¡Hola a todos! ¿Cómo estáis? 😊 Vengo con un nuevo capitulillo je, je. Esta semana he estado más relajada, menos mal 😂; y he podido repasarlo con más tranquilidad. Ojalá os guste mucho, después lo comentamos… 😊
Ay, antes que nada, MUCHÍSIMAS GRACIAS por el recibimiento del capítulo anterior 😍😍😍. De verdad, casi no podía creerlo. Os ha gustado un montón, y nunca había tenido tantos comentarios en un solo capítulo 😍. Y todos tan positivos… ¡Simplemente, gracias! ¡Vaya chute de energía! 😍 Mil gracias por tomaros el tiempo para comentar, bienvenidos a los nuevos, y gracias, también, como siempre, a cualquiera que lo esté leyendo 😘😘
Por cierto, estaba intentando responder a vuestros comentarios individualmente, como siempre, pero FanFiction me da error 😳 ¡en cuanto me deje lo haré, prometido! 🙈
En el último dejamos a nuestros protagonistas en la biblioteca, separándose tras un inesperado beso terminado en bofetada. Veamos qué sucede al día siguiente…
CAPÍTULO 19
Honor
—¿Qué demonios ha pasado con Granger? —fue lo primero que preguntó Nott, sin siquiera saludar a Draco, en cuanto éste llegó a donde él le esperaba.
Theodore se encontraba apoyado en un muro de piedra del pasillo del primer piso, pero, en cuanto vio aparecer a Draco, se enderezó, separándose de la pared. Era lunes por la tarde, y ambos amigos habían quedado esa mañana en juntarse en la Gran Escalera, a la altura del primer piso, para acudir juntos a la clase de Transformaciones de esa tarde. Las clases de la mañana no las compartían, y tampoco habían comido juntos. Tampoco se habían visto apenas el fin de semana.
Draco se detuvo de golpe, frente a él, y lo miró con sus claros ojos ligeramente abiertos de más. El corazón golpeó fuertemente contra su esternón, reflejándose el sonido en sus oídos, y se sintió de pronto incapaz de tomar aire. Solo podía parpadear, mudo de sorpresa ante su repentina acusación. ¿A qué venía eso? ¿Es que acaso los habría visto en la biblioteca? ¿Habría visto el…?
Oh, mierda. No, no, no…
No podía creer en su mala suerte. No podía haber pasado algo semejante…
—Hola a ti también —se obligó a articular, con un ligero tono irónico. A pesar de que sentía que estaba comenzando a sudar—. ¿De qué estás hablando? ¿Qué pasa con Granger?
—¿Os castigaron ayer por meteros con ella?
Draco tardó varios segundos en caer en la cuenta de lo que hablaba. Cuando lo hizo, lo primero que hizo fue recoger su alma, que había resbalado hasta sus pies. Lo segundo, fue intentar mirarlo con profunda incredulidad, mientras luchaba en secreto por recuperar las pulsaciones normales de una persona de diecisiete años, y no las de una ardilla.
—¿Hablas de cuando le cogieron la mochila? ¿Cómo te has enterado? Me parece increíble que Zabini y los demás te hablen por primera vez en años para contarte algo sin importancia como eso…
—No me lo han contado. He escuchado cómo se burlaban de ello esta mañana, en la habitación, después de que te fueras. Han estado comentando los respectivos castigos que os impuso Snape por orden de Granger —aclaró Nott. Seguía mirándolo con los azules ojos cargados de reproche.
—Ah, sí, eso… Me tocó ordenar la estúpida biblioteca. Gracias a Granger, efectivamente —admitió Draco, esbozando su mejor mueca de desinterés, recolocándose la correa de la mochila sobre el hombro y metiendo la otra mano en el bolsillo de la túnica, intentando mostrarse desganado.
—¿Se te metió una Doxy en el cerebro o qué? —insistió su amigo, inmune a su actitud.
—¿A mí? ¿Por qué a mí?—se defendió Draco, sin saber muy bien a qué, frunciendo el ceño—. Yo no hice nada. Ya estaban discutiendo cuando llegué.
—Ya, pero tú fuiste el que la alteró tanto como para que os castigase…
—Oh, venga ya, ¿y qué importa? Un castigo no es nada comparado con molestar a esa estúpida —se defendió alzando la voz, al ver que su amigo no relajaba su expresión rencorosa. Esbozó una sonrisa mordaz, intentando hablar con normalidad—. No ha sido más que uno de los miles de insultos que le he dicho a Granger desde que la conozco. ¿A qué viene de repente esta bronca? ¿Por qué te molesta?
—Vamos subiendo, la clase está a punto de empezar —dijo Nott con más serenidad, antes de preceder a su amigo escaleras arriba. Retomó entonces la conversación—: ¿Que por qué me molesta? ¿Qué ha pasado con lo que me dijiste en los vestuarios?
Draco apretó las mandíbulas. Casi se había olvidado de esa conversación. Pero Nott por lo visto no, lo cual lo invadió de frustración. Se maldijo interiormente con varias palabrotas. Se arrepentía a horrores de haber abierto la bocaza. Siempre había sido una persona reservada, no le gustaba abrirse con nadie. Además, odiaba sentirse juzgado, o que nadie le dijese lo que tenía que hacer. Para eso ya tenía a su padre. Solo él podía hacerlo. Sus problemas eran suyos, y siempre encontraba una solución, él solo. Pero esa vez no. Esa vez, posiblemente la única vez en su vida que verdaderamente tenía que haberse guardado para sí lo que pensaba, había decidido desahogarse con Nott.
Con Nott.
La persona más sincera del mundo, aquel que siempre le decía la verdad, le gustase o no. El único de su entorno que no buscaba su jodida aprobación.
Y, posiblemente por eso, su único amigo.
—Ah, joder, hablas de eso… Bah, vamos, no puedes estar dándole vueltas todavía, ya se me había olvidado. Solo fueron tonterías —masculló Draco tamborileando con los dedos sobre la balaustrada de piedra de la escalera, mientras ascendían—. Acababa de pelearme con ella y tenía la cabeza atontada. Estaba enfadado, eso es todo. Atraerme Granger… ¡Ja! —fingió una sonora risotada lo mejor que pudo—. ¡Por Merlín, estás fatal! Lograste hacerme gracia, lo reconozco… ¿Cómo pudiste siquiera plantearte algo así? No creía que me consideraras capaz de caer tan bajo… Tú mismo dijiste al final que no tenía ningún sentido, no entiendo de qué te escandalizas ahora.
Nott lo observaba atentamente mientras caminaban, con una sombra de incertidumbre en sus brillantes ojos. No pareció impresionado, ni convencido, tras sus palabras.
—¿Me estás hablando en serio? Me parece un cambio de actitud muy raro —espetó Nott, todavía desdeñoso.
—Oh, vamos, Nott, por favor… —replicó el rubio con desesperada brusquedad—. Joder, simplemente te comenté que me sentía algo raro respecto a ella. Ahora me entero que "raro" es sinónimo de "amo a esa sangre sucia contra viento y marea" —ironizó con mala uva. Aunque no pudo evitar preguntarse, arrepentido y malhumorado, de dónde había sacado semejante gilipollez. Se recompuso, y añadió con más brusquedad—: Solo fue algo puntual, por las barbas de Merlín. Evidentemente odio a Granger. ¿Necesitas que te lo deletree? Porque solo me falta eso, vamos… Si llego a saber que le darías esa importancia, no te hubiera contado nada.
—¿Te peleaste con ella también en Hogsmeade?
Draco se detuvo de golpe, en medio de dos escalones, como si hubiese chocado contra un muro invisible. Miró a su amigo, que había ascendido un escalón más por inercia, tratando de que el pánico no brillase en sus pupilas. Un par de estudiantes los adelantaron por la izquierda, molestos por el súbito bloqueo de su camino.
—¿Qué pasa con Hogsmeade? —preguntó Draco con rudeza.
—Pues no lo sé, dímelo tú… ¿Te pasó algo allí? Daphne te vio pasar corriendo junto a Madame Pudipié —reveló su amigo, mirándolo a los ojos con fijeza. Arqueó una oscura ceja—. Me dijiste varias veces que no ibas a ir, me sorprendió bastante cuando Daphne te vio. No me molestó, no lo digo por eso; ya somos mayorcitos —añadió con más énfasis, quizá creyendo que la expresión ligeramente descompuesta de Draco era por haber ido allí a sus espaldas—. Pero sí me extrañó que Daphne te viese tan alterado. Y lo primero que me vino a la mente es que habrías vuelto a pelearte con Granger o algo así... Ella tiene la capacidad de alterarte como nadie. Como no nos hemos visto demasiado no he podido preguntártelo, no quería hacerlo en la habitación delante de todos. Por si acaso.
Draco tomó aire por cada uno de los poros de su cuerpo, si es que era eso posible. O, al menos, así lo sintió. Nott tampoco se había enterado del beso de Hogsmeade... Glorioso Merlín, gracias... Ya hubiera sido el colmo. Era lo que le faltaba para completar la racha de mala suerte que estaba teniendo con respecto a Granger. Solo le faltaba que alguien se enterase de lo que sucedía. Sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal ante el solo pensamiento de algo semejante.
Ante la última frase, Draco dejó escapar un resoplido despreocupado. Retomó la tarea de subir los últimos escalones, con renovada seguridad.
—Vaya películas te montas tú solo. Estaba huyendo de Pansy, eso fue todo. Estaba muy pesada ese día... —esbozó una sonrisa socarrona que era lo más creíble que podía hacer. Ni siquiera sabía si Pansy había ido a Hogsmeade—. Al final me convenció para ir con ella. No te dije nada porque fue en el último momento, y además no quería estropearte tu cita con Greengrass. Me imaginé que querríais estar a solas, y no aguantándonos a Pansy y a mí —suspiró de forma teatral y altiva—. Qué le voy a hacer, colega, las tías me persiguen...
Nott, que lo había estado mirando con una ceja arqueada, resopló sin impresionarse, devolviendo su mirada al frente cuando alcanzaron el pasillo del piso superior.
—Ahora me entero que "Pansy" es sinónimo de "tías".
Draco le dedicó su mejor mirada de desprecio, pero no dijo nada más. Si Nott se lo había creído, no iba a tentar más a la suerte. Doblaron una esquina, en silencio, y enfilaron un nuevo corredor, abarrotado de estudiantes. Al hacerlo, el moreno frunció el ceño y dio un codazo a su amigo para llamar su atención, señalando después el frente con disimulo, comentándole:
—Mira quiénes están ahí.
Draco escrutó con atención el pasillo de la segunda planta en el que se encontraban, y trató de discernir lo que él le señalaba entre la multitud de desconocidos; la mayoría alumnos de Hufflepuff de algún curso inferior. De pronto, distinguió entre la gente a un reducido grupo de personas con túnicas negras y verdes que reían con salvajes carcajadas.
—Estupendo… —musitó Draco con agotamiento, sin pensar, contemplando al grupo de personas que menos ganas tenía de ver. Zabini, Warrington, y Bletchley. Al menos, Crabbe y Goyle no estaban allí.
Ya era la quinta vez desde el sábado que le recordaban, emocionados y orgullosos, lo "destrozada" que dejó a la sangre sucia el otro día. Ya no podía escucharlo más. Al próximo que se lo dijese, le metería la cabeza en un caldero lleno de Kappas. Y cada vez que ese incontrolable pensamiento acudía a su cabeza, se sentía más y más frustrado consigo mismo. Contra todo pronóstico, al margen de toda lógica, no sentía que mereciese sus alabanzas. Posiblemente por primera vez en su vida. Él, por desgracia, no se sentía en absoluto orgulloso de sí mismo. Cada vez que recordaba lo sucedido, su cuerpo se empeñaba en experimentar de nuevo el vacío en el pecho que le había producido la mirada decepcionada de Granger en el Patio de Transformaciones. Y una y otra vez sentía la palma de su mano contra su mejilla, golpeándolo con ímpetu, y escuchaba su voz diciendo que no jugase con ella. Y sentía el vívido contacto de sus labios calientes contra los suyos, en la oscuridad de la biblioteca… Y de pronto lo invadía el incontrolable deseo de volver a sentirlos.
Y se sentía debilitado ante tan insólito pensamiento, como si las fuerzas lo abandonasen. Le provocaba sudores fríos, y lo dejaba incrédulo, asustado y casi desesperado.
Bueno, sin el casi.
—Si quieres vamos por otro sitio para que no te vean conmigo —escuchó que ofrecía la serena voz de Nott, a su lado. Draco parpadeó y apartó la mirada de los otros chicos para fijarla en su amigo. Este seguía mirándolos, y no parecía alterado. Parecía haber interpretado erróneamente la espontánea queja de Draco como si le molestase que le vieran en su compañía—. Seguro que no piensan ir a clase —predijo también, componiendo una mueca de resignación. Al sentir la mirada de Draco, se la devolvió, ahora con ligera incertidumbre—. Quizá prefieres quedarte con ellos… ¿Vienes conmigo o te quedas?
El joven Malfoy sintió un ligero aguijonazo en el pecho. Fue incapaz de sostenerle la mirada. Nott tenía sus razones para preguntárselo: a pesar de que consideraba a Theodore su mejor amigo, eran muchas las veces que lo dejaba solo para irse con sus otros compañeros de habitación a hacer el vago por ahí, o a meterse en problemas. Crabbe y Goyle eran unos fantásticos guardaespaldas, con los cuales imponía respeto a donde fuese. Zabini y los del equipo de Quidditch tenían una reputación más acorde a la suya, y le gustaba que la gente le viese con ellos. Además, al igual que a él, les gustaba meterse con los Gryffindor. Nott, en cambio, siempre había sido mucho más pacífico y tranquilo. Desde siempre había rehuido esas pandillas; prefería estar por su cuenta. Además, antes del encarcelamiento de su padre en Azkaban, se había mantenido lejos de cualquier hijo de muggles, a los cuales, simplemente, no había considerado merecedores de su tiempo. Aunque ahora había cambiado esa forma de pensar radicalmente.
La compañía de Nott le aportaba prudencia y sensatez; los otros, diversión y problemas.
Sin mirar a su amigo a los ojos, respondió:
—Bah, tengo que ir contigo a clase —intentó que su tono de voz fuese lo más normal posible, incluso algo chulesco. Añadió, para evitar más preguntas—: Paso de más castigos con McGonagall, tendré que ir a su clase durante una temporada, aunque sea una pérdida de tiempo… Y podemos ir por aquí, no pasa nada porque nos vean —añadió, fingiendo que era una preocupación ridícula.
Nott esbozó una tenue sonrisa agradecida que su amigo no vio, y después propuso, intentando que no se notase la emoción en su voz:
—Podemos pasar rápido por delante. Hay mucha gente y están entretenidos, no nos verán.
Draco se limitó a fruncir los labios, aceptando su opción sin darle mucha importancia. Caminaron con pasos discretos, sorteando a la gente por el pasillo, y mirando al frente, intentando no hacer contacto visual. Cuando estaban incluso a algunos metros de distancia todavía, Draco oyó claramente la profunda voz de Zabini, que no se molestaba en bajarla y decía, como si hablase con todo el pasillo:
—Warrington, es que eres penoso. Turpin te dejó muy claro que no quería verte ni en pintura…
—Para pintura la que le tiró encima —se burló Bletchley, con una carcajada ante su propia ocurrencia.
—¡No fue pintura, imbécil! —espetó Warrington, a la defensiva—. Fue tinta —añadió, en voz más baja y desganada. Bletchley sufrió otro ataque de risa.
—Es que eres muy pesado, tío —añadió Zabini, con los brazos cruzados, mirándolo con aire de superioridad, casi como un padre decepcionado.
—¡Solo me senté a su lado en la biblioteca!
—No. Te sentaste a su lado y la cogiste para sentarla encima de ti —replicó Zabini, arqueando una oscura ceja—. Y ella te tiró la tinta encima.
Draco y Nott pasaron por delante en ese instante, y el joven rubio apreció de reojo como Warrington fruncía los labios con vergüenza.
—Solo pretendía hacerle una broma… Es una amargada. Paso de ella, me buscaré a otra.
—Chico, si lo que quieres es que te partan la cara intenta ligar con Brocklehurst… —sugirió Bletchley, divertido—. Menudos humos se gasta…
—¿Quién es esa? —quiso saber Warrington, al parecer luciendo interesado.
—La de Ravenclaw. Es de tu curso, Zabini. Amanda, o algo así se llama…
—Pero si esa es una mestiza —protestó Blaise, con abierta incredulidad. Bletchley lució muy sorprendido de esa revelación.
—¿En serio? No me jodas…
Warrington le dedicó a Bletchley una mirada de absoluto desprecio e incredulidad, como si acabase de ofender a su madre gravemente. Parecía sentirse ultrajado.
—Tío, ¿pretendías liarme con una mestiza? —espetó, enfadado—. ¿Qué cuernos te pasa?
—¡No lo sabía! No me mires así… Joder, ¿qué prefieres? ¿Una sangre sucia? No te quejes tanto… —gruñó Bletchley con molestia, aparentemente avergonzado de haber metido la pata con el estatus de sangre de Amanda Brocklehurst.
—¡Granger mismamente sería una buena opción! —saltó Zabini, con una abierta burla—. ¡Esa loca te partiría algo más que la cara!
Warrington lo miró como si estuviera trastornado.
—¿Qué Granger? ¿La de Potter, la Prefecta? Sí, hombre, pero, ¿qué os he hecho yo? —protestó, abiertamente ofendido—. No estoy tan enfermo, joder. Por favor, no es solo que sea una sangre sucia… ¿Habéis visto su pelo? ¡Si parece que lo ha arrancado de la cola de su gato y se lo ha puesto en la cabeza! —Bletchley volvió a reír sonoramente ante semejante comparación. Warrington, animado, continuó con saña—: Merlín, hay que tener estómago para ligar con esa, incluso para los degenerados amantes de los muggles… ¿Os imagináis besándola? —los otros corearon un sonido estrangulado de asco—. Con esos dientes de rata que tiene… Además, con lo presumida que es, seguro que se pondría a criticar hasta el beso —rió de su propio chiste y añadió con desdeñosa burla—: Solo un enfermo se morrearía con esa semi-humana…
—Panda de cerdos —masculló Nott en voz alta sin poder contenerse. A pesar de estar alejándose de ellos, oía claramente la conversación todavía. Y lo estaba poniendo enfermo.
Giró el rostro, buscando el perfil de Draco, intentando intercambiar una mirada con él; quizá creyendo que incluso a su intolerante amigo aquellas palabras le parecerían demasiado fuertes. Pero se encontró contemplando el muro de piedra del pasillo. Parpadeó un instante, mientras lograba asimilar lo que veía. Después se detuvo con brusquedad al comprender que su amigo ya no caminaba a su lado.
—¿Draco? —llamó, aturdido, mirando a ambos lados— ¿Dra.…? —giró sobre sí mismo, y entonces sí vio una rubia nuca, de espaldas a él. Alejándose. Una nuca que estaba volviendo sobre sus pasos, y avanzaba hacia los Slytherins a grandes zancadas—. ¡Draco!
—No, en serio, lo digo en serio, Granger es más fea que mi lechuza ja, ja, ja… —seguía diciendo Warrington, envalentonado ante las sonoras carcajadas de los otros. De pronto vio a Draco acercándose a él, por encima del hombro de Zabini, y esbozó una amplia sonrisa—. ¡Anda, Malfoy! Tío, Zabini dice que pasa de la clase de McGonagall que tenéis ahora. ¿Te vienes a…? ¡EH!
Warrington no pudo terminar la frase, pues Draco lo había cogido por la pechera de la túnica con ambas manos y lo había estampado contra la pared que había detrás violentamente. Zabini, Bletchley y Nott se quedaron totalmente atónitos, viendo tal gesto casi a cámara lenta. El grito de Warrington, y la brusquedad del gesto de arrojarlo contra la pared, atrajo la atención de varias de las chicas de Hufflepuff que había cerca, las cuales soltaron mal sincronizados gritos de sorpresa. Que se convirtieron en agudos chillidos cuando Draco echó el puño hacia atrás y después golpeó con él el rostro de su compañero, con tanta fuerza que éste perdió el equilibrio y terminó de costado en el suelo.
—¡DRACO! —gritó Nott de nuevo, reaccionando por fin ante semejante gesto. Echó a correr hasta donde estaba su amigo, el cual se había subido inmediatamente a horcajadas encima de un patidifuso Warrington y había comenzado a golpearlo sin cesar a puñetazo limpio, con un brillo asesino en sus grises ojos y el rostro desencajado de rabia.
—¡Profesora! ¡Profesora! —chillaban algunas de las chicas, alejándose por el pasillo, y doblando la esquina, mientras otras seguían contemplando la pelea con expresiones similares de consternación. Algunos chicos, y otro grupo de chicas, se giraron a contemplar la pelea, asombrados y sobrecogidos. Nadie hizo ademán de intervenir.
Warrington, tras recuperarse de la sorpresa, también había optado por golpear con todas sus fuerzas al rubio. Pero lo cierto es que, a pesar de que Warrington era más alto y mucho más fornido, apenas podía defenderse y atacar al mismo tiempo a Draco, que era más delgado y ágil y lo golpeaba con verdadera saña, sin apenas descanso entre puñetazo y puñetazo.
Logró colar sus manos entre los puños de Draco y empujarlo del pecho con fuerza, tratando de apartarlo de él. Draco se desestabilizó ligeramente, retrocediendo, ocasión que Warrington aprovechó para empujarlo y tumbarlo de espaldas en el suelo, quedando ambos con las piernas y las túnicas enredadas. Pero Draco apenas le permitió colocarse sobre él cuando alzó una de sus rodillas, directa a la entrepierna de su contrincante, y lo empujó para arrojarlo a un lado. Warrington, gritando de rabia, tuvo que ceder, y Draco volvió a colocarse encima, pero no tardó en caer de lado debido a un puñetazo de Warrington.
—¡Impedimenta! —vociferó Nott, que había sacado su varita y apuntado a ambos muchachos. El hechizo funcionó, y ambos fueron separados de golpe por una fuerza invisible que nació de un punto situado entre ambos chicos, siendo derribados a un metro de distancia. Pero no sirvió de nada; así como Warrington se mantuvo un segundo boca arriba, recuperando el resuello, Draco se levantó en el instante mismo en que el hechizo perdió efectividad. Nott se arrojó sobre él para intentar frenarlo, rodeándole el pecho con los brazos, pero Draco se liberó de su escuálido amigo de un brusco empujón y se lanzó de cabeza de nuevo a golpear directo en el rostro a un desprevenido Warrington.
Nott, tirado en el suelo en la postura en la que había aterrizado, soltó un sonoro gemido de absoluta desesperación. Se giró hacia Zabini y Bletchley, que se habían quedado paralizados, contemplando a ambos Slytherins rodar de forma frenética por el suelo sin dejar de golpearse.
—¡NO OS QUEDÉIS AHÍ MIRANDO, INÚTILES! ¡HACED ALGO! —les gritó Nott. Pero sus compañeros parecían incapaces de intervenir de puro desconcierto. Ni siquiera lo miraron, incapaces de apartar la mirada de un Draco Malfoy, normalmente impávido y altivo, que ahora lucía completamente enajenado por algo que escapaba a su conocimiento—. Oh, maldita sea —farfulló Nott, frustrado, volviendo a apuntarlos con la varita—. ¡Petrificus Totalus!
—¡Profesora McGonagall! —exclamaron con alivio varios de los alumnos que había por allí, cuando la profesora apareció por el fondo del pasillo, seguida de las chicas de Hufflepuff. La bruja avanzaba con resueltas zancadas y con los ojos desencajados de cólera.
—Pues yo creo que me merecía más nota —se quejaba Ron, mientras Harry, Hermione y él subían por la Gran Escalera, rumbo al tercer piso, para acudir a clase de Encantamientos—. A ver, sí, lo sé, copié mal la definición del Hechizo de Congelación del libro Enfrentarse a lo indefinible… Pero ponerme una "D" me parece excesivo, ¿no creéis?
Harry, que llevaba ya varios minutos escuchando las justificaciones de Ron, se limitó a esbozar una perezosa sonrisa y a encogerse de hombros.
—¿Desde cuándo Snape es justo con nosotros? —terció Harry, con resignación, arqueando una ceja—. Además, ¿de qué te quejas? A mí me ha puesto una "T"…
—Ya —admitió Ron, apesadumbrado—. Te merecías más, colega —se volvió después al otro lado, para mirar a Hermione—. Tú ya sé lo que has sacado, ni me lo digas. Pero, en serio, ¿no crees que merecíamos más nota, Hermione? Tú leíste nuestros ensayos…
La joven, con la mirada inusualmente perdida, parpadeó ligeramente al oírse mencionada.
—¿Hum? —murmuró sin muchas ganas, y sin llegar a apartar la mirada del frente, aún sumida en sus pensamientos—. ¿Qué? Ah, sí, puede ser divertido…
El rostro de Ron se contorsionó en una mueca de divertido desconcierto. Arqueó ambas cejas e intercambió una rápida mirada con un igualmente confuso Harry. Éste le devolvió la misma mirada de extrañeza, encogiéndose de hombros con impotencia.
—¿Qué? —logró articular Ron, confuso por la curiosa respuesta de su amiga. Hermione no respondió, y siguió mirando al frente mientras caminaban, con el rostro sereno y la mirada vacía de emoción. Ron contuvo una sonrisa ligeramente maliciosa y añadió, dirigiéndose a la despistada chica—: Ah, ¿o sea que entonces te parece bien que montemos una fiesta en la Sala Común este sábado, no?
—Claro… —murmuró Hermione automáticamente, sin prestarle atención.
—¿Y nos harás tú los deberes para que podamos quedarnos hasta tarde? —quiso asegurarse Ron, con seriedad.
—Sí…
—¿Y luego iremos a ver a Snape a su despacho y tú le convencerás para que nos haga un striptease? —añadió con más énfasis, arqueando ambas cejas, arrugando su pecosa frente.
—Por supues…
—¡Hermione! —le gritó Ron finalmente, dejando escapar una risotada, considerando que el asunto ya era demasiado turbio. Harry soltó también las carcajadas que había estado conteniendo.
La chica dio un respingo y detuvo sus pasos por la sorpresa, haciendo también detenerse a sus amigos. Estaban en el rellano del segundo piso, que se extendía a su derecha en un largo corredor. Alzó la mirada hacia su alto y desgarbado amigo, centrándola en él con dificultad, abandonando por fin sus pensamientos.
—¿Qué? ¿Por qué me gritas? —se alarmó la joven, ofendida, frunciendo el ceño con molestia.
—¡Porque acabas de ofrecerte para ver un striptease de Snape! —exclamó Ron, con una sonrisa de incredulidad. Harry, a su lado, estaba llorando de la risa, secándose los ojos por debajo de las gafas.
La chica enmudeció un instante, perpleja, y al segundo siguiente la sangre se le agolpó en el rostro.
—¡¿Cómo dices?! —espetó con furiosa incredulidad, en un tono que amenazaba peligro.
—Solo te lo he dicho para ver si reaccionabas… Mujer, es que estabas en la luna —se excusó Ron, ahora observándola con inquietud y dejando de sonreír—. Solo era una broma. ¿Qué te pasa?
Hermione apartó la mirada, intentando que su vergüenza no aflorase en su rostro. Diantres. Había intentado con todas sus fuerzas que no se le notase, pero ese día no podía controlar su despiste. Tenía demasiado en lo que pensar.
Demasiado fresca la sensación de los labios de Malfoy sobre los suyos, en el oscuro pasillo de los viejos ejemplares de El Profeta, la tarde anterior…
—Nada, nada —aseguró ella apresuradamente, colocándose un encrespado mechón de pelo tras la oreja—. Perdonadme. He sido maleducada. Solo estaba pensando en…
Pero, al devolver la mirada a sus amigos, se dio cuenta de que solo Ron la estaba escuchando con seriedad. Harry miraba hacia la derecha, hacia el pasillo del segundo piso, con expresión extrañada, casi preocupada.
Al percibir que Hermione había enmudecido, y comprendiendo que era por él, Harry devolvió la mirada a ella, con arrepentimiento.
—Esperad… Perdona que te corte, Hermione, pero, ¿qué está pasando ahí? —se excusó Harry, señalando el pasillo, en el cual parecía haber bastante agitación. Había muchos alumnos reunidos en el centro del corredor, formando un gran grupo, contemplando algo que había en el pasillo contiguo y que escapaba a sus ojos. También se escuchaban voces airadas. Incluso les pareció ver el brillar de algún hechizo en las paredes de dicho pasillo perpendicular.
—No lo sé… —musitó Hermione, igualmente inquieta, mientras se acercaban lentamente, con cautela, para ver mejor.
—Creo que es buen momento para hacer honor a nuestro rango de Prefectos —opinó Ron con falsa satisfacción, intentando quitarle seriedad al asunto.
—Pues no te diría que no —corroboró Hermione, ella con seriedad, alzando ligeramente la barbilla y esbozando una expresión de seguridad.
En ese momento, la multitud que había allí congregada se vio obligada a apartarse, y de ella salieron tres personas. Una de ellas era una profesora McGonagall enfadada como pocas veces recordaban haberla visto, que arrastraba del brazo a Draco Malfoy y a Cassius Warrington a cada lado. Éste último, especialmente, presentaba muy mal aspecto; cojeaba, tenía la túnica completamente arrugada, y el rostro lleno de contusiones frescas y sangre resbalando por su barbilla. Malfoy no parecía tan malherido, aunque tampoco lucía la pulcritud habitual en él; estaba muy despeinado, con la corbata suelta, colgando precariamente de su cuello, y un pómulo algo amoratado. Pero lo más sorprendente en él era que parecía tan enfadado como McGonagall.
Hermione sintió que el alma le resbalaba hasta la planta de los pies.
—¿Pero qué…? —farfulló Harry, a su lado, entrecerrando los ojos con desconcierto.
—¡Vergonzoso! ¡Una despreciable muestra de lucha muggle…! —gritaba la profesora sin dejar de tirar de ellos, pasando velozmente por delante de Harry, Ron y Hermione. La chica fue incapaz de contenerse y miró a Malfoy con fijeza, aprovechando que la confusión del momento no permitiría que ese gesto pareciese sospechoso. Harry y Ron también contemplaban al extraño grupo con abierto pasmo. Hermione buscó su gris mirada con vehemencia, pero éste la esquivó por completo. Miraba al frente con el rostro tenso de ira, como una máscara, forcejeando débilmente con el agarre de su profesora de Transformaciones. Warrington solo cojeaba, tratando de seguir el apresurado ritmo de la alterada profesora.
—¡Esto es indignante…! —seguía gritando la profesora McGonagall—. ¡Haga el favor de quedarse donde está, señor Nott!
Theodore Nott, que estaba siguiendo a la profesora con aire preocupado, posiblemente para comprobar si Malfoy estaba bien, se detuvo en medio del pasillo con resignación, a la altura de Harry y sus amigos. El chico fijó de pronto sus ojos en Hermione, casi sobresaltándola. La multitud que se encontraba en el pasillo, y que se había apartado hacia las paredes para dejar pasar a la profesora y a los dos alumnos, pronto volvieron a desperdigarse por todas partes, comentando lo ocurrido. Nott seguía mirando fijamente a Hermione, sin moverse, como queriendo decirle algo solo con la mirada, mientras los alumnos lo rodeaban. Sacudió la cabeza casi imperceptiblemente, en la dirección en la que McGonagall se alejaba. Acto seguido el chico se dio la vuelta y se perdió entre la multitud de personas. Hermione se quedó atónita y, al mismo tiempo, sintió que la invadía el miedo. ¿Qué había pasado?
Harry y Ron, que seguían mirando a su profesora alejarse, no se percataron del gesto de Nott.
—¡Por los calzones de Merlín! ¿Qué creéis que ha pasado? —se sorprendió Ron, con los ojos muy abiertos—. Por la pinta que traían se han peleado con ganas… Y, desde luego, sin varita.
—Yo diría que ha sido Malfoy el que ha pegado a Warrington ¿no? —opinó Harry, intranquilo—. Éste estaba hecho una pena…
—Ya te digo, no sabía que Malfoy fuese tan bestia ¡Pero si es un cobarde! ¿Qué habrá pasado para que se enfrente así a su colega? —se extrañó Ron en voz alta—. Hasta ahora siempre se han llevado bien… Hermione y yo les hemos visto haciendo fechorías varias veces, cuando hemos hecho la ronda de Prefectos.
—Sí, me lo contasteis… ¿Qué pasa? —cuestionó Harry de golpe, al escuchar una súbita inhalación de sorpresa por parte de su amiga.
—Acabo de recordar que Padma tiene mi libro de Encantamientos —mintió la chica, intentando componer una expresión de congoja. Pero sin ser capaz de mirar a su amigo a los ojos mientras lo hacía—. Voy… voy a ir a buscarla.
—¡P-pero si la campana está a punto de sonar! —la avisó Ron, incrédulo, señalando al techo con un dedo mientras su amiga echaba a andar, siguiendo los pasos de McGonagall.
—¡No os preocupéis! ¡Ya os alcanzaré! ¡Disculpadme con el profesor Flitwick si me retraso! —suplicó, mirándolos por encima del hombro, sin dejar de caminar.
Mientras se alejaba por el pasillo, aumentando la velocidad de sus pasos mientras avanzaba, sintió la ansiedad apoderarse de su pecho, y de su responsable mente. No iba, de ninguna manera, a llegar a tiempo a clase. Lo tenía claro, a pesar de que su desesperada mente intentaba buscar una solución. Pero su corazón parecía haber tomado la decisión por ella. Y estaba yendo tras Malfoy.
Al doblar la esquina del pasillo, alcanzó a ver a la profesora y sus dos acompañantes a lo lejos. Los siguió, sin perderlos de vista, hasta que vio cómo McGonagall los metía en su despacho, situado en ese mismo piso, y cerraba la puerta de un portazo.
Hermione dejó caer la mochila en el suelo y se sentó en el borde del pedestal de una armadura, a varios metros de distancia de la puerta. Respiró hondo para tranquilizarse, cerró los ojos y se cubrió el rostro con las manos. Ni siquiera estaba segura de qué era lo que estaba haciendo allí. Pero la mirada de Nott la había perturbado demasiado. Y estaba segura de que le había indicado que fuese hacia allí. Era como si quisiese darle a entender que tenía algo que decirle… ¿Era eso posible? ¿O sufría alucinaciones? Era de locos. Pero necesitaba comprobarlo, no podía quedarse con la duda…
—Creo que ha sido por ti —dijo una voz suave.
Hermione dio un respingo, sobresaltada. Alzó la mirada y vio que Nott estaba de pie frente a ella, mirándola fijamente. Al parecer, había tomado un camino distinto al de la chica para llegar allí, pero, tal y como su mirada le había prometido, allí estaba.
La chica no alcanzó a asimilar sus palabras.
—¿Qué? —fue lo único que logró decir, casi de forma automática, poniéndose en pie.
—Warrington se estaba metiendo contigo, y Draco le dio una paliza —contó Nott con cautela, metiendo las manos en los bolsillos de su túnica. Su rostro se mostraba sereno, ligeramente suspicaz, escrutándola con sus ojos claros—. Eso es lo que ha pasado. No me pidas que te lo explique, pero así fue.
Hermione se quedó estática. No se le ocurrió absolutamente nada para decir. Eso no podía ser cierto... Era demasiado absurdo. Lo mirara por donde lo mirara, no tenía ni la más mínima lógica.
Parpadeó y obligó a su cerebro a dar forma a alguna frase, a la vista de que el joven Slytherin seguía mirándola, paciente. A la espera de una respuesta. Como si ella fuese capaz de responder algo ante semejante afirmación.
—Eso no puede… —comenzó la joven, casi con un atónito balbuceo. Pero la campana sonó en ese instante, interrumpiéndola. El corazón se le paralizó. Definitivamente, no llegaría a tiempo a clase.
—¿Qué clase tienes ahora? —inquirió Nott, con vacilación, como si le hubiera leído la mente. La chica intuyó que su rostro había reflejado el espanto que había sentido por dentro.
—Encantamientos —contestó ella, con voz tomada, mirando su pesada mochila, la cual había dejado junto al pedestal de la armadura.
—¿Y no vas a ir?
Hermione tomó aire y giró el rostro para contemplar la puerta cerrada del despacho de la Jefa de la Casa Gryffindor. Se sentía curiosamente decidida. Decidida a cometer una estupidez que posiblemente no llegase a ninguna parte. Y no sabía cómo sentirse al respecto.
—No —murmuró Hermione con un nudo en la garganta, sin dejar de mirar la puerta. Tragó saliva, con el pecho tembloroso. Era la primera vez en su vida que faltaba deliberadamente a una clase—. Me quedo. Pero lo que dices no tiene ningún sentido… —volvió a mirar al chico repentinamente, su cabello castaño meciéndose a su alrededor por el brusco movimiento—. ¿Malfoy… pelearse con Warrington por eso? ¿Por mí? Es… es absurdo. Él no puede… ¿Por qué lo haría?
—Lo sé —aseguró él, con vehemencia—. Pero ha ocurrido así. Sabes que no te mentiría en algo semejante.
—Has debido malinterpretarlo todo —insistió la chica, alzando ambas cejas, mirándolo con altiva incredulidad. Nott resopló por su larga nariz.
—Es difícil malinterpretar algo así.
Hermione volvió a apartar la mirada, alterada. Respiró con profundidad, intentando entender el alcance de todo aquello. Intentando imaginar que fuese verdad. Sin lograr encontrar una justificación coherente, ni encontrarle todavía ni la más remota lógica a algo así.
—Hablaré con él —murmuró finalmente, sintiendo su corazón estremecerse—. Estoy segura de que no ha podido suceder así, es obvio, pero… Tengo que aclarar esto. Cuando salga...
—Yo no pienso enfrentarlo ahora —la interrumpió Nott, con ligera ironía desganada—. Estará de un humor de perros. No me apetece aguantarle, lo haré más tarde. Me voy a Transformaciones, aunque intuyo que McGonagall tardará en venir. Te deseo suerte intentando que él te aclare algo.
Sin decir nada más, echó a andar por el pasillo, alejándose de la chica y dejándola sola. Hermione suspiró lentamente, tomándose su tiempo para ello, y llevándose después una mano al pecho. Comprobando así que su corazón seguía latiendo desenfrenado. Demasiadas emociones en tan pocos minutos.
No podía ser cierto. Y menos después de lo que hablaron la última vez. Después de haberlo golpeado cuando la besó en la biblioteca. Después de haberlo rechazado así. Para no variar, al igual que todo lo que estaba sucediendo entre ellos, era completamente descabellado. Él no podía ser capaz de "defenderla" así… ¿Por qué iba a hacerlo? No lo hizo cuando le cortaron el cabello en el aula de Runas Antiguas, ni cuando le cogieron la mochila en el Patio de Transformaciones. Nunca lo había hecho. Iba contra todo lo que él era...
En ese momento, la puerta del despacho de McGonagall se abrió y Warrington salió de la estancia. Hermione, en el último segundo, se apresuró a coger su mochila y a ocultarse tras la armadura sobre cuyo pedestal había estado sentada. Eso impidió que el chico la viese al pasar frente a ella, cojeando, posiblemente en dirección a la Enfermería.
Tras unos segundos, Malfoy abandonó también el despacho y cerró la puerta tras él de un portazo. Tenía el rostro ensombrecido cuando comenzó a avanzar por el pasillo en dirección a la chica, sin verla. Luciendo casi tan alterado como hacía unos minutos. Su corbata seguía suelta y su cabello alborotado.
Nada más verlo, Hermione comprendió que no era coherente esconderse de él. No cuando su intención era enfrentarlo. Obligándose a no pensarlo demasiado para no echarse atrás, salió de detrás de la armadura, dejándose ver, y aguardó su reacción. Malfoy, absorto en sus pensamientos, tardó un segundo en fijar sus ojos en ella al apreciar su movimiento. Tardó dos segundos más en reconocerla, y, cuando lo hizo, se detuvo de golpe, con un visible respingo. Se quedó quieto en medio del pasillo, contemplándola con pasmo. Pareció necesitar unos segundos más para saber cómo reaccionar.
—¿Qué se supone que haces aquí, Granger? —masculló finalmente, frunciendo su rubio ceño. Pareció recuperar entonces su compostura y su altivez habitual, una vez superada la sorpresa inicial—. ¿Es que alguien te ha contratado para espiarme? ¿Cuánto te paga? Porque doblaré el precio con tal de librarme de ti…
Hermione ignoró su comentario. Le pareció demasiado absurdo y previsible. Era lo que tenía que decirle, por norma. Avanzó y se colocó frente a él. Lo contempló con cautela, y algo de enfado imposible de ocultar. Tras examinar durante unos segundos sus tormentosos ojos, su postura rígida, y el moratón de su pómulo, emitió un suspiro derrotado, libre de rabia, que pareció desconcertar al chico.
—¿Es que te has vuelto loco? —musitó, frustrada.
Malfoy parpadeó, aún desconcertado, pero suavizó su ceño. Aunque no tuvo ocasión de contestar, ni siquiera de hacer ningún movimiento. Oyeron unos pasos amortiguados, unos tacones contra el duro suelo, que hicieron que ambos se tensaran y volvieran las cabezas. Hermione, sin pensar, lo agarró de la muñeca en un acto reflejo y tiró de él para obligarlo a esconderse con ella detrás de la armadura. Él no se resistió, en un silencioso acuerdo con ella en el cual ambos coincidían que, bajo ningún concepto, debían verles juntos.
La puerta del despacho de McGonagall se abrió, y la profesora salió de él con la intención, muy probablemente, de dirigirse a su clase. Aún echaba humo visiblemente, lo cual se reflejaba en su ladeado sombrero puntiagudo, más inclinado que de costumbre. No vio a los chicos cuando pasó ante ellos, sus zapatos de punta larga resonando en el silencio del corredor. La luz del exterior que se filtraba por las ventanas arrancó destellos a sus gafas cuadradas, haciendo aun más severa su expresión.
Hermione se dio cuenta, un segundo después de hacerlo, de que quizá esconderse con Malfoy en el reducido espacio que había entre la armadura y la pared no había sido una muy buena idea. Apenas había espacio para una persona, menos aún para dos. Se encontraba aprisionada entre el rígido pecho de un alto Malfoy y la fría pared tras su espalda. Recordándole peligrosamente, aunque no era el momento apropiado para ello, a otra situación similar, en las mazmorras…
Sin saber muy bien por qué, tenía el rostro obcecadamente dirigido al frente, hacia la túnica del Slytherin, pero los ojos alzados, mirando los de él. Malfoy tenía el rostro agachado, y la atravesaba con su acerada mirada, a menos de un palmo de distancia, pero su expresión era impasible. Desde esa posición, Hermione apreció mejor su pómulo amoratado y algunos arañazos en su frente. Él había colocado el antebrazo sobre la pared que había detrás de la chica, a un lado del rostro de ella, a modo de apoyo para poder mantener el equilibrio en el reducido espacio. Sus torsos estaban completamente pegados, sintiendo mutuamente cómo el pecho del otro se hinchaba de acuerdo a su respiración. Tomando aire tan profundamente como el reducido espacio se lo permitía. La extrema cercanía era perturbadora. Nunca habían permanecido tan cerca, durante tantos segundos. Y menos aun sin… besarse. Y fue una sensación chocante, casi de confianza mutua. Como si ambos, sin hablar, tuvieran la certeza de que el otro estaba pensando lo mismo, pero sabiendo que ninguno de los dos daría el paso. Porque no era el momento. Porque se jugaban mucho. La cercanía estaba completamente justificada en ese momento, pero eso no la hacía más llevadera.
Los pasos de McGonagall se escuchaban con total claridad al otro lado de la armadura, y a Draco de pronto la situación le pareció inapropiadamente excitante. La posibilidad de ser atrapados tras esa armadura, tan cerca, tan juntos… Era una resolución tan estresante, tan desastrosa si llegase a suceder... Era una situación tan jodidamente prohibida que lo llenó de adrenalina. Y tener el rostro de Granger tan cerca, y sus brillantes y oscuros ojos clavados en los suyos, no hacía más que complicar aún más el amasijo de nervios que el chico tenía en su interior, creando nudos y más nudos a la altura de su estómago. No podía dejar de mirarla. Y no podía moverse.
Los labios de Granger de pronto se separaron, sin dejar de mirarlo, y el nudo del chico se retorció ante semejante gesto. ¿Iba a…?
—Se ha ido —susurraron los labios de la joven, sin apenas moverse. En un tono de voz tan bajo que el chico no la hubiera oído de no ser por la tremenda proximidad.
—¿Quién? —fue lo único que pronunciaron los de él, sin dejar de mirar los labios de la joven. Sentía un incómodo zumbido en los oídos, o quizás era en su cerebro.
—McGonagall —espetó Hermione, aún en voz débil pero definitivamente molesta. Draco dio un respingo al registrar sus palabras. Quitó el brazo de la pared y se enderezó, aturdido, dándose cuenta entonces de que había estado todo el tiempo inclinado hacia la chica cuando podía haber estado erguido.
Malfoy dio un paso a un lado para salir con dificultad de detrás de la armadura y alejarse de Granger al mismo tiempo. Buscando separarse de ella como quien busca oxígeno. Ella también se separó de la armadura y de la pared. Ahora que habían recuperado una distancia prudencial entre ellos, Draco sintió que recuperaba todas sus facultades. Y el aire. Se irguió y la contempló con fijeza, escrutándola.
—¿Qué haces aquí? —repitió, con firmeza, intentando restar importancia a lo que acababa de suceder. Intentando centrar su atención en lo que verdaderamente importaba.
La chica frunció los labios y trató de recuperar el aliento que había estado conteniendo tras la armadura. El pulso le latía en las yemas de los dedos. Y le costaba respirar.
—Quiero hablar contigo —repuso Hermione, en voz baja pero clara. Draco cerró los ojos y esbozó una abierta expresión de agonía, como si alguien le acabase de clavar la varita en un lugar especialmente doloroso. Mostrándose absolutamente harto de ella—. Aquí no nos oirá nadie, no tienes excusa…
—Granger, no. No necesito una excusa. No puedo soportarte ahora mismo. No pienso aguantar esto —espetó, echando a andar y tratando de pasar por su lado. Pero ella se colocó delante, impidiéndole el paso con osadía.
—Quiero hablar contigo —insistió, enfadada—. Solo será un momento. Necesito…
—Necesitas largarte de aquí —le escupió él, acercando el rostro al suyo para poder atravesarla con las palabras. Después se giró sin moverse del sitio y echó a andar en dirección contraria—. Necesitas meterte en tus propios asuntos y dejarme en paz a mí. Pruébalo, te encantará.
—Malfoy, ¿qué diantres acaba de pasar con Warrington? —cuestionó ella con tono de reproche, echando a andar tras él, sin permitirle librarse de su reprimenda—. ¿Por qué te has peleado con él? ¿Qué te ha pasado?
Malfoy chasqueó la lengua sonoramente y cerró los ojos un momento, sin dejar de caminar, aunque ella no lo viese. Agotado, se preguntó si ese sería su castigo por lo que había hecho. Diciéndose que probablemente se merecía tener que aguantarla en ese momento, como una broma cruel del destino. Recordándole lo que acababa de pasar. Pero cuestionándose con frustración si de verdad no se merecía un maldito respiro en su vida. Y, también, si de verdad podía tocar más fondo.
—Debí haberme imaginado que solo querías echarme un sermón —espetó sin detenerse. Y los agitados pasos de Granger tras él no lograron apaciguar la cólera que todavía bullía en su interior—. Por nada que te importe, puñetera entrometida…
—Es posible que sí me importe. Me han dicho que ha sido porque se estaba metiendo conmigo, ¿es eso verdad? —reveló Hermione atropelladamente, incapaz de contenerse. El corazón volvía a latirle de forma desacompasada. Se preguntó si no terminaría sufriendo algún tipo de problema cardíaco de tantos sobresaltos como sufría su pobre corazón.
Draco se frenó en seco. Sintiendo la sangre latir en sus oídos. ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo podía saber…?
Escuchó a Hermione frenar tras él. Se giró a medias, apenas ladeando el cuerpo para mirarla. La joven jadeaba ligeramente por el acelerado paso. Y entonces se dio cuenta de que él mismo también jadeaba.
Intentando fingir una altivez que no sentía, Draco clavó los ojos en los de ella. Vaciló y sopesó sus palabras antes de hablar, pero tuvo cuidado de que su rostro no expresase ninguna emoción que no fuese indiferencia.
—¿Quién te ha dicho eso? —preguntó, en un seco murmullo.
—Eso no importa, ¿es verdad? —cuestionó la joven de nuevo. De pronto se sintió algo tonta. El rostro de Malfoy ahora expresaba desdén, y casi burla. ¿Era todo tan improbable como realmente parecía?
—Granger, a veces consigues hacerme gracia y todo. Quién lo diría —se burló Draco, entre dientes, enderezándose ligeramente. Sus ojos de pronto apreciaron, en medio de la soledad del corredor, uno de los bancos de piedra que lo decoraban, cerca de ellos. La tentación se apoderó de él. Se sentía realmente cansado. Incapaz de permanecer de pie, con el peso de sus acciones sobre sus hombros. Aunque no quería estar allí en compañía de la joven, no pudo evitarlo. Dejando escapar una risotada mordaz, caminó despreocupado hacia la superficie de lisa roca. Se dejó caer en el banco, conteniendo un jadeo de alivio. Intentaba lucir desinteresado en ella, fingir que sus palabras no lo alteraban lo más mínimo. Fingir que no tenía nada que esconder, que no tenía por qué huir. Nada más lejos de la realidad—. Pues evidentemente no es verdad —se mofó, arqueando una ceja—. Pero incluso me divierte tener que aclarártelo. ¿Qué puede importarme a mí que se estuvieran metiendo contigo? Ni siquiera sé de qué hablaban… Simplemente le he pegado porque me ha dado la gana —finalizó con brusquedad.
Hermione resopló y meneó la cabeza. Se mantuvo plantada en pie ante él, mirándolo severamente con una mano apoyada en la cadera. Sin decir nada al respecto de que él se hubiera sentado en el banco.
—¿Porque te ha dado la gana? —repitió, irónicamente—. Por Dios, Malfoy, qué excusa tan ridícula.
—Oye, sabelotodo, es mi estado de ánimo, no el tuyo: si me quiero enfadar, me enfado, y punto —replicó él, irritado.
En el fondo le molestó que, efectivamente, hubiera tenido tan poca imaginación al inventarse una excusa. Pero no pudo pensar nada mejor: aún estaba tratando de digerir cómo se había sentido al escuchar las malintencionadas palabras de Warrington. No entendía cómo había podido invadirlo esa rabia ciega e incontrolable. Nunca le había sucedido algo semejante. Nunca había perdido los papeles de esa manera. Y, lo peor de todo, era que siempre que le ocurría algo que no podía entender ni controlar, casi siempre estaba Granger de por medio. Pero no, estaba equivocada. No había pegado a su colega por meterse con ella; eso evidentemente le daba igual. Warrington se había metido con él, con Draco. Había dicho que cualquiera que besase a Granger era un enfermo, y eso no pensaba permitirlo. No iba a permitirle a ese estúpido gorila insultarle así. Bastante tenía él con el sufrimiento interno de haber besado a esa estúpida sangre sucia como para que encima viniese el anormal de Warrington a recordarle lo enfermo que tenía que estar para haberlo hecho… No había podido soportarlo, y había decidido descargar toda su frustración contra el poco agraciado rostro de su colega.
Cerró los ojos. ¿Qué le pasaba? ¿Cómo había sido capaz de besarla, varias veces? ¿Por qué era incapaz de contenerse cuando la tenía cerca, a pesar de saber que después le recorrería la vergüenza y rabia de no haber podido evitarlo? ¿Por qué lo hacía si sabía que después iba a arrepentirse?
No debería haber golpeado a Warrington. No había sido un motivo suficiente. Su compañero tenía razón en todo. Recordó los insultos que había dedicado a la joven que tenía ahora ante sí, y sintió que la garganta le ardía de rabia contenida. Se obligó a tragar saliva. Oh, mierda. Estaba agotado de la pelea, eso era todo. Su cuerpo no reaccionaba como lo haría en condiciones normales. No estaba pensando con claridad.
Sintiendo un súbito dolor punzante apoderarse de su hombro, se obligó a moverlo con cuidado, haciéndolo girar para relajarlo. Ahora que la adrenalina había disminuido, sintió que le dolía todo el cuerpo por los golpes del estúpido de Warrington. Especialmente la mejilla. No se había visto, pero esperaba que no tuviera demasiado mal aspecto. Aunque percibió entonces que su cabello se encontraba revuelto sobre su cabeza; podía sentirlo. Y que su túnica no estaba del todo bien colocada; notaba la tela arrugada en diversas zonas. Alzó una mano y se la pasó por el cabello, intentando peinarlo con la mayor expresión de dignidad que pudo adoptar. Intentando ignorar la mirada todavía exasperada de Granger. Tuvo que contener la repentina rabia que le produjo que lo viese con semejante aspecto.
—No tienes remedio —se quejó Granger de pronto, impaciente, arrancándolo de sus pensamientos.
—Si me dieran un Galeón cada vez que me dices eso, ahora sería mucho más rico de lo que ya soy —rezongó Malfoy arqueando una ceja, dejando de peinarse y cruzándose de brazos.
—Y si me lo dieran a mí cada vez que haces o dices una estupidez te sobrepasaría en fortuna —repuso Hermione, reprimiendo el enésimo resoplido. Entonces, y contra todo pronóstico, se dejó caer sentada a su lado, con un suspiro lleno de pesadez.
Draco apenas pudo concebir que hiciera algo así. Pero se dijo, una vez más, que era culpa suya. Que se lo merecía por imbécil. Por seguir allí plantado.
Una vocecita en su cabeza le dijo que era el momento perfecto para levantarse y largarse de allí. No tenía nada que hacer allí, no tenía por qué aguantarla. No tenía por qué soportar su presencia.
Pero el agotamiento estaba ganando la batalla, y, ahora que la adrenalina había abandonado su cuerpo por completo, se sentía débil y apático. Sin fuerzas.
—Lo dudo mucho —masculló él, solo por justificar todavía su presencia allí. Alzó la mirada al techo, tratando de ignorar a la joven. El que se hubiese sentado a su lado. Le molestó que se hubiese puesto tan cerca. Aunque en realidad la chica estaba sentada en la otra punta del banco, a Draco le pareció que estaba demasiado próxima a él. Tenía los brazos tan firmemente cruzados, apoyados en sus muslos, que comenzaron a acalambrársele, pero se negó a descruzarlos.
—Eres un irresponsable —lo acusó Hermione de pronto, como si acabase de pensarlo—. Podías haberle hecho daño de verdad. Lo has dejado hecho una pena —Malfoy masculló un débil "pché" cargado de desdén, incluso algo chulesco—. No me gusta la violencia.
—Bah, no ha sido para tanto, solo le he dado un par de puñetazos —farfulló, él, despectivo y casi orgulloso de sí mismo—. Si hubiera querido hacerle daño lo hubiera hecho —añadió sin poder contenerse, todavía con altivez. Pero se maldijo al segundo siguiente. Al darse cuenta, casi con alarma, de que estaba tratando de impresionarla. A Granger. Pero ella no lució, ni de lejos, así.
—Si tú lo dices… Has tenido suerte de que no haya sabido defenderse, sino tú también estarías ahora en la Enfermería —le reprochó Hermione, elevando la voz, furiosa con él. Estaba harta de que Malfoy fuese tan despreocupado y nunca se parase a pensar en las consecuencias de sus actos. Él resopló con sarcasmo.
—Sí, claro. ¿Y a ti qué diablos te importa lo que me hagan? —espetó con fiereza. Volviendo el rostro para mirarla con incredulidad, olvidándose de ignorarla. Ella, en cambio, y por primera vez, apartó la mirada.
—Me importa cuando es por mí —murmuró Hermione, con ligera ironía, mirando al frente con aspecto distraído. Malfoy resopló otra vez, esta vez sin burla.
—Ya, bueno, no te acostumbres —replicó sin pensar, frotándose el puente de la nariz con dos dedos, con pesadez. Casi desesperado. Profundamente agotado.
Hermione giró el rostro hacia él al instante, con un brillo de victoria en sus ojos.
—¿Entonces sí que ha tenido algo que ver conmigo? —quiso saber ella, con voz satisfecha, incluso algo divertida. Había intentado hacerlo confesar como quien no quiere la cosa, aprovechándose de su cansancio, pero no había esperado que funcionase. Aunque eso no le impidió seguir sintiéndose incrédula. Malfoy tuvo la misma sensación que si se hubiera atragantado. No supo si fueron su corazón o sus pulmones, pero de pronto algo se había congelado en su pecho.
Jodida sabelotodo.
Mierda, mierda, mierda…
—Yo nunca haría nada por ti, Granger. Nunca. Asúmelo de una maldita vez —replicó Draco, esforzándose por darle énfasis a las palabras y que ellas se las creyese. Y quizá también él. De nuevo lucía alterado—. ¿Es que acaso cómo te he tratado todos estos años no te da una pista de que no te soporto? ¿Crees acaso…?
—Vale, bien, tú ganas. Olvídalo, o te dará un ataque —lo interrumpió ella, secamente, pero con una ligerísima vibración en su voz. Los dos se quedaron en silencio. A Draco le molestó sobremanera apreciar un leve temblor que elevó las comisuras de la boca de la chica. A Hermione de pronto le extrañó el hecho de que Malfoy no se levantase simplemente y se fuese. Pero no. Ahí seguía. Sentado junto a ella.
Hermione, envalentonada al ver que no se iba, y para romper el silencio que se había formado, intentó cambiar ligeramente la conversación.
—¿Qué castigo te ha impuesto la profesora McGonagall?
—Castigado todas las tardes durante una semana, y empiezo esta tarde —recitó Malfoy rodando los ojos. En su interior sintió tanto alivio por el cambio de tema que estuvo a punto de gritar "gracias" mirando al cielo. No se había dado cuenta de lo mucho que estaba sudando hasta ese momento—. Deberían darme un premio… Salgo de un castigo para meterme en otro —ironizó, aunque se sentía agotado solo de pensarlo.
—Eso no merece un premio —espetó ella, enfadada—. Eres un irresponsable y un bruto. Y se supone que eres Prefecto, deberías ser ejemplo para los alumnos más jóvenes.
—Y soy un ejemplo. Soy el ejemplo de que los castigos de McGonagall son desproporcionados —ironizó con mala uva—. Una semana de castigo por una estúpida pelea, lo que hay que oír…
—¡Claro que no es desproporcionado! —saltó Hermione, indignada—. ¡Te lo tienes bien merecido!
—¿Estás de broma? ¡Ni que hubiera matado a nadie! —protestó él, desconcertado y ofendido.
—No estás siendo objetivo; ella ha sido totalmente justa. No puedes pretender salir impune de una pelea así.
—Ni siquiera estabas allí, no hables de lo que no sabes.
Hermione apartó la vista de nuevo, molesta, terminando la discusión. Tragándose una airada réplica, comprendiendo que ellos jamás parecían terminar de discutir. Su mirada se posó en la armadura tras la cual se habían ocultado minutos atrás. Volvieron a quedarse en silencio. Él seguía sin irse.
—Tienes la corbata suelta —logró decir ella con un hilo de voz, sintiéndose repentinamente nerviosa. Alterada al darse cuenta de pronto lo cómoda que se había sentido durante ese rato a su lado. Enfadada por lo sucedido, molesta con él, pero relajada ante su compañía.
Draco frunció los labios, luciendo parecido a cómo Hermione se sentía por dentro. Totalmente miserable. El chico se quitó la corbata con un desganado gesto y la arrojó al suelo de un impaciente movimiento. Ya no intentando lucir pulcro, comprendiendo que no lo lograría. Y pareciendo frustrado aunque resignado ante eso. Hermione se miró las manos, entrelazadas en su regazo.
—¿Qué está pasando, Malfoy? —preguntó Hermione en un murmullo, sin mirarlo. Dándose cuenta, después de decirlo, de que ni ella misma sabía a qué se refería exactamente. Pero al parecer él sí la entendió. Lo escuchó resoplar, sin sonar sarcástico.
—Lo dices como si yo lo supiera —replicó él, y había tanta amargura y tanta sinceridad en su voz que Hermione giró el rostro con lentitud para mirarlo. Él también ladeó el rostro para posar la mirada en sus ojos. Ella no apartó la suya. Draco se estaba acostumbrando a perderse en esos ojos. Se estaba acostumbrando a apreciar las sutilezas de las miradas de Granger. Se estaba acostumbrando a sus miradas sin odio. Se estaba acostumbrando a ella.
Draco seguía mirando sus ojos, pero pronto dejó de verlos. Su mente estaba lejos, pensado en cosas que ni por asomo debería pensar...
"¿Qué pasaría si yo fuese sangre limpia?"
Maldita sea.
Pues que, probablemente, ni se plantearía resistirse. Y que tendría jodidamente claro el por qué de todo lo que sentía.
Mierda.
Estaban solos una vez más. No había testigos. Nada de lo que pudiera pasar ahí saldría de ahí.
Volviendo a enfocar su mirada en sus ojos oscuros, sin cortar apenas el contacto visual, el chico apoyó sus manos sobre el banco para darse impulso y se arrastró a un lado para sentarse más cerca de ella. Granger no hizo el más mínimo movimiento ante ese gesto, ningún ademán de apartarse. Ni siquiera apartó la mirada. Y esa decisión de no alejarse de él fue todo lo que el chico necesitó para terminar de decidirse. A la mierda con el arrepentimiento. A la mierda con todo.
Estiró una de sus manos para apoyarla con la palma abierta en el banco, por detrás de la espalda de Granger, y así poder sostener su peso cuando se inclinó hacia ella. Cerró los ojos justo cuando sus labios se apoyaron contra los de la chica, blandos, cálidos, húmedos... humanos. Sintió cómo ella aspiraba temblorosamente por la nariz, y cómo se tensaba su cuerpo sobre el banco. Movió sus labios lentamente sobre los de ella, probándolos, tanteándola. Sus labios atraparon el inferior de ella, en un arrebato, y la joven se estremeció. Y de pronto ella estaba devolviéndole el beso, atrapando sus labios, correspondiéndole con lentitud. El húmedo sonido de ambas bocas encontrándose siendo lo único que rompía el silencio del pasillo. Draco sintió, sin abrir los ojos, como si el cuerpo de la joven se moviese, y de pronto algo suave le rozó la mejilla. Se sobresaltó, pero no abrió los ojos. Granger había alzado su mano y le estaba acariciando la mejilla con la yema de los dedos. Los tenía fríos. Era un roce demasiado sutil, demasiado delicado. Una caricia que le puso de punta el vello de la nuca. Sus dedos rozaron su pómulo amoratado, su carne irritada, arrancándole un estremecimiento de dolor, pero ni así deseó que se detuviese.
«Dile que no te toque», le dijo aun así la severa voz en su mente, revelando que aún quedaba un rastro de cordura en su interior. «Dile que no tiene permitido tocarte. Apártala. Es una sangre sucia, no tiene derecho a tocarte… Ni tú a besarla. Apártate».
Draco sintió un retortijón interior ante las palabras de su conciencia, pero no tuvo tiempo de ponerlas en práctica. Los dedos de la chica presionaron con más fuerza su mejilla y, cuando él quiso darse cuenta, le habían obligado a separar sus labios de los suyos. Apenas perdieron el contacto, Granger volteó el rostro al frente y se puso en pie de un salto. Cogió su mochila y echó a andar a grandes zancadas por el pasillo, alejándose de él con serenidad y absoluto silencio. Draco ni siquiera había tenido la oportunidad de ver la expresión de su rostro. La observó alejarse, sin poder moverse, deseando con todas sus fuerzas conocer la ejecución del hechizo Obliviate, para poder aplicárselo a sí mismo. Necesitaba olvidar, para poder deshacerse del líquido amargo que le invadía las venas y que lo estaba corroyendo por dentro. Para poder librarse de esa terrible sensación que eran los remordimientos.
Estaba harto. Harto de pasar vergüenza, de cagarla siempre. Harto de no poder reprimirse, de ceder siempre a lo que fuera que ella le provocaba. Harto de intentar resistir, sin lograrlo.
"¿Qué pasaría si yo fuese sangre limpia?"
«Pero no lo eres. Da igual lo que pasaría, porque no lo eres. Y eso no se puede cambiar».
No volvería a cometer un error semejante, se dijo, en un arrebato de coraje. Ya era suficiente, incluso Granger lo sabía. Ella acababa de demostrar que poseía más cordura que él. Acababa de rechazarlo abiertamente, sin armar ningún escándalo. Con la firmeza y orgullo que la caracterizaban. Y, lo peor, era que Draco no se sentía rechazado. Sería estúpido por su parte sentirse así. Pero sí se sentía humillado, porque la chica había demostrado más coherencia que él. Había sido capaz de apartarse. Al igual que en la biblioteca, antes de cruzarle la cara de una bofetada. Pero esta vez había sido distinto. Más… reflexivo.
El rechazo de Granger, cargado de cordura, lo había llenado de una nueva lucidez.
Había que detener aquello, fuese lo que fuese, antes de que ocurriese algo de lo que pudieran arrepentirse. Y se juró, palabra de Malfoy, que era la última vez que se dejaba llevar por lo que Granger le producía. La última.
Ni Draco, que permaneció sentado en ese banco mucho tiempo, ni Hermione, que en pocos segundos se perdió de vista tras la esquina, se percataron de la presencia de dos personas que tampoco habían acudido a clase y los contemplaban ocultos entre las sombras.
¡Bum! 😱 ¡Ay, que los han pillado! 😭 ¿Y ahora qué?… Se aceptan apuestas, ¿quiénes creéis que son? Ya he desvelado que son dos… En el siguiente capítulo lo sabremos 😉.
¿Qué os ha parecido? 🙈 Siento que no soy muy buena narrando peleas, pero bueno, he quedado satisfecha, espero que os haya resultado entretenida 😂. Como dato, vamos a imaginar que Warrington y Bletchley, que en el canon son varios años mayores que Draco, han repetido varios cursos y ahora están en uno inferior, ¿vale? Me apetecía incluirlos en la historia, perdonad por la patada al canon 😂.
Y… siguiendo con la imaginación, vamos a suponer también que dos personas se pueden ocultar tras una armadura sin que les vean, ¿vale? 😂 En mi cabeza quedaba bonito… Gracias por su colaboración ja, ja, ja 😇.
Ahora en serio, espero de verdad que os haya gustado. Si os apetece, estaré encantada de leeros en los reviews 😊.
¡Muchas gracias por leer! ¡Cuidaos mucho! ¡Hasta el próximo! 😊
