¡Hola! ¿Cómo estáis? 😊 Os traigo el siguiente capítulo (evidentemente, no sé por qué siempre digo eso, ¿qué os voy a traer, galletas? Ja, ja, ja 😂). Espero que estéis muy bien y con ganas de seguir leyendo 😍.

Muchísimas gracias, como siempre, de corazón, a todos los que dejáis comentarios 😍. No solo es que dejáis comentarios, si no que dejáis unos comentarios súper positivos y no puedo quereros más ja, ja, ja 😍 ¡Y ya hemos llegado a los 50 comentarios! 😭💛 Soy muy feliz, muchas gracias. Gracias también a los que leéis en la sombra, por supuesto 😍. Espero que estéis disfrutando mucho la historia. Y gracias por añadirla a favoritos y a las alertas, me anima también muchísimo 😍.

Por cierto, solo para que lo sepáis, estoy publicando esta historia también en AO3 (Archive of Our Own), simplemente porque me apetecía probar esa página ja, ja, ja 😂. Mismo título, y mi usuario también es el mismo. Actualizaré al mismo tiempo que aquí, por si a alguien le apetece pasarse o suele leer por ahí, que lo sepa je, je 😊.

Y ahora sí, vamos con la historia... En el capítulo anterior vivimos cómo Draco y Nott solucionaban sus diferencias, al menos en parte, y volvían a ser amigos. Y Hermione tenía una interesante charla con Ginny, tras la cual, terminaba admitiendo para sí misma que sentía atracción por Draco. Veamos qué sucede después…


CAPÍTULO 16

Después del entrenamiento

Draco estaba tosiendo, presa de unas incontrolables arcadas, con la cabeza inclinada hacia el retrete. Era muy entrada la noche, y, una vez más, las pesadillas lo habían arrancado de un sueño reparador. Jadeando, cuando las arcadas remitieron, tiró de la cadena y mantuvo el rostro apoyado en el brazo, colocado éste sobre el borde del retrete. Se sentía fatal. Apretó los dientes con fuerza y tuvo que contenerse para no emitir un gemido de frustración que despertase a sus compañeros de cuarto.

Estaba harto. Estaba cansándose de que su cuerpo lo traicionase, de que lo colmase de un nerviosismo, de un pánico, que no debía sentir. No debía tener pesadillas sobre convertirse en mortífago, no debía soñar con el cadáver de su padre, pudriéndose en Azkaban. No tenía que sentir miedo de cumplir su destino. Era un honor, un privilegio. Algo que ansiaba hacer, desde siempre. ¿Por qué su cuerpo se empeñaba en negarle vivir esa satisfacción?

Estaba agotado. Se dijo que las pesadillas se recrudecían cuando estaba especialmente nervioso o alterado. Y últimamente estaba condenadamente alterado.

Por Granger.

Esa estúpida sangre sucia había llegado a su mente para quedarse. Había invadido los recovecos de su subconsciente, y ahora se negaba a irse. No había vuelto a hablar con ella desde lo sucedido en el Círculo de Piedra, desde hacía casi tres semanas. No estaba muy seguro si era por vergüenza ante esa conversación que se le fue de las manos, por rencor ante la negación de ella de ser la culpable de lo que le sucedía, o porque era demasiado terco como para enfrentarla, pero se negaba a dirigirle la palabra. La había ignorado totalmente, ni siquiera la había utilizado, ni a ella ni a sus amigos, para divertirse con sus colegas. Había sido muy cuidadoso de que no se presentase una ocasión semejante, lo cual había sido relativamente duro, pues coincidían en muchas clases. Necesitaba alejarla de su mente, de sus pensamientos, de su vida.

Pero siempre estaba ahí. En las clases, sentada a apenas unos pupitres de distancia. En el Gran Comedor, en la otra punta de la enorme estancia, pero perceptible para el radar en el que se había convertido el cerebro de Draco. En la biblioteca, en un rincón, estudiando con sus amigos, los estúpidos de San Potter y la Comadreja. El Trío Inseparable. O con la Comadreja Junior, esa tal Ginny Weasley. Insufrible, y exasperadamente pretenciosa para provenir de una familia de traidores a la sangre. También, en ocasiones, los acompañaba una chica rubia de Ravenclaw, a la cual, si Draco no se equivocaba, llamaban Lunática Lovegood. No sabía su nombre real, y no sabía nada de ella. Tampoco le importaba lo más mínimo. Incluso, a veces, les acompañaba el cero a la izquierda del imbécil de Longbottom. Nada nuevo bajo el sol, Granger toda la vida había estado con esa chusma, de la misma índole que ella. Solo que, ahora, Draco se había fijado conscientemente en las costumbres de la chica. Aunque no se dirigiesen la palabra, ni siquiera una mirada, Draco la seguía teniendo jodida y desagradablemente presente.

Se frotó el rostro con las manos. Al parecer, el estrés que Granger le provocaba hacía que volviese a tener pesadillas. Era el colmo.

Se puso en pie, tiritando ligeramente de frío. Salió del baño, apagando el candil con luz tras él, rezando para no haber despertado a los demás. No tenía ganas de dar explicaciones ni hablar siquiera con nadie. Para su sorpresa, todos sus compañeros seguían dormidos. Incluido Nott, a diferencia de otras ocasiones.

Agradeciendo esa pequeña fortuna con que la vida lo recompensaba, se acercó al escritorio y llenó un vaso de agua fría, que vació después de un trago.

Disfrutando del líquido helado bajando por su irritado esófago, el chico desvió sus ojos hacia una de las ventanas, perdiendo su mirada en la verdosa luz que el lago emitía, arrancando destellos perlados al cristal del vaso. Era una luz muy sutil; imaginaba que habría una brillante luna en el cielo. Si no, no habría luz que atravesase las densas aguas, a esas horas de la noche.

En ese momento, en la soledad de su habitación, se sintió muy estúpido. Y muy enfadado consigo mismo. ¿De verdad no podía controlar lo que le estaba sucediendo? ¡Qué ridiculez! Claro que podía. Granger volvería a ser la conocida que siempre había sido. La apartaría de su mente. Sin más preámbulos. Era imposible que fuese tan complicado. Se estaba ahogando él solo en un vaso de agua, cayendo en una espiral de pensamientos obsesivos que no eran, desde luego, sanos.

Bastantes problemas tenía él como para que ahora viniese esa insignificante sangre sucia a atormentarlo, a robarle la tranquilidad y a alborotar su mente.

Draco era perseverante. Acabaría con esta tontería, y recuperaría, al menos, parte de su paz mental.


El martes día diez de Febrero, a primera hora de la mañana, una suave y gélida neblina inundaba los jardines del castillo, provocando que los cristales del invernadero número tres estuviesen completamente empañados. Los alumnos de séptimo curso, envueltos en abrigos, bufandas y guantes, aguardaban cargados con sus mochilas ante la puerta del invernadero. Se encontraban a la espera de que sonase por fin la campana que daba comienzo a las clases, para que así la profesora Sprout les permitiese pasar al interior. Esperaban así guarecerse de esa niebla helada que les congelaba los pulmones.

Cuando sus oraciones fueron escuchadas, y el sonido de la campana provocó que su profesora de Herbología abriese la puerta, sonriéndoles cariñosamente, todos los alumnos se lanzaron en tropel al interior. Pero no tardaron en comprobar, afligidos, que no había diferencia entre el exterior y el interior del invernadero. Seguía haciendo un frío espantoso.

—Buenos días a todos —saludó la rolliza profesora, sonriente, colocándose frente a una mesa cubierta con una sábana blanca que ocultaba algo, mientras los alumnos se iban acomodando en grupos en sus correspondientes mesas. Algunos ni siquiera se quitaron los abrigos—. Vamos a comenzar a trabajar para entrar en calor. Bueno, como podéis observar, hoy os he dejado un equipo de protección para cada uno sobre las mesas. Incluye unas gafas protectoras, guantes, y un protector para la dentadura. No es que la clase de hoy vaya a ser muy peligrosa, pero más vale prevenir. No quiero que haya accidentes. ¿Alguien recuerda… —levantó y apartó la sábana blanca, con una sacudida de varita, dejando al descubierto lo que había debajo— qué tipo de planta es ésta?

La sábana había revelado seis grandes macetas cuadradas, en las cuales se veían unas grandes plantas redondas de color verde claro, cuyas hojas ascendían en dirección al techo. Tenían una poco confiable forma parecida a un cogollo de lechuga. No parecían peligrosas, aunque de vez en cuando se agitaban sospechosamente.

La bien adiestrada mano de Hermione fue la primera en elevarse. La profesora la señaló.

—¿Sí, señorita Granger?

La chica tomó aire y se lanzó a una de sus habituales y detalladas explicaciones:

—Es una Col Masticadora China. Una planta peligrosa que posee dientes reales —más de la mitad de la clase miró con terror las inocentes hojas al oír la palabra "dientes"—, y que puede llegar a medir unos cuatro metros de altura, con los cuidados y la temperatura adecuada. Tal y como indica su nombre, tiene la capacidad de masticar alimentos, y es muy sensible. Su utilización más común es la de la elaboración de la poción curativa "Crecehuesos".

—¡Excelente! Diez puntos para Gryffindor —exclamó la profesora alegremente—. Como podéis comprobar, continuamos con el repaso de las plantas que hemos aprendido a manejar en años anteriores, y que son más probables que aparezcan en vuestros exámenes de ÉXTASIS. Muy bien, pues esa será precisamente nuestra tarea: recolectar la Col Masticadora China para la fabricación de pociones curativas…

La jefa de la Casa Hufflepuff procedió a explicarles cómo se extraía la parte correcta de la planta que sí podía utilizarse para las pociones. Hermione, que ya recordaba el procedimiento pues lo había estudiado en Mil Hierbas y Hongos Mágicos dos años atrás, se permitió echar un vistazo a sus compañeros para ver sus reacciones. A juzgar por sus miradas perdidas y brillantes, tuvo la seguridad de que iba a haber bastantes mordeduras en esa clase.

Justo cuando iba a devolver la mirada a la profesora, sus ojos se toparon con los de Malfoy, a dos mesas de distancia, que, al igual que ella, parecía estar echando un ojo a sus compañeros de clase. O al menos eso quiso pensar. Se tensó de inmediato al sentir esos ojos grises clavados en los suyos. Su primer impulso fue desviar la mirada de inmediato. Pero no lo hizo... porque Malfoy tampoco lo hizo. No dejó de atravesarla con sus acerados e intensos ojos. Sin ningún disimulo.

Hermione sintió un inevitable miedo invadirla. Estaba mirando a Malfoy directamente a los ojos. En medio de una abarrotada clase, con sus amigos a su lado. Delante de todo el mundo. Estaba haciendo algo que no debería, ni en soledad ni mucho menos en público. Pero Malfoy también lo estaba haciendo, no era solo cosa suya. Sentía el corazón latir firmemente en su pecho, rebotando contra sus costillas. Sintió la adrenalina envolverla, acelerándole la respiración. Estaba prohibido, y, sin embargo, lo estaban haciendo.

Sus miradas se entrelazaron, se aferraron la una a la otra, e incluso dejaron de oír la firme voz de la profesora Sprout impartiendo la clase. No podían apartar los ojos, era como si los tuviesen trabados en los del otro. No dijeron nada. No hicieron ningún tipo de gesto. Solo se contemplaron durante lo que debieron de ser tres segundos escasos, pero que a ellos les parecieron tres horas.

Ese instante pareció cosa de magia.

—… y es por eso que no quiero que hagáis tonterías, ¿de acuerdo? Muy bien, pues entonces manos a la obra. ¡Que cada mesa coja una maceta!

Draco y Hermione apartaron sus miradas con brusquedad, al unísono, y las concentraron en las personas con las cuales compartían mesa.

Hermione se apresuró a colocarse el equipo de protección, mientras Harry y Ron se ofrecían a ir a buscar la maceta con la Col Masticadora. El corazón le latía desbocado. Le sorprendió notar que la piel de los brazos se le había puesto de gallina, y comprender que poco o nada tenía que ver con el frío del lugar. ¿Qué acababa de pasar? ¿Por qué se habían mirado así?

Ernie Macmillan, con el cual compartían la clase de Herbología, también comenzó a colocarse el equipo, mientras sonreía a la chica.

—Menudo frío, ¿eh? —comentó el joven para dar conversación, colocándose los gruesos guantes protectores de piel de dragón—. No deberíamos haber dejado la asignatura de Adivinación. Ahora mismo echo de menos el olor a té e incienso de esa aula. Siempre hacía tanto calor…

—Y que lo digas… —admitió Hermione, devolviéndole la sonrisa, mientras se ponía las grandes gafas—. Aunque reconozco que el olor era asfixiante.

Ernie se echó a reír, con el protector para los dientes en las manos.

—También es verdad. Pues dicen que para el fin de semana va a empeorar, avecinan más nieve —comentó Ernie colocándose el protector y hablando con voz pastosa—. Ya es mala suerte, esperaba que aguantase hasta el sábado. Tengo ganas de que llegue el fin de semana… ¿Con quién vas a acudir a Hogsmeade?

—¿Este fin de semana hay excursión? —inquirió Ron, llegando con Harry a la mesa, cargando entre los dos con la pesada maceta—. No lo sabía…

—Este sábado es San Valentín —informó Ernie, animado, con su ampulosa manera de hablar—. Y, no sé si ese es el motivo, pero los profesores han decidido organizar una excursión. Yo ya tengo acompañante —comentó, con visibles ganas por contarlo—. Iré con Susan, ¿y vosotros?

—Pues no —admitió Harry, distraído, colocándose las gafas protectoras encima de las suyas, y tratando de ajustarlas para que no le molestasen—. Supongo que… ¡Espera! —miró a Ron de pronto con alarma, enmudeciendo. Su amigo se asustó ante su mirada, y le devolvió una visiblemente sobresaltada.

—¿Qué pasa? —preguntó el joven Weasley, preocupado. Hermione comprendió que Ron pensaba que Harry acababa de volver a oír esa extraña voz en su cabeza, y ahí residía su alarma. Pero nada más lejos. Harry sacudió la cabeza, entendiendo la perturbada mirada de su amigo, y lo miró con cara de circunstancias.

—No, no pasa nada —enfatizó, intentando tranquilizarlo sin desvelar nada delante de Macmillan. Lo miró con más tranquilidad—. Pero, ¿este sábado no hemos puesto…?

—¡… entrenamiento extraordinario de Quidditch! —exclamó Ron con voz estridente, con los azules ojos de nuevo fuera de las órbitas, recordándolo de pronto. Se dio una palmada en la pecosa frente—. ¡Mierda! ¿No vamos a poder ir a Hogsmeade? La otra vez tampoco fuimos… ¡Harry, tú eres el capitán, cancélalo!

—Me encantaría, pero el partido es dentro de dos semanas y el equipo de Slytherin se ha reservado el campo casi todos los días —protestó Harry con una mueca de disgusto. Resopló y se colocó los guantes—. Aunque ellos no tienen partido hasta más tarde…

—Lo hacen a propósito porque tienen a Snape de su parte —repuso Ron en un lúgubre murmullo, demasiado deprimido como para terminar de colocarse el equipo—. Si al menos McGonagall nos apoyase… Pero es demasiado imparcial.

—¡Pero si la profesora McGonagall es una gran forofa del Quidditch! —intervino Ernie, desconcertado.

—Sí, pero no tanto como para tener una pelea segura con Snape para conseguirnos más entrenamientos. Al no ser una final no creo que se implique tanto…

—¿Y por qué es un entrenamiento "extraordinario"? —preguntó Hermione con curiosidad.

—Porque las cazadoras, Demelza y Satine, tienen un parcial muy importante de Encantamientos la semana que viene y tienen que estudiar —explicó Harry.

—Así que Ginny se libra de tener que ir, porque también es cazadora pero no puede entrenar sola —completó Ron con desánimo—. La idea era que solo entrenaríamos guardián, buscador y golpeadores. Así que… en fin, Hermione, pásatelo bien allí —la despidió Ron con la mano, agitándola con desánimo. Su amiga lo miró con culpabilidad.

—Me da pena ir sin vosotros. Puedo…

—No, mujer, la otra vez tampoco fuiste por hacernos compañía —protestó Ron, sacudiendo la cabeza como si no hubiera discusión posible—. Además… quiero dulces de Honeydukes. Después te apuntaré los que quiero que me traigas —añadió, con satisfacción. Su amiga lo miró con resentimiento, mientras Ernie reía.

Harry, en cambio, apenas forzó una sonrisa. Miraba con el ánimo por los suelos la, todavía pacífica, Col Masticadora con la cual tenían que trabajar. De pronto alzó su verde mirada y observó a Hermione con avidez:

—¿Irás con Ginny a Hogsmeade? —preguntó de golpe.

—Supongo que sí —dijo Hermione, vacilante, encogiéndose de hombros. Pero no pudo evitar dirigirle una mirada petulante que Ron, ahora terminando de colocarse el equipo protector, no vio—. No hemos hablado nada, ya veis que también me acabo de enterar de que hay excursión. ¿Por qué?

El chico se encogió de hombros y carraspeó con brusquedad, apartando la mirada.

—Por nada… Por saber si ella ya sabía que había excursión, y se le había olvidado decirnos a los del equipo. O si tiene pensado ir con alguien —añadió con torpeza, sin saber cómo salir de su propia pregunta incómoda. Hermione sonrió con dulzura. O toda la dulzura que le permitió el protector en los dientes.

—Sí, iré con ella. Seguro que ni se ha enterado de la excursión, nos lo hubiera comentado. No creo que tenga acompañante —lo miró con cariño para tranquilizarlo, y su amigo sonrió con apuro—. También con Neville, supongo, si no tiene otro plan —añadió Hermione para disimular. Miró a su compañero, situado en la mesa de al lado, y enzarzado en una batalla bastante épica con la Col Masticadora, mientras era observado con admiración por sus inmóviles y asombrados compañeros de mesa.

—Y Luna seguramente también irá —intervino Ron, sin captar las sutilezas de la conversación que estaban manteniendo sobre su hermana pequeña. Se remangó la túnica, preparándose para la inminente lucha con la planta.

—Exacto, también con Luna —corroboró Hermione, animada.

—Venga, chicos, basta de cháchara —les recriminó la profesora Sprout acercándose a ellos—. Os estáis retrasando. Mirad, Neville ya ha llenado uno de los botes con parte de la Col Masticadora…

Efectivamente, su amigo, con el redondo rostro sudoroso, y muy despeinado, sostenía un frasco lleno de trocitos verdosos que evidentemente correspondían a la planta. En el inocente vegetal que había sobre la mesa de Neville había aparecido una enorme abertura horizontal, que ahora se abría y cerraba, revelando los dientes en su interior.

—Sí, profesora —aseguró Hermione rápidamente.

—Ahora mismo, profesora Sprout —recalcó Ernie.

Los cuatro compañeros se inclinaron sobre la Col Masticadora, dispuestos a luchar para conseguir extraer las partes adecuadas. Antes de enzarzarse en una pelea contra los dientes de la planta, Hermione dirigió su vista brevemente, sin poder remediarlo, hacia la mesa de Malfoy. El cual, como era evidente, ya no la miraba. Parecía tener dificultades para cortar con unas tijeras mágicas un trocito de la parte superior del enajenado vegetal, y, al mismo tiempo, controlar que una aterrorizada Parkinson no lo moviese, pues no paraba de lanzar grititos y sacudirle el brazo, señalando los dientes de la horrible planta.


—Hasta mañana, Montague.

—Hasta mañana, capitán.

—Adiós, chicos, pasad buena noche —se despidió Graham Montague, manteniendo la puerta de los vestuarios abierta mientras su equipo de Quidditch salía fuera tras un duro entrenamiento. El aire que se colaba por la puerta abierta era gélido. El chico giró el rostro para mirar al único miembro que aún estaba dentro—. ¿Te falta mucho, Draco?

—Aún tengo que cambiarme de ropa —jadeó el joven rubio, de puntillas, guardando en un armario alto el pesado baúl con las pelotas—. Vete yendo, luego cierro yo.

—De acuerdo —aceptó Montague, haciendo ademán de salir y casi chocando con un visiblemente congelado Theodore Nott, que entraba en ese momento—. ¡Ah! Hola, Nott, pasa. Hasta mañana, chicos.

—Adiós —repuso Nott, mientras el capitán salía y cerraba la puerta tras él—. ¿Cómo es que tardas tanto? —preguntó, volviéndose para mirar a Draco. Curiosamente, tiritaba un poco por el frío del exterior, pero en su rostro se dibujaba una inusual sonrisa—. Normalmente eres de los primeros en salir…

—Hoy me tocaba a mí guardar el material —explicó Draco, intentando cerrar con gran esfuerzo el armario que contenía las Nimbus 2001, empujándolo con el hombro—. Tengo que empezar a traer la varita a los entrenamientos…

—¿Te ayudo? —ofreció su amigo al instante, sacando su propia varita del bolsillo interior de su gruesa túnica de invierno.

—Tranquilo… ya está —resopló Draco, logrando cerrar el armario, el cual produjo un metálico sonido de cerradura conectándose.

—De acuerdo —aceptó Nott sin borrar su sonrisa, volviendo a guardar su varita. Se sentó en uno de los bancos a contemplar a su amigo, frotándose las frías manos—. Crabbe y Goyle han vuelto a faltar al entrenamiento, ¿no? No los he visto salir.

—Exacto —corroboró Draco, con desinterés—, hoy tampoco han venido. Montague estaba que echaba humo.

—Pobre hombre, le están dando muchos problemas… —admitió Nott componiendo una mueca, pero sin dejar de sonreír—. Pero los demás habéis volado muy bien. He estado viendo el final del entrenamiento desde las gradas. Hace un día genial, ¿verdad?

Draco lo miró con incredulidad mientras se sentaba a su lado para quitarse el uniforme y cambiarse a su ropa normal. No le merecía la pena ducharse. En la calle hacía un frío siberiano que había logrado que no sudase nada a pesar del duro entrenamiento, y la ligera nevada que había caído en un momento dado, dejándolo empapado, lo había dejado limpio para varios días.

—Oh, sí, hace un día buenísimo. Para bañarnos en el lago, diría yo, si no fuera porque está congelado —ironizó Draco sin dejar de mirarlo con extrañeza, quitándose las protecciones de las rodillas—. ¿Por qué estás tan contento? ¿A qué viene esa sonrisa tan estúpida?

—¿Qué sonrisa? —repuso Nott, incrédulo.

—La que te da la vuelta a la cara —especificó el rubio, arqueando una ceja y quitándose las protecciones de los antebrazos—. No recuerdo la última vez que te vi tan contento… Hacía tiempo que no te veía los dientes. ¿Qué te ha pasado?

—Pues nada especial —admitió Nott, con un tono divertido, pero bajando la mirada con un brillo ilusionado imposible de ocultar en sus azules ojos.

—¿Seguro?

—Seguro.

Draco se encogió de hombros con indiferencia, sin darle más importancia, y procedió a quitarse la túnica de color verde brillante, sin mirar a su amigo. Nott volvió a alzar la mirada para contemplarlo con impaciencia un par de segundos y al final exclamó, sin poder contenerse:

—Vale, bueno, sí que hay algo —dijo atropelladamente. Draco lo miró de nuevo, ligeramente sorprendido—. Ya que insistes…

—Yo no te he insistido… —repuso Draco con burla, sin que su amigo le hiciese caso.

—Resulta que estaba hablando con Daphne de la excursión a Hogsmeade de este sábado, y al final le he preguntado si quiere ir conmigo, los dos solos, y… m-me ha dicho que sí —explicó, intentando mantener la compostura y tratando de no sonar demasiado ilusionado, aunque la voz le temblaba—. Es genial, ¿no crees? La verdad es que casi me cuesta creerlo...

—¿De verdad se lo has pedido a Greengrass? —repuso Draco con abierta burla—. ¿ a ella?

—¿Por qué te sorprende eso, pedazo de estúpido? —preguntó Nott, decepcionado por el poco entusiasmo que demostraba su amigo ante la estupenda noticia.

—Más que nada porque, cuando le das los buenos días, te sale un sonido parecido al que hace mi búho cuando se atraganta con un ratón —replicó sin compasión. Se quitó el jersey que había usado para entrenar, y fue al cubículo de madera que hacía las veces de taquilla a dejarlo allí—. Además, ¿qué le ves de valiente a haberle pedido una cita para Hogsmeade? Sois novios, caray, lo normal sería que fueseis juntos… Y más en San Valentín.

—Gracias por alegrarte tanto por mí, amigo —masculló Nott, cruzándose de brazos fingiendo molestarse. Pero su feliz sonrisa le delató. Nada de lo que Draco dijese podría deprimirlo—. Ya sabes que no tengo ninguna experiencia en tener pareja. Estoy intentando hacerlo lo mejor posible… Y estas cosas me dan mucho corte. Me siento imbécil cada vez que intento ser un poco cariñoso.

—Yo tampoco he tenido pareja —masculló Draco con desgana, dejando el jersey doblado en la taquilla—. Pero, joder, no me parece que sea tan complicado…

—Bueno, vale, déjame en paz, olvídalo… —suspiró Nott—. Solo finge que te alegras por mí, ¿vale?

—Hecho, eso puedo hacerlo —se burló Draco, esbozando una sonrisa divertida que su amigo, a sus espaldas, no vio. Alzó una mano, con el pulgar en alto, sin mirarlo—. Me alegro, colega.

Nott sacudió la cabeza con consternación, pero, al mismo tiempo, sonreía. Sabía que Draco solo le estaba tomando el pelo.

—¿Y tú qué vas a hacer? —cuestionó ahora Theodore con interés, en un tono más normal—. ¿Irás con los chicos? ¿Zabini y los demás? ¿O los del equipo?

—No lo había pensado, la verdad —murmuró Draco tras un par de segundos de silencio, de pronto aparentando encontrarse algo ido. Nott creyó apreciar un tono más apagado de lo normal en su amigo, y se apresuró a añadir, solícito:

—Si no tienes otro plan puedes venirte con nosotros, aunque me imagino que no te apetecerá estar con una pareja en un día así... Daphne me ha dicho que a Pansy le gustaría ir contigo como otros años, ya que los dos estáis solteros, pero que le da algo de vergüenza comentártelo. Preferiría que se lo dijeses tú, si te apetece… Eso me ha dicho Daphne, al menos.

—Ya… La verdad es que no me apetece ir con ella —murmuró Draco, todavía en la taquilla, de espaldas a su amigo—. De hecho, no quiero ir con nadie. Había pensado quedarme en el castillo y aprovechar para…

—Venga, Draco, hombre, las excursiones a Hogsmeade son muy escasas. Da igual que sea o no San Valentín, es lo de menos —lo interrumpió Nott, con tono de protesta, frunciendo el ceño. Extrañado ante el comportamiento de su amigo, añadió—: En serio, ¿por qué no vas con Pansy? Podríais…

—Que no —replicó Draco, cortante, mirando sin ver el oscuro interior de la taquilla—. No voy a ir con ella.

—Pero, ¿por qué? Otras veces habéis ido juntos —se sorprendió Nott, mirando la rubia nuca de su amigo con perplejidad. Al ver que no decía nada y seguía sin darse la vuelta, añadió—: Ya te digo que no hace falta que sea rollo pareja; simplemente como amigos, como otras veces, no sé… ¿O es que ha pasado algo? ¿Habéis discutido?

—Que no, joder, no insistas, déjalo ya —respondió bruscamente, casi arrojando dentro de la taquilla las protecciones que usaba para entrenar, produciendo un fuerte ruido.

—Vale —replicó Nott, molesto por el tono tan malhumorado de su amigo—. Perdona, chico. Solo intentaba ser amable. Te comentaba lo que me han dicho, tú haz lo que te dé la gana. No hace falta que te pongas así…

Draco emitió un lento suspiro por la nariz y se dio la vuelta por fin, apoyando la espalda desnuda en la fría madera de la taquilla, sin mirar todavía a su amigo pero quedando de frente. Parecía cansado de pronto.

—No quería hablarte así —murmuró Draco, decaído, frotándose los ojos con índice y pulgar—. Últimamente ando nervioso y me enfado por nada…

—Eso ya me he dado cuenta. ¿Qué pasa? —quiso saber Nott, impertérrito—. Desde ayer estás de un humor de perros… Y no se te ocurra decirme que "nada". No cuela.

Draco desvió la mirada a un lado, sintiendo la furia ascender por su garganta. No quería, bajo ninguna circunstancia, contarle nada, y sin embargo… Lo necesitaba. Llevaba tiempo con la sensación de que iba a estallar en cualquier momento. De que no era capaz de controlar absolutamente nada de lo que lo rodeaba. De que todo, por mucho que se esforzaba, se le estaba escapando de las manos. Necesitaba sacar parte de lo que lo atormentaba. O iba a volverse definitivamente loco.

—No tengo claro lo que me está pasando, Nott —admitió con voz ronca. Casi un susurro en el silencio del vestuario—. Creo que me estoy volviendo loco… —jadeó con impotencia y fue a sentarse en el mismo banco de antes, junto a su amigo. Ni siquiera se había puesto todavía el jersey, pero no sentía frío.

—Puedes contarme lo que sea —aseguró Nott, en voz también baja y serena. Intuía que algo preocupaba de verdad a su compañero—. Quizá pueda ayudarte… ¿Qué te pasa?

Granger. Eso me pasa —masculló, repentinamente rabioso y frustrado a partes iguales. Nott pareció desconcertarse por unos segundos.

—Bueno… eso no aclara mucho —observó, casi divertido—. Os habéis peleado infinidad de veces. Sé que te saca de quicio, pero tampoco es para que te agobies así, ¿no?

Draco cerró con fuerza los ojos y se pinzó el puente de la nariz con dos dedos, resoplando. Apretó los dientes con fuerza, pero tuvo que aflojar la presión al cabo de pocos segundos para poder hablar.

—No puedo contártelo —replicó, con inesperada firmeza—. No tiene sentido que lo haga… No, déjalo. No lo entenderías, porque no lo entiendo ni yo mismo. Todo es una gilipollez sin sentido…

—Draco —suspiró Nott con pesadez, elevando ligeramente el tono de voz—, si no me vas a contar a mí lo que te pasa, ¿a quién se lo vas a contar? Joder, mírate, estás desquiciado. ¿De qué va todo esto?

El joven Malfoy miró por fin a su amigo, casi de refilón. Nott lo contemplaba con seriedad, paciente, demostrándole con sus inteligentes y tristes ojos azules que escucharía lo que quisiera contarle. Draco, que nunca había necesitado desahogarse con nadie, ni siquiera siendo un niño, que había aprendido a solucionar por sí solo todos sus problemas, que nunca había pedido ayuda, sintió una inesperada necesidad de ser sincero con él, de pedirle que le ayudase a entender lo que le estaba sucediendo. Quizá nunca había estado tan desesperado y confundido en toda su vida como lo estaba en ese momento.

Tras un par de tensos segundos, Draco devolvió la vista al frente, con la rendición plasmada en su tensa expresión.

—No sé ni cómo empezar —murmuró secamente, haciendo un último y vago intento para no tener que hablar.

—¿Qué tal por el principio? —respondió Nott sin alterarse.

—Como si supiera cómo ha empezado todo esto… —farfulló Draco mirando el vacío con fiereza, profundamente enfadado consigo mismo. La sangre le burbujeaba en las venas y el corazón le bombeaba lenta y sonoramente, en su pecho y oídos—. No sé qué me pasa. Te lo digo de verdad. Comienzo a asustarme de mí mismo. Y comienzo a asustarme de Granger. No la aparto de mi mente. La… la veo por todas partes —sacudió ligeramente la cabeza, con incredulidad, antes de proseguir—. De un día para otro me he sorprendido a mí mismo buscándola con la mirada. No entiendo por qué lo hago. Es inconsciente, no lo controlo. Y, cuando la veo, es una sensación tan... rara. Y es desagradable, pero… pero a veces me doy cuenta de que no lo es, y lo odio, y creo que voy a volverme loco —jadeó y le dio un flojo golpe con el puño al banco donde estaban sentados—. Y la culpa la tiene ella por haberse metido en mis asuntos sin que nadie la invitase… —se puso en pie de un salto bajo la atenta mirada de su amigo y comenzó a dar vueltas por el vestuario, subiendo el tono de voz mientras hablaba—. Maldición, no dejo de pensar en que todo esto está mal, que no debería estar pasando, y ni siquiera está pasando nada, pero siento que todo está mal, y tengo la sensación de que me va a estallar la cabeza. Y de pronto comprendí que esto no era normal, que me lo tenía que estar provocando todo ella a propósito, que tenía que ser culpa suya… Un hechizo, un Imperius, o algo así… Pero dice que no, que no tiene nada que ver, y no sé si me está mintiendo o no. Perfectamente podría estar mintiéndome, pero, joder, no parecía saber de qué hablaba yo, y… Uf, maldita sea, la odio tanto, te lo juro y… y… ¡Por las barbas de Merlín! ¿Vas a decir algo o vas a esperar a que me quede sin aire?

Se quedó quieto en el centro del vestuario mirando a su amigo con enfado, respirando entrecortadamente. Nott lo miraba fijamente con las cejas levemente arqueadas, sin decir ni media palabra ni hacer ademán de interrumpirlo. Parecía tan poco alterado que Draco estaba tentado de zarandearlo por los hombros para hacerlo reaccionar. ¿Cómo podía estar tan calmado cuando él estaba a punto de sufrir un ataque al corazón?

—No sé qué decirte —murmuró Nott finalmente, rascándose la barbilla—. Por todo lo que me estás contando, lo único que me dan ganas es de encerrarte en San Mungo. Con camisa de fuerza y tal, ¿sabes?

—Yo también he pensado en esa posibilidad. Pero te estoy hablando en serio, joder —farfulló Draco, frustrado. Nott se encogió de hombros.

—Yo también iba en serio… —aseguró, con abierta ironía. Al ver que Draco le dedicaba una mirada de profundo menosprecio, añadió con voz más alta y nuevamente seria—: ¿Qué quieres que te diga? Es jodidamente evidente lo que te está pasando y, sinceramente, necesito un momento para asimilarlo. Me acabas de dejar de piedra. Esto es… —jadeó, incrédulo, apartando la mirada. Añadió casi para sí mismo, en voz más baja, como si Draco no estuviera ahí—: Es una completa locura. No me puedo creer lo que me estás diciendo.

—¿De qué cojones hablas? —se impacientó Draco, alzando la voz. Estaba cansándose de la actitud de su amigo. Una chispa de comprensión brilló de pronto en sus grises ojos—. Entonces, ¿es eso? —añadió con renovada agitación—. ¿También crees que es todo culpa de Granger? ¿Me está provocando todo esto a propósito? ¿Crees que me ha hechizado? Lo sabía, maldita sangre sucia…

Nott, durante una fracción de segundo, pareció dudar entre echarse a reír o a llorar. Finalmente esbozó una mueca de profunda pesadez, para después mirar a su amigo con desdén.

Evidentemente, no. No me jodas, anda. Sabes perfectamente lo que te está pasando —le espetó con exasperación. Draco lo miró de nuevo, con confusión y evidente molestia.

—¿Acaso tengo pinta de saber lo que me pasa? —replicó él, resentido.

—Draco, por Merlín, es totalmente obvio, ¿de verdad te estás intentando engañar así a ti mismo? —insistió Nott, mirándolo con abierta incredulidad. Sus ojos azules brillaban de impaciencia. Y preocupación.

—¿Engañar? ¿Me tomas el pelo? ¿De qué hablas? —enfatizó el rubio, comenzando a molestarse seriamente—. ¡Di algo con sentido, por Merlín!

Nott se limitó a contemplarlo durante unos segundos, calibrándolo. El moreno estaba casi patidifuso, y no parecía tener claro si su amigo se estaba burlando de él o no. Al ver la tormentosa furia en los ojos grises de Draco, pareció considerar finalmente que no se estaba burlando de él. Que su estado alterado era real. De verdad no sabía lo que le estaba pasando.

—Si no te has dado cuenta es que eres rematadamente imbécil. Y, sinceramente, me están entrando ganas de darte un puñetazo —confesó Nott, sin tapujos, todavía mirándolo como si no pudiese creer lo que veía—. ¿En serio me montaste a mí una bronca espectacular por hablar con ella y una semana después me vienes con estas? ¿Diciéndome que ella te atrae? Eres un maldito hipócrita.

Dio la impresión de que un balde invisible, lleno hasta el borde con la nieve del exterior, acabara de precipitarse sobre Draco. Miró a su amigo con los ojos abiertos como platos, y el cuerpo increíblemente tenso. Incluso sus nudillos estaban blancos. No dijo nada durante unos segundos, como si esperara que continuase hablando. O como si no lo hubiera oído. Nott se mantuvo en silencio, aguardando pacientemente a que asimilase sus palabras.

—¿Qué? —logró escupir Draco tras casi cinco segundos, con desdén, en medio del shock. Miraba a su amigo como si hubiese perdido el juicio—. ¿Que me atrae? ¿Quién? ¿Granger? ¿Granger?

—Eso me acabas de decir —repuso Nott, sin amilanarse.

—¿Yo? ¡Yo no he dicho nada parecido! —exclamó Draco, abriendo mucho los ojos—. ¿Cómo que yo te he dicho eso? ¿Me tomas el pelo? Te estoy hablando de Granger, ¿es que no me escuchas?

Su amigo chasqueó la lengua, impaciente.

—Sí, gracias, me ha quedado bastante claro. ¿Y a ti?

—¿Entonces por qué dices que me atrae? —saltó Draco, demasiado alterado como para responder a su pregunta— ¿Te burlas de mí? ¡Es una… puñetera sangre sucia! ¡No puede atraerme!

—Permíteme que lo ponga en duda —se burló Nott, dejando escapar una carcajada incrédula y casi desquiciada—. Oh, venga, Draco, por favor, no seas infantil. Eres perfectamente consciente de lo que acabas de decirme. ¿Qué otra explicación posible hay?

—¡Cualquiera! —bramó Draco, como si fuera evidente, con la voz una octava más alta de lo normal—. ¡Cualquier explicación coherente! ¡Cualquier explicación que tenga algo de lógica! ¿Cómo puedes decir eso y quedarte tan ancho? ¿Cómo puedes insultarme así y quedarte tal cual? ¿Cómo… demonios va a gustarme una sangre sucia? ¿Tan enfermo me consideras?

Nott resopló, incrédulo, sin alterarse ante sus palabras.

—Bueno, mira, sí, lo que tú digas —replicó con impaciencia y desdén. Dejó escapar un suspiro cargado de rabia y preocupación, y comenzó a tamborilear con sus dedos sobre su muslo mientras añadía, ya sin burla—: Granger, sea sangre sucia o no, te está empezando a atraer, Draco. Por mucho que te empeñes en gritar que no es así. Y vas a tener que arreglar eso. Porque, no, no puede atraerte. Pero lo está haciendo. Y te estás metiendo en un lío muy, muy gordo.

—¿Quieres dejar de decir eso? —rugió Draco, encolerizado, volviendo a dar vueltas por el vestuario—. ¡Que yo no puedo sentirme atraído por Granger, joder! ¡Estás enfermo! ¡Deja de meterme tus mierdas en la cabeza! ¡Deja de intentar convencerme de que lo que tú piensas sobre los sangre sucias puede llegar a ser algo normal! ¡Que podría ser posible siquiera hablar con esos seres! ¡Apenas puedo creerme que tenga que estar aclarando algo semejante!

—Draco, tienes toda la razón —corroboró Nott con súbita firmeza, haciéndolo detener sus vueltas y mirarlo con leve sospecha—. Desde luego que no puedes sentirte atraído por Granger. No debería atraerte. No puedes tener nada con ella por tu situación, porque te estarías metiendo de mierda hasta el cuello. Porque sería un puto suicidio, dada tu situación.

—¿Solo por mi situación? ¿Esa es la razón? ¡Oh, o sea que si no fuese a convertirme en mortífago podría perfectamente sentirme atraído por esa escoria, ¿verdad?! —vociferó Draco, fuera de sí, mirándolo casi enajenado—. ¡Por las barbas de Merlín! ¿Tú te oyes? ¿Me tomas el pelo? ¡No debería porque es antinatural! ¡Estás chiflado! Te he pedido consejo, joder, ¡no que me metas un montón de tonterías sin sentido en la cabeza! ¡Esto es surrealista…! ¡Estamos hablando de Granger! ¡Es… una sangre sucia! ¡Una Gryffindor! ¡Es… asqueroso! ¡Soy un sangre limpia, y sé perfectamente dónde está mi lugar y dónde está el suyo!

Un fugaz y lejano recuerdo golpeó la mente de Draco, produciéndole un agudo dolor en el pecho que lo obligó a enmudecer. Rememoró, como si hubiera sido ayer, las sensaciones que lo habían invadido sin saber por qué en aquel baño del primer piso, cuando la planta de Longbottom los ensució a Granger y a él. Recordó, con una claridad estremecedora, lo paralizado que se había sentido ante la cercanía de la chica, su incapacidad para apartarla, cómo había contemplado anonadado sus sucios labios muggles… Sintió cómo sus pulsaciones se aceleraban. No podía contarle tal cosa a Nott, pues eso era casi como confirmar las conclusiones de su amigo. Coincidían con lo que él le intentaba transmitir. Y no podía permitirse pensar eso. Porque no, tenía que ser una casualidad, una excepción absurda. Siempre había confiado en sus consejos, pero no podía permitir que Nott cambiase su forma de pensar en esa situación.

Porque no tenía razón.

Las palabras que él mismo había pronunciado semanas atrás, en el Círculo de Piedra, atravesaron su mente como un rayo en medio de una tormenta.

"¡No pienso hacerlo! No hasta que me digas lo que me has hecho. ¿Qué ha sido? ¿Amortentia? ¿De esa que repartían tus asquerosos Weasleys?"

—¿De veras estás completamente seguro de que, el hecho de que Granger te atraiga, aparte de ser un problemón, no es una opción remotamente válida? —intentó Nott de nuevo, arrancándolo, para su propio alivio, de sus pensamientos. Theodore lo miraba con fijeza, buscando la verdad en sus ojos. Pero Draco no estaba dispuesto a darle lo que quería.

—Que no, joder. Deja de… volverme loco —suplicó, ya sin fuerzas, ligeramente aturdido. Sus propios pensamientos lo estaban alterando más que la conversación que estaban manteniendo—. Si esa es la única opción que se te ocurre, mejor cállate. Cualquiera puede ver que eso es una estupidez. No tendría que haberte dicho nada. Estás chiflado. Debí imaginarme que pensarías algo semejante. Soy imbécil.

Ambos se miraron fijamente durante varios segundos, ambas miradas cargadas de la misma obstinación. Nott sacudió la cabeza con frustración, y finalmente fue el primero en apartar la mirada, para proceder a frotarse el rostro con ambas manos.

—Eres desquiciante —articuló, para después volver a alzar la mirada, con la piel ligeramente sonrosada por la fricción—. Muy bien. Tú ganas, tienes razón. Yo tampoco creo que sea posible. No puedes ni siquiera plantearte algo semejante, lo consideras una aberración, el peor pecado a cometer, algo indecente…, y más aún por Granger —murmuró, casi para sí mismo, pensando objetivamente en voz alta. Volvió a suspirar—. Tienes razón, estoy chiflado. Esta forma de pensar es demasiado diferente a la tuya. No puedes… sentir algo así. No por ella.

Exacto. No entiendo cómo has podido pensarlo siquiera, ¿qué te pasa? —corroboró Draco, percibiendo que el oxígeno volvía a inundar sus pulmones. Sentía como si acabase de correr una maratón. Que Nott rectificase, lograba que las sutiles dudas que le había infringido desaparecieran.

—Entonces, ¿qué vas a hacer con lo que sientes? —replicó Nott con leve sorna, aunque más desganado.

—Ya te he dicho que no lo sé —espetó Draco, con fiereza, aunque más calmado—. Es como si… comenzase a darme cuenta de que está ahí. Eso es todo. Como si fuese más consciente de su presencia. Y su presencia no me gusta en absoluto —enfatizó, como si le retase a decir lo contrario—. Granger me ha sacado tanto de quicio últimamente que creo que ya me ha hecho obsesionarme con ella. Es eso —añadió, como si ya lo hubiera descubierto—. Debería informarme, pero seguro que hay algún tipo de enfermedad o síndrome por estar cerca de los sangre sucia demasiado tiempo, y lo he acabado pillando…

Nott le dirigió una mirada de profunda pesadez. Se puso en pie.

—Sí, va a ser eso —resopló, y de pronto lo miró con renovada firmeza—. Mira, Draco, no sé qué demonios ha pasado entre vosotros para que hayas llegado a sentirte como dices, pero solo te diré una cosa. Para esto. De la forma que te dé la gana, pero páralo. ¿Me oyes? No te jodas la vida de una manera tan estúpida. Sé que ahora mismo ni te lo planteas, y quizá nunca lo hagas, pero… involucrarte con Granger, de la forma que sea, te traería muchísimos problemas. Te arruinarías la vida por completo.

—¿Te estás riendo de mí? —espetó, Draco interrumpiéndolo con iracunda perplejidad—. ¿ me estás diciendo eso a ? ¿Tú? ¡Eres tú el que se ha convertido en su estúpido amiguito! ¡Y lo has hecho en pleno uso de tus facultades! —añadió, con énfasis, rabioso—. ¿Cómo es que yo me jodería la vida y tú no?

—Porque mi vida ya no puede joderse más —replicó Nott con aplomo, sin alterarse. Draco enmudeció, demudado ante el brillo en los ojos de su amigo—. Ya lo hemos hablado. Pero tu situación es distinta, y lo sabes. Tú tienes mucho que perder —añadió, yendo hacia la puerta; la abrió, sin mirarlo—. Termina rápido de cambiarte, que no quiero congelarme. Te espero fuera.

Draco, en silencio, lo observó salir y cerrar la puerta tras él. Miró el vacío vestuario casi sin verlo. De pronto se dio cuenta de que se había quedado helado. Aún estaba con el torso al descubierto y con los pantalones que había usado para entrenar. Cerró los ojos con fuerza, percibiendo insoportable el silencio que lo rodeaba, y le dio una patada al armario de las escobas, produciendo que se abriese la puerta sin remedio y un par de ellas cayeran al suelo con un estruendo de madera y baldosas.

«Ella tiene la culpa de todo esto», pensó, apretando los puños hasta hacerse daño en la palma con las uñas. «Granger, con su maldita manía de entrometerse en las vidas ajenas es la que ha provocado todo esto», resopló y se revolvió el rubio cabello, todavía húmedo por la nieve del exterior. «Me ha hechizado de alguna manera. La otra vez me lo negó, pero ahora es evidente. Es la única respuesta coherente. Bastante más coherente que las tonterías que ha soltado Nott. Granger casi me convenció la otra vez de su inocencia, pero ahora lo veo claro, está claro que la subestimaba. Me ha dado una puta poción de amor o un maldito Imperius. Y no pienso permitir que me lo oculte por más tiempo. Tengo que hablar con ella. Quizá en Hogsmeade sea la mejor opción, este sábado. Seguro que irá, me las apañaré para acorralarla a solas. Allí hay menos probabilidades de que alguien nos vea que aquí en el castillo. No pienso permitir que vuelvan a interrumpirnos como hizo el anormal del guardabosques. Hablaré con Granger para que acabe con esto. Tengo que obligarla como sea a que retire el encantamiento, a que me deje volver a ser yo mismo. Estoy harto de esta situación. Haré que se arrepienta por lo que me ha hecho, esto no va a quedar así. Esa sangre sucia me las pagará

Aunque no quería, aunque luchaba por bloquearlas, las palabras de Nott le daban vueltas en la cabeza, confundiéndose con sus propios pensamientos.

"Granger, sea sangre sucia o no, te está empezando a atraer, Draco. Por mucho que te empeñes en gritar que no es así."

"No puedes tener nada con ella por tu situación, porque te estarías metiendo de mierda hasta el cuello. Porque sería un puto suicidio, dada tu situación."

"Mira, Draco, no sé qué demonios ha pasado entre vosotros para que hayas llegado a sentirte como dices, pero solo te diré una cosa. Para esto. De la forma que te dé la gana, pero páralo. ¿Me oyes?"

"Sé que ahora mismo ni te lo planteas, y quizá nunca lo hagas, pero… involucrarte con Granger, de la forma que sea, te traería muchísimos problemas. Te arruinarías la vida por completo"

Draco se dejó caer sentado en el banco, todavía demasiado aturdido por todo lo vivido como para comenzar a vestirse. En la soledad del lugar, se cubrió el rostro con las manos, preguntándose cómo era posible que incluso Nott tuviese más claro que él lo que debía hacer.


No sé vosotros, pero yo estoy de acuerdo con Nott. Draco, eres desquiciante 😂😂. ¿Una enfermedad por estar cerca de los sangre sucia demasiado tiempo? ¡Anda ya! ja, ja, ja 😂. Ya no sabe cómo negar lo innegable. A diferencia de Hermione, él todavía no lo acepta 😓.

No hay forma de que el pobrecito se aclare las ideas. Estaba tan alterado por lo de Hermione que ha terminado confesando sus preocupaciones a Nott. Theodore ha entendido la situación enseguida (😜), y ha sugerido que la chica le atrae, pero Draco lo ha negado tozudamente (como era de esperar 😝). En su cabeza, no puede ni concebir el sentirse atraído por una sangre sucia. Al final, Nott ha terminado cediendo y dándole la razón, a juzgar por lo mal que se lo ha tomado Draco y lo mucho que ha chillado (😂).

La idea de Draco de que Hermione lo ha hechizado ha vuelto a cobrar fuerza en su mente como única explicación coherente, y ha decidido volver a hablar con la chica en Hogsmeade… ¿Creéis que lo hará? Esto parece una bomba a punto de estallar 😏.

Tengo MUCHAS ganas de que leáis el próximo capítulo, espero poder traerlo lo antes posible 😇 .

Estaré encantada de leeros en comentarios, si os apetece dejarme uno. Gracias de antemano si lo hacéis 😘.

¡Muchas gracias por leer! ¡Nos vemos en el próximo! 😘