¡Hola a todos! 😊 ¿Cómo estáis? ¿Listos para continuar la historia? Perdonad la tardanza, quería haber publicado hace unos días pero no sacaba tiempo 🙈. El trabajo me ha tenido bastante ocupada esta semana. Además, es un capítulo "importante" y quería intentar que me quedase lo mejor posible, así que le he dado muchas vueltas. De corazón espero que os guste 😊.

¡Muchas gracias a todos por vuestros comentarios! 😍 De verdad, me alegráis el día cada vez que recibo notificación de un review, muchas gracias 😍. Da igual que sean largos o cortos, todos me hacen feliz como una perdiz 😍. Gracias también, como siempre, a todos los que leéis en la sombra, no me cansaré de decirlo. Gracias por dedicar vuestro tiempo a esta historia. Espero que os esté gustando 😍.

No me quiero alargar mucho porque después del capítulo ya me he alargado bastante comentándolo, no os quiero aburrir ja, ja, ja… 😂 Así que vamos directamente a desvelar el misterio. Gracias a todos los que habéis participado en el concurso de "¿Quiénes serán las dos personas que han pillado a nuestros protagonistas…?" 😂. Creo que la respuesta os sorprenderá.

Disfrutad... 😊


CATULO 20

Emboscada

—Hasta mañana, señor Malfoy.

Draco dejó escapar un seco gruñido a modo de despedida. Salió del despacho de la profesora McGonagall y cerró la puerta a sus espaldas. Se mantuvo un instante quieto en medio del desierto pasillo, recuperando fuerzas, tanto mental como físicamente. Emitió un suspiro, cansado, y movió en círculos la muñeca derecha. Escuchó algún crujido sospechoso que antes no estaba ahí. La jefa de la Casa Gryffindor lo había tenido casi tres horas copiando "no se me volverá a pasar por la cabeza atacar a un compañero". Sentía la mano agarrotada, como un calambre continuo, y los dedos adormilados. Y todavía le quedaban seis días más. Durante el castigo, su mente había divagado y había recordado con frustración que, al estar castigado todas las tardes, no podría ir a los entrenamientos de Quidditch. Y tenían partido contra Ravenclaw ese sábado. Tenía que entrenar. Maldita sea.

Armándose de paciencia, exhausto ante sus pensamientos, echó a andar lentamente por el pasillo en dirección al Gran Comedor. La cena ya estaría casi concluyendo, pero, con un poco de suerte, quedaría algún alumno que se había demorado y no habrían retirado la comida todavía. Así podría llenar el estómago. No había parado de gruñirle bochornosamente durante la última hora de castigo. Se moría de hambre…

—A por él.

Todo sucedió en el espacio de un latido de corazón. El joven Malfoy no tuvo tiempo apenas de registrar semejantes palabras, mucho menos de darse la vuelta, cuando una gran mano lo empujó por la espalda con una fuerza considerable, tirándolo al suelo de bruces. Paró el golpe con los antebrazos, sintiendo un fuerte dolor en ellos, así como en las rodillas. Su cuello se sacudió violentamente hacia delante y hacia atrás por la inercia, dejándolo atontado. Con el corazón desbocado, paralizado de sorpresa, trató de colocarse de costado, pero, antes de lograr ver nada, su misterioso atacante le dio una patada en el centro del estómago, arrojándolo a un lado sin ninguna delicadeza, haciéndolo rodar por el suelo. Al detenerse, Draco tomó aire con urgencia, dolorido por el fuerte golpe, y tosió sin demasiadas fuerzas. Antes de poder alzar la mirada inundada en lágrimas de dolor, sintió una fuerte y decidida mano agarrarlo de la parte trasera del cuello de la túnica, y arrastrarlo por el suelo. Parpadeó, y, una vez superada la sorpresa, intentó patalear con rapidez, buscando frenar el avance y librarse del agarre. Intentó apartar sin éxito la mano de su atacante, y descubrió que la muñeca era tan gruesa como su cuello. No podía tomar el aire suficiente como para hablar, protestar, ni mucho menos gritar. Tanteó sus bolsillos con desesperación, buscando su varita, pero no llegó a encontrarla. Le pareció, en medio de la confusión, ver dos bultos a su lado. Apreció que cruzaban el umbral de una puerta, disminuyéndose la luz a su alrededor, y de pronto se encontró siendo alzado hasta ponerse en pie, y dos manos sujetándole las suyas en la espalda, cual prisionero de guerra. No fue capaz de ver a la persona que tenía detrás.

Echó un rápido vistazo, sus ojos acostumbrándose a la penumbra de la habitación, apenas iluminada por la luz nocturna del exterior que se colaba por las ventanas, y las antorchas del pasillo. Era un aula abandonada, que hacía años que no se utilizaba, a juzgar por la capa de polvo visible en los pupitres a su alrededor. La puerta se cerró, y la luz de las antorchas del pasillo desapareció.

La persona que lo sujetaba, obligó a Draco a girarse de cara a la puerta recién cerrada. El chico parpadeó, jadeando y doblado de dolor, para enfocar sus ojos claros en la persona que tenía delante y que había cerrado la puerta.

Al reconocerlo, durante dos segundos, se quedó completamente sin habla.

—Hola, Draco —saludó Crabbe sin sonreír, adelantándose unos pasos y colocándose frente al rubio.

—¿Qué… qué cojones…? —farfulló Draco, con voz ronca por la presión que todavía sentía en el pecho por culpa de los golpes. Su cerebro no fue capaz de asimilar todavía la situación—. ¿Qué estáis haciendo? ¿Estáis dementes? ¿Qué clase de broma es esta?

—¿Te parece que esto es una broma? —masculló una ronca voz a su espalda, que identificó, ya sin sorpresa, como la de Goyle.

—¡Tiene que ser una broma, porque, si no, no encuentro explicación a que hagáis semejante gilipollez! —gritó Draco, preso de un nerviosismo animal. Una vez superado el pasmo inicial, comenzaba a sentir la indignación invadirlo—. ¡Soltadme inmediatamente par de retrasados!

—No vamos a soltarte hasta que nos escuches —dijo Vincent con sequedad—. Será mejor que te estés quieto…

—¡Y un cuerno! ¿Estás chiflado? ¿Quién te has creído que eres, pedazo de gilipollas? —rugió Draco, enajenado, forcejeando con más ímpetu tratando de alcanzar su varita, que tenía que estar en alguno de los bolsillos interiores de su túnica.

Crabbe se adelantó otro paso, con el rostro súbitamente contorsionado de ira, y golpeó con violencia el pómulo Draco, mediante un fuerte puñetazo. Éste, sintiendo su cabeza sacudirse violentamente, dejó de resistirse casi al instante, mareado. Sintió el sabor metálico de la sangre en su boca, y se obligó a ladear el rostro para escupirla en el suelo. El pómulo y el labio le ardían. El brazo de gorila que Goyle poseía le rodeó el cuello, sin dejar de sujetarle las muñecas con la otra mano, limitando así sus movimientos todavía más.

La sorpresa ante lo que estaba viviendo lo paralizó de pronto, intentando encontrarle una explicación de forma casi desesperada. ¿Qué diantres estaba pasando? ¿Cómo se atrevían aquellos dos ineptos a hacerle eso?

—Así me gusta —aprobó Crabbe, jadeando, viéndolo quedarse inmóvil. Se frotó los nudillos, con los que le había golpeado—. No pienso permitir que me insultes. Ya no —su enorme cuerpo al completo se puso en tensión, enderezándose al máximo y mirándolo con esos diminutos ojos negros que echaban chispas—. No eres más que un… traidor. Un farsante. Un maldito mentiroso… ¿Cómo has podido, pedazo de…?

Draco lo contempló unos segundos, calibrándolo con rapidez, frunciendo ligeramente el ceño. No entendía una mierda.

—¿De qué se supone que hablas? —logró articular, tras dejar escapar un jadeo de pura incredulidad.

Crabbe lo contempló a su vez durante varios segundos, y después dejó escapar un resoplido por la nariz que fue casi una risotada. Cuando habló, su voz fue un susurro.

—¿Qué ha ocurrido esta tarde, en la puerta del despacho de la vieja McGonagall, después de que pegases a Warrington?

Draco sintió un súbito mareo apoderarse de él, emborronándole ligeramente la capacidad visual. De pronto no podía tomar aire. No podía ser verdad… Intentó inspirar pero no pudo, su pecho víctima de una súbita opresión. La sangre se le heló en las venas. Sintió que la habitación comenzaba a dar vueltas a su alrededor, y casi agradeció que Goyle lo estuviese sujetando con semejante fuerza o se desplomaría.

No podía ser cierto. No podía estar pasando. Era una puta pesadilla. Despertaría en cualquier instante en su habitación, lo haría…

Al comprender que no parecía ser un sueño, a juzgar por el hecho de que seguía ahí plantado, frente a sus dos ex-guardaespaldas, se obligó a concentrarse. A tomar el control de sí mismo. Tuvo gran cuidado de no dejar que el terror que sentía en su interior se expusiese en sus ojos. De no dejar que su rostro se contorsionara de pánico. Se obligó a mantener el rostro sereno, apenas dejando que un leve desconcierto lo alterase.

Al ver que Crabbe no decía nada más, al parecer esperando una respuesta, tuvo que abrir la boca y hablar, contra su voluntad.

—¿Fuisteis a buscarme? —logró articular, y, para su sorpresa, su voz sonó más firme de lo que hubiera creído. Casi serena.

—Estábamos ya en clase. Zabini, al llegar, nos contó que habías dado una paliza a Warrington en el pasillo del segundo piso. Y que McGonagall te había pillado, y llevado seguramente a su despacho. Nos dejó de piedra —reveló Crabbe, aún en voz baja. Lo seguía mirando con aterradora fijeza—. Así que nos saltamos la clase y fuimos a buscarte a su despacho para que nos explicaras lo sucedido... Pero no éramos los únicos que estaban allí esperándote, ¿verdad?

—No sé a dónde quieres llegar —escupió Draco, casi sin pensarlo, presa de la desesperación. Estaba a punto de hiperventilar de pánico. No podía estar pasándole esto. No estaba preparado para algo así.

—¿Ah, no? —masculló Crabbe, sarcástico. Le palpitó un músculo en la mandíbula—. ¿Tienes acaso problemas de memoria? ¿En serio nos niegas que te viste con la sangre sucia Granger al salir del despacho de McGonagall? —espetó, subiendo ligeramente el tono de voz, acercándose otro paso más a él.

Draco sintió una palpitación en su estómago. No podía respirar con normalidad.

¿Qué se suponía que tenía que hacer?

Su cerebro trabajaba a toda prisa, permitiéndose dos segundos de silencio para planear la estrategia. Era un Slytherin, era astuto e ingenioso, y rezó para que esos dones no le fallasen en ese momento. Aquello, comprendió con horror, comenzaba a ser de vida o muerte.

—¿Cómo voy a negarlo, si la visteis allí? —logró articular Malfoy, frunciendo el ceño, como si todo le pareciese ridículo. Comprendió que no podía mentir en ese aspecto; eso solo hubiera mermado la credibilidad de todo lo que dijese a continuación. Los habían visto juntos—. ¿Pero por qué lo dices como si yo lo hubiera planeado, como si fuese mi maldita culpa? Ella estaba allí esperándome cuando salí del despacho de la vieja McGonagall después de escuchar su puñetera bronca absurda. Lo visteis, por lo visto, ¿o no? —tomó aire con dificultad.

¿Cuánto habrían visto?

—No vimos cuándo llegó. Os vimos cuando ya estabais juntos, en aquel banco del pasillo —reveló Goyle, en un gruñido. Draco luchó por controlar su cuerpo y no echarse a temblar. Era una puta pesadilla.

Habían visto… todo.

Decidió seguir hablando a toda velocidad.

—Bueno, pues os informo de que estaba allí esperándome cuando salí. La muy inepta pretendía echarme la bronca por haberme peleado con Warrington. Ya sabéis que es una estúpida amargada y una mandona. Se puso modo "Prefecta-Perfecta". A decirme que no podía comportarme así delante de los alumnos más pequeños y…

—Ajá —lo interrumpió Crabbe, sin inmutarse—. ¿Y te sentaste en el banco a debatirlo con ella?

Draco jadeó y sacudió la cabeza, fingiendo incredulidad.

—Tío, yo qué sé, estaba reventado por haber pegado a ese estúpido de Warrington. Quería sentarme. ¿También tengo la culpa de que ella se quedase ahí a molestarme? Esto es una soberana estupidez… Que tenga que aclarar esta mierda… —dejó escapar cuidadosamente entre dientes, fingiendo estar exasperado por la situación.

—¿Por qué pegaste a Warrington? —cuestionó Goyle, a su espalda. Draco tragó saliva, dándose unos segundos para contestar.

—Le escuché meterse conmigo —mintió, súbitamente inspirado, fingiendo no darle importancia. Sabía que no contrastarían la información—. Se metió conmigo por verme ir a clase con Nott. Le escuché llamarme "amargado", aunque él no se dio cuenta de que lo hacía. Me importa una mierda que se metan con Nott, es asunto de él defenderse, pero no va a meterse conmigo. No pienso permitirle nada a ese idiota. Para otra vez que se ande con cuidado.

Crabbe se mantuvo unos segundos mirándolo, calibrándolo. Ladeó ligeramente la cabeza.

—Si a Warrington le molesta que andes con Nott, imagina cuando se entere de que te ves con sangre sucias a espaldas de todos… Deja de fingir que no querías estar en compañía de esa Granger. ¿O es que acaso no podías darle su merecido con algún hechizo? —ironizó Crabbe, casi mordaz. Draco hervía de rabia al ser tratado con tanta condescendencia por aquellos dos energúmenos, pero se obligó a no comenzar a insultarlos de nuevo. Fingir que se encontraba casi incrédulo era su mejor arma. Solo quien tiene algo que ocultar pierde los papeles.

—Oh, , hubiera sido muy inteligente por mi parte hechizar al ojito derecho de McGonagall en la puerta de su despacho. Porque sus broncas son música para mis oídos y quería otra más —le devolvió Draco la ironía—. ¿Me crees tan estúpido? Prefiero aguantar a esa sabelotodo diez minutos que cinco a esa vieja loca.

—¿Diez minutos? —se burló Crabbe, arqueando una espesa ceja—. Creo que diez minutos solo fue el tiempo que la estuviste besando.

Los músculos de Draco se sacudieron en dolorosos espasmos, víctimas de la adrenalina. Su rostro no varió en absoluto, a pesar de que por dentro sintió que hasta los huesos se le quebraban. ¿Cómo podía estar pasándole eso? ¿Cómo podía haber tenido tan mala suerte? ¿Cómo podía haber sido tan gilipollas, tan insensato? Tarde o temprano tenía que pasar algo así, debió haberlo supuesto… Debió haber parado cuando tuvo la oportunidad. Había jugado demasiado con fuego.

Y ahora se estaba abrasando.

—¿Y bien, Draco? ¿Te ha comido la lengua Granger? —se burló Goyle detrás de él, y por su voz no parecía que estuviese sonriendo.

Malfoy miró a Crabbe sin parpadear, su mente trabajando a toda pastilla. Tenía que inventar algo, una excusa, cualquier cosa que reparase lo irreparable. Podría decir que la estaba utilizando, que solo era una trampa para humillarla y burlarse de ella… Que la estaba enamorando para destrozarla… Pero eso era casi lo mismo. Había besado a una sangre sucia, y eso no tenía justificación de ningún tipo. Era una abominación, algo asqueroso, un escándalo. Era imperdonable para alguien como él. Sin excusa posible.

Tendría que probar otra estrategia para salir de allí con vida. La única que se le ocurría. Aunque fuese desesperada, y también difícil. Se aferraba a una carta muy frágil.

Pero comprendió que había cosas que no tenían arreglo.

Interesante. Habéis demostrado que tenéis unas jodidamente maravillosas dotes de espías… Nos habéis visto, ajá. Pues qué bien. Mirad cómo tiemblo de miedo —escupió Draco, manteniendo su tono altivo aunque escupía sangre al hablar.

Crabbe entrecerró sus pequeños ojos ante su arrogante cambio de tono. Confuso. Creyendo que eran ellos los que tenían el control de la situación.

—Entonces es… verdad. Esto es una maldita locura —dijo Crabbe por fin, contemplándolo con fijeza. No sonreía—. Eres una… basura. ¿Cuánto tiempo llevas con esa Granger? ¿En serio te largabas por ahí para liarte con ella a escondidas, a espaldas de todos? ¿Con una sangre sucia? ¿Cómo has podido…?

—Eso a vosotros no os incumbe, pedazo de imbéciles subnormales —espetó Draco sin piedad, intentando demostrar un desdén y un coraje que no sentía—. Simplemente dejadme en paz y meteos en vuestros asuntos. Y mejor soltadme antes de que me lo piense mejor y os destroce de formas que ni os imagináis. Dejad de hacerme perder el tiempo. Id y contadle todo esto a quien le importe.

—¿Qué tal a toda la Casa Slytherin? ¿Crees acaso que no les importará que andes con una sangre sucia? —ironizó Crabbe, con firme crueldad, recobrando la seguridad. Draco, contra todo pronóstico, esbozó una arrogante sonrisa.

—Adelante, hacedlo. Por favor —espetó, con una fingida carcajada despreocupada—. Par de estúpidos… ¿No os dais cuenta de que no tenéis nada contra mí? Lo único que vais a hacer es quedar como más imbéciles de lo que la gente ya piensa que sois. Nadie va a creer lo que decís sin que le mostréis alguna prueba. ¿Creéis que alguien os va a creer cuando digáis que me habéis visto a mí, Draco Malfoy, con una sangre sucia? ¿Vuestra palabra contra la mía? Está claro que no tenéis claro el lugar que ocupáis en nuestra Casa, par de retrasados…

La sangre se agolpó en el rostro redondo e hinchado de Crabbe. Draco se ganó otro puñetazo en el estómago por esa impertinencia. El rubio se dobló por la cintura como si fuera un títere roto, volviendo a toser con desesperación. Goyle tiró de su cabello para volver a enderezarlo. Pero algo se había roto en el ambiente. Draco lo vio, en cuanto consiguió enfocar la llorosa mirada. Vio la mirada de incomodidad que Crabbe le dirigió a Goyle, y supuso que sería correspondida por el otro. Malfoy tenía razón. Nadie les creería; ellos solo eran sus secuaces sin cerebro, todo Slytherin lo sabía. Su palabra no valía nada.

Draco sonrió con cinismo, ganando seguridad en sí mismo.

—¿Lo veis? No tenéis nada con qué atacarme. Es mi palabra contra la vuestra. Sois penosos. Así que —forcejeó con ímpetu y un claro aire desafiante— dejad de hacerme perder el tiempo y meteos en vuestros propios asuntos. Id a aprender a andar y respirar a la vez, o lo que sea que hagáis en vuestro tiempo libre.

El puño de Crabbe se cerró con más fuerza, tembloroso de rabia, y volvió a impactarse contra el rostro del rubio, el cual lo sintió como si un mazo de hierro tratase de separar su cabeza de los hombros.

—No te burles de nosotros, Malfoy —espetó, con las mandíbulas apretadas, enfatizando con asco su apellido—. No nos trates como a mierdas, porque el único mierda aquí eres tú. Te has reído de nosotros, de nuestros compañeros, y de todos los sangre limpias. Eres un traidor. Todo lo que finges ser en realidad no es cierto, ¿verdad? —volvió a golpear su rostro con fuerza, desahogándose con toda su rabia. A Draco no le hubiera extrañado sentir un crujido de hueso rompiéndose en su cabeza.

—Sois unos malditos cobardes —jadeó Draco, estremeciéndose de furia, mientras un hilo de sangre le resbalaba por la nariz y le manchaba la túnica. El pómulo le ardía, y sentía que el párpado izquierdo comenzaba a hincharse, dificultando su visión—. Atacarme como vulgares muggles, sin usar la varita…

Realmente, aunque podía ser algo ofensivo entre magos pelear así, tampoco le sorprendía. Esos dos siempre habían sido más de usar los puños que la cabeza. No eran especialmente versados en hechizos.

—Igual que has hecho tú esta mañana con Warrington —gruñó Goyle, en su oído, con rabia, mientras Crabbe le daba otro tormentoso golpe en la mandíbula. Draco sintió que ésta casi se le salía de la articulación, o al menos eso le pareció.

Crabbe dejó por fin de golpearle, jadeando de rabia, y se permitió esbozar una sonrisa de triunfo que le indicó a Draco que aquello, definitivamente, no había terminado. Y que lo peor estaba por venir.

—Espera a que tus padres se enteren de esto. De lo que su querido hijo hace cuando ellos no le ven.

Draco tragó saliva, sintiendo el sabor de la sangre en ella. Algo semejante era impensable. No podía ocurrir. Aun así, armado de falsa audacia al estar logrando controlar la situación, tuvo el valor de soltar una arrogante risotada, aunque sus ojos relucieron en la penumbra.

—Si fueras más lento irías hacia atrás. ¿Os recuerdo que mi padre está en Azkaban, malditos descerebrados? ¿Pensáis ir hasta allí a contárselo? Me encantaría ver cómo lo hacéis…

—No, tu padre de momento está fuera de juego. Por una noble razón. Por tener los huevos que tú no tienes. Pero quizá a tu madre le interese lo que tenemos que contarle. Y no nos olvidemos del Señor Oscuro —sentenció Crabbe, envalentonado, sin dejar de sonreír con cinismo. Aunque tuvo que tragar saliva después de semejante promesa. Draco sintió que Goyle, a su espalda, se tensaba, como si incluso él se hubiera sorprendido de la sentencia de su amigo—. Estoy seguro de que le interesará saber que uno de sus mortífagos se codea con sangre sucias. Porque vas a convertirte en mortífago pronto, ¿a que sí? Nuestros padres nos lo dijeron. ¿Creías que no nos enteraríamos? También nos lo has ocultado. Me pregunto cuántas cosas más nos habrás ocultado…

Draco, por primera vez, sintió verdadero miedo. Un miedo helado que se introdujo en sus articulaciones, volviéndolas rígidas y dolorosas. La mención del Señor Oscuro logró aumentar su espanto hasta casi llegar al pánico. Y sus pulsaciones hasta la taquicardia. Eso era, de lejos, lo más demoledor que esos dos podían hacer. La última y más terrible baza contra Draco. Que se lo contasen a sus compañeros de curso, aunque problemático, incluso podría llegar a solucionarlo con la astucia apropiada. También podría solucionar lo de su madre, o eso se obligó a pensar, poco preparado para algo semejante.

Pero si el Señor Oscuro se enteraba estaría, indudablemente, condenado a muerte.

Aquellos dos lo estaban condenando a muerte.

—¿De verdad —comenzó Draco con voz suave, sin mostrarse alterado en absoluto. Los otros dos guardaron silencio, expectantes, casi hipnotizados ante su serenidad— tenéis valor de plantaros delante del Señor Tenebroso, el mago más grande de todos los tiempos, y acusar a uno de sus mortífagos de haberse besado con una sangre sucia… sin una jodida prueba? Os matará por inútiles y mentirosos, ni siquiera lo dudará. Sabía que eras estúpido, pero acabas de llevarte la palma, Crabbe. Y, por favor, me encantaría ver cómo se lo contáis a mis padres. Os consideran personas dignas de la mayor confianza —esbozó una amplia sonrisa cínica, entrecerrando sus grises ojos hasta volverlos felinos—. Mi padre os enviará a recibir el Beso del Dementor en cuanto salga de Azkaban. Me encargaré de ello personalmente.

Crabbe tragó saliva visiblemente, y se mordió el carrillo por dentro de la boca. Las palabras de Draco parecían haberlo pillado con la guardia baja. Goyle, detrás de Draco, jadeaba sonoramente, resoplando aliento caliente contra su oído. Draco, intentando contener el temblor de su cuerpo, tuvo claro que acababa de librarse de una muerte segura.

A pesar de su fanfarrona amenaza, no tenían valor de contar nada, ni al Señor Oscuro ni a sus padres. Tal y como Draco había supuesto de forma arriesgada, no sabían que el Señor Oscuro era experto en Legeremancia. Y que, con sólo revisar los recuerdos de ambos, sabría la verdad.

Pero no lo sabían.

Y, respecto a Lucius Malfoy, Draco sabía el pánico que su poderoso padre infringía en los demás. Sabía el miedo y el respeto que siempre había inspirado en sus dos amigos.

—Eres un asqueroso cobarde hipócrita, un débil fanático de muggles —masculló Crabbe, con abierto desprecio—. Un mentiroso y un traidor. Traidor a tu sangre, a tu familia, y la vergüenza de la Casa Slytherin. Es penoso que hayas caído tan bajo como para relacionarte con una sangre sucia… Reconozco que no te creía capaz. Me tenías muy bien engañado… Me das asco.

Draco no dijo nada. Contemplaba a Crabbe con tanta ira que parecía capaz de prenderlo en llamas en cualquier momento. Pero tuvo que morderse la lengua para no insultarlo de nuevo, no tentando más la furia de su compañero. Aunque varios insultos relacionados con los Gusarajos burbujeaban en su garganta.

—No vuelvas a acercarte a nosotros. Para nosotros estás muerto, no volveremos a obedecer tus estúpidas órdenes —sentenció Goyle, a su espalda, en un ronco susurro.

—Y ándate con cuidado —añadió Crabbe, con una terrible sonrisa en su poco agraciado rostro, como si hubiese descubierto algo—. Porque esto no acaba aquí. Vamos a hundirte tarde o temprano, te lo garantizo.

—¡Me importan una mierda tus amenazas, pedazo de gilipollas unineuronal! —gritó Draco, ya sin poder contenerse. Sintiendo que su paciencia pendía de un hilo. Forcejeó con renovado ímpetu, a pesar de que sabía que era inútil. Pero no pensaba permitir que esos dos descerebrados se sintiesen en posición de amenazarlo.

—Eso ya lo veremos —Crabbe torció ligeramente su sonrisa ante sus palabras, lo que hizo aún más toscas sus facciones. Miró a Goyle por encima del hombro de Draco—. Suéltale. Aunque antes… —masculló después, casi pensativo.

Llevó el brazo atrás para coger impulso y le dio un último puñetazo en el estómago que resonó de un modo escalofriante en medio del silencio del aula. Tras eso, Goyle lo soltó de golpe. Draco cayó al suelo de rodillas, tosiendo y escupiendo sangre, sin fuerzas para moverse.

—Ándate con ojo el sábado, en el partido de Quidditch, traidor —añadió Goyle en un susurro.

Gregory le dio una fuerte patada en el estómago y, tras escupirle en la cara, salió del aula seguido de Crabbe, sin volver la vista atrás.


—… la Tercera Ley de Golpalott establece que el antídoto para un veneno confeccionado con diversos componentes es mayor que la suma… No… Igual a algo más que la suma de los antídotos de... de…

Nott frunció el ceño y volvió a coger el libro Elaboración de pociones avanzadas II para comprobar cómo era la frase correcta. Estaba sólo en medio del pasillo en el cual se encontraba el despacho de la profesora McGonagall.

Había cenado en el Gran Comedor, en soledad, con la esperanza de que Draco se uniese a él cuando acabase el castigo. Pero su amigo no había aparecido por ninguna parte, cosa que lo extrañó. Oteando alrededor, en el comedor, constató que no se le había pasado su presencia por alto. No estaba ni con Zabini, ni con los del equipo de Quidditch, ni con las chicas. Daphne estaba cenando con sus compañeras de habitación, de modo que Nott no quiso molestarla con su presencia; sabía que no caía demasiado bien a Pansy, Millicent, y Tracey. Tampoco vio a Crabbe y Goyle, lo cual le hizo suponer vagamente que estaría con ellos. Pero, aun así, su ausencia logró inquietarlo y, mientras sus compañeros de curso volvían a la Sala Común, Nott se hizo con algo de fruta y un muslo de pavo envuelto en una servilleta de tela, y fue a buscarlo a la salida de su castigo. Intuyó que estaría muerto de hambre.

Pero ya eran más de las diez de la noche, y Draco no había salido. La puerta del despacho seguía cerrada, y Nott llevaba ya un buen rato sentado en el frío suelo del pasillo, con la espalda apoyada en la pared, estudiando para el examen oral de Pociones que tendría lugar al día siguiente. Comenzaba a sentir un ligero rencor hacia la profesora. ¿Cuánto tiempo pensaba tenerlo castigado?

—… cada uno de sus diversos componentes ¡Uf! ¿Por qué lo harán tan complicado? —emitió un suspiro y se reacomodó en el suelo. Gimió al notar un agudo pinchazo de dolor en el coxis. Intentó repetir la frase con los ojos cerrados—: Establece que el antídoto para un veneno…

Oyó entonces una puerta abrirse y cerrarse. El moreno abrió un ojo para ver de quién se trataba, y descubrió, con un ligero sobresalto, que Crabbe y Goyle salían en ese momento de un aula situada a pocos metros del despacho de McGonagall. No vieron al joven, sentado en el suelo, y se dirigieron rápidamente, con ágiles andares para su considerable volumen, en dirección contraria, alejándose por el pasillo. Hablando en serios murmullos. Parecían enfadados.

Nott, mientras los observaba doblar la esquina, preguntándose qué diablos harían allí a esas horas, escuchó un nuevo sonido tras él. Una nueva puerta abriéndose. Giró la cabeza al otro lado, para descubrir a la profesora McGonagall en el umbral de la puerta de su despacho, contemplándolo con sorpresa tras sus gafas cuadradas.

—¿Qué ocurre, señor Nott? ¿Necesita algo de mí? —preguntó con su severa pero amable voz.

—No, profesora, venía a buscar a Draco —admitió el joven moreno, enderezándose. McGonagall lo contempló con una nueva expresión de entendimiento, pero siguió luciendo extrañada.

—El señor Malfoy ha terminado el castigo hace un rato —informó la bruja, arqueando una fina ceja. Nott la miró con confusión, sintiéndose ligeramente estúpido.

—¿En serio? No ha venido a cenar —murmuró, para sí mismo. Sacudió ligeramente la cabeza y miró a la profesora con serenidad—. Gracias, profesora. No lo sabía. Ahora lo buscaré.

—Le recomendaría ir a su habitación, posiblemente el señor Malfoy se encuentre ya allí. Se está haciendo tarde. Los alumnos no pueden estar por los pasillos más tarde de las once, ya lo sabe.

—Sí, profesora, gracias —musitó el chico, poniéndose en pie trabajosamente, y volviendo a esbozar una mueca de dolor al sentir un nuevo pinchazo en su trasero. La mujer suavizó sus rasgos.

—Buenas noches, señor Nott.

—Buenas noches, profesora.

La mujer se alejó con pasos firmes, sus botines de tacón resonando en el suelo de piedra del castillo. Nott, sin embargo, no se movió. Recogió su mochila del suelo, con la cena de Draco en su interior, y contuvo un suspiro, mirando alrededor con aire distraído. ¿Dónde se había metido? ¿Habría vuelto directamente a la habitación? Era probable, quizá estuviese cansado. Pero le extrañaba que no hubiera intentado llegar a la cena, si hacía rato que había salido del castigo. Tampoco se lo había cruzado por el camino...

Echó a andar lentamente, desganado, en dirección a las escaleras que conducían al piso inferior. Sin embargo, no pudo evitar que sus ojos se desviaran al aula por la que Crabbe y Goyle habían salido. A pesar de sentirse algo necio por darle importancia a algo así, pero ignorando ese hecho dado que estaba solo en el pasillo y nadie lo juzgaría, detuvo sus pasos. Siguió mirando la puerta. Era un aula en desuso. En su primer año se impartía ahí la asignatura de Historia de la Magia, pero, de su segundo año en adelante, habían trasladado el aula al tercer piso del castillo, por ser más amplia para dar cabida a los alumnos. Ahora esa aula no se utilizaba, y ahí radicaba el que el cerebro de Nott le hubiese dado importancia al banal detalle de que sus compañeros de habitación hubieran estado ahí, a esas horas de la noche.

La probabilidad de que Draco estuviera ahí dentro era de una contra diez mil. Pero últimamente nada de lo que hacía su amigo tenía sentido, y fue ese deprimente pensamiento el que le dio el impulso necesario para cruzar el pasillo e internarse en la fría aula. Solo comprobaría que no se encontraba ahí, y se largaría. No tardaría nada.

Abrió la puerta levemente, accionando el pomo con una mano, y asomó la cabeza por el hueco, observando el interior con cautela. Sus ojos, poco preparados en ese momento para una visión semejante, se abrieron de golpe ante lo que encontraron en el interior. Tardó casi tres segundos en registrar lo que veía.

—¿Pero qué…? ¡Draco! —farfulló, atónito y súbitamente espantado, abriendo la puerta del todo e internándose en el aula.

Empujó la puerta tras él para que se cerrase y se acercó a su amigo en pocas zancadas. Efectivamente, era Draco quien se encontraba en el interior, y lo cierto era que su aspecto era alarmante. Se hallaba sentado en el suelo, en el centro del aula, con la espalda apoyada en la pata de uno de los pupitres centrales. Se había arrastrado desde la posición en que lo habían dejado Crabbe y Goyle hasta esa, pero no había podido moverse más, menos aún ponerse en pie. Le dolía todo el jodido cuerpo. El lado izquierdo de su cara, allí donde Crabbe había golpeado con más saña, la notaba hinchada y dolorida. El ángulo de su mandíbula izquierda palpitaba, y le daba miedo incluso abrir la boca para hablar. Le dolía el cuello por los movimientos bruscos que habían provocado los puñetazos, y notaba una opresión terrible en el centro del pecho. Cada inhalación de aire era un doloroso pinchazo en el tórax. Y la zona del estómago la sentía como si se hubiera dado la vuelta.

Además, como constató Nott instantáneamente nada más acercarse, sangraba por la nariz y tenía el labio inferior partido. Se sujetaba el estómago con una mano y con la otra hacía aspavientos para acallar los gritos de Nott.

—¡¿Qué te ha pasado?! —increpaba el joven moreno, consternado. Cayó de rodillas junto a su amigo—. ¡¿Qué cojones ha pasado?! ¡No tienes remedio, maldita sea, acabas de salir de un castigo…! ¡¿Pero cómo…?!

—¡Deja de chillar! —exclamó Malfoy a su vez, irritado.

Draco constató, para su propio alivio, que su mandíbula no se le desencajaba por hablar. A pesar de su aspecto general, sus ojos expresaban la misma altivez de siempre. Además de una ligera extrañeza al ver a Nott allí, como era lógico. Fulminándolo con la mirada, Draco alzó un brazo hacia su amigo, sin dar más indicaciones. Pero Nott lo entendió y se apresuró a ayudarlo, pasándose sobre los hombros el brazo que le tendía y colocando el suyo propio rodeando su espalda, para tirar de él y ponerlo en pie. Draco apretó los dientes para contener un gemido ante el dolor que sintió en el estómago, al hallarse de nuevo a merced de la gravedad. Se apoyó en una mesa cercana con ambas manos, dejando caer su peso. Así estaba mejor.

—Sólo ha sido una estúpida pelea, nada más… —masculló finalmente Draco, entre dientes. Nott resopló con consternación.

—¿Estúpida? ¡Estúpida es Millicent Bulstrode! ¡Esto de estúpido no tiene nada! —protestó Nott mientras empezaba a rebuscar de forma histérica en los bolsillos de su mochila, en busca de unos pañuelos—. Dime la verdad, ¿qué ha pasado? Acabo de ver salir de aquí a Crabbe y Goyle. ¿Ellos también te han encontrado así? ¿Han ido a buscar a alguien? Esta misma mañana has pegado a Warrington, maldita sea, ¿es que no puedes…?

—Ya te he dicho que no es nada —repitió Draco con mayor firmeza, mientras tomaba el pañuelo que le tendía su amigo y trataba de contener el río de sangre que manaba de su dolorida nariz. Llevaba un buen rato manchándole la parte delantera de la ropa. Había comenzado limpiándose con las mangas de su túnica, finalmente desistiendo al ver que la hemorragia no se detenía—. ¿Qué se supone que haces aquí? ¿Cómo me has encontrado? —preguntó finalmente, estupefacto. Nott resopló con más suavidad.

—He venido a buscarte al despacho de McGonagall al ver que no venías a la cena. Te traía algo de comida. Y ya te digo que acabo de ver a Crabbe y Goyle saliendo de aquí —señaló la puerta con un lánguido movimiento de brazo—, por eso se me ha ocurrido ver qué habían estado haciendo. Ha sido una puta casualidad absurda.

—Estás chiflado —espetó Draco, pero su tono de voz no acompañó sus palabras. Sonó realmente suave, casi sin fuerzas para sonar desdeñoso. Pero Nott no suavizó su expresión frustrada y exaltada.

—Draco, no me jodas… ¿Qué ha pasado? ¿Quién…? —pero enmudeció de sopetón, desconcertado entonces ante sus propios pensamientos. Una idea terrible pareció atravesar su mente como una flecha. Conectando la poca información que tenía. Miró a su amigo, y, el hecho de que este pareciese decidido a no mirarlo, provocó que esa idea tomase fuerza—. ¿Ellos…? —articuló en voz mucho más baja. Solo obtuvo silencio por parte de su amigo—. ¿Cómo han…? ¿Han sido ellos? ¿Crabbe y…? ¿Qué? ¿Por qué…? —añadió sin ningún hilo conductor, perturbado.

Draco lo miró durante un instante por el rabillo del ojo y después apartó la mirada, fijándola de nuevo en la superficie de la mesa. Normalmente, Nott era una persona pacífica, a veces incluso demasiado, y no solía perder los estribos con facilidad. Ni tampoco solía ser entrometido; prefería meterse en sus propios asuntos y evitarse problemas. Pero Draco entendía su reacción al encontrarlo ensangrentado y vapuleado en un aula en desuso. Un aula de la cual había visto salir a Crabbe y Goyle instantes atrás. Draco confirmó, por segunda vez en menos de una hora, que el destino se había posicionado en su contra. Que Nott hubiera sacado esa desafortunada y acertada conclusión era, por lo tanto, bastante previsible. ¿Podría, a pesar de todo, inventarse cualquier excusa? ¿Decirle que cualquier Gryffindor le había dado una paliza y Crabbe y Goyle lo habían encontrado ahí? ¿Qué Warrington había querido vengarse? Sí, quizá podría hacerlo…. Pero, maldita sea, no tenía demasiado sentido mentirle. Nott no era idiota, descubriría la verdad en cuanto viese que tres de sus compañeros de habitación no se dirigían la palabra desde aquel momento.

Y, además, no podía más. Estaba emocionalmente exhausto. Demasiado alterado y alucinado ante lo sucedido. Tratando de asimilar todavía que la conversación mantenida con Crabbe y Goyle había sido definitivamente real y no una pesadilla. No podía mentirle. No podía ocultar a Nott lo que había ocurrido. Al menos no todo.

Bajó el pañuelo con lentitud, separándolo de su nariz, y eso Nott lo consideró un gesto de rendición. Guardó silencio pacientemente, a la espera de que su amigo hablase, con su nerviosa respiración rompiendo el silencio del aula.

—Sí, han sido ellos —confesó Draco en voz casi inaudible, con la vista perdida en algún punto de la estancia, pero sin poder disimular un brillo asesino en la mirada. La única reacción de Nott fue abrir mucho los ojos. No interrumpió a su amigo—. Me han atrapado por la espalda al salir del castigo de McGonagall. Los muy cobardes…

Nott contrajo el rostro en una mueca de silenciosa confusión. De furiosa y nerviosa incredulidad. Parpadeó, y trató de articular algo, abriendo y cerrando la boca, pero no parecía saber qué decir. No parecía capaz de encontrarle sentido a lo ocurrido. Finalmente, se obligó a tragar saliva y a intentar plantear algo coherente.

—¿Cómo… cómo han podido? ¿Qué querían? ¿Por qué? ¿Por qué te han hecho una cosa así? —preguntó Nott de un tirón, estupefacto. Después se quitó la mochila del hombro, dejándola en el suelo, y se acuclilló para rebuscar en ella—. Siempre llevo encima algo de esencia de Murtlap, desde aquella clase de Cuidado de Criaturas Mágicas. La de los escregutos de cola explosiva… —murmuró, casi para sí mismo. La nariz de Draco no dejaba de sangrar.

Draco guardó silencio, dándose unos segundos para pensar. Tratando de asimilar todo lo que Crabbe y Goyle le habían dicho. Ordenándolo en su cabeza. La amenaza de contárselo al Señor Oscuro flotaba en la superficie de su mente, dándole a todo lo que había pasado con Granger una nueva visión, una más alarmante que no se había planteado hasta ahora con seriedad. Que no se había permitido a sí mismo considerar. También la amenaza de contárselo a sus compañeros de Slytherin, con todo lo que eso implicaba... Y también el que sus padres se enterasen. Algo que, aunque se había engañado a sí mismo creyendo que no llegaría a ocurrir jamás, de pronto parecía más factible que nunca. Era una realidad que estaba ahí mismo, que podía ocurrir.

Estaba horrorizado. Definitivamente horrorizado. Se dio cuenta de que no sabía qué demonios hacer ahora. Necesitaba desesperadamente que alguien le ayudase a entender todo lo que estaba pasando, que le ayudase a solucionar el enredo en el que se había metido él solo. Que alguien le ayudase a entender por qué había sucedido todo aquello con Hermione Granger, lo cual había descolocado toda su existencia por completo. Por qué estaba arriesgando su vida por cuatro estúpidos besos con una sangre sucia. Pero, por obvias razones… no podía. No podía abrirse de esa manera, no podía pedir ayuda. Siempre se había negado a hacer algo semejante si podía evitarlo. Siempre había sido solitario, siempre había preferido solucionar él solo sus problemas, sin ayuda de nadie. Sin sentirse juzgado. Además, posiblemente, este estaba siendo el problema más complicado y delicado al que se había enfrentado nunca.

No podía contarle la verdad a Nott. No podía contarle que las sospechas de su amigo de que Granger le atraía, después de lo que le contó en los vestuarios del campo de Quidditch, estaban más cerca que nunca de ser verdad. No podía mirarlo a los ojos y ser completamente sincero, a pesar de confiar en él más que en nadie.

No podía contarle lo que, contra todo pronóstico, y contra su voluntad, comenzaba a sentir por Hermione Granger.

Pero sí necesitaba contarle lo sucedido con Crabbe y Goyle. A su manera.

—Porque no son más que dos gilipollas sin cerebro. ¿Te puedes creer que me han visto con Granger y han pensado…?

Se oyó un ruido de cristales rotos que lo hizo enmudecer. Draco giró la cabeza y vio que Nott estaba mirando en su dirección, inmóvil, con los ojos fijos en su amigo y un rictus de estupefacción en el rostro. El pequeño frasco de esencia de Murtlap que finalmente había encontrado en su mochila estaba a sus pies, con todo su contenido amarillento derramado en el suelo y el recipiente roto en varios fragmentos.

—¿Qué? —logró decir el moreno en un hilo de voz, aún sin moverse—. ¿Qué… has dicho?

—Que son dos gilipollas…

—No, eso no.

—Y que me han visto con Granger —repitió Draco serenamente, fingiendo no entender su alarma—. Eso ha sido todo.

—¿Eso ha sido todo? ¿Y no tiene importancia?

Draco fingió una carcajada descreída.

—Pues claro que no la tiene. ¿Por qué debería tenerla? No sé qué diantres les ha pasado, se les ha fundido el cerebro completamente, te lo juro. No entiendo nada. Se han vuelto completamente locos...

—Draco, ¿a qué te refieres con que te han visto? ¿Qué han visto? —lo interrumpió Nott en voz más alta. Draco desvió sus ojos, eludiendo su mirada.

—Qué han creído ver, querrás decir. No me jodas —Draco se enderezó ligeramente y dio un par de pasos vacilantes por el aula, en dirección a la silla correspondiente al pupitre en el que estaba apoyado. Se dejo caer, aliviado, con gemido de dolor. Estaba comenzando a marearse al estar de pie. Además, aprovechó ese gesto para no tener que mirar a Nott—. Después de pegar a Warrington, McGonagall me llevó a su despacho, y, al salir, Granger me estaba esperando para echarme la bronca por lo que había hecho. Nada nuevo, teniendo en cuenta que es una estúpida amargada… Crabbe y Goyle también vinieron a buscarme, al parecer nos vieron hablando y… Yo qué sé, se les ha cruzado un cable, o algo así, y han creído ver cosas que no…

—Oye, no me jodas, vale que sean estúpidos, pero no tanto; no van a malinterpretar cualquier cosa —replicó Nott, apoyándose con ambas manos en la mesa que correspondía a la silla de su amigo, sin apartar la vista de él. No le dio ninguna importancia ni intentó recoger la poción derramada—. ¿Cómo van a pensar, así de la nada, que entre Granger y tú…? —enmudeció de golpe, su rostro demudándose de pronto. Draco lo miró fijamente, casi defensivo; animándolo, casi obligándolo con su firme mirada a terminar la frase.

—¿Qué? —escupió Draco, con brusquedad, y con el corazón retumbando en su garganta—. ¿Qué diantres piensas que…?

Pero Nott no le dejó terminar. Había tragado saliva y bajó el tono al corregirse, articulando con cautela:

—¿Qué cojones ha pasado entre Granger y tú? —lo interrumpió, sin hacerle demasiado caso.

Draco resopló con fuerza y giró el rostro, sacudiéndolo mientras miraba el otro extremo del aula, como si su amigo lo exasperase. Se mordió el labio fingiendo encontrarse indignado, aunque al instante se arrepintió, pues eso solo le sirvió para hacerse daño al morderse el labio partido. Y para recordar sus besos.

«Todo por un beso. Mi vida se está arruinando por un maldito beso con una persona que no significa nada para mí. No ha sucedido con ella nada de que lo Crabbe y Goyle me han acusado, solo el estúpido beso. Pero no estamos juntos. Claro que no lo estamos. Y, sin embargo, no he podido justificar lo que está pasando, porque ni yo mismo lo entiendo», sintió el estómago pesarle ante semejantes pensamientos. ¿Cómo explicarle a nadie que sentía algo por Granger, pero que no sentía eso, y que, bajo ningún concepto estaban juntos, pero que, sin embargo, no podía evitar devorar sus labios cuando la tenía cerca? Sin parecer que acababa de escaparse de San Mungo, claro.

Quizá debería plantearse ingresar en San Mungo.

—¿Qué es lo que insinúas? —replicó finalmente, con un tono brusco y defensivo, volviendo a mirar a Nott con ira—. ¿Tú también? Maldita sea, ¿es que todos os habéis vuelto locos de repente? ¡Igual que Crabbe y Goyle! ¿Qué os pasa en la cabeza para pensar que tengo algo con ella? ¡Es Granger, por las barbas de Merlín! ¿Es que acaso se os ha olvidado a todos quién es?

—Draco, tú mismo acabas de decirme que te han visto con Granger y que por eso te han dado una paliza. Y, perdóname, pero esta mañana le has dado una paliza a Warrington porque se estaba metiendo con ella, no me tomes por imbécil —le soltó Nott. Lo observaba con fijeza, sin amedrentarse, y sin un asomo de empatía en sus ojos. Draco lo contempló con incredulidad, pero Nott no le dio pie para intervenir—. Así que permíteme que empiece a dudar de tu palabra. Repetiré la pregunta, ¿qué está pasando con Granger?

Draco no pudo evitar apretar los dientes. Con mucha fuerza. Maldito sea. Nott era jodidamente inteligente. Más de lo que debería. Pero no pensaba dar su brazo a torcer. Nott no podía enterarse de la verdad, de ninguna manera. Demasiadas cosas le había contado ya. Demasiada gente lo sabía ya.

Pero algo, de entre todo lo que le acababa de decir, fue lo que predominó sobre lo demás, e hizo que observase a su amigo a los ojos, alarmado y furioso a partes iguales.

—¿Entonces has sido tú el que le ha dicho eso a Granger? —espetó con agresividad, inclinándose hacia él, todavía sentado. Nott guardó silencio, pero, por primera vez, Draco lo vio tragar saliva con disimulado apuro—. ¿Le has dicho que me he peleado con Warrington para defenderla? ¿Has sido tú?

—Le he dicho la verdad —respondió su amigo con serenidad. Y añadió con discreta sorna—: Deberías probarlo alguna vez.

—¿Yo? ¿Y en qué diablos no estoy siendo yo sincero? —escupió Draco, alzando la voz, fuera de sí—. Maldita sea, ¿de dónde sacas que pegue a Warrington por meterse con ella? Le escuché insultarme a mí. Eso fue todo. ¿O es que no lo escuchaste?

Nott lo contempló en silencio durante unos segundos. Una fina arruga se dibujó entre sus cejas.

—Warrington no te insultó —pronunció con sequedad.

—Claro que lo hizo, lo escuché perfectamente —se defendió Draco, altivo, mintiendo abiertamente. Recuperando la mentira que les había contado a Crabbe y Goyle—. Y, sinceramente, no quise ni pedirle explicaciones. Simplemente le di su merecido. Ya me conoces.

—¿Por qué iba a insultarte Warrington? —espetó Nott, sin dejarse impresionar por su bravuconería—. ¿Qué dijo de ti? Ni siquiera oí tu nombre.

—Pues no es mi puto problema que estés sordo. Lo escuché perfectamente al pasar por delante de ellos. Dijo que era un amargado, o algo semejante, por estar yendo a clase contigo… —dejó escapar un fingido resoplido frustrado—. Lo que le has dicho a Granger es una puñetera mentira y, para empezar, no entiendo por qué te has metido en esto.

—¡Porque estoy acojonado! —gritó Nott de pronto, abriendo más los ojos—. ¡Porque tengo miedo por ti! Porque, si una mínima parte de lo que estoy pensando es verdad, estás metido en un lío muy gordo y no eres capaz de admitirlo. Y no sé cómo vas a salir de esto. Draco, quiero ayudarte, pero para eso necesito saber la verdad. ¿Qué está pasando entre Granger y tú?

Draco suspiró con pesadez, y se alborotó el cabello de pura frustración con la mano que tenía libre. Con la otra seguía sujetándose las doloridas costillas. Temblaba de puro nerviosismo. Nott tenía razón en todo. En todo. Y precisamente por eso no podía serle sincero. No podía darle la razón, y admitir que estaba metiendo la pata hasta el fondo. Su estúpido orgullo se lo impedía. Le impedía admitir que estaba equivocado.

Nada, Nott. Nada. Ya te lo he dicho, joder. Basta ya —Draco se frotó los ojos con el índice y el pulgar de la mano que tenía libre—. Granger vino a echarme la bronca por haber golpeado a Warrington, y a echarme en cara las tonterías que tú le contaste de que fue para defenderla, y yo estaba demasiado agotado para pelear con ella. Por Merlín, no estaba de humor para estar martirizándola, pero eso no significa que haya cambiado nada. Aunque esos imbéciles parecen creer que sí, y, como no me vieron atacarla, se pensaron que, yo qué sé… Me he vuelto blando o algo así. Un simpatizante de muggles —Nott no dijo nada. Se limitó a mirarlo fijamente. Draco, frustrado, se frotó la mandíbula con la mano y continuó hablando, casi para sí mismo—: Par de descerebrados… No quiero volver a saber nada de ellos lo que me queda de vida. No pienso perdonarles lo que han hecho. Pero ahora lo que me preocupa es que mantengan sus enormes y estúpidas bocas cerradas. Porque, como empiecen a contar las tonterías que han creído ver, no respondo de mí. No pienso permitir que esos dos me metan en problemas. Parece que no van a contárselo a nadie, porque no tienen pruebas y porque saben que nadie les creerá. Solo son un par de imbéciles que sufren alucinaciones —comentó, buscando aclarar sus pensamientos y, al mismo tiempo, convencer a Nott.

—Pues ojalá sea así —corroboró Nott, con voz repentinamente desanimada—. Draco, tu relación con los demás Slytherins no es como la mía. ¿Sabes lo que te harían nuestros compañeros si descubren que supuestamente —enfatizó, con un tono irónico que molestó a Draco— te ves a escondidas con una sangre sucia? ¿Sabes de lo que son capaces? Es una traición terrible, imperdonable. Y más teniendo en cuenta lo que tienes en tu casa, eso es tema aparte —añadió con énfasis, y Draco sintió un ligero pinchazo en el pecho que lo obligó a cerrar los ojos—. Lo que te han hecho Crabbe y Goyle no es nada comparado con…

—Eso ya lo sé, maldita sea, no necesito que me lo digas —gruñó Draco, respirando con dificultad. Sentía el pánico apoderándose de él de nuevo; estaba sudando frío—. Crabbe y Goyle han amenazado con contárselo al Señor Oscuro —admitió en voz baja.

Escuchó a Nott jadear, y alzó la mirada para observarlo. Su amigo lo miraba con repentino pasmo, un abierto terror brillando en sus preocupados ojos.

—¿Pero es que ellos…? ¿Cómo…? —balbuceó, con torpeza.

—Sus padres son mortífagos, es bastante evidente que acabarían siguiendo sus pasos. También están del lado del Señor Oscuro, aunque creo que aún no tienen la Marca Tenebrosa —reveló Draco, pensativo, contemplando la mesa de nuevo con fijeza—. Pero intuyo que pronto se unirán a sus filas. Y, al parecer, sus padres les han contado que yo también seré mortífago pronto. Por eso han amenazado con contarlo… Pero no tienen ninguna prueba. Evidentemente, porque todo es mentira —enfatizó, sin poder contenerse—. No se atreverán a acusarme ante el Señor Oscuro sin pruebas —volvió a mirar a su amigo a los ojos, con renovada seriedad. Casi con la intención de tranquilizarlo. Y tranquilizarse—. Lo he visto en sus ojos. No le contarán nada. No tienen el valor suficiente.

Nott apretó las mandíbulas y asintió con la cabeza una vez. Sus ojos estaban algo más brillantes que antes. Draco apartó la mirada, incómodo ante la preocupación que lucían los, normalmente, impasibles ojos de su amigo. Haciéndole darse cuenta de lo peligrosa que realmente era la situación, cosa que en ese momento no necesitaba. Dejó de presionarse el estómago, descubriendo que ya no le dolía. Aunque su nariz seguía sangrando, y ya casi empapaba por completo el pañuelo de su amigo. La cabeza también comenzaba a dolerle.

—¿Y qué pasa con Granger?

Draco sintió un inmediato vacío en el pecho, casi como si le diesen un nuevo puñetazo.

—¿Qué pasa con esa? —cuestionó con agresividad, mirando a su amigo. Nott no se mostró alterado.

—Si Crabbe y Goyle les cuentan a los otros Slytherins lo que han creído ver, lo que creen que hay entre vosotros, y estos les creen, dudo mucho que se mantenga en secreto. Los de Gryffindor podrían llegar a enterarse. Y estarás de acuerdo conmigo en que Granger estaría en serios problemas también. No creo que sus amigos vean con buenos ojos que esté remotamente involucrada contigo. No sé hasta qué punto darán veracidad a un rumor así.

Draco respiró entrecortadamente durante unos segundos. No había llegado a plantearse nada semejante, ni por un momento. Solo había pensado en sus propias dificultades, no en las de la chica. No se había planteado que verdaderamente el rumor invadiese el castillo, que incluso los Gryffindor llegaran a enterarse. No se había dado cuenta de hasta qué punto lo sucedido también podría arruinar la vida de Granger.

Sintió una oleada de rabia ante la desagradable sensación de culpabilidad que lo invadió.

—¿Y a mí qué me importa nada de eso? —cuestionó como pudo. Obligándose desesperadamente a pensar así. Añadió con más fuerza—: Granger es lo de menos. Me da igual lo que a ella le pase, es asunto de ella solucionarlo. La cuestión es que ahora toda mi reputación se está tambaleando por culpa de esa sangre sucia…

—No la llames así… —masculló Nott, cerrando los ojos un instante.

—¡Pero es lo que es! —gritó Draco, enfureciéndose de golpe. Demasiado alterado por todos los cambios que estaban sucediendo como para aceptar un solo cambio más. Golpeó la mesa con el puño, estremeciendo a su amigo de sorpresa—. ¡Es una sangre sucia, Nott! ¡Siempre lo ha sido y siempre lo será! ¡No puedo tener nada que ver con ella! ¡Deja de insistir con tu puta teoría de que está sucediendo algo entre nosotros, porque me vas a volver loco! ¡Ya has visto cómo reacciona el mundo al creer que estamos juntos! ¿Me crees tan estúpido, tan irresponsable, como para permitir que pase algo parecido? ¡Mira lo que me han hecho Crabbe y Goyle! ¡Crabbe y Goyle, Nott! Antes éramos amigos… Llevábamos toda la vida juntos…

Draco dejó de gritar y se dejó caer ligeramente hacia adelante hasta apoyar los codos en sus rodillas, cubriéndose el rostro con ambas manos. Se sentía tan miserable que tenía ganas de llorar. Se llevó las palmas a los ojos, frotándoselos. Le picaban de cansancio. Estaba agotado. Había sido un día terrible. Se limpió de nuevo la sangre del rostro, que le resbalaba desde la nariz con más abundancia después de haber estado gritando. Nott lo contemplaba en silencio, sin saber qué decir, con una expresión de absoluto abatimiento. Se movió lentamente de pronto, y sacó su varita del bolsillo interior de su túnica. La agitó para reparar con ella el frasco con esencia de Murtlap, volviendo a llenarlo con la derramada solución, y se acercó a recogerlo. Volvió sobre sus pasos hasta la mesa donde su amigo estaba sentado y vertió un poco sobre otro pañuelo, uno limpio, tendiéndoselo a Draco. Éste lo cogió con una mano temblorosa y se lo colocó en silencio sobre las contusiones de la cara. Sintiendo un alivio casi inmediato.

—Quizá tengas razón y esto quede en algo sin importancia —murmuró Nott, algo indeciso, rompiendo el silencio con cautela. Ya no sonaba acusador—. Mientras esto solo sea cosa de Crabbe y Goyle, y no tengan pruebas de nada, no hay peligro. Incluso si lo cuentan, puede que nadie les crea. Con un poco de suerte, el asunto no irá a más. Espero de verdad que sea así. Por tu bien, y también por el de Granger.

—Lo que le pase a Granger me importa una mierda, ya te lo he dicho —replicó Draco, irritado, casi sin pensar.

«Aunque haya sido yo el culpable de que esto suceda», pensó amargamente, con un dolor agudo en el pecho. Apretó los dientes. No. Eso no era así. Granger había empezado todo, ella había ido a buscarlo al despacho de McGonagall. Él no tenía la culpa de eso… Ella era la única responsable de todo el desastre.

«Aunque yo la haya besado a ella»

Y de nuevo volvió a sentirse un miserable. Completamente avergonzado e incrédulo de sí mismo. No podía más con los vaivenes de su mente. Luchando por dejar de pensar, al menos por un rato, bajó la mirada y se desabrochó la túnica, abriendo también su camisa manchada de sangre, para examinarse el pecho y ver si le habían dejado marcas de algún tipo. No estaba seguro de haber convencido a Nott de nada, pero no podía seguir discutiendo. Estaba extenuado. Y su amigo tampoco parecía por la labor de seguir insistiendo en el tema. Aunque, si Draco lo hubiera mirado a los ojos, hubiera apreciado claramente el miedo que todavía brillaba en ellos. La abierta preocupación con la cual lo miraba, sin que Draco se diese cuenta.

—Imagino que esta pregunta te parecerá un chiste, pero, ¿no quieres ir a la Enfermería? Han podido romperte algo… Estás hecho mierda —dijo Nott, volviendo a romper el silencio con cautela.

—Me reiría si no me doliese todo el cuerpo —masculló Draco con desganado desdén.

—Sí, me imaginaba que te haría gracia —se resignó Nott, elevando los ojos al cielo.

—No pienso presentarme así en la Enfermería —añadió Draco, con un tono algo más serio—. Llamarían al director.

—Ya —masculló Nott, suspirando. Sacó su varita del bolsillo de nuevo y la agitó, murmurando un leve Fregoteo, dejando la ropa de Draco limpia de sangre—. No tengo aquí suficiente poción para curar todas las marcas de tu cara, pero, con un poco de suerte, nadie se fijará demasiado. En la habitación hay más pociones, en el botiquín del baño, ahí podrás curarte decentemente. Con que la nariz deje de sangrarte ahora será suficiente para no llamar la atención —examinó el rostro de Draco más de cerca—. Date algo más de poción en el pómulo, esa marca de ahí se nota más. Eres muy pálido —resopló, y contempló su reloj de pulsera—. Son más de las once, ya ni deberíamos estar en los pasillos. No habrá ningún alumno por ahí. Si vamos ahora a la habitación nadie nos verá por el camino, y con un poco de suerte, tampoco se fijarán en nosotros en la Sala Común. Pero tienes que intentar caminar de la forma más natural posible, sin cojear —vaciló un instante y miró a su amigo con cautela—. ¿Vas a ir a la habitación, a pesar de que Crabbe y Goyle estén ahí?

Un exhausto Draco, agradecido de que Nott tomase en ese momento las decisiones por él, lo miró con aspecto ofendido. Tragó saliva y apretó la mandíbula, indignado.

—Esos dos gorilas sebosos no van a sacarme de mi habitación. Que se atrevan a decirme algo. Más les vale no mirarme siquiera o te juro que…

—¿Y si se lo cuentan a Zabini? —conjeturó Nott, vacilante. Draco no alteró su rostro.

—Si le cuentan algo, lo sabré. Y lo solucionaré. No habrá ningún problema.

Nott tomó y dejó escapar el aire lentamente, mientras su amigo se ponía en pie con cautela, asegurándose de que podía caminar.

—¿Puedo sugerirte algo sin que me lances un Cruciatus? —cuestionó el moreno, mirándolo atentamente.

—Puedes intentarlo —masculló Draco, conteniendo una mueca de dolor al sentir un pinchazo en el estómago. Dio un par de pasos, cojeando, acostumbrándose al dolor.

—Creo que Granger debería saber lo que ha pasado. Solo que lo sepa, por si acaso las cosas se complican. Para que esté atenta.

—¿Te has vuelto loco? ¡Ni se te ocurra! —exclamó Draco, dándose la vuelta y encarando a su amigo con los ojos abiertos de furia. Sintió un nuevo pinchazo en el pecho al elevar la voz, y se aferró de nuevo las costillas con la mano, componiendo una mueca, pero siguió hablando en voz alta—. ¡Granger no puede saber nada de esto! ¡No te atrevas a contarle nada!

—No voy a contarle nada, te lo prometo. Hablo en serio —aseguró con más énfasis, al ver que su amigo lo miraba con abierta desconfianza—. Pero, si Granger se mete en problemas por tu culpa, y se entera de que no se lo has contado a pesar de saberlo, te arrojará de cabeza al lago. Lo sabes, ¿verdad? —alegó a la desesperada.

—No se enterará. Porque Crabbe y Goyle no lo contarán. Nadie confía en el criterio de esos dos, no se pondrán en ridículo de esa manera —sentenció Draco, apretando los puños—. Y, aunque lo hicieran, me encargaré personalmente de que nadie les crea.


¡Crabbe y Goyle! 😱 ¿Quién lo hubiera imaginado? Era muy difícil acertar, lo reconozco, no he dado ninguna pista al respecto 😂. Espero que no os haya decepcionado que hayan sido ellos, me ha apetecido darles un poco de protagonismo en esta historia 🙈. Creo que, en la mayoría de fics, se menciona a Nott, Zabini, Pansy… Y, realmente, en el canon, Draco la mayor parte del tiempo está con estos dos, así que me apetecía incluirlos. Me parecía realista. Eso sí, hablan tan poco en los libros que he improvisado un poco sus formas de ser. Ya me diréis qué os ha parecido 😂. Y, por cierto, Zabini y Pansy no tardarán en hacer aparición 😉

¿Qué os ha parecido el capítulo? Draco no gana para heridas en estos últimos capítulos, pobrecito mío 😂. Me parece coherente con la personalidad de Crabbe y Goyle que le hayan pegado una paliza a lo muggle, y no con varitas, ¿qué opináis? ¿Y qué os ha parecido la estrategia que ha seguido Draco para escurrir el bulto? Ha conseguido darle la vuelta al asunto, más o menos. Bastante Slytherin, ¿no creéis? Ja, ja, ja 😏.

No ha habido interacción entre nuestros protagonistas, ni mucho romance, lo siento (😂), pero realmente este capítulo es importante para el desarrollo de la historia. He querido trabajar la situación con calma. El hecho de que les hayan pillado es algo grave en el ambiente de Draco. Y menos mal que Nott le ha hecho reflexionar en que Hermione también puede verse afectada… Draco, inmerso en sus problemas, ni se había parado a pensarlo. Ya te vale, Draco 😩 ja, ja. Por cierto, ¿estamos todos de acuerdo en que Nott es un amor? Porque para mí lo es. Adoro a este chico. Cómo se preocupa por Draco, y al mismo tiempo le dice las cosas claritas... Me encanta 😍.

En el próximo capítulo ya tendremos de vuelta a Hermione, lo prometo ja, ja, ja 😉. Será un capítulo bastante largo en el que pasarán muchas cosas…

¿Creéis que Crabbe y Goyle contarán algo? ¿Meterán a Draco en problemas, o a Hermione? ¿Le harán algo a Draco en el partido de Quidditch, como han prometido? ¿Draco habrá convencido a Nott de que no hay nada entre Granger y él o, como todo apunta, su amigo no está para nada convencido?

Y me callo ya, que hoy estoy habladora. Espero de corazón que os haya gustado. Estaré encantada de leer vuestros comentarios si os apetece dejármelos 😊.

¡Gracias por leer! ¡Nos vemos en el próximo! ¡Un abrazo fuerte! 😊