los brazos con firmeza en la espalda mientras que su compañero, con la varita de la chica en ristre y una maligna sonrisa en los labios, agarró un mechón de su espeso cabello y lo cortó de forma desigual con un sencillo pero desafortunado Diffindo.

—¡DESGRACIADO, NO ME TOQUES! —advirtió la chica, frenética, tratando de soltarse de ellos y viendo al mismo tiempo cómo mechones de su cabello castaño caían a su alrededor. El resto de alumnos ahogaron un grito de espanto. Unos pocos alumnos alzaron valientemente sus varitas y las apuntaron hacia ellos, pero el resto de seguidores de Malfoy que quedaban en pie, y que no habían intervenido hasta el momento, se posicionaron delante en actitud agresiva. Hopkins se unió a ellos, aún luciendo algo aturdido por el golpe.

Binns fue el único que no se inmutó ante lo ocurrido. Ni siquiera alzó su fantasmal mirada. El resto de alumnos ni siquiera recordaban que estaba allí, y al fantasma parecía sucederle lo mismo con ellos.

—¡Monstruos! ¡Degenerados! —seguía chillando Hermione, pataleando con todas sus fuerzas, sin el menos éxito. Pucey continuaba recortándole el cabello de cualquier manera, divirtiéndose ante la rabieta de la joven.

Nott se puso en pie de un salto, blanco como el papel. Rodeó como pudo el centro del barullo y casi corrió hasta llegar al lado de Draco. Éste seguía sentado sobre la mesa, sin mover ni un músculo, y mirando hacia Granger con fiera satisfacción en su clara mirada.

—Draco, para —jadeó Nott, tan pronto estuvo a su lado. Su amigo ni siquiera lo miró—. Hablo en serio, diles que paren. Solo te obedecen a ti —más silencio e indiferencia por parte de su compañero. Nott apretó los dientes—. ¡Draco, párales! —exclamó con más fuerza, obteniendo la misma respuesta por parte del joven rubio.

—¡Que me soltéis, cobardes! —continuaba Hermione sin tregua—. ¡SOLTADME!

En efecto, terminaron soltándola, pero no sin antes encargarse de recortar su cabello chapuceramente, de forma desigual, hasta dejarlo de una largura que no llegaba a los hombros. Cuando la liberaron, Hermione cayó al suelo de rodillas en medio de un pequeño montón de su propio cabello, pero se levantó de un salto echando tal cantidad de chispas por los ojos que no le hubiera extrañado que llegasen a quemar a los dos jóvenes. Contempló, colérica, cómo sus dos torturadores se reían de ella con sonoras carcajadas. Pucey arrojó la varita de la chica a sus pies, sin dejar de carcajearse.

Hermione la recogió de un rápido movimiento. Aprovechando que los dos estaban demasiado ocupados riéndose de ella, se abalanzó sobre Malfoy, aferrándole la parte delantera de la túnica con ambas manos y colocándose a apenas un palmo de su rostro.

—¡TÚ! —le escupió Hermione, con tanta ira que las palabras pudieron haberlo perforado— ¡Tú, asquerosa, vil y malvada cucaracha, ¿les has dicho que me hagan esto?!

—No —respondió el chico con total tranquilidad, sin inmutarse, como si le hubiera preguntado si llevaba reloj. Nott, a su lado, sí pareció sobresaltarse ante la reacción de la chica—. Simplemente les dije que te dieran tu merecido si volvías a meterte en mis asuntos. El merecido lo han pensado ellos solitos. Y te agradecería que no pusieras tus repugnantes manos sobre mi ropa —añadió, arqueando una ceja y mirando con desprecio sus manos, las cuales sujetaban firmemente su túnica.

Hermione lo contempló durante unos segundos con aspecto de ser una bomba a punto de reventar. Su rostro, congestionado y brillante, enmarcado por el cabello aún más desastroso de lo habitual, perdió el color ante sus palabras. Fue como un golpe que le devolvió la razón.

—¡Bueno, ya está bien! ¡Tú y yo vamos a hablar muy en serio! —le gritó Hermione. Tiró de él súbitamente, usando toda su fuerza, tratando de bajarlo de la mesa. Lo inesperado de ese gesto pilló a Draco totalmente desprevenido, con lo cual no reaccionó a tiempo de evitarlo y se vio obligado a descender al suelo. Tan pronto sus pies se posaron en las baldosas, Hermione, sin dejarle reaccionar, lo arrastró sin vacilar hasta una puerta que se encontraba a su lado, la cual conducía a un antiguo despacho.

—¡Eh! —exclamó uno de los compinches de Draco, dejando de reír y dándose cuenta de lo que sucedía—. ¡Granger, no te acerques a…!

No sirvió de nada su amenaza, pues la puerta se cerró de un portazo tras Hermione y Malfoy.

La habitación no era más que un pequeño habitáculo de apenas dos metros de largo por otros dos de ancho, cuya capacidad era mayormente ocupada por un gran escritorio, perteneciente seguramente a algún profesor que antiguamente ocupase esa aula. Había un par de estanterías a ambos lados llenas de libros con antiguos expedientes, frascos extraños y polvorientos, y rollos de pergaminos sin usar. Una diminuta ventana alta que daba a los jardines era la única iluminación del lugar, a excepción de la fina línea de luz que se divisaba alrededor del marco de la puerta.

—Muy bien, Malfoy —sentenció Hermione, apoyando la parte baja de su espalda en el borde del escritorio, con los brazos firmemente cruzados. Había cerrado la puerta con un rápido Fermaportus para que nadie los interrumpiese—. Vamos a hablar claro de una vez. Somos adultos, así que vamos a comportarnos como tales. ¿Por qué, si es que puedes justificarlo, estabais agrediendo de esa manera a Smith?

—Yo no le estaba agrediendo —replicó Draco con sorna, parado de pie frente a ella, mirando fijamente una estantería, también con los brazos cruzados. Su aspecto transmitía una profunda impaciencia. Hermione comenzó a plantearse seriamente si había sido buena idea meterse a solas en un despacho con un Draco Malfoy previamente cabreado, pero su propia furia la había traicionado. Quería hablar con él a solas, sin más tonterías, sin que nadie los interrumpiese. Pretendía apelar a su madurez y su razonabilidad.

Si es que tenía algo de eso.

Mantenía todos los sentidos alerta, dispuesta a atacar a Malfoy a la primera muestra de amenaza, pero él no parecía interesado en hacerle nada. Solo parecía tremendamente aburrido y deseoso de salir de allí.

—¿Por qué —volvió a comenzar Hermione, bajando un poco el tono de voz para mantener a raya su frustración— estaban tus compinches deformando el rostro de Smith y tú te limitabas a mirar? Te recuerdo que eres Prefecto. ¿Qué ejemplo es ese para los otros alumnos?

—Se metió conmigo —resumió el rubio con desgana, componiendo una mueca de desinterés que pareció forzada. Sus ojos claros brillaron en la penumbra—. Durante el juego. No ha sabido perder.

—¿Eso es todo? ¿Se metió contigo? —replicó Hermione, enrojeciendo de indignación—. ¿Qué… diantres te ha dicho para que le hagáis eso?

—¿Acaso te importa? —espetó Draco, volviendo el rostro a ella con brusquedad—. O, mejor dicho, ¿te incumbe?

—No, desde luego, no me importa —admitió Hermione cerrando los ojos un instante y suspirando—. Digas lo que digas mi respuesta va a ser la misma: que nada de lo que haya dicho justifica lo que le estabais haciendo. Pero sí que me incumbe.

—¿Ah, sí? —se burló el rubio arqueando las cejas—. ¿Por algún motivo especial o es simplemente que tienes la necesidad de meter tus deformes narices en todas partes?

Hermione apretó los dientes, tragándose los mil y un insultos que borboteaban en su garganta. Pero no, no podía rebajarse a su nivel. Tenía que seguir a su manera, no iba a seguirle el juego.

—Soy Prefecta, Malfoy, y tú también, aunque no lo aparentes —masculló Hermione, ignorando su tono y sus palabras—. A veces no te entiendo… Eres el mejor de tu curso de Slytherin después de Theodore Nott, y eso demuestra que no tienes un pelo de tonto. ¿Por qué entonces haces cosas tan estúpidas?

—A lo mejor soy estúpido —se mofó Draco, mirándola con ironía. El acalorado sonrojo en el cuello de la chica aumentó.

—Déjate de tonterías. Te estoy hablando muy enserio —siseó ella, poniendo los brazos en jarras y fulminándolo con la mirada—. ¿Por qué haces cosas tan horribles? ¿Por qué te comportas como un delincuente?

Draco se pasó la lengua por la superficie de los dientes. Aún con una media sonrisa forzada en sus labios. Como si no se permitiese mostrar otra cosa que no fuese burla ante sus críticas.

—Y los Hufflepuff vitorean a su campeona... En fin, Granger, si te soy sincero no sé por qué estoy aguantando esto. Habías conseguido intrigarme, creía que tendrías algo más interesante que decirme; pero, para variar, solo me haces perder el tiempo —replicó él a su vez, dedicándole una mirada llena de desdén y dándose la vuelta para salir por la puerta—. Y en un espacio tan pequeño enseguida empieza a apestar a sangre sucia… Me largo.

Hermione se permitió tomar una urgente bocanada de aire. Rabiosa.

—No te atrevas a huir —saltó, avanzando hacia él y apoyando una mano en su hombro para retenerlo—. No pienso dejarte hacer lo que te dé la gana… Voy a…

Sucedió en un rápido movimiento que sus ojos no alcanzaron a captar. De pronto Malfoy estaba frente a ella, arrinconándola contra la mesa. Una mano se cerró firmemente en torno a su cuello y con la otra la apuntó a la cara con la varita, clavándole la punta en una mejilla.

Suficiente, Granger. Lo que yo haga, o no, no es asunto tuyo —susurró Malfoy a un palmo de su rostro, apretando su agarre—. Y tú no vas a hacer nada…

Hermione jadeó y farfulló, alzando ambas manos intentando apartar la del chico sin éxito. La había pillado por sorpresa. Ni siquiera lo había visto sacar la varita. Lo único que lograba distinguir ante ella eran los grises ojos del Slytherin asesinándola con la mirada. Unos ojos que le provocaron escalofríos por toda la espalda. Unos ojos que solo mostraban odio.

«Es muy fuerte…», pensó Hermione, notando cómo el aire en sus pulmones comenzaba a ser escaso. «Me está ahogando…»

—Te lo advierto —añadió Draco, en un susurro aterradoramente sereno. Con calma. Como si ella no se estuviera quedando sin aliento—, si vuelves a entrometerte en mis asuntos te haré algo peor, sangre sucia. Si de repente aparece un gilipollas y se mete con mi padre, como ha hecho Smith, haré que lo pague. Y ni tú, ni nadie, me lo va a impedir.

La soltó tan rápidamente como la había agarrado, con tanta brusquedad que la chica perdió el equilibrio y se vio obligada a aferrarse al escritorio para no caer. Malfoy se alejó de ella en dirección a la puerta sin siquiera dirigirle una última mirada. Hermione se apoyó en la mesa con una mano mientras con la otra se frotaba la garganta, tosiendo y jadeando, tratando de recuperar el resuello. Su última revelación activando su cerebro.

¿Smith se había metido con Lucius Malfoy? Hermione no se lo esperaba, y ni por asomo había escuchado nada. ¿Qué habría dicho? ¿Alguna burla sobre su encarcelamiento en Azkaban? Era lo más probable. Habían pasado dos años desde la condena de Lucius Malfoy a cadena perpetua por el hecho de ser mortífago, pero era evidente que todavía había personas que creían podían utilizarlo como ataque hacia Draco. Como una forma de hacerle daño. Podía entender que Draco se hubiera puesto furioso… pero no podía justificar de ningún modo su comportamiento. Ni pensaba tolerarlo.

De pronto había más luz a su alrededor, de modo que alzó la vista, intrigada, y al hacerlo alcanzó a ver la oscura sombra del rubio cruzar el umbral de la puerta. Parecía haber deshecho su hechizo.

Sintió una intensa oleada de impotencia y rabia. Sin vacilar, salió del despacho tras él a grandes zancadas. Fuera todo seguía tal cual lo habían dejado, con Smith sentado en el suelo rodeado de sus amigos, los secuaces de Malfoy dándole la espalda al pequeño montón de cabello castaño que había pertenecido a la chica, y encarando a los pocos alumnos que se habían mostrado de parte de Hermione, dispuestos a defenderla. Nott también seguía en pie junto a la mesa sobre la que Draco había estado sentado, pero se acercó a su amigo al ver que éste salía del despacho por delante de Hermione.

—¡Malfoy! —gritó la chica, con voz algo rota por su reciente intento de ahogamiento. Éste detuvo sus andares y se giró a verla con su particular mirada fría y desdeñosa—. ¡Ni se te ocurra pensar que tus amenazas me asustan, ¿entendido?! ¡Esto no va a quedar así!

Tras esas palabras, se hizo un silencio en el aula casi palpable. Todos los presentes miraban alternativamente a Malfoy y a Hermione, atónitos, cual espectadores de un partido de tenis. Hermione respiraba agitadamente y tenía los nudillos blancos. Draco la miró de arriba a abajo con arrogancia y un claro menosprecio. Se oyó el vibrante sonido del timbre que puso fin a la clase de Runas Antiguas.

—Vámonos —fue lo único que salió de los finos labios de Draco, para después salir por la puerta del aula con las manos en los bolsillos, precediendo a sus compinches.

A pesar de la tensión que reinaba en el aula, cuando sonó el timbre, pareció que el mundo volvía a avanzar a velocidad normal. Hermione contempló, con los nervios todavía a flor de piel, cómo algunos de sus compañeros atendían a Smith, el cual se levantaba del suelo con visible mal humor y sin aceptar la ayuda de nadie. Mientras, reflexionaba sobre cómo ocultar ante Harry y Ron el desastroso corte de pelo que le habían hecho. Al menos hasta que lograse remediarlo con algún útil hechizo.


Afortunadamente, la agresión a Zacharias Smith no pasó a mayores. El chico no acudió a las siguientes clases de Runas Antiguas, pero Hermione solo necesitó mantener una breve conversación con uno de sus amigos para saber que se encontraba bien. Al parecer, todavía tenía marcas en la cara debido a los forúnculos. Además, obviamente, y dado que las clases no estaban siendo muy productivas, prefería saltárselas para no ver la cara de Malfoy. Hermione no podía culparle. Ni Smith, ni ninguna de las personas que presenciaron lo ocurrido tuvieron el valor necesario para denunciarlo ante los profesores. Ni siquiera Hermione lo hizo.

Pero en su caso no fue por falta de valor, sino por algo muy distinto. Era un asunto de honor, de orgullo. Malfoy no la consideraba rival para él, y ella se encargaría de cambiar eso. Deseaba ser ella la que le hiciese pagar a Malfoy por todo lo que estaba haciendo. Deseaba demostrarle que no le tenía miedo, que ella podía derrotarle. Su sentido común le decía que se olvidase de esa actitud orgullosa, y que lo denunciase antes de que ocurriese algo realmente grave, pero su terco corazón Gryffindor no se lo permitía. Era como si las peleas y discusiones que estaba teniendo con Malfoy fueran algo privado entre ellos dos, que no incluyese a nadie más. Algo que debían solucionar ellos solos.

Por ello, ni siquiera les había contado a Harry y Ron lo sucedido. Había ido corriendo a la biblioteca, y después a un baño de ese mismo piso, para arreglar su desastroso cabello con un práctico hechizo, logrando dejarlo tan enmarañado como siempre y de su largura normal, antes de ir en busca de sus amigos.

La noticia de la agresión tampoco se extendió demasiado por el castillo, dado que pocas eran las personas que estaban al corriente de lo que estaba sucediendo en las clases de Runas Antiguas en ausencia de la profesora Babbling. Ya habían pasado tres días, y Hermione pudo por fin acorralar a Theodore Nott cuando terminó la clase de Aritmancia a segunda hora de la mañana.

—Dime inmediatamente cuál es el punto débil de Malfoy —le espetó, tan pronto lo encaró en el marco de la puerta que el chico tenía intención de cruzar. Nott la miró con desconcierto.

—¿Qué? —logró articular.

—Malfoy tiene que tener algún punto débil, una debilidad, ¡algo! Cualquier cosa que podamos usar en su contra —exclamó Hermione. Parecía furiosa y estresada a partes iguales—. No pienso dejar las cosas como están. No quería rebajarme a su nivel, pero veo que no tengo elección. Él se lo ha buscado —entrecerró sus redondos ojos, los cuales emitieron chispas—. Si tengo que jugar sucio, lo haré. Voy derrotarle con sus mismas armas. ¿Él se aprovecha de que Binns pasa de todo? Pues yo le sacaré partido a la que sea que es su flaqueza. Así que dime inmediatamente cuál es…

—No lo sé —desmintió Nott—. Te lo digo en serio, no sé cuál puede ser su debilidad —añadió apresuradamente al ver la fiera incredulidad en los ojos de la chica—. No digo que sea invencible, ni perfecto, pero no te va a ser nada fácil encontrarle un punto débil. Draco… puede ser muy gallito, pero es muy reservado para sus cosas.

—Todo el mundo tiene un punto débil —espetó Hermione, con firmeza, nada satisfecha con su respuesta.

—Estoy de acuerdo, y no te digo que no lo tenga, sino que yo no sé cuál es. No puedo ayudarte.

—¡Pues eres el único amigo que tiene con algo de cerebro, el único que quiere pararle los pies! —exclamó Hermione, histérica, mientras ambos caminaban a través del pasillo del primer piso lleno de alumnos—. ¿A quién le puedo preguntar si no? ¡Si les pregunto a Crabbe y Goyle solo obtendré gruñidos cavernícolas por respuesta!

Nott pareció estar a punto de reírse, pero se contuvo ante el mal carácter que tenía la joven Gryffindor en ese momento. Se puso serio de pronto.

—Mira, Granger, te voy a ser sincero, no sé el punto débil de Draco; pero si lo supiera tampoco te lo diría. Es mi mejor amigo después de todo, y tampoco es que tenga una gran variedad de amigos como para prescindir de él.

Hermione pareció ofenderse.

—¡Creía que querías que le parase los pies, al menos eso me dijiste! ¿Y ahora me dices que no quieres colaborar?

—Quiero ayudarte a conseguir que cambie de actitud, pero no de esa manera.

—¿Y cómo sino? —estalló Hermione—. Con ese bruto de Malfoy no existe la forma de hacerle entrar en razón "por las buenas". Está descontrolado, Nott. Se comporta peor que nunca y lo peor de todo es que no parece haber nadie capaz de hacerle frente. Precisamente tú deberías hacer algo, eres su mejor amigo después de todo…

Nott soltó una lúgubre risotada.

—Qué inocente eres, Granger —dijo, sacudiendo la cabeza, casi divertido—. ¿De verdad crees que yo soy capaz de enfrentarlo? Draco no va a cambiar por mucho que yo se lo pida. Ya te he dicho que he intentado hacerlo entrar en razón, de verdad que lo he intentado, pero no ha servido de nada…

Hermione lo miró con rencor durante unos segundos, para después girar el rostro y quedarse mirando al suelo de piedra.

—Pues sin saber su punto débil no sé cómo detenerlo —pensó la joven, en voz alta, para sí misma—. Si a ti no te escucha, ya te imaginarás lo mucho que me está escuchando a mí.

—Ya se te ocurrirá algo —la animó Nott con cautela—. Eres terca, ya solo con eso estás fastidiando mucho a Draco. Te lo aseguro.

La joven forzó una sonrisa casi sin quererlo, aunque se sentía bastante deprimida. No tenía ni idea de qué hacer respecto a Malfoy, y el no lograr solucionar un problema no era algo que llevase precisamente bien. Chocaba mucho con su carácter perfeccionista. Era trabajadora, y luchaba por conseguir lo que quería, pero sentía que, por mucho que luchase, no era capaz de solucionarlo.

¿Cómo podía la existencia de Malfoy ser tan molesta?

Nott, por su parte, mientras la joven reflexionaba, había fijado su azul mirada en un tablón de anuncios para leer un cartel en el cual informaban que habían cambiado el orden de varias clases del día siguiente.

—Anda, mira, los de Slytherin mañana a primera hora tenemos Transformaciones en lugar de Encantamientos… —comentó con un hilo de voz, cambiando de tema drásticamente.

Hermione frunció los labios, comprendiendo que Nott quería alejar por todos los medios a Draco de la conversación y que no iba a sacar nada en claro de él. Se sentía decepcionada. Hablar con Nott era su última esperanza para encontrar algo con lo que enfrentar a Malfoy. Volvía al punto de partida.

—Ya, qué bien… —murmuró, distraída—. Bueno, voy a buscar a Harry y Ron para ir con ellos a Encantamientos. Ya… nos veremos mañana, en clase.

—Sí, claro —la despidió Nott, con una diminuta sonrisa que pretendía ser amigable, y que no lograba ocultar su alivio porque la conversación hubiera acabado.

La chica se dio la vuelta y se alejó por el pasillo. Subió varias escaleras en dirección al séptimo piso, hacia su Sala Común. Mientras caminaba en silencio, se preguntó cuál podría ser su siguiente paso. Su conversación con Nott había sido del todo infructuosa… ¿Y ahora qué?


La clase de Encantamientos del miércoles por la tarde era uno de esos momentos en los cuales podías relajarte y coger fuerzas para superar el ecuador de la semana. El profesor Flitwick era un profesor paciente que permitía a sus alumnos cierta libertad a la hora de practicar los encantamientos. Generalmente, las clases de dicho profesor terminaban convirtiéndose en pequeñas junglas, en las cuales los hechizos volaban sin control por todas partes.

Otro de los beneficios de las clases de Encantamientos, era que podías mantener conversaciones privadas sin que nadie te prestase atención.

—Es sorprendente que no haya habido ningún ataque —comentaba Harry en un susurro, mientras practicaban sin mucho ánimo el Encantamiento Snufflifors—. Tanta calma me tiene muy intrigado… Lo lógico hubiera sido que, ahora que todo el mundo sabe que ha vuelto, ataque con más tranquilidad, pues ya no tiene que tener miedo de ser descubierto.

—Quizá tiene miedo de que le atrapen si comete algún error en sus ataques—murmuró Ron con vacilación—. Por eso intenta pasar desapercibido…

—¿Miedo? ¿Voldemort? —replicó Harry en un susurro incrédulo—. Nadie logró atraparlo, ni cuando estaba en su momento de mayor poder. No tendría por qué tener ningún miedo; al contrario. Su forma de actuar es muy sospechosa… Está planeando algo, estoy convencido de ello.

—Quizá quiere que la gente se olvide del tema para… —empezó Ron, antes de verse interrumpido.

—¡Bien hecho, señorita Granger! —alabó de pronto la aguda voz de su pequeñísimo profesor, llegando a donde ellos estaban—. Pero, ¿no cree que debería ir a buscar a su ratón y convertirlo en libro de nuevo? Para seguir practicando, más que nada…

Hermione, sentada junto a ambos chicos, volvió al mundo terrenal de golpe, enderezándose cuanto pudo en la silla.

—¿Eh? ¡Ah, sí, sí, por supuesto, profesor! —exclamó, avergonzada.

Había pasado los anteriores cinco minutos mirando la mesa vacía, sin mover ni un músculo, mientras el libro que había logrado convertir en ratón al primer intento había huido, y ahora deambulaba por la agitada aula. La joven murmuró el encantamiento convocador para volver a atraer al escurridizo ratón negro hasta sus manos.

—Venga, venga —la regañó suavemente Flitwick—. Y vosotros también, chicos, haced el favor de aprovechar el tiempo —añadió, mirando a Harry y Ron con severidad y luego alejándose a pequeños pasitos.

—¿Y a ti qué bicho te ha picado? —se extrañó Ron, mirándola con recelo, cuando el profesor se hubo alejado lo suficiente.

—No sé de qué hablas —respondió Hermione en voz baja, centrando su atención en el ratoncillo que tenía delante y agitando la varita para volver a convertirlo en un libro de pastas negras.

—¡Claro que sí! ¡No nos trates como a tontos! —protestó el pelirrojo, ignorando su libro, que seguía perfectamente exánime—. Últimamente estás en las nubes, hasta Ginny nos lo ha dicho. ¡Hasta Flitwick te ha echado la bronca!

Hermione tragó saliva y se mordió el labio. Era consciente de que Ron tenía razón, pero no podía evitarlo. No podía dejar de darle vueltas a la situación de Runas Antiguas. No podía evitar reflexionar una y otra vez sobre ello, día tras día, acción que la estaba manteniendo totalmente distraída. Incluso durante la comida había estado completamente ensimismada, provocando el desconcierto de sus amigos. Consecuencia: Harry y Ron estaban preocupados pensando que le había pasado algo, y, para su propio pánico, incluso su atención en las clases estaba disminuyendo.

—No me pasa nada —repitió Hermione tozudamente, esquivando las miradas de ambos amigos y convirtiendo su libro por segunda vez, con éxito, en un vivaracho ratón—. Sólo estoy cansada por tener tantas asignaturas, nada más.

—Eso es comprensible, dado que cursas más que cualquier estudiante medio, pero ¿seguro que no te pasa nada más? —insistió Harry, suspicaz—. ¿Es por el asunto de Runas Antiguas?

Hermione suspiró para sus adentros. Se sintió algo avergonzada. Ya había preocupado bastante a sus amigos con el tema; tenía que intentar solucionarlo ella sola, sin inmiscuirlos a ellos. Ellos ya tenían sus propias preocupaciones.

—Sí, bueno, ese asunto sigue siendo molesto —improvisó Hermione apresuradamente, tratando de expresarse con naturalidad—, pero ya está casi solucionado, no ha pasado nada peor. Enseguida acabará todo. No os preocupéis por mí, en serio. Estoy perfectamente.

Sus amigos continuaron mirándola con preocupación, pero no pudieron insistir más pues Dean Thomas y Seamus Finnigan, que estaban sentados inmediatamente delante de ellos, se habían girado para hablarles después de dejar por imposible el ejercicio de convertir un par de libros de texto en ratones. Neville estaba sentado con ellos, pero él seguía muy concentrado en el ejercicio, aunque sin resultados visibles.

—¿Os habéis enterado de lo que comenta la gente sobre Halloween? —preguntó Dean visiblemente contento.

—¿Halloween? —repuso Ron, aturdido—. ¡Ah! Es este viernes ¿no? —recordó de pronto, abriendo mucho sus ojos azules. El moreno asintió—. No hemos oído nada, ¿qué comentan?

—Que Dumbledore va a traer a Lorcan d'Eath para que cante durante el banquete —respondió Seamus, emocionado—. ¿No es genial?

—¿Quién es Lorcan d'Eath? —preguntó Harry con curiosidad.

—Un cantante medio vampiro muy popular entre los magos —respondió Hermione inmediatamente—. Comenzó su carrera en…

—La revista Corazón de Bruja lo ha nombrado varias veces Hombre de la Década —interrumpió Parvati Patil entusiasmada, que estaba sentada delante de Seamus, Dean y Neville, y había estado escuchando la conversación—. ¡Es tan guapo! —añadió con un suspiro teatral.

—Sí, pero su pasado es muy interesante —protestó Hermione, ofuscada—. Ha tenido muchas dificultades por su mitad vampira y…

—Pues dicen que Dumbledore va a traerlo —volvieron a interrumpirla, esta vez Seamus—. Intentaré que me firme una camiseta que tengo con su foto…

—No creo que venga —protestó una tímida vocecilla. Neville también se había dado la vuelta para intervenir en la conversación—. Va a estar tres meses de gira en Transilvania, y tiene la agenda apretadísima. Lo sé porque mi abuela va a ir a uno de sus conciertos.

—¿En serio? —se quejó Dean, decepcionado—. Pues vaya chasco.

—Eso os enseñará a no creeros los chismes de la gente —dijo Ron con suficiencia. A continuación añadió con ensoñación—: A mí lo que de verdad me ilusiona de Halloween son esos dulces glaseados con forma de hueso, esos pasteles de calabaza con arándanos, esos muffins de fresa…

—No voy a quitarte ojo durante toda la noche, quiero saber cuánto puedes llegar a comer… —bromeó Seamus. Lavender se echó a reír sonoramente.

La conversación continuó. Hermione los miraba tratando de parecer interesada, pero al mismo tiempo no escuchaba casi nada de lo que decían. Sus conversaciones le parecían, en ese momento, superficiales y sin sentido, en comparación con las preocupaciones que ella tenía en su interior. Y se sintió bastante egoísta por pensar así.

Contuvo un suspiro. Tenía que solucionar lo que estaba sucediendo, era incapaz de dejar las cosas como estaban. Y, para ello, tenía que detener a Malfoy de una vez por todas. Pero, ¿cómo?

Nott no había querido ayudarle, y Malfoy no iba a revelarle su punto débil por las buenas. Si quería descubrir algo de él que poder utilizar en su contra y en beneficio de todos, para que dejase de hacerle la vida imposible a todo el mundo, tenía que actuar. Investigar cosas sobre él. Espiarle.

Espiarle.

Hermione tragó saliva. Ahí estaba la solución. Siguiéndole, espiándole, quizá Malfoy le desvelase algo de utilidad sin ser consciente siquiera. Pero era una locura. ¿Cómo iba ella a espiar a Draco Malfoy? Recordó cuando tomó poción multijugos en su segundo año… y las cosas no salieron del todo bien. Cola de gato incluida. ¿Debería volver a intentarlo así? No, si Malfoy no le había revelado ni siquiera a Nott, su mejor amigo, su punto débil, no lo haría con nadie en quien ella se convirtiera. Conversar con él no serviría. Y tampoco podía pasarse el día entero convertida en cualquier Slytherin y siguiéndolo a todas partes: tenía una vida que vivir y clases a las que asistir. Debería espiarlo sutilmente, sin que él se enterase, cuando encontrase la oportunidad… Era una idea terrible y peligrosa. Su sentido común le gritaba que no podía hacer algo semejante, pero su conciencia le obligó a hacerlo.

Tenía que intentarlo.

Y, tras tomar esa decisión, devolvió su atención a Harry y Ron, los cuales charlaban animadamente. Agradeció enormemente el que ninguno de los dos supiera Legeremancia. No podía dejar que ellos se enterasen de lo que iba a hacer, y le dolía horrores tener que ocultarles algo así. Odiaba mentirles.

«Lo siento mucho, chicos, pero tengo que hacer esto…», se disculpó en su mente, justo cuando Flitwick venía a reprenderlos de nuevo por perder el tiempo tan descaradamente en sus clases.


¡Listo! ¿Qué os ha parecido? 😍

Pobre Hermione, cómo la hago sufrir en esta historia, con lo que yo la quiero 😂 Ha tenido una pelea bastante intensita con Draco, con intento de estrangulamiento y amenaza con varita incluido, pero ni así va a darse por vencida. Al revés, ha tomado la firme decisión de darle su merecido. Cueste lo que cueste. Es demasiado cabezota como para quedarse de brazos cruzados, y me encanta. Ojalá yo fuese así, pero no tengo tanto carácter como ella 😂

Nott no parece por la labor de ayudarla tanto, es demasiado fiel a Draco a pesar de todo 😅 Así que la chica ha tomado finalmente la decisión de intentar espiarle para encontrarle algún punto débil. Aunque no cree que sea nada fácil, y yo tampoco ja, ja, ja 😂 ¿qué opináis? ¿Creéis que lo conseguirá? 😏

¡Muchas gracias por leer! Ojalá os haya gustado, espero con ganas vuestros comentarios, contadme qué os ha parecido.

¡Un abrazo fuerte! ¡Hasta el próximo! 😘