Capítulo 3: Encuentro.
Como caballero protector de la Princesa Kakyuu, Seiya había viajado a muchos planetas, pero jamás uno como en el que se encontraba. El jolgorio en el ambiente era casi palpable entre los habitantes y todo se debía a la boda de su amada Princesa heredera.
Seiya pudo distinguir desde el cielo, mientras bajaban a la tierra, que la ciudad estaba llena de banderines y adornos alusivos a la unión.
El alto y delgado muchacho, estaba impresionado con la alegría colectiva, pero también con la hermosa vista que el planeta tierra otorgaba:
Un vivo color verde se pintaba por doquier, repartido en árboles de muchos tamaños y follaje bien recortado entre los caminos y las casas. Llamó también su atención el enorme océano azul marino que abrazaba la inmensidad del sitio.
Aterrizaron en la entrada del palacio, en donde, como ellos dos, muchos invitados más provenientes de diferentes sitios de la galaxia, se presentaban.
Seiya, haciendo gala de sus deberes, fue quién se acercó a uno de los guardias que estaban controlando el flujo de los asistentes con sendas listas de pergamino que pendían y se enroscaban hasta casi tocar el suelo.
En cuánto anunció a la Princesa Kakyuu, los provenientes del planeta Kinmoku, fueron escoltados para tomar sus habitaciones provisionales.
Seiya se impresionó porque aquellos anfitriones se preocuparan tanto por darles comodidad para un evento al cual podían llegar más que listos y con sólo unos minutos de anticipación.
— ¿No es excesivo todo esto? —se atrevió a preguntarle a su Princesa y amiga, por lo bajo—. Es decir, podrían citar un poco antes… ¿vio esas listas de invitados? ¿por qué tomarse tanta molestia en albergarlos? —Kakyuu sonrió por la curiosidad mordaz de su caballero.
— La familia real se ha caracterizado por ser espléndida y muy buena con su pueblo pero también con la gente de otros planetas y me parece que, esta es una forma de ser considerados. Muchos invitados como nosotros hemos viajado desde lejos. Creo que sólo quieren hacernos sentir cómodos —los labios de Seiya formaron una gran "O" por el argumento. Se quedó unos segundos callado y la segunda pregunta fue pronunciada.
— Perdone mi descortesía de preguntarle hasta ahora, pero ¿los reyes son amigos suyos, mi lady?
— Bueno, si y no —la Princesa se ganó una mirada de desconcierto de Seiya que la hizo sonreír—. Alguna vez la reina fue amiga de mi predecesora. Es complicado de explicar, pero trataré de ponerlo simple —puntualizó mientras caminaban enfrascados entre ellos, sin prestarle mucha atención a sus alrededores—. Yo como reencarnación actual de la Princesa del reino de fuego, aún no he conocido a los reyes de Tokio de Cristal. Sus majestades son, regentes de este lugar desde hace milenios. El Cristal de Plata, centro de su poder, les ha dado la bendición de que ellos, junto con la Princesa y los habitantes de la tierra tengan vida eterna. Han vivido muchas eras y por ese motivo conocieron a mi yo del pasado. Esta reencarnación, la que soy ahora, está por conocerlos al fin de frente.
— Eso sí que suena complicado —exclamó Seiya ladeando el rostro, tratando de asentar los hechos. Jamás había entendido eso de las vidas pasadas, y no era algo que le interesara demasiado. Mientras aún avanzaban, se quedó pensando en aquella palabra que Kakyuu usó:
"Bendición"
¿Vivir eternamente en verdad era eso? ¿Por eso el pueblo de la tierra era así de feliz?
— Mi señora, hemos llegado —anunció el guardia del palacio que los estaba conduciendo, deteniéndose al fin en uno de los pasillos frente a una enorme puerta de madera—. Esta es su habitación y la de su guardián es esta de enfrente —señaló. Antes de que pudieran decir algo, el hombre entró al aposento de la Princesa para dejar su valija dentro y luego hizo lo mismo con el de Seiya—. Debo retirarme, con su permiso —dijo, haciendo una reverencia.
— Muchas gracias —pronunció ella amable y se volvió a Seiya—. Bueno, sólo tengo unas horas para estar lista así que, me ocuparé de ello ahora.
— Si, majestad. La veré aquí afuera en cuanto esté lista.
Seiya entró al cuarto después de que Kakyuu hiciera lo propio. Al verse ahí, descubrió que la pieza era enorme; una sala con un pequeño librero lleno de títulos por los que paseó su mirada azulada, lo recibió primero, más al fondo, una enorme cama de dosel estaba dispuesta. Caminó y revisó el baño sorprendiéndose de lo elegante que era con todo y una tina incluida. También había una estación de café y licor.
— Vaya… —exclamó, alzando sus cejas negras—. Sí que es muy lujoso todo.
Fue a tirarse a la cama, tratando de descansar un poco. Después de todo, él no necesitaba tanto tiempo como la Princesa para estar listo para la ceremonia.
Se quedó acostado y cerró los ojos tratando de relajarse, pero las imágenes de su último sueño volvieron a su mente, lo que lo hizo incorporarse de inmediato. Ya se estaba desesperando de recibir esas señales que él no sabía descifrar, pero confiaba en que pudiera hablar con el Guardián de los sueños, pese a que era un día importante para él. Seiya pensó que, si la Princesa no lograba una audiencia con aquel muchacho, entonces le pediría permiso para quedarse unos días más y buscarlo personalmente.
Aquello le tranquilizaba un poco, pero aun así se sentía algo extraño. Trató de quedarse ahí descansando por otros minutos más, pero terminó por ponerse de pie. Decidió que se cambiaría y saldría a tomar aire y a conocer el palacio.
Se fue a sacar su vestimenta de la maleta que llevaba, esparciendo todo en el colchón de la cama y posteriormente tomó una ducha.
Una hora después, se asomó por el enorme espejo empotrado en una de las paredes y miró su aspecto ya portando su traje de gala.
Se alisó parte del peto de la casaca negra y cerró el último botón dorado en el pecho. De la bolsa de su pantalón del mismo tono, sacó un broche pequeño de una estrella con dos alas a los lados. Prendió el símbolo de su planeta y su existencia en medio del cuello circular y pasó la mirada arriba abajo, complacido con lo bien que ese traje negro le sentaba. Por último amarró su característica coleta y se metió las botas.
Media hora después, ya se escabullía fuera, tomando el camino opuesto por donde habían llegado él y la princesa.
El guardián se adentró por los pasillos, encontrando extrañamente que, a pesar de la cantidad de invitados que logró distinguir, todo estaba envuelto en un silencio sepulcral. Sólo había avanzado unos cuántos pasos, que retumbaban por las paredes, pero, se daba cuenta que el ambiente que se sentía ahí, distaba mucho de la alegría que percibió al llegar.
Un sentimiento de extrañeza le recorrió el cuerpo conforme fue avanzando.
— No puede ser… —murmuró de pronto.
Sus ojos fueron a parar por cada rincón de ese pasillo. Se detuvo y cerró los ojos por un momento concentrándose en evocar ciertas imágenes que aún tenía frescas.
Y entonces lo reconoció.
Era el lugar donde todo acontecía en sus sueños. Las columnas, las paredes, el piso… esa aura de misterio… todo estaba ahí.
El corazón le dio varios vuelcos y su ansiedad se disparó. El caballero no tenía idea de lo que pasaba o porqué estaba soñando con ese sitio, pero agradeció encontrarse ahí porque sabía que de alguna forma u otra obtendría respuestas.
Seiya apretó el paso, decidido a encontrar a la mujer que le perseguía en la duermevela y fue adentrándose aún más por esos laberintos.
Pronto descubrió que parecían no tener fin o llevarlo a algún lado en concreto y sintió temor de estarse perdiendo y no ser capaz de regresar a tiempo por su princesa.
Sin embargo, y movido por su naturaleza curiosa, decidió continuar. Girar sobre los talones no era su estilo.
Decidido pero sin saber qué esperar, Seiya continuó por ese silencioso y místico palacio de cristal.
— Estás lista, Princesa —dijo Serenity al momento en que le colocaba la tiara en la coronilla a su hija y ambas miraban al espejo el resultado final del arreglo de la novia.
Usagi sonrió ante su reflejo, encantada con su aspecto. Pocas veces en su vida, había llevado el cabello recogido o sin usar el característico peinado que compartía con su mamá desde pequeña. Pero aquel día era una ocasión sumamente especial, que ameritaba algo diferente. Su maquillaje también era lindo y discreto, sólo acentuando sus ojos rojos con sombras doradas y delineador negro y las pestañas más espesas que de costumbre.
— Gracias, mamá… gracias por todo —le dijo, conmovida. La jovencita se dio la vuelta y capturó a su Reina y madre en un fuerte abrazo, que ésta correspondió con gusto.
— Usagi, no vayas a llorar porque vamos a echar a perder tu maquillaje —le dijo, conteniendo el nudo en la garganta, aguantándose por ser ella la primera en derramar alguna lágrima por la emoción.
— No, no voy a llorar, no aún, lo prometo —declaró Usagi abandonando los cálidos brazos de su mamá. Esos que la habían crecido llenos de amor—. Deberías arreglarte ya. Sólo faltan un par de horas y seguro vas a estar corriendo si te retengo más aquí.
— No quisiera dejarte sola en lo que da la hora de la ceremonia —dijo algo preocupada la reina, pues debía ir de regreso a su habitación donde tenía dispuesto todo lo que necesitaba para cambiar su apariencia.
— No te preocupes, Ceres, Vesta, Pallas y Juno están por llegar, se ofrecieron a ayudarme a ponerme el vestido y el velo, y a acompañarme por lo menos hasta la entrada —le comentó.
— Me alegra que tú y las sailor quartet tengan una relación de amistad tan linda —sonrió Serenity.
— Bueno, tenemos el ejemplo de las mejores amigas, mamá. No te preocupes. Los veré cuando sea el momento.
— Si, hija —asintió la regente y se quedó viendo a su primogénita por largos segundos—. Mi pequeña dama… —susurró colocando su palma en las mejillas que le acababa de colorear de un rosa tenue—. Te amo. Eres lo más importante para mí… mi alegría más grande. Siempre estaré agradecida porque me hayas escogido como tu madre y por hacerme aprender tantas cosas a tu lado, aún ahora a esta edad, con tantos años encima como los que tenemos, aun aprendo de ti. Sabes que tienes mi apoyo y el de tu padre y lo más importante, Usagi… deseo con el alma que seas muy feliz con Helios.
— Ahora si me vas a hacer llorar —la princesa le tomó fuerte las manos a su madre y no pudo evitar sentir un dejo de nostalgia. Todo aquel proceso era como si se estuvieran despidiendo aunque en realidad, ella seguiría viviendo ahí. Sin embargo entendía que en cierta forma su unión con Helios significaba dar un paso hacia su camino, hacia dejar a esa niña caprichosa atrás, y esa princesa heredera que todos veían como a la pequeña a la que debían proteger de cualquier amenaza. Ahora, ella iba a tomar sus decisiones, la primera, ya estaba por frente a un par de horas de suceder: hacer una vida con el hombre que amaba—. Te amo mamá —le dijo acercándose a darle un beso en la mejilla.
— Y yo a ti… y no quiero romper este momento pero me voy, antes de que nos pongamos más sentimentales, te veré en la ceremonia.
— Sí mamá.
Madre e hija se despidieron y Serenity enfiló hacia su habitación. Aún llevaba su camisón puesto y encima su bata de seda plateada, suerte que esa ala del palacio estaba restringida para sus múltiples visitantes que estaban instalados del otro lado para que ni unos ni otros interfirieran en su espacio privado.
No podía decir que Endymion correría con la misma suerte de ella, ahora que estaba justamente por ese rumbo, pero esa había sido su elección y ella no podía hacer nada. Porque ya lo había intentado todo.
Suspiró con pesar y recordó que cuando la pequeña dama aun era una niña, había imaginado el momento en que la viera casarse de forma muy diferente. A decir verdad había imaginado cientos de cosas distintas…
Serenity se llevó una mano al pecho, abrumada porque tenía una plática pendiente que le urgía resolver. Ella aún no había tomado ninguna decisión, pero el Rey parecía que sí. No podía evitar sentír cierta envidia de él y de ese temple que poseía para ser firme con lo que quería… y eso a la vez le causaba dolor, porque se daba cuenta que la única que anteponía todo a sus sentimientos, era ella.
Una eternidad de amor, un destino compartido… nada de eso había sido lo suficientemente fuerte para retener a Endymion, que ya se cansaba de repetirle que no podían seguir juntos por cosas como esas.
Buscando un escape de la realidad, los pensamientos de la reina se fueron hacia el atuendo que usaría para la boda y sonrió con tristeza. Estaba casi segura de que su marido no se inmutaría por el vestido poco recatado que llevaría encima y que Usagi le había animado a usar para hacerla sentir mejor. Ella había aceptado pensando en que podía conquistarlo de nuevo, recuperarlo, tener una oportunidad más. A lo mejor viéndola así, atreviéndose a otras cosas y siendo más segura de su cuerpo, lograba encender una llama apagada.
Tenía que intentarlo.
— Una última vez —susurró para después apretar los labios.
Ya llevaba miles de últimas veces pero decidió ignorar nuevamente ese pensamiento.
Giró hacia el último pasillo que desembocaba en la cámara lunar, morada que compartió por milenios con su Rey y entonces vio una figura parada al final del sitio.
Su corazón bombeó como loco de la nada.
— Endymion —susurró ella, al tiempo en que una enorme sonrisa se formaba en sus labios. Sus pies se movieron presurosos para ir a su encuentro, pero cuando él dio la vuelta ante su llamado, Serenity descubrió que no se trataba de su esposo.
— Hola —saludó él a la jovencita que se le presentaba—. ¿Trabajas aquí? Estoy bastante perdido y, tengo que regresar a… —Seiya se detuvo de la nada. Le tomó dos segundos recorrer el rostro de la mujer tenía de frente y darse cuenta de que era sumamente hermosa:
Tenía un peinado muy lindo hecho de dos bollos sobre la cabeza, que mas que eso le recordaron a unos bombones, de donde salían sus cabellos blancos cual cascada hasta el ras del suelo, cubriendo su frente y sus cejas, había un fleco desordenado, pero lo que lo dejó sin aliento fueron sus lindos y enormes ojos azules, que resplandecían y que también lo miraban atónitos—. ¿Te pasa algo? —le preguntó dando un paso hacia el frente a lo cual ella reaccionó con uno hacia atrás—. No te voy a hacer daño, pero, me preocupa esa cara. Parece como si hubieras visto un fantasma.
Serenity estaba pasmada ante el hombre.
— No es posible… —pensó para sí, dejando que miles de pensamientos y recuerdos le volaran la cabeza.
Su mirada pronto se posó en el broche que estaba afianzado en el cuello de la casaca y no necesitó saber nada más. Ese era su símbolo, lo conocía bien.
La reina tuvo que contener las lágrimas y hacer acopio de todas sus fuerzas para no derrumbarse ahí ante él que parecía no comprender lo que sucedía y que tampoco mostraba indicios de reconocerla.
La heredera de la luna, elevó una mano, queriendo tocar el apuesto rostro que hacía milenios le había conocido, y que ya estaba distorsionado en su mente, pero no al grado de que eso fuera un impedimento para reconocerlo.
Seiya se extrañó por su gesto y cuando habló, provocó que ella interrumpiera la trayectoria en el aire que seguía su extremidad, para desistir de lo que fuera que iba a hacer.
— ¿Cómo te llamas? —le preguntó aun viendo que el rostro de la dama reflejaba miles de emociones.
— Yo… yo… —balbuceó sin éxito ella y retrocediendo otro paso en reflejo, lo que preocupó más.
— Creo que te he incomodado. Lo lamento —se disculpó—. Mira, no quisiera dejarte aquí en ese estado, porque es evidente que algo te ha asustado, pero necesito volver antes de que mi señora, la Princesa Kakyuu descubra que no estoy donde debería y la haga retrasarse en la boda. Si me dices en donde estoy y cómo salir de aquí te lo agradeceré infinitamente.
— La Princesa del Planeta Kinmoku —recordó enseguida.
Serenity inhaló profundamente tratando de calmarse, logrando por el contrario que la acción le provocara dolor en el pecho.
Ya era evidente para ella que Seiya no le conocía y eso le dio una extraña mezcla de sentimientos de alivio y tristeza que se enroscaban por su piel.
— Estás en un ala restringida, estos son los aposentos de la Reina… —murmuró al fin, recorriendo cada milímetro del rostro del caballero, recordando lo maravillada que siempre estuvo por sus facciones.
— Así que he llegado a un lugar prohibido —soltó moviendo la cara por todas direcciones—. Bueno, podría ser nuestro secreto —le guiñó un ojo con confianza, tratando de que ella se relajara un poco—. Si tu no le dices a la Reina, yo tampoco —negoció, lo que provocó una diminuta sonrisa en la muchacha, que él no pasó por alto—. ¿Lo ves? Te ves más hermosa así, sonriendo… —dijo, logrando que Serenity apretara los labios y se decantara por darle las órdenes correctas para salir de ahí. No quería que se fuera, pero necesitaba tener un momento a solas para tratar de asimilar lo que estaba pasando.
— Regresa por aquí y gira tres veces a la izquierda —le indicó señalando la dirección por detrás de él—, saldrás a un pequeño jardín, cruza derecho y después a la derecha sigues todo el pasillo, eso te enviará a la ala de los invitados.
Seiya colocó una mano sobre su mentón, memorizando las indicaciones.
— No entiendo como los soberanos de este lugar no se pierden en su propio hogar, porque todo suena muy enredado, pero bueno… te agradezco mucho y lamento haberte incomodado.
— No… yo lo lamento… no quise ser descortés es que… bueno…
— Tranquila, no me tienes que decir si no quieres. Es evidente que tu mente está en otro lado, está bien —él la admiró unos segundos en silencio. Había algo familiar que le hizo sentir a Seiya que tomarse un breve atrevimiento era correcto, después de todo esa mujer le había gustado mucho. Tomó una de las manos de la jovencita y depositó un beso en su dorso—. ¿Estarás en la boda de la Princesa…? Rayos, no recuerdo el nombre.
— La Princesa Usagi —completó ella, aun sin poder reaccionar bien y sintiendo su pulso elevarse al sentir la suavidad de los dedos de Seiya sobre los suyos.
— Eso… ¿estarás? —Serenity asintió y vio como él sonreía ante esa afirmación—. Perfecto. Me gustaría invitarte a bailar, si tú quieres claro —ella se limitó a volver a dar un sí con el movimiento de la cabeza, lo que hizo reír al joven—. De acuerdo, creo que eres tímida. Lamento si mi confianza excesiva te resulta problemática, suelo ser así con las personas, y a veces eso es un problema. Debo retirarme, señorita sin nombre que por el momento llamaré bombón —le dijo dándole una pequeña palmadita en unos de los chonguitos en su cabeza.
Soltó su mano y le hizo una reverencia sosteniéndole la mirada y su perlada sonrisa.
— Me llamo Seiya —dijo antes de retirarse— y por cierto… me gusta mucho tu peinado —le concedió de nuevo cerrándole un ojo y agitando su mano en despedida.
La reina contempló cómo ese alto joven que había representado algo muy importante en su vida, ya se marchaba.
Las lágrimas comenzaron a fluir por sus pómulos y contuvo el impulso de salir corriendo tras él para abrazarlo y decirle que quizás él no la recordaba pero que ella, si lo hacía. Quería que supiera que se conocían, pero también sintió miedo, porque cuando lo vio sonreír y hablarle con esa naturalidad, y usar ese apodito que le había puesto, supo que era su Seiya…
Serenity entró a su alcoba, bastante alterada por el mar de emociones que acababa de desatarse.
En ese entonces, cuando aún era Usagi, protegía a la tierra como Sailor Moon, y era una adolescente llorona y caprichosa, pudo darle la vuelta al asunto haciéndose tonta. Pero después de tener tanto tiempo de sobra para pensar, le quedaba claro lo que había representado conocer a Seiya Kou:
Él había sido la primera y única persona que le hizo dudar acerca de su destino al lado de Endymion. El tiempo que pasaron juntos, pese a sentirse triste por no saber nada de su novio, fue maravilloso, porque Seiya siempre buscó hacerla sentir feliz, porque la cuidaba y le daba ánimos y sobre todo, porque le importaba lo que ella pensara o sintiera.
Estuvo a nada de aceptarlo en su vida pero la detuvo el amor que sentía por Mamoru, pues una vez que él regresó a su lado, sintió ese arrebato pasional y desmedido hacia él.
Siempre supo de los sentimientos de Seiya hacia ella, porque fue claro. Lo manifestó muchas veces de forma verbal y también con acciones, pero eligió ignorar, hacer como que no entendía porque le daba miedo hacer algo que fuera en contra de lo que ya estaba establecido.
Ahora, después de milenios de haber hecho su elección por el Rey, y vivir la vida que se suponía debían, aparecía de nuevo la reencarnación de Seiya… justo cuando todo estaba desmoronándose.
¿Por qué?
— Toc, toc… —la puerta de la habitación se abrió, y develó el rostro contento de Minako que cambió de un segundo a otro al ver a su amiga desplomada en llanto—. ¿Serenity? ¿Qué te pasa?
La líder de las scouts, ya vestida para la ocasión, corrió a sentarse al lado de la reina en el colchón de la cama. En primera instancia pensó que ella lloraba por su hija pero cuando estuvo cerca se dio cuenta que la tristeza emanaba de su cuerpo y que los gemidos que soltaba de tanto en tanto no eran producto de alguna emoción positiva.
— Oh, querida… cálmate, dime… ¿peleaste con su majestad? —Serenity negó y tomó las manos de Venus tan fuerte que la asustó.
— Él está aquí… Mina…
— ¿Él? ¿De quién…?
— Seiya… —contestó sin dejarla terminar su pregunta. La sailor líder abrió la boca en asombro.
— ¡¿Qué?! ¡¿Dónde lo viste?!
— Nos encontramos hace un momento afuera, parecía estar perdido y hablamos unos minutos —relató con la voz quebrada y las lágrimas aún fluyendo.
— Por eso estás así, ay, Serenity
— Él no me reconoció y yo… quisiera decirle tantas cosas, pero no pude… ni siquiera le dije que era la reina… no pude decirle ni mi nombre.
— Teníamos la noción de que algún día podrían reencontrarse, y… justamente ahora —Venus la miró y Serenity entendió justamente lo que estaba implicando.
— Minako, no —le paró con un gesto de su mano—. Esto no significa nada
— ¿Enserio? Porque yo creo que es un tipo de señal o algo —se atrevió a decir la hermosa rubia, pero se arrepintió enseguida al ver el semblante de furia que cruzó en su majestad.
— ¡No! —exclamó ella poniéndose de pie—. Todo ha sido una casualidad, no quieras insinuar que puedo dejar a Endymion y estar con Seiya como si ellos o yo no fuéramos personas.
— No te enojes, perdóname, simplemente creo que una posibilidad se presenta. En ese entonces fuiste muy feliz con él y todos sabemos que Seiya sentía cosas por ti y tú también. Elegiste a Endymion pero ahora el panorama es diferente.
— Seiya ni siquiera sabe quién soy y es mejor que eso se quede así. No quiero volver a hablar de esto.
— Si… discúlpame Serenity —la chica se levantó y depositó una mano en el hombro de la reina, tratando de reparar su atrevimiento—. ¿Quieres que te ayude a arreglarte?
— Si, por favor… estoy bastante retrasada.
— Ya verás que terminamos a tiempo. Entra a ducharte, yo aquí prepararé tu vestido y las cosas que necesito para peinarte —dijo ya más animada al ver que Serenity se relajaba. Minako se acercó al tocador de la Reina y comenzó a jalar cajones para buscar un cepillo—. Podríamos cambiar tu peinado, Usagi está usando otro, ya la vi… es una gran ocasión para que tu deslumbres también con algo diferente y…
— No. Quiero conservarlo. Es un sello característico de mi familia. Lo hemos usado por años.
Mina suspiró pero enseguida compuso una sonrisa un tanto apretada.
— Claro que si, mi reina.
— Gracias, Venus. Volveré en un momento.
La sailor la siguió con la mirada mientras entraba al baño. Se sintió bastante triste, porque Serenity se cerraba a seguir defendiendo y luchar por una causa perdida. Milenios atrás, reencontrarse con Seiya hubiera sido una alegría para su amiga. No quería juzgarla tampoco, pero, le preocupaba que no pudiera ser capaz de salirse del hoyo en donde su matrimonio estaba, no ilesa, porque evidentemente no sería así, ya estaba muy lastimada, pero, estaba aún a tiempo de evitar más dolor.
Al final, que Seiya estuviera en ese lugar tampoco significaba que fuera capaz de recordar lo que vivió con la Usagi de aquel entonces, pues esos recuerdos eran de una vida pasada… pero Mina si creía que algo podía surgir. Una conexión tan fuerte como la que tuvieron, de forma natural y por elección tenía que significar algo.
La líder de las scouts, observó aquel vestido en un tono azul celeste, yéndose inevitablemente al escote. Aquel era uno más pronunciado del que se le hubiera visto a la Reina Serenity en ninguna ocasión. Venus sabía perfecto el motivo.
Por un momento se preguntó qué reacción tendría el Rey Endymion, no por el atuendo, sino cuando descubriera que el hombre que en el pasado le disputó el amor de Serenity, estaba en el palacio.
La capa azul celeste de Endymion ondeaba en cada paso que daba mientras se dirigía a la entrada principal del palacio.
Hubo un gran revuelo cuando varios de sus invitados repararon en su presencia y él se limitó a contestar las reverencias que le ofrecían con una sonrisa y agitar su mano enguantada.
Los asistentes, montados en sus carrozas ya comenzaban a salir hacia la catedral de Tokio de Cristal.
Sabía que él debía hacer lo mismo, pero cuando divisó el vehículo que lo llevaría a él, descubrió que la reina aún no había llegado. Miró su reloj de bolsillo y se dio cuenta de que tenía unos minutos, así que avanzó otro poco hacia la cola de carruajes estacionados, localizando enseguida el que estaba más adornado que los demás, con sendas rosas blancas y listones.
Las Sailor Quartet, ya se estaban despidiendo de la Princesa Usagi cuando llegó hasta ellas.
— Buen día, Rey Endymion —contestaron las cuatro al unísono haciendo una reverencia. Él agachó levemente su cabeza devolviéndoles el saludo.
— Se ven muy hermosas hoy —les concedió a las jovencitas que fungirían como damas y ya portaban sus vestidos rosa pastel, color favorito de la Princesa—, pero tú te ves mucho más hermosa que nadie, Usagi —dijo el Rey ya llegando al vehículo, asomándose por la ventana—. Hola, Princesa.
— Hola, papá… bueno tú siempre estás muy guapo y esta vez no es diferente. Me gusta cómo te queda ese color. Te sienta muy bien —le dijo admirando su traje del color del cielo.
— Y a ti te sienta de maravilla estar feliz. Ni siquiera te ves nerviosa —aquel comentario le valió una risita de su hija.
— Bueno, si lo estoy, pero lo disimulo bastante bien. Eso lo heredé de ti —contestó jugando con el enorme ramo de rosas rojas que descansaba sobre la falda de su vestido de novia.
— Ya lo creo —asintió, cómplice—. Lamento que tengas que ir sola a la iglesia. Nuestras tradiciones son extrañas, pero ahí te veré y entraras de mi brazo.
Usagi noto el semblante orgulloso de su padre y todo el amor que irradiaba de él. Lo adoraba con todo su corazón. Si bien él había sido un padre bastante estricto, siempre fue amoroso y bueno con ella. Le enseñó todo cuánto sabía y ya que pasaban mucho tiempo juntos por el estudio, conforme ella creció, construyeron una hermosa relación entre padre e hija.
— Estoy muy orgulloso de ti, hija. Mucho —recalcó—. Eres una gran mujer. Helios es muy afortunado de tenerte en su vida… tú también lo eres, es un gran muchacho y todo lo que siempre quise para ti. Siempre estaré aquí para ti.
— Papá, gracias por apoyarme en todo —dijo ella, aguantándose el picor que le amenazaba los ojos, parpadeando y abanicando con su mano su rostro para alejar la sensación. Se recompuso segundos después, mientras su padre aún la estudiaba, y aprovechó a hacerle un comentario que tenía pendiente con él porque ya se lo había hecho saber a su mamá—. Sé que esto va a sonar quizás como un deseo muy infantil pero no lo es —la princesa asomó su mano por la ventanita del carruaje, pidiéndole la suya a su padre que entendió el movimiento y depositó su palma en la de ella—. Quisiera verlos contentos, a ti y a mamá… así sea separados. Quiero que termine esa tristeza e incomodidad que se les nota —expresó consternada.
El Rey apretó los ojos y suspiró antes de abrir la puerta del carruaje y envolver a su preciada hija en un fuerte abrazo.
— Eso no depende de ti, cielo, pero te prometo que todo va a estar bien. No te preocupes. Hoy es un gran día, sólo piensa en eso —sacó nuevamente su reloj y se dio cuenta de que ya debían partir—. Ya es momento.
— Te veré en unos minutos, papá —se despidió Usagi mientras él cerraba la puerta y se iba.
La Reina Serenity hizo su aparición en la entrada tan solo segundos después.
Él que pensó en lo que su amada hija acababa de decirle, fue a su encuentro para ofrecerle una mano y ayudarla a subir al carruaje y posteriormente él ocupó su asiento al lado de ella.
Ninguno dijo nada por algunos minutos. Pronto comenzaron a moverse, siendo halados por hermosos caballos blancos.
Movido por una repentina calma, el Rey fue quién puso fin al silencio en el vehículo, de la forma más casual que pudo.
— Hablé con Usagi antes. Está hermosa con su vestido de novia y con ese lindo peinado. Tú también lo estás —le concedió admirando su vestido en el mismo tono que el traje que él llevaba, logrando con el comentario que Serenity se volteara a verlo sin poder reprimir su emoción.
— Estás muy guapo también, bueno, siempre lo estás…
— Serenity, yo... —comenzó, posando su mirada protegida por su antifaz sobre ella—. Te debo una disculpa por mi comportamiento. No es el mejor momento, lo sé pero quisiera que hoy estuviéramos bien —explicó—. Es la boda de nuestra amada Usagi, creo que es en lo que debemos concentrarnos.
Ella no pudo evitar sentirse un poco desilusionada porque pensó que tocarían el tema de algún arreglo y pensó que su comentario se debía a eso.
— Estoy de acuerdo —asintió, ya retirando su mirada hacia la ventana—. Supongo que deberíamos seguir aparentando —susurró con notas de dolor en la voz. Endymion se llevó una mano a la frente. Nuevamente, aunque no había sido su intención, lo estaba haciendo mal. Pero pese a eso no quiso rendirse. Sabía que su esposa era comprensiva.
— Bueno, si estamos bien y tranquilos no es necesario aparentar nada más que eso. No quiero hacerte más daño del que ya te he hecho, pero sabes que tampoco puedo darte algo más.
— Aún tenemos una plática pendiente, Endymion —le recordó, volteándolo a ver y descubriendo su semblante relajado. Quería molestarse con él por eso, pero tampoco era capaz de arruinar el día por eso. Sabía que Endymion tenía en parte razón.
— Y la tendremos ya te lo prometí, pero hoy no. Así que, por favor, por el amor a nuestra hija y el respeto y cariño entre tú y yo, disfrutemos de este momento —le pidió.
Los dedos de Serenity se cerraron sobre sus rodillas, apretando un poco la tela de su etéreo vestido.
— Está bien —contestó. No tenía más opción.
Desde su asiento, el caballero del reino de Tankei mantenía la mirada fija en la espalda de Kakyuu, que ocupaba su sitio de honor, unos metros adelante, en las primeras filas de la iglesia. Él inspeccionaba el lugar discretamente, pero no detectaba peligro alguno.
Hacía mucho tiempo que todo en la galaxia era tranquilidad y paz, pero aun así, mantenía una mano sobre su espada por cualquier cosa extraña que pudiera presentarse.
Una vez que se sintió un poco más tranquilo, Seiya siguió la inspección en busca de alguien más.
Aquella muchacha que conoció en los pasillos del palacio le había dicho que estaría presente en la boda, pero no lograba hallarla por ningún lado y si bien habían muchas personas ahí reunidas, sabía perfecto que lograría encontrarla por su característico peinado y su bello rostro.
Pero no la veía por ningún lado. Pensó que quizás como personal del palacio no estaría ahí, aunque se le hacía algo absurdo porque había mucha gente del pueblo, así que no era un evento exclusivo para altos mandos.
Su reflexión fue interrumpida cuando las puertas del recinto se abrieron, haciendo que el ruido retumbara. Un murmullo colectivo se escuchó.
Seiya giró medio cuerpo al tiempo que una pareja vestida a juego entraba desfilando por la larga alfombra en medio de los asientos.
— Qué guapos se ven —exclamó una señora detrás de Seiya.
— Si, la Reina Serenity y el Rey Endymion son perfectos y lucen tan bien juntos —completó otra.
El muchacho abrió los ojos de par en par, cuando distinguió el peinado de la Reina. Tuvo el impulso de ponerse de pie para verla mejor, pero solo tuvo que esperar un poco a que ellos avanzaran.
El brazo de ella estaba afianzado con el de él y sonreían a la gente.
Seiya alzó un poco más el cuello para distinguirla. Quedó descolocado cuando vio la frente descubierta de la Reina en donde descansaba una luna dorada idéntica a la de la mujer de sus sueños.
Hola, hola! Después de 7 meses (y muchos fics en el inter, de otros fandoms, ya sé no me cuelguen), he vuelto al fin con esta historia y estoy muy feliz por ello! Como el año pasado hice un experimento que no salió nada bien y que consistía en tener muchos fics en proceso, este año me estoy enfocando en una historia por una y toca el de esta.
Creo que les estoy dando esto a cuenta gotas, pero tendrán actualizaciones por lo menos cada semana (según mis planes, eso espero y me esforzaré por ello).
Bueno, esto está cuajando jaja, espero en verdad no enredar a nadie, porque Sailor Moon tanto en anime y manga son muy enredados con ese asunto del pasado y futuro y esas cosas. Pero créanme que he hecho una gran investigación porque me vi la serie y me leí el manga antes de hacer este fic y últimamente estoy recordando ciertos capítulos específicos y bueno, advierto que esto va a tener cosas del manga, el anime y de mi cosecha xD.
Y bueeeeeno, miren si Serenity que en el pasado fue Usagi puede reencarnar en la era que sea y también Endymion y las Sailor y aparentemente todo mundo que tiene que ver con ellos, entonces ¿porqué Seiya no?
Habrá más detallitos próximamente.
Gracias por leer y seguir aquí. No suelo abandonar mis historias, así que no se preocupen.
Un abrazo fuerte.
