Capítulo 4: Reencarnación
El padre continuaba hablando.
Debido a los nervios, Helios apenas era consciente de la multitud expectante detrás de ellos. Escuchaba el discurso con sumo respeto, pero la verdad era que no podía concentrarse en nada más que la presencia de la mujer que amaba.
Ya habían pronunciado sus votos, y aunque fue un gesto hermoso, no había nada que ellos dos no se hubieran dicho ya en privado: Promesas, deseos, sueños…
Precisamente él que era el guardián de ese mundo, y que había vagado por miles de sueños, no había encontrado uno tan precioso y real como lo era estar con Usagi.
Sostenía su mano, esperando por los últimos minutos de esa encantadora ceremonia, en donde serían declarados esposos.
Su prometida volteó a verlo y ambos se regalaron una amplia sonrisa cargada de emoción y amor. Él le dio un leve apretoncito en la mano y no pudo evitar pensar en que habían recorrido un largo camino para que pudieran llegar hasta ese momento.
Hacía mucho tiempo atrás, cuando conoció a Usagi, ella era tan solo una niña pequeña un tanto caprichosa y que dudaba acerca de sus capacidades y poderes, porque en ese entonces aún no había completado su entrenamiento como Sailor Chibimoon. En contra parte a lo que la propia Usagi pensaba, Helios se dio cuenta que esa doncella emanaba fuerza, valentía y ternura. Y fue su corazón puro y bondadoso el que le atrapó. La conexión fue inmediata.
Se hicieron amigos poco a poco que la confianza creció entre ellos, y aunque eran algo jóvenes y estaban en medio de una guerra contra dead moon, ambos se dieron cuenta de forma silenciosa que se volvieron el primer amor del otro.
Cuando la paz nuevamente regresó a la tierra, se separaron; él para seguir la labor que el príncipe Endymion le había encomendado en el pasado de velar por los sueños de los habitantes de la tierra desde Elysion y Usagi regresando a su época en el futuro, para seguir siendo la Princesa heredera.
Así pasaron muchas lunas en donde ninguno supo del otro, hasta que un día, el Rey llamó a Helios a una audiencia en el palacio de Tokio de Crystal y fue donde el reencuentro ocurrió.
El guardián descubrió con sorpresa que la princesa Usagi –quien pensó conservaría su aspecto de niña pequeña, como él conservaba el suyo de joven, producto de la vida eterna concedida a la familia lunar y de la tierra- había crecido un poco más, estancando su desarrollo la apariencia física de una hermosa jovencita. Fue ella quién le contó después que tampoco se explicaba ese cambio. Inclusive ya había aceptado que viviría siendo una niña eterna que jamás crecería ni ascendería al trono, pues sus padres tampoco habían cambiado su forma física. Hasta que un día, abrió los ojos al alba y como arte de magia, descubrió que su cuerpo había crecido de la nada.
Los reyes que sólo sufrieron un cambio mínimo en su semblante, apuntaron a que el Cristal de Plata había ejercido influencia sobre ellos, por alguna extraña razón, que después le atribuyeron justo al regreso del guardián de los sueños a la vida de la Princesa. Así se lo externó en complicidad el Rey Endymion, durante esa visita que le hizo. Los soberanos de aquel reino pensaban que él y su hija estaban destinados a estar juntos y por eso se había suscitado el cambio. En ese entonces, se limitó a asentir y no hacer algún comentario. No era que Helios no creyera en el destino, pero había pasado milenios observando los anhelos de las personas en sus sueños y había sido testigo de que diferentes sentimientos les impulsaban a luchar por sus personas amadas como para aprender a que no se le podía dejar todo a algo tan abierto y vago como lo era decretar nacer para estar con alguien.
Más pronto que tarde, comprobaría que efectivamente algo lo había llevado a ese lugar, destino o casualidad o decisión.
Helios se quedó por varios días en el palacio, con el pretexto del Rey de darle una especie de vacaciones de su cargo. La ocasión fue perfecta para que él y la princesa convivieran mucho y se dieran cuenta de que la atracción entre ellos aún estaba intacta.
Así, tomaron la decisión de conocerse más; no pasó mucho tiempo para que se enamoraran de verdad.
Usagi había cambiado muchísimo durante el tiempo en que ellos no estuvieron al contacto y aunque muchos en el reino pensaron que eso era obra entera de él, no fue así. La visión del amor con la que la heredera del trono había crecido, cambió drásticamente, al igual que la forma en la que veía a sus padres. Eso permitió que ambos fueran despojándose de las expectativas que ya empezaban a caer en sus hombros cuando los reyes y el pueblo, percibieron que iban enserio más allá de un noviazgo temporal.
Helios dejó atrás los recuerdos remotos, reaccionando a la mención de su nombre y del de Usagi, por parte del sacerdote. El hombre les pidió a ambos que se colocaran de frente el uno al otro. Obedecieron, tomándose de las manos en donde descansaban ya sus sortijas.
La princesa sonrió detrás de su velo de novia y cuando el sacerdote pronunció aquella frase que les confería el atributo de esposos él se acercó tembloroso para tirar de esa tela hacia atrás, develando el rostro embargado de alegría y emoción de su esposa.
Admiró unos segundos sus hermosos ojos y su nuevo peinado; un detalle imperceptible para los presentes, pero poderoso y simbólico para ellos. Era hora de que juntos construyeran su vida, el tiempo que les tuviera que durar.
— Hola, esposo —susurró ella sin poder esconder su sonrisa nerviosa y extasiada.
— Hola, esposa —contestó él siguiéndole el juego. Despacio colocó su mano en la mejilla de Usagi y acarició la línea de su mandíbula con amor—. Lo vamos a hacer bien, preciosa —declaró.
— Yo sé que si…
Esa promesa fue lanzada al aire antes de que se acercaran a sellarla con el beso que estuvieron esperando durante toda la ceremonia.
Aplausos y vítores resonaron por la inmensidad del lugar.
Plut que estaba sentada al lado de las demás Sailors de los planetas exteriores, se limpiaba las lágrimas con el pañuelo que Urano le había extendido cuando notó su llanto. La guardiana de la puerta del tiempo, se daba golpecitos debajo de las pestañas inferiores, teniendo sumo cuidado de no arruinar por completo el precioso maquillaje que Neptuno le había hecho para la ocasión.
Trataba de calmarse, pero poco podía hacer porque se sentía verdaderamente conmovida con la ceremonia y se sentía muy feliz. Poco sabía acerca de las relaciones amorosas, pero ver a los recién declarados esposos irradiando esa luz y felicidad, le bastaba para darse cuenta de que, lo que esos dos jóvenes experimentaban era verdadero y no pudo evitar pensar en que ella quería vivir algo así, pero se obligó a alejar los pensamientos que involucraban al Rey, de inmediato. El escozor de la incomodidad aún viajaba por su cuerpo. Las palabras del Rey se repetían una y otra vez en su mente, haciendo que sintiera como algo tibio nacía de su pecho y se extendía por su ser, aunque al mismo tiempo eso le provocaba vergüenza.
Usagi y Helios comenzaron a desfilar para salir del recinto y todos se pusieron de pie sin detener los aplausos que tenían para la feliz pareja. Plut se emocionó mucho cuando su mejor amiga pasó a su lado y le estiró la mano.
— Gracias por estar aquí —pronunció la hermosa novia cuando Plut tomó su palma. El gesto duró apenas segundos, pero la sailor jamás olvidaría ese momento. No pudo hacer nada más que sonreír porque los novios iban avanzando, pero ya tendría tiempo de felicitarlos en forma en el palacio.
Los siguió con su mirada escarlata y pronto en su campo de visión apareció la segunda pareja que había estado esperando poder evitar, aunque sabía perfecto que algo así sería imposible.
La mirada azulada de la Reina Serenity se posó en la banca que ocupaban las cuatro sailors de los planetas exteriores. Su característica sonrisa cálida apareció enseguida al tiempo en que agitaba la mano que tenía libre del agarre del Rey Endymion, para ellas.
Plut sintió que ese momento la rebasaba y atinó a hacerle una reverencia agachando el rostro. Moría de vergüenza al recordar las palabras del hombre que había sido destinado como compañero de la monarca de la luna y más aún, sentía pena de pensar que ella misma albergaba sentimientos por él.
Las lágrimas le volvieron a saltar. La culpa comenzó a bullir. La Reina le había pedido personalmente que asistiera, insistiendo que no habría represalias por eso, aunque fuera bien sabido que eso constituía una violación al segundo tabú. Al igual que en la ceremonia de compromiso, la Reina le estaba dando la posibilidad de ser, por lo menos ese día, sino una persona normal, sí una sailor como sus compañeras. Y ella sentía que le estaba pagando tal regalo, con traición.
De reojo vio que sus majestades avanzaron, así que se irguió en su lugar, creyendo que estaba a salvo del escrutinio, sin embargo, en cuanto lo hizo, las lágrimas que rodaban por sus mejillas le delataron ante el Rey que había girado el rostro y la miraba. La sonrisa cálida, que le hacía lucir sumamente apuesto, se le borró por algunos segundos, transformándose en consternación.
Plut desvió sus ojos y se recompuso lo mejor que pudo. Al cabo de unos segundos, siguió a sus amigas que ya comenzaban a salir junto al demás gentío. Sabía que se encontraba en una posición difícil, pero anhelaba disfrutar la fiesta, por un acontecimiento como ese, rara vez podría volver a repetirse. La morena limpió el rastro de sus últimas lágrimas y después se prometió estar lo más tranquila posible, cerca de sus amigas y lo más lejos que pudiera de los reyes.
— Estás muy callado, Seiya —comentó la princesa Kakyuu, admirando el paisaje por la ventana del carruaje que los devolvía al palacio para la fiesta—, eso no es común en ti. ¿Te estás aburriendo?
— No… —negó él enseguida con la cabeza—. Perdóneme mi Lady, es sólo que, me quedé pensando algo que dijo.
— Dime —Kakyuu abandonó la ensoñación que le provocaba el mar que rodeaba aquel planeta y se centró en su guardián.
— Dijo que usted y los reyes se habían conocido antes. Más bien que su predecesora lo había hecho —ella asintió—. Por lo que entiendo, en determinados tiempos y espacios, han existido reencarnaciones de usted, la princesa del reino Tenkei… ¿es correcto?
— Vaya, qué curioso que te hayas puesto a analizar este tema, pero sí, es justo como lo dices.
— Aplica entonces esto para toda la galaxia, demás planetas, regentes, etcétera.
— De nuevo estás en lo cierto.
Seiya se removió en su lugar, sentándose al filo de su acojinado asiento e inclinándose hacia su Princesa porque la claridad acababa de llegar.
— Estamos hablando entonces que si usted tuvo una reencarnación… bueno, más bien, varias… —hizo una pausa y el semblante serio que denotaba parecía extrañar un tanto a Kakyuu—, entonces ¿yo también las tuve?
El muchacho ladeó un poco su rostro. Había estado tratando de aterrizar aquella idea desde que vio a la Reina en la iglesia. No tenía duda de que ella y la mujer con la que soñaba, eran la misma. Sin embargo, el hecho de que no la hubiera visto en persona hasta ese día, saltó sus alarmas, derivando en tan profundas cavilaciones.
— Si, Seiya. Tú también las has tenido, al igual que Yaten y Taiki. Somos estrellas que renacen cada cierto tiempo.
— ¿Por qué cree que eso suceda? —la pregunta la tomó por sorpresa. Kakyuu se llevó una mano al mentón y se tomó unos cuantos segundos para luego contestar.
— ¿El destino quizás? —soltó encogiéndose de hombros—. No lo sé. La vida es un gran misterio. A mí me gusta pensar que es así para que nos encontremos con las personas correctas, en el tiempo correcto.
Seiya arrugó el rostro, juntando sus cejas en el acto.
— No se ofenda Princesa pero, si reencarnáramos era tras era para encontrarnos con las mismas personas una y otra vez, no tendría sentido. ¿Por qué tendríamos que vivir la misma vida una y otra vez?
— ¿Y cómo sabes que no hemos cambiado en esta reencarnación? ¿Por qué supones que todo es estático y se repite una y otra vez sin cambiar?
Él se quedó callado sin saber muy bien qué contestarle.
— Esto es por tus sueños ¿cierto? —insistió Kakyuu.
— Si… —admitió. No le quería ocultar nada, porque aparte de su Princesa, Kakyuu era su única amiga, pero estaba un tanto confundido. ¿Qué tenía que ver semejante dama como la reina con él como para que apareciera en sus sueños? ¿Se trataba de algún peligro o una advertencia? ¿Los reyes estaban bajo una amenaza que él ayudaría a frenar? ¿O se trataba de otra cosa que sólo lo involucraba a él y a ella? Y si era así… ¿por qué?
Tenía demasiadas preguntas y ahora que había descubierto la punta de ese hilo rojo que lo llevaría a saber la verdad, no pensaba soltarlo.
— Quiero preguntarle algo y agradecería que fuera honesta conmigo —soltó él sin quitar el dedo del renglón. Estaba seguro que averiguaría muchas cosas en ese lugar, así que necesitaba la mayor información que su Princesa pudiera darle para dirigirse con cautela.
— Siempre he sido sincera contigo, Seiya —comentó ella, un tanto preocupada de que su caballero pudiera desconfiar de ella—. ¿Qué es lo que necesitas saber?
— ¿Tiene recuerdos de sus vidas pasadas? —cuestionó sin si quiera parpadear.
— ¿Qué quieres saber específicamente? —indagó la Princesa. Lo vio moverse por segunda vez en su lugar y su rostro volvió a tener ese matiz serio y determinado.
— Ya que usted conoció a los reyes en algún punto de sus reencarnaciones, quiero entender que yo estuve ahí también… así que quisiera saber si recuerda cómo era nuestra vida en ese entonces y… si la reina y yo nos conocimos o tuvimos algún tipo de acercamiento.
La sorpresa en los ojos de la regente del reino de Tankei fue evidente para Seiya.
— ¿Por qué preguntas eso…?
Seiya que le sostenía la mirada abandonó su pose rígida al filo del asiento y se recargó de nuevo en el respaldo. La carroza aún se movía.
— Porque ella es con quien he estado soñando todo este tiempo.
El gran salón estaba abarrotado. Todas las sailors con sus lindos vestidos estaban en primera fila del círculo de gente que se había formado alrededor de la pista. Todos admirando la danza de los reyes y los recién casados. Mina no había tenido oportunidad de comentarle a Ami, Makoto y Rei que contaban con la presencia de un invitado inesperado en aquella tarde, así que trataba de manejar ella sola su preocupación por Serenity en la cual posó su mirada por un momento. Observó los movimientos de su amiga con su esposo en aquella danza aprendida de memoria. Lucían tranquilos y con una sonrisa bien colocada, pero la líder sospechaba que, por dentro, los sentimientos no estaban tan en calma; por lo menos no los de la reina, del Rey no podía asegurar nada, aunque debía admitir que quería ver su reacción en cuanto se encontrara con Seiya. Ciertamente, ella también estaba curiosa de verlo. En su vida pasada, el chico que ostentaba la personalidad de Sailor Star Light había sido un muy buen amigo del grupo de las scouts, junto con Yaten y Taiki. Los días de instituto que compartieron se le antojaban tan lejanos que parecían recuerdos de una vida que no era suya, y en cierto grado sentía pena de rememorar cómo su versión muy joven estaba prendada de los tres muchachos a tal grado, que los persiguió por mucho tiempo creyendo que quizás alguno podía ser su amor verdadero.
Cuán equivocada estuvo.
— ¿Me buscas a mí, guapa
Minako se giró ante el llamado de la voz juguetona de Kunzite quién la había aprisionado por la espalda, rodeando su cintura y depositando un beso en su hombro, al lado de la tira de su vestido color magenta.
— Hola, amor —sonrió ella, feliz de verlo tan apuesto en su traje de gala rojo.
— Luces algo preocupada. ¿Pasa algo?
— No, para nada. Te estaba esperando para romper la pista —bromeó ella, tratando de dejar ir la tensión.
— Nos robaremos el espectáculo te lo aseguro —le guiñó el ojo su apuesto novio y ella sostuvo su sonrisa. Kunzite había cambiado bastante su forma tan seria de ser y cada vez más la sorprendía relajado o con alguna que otra broma o comentario gracioso y ella estaba muy agradecida por eso. La sailor guardiana del planeta Venus miró a Usagi y a Helios y aunque sentía felicidad por ellos, no podía evitar sentir un poco de envidia; ellos, a diferencia de ella y las demás sailor e incluso los cuatro reyes celestiales, eran libres de amarse y estar juntos. Se sentía un poco mal por pensar de esa forma, y no era que renegara de su labor de guardiana, pero hacía siglos que la paz estaba intacta, y que la presencia de todas en el palacio de cristal era mero requisito. Pese a que ella y sus amigas también eran Princesas de sus propios planetas y tenían sus propios palacios, su vida estaba anclada en la tierra. Minako adoraba a la familia real, pero también quería construir su historia con el amor de su vida. Aunque eran una pareja, apenas podían verse por periodos, porque los cuatro jóvenes se dedicaban a vigilar la periferia de la tierra.
Venus suspiró mientras se perdía en los ojos de su amor por unos segundos. Era afortunada de tenerlo vivo de nuevo, de que los reyes los hubieran vuelto a la vida con su infinito poder, pero tampoco podía evitar sentir que se lo habían devuelto para mantenerlos apartados. Sabía que Kunzite pensaba algo parecido porque ya lo habían platicado, sin embargo, él le atribuía la falta de tiempo juntos a que ambos tenían destinos y deberes bajo los que nacieron y no se atrevía a culpar a los reyes. Por eso fue que la sailor no quiso comentarle nada acerca de Seiya. Hubiera querido decirle lo que sabía porque tenían muchísima confianza, pero cuando se trataba del líder de los cuatro reyes celestiales y un asunto que podría concernir al rey Endymion, la lealtad que le profesaba podía interponerse un poco para que comprendiera la situación. Además de que no había nada que pudieran hacer para evitar lo que sea que fuera a pasar.
Quedaban muchas horas de fiesta. En algún punto, todos los presentes, llegarían a reconocer a la reencarnación de Seiya Kou y a recordar el pasado.
Los ojos de Serenity viajaban ávidos por la multitud reunida bajo la bóveda del lugar, mientras una rara sensación se instalaba en su estómago. Lo buscaba absorta de cualquier otra cosa. La reina, sentía la necesidad de volver a verlo para comprobar que su presencia no era una clase de espejismo o ilusión de su mente.
Estaba bastante ansiosa, porque sabía que para esas alturas era seguro que Seiya ya hubiera descubierto que ella era la reina de Tokio de Cristal y no solo una empleada del palacio, y ese pequeño detalle, podía cambiar el hecho de que él no la recordara.
Se estremeció ante la posibilidad de que Seiya recobrara sus vivencias con ella.
Una parte de Serenity deseaba con el alma que la reconociera al fin, pero la otra admitía que tenía miedo de eso. Hacía milenios que no libraba una batalla tan difícil como la que comenzaba en ese momento. Preocupada, giraba entre las manos de Endymion, y aunque en otra ocasión el acto le hubiera parecido algo íntimo y sensual y hasta emocionante, en ese momento su mente estaba en otro lado.
Sintió algo de culpa por eso, lo que le llevó a centrarse para aterrizar en la realidad y sus ojos se movieron hacia los de Endymion que estaban escondidos detrás de su antifaz. Se dio cuenta enseguida de que él también estaba escrutando entre los invitados y no pudo evitar una pregunta acerca de eso:
— ¿A quien buscas? —le cuestionó en un tono autoritario que logró sorprenderla tanto como a él que arqueó sus cejas y le sostuvo la mirada.
— A mis guardianes —contestó serio. Aquello era medio verdad, pero evidentemente no se lo iba a decir—. ¿A quien buscas tú?—preguntó de vuelta.
— ¿Yo?
— Serenity, desde que entramos a la iglesia has estado rígida. No dejabas de mirar por la ventana del carruaje y te la has pasado volteando a todos lados a cada paso que damos. No tiene nada de malo, es simple curiosidad. Dime ¿hay algún invitado al que esperes ver?
— No, a nadie en particular —mintió. Había estado a punto de decirle que sí, para ver su reacción, pero no se atrevió. Provocar celos sonaba muy tentador, pero sabía que había una gran posibilidad de que se envolvieran en una escena, si llegaba a abrir la boca.
— Lo que pasa es que has estado buscando en el lado equivocado —dijo Endymion, tomando la mano de su esposa haciéndola girar sobre su propio eje. La falda de su vestido celeste se desplegó cuan amplia era por el movimiento. La bella mujer, confusa, no reprimió su mueca, pero cuando giró siguiendo el brazo que la llevaba, a la mitad de la vuelta quedó apenas segundos frente al antiguo integrante de los Three Lights. Ambos pares de ojos azules se encontraron de forma fugaz, con sorpresa.
Cuando volvió a su posición inicial vio en el rostro del Rey una expresividad pasiva que no se esperaba. ¿Estaba molesto? ¿Le daba igual? Ya no podía leerlo como antes y eso, le asustaba. Sintió de pronto la necesidad de explicarle todo para que no creyera que se lo estaba ocultando.
— Yo… yo no sabía que él había reencarnado, ni que vendría. Las invitaciones fueron enviadas por Luna y Artemis por mandato de Usagi y…
— Descuida —la interrumpió en un tono suave—. Han pasado milenios desde que no se ven y siempre es bueno reencontrarse con viejos amigos. Que esté aquí no es más que una agradable coincidencia.
— Querido… espera… —alcanzó a decir, pero en ese instante, la música paró y el momento en que Serenity se ponía tensa se disfrazó por los aplausos de todos.
Endymion le regaló una reverencia a su esposa cuando Usagi y Helios los alcanzaron en medio de la pista al terminar también su baile. El Rey avanzó para ir a sentarse a la mesa principal dispuesta para la familia de la luna. Serenity se quedó congelada en su lugar sin saber qué hacer o qué decir mientras él se alejaba.
— Reina, ¿se sienta al lado de la Princesa y el mío? —le preguntó de pronto Helios, tomándole la mano y haciéndola reaccionar—. ¿Está bien? —preguntó el joven de ojos ambarinos.
— ¿Mamá? ¿Todo bien con Papá? —se acercó Usagi a preguntarle al oído, algo alarmada.
La reina miró con amor a Usagi y le acarició el rostro, luego, pasó a Helios, a quien desde hacía mucho tiempo ya había aprendido a querer como el hijo varón que jamás tuvo. Reprimió las ganas de llorar ante la preocupación de los dos, y se sintió muy agradecida de que su hija hubiera puesto los ojos en un muchacho tan bueno, humilde, empático y maduro como lo era el Sacerdote de Elysion.
— Ustedes no se preocupen. Todo está bien. Vamos a disfrutar su fiesta —anunció tomándole la mano a Usagi y pasando su brazo por debajo del de Helios—. Y si, me encantaría sentarme junto a ustedes si no les molesta que Endymion y yo les estemos robando su momento para estar juntos. Aunque si lo prefieren podemos cambiarnos de mesa.
— Jamás nos molestaría —contestó el muchacho de cabellera blanca, logrando animarla—. Y la verdad es que me encantaría que retomáramos la plática acerca de la niñez de Usa.
— ¡Helios! —reclamó su esposa, ruborizándose. Serenity soltó una risita relajándose un poco más.
— Te contaré lo que quieras con lujo de detalle —amenazó la reina, ganándose una mirada acusadora por parte de ciertos ojitos rojos.
Los tres ocuparon sus asientos junto al Rey que degustaba un poco de vino tinto. Los invitados hicieron lo propio en sus mesas repartidas por todo el salón y el banquete dio inicio.
Por un tiempo bastante considerado, se escuchó el tintinar de los cubiertos, las copas y los tonos de voces alegres. En la mesa de los reyes se instaló una tregua pacífica y animada. Los cuatro mantenían una conversación bastante interesante y familiar. Usagi relataba a Helios la forma en que sus padres la educaron en estilos tan distintos entre ambos y ellos comentaban con alguna intervención en cierto punto de su discurso para añadir o corregir el relato. Las risas habían aparecido, logrando que la reina sintiera tranquilidad y felicidad. Era como si fueran una verdadera familia, sin ningún tipo de problema. Ante eso, la esperanza se instauró en su pecho nuevamente. Su mente le invitó a volar y pensar que era posible mantener ese momento para siempre. Sin embargo, cuando todos terminaron de degustar sus alimentos, y la fila para felicitar a los recién casados se formó, Serenity volvió a experimentar ansiedad. El momento en que hablara con Seiya frente a frente ya iba a ser impostergable.
Le resultaba increíble a cantidad de pensamientos que pasaban por su mente, mientras los invitados desfilaban frente a él, después de felicitar a su hija y a Helios. Parado, al lado de Serenity, la preocupación no dejaba al Rey concentrarse del todo en el presente.
Sabía que le había prometido a Plut que no intentaría nada y que estaría lejos, pero la verdad era que moría por hablar con ella y pedirle disculpas, de nuevo. Si no hubiera visto el semblante de la bella sailor con senda expresión triste en la iglesia, hubiera creído que las lágrimas que brotaban de sus ojos respondían a la emoción de ver a Usagi casarse. Pero él sabía bien que eso no era cierto.
Una vez más estaba hiriendo a una de las mujeres más importantes de su vida. Miró de reojo a su Reina y trató de escuchar a su propio cuerpo que estaba atravesando por muchas emociones. Ni en sus sueños más locos se le hubiera ocurrido que cierto personaje del pasado de su esposa aparecería reencarnado justo en ese momento de sus vidas. Recordaba perfecto que no lo conoció, pero que supo por Serenity que pasaron mucho tiempo juntos desde la desaparición de él. Cosa que en verdad le agradeció en ese entonces al chico, pero que también provocó sus celos, aunque por supuesto jamás lo expresó.
Él se caracterizaba por ser serio y maduro, además él y Usagi tenían la ventaja de que habían nacido para estar juntos ¿para qué iba a preocuparse por un hombre enamorado de su novia? No tenía oportunidad. Sin embargo, no era tonto. Unos cuántos minutos le bastaron para darse cuenta de que un lazo fuerte se forjó entre su mujer y ese cantante. Seiya fue directo además, importándole muy poco que él se encontrara presente al igual que las demás chicas para confesar sus sentimientos en voz alta. Que Serenity no hubiera captado -o no hubiera querido evidenciarlo- era diferente.
Al final, nada que pusiera en peligro su relación con Usagi, sucedió. Seiya Kou, su Princesa y sus hermanos se marcharon y todo volvió a la normalidad.
Pero ahora, milenios después, ese hombre estaba ahí y ciertamente, Endymion no sabía cómo reaccionar.
Minako, Ami, Rei y Makoto ya se despedían de los reyes en compañía de sus apuestos novios, Kunzite, Zoycite, Jedite y Neflyte y les tocaba el turno a ellas. Plut agradeció que Haruka y Michuru fueran al frente y que Hotaru estuviera al lado de ella, tomándola de la mano tan cariñosa como siempre. Esos simples detalles, hicieron que se sintiera protegida.
Las cuatro llegaron hasta los príncipes y después de que sus amigas abrazaran a ambos y los reverenciaran, le tocó a Plut. Usagi nuevamente no se aguantó las ganas y la abrazó como en la iglesia.
— Felicidades, Princesa… —dijo la de cabello verde, estrechándola fuerte—. Estoy muy contenta de poder vivir este momento contigo y con todas mis amigas. Es el día más feliz de mi vida y agradezco a tu madre por permitirme esto.
— También es el día más feliz de mi vida, Plut. Te quiero. Gracias por ser mi mejor amiga.
— Y yo te quiero a ti… —concedió la guardiana de Plutón, separándose del abrazo y tomándole las manos—. Te ves sumamente hermosa.
— Bueno, no más que tú. Mira ese bellísimo vestido rojo y tu cabello recogido. Estás deslumbrante Plut —concedió la princesa haciendo sonrojar a la aludida que rio bajito por unos segundos y después se dirigió al esposo de su amiga.
— Príncipe Helios, es un honor estar ante usted… le agradezco amar tanto a la Princesa y deseo de todo corazón que sean inmensamente felices.
— Yo soy quien debo agradecer que quieras tanto a mi esposa y que la hayas cuidado y guiado desde tan pequeña, hasta que llegó a mi vida. Y cómo dice Usagi, es muy gratificante tenerte entre nosotros el día de hoy. Espero que seamos buenos amigos, Plut. Me gustaría mucho conocerte más.
— Por supuesto que sí Príncipe, ya habrá tiempo.
La sailor hizo una reverencia a la pareja y luego tomó aire. Caminó unos pasos más y se encontró a sus amigas platicando ya con los reyes. Quién reparó primero en ella fue la Neo Reina.
— Hola, Setsuna —le saludó la hermosa mujer que tenía por mandataria.
— Su majestad… hace mucho que nadie me llama de esa forma —comentó algo confundida.
— Bueno, todas ustedes tuvieron vidas humanas en algún punto de la historia. Y hoy quisiera que fuéramos eso. Humanos, no sailors o representantes de planetas, pero si te molesta…
— No, para nada. Siempre me gustó ese nombre. Gracias, por todo. Sin usted yo no estaría aquí y no tengo más palabras. Sé que no lo merezco, pero…
— Eres una de mis guardianas más leales, por supuesto que si, Setsuna. Disfruta la fiesta.
— Gracias, mi Reina.
Plut agachó la cabeza presentando sus honores. Las piernas le temblaron, pues sabía quién seguía a la Reina.
Sus ojos se encontraron entonces con los del Rey y ella sintió que se desarmaba al verlo tan gallardo con su vestimenta. Se sintió mal al momento en que el corazón comenzó a trabajar más rápido. Cuánto le gustaba ese hombre que le sonreía con mesura.
— Gracias por venir —dijo él con su voz varonil y profunda. Plut sabía que no era un simple agradecimiento como con las demás. Entendía perfecto porqué se lo decía.
— Es un honor, Rey —atinó a decir ella, lo reverenció y se fue a alcanzar a sus amigas antes de que otra cosa pasara.
Plut y el Rey Endymion soltaron el aire que habían retenido en sus pulmones, cuando hubo nuevamente distancia entre ellos.
La fila había avanzado. Los últimos invitados ya pasaban y aunque ella pensó que Seiya no se acercaría, cuando lo vio al final, con la vista clavada en ella, sintió ganas de huir.
No estaba lista, aunque deseara con el alma hablar con él.
Volteó a ver a su esposo que aún estaba de pie junto a ella y él la miró preocupado. Serenity estaba segura de que en su rostro había pánico y por ello la reacción de Endymion.
Sin poder aguantarse más, enroscó sus manos en el brazo del Rey. Seiya y la Princesa Kakyuu ya estaban a dos personas de llegar hasta ella.
— Estás temblando —dijo el Rey, centrando toda su atención en ella por primera vez en la fiesta.
— Por favor, no le digas nada —susurró, bastante alarmada.
— Serenity, cálmate, sólo vamos a saludarlo, ha pasado muchísimo tiempo que no nos vemos y…
— No lo sabe, él no sabe quién soy, no me recuerda… —soltó lo más rápido que pudo.
— ¿Cómo sabes eso? —cuestionó él elevando una ceja.
— Nos encontramos por los pasillos, pensó que era una empleada, y yo no pude decirle quién era. Endymion por favor no le digas…
— ¿Por qué no? No entiendo cuál es el problema…
— ¿Mamá? ¿Papá? ¿Qué es todo esto? —se metió la princesa Usagi al escuchar y ver a su madre tan alterada a su lado.
— Usagi… yo… es que… —alcanzó a balbucear para su hija, pero las palabras no salían. Kakyuu se acercaba.
De pronto, al volver la vista hacia los dos invitados del reino Tankei, Serenity vio a Urano y Neptuno acercarse, darle unas palabras a la Princesa y tomar a Seiya de ambos brazos para apartarlo de la fila.
— Hola —le saludó una chica de cabello turquesa al tiempo en que la otra de cabello corto lo arrastraba hacia un lado.
— Oigan… ¿qué hacen? ¿qué significa todo esto?
— Estamos saludando a un viejo amigo, eso es todo —dijo la chica de vestido verde agua.
— Ha pasado tiempo Seiya Kou —comentó la otra de vestido negro.
— ¿Cómo saben mi nombre? —Seiya las miró alternando entre ambas, que lucían sorprendidas ante su comentario.
— Espera… ¿no…? ¿No sabes quiénes somos? —comentó la de cabello largo.
— No. Así que suéltenme antes de que esto se convierta en una escena. No creo que a sus reyes les guste saber que han sido descorteces con uno de sus invitados.
Ambas sailors lo soltaron. Se miraban entre ellas, luciendo preocupadas.
— Bien —comentó Seiya, alisándose el traje con aire despectivo hacia ellas—. Ahora quiero que me expliquen qué ha sido eso y por qué se supone que debo conocerlas.
— Mira, lo único que puedo decirte es que no te acerques a…
El comentario de Urano fue interrumpido por la banda de música que empezaba a tocar. Como si hubiera habido una convocatoria, parejas comenzaron a levantarse de sus asientos para ir a la pista de baile. Haruka y Michiru vieron la oportunidad de escabullirse antes de que metieran aún más la pata por lo que acababan de hacer.
— Si nos disculpas, esta preciosa mujer y yo iremos a bailar —anunció la chica de cabello corto guiñándole el ojo.
— Oigan… no… ¡esperen!
Seiya se quedó bastante irritado ante lo que acababa de suceder. Esas dos chicas habían impedido que llegara hasta la Reina y estaba seguro que no era algo al azar. Ellas sabían algo. Lo conocían y él, aunque las sentía bastante familiares, no lograba recordar haberlas visto antes. Sin embargo, todo comenzaba a tomar sentido, desde lo que Kakyuu le había comentado en el carruaje antes de llegar a la fiesta.
Volteó a buscar a su Princesa y se dio cuenta que ya se despedía de los reyes. Seiya esperaba ir a saludarlos para poder entablar una plática con la Reina y pedirle respuestas, pero cuando comenzaba a caminar hacia ahí, alguien más lo detuvo.
— Hola —le saludó una chica morena que portaba un vestido color rojo granate.
— Disculpa pero, ¿te conozco? —le preguntó molesto, porque era evidente que ella también pertenecía a ese grupo que le había impedido llegar a la Reina.
Plut, quién acababa de presenciar lo que sucedió con sus amigas y el chico, fue un poco más inteligente, ya que era obvio que él no la reconocía.
— Mi nombre es Setsuna. Soy la sailor guardiana del planeta Plutón. Lamento lo que pasó con Haruka y Michiru, ellas custodian los planetas de Urano y Neptuno y son un poco… bueno, acostumbran a recibir a las visitas de una forma particular. Estoy segura que no fue su intención molestarte y te pido disculpas en su nombre.
Seiya se relajó un poco al escuchar las palabras de tan agradable y hermosa mujer.
— Pues sí que son muy… bruscas. Mi nombre es Seiya —dijo, ofreciéndole la palma—. ¿Te gustaría bailar?
Había estado seguro de que no tendría una gran reacción al ver a Seiya Kou de nuevo, sin embargo, ver a Plut girar entre los brazos de ese hombre le resultaba difícil.
El Rey enterró los dedos en la madera de su trono y apretó la mandíbula. Sabía que no tenía derecho a enojarse. Él estaba casado, aún no resolvía su situación con Serenity y no era libre de nada.
Plut sonreía cuando giraba y él sólo podía mirarla a la distancia. Quería que fuera feliz, pero le pesaba enormemente no ser el hombre que pudiera darle alegrías y recibirlas de ella. Aunque Plut nunca hubiese profesado tener sentimientos hacia él, por sus reacciones a sus visitar, sospechaba que no le era enteramente indiferente y ese pensamiento había sido la chispita que lo mantenía unido a la esperanza.
Resultaba que tenía que caer en su realidad. Plut era una mujer hermosa, interesante, sabia, divertida, inteligente y muchísimos más adjetivos que se le podían ocurrir, y era libre y tenía derecho a todo lo hermoso de la vida.
— Necesito tomar aire —le anunció a Serenity, poniéndose de pie.
— Te acompaño —dijo ella, sintiendo que su esposo estaba así por la presencia de Seiya y por cómo se había puesto ella.
Él no le contestó y se adelantó. Serenity le echó una mirada a Usagi que bailaba con Artemis y a Helios que hacía lo mismo con Luna y fue detrás de su esposo.
Comenzó a caminar con la vista clavada en la espalda ancha del Rey que iba varios pasos adelante y se dirigía al jardín.
Los aplausos detrás de ella le indicaron que la melodía del baile había terminado, pero no le importó que nadie los viera en sus lugares. Los príncipes se encargarían. Ella quizás podría ocupar ese momento a solas con Endymion para que hablaran de una vez por todas; sabía que podía salir mal, pero sentía la necesidad de explicar su actuar.
De pronto vio que él apretaba el paso.
— ¡Endymion! ¡Vuelve!
— ¡Regresa a la fiesta! —gritó él sin voltear a verla.
— ¡Endymion! —volvió a gritar, ya entre molesta y herida.
— Serenity, enserio. No quiero hacerte daño. Necesito pensar —anunció ya deteniéndose en medio del jardín.
— ¿Ahora mismo? ¿En la boda de nuestra hija? —bramó ella sin entender nada.
— Sólo un momento, de verdad…
— Perdóname por comportarme así, sé que lo de Seiya es inesperado…
Endymion soltó un suspiro. Si su esposa supiera que no era enteramente por ella… sin tan sólo también pudiera decirle todo lo que pasaba por su mente y corazón sin quebrarla más de lo que ya lo había hecho.
— Perdóname tú a mí por no ser lo que esperabas. Lo lamento —soltó. Serenity quiso alcanzarlo, asombrada de que el argumento se estuviera volteando.
— Vamos a bailar… te ayudará a distraerte, prometo que no voy a presionarte —comenzó ella con voz suave —el negó tajante con la cabeza.
— Necesito un momento a solas. Discúlpame. Por todo.
Eso fue lo último que dijo antes de seguir su camino a donde quiera que fuera. La música había vuelto a retomarse y podía escucharla detrás de ella. Sólo quería bailar, sólo quería ser feliz y hacerlo feliz ¿era mucho pedir? ¿era muy infantil ese deseo?
Las lágrimas amenazaron en llegar, y no se lo quería permitir. Aún debía regresar a la fiesta, pero no era tan fuerte, quería rendirse, aunque una parte de ella quisiera seguir luchando como siempre le habían enseñado.
Unos pasos que provenían de la dirección que ella había caminado le sobresaltaron. Pensó que se trataba de Mina o Usagi, pero cuando se giró, comprobó que no era ninguna de ellas.
— Ey, bombón —Seiya se acercó lentamente. Sostenía su acostumbrada sonrisa que logró deslumbrarla incontables veces en el pasado—. Déjame reemplazarlo —le dijo, extendiéndole la mano.
De vuelta!!! Quiero disculparme por la espera. Sé que dije que iban a ser actualizaciones semanales, pero se me atravesó una pequeña crisis después del capítulo anterior. No voy a prometer nada nuevamente pero si diré que estoy muy comprometida con este fic y espero que la próxima vez que actualice no sea tan lejana.Quiero agradecer a mi amiga Sakura-Ofiuco porque sin la fangirleasion que me aventé anoche con su precioso, buenísimo y divertido fanfic AU de Sailor Moon, llamado El destino se Equivocó, este capítulo no hubiera visto la luz hoy.Bueno, cada vez nos acercamos más a resolver ciertas cosas del asunto de las reencarnaciones, como en este capi. También hay pistitas por ahí en los pensamientos de los personajes.Espero les guste y gracias por leer y seguir esta historia.
