¡Hola a todos! ¿Cómo estáis? 😊 Vuelvo con un nuevo capítulo, de nuevo bastante largo (otras 35 páginas en Word; 35-36 va a ser nuestro número mágico 😂). Me alegra que a la mayoría os gusten los capítulos largos... a quien no le gusten, ¡lo siento mucho, de verdad! 😂 Últimamente me quedan bastante largos, edito escenas al repasar y se alargan sin que pueda evitarlo... Sentíos libres de leerlos por partes, al ritmo que queráis je, je,… 🙈 Coged algo de picar, y espero de verdad que lo disfrutéis. Después lo comentamos 😉

Como siempre, mil millones de gracias por vuestros comentarios 😍. De verdad, me alegra un montón que os gustase el capítulo anterior, y la historia en general. Ojalá siga haciéndolo y no decaiga el entusiasmo, que lo mejor está por llegar 😉 ja, ja, ja. ¡Gracias a todo el que esté leyéndola y disfrutando con ella! 😍

Y, sin enrollarme más, os dejo con el capítulo…


CAPÍTULO 24

Grietas

Nott esquivó hábilmente, en el último segundo, a un par de niñas que corrían en dirección contraria a la suya por el pasillo. Echó un vistazo hacia atrás, por encima del hombro, siguiéndolas con la mirada mientras se alejaban. Los niños de primer año cada vez le parecían más bajos pero más hiperactivos. Por no hablar de sus modales. A él, cuando tenía su edad, ni se le pasaría por la cabeza faltarle al respeto a un mayor, pero a ellos no parecía importarles.

Miró por la ventana que había a su derecha mientras caminaba, distraído. Estaban a mediados de Marzo, un Marzo que ese año había resultado frío y lluvioso. Pequeñas gotitas se habían fijado en las vidrieras de las ventanas, distorsionando levemente el paisaje. A Nott le gustaba la lluvia, casi más que el sol. La lluvia era fresca, revitalizante, acompañada normalmente de imprevisible viento que te hacía sentir que estabas vivo. El sol le parecía cegador, ardiente e incómodo.

Dobló una última esquina, mientras saludaba con una cabezada a un par de conocidos de su Casa con los que se cruzó, y entró por fin en la clase de Aritmancia. Tal y como había esperado, la profesora Vector aún no estaba ahí; ni ninguno de sus compañeros, de hecho. Aún era demasiado temprano. Faltaban unos veinte minutos para que sonara la campana, pero había terminado pronto de comer, así que había decidido subir. Había comido solo, de modo que no había tenido con quién tener una charla de sobremesa después de devorar una empanada de carne que le había parecido especialmente deliciosa.

Sin embargo, cuando se adentró un par de pasos en la silenciosa estancia, se asombró al comprobar que no había sido el único en adelantarse.

«Justo con quien yo quería hablar…»

—Hola, Granger —saludó con cautela, cuando reconoció la espesa e inconfundible cabellera castaña de su compañera—. Qué pronto has subido.

La chica, ya sentada en su sitio obedientemente, se giró al oír su voz y le regaló una sonrisa. Pero su aspecto, para sorpresa de Nott, no acompañó a su amable expresión. La piel de la joven lucía apagada, y tenía unas marcadas y pronunciadas ojeras bajo sus ojos, como si no hubiese dormido en toda la noche. Incluso su cabello estaba más enmarañado de lo normal, como si hubiera dado vueltas en la cama hasta muy tarde y no hubiera logrado desenredar todos los nudos esa mañana.

—Hola, Nott —correspondió ella, con tono simpático a pesar de su aspecto—. He terminado pronto de comer…

—Yo también —admitió el moreno, acercándose a ella. Dejó la mochila en una mesa cualquiera, y se sentó al revés en la silla que correspondía al pupitre situado frente a la chica, para quedar de cara a ella. Al contemplarla de cerca, el cansancio de su rostro volvió a sorprenderlo—. Oye, no… No te ofendas, pero no tienes muy buena cara. ¿Has dormido mal? —cuestionó, intentando sonar educado.

La sonrisa de Hermione se volvió resignada. Bajó la mirada a su regazo.

—Un poco mal, sí —admitió, en voz más baja. Se acomodó el cabello tras la oreja, sintiéndose algo violenta ante la perspectiva de tener mal aspecto.

—¿Ha pasado algo? —insistió él, al ver su expresión. Ella sacudió la cabeza.

—No, nada especial —aseguró, con voz más firme—. Me encontraba algo mal, eso es todo. Me… dolía el estómago. He dormido poco. Pero ya estoy mejor.

Era mentira, pero no pensaba contarle la verdad. No pensaba contarle que no había pegado ojo ni esa noche, ni la anterior, por culpa de Draco Malfoy. Por culpa de su inesperado abrazo en esa misma aula, días atrás. Por culpa de aquel beso salvaje que le había dado en uno de los pupitres cercanos a la puerta, el cual se había obligado a no mirar al entrar ese día en clase. Por culpa del recuerdo de su voz, pegada a su cuello, a su oído, suplicándole roncamente que lo apartase. Por culpa del recuerdo del sabor de su boca.

Nott asintió con la cabeza, distraído, sin siquiera sospechar la realidad. Pareció reflexionar un instante y después murmuró:

—Intuyo que no tienes el mejor ánimo para hablar de esto ahora, pero no solemos estar solos muchas veces. ¿Te importa que… continuemos la conversación que comenzamos durante el partido de Quidditch?

Hermione inhaló lentamente, tomándose su tiempo. Se había imaginado que ese momento llegaría tarde o temprano. No tenía ninguna gana, pero tampoco tenía fuerzas para negarse.

—No, en absoluto —concedió Hermione, serena, mirándolo con atención—. Pero creo que no hay mucho más que contar.

Los ojos de Nott parecieron más azules que nunca cuando clavó su mirada en los redondos orbes de la chica.

—A mí me parece que falta lo más importante. ¿Podrías contarme de una maldita vez, sin mentirme en nada, qué está pasando entre Draco y tú?

Hermione sintió un escalofrío recorrer su columna ante sus palabras. Ante la seguridad con la cual las había pronunciado. Ya no era una hipótesis, una posibilidad. Era una acusación en toda regla. Durante un primer momento no se atrevió a mover ni un milímetro de su cuerpo. Pero después, su mano, sin que pudiera contenerlo, se alzó hasta acariciar el lateral de su propia garganta. La zona que Draco había mordido días atrás. Le había dejado una marca, la sombra de su dentadura, enrojecida y húmeda, que la joven había descubierto en el reflejo de la ventana del aula, cuando quiso comprobar el por qué del ardor que sentía en la zona. Una vez se hubo recuperado del momento de debilidad que la había asolado cuando Draco abandonó aquella aula, se apresuró a ocultar la marca con un afortunado hechizo y a volver sin más demora a su Sala Común, junto a sus amigos. Simulando que nada importante había sucedido. Todavía con el sabor de Draco en su boca.

—¿De qué estás hablando? —susurró la joven, rezando para que su voz no la traicionase—. Nott, por favor, ya te dije que no pasaba nada, ¿por qué…?

—Granger, hablemos claro de una vez —espetó el chico, con decisión. Apoyó sus brazos en el respaldo del asiento y la atravesó con su impaciente mirada—. Estoy harto de rodeos. Crabbe y Goyle le dieron una paliza brutal a Draco tras veros juntos. Y dudo mucho que hicieran algo así si no tuviesen claro que lo que habían visto estaba inequívocamente mal. Os vieron, y estoy bastante seguro de que lo que vieron ocurrió. Draco me ha negado que lo que viesen fuera relevante, y también tú, pero, sinceramente, no os creo a ninguno de los dos.

Pero Hermione ni siquiera estaba escuchándolo. Su cerebro se había detenido en la tercera oración pronunciada por su interlocutor.

—¿Paliza? —repitió en voz alta, aunque apenas se escuchó en medio del silencio. No había tenido conocimiento de algo semejante. Draco no le había hablado de ninguna paliza. Solo le dijo que ahora lo tachaban de traidor a la sangre. Sintió que la piel de los brazos se le ponía de gallina. De pronto se sintió incrédula, y casi furiosa. ¿Cómo había sido tan estúpida? Era evidente que había sucedido algo así, habían pillado a Draco con una sangre sucia. No iban a limitarse a simples palabras. ¿Cómo no iban a castigarlo con la fuerza bruta? Sintió un poderoso vacío en el pecho. ¿Qué le habían hecho? ¿Y por qué no le había contado nada al respecto?

Nott no contestó a su pregunta, o quizá ni siquiera la escuchó.

—Si te soy sincero, hace tiempo que sospecho que ocurre algo, pero me pareció todo tan descabellado que no me parecía coherente indagar más —continuó, como si ella no hubiese dicho nada—. Pero ahora creo que se ha vuelto demasiado arriesgado, demasiado evidente, y estoy preocupado por Draco —enmudeció un instante para tomar aire, sin dejar de mirar fijamente el rostro de la chica, calibrándolo—. Draco es mi amigo, quizá el único amigo que tengo, y quiero saber si está metido en problemas. Y, créeme, si mis sospechas son correctas, está metido en un lío muy gordo. Y tú lo sabes perfectamente. Granger, lo preguntaré por última vez, ¿hay algo entre Draco y tú?

Hermione abrió la boca por inercia, con la intención de contestarle, pero no fue capaz de emitir ningún sonido. Terminó cerrándola, vacilante. Bajó la mirada hacia la mesa, concediéndose unos segundos. Sentía que todo se le escaba de las manos. De su control. Y odiaba no controlar la situación. Se avergonzaba de sí misma, y era la peor sensación del mundo. No se estaba comportando con normalidad, no conseguía ser la persona fuerte que normalmente era. No podía enfrentarlo como siempre había hecho. La situación con Malfoy la estaba afectando más de lo que nunca hubiera creído posible. Eso la desesperaba y enfurecía a partes iguales. No podía controlarlo. No podía controlar sus sentimientos. Ni el nudo en su garganta, ni tampoco las lágrimas que habían inundado sus ojos, y empapado su almohada, las dos noches anteriores, recordando sus besos. Admitiendo para sí misma lo mucho que le había gustado lo sucedido. Lo mucho que había disfrutado perdida en su boca, en sus brazos. Comprendiendo que no podía suceder. Que no tenía permitido sentirse como se sentía al respecto de ese muchacho.

No había hablado con nadie al respecto. Se había sentido fuertemente tentada los dos días anteriores, cada vez que se encontraba a solas con Harry y Ron, tal era su desesperación. Pero finalmente el miedo había ganado la batalla. Quería contarles lo que estaba sucediendo, quería que la ayudasen, como siempre habían hecho, pero no se atrevía. No sabía cómo contárselo. Sentía que todo había ido demasiado lejos como para que ahora fuese comprensible.

«Chicos, necesito vuestra ayuda, creo que Malfoy me gusta. Sí, Draco Malfoy, ese chico que me ha insultado desde que me conoce, con el improperio más humillante del mundo mágico. Ese que os ha tratado mal desde que os conoce, solo por ser quienes sois. Ese que inventó una canción humillante para corromper tus nervios y que fueses un mal jugador de Quidditch, Ron. Ese que se ha burlado hasta la saciedad de la muerte de tus padres, Harry. No sé por qué, porque no tiene ninguna de las cualidades que busco en una persona, pero me gusta. Ah, y nos hemos besado. Varias veces, a vuestras espaldas. He hablado a solas con él en algunas ocasiones, y os he mentido al respecto, fingiendo que iba a otro sitio. Espero que me perdonéis y me digáis qué hago al respecto. Cómo hago que deje de gustarme…»

Era ridículo. No era capaz de imaginar cómo podía decirles algo semejante. Algo tan… sin sentido. ¿Qué consejo esperaba que le diesen? ¿Qué se suponía que iban a decirle? ¿Que Malfoy no era el adecuado para ella? ¿Que no era una buena persona? ¿Que la odiaba? ¿Que estaba siendo estúpida y débil? Ella ya lo sabía todo, ya sabía que no podía suceder nada entre ellos. Que él no quería estar con ella. Y que ella no debía querer estar con él. Era cosa suya solucionarlo. Sus amigos no podían hacerlo por ella. Solo ella podía solucionar lo que estaba ocurriendo. Lo único que haría, lo único que conseguiría, sería preocuparlos.

Y, de pronto, ahí estaba Nott. Un muchacho solitario, y discreto. Inteligente, y amable con ella. Un sangre pura, pero que no sentía ese odio indiscriminado hacia los hijos de muggles que sí sentían sus compañeros. El mejor amigo de Malfoy, el cual parecía ser su único amigo, según sus propias palabras. Pero no había dudado en aliarse con Hermione en su contra para mejorar su comportamiento en Runas Antiguas.

¿Y si él lo supiera? ¿Tan terrible sería? ¿Podría ayudarla?

La chica no las tenía todas consigo. Era un asunto muy delicado, y nada le garantizaba que Nott no corriese a contárselo a Malfoy tan pronto ella le hablase de lo que la preocupaba. Pero, si Hermione no le contaba a alguien lo que estaba pasando en su interior, enloquecería. Harry, Ron, Ginny, Hagrid y los demás amigos fieles estaban descartados por el momento.

Y Theodore Nott era el mejor candidato que tenía.

—Nott, yo… —comenzó con voz débil. Enmudeció unos segundos, ordenando sus pensamientos, y prosiguió algo más alto—: No sé qué decirte, porque sinceramente no sé qué está pasando entre Malfoy y yo. Tienes… razón. No nos estamos comportando con normalidad y… no sabría explicarte el por qué, o cómo ha sucedido —volvió a quedarse callada un par de segundos—. Soy sincera cuando te digo que no hay nada entre nosotros. Es solo que… cuando estamos a solas, a veces… ocurre.

Nott no apartó su mirada de ella, decidido a no interrumpirla ahora que daba la impresión que la joven iba a ser sincera por fin. Pero, al ver que la chica parecía incapaz de seguir hablando, intentó darle un empujón. Quería saberlo todo.

—¿Ocurre el qué? ¿Lo mismo qué os vieron hacer Crabbe y Goyle? —preguntó Nott, con voz serena, como si intentase no alterarla. Hermione alzó sus brillantes ojos en su dirección—. ¿Besaros?

La joven no parpadeó. No se mostró avergonzada. No alteró su rostro. Casi lucía resignada.

—Sabes a lo que me refiero, no necesitas que te confirme nada —sentenció con impasividad. Nott siguió mirándola con la misma fijeza. Ella vio cómo tragaba saliva.

—Granger, no… no entiendo nada —confesó finalmente, con tono seco, aunque sereno—. ¿Cómo habéis llegado a hacer algo así? ¿Cómo ha pasado? ¿Qué ha cambiado entre vosotros?

Hermione, sin poder evitarlo, se sintió inmensamente agradecida con él al ver cómo reaccionaba. Se mostraba respetuoso con lo que le había contado, a pesar de la magnitud de sus palabras. No empezaba a gritarle, enloquecido y furioso. Ni comenzaba a dar vueltas por el aula diciendo que estaban desequilibrados y que todo eso era una aberración. Lucía incrédulo, y visiblemente preocupado. Pero estaba intentando entenderlo.

—No lo sé —confesó Hermione, bajando la mirada a la mesa. Estaba sentada muy tiesa en su silla—. No soy capaz de explicar lo que ha pasado. No entiendo… nada. Ni siquiera me he dado cuenta de cuándo ha cambiado algo.

—¿Pero quién… quién ha empezado todo esto? —quiso saber el chico, frunciendo el ceño—. ¿Ha sido por tu parte, o por la de Draco? Siempre hay un primer paso. Y no os imagino a ninguno de los dos dándolo…

Hermione vaciló un instante, reflexionando. Aquel beso helado, junto a la puerta trasera de Cabeza de Puerco, volvió a su memoria y a sus labios. Sentía que había pasado una eternidad desde entonces.

—No sé si yo hubiera tenido el valor de dar un primer paso —admitió Hermione, sin mirarlo. Perdida en sus recuerdos—. No lo di, pero tampoco hice nada para evitarlo. Y eso me hace igualmente responsable.

Nott sacudió la cabeza ligeramente, luciendo desconcertado. Sus ojos se movían en sus cuencas, a la misma velocidad que sus pensamientos.

—Esto no tiene el más mínimo sentido —dijo finalmente, como si no pudiera contenerse—. Draco es un sangre pura. Descendiente de una familia conservadora, con creencias muy definidas respecto a los sangre sucia. Fue criado con la idea de que la suya es una raza superior, que cualquier criatura no mágica, muggles entre ellas, es un ser despreciable. Con esas creencias no tiene ningún sentido que se involucre en algo así con alguien como tú —parecía tan desconcertado ante lo sucedido que ni siquiera consiguió ser medianamente educado—. Si sois pareja, él…

—¿Te has vuelto loco? —saltó Hermione, interrumpiéndolo. Lo miraba como si acabase de soltar la peor de las blasfemias—. No lo somos. Por supuesto que no lo somos.

Nott estuvo a punto de soltar una risita incrédula ante su firmeza.

Ajá. ¿Y qué sois, entonces? Ilumíname.

—No… no lo sé. Solo sé que no estamos juntos. No lo estamos —se apresuró a corregir Hermione, casi ofendida—. No somos nada. Simplemente han ocurrido algunas… estupideces. Cosas sin sentido. Pero no hay nada entre nosotros —repitió, y casi sonó asustada—. No podemos hacer algo así.

—¿No podéis… o no queréis? —cuestionó el moreno en voz más baja, tras una breve pausa. Hermione guardó silencio durante varios segundos más, mirando al chico atentamente a los ojos. Sintió que la garganta se le atenazaba.

—Yo… —comenzó, sin saber qué decir a continuación—. Eso es irrelevante —terminó diciendo, con firmeza—. Porque todo esto tiene que terminar, y punto. Es así, es lo único que importa.

Nott se permitió también una breve pausa.

—Granger, ¿qué es lo que tú quieres? —replanteó la pregunta, en un murmullo. La contemplaba con fijeza, pero no sonaba acusador a pesar de sus palabras. Solo tenso. Y preocupado. Ella lo miró también durante unos segundos. Preparándose para ponerlo todo sobre la mesa. Rezando para no estar cometiendo un terrible error.

—Nott, no… no quiero nada. Nunca he querido nada. Pero… soy humana. Es posible que a raíz de todo lo sucedido con Malfoy haya… comenzado a sentir algo por él —repuso Hermione, con serenidad, intentando que la voz no le temblase. Nott pareció palidecer. O quizá fue el efecto que produjo el que abriese mucho sus ojos claros de forma inconsciente, sin dejar de escucharla. Sin decir ni media palabra—. No puedo evitarlo. Es todo tan… extraño. Tan poco… racional. Es… un sentimiento estúpido que no puedo controlar. Pero eso no quiere decir que quiera tener una relación —casi se atragantó al decir semejante palabra— con él. Algo así no va a suceder jamás, es simplemente imposible. Absurdo. No podemos… no podemos hacer eso. Aunque yo pudiera sentirme… atraída por él. No puede cambiar nada entre nosotros. No va a suceder nada más. Y, evidentemente, él piensa igual que yo. Puedes estar tranquilo al respecto, si es eso lo que te preocupa. Malfoy no quiere tener una relación, ni nada parecido, conmigo.

Nott tragó saliva en grueso. Se humedeció los labios, y procedió a mordérselos distraídamente, perdido en sus pensamientos, antes de responderle.

—Granger, como ya te he dicho, Draco ha sido criado con ideales muy concretos —insistió, con el mismo tono sereno pero firme, a pesar de su visible contrariedad—. Teniendo esos ideales, jamás se plantearía siquiera tener algo contigo. Ningún tipo de contacto. Pero ha sucedido —dijo, con más énfasis—. No se está comportando con normalidad. Algo está pasando por su mente, y, sinceramente, a estas alturas, no sabría decirte si… siente lo mismo o no. No pondría la mano en el fuego por él. Me ha mentido desde que todo esto empezó, y no lo hubiera hecho si no ocultase algo. De verdad que no tengo nada claro —se pasó una mano por el oscuro y espeso cabello, revolviéndoselo casi inconscientemente—. Lo conozco, él jamás… se rebajaría a algo así si no sintiera algo. Sé que suena hasta ridículo, a mí mismo me cuesta creerlo. Pero hasta hace un mes ni siquiera hubiera creído por un instante que pudiese ocurrir algo entre vosotros. Supondría que le diese la espalda a absolutamente todo su mundo. Toda su familia, su círculo de amigos… No se arriesgaría a algo así por nada. Y eso es lo que más miedo me da de todo esto —los ojos de Nott estaban perdidos en la lejanía, en sus pensamientos, en sus miedos.

Para cuando terminó de hablar, Hermione ya llevaba varios segundos negando con la cabeza, inmune ante su razonamiento.

—No lo siente, Nott, no te engañes —replicó, con entereza—. Puedes estar tranquilo, no lo hace. Todo lo que ha sucedido solo ha sido una tontería sin sentido. Algo… impulsivo. No lleva a ninguna parte, ni significa nada. He tardado en darme cuenta, reconozco que he dudado, pero es así. Y, cuanto más hablo contigo, más claro lo tengo. Él no siente nada por mí, y eso es lo único coherente de todo lo que está sucediendo. Te he dicho lo que yo siento porque es la pura verdad. Y me has pedido la verdad —tomó aire de forma trémula—. Sé que no es correcto, que es ilógico y una estupidez, pero es así —elevó la mirada, y buscó los ojos de Nott, aunque él no la miraba—. No sirve de nada engañarme. Engañándome no puedo solucionarlo.

Se hizo un silencio que duró unos interminables segundos. Nott se había quedado totalmente inmóvil. Por un momento, la chica pensó que se había quedado dormido con los ojos abiertos, de tan quieto que estaba. Por fin el chico alzó la mirada, correspondiendo a la de su interlocutora.

—¿Potter y Weasley saben todo esto? —cuestionó de pronto Theodore, y Hermione agradeció la suavidad que utilizó en su tono.

Pero no fue suficiente. La chica creía que no podía sentirse más miserable, pero se equivocaba. Sintiendo un súbito nudo en la garganta, e incapaz de pronunciar palabra sin romper a llorar, se limitó a negar con la cabeza con cuidado, siendo eso respuesta suficiente para Theodore. No insistió más, comprendiendo la situación en la que se encontraba la chica, y ella se lo agradeció profundamente. Aunque a una parte de ella le hubiera gustado que el chico dijese que entendía que no se lo contase a sus amigos. Necesitaba que alguien le dijese que estaba haciendo lo correcto. Para minimizar la terrible culpabilidad que la asolaba, la sensación de traición que la carcomía. La sensación de ser la peor persona del mundo con las mejores personas del mundo. Por ocultar algo semejante a sus mejores amigos.

Pero Nott no había dicho nada, y la chica confirmó así que pensaba lo mismo que ella. Que hacer todo eso a espaldas de sus amigos estaba, definitiva e irremediablemente, mal. No se lo merecían. Se merecían que confiase en ellos. Pero no quería preocuparlos, como sabía que se preocuparían si conociesen su situación. Y no era como si Malfoy y ella estuviesen enamorados, fuesen pareja y pretendiesen casarse dentro de tres días... No eran nada. No lo eran. Un tonto e infantil enamoramiento por su parte… No, una estúpida atracción por su parte no era una razón de peso como para preocuparlos. Y más teniendo en cuenta que todo debía terminar ya.

¿Para qué preocuparlos, para qué contárselo, si todo iba a terminar de un momento a otro? ¿Si posiblemente, después de ese arrebato apasionado en esa misma aula, días atrás, ya había terminado? Era una pérdida de tiempo. No iba a preocuparlos en vano…

Nott guardó silencio durante varios segundos, para después volver a tomar la palabra.

—Granger, yo… No sé qué decir. A pesar de mis sospechas, me negaba a creer que realmente las cosas estuviesen así. Que tú te sintieses… así. Te pido perdón por haberte obligado a contármelo. No era mi intención ser tan brusco... Supongo que en realidad el tema era más delicado de lo que yo pensaba.

—Te lo he contado porque he querido, no te preocupes. De hecho, tengo que darte las gracias. Ahora lo veo todo con claridad —sentenció Hermione, sin rencor en su voz, y sin mirarlo—. Es todo mucho más simple de lo que parece.

—¿A qué te refieres? —cuestionó Nott, en voz baja, vacilante—. ¿Qué vas a hacer?

—Nada —respondió ella como si fuese evidente. Lo miró a los ojos, casi incrédula. Con una nueva fortaleza brillando en ellos—. Simplemente terminará. Lo hecho, hecho está, y no podemos cambiarlo. Pero no puede repetirse. Por el bien de ambos. No puede volver a ocurrir nada. Tan sencillo como eso. Todo volverá a la normalidad.

Tuvo que enmudecer para controlar el agudo tono que se apoderó de voz, y para poder soportar el dolor que experimentó en el pecho ante sus propias palabras. Sintió rabia hacia sí misma. ¿Cómo podía dolerle tantísimo el hecho de renunciar a una relación con Draco Malfoy que nunca había tenido? Se mordió el labio, bajando la mirada. Intentando tragar saliva. Apretó los puños sobre su regazo, bajo el pupitre, para controlar el temblor de sus manos.

El moreno permaneció inmóvil, mirándola con fijeza, sin tocarla y sin hablar. No sabía qué podía decir. Solo sabía que estaba asustado. Muy asustado. Y que no estaba para nada seguro de que fuera tan sencillo.

—Sí, supongo que… eso sería lo que debería pasar —convino Nott, en voz muy débil.

En ese momento, se oyeron voces provenientes el pasillo, y varios de sus compañeros comenzaron a entrar en el aula, charlando despreocupadamente. Rompiendo por completo la pacífica e íntima atmósfera que reinaba en el aula instantes atrás. Hermione se apresuró a tomar aire con profundidad y parpadear con rapidez, alejando cualquier posible humedad de sus ojos. Recomponiéndose. Irguiéndose con entereza. Nott miró a la chica, sin saber qué decir antes de irse. Hermione lo miró con sus ojos cargados de fuerza, a pesar de lucir inusualmente brillantes.

—No le cuentes esta conversación a Malfoy, por favor. Confié en ti para el asunto de Runas Antiguas, déjame confiar en ti otra vez. Por favor, no podría soportar que se enterase de que yo…. —tomó aire con profundidad, sin lograr terminar la frase. La preocupación brillaba en sus oscuros ojos—. No va a volver a ocurrir nada nunca más. Te lo aseguro.

Nott asintió con la cabeza un par de veces y después se puso lentamente en pie, viendo de reojo que la propietaria del pupitre en el que estaba sentado acababa de entrar en el aula.

—No te preocupes —concedió el moreno, estirándose para coger la mochila que había dejado abandonada en la mesa contigua—. No haría nada que te perjudicase. Gracias por… confiar en mí y ser sincera. Ya es más de lo que puedo decir de Draco.

—Gracias a ti —susurró Hermione, mientras él se alejaba en dirección a su pupitre. La profesora Vector acababa de entrar por la puerta correspondiente a su despacho, detrás del escritorio, y llamaba al orden mientras sus alumnos se iban acomodando entre vivas voces.

Hermione se concentró en sacar los libros de su mochila, sintiendo su cerebro bullir. No estaba segura de si se había quedado más tranquila al sacar por fin todo lo que la había enloquecido durante semanas, o si el miedo de que Nott se lo contase todo a alguien había sido añadido a su lista de preocupaciones. Respiró hondo, haciendo un esfuerzo por dejar a un lado sus problemas durante una hora, para poder atender a la clase. Todavía notaba un dolor profundo en el pecho, un dolor que no era físico, pero lo ignoró con entereza y sacó el pergamino de cuarenta centímetros que la profesora Vector había mandado de deberes.


Cuando Draco llegó al pasillo del séptimo piso, y caminó en dirección al aula 7A, la correspondiente a la asignatura de Aritmancia, se sorprendió al comprobar que no iba a aguardar en soledad a que la clase en curso terminara.

Aquella muchacha tan estrambótica de la Casa Ravenclaw, la comentarista del último partido de Quidditch, se encontraba también frente a la puerta, de cara a la pared opuesta, con el rostro elevado para mirar la esquina entre el techo y la pared del pasillo. Llevaba unas llamativas gafas, grandes y coloridas, con un cristal azul y otro rosa, y gruesa montura dorada. Estaba muy quieta, observando la oscura esquina manchada de humedad, como si esperase que algo saliese de ella muy pronto.

Draco vaciló, extrañado ante ese comportamiento. No pudo evitar dirigir una mirada inquieta al pacífico techo, antes de detenerse a unos pasos de la puerta y de la joven.

—Hola, Draco Malfoy —saludó de pronto la chica, con su etérea voz, sin moverse ni dejar de contemplar el techo.

El chico sufrió un leve sobresalto. Ni siquiera la había visto mirarlo. Y no sabía que supiese su nombre. Su apellido sí, lo había dicho en el partido, pero, ¿su nombre? Tras vacilar un instante, emitió un gruñido ambiguo, teniendo claro que no iba a saludarla. Apenas la conocía, pero sabía que era amiga de Potter y su club de fans de imbéciles. La había visto en compañía de ellos varias veces, especialmente de la chica Weasley. Por lo cual, no tenía ningún interés en entablar conversación de ningún tipo con ella.

Dejó caer su mochila en el suelo para tener más libertad y se apoyó en la pared. Se cruzó de brazos, y contempló la puerta con aire desganado, conteniendo un impaciente resoplido. Parecía que todavía estaban dando clase, a juzgar por el hecho de que estaba cerrada. Acababa de tener una hora libre que había llenado en la biblioteca, haciendo un trabajo particularmente interesante para Defensa Contra las Artes Oscuras, en el cual debía comparar varias características entre el Encantamiento de Rechazo y el Encantamiento Escudo. La hora se le había pasado volando. Y en pocos minutos, cuando acabase el descanso entre asignatura y asignatura, tenía clase de Transformaciones con los de Hufflepuff. Pero antes quería aprovechar para quitarse un asunto de la mente.

Le había preguntado a Nott esa mañana si coincidían con los alumnos de Ravenclaw en alguna clase de esa semana, con la intención de poder hablar en algún momento con la joven buscadora MacDougal. Su amigo, tras consultar el horario, le dijo que no coincidirían hasta el viernes por la tarde, en las dos horas de Pociones. Pero MacDougal ni siquiera tomaba Pociones, de modo que tampoco le servía. Entonces Nott le había informado de que la chica sí que acudía con él a Aritmancia, que era su tercera hora del día. Así que Draco allí se encontraba, con la intención de ser un rival amistoso. Sus aristocráticos padres lo habían educado en buenos modales, y siempre los había visto ser agradecidos con cualquier persona de buena cuna que les hiciese un favor. Ya fuese con otro favor, una amable lechuza, o una cortés visita. Y aquella joven había sido muy amable al devolverle su destrozada escoba, era innegable. Ninguno de sus compañeros de equipo se había preocupado por ello, pero aquella chica sí lo había hecho. Se sentiría mejor consigo mismo agradeciéndoselo.

Apenas conocía a MacDougal, al margen de haberse enfrentado a la chica en previos partidos de Quidditch. En los cuales él había resultado vencedor, todo había que decirlo. Menos en el último. Aunque la chica no era mala jugadora, y llevaba ya un par de años en el equipo. Pero nunca habían hablado, a pesar de acudir juntos también a algunas asignaturas. Sí sabía que era sangre limpia, esa información era fácil de conocer debido al boca a boca; sobre todo en su círculo, bastante interesado en ese tema. Pero era todo cuanto sabía de ella.

—¿Has visto algún Torposoplo viniendo hacia aquí? —preguntó una delicada voz a su derecha. Draco parpadeó, arrancado de sus pensamientos, y giró el rostro levemente para mirar de reojo a la joven rubia que estaba a su lado. ¿Eso que llevaba al cuello eran corchos de cerveza de mantequilla?

—¿Qué? —tuvo que preguntar, seguro de que no la había entendido bien.

—Algún Torposoplo —repitió Luna, con más énfasis, como si así estuviese más clara la pregunta, todavía con la vista fija en el techo—. Les he oído zumbar por aquí hace unos minutos, pero ahora no los veo. No salen. Creo que se han ido —emitió un suspiro frustrado y se quitó las gafas, colocándolas en lo alto de su cabeza, como quien no consigue resolver un intrincado problema de matemáticas—. En fin, luego los buscaré. Creo que ellos me han provocado sueños extraños esta noche. He soñado que me estaba lavando las manos en la cabeza de un Kappa, y un Hinkypunk me alcanzaba el jabón…

—Ajá —dijo Draco sin ningún tipo de interés, devolviendo la vista al frente. Esa chavala estaba chiflada. Lunática Lovegood, buen apodo. Muy preciso. ¿Y qué diantres era un Torposoplo?

Se hizo el silencio en el pasillo. Draco creyó sentir un cosquilleo nervioso en el lado derecho de su cara, y, sin poder contenerse, volvió a mirar en dirección a la joven. Casi no pudo remediar un sobresalto al encontrársela mirándolo fijamente, con abierto descaro, con aquellos dos enormes y saltones ojos grises. Draco, frunció el ceño al instante.

—¿Qué demonios miras? —espetó con brusquedad. Luna, contra todo pronóstico, esbozó una dulce sonrisa. Como si él acabase de decirle que estaba muy guapa.

—Es que te ves muy cansado. No estaba segura si se te había metido un Torposoplo en el oído, pero creo que no. Solo es que has dormido poco —ladeó ligeramente su rostro—. Sé que no nos conocemos, y no quieres consejos de una desconocida, lo veo en tu cara, pero te aconsejaría que intentes dormir más. Dormir es muy importante. Por cierto, ¿has venido a hablar con Hermione?

Draco tardó varios segundos en comprender su última pregunta. Lo había pillado desprevenido. Intentando averiguar cómo aquella loca había descubierto que se había pasado la noche en vela pensando precisamente en Granger, y su delirante beso, justo en el aula que tenía delante. Tuvo que parpadear, y casi sacudir la cabeza, sintiéndose completamente desconcertado.

—¿Cómo? —escupió, incrédulo y casi alterado. Esa chiflada… ¿Qué diantres sabía…?

—Te preguntaba si has venido a hablar con Hermione. Hermione Granger. Es que yo sí he venido a hablar con ella. Y por aclarar quién habla con ella primero.

Draco dejó escapar un airado resoplido. Apartó la mirada al instante, fijándola en la puerta cerrada. ¿Cómo no había caído en la cuenta de que Granger también estaría ahí? Acudía a clase con Nott…

—No —soltó, desdeñoso, como si la pregunta fuese ofensiva—. Claro que no. No tengo nada que hablar con esa sangre sucia.

—¿Ah, no? Oh, de acuerdo. Pero, ¿sabes?, ese es un término muy grosero —replicó Luna, y su tenue voz se volvió ligeramente más seria.

Draco abrió la boca con la intención de mandarla a paseo con algún insulto mordaz, pero la puerta del aula se abrió finalmente y los alumnos comenzaron a salir en tropel, atrayendo su atención. Todavía con el corazón inestable por las excentricidades de aquella chica, cogió su mochila del suelo y se la colgó al hombro, buscando a MacDougal con la mirada. No tardó en localizarla, siendo una de las primeras personas que abandonó el aula, charlando con un muchacho moreno que, si a Draco no le fallaba la memoria, se llamaba Terry Boot.

Enfrascada en su conversación con Boot, la chica no se fijó en Draco y se limitó a alejarse por el pasillo. De modo que éste tuvo que trotar brevemente tras ella para alcanzarla, antes de que se alejase demasiado.

—MacDougal —llamó, alargando un brazo y tocando su hombro fugazmente, para llamar su atención. La joven detuvo sus pasos y se giró, con aspecto aturdido. Boot se detuvo a su lado, mirando a Draco con el ceño fruncido, abiertamente fastidiado de verlo y sin intención de disimularlo.

—Oh, Malfoy… Hola —saludó la chica, reconociéndolo, pero sin reducir todavía su extrañeza.

—¿Tienes un momento? —cuestionó Draco, en tono impasible.

—Claro —se apresuró a responder ella, esbozando una sonrisa amable. Se giró hacia Boot para despedirlo con una caricia en el brazo—. Vete yendo, ahora te alcanzo.

Él pareció reacio a marcharse, pero terminó asintiendo y se dio la vuelta, no sin antes mirar a Malfoy de arriba abajo con desconfianza. Éste arqueó una ceja arrogantemente, para después, una vez que Boot se alejó, devolver su atención a la expectante chica.

—Solo quería darte las gracias por recuperar mi escoba —admitió el chico cuando estuvieron a solas. Metió las manos en los bolsillos de su túnica, intentando lucir despreocupado—. Bletchley me dijo que tú se la habías devuelto. En el partido, ya sabes, cuando… —se llevó un puño a la sien y simuló golpearse, resignado. La chica dejó escapar una risita, azorada.

—Tranquilo, no fue nada —aseguró, halagada, agitando una mano para quitarle importancia. Parecía asombrada de que su rival hubiera ido a darle las gracias—. Vi que Dumbledore detenía tu caída, y después me fijé en que tu escoba iba hacia las gradas. Fui tras ella, y la cogí lo antes que pude, nada más. Aunque no acabó en muy buen estado —admitió, luciendo algo arrepentida. Se colocó nerviosamente un mechón de cabello castaño tras la oreja. Draco, de pronto, se sorprendió pensando que era bastante guapa. Ni siquiera se había fijado antes en ese detalle—. ¿Has podido repararla?

Él se encogió de hombros, en una perezosa negación. Sin poder evitarlo, sus ojos recorrieron el pasillo tras la chica, observando a la gente abandonar el aula de Aritmancia. Granger andaría por ahí, aunque todavía no la había visto salir… ¿Se fijaría en que estaba hablando con MacDougal? ¿Le llamaría la atención? ¿Pensaría… algo? ¿Le molestaría? Pues seguramente no. Lo normal sería que no lo hiciera. No había motivos para que le molestase. Si viviesen en un mundo imaginario en el que Goyle fuese Ministro de Magia, y él, Draco, le gustase, quizá; pero no era el caso. Aunque ambos se hubieran besado casi de forma animal en esa misma aula, no eran nada. Él tampoco sentía eso por ella, eso estaba claro. Y ella tampoco. Pero, a pesar de eso, de no sentir nada, ¿quizá llegara a pensar que había algo entre MacDougal y él, al verlos hablando? ¿Quizá había alguna posibilidad de que se pusiera celosa? ¿O le importaría todo un pimiento, como era lo más razonable? Seguramente… ¿Y por qué sentía en su interior una poderosa satisfacción ante la idea de que Granger se pusiese celosa por algo así? A él no le molestaría verla hablar con otros tíos. Claro que no le molestaría. ¿Por qué iba a hacerlo…?

Pero, a ver…, a ver, ¿en qué demonios estaba pensando? ¿Qué clase de secuencia de pensamientos era esa?

La chiflada de los Torposoplos tenía razón. Necesitaba dormir. Urgentemente.

—Pues no, estaba hecha pedazos. Tengo que comprar otra —confesó finalmente, devolviendo con dificultad su atención a la conversación con su compañera de curso—. Usaré mientras tanto las de la escuela, aunque son una mierda…

MacDougal esbozó una simpática mueca de conformidad.

—La más rápida creo que es una Twigger 90, así que tienes toda la razón —afirmó la chica, dejando escapar una risotada—. Hasta mi Cometa 260 la adelanta —bromeó y, ante la media sonrisa que esbozó su interlocutor, se animó a continuar la conversación de forma cordial—: Me alegra ver que estás recuperado. Fue un golpe duro.

—Sí —admitió él con desgana, con un suspiro—. Me sé de dos energúmenos que no volverán a jugar un partido en su vida…

—Lo imagino —corroboró ella, componiendo una mueca, arrugando la nariz con diversión—. Espero que encontréis pronto nuevos golpeadores. La gente no suele querer ir a las convocatorias a mediados de curso. Suelen estar ocupados con trabajos y exámenes…

—Eso mismo me decía Montague esta mañana, llorando con la cabeza metida en el váter —bromeó Draco mordazmente, arqueando una ceja. La joven dejó escapar una afable y comprensiva carcajada.

Hermione atravesó la puerta del aula en ese momento, guardando como buenamente podía unos últimos pergaminos en su ya abarrotada mochila. Al enfocar la distraída mirada en el pasillo, para no chocarse con nadie mientras caminaba, se encontró con la imagen de una sonriente Luna Lovegood, que la esperaba con sus espectrogafas colocadas sobre la cabeza. Y su collar de corchos de cerveza alrededor del cuello. Hermione casi no pudo reprimir una sonrisa ante la llamativa apariencia de su amiga.

—Hola, Luna —saludó con cariño, yendo a su encuentro—. Perdona, ¿te he hecho esperar mucho? La profesora se ha retrasado explicándonos los deberes…

—Para nada —desechó ella, mientras metía una mano en la mochila—. He estado entretenida. Había algunos Torposoplos escurridizos por aquí… Toma, aquí tienes.

Sacó una revista, un ejemplar de El Quisquilloso de la semana anterior, que puso en las manos de su amiga.

—Muchísimas gracias —suspiró Hermione, apretándola contra el pecho—. Tienes que decirme cómo suscribirme a ella. Así no te molestaré más.

—Solo tienes que rellenar y enviar el formulario de la última página, indicando en el test cuál es tu animal marino favorito. No te preocupes, hay varias respuestas posibles —rio de forma pícara, jugueteando con un mechón de su largo cabello rubio—. Pero tampoco te preocupes, no es molestia. Así nos vemos. Siempre me gusta hablar contigo —ladeó el rostro ligeramente, mirándola con afecto—. ¿Queréis comprobar si hay novedades sobre la chica de Beauxbatons desaparecida, no? Ginny me ha dicho que la querías para eso…

—Exacto —admitió Hermione, en voz más baja—. El Profeta ya no publicará nada al respecto en el futuro, lo más seguro. Solo lo hará El Quisquilloso. Pero, Luna, ¿tu padre está seguro de esto? Los mortífagos irán a por él. Seguro que leíste lo que hicieron con la sede de El Profeta en el Callejón Diagon…

—No les tiene miedo. Dice que lo más importante es que la gente esté informada de la realidad. Además, la Orden del Fénix se ha puesto en contacto con él —la voz de Luna bajó de tono ligeramente, para que solo Hermione la escuchase, siendo consciente de que mencionar en público a la sociedad secreta no era una buena idea. Aunque había tal alboroto en el pasillo que nadie les prestaba atención—. Lo van a proteger. Así me quedo más tranquila. Y yo estoy segura mientras esté en Hogwarts, así que él también está tranquilo.

—Como me alegro —aseguró Hermione, con un suspiro. Luna era una mezcla maravillosa de inocencia y coherencia; no en vano pertenecía a la Casa Ravenclaw.

—Adiós, Granger —llamó una voz cercana, a su derecha. La joven giró el rostro por inercia, y se encontró con la habitual expresión seria de Theodore Nott, el cual acababa de salir del aula tras ella y se estaba despidiendo con un gesto de la mano.

—Hasta mañana, Nott —correspondió ella, apresuradamente, despidiéndolo con el mismo gesto. El joven le dio la espalda y se alejó unos pasos por el pasillo, acercándose indudablemente a…

El corazón de Hermione latió de forma desacompasada. No había mirado en esa dirección al salir, y no se había dado cuenta hasta ahora. Apenas pudo evitar que su rostro se demudase. Ni siquiera recordó que estaba hablando con Luna. Sus ojos recorrieron la escena, asimilándola con dificultad.

Draco Malfoy estaba parado de pie, con las manos en los bolsillos, a varios metros de distancia, hablando con una visiblemente contenta Morag MacDougal que en ese momento sonreía ampliamente por algo que el chico había dicho. El rostro de Draco lucía relajado, casi afable. Levemente arrogante, pero esa era su expresión habitual. Una media sonrisa curvaba sus labios, y las palabras que mencionó a continuación parecieron mordaces, o quizá burlonas, a juzgar por su expresión. Palabras que hicieron que MacDougal asintiera con la cabeza con entusiasmo, para después responder algo, gesticulando con las manos.

Hermione tragó saliva, encontrándose incapaz de apartar la mirada. Nunca antes había visto a Malfoy hablar con MacDougal. No sabía que se conocían, ni que se llevaban bien. Lo cual no era algo que debiera sorprenderla: era imposible que supiese de todas las amistades de aquel muchacho. No eran, en absoluto, tan cercanos. Al contrario. Tampoco sabía apenas nada de aquella joven, además de su nombre y la Casa a la que pertenecía. Nunca habían hablado, aunque habían coincidido juntas en muchas asignaturas en el pasado, al ser del mismo curso. Recordó que Draco y ella se habían enfrentado una semana antes, en el partido de Quidditch. Ambos eran buscadores. Quizá estaban hablando de eso. Tenían una afición en común.

Sintió el calor de la envidia en su pecho. El incontenible dolor de unos celos que se obligó desesperadamente a no sentir, sin éxito. Una sensación amarga de por sí, mucho más en su situación. Una opresión en la garganta producto de la vergüenza la invadió. No tenía sentido que se sintiese celosa. Era estúpido por su parte. Malfoy no hacía nada malo hablando con MacDougal. De hecho, para empezar, únicamente estaban hablando, no significaba absolutamente nada. Y le pareció infantil por su parte darle cualquier tipo de connotación romántica a una simple conversación. Pero apenas pudo soportar verlo sonreír mientras la miraba. Viendo cómo parecía relajado a su lado. Cómo sus grises ojos la miraban sin ningún tipo de odio.

A ella nunca la había mirado... así.

—No te preocupes, no hay nada entre ellos.

Hermione apenas escuchó esas palabras. Le pareció que llegaban con eco a su cerebro. Como si en el interior de su cabeza se hubiese formado una profunda cueva, estalactitas incluidas. Giró el rostro para encontrarse con Luna, mirándola serenamente. Sus labios estaban curvados en una tranquila sonrisa. Hermione sintió un instantáneo calor en las mejillas.

—¿Qué? —se obligó a preguntar. Casi jadeaba por los nervios. ¿Cuánto tiempo había estado mirando a Malfoy?

—Malfoy y MacDougal. No están juntos —repitió Luna, con total tranquilidad, como si le diera el parte meteorológico—. Malfoy estaba fuera esperándola; pero no parecía emocionado, como quien espera a alguien que le gusta. Además, MacDougal está enamorada de Terry Boot. Llevan saliendo casi un año. Y hacen una pareja muy bonita.

Hermione abrió la boca, y dejó escapar un jadeo incrédulo. Parpadeando con mucha rapidez. Intentando aparentar que todo eso le resultaba ridículo. Pero sintió aflojarse el nudo de su estómago.

—Luna, ¿qué dices? Todo eso… no me importa. Ya ves, quiero decir, no estaba mirando a Malfoy —articuló, con más torpeza de la que pudo remediar. Sus mejillas ardieron con más fuerza—. Te confundes. Miraba a Nott, él me ha… saludado.

Luna curvó su boca en una perfecta "o".

—Oh, de acuerdo. Pensaba que los mirabas a ellos —se excusó, sin darle importancia. Pero Hermione aprovechó sus palabras para aclarar rápidamente la situación.

—De hecho… Luna, ¿creías que había algo entre Malfoy y yo? ¿Que yo sentía algo por él? Ginny me dijo que se lo habías dicho… —quiso saber Hermione, atropelladamente. Luna se encogió de hombros, sin lucir avergonzada, y asintió con la cabeza suavemente.

—Oh, sí. Bueno, me lo he planteado. Era una opción —dijo, sin borrar su sonrisa. Al parecer sin notar que su interlocutora no estaba, en absoluto, tan tranquila como ella.

Una opción —repitió Hermione, incrédula, con más frialdad de la que pretendía, para después dejar escapar un resoplido frustrado. Sacudió la cabeza, intentando tranquilizarse—. Te equivocas. No… no es una opción, Luna. No hay nada entre Malfoy y yo… Nosotros nos hemos odiado desde siempre, tenemos una relación terrible. Nosotros…

—Ah, de acuerdo, no lo sabía —interrumpió la joven rubia, con entusiasmo, sin mostrarse alterada.

—Lo que quiero decir —añadió Hermione apresuradamente—, es que no estamos juntos, de ninguna manera…

—Vale, de acuerdo —repitió Luna, con serenidad, todavía sonriendo. Asintió con la cabeza un par de veces, como si ya estuviera todo claro. Hermione detuvo su defensa a trompicones, sorprendida al ver su reacción.

—¿En serio? ¿Y ya… ya está? ¿Me… crees? ¿Así, sin más? —protestó Hermione, casi sin poder asimilar lo fácil que había sido. Lo tranquila que lucía Luna ante ella.

—Claro, ¿por qué no iba a creerte? Eres mi amiga. Si me dices que no estáis juntos, es que no estáis juntos. Los amigos no se mienten.

Luna amplió su radiante y soñadora sonrisa. Hermione, sintiendo un inmediato vacío en el estómago, no pudo correspondérsela. Percibió que el calor de la vergüenza volvía a apoderarse de su rostro. Pero, antes de que pudiera añadir nada más, los ojos de Luna se abrieron más de lo que parecía humanamente posible. Miraba tras el hombro de Hermione con fijeza, inmune a la expresión casi descompuesta de su amiga.

—¡Uy! ¡Ahí están! Perdona, Hermione, son los Torposoplos, los estoy oyendo zumbar. Tengo que irme… ¡Nos vemos!

Con la actitud de quien va a atrapar a un famoso asesino en serie, Luna se colocó de nuevo sus espectrogafas y echó a andar por el pasillo a grandes zancadas. Dejando a Hermione temblando de diversas emociones. Aunque no quería hacerlo, aunque sabía que iba a doler, al verse libre de la peligrosamente inteligente mirada de Luna, giró el rostro para mirar de nuevo a Malfoy. MacDougal ya se había ido, y ahora Draco y Theodore estaban hablando juntos en medio del pasillo. El rostro del chico estaba serio de nuevo. Sereno y desganado. Como si nada emocionante hubiera sucedido en su vida últimamente.

"Los amigos no se mienten…"

Hermione tragó saliva, sintiéndola gruesa en su garganta, y se dio media vuelta con brusquedad. No tenía intención de intercambiar ni una mirada con él, si podía evitarlo. Estaba decidida a recuperar su vida, a no tener ninguna razón para mentir a sus amigos, nada que ocultarles. Quería volver a sentirse cómoda consigo misma y con sus pensamientos. Orgullosa de la persona que era, y de sus acciones. Con ese motivador pensamiento, echó a andar por el pasillo a grandes y decididas zancadas, siguiendo el mismo camino que Luna había recorrido. En dirección contraria a Malfoy y Nott.


Draco golpeó suavemente el borde del tintero con su bella pluma color azabache, para escurrir el exceso de tinta y que no estropease el pergamino. Después, colocó la afilada plumilla sobre el amarillento papel y continuó con su breve carta. Se encontraba a solas en su habitación, sentado en el escritorio, tenuemente iluminado por el candil de la mesa, y rodeado de todo lo necesario para escribir. A un lado, se encontraba el grueso taco de pergaminos que sus padres le habían ido mandando regularmente durante años, los cuales tenían en la parte superior el distintivo sello de la familia Malfoy, dibujado en tinta negra, ornamentado y bello. Siempre los utilizaba para las cartas.

Esta era para su madre, la cual también le había escrito una hacía un par de días. Cada vez que su gran búho aparecía sobrevolando el Gran Comedor a la hora del desayuno, Draco sentía que ganaba años de vida. El hecho de que su madre estuviese en condiciones de escribirle con regularidad era deprimentemente alentador. Aunque las cartas no decían gran cosa que a Draco pudiese interesarle en esos momentos. Su madre le hablaba de la mansión, de cómo había cuidado de ciertas plantas exóticas que tenían en los jardines, de que uno de sus pavos reales albinos había enfermado, de un nuevo elfo doméstico que había conseguido, de alguna vieja amistad que la hubiera visitado… Nada en referencia al Señor Oscuro, por evidentes razones.

Y esa era precisamente la información que a Draco verdaderamente le interesaba. Ansiaba con todas sus fuerzas preguntarle a su madre si estaba bien, si se sentía sola, si Él le había hecho algo, torturado de alguna manera… Él o cualquiera de los mortífagos que habitaban esporádicamente la mansión. Siempre comenzaba sus cartas con un "estimada madre, ¿cómo te encuentras?", y ella nunca respondía directamente. Siempre decía cosas similares a "en casa todo va bien".

Draco quería saber si ella estaba bien. Quería estar allí para apoyarla, para ayudarla. Para cuidarla. Su madre no era una verdadera mortífaga, no tenía la Marca Tenebrosa en su brazo, a diferencia de su padre, ni participaba abiertamente al servicio del Señor Oscuro, a pesar de compartir, por supuesto, los ideales sobre la pureza de sangre. Pero solo era una anfitriona.

Aunque Draco no era una persona que añoraba con facilidad, ese último año echaba de menos más que nunca a su madre. Y era un sentimiento nuevo para él, que lo hacía sentirse ligeramente estúpido, casi infantil. No lo había compartido con nadie. No había cosa que Draco odiase más de sí mismo que sentirse débil o inmaduro. Quizá era el saber que la situación en su casa no podía estar siendo fácil lo que lo invadía de una abrumadora sensación de responsabilidad. La sensación de que debería estar allí con ella, protegiéndola.

Ahora que su padre no estaba con ellos…

Además, al no haber ido a casa durante las fiestas navideñas, gracias a la triquiñuela de su madre para aplazar el ineludible momento en que tomase finalmente la Marca, llevaba sin verla desde verano. Ninguno de los dos había sido nunca especialmente cariñoso en el contexto físico, pero el muchacho se había encontrado a sí mismo con unas ganas terribles de abrazar a su madre durante los últimos meses.

Especialmente cuando todo lo relacionado con Hermione Granger lo invadía como la pesadilla que era.

Aunque intentaba con todas sus fuerzas no juntar ambos mundos, alegando que lo que estaba sucediendo solo era una estupidez colegial y que jamás abandonaría esos muros, a veces la vergüenza y la preocupación lo invadían hasta dificultarle la respiración. Solo pensar que sus padres pudiesen llegar a enterarse de lo que estaba sucediendo, de lo que había hecho, bastaba para que se le secase la garganta. Si su padre se enterase de que había besado a una sangre sucia, en repetidas ocasiones,… no podía ni imaginarse lo que sucedería. Lo repudiaría como hijo. Lo desheredaría. Estaba totalmente convencido de ello. Temblaba de ansiedad solo con imaginarlo. Y lo peor era que a Draco tal comportamiento le parecía lo más razonable del mundo. Él también lo haría si estuviese en su lugar. No tenía tan clara cuál sería la reacción de Narcisa, normalmente más calmada y reflexiva que su impulsivo marido, pero, desde luego, tampoco distaría mucho. La decepción y el asco que vería en el rostro de su madre, Draco apenas se atrevía a imaginarlo. Era demasiado doloroso.

No podía decepcionar así a sus padres. Eran lo más importante para él. Quería que estuvieran orgullosos, quería ser un hijo digno de ellos. Jamás se enterarían de lo que había sucedido. No lo harían.

Unos rítmicos golpes en la puerta despertaron a Draco de su ensoñación, justo cuando el joven terminaba de escribir una palabra y finalizaba la oración con un punto.

—¿Draco, estás ahí? Soy Pansy —saludó una amortiguada voz desde fuera. El chico se giró sobre la silla, contemplando la puerta.

—Sí, pasa —replicó simplemente, estirando el brazo para dejar la húmeda pluma dentro del tintero.

Su amiga abrió la puerta y se asomó, buscándolo con la mirada. Al localizarlo en el escritorio, sonrió automáticamente a modo de saludo. A Draco le extrañó ligeramente ver algo de vergüenza en su expresión, casi disculpa.

—¿Puedo?

—Claro, entra —repitió el joven, apoyando un codo sobre el escritorio para mirarla, alentándola a conversar—. ¿Ocurre algo?

—No, nada —aseguró Pansy con rapidez, adentrándose en la habitación y yendo a sentarse sobre la cama de Zabini, que estaba al lado del escritorio, para poder estar cerca del chico. Seguía luciendo extrañamente amedrentada. Draco entonces se fijó en que llevaba un periódico bajo el brazo—. Solo quería estar un rato contigo. ¿Estabas escribiendo?

—Sí —admitió Draco, mirando de reojo la carta a medio redactar que se secaba sobre la mesa—. A mi madre, ya sabes.

—¿Cómo está? —cuestionó la chica con suavidad, mirándolo con inquietud. Él se encogió de hombros con desgana.

—Todo bien, sin novedad —aseguró sin emoción, decidido a no hacer partícipe a su amiga de nada de lo que estaba pasando por su cabeza. De ninguna de sus alarmantes preocupaciones.

Una frágil sonrisa curvó las comisuras de la chica, antes de añadir con más entusiasmo, como si quisiera animar a su amigo.

—¿Has leído El Profeta de hoy? Hablan de la reunión social que se celebró en tu casa. Incluso hay fotografías —sacó el periódico de debajo de su brazo y lo dejó en su regazo, comenzando a pasar las páginas—. Venía a enseñártelo. En una sale tu madre.

—¿De veras? —Draco permitió que una leve sorpresa alterase sus serenas facciones. Se puso en pie y fue a sentarse junto a la chica, sobre la cama, para ojear el periódico.

—Sí… Mira, aquí está —informó Pansy con emoción, mostrándoselo.

Draco ladeó el rostro para observar el conjunto. Efectivamente, El Profeta, en su sección sobre la sociedad, hacía eco de una fiesta celebrada en la Mansión Malfoy, con algunas de las grandes influencias del mundo mágico actual. Su madre le había dicho en anteriores cartas que pensaba celebrarla, como otros años, a pesar de la ausencia de su padre. Como un intento de demostrar que seguían siendo una familia importante para la sociedad. Lo que no le dijo, aunque Draco estuvo seguro de ello, fue que posiblemente el Señor Oscuro estaba detrás de dicha decisión. Seguramente habría insistido en que se hiciera, intentando demostrar que en la Mansión Malfoy reinaba la normalidad. Que seguían siendo simplemente una familia rica e influyente. A pesar de que su padre hubiese llevado la deshonra a la familia de cara al mundo mágico, siendo encerrado en Azkaban acusado de mortífago. Pero, ahora, al Señor Oscuro le interesaba conservar la reputación de los Malfoy para que a nadie se le ocurriese inmiscuirse en sus dominios. Para que no lo descubriesen allí.

—Mi madre me dijo que la celebraría. Precisamente le iba a preguntar por carta qué tal fue —comentó Draco, examinando las fotos—. Ahí está… —añadió, señalando una de las fotos en blanco y negro en movimiento, que mostraba a la mujer vestida con una elegante túnica de gala, hablando con alguna persona influyente que Draco no conocía. Observó a su madre con detenimiento y, a pesar de la poca calidad de la fotografía, le pareció que estaba bien. Sana. Siempre había sido delgada, y Draco no sabía apreciar si había bajado más de peso o no. Parecía relajada y cómoda, como única representante del orgullo de los Malfoy. Haciendo el mejor papel que podía sin su marido y su hijo.

—Está muy guapa, tu madre siempre ha sido muy guapa —opinó Pansy con una sonrisa radiante. Draco apenas esbozó una sonrisa de agradecimiento. Estaba ojeando el resto del artículo con ojo crítico.

—¿Dicen algo de mi padre?

—No —aseguró Pansy, eficaz—. Nada de nada. Lo he leído completo a propósito.

Draco dejó escapar algo de aire por la nariz, en forma de sutil risotada.

—Mi madre les pagaría para ello, entonces.

La sonrisa de Pansy se volvió comprensiva y algo triste.

—Oye —comenzó la joven con brusquedad, y el repentino temblor nervioso de su voz hizo que Draco la mirara por fin—, yo… quería preguntarte algo. Quería saber si estás enfadado conmigo.

Draco la contempló con ligero desconcierto, frunciendo el ceño.

—¿Enfadado? ¿Por qué?

La chica tragó saliva, algo temerosa. Su rostro se había vuelto vacilante y dolido, y Draco intuyó que esa era la verdadera razón de que su amiga hubiera subido a buscarlo.

—Por lo de… Por lo que conté de Granger. Lo de que fue a verte a la Enfermería después del partido —musitó la chica, con tono de disculpa—. Te fuiste enfadado cuando lo conté delante de todos y… no hemos vuelto a hablar. Me preocupaba que estuvieses enfadado conmigo. Yo no quería… Solo quería que lo supieras. Soy consciente de que es algo asqueroso, y supongo que debería haber sido más discreta. Y no contarlo delante de los del equipo. Lo siento, de verdad….

Draco, asimilando poco a poco las palabras de la chica, sintió un fuerte alivio en forma de retortijón en la base de estómago. Cuando el apellido de la joven Gryffindor salió por los labios de su amiga, Draco sintió que podría sufrir un aneurisma, pero, a medida que continuaba hablando, logró calmarse. Pansy no sospechaba nada. Al contrario. Venía a disculparse por haber hablado de algo tan asqueroso. No dudaba de él. Y, definitivamente, parecía tan avergonzada de haberlo mencionado que no parecía dispuesta a contárselo a los profesores.

Una mezcla de vergüenza y profunda tranquilidad invadió a Draco tan fuerte que durante unos pocos segundos no fue capaz de hablar.

—Pansy, qué estupidez, ¿por qué debería estar enfadado contigo? —cuestionó él finalmente, intentando quitarle importancia y mirándola con el rostro ladeado—. No tienes la culpa de que esa sangre sucia estuviese ahí…

Pansy pareció necesitar respirar con profundidad, como si se inundase de calma.

—Lo sé, pero… Sé que era un tema desagradable. Te enfadaste.

—No me enfadé contigo —repitió, elevando una comisura, dedicándole con sonrisa petulante y cómplice—. Sino con la estúpida de Granger. Entiéndeme, me puse de mala leche. Solo pensar que se aprovechó de que estaba inconsciente para… En fin, a saber. No quiero ni recordarlo. Olvídalo todo, no le des vueltas.

Pansy sonrió con la boca cerrada, luciendo avergonzada. Pero también muy aliviada.

—No quiero que te enfades conmigo —musitó con un pequeño mohín, colocándose el corto cabello tras la oreja.

Draco sacudió la cabeza, fingiéndose exasperado, y se dejó caer hacia atrás sobre el colchón, atravesando la cama, con los brazos cruzados tras la cabeza.

—Nunca voy a enfadarme contigo —pronunció en voz más baja, contemplando el dosel de la cama de Zabini. No había podido decir eso mientras la miraba. Mientras la imagen de Granger estaba plantada en la parte trasera de sus párpados. Mientras rememoraba sin quererlo la sensación de sus labios contra los suyos.

Escuchó a Pansy dejar escapar una risita aliviada, y entonces la puerta se abrió de nuevo, esta vez sin previo aviso. Draco echó la cabeza algo más atrás, y alcanzó a ver del revés cómo el propietario de la cama en la que estaba tumbado había regresado a la habitación.

—¿Interrumpo, pareja? Si vais a enrollaros, no lo hagáis en mi cama, por Merlín —suplicó Blaise con sorna, adentrándose en la estancia y dejando junto a su baúl la mochila que llevaba. Miró a Pansy con una media sonrisa—. ¿Qué, al final estaba enfadado contigo?

La chica le dirigió una rápida mirada de aviso.

—Blaise, cállate… —advirtió, enfadada.

—¿Qué? —replicó Draco, ligeramente divertido.

—Lleva desde ayer dándome la paliza, diciendo que quería hablar contigo para asegurarse de que no estabas enfadado con ella. Estaba preocupadísima —se burló, mirándola con maliciosa diversión—. Que, por cierto, eres una pesada pero al final no me has contado por qué creías que estaría enfadado….

—Gracias por ser tan discreto, pedazo de idiota —contratacó ella, molesta y avergonzada. Incluso se había sonrojado—. No volveré a contarte nada. Cállate la boca.

Draco dejó escapar una risa baja entre dientes.

—Oye, Blaise, ¿estuvo tu madre en la fiesta de mi casa? —cuestionó, cambiando de tema para ayudar a la chica, y volviendo a alzar la cabeza para contemplar a su compañero. Pansy lo miró, logrando esbozar una sonrisa torpe y agradecida.

—Ah, sí, creo que sí —admitió Zabini, con desgana. Se olvidó de molestar a Pansy y comenzó a buscar algo en su baúl—. Con su nueva pareja…

—¿Ha conocido a alguien? —inquirió Draco con ligero asombro, aunque intentando lucir educado. La fama de la madre de Blaise por haberse casado hasta siete veces, y cuyos maridos murieron en situaciones extrañas, era bastante conocida en la alta sociedad mágica.

—Ah, sí, salía en una fotografía —corroboró Pansy, volviendo a ojear el periódico—. Aquí está tu madre, Blaise… ¿Este tipo es su pareja?

El joven se inclinó con apatía, apoyando su peso sobre el colchón con los nudillos, y examinó la imagen con sus oscuros ojos.

—Sí, ese —admitió sin entusiasmo, aunque Draco apreció que sus ojos se movían con rapidez en sus cuencas, sin perderse detalle de la fotografía—. Creo que trabaja en el Ministerio de Magia… No lo conozco mucho. No llevan demasiado tiempo.

—Conociéndote tampoco habrás puesto mucho interés en congeniar con él —corroboró Draco con ligera sorna, mirando a su amigo con burla. Blaise aceptó esbozar una vanidosa sonrisa.

—Me conoces bien —ratificó con un suspiro teatral—. No lo necesito para nada. Es cosa de mi madre, a mí que me dejen en paz…

La puerta de la habitación se abrió por tercera vez, y dos grandes siluetas se recortaron en el marco, a la luz de las escaleras. Eran Crabbe y Goyle. Draco contuvo el impuso de enderezarse de golpe, y se mantuvo tumbado, todavía con ambas manos tras la nuca. Sintió que, a pesar de esforzarse en no alterar su expresión, todas sus fibras musculares se tensaban. Pansy giró el rostro hacia la puerta por inercia, pero después volvió a mirar al frente de golpe, luciendo súbitamente indignada y no molestándose en esconderlo. Draco comprendió que parecía seguir furiosa con aquellos dos por lo sucedido en el partido. Por haberlo atacado y enviado a la Enfermería.

Zabini también miró de reojo a los recién llegados, pero después volvió a inclinarse hacia el baúl, apartando objetos mientras buscaba algo, aunque con movimientos más lentos que antes. No comentó nada, y su rostro no era más que una máscara de serenidad. Pero no se perdía detalle de lo que sucedía a su alrededor.

Crabbe y Goyle se adentraron en la habitación, contemplando a los presentes con aire defensivo, casi en guardia. Se acercaron a sus respectivas camas, solo siendo observados por Draco. El rubio clavó sus ojos en ellos en cuanto se pusieron en su campo de visión, calibrándolos, no demostrando ni la más mínima vacilación. Demostrándoles, o eso pretendía, que no tenía ningún miedo.

—Bueno, ¿nos vamos? —rompió Pansy el silencio, en voz alta y lacónica. Sin esforzarse en disimular su desprecio. Draco sintió una oleada de satisfacción al comprobar que se había salido con la suya. Aquellos dos eran los marginados de la situación. Todos los odiaban, bien por ser los culpables de haber perdido el partido de Quidditch o por haberlo enviado a la Enfermería. Él había ganado, al menos por el momento.

—Sí, vámonos —coincidió Draco con calma, enderezándose con agilidad y poniéndose en pie. Se acercó al escritorio y recogió su carta y sus utensilios de escritura, guardando todo en el baúl bajo llave. Después la terminaría.

—¿Vienes, Blaise? —preguntó Pansy, con retintín, dejando todavía más claro su animadversión por los otros dos. Él compuso una mueca de circunstancias, casi irónico.

—Oh, desde luego, por favor —sentenció, como si lo último que deseara fuera quedarse en esa incómoda habitación. Sacó finalmente un abrigo de las profundidades del baúl. Crabbe y Goyle los contemplaron de reojo, incómodos y molestos. Pero sin nada que decir.

Pansy apuntó con la nariz al techo y extendió el brazo con decisión para que Draco la tomase de la mano antes de avanzar muy dignamente hacia la salida, tirando de él. Queriendo demostrar abiertamente su apoyo al chico. Blaise los siguió, silbando distraído entre dientes, y cerrando la puerta tras él.


—Mierda, ya no puedo más —jadeó Nott en voz alta, levantándose de un salto de la cama.

Había pasado los últimos treinta minutos, desde que se había despertado, dando vueltas y más vueltas sobre el colchón, a punto de orinarse encima. Escuchaba el grifo del baño abrirse de forma intermitente, señal de que estaba ocupado, y por ello llevaba un rato conteniéndose. Aunque el ruido del agua corriendo no era, precisamente, una gran ayuda. Tras comenzar a sentir pinchazos dolorosos en el vientre, se vio obligado a levantarse finalmente y llamar a la puerta del baño antes de que ahí ocurriese una catástrofe.

—¡Draco! —llamó, golpeando la puerta con los nudillos ininterrumpidamente. No podía dejar de retorcerse—. ¿Te falta mucho? —se encogió ligeramente sobre sí mismo. Estar de pie era todavía peor—. Olvídalo, ¿puedo entrar?

—Claro, pasa —respondió su amigo con calma desde el interior.

Nott suspiró con alivio y abrió la puerta a toda prisa. Draco ya estaba vestido con la camisa y los pantalones propios del uniforme del colegio, a diferencia de Nott que aún estaba en pijama. El rubio se encontraba frente al espejo, untándose un poco de crema de color blanco en las mejillas y la barbilla.

—Uf, me meaba muchísimo, no podía más… —masculló el moreno, acercándose al retrete a toda prisa.

—Gracias por la información, muy valiosa —apreció Draco, burlón—. Ya puedo verla en los titulares de mañana… "Un estudiante de Hogwarts de diecisiete años se mea en los pantalones porque tiene la vejiga del tamaño de un Billywig".

—Más bien sería: "Un estudiante de Hogwarts de diecisiete años se mea en los pantalones y a continuación asesina a su compañero de habitación por ser el culpable" —gruñó Nott. Dejó escapar un gemido de alivio cuando comenzó a liberar la presión de su entrepierna—. Ya son casi las ocho, a este paso llegaremos tarde a desayunar. Y yo necesito lavarme los dientes. Siempre duermes hasta tarde y encima tardas mucho en el baño...

—No llevo aquí tanto tiempo —protestó Draco, distraído. Cogió la navaja de afeitar mágica, a la cual previamente había indicado cómo quería el corte, y comenzó a pasársela por la mejilla izquierda. Una sombra de barba ya había empezado a aparecer hacía un año en el rostro del joven Malfoy, aunque era de un color rubio tan claro que no le hacía falta ni afeitarse. Solo lo hacía por la sensación de orgullo que le producía sentirse tan hombre como para tener que utilizar navaja de afeitar.

—Oh, no, solo treinta y cinco minutos —se quejó Nott en tono mordaz—. En serio, no sé cómo puedes tardar tanto en arreglarte —lo miró por encima del hombro y abrió los ojos con pasmo —. ¡Ni siquiera te has peinado todavía!

Draco no pudo contener una risotada entre dientes.

—¿Y quién te ha dicho a ti que he estado treinta y cinco minutos arreglándome, a ver? —espetó, intentando mantener el rostro serio y orgulloso—. A lo mejor he estado haciendo otras cosas más íntimas…

Nott dejó caer la cabeza hacia adelante y se echó a reír a carcajadas sin poder contenerse.

—¡Qué asco! —lo acusó sin poder parar de reír, cogiendo un poco de papel higiénico y arrojándoselo a la nuca—. ¡Haz el favor de no hacer guarradas aquí! ¡Compartimos este baño!

—Yo, si fuera tú, me preocuparía más por Crabbe o Goyle —contraatacó Draco, ahora con una sonrisa cargada de maldad—. Que les oigo levantarse todas las noches varias veces…

—Vete a la mierda, no me asustes —se lamentó Nott, abrochándose los pantalones por fin, para después tirar de la cadena. Suspiró, todavía riendo de forma residual, y se apoyó en la pared, contemplando a Draco en el reflejo del espejo. No podía usar el lavabo para lavarse las manos, estando este ocupado por su amigo—. Date algo de prisa, ¿quieres? Los demás ya se han ido hace rato…

—Ya ves, qué novedad —protestó Draco, socarrón, limpiando el exceso de crema de la navaja en el agua del grifo—. Zabini querrá pillar a Davis antes del desayuno para liarse con ella en algún sitio, y Crabbe y Goyle querrán ir antes al Gran Comedor para robarles las magdalenas a los de primer año. Seguro que los del equipo no han bajado todavía, ayer pretendían acostarse tarde…

—Buen resumen —replicó Nott, burlonamente. Vaciló un instante, rememorando, y después añadió—: Oye, hablando de los del equipo, ¿cómo acabó lo que liasteis ayer? ¿Lo del pequeño de los Creevey?

—Ah, eso… —Draco resopló con pesadez—. Abbot nos pilló. La Prefecta de Hufflepuff. Y estaba con el sangre sucia de Finch-Fletchley. Así que, ¡sorpresa!, vuelvo a estar castigado —dejó escapar una amarga risotada.

—¿A quién avisaron? —cuestionó Nott, sin mostrarse demasiado empático con su amigo.

—Sprout. Su despacho estaba cerca, casualmente, y llegó enseguida. Nos pilló de pleno.

—¿Y el castigo?

—Yo limpiar los urinarios de la Enfermería —confesó Draco, encogiéndose de hombros con resignación—. Solo un par de días. A los demás no sé qué les ha tocado. Creo que Pucey tiene que ir con el imbécil del guardabosques… En fin, al menos no nos pilló McGonagall. Después del último castigo por lo de Warrington me dijo que, si volvía a pillarme metiéndome en líos, me haría limpiar los urinarios de los elfos domésticos —lo recorrió un abierto escalofrío—. Esa vieja está como una cabra… —sacudió la cabeza, intentando alejar esos pensamientos de su mente—. ¿Sabes? Dumbledore escribió a mi madre para contarle lo mal que me porto en la escuela —contó, con abierta burla, al parecer divertido. Nott abrió los ojos con sorpresa.

—¿Va en serio? ¿Y qué te ha dicho tu madre?

—Bah, les ha contestado que está segura de que mi comportamiento es ejemplar, y que, como se entere de que me castigan de cualquier manera, mandará al Consejo Escolar a hacer una inspección al castillo —esbozó una sonrisa abiertamente divertida—. Es la mejor.

Nott sonrió, incrédulo, arqueando una ceja ante la actitud abiertamente sobreprotectora de Narcisa Malfoy hacia su único hijo. No lo pillaba por sorpresa, dado lo mucho que siempre habían malcriado a Draco, pero a veces reconocía que lograba sorprenderlo.

Su sonrisa no tardó en vacilar al recordar a los padres de su amigo, y la recta y severa actitud que siempre habían lucido, a pesar de darle siempre todo lo que quería. Vivían por y para proteger a su único hijo sangre pura de esa escoria llamada muggles.

Y ahora, al parecer, él y Granger…

Llevaba desde el día anterior muriéndose de ganas de sacarle el tema de Hermione Granger, pero no había encontrado el momento. Cuando Draco estaba cansado, no había poder humano que lo incorporase de la cama, y esa noche había caído rendido muy temprano. Quizá ahora fuese el momento. No se le ocurría otro mejor, aprovechando que era improbable que los interrumpiesen allí.

Tenía un plan, y estaba decidido a llevarlo a cabo. Aunque no estaba seguro de que funcionase, quería intentarlo. No pensaba, ni por asomo, contarle lo que Granger sentía por su amigo. Eso lo tenía muy claro. Pero sí estaba decidido a descubrir qué era lo que Draco pensaba al respecto.

—Oye, Draco…

—¿Humm? —masculló él, con la cabeza levantada para afeitarse la parte baja de la barbilla.

—Me gustaría… pedirte consejo sobre algo —comenzó Nott. Se cruzó de brazos y trató de que su rostro mostrase algo de vacilación—. Es… muy complicado y no sé cómo te lo vas a tomar. Pero quiero saber tu opinión.

—Tú dirás —convino Draco con resignación, volviendo a limpiar la cuchilla. Añadió con ironía—: ¿Qué mejor momento que este, cuando estamos juntos en la intimidad del baño?

Nott sonrió débilmente. Al menos se encontraba de buen humor. Lo necesitaría.

—Vale, allá va —comenzó con fingido tono preocupado, apartando la vista de forma intermitente, como si le costase sostenerle la mirada. Pero en realidad no se perdía ni una sola de las expresiones de su amigo—. Supongamos por un momento… Imaginemos que… estoy… interesado en una sangre sucia. En una… hija de muggles.

Draco detuvo al instante sus movimientos. No se giró, ni dijo nada, pero dejó de deslizar la cuchilla sobre su rostro. Lo miró a través del espejo, solo moviendo sus ojos dentro de sus cuencas hasta encontrar los de su amigo.

—¿Qué? —logró articular, con un tono de voz más calmado del que Nott esperaba—. ¿Cómo que interesado?

—Es solo un suponer —se defendió Theodore apresuradamente, sin mucho énfasis.

Ya, y una mierda un suponer —espetó Draco, rudo, y abiertamente incrédulo—. Ya puedes explicarme de qué diantres hablas…

—Bueno, vale, mira, yo… —volvió a comenzar, con falsa torpeza, pasándose una mano por el oscuro cabello, despeinándoselo a propósito—. No se lo cuentes a Daphne, por favor, aun estoy… intentando aclararme. Pero… digamos que he comenzado a sentirme algo raro. Ya sé que no vas a apoyarme en esto ni nada parecido, me lo dejaste claro la otra vez —se apresuró a decir, con una débil sonrisa de disculpa—. Pero necesito contárselo a alguien. Y eres mi mejor amigo.

—¿Pero de qué hablas? —escupió Draco, incrédulo. No era capaz de entender completamente a dónde quería llegar su amigo, pero estaba comenzando a sentir un turbio calor en la espalda—. ¿Apoyarte? ¿Apoyarte en qué?

—Pues… Estoy hecho un lío, porque evidentemente estoy con Daphne, pero… No sé qué hacer. No puedo controlarlo… Esta otra chica m-me empieza a interesar de verdad. Me gusta. ¿Qué hago?

Draco dejó escapar entonces un resoplido airado. Sacudió la cabeza, como si lo que estaba escuchando fuese absurdo. Parecía incluso divertido.

—Por las barbas de Merlín… En fin, esto tenía que pasar tarde o temprano. Has terminado de volverte loco... Ahora resulta que te sientes atraído por los sangre sucia. ¿Que qué haces, preguntas? Pues olvidarlo todo, Nott, joder. Volver a la realidad. Eso es lo que tienes que hacer, ¿te recuerdo que eres un sangre limpia? Creo que voy a escribirlo en letras enormes y a colgar el cartel en el dosel de tu cama, para que lo leas al despertarte —masculló Draco, como si todo aquello fuese ridículo. Pero, entonces, Nott vio cómo algo atravesaba sus ojos grises. Un fugaz pensamiento que lo hizo parpadear, y borrar su media sonrisa—. Además, espera, ¿se puede saber de quién diablos estás hablando? ¿Qué sangre sucia te atrae? —saltó entonces, con voz tensa. Nott tuvo que contenerse con todas sus fuerzas para no echarse a reír ante semejante pregunta.

—Lo sé, sé que lo normal sería olvidarlo —respondió Nott, fingiendo no haber escuchado nada. Si tenía que poner a su amigo al límite, lo haría—. De verdad. Sé que lo nuestro no puede ser. Pero, Draco, ella me ha dicho que también le gusto. Y eso… lo cambia todo, ¿no crees? Siente lo mismo que yo. Con lo cual, ¿es una locura que pase algo entre nosotros?

Draco se quedó paralizado ante sus últimas palabras. De pronto no fue capaz de abrir la boca. Algo semejante era lo último que se esperaba. Toda aquella conversación lo estaba pillando por sorpresa. Y un preocupante pensamiento se había atascado en su subconsciente. ¿Con cuántas sangre sucias se relacionaba Theodore…?

Tenía que ser más de una. Tenía que serlo.

—Espera, ¿cómo que… te corresponde? —logró articular, y su voz sonó casi acusadora—. Eso no puede ser… ¿Pero es que acaso se lo has dicho? —pero decidió que nada de eso le importaba, y que había algo que le urgía más saber—: Nott, ¿de qué sangre sucia estás hablando?

—Sí, se lo he dicho, y me ha dicho que siente lo mismo —protestó Theodore, casi ofendido. De nuevo sin responderle—. Se siente igual que yo, preocupada, porque su situación es…

—Nott —lo interrumpió Draco con más fuerza, y brusquedad, sin intentar ni por un momento no sonar acusador ni fingir empatía—, ¿de qué maldita sangre sucia estás hablando? ¿Granger?

El moreno tragó saliva, fingiendo contener un estremecimiento. Pero tuvo que reunir toda su fuerza de voluntad para no esbozar una sonrisa triunfal.

—Granger —se obligó Nott a confesar lentamente, articulando con claridad, mirándolo fijamente—. Sí, se trata de Granger. Se podía decir que… estamos pasando más tiempo juntos, a raíz de empezar a hablar en clase de Aritmancia. Ella… ella me ha dicho que le gusto. Y yo también me estoy empezando a sentir…

Enmudeció de forma teatral, observando a su amigo, fingiendo vergüenza, ocultando una absoluta curiosidad por su reacción. Draco había dejado de respirar. Esa fue toda su reacción. Dejar de respirar. Durante varios segundos no movió ni un solo músculo de su rostro. Después parpadeó dos veces y se giró lentamente, aún con la navaja olvidada en la mano, para poder mirar de frente a su amigo, y no a través del espejo. Nott, aunque lo intentó, no supo poner nombre a su expresión. Era todo demasiado sutil, pero creyó apreciar pasmo, incredulidad, y casi miedo. ¿Cólera, quizá, también? No podía estar seguro. Sus facciones eran una eficaz máscara de ingeniosa y creíble sorpresa sutil, y sus plateados ojos solo estaban un milímetro más abiertos que de costumbre.

—¿Granger? —fue lo primero que logró articular Draco, en medio de la quietud del baño. Su voz sonó extrañamente áspera—. ¿Tú y Granger? Eso no puede ser. ¿Que tú le...? ¿Vosotros estáis…?

—Bueno, no… Todavía no hay nada entre nosotros, creo. Pero, digamos que… en fin… —Nott tuvo que morderse el labio, para disimular la sonrisa divertida que amenazaba con traicionarlo y acabar con su farsa.

—¿Crees? —lo interrumpió de nuevo Draco, sin piedad, cortante. Y esta vez no hubo dudas: su voz sonó estrangulada. Su rostro dejó de lucir inexpresivo para contorsionarse en una mueca de furiosa incredulidad—. ¡Es… es Granger! ¡Es una sangre sucia! ¿Qué demonios has hecho con ella? ¿En qué estás pensando? ¿Qué cojones pretendes hacer?

Draco de pronto parecía preocupantemente cerca de sufrir un infarto. Había comenzado a respirar con visible esfuerzo. Se mantenía orgullosamente erguido, con su gris mirada clavada en su amigo, pero la expresión de su altivo rostro lo estaba traicionando. Su ceño se había fruncido, sus ojos refulgían, moviéndose rápidamente, asimilando la información. Se permitió lucir así, incapaz de controlarse, rezando para que Theodore lo interpretase como un abierto rechazo a una situación semejante entre su amigo y una sangre sucia. Pero no era ese, ni de lejos, el motivo.

Eso no podía ser verdad, o al menos eso pensó Draco con bochornosa desesperación. Nott no podía… No, Granger no podía sentir eso por Nott. Él… Él la había besado. Él debería ser quien…

Luchó por tragar saliva, pero se quedó atascada en su garganta, aumentando su sensación de agobio. Intentó al menos detener el torrente de pensamientos que lo asolaban, recomponerse, y lucir asqueado de forma más creíble. No permitiría que Nott supiese lo que estaba pasando por su mente, trabajando ésta a toda velocidad, intentando dar sentido a lo que su amigo le estaba contando. Su corazón rebotaba fuertemente contra su pecho por la sorpresa. Sus dientes estaban apretados debido al rencor.

Sentía el calor de los celos abrasarle la nuca.

Por mucho que Draco fuese un experto ocultando sus emociones, enmascarándolas de altivez y socarronería, había cosas que no se podían ocultar. Nott, para su propia preocupación, estaba consiguiendo lo que quería. Por desgracia, había confirmado sus sospechas. La actitud de Draco estaba siendo como un libro abierto.

Tanto Granger como Draco sentían lo mismo. Ahora Nott lo veía muy claro. No era solo por parte de la chica. Era cierto que no daba la impresión de que Draco, a pesar de corresponderle claramente, fuese capaz de tener algo con ella. Seguía demasiado aferrado a sus creencias, o eso creía Nott. Pero no pensaba arriesgarse. Contarle a su amigo lo que ella sentía sería un error, una pésima idea. No debía hacerlo. No podían estar juntos. Por desgracia, no podían.

¿Si Draco supiese lo que Granger sentía, cambiaría algo? ¿Llegaría a plantearse tener realmente una relación con ella al saberse correspondido? A pesar de lo evidentemente ridículo que sonaba, Nott no tenía muy clara la respuesta a esas alturas.

Draco seguía mintiéndole. Seguía fingiendo que no había pasado nada entre ellos. Y Nott estaba harto de hacerse el tonto. Quería que su amigo le confesase lo que Granger ya le había contado. Que se habían visto a escondidas, que se habían llegado a besar incluso… Quería escucharlo de su boca, escuchar su justificación. Que lo convenciese de que, en contra de lo que todo apuntaba, no se estaba enamorando de Hermione Granger. Decidió tirar más del hilo, seguir con su pantomima, solo para ver hasta dónde llegaban los sentimientos de su amigo. Hasta dónde llegaban sus evidentes celos ante una ficticia relación entre Theodore y Hermione. Se preguntó si sería capaz de hacer que su amigo se viese reflejado en él.

—Nada, eso… eso no importa. Lo que hayamos hecho no importa… —Nott fingió sacudir la cabeza con frustración, incapaz de sobrellevar sus pensamientos. Se cruzó de brazos, aparentando sentirse desamparado—. No sé si seguir adelante con esto o no. Sé que no tiene sentido, que a pesar de todo se trata de una sangre sucia, pero no puedo contener lo que siento. Ya no odio a los que son como ella, pero enamorarme es un paso para el que no creo estar preparado. Por mucho que ella me guste… Voy a convertirme en mortífago de forma inminente, ¡no puedo serlo y tener una relación con una sangre sucia! No podría disimular algo así. ¿Qué hago? ¿Crees que merece la pena luchar por Granger, jugarme la vida, ahora que los dos sentimos lo mismo? ¿Lo harías si estuvieras en mi lugar?

Draco no parpadeó. La navaja estaba en su exánime mano, apoyada en el lavabo, inmóvil. La poca espuma que todavía tenía en la barbilla había comenzado a resbalar hacia su cuello, pero él no pareció darse cuenta. Su rostro había ido transformándose, mientras su amigo hablaba, en una máscara helada. Ahora Nott no era capaz de leer ni una sola emoción en él. Ni siquiera sorpresa. Ni ira. Nada. Parecía congelado por un Petrificus Totalus.

Lo vio tragar saliva, su nuez moviéndose en su garganta, y finalmente separó los labios.

—Nott, ¿qué…? —Draco pareció necesitar tragar saliva de nuevo, y después su rostro se contorsionó en una mueca de desprecio. De desprecio y confusión—. ¿Esto va en serio? ¿De verdad te estás planteando algo semejante? No puedes… Esto no puede ser —espetó, alzando ligeramente la voz. Repentinamente seguro de sí mismo—. No puedes estar con Granger. De ninguna manera.

—¿Por qué no? —cuestionó Nott, en voz más baja y menos vacilante. Casi maliciosa, sin que pudiese evitarlo. Pero Draco no se percató.

—¡Porque es una puta locura! —saltó, alzando la voz—. ¡Porque es una sangre sucia, simple y llanamente! ¿Te parece poco motivo? ¿Es que no te entra en la cabeza? ¡Tener algo con ella es un sacrilegio!

—¿Lo es? —saltó Nott, con renovada firmeza. El tono dubitativo en su voz había desaparecido—. ¿Crees de verdad que lo es?

Oh, no. Es de lo más normal —ironizó, casi con histerismo. Continuó con furiosa incredulidad—: Maldita sea, Nott, tú mismo lo has dicho, vas a ser un mortífago. Aunque sea contra tu voluntad. Vas a matar a los que son como ella. ¿Qué esperas que te diga? "¡Anda, qué bien, os gustáis! Felicidades, ¿a qué esperáis entonces para estar juntos? ¿Qué os lo impide? ¿El Señor Oscuro? Nimiedades…"

—Pues sí, esperaba que me dijeses algo así —coincidió Nott, con más firmeza, y ligera sorna. Sus ojos atravesaban a Draco como dos espadas.

—¿Qué? —escupió Malfoy con total desdén, casi por inercia. Sin entender sus palabras. Percibiendo, para su extrañeza, que no las había dicho en broma. Y entonces se dio cuenta de la expresión que lucía su amigo. Ya no parecía preocupado. Parecía casi… mordaz.

—¿Y si no fuera Granger? —planteó entonces Nott con tranquilidad, olvidándose de lucir dubitativo—. ¿Y si fuera otra hija de muggles? ¿También te parecería una locura que estuviera con ella? ¿O ya no sería tan descabellado?

Draco lo miró durante varios segundos, mudo, con aspecto de no poder creer lo que oía. Al parecer cayendo en la cuenta, de pronto, de que algo se le escapaba. Pero entonces algo cambió. Su rostro se relajó. También la tensión de sus hombros. Sus ojos grises se entrecerraron, convirtiéndose en dos finas y peligrosas rendijas plateadas.

Y Nott comprendió que le había descubierto.

—¿Qué está pasando? —pronunció Draco finalmente. Su voz fue una corriente de aire gélido, seria y baja—. ¿Te burlas de mí? ¿De qué va todo esto?

—Solo quería saber tu opinión sobre qué harías si estuvieras en mi lugar —trató de decir el moreno, con fingida inocencia, pero sin poder contener un tono casi sarcástico—. Si te gustase una sangre sucia y fueras correspondido.

Y una mierda. Te estás riendo de mí. Y me estás mintiendo a la cara, no me tomes por idiota. Es todo mentira. No hay nada entre Granger y tú. Ella no te ha dicho nada semejante —lo acusó con renovada firmeza. Su amigo frunció ligeramente los labios, componiendo una mordaz sonrisa de lado, viéndose descubierto. Ante su muda confesión, Draco sintió que volvía a ser dueño de su cuerpo y de la situación. Y sintió la rabia invadirlo—. ¿Pero qué te pasa? ¿A qué viene todo esto?

—Quería saber qué pensabas ahora mismo sobre las relaciones con los muggles —sentenció Nott con socarronería, mirándolo sin mostrarse avergonzado—. Y, como eres un cabezota al respecto, he querido planteártelo de otra manera. Parece que te molestaría que yo tuviese algo con Granger, ¿me equivoco?

Draco dejó entonces escapar una risotada burlona. Sin dejar de sonreír de forma venenosa, como si viese a su amigo tal y como era por primera vez, se pasó la lengua por la superficie de los dientes.

—Así que es eso. Ahí está. Sigues con tu puta teoría de que hay algo entre Granger y yo, ¿no? Crees que lo que vieron Crabbe y Goyle es verdad. Esto es increíble —resopló, sacudiendo la cabeza con incredulidad. Volvió a girarse hacia el lavabo—. Y estabas intentando que yo confesase... Eres patético, Nott. Te hubiera salido bien la jugada, si algo de lo que planteas fuese verdad. Lástima que no sea así.

—¿En serio? —se mofó Nott con mala uva, comenzando a perder la paciencia—. Pues, perdóname, pero yo ni siquiera he mencionado a Granger en primer lugar. Únicamente he hablando de una hipotética sangre sucia. Eres tú quien, inmediatamente, ha pensado en ella. Parece que la tienes muy presente.

Draco pareció capaz de arrancar el grifo del lavabo y golpear a su amigo con él, a juzgar por la mirada que le dedicó a través del espejo.

—Mira, no me toques los… —espetó entre dientes, con tono calmado pero igualmente furibundo. Limpió la cuchilla bajo el grifo, y entonces se dio cuenta de que las manos le temblaban—. Maldita sea, eres agotador, no puedo creerme que hayas montado todo este lío por esa estupidez. ¿De verdad sigues con ese tema a estas alturas? ¿No te lo dejé claro la otra vez? No hay nada entre Granger y yo. Crabbe y Goyle están chiflados, pero creía que tú eras más inteligente. No siento nada por ella y ella no siente nada por mí. ¡Sorpresa! Nadie se lo esperaba, ¿eh? —ironizó con desgana. Después colocó la cuchilla de nuevo sobre su barbilla, terminando de afeitarse el pequeño trozo de piel que le quedaba.

Nott resopló con incredulidad. ¿Cómo podía seguir mintiéndole tan descaradamente sin inmutarse? Era el colmo.

—¿Y si lo sintiese? —soltó Theodore sin poder contenerse, sus palabras abandonando su boca antes de que pudiera contenerlas. Se maldijo al instante, su corazón dando un vuelco ante lo que había dejado escapar. «Mierda…»

—¿Si sintiese qué? —espetó Draco con agresividad. Nott no lucía avergonzado por sus acusaciones. De hecho, seguía insistiendo, inmune al enfado de Draco, y eso lo molestaba más todavía. Nunca había conocido en toda su vida a alguien tan obstinado como Theodore. Bueno, irónicamente, quizá Granger. Sintiendo un desagradable escalofrío en su espalda, dejó la navaja a un lado por fin y se retiró los restos de crema con una toalla.

—Si Granger estuviera interesada en ti —tuvo que aclarar Nott, con cautela. Intentó controlar su tono para lucir calmado. Que Draco solo lo tomase por una hipótesis. Que no sospechase la verdad.

Pero Draco parecía a punto de perder los nervios. Le empezó a latir un músculo en la mandíbula.

—Pero vamos a ver… —tuvo que tomar aire, casi ahogándose de desesperación. Dejó la toalla a un lado y agachó el rostro, cerrando los ojos y sujetándose al lavabo con ambas manos, como si se diese fuerzas para no asesinar a su amigo—. ¿Cómo demonios va a estar Granger interesada en mí? ¿Tú eres consciente de lo que dices? Por mucho que Crabbe, Goyle y tú estéis empeñados, es simplemente absurdo. Maldita sea, ¿si me lío con Granger os dan un puesto fijo en el Ministerio o algo por el estilo? Parece que lo estéis deseando…

—Vale, muy bien, es absurdo. Tú no sientes nada, y Crabbe y Goyle tienen alucinaciones, entiendo. Todo el mundo está loco menos tú —lo interrumpió Nott, hablando con más firmeza, casi desdén. Demostrándole que seguía sin creer ni una palabra—. ¿Y si Granger te dijera que siente algo por ti? A pesar del odio que sientes tú —le espetó con abierto escepticismo—. ¿Cambiaría algo? ¿Te plantearías tener algo con ella? ¿Qué harías?

Tener algo con ella —repitió Draco con lentitud, paladeando las palabras, como si fuese lo más ridículo que había oído en su vida—. Lo que me faltaba por oír. Te voy a… ¡Maldita sea, que no, joder! —saltó, con furiosa incredulidad, al ver que su amigo seguía mirándolo con total seriedad, esperando una respuesta—. ¡No haría nada! ¡Morirme del asco! ¿Qué se supone que debería hacer según tú? ¿Por qué te empeñas en que me plantee semejante disparate?

Se humedeció los labios y, tratando de recobrar la compostura, volvió a coger la navaja y la acercó a su rostro. Solo para tener algo que hacer. Necesitaba mantener las manos ocupadas o estrangularía a su amigo sin remedio.

—¿De verdad pensarías así? ¿De verdad? ¿Me estás diciendo que si Granger se plantase delante de ti ahora mismo, y te dijese que le gustas, te morirías del asco? —espetó Nott, furiosamente irónico—. Pues perdóname, pero no me creo ni una palabra…

—¿Y a mí qué cojones me importa que te lo creas o no? —le espetó Draco, echándole un feroz vistazo a través del espejo—. ¿Por qué tengo que demostrarte nada? ¿Qué es exactamente lo que quieres de mí, Theodore?

—Quiero la verdad —escupió Nott, con firmeza—. Quiero que me cuentes de una vez por todas lo que está pasando. Quiero ayudarte a solucionarlo.

—¡Es que no está pasando nada! —protestó Draco, con abierta desesperación, mirándolo con incredulidad—. ¡Ya te lo he dicho millones de veces! ¡Me parece increíble que creas a dos bolas sebosas como Crabbe y Goyle antes que a mí! ¿Así que es eso, así funciona esto? ¿No vas a parar hasta que te diga lo que quieres oír? Mira estoy… estoy harto de ti. Nott, basta, te lo advierto…

—Yo soy el que se está hartando de ti —protestó Nott aun así, sin dejarse intimidar, respirando entrecortadamente. Su voz sonó emocionada de pronto—. Draco, basta, lo sé todo. Lo sé todo —enfatizó, ácidamente.

—¡¿Saber el qué?! —estalló Draco, retirando un instante la cuchilla, para poder mover la mandíbula con libertad y hablar más alto—. ¡No puedes saber nada, porque no hay nada que saber! ¿Qué sab…?

Nott dejó escapar un potente gruñido desesperado, elevando el rostro al cielo, para estallar finalmente, con voz potente:

—¡SÉ QUE ESTÁ LOCA POR TI, PEDAZO DE ESTÚPIDO!

—¡MIERDA!

La navaja aterrizó en el suelo con un chasquido. Draco se había hecho un corte en la mejilla, al sobresaltarse ante el inesperado grito de su amigo. El rubio se llevó una mano al rostro, mientras con la otra alcanzaba la toalla que tenía al lado y se la colocaba sobre el corte sangrante. A continuación, miró a Nott a través del espejo. Él le devolvió la mirada. Su pecho, enfundado en un fino pijama marrón, subía y bajaba de acuerdo a su agitada respiración. La súbita fiereza en su normalmente tranquila mirada hizo que Draco no fuese capaz de decir nada en un primer momento. Se sucedieron tres segundos de silencio en los cuales una traicionera gota cayó del grifo al lavabo, produciendo un leve "plop".

Nott cerró los ojos con fuerza. Como si un súbito dolor lo asolase. El dolor del arrepentimiento. Se llevó ambos puños al rostro y los apretó contra sus ojos.

—Mierda —dejó escapar en voz alta, en un lamento ahogado.

«Oh, mierda… Maldita sea»

Se golpeó la frente dos veces, con fuerza, cargado de frustración consigo mismo, necesitando desahogarse. Después bajó los puños, solo un poco, y se atrevió a mirar a su amigo. Éste se había girado de nuevo para mirarlo de frente, y lo contemplaba con perturbadora fijeza. Sus labios estaban despegados en una sutil mueca de desconcierto.

«Mierda, joder… ¿Por qué he abierto la boca?»

—¿De qué estás hablando? —pronunció Draco finalmente, en medio del silencio del baño. La costumbre que tenía desde que era pequeño de arrastrar las sílabas hizo que la frase sonase casi eterna.

Nott apenas podía respirar. Lo había dicho. Se le había escapado. Y lo peor era que Draco se lo había tomado en serio. Ahí estaba, mirándolo con absoluta frialdad y estupefacción. Sabía que estaba leyendo que era verdad en sus ojos avergonzados. Ahora no podía retractarse.

«Maldita sea…»

—Lo que has oído —murmuró Nott, sin poder hacer nada ya por disimular—. Ella siente lo mismo que tú. Lo mismo que tú, porque sé que tú también lo sientes. Sinceramente, estoy hasta los cojones de que me mientas y finjas que tú no lo haces. Y también hasta los cojones de fingir que no me estoy dando cuenta de lo que está pasando —logró articular, alterado pero firme. El tono de voz vacilante con el que había comenzado esa conversación lo había abandonado por completo.

—Nott, ¿pero de qué hablas? —espetó Draco, y su voz apenas fue un seco murmullo—. ¿De qué…? ¿Cómo puedes…? ¿Qué diablos sabes?

Su amigo tragó saliva, y se vio obligado a tomar aire con énfasis para poder hablar.

—Sé algunas cosas… No sé si todo, pero sí lo suficiente —carraspeó un poco, dándose unos segundos para ordenar sus pensamientos—. Ayer, en clase de Aritmancia, estuve hablando con Granger.

Draco no dejó de mirarlo. En el medio de sus cejas se dibujó una sutil arruga.

—¿Y?

—Y —repitió Nott, con cautela— estuvimos hablando… de ti. De vosotros. Me habló de sus sentimientos. Me ha… contado algunas cosas. Ella no quería, pero yo… insistí.

—¿Sentimientos? —cuestionó Draco de nuevo, ahora más secamente. Estaba rígido como un palo de escoba.

—Mira… no tenía intención de contarte esto. Prometí a Granger que no lo haría. Pero, Draco, a pesar de saber lo que ella siente, te pido por favor que no te precipites. Eres un cabezota de mierda, y no sé realmente qué sientes por ella, me tienes totalmente confundido. Granger me ha contado al menos parte de lo que está pasando entre vosotros… pero ha sido suficiente para asustarme. Draco, no… no sé cómo has podido llegar a esta situación. No te entiendo. Pero —dejó escapar una risa nerviosa—, creo que estarás de acuerdo conmigo en que es una locura. No necesitas que yo te lo diga. ¿Qué… estás haciendo?

Malfoy parpadeó y bajó la mirada. De pronto parecía curiosamente ausente. Incluso sus ojos estaban desenfocados. Estaba serio y concentrado. Cavilando, quizá tomándose su tiempo para asimilar las palabras de su amigo, o eso se imaginó Nott.

Cuando Draco volvió a alzar la mirada, sus ojos eran dos carámbanos de hielo.

—¿Granger te ha dicho que siente… qué? —cuestionó, con repentina firmeza en su fría voz. Nott se humedeció los labios y dejó caer su mirada antes de contestar.

—Le gustas —admitió, mirando una de las baldosas del suelo. Recorriendo su contorno con la mirada—. Le gustas de verdad.

—Ya, bueno, eso es mentira —espetó Draco, como si fuera evidente. Se quitó por fin la toalla de la cara. El corte era superficial, y ya no sangraba. Nott lo miró de nuevo de pura sorpresa.

—¿Perdón? —replicó, desconcertado por su respuesta.

—Que eso es mentira —repitió Draco, con seguridad. Como quien discute sobre el color del cielo en un día despejado de verano—. Ella no siente eso por mí. Es evidente. ¿Eso es todo lo que te ha dicho? ¿Para qué te diría algo semejante?

—Pero… ¡pero claro que no es mentira! —exclamó Nott, sorprendido por sus palabras—. No gana nada mintiéndome, Draco, al contrario. Tiene miedo, pero sabe… —enmudeció, y se corrigió a sí mismo—: cree que no la correspondes…

—¿Corresponderle? ¡No le correspondo a nada! ¡NO LO HAGO! —Draco gritó de pronto esa última exclamación, a voz en cuello, sobresaltando a su amigo.

Arrojó la toalla al suelo y salió del baño como una exhalación. Nott permaneció un par de segundos sin ser capaz de moverse. Sintiendo el corazón latir contra su garganta. Sintiéndose terriblemente impotente. Draco todavía intentaba negar lo innegable, de forma torpe y desesperada. Y Nott creía entender el por qué.

El miedo cegaba a Draco. El miedo de ser correspondido por la única persona que quería y que no podía tener.

Tras recomponerse, Theodore logró moverse y lo siguió hasta la habitación. Lo encontró de pie frente a su cama, metiendo los últimos libros en su mochila con una brusquedad apabullante. Se había colocado la túnica del uniforme por encima de su blanca camisa.

—Draco —comenzó, con cautela—, por favor, escúchame. No te precipites. Di lo que quieras, niégamelo todo si quieres, no me importa…

—No te atrevas a ser condescendiente conmigo, Theodore —espetó Draco, sin mirarlo, deteniendo un momento sus movimientos, para controlar la rabia. Las manos le temblaban. Nott chasqueó la lengua, impaciente.

—Draco, vas a ser un mortífago. No lo olvides. No puedes involucrarte de semejante manera con una sangre sucia —le advirtió, casi desesperado—. Te lo dije, Draco, tu situación no lo permite. Tú mismo me lo has dicho a mí cientos de veces. Me dijiste que solo llevarme bien con ella era peligroso, ¿y ahora tú te arriesgas de esta forma? Draco, te matarán. Te… asesinarán por traidor. Y también a tus padres. Tienes que poner fin a lo que está pasando entre vosotros. Te lo pido por favor…

—No hay nada entre Granger y yo —articuló el rubio muy lentamente, sin mirarle. Cogió la corbata, que reposaba sobre el baúl, y se la echó al cuello de cualquier manera. Nott por un momento tuvo miedo de que intentase ahorcarse con ella—. Yo jamás, jamás, tendría nada con una sangre sucia. Y ella no siente absolutamente nada por mí, no sé qué pretende diciéndote todo eso. Todo lo que te ha contado es mentira. No ha pasado nada entre nosotros. No es más que una puta mentirosa.

—¿Ella es la mentirosa? ¡Draco, basta! —espetó Nott, alzando la voz con furia, y abriendo mucho los ojos. Estaba harto—. ¿Qué ganas con esta actitud? No soy tu enemigo. Confiaste en mí en los vestuarios, antes de San Valentín, para contarme lo que te preocupaba. ¿Por qué no puedes confiar ahora en mí? Está muy claro que está pasando algo entre vosotros, lo sospechaba antes incluso de que Granger me lo confirmase. Y, ¿sabes?, la creo. Creo todo lo que me ha dicho. Y estoy acojonado. Lo único en lo que puedo pensar es que, si ella no te importase en absoluto, si lo único que quisieses sería pasar el rato con ella, o incluso burlarte de ella, utilizándola, me lo hubieras contado. Pero no lo has hecho, no haces más que negarme lo innegable. Y eso demuestra que sientes algo, algo que sabes perfectamente que no puedes sentir.

—¡Deja de hablar de lo que no sabes! —bramó Draco, volteándose para mirarlo. Sus ojos brillaban de odio—. ¡Deja de fingir que sabes mejor que yo lo que pasa por mi mente! ¡No tienes ni puta idea de nada y te dedicas a acusarme con total impunidad de ser un traidor a la sangre! ¡Te lo digo por última vez, no hay nada entre Granger y yo, y no lo habrá jamás!

—¿SI NO HAY NADA POR QUÉ OS PILLARON CRABBE Y GOYLE BESANDOOS? —vociferó Nott, alzando la voz más de lo que Draco le había escuchado alzarla nunca—. ¡Besándoos, Draco, por las barbas de Merlín! Maldita sea, me lo negaste en los vestuarios, y también tras la paliza de Crabbe y Goyle… ¡Y yo intenté creerte! ¡Basta ya! ¡Llevas medio curso echándome sermones sobre la pureza de sangre simplemente porque yo intercambio cuatro palabras con ella! ¿Y ahora tú haces esto? ¿Y todavía tienes la poca vergüenza de mentirme a la cara?

—¡BASTA! —gritó Draco, alzando el tono todavía más que Nott.

Su potente voz resonó casi con eco en el poco concurrido dormitorio, para dar paso después al silencio. Nott no añadió nada. Los grises ojos de su amigo brillaban de ira, y su pálida piel estaba sonrosada por la emoción de la discusión. Nott pocas veces lo había visto perder los papeles de esa manera. Y pocas veces los había perdido tanto él mismo. Pero comenzaba a sentirse sin fuerzas para seguir gritando. De hecho, solo tenía ganas de llorar.

—Draco, no… no te juegues la vida por Hermione Granger —farfulló Nott, en un tono de voz mucho más bajo—. Si no la quieres, acaba con esto de inmediato. Y si la quieres…

—¡VETE A LA MIERDA! —lo interrumpió Draco, para después coger su mochila, cruzar la habitación en dos zancadas y salir por la puerta dando un portazo.


Y el Premio a Terco del Año por unanimidad es para… ¡Draco Malfoy! *aplausos y silbidos* 😂

De verdad, no sé cómo Theo se ha contenido para no darle un puñetazo 😂. A mí me han dado ganas, ¿a vosotros no? Es desquiciante lo cabezota que puede llegar a ser. Y hablando de Nott… no se os ocurra contarle ningún secreto, que ya veis que no sabe tener la boca cerrada 😂. Eso sí, hacer de Celestino sin quererlo se le da genial 😂. Ahora nuestro rubio favorito sabe que Hermione siente algo por él, aunque en un principio se ha negado a creerlo… ¿qué creéis que pasará ahora? 🙊

La discusión entre Draco y Theo me ha costado muchísimo escribirla, y le he dado mil y una vueltas hasta que me ha gustado el resultado. Espero de verdad que la hayáis disfrutado, y hayáis sufrido conmigo, y con Nott, con la inmadurez y la cabezonería de Draco. Si no os ha gustado, no me lo digáis, porfa, o lloraré 😂 ja, ja, ja

Han pasado muchas cosas en este capítulo… Por un lado, la inesperada confesión de Hermione a Nott sobre sus sentimientos por Draco; por otro, los celos de Hermione viendo hablar a Draco y MacDougal (antes de que me lo preguntéis: no, no voy a juntar a Draco y MacDougal, lo siento, solo he utilizado a la chiquilla para poner celosita a Hermione JAJAJA 😂 tengo otros planes en mente); también una conversación entre Pansy, Zabini y Draco, en la cual hemos visto cómo están las cosas actualmente con Crabbe y Goyle; y, para finalizar, los celos de Draco y su discusión con Nott. ¿Qué escena os ha gustado más?

Espero de verdad que os haya gustado mucho 😊. Si os apetece, no dudéis en dejarme un comentario, disfruto un montón leyéndoos. Tengo muuuuuchas ganas de traeros el próximo capítulo, confío en que os gustará mucho. Es uno de mis favoritos de toda la historia, con eso os lo digo todo ja, ja, ja 🙈

¡Gracias por leer! ¡Un abrazo enorme! ¡Hasta el próximo! 😍