¡Hola a todos! ¿Cómo estáis? 😊 ¡Lo siento muchísimo, me he retrasado un montón! 😱 He tenido un último mes bastante caótico. Y no tenía forma de sacar tiempo para repasar el capítulo… O, mejor dicho, LOS capítulos, ¡porque vengo con doble actualización! 😍 Je, je, je espero que esto compense la larga espera… ¡gracias por seguir ahí! 😍

Como siempre muchísisimas gracias a todos por vuestras hermosas palabras 😍. El final se va acercando, y me parece casi increíble... Muchas gracias a todo el que esté leyendo esto, por su apoyo a esta historia de una forma u otra. Por vuestros mensajes, comentarios, favoritos, follows… ¡por todo! ¡gracias! 😘

Permitidme dedicarle estos dos capítulos a Majo 1989 por sus amables y siempre dulces palabras, ¡un abrazo enorme y muchas gracias! 😘😊

Recomendación musical: "Run" de Snow Patrol.

Y, sin más dilación, veamos qué tal le va a Draco siendo prisionero de la Orden…


CAPÍTULO 49

La Batalla de los Colegios

Primera parte

Hermione arrugó el rostro mientras intentaba moverse con la mayor cautela posible. Necesitaba cambiar de postura para mantener el dolor lumbar a raya, pero no quería bambolear en exceso ni hacer chirriar el colchón. Estaba sentada en el borde de la cama, ocupando el menor espacio posible; posición que ya de por sí era incómoda. Había conseguido apoyar la espalda en el duro cabecero de hierro, pero tampoco había resultado particularmente confortable. Aunque su comodidad no era algo que le preocupase en ese momento. No había preocupaciones mientras lo escuchaba respirar.

Draco estaba profundamente dormido. Tumbado sobre su costado izquierdo, de cara a la pared. Replegado sobre sí mismo, arropado en la vieja colcha gris reglamentaria que todos los cuartos de Grimmauld Place poseían. En esa postura, su brazo derecho, todavía sujeto en un firme cabestrillo, no le molestaba. Desde que Hermione estaba allí, no se había movido. No había cambiado de postura. Por supuesto, debía estar agotado.

Hermione se había sentado en la cama, a sus espaldas. Sin pasársele por la cabeza despertarlo. Que durmiese todo lo que pudiese. Él no sabía que la chica estaba allí. Eran casi las seis de la tarde, y Hermione llevaba ya dos horas encargándose de la guardia de media tarde del prisionero.

El resto de la Orden estaba en la cocina, a escasos minutos de comenzar una importante reunión. Una reunión que Remus había convocado, en principio para esa mañana, con la finalidad de enseñar a todos los miembros a realizar correctamente el Encantamiento Patronus. Una reunión que, dadas las circunstancias, y a pesar de lo sucedido, siguió considerándose prioritaria debido a la presencia de los Dementores en el bando enemigo. Simplemente, a causa de todo lo sucedido esa noche en el Valle de Godric, fue aplazada hasta la tarde.

Hermione se las arregló para convencer a sus compañeros de que ella no lo necesitaba, gracias a su plateada nutria, y pudo ausentarse de la reunión. Más aún, se ofreció a cuidar del Sargento Negro que tenían prisionero durante el tiempo que durase la reunión, para que ninguna otra persona que sí que la necesitase se la perdiese. Sacrificando su valioso tiempo cuidando de un mortífago. Aceptaron, y, en lugar de Elphias Doge, Hermione se encargó de la vigilancia del prisionero. Y Doge pasó al turno de noche.

Harry y Ron también se habían saltado la reunión, por los mismos motivos que su amiga. En su caso, habían estado toda la mañana encargándose de asuntos relacionados con Azkaban, y por la tarde fueron al Valle de Godric a ayudar. De modo que no llegaron a enterarse de que se había ofrecido como cuidadora de Draco Malfoy, y se ahorró escuchar sus protestas.

Contra todo pronóstico, Hermione se las había arreglado para disponer de varias horas por delante, justificadas, en compañía de Draco. Con suerte, sin ser interrumpidos. No era, en absoluto, la situación más segura para hablar con él, pero era la mejor que podrían conseguir en ese lugar. No había vuelto a verlo desde esa mañana, desde que el joven llegó moribundo a Grimmauld Place con los primeros rayos de sol.

Ese día había sido caótico. Hermione abandonó la habitación de Draco a las seis de la mañana, dejándolo en compañía de Ojoloco y de Remus, para ser interrogado de manera urgente. Todos creyeron que, dado su rango de Sargento Negro, el joven mortífago tendría información importante sobre las filas del Señor Oscuro. Tanto sobre el ataque del Valle de Godric, como sobre la fuga de Azkaban, sobre los miembros que lo formaban, próximas misiones, prisioneros…

Hermione conocía el procedimiento de los interrogatorios de la Orden. No había habido muchos, dado que en contadas ocasiones habían logrado apresar a alguien del bando contrario con vida. De hecho, los últimos interrogatorios que recordaba fueron los de Higgs y Vaisey. Y estos hablaron de todo lo que pudieron por voluntad propia. De apenas nada, en realidad. Voldemort guardaba muy bien sus secretos, y se cuidaba de revelarlos a unos simples Soldados de Walpurgis. Además de la presencia de una innumerable cantidad de Encantamientos Fidelio para proteger información.

Pero el procedimiento como tal era conocido por todos. Primero, simples preguntas y respuestas. Les daban la oportunidad a los prisioneros de responder por ellos mismos. Segundo, si es que eso no funcionaba, Legeremancia. Aunque, por desgracia, no disponían de demasiados Legeremantes en la Orden. Solían recurrir a Westemberg, bastante ducho en ello, miembro del escuadrón de rescates que Hermione lideraba. Pero, lamentablemente, había fallecido en su incursión en la Mansión de los Ryddle. Otro Legeremante que a veces los había ayudado era Severus Snape, pero no era alguien con quien pudiesen contar muy a menudo. Pocas veces podía abandonar Hogwarts. Y, además, no podían arriesgarse a que nadie del bando de Voldemort lo reconociese. O su papel de espía doble estaría en riesgo. Un tercer paso, si es que el prisionero era un hábil Oclumante, como de hecho era el caso de Draco, era el uso ilegal de Veritaserum.

Veritaserum que Hermione se había encargado de hacer desaparecer misteriosamente de todo Grimmauld Place con un simple Hechizo Convocador. No podían darle el suero de la verdad a Draco. De ninguna manera. No mientras mantenían una relación secreta. Las cosas podrían complicarse muchísimo para ambos.

Al parecer, el primer interrogatorio fue del todo infructuoso. Ojoloco bajó a la cocina hora y media después, vociferando que él mismo torturaría con gusto a ese "engreído crío de mierda" en cuanto la Maldición Cruciatus no atentase contra su vida, empeorando sus todavía presentes heridas. Un resignado y cansado Remus comunicó que pasarían directamente al "paso tres", al suero de la verdad, mientras intentaban contactar con Severus Snape de forma segura.

Al descubrir que no quedaba ni una gota de Veritaserum en el cuartel, concluyeron, por fortuna, que se debía a que las reservas se habían terminado sin haberse dado cuenta, dada la poca utilidad que le daban. Le encargaron a Terry Boot que preparase una buena dosis lo antes posible. Y un todavía exaltado Ojoloco convirtió al chico en una chinchilla en un arrebato de rabia cuando éste le dijo que tardaba todo un ciclo lunar en prepararse. Se disculpó tres veces por ello.

Por suerte para Draco, no tenían demasiado tiempo que perder con él. Había demasiado que hacer. Y parecieron concluir que ya tendrían tiempo de interrogarlo de nuevo en los días siguientes. Hermione sabía que, al no haber obtenido nada del chico, el resto del día concentraron sus esfuerzos en Yaxley y Selwyn. Dos simples Soldados de Walpurgis, pero a los que quizá pudiesen sonsacar algo. Y no se equivocaban.

Por otro lado, la Orden había pasado todo el día trabajando en los destrozos que se ocasionaron en el Valle de Godric, y ni de lejos habían terminado. Empezaron a reconstruir algunas zonas del pueblo, continuaron identificando y trasladando cadáveres, y siguieron tratando todo tipo de heridos en los refugios. Los trabajadores del Ministerio apenas daban crédito a lo sucedido, ni daban abasto en remediar todas las pérdidas, humanas y materiales, que se había llevado por delante una sola noche de terror.

A todo esto había que sumarle la fuga en masa de Azkaban, la cual seguían investigando. Intentando hallar la manera de rastrear a los presos rescatados. Las fuerzas de la Orden del Fénix estaban, convenientemente, divididas.

Hermione había pasado toda la mañana, y el mediodía, en el Valle de Godric. Ayudando en todas las tareas posibles. Y aprovechando, como prometió a Draco, para intentar averiguar algo sobre Nott. Sin éxito. No había ni rastro del muchacho.

Molly continuó el tratamiento de las heridas de Draco una vez que Ojoloco y Remus dieron por terminado el primer interrogatorio. Después lo aseó con ayuda de Dedalus Diggle, y fue este último quien lo vigiló durante toda la mañana.

Hermione se las arregló para preguntarle a Dedalus por el estado de salud de Draco sin que resultase sospechoso. Fingiendo querer saber a qué atenerse durante su guardia. Pero el hombre no estaba al tanto, ni le interesaban, los detalles de sus heridas. Sí le dijo que el chico había dormido durante toda la mañana. Se había despertado sobresaltado dos veces, sin poder respirar. Una de ellas había vomitado. Molly lo había vuelto a examinar, pero no había encontrado ninguna causa física. Era todo mental. Todavía estaba lleno de ansiedad por el ataque perpetrado esa noche. A nadie le extrañó, realmente. Que fuera el enemigo no era excluyente para que la batalla hubiera dejado secuelas. Mentales y físicas. La guerra era la guerra. Y nadie, de ningún bando, podía encontrarla llevadera. Una tercera vez, el chico se había despertado y había pedido de mala gana ir al servicio. Le habían traído comida, pero se había negado a probar bocado.

Hermione había bloqueado la puerta con un útil Fermaportus. Fingiendo que era una medida para que él no escapase. Aunque la realidad era que no quería que nadie entrara. Porque quería abrazarlo. Y hablar con él. Pero se lo había encontrado dormido todavía, de modo que se había contentado con sentarse a su lado. También realizó un rápido Muffliato, por si las moscas.

Escuchó al chico emitir un amortiguado ronquido. Y vio su hombro sufrir una leve sacudida. Lo miró, inclinándose un poco para intentar verle el rostro. Hundido como estaba en la almohada, apenas lo logró. Pero sí vio uno de sus párpados. Y cómo su ojo se movía debajo de forma frenética. Estaba soñando. ¿No le habían dado una poción para dormir sin sueños?

Hermione le pasó una mano por el rostro. Acariciando lentamente su perfil. Ella también tuvo pesadillas durante días después de la misión en la Mansión de los Ryddle. La respiración de Draco se volvió más irregular. Más acelerada. Su ceño estaba ahora fruncido. Hermione se estiró un poco más por encima de él para pasarle los dedos por las cejas, peinándolas, relajando su entrecejo. La cabeza de él sufrió un pequeño espasmo, y entonces lo escuchó respirar de forma más sonora. Despertando. Ella alejó la mano de su rostro, esperando a que él notara su presencia. No queriendo sobresaltarlo con su contacto. Lo vio parpadear, mirando la pared. Luchando contra el letargo, tratando de adivinar dónde estaba. Su respiración todavía entrecortada por lo que fuese que estuviera soñando.

Lo vio darse cuenta de que no estaba solo. Draco giró el rostro primero, por encima de su hombro, intentando ver a quién tenía al lado. Con una ligera alarma. Sin lograrlo, se giró sobre sí mismo, intentando quedar boca arriba. Buscándola. Encontrándola inclinada sobre él. Hermione vio cómo tardaba varios segundos en reconocerla, incluso mirándola a los ojos. Todavía aturdido. Pero terminó haciéndolo, y su rostro, con la guardia baja todavía por el sopor, se relajó. No molestándose en preguntar nada. Sin preocuparle nada más de lo que lo rodeaba. Como si haberla encontrado en la realidad fuese suficiente.

La chica le dedicó una sonrisa, y enredó los dedos en su cabello en una suave caricia.

—Hola… —le susurró también.

Draco suspiró por la nariz de forma sutil. Sin decir nada. Se giró más todavía, sacando su brazo izquierdo de debajo de las mantas, y rodeándole la espalda con él. Atrayéndola hacia su pecho a la fuerza. Haciéndola perder el equilibrio en su precaria postura y cayendo así sobre él. Acurrucada en su pecho, sujeta por su brazo. Hermione rio por lo bajo y trató de sostener algo de su peso en sus codos. Le preocupó hacerle daño, tumbada como había quedado sobre su brazo herido, aunque él no emitió ni el más mínimo sonido de dolor. Al contrario, la apretó contra sí con fuerza. Hermione cedió por unos instantes, cerrando los ojos, con la mejilla pegada a la camiseta que le habían puesto, y su frente rozando su garganta. Dejándose envolver por el calor que desprendía. El olor de su piel, y su respiración todavía adormecida. Su brazo apretando su espalda. Estaba vivo

Seguía sin estar segura de cuáles eran sus heridas, y le preocupaba hacerle daño en esa postura tan incómoda, así que decidió separarse. Frotó su rostro contra la camiseta, en un arrumaco juguetón, y le besó el pecho por encima de la tela de algodón. Apoyándose en sus propias manos después para levantarse.

Draco la siguió, peleando por sentarse erguido, apoyándose solo en una mano. Hermione hizo ademán de tirar de su espalda para ayudarlo, pero no fue necesario, y él logró sentarse por sí solo. Ella sí le colocó mejor la almohada en la espalda.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó entonces Draco, abriendo la boca por primera vez, mientras ella se sentaba de nuevo, ahora de cara a él. Su rubio cabello volvía a estar limpio, y la sangre seca de su cuerpo había desaparecido. Vestía una camiseta roja de manga corta, que Hermione reconoció como propiedad de Fred, pero no se lo mencionó. El golpe en su frente apenas era ya un tenue círculo púrpura, sin necesitar gasa que lo cubriese. También había recuperado algo de color.

—Ser tu vigilante durante las próximas horas —confesó ella, con una cómplice sonrisa. Él arqueó una ceja de forma fugaz con perezosa socarronería. Como si admirase que se las hubiera apañado para hacer algo así—. ¿Cómo estás? —cuestionó la chica, sus ojos vagando sobre su brazo derecho, todavía sujeto por el firme cabestrillo.

Draco tardó un instante en responder. Y no la miró cuando lo hizo. Terminó de acomodarse sobre la almohada, echando un vistazo alrededor.

—Todo controlado… ¿Qué hora es? —preguntó a su vez él, mirando la ventana. Pero estaba cuidadosamente tapiada y cubierta con cortinas. No entraba la luz del sol.

—Las seis —reveló Hermione. Draco devolvió la mirada a ella.

—Las seis… ¿de qué? —quiso esclarecer él, con el ceño fruncido. Ella sonrió apretando los labios.

—De la tarde.

Draco elevó las cejas fruncidas. Con aire incrédulo.

—¿He dormido todo el día? —masculló, como si eso no pudiera ser posible. Ella asintió, restándole importancia.

—Bueno, desde las nueve o así, imagino. Desde que terminaron de interrogarte, y las curas... Las pociones habrán ayudado… —le dijo, queriendo quitar la culpabilidad de su rostro. Draco resopló de forma discreta por la nariz. Arqueando las cejas otra vez, ahora de forma fugaz.

—No he tomado ninguna poción...

Hermione no se inmutó.

—Draco, te han dado pociones —afirmó, sin saberlo realmente. Sin creerse lo contrario. Él solo la miró de reojo, con frialdad. Haciéndola vacilar—. ¿Verdad? —farfulló entonces, ante su silencio, con tono casi peligroso.

—Granger, soy el enemigo —recordó él, con sorna—. Y no estoy colaborando. No me lo van a poner fácil. Les da igual que duerma bien o no, o que algo me duela o no.

—Oh, por el amor de… ¿No te han dado nada? ¿Ni siquiera para el dolor? Eso es imposible… —protestó la chica, ofendida. Comenzando a lucir sofocada.

—No voy a tomar nada de lo que me den —replicó entonces él, recostándose mejor en la almohada. Con aire defensivo. Hermione entrecerró los ojos. Relajando los tensos hombros.

—Así que te han ofrecido una vez que has despertado pero tú te has negado a tomar nada —corrigió, en un siseo molesto. Él se mordió la mejilla por dentro de la boca, sin contestar. Intentando mantener su orgullosa postura. Hermione exhaló con profundidad, armándose de paciencia. Le habrían dado pociones mientras estaba inconsciente, pero él no habría querido tomar ninguna más de forma voluntaria una vez despierto—. Eres incorregible. Te traeré yo algo. De mí te fías, ¿o no? —se burló, apoyándose en la cama para levantarse. Draco chasqueó la lengua y se estiró para sujetarla de la muñeca. Impidiendo que se fuese.

—Depende el día —gruñó entre dientes, en respuesta a su pregunta. Pero después añadió, con más seriedad—: Quizá me examinen después y detecten lo que sea que me des. Sospecharán si acepto tomar algo de lo que tú me hayas dado.

—Puedo ser muy convincente —se defendió Hermione, con suficiencia. La comisura de Draco tembló.

—Me gustaría discutir eso, pero no puedo —murmuró, con lúgubre humor. Hermione apretó los labios en una sonrisa afectada, pero Draco tiró de su mano para sentarla de nuevo—. Déjalo, en serio. No necesito nada.

Hermione suspiró y accedió a volver a sentarse lentamente. Todavía con duda. Estaba segura de que algunas de sus heridas todavía dolían, pero no lo había visto dejar escapar ni una mueca de dolor. Molly había resultado, realmente, una sanadora más que competente. Draco no le soltó la muñeca una vez que logró mantenerla a su lado. Hermione, al notarlo, giró la suya, manteniendo su agarre, pero queriendo acariciar ella también la de él. El antebrazo del joven, desnudo, quedó hacia arriba. La Marca Tenebrosa se distinguía claramente, tatuada en negro sobre su piel. La chica no alteró el rostro. Estiró un poco el pulgar, llegando al borde, a la cabeza de la serpiente. Acariciándola con suavidad. Draco siguió su gesto con la mirada. No apartando la mano.

—¿Por eso tampoco has comido nada? ¿Porque crees que quieren envenenarte? —adivinó Hermione, mirándolo con la cabeza ladeada, con acritud. Draco no se mostró avergonzado.

—En parte.

Hermione sacudió la cabeza con resignación. Su pulgar haciendo barridos por su muñeca.

—¿Me dejas traerte algo de comer? —Era una pregunta, pero Draco sabía que lo haría con o sin su permiso—. Eso no es sospechoso. No les sorprenderá que cambies de opinión…

Pero Draco estaba negando con la cabeza. De forma casi imperceptible. Con la vista perdida en el otro extremo de la habitación.

—Si te soy sincero, no tengo ni pizca de hambre —confesó, en un seco murmullo. Cerró los ojos y arqueó las cejas, como si él mismo no se creyese sus palabras—. Tengo, pero no podría probar bocado...

Hermione lo miró. Podía intuir tensión en sus hombros. Y notaba la fuerza con la que sus dedos estaban sujetando su muñeca. Posiblemente sin que él fuese consciente.

Él clavó los ojos en los de ella entonces, pillándola por sorpresa. Para, simplemente, mirarla por largos segundos. La chica no pudo evitar estirar las comisuras de su boca, algo apurada ante su atento escrutinio. Preguntándole así la razón de su silencio.

—¿Cuánto llevas sin dormir? —preguntó Draco, todavía mirándola con fijeza. Hermione bajó la mirada. Aún sonriendo.

—Tengo una cara horrible, ¿no?

—De las peores que he visto.

Hermione fingió ofenderse y le dio un manotazo en la muñeca, juguetona.

Idiota. He dormido una hora después de comer —confesó. Con un suspiro resignado. Volvió a acariciarle la muñeca con el pulgar—. He estado todo el día en el Valle de Godric. Hay muchísimo que hacer allí. Lo que hicisteis fue… atroz —añadió, como si no pudiera contenerse. Con los ojos fijos en la colcha.

Draco resopló por la nariz sin fuerzas. Como si le hubiera parecido gracioso.

—No hace falta que me lo digas. Estuve allí —siseó, con frialdad. Resopló otra vez, con más fuerza—. Fue del todo… frustrante. No teníamos objetivo. Ninguna orden, salvo la de destrozarlo todo. Nunca habíamos actuado así.

—¿No os contaron para qué lo hicisteis? —quiso saber Hermione, mirándolo con atención. Draco estaba confesando justo lo que la Orden había querido sonsacarle en el interrogatorio. Y se lo estaba contando a ella sin preguntárselo siquiera.

—No. Nada de nada. Simplemente teníamos que… matar a todos —rio por la nariz, sin humor—. Suena… surrealista.

Se hizo el silencio. Draco la buscó entonces con la mirada, por inercia, al no escucharla hablar. Que Hermione Granger guardase silencio nunca significaba nada bueno. Y la encontró contemplándolo fijamente. Con seriedad. Como si lo evaluase. Y Draco sintió calor en el cuello. ¿Estaba…? ¿Ella estaba furiosa por lo sucedido? ¿Por lo que él había hecho allí? Mierda, por supuesto que sí… Pero no le había soltado la mano todavía. Y eso le permitió seguir respirando. Aguardando a que ella dijese algo.

—Draco, sí había un motivo —La chica rompió, en efecto, el silencio. Con cautela. Midiendo las palabras—. Creía que lo sabías, pero que no habías querido confesárselo a la Orden en el interrogatorio…

Draco entrecerró los ojos mientras la escuchaba hablar. Tardando en encontrar sentido a sus palabras. Su rostro se inclinó un poco más, hacia ella, de forma involuntaria. Mirándola con desconfianza.

—¿Motivo? ¿Qué motivo? —la interrumpió, en voz baja—. No nos dieron ninguna razón. No sé por qué lo hicimos. ¿Es que tú lo sabes?

Hermione frunció el ceño ligeramente. Sin darse cuenta. Intranquila.

—Sí, yo lo sé —espetó, con mal contenida impaciencia—. Y me sorprende que tú…

—¿Crees que te estoy mintiendo? —interrumpió de nuevo él, con abierta irritación. Arqueando ambas cejas. Los hombros de Hermione se relajaron. Suspiró. Un suspiro agotado. Apretó la muñeca del chico con más fuerza. Disculpándose.

—No, por supuesto que no. Solo estoy sorprendida. Eres Sargento Negro, estás lo suficientemente cerca del Señor Oscuro. Creí que te lo habrían contado —se justificó, con voz serena. Acarició su muñeca con el pulgar de nuevo—. Verás, he… atado algunos cabos. Recordé, entre otras cosas, lo que me contaste de Samantha —una fina arruga apareció entre las cejas de Draco, pero no la interrumpió—. Y he comprendido que el Señor Oscuro tiene un interés especial en los colegios desde hace tiempo. Beauxbatons, al menos. Y supuse que también Durmstrang. Quiere hacerse con los colegios, convertirlos en lo mismo en lo que convirtió Hogwarts. Esta mañana le he contado a la Orden mis sospechas. Tenemos… algunos espías cerca de vuestras filas —confesó, con cautela. Draco no movió ni un músculo—. Y también los interrogatorios de Yaxley y Selwyn lo han confirmado. Concretamente, Selwyn lo sabía. Él formó parte del comité que interrogó a la directora de Beauxbatons, a la cual los vuestros secuestraron. Es un hecho —tuvo que parar para tomar aliento. Hablando demasiado rápido debido a su nerviosismo—. Voldemort va a atacar Beauxbatons y Durmstrang esta misma noche.

—¿Cómo? —saltó Draco, sin poder contenerse. Hermione asintió con la cabeza, intentando guardar la compostura.

—Los ataques de Azkaban y el Valle de Godric en una misma noche han sido premeditados —continuó la chica, con gravedad—. Un cebo, para mantenernos ocupados durante días. No sabe si estamos vigilando los colegios, de modo que ha querido asegurarse de que bajemos la guardia. Que concentremos a todos nuestros miembros en los destrozos de sus anteriores ataques. Dividir nuestras fuerzas.

Draco no fue capaz ni de parpadear. Menos aún de decir nada en los siguientes segundos. Tuvo que apartar la mirada de los ojos de la chica. Asimilándolo todo con lentitud. Un centenar de cosas burbujeando en su cabeza, peleando por predominar.

Samantha. Beauxbatons. Durmstrang. El Valle de Godric. Azkaban. Los prisioneros…

Azkaban. Su padre. El Señor Oscuro no necesitaba realmente a los prisioneros. Tenía mortífagos suficientes en sus filas. Solo los había liberado para crear otra situación que mantuviese a la Orden ocupada. Lo beneficiaba a Él. Y demostraba a la comunidad mágica que podía hacer lo que quisiese. No daba puntada sin hilo. No hacía nada por ellos…

Samantha…

Iban a atacar los colegios. Por fin. Draco sabía perfectamente que el Señor Oscuro ansiaba hacerse con ellos desde el comienzo de la guerra. Granger estaba en lo cierto en sus sospechas. Y, posiblemente por eso, había mantenido a Samantha con vida todo ese tiempo. Iba a utilizarla para algo, estaba seguro. ¿Pero, para qué? Ya le había sacado información. Ya sabía todo lo que podía saber del colegio Beauxbatons. ¿O no? ¿Qué iba a hacerle…?

—No sé por qué ha decidido hacerlo ahora —continuó ella, casi para sí. Al ver que él todavía no tenía intenciones de hablar—. Eso se me escapa. Quizá… hasta ahora no haya tenido la fuerza suficiente como para hacerse con los colegios, no lo sé… Pero ahora parece tenerla, y no es tranquilizador, precisamente.

El corazón de Draco dio un vuelco. La fuerza suficiente… El dragón. Tenía que ser eso. El dragón que capturaron en el castillo de Berry Pomeroy. No podía ser una coincidencia, lo habían atrapado apenas una semana atrás. Se había referido a él como un dragón que haría que el mundo mágico fuese suyo. Lo utilizaría para apoderarse de los colegios. Tenía… Tenía que decírselo a Granger…

Pero, si lo hacía, no había vuelta atrás. Sería un traidor.

—Pero… —añadió entonces la chica. Con voz forzadamente segura—, la buena noticia es que, ahora que lo sabemos, podemos adelantarnos. Vamos a ir a los colegios a defenderlos. Sin que lo sepan. Caerán en una trampa.

Y el dragón desapareció de la cabeza de Draco. La miró con renovada sorpresa. La Orden, verdaderamente, no se rendía. Los tenían bien puestos. Y Granger era idiota.

—¿Te das cuenta de que acabas de contarme vuestro plan? —cuestionó entonces Draco. Acusador—. Acabas de contarle a un mortífago que planeáis una emboscada contra los suyos.

Ella rio en una afectada exhalación. Se limitó a mirarlo con desconcierto. Como si no se esperase eso.

—Draco, no vas a delatarnos...

—No me trates como si fuera un aliado —advirtió él, con aspereza. Articulando mucho las palabras. Como si quisiera dejarlo bien claro—. Soy un prisionero. Y claro que no voy a delataros, porque estoy secuestrado en este agujero…

—¿Por eso no vas a delatarnos? ¿Porque no puedes? —replicó ella, molesta. Draco se enervó más todavía. Sintiéndose herido en su orgullo. Peleando obcecadamente por lo que todavía era.

Exacto. Lo siento —espetó, de forma mordaz—. Siento si no soy lo que esperabas, o si incluso a estas alturas te decepciono. Pero no tengo intención de ayudar a los tuyos a ganar la guerra.

Ella arqueó ambas cejas con frialdad. Y se hizo el silencio entre ellos. Cinco largos segundos, en los cuales no parpadearon. Plata contra bronce. Hielo contra fuego. Y fue Draco quien terminó resoplando con impaciencia. Apartando la mirada sin poder evitarlo. Irritado.

Quizá ya no era quien creía ser…

Joder, para… —demandó, molesto, entre dientes, aludiendo a su decidida mirada—. Ya sabes que no lo haría… Nunca revelaría nada de lo que tú me cuentes. No pienso ponerte en peligro. Lo hago por ti —aseguró, categórico. En un último intento por conservar su posición.

Hermione se limitó a mirarlo, sin alterarse. Se pasó la lengua por los labios y apartó la mirada a un lado. Respirando una honda bocanada. Sus ojos se habían cristalizado. Y parecía costarle respirar. Pero parecía más frustración que una actitud dolida.

—Dices eso una y otra vez —logró articular. Con repentina aflicción. Y rabia—. Sigues hablando de ti mismo como si fueras un mortífago. Como si fueras leal. De los suyos. Insistes en que yo soy la excepción. Pero —se interrumpió para tragar saliva. Su garganta traicionándola—, a pesar de eso, estoy segura de que no estás de acuerdo con lo que ha sucedido en el Valle de Godric. Me niego a creer que apruebes esos métodos —y su voz sonó suplicante de pronto, aunque no lo pretendía—. No puedes estar de acuerdo con algo así. Con matar a esas personas. Así. Te conozco y… lo creas o no, tú no eres así. Y no me creo que te sigas sintiendo parte de eso. Que sigas a favor de la soberanía de la sangre mágica que defiende Lord Voldemort.

Draco la miró a los ojos. Escrutando sus facciones en segundo plano. Su boca estaba entreabierta, y la cerró de golpe cuando se dio cuenta. Apretó los dientes. Con mucha fuerza. Para no hablar. No hablar en absoluto. No tenía por qué contestar. No hasta estar seguro de lo que iba a decir. Y le pareció que jamás estaría seguro…

Bajó la mirada, con el pulso en los oídos. Concentrándose en la misión que había realizado en el Valle de Godric. Ahora que sabía todo, la veía de distinta forma. Había sido necesaria para continuar. Para seguir avanzando por el tablero. El Señor Oscuro no hacía nada en vano. Todo era parte de un plan más grande. Podía entenderlo. Y, sin embargo… Maldición, seguía pensando lo mismo que cuando oyó las instrucciones por primera vez de boca de Nott. Que era innecesario. Una barbaridad inhumana. En aquel momento solo pudo pensar en avisar a la Orden. Y, de hecho, terminó haciéndolo.

Porque no había podido ayudar a Nott. Porque había intentado salvar la vida de una familia, sin lograrlo, y sabía que no podría salvar ninguna más. Porque solo pudo salvar a un niño pequeño. Todo ello, peleando una y otra vez contra sí mismo. Contra su sentido del deber. Traicionándose, en la práctica, pero sin sentirlo realmente como una traición hacia sus creencias...

¿Hubiera actuado igual si hubiera sabido desde el principio que todo era una estratagema para mantener a la Orden ocupada después, mientras ellos conquistaban los colegios? ¿Habría avisado a la Orden de todas formas?

Sí. Joder, sí

Mierda. Mierda. Mierda….

Llevaba dos años peleando en esa guerra. Había asesinado a decenas de personas. Había peleado por su futuro. Por el de su familia. ¿En vano?

Sabía que no podía permitirse pensar así. Tenía que ser leal a su familia. Su familia era lo más importante. Lo era todo. Pero se estaba obligando obcecadamente a pensar de una manera que hasta ahora nunca le había costado. Ahora había grietas en su mente. En su obediencia. Sentía que ahora estaba pensando por sí mismo. Se sentía despierto. Ahora ya no tenía dudas. Y eso lo aterrorizaba.

Hijos de muggles… Hijos de magos… Hijos…

Notaba la mirada de Hermione en su rostro. Pero ella no estaba diciendo nada. Dándole todo el tiempo que necesitase para responder. Pero Draco no quería responder. Pensar era una cosa. Era suyo. Era enloquecedor, y vergonzoso, y se odiaba a sí mismo, porque se estaba convirtiendo en todo lo que un día odió. Pero, en su mente, no tenía que lidiar con nadie más. Ni justificarse. Ni confesar que se sentía viviendo un error. Admitir una equivocación nunca había sido su fuerte. Y decirlo en voz alta lo convertía en algo real. Y sentía que no podría echarse atrás después. Ser sincero. Ser sincero. ¿Tenía permitido ser sincero?

Con ella sí. Estaba solo con ella. Ella lo entendería. Ella lo entendía todo.

Movió la lengua dentro de su boca, y comprendió que decirlo ante ella no era tan difícil. Que podía hacerlo. Hablar con ella siempre era fácil. Estaba muerto de miedo. Pero la mano de la chica seguía rodeando su muñeca. Sosteniéndolo como seguramente no se hacía a la idea.

Pero entonces notó su propia lágrima cayendo mejilla abajo. La súbita sensación sobresaltándolo. Sin haberse notado en un estado semejante. Y lo incontrolable de ese gesto lo avergonzó tanto que se sintió repentinamente incapaz de abrir la boca después. Hizo que la joven le soltase la mano para poder llevársela al rostro. Secándose la puñetera gota traicionera con el puño. Cubriéndose los ojos con la palma. Anticipándose a las lágrimas que, ahora sí lo notaba, estaban por llegar.

Sintió a Hermione moverse sobre el colchón. Acercarse más. Notó su mano en su cabeza. Cubriendo su oreja, acariciando su cabello con el pulgar. Su rostro acercarse al suyo, hasta apoyar la frente sobre el dorso de su mano, la cual todavía escondía sus ojos al mundo.

—Respira —susurró ella. Su aliento golpeando la piel de su mano—. Estoy contigo. Estaré contigo.

Y el chico se sintió como si le hubiera confesado la verdad, sin haber llegado a decir nada. Quién calla, otorga, o eso se solía decir. Y, cómo no, ella había leído a través de él.

«Gracias…»

Draco cerró los ojos con más fuerza. Y se concentró en controlar la respiración. Los estertores de su pecho. Uno de sus sollozos llegó a escucharse en medio del silencio, pero Hermione no dijo ni una palabra al respecto. Se limitó a mantenerse pegada a su rostro. Todo el tiempo que él necesitó para recomponerse.

Terminó separándose de la chica, echándose hacia atrás. Se sorbió la nariz y tragó saliva. Frotándose el rostro con el puño. Respirando por la boca, con fuerza, hasta sentirse dueño de sí mismo otra vez. Sin mirarla todavía a los ojos. Su vista fija en sus propias piernas. Y por ello vio cómo ella colocaba la mano ahora sobre su muslo, por encima de las mantas, y se lo acariciaba con suavidad. Apretándolo de forma afectuosa.

Lo había visto desnudo decenas de veces. Y nunca se había sentido tan desnudo ante ella como en ese momento.

Obligándose a mostrarse con el control de sus emociones de nuevo, y a ignorar con entereza el calor de su propio rostro, volvió a mirarla. Ella lucía tranquila. Ni un ápice de acusación en sus ojos. Ni superioridad moral. Ni satisfacción. Nada. Solo una velada preocupación por él, sabiendo lo mucho que estaba peleando por dentro. Guardaba todavía silencio, permitiéndole ser él quien hablase primero.

Y Draco, al mirarla a los ojos, volvió a sentir que acababa de confesar ser un traidor a la sangre. Aunque realmente no lo había dicho. Pero lo era. Y ahora ella lo sabía. Ahora él mismo lo sabía. Y no podía evitar sentir que su estómago se sentía más liviano. Y supuso que era suficiente.

—Nadie estaba al corriente del plan —se escuchó Draco diciendo. Y le sorprendió que su voz sonase casi normal. Porque él no se sentía normal—. Y ahora entiendo el porqué. Por qué no se lo contó a nadie. Era desproporcionado. Innecesario. Él sabía que algunos mortífagos se revelarían si lo supieran. Había magos allí, en el pueblo. Había sangre limpias. Y teníamos orden de matarlos a todos. Una distracción no es una razón suficiente.

Hermione parpadeó, asimilando sus palabras. Aceptando que tenía razón. Voldemort no se detendría ante nada para ampliar su poder y sus conquistas. Y sabía que no todos sus soldados compartirían algunos de sus actos. De modo que prefirió omitir cierta información y confiar en su ciega fidelidad. Estaba jugando un juego peligroso, basado en el miedo de sus subordinados y en la ciega lealtad a él y a la pureza de sangre…

—¿Sabes algo de Nott? —preguntó entonces Draco, arrancándola de sus pensamientos. Hermione volvió a mirarlo, y lo vio con expresión impertérrita. Dueño de sí mismo de nuevo. Y se sorprendió una vez más de lo rápido que podía recuperarse cada vez que se derrumbaba. Mucho más rápido que ella. Siempre había sospechado que el chico había vivido una vida en la cual era imprescindible crear una fachada de verosímil seguridad. Como si siempre tuviese el control de la situación. Daba igual cómo se sintiera por dentro.

—No, lo siento. No he encontrado ninguna señal de él. Ni vivo, ni muerto —confesó la chica, midiendo las palabras. Draco no se inmutó, casi como si se lo esperase. Tampoco dijo nada—. No había cuerpo —insistió ella, ante su falta de respuesta—. Con lo cual es posible que esté vivo. Que se haya ido con los demás. No tenemos por qué ponernos en lo peor…

—Fue en el cementerio, junto a la iglesia —rememoró él, tras pasarse la lengua por los labios—. La última vez que lo vi estaba en el suelo, entre las tumbas.

—Registré esa zona —dijo ella, en voz baja, pero con seguridad. Evocando el lugar. Los cadáveres—. Había dos víctimas del bando de Voldemort. Un hombre mayor y una mujer. Les alcanzaron las rocas de la fachada destrozada de la iglesia. No sé sus nombres. Y dentro estaban los cadáveres de Crabbe y Goyle. Los he visto. Tenías razón, eran ellos.

Draco asintió de forma desapasionada. Casi ido. Perdido en sus pensamientos. Hermione podía ver la tensión en su cuello. Seguramente estaría apretando los dientes con todas sus fuerzas.

—No te culpes por esto. Por lo de Nott —susurró Hermione, sin apartar sus ojos de él. Lo vio exhalar por la nariz con brusquedad, y después volver a mirarla. Sus ojos crispados de irritación.

—No tienes ni idea de hasta qué punto es culpa mía —la acusó, en un frío siseo—. Fue por mí. Lo que le ha pasado a Nott es todo culpa mía.

—Draco, no estuve allí, pero estoy convencida…

—Él quería irse —reveló entonces él. De forma precipitada. Estallando como si no pudiera contenerlo más—. Él quería desertar, quería dejar las filas del Señor Oscuro. Siempre ha querido hacerlo. No quería atacar a esas personas. Se enteró de que no liberaron a su padre de Azkaban, y posiblemente nunca lo harían, y ya no encontró ningún motivo para seguir fingiendo. Y yo no le dejé marcharse —enmudeció un instante, porque su voz se volvió peligrosamente entrecortada. Respiró de forma urgente y siguió hablando atropelladamente—: Le obligué a quedarse. Porque sabía que lo encontrarían y lo asesinarían por desertar. Le dije que tenía que quedarse para sobrevivir. Pero entonces atacó a Greyback para salvar a una mujer, y él… Si le hubiera dejado irse…

—Lo hubieran matado —lo interrumpió Hermione, con firmeza. Se acercó un poco más y le colocó la mano en la mejilla de nuevo. Obligándolo a mirarla—. Draco, estabas en lo cierto. Los desertores de tu bando acaban siendo asesinados tarde o temprano. Nott podía morir en esa batalla, pero seguro que moriría si desertaba. Hiciste lo correcto —aseguró, imperiosa.

Pero esa frase sacudió a Draco de pies a cabeza. Y Hermione pudo notar la mandíbula de él temblar en su agarre. De cólera.

—¿Lo correcto? —farfulló él. Rodeó la mano de la chica con la suya y la obligó a apartarla—. ¿Qué es lo correcto? ¿Esto es lo correcto? ¿Que Nott quizá haya muerto por mi culpa, que casi me hayan matado, y que ahora me haya convertido en un puñetero prisionero de la Orden? Si hacer lo correcto es esto, es una reverenda mierda. O quizá yo no sé hacerlo. Porque, cada vez que lo intento, lo jodo todo. No he… no he conseguido nada. Hacer lo correcto no sirve para nada. Es… desesperante, mucho más difícil, y no te garantiza nada.

—Draco, hacer lo correcto no funciona así —susurró Hermione. Con el ceño fruncido de incredulidad—. No significa, ni te garantiza, que todo vaya a salir bien. Por supuesto que no. Pero es así como hay que actuar. La mejor forma de actuar.

—¿Por qué? ¿Para qué? —espetó, acalorado. Hermione pocas veces lo había visto tan enfadado. Consigo mismo—. La última vez que intenté hacer lo que creía que era lo correcto fue al alejarte de mi lado en Hogwarts, y fueron de los peores momentos de mi vida. Y me he pasado la noche intentando hacer lo correcto, Merlín sabe por qué, y posiblemente me he jodido la vida por hacerlo. Tendría que haber aprendido que intentar pensar en los demás no sirve para nada...

—Yo no lo veo así —interrumpió ella, con tenacidad—. No vuelvas a decir que no ha servido para nada. Estás vivo. Estás conmigo. Y tu Patronus salvó a mucha gente. Movilicé a la Orden al instante. Hiciste algo increíble. Has salvado vidas inocentes —aseguró, con énfasis. Pero él sacudió la cabeza, sonriendo de forma cínica. Poco impresionado.

—No las vidas que me importan —siseó, mirando a otro lado.

Ahora era Hermione quien negaba con la cabeza. Rabiosa. Frustrada de que se sintiese así. Tan obcecada en cambiarlo como él en su postura.

—Draco, no puedes pensar así. Haciendo lo correcto das lo mejor de ti mismo. Puedes tener la conciencia tranquila, sabiendo que has hecho todo lo que podías. Por supuesto que no todo saldrá siempre bien, nada te garantiza nunca eso —se inclinó un poco más hacia él. Decidida—. Una vez me dijiste que no me sintiera culpable por haber hecho todo lo que podía y no haberlo logrado. Esto es lo mismo.

Draco chasqueó la lengua, apartando la mirada. No luciendo convencido en absoluto. Y, sin embargo, estaba parpadeando más de lo normal. Sin poder evitar darle vueltas a sus palabras. Porque seguía sintiéndose en un callejón sin salida, hasta el cuello de problemas...

Pero ella creía que había hecho lo correcto. Ella estaba orgullosa de él.

Y… sintió que debía volver a hacerlo. Ella le había dado luz verde a comportarse así. Aunque no era lo que su instinto le pedía. Porque era difícil. Agotador. Pero suponía que tenía que hacerlo. Tenía que hacer lo correcto.

—Tengo que volver.

Hermione sintió que su lengua trastabillaba. Se quedó con la boca abierta, a punto de volver a hablar, mirándolo. Él había vuelto a mirarla. Calibrándola con sus grises ojos. Y su rostro lucía preocupantemente decidido.

—¿Qué? —susurró ella, aprovechando el aliento que todavía tenía en su interior. Draco no parpadeó—. ¿Volver? ¿A dónde?

—A las filas del Señor Oscuro —clarificó, con el mismo tono—. Tengo que volver. Tengo mucho que arreglar.

—No digas tonterías —soltó Hermione, sin dudarlo. Frunciendo el ceño con confusión—. Eso es absurdo. Tienes que quedarte aquí.

Draco chasqueó la lengua de forma despectiva.

—¿Aquí, para qué? ¿Para disfrutar los Cruciatus del siguiente interrogatorio?

—No torturamos a los prisioneros… —protestó Hermione, farfullando con furia. Herida en su orgullo. Draco soltó una exclamación incrédula.

—Dime que estás de broma...

—Su intención es darte Veritaserum —aclaró ella, con gravedad. Pero queriendo demostrarle que eran efectivos. Draco arqueó una ceja.

—Razón de más —ironizó, casi con burla. Hermione bufó con fuerza, cansada de su condescendencia.

—Lo he impedido. Les he dejado sin reservas, de momento. Solo… —enmudeció, y bajó la mirada. Buscando las palabras adecuadas—. Quédate. Puedes quedarte. Y ayudarnos —sugirió entonces, sin aliento. Y añadió, antes de que él pudiera decir nada más—: Sabes que jamás te lo he pedido. Y nunca lo hubiera hecho, pero, ahora… —volvió a buscar sus ojos. Pero él no la miraba. Aunque sí la escuchaba—. Ahora no piensas como un seguidor de Lord Voldemort. Puedes quedarte con nosotros. Te protegeré. No te encontrarán, me encargaré personalmente de ello. Ayúdanos a ganar esta guerra. Sé un aliado. Cuéntale a la Orden lo que me has dicho a mí. Todo lo que puedas contarnos —sugirió. Vacilante. Sin saber cuál sería su reacción. Draco forzó una sonrisa irónica. Sin mirarla.

—Te he dicho que no voy a ayudar a tu bando —repitió, con frialdad.

—¿Por qué? —murmuró ella. Sin sonar acusadora. Solo confusa. Solo necesitaba entenderlo.

—Porque, ahora mismo, no me beneficia en nada. Al contrario, me juego mucho. Y no precisamente mi cuello —volvió a mirarla. Con ojos encendidos—. A pesar de tus buenas intenciones, las probabilidades de que tu propuesta salga mal, y el Señor Oscuro me atrape, son considerables.

—¿No crees que pueda protegerte? —interrumpió Hermione, acalorada. Draco dejó escapar una desganada exhalación. Como si le hubiera hecho gracia.

—Creo que eres la única a la que permitiría protegerme —replicó él, con calma. Mirándola por debajo de unos párpados caídos con indolencia. Ella relajó los hombros. Satisfecha. Enternecida—. Pero eso no quita que me esté jugando tu vida. Y, cuando me encuentre, porque lo hará, no se limitará a borrarme del mapa. He sido su Sargento Negro. Sabe mi valor militar. Sabe que no me limitaría a pedir amparo en la Orden, sino que mi papel será más importante. Que tendré información sobre vosotros. Y, al buscarla, te encontrará en mi cabeza.

La chica frunció los labios con impaciencia. Como si esa fuese una razón absurda.

—¿Y si eso no sucede? —farfulló ella, con ligera sorna—. ¿Y si no te encuentran?

—Si remotamente esto sale bien, y me convierto en amiguito de la Orden, me juego la vida de mis padres —espetó Draco, con acritud—. Aunque no me atrape, descubrirá que soy un traidor. No me cabe duda. Y condenaré a mi familia por ello. No voy a arriesgarme a ninguna de las dos cosas.

Hermione dejó escapar un pesado suspiro.

—Tiene que haber otra…

—Sí, quizá la haya —corroboró Draco, con énfasis, sin dejarle acabar—. Quizá haya otra manera. Pero ahora mismo no tengo tiempo de pensar en otras opciones. No sé cómo actuar ahora que estoy pensando así. Nunca he pensado así. Estoy… —se interrumpió y dejó escapar un profundo suspiro lleno de frustración—. Solo sé que no puedo decidir nada en este momento. Lo único que tengo claro es que no puedo desertar. No ahora. Dejo demasiadas cosas allí por arreglar. Dices que he hecho lo correcto, pero, en realidad, esta noche he cometido muchos errores. Y tengo que volver para solucionarlo. Tengo que saber qué le ha ocurrido a Nott. Y proteger a mis padres. Me he enfrentado a varios compañeros esta noche, por negarme a cumplir las órdenes de mi señor. Si lo cuentan, y yo no estoy ahí… Mis padres pueden pagar el precio de mi traición. Y eso no puedo permitirlo.

Hermione sacudió la cabeza. Luciendo molesta. Porque podía entender perfectamente sus motivos.

—Draco, lo siento, pero creo que no estás pensando con claridad —replicó, aun así. Incapaz de darle demasiada credibilidad a semejante idea—. Entiendo lo que dices, pero no puedes volver. Es una imprudencia. Tú mismo lo acabas de decir, has… Los has traicionado. No cumpliste órdenes. Avisaste a la Orden del Fénix. Atacaste a Greyback… Te matarán igualmente por traidor en cuanto…

—Estando allí puedo defenderme —objetó él—. Puedo limpiar mi nombre. Me las apañaré.

—Eso no lo sabes. No puedes jugarte la vida aferrándote a una suposición así —articuló Hermione, con más énfasis—. Si te quedas aquí…

—Me darán Veritaserum, o cualquier otra mierda, y la Orden descubrirá que tú y yo estamos juntos —interrumpió Draco, exasperado—. ¿Te parece eso una mejor alternativa?

—¿A que tú seas asesinado por los tuyos? , te aseguro que sí —espetó la chica, con afectada fiereza—. Si regresas, Voldemort no utilizará Veritaserum, pero sí registrará tu mente. Y, por muy buen Oclumante que seas, no puedes pelear contra eso. ¿Eres… consciente de todo lo que acabamos de hablar? Si vuelves pensando como estás pensando ahora, vas a una muerte segura.

—No puede registrar mis pensamientos —discutió Draco, con impaciencia—. Solo mis recuerdos. Mis acciones. Quizá… quizá pudiera detectar mis sentimientos, pero eso puedo impedírselo —añadió, casi para sí mismo—. Incluso eso no sería suficiente como para confirmar que ya no estoy de su lado.

—Pero sí verá lo nuestro —enfatizó Hermione, como si pensara que lo había olvidado—, todos nuestros encuentros, y algo así es mil veces más peligroso a que la Orden nos descubra. No puedes negármelo. Y aún estás débil, por el amor de Merlín, no puedes volver allí y enfrentarte a ellos. ¿Qué sentido tiene? Ni aun estando en plena forma podrías pelear contra todos…

Draco la estaba mirando con fijeza mientras ella hablaba. Casi sin oírla. Solo viéndola parlotear, moverse, gesticular. Apasionada, enfadada, preocupada por él. Cada movimiento suyo levantaba cenizas. Y él estaba sintiendo que su corazón se aceleraba. ¿A Granger le daba igual que la Orden descubriese su relación? Vale, desde luego era una opción bastante más aceptable a que Draco fuese asesinado. Pero seguía siendo peligroso. Especialmente para ella. Podría causarle serios problemas con los suyos. Seguro que se los causaría. Estaba viéndose, a espaldas de todos, con un mortífago en activo. Con un Sargento Negro. Y nadie se creería que sus intenciones eran inocentes. Que lo hacían por otro motivo que no fuese pasarse información mutuamente. Creerían que era una traidora.

Nadie en su sano juicio se creería que estaban enamorados.

Además, Potter era parte de la Orden, todos lo sabían. Y la familia Weasley al completo había desaparecido del mapa. Lo cual indicaba que también estaban en sus filas. Ambos se enterarían de su relación secreta. Y eso tampoco sonaba llevadero para la chica. No permitiría que sucediese, que los perdiese

Y Draco, para su propio pesar, tuvo claro cuál era la solución. La tenía delante, y se sentía como si estuviera cerrando los ojos para no verla. Pero no podía ignorarla más. Tenía que protegerla. Ella era lo único que se sentía correcto.

—Bórrame la memoria.

El silencio se apoderó de la habitación. Hermione había vuelto a quedarse a medias en su alterado alegato. Pero se silenció de golpe. Con la boca aún abierta. Se encontró con los ojos de Draco. Esperando éste pacientemente su reacción.

—¿Qué? —exhaló ella. Apenas inaudible en el silencio. Sentía que había hecho la misma pregunta muchas veces en los últimos minutos—. ¿Qué? No… ¿Cómo voy a…? No —espetó con más firmeza, entrecerrando los ojos con incredulidad. Sin entenderlo del todo. Pero completamente en desacuerdo.

—Tienes que borrarte de mi cabeza —especificó él, intentando hablar con cordura.

—Ni hablar —declaró Hermione, con firmeza. Mirándolo como si hubiera perdido el juicio. Pero mil y una implicaciones de algo así estaban colándose en su subconsciente. Estrangulando su garganta—. No voy a hacerlo. He dicho que no —añadió, más alto, al ver que él volvía a abrir la boca—. ¿Te has vuelto loco?

—Granger, es la única manera que tengo de volver —repitió él, inclinándose un poco más hacia delante. Atravesándola con sus grises ojos. Volviendo a estirar la mano para alcanzar la de la chica. Pero ella la retiró de un rápido gesto. Como si solo tocarla desencadenaría su pérdida de memoria—. Pero por supuesto que no puedo presentarme ante el Señor Oscuro contigo en mi cabeza. Con esta misma conversación presente —ejemplificó, con más énfasis. Señalándolos a ambos. Hermione estaba sacudiendo la cabeza mientras él hablaba. Manteniendo así su negativa—. No pienso permitir que te encuentre en mi mente. Que se entere de que eres parte de la Orden del Fénix. No pienso convertirte en un objetivo.

—No voy a borrarme de ti —sentenció ella. Y su voz tembló con cada sílaba. Porque, de nuevo, podía entender su punto, y no soportaba hacerlo. Y apenas podía aceptar no saber cómo discutírselo. Era el peor momento del mundo para perder una discusión contra él.

—Escúchame, quizá… no sea necesario borrarlo todo. Va a registrar mis recuerdos, eso es un hecho. Pero no sé hasta qué punto. Qué querrá examinar para saber si soy un traidor —planteó Draco, hablando de forma pausada. Intentando hacerla entrar en razón así. Alargó su mano de nuevo, y esta vez ella le permitió aferrar su antebrazo—. Lo de esta noche, eso seguro. Y estas últimas horas. Pero podrías dejar lo sucedido en Hogwarts. Metí a los mortífagos en el castillo, sabe que le era fiel en aquel entonces. No registrará mi mente antes de ese momento, sería una pérdida de tiempo. Borra solo nuestros encuentros durante la guerra. Solo estos últimos meses. Por… por si acaso. Es lo único que nos mantendrá a salvo a los dos.

Pasó su mirada de un ojo a otro de la chica mientras hablaba. Y ella supo que los estaba viendo inundarse en lágrimas. La mandíbula de Hermione estaba temblando. Y su cabeza seguía sacudiéndose de lado a lado, ya por voluntad propia.

—Pero no recordarás que nos hemos vuelto a encontrar —farfulló, como si él no se estuviera dando cuenta. Respirando de forma entrecortada—. No recordarás que nos reunimos en la Calle Blucher. No nos volveremos a ver, y... ¡No! —exclamó con más fuerza, enfadada, al ver que él volvía a abrir la boca para interrumpirla. Se soltó de un tirón de su mano—. Tiene que haber otra solución. Solo tenemos que pensar en…

—Granger… —insistió Draco, con dureza. Arrastrándose por la cama para acercarse más. Intentó sujetarla del brazo, pero ella lo movió hacia atrás, no permitiéndoselo. Seguía sacudiendo la cabeza, cada vez con más fuerza.

—No voy a hacerlo, n-no puedo…

Su voz se rompió. Dejando escapar un fuerte sollozo que la dejó sin aliento. Y ahora no pudo impedir que él la sujetase del hombro. No tuvo espacio para apartarse. Cerró los ojos, sin poder evitarlo, y agachó el rostro. Sucumbiendo al llanto, se apretó el antebrazo contra el estómago y se cubrió el rostro con la mano libre. Encogiéndose sobre sí misma. Respirando entre sollozos. Sintiéndose desmoronar y no sabiendo dónde apoyarse. Porque su mayor apoyo no podía sostenerla en ese momento.

—Hermione, escúchame —murmuró entonces él. Y ella sintió cómo le soltaba el hombro, para poder apartarle la mano de la cara. Hermione no quiso abrir los ojos, pero no hizo falta. Draco había acercado su rostro al suyo. Lo sintió recargar su frente contra la suya. Su mano acunar su mejilla, y los dedos enredados en su cabello—. Necesito que me escuches. No te atrevas a pensar, ni por un instante, que no eres mi prioridad. O que no quiero quedarme contigo, donde sea —articuló, con claridad. Enfocándose en enfatizar cada sílaba. En voz baja. Solo para ella.

—Lo sé… —susurró ella a su vez, sin pararse a pensarlo siquiera. Porque por supuesto que lo sabía. Nunca había dudado de ello. El pulgar de Draco comenzó a hacer barridos por su piel. Limpiando la única mejilla que podía alcanzar en esa posición.

—Pero no puedo abandonar a mi madre, ni a mi padre, ni a Nott —continuó él. Su aliento golpeándola sobre los labios—. Tengo que estar a su lado. Tú ahora estás bien, estás a salvo —enfatizó. Y su pulgar pellizcó su mejilla con más fuerza en sus rítmicos vaivenes—, y necesito saber que ellos también lo están. Son mi familia. No puedo, simplemente, irme y abandonarlos —dejó escapar un suspiro agotado—. Necesito volver para arreglar las cosas. Eso es lo correcto. ¿Me equivoco?

Los ojos cerrados de Hermione se apretaron con más fuerza. No, no se equivocaba. Pensó en lo que haría ella si estuviera en su situación. Si Harry o Ron estuvieran en el lugar de Nott. Si sus padres fuesen los del chico. ¿Volvería a un bando que ya no sentía como suyo, arriesgando su vida? Por supuesto que lo haría. Iría al fin del mundo por ellos. Y entendía perfectamente el punto de Draco. No estaba volviendo por fidelidad. Por odio hacia los muggles, ni nada semejante. Ya no. Estaba volviendo para proteger a su familia.

—Lo sé. Lo entiendo —aseguró, en un hilo de voz. Su aliento entrecortado chocando contra la piel de él. La mano de Draco en su mandíbula la atrajo un poco más, hasta unir sus labios del todo. Presionando un fuerte beso contra su boca. Aflojándolo después, transformándolo en uno más íntimo. Pausado. Labios húmedos reconociéndose como habían hecho miles de veces.

Rompieron el beso, de forma lánguida. Sin querer hacerlo realmente. Pero a la chica, intentando controlar todavía las lágrimas, le costaba respirar. Aun así, él conservó su mano en su rostro. Manteniéndola cerca. Todavía piel con piel. Aunque Hermione necesitaba espacio para recomponerse. Para pensar con claridad. Para sujetar los pedazos de su corazón en pie hasta que le permitiera romperse. Pero antes había mucho que hacer.

Se echó hacia atrás con lentitud, obligándolo a soltarla. Respirando hondo para dejar de hipar. Sorbiéndose la nariz, y secándose con la mano la mejilla que él no había alcanzado.

—¿Estás en condiciones de volver? —preguntó entonces, en un firme susurro—. ¿De pelear, de ser necesario? ¿Qué hay de tus heridas?

Sus ojos vagaron por su brazo. Él no parpadeó. Movió el hombro derecho ligeramente, elevando el cabestrillo al completo. Sin generar ni una mueca de dolor.

—Eso déjalo de mi cuenta —se limitó a decir. Hermione pareció vacilar, fuertemente tentada de insistir, pero terminó asintiendo con la cabeza. No tenía sentido, dada la terquedad de él—. ¿Puedes hacer entonces un Obliviate? —volvió él al tema, con cautela. Recordándole el punto menos agradable de la discusión. Hermione vaciló un instante, y Draco se preparó para volver a insistir. Pero no hizo falta.

—Sí, puedo. Pero… no me convence. Dejaría agujeros en tu mente. Huecos vacíos, sin recuerdos. —Suspiró con impaciencia, como si la situación requiriese de una detallada explicación que ella no tuviese tiempo de dar—. No es verosímil. El hechizo Obliviate solo es útil en una situación en la cual no registren la mente. Con la Legeremancia se pueden ver los vacíos de la memoria. Es demasiado evidente. Es mucho más útil cambiar unos recuerdos por otros. Como… ponerles un velo encima. Un velo que contiene otro recuerdo. Falsos recuerdos.

Draco parpadeó. Valorando la propuesta. Era algo similar a lo que Nott le había hecho en el castillo de Berry Pomeroy. Y aquella vez funcionó. ¿Volvería a hacerlo?

—Eso ayudaría —admitió él. En un susurro casi ido—. ¿Puedes hacerlo?

Hermione asintió con la cabeza. Se secó otra lágrima que resbaló por su mejilla. De forma mecánica. Sin prestarle atención. No podía parar de llorar, pero no tenía tiempo de preocuparse por eso. No era importante.

—Lo hice con mis padres. Para esconderlos —confesó, serena. Mirando un punto situado en el pecho del chico.

Draco se quedó en blanco durante unos segundos. Sus padres… Nunca se lo había contadoNunca se lo había preguntado…

—¿No será… demasiado simple? —murmuró él. Viendo en los ojos de la chica que no quería sacar el tema de sus propios padres—. Ponerles un simple velo, pero mantenerlos ahí… Algo me dice que registrará mi mente a conciencia…

—A veces, lo más simple resulta lo más seguro y lo más indetectable —replicó ella, decidida—. Sustituiremos todas las noches de la Calle Blucher por recuerdos tuyos durmiendo donde… donde sea que duermas normalmente. En vuestro Cuartel General, o donde sea —propuso, sus inteligentes ojos moviéndose en sus cuencas, creando un plan a toda velocidad—. Y esta conversación por un interrogatorio de la Orden. Podemos… alargar el interrogatorio de esta mañana. Meter alguna escena falsa.

Draco la escuchaba maquinar todo, agradeciendo que no le preguntase nada. Porque sentía que le costaría hablar. Porque la estaba viendo secarse las lágrimas mientras hablaba con absoluta efectividad. Sufriendo. Pero peleando para ayudarlo. Y a él se le estaba viniendo el mundo encima. Iba a olvidarla. A olvidar que habían vuelto a encontrarse. Viviría creyendo que se separaron en Hogwarts, la noche del ataque al castillo. Viviría sin todos los recuerdos de la Calle Blucher. Creyendo que se habían separado para siempre.

"Deberíamos traer un par de mantas la próxima vez"

"¿Y si hago t-todo lo que puedo y te pierdo a ti también?"

"¿Te casas conmigo?".

Y en ese momento no estaba seguro de ser lo suficientemente fuerte como para renunciar a Hermione Granger. No otra vez.

Pero al mirar sus ojos mientras ella seguía hablando, al recordar cuántos años hacía que la conocía, al recordar todo lo sucedido entre ellos… se dijo que recordar todo aquello y verla morir por su culpa era infinitamente peor.

"¿Eres consciente de que te estás jugando su maldito cuello haciendo esto?"

—Borra también lo que me has contado de los colegios —recordó él, luchando por ser igual de eficaz que ella. Interrumpiéndola. Sin saber de qué estaba hablando. Necesitando dejar de pensar—. Que pensáis tenderles una trampa… Si me lo sonsacan, no os servirá de nada. Aunque… —farfulló, casi para sí mismo—, reconozco que el plan de acción del Señor Oscuro me parece ingenioso en la teoría, pero endeble en la práctica. Confía demasiado en que os está manteniendo ocupados. ¿Tres ataques de esa magnitud en cuarenta y ocho horas? Y un alto número de escuadrones estábamos en el Valle de Godric... Los mortífagos estarán exhaustos. No pueden ser eficientes en batallas tan seguidas. Apenas quedarán unos pocos que sigan siendo útiles. Incluso aunque crean que no se encontrarán con la Orden del Fénix como resistencia, tendrán que pelear contra profesores, quizá alumnos…

Pero entonces se dio cuenta de que Hermione no lo estaba escuchando. Lo contemplaba con fijeza. Muda. Sin parpadear. Viendo a través de él. Y Draco tuvo la sensación de que sus próximas palabras no le gustarían…

—Quizá eso podemos mantenerlo —murmuró la chica, a su vez. En apenas un hilo de voz. Y Draco creyó que no la había escuchado bien.

—¿Perdón? —espetó, incrédulo. Hermione estaba respirando con dificultad. Y lucía casi asustada.

—Ese recuerdo. Mantener el que sepas que defenderemos los colegios. Bueno, editarlo. Crear un recuerdo falso, para que te enteres de otra manera…

—¿Y se puede saber por qué debería estar al tanto de vuestro maldito plan secreto? —farfulló Draco, furiosamente burlón.

—Porque así podrás contárselo a los tuyos —esclareció ella, con firmeza. En voz baja para que no le temblase—. Tenemos que asegurarnos de que no duden que has sido un prisionero. Que no eres un espía infiltrado. Tienes que llevarles algo. Información. Un chivatazo. Así confiarán en ti definitivamente.

—Eso no será necesario… —dijo Draco al instante, sin pararse a valorarlo siquiera.

—Sí, sí lo es. No podemos dejar nada a la ligera —espetó ella. Ahora contundente. Como si tomase la decisión—. Les darás el chivatazo de que la Orden los estará esperando en los colegios. Y, cuando vean que es verdad, confiarán ciegamente en que eres fiel.

Draco la miró de hito en hito. Completamente descolocado. Él, para su propia resignación, ya se estaba acostumbrando a pensar como un traidor. A esas alturas, a no pensar, en absoluto, según una lealtad u otra. A hacer únicamente lo que más le convenía. Pero, ¿ella? ¿Traicionar a los suyos? No tenía motivos para hacer algo así…

—No puedes hablar en serio... ¿Vas a enviar a los tuyos a una trampa? —cuestionó, hablando con lentitud. Queriendo asegurarse de que era consciente de lo que le estaba diciendo.

Hermione tomó aire trémulamente. Parpadeó, mirando la vieja colcha. Con el corazón tembloroso.

—No… exactamente. Incluso aunque los mortífagos se enteren, no pueden evitar que vayamos allí. Lo único que sucederá es que perderemos el factor sorpresa. Pero nuestra defensa del castillo será sólida. Además, tú mismo lo has dicho, el número de soldados, y sus fuerzas, estarán minadas. Podremos hacerles frente. Estoy segura. Y, así, con esta información, no te matarán… —añadió, con voz quebrada. Pero firme en su idea.

Draco, que no podía apartar sus ojos de los de ella, la vio apretar las mandíbulas. Conteniendo las lágrimas de nuevo. Podía ver que estaba asustada. Abrumada de culpa por actuar contra los suyos. Pero decidida a hacer esto. Por él. Para que no lo matasen.

Con una información así, Draco estaba seguro de que volverían a acogerlo en sus filas. Sería un héroe. Estaba, indudablemente, salvado.

—No tienes por qué hacer esto… —se obligó Draco a murmurar. Ella compuso una fugaz y casi irónica sonrisa.

—Te equivocas…

—¿Tú vas a ir a los colegios? —preguntó entonces él. Hermione lo miró de nuevo, confusa por el sutil cambio de tema—. ¿A defenderlos?

Ella parpadeó, frunciendo el ceño.

—Eso no tiene…

—Granger, no pienso revelarles a los mortífagos los planes de la Orden si te pongo en peligro —aseguró él con rotundidad, sondeando sus ojos—. Si vas a estar en esa batalla no pienso decirles nada. No pienso llevarte a una emboscada. No te atrevas a mantener ese recuerdo.

La chica vaciló, entendiendo su punto. Pero terminó negando con la cabeza.

—No voy a ir. No en un primer momento, al menos. Formo parte del segundo destacamento —reveló, con cautela—. Si las cosas fallan, y el primero necesita refuerzos, entramos nosotros.

—Arréglatelas para no ir —ordenó Draco. Tajante—. Como quieras. Me importa un bledo. Atúrdete a ti misma, o rómpete una maldita pierna. Pero no vayas allí. Ni en el segundo destacamento ni en el quinto.

Hermione escrutó sus ojos. Fieros y amenazantes. Letales. Y asintió con la cabeza. Accediendo. Draco pareció relajarse físicamente, pero sus ojos seguían siendo dos huracanes. Se pasó la lengua por los labios y volvió a sujetar la mano de la chica con la suya. Apresando sus dedos. Frotando su pulgar por el dorso de éstos. Por sus nudillos. En círculos. Con fuerza. Demasiada. Como si quisiera demostrar, utilizando la fuerza, que estaba bien. Que no estaba preocupado.

—¿Estás segura de esto? —volvió a murmurar. Sus ojos fijos en su mano. En cómo la piel de ella se enrojecía por el énfasis de sus caricias. Y los dedos de ella se cerraron entonces alrededor de su mano. Inmovilizándolo. Deteniendo su casi frenético vaivén. La miró a los ojos. Y la encontró mirándolo como si supiera que estaba a punto de explotarle el corazón.

—Te quiero con vida —susurró Hermione con claridad—. Conmigo, o sin mí, pero con vida. ¿Algún recuerdo más que deba ocultar? ¿Alguna acción en el Valle de Godric que te incrimine como un traidor, que no quieras que vean? Dices que te enfrentaste a algunos compañeros… —cuestionó después, en voz todavía baja.

Draco carraspeó y soltó su mano. Volviendo a recargarse en la almohada. Fingiendo que no había dejado de ser dueño de sí mismo.

—Y quizá esos compañeros lo hayan contado. Puede ser arriesgado quitarlo. Me las apañaré. Pero borra lo que sucedió en la iglesia, la conversación que mantuve con Crabbe y Goyle. Y también el recuerdo del Patronus que te envié…

Y ese recordatorio sacudió a Hermione de pies a cabeza. Luciendo de pronto alarmada.

—Draco, tu varita… Están examinando tu varita, verán tus últimos hechizos… —reveló precipitadamente, llevándose una mano al pecho. Pero Draco sacudió la cabeza, entendiendo su punto. Sin alterarse.

—No usé la mía para el Patronus. Use la de… una víctima —murmuró. Sin querer dar más detalles. Hermione inhaló con profundidad. Sin alcanzar a acertar en un primer momento si sentirse aliviada u horrorizada. Pero terminó asintiendo con la cabeza. Recomponiéndose.

—De acuerdo. Bien. Recuperaré tu varita —aseguró, mordisqueándose la uña del pulgar—. Sé dónde la tienen…

—¿Y cómo vas a sacarme de aquí? —preguntó él entonces. Como si acabara de caer en la cuenta de ese detalle. Ella parpadeó de forma rápida. Reflexionando a toda velocidad.

—No estoy segura. No sé cómo, aún, pero algo podremos hacer. Solo… necesito un minuto para pensarlo. Tenemos que planearlo muy bien… —murmuró. Y Draco tuvo que conformarse con eso—. No puedes ver este lugar. Voldemort no puede ver este lugar.

—Ya... —murmuró él, con resignación, mirando alrededor. La sobria habitación. Realmente, no se había parado a pensar dónde se encontraba...

—Si quito las protecciones de esta habitación… No, ni así podríamos Desaparecernos; mi magia no es suficiente, hay demasiados hechizos aquí —farfulló la chica, para sí. Enfadada consigo misma y con sus habilidades—. Además, un miembro de la Orden no puede ayudarte. Ni siquiera de forma anónima. Porque Voldemort también lo verá. Tiene que ver cómo escapas de aquí por tu cuenta, o sospechará. Pero necesitas que alguien te… Alguien que no sea… —se quedó callada de golpe. Mirando la pared. Tras parpadear, sopesando una repentina idea, lo miró con fijeza—. Kreacher…

Él tardó unos instantes en reaccionar, creyendo que la había entendido mal.

—¿Qué? ¿Kreacher? ¿Qué es eso?

—Un elfo doméstico. Está aquí, y… pertenecía a la familia Black. Te reconocerá como su amo. Te obedecerá sin vacilar, estoy segura. Y su magia podrá atravesar las protecciones de esta casa, él podrá sacarte de aquí.

Sus ojos relucían, emocionada ante la idea. Valorando frenéticamente, en su cabeza, todas las posibilidades. Draco la observó con asombro. Podía funcionar. Podía salir de allí.

—Eres increíble… —terminó murmurando. Pero ella no lo escuchó. Estaba agitando las manos. Con el cerebro bullendo. Continuando con el plan.

—A las nueve termina mi guardia. Y después vendrá otro compañero a cuidar de ti. Es mejor que no sea yo quien esté aquí, o quizá sospechen directamente de mí y registren mi mente. Tras el cambio de guardia, Kreacher vendrá, a-aturdirá a quien venga y te ofrecerá sacarte de aquí. Como si fuera iniciativa suya. Él mismo puede recuperar tu varita... Hablaremos ahora con él, para que haga la pantomima. Porque tú no puedes estar al corriente del plan… Ya estarás desmemorizado. Así que lo único que sabrás es que un elfo doméstico que perteneció a tu familia te liberó. Y eso es lo que Voldemort verá cuando registre tu mente.

—Es perfecto —murmuró él. Logrando seguir el hilo de sus pensamientos. Aunque a ella no le interesaba su aprobación. Lucía cada vez más acalorada. El plan tomando forma según iba hablando.

—Llámale —exhortó Hermione. Girándose para coger la Máscara del Fénix que había dejado en la mesilla—. Y explícale lo que tiene que hacer. Te será leal, te lo aseguro.

Draco asintió con la cabeza. Sin, realmente, ninguna otra opción. Aguardó hasta que ella se cubrió su esclarecedor cabello con la capucha de su túnica, y el rostro con la máscara. La miró a los ojos, buscando su confirmación, y entonces su potente voz resonó en la habitación:

—¡Kreacher!

Al instante, el anciano elfo doméstico se materializó en el centro de la habitación. Dirigió sus ojos inyectados en sangre primero hacia una enmascarada Hermione, no reconociéndola, y luego hacia el joven que estaba sobre la cama. Suspicaz.

—¿Quién es éste? —terminó cuestionando. De forma impertinente. Aunque algo reservado. Hablando, para variar, consigo mismo—. Kreacher no lo había visto antes. Pero seguro que solo es un miserable traidor más… ¿Y por qué llama a Kreacher? Nadie llama nunca a Kreacher. ¿Cómo se atreve a…?

—Cuidado, criatura. Soy Draco Malfoy —dijo el joven, con tono autoritario. Y Hermione apreció en su entonación lo acostumbrado que estaba a hablar con esos seres—. Hijo de Narcisa Black. Soy descendiente de la Noble y Ancestral Casa de los Black. Tú has sido el elfo de la familia, ¿no es así?

Los ojos de Kreacher se abrieron de par en par. Sin que sorprendiese realmente a ninguno de los dos muchachos, se arrojó al suelo de bruces con un desgarrador chillido. Arrastrándose por la madera hasta llegar a los pies de la cama, para pasar a besar la colcha con sus agrietados y diminutos labios. Hermione agradeció entonces el Muffliato que había realizado antes.

—¡Amo Black! —gritó con su ronca voz. Entre sollozos—. ¡Por fin uno de nuestro linaje en esta casa! ¡Por fin volvemos a ser…!

—No me digas dónde estoy —ordenó Draco al instante, precavido. Aclaró sus pensamientos y añadió—: Tengo órdenes para ti. Órdenes que no puedes revelar a nadie más bajo ningún concepto.

—¡Por supuesto! ¡Por supuesto, señor…! ¡Haré lo que sea…!

—Tienes que aparecer aquí de nuevo tras el cambio de guardia. Cuando él se vaya —señaló a Hermione. Y la chica comprendió que no pensaba dejar pasar ninguna precaución para mantenerla a salvo—. A las nueve. Y tienes que traer mi varita. La están revisando en algún lugar de esta casa. Deja fuera de combate al guardia que venga después. Entonces me dirás que has venido a sacarme de aquí. A liberarme. Tienes que fingir que ha sido iniciativa tuya. Me preguntarás a dónde quiero que me lleves, y yo te lo diré. Y nos Apareceremos allí. ¿Lo has entendido?

El elfo asintió con lágrimas de felicidad en los ojos.

—Por supuesto, mi amo. Por supuesto. Lo haré justo así, mi señor…

—No cuentes a nadie esto, ni bajo amenaza de tortura o muerte —ordenó Draco. Hermione le pellizcó la pierna por encima de la manta, con disimulo, en desacuerdo, pero él no le hizo ningún caso—. Y menos aún lo menciones a él —señaló a la chica, hablando todavía en un tono más inflexible—. Él no ha estado aquí. Todo esto ha sido idea tuya. Hazlo tal y como te he dicho, o te juro por todos mis antepasados que te daré la prenda sin dudarlo un instante. ¿Me he expresado con claridad?

El elfo gimoteó ante semejante amenaza. Y volvió a hacer una frenética reverencia.

—¡Sí, mi señor! ¡A las nueve vendré, mi señor! ¡No le fallaré, mi señor…!

Y, con un fuerte "plop", Kreacher desapareció. Volviendo a dejarlos solos. Draco dejó escapar una exhalación incrédula. Casi divertida. Mirando el lugar donde la criatura había desaparecido. No podía creer que hubiera funcionado. Miró a Hermione, la cual estaba volviendo a quitarse la máscara y la capucha. Ella le dedicó una mirada llena de censura.

—La amenaza de la prenda no era necesaria —protestó, entre dientes, irritada. Draco no se inmutó.

—Sí, lo era, créeme.

Hermione tomó aire con fuerza, y se colocó un mechón de cabello tras la oreja. Decidiendo, por una vez en su vida, no discutir con él. Se miraron a los ojos. Ella apretó las mandíbulas. Alargó la mano y cogió su varita, que también reposaba en la mesilla. Los ojos de Draco no se apartaron de su rostro.

—Voy a empezar… —musitó la chica, con voz fingidamente serena. Aunque no fue capaz de alzar la varita. Sus ojos no lucían tan firmes—. No tenemos demasiado tiempo. Y nos va a llevar un largo rato ocultar tus recuerdos sobre nosotros…

Draco, irresponsablemente, la ignoró. Se arrastró sobre el colchón de nuevo, acercándose más, y la rodeó con su brazo sano, estrechándola contra sí. Hermione le dejó apretarla contra su cuerpo. Hundiéndose a su vez en su camiseta. Con un puño cerrado contra su pecho, y su otro brazo intentando rodear su espalda. Y entonces sí sintió que era una despedida. Y su garganta se atenazó de tal forma que ni siquiera logró sollozar.

Se apretó contra él. Ocultando sus labios fruncidos. Sin respirar. Tampoco lo sentía respirar a él. Draco sí la notaba temblar. Ahogarse en mudos sollozos que sacudían su espalda. Y solo pudo abrazarla con más fuerza. Y maldijo al mundo entero por no poder utilizar ambos brazos…

No iba a volver a verla. Volvían al punto de partida. A su separación en Hogwarts. Solo que esta vez no asimilaba que fuese para siempre, como sí había logrado hacerlo aquella vez.

—El hechizo se puede revertir, ¿verdad? —susurró él contra su oído. Dándose cuenta entonces de que le estaba clavando los dedos en la espalda. Pero tenía miedo de soltarla. Porque quizá la soltaba para siempre—. Puedes quitarme el velo y devolverme mis recuerdos…

—Sí —murmuró ella a su vez. Y la suavidad de su voz atravesó el pecho de Draco, hasta el punto que estuvo tentado de decirle que no podía hacerlo. Pero se contuvo.

—Entonces es algo temporal. Solo tienes que encontrarme y revertirlo —dijo, en cambio. Como si fuese sencillo. El final del plan. Un final feliz que los eludía una, y otra, y otra vez. Agachó más el rostro. Pegando su boca contra su cuero cabelludo. Respirando contra ella.

—Lo haré —la escuchó susurrar. De nuevo con serenidad. Como si también necesitase creer que lo lograría. Y Draco cerró los ojos. Y sintió su propio pecho temblar traicioneramente al respirar. Apretó las mandíbulas y dejó de respirar. Enredó sus dedos en la ropa de la chica. Dándose cuenta de que no volvería a tocarla sin ropa. No volvería a tocarla. Si ella no lo lograba…

—Escucha —se oyó susurrar. Y él mismo tuvo curiosidad sobre qué iba a decir—. Yo…

—Lo sé… —musitó ella a su vez. Y Draco notó su mano en su espalda. Acariciándosela—. Lo sé. De verdad.

No sabía qué sabía ella. Y le daba igual. La cuestión era que lo sabía. Ascendió con su mano, con cuidado de no romper el contacto, de no perderla todavía, hasta alcanzar su nuca. Su cabello. Abundante. Suave. Apretándola ahora desde ahí. Y notó la mano de la chica, la que estaba sobre su pecho, enredarse en su camiseta. Tirando a su vez de él. Y Draco sintió que quería mandarlo todo a la mierda.

Quizá ella tenía razón, y no volviesen a verse. Él no recordaría haberla visto de nuevo. No la buscaría. Y tenía que decírselo. Nunca se lo había dicho. Estaba casi seguro. No lo recordaba, al menos. Había tenido decenas de oportunidades. Pero nunca se lo había dicho…

Pero quizá no era eso lo que ella necesitaba oír… Quizá podía hacer otra cosa por ella…

—Hay una prisión —susurró Draco en su oído. Articulando con claridad—. Está en una isla, en el mar Adriático. En el castillo de Nurmengard…


¡Por fin! ¡Draco es un traidor! 😂 *se oyen redobles de tambores y trompetas* Aunque poco le ha durado ja, ja, ja porque ha decidido volver con los mortífagos para proteger a su familia 😱. Y para encontrar a Nott. Solo por eso… Ya no le interesa nada más del bando de Voldemort. ¡Incluso le ha hablado a Hermione de Nurmengard! 😱

Ambos están traicionando a sus bandos para proteger al otro. Pasándose información de forma mucho más directa… Y Hermione le ha tenido que borrar la memoria para que pueda volver a las filas de Voldy de forma segura 😭 ¿Creéis que logrará volver a encontrarse con él y deshacer el hechizo? 😟

¿Qué sucederá en el ataque a los colegios? ¿Queréis saberlo? ¡Pues a seguir leyendo…! 😉