¡Hola a todos! ¿Cómo estáis? 😊 Me he retrasado un poco con este capítulo, lo siento mucho, no pretendía haber tardado un mes en publicar. Pero, bueno, ¡ya estoy aquí! 😅

Muchas gracias, de corazón, a todos los que estáis leyendo la historia. Me hace muy feliz saber que os está gustando, tanto si dejáis comentario como si no. ¡Muchas gracias! 😍

Muy bien, poneos cómodos, proseguimos con la historia 😎. ¿Cómo estarán los ánimos entre Draco y Hermione después de la discusión de Halloween? Vamos a comprobarlo… 😏


CAPÍTULO 6

Soberbia

El sol se encontraba en lo alto del cielo, bañando los jardines con una agradable y brillante luz otoñal. Las ventanas del castillo emitían destellos que las hacían parecer de diamante, y las nubes blancas que flotaban sobre las torres más altas añadían una belleza especial al paisaje.

Se encontraban a mediados de otoño, y la caída de la hoja parecía acelerarse por momentos. Los jardines de Hogwarts presentaban colores anaranjados y cobrizos, y pocos eran los árboles que aún conservaban alguna hoja. Hojas que, por consiguiente, adornaban el suelo a modo de crujiente manto.

—Te digo con sinceridad que estás entrenando al equipo de Quidditch de Gryffindor maravillosamente, Harry —comentaba Hagrid, muy entretenido en apartar con un rastrillo las hojas que cubrían el suelo de su huerto de calabazas casi vacío. La fiesta de Halloween había obligado al guardabosque a utilizar la mayor parte de sus adoradas hortalizas para decorar el Gran Comedor.

—Gracias, Hagrid —sonrió el joven moreno, apoyado junto a Ron en el muro de la cabaña del semi-gigante, mientras lo observaban trabajar—. Si mis entrenamientos sirven para que mañana derrotemos a Slytherin, por mi parte todo perfecto. Además, hoy había excursión a Hogsmeade, y todos los del equipo hemos decidido no ir para poder entrenar. Están muy concienciados…

—Vais a ganar seguro. Os estáis esforzando mucho —aseguró Hagrid, volviéndose y sonriéndole bajo su enmarañada barba—. Que te lo diga Hermione, ¿verdad que juegan genial?

—Desde luego que sí —coincidió la chica noblemente, sentada en las escaleras del porche del guardabosques, mientras jugueteaba con una hoja seca y amarilla entre los dedos—. Vuestra técnica es casi impecable, y todos los jugadores son muy buenos en su posición. Has hecho buenas elecciones.

—No todos somos buenos —murmuró una voz deprimida. Harry, Hagrid y Hermione observaron con impaciencia a un abatido Ron, que se miraba los grandes zapatos, alicaído.

—Sí que lo eres —protestó Hermione, cubriéndose la boca con la bufanda que llevaba alrededor del cuello para protegerse del viento seco—. Tu único problema son los nervios. Si controlas eso, tenéis el partido en el bote.

—¡No sé controlar los nervios! ¡Ese es el problema! —protestó el joven pelirrojo, desesperado—. Y encima esos estúpidos Slytherins se empeñan en ponerme más nervioso aún…

—Lo hacen a posta, y lo sabes, no deberías darle ninguna importancia. No les tomes en serio —resolvió Hermione, encogiéndose de hombros—. Ignórales. Como si oyeses llover.

—Claro, como si fuera tan fácil —Ron resopló con impaciencia—. Seguro que el estúpido hurón de Malfoy ya tiene alguna jugarreta preparada para hundirme…

—¿Malfoy va a jugar mañana? —inquirió Hagrid, dejando el rastrillo a un lado, apoyado en la valla, y cogiendo el pequeño saco lleno de semillas de calabaza que Harry le estaba sujetando.

—Sí, claro —se asombró Harry—. Bueno, eso creo, al menos. No he oído lo contrario. ¿Por qué lo dices?

—No, no, por nada en concreto. Pero creí que lo habrían sancionado o algo. Últimamente ha tenido varios castigos con distintos profesores, y eso que el curso acaba de empezar —reveló Hagrid, comenzando a plantar las semillas.

—¿Malfoy castigado? —repitió Ron, intercambiando una mirada emocionada con Harry—. ¿Y eso por qué?

—Creo que porque no hace los deberes que os mandan. Alguna redacción que no ha entregado, y también alguna pelea fuerte… Pero nada del otro mundo —comentó Hagrid sin darle mucha importancia. Tanto Ron como Harry se deshincharon. Parecían esperar una razón más grave e interesante proveniente de su némesis—. Desde luego ese muchacho no tiene pinta de ser nada tonto, pero si no se esfuerza en las asignaturas, y además se mete en líos, no me extraña que lo castiguen.

—Malfoy falta a la mitad de las clases, eso es cierto —corroboró Ron, componiendo una mueca de desagrado—. Se pasa el día por ahí con sus amigotes haciendo el vago, ¿verdad?

—Sí —corroboró Harry, cruzándose de brazos—. Malfoy está más rebelde que de costumbre últimamente. Incluyendo lo de Runas Antiguas —miró a su amiga con empatía. Ella se limitó a poner cara de circunstancias, resignada—. Quizá le pase algo.

—A lo mejor mis plegarias han sido escuchadas, tiene alguna enfermedad terminal y quiere hacer el mayor daño posible antes de morir —murmuró Ron, esbozando una sonrisa soñadora.

—¡Ron! —se escandalizó Hermione al instante—. ¿Cómo puedes decir algo tan horrible?

—Oh, vamos, Malfoy nos deseará cosas peores, te lo aseguro —el joven pelirrojo resopló, frunciendo el ceño—. Lo que pasa es que tú eres demasiado buena. Pero no me negarás que el colegio estaría muchísimo mejor sin Malfoy… Y sin Snape ya sería la gloria.

Hermione frunció los labios y apartó la mirada, negándose a contestarle. Se le había puesto la piel de gallina bajo el grueso abrigo que llevaba. Recordó la voz de Malfoy con asombrosa nitidez, como si estuviese a su lado…

"Te mataré, sangre sucia..."

Cerró los ojos, intentando reprimir el escalofrío helado que la había invadido, e intentó tomar aire. Si solo pudiese borrar de su subconsciente las horribles palabras que Malfoy le había dicho días atrás…

—Procura no insultar a Snape delante de mí, Ron —pidió Hagrid, mirándole con una pequeña sonrisa bajo su poblada barba—. Recuerda que soy profesor.

—Ya... Perdona, Hagrid.

—Bueno, alejándonos del tema del chico Malfoy —añadió el guardabosques, encogiéndose de hombros—. ¿Por qué no has ido tú a Hogsmeade, Hermione? Harry y Ron tienen que entrenar, pero tú podías haber ido, ¿no?

—No me apetecía ir sola —replicó la chica, sintiéndose aliviada con el cambio de tema—. Ginny entrena con el equipo, Neville está enfermo y se ha quedado en su habitación, y Luna también se queda en el castillo, así que…

—¿Cómo han podido poner excursión a Hogsmeade en temporada de Quidditch? —se lamentó Ron, para después emitir un gruñido—. A mí me apetecía salir del castillo unas horas…

Unas sonoras campanadas provenientes de la Torre del Reloj provocaron que los cuatro mirasen en dirección al colegio instintivamente.

—Las cuatro —comentó Harry en voz alta, enderezándose—. Deberíamos ir yendo al campo. ¿Al final vienes a ver el entrenamiento, Hermione? ¿Qué has decidido?

—Hace algo de frío —repuso la joven, disculpándose con una sonrisa. Se puso en pie y se sacudió la falda—. Prefiero ir a la biblioteca, si no os importa.

—Como prefieras. Te vemos después, entonces —aceptó Harry, sonriendo, ya echando a andar ladera arriba. Ron tragó saliva sonoramente, comenzando a ponerse nervioso, y lo siguió—. Vendrás mañana al partido, ¿no, Hagrid? —añadió el moreno, volviéndose y andando de espaldas para poder mirarlo.

—Faltaría más. Estaré en primera fila. Os deseo mucha suerte, y espero que machaquéis a… digo, que os divirtáis —se corrigió, guiñándoles un ojo.


No eran muchas las personas que solían tener por costumbre ir a la biblioteca de Hogwarts a hacer los deberes, a no ser que fuese época de exámenes y tuviesen que estudiar duro. Solían preferir las Salas Comunes. Y, ni siquiera en esas épocas de exámenes, daba la sensación de que la estancia estuviese abarrotada. Aunque quizá se debiese a su amplitud, y a sus innumerables corredores llenos de estanterías repletas de polvorientos volúmenes.

Sea como fuere, había pocos alumnos aquella tarde de otoño, pues la mayoría había decidido que tenía todo el fin de semana por delante para estudiar, y había preferido disfrutar de las hojas amarillentas y resecas que cubrían el suelo. Y también de la excursión a Hogsmeade que habían programado para ese día, claro está.

Las pocas personas que había allí agradecían el aplastante silencio de la estancia. Aunque, a ratos, dejaba de ser aplastante cuando un sonoro e imprevisto estornudo rompía la calma.

—Salud —masculló Draco, alzando la vista de su pergamino casi en blanco y mirando a Nott con ironía—. Otra vez.

—Gracias —susurró el moreno, aunque con su congestión nasal sonó más o menos como "gnacia". Sacó un pañuelo más que usado de su bolsillo y se sonó la nariz con fuerza. Después de despejar medianamente sus fosas nasales, murmuró—: Voy a tener que ir a la enfermería otra vez. Ya llevo tres días, y cada vez estoy peor...

—Algo he notado… —ironizó Draco, pasando una página del ajado libro de consulta que tenía delante. Añadió más amablemente—: Puedes ir ahora. No me importa quedarme solo.

El moreno negó con la cabeza y volvió a sonarse la nariz antes de contestar.

—Es igual. Tienes entrenamiento a las siete, cuando los de Gryffindor acaben, ¿no? —Draco asintió con la cabeza secamente—. Pues iré a esa hora. Sobreviviré hasta entonces —enmudeció y, tras un par de atropelladas inhalaciones, un nuevo estornudo hizo temblar la mesa—. Creo —añadió con la voz tomada, sonándose de nuevo.

—¿Cómo has podido resfriarte así? Eres un debilucho —masculló Draco, pasando la mano un par de veces por la superficie de su pergamino, para eliminar las pequeñas gotitas con las que Nott lo había rociado.

—Tú también estás resfriado, no me lo niegues —contraatacó el moreno, mirándolo con las cejas arqueadas—. me has contagiado.

—Y una mierda —espetó Draco con desdén, sin darle ninguna importancia, enderezándose en la silla con chulería—. Siempre he tenido una salud de hierro. Jamás en la vida me he puesto enfermo.

—Claro que no, milagro médico —concedió su amigo con sarcasmo, volviendo a guardar su húmedo pañuelo. Draco frunció el ceño de forma amenazadora ante su burla, pero su amigo ni lo miró y se limitó a cambiar de tema como si nada—: Me alegro de no haber ido a Hogsmeade o me hubiese puesto aún peor, hace un frío que pela estos días… —Malfoy accedió a arquear las cejas, asintiendo con la cabeza un par de veces, dándole la razón a regañadientes—. Pansy sí que ha ido, por lo visto, con Daphne y Tracey. Las he visto sin el uniforme, subiendo al Vestíbulo.

—Deberías haber ido con ellas —dijo Draco, recuperando su tono socarrón—. E invitar a Daphne al Salón de Té de Madame Pudipié, a daros besitos, a cogeros de la manita… —se burló, poniendo voz aflautada.

Nott pudo notar cómo el calor de su propio rostro aumentaba sin control posible, de forma automática. Se mordió el labio inferior con fuerza para reprimir una sonrisa divertida y tratar de mantener su rostro inexpresivo. Draco siempre le tomaba el pelo con su compañera de curso Daphne Greengrass, pues el muy infeliz sabía lo mucho que le gustaba desde hacía años.

—Cállate, gilipollas —replicó con voz ronca, abochornado, dándole una patada por debajo de la mesa. Su amigo rio entre dientes—. ¿Sabes si Zabini ha ido? —inquirió con brusquedad, tratando de alejar el tema de conversación de Daphne.

—Me parece que sí —admitió Draco, aceptando dejarlo tranquilo, aunque seguía luciendo un vestigio de sonrisa algo maliciosa—. Con Crabbe y Goyle.

Nott lo miró con pasmo.

—¿Siguen siendo golpeadores o me he perdido algo? ¿No entrenan luego contigo?

—Bah, el Quidditch les importa una mierda. No piensan ir a entrenar —masculló Draco con desdén—. Hace días que no van. Demasiado esfuerzo para ellos, o yo qué sé. Aún no sé cómo siguen en el equipo… Porque son mis colegas, supongo —hipotetizó con petulancia, como si él fuera alguien muy influyente en la toma de decisiones del equipo de Quidditch.

Nott compuso una mueca de indiferencia, y se inclinó sobre su ya muy desarrollada redacción de Pociones para continuar con ella. Draco, resignado a la apatía de su amigo, no continuó la conversación. Pero tampoco hizo ademán de continuar con su redacción. En cambio, dejó la pluma sobre la mesa y se puso a juguetear con su antiguo anillo plateado de Slytherin, pensativo, dándole vueltas en su dedo anular.

—No sé si pasar yo también del entrenamiento —admitió Draco, en voz baja. Delineó con un dedo la serpiente en forma de "S" en relieve que lo adornaba, sin mirar a su amigo—. Estaba pensando en fingir que estoy enfermo y no ir tampoco al partido de mañana. No estoy de humor, la verdad.

Nott dejó de escribir y alzó la mirada para observar a su compañero con atención.

—En realidad no tienes que fingir nada, estás enfermo de verdad —corrigió Nott sin inmutarse. Draco lo fulminó con la mirada por debajo de su rubio flequillo.

—¿Eso es todo lo que tienes que decir? —replicó, molesto. Comenzando a arrepentirse de haber hablado.

—No. También iba a decir que deberías ir. Montague no te perdonará si faltas, no tiene tiempo de encontrar otro buscador… Y, si perdéis por algo así el partido contra Gryffindor, te asesinarán. O, peor, no te dejarán volver a poner un pie en Slytherin.

—Ya —masculló Draco con brusquedad, quitándose el anillo y dejándolo sobre la mesa, distraído. Le dio unas pocas vueltas, como si fuera una peonza, y después lo soltó y apoyó la cabeza en ambas manos, mirando el vacío—. Ya lo sé. Pero supongo que necesitaba que me lo recordaras.

Nott siguió mirándolo. Escrutando las facciones de su amigo. Buscando algo en ellas.

—¿Te pasa algo? ¿Hay algo concreto por lo que no te apetezca jugar al Quidditch? —cuestionó, en un tono más bajo pero más amable. Draco se encogió de hombros, sin definirse mucho.

—En realidad no. Simplemente no tengo ganas —respondió, en tono más defensivo, sin mirarlo a los ojos.

Nott le dedicó una mueca parecida a una media sonrisa.

—Creo que deberías venir después conmigo a ver a Madame Pomfrey. También estás enfermo, y lo sabes.

Draco lo miró con profundo menosprecio.

—Vete a la mierda.

Nott sonrió con más ganas y pareció dejarlo por imposible. Volvió a concentrarse en su redacción, dejando tranquilo a su colega. Draco en cambio resopló y siguió sin continuar con la suya. No le apetecía ni un pelo concentrarse en leer el libro que tenía delante. Sentía su cerebro lento y desconectado. La asignatura de Pociones se había vuelto endemoniadamente aburrida desde que el viejo Slughorn la impartía. Ese estúpido profesor tenía a Potter y a sus satélites entre algodones. No paraba de alabarlo, hiciera lo que hiciese. Oh, mira, Potter, has usado el cuchillo por el lado correcto, un millón y medio de puntos para Gryffindor. Patético. Y, como no podía ser de otra forma, también la insufrible de Granger era su otro ojito derecho. Pero eso no era novedad. Era el ojito derecho de la mitad del profesorado. Siempre lo sabía todo. Siempre tenía una jodida respuesta, instantánea, a cualquier pregunta. Él estaba moviendo los dedos para levantar la mano, y ella ya había respondido. Posiblemente, solo con la cantidad de respuestas que emitía, escuchaba más la voz de esa chica cada día que la de cualquiera de sus colegas. Y encima tenía que tener esa vocecita repelente y presumida. Ese tonito de sabelotodo insufrible lo sacaba de sus casillas...

—¡Hola, Nott! —saludó de pronto una voz en el mundo real, que tenía exactamente el mismo tono que la que estaba resonando en la cabeza de Draco. Éste se sobresaltó, preguntándose tontamente cómo lo había hecho para que sus pensamientos se escuchasen en voz alta.

Ambos amigos alzaron la mirada a tiempo de ver caer sobre la mesa, en el lugar donde había estado la mano de Malfoy instantes antes, una pila de libros y pergaminos de al menos cuarenta centímetros de alto. Los dos chicos se sobresaltaron ante el alud de libros, que hizo retumbar la mesa. Detrás de la montaña de volúmenes, apareció el acalorado rostro de Granger, casi sin aliento. Draco sintió al instante cómo un molesto escalofrío de asco le recorría la columna. Lo que le faltaba.

—Venía a traerte los apuntes que me pediste de la clase de Aritmancia de ayer, a la que faltaste —explicó Granger, jadeando débilmente. Mientras hablaba, se puso a rebuscar entre los libros y pergaminos que había dejado sobre la mesa, esparciéndolos sobre la superficie de madera mientras buscaba el adecuado. Colocando sus cosas encima de las de Draco. Y ni siquiera lo había mirado. Lo trataba como si fuese una lamparita llena de polvo—. Me he tomado la libertad de marcarte las fórmulas que dejó muy claro que entrarían en el examen, y las lecturas que recomendó para el mes que viene….

—Caray, gracias, Granger, no tenías que molestarte tanto... —aseguró el moreno con amabilidad, aunque visiblemente incómodo. Más consciente que nunca de la presencia de Draco frente a él. Resignándose a escuchar cómo su amigo implosionaría de un momento a otro.

Éste fulminaba a la chica con una mirada casi enajenada, como si no pudiera concebir siquiera que se hubiera acercado a ellos. Y menos aún que sus cosas estuvieran invadiendo su espacio. Draco parecía estar en un fuerte conflicto consigo mismo. Visiblemente decidido a gritarle que se largase de ahí, o a lanzarle algún maleficio especialmente desagradable, a poder ser no visible para Madame Pince. De hecho, se puso a pensar dónde tenía su varita. Pero, mientras lo hacía, se sorprendió escuchando la conversación. La calma con que Nott le respondía. Su presencia ahí parecía justificada. Estaba hablando con Nott. De las clases. De Aritmancia. Y Nott le respondía con amabilidad. Y ambos lo ignoraban a él.

—Ah, mira, aquí lo tengo —exclamó Granger, aliviada, entregándole un pequeño fajo de pergaminos—. No te preocupes, has elegido buen momento para ponerte enfermo, no estamos dando demasiado temario estos días. Casi todo ejercicios. ¿Vendrás a la clase del lunes? ¿O prefieres descansar? No me importa volver a cogerte los apuntes…

El moreno recogió los papeles con una tímida sonrisa y trató de decirle algo que comenzó sonando a "no creo que haga falta", pero que terminó convertido en un nuevo y sonoro estornudo.

—Salud —repuso Granger con desasosiego—. Veo que aún sigues resfriado, ¿no?

—Oh, no, esa es su manera de dar las gracias —ironizó Draco en un siseo, arqueando una ceja. Interviniendo por primera vez. Decidiendo que ya era suficiente. Que esa escena no tenía ningún sentido—. Curiosa, pero efectiva. Y también sirve para despedirte. Así que, si no te importa...

—Deberías ir a la Enfermería, Nott, o no te curarás nunca. Estos días todo el mundo está cayendo enfermo —prosiguió la joven, sonriendo comprensiva, como si la voz de Malfoy no fuese más que el casi inaudible zumbido de una mosca. Ni siquiera dio señales de haberlo oído. El rubio entrecerró sus ojos claros. Y abrió los orificios de su nariz. Lo estaba ignorando. Con todo descaro. La muy soberbia se atrevía a ignorarlo. A él. Esto era inadmisible. Pues que no se esperase otra cosa por su parte...

Draco volvió a inclinarse sobre su redacción y fingió estar escribiendo con una concentración antinatural. Como si Granger no existiera. Donde las dan, las toman.

—Ya fui ayer, antes de la clase de Aritmancia a la que falté, y Madame Pomfrey me dio una Poción Vigorizante —comentó Nott, observando de reojo a su amigo, el cual había empezado a escribir como un desquiciado.

—¿Y no te dio una Poción Pimentónica? —se extrañó Hermione, ignorando una ruidosa salpicadura procedente de donde Draco se encontraba. Éste había metido la pluma dentro del tintero con un exageradamente llamativo gesto y una brusquedad inusitada, como si pretendiera asesinarla ahogándola—. Normalmente suele dar eso. Está especialmente indicada para…

Se interrumpió al escuchar varios sonoros y molestos tintineos. Tanto Nott como ella volvieron la vista hacia Draco. Éste, con cara de no haber roto un plato en su vida, movía la pluma dentro del tintero en veloces círculos, removiendo la tinta como si fuese esencial que todo estuviese bien disuelto para poder escribir correctamente, provocando continuos golpecitos contra el cristal que resonaban con intensidad. Hermione lo contempló directamente por primera vez, muy tiesa, y con los ojos entrecerrados con desaprobación. Se oyó a alguien chistar en la lejanía, pidiendo silencio. Al cabo de varios segundos, cuando Draco consideró que ya la había sacado de quicio lo suficiente, sacó la pluma del tintero con un inocente movimiento lánguido, y continuó escribiendo sin pausa.

Todo esto sin mirar a la cara a ninguna de las dos personas que tenía a su lado, por supuesto.

—… curar resfriados y gripes —finalizó Hermione articulando mucho las palabras, entre dientes, mientras intentaba carbonizar la frente del rubio solo con el poder de su mirada. Nott parecía algo desorientado—. Deberías ir de nuevo —repuso, volviéndose de nuevo al moreno y sonriéndole con amabilidad.

—Ahora pensaba ir, en cuanto… Draco se fuese a su entrenamiento de Quidditch —informó Nott, en voz algo más baja, como si mencionar el nombre de su amigo fuese algo peligroso. El rubio sintió un cosquilleo en la nuca que indicaba que las dos personas que estaban a su lado lo estaban mirando otra vez, pero siguió sin alzar la vista. Eso era lo que ellos querían y no pensaba darles el gusto.

Ah —fue lo único que salió de los labios de Granger. Pero ese monosílabo estaba cargado de tal frialdad e indiferencia que le provocó un retortijón lleno de rencor al rubio en la boca del estómago. Sintió cómo un ardor furioso ascendía hasta su rostro, y esperaba que no se reflejase en su piel. «Maldita pretenciosa»—. Bueno, yo ya me voy. Tengo cosas que hacer. Adiós, Nott —se despidió la joven, de nuevo con cordialidad.

—Claro, adiós —correspondió el moreno—. Gracias por los apuntes.

Draco, aún con la vista clavada en su pergamino, y la pluma moviéndose velozmente de un lado a otro, notó cómo la cantidad insólita de libros que había a su lado desaparecía de la mesa, volviendo a hacer visibles sus propias pertenencias. Ocasión que consideró adecuada para levantar la mirada. Granger ya se había dado la vuelta y se alejaba con sus libros a cuestas, con sus habituales andares apresurados, y con el espeso cabello y la falda escolar agitándose al compás de sus pasos.

—Madre mía, menuda mirada te ha echado —comentó Nott, también observando alejarse a la chica—. Más homicida aún que de costumbre. Me ha dado hasta miedo. ¿Os habéis... peleado últimamente? Aparte de lo de Runas Antiguas, quiero decir...

Draco parpadeó para dejar de seguir con la mirada el exagerado vaivén de la falda de la chica. Hasta su estúpida forma de andar era presuntuosa. ¿No podía andar de forma normal? Sintiendo que necesitaba carraspear, se concentró en la pregunta de su amigo. ¿Una pelea...? Pues tenía donde elegir...

El recuerdo de lo ocurrido en el baño del sexto piso, el día de Halloween, volvió a su memoria de súbito. Casi lo había olvidado.

"Te mataré, sangre sucia"

Era por eso que Granger llevaba días sin mirarlo a la cara, y ni siquiera le hablaba para echarle la bronca en Runas Antiguas. Los últimos días se limitaba a mantener las narices enterradas en algún libro mientras él y sus amigos montaban un escándalo. Ignorándolos totalmente. Lo cual no podía evitar encontrar preocupante. Pensando en que, por supuesto, estaba planeando algo. Granger no iba a parar. Y él lo sabía.

Granger era una estúpida ilusa. Lo había sacado de sus casillas al decirle que no lo denunciaba al director por compasión, y él había querido dejarle las cosas claras. Draco no concebía que de verdad sus palabras la hubieran tomado por sorpresa. Todo lo que había dicho era la pura realidad. Todas las personas no eran iguales y, quién lo negaba, se mentía a sí mismo. Ellos no tenían absolutamente nada que ver el uno con el otro. Él, Draco, estaba mil veces por encima de ella en todos los sentidos. Cuando Lord Voldemort recuperase el poder, el equilibrio se restablecería, y los sangres sucias volverían a su lugar. Y Granger, con su egocentrismo y amor fanático a Harry Potter, encabezaba la lista negra de Draco.

De súbito recordó también, sin poder evitar fruncir el ceño al hacerlo, las lágrimas que habían anegado los ojos de Granger al escuchar sus palabras. La evidente emoción rabiosa de sus ojos lo desconcertó en ese momento, y seguía haciéndolo días después. ¿De verdad había estado a punto de llorar? ¿Porque él le había dicho que la mataría llegado el momento? ¿No era algo evidente?

No la entendía, por Merlín que no la entendía. Granger sí que era rara.

Vio por el rabillo del ojo que Nott lo miraba esperando una respuesta, así que se conformó con encogerse de hombros y esbozar una mueca indefinida. Esperaba que con eso fuese suficiente. No le había contado lo sucedido en el baño y no tenía intención de hacerlo. Además, tenía otras cosas de las que hablar con él.

—¿Me puedes explicar a qué ha venido todo esto? ¿Por qué permites que Granger te hable? —preguntó Draco a su vez, irritado.

—Bueno, me estaba trayendo unos apuntes, ya lo has visto —admitió su amigo, encogiéndose de hombros con indiferencia—. Es lo normal entre compañeros de clase. Vamos juntos a Aritmancia, ¿recuerdas?

Draco lo miró con la boca abierta. Esperando a que su amigo rectificase. A que le dijese que le estaba tomando el pelo.

Genial. Cuánto me alegro de que hayas hecho una nueva amiga —ironizó con mala uva, comprendiendo que iba en serio. Sacudió la cabeza con fiera incredulidad—. ¿Pero a ti qué te pasa? ¿Y luego te quejas de que los otros Slytherins ni se acerquen a ti? Tú solito te lo buscas... ¿A santo de qué empiezas a relacionarte con esa sangre sucia?

—¿Pero qué dices? —replicó Nott, dejando escapar una risotada que enervó a Draco todavía más—. Los otros Slytherins ni me miran a la cara, ¿qué más les da con quién me relaciono? Me lleve bien o mal con ella, a nadie le importa.

Draco cerró los ojos, armándose de una paciencia que no poseía.

—Nott, joder, utiliza el par de neuronas que te quedan con vida, ¿quieres? Puedo... entender lo que estás sintiendo ahora, ¿vale? Sé que el Señor Oscuro te ha defraudado —añadió en voz mucho más baja—. Pero esa no es forma de comportarse. Eres un sangre limpia, y vas a meterte en serios problemas. No busques problemas tan gratuitamente, joder. Y menos por alguien como Granger.

—¿Que no busque problemas tan gratuitamente? —se burló Nott, sin darle ninguna importancia a sus palabras—. ¿Tengo que recordarte que McGonagall te castigó ayer, otra vez, por liarte a hechizos con Andrew Kirke en la hora del descanso? Eso sin mencionar que sigues liándola en Runas Antiguas...

Draco tamborileó con los dedos en el libro cerrado que estaba a su lado. Valorando si darle un golpe a su amigo con él resolvería el problema.

—Que no se te vaya de las manos, ¿me has entendido? —ordenó, impaciente. Su amigo lo miró a los ojos, ya sin mostrarse burlón, pero los bajó a su redacción de nuevo casi al momento. Sin responder nada.

Draco, resignado, también trató de devolver su atención a la redacción que estaba haciendo sobre el Elixir para provocar Euforia. Pero, en cambio, sintió un vacío en el estómago al comprobar que su pergamino estaba lleno de líneas y de garabatos sin sentido que él mismo había trazado mientras fingía que escribía. Ahora, lo poco que había escrito sobre el Elixir estaba inservible. Con un bufido, sacó un nuevo pergamino en blanco de su mochila para pasar a limpio lo poco que había escrito.

Y todo por culpa de Granger. Merlín, cómo la detestaba.


¡Zas! Ahí lo llevas, Draco ja, ja, ja 😂😂 No ha sido un capítulo muy largo, pero reconozco que me ha encantado escribirlo, me he divertido muchísimo. Me parece muy coherente en Hermione enfadarse con Draco e ignorarle con la cabeza bien alta… Y, teniendo en cuenta que nuestro rubio no lleva nada bien que lo ignoren, pues he ahí el resultado 😂 Hermione es muy lista, sabe dónde hacer daño ja, ja, ja 😏

Como detalles importantes tenemos, por un lado, que Hermione está tan enfadada con él que de momento no quiere ni dirigirle la palabra. Ya veremos cómo evoluciona todo. Y, por otro lado, Draco ha descubierto que Nott y Hermione tienen una relación cordial, y no parece estar nada de acuerdo con lo que está haciendo su amigo… Otro detalle importante es el anillo de Draco, ya veréis por qué, pero tenedlo en mente 😏

Espero de corazón que os haya gustado. Os agradecería mucho que me dejarais vuestra opinión 😍

¡Muchas gracias por leer!

Un abrazo fuerte, y hasta el próximo 😊