Ruta Musical
Por Kary
Capitulo VIII
Tiembla cumpleaños
- Himura-san, Kaoru Hayase del concurso acaba de llegar ¿La hago pasar de una vez?-
- Si, Arigatou Ureshii-san- respondió Kenshin a la voz de su secretaria en el alta voz del teléfono.
Hoy no había sido un buen día. Para nada.
Primero: el despertar sudado y enredado entre las sabanas de su cama no había sido la mejor forma de comenzar el día. Maldito calor.
Segundo: La cañería que llevaba el agua del tanque del edificio a su apartamento había sufrido una avería en medio de la noche. Claro, él había averiguado esto mientras trataba de quitarse el champú que tenía a su roja cabellera de un color blanco espumoso.
Tercero: Descubrir que las cortinas nuevas y extremadamente costosas que su madre había insistido en que comprara, estuviesen completamente rotas y desgarradas hasta hacerlas inservibles no mejoró en lo absoluto su humor.
Y el tener que desayunar café con una galleta de soda terminó por amargarle la mañana.
Observó su oficina con ojos agudos... en algún lado estaría esa desagradable...
- Bueno días Himura-san-
La joven pelinegra entró a la oficina y él le hizo una seña para que se sentara frente a su escritorio.
Kaoru sonrió cohibidamente al entrar. Era bonita y grande; ella sintió un fresco aroma a bosque en el ambiente y supo casi de forma instantánea que provenía de él.
- Konichiwa Hayase-san- dijo el pelirrojo sonriendo. Kaoru sonrió tontamente y se sentó frente a él.
Su cabello brillante estaban pulcramente amarrado (tan acomodado como podía estar), tenía puesta una camisa azul oscura de vestir y una corbata negra, unos lentes de lectura estaban posando sobre el puente de su nariz.
- Creí que nunca iba a venir- dijo amablemente Kenshin buscando la carpeta de vida llenada por Kaoru. Esta se sonrojó apenada 'Genial, ahora soy Kaoru la irresponsable'
Ella sintió algo suave colearse entre sus piernas, bajando la cabeza observó un enorme y peludo gato blanco. Era espléndido pero no muy bonito, tenía la cara un poco aplastada y estaba segura que sus bigotes median mínimo treinta centímetros cada uno. Tenía unos ojos agudos de un color verde hermoso y la miraba fijamente. De un saltó se instaló sobre sus piernas.
- ¡ Miya¡Estúpido gato bájate de ahí!- gritó Kenshin viendo al gato que maulló y restregó su cola contra la barbilla de la morena que sonrió.
- No hay problema, es un gato muy lindo- dijo sonriéndole mientras le rascaba una oreja.
Kenshin la vio fijamente y suspiró. Si la gata tenía afinidad con la muchacha… pues ya podía imaginarse alguna que otra cosa con respecto al carácter de ésta.
- Bueno como sea, es mejor firmar los documentos antes que sea más tarde – el pelirrojo sonrió amablemente.
- Uhm... es que no había podido hacerlo hasta hoy...- dijo ella apenada mirando un punto fijo en la blanca pared justo a un lado del ejecutivo. De repente se sentía caliente la habitación.
- Ya veo, no hay problema- dijo Kenshin ofreciéndole muchos... muchos papeles – Me imagino que ya leyó el reglamento, las normas y las condiciones ¿no?- Kaoru asintió – Bueno si está de acuerdo con todo tiene que firmar en los puntos en blanco, usted es una de las últimas personas que falta.
Kaoru sonrió aceptando el bolígrafo que el pelirrojo le ofrecía... ya sabía ella quien era la única otra persona que aún no firmaba el contrato.
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- ¡Por favor!- rogó Misao corriendo detrás de una atareada Magdalia.
Era temprano en la mañana pero aún así la mujer tenía muchas cosas que hacer. El lunes era la primera presentación en vivo de los concursantes y el set aún no estaba listo, aún no había tenido la reunión con los candidatos, aún no había llamado a la gente de la escenografía ni había coordinado las invitaciones para la prensa. Ella ni siquiera se había tomado un café. Aún así no había podido quitarse de encima a la muchacha de ojos verdes.
- ¡Makimachi-san no!- le dijo mientras buscaba entre la pila de papeles que estaban sobre su escritorio un documento importante... que ya ni sabía cual era.
- ¡Por favor¡Por favor¡Por favor! – rogó Misao desesperadamente. Desde que había hecho el trato con su hermano ella había empezado a pedirle a la joven el 'pequeño y simple' favor. Ya casi todos en el edificio la conocían y ni siquiera los guardias de seguridad de la entrada le pedían identificación. - ¡Mi hermano es un ser maravilloso¡Cortés, educado, sensible y guapo¡Si sale con él no se va a arrepentir!- dijo Misao con una sonrisa esplendorosa.
- Pues eso no me pareció el día de su audición, que yo recuerde es un hombre bastante rudo- dijo Magdalia viéndola con el ceño fruncido. No entendía la insistencia de la muchacha... bueno si la entendía – Además que ponga una condición como esa para firmar su autorización, no habla muy bien de él-
- ¡Él es así!- insistió la pelinegra dejando su bolso (el de Kaoru) sobre el escritorio. Cerró los ojos, juntó las manos en suplica y arqueó la cabeza -¡Pero no es una mala persona! Sólo que... bueno... a veces es un poco impulsivo... y hace las cosas sin pensarlas mucho-
Magdalia le dirigió una mirada muy escéptica.
-Bueno está bien, sin pensarlas. Pero él no es una mala persona – dijo Misao de forma solemne.
Magdalia suspiró cansadamente y dejó de buscar lo que ni sabía ya que estaba buscando… tendría que tomarse unos minutos para explicarle a la muchacha el por qué no iba a salir con su hermano.
De repente se sintió tan mareada que aunque trató de apoyarse de la mesa cayó pesadamente al suelo, observó la lámpara en el techo que se movía peligrosamente, balanceándose de un lado a otro sin control.
Definitivamente no era ella el problema.
Tokio estaba temblando.
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Todo fue muy rápido; la lámpara comenzó ha agitarse, los libros cayeron de sus estantes, su silla rodó con ella sin control, sintió un fuerte dolor en la mejilla y de pronto el ruido infernal de gritos y cosas estrellándose contra el suelo cesó.
Abrió los ojos y se encontró viendo un par de preocupadas orbes de un color lila oscuro. Estaba agazapada en un rincón de la habitación contra la pared, con un estante de libros inclinado peligrosamente contra su cabezas pero sin caerse por el triangulo que formaba al caer hacia un lado y toparse con la pared.
La luz hacía corto circuito, se prendía y se apagaba dando un aspecto de claroscuro a la habitación.
- ¿Daijoubu ka?- preguntó el pelirrojo y de repente Kaoru se dio cuenta que estaban muy cerca. Demasiado. Él era quien la tenía aprisionada en un abrazo protector.
Kaoru lo vio fijamente sin pensar en lo idiota que seguramente se veía ella. Y fue como si la habitación y los gritos desaparecieran del universo, dejándola sola con él cuando suavemente posó una mano sobre su mejilla.
La luz blanca siguió parpadeando y haciendo un sonido de corto circuito.
Kaoru ni siquiera cerró los ojos, al contrario, los abrió grandemente y lo miró absorta. La piel de sus manos era áspera pero no desagradable, tenía las palmas anchas y varoniles.
Estaban a tan corta distancia que ella podía oler a la perfección su colonia y cuando la luz se prendía, podía contar una a una las pecas pequeñas que tenía él en sus mejillas y en el puente de la nariz.
Kaoru podría jurar ante Buda que ella sintió cosquillas desagradables en su vientre, al mismo tiempo como si un líquido muy caliente subiese desde su estómago hasta su garganta en el momento en que él acarició su mejilla con suavidad ¿Qué estaba pasando¿Por qué la estaba acariciando ¿Acaso él estaba coque…?
- Creo que la gata la lastimó Hayase-san- sus dedos estaban manchados de sangre y tenía una expresión de preocupación. Y el mundo volvió ha andar a su ritmo normal, rompiendo la fantasía como si fuese un espejo barato.
Kaoru puso los ojos en blanco y sintió una gota rodar por su nuca. Que forma de fantasear la suya…
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Kenshin suspiró levantando el último documento que había terminado en el suelo. Entre el alboroto provocado por el temblor y la intempestiva llegada de Misao Makimachi con su hermano, no había tenido momento de organizar las cosas. Por cierto que esos hermanos eran raros, ninguno tenía el mismo apellido, incluyendo a Kaoru Hayase que decía ser hermana del muchacho.
Se sentó en su silla y vio sobre el escritorio las monumentales pilas de papeles y carpetas que tenía que volver a organizar.
Cerró los ojos y suspiró cansado… hoy sería un día largo.
Un maullido llamó su atención y Kenshin vio con rencor a la gata que estaba acostada en uno de los estantes ahora vacío.
Cuando Tomoe decidió comprar un gato, Kenshin estuvo de acuerdo. No porque le gustaran los animales, sino por el simple hecho de complacer a su reciente esposa. Fue uno de los mayores errores de su vida.
Esa gata siempre lo había odiado y el estaba seguro de que ella fue la más feliz al momento de concretarse el divorcio. Constantemente encontraba una forma de molestarlo y como última gracia había rasguñado a la muchacha Hayase. No había sido nada grave, un simple rasguño del que brotó un poco de sangre pero él se había alarmado. Odiaba la sangre.
Seguramente ella tenía la piel muy sensible, pensó Kenshin viéndose la palma de la mano. Sentía extraña la mano con la que le había tocado el rostro… como si le picara agradablemente.
Kaoru tenía la piel muy sueva, quizás porque no solía maquillarse mucho o porque se la cuidaba. En realidad a él no le importaba el por qué si podía crear esa sensación en él… esa sensación de querer tocar cada espacio de piel libre, de querer acariciar su rostro con su dedos y rozar sus labios carnosos y tan provocables.
- ¡Miauuuu¡CRACK!- el adorno plateado al que él nunca le había encontrado sentido cayó al piso con un fuerte sonido y se estrelló en cientos de pedazos. La gata lo había tirado desde el estante.
Un fuerte calor se extendió por todo el cuerpo de Kenshin de forma alarmante cuando comprendió donde habían ido a parar sus pensamientos.
- Kenshin eres un pervertido. Es una niña – se dijo en voz alta. La gata maulló y el pelirrojo le tiró un bolígrafo que pegó contra la pared a un lado de la felina oreja.
Abrió malhumoradamente la primera carpeta que tenía en el escritorio y se encontró con el rostro sonriente de Kaoru Hayase. Tenía una sonrisa muy bonita, unos ojos hermosamente brillantes y un buen cuerpo…
- ¿Urashi-san?- preguntó por el intercomunicador, dejando la carpeta a un lado y sintiéndose muy azorado - ¿Qué día es hoy?... Por cierto ¿Está prendido el aire acondicionado de mi oficina?-
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En horas de la tarde los únicos rastros del temblor que quedaban en la ciudad eran algunos vidrios rotos, papeles en las calles y alguno que otro automóvil estampado contra un árbol.
Misao caminaba por las calles que no conocía, con gente que la miraba extrañada por tanta felicidad que irradiaba su cuerpo en olas.
Llevaba un papel en su mano derecha y tarareaba la melodía de una conocida propaganda de shampoo para niños.
Todo era perfecto.
Oh si, Magdalia había accedido a salir con su hermano. Quizás porque aún estaba mareada por el golpe que se había dado o porque no la soportaba más.
De cualquier forma sólo había necesitado llamar a Tae y media hora después Sanosuke había firmado todos y cada uno de los papeles que le habían puesto en frente.
Y justo ahora se dirigía al lugar que le indicaba el anuncio que había encontrado en la calle. Hoy tendría empleo.
No fue fácil llegar, las calles de Tokio eran todas muy parecidas y ella no las conocía, pero tan sólo tuvo que preguntarle a un par de personas para llegar a su objetivo.
Un dojo enorme, con paredes de madera y aspecto tradicional, que se veía bastante inverosímil en una metrópolis como Tokio, la saludaba.
- 'Dojo Kai' Si aquí es – dijo Misao feliz mientras veía el anuncio en la entrada. El dojo estaba rodeado de enormes y frondosos árboles verdes; había también un pozo de agua que seguramente era conservado desde antes de la era Meiji. Misao se acercó a ver su interior, apoyándose del borde hecho en piedras.
- ¿Esta buscando algo que se le perdió?-
- ¡Kyaaaaaaa!- gritó Misao con todas las fuerzas de su alma, mientras se agarraba el pecho con la mano. Por culpa del sonido de la voz se había resbalado del borde y casi se caía de boca.
- jeje disculpe señorita- dijo un hombre que estaba frente a ella. Llevaba puesta una yukata azul y sobre su hombro un bolso negro grande. Sus rasgos eran gruesos pero amables, por su barba tenia un par de días sin afeitarse y sus ojos negros brillaban risueñamente.
- ¡No fue gracioso¿Me oye¡Pude haberme matado o peor¡Pude haberme caído y ahogarme y por eso perder todo lo que he ganado en la última semana de mi vida¡Deje de reírse!-
- Lo siento muchacha – dijo el hombre aún riéndose – Soy Ryota Kai, sensei de este dojo ¿En qué puedo ayudarte?-
- Oh, vengo por el anunció – dijo Misao sonriendo abiertamente. El hombre la miró de arriba abajo y suspiró.
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Kaoru caminó ausentemente por un largo pasillo del gigantesco canal. Caminaba sin fijarse en los extraños cuadros que adornaban las blancas paredes ni en las personas que iban apresuradamente de un lado a otro.
Iba con la mente en blanco y la mirada perdida. Él la había tocado, se dijo tocándose la curita que tenía en su mejilla sobre la herida que le había hecho la gata, y aunque no había nada de romántico en eso… ella todavía sentía como si tuviese gusanos en el estómago.
Era extraño… no recordaba haberse sentido así en sus veinte años de vida. Por lo menos no de esa forma tan… intensa.
Sus tratos con el sexo masculino nunca habían sido ni comunes ni frecuentes. No porque ella no quisiera, ni porque no hubiesen candidatos, pero el hecho de que su padre sonriera mostrando una filosa espada, más antigua que su casa a cada muchacha que se le acercara, solía dejar sus posibilidades en cero.
Pero su padre ya no estaba cerca… ella ni siquiera sabía de él, tal vez ahora podía considerar tener una relación de pareja.
La imagen de Kenshin Himura apareció en su mente y ella se sonrojó sintiendo calor en las orejas.
- ¡Kaoru baka¿En qué piensas tonta!- se gritó parándose en seco.
Pero al parecer gritó muy fuerte porque varias personas detuvieron su andar y se quedaron viéndola fijamente. Kaoru se sonrojó más aún y musitó cosas sin sentido de forma rápida.
- ¿Hayase-san?- preguntó una voz y Kaoru volteó a ver al muchacho que había abierto una puerta y la veía desde dentro de una habitación. Kaoru sonrió.
Era un joven de mediana estatura, no mucho más alto que ella misma. Su cabello era de un negro azabache corto y sus ojos eran de un azul oscuro ligeramente parecido al suyo que resaltaban en su fino rostro. Sonreía suavemente sin mostrar los dientes.
- Zeta-san – saludó Kaoru inclinándose un poco al verlo. Soujiro Zeta era uno de los diez participantes que había resultado seleccionado.
- Bonito temblor ¿no?- dijo sonriendo - ¿Cómo está?-
- Oh… bien- le respondió la pelinegra, viendo como las personas parecían haber olvidado su presencia.
- Me alegro- volteó hacia el interior de la habitación – ¡Oh ya empezaron¿Quiere ver?-
Kaoru iba a preguntar ¿ver qué? Pero el muchacho ya había entrado dejando la puerta abierta y ella no podía soportar la curiosidad.
Era una habitación más grande de lo que ella había pensado en un principio, de hecho era tan grande como la sala y la cocina, incluyendo el comedor de su casa y estaba repleto de gente y de cosas.
Se acercó a Soujiro que estaba parado frente a un paisaje hermoso, tanto que a ella le costó varios minutos descubrir que absolutamente todo era falso y formaba parte de la utilería.
Era como la única vista de una calle solitaria. Había un banco de hierro forjado, hermoso y de un color negro que brillaba fuertemente. Un solitario faro gris y apagado estaba a su lado sobre el piso que tenía una tela verde manzana. Detrás, un gran jardín se extendía en todo su esplendor, flores de todos los colores y árboles verdes y frondosos se mezclaban hermosamente. Kaoru sentía como si estuviese mirando por una ventana hacía una calle especialmente bella de la ciudad.
- Es una sección fotográfica – explico Soujiro sin que ella preguntara – Mi prima es coordinadora de utilería y me invitó ¿bonito verdad? Aunque si el aroma de las flores existiera sería más real – Kaoru no dijo nada, sino que simplemente asintió.
A unos cuantos pasos estaba sentada una mujer rubia muy hermosa a la cuál estaban maquillando, parecía de malhumor y no dejaba de fruncir el ceño.
- ¡Es hora!- chilló una voz - ¡Apaguen todo¡Quiero ver mi obra de arte¿Dónde estás corazón¡Oh Oh Oh que hermoso es todo… me siento… me siento como si ohhhh como si estuviera en el paraíso¡Buen trabajo Suki-chan, eres lo mejor que ha podido tocar este set!-
Kaoru abrió los ojos grandemente, por un largo momento pensó que aquella persona era una mujer, algo excéntrica y gritona pero definitivamente, al verla bien entendió que no era una mujer. Por mucho que lo pareciera, pero era un hombre… ninguna mujer en el mundo podía ser tan plana.
Era bastante alto y de contextura delgada, su rostro era fino y delicado con los rasgos hermosos, su piel era muy blanca y sus ojos de un color entre castaño y carmesí. Tenía el cabello corto pero peinado en picos en las puntas, las cuales no le llegaban a los hombros.
Volteó a ver a Soujiro pero él tenía cara de no saber mucho más de aquella persona que ella misma.
- Ahora ahora niña, estás muy bien quiero verte en posición – dijo en una voz muy chillona haciéndole un ademán con la mano a la mujer rubia, que se paró de la silla y dejó verse en su esplendor.
Su cabello rubio estaba peinado en un moño tradicional japonés y tenía el kimono más hermoso que Kaoru había visto en su vida. Era negro y de una tela que brillaba a la luz del set, el obi era muy grueso y de un color rojo sangre que contrastaba con el negro. Pero lo más impresionante era el bordado que tenía el kimono, no eran dibujos sino más bien figuras abstractas de color rojo y anaranjado que se mezclaban hermosamente.
- Luces apagadas- gruño un hombre grande que estaba detrás de una cámara fotográfica profesional. Las luces de la habitación se apagaron – Efectos- Y Kaoru no pudo dejar de inhalar fuertemente. Entre los grandes árboles del jardín falso se prendieron cientos de luces brillantes simulando estrellas y el faro se prendió con un suave sonido, su luz cálida inundó la pequeña calle y bañó a la mujer que estaba parada junto al banco de hierro.
- Es hermoso- dijo Soujiro a su lado.
- Es hermoso si- dijo Kaoru - ¿Su prima hizo todo Zeta-san?- Soujiro abrió la boca para responder pero varias personas hicieron sonios de silencio y les dirigieron miradas reprobatorias.
- Ahora muñeca sonríe- dijo el fotógrafo haciendo estallar los reflectores varias veces cuando tomó las fotografías.
Era hermoso, se dijo Kaoru, pero algo no cuadraba… algo faltaba.
- ¡No, no, no, no!- chilló la voz del hombre que Kaoru había confundido con una mujer - ¡Esto está mal Kiki¡No estás luciéndote nada!-
- ¡No puedo hacer nada más Kamatari!- gritó la rubia abandonando el rostro angelical que había mantenido durante las fotos – ¡Las condiciones no son las mejores para que yo de lo mejor de mi!-
- Cariño…- dijo Kamatari moviendo las manos de una forma muy femenina – Creo que el problema no son en absoluto las condiciones, el problema eres tú corazón de guisante. Y si no luces mis creaciones no sirves-
- Pero soy lo único que tienes – dijo arrogantemente la mujer mientras cerraba sus ojos verdes - ¿Esto no tiene que estar listo para el viernes? No creo que encuentres a nadie más ideal que yo en tan poco tiempo-
- Oh querida… no subestimes al creador – dijo Kamatari sonriendo abiertamente - ¿Sabes lo que siempre digo flacucha? Antes muerta que sencilla. No estudié en las mejores academias de moda en Paris para dejarme manipular por una modelo de piso como tú. Así que Au revoir. Cariño no dejes que arrugue mi obra – le dijo a una mujer que lo miraba divertida desde lo que parecía un improvisado estudio de maquillaje.
Kaoru volteó a ver a Soujiro con la boca ligeramente abierta ¡Que espectáculo! La modelo rubia chillaba y gritaba cosas como loca y el peinado que tenía empezó a dejar caer mechones desarreglados.
- Bueno eso fue interesante – dijo Soujiro sonriendo abiertamente.
- Si bastante – dijo Kaoru y volteó a ver su reloj – Es tarde… mejor me voy. Sayonara Zeta-san-
- Sayonara – se despidió Soujiro y Kaoru se volteó para caminar hacía la puerta de salida con su cola de caballo ondeando detrás de ella. La puerta estaba a pocos centímetros de su mano cuando algo agarró sus cerdas negras con tanta fuerza que ella gritó y calló al piso de espalda.
- Maldición…- murmuró Kaoru con los ojos cerrados, sintiendo su cabeza latir y viendo miles de estrellas detrás de sus párpados – Desgraciado ¿Quién demonios fue?-
- Oh lo siento querida- dijo una voz muy femenina para ser realmente de mujer – Pero querías escapar de mí – Kaoru abrió los ojos y una figura borrosa apareció frente a ella. Kamatari la miraba fijamente con una gran sonrisa.
Kaoru cerró los ojos y maldijo nuevamente.
¿Daijoubu ka¿Estás bien?
Nota de la autora:
Ehh ¡Hola! Pues si estuve pérdida, pero mi vida es un caos últimamente. La universidad no me deja respirar y ahora que estoy trabajando no tengo casi ni tiempo para comer.
Este capitulo abre muchas posibilidades, aunque en realidad en un principio era muy largo así que decidí dividirlo en dos. El siguiente capitulo seguramente no tardará tanto… uff eso espero.
En el próximo capitulo conoceremos a más personas, veremos a Aoshi por ahí y comeremos cerezas :P
No voy a poder contestar en este capitulo sus mensajes, tengo un informe que hacer de las elecciones de hoy, son las nueve de la noche y aún no he comenzado Kary llora pero para la próxima los contesto. Gracias por todo y espero sus comentarios!
Por cierto me siento muy honrada al decir varias de mis historias y yo estamos nominadas en diferentes categorías en FF RK SPANISH AWARDS 2005 pueden buscarlo en está página y si quieren votar. GRACIAS!
Kary
Ja ne
