Ruta Musical

Por Kary

Capitulo IX

Mariposas en la ciudad

- ¿Hablas en serio Katsu¡¿Lo dices de verdad! – el grito de Sanosuke Sagara resonó por todo el lugar lleno de una incrédula alegría. Varias personas que se encontraban en el Akabeko voltearon a verlo por un momento y luego retomaron sus conversaciones.

- Hai, pero no te aseguro nada aún ¿sabes? Me parece increíble que estén considerando darte empleo después del alboroto que armaste el día de las audiciones – dijo Katsu pensativamente mientras movía su cerveza en el aire.

- Es genial… todo es genial… Oh si… hoy voy a salir con ese caramelo de Magdalia y quizás comience a trabajar en ese lugar. No quisiera pero mi madre me amenazó con que no me mandaría dinero sino trabajaba – dijo Sano frunciendo el ceño, pero luego mostró una amplia sonrisa.

- Ya era hora – murmuró Katsu bebiendo de su cerveza, suspiró y miró con fastidio a Sanosuke que aún seguía sonriendo – Por cierto, tú hermana merece un premio, llevo años tratando de convencer a Magdalia-san que salga conmigo, pero siempre está ocupada. Tal vez Misao pueda convencer a la coreógrafa del estudio siete, amigo… esa mujer tiene unas piernas…- dijo mirando soñadoramente a la nada, mil imágenes pasando por su no tan limpia mente.

- ¡Ja, esa comadreja no tuvo nada que ver!- argumentó Sano dándole un fuerte golpe a su cerveza contra la mesa, despertando a Katsu - ¡Es sólo magnetismo animal! Ninguna mujer puede resistirse a la tentación, es decir amigo, a mí –

Katsu se rió – Pues puedo nombrarte a una mujer que preferiría comer un plato de cucarachas a tener algo contigo: Megumi Takani, esa mujer te odia amigo –

Sanosuke se rió sin ganas, una mueca de desagrado reemplazando su sonrisa – Pues yo preferiría comer la comida de Kaoru que tener algo con ella –

Katsu se rió fuertemente, obviamente no creyéndose ninguna palabra.

- ¡Lo digo en serio¡¡Esa mujer lo único que me provoca es enterrarla viva en el centro del infierno!-

Katsu se rió hasta que las lágrimas empezaron a rodarle por los ojos para luego ahogarse incontrolablemente.

Sanosuke no hizo nada por ayudarlo.

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- ¡Ahora! Quiero que se formen en parejas, es decir de dos en dos, y se tomen por ambas manos uno frente al otro tratando de estirarse lo máximo que puedan ¡No vayan a soltarse! No queremos cráneos rotos o derrames severos ¿ne? –

Varios niños se miraron entre ellos asustados, preguntándose si esta muchacha tan hiperactiva estaba bien de la cabeza.

- ¡Vamos, vamos, los quiero ver!-

- Humm… ¿sensei? – preguntó levantando la mano, un niño que no parecía ser mayor de siete años - ¿Usted si será siempre nuestra sensei?-

Misao sonrió abiertamente a sus nuevos y jóvenes estudiantes.

- ¡Pues claro que si! – dijo alegremente. Enseñarle gimnasia artística a un grupo de niños entre seis y diez años no era algo difícil para ella, había practicado gimnasia y deporte toda su vida a pesar de su extraña salud y era completamente competente para el trabajo además de ser simpática, atlética, paciente y adorar a los niños…

- ¡Pero si eres una niña!- gritó un pequeño de ojos claros - ¡Mides lo mismo que yo!-

Una vena creció en la frente de Misao y sus mejillas se tornaron rojas como el fuego.

- ¡Es verdad! – gritaron varios niños.

Ella era paciente… se dijo inhalando profundamente.

- ¡Y pareces un hombre¡Si fueses grande tendrías los pechos como mi hermana!-

Estalló.

- ¿QUÉ TE PASA ENANO MALEDUCADO¡¡CLARO QUE SOY MAYOR QUE USTEDES¡NO NECESITO DE DOS ENORMES GLOBOS PARA SER FEMENINA¡Ahora quiero que me obedezcan o tendrán que darle doscientas cincuenta vueltas al dojo por tres semanas¡Oh si y luego los amarraré del árbol sagrado para que se los coman los cuervos! – Los niños corrieron y se agruparon empezando los ejercicios de estiramiento, asustados por la cara desfigurada de rabia de Misao. Su trenza parecía estar suspendida sobre su cabeza contra la gravedad.

Misao respiró fuertemente y sonrió juntando felizmente sus manos mientras veía a los niños seguir sus instrucciones. A ver si iban a volver a decirle algo malo. Ella, en su opinión, era muy femenina.

Miró a los niños y sonrió mucho más amplio. Sería bonito enseñarle sus habilidades, después de todo… ella amaba a los niños.

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Sanosuke se encontraba sentado frente a Magdalia y la veía tomar un vaso de agua tratando de que no se le notara lo embobado que en realidad se sentía.

Ella era… simplemente angelical.

Algo golpeó su nuca y volteó inmediatamente. El mocoso que estaba sentado con Katsu le había lanzado una servilleta arrugada y cuando Sanosuke volteó a verlo, comenzó a hacer mímicas como si se secara la baba de la bola. Katsu se partía de la risa.

Como detestaba Sanosuke a ese enano endiablado.

- Hay algún problema Sagara-san?- preguntó Magdalia viéndolo atentamente y pensando en si aparte de ser un bravucón, estaba mal de la cabeza.

- Iie- respondió Sano olvidándose completamente de su malestar, hasta que otra servilleta lo golpeó esta vez en la cabeza. Apretó los dientes- Sólo que había pensado en ir a almorzar a otro lugar menos… bullicioso 'y sin estúpidos'- terminó pensando Sano.

- Lo siento mucho- dijo ella y en realidad parecía apenada – pero sólo tengo media hora antes de tener que asistir a una junta y el Akabeko es lo más cercano al canal-

- Bueno… si- dijo Sano mirándola y sintiéndose de repente cohibido. No solía pasarle este tipo de cosas con las mujeres pero ella parecía tener el poder de borrar todo pensamiento de su mente.

Un silencio incómodo se sembró en la mesa.

- Humm…- murmuró Sano rascándose la barbilla con un dedo y mirando hacia otro lado.

- Ano… Misao Makimachi y Kaoru Hayase son sus hermanas ¿no?- preguntó ella de repente cuando una mesera comenzó a servirles sus platos de comida.

- ¿Ah? No, solo Misao. Aunque Jou-chan es tan buena como una hermana también, la conozco prácticamente desde que nació- respondió Sano viéndola.

Era muy bonita… su cabello castaño y rizado en las puntas se veía muy suave y sus ojos brillaban mientras lo oía hablar. Llevaba puesta una chaqueta verde pálida sobre una camisa blanca que tenía un discreto escote, pero lo que más relucía era la cruz grande y gruesa que llevaba colgando del cuello. Parecía pesada pero en ella se veía brillante y complementaría, y daba la sensación que sin ella, Magdalia no era Magdalia.

- ¿Eres cristiana?- preguntó Sano viéndola a los ojos.

- Hai. Soy cristiana- respondió Magdalia y su mirada se oscureció un poco - ¿Algún problema con eso?-

Sano alzó las manos en defensa – Iie. Iie… sólo preguntaba porque no todos los días se ve a alguien llevando una cruz-

Magdalia alzó una ceja.

- ¡No es que haya algo malo con eso!- exclamó Sano sintiendo como si hubiese metido la pata en un pantano – Sólo fue que me llamó la atención-

- ¡Oh! Bien – dijo ella sonriendo suavemente – Algunas personas pueden ser un poco prejuiciosas con eso –

- No veo el porque- dijo Sano sinceramente.

Esa fue la primera vez que Magdalia le sonrió con completa sinceridad.

Y Sano flotando en una nube, supo que había ganado varios puntos con eso.

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Era tarde, Kaoru no sabía exactamente que hora porque le habían quitado el reloj, pero estaba empezando a creer que cuando saliera se daría cuenta que su cumpleaños había pasado y que el concurso también.

- Maa, maa querida, si no quitas esa cara no voy a poder hacer nada-

Kaoru parpadeó regresando a la realidad. Estaba sentada en una silla alta, frente a un espejo grande lleno de luces, y la mujer que tenía en frente le hablaba. Era por lo menos una de las mujeres más impresionantes que Kaoru había visto en su vida.

Tenía el cabello de un color castaño muy oscuro y lo llevaba amarrado en un perfecto bollo japonés, su piel era muy blanca y no era mucho más alta que ella. Sus ojos eran de un color verde extraño y tenían una forma alargada completamente sexy, la nariz era fina y respingada.

Era hermosa y probablemente estaría en sus años treinta y tres o algunos más, no muchos sin embargo. Se movía de una forma decidida y al mismo tiempo etérea, tal vez eso le pareció a Kaoru por el chal negro y largo que llevaba sobre sus hombros.

- Tienes los rasgos muy hermosos, no te hace falta mucho maquillaje- dijo la mujer hablándole con suavidad. Kaoru no contesto.

Era la misma mujer que había visto riéndose de la modelo ¿Qué iba a decirle? Ella ni siquiera sabía que hacía allí; Kamatari la había tomado por una mano después de tirarla al suelo y la había arrastrado prácticamente por todo el canal hasta finalmente dejarla sentada donde ahora estaba.

- No te preocupes, no tienes que hacer mucho- dijo la mujer y Kaoru sintió como si le leyera la mente – Sólo sonreír un poco y no hacerle demasiado caso a Kamatari¿sabes? Yo lo adoro pero a veces puede ser detestable-

Kaoru sonrió tiesamente, eso no la hacía sentir precisamente más tranquila. Sólo quería volver al Akabeko y festejar su cumpleaños con la gente que conocía en la ciudad.

- Kamatari volvió locos a los de producción fotográfica para poder ponerte en sus fotos, así que esta seguro de que lo harás bien- dijo la mujer sonriendo y poniéndose detrás de Kaoru, apoyó sus manos sobre los hombros de la pelinegra y ésta la vio por el espejo.

- Tienes un rostro muy lindo- repitió viéndola fijamente por el reflejo - ¿Cómo te llamas?-

- Kaoru, Kaoru Hayase Kamiya- respondió ella y algo extraño pasó, tal vez Kaoru lo imaginó, pero los ojos de la mujer se ablandaron por un instante y luego volvieron a su expresión normal tan rápido que definitivamente la pelinegra había imaginado todo.

- Es un nombre bonito- le dijo apretando sus hombros con suavidad – Soy Tokio Takagi, maquillista, estilista y encargada del área de maquillaje y arreglo de Japan Mitsurugi Corporation NHK – dejó de hablar como si esperara que Kaoru dijese algo, pero ella no lo hizo y Tokio sonrió suavemente – No te asustes, no voy a pintarte como un payaso ni nada y me gusta tu cola de caballo, sólo necesita unos arreglos. Vas a verte muy bien, te lo aseguro-

Kaoru la vio nuevamente por el reflejo del espejo y suspiró.

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Misao sonrió a los últimos alumnos que se habían rezagado para ayudarla a guardar las colchonetas que habían utilizado durante la clase. Se sentía bien, había sido un buen comienzo.

- Sensei Misao ¿Nos veremos el lunes ne?- preguntó una de las niñas cuando las colchonetas estuvieron pulcramente acomodadas en una esquina.

- Hai- respondió ella sonriendo – Hasta el lunes-

- ¡Genial¡Sayonara!-

- Sayonara niños - les dijo Misao viéndolos salir a trote.

- ¿Qué tal la clase?- preguntó una voz desde la puerta. Era Ryota Kai, el sensei. Sus oscuros ojos la veían divertidamente.

- Fue genial- respondió Misao acercándose hasta su lado.

Era un día bonito, el cielo estaba despejado y el sol se había posicionado en su punto más alto en el azul cielo.

Ella tenía un hambre tan grande…

- Serán los lunes, miércoles y viernes ¿ne?- preguntó Misao poniéndose una mano por encima de los ojos para tapar el fuerte reflejo del sol.

- Hai. Pero me preguntó ¿Cómo hará cuando el concurso le exija éstas horas? Los niños no pueden dejar de asistir a clase, aunque tal ve yo mismo pueda reemplazarla de vez en cuando-

- ¡Oh no! No se preocupe, ya pensé en eso y tengo a la persona perfecta para reemplazarme- dijo Misao con una mueca alegre.

- Ano… si lo dices tú, entonces no hay ningún problema- dijo el sensei viéndola de reojo.

- Oí que el concurso empieza el lunes, tal vez quiera meditar para estar más tranquila-

- No gracias- dijo Misao sonriendo – No me hace falta usar la meditación, por ahora estoy bien. Además hoy es el cumpleaños de mi mejor amiga-

Caminando hasta la puerta la pelinegra se fijo en uno de los cuartos que no había notado antes y que estaba detrás del pozo en el que casi se había caído la otra vez.

Rezagándose del sensei se quedó viendo hacia el interior de la habitación. Ryota Kai estaba diciéndole algo animadamente, pero ella no oía.

¿Cómo podía prestarle atención¿Cómo podía entender lo que decía? Si estaba viendo una de las imágenes más hermosas del universo.

- Makimachi-san- dijo el sensei volteándose a verla cuando no recibió respuesta a la pregunta que había hecho. La muchacha se había quedado quieta viendo fijamente algo.

- Ese es el salón de meditación- dijo aunque ella no parecía oírlo – Nunca hay mucha gente. Normalmente Shinomori-san es el único que está allí como ahora-

Él vio extrañado como de repente los ojos de Misao se iluminaban con una fuerza palpable en el ambiente.

Esa niña era extraña…

- Sensei… creo que no es mala idea si medito por un rato- dijo ella yendo hacia el salón, en un completo estado de ensueño.

- Pero… ¿Hoy no es el cumpleaños de su amiga?- le preguntó el hombre extrañado - ¿No tenía que irse?-

- Hai, pero a Kaoru no le molestará que llegue tarde por… limpiar mi mente- y como si estuviera flotando sobre el suelo entró al salón.

Ryota Kai suspiró y siguió su camino para iniciar con su propia clase.

Definitivamente esa niña era muy extraña.

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Kenshin caminó buscando el estudio fotográfico número doce. Suspiró. La gente de producción fotográfica lo había estado llamando para quejarse de Kamatari sobre algo relacionado con las tomas de la promoción que cerrarían la campaña publicitaria de la revista "Ray".

- Cobardes- murmuró tristemente. A él siempre lo mandaban a solucionar los problemas con el diseñador de modas del canal. Nadie más quería aguantarlo con sus lloriqueos y Kenshin era el único que podía convencerlo para que cambiara de opinión.

Al parecer había despedido a la modelo que habían tardado meses para poder contratar y había llevado a una muchacha cualquiera para ponerla en su lugar.

Si seguía éste ritmo de vida, pensó, no llegaría a cumplir los treinta y cinco.

Estaba sumamente agotado, el estreno del concurso musical se había convertido en una pesadilla que estaba recién comenzando y que probablemente, le traería muchos más dolores de cabeza. Tal vez hubiese sido mejor estudiar educación, si, probablemente hubiese estado en éste instante dando alguna clase de historia o algo parecido. No. Mejor hubiese estudiado Hotelería para así poder estar tranquilo en un hotel frente al mar.

Pero no, él había decidido estudiar Mercadeo y Finanzas y trabajar con su tío Hijo. Ese monstruo que ni siquiera conocía las palabras dormir o descansar.

Kenshin suspiró con amargura, definitivamente colapsaría antes de los treinta y cinco.

La puerta del estudio doce estaba cerrada pero no con llave así que el pelirrojo entró con facilidad.

El cuarto estaba oscuro, vio a Kamatari hablando escandalosamente con el fotógrafo que prácticamente lo ignoraba, y cerca de él notó a Tokio-san tan elegante como siempre. Ella observaba algo fijamente con una emoción en los ojos que Kenshin no supo describir.

Y en ese momento fue que la vio.

El sonido de la voz chillona de Kamatari, así como el del click de la cámara desapareció. Era como si estuviese sordo y notó que también se sentía mudo. Un sentimiento cálido se prendió como una llama en su pecho al verla y era algo que aunque no podía entender, no le molestaba.

Hacía mucho tiempo que no le pasaba algo parecido.

Kaoru Hayase volteó su mirada hacia él y fue en ese instante que Kenshin dejó de pensar.

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Estaba nerviosa estaba fastidiada y de muy mal humor. No quería hacer esto, ella no era modelo y definitivamente no quería serlo pero nadie parecía escucharla.

- Estás lista corazón- dijo Kamatari sonriéndole. Kaoru lo miró con el ceño fruncido, no podía respirar bien por la fuerza con la que le había amarrado el Obi. - Mírate, mírate en el espejo ¿Ves Tokio? A esto es a lo que me refería cuando cree éste diseño. Ahora si es perfecto – dijo con los ojos iluminados. Tokio sonrió divertida mientras volteaba los ojos al techo.

Kaoru se observó con ojos anchos. Después de ver a la modelo llevar ese kimono de forma tan perfecta, había pensado que a ella jamás se le vería tan bien pero se había equivocado. Tenía que aceptar que se veía bonita.

Mucho más bonita de lo que habría podido imaginar.

La seda negra caía con gracia y se amoldaba idealmente a su cuerpo, su piel pálida contrastaba con el rojo sangre del obi y las figuras bordadas del kimono. Su maquillaje era casi imperceptible pero estaba tan bien realizado que Kaoru no pudo dejar de notarlo. Los ojos se veían más brillantes y más profundos, las pestañas más largas y sensuales, y sus labios parecían más vivos y gruesos de una forma exquisita.

'Wow' fue lo único que pudo pensar.

- Te vez bien Kaoru-chan- dijo Tokio en un tomo de amabilidad que a Kaoru no le molestó.

- Vamos a comenzar lindura- dijo emocionado Kamatari tomándola por el brazo y llevándola hasta el set donde estaba el banco de hierro, el farol y el hermoso jardín.

- Luces apagadas- dijo con una voz potente el fotógrafo.

Kaoru se paralizó ¿Qué demonios se suponía que hacía ahora?

- Efectos-

Kaoru miró a Tokio que le hizo un además con la mano. Ella estaba tan nula como un cero.

- Ahora dulzura, sonríe- dijo Kamatari viéndola a un lado del fotógrafo.

La pelinegra permaneció tiesa, sin saber que hacer mientras la luz pálida la bañaba con suavidad; ella sólo podía mirar fijamente el farol como si fuese la cosa más interesante del mundo.

Hasta que sintió a alguien viéndola, es decir, había muchas personas viéndola y esperando a que hiciese algo, pero la mirada que sintió era diferente en muchos aspectos ¿Cuáles? No lo sabía.

En la semi-oscuridad del cuarto, un par de ojos llamaron su atención.

Si, esos ojos lilas eran hermosos. Él, Kenshin Himura era impresionante y la estaba mirando como nunca nadie la había mirado. Las palabras de Kamatari se perdieron en el tiempo mientras el corazón de Kaoru comenzó a latir a un ritmo que habría asustado a cualquier doctor.

No era normal. No lo conocía prácticamente y nunca habían tenido una conversación más allá de la profesional. Y aún así… él era el único que podía poner a temblar a Kaoru al verla.

Y no era de miedo precisamente.

- Ahora…- susurró Kamatari extasiado, la imagen que reflejaba Kaoru iba más allá de lo maravilloso.

Kaoru observó a Kenshin y sin saber el porqué, le sonrió.

Cientos de mariposas blancas comenzaron a volar a su alrededor pero Kaoru no podía prestarles atención, sólo podía observar hipnotizadamente al pelirrojo. Ella tenía un grave problema y no le importaba.

- Dilo Tokio- dijo la voz lejana, para Kaoru, de Kamatari – Soy un genio -

Y cientos de mariposas volaron por el creado trozo de ciudad.


Nota de la autora:

Bueno… ¿Qué puedo decir? Mi musa decidió tomarse unas largas vacaciones que yo creí que iban a ser eternas pero un día así como si nada ¡Regresó! Y aquí esta el capitulo, no es muy largo pero bueno esperemos que ahora que terminé mis exámenes finales de la universidad pueda escribir más rápido.

Espero que les haya gustado y me lo dejen saber.

Kary

Ja ne