¡Hola a todos! 😊 Madre mía, lo que me ha costado publicar este capítulo 😂. Llevo desde el domingo pasado buscando un hueco para subirlo y, entre una cosa y otra, no había manera. No soy supersticiosa, pero ¿tendrá algo que ver con que sea el número 13? Vamos a llamarlo 12+1, ¿vale? 😂😂 Es broma, ¿cómo estáis? 😊 Espero que muy bien, y con ganas de saber cómo continúa la historia ja, ja, ja 😂

Muchas gracias como siempre a todos los que sacáis tiempo para dejar un comentario, me alegra muchísimo cada vez que recibo la notificación, y los leo todos con mucha ilusión 😍. Gracias también a los que leéis en la sombra, y a todos los que añadís la historia a favoritos o a seguir, ¡os adoro! 😍.

Prosigamos sin más dilación 😎 Habíamos dejado a Draco bastante furioso después de su discusión con Hermione en la biblioteca, y con muchas ganas de decirle cuatro cosas a Nott…


CAPÍTULO 13

Nueva Teoría de la Numerología

Draco se encontraba subiendo por fin las escaleras hasta su habitación, pesadamente. Ya no sentía deseos de correr, aunque la sangre sí que avanzaba por sus venas a toda velocidad. La breve conversación con su compañera Daphne Greengrass no había logrado templar sus ánimos. Ahora solo podía pensar en Nott, y en las cuatro cosas que pensaba decirle en cuanto lo tuviese delante. Eso era más fácil que recordar la conversación que acababa de tener con Granger en la biblioteca, minutos atrás.

Abrió la puerta de la habitación y al instante dio un pequeño respingo al ver que no estaba solo allí.

—¡Estás aquí! —saludó con sorpresa, desde el marco de la puerta. Nott, tumbado bocabajo sobre su cama, no alzó la mirada. Parecía muy concentrado en la revista que tenía en las manos—. Iba a buscarte ahora…

—Pues no ha hecho falta —contestó Nott con simpleza, bromeando de forma distraída, sin dejar de leer.

Y no dijo nada más. Draco sintió que le ardía la piel de pura rabia. Apretó el pomo de la puerta bajo su mano con fuerza. ¿Cómo podía estar tan tranquilo? ¿Cómo podía importarle todo tan poco? ¿De verdad no tenía un mínimo de remordimientos?

Cerró la puerta por fin, con un golpe algo brusco, y avanzó en dos pasos hacia su cama. Se sentó en el borde, de cara a la cama de su amigo. No dijo nada. Nott siguió sin levantar la mirada. Draco, al encontrarse por fin sentado, sintió que el cansancio lo invadía. Pero era un cansancio más emocional que físico. Aun así, se esforzó en que su furia no disminuyese; la necesitaba para poder hacer frente a su amigo. Dejó su mochila a un lado, pero siguió sosteniendo el libro que Granger le había dado.

Al sentir a Draco tan inusualmente silencioso, Nott levantó la mirada de su revista y la clavó en su amigo. Al ver que lo estaba atravesando con una mirada nada amigable, su única reacción fue elevar una ceja oscura.

—¿Qué te pasa? —cuestionó Nott con calma. No estaba en absoluto alterado—. Oye, pero ¿tú no tenías entrenamiento de Quidditch? ¿Se ha cancelado o habéis acabado pronto? —recordó de pronto.

Draco estuvo a punto de arrojarle algo. ¿De verdad no estaba mínimamente arrepentido de lo que hacía? ¿De tratar a los sangre sucia como iguales? ¿No le reconcomía la conciencia? El joven Malfoy siguió sin abrir la boca, pero elevó su mano derecha y sostuvo el libro Nueva Teoría de la Numerología en alto, a la altura de los ojos de su amigo, mostrándole la portada. Aguardó la reacción de Nott, pero ésta dejó mucho que desear: se limitó a alzar la otra ceja.

—¿Eso es mío, no? —preguntó el moreno, con voz impersonal. Ni rastro de culpabilidad, ni rastro de nada. Draco estuvo tentado de tirárselo haciendo un bonito arco hacia su enorme y estúpida cabeza, pero se conformó con lanzárselo a su cama impregnando el gesto de todo el desdén que fue capaz.

—¿De quién sino? —cuestionó Draco a su vez, abriendo la boca por fin, y dejando clara la censura de su voz. Nott le dio la razón con un silencioso gesto indolente y cogió el libro, estirándose para dejarlo sobre su mesilla de noche. El rubio siguió su movimiento con la sangre latiéndole en los oídos—. ¿No vas a preguntarme de dónde lo he sacado? —quiso saber, incapaz de contenerse por más tiempo.

Nott lo miró con extrañeza.

—Es una tontería preguntártelo. Se lo presté a Granger, supongo que ella te lo habrá dado para que me lo devuelvas. Es obvio.

Draco desencajó la mandíbula.

—¿Y ya está? ¿Y me lo sueltas así? ¿Es que te da igual? —estalló el rubio, incrédulo, alzando la voz. Theodore solo parpadeó.

—¿Que me da igual el qué? —inquirió, genuinamente desconcertado.

—¡No te hagas el tonto! —gritó Draco poniéndose en pie. Nott no se inmutó ante su violento cambio de actitud—. ¿Te estás riendo de mí? ¿O es que realmente estás mal de la cabeza? ¿No te das cuenta de lo que estás haciendo?

Nott tuvo el valor de esbozar una tenue sonrisa.

—Ahora mismo solo estoy intentando determinar cómo de grave debe ser el golpe que te has dado en la cabeza.

Draco crispó los dedos, conteniendo sus ganas de estrangularlo. Seguía de un humor de perros tras su conversación con Granger, y Nott tenía todas las papeletas para ser su fuente de desahogo.

—¡Déjate de bromas, joder! ¡Voy en serio! —tomó aire e intentó no seguir gritando, para evitar que alguien les escuchase desde fuera, pero le costaba demasiado—. Cuando vino a verte para dejarte unos apuntes, estando ambos en la biblioteca, no me imaginé que las cosas estaban así. Ni se me pasó por la cabeza que fuese para tanto. Que fueses tan estúpido. ¿Cómo puedes ser tan idiota de relacionarte de esa forma con Granger? ¡Es una sangre sucia, maldita sea! ¿Te das cuenta del lío en que puedes meterte si cualquier Slytherin se entera? Ni siquiera disimulas lo más mínimo…

Nott resopló con ganas, comprendiendo por fin lo que ocurría.

—Draco, ya te dije que no es para tanto…

—¡ es para tanto! —interrumpió el rubio, incapaz de concebir algo así—. ¡Nott, no tientes a la suerte, maldita sea! —bajó la voz para decir—: Me da igual que el Señor Oscuro te haya desilusionado. ¡Me da igual, Nott! ¡Nada de eso justifica que te relaciones con los sangre sucia! ¡Sigues siendo un sangre limpia! ¡Compórtate como tal!

—Joder, únicamente he hablado con Granger un par de veces de forma cordial, eso ha sido todo, ¿a qué viene tanto drama? ¡No creo ser el primer sangre limpia que se relaciona con hijos de muggles! —contraatacó Nott, levantándose también, comenzando a lucir enfadado por las acusaciones de su amigo—. ¡Ni seré el último!

—¡Claro que no lo eres! Pero, ¿cómo les llamamos a ellos? Traidores, traidores a la sangre. Eso es lo que son. Unos parias, unos marginados… Lo más bajo en el escalafón de los sangre limpias. ¿De verdad quieres ser uno de ellos?

—Me importa una mierda —espetó Theodore con voz jadeante—. Una cosa es que no cante a los cuatro vientos que ya no apoyo al Señor Oscuro, y otra muy distinta que no sea fiel a mis principios. Nadie se fija en mí en nuestra Casa, apenas tengo amigos en Hogwarts aparte de ti, ¿a quién puede importarle que me lleve bien con Granger? ¿Por qué diantres tendría que fingir aquí ser lo que no soy?

—¡Porque te van a matar, pedazo de imbécil! —le gritó Draco, perdiendo los papeles—. Nott, sabes que te obligarán a convertirte en mortífago tarde o temprano, igual que tu padre, te guste o no. Lo sabes perfectamente. Tienes que disimular lo que verdaderamente piensas desde ya. Tienes que ir asegurándote el terreno. Dices que nadie te presta atención aquí dentro, pero ¿de verdad piensas arriesgarte? ¿Cuántos hijos de mortífagos que ni siquiera conocemos aún estarán por aquí? ¿Qué crees que pasará si se corre el rumor de que te relacionas con sangre sucias? ¿Crees acaso que el Señor Oscuro no se enterará? ¡Lo hará, y te matarán por traidor nada más poner un pie fuera de Hogwarts! ¡Y tú te dedicas a hacer el gilipollas por ahí con esa Granger, como si la cosa no fuera contigo! ¡Si sigues así toda tu tapadera caerá! ¡Y te aseguro que yo no pienso ponerme entre tú y el Señor Oscuro para salvarte!

—¿De verdad crees que el resto de Slytherins no tienen nada mejor que hacer que controlarme? ¿Si intercambio cuatro míseras palabras con algún sangre sucia? Ni que me pasease por el castillo de la mano de Granger, maldita sea —saltó, alterado—. Que tú lo sepas no quiere decir que sea de dominio público…

«Pues los Gryffindor ya lo saben, ya comentan cosas», pensó Draco, airado, pero no fue capaz de decirlo en voz alta. Sabía que si le hablaba de esos rumores, Nott tendría que darle la razón en que todo eso era peligroso, y posiblemente lo preocuparía tanto que dejaría todo el asunto con Granger de lado. Pero no pudo revelar tal información.

Granger le había pedido que no se lo contara. Y ese pensamiento bloqueó sus cuerdas vocales sin poder remediarlo.

Tampoco, se dijo, intentando encontrar una razón más plausible para no contárselo, le apetecía ni un pelo confesar abiertamente que había estado hablando con ella. Y se sentía demasiado cargado de adrenalina por la discusión como para inventar ninguna mentira.

"Ni que me pasease por el castillo de la mano de Granger..."

Ante esas palabras, un súbito recuerdo atravesó la mente de Draco, alentado por la expresión alterada de su amigo. Había recordado que, concretamente, lo que rumoreaban los Gryffindor era que entre Granger y Nott había algo más que… amistad. Que había algo entre Granger y él. Esas habían sido las palabras de la chica. Y se dio cuenta entonces de que ni siquiera le había dado demasiada importancia cuando se lo dijo. Apenas registró la magnitud de sus palabras. La situación en general lo había preocupado demasiado como para fijarse en dicho detalle. Pero ahora, por algún motivo, sí lo hizo. Y se sintió... preocupado. O algo parecido a la preocupación. Pero, creía recordar que ella se lo había desmentido... Lo había hecho. ¿O no?

—Pero, entonces, solo os… lleváis bien, ¿no? Quiero decir, no estás liado con Granger ni nada parecido —planteó entonces Draco, afirmándolo por él. No dándole opción a decir lo contrario. Lo contrario no era una opción. Y punto—. No me jodas… No puedes haber caído tan bajo...

Logró añadirlo con el tono más acusador e indignado que pudo reunir. El corazón de pronto se le había acelerado, sin que esa parte de la conversación lo justificase. Pero Nott sacudió la cabeza, con desgana, sin darle ninguna importancia a sus palabras.

—Pues claro que no, no seas estúpido —espetó con desdén, todavía luciendo enfadado por sus anteriores palabras. Tomó aire profundamente, intentando controlarse—. Lo único que he hecho es hablar con Granger al final de algunas clases y prestarnos unos putos libros. Y, ¿sabes?, no voy a dejar de hacerlo. Las consecuencias me dan igual, estoy harto. En el peor de los casos, si el Señor Oscuro se enterase… —tragó saliva, armándose de valor para encarar a su amigo—. No te preocupes, no necesito que te pongas entre Él y yo. Nunca te he pedido que lo hagas. Por mi parte puedes cubrirte las espaldas todo lo que quieras, sin inmiscuirte en nada que tenga que ver conmigo.

Draco tardó un momento en asimilar completamente lo que su amigo le estaba diciendo. Su negativa de que había algo más entre Granger y él que un sutil compañerismo estaba flotando todavía en su mente. En sus pulsaciones. Tranquilizándolo. Aunque no había sido consciente de haberse puesto nervioso. Pero, ante sus nuevas palabras, su enfado hacia su amigo regresó.

—¿Acaso crees que la gente no sospechará de mí si te ven confraternizando con sangre sucias? ¡Somos amigos, todo el mundo creerá que yo también lo hago, y entonces toda mi reputación se irá a la mierda! —exclamó Draco, incapaz de creer que su amigo no entendiese, que no se pusiese en su situación—. ¡No pienso permitir que el Señor Oscuro me mate por tu culpa! ¡O que mate a mi madre!

Nott dejó escapar un jadeo. Apretó los dientes. Se dio la vuelta, incapaz de seguir mirando a su compañero. Cogió con una mano el libro Nueva Teoría de la Numerología que reposaba sobre su mesilla. Lo contempló unos segundos, de espaldas a su amigo, furioso consigo mismo. Con Draco. Con todo el mundo.

Se giró de nuevo a mirar al joven Malfoy. Tenía los azules ojos casi cristalinos.

—Si eso es todo lo que te preocupa puedes quedarte tranquilo; nadie va a pensar ni por un momento que te relacionas con sangre sucias. Yo no pienso dejar de hacerlo, pero te ahorraré la molestia de tener como carga a un amigo traidor a la sangre —dicho esto, Nott le arrojó el libro sin ninguna delicadeza. Draco lo atrapó al vuelo, desconcertado, gracias a sus reflejos de Buscador. Theodore se dirigió a la puerta sin vacilación, abriéndola de un tirón.

Y entonces Draco comprendió.

—Mierda, Nott… Espera...

Pero este ya ni le oía. Había salido por la puerta como un vendaval, cerrando a sus espaldas de un portazo, y dejando un silencio insoportable en la habitación. Parecía que hubiese pasado un tifón. Draco no fue capaz de seguirlo. No estuvo seguro si fue porque su maldito orgullo no le permitía ir corriendo detrás de él suplicándole que le escuchase, o porque sabía que hacer eso no arreglaba nada. Logró retroceder un paso y sentarse sobre la tapa de su baúl, todavía con el libro en las manos. Sentía el corazón bombearle con violencia en los oídos. No soportaba el silencio que lo envolvía. No soportaba las palabras de Nott retumbando en su cabeza.

"Te ahorraré la molestia de tener como carga a un amigo traidor a la sangre"

Apretó con fuerza los puños. Si solo Nott pudiese entender… Lo que estaba haciendo era asqueroso y estúpido, y una traición descomunal por la cual los mortífagos lo matarían cualquier día si llegaran a enterarse. Además, Draco no podía soportar la idea de que alguien pensase que él se relacionaba de la misma forma con los sangre sucias. Si su amigo lo hacía, la gente pensaría que él estaba en el mismo barco, que compartía sus creencias, tal y como le había dicho a Nott. Y eso no podía suceder. Tenía una reputación que mantener. Una reputación que no solo le afectaba a él, si no también a su familia. A los Malfoy. Su padre estaba en Azkaban, y su madre estaba sola, en su casa, bajo las órdenes y la estrecha vigilancia de Lord Voldemort. No podía permitirse cometer ningún tipo de traición. No podía fallar en nada. No podía permitir que hiciesen ningún daño a su madre.

Se cubrió la cara con ambas manos, y sus propias palabras volvieron a su mente para mortificarle y sumirle más en la oscuridad.

"¡Y tú te dedicas a hacer el gilipollas por ahí con esa Granger, como si la cosa no fuera contigo!"

Recordó lo sucedido hacía un rato en la biblioteca. La conversación que Granger y él habían mantenido, el no haber sido capaz de burlarse de ella, el haberla sujetado del brazo, haber tocado su cuerpo…

Él estaba haciendo lo mismo de lo que había acusado a Nott. Maldición, él estaba haciendo lo mismo.


El vibrante timbre que ponía fin a la clase fue como un canto liberador. Los alumnos de la asignatura de Aritmancia se pusieron en pie al instante, provocando tal alboroto que no lograron escuchar las últimas palabras de la profesora Vector, recordándoles los deberes que debían hacer para la siguiente semana. Al cabo de pocos segundos, la clase quedó totalmente vacía y silenciosa, a excepción de Hermione, que apuntaba los deberes a toda prisa en su agenda, y Nott, que se acercaba a ella sorteando los pupitres. Septima Vector se fue a su despacho, murmurando, agotada.

—Sabes que vas a ser la única que va a hacer los deberes, ¿verdad? —comentó Nott, con voz amable, al llegar al lado de la chica.

—Sí, lo sé —repuso ella esbozando una sonrisa, y encogiéndose de hombros mientras terminaba de escribir—. Gracias por esperarme. ¿Quieres algo?

—Sí, bueno… —admitió el moreno en voz baja, para después colocar sobre la mesa un fajo de pergaminos—. Toma, los apuntes que me dejaste —indicó—. Muchas gracias.

—Oh, no fue nada —respondió la joven, cogiéndolos a la vez que sus libros y pergaminos, para guardarlos en la mochila—. ¿Te has aclarado con ellos?

—Sí, desde luego. Haces muy buenos apuntes. Tus esquemas son estupendos —alabó cordialmente, dándose la vuelta y precediendo a la chica hacia la salida—. Me siento hasta culpable de utilizarlos. El diagrama resumen sobre el número 7 te ha quedado fantástico, era complicado de entender...

—Caray, gracias. Y no, hombre, no hay problema —aseguró ella, dejando escapar una leve risa, ruborizándose de orgullo.

Ambos alcanzaron la puerta en medio de un silencio algo frío. Nott parecía tener miedo de hablar, como si no estuviese seguro si debía hacerlo o no. Ella guardó silencio, mirándolo de reojo, a la espera.

—¿Puedo preguntarte algo? —preguntó él finalmente, con aspecto violento, mientras cruzaban el umbral y se detenían al otro lado.

—Sí, claro —dijo Hermione, expectante.

—Sé que estoy siendo impertinente al preguntar, pero… —vaciló, incómodo—. Esta mañana me he fijado en que te has sentado sola a la hora del desayuno. ¿Te has peleado con tus amigos? Potter y… ¿cómo era? ¿Weasley?

Hermione asintió con la cabeza, vacilante. No se sintió molesta de que lo mencionara, ni mucho menos, pero sí sintió un pinchazo en el pecho al recordar que desde hacía días no se hablaba ni con Harry ni con Ron. Y, además, su pregunta hizo que, de repente, la asaltase una preocupante duda. ¿Nott se habría enterado de que la discusión había sido por él? ¿Estaría tanteando el terreno para preguntárselo? ¿Le habrían molestado los rumores de los Gryffindor? , evidentemente, sí…

Si en verdad se había enterado, definitivamente habría sido gracias a Malfoy. Maldición, le había suplicado que no le contase nada… ¿En qué momento se le había ocurrido ser sincera y contarle sus problemas a Draco Malfoy? Se merecía estar ahora en esa incómoda situación, se lo merecía por idiota e imprudente…

—La verdad es que sí, hemos tenido una pelea —admitió ella con cautela, cerrando la puerta de la clase tras ellos. Lo miró con atención—. ¿Por qué lo preguntas?

Él se encogió de hombros, casi como si se disculpase.

—Por nada especial… Solo me he fijado en que estabas sola. Me ha extrañado no verte con ellos —comentó, indeciso—. ¿Ha pasado algo grave? Soléis estar muy unidos…

Hermione sintió el alivio envolverla, y luchó para que su rostro no lo demostrase. ¿No se había enterado? Merlín, gracias. Se arrepintió ligeramente de haberse sentido tan a la defensiva. Él solo estaba siendo amable. Solo quería hablar con ella.

Agradeció enormemente que no supiera que él había sido la causa. O, más concretamente, el falso cotilleo de Parvati y Lavender. No tenía intenciones de contárselo. No había sido culpa suya, y no quería preocuparlo por tontos rumores.

También se arrepintió de haber dudado de Malfoy, aunque eso fue una emoción más insólita. Lo más razonable y lógico hubiera sido dudar de él, estar segura de que se lo contaría a Nott, su amigo. El hecho de comprender que Malfoy, contra todo pronóstico, había sido discreto con el rumor que ella le había confesado fue una sensación chocante. Una sensación no desagradable con respecto a él. Y por ello se sentía extraño. Era una sensación de gratitud y…. confianza hacia alguien a quien no soportaba.

La escena de la biblioteca aún estaba vívida en su memoria, a pesar de intentar empujarla al fondo de ésta con todas sus fuerzas.

Intentó improvisar una razón vaga y creíble para haberse peleado con sus amigos, para no tener que contarle la verdad a Theodore.

—Solo ha sido una tontería. Una pelea tonta por culpa de… opiniones diferentes. Lo solucionaremos pronto, solo que ahora no me apetece mucho hablar con ellos —mintió ella a medias, restándole gravedad al asunto. Él asintió, comprensivo—. Pero gracias por preguntar —añadió, dedicándole una pequeña sonrisa. Él no la correspondió, pero sus rasgos se suavizaron—. La verdad es que creía que te habrías enterado…

Hermione expresó sus pensamientos en voz alta, casi sin darse cuenta de lo extraño que sonarían sus palabras. Arrepintiéndose un instante después de haber abierto la boca.

—¿Yo? ¿Cómo iba a enterarme? No tenía pensado preguntarles a ellos, no me llevo muy bien con Potter y Weasley precisamente —argumentó él, con una forzada risita lúgubre.

—Ya, no, claro… Es que Malfoy se enteró por casualidad. Y he pensado que te lo habría contado para reírse de mí —admitió, esbozando una sonrisa algo avergonzada.

El rostro de Nott se ensombreció repentinamente, sorprendiéndola. Giró el rostro a un lado, evitando mirarla.

—Quizá lo haya ido contando por ahí, no lo sé. Pero a mí, desde luego, no. Es que ahora… no nos hablamos —confesó, mirándose los zapatos fijamente. Hablaba con una seriedad que estremecía.

—¿No os habláis? ¿Y eso por qué? —preguntó Hermione rápidamente, inquieta. Aunque rectificó con la misma rapidez—. Bueno, perdóname, supongo que no es de mi incumbencia…

—No, no lo es —dijo Nott, con voz ronca—. Lo siento, es injusto dado que yo te he preguntado por tus amigos, pero no quiero hablar de ello... Gracias por devolverme el libro.

Y, dicho esto, echó a andar por el pasillo, sin esperarla. Hermione abrió la boca, dispuesta a detenerlo, pero no le salieron las palabras. Observó cómo se alejaba a grandes zancadas, pero no tuvo el valor de seguirlo. Se veía muy afectado por su discusión con Malfoy. ¿Por qué habrían discutido? Conocía poco a Theodore Nott, pero no le parecía el tipo de persona que se enfadase así como así por una tontería. Además, era evidente que apreciaba mucho a Draco. La discusión debería haber sido importante. Debía haber pasado algo grave. Pero, tal como había dicho, no era asunto de Hermione.

O quizá sí…

Había una repentina idea rondando por su mente, la cual la llenó de preocupación tras las palabras de Nott. Quizá sí que fuese ella la causa de la discusión. Theodore se había aliado con ella, de alguna manera, para intentar mejorar el comportamiento de Draco en clase de Runas Antiguas. La había alentado a pararle los pies, a detenerlo, a pesar de ser su amigo. Y lo había hecho precisamente por serlo. Porque no quería verlo metido en más problemas. Pero Hermione no tenía ninguna duda de que Malfoy no lo vería de esa forma. ¿Era posible que Malfoy se hubiese enterado de ello? ¿Nott se habría metido en problemas por conspirar contra su amigo a sus espaldas? ¿Era posible que Nott hubiera dicho que no era de la incumbencia de Hermione para no hacerla sentir culpable?

Se apoyó en la ventana que había a su lado, mirando el paisaje de forma distraída. Fuera nevaba, y hacía frío. Y ella no tenía a dónde ir. Ya no tenía clases hasta después de comer. Harry y Ron estarían en la Sala Común, quizá con Ginny y Neville, y no le apetecía ni un pelo verles. Sabía que tenían entrenamiento de Quidditch en su hora libre, después de que los Slytherins terminasen, porque se lo habían dicho días antes de discutir. Iría a la Sala Común cuando se fuesen. Seguía molesta por lo sucedido; lo suficiente como para no querer dirigirles la palabra. Podía ir a la biblioteca, claro, pero ya iba al día con los deberes. Claro que siempre podía ir estudiando para los exámenes…

Pasó una mano por el cristal y limpió el vaho que lo empañaba para poder ver mejor el exterior. Se secó la mano en la túnica como por inercia. Odiaba tener las manos mojadas. Fuera nevaba copiosamente. Desde esa ventana, y desde esa altura, tenía una vista privilegiada de gran parte de los jardines que había junto al lago. Alcanzó a ver la cabaña de Hagrid, cubierta de nieve, y cuyo propietario se encontraba fuera, con Fang, haciendo algo que la joven no lograba distinguir. Bajo la ventana, a muchos metros de distancia, una fila de estudiantes jóvenes, posiblemente de primer o segundo año, caminaban en dirección a los invernaderos, protegiéndose como podían del gélido viento. A la izquierda, el gran Lago Negro se extendía, majestuoso. No estaba completamente congelado, pero intuía que las aguas estarían gélidas. Un poco más allá se distinguía el campo de Quidditch. No apreciaba muchos más detalles de los terrenos, debido a la abundante nevada.

Su conversación con Nott seguía resonando en los recovecos de su mente, al no tener nada más interesante que la ocupase. Parpadeó, cayendo en la cuenta de algo. Miró su reloj de pulsera, de pequeña esfera blanca y correa de color pardo. Harry y Ron tenían entrenamiento en una hora, cuando los de Slytherin acabasen el suyo. Solían dejar un rato de margen entre un equipo y otro, por si se alargaba; no querían cruzarse ni de casualidad, tal era la rivalidad. Las serpientes debían de haber acabado ya. Pero quizá él estaría en el campo de Quidditch todavía…

Hermione respiró hondo dos veces, solo para mentalizarse. Pero no vaciló demasiado. Apartó la mirada de la ventana, dio media vuelta con garbo y se dirigió con paso firme a su habitación, en busca de un abrigo y un paraguas.


Lo primero que hizo Hermione en cuanto cruzó la puerta que daba a los terrenos de la zona Sur del castillo fue subirse la bufanda hasta la nariz. La fría ventisca que había en ese momento le congelaba y hería el rostro. Ya no nevaba de forma tan copiosa, pero seguía haciendo mucho viento. Avanzó paso a paso, tratando de hundirse lo menos posible en la nieve, hasta divisar el campo de Quidditch al final del sendero cubierto de nieve que conducía hasta él. Según se iba acercando, la duda se apoderó de ella, y también una razonable sensación de alerta. Si se encontrase de bruces con el equipo de Quidditch de Slytherin al completo… estaría en serios problemas. Pero no podía vacilar ahora; ya casi estaba allí. Si eso sucediese, encontraría la forma de salir del paso. Necesitaba hablar con él.

Al llegar a las puertas dobles de madera que conducían al estadio, descubrió que estaban abiertas. Eso significaba que había alguien en el interior todavía. Y ese alguien podían ser muchas personas, se dijo, nerviosa. Reconocía que era muy improbable que su plan saliese bien, pero no perdía nada por intentarlo, ya que estaba allí. Se adentró en el lugar, atravesando un breve pasillo, a resguardo de la fría ventisca, y llegando a pie de campo. El ovalado campo de hierba se mantenía mágicamente libre de nieve, para que los estudiantes pudiesen entrenar en él. Pero no habían colocado ningún hechizo para protegerse del viento helado que hería el rostro. Los tres aros que estaban en ese extremo del campo, a pocos metros de Hermione, tenían nieve acumulada en el borde superior. La chica miró alrededor, contemplando el solitario lugar. Era extraño encontrarse allí, sin que las gradas estuviesen abarrotadas de gente envuelta en los brillantes colores de las Casas, o sin estar allí para ver un entrenamiento de sus amigos.

Harry y Ron…

Se obligó a apartarlos momentáneamente de su deprimida mente, y siguió contemplando alrededor, escrutando el lugar. Y, en pocos segundos, lo vio. Una figura, que se recortaba contra la madera de las gradas, cubiertas de nieve, había atraído su mirada. Estaba sentada sobre uno de los bancos de madera, de cara al centro del estadio, ignorando la nieve que lo rodeaba y el gélido viento. Hermione lo reconoció al instante a pesar de la distancia, lo cual fue bastante perturbador. Ni siquiera llevaba gorro, y su cabello rubio claro era bastante esclarecedor.

Sintió un palpitar nervioso en su pecho. Apenas podía creer que lo hubiese, realmente, encontrado allí. Había sido una posibilidad bastante pobre, pero había querido intentarlo. En realidad pensó que lo encontraría en los vestuarios, cambiándose de ropa, o saliendo del campo. No sentado en un solitario banco de las gradas. Lo cual reafirmó sus intenciones de hablar con él. Era consciente de que no lo conocía en profundidad, ni sabía la mayoría de sus costumbres, pero estaba segura de que no era propio de él quedarse en el campo después del entrenamiento, en soledad, sin el resto de sus colegas.

No se había fijado en ella, lo cual era bastante lógico debido a la inmensidad del campo. Hermione no apreciaba su rostro desde la distancia, pero intuyó que estaba ensimismado. La chica volvió a mirar alrededor una última vez, buscando la presencia de alguien más. Pero no vio a nadie. De modo que avanzó por el campo, en dirección a las escaleras que conducían a la zona de las gradas en las que él se encontraba. El viento soplaba en menor medida dentro de la estructura de madera del campo, y los pequeños copos de nieve cayendo suavemente eran más evidentes. El paraguas era útil, pero tampoco era infalible, y no tardó en tener el espeso cabello cubierto de pequeños copos.

Lo bueno de la gruesa capa de nieve que cubría el suelo y las gradas, y amortiguaba sus pasos, fue que la figura no se dio cuenta de la presencia de Hermione ni siquiera cuando dejó atrás los escalones y se internó en la fila de gradas en la que él estaba, hasta llegar a un metro de distancia. O quizá fue que estaba demasiado absorto.

—¿Malfoy? —llamó Hermione, con voz suave.

El cuerpo de Draco sufrió un estremecimiento involuntario. Giró el cuello al instante, observándola con sobresalto. Parte de la nieve que tenía amontonada sobre el cabello y los hombros cayó al suelo por el movimiento. Sus ojos se entrecerraron con desconcierto y recelo, incrédulo.

—Oh, maldita sea, ¿otra vez tú? ¿Qué haces aquí? —preguntó secamente, con el desprecio recalcado en cada sílaba. Hermione tragó saliva discretamente.

—He venido a buscar a Harry y Ron —mintió ella, con serenidad, acercándose a él hasta quedar en pie a su lado. Draco resopló por la nariz y volvió a mirar al frente, irritado.

—Vaya, así que ahora admites abiertamente que te dedicas a espiarme. Mola —espetó el rubio, con abierta ironía. Hermione frunció el ceño.

—No vengo por ti. Te acabo de decir…

—Una mentira. Sé perfectamente que sigues peleada con ellos —masculló él con tono desapasionado—. Así que no vienes aquí a buscarlos… Eres demasiado orgullosa, sangre sucia. Por desgracia, te conozco bien.

Hermione resopló con ligera ironía.

—¿Ah sí? —se mofó ella, intentando sonar segura de sí misma—. ¿Qué hago aquí entonces?

—Amargarme la vida, para no variar. ¡No me digas que me echabas de menos! —se burló Draco, con voz aflautada. A pesar de sus burlas, parecía más desganado que de costumbre—. Solo han pasado unos días desde la última vez que me has acosado.

Hermione bufó ante semejante acusación.

—Es que estar dos minutos sin ti me produce pavor, Malfoy… Ah, no, espera, perdona, era estar dos minutos contigo —ironizó la chica con mala uva.

—Yo soy más tolerante que tú —comentó Draco, arqueando una ceja. Tenía los brazos apoyados en sus rodillas, las manos entrelazadas, y la mirada clavada en el frente—, soy capaz de soportarte en pequeñas dosis de diez segundos cada cinco horas.

—Oh, por Dios, no seas absurdo —se quejó Hermione, sin ganas de discutir tan gratuitamente—. ¿Qué haces aquí? ¿Eres consciente del frío que hace? —le reprochó, con severidad. Draco cerró los ojos, como si se estuviese mentalizando para no perder la calma—. Ni siquiera llevas paraguas. Está nevando. Vas a enfermar otra vez…

—¿Y a ti qué te importa? —preguntó con énfasis, sin abrir los ojos, revelando agotamiento e impaciencia en su voz—. ¿Qué es lo que quieres, Granger? Hoy menos que nunca tengo humor para aguantarte.

Hermione escrutó atentamente su pálido y anguloso rostro.

—Te has peleado con Nott —no era una pregunta, era una afirmación—. ¿Qué ha pasado?

Draco jadeó con exasperación y giró el rostro en dirección contraria a ella, con abierta incredulidad.

—Vaya, veo que ha ido corriendo a contártelo, qué bonito… ¿Ha llorado sobre tu hombro mientras le ofrecías un pañuelo con el escudo de Gryffindor grabado?

—Él no ha querido contarme nada, por eso te lo pregunto a ti —dijo ella, con calma.

—¿Y qué te hace pensar que yo vaya a contarte nada? —espetó, volviendo a mirarla, con un tono de voz más alto que provocó una pequeña sacudida en la chica—. ¿Desde cuándo nada de lo que me pase es asunto tuyo?

Hermione enmudeció. Si sus sospechas eran correctas, quizá ella sí tenía algo que ver. Sin embargo, le extrañaba que Malfoy no la acusase directamente si ella había sido la causa. Si se hubiese enterado de que Nott la animó a pararle los pies con el asunto de Runas Antiguas se lo diría directamente, ¿no? Hermione no sabía cómo plantear la conversación, temiendo meter la pata por si no era esa la causa y era ella misma quien terminaba delatando a Nott. De hecho, la idea cada vez le parecía más improbable, a juzgar por la actitud del chico, y se sintió algo estúpida por haber ido hasta allí.

Sin embargo, no fue necesario pensar más en ello. Los reflejos de Malfoy lo traicionaron, y sus ojos abandonaron el frente durante un segundo para mirar la porción de banco que había a su lado. Hermione siguió su mirada. Medio sepultado por la nieve, había allí un grueso libro de pastas oscuras. Draco y Hermione intercambiaron una fugaz mirada y, tras adivinar las intenciones del otro, se movieron al mismo tiempo. Él, al darse cuenta de su imprudente error, intentó por todos los medios coger el libro y alejarlo de ella, pero Hermione fue más rápida. Se agachó en menos de un segundo y levantó el ejemplar. Dio un paso atrás, mirándolo fijamente, justo a tiempo antes de que Malfoy la alcanzase.

Draco se puso en pie de un salto, con los ojos muy abiertos. Hermione retrocedió aún más, sin apartar su mirada del libro. El título estaba escrito en letras claras, y los bordes estaban algo más desgastados que la última vez que la joven había tenido ese libro entre sus manos, como si lo hubiesen llevado consigo durante todo el día. Pero el título era inconfundible.

Nueva Teoría de la Numerología.

—Dame eso, Granger —exigió con fuerza, aunque la voz le tembló levemente, desvelando su alarma. Extendió una mano hacia ella, pero Hermione le dio la espalda, sin dejar de mirar el libro—. He dicho que me lo des, no tienes derecho a…

Pero Hermione casi ni le escuchaba. Acababa de comprenderlo todo.

—Ha sido por el libro —musitó, abriendo mucho los ojos, casi para sí misma. La mano de Draco apareció de improvisto desde atrás, por encima de su hombro, y le arrebató el libro.

—Tus sucias manos ya han tocado bastante este libro, Granger —escupió mientras se lo quitaba de las manos, con tanta rabia, que a la chica no le quedó atisbo de duda.

Volvió a girarse hacia él, con expresión espantada. Malfoy estaba muy pálido, y la observaba con ira.

—¿Ha sido por el libro? —preguntó esta vez Hermione en un susurro, sobrecogida—. ¿Te has enfadado con Nott porque me dejó un libro? ¿Por lo que te conté que decían de nosotros? ¿Por relacionarse conmigo?

La chica vio claramente cómo Malfoy apretaba fuertemente las mandíbulas. Su mano se apretó en torno al ejemplar.

—Esto no es de tu incumbencia —replicó, airado, mirándola con desdén desde su poderosa altura—. No te metas en esto, sangre sucia.

—Claro que es de mi incumbencia —protestó la chica, turbada, ignorando el insulto—. He sido yo la que ha metido a Nott en problemas contigo. No puedo creer que hayas… —comenzó a indignarse y a elevar el tono de voz una vez superada la sorpresa inicial. Tenía que haberlo imaginado, había sido estúpida. ¿Cómo iba a reaccionar alguien tan intolerante como Malfoy si se enterase de que su amigo había prestado cualquier cosa a una sangre sucia como ella? ¿O al saber que corrían rumores sobre ellos?

Solo había pensado en cómo reaccionaría Nott si se enterase. No se le ocurrió pensar en la reacción del propio Malfoy. Lo cual, ahora le parecía una absoluta estupidez por su parte. A pesar de no haberle contado a Nott los rumores, por algún extraño motivo que la chica no alcanzaba a comprender todavía, estaba claro que la situación no agradaba a Malfoy en absoluto. Y se había enfrentado a su amigo.

—¿Que haya qué? —espetó Draco, elevando ligeramente el tono de voz—. ¿Recordado a Nott cómo tiene que comportarse? ¿Que no debe acercarse a los sangre sucias porque lo matarán por traidor?

—¿Cómo van a…? —se desesperó ella ante su última pregunta.

—No te atrevas a explicarme cómo funciona mi mundo, Granger —replicó Draco, con tanta brusquedad que la hizo sobresaltarse. Él se dio la vuelta, dándole la espalda—. Esto es entre Nott y yo. Y es bastante más complicado de lo que tu mente inferior puede entender. No es más que un rematado imbécil que no entiende que va a meterse en problemas por involucrarse con alguien como tú. En problemas graves.

«El propio Lord Voldemort será quien mate a Nott si llegara a enterarse», pensó Draco en su mente, con desesperación. «Maldita sea…»

—Eso es… ¡absurdo! —exclamó ella, incrédula—. ¿Qué importa que Nott se lleve medianamente bien conmigo? Esas ideas son retrógradas. No hace daño a nadie ¿A quién puede…?

—¿A quién puede importarle? —Interrumpió Draco, con voz potente, volviéndose de nuevo hacia ella—. A cualquier persona que tenga un mínimo de cordura y tenga claras las diferencias sociales. ¡Díselo a los Slytherins, cuando se enteren de que anda haciendo el tonto con sangre sucias y quieran matarlo! Nott es sangre limpia, y debe comportarse como tal. Si no lo hace, se meterá en problemas muy serios. Y me meterá a mí también. Si la gente se entera de que se relaciona contigo todos creerán que yo también lo hago…

Hermione no podía creer lo que oía. Era como volver a tener la discusión que tuvo con Harry y Ron.

—¡Eso no es más que una estupidez! —saltó Hermione, casi dejando caer el paraguas, gesticulando, luchando por hacerlo entrar en razón—. Y no tiene por qué ser así. Los actos de Nott no son los tuyos. Nadie puede culparte a ti por lo que él hace….

—¡Maldita sea, eso es lo de menos! —estalló Draco, crispando el rostro, atravesándola con una fiera mirada gris. Alzó un dedo y la señaló con él—. Te juro, sangre sucia, que como le pase algo a Nott por tu culpa, te… te…

El rostro de Hermione se demudó. A la chica le costó darse cuenta de lo que oía. Escondido bajo su amenaza, a su racista, cerrada y anticuada forma, Malfoy se estaba preocupando por el bienestar de su amigo. Ella nunca creyó que alguien como Draco pudiese en verdad preocuparse genuinamente de alguien que no fuese él mismo. Pero acababa de demostrarle que se equivocaba. Malfoy tenía miedo de lo que pudiesen hacerle a Nott.

Draco se dio cuenta, un segundo después, gracias a la expresión turbada de Granger, de lo que había dejado escapar. Tal y como lo había dicho, daba la impresión de que se preocupaba más por Nott que por sí mismo… y eso no era así. O, al menos, no tenía pensado demostrarlo tan abiertamente. No tenía por qué revelar nada, y menos a Granger. Sintió la furia ascender desde sus pies hasta su nuca. Nott iba a conseguir que lo matasen. Y todo por no escucharle. Y encima él tenía que justificar su comportamiento a Granger. Maldita sea.

Draco dio la espalda a la chica, para contemplar la otra punta del campo, incapaz de seguir viendo cómo lo miraba con sorpresa. Como si acabase de descubrir que era humano. Y Granger no tenía por qué descubrir eso de él. No tenía que saber nada de él. Nada de eso era asunto suyo.

Hermione contempló su espalda, decorada con montones de nieve sobre sus hombros. Los puños de Malfoy, firmemente apretados y asomando bajo las mangas del abrigo, temblaban.

Una de las manos de Hermione soltó el paraguas y atravesó el aire que los separaba para apoyarse sobre la tela de su abrigo, en el medio de su espalda. La chica no supo si fue por su impulsivo gesto de tocar su cuerpo, pero de pronto el temblor en las manos de Malfoy cesó. Aunque no se dio la vuelta. Ella no retiró la mano, la cual subía y bajaba al compás de la agitada respiración del chico. Y él no le dijo que lo hiciera. La mano de la chica, apretándose contra su espalda, estaba logrando relajar sus pulsaciones, transmitiéndole la necia y falsa sensación de que todo tenía solución. Que, aunque Nott estuviese siendo un imprudente, aún podía resolverse todo. No había pasado nada que lamentar, aún podía solucionarlo. Aún podía salvar a Nott.

Y sintió un amargo retortijón al darse cuenta de que era precisamente Granger, la principal causante de todo, la que había provocado que pensase esas cosas.

—Supongo que me cuesta entender tu punto de vista —dijo de pronto Granger, a su espalda, en voz baja—. Pero puedo llegar a comprender que no eres el único que lo piensa. Y entiendo que estás preocupado por tu amigo. Habla con él y explícaselo.

Draco cerró los ojos un instante, eliminando los últimos rastros de frustración de su interior. Con una brusca sacudida de hombro, hizo que la mano de Granger se apartase de su cuerpo. Se dio la vuelta, y, para sorpresa de la chica, su mirada poseía su habitual superioridad e ironía.

—La solución a todo sería que tú te alejases de él.

Hermione tomó aire lentamente, sin decir nada. El corazón le latía muy rápido. No quería admitirlo, pero las palabras de Malfoy habían logrado preocuparla. Había comenzado una relación cordial con Theodore Nott a raíz del problema de Runas Antiguas, y ni se había planteado por un momento que pudiese tener tantas consecuencias. Le costaba comprender la visión de Malfoy, pero sabía por experiencia que no era el único que pensaba así. Era un pensamiento común entre un gran número de sangre puras. Sirius Black acabó siendo odiado y repudiado por su madre; Andrómeda Black, marginada por sus hermanas; la familia Weasley, acusados de traidores y simpatizantes de muggles… No quería que Theodore Nott viviese algo semejante por su culpa. O incluso algo peor.

Hermione estaba convencida de que había que cambiar esas cosas, y cambiarlas con el ejemplo. Pero quizá debería ser más discreta. Por la seguridad de Nott. El chico podía meterse, verdaderamente, en graves problemas. Su situación era distinta a la de Hermione. Su entorno era mucho más peligroso que el de ella.

—Seguiré hablando con Nott siempre que necesite algo de él. O él de mí —replicó ella finalmente, con solemnidad—. Porque no hacemos nada malo, y no me convencerás de lo contrario. Pero… intentaré ser más prudente. Intentaré que otros Slytherins no nos vean juntos.

Draco se limitó a mirarla fijamente. De pronto, no sabía qué decir. Y eso lo alteró ligeramente. ¿Granger estaba siendo… razonable?

—¿Lo harías? —fue lo único que consiguió decir Draco, en voz baja, con seriedad.

—Supongo que no tengo otro remedio. Lo último que quiero es que Nott esté en problemas por mi culpa. Por lo que dices, es bastante probable que ocurra. Y, aunque no me guste, supongo que sabes más que yo sobre el tema —razonó ella, con firmeza y seguridad en su voz. Añadió, con más suavidad—: Pero sigo pensando que deberías hablar con él. Acabará entendiendo que te estás preocupando por él. Si yo lo he entendido, él puede hacerlo también.

—Si tan segura estás, primero aplícate tú ese consejo —insinuó el rubio, sonriendo de pronto con desdén. Ella lució desconcertada—. Porque, si no me equivoco, y me has confirmado que no lo hago, tú no has hablado todavía con tus "amigos para siempre", ¿eh?

Hermione inspiró hondo por la nariz, indignada. ¿Cómo podía haber cambiado de actitud tan rápidamente? ¿Y cómo se atrevía a sacarle el tema de Harry y Ron?

—Eso no tiene nada que ver. Es un caso totalmente distinto —argumentó entre dientes.

—Claro, no se puede ni comparar —ironizó él, con una falsa mueca de disgusto.

—Malfoy, te recuerdo que estábamos hablando de ti —gruñó ella, ofuscada.

—Gracias por tu consideración, pero no hace falta seguir haciéndolo. Ya tengo suficiente; tu estúpido consejo que ni siquiera tú utilizas me será muy útil. Tengo fe plena en él.

—Oh, por Dios, eres insufrible —se quejó Hermione, cansada. Siempre acababa agotada tras hablar con él. No sabía por qué continuaba haciéndolo.

—Entonces tenemos algo en común —Malfoy volvió a dejarse caer sentado, colocando de nuevo sus antebrazos en sus rodillas. Curiosamente, se sentía más relajado, a pesar de seguir en compañía de Granger. Lo cual, por lo general, lo mantenía en un nivel elevado de alterada furia. Pero ahora se sentía casi cómodo. Casi tranquilo. Extrañamente, comenzaba a acostumbrarse a estar en su presencia. Por culpa de ella, evidentemente, que se empeñaba en encontrarlo y acorralarlo donde quiera que él estuviese. Dicho pensamiento hizo que un escalofrío le recorriese la espina dorsal, obligándolo a parpadear.

Lo había dicho con burla, para meterse con ella, pero… ¿en verdad Granger había ido allí a buscarlo a propósito? ¿Sabía que lo encontraría allí? ¿Y había intentado fingir que buscaba a sus amigos cuando en realidad quería verlo a él?

Sus ojos se desviaron hacia ella. Mantuvo su mirada clavada en su rostro, con una expresión de total seriedad. Parecía cavilar. Hermione le devolvió la mirada, sintiendo un pequeño hormigueo en la nuca ante su penetrante mirada. Un incómodo vacío se instaló en la boca de su estómago.

—¿Qué? —preguntó con voz suave, inquieta. No entendía su repentina expresión.

—¿Por qué te pones de mi parte? —cuestionó él a su vez, con curiosa brusquedad. Ella parpadeó.

—¿C-cómo?

—Has dicho que intentarás ser más discreta con vuestra "amistad" —ironizó Malfoy con furiosa burla—, y que crees que debería volver a hablar con Nott para que éste recapacite. O yo soy muy estúpido, o eso es decir que yo tengo razón y Nott se ha equivocado, ¿no? No eres estúpida, Granger, sabes tan bien como yo que Nott se está jugando el cuello hablando siquiera contigo, sin molestarse en ocultarlo.

Hermione volvió a parpadear, súbitamente confusa. Él tenía razón. Sin darse ni cuenta, se había puesto de parte del rubio.

—No es exactamente lo que quería decir —repuso, pero añadió antes de que él pudiese replicar—: Pero no lo digas como si fuese insólito. Tú también te pusiste de mi parte cuando te enteraste de que me peleé con Harry y Ron.

Draco rio por la nariz al instante. De forma exagerada. De pronto parecía muy divertido.

—Creo que me he perdido esa parte de mi vida, ¿podrías aclararme en qué sentido me puse yo de tu parte?

—Diste por hecho, sin yo decirte nada, que eran ellos quienes tenían la culpa de lo sucedido. De la discusión —respondió Hermione, con seguridad, sosteniéndole la mirada—. Me preguntaste qué me habían hecho. Y me dijiste que una amistad en la que no van a confiar en mí no vale la pena.

La habitual media sonrisa petulante en los labios de Malfoy no vaciló. En cambio, se puso en pie y recorrió el metro escaso que los separaba. Se colocó bajo su paraguas, tan cerca, que los antebrazos de la chica, alzados para sostener el mango, casi rozaron las solapas de su costoso abrigo negro. Hermione contuvo el primitivo impulso de retroceder, pero se obligó a no moverse. Y a sostenerle la mirada con entereza. Elevando la barbilla un poco más de la cuenta.

—Siento decepcionarte, Granger, pero decir que Weasley y Potter no valen la pena no es ponerse de tu parte —aclaró él, entrecerrando sus ojos claros—. Es señalar un hecho que es evidente para medio Hogwarts. Es decir, el medio Hogwarts que tiene más de dos neuronas. Y eso incluye a todos, menos a los Gryffindor. Y algún Hufflepuff descarriado.

Hermione apretó el mango del paraguas con más fuerza, furiosa ante sus palabras. Su corazón bombeaba al ritmo de un tambor, pero se auto-convenció al instante de que no era por la repentina cercanía del chico. Claro que no. Era por sus descaradas palabras. Era el idiota más arrogante que conocía. Y estaba a dos palmos de ella.

No era por su cercanía. Que no. Y tenía que dejar de ser tan consciente de ella. Solo era Malfoy. Lo conocía desde los once años. Lo había soportado desde los once años. No había razón para ponerse nerviosa por su proximidad… Aunque estuviese tan cerca que la chica pudiese ver que en realidad sus pestañas, más que rubias, eran de color castaño claro. Que sus rubias cejas tenían una forma muy bonita, recta y elegante. Que el borde externo del iris de sus ojos era de un gris más oscuro, casi negro. Que algunos mechones de su flequillo, húmedos por los copos de nieve derretidos, se pegaban en su frente, haciéndolo lucir algo más descuidado que en otras ocasiones. Dándole un aire más humano, más juvenil. Que sus labios estaban algo pálidos por el frío, haciéndolos visualmente aún más finos.

Pero era absurdo que se fijase en todo eso. Su carácter observador a veces resultaba frustrante. Malfoy solo quería incomodarla con su cercanía, intimidarla, como había hecho durante seis años. Si se había acercado tanto a ella, solo era para mortificarla, seguramente él ni siquiera se había dado cuenta de lo extremadamente cerca que estaban, ambos bajo el paraguas de la chica. Hermione sabía que Malfoy lo único que sentía ante su cercanía era repulsión, pero incluso eso parecía poder soportarlo con tal de molestarla. Qué bonito.

Pero tenía que dejar de pensar en su cercanía, y concentrarse en sus humillantes palabras.

—¿Cómo puedes insultar tan tranquilamente a la gente, Malfoy? —farfulló, indignada—. ¿Cómo puedes atreverte a juzgar a las personas sin conocerlas? ¿Y tú qué sabes si valen o no la pena? ¡No sabes nada de ellos! ¡Ni tampoco de mí!

Malfoy rio con la garganta y arqueó una rubia ceja con ironía. Hermione se sorprendió a sí misma fijándose en la elegante curvatura de su ceja cuando hacía eso.

—Me alegra que te menciones, porque da la casualidad de que últimamente sé más de ti de lo que me gustaría, dado que has cogido la adorable costumbre de seguirme a todas partes.

Hermione abrió la boca y aspiró con fuerza, consternada.

—¡Pero serás…! ¡Yo no te sigo a ningún sitio, maldito engreído!

—¿Ah, no? —se burló Draco—. ¿Entonces qué haces aquí? ¿Disfrutar del tiempo?

La sangre ascendió al rostro de Hermione. La tentación de darle una bofetada en su pálido y anguloso rostro era demasiado tentadora… Malfoy debió darse cuenta de la lucha interna que estaba manteniendo, pues amplió más su media sonrisa maliciosa. Sus ojos grises, entrecerrados, emitían destellos. Encantado de molestarla. Hermione volvió a tomar consciencia de sus propias pulsaciones, notablemente aceleradas. Las notaba en sus oídos. La presencia de Malfoy últimamente la alteraba más de lo normal. Quizá porque últimamente estaban muchas veces a solas. Y su instinto de supervivencia se activaba. No lo sabía. Pero se sentía inexplicablemente agitada. Como si una parte de ella quisiese alejarse hacia atrás a toda prisa para romper la cercanía con él; pero otra parte, una parte que no sabía muy bien a qué zona de su cuerpo o cerebro correspondía, quería justo lo contrario. Lo contrario. Le instaba a... terminar de cerrar esa cercanía. Acercarse. Su abrigo estaba demasiado cerca. Si solo avanzase un paso, podría apretarse contra su ropa…

—Tienes toda la razón. No sé qué hago aquí… Pero eso tiene fácil arreglo —replicó Hermione, con voz algo inestable pero tono firme. Tenía que salir de allí, y tenía que hacerlo ahora.

Apartó la mirada al instante del rostro del chico y se giró, echando a andar en dirección a las escaleras que bajaban de la grada. Cuando se alejó unos pocos pasos, escuchó un curioso sonido de nieve arrastrándose tras ella y comprendió que Malfoy se había girado para mirarla. Ese simple y elemental gesto fue suficiente para hacerla aferrase al paraguas con más fuerza. Sorprendiéndose no sabiendo cómo caminar con normalidad, con sus ojos en su espalda. En ese momento se dio cuenta de cuan calientes tenía las manos.

—Un saludo de mi parte a Pipi-Potter y al Comadreja, Granger —dijo la despectiva voz de Malfoy, en medio del murmullo del viento—. Creo que agradecerán más un saludo mío que tuyo, ahora mismo.

Hermione cerró los ojos un instante, sin dejar de caminar ciegamente escaleras abajo, alejándose de él. La distancia era una gran amiga en esos momentos. No se atrevió a girarse, ni siquiera para defender a sus amigos. No quería volver a mirarlo. Se sentía como una cobarde por huir así de él, y posiblemente lo era.

«Gryffindor, y una mierda», pensó amargamente.


Bueno, bueno, ¿qué os ha parecido? 🙏 Personalmente me encanta la amistad entre Draco y Nott, no sé qué os parecerá a vosotros 😍 (me refiero a la amistad que he imaginado yo para esta historia, poco sabemos del canon de JKR, por desgracia ja, ja, ja 😂). Sufro cuando discuten 😭.

¿Qué opináis de la conversación entre Draco y Hermione? ¿Y de la decisión que ha tomado Hermione de ser algo más discreta con respecto a su amistad con Nott? ¿Hubierais hecho lo mismo? A la pobre le ha preocupado que realmente pueda pasarle algo malo si la gente se da cuenta de la relación que mantienen… 😳

¡Espero que os haya gustado mucho el capítulo!

Nos leemos en los comentarios, si os apetece 😍

¡Muchas gracias por leer! ¡Hasta pronto! Un abrazo 😊

P.D. No desesperéis por la falta de un Dramione más intenso (?), ¿vale? no falta mucho, os lo prometo 🙈