Capítulo 5: Danza.
— Ey, bombón —Seiya se acercó lentamente. Sostenía su acostumbrada sonrisa que logró deslumbrarla incontables veces en el pasado—. Déjame reemplazarlo —le dijo, extendiéndole la mano.
Serenity se quedó pasmada por segunda vez en el día, gracias al mismo hombre.
Aquella frase, que tuvo un significado especial entre ambos en el pasado, volvía a ser pronunciada por él, provocándole escalofríos. Se preguntó si acaso Seiya ya había recordado y por eso utilizaba esas palabras tan puntuales.
Para ser muy sincera, a ella no se le olvidaba lo que vivieron juntos, aunque estuvieran a milenios de distancia de eso. Admitía que no era algo que ocupara su mente con regularidad, no porque no hubiera sido valioso para ella, sino porque se encontraba envuelta en su vida tan "perfecta" que había dejado de lado varios recuerdos.
No obstante, ahora teniéndolo nuevamente de enfrente, todo llegaba de golpe.
Flashes veloces pasaban delante de sus ojos en ráfaga. Y no sólo llamaban su atención esas imágenes en donde ella y Seiya eran protagonistas, sino, que ahora también era capaz de enfocarse en algo más; Serenity se dio cuenta que, la forma en cómo se sentía en ese lejano tiempo, no distaba mucho de los días actuales, aunque se debieran a cosas completamente distintas. Endymion, quién fuera Mamoru en ese entonces, no se encontraba en Japón porque había ido a perseguir su sueño de ser médico a Estados Unidos y ella se sentía muy sola. Diariamente le escribió una carta para enterarlo de las cosas que le pasaban y para que él supiera que lo estaba esperando y que no había nada más importante que el amor que le profesaba, sin embargo, nunca obtuvo respuesta a sus escritos, aunque por supuesto, ella no sabía que eso era debido a que su novio había muerto a manos de Sailor Galaxia. Se obligó a seguir adelante, trató de motivarse para estudiar más porque se lo había prometido, aunque realmente no consiguió un cambio en sus calificaciones. Cuando creyó que la soledad iba a absorberla, conoció a Seiya que llegó a iluminar sus días de todas las maneras posibles.
Ahora, envuelta en un matrimonio que tocaba su final, se daba cuenta que seguía esperando que las cosas cambiaran. Seguía esperando a que Endymion regresara a ella… y nuevamente, Seiya estaba ahí.
Salió de sus pensamientos ahora centrándose por completo en él que la miraba de una forma que le hacía sentir nerviosa.
Seiya dio otro paso sin dejar de ofrecer su mano y ella, titubeante llevó las suyas a su pecho, en mero reflejo. Se sentía amenazada no por el chico sino por lo que empezaba a despertarle.
— Tu no podrías hacer eso —atinó a decir, aunque se arrepintió casi en el momento. ¿Qué clase de respuesta era esa? Ah sí, la misma que hubiera dado cuando tenía dieciséis años y se aferraba a creer que Mamoru era el único hombre en la faz de la tierra. Sintió algo de vergüenza por lo que acababa de decirle y pensó que Seiya llegaría a molestarse, pero sorpresivamente su réplica no hizo que la sonrisa se le borrara al joven.
— Pues te aseguro que soy el mejor bailarín de todo el lugar, así que si, si puedo reemplazarlo. Además, los vi bailando al inicio y, bueno, déjame decirte que tu esposo necesita unas buenas clases porque está muy rígido.
Serenity tuvo que contener la carcajada por el comentario tan suelto, apretando los labios pero aun así dejó escapar inevitablemente una risa bajita que amortiguó colocando una palma sobre su boca.
— Bueno, al menos ya no tienes esa cara triste —dijo, complacido consigo mismo del cambio en ella.
La Reina se relajó un poco al escucharlo pero aun así siguió sintiéndose nerviosa ante su presencia porque en cada palabra que pronunciaba, ella podía comprobar que la esencia que le había cautivado, seguía intacta. Cualquiera podía tacharlo de arrogante gracias a sus respuestas tan directas y su forma de expresarse no sólo de voz, sino incluso con sus movimientos, pero a Serenity siempre le pareció que eso reflejaba la seguridad que él tenía de sí mismo, lo que conseguía dejarla prendada y que le incitaba de maneras muy diversas a lo que cualquiera pudiera provocarle.
Recordaba que desde un inicio él se condujo con suma naturalidad y cero formalismos, como lo acababa de hacer y que la reacción que ella tuvo fue contestarle de vuelta en el mismo tono, así que quiso intentar algo:
— ¿Qué forma es esa de expresarse del Rey y de tutear a la Reina? —cuestionó con falsa ofensa, tratando de medir las reacciones de Seiya que le confirmaran si había recordado algo o no.
— No pediré que perdones mi osadía porque, sabes perfecto que tengo razón en cuanto al asunto del baile. Y por lo de tutearte… —Seiya se llevó una mano al mentón—, ya nos habíamos conocido, bombón, creo que podemos tener confianza —Serenity tragó saliva.
— ¿A qué te refieres? —presionó ella a punto de hacer conjeturas y perdiendo totalmente la pose de autosuficiencia que había querido adoptar. Él ladeó la cabeza y la estudió unos segundos antes de contestar.
— Vamos, bombón no me digas que se te ha olvidado, ¿tantos deberes has tenido? Hace rato mientras me perdía encontré a una hermosa mujer en pijama, sólo que ella no me dijo que era la mismísima Reina de este planeta —se acercó lo más despacio que pudo, esperando no asustarla y tomó una de sus manos—. Lo que si es que prometió bailar conmigo —le alzó una ceja.
— Es que… yo…
— Una pieza, es todo lo que pido —susurró Seiya.
La preciosa Reina había aceptado su invitación y a decir verdad se sentía emocionado. La llevaba del brazo y caminaban despacio dejando ya el jardín atrás, volviendo a la fiesta.
El silencio se había instalado entre ellos, pero no era incómodo. De tanto en tanto, sus miradas chocaban, pues se estudiaban el uno al otro, él volteándola a ver y ella alzando su rostro. Seiya hubiera dado lo que fuera por saber lo que ella estaba pensando. La sentía más relajada que cuando la había encontrado discutiendo con el Rey, pero él no podía quitarse el acontecimiento de la mente. Se sentía algo consternado por ella.
— No quiero sonar entrometido pero, me gustaría saber si estás bien, bombón… por lo de hace rato con tu esposo.
Serenity apretó los labios y aferró su mano libre a la caída de su vestido.
— Sí, todo está bien.
— No eres muy buena mintiendo, pero no tienes que contarme. Simplemente creo que llegué en un momento complicado y me da la impresión de que te afligió bastante. Si puedo hacer algo para ayudar, aquí estoy.
— Gracias —concedió ella. No iba a negar que sus palabras representaban un bálsamo y se alegraba de que aunque pasaran décadas, él estuviera dispuesto a ayudarla, aunque acabaran de "conocerse"—. A veces los matrimonios son complicados —contestó, tratando de ocultar en esa excusa lo que sucedía.
— Lo imagino —dijo dándose cuenta de que ella no iba a comentar nada más acerca del Rey—. Nunca he estado casado.
— Bueno, te lo digo yo —la Reina sonrió y él sintió que la noche acababa de ser iluminada por el resplandor de la luna que ella proyectaba.
Una sensación familiar recorrió su cuerpo y le era evidente que estaba siendo provocado por la presencia de Serenity. Se sentía tranquilo y feliz y quería descubrir todo de ella, todo eso que no recordaba pero que quizás habían vivido. Kakyuu se había encargado de sembrar dudas y curiosidad por el pasado con lo poco que ella misma recordaba, así que él estaba listo para hacer sus preguntas, no sin antes confirmar que ella sí sabía quién era él.
Entraron al recinto. Las parejas seguían en la pista, pero cuando Seiya jaló a la Reina al centro, todos los ojos se posaron en ellos.
Serenity se mordió el labio. Sabía que entre sus sailors que conocían la historia iba a haber reacciones variadas, pero cuando descubrió los ojos de su hija sobre ella y Seiya, no pudo evitar sentir algo de culpa. Usagi no estaba enterada de nada, jamás había vuelto a tocar ese periodo de su vida con nadie y sabía que después de la fiesta las preguntas llegarían. Incluso las internas.
— Vaya, creo que soy tan famoso como un cantante —comentó Seiya sintiendo el escrutinio de los presentes. Ella se volteó a verlo por su comentario—. ¿Es eso o la Reina no acostumbra a bailar con sus invitados?
— Bueno, hacía mucho tiempo que nadie que no fuera el Rey me invitaba a bailar —admitió la Reina.
— Pues qué tontos todos.
Dejó nuevamente escapar una risita gracias a los oportunos comentarios de su acompañante. Tomó algo de aire y se sintió mal de recordar su reacción exagerada cuando vio a Seiya acercarse en la fila de las felicitaciones. Le parecía que había armado todo un escándalo innecesario con su esposo y su hija por negarse a ver a Seiya y no ser capaz de enfrentarlo para que al final, él la hubiera encontrado y estuvieran por comenzar a bailar.
— No pasa nada. Todo está bien —agregó Seiya como notando su tensión. Le hizo una reverencia y se acercó para posar una de sus manos en su cintura y tomar su otra palma con la de él en el aire—. Concéntrate en el baile, déjate llevar, bombón.
Ella iba a abrir la boca para decirle de una buena vez (y como en el pasado ya lo había hecho) que dejara de llamarle por ese apodo, pero su rostro, más cerca de lo que habían estado desde el reencuentro, la hipnotizó.
Los movimientos entre ellos comenzaron a fluir despacio, acompasándose. Serenity no supo si fueron las palabras del caballero que surtieron efecto casi de inmediato u otra cosa, pero el entorno desapareció luego de unos segundos.
Sentía la opresión sobre su cintura en un agarre seguro y le estaba costando algo de trabajo mantener el rostro en alto, porque quería escapar de los ojos de Seiya que sólo la veían a ella. Pero dentro de todo eso, reconocía que se sentía bien estar ahí.
— Hay algo que llamó mi atención, que quisiera preguntarte, bombón —ella asintió, siguiendo la trayectoria del brazo que le hacía girar, para luego regresar a él—. ¿Por qué tú y la Princesa más que parecer madre e hija, parecen hermanas? ¿Hay alguna clase de poder en este lugar que lo propicie? —Kakyuu ya se lo había explicado, pero quería saber exactamente lo que sucedía de la propia Reina. Además de que trataba de establecer una plática con ella para lo que quería lograr.
— Eso es porque, cuando ascendimos al trono, se nos concedió la vida eterna, tanto a la familia real como a la gente que habita el planeta. La Princesa Usagi no siempre lució así. Cuando nació tuvo un desarrollo digamos normal hasta estancar su crecimiento en una niña de aproximadamente diez años de edad. Sin embargo un día sin nada de especial, amaneció siendo ya una señorita como la ves ahora. La verdad es que no tengo una respuesta acertada para eso, más que creemos que era su momento para prepararse a la sucesión del trono. El Rey y yo no crecimos más —dijo encogiéndose de hombros.
— Ya veo… ¿Y… tú estás bien con eso? —preguntó alzando una ceja.
— ¿Qué? No entiendo la pregunta.
— Bombón, ¿no crees que es algo antinatural que las personas no envejezcan? —lanzó Seya sin más.
Serenity cambió totalmente su semblante ante la pregunta, adoptando un ceño de enojo.
— Claro que no. Somos felices así y por eso es que este lugar está en paz —defendió ella, sintiendo que la irritación subía. Olvidaba que dentro de todo el espectro de cosas que él le hacía sentir, también había cabida para el enojo.
— ¿De verdad crees eso? —presionó Seiya.
— Claro que si —comentó ya elevando la voz.
— ¿Le has preguntado a tu gente? ¿o cómo es que sabes? ¿quién dicta las reglas de este lugar?
— Vaya, qué impertinente.
— No te molestes, es una pregunta seria. De donde yo provengo la paz se mantiene porque la Princesa Kakyuu está en constante comunicación con su pueblo.
— ¿Ah sí? Bueno pues tenemos formas muy diferentes de gobernar y eso no tiene nada de malo. En Tokio de Cristal, el Rey y yo tomamos decisiones para nuestra gente y nuestras guardianas. La vida inmortal no fue una de ellas, simplemente sucedió y no hay nada que podamos o queramos hacer al respecto —Seiya curvó sus cejas y lanzó un chiflido.
— ¿Estás segura de que no quieres hacer nada al respecto? ¿En todo este tiempo no te lo has cuestionado?
— ¿Por qué haría tal cosa? Somos felices.
— Insisto, ¿le has preguntado a tu gente lo que opinan? —ella se quedó callada. Volteó a ver a sus amigas que bailaban con sus parejas mientras sopesaba las palabras de Seiya. Él decidió presionar un poco. Sentía que estaba a punto de llegar a donde quería con ella—. Por lo que veo, mis hermanos y yo somos el equivalente a tus guardianas, aquí. Por experiencia te puedo decir que ellas han de tener sus propias opiniones respecto a lo que sucede en este lugar, sería importante que lo platiques con ellas. Entre nosotros tres siempre hemos hablado acerca de ciertas cosas que pasan en nuestro reino. No me mal interpretes, siempre apoyamos a Kakyuu, pero cuando alguna de sus decisiones nos afecta a cierto grado, se lo comunicamos y entre todos llegamos a una mejor solución. Por cierto, los dos lamentan no haber podido venir, porque la invitación sólo incluía a dos personas.
Seiya tiró el As bajo la manga. El semblante de molestia que le había visto a Serenity fue reemplazado de inmediato por una sonrisa triste.
— Yo no me encargué de las invitaciones, así que lamento mucho que Taiki y Yaten no hayan podido venir…
— Me alegra que recuerdes los nombres de mis hermanos —la hermosa mujer abrió su mirada azul dándose cuenta de que había caído en una trampa—. Eso significa que me recuerdas a mí también ¿verdad? —la reina se mordió el labio. Ya no había forma de disimular nada.
— ¿Qué es lo que sabes o recuerdas?
— No sé tanto como quisiera. Kakyuu sólo me dijo que nos conocimos todos en el pasado. No puedo recordar nada, pero hay algo más, estoy seguro. Vine aquí por respuestas que esperaba obtener del guardián de los sueños, pero, ahora sé que eso no va a ser necesario, porque me las puedes dar tú.
— Lo lamento Seiya. Estamos en medio de un festejo muy importante para mí y no es el momento.
— Lo sé, pero tengo todo el tiempo del mundo y soy paciente. Si es necesario pedir una audiencia o hacer una cita, lo haré, pero no me voy a ir de aquí hasta saber por qué apareces de un tiempo a la fecha en mis sueños, bombón.
— Espera ¿qué? ¿tú sueñas conmigo?
La música se detuvo, finalizando la melodía. La pareja también frenó sus movimientos, pero se quedaron viendo.
— Ya tendremos tiempo para hablar de eso. Ahora sí, concéntrate en nuestros pasos.
Decidió hacerle caso. Lo miró a los ojos por unos breves segundos, Luego paseó la mirada en los aretes en forma de luna que llevaba y que reconocía. Una fragancia de olivo llegó a su nariz y de pronto, entre los giros, las miradas furtivas, el vuelo de la falda de su vestido y las manos decididas que la sostenían, la ansiedad se convirtió en una especie de calma que no había sentido desde hacía mucho.
Helios y Usagi se quedaron viendo cuando regresaron a sus asientos para tomar una pausa y se dieron cuenta que la Reina iba a seguir bailando con ese misterioso hombre que ellos no conocían.
— Si te sirve saber, lo único que pude averiguar de momento es que se trata del caballero que acompaña a la Princesa Kakyuu —comentó Helios al oído de su esposa.
— No lo conozco —admitió la Princesa estudiando los movimientos de su mamá y su bailarín en la pista—. Se la han pasado hablando y no es que tenga algo de malo, pero lo que me preocupó fue su reacción cuando se acercaba y que mi papá salió de repente. Siento que algo pasa y que me estoy perdiendo de muchas cosas.
— ¿Crees que Plut lo conozca? Estaban bailando hace rato —recordó Helios.
— ¡Es cierto, amor! —exclamó la princesa, tomando las manos de su esposo y besándolas, logrando que él se ruborizara un poco—. Dame un momento, ya vuelvo.
La Princesa se puso de pie y caminó rodeando la pista. Cuando estuvo un poco más cerca de la mesa que ocupaba Plut en compañía de Hotaru, le hizo señas para que se acercara.
— ¿Me llamaba, Princesa? —se acercó Plut.
— Si, la verdad es que tengo una duda y esperaba que pudieras ayudarme. ¿Tú sabes quién es el joven con el que baila la Reina? ¿Lo conoces?
— No lo conocí mucho, pero, por lo que recuerdo es un viejo amigo de ella y también de Marte, Venus, Jupiter y Mercurio. Urano y Neptuno me contaron que en el pasado luchamos juntos, incluyendo a sus hermanos que no se encuentran presentes.
— Oh… ya veo —reflexionó Usagi, asintiendo despacio.
— ¿Sucede algo? —se aventuró la guardiana del tiempo. Le resultaba curioso que su amiga estuviera poniéndole atención a ese chico que la había sacado a bailar y que Haruka y Michiru lo hubieran sacado de la fila, así que vio un poco la oportunidad de enterarse.
— Es sólo que… vi a mi madre muy nerviosa cuando él se acercaba en la fila de felicitaciones. Además, creo que pasó algo porque mi padre hace rato salió de la fiesta y aunque ella fue a alcanzarlo, regresó con ese hombre directo a la pista.
— A lo mejor el Rey está con algún invitado, Princesa —comentó Plut, tratando de calmar a su amiga que le tomó una mano.
— Ay Plut, sé que no debería decir esto, pero, sé que puedo confiar en ti. Las cosas entre ellos hace mucho tiempo que no están bien y no funcionan y me temo que esta es una de esas ocasiones en las que han tenido una discrepancia —Plut no pudo ocultar su cara de sorpresa. Sabía algo por lo que el mismo Rey le comentó hacía una noche, pero escucharlo de la Princesa lo hacía de cierta forma más real—. Últimamente ocurren este tipo de cosas más seguido.
— No se preocupe Princesa, seguro es algo que tiene arreglo, ellos…
— Sé lo que vas a decir —le detuvo Usagi—, todos en este reino así lo piensan, incluso yo lo llegué a pensar por mucho tiempo, pero esto va más allá de estar destinados o no. La verdad dudo que se arreglen, mi padre es el más reacio a ello.
— Me niego a creer que algo como lo de ellos puede terminar —comentó algo consternada la sailor.
— Es una gran posibilidad de que si y la verdad no estaría mal. Sólo quiero que ambos sean felices, así sea juntos o separados —dijo para después dejar salir un suspiro—. Gracias por escucharme, este tema es algo que me tiene dando vueltas aunque sé que no depende de mi. Me gustaría ir a ver cómo se encuentra mi padre pero no quiero dejar a Helios ni la fiesta, suficiente con que los reyes no estén presentes.
— No te preocupes, yo iré —ofreció casi por impulso.
— Estaría más tranquila si lo alcanzas. Muchas gracias, Plut.
— Lo haré ¿Quieres que le diga algo?
— Dile que espero que esté bien y que regrese pronto a la fiesta, me debe un baile y una plática. Sino accede no te angusties, a veces puede ser muy necio.
— ¿El Rey? ¿Necio? —Usagi soltó una carcajada ante la cara perpleja de su mejor amiga.
— Aunque no lo creas, mi padre es de carne y hueso. Que sea el regente de este planeta no quiere decir que sea un hombre perfecto o sin sentimientos, aunque le cuesta algo demostrarlos.
Plut se sorprendió bastante por lo que Usagi le decía. Muy en el fondo moría por conocer esa faceta desconocida de él y todas las demás. Quería conocerlo en verdad.
— Gracias, Plut. Te debo una —sostuvo la Princesa—. Iré con Helios de regreso. Te veo en un rato —le dijo. Plut sonrió y asintió. Dio media vuelta y tomó rumbo hacia el jardín sorteando las mesas de los invitados. La información que no había pedido, le fue revelada. El Rey no había mentido acerca de su condición con la Reina, y aunque eso le hacía sentir ansiosa, había movido todo dentro de ella justo como una noche antes. ¿Estaba mal pensar en él más allá de su Rey ahora que sabía más de lo que pasaban él y Serenity? ¿Era egoísmo o traición? ¿Sería aprovecharse? Las cosas se habían tornado a una montaña rusa, en donde las emociones fluctuaban de un momento a otro, chocando, siendo incongruentes entre sí.
Bajó la escalinata que llevaba a los jardines. Afuera el día estaba soleado y fresco. Ella que había pasado toda su vida encerrada sin ver la luz del sol, admirar un paisaje o simplemente sentir el cambio de clima, no se explicaba cómo no habían hecho la fiesta en ese espacio tan hermoso.
Tratando de calmarse, respiró hondo mientras admiraba el cuidado y vasto jardín, lleno de flores y plantas.
Llegó hasta la fuente que se localizaba en medio del lugar, mientras se aseguraba de mirar por todos los rincones, sin éxito de encontrar a Endymion.
Avanzó, sintiéndose algo tonta. A pesar de que él le había prometido no acercarse y pese a que ella le hubiera pedido que no volviera hacia la puerta del tiempo para pasar tiempo juntos, quería verlo.
Pasó unos arbustos altos que mantenían escondido un pequeño quiosco, y como si el deseo lo hubiera materializado para ella ahí lo encontró. Su capa celeste prendada de sus anchos hombros, caía por su espalda. Él parecía mirar hacia el horizonte, en donde se apreciaba a lo lejos el mar.
Plut sintió que el aliento se le cortaba y que era incapaz de moverse más allá del peldaño de las escaleritas que los separaban, pero luego experimentó un tirón que le incitaba a alcanzarlo.
— La Princesa está preocupada por usted, Rey —soltó, anunciándose.
El Rey se giró despacio, asombrado de verla ahí.
— Te ha enviado a comprobar que estoy bien ¿verdad? —susurró con cierto dejo de tristeza—. Y yo que te había prometido que me alejaría de ti y sin querer, mi hija de te ha empujado aquí.
— En realidad, yo me ofrecí a buscarlo.
— Pensé que no querías verme de nuevo —Endymion parpadeó al escucharla admitir que había ido por su propia decisión. No pudo evitar emocionarse por el cambio repentino en actitud de la mujer que se había ganado su corazón.
— También lo creí, pero una parte de mí no puede evitarlo. Eso no quita que no es debido —Plut se detuvo cuando vio que él analizaba su respuesta.
— No es debido… —repitió él—. ¿Entonces qué es lo debido? Vivir de esta forma en que lo hago no lo es, eso, me queda claro —comentó y esperó a que ella dijera algo, pero notó su confusión.
— No sé qué decir —admitió unos segundos después la de cabello verde.
— No tienes que decir nada. Estoy feliz de que hayas querido venir a verme.
— Es por la presencia de Seiya ¿cierto? Por eso es que abandonó la fiesta —Endymion no ocultó su sorpresa ante tan acertada observación de Plut. Aunque sabía perfecto porqué lo decía.
— Algo así, pero no por lo que piensas —le aseguró.
— ¿Y qué se supone que pienso?
— Que es por Serenity. Ciertamente lo es, pero… —se detuvo, pensando en sus palabras—. Plut, esto va a sonar estúpido, pero tengo que decírtelo. Suelo callarme las cosas todo el tiempo pero extrañamente ahora siento que necesito hablar. Tu me haces querer hablar y quiero ser sincero contigo, espero eso no te moleste.
— Rey, puede decirme lo que sea.
— Espero que algún día dejes de llamarme de usted y me tutees, tenemos la misma edad y, aunque pueda ser una figura de autoridad por el título, creo que no merezco tal grado. No más —el gobernante tomó una gran bocanada de aire, mientras Plut acortaba un poco más la distancia, a algo más cercano pero prudente—. Sé que eres una mujer libre y que puedes estar con quien quieras. Verte bailar con Seiya me hizo sentir celos por no ser el hombre que pueda hacerte feliz, y perdona si me estoy tomando estos atrevimientos de pensar que quizás me correspondes cuando no te lo he preguntado y sólo lo supongo. No es vanidad, bueno al menos no lo creo, simplemente, por tus reacciones me doy cuenta. Me encantaría ser libre y poder conocerte más, pero no quiero causarte daño alguno y quiero que seas feliz, aunque si te soy sincero, me estoy muriendo por luchar por ti.
Plut no podía creer eso último que escuchaba. Era como un sueño muy hermoso y a la vez una pesadilla. ¿Estaba destinada a quedarse parada viendo cómo la vida pasaba y cómo el hombre en quien había puesto los ojos se alejaba?
— La reina es una gran mujer… es perfecta. Es buena, hermosa, poderosa y es su destino Rey, yo no podría ni quisiera competir con algo así.
— No, Serenity no es perfecta, en realidad nadie lo es. Por supuesto sé su valía, pero no puedo quedarme con ella por tal motivo, ni porque alguien dijo que nacimos para eso. Creo que puedo honrarla junto con todo lo que vivimos, apartándome de ella. También merece ser feliz, estando a mi lado ya no va a conseguirlo y de ninguna forma tendrías que competir con nadie Plut. Me gustas por ser tú y no hay nada más que pueda hacer al respecto. Sin embargo sé que esto no es algo de la noche a la mañana y que te estaría pidiendo que me esperes, injustamente. Así que, si esto es una molestia, quedaré en el entendido de lo que me pediste anoche.
Endymion se acercó a ella, y sintiéndose atrevido, posó su mano sobre la línea de su mandíbula.
— Te admiro mucho, Plut… —observó lo hermosa que se veía en su vestido rojo pegado a su deslumbrante figura y que contrastaba perfectamente con el tono de su piel. El maquillaje que llevaba le hacía resaltar, aunque a él le encantaba incluso con su traje de sailor y su cabello suelto—. Eres tan inteligente como hermosa…
El Rey vio los ojos de la sailor llenarse de lágrimas y abrirse en sorpresa.
— Sería desafiar lo escrito, no puedo… —dijo con la voz entrecortada. Él, que estaba recibiendo la respuesta a la confesión de sus sentimientos, se llenó de una mezcla rara de dicha y tristeza.
— Nada está escrito, Plut, lo sabes. El tiempo es relativo… el destino puede que no exista.
Ella derramó las lágrimas y sintió los guantes de Endymion limpiárselas, despacio.
— Debemos volver —dijo Plut.
— Lo sé, pero, hay algo que quisiera hacer —Endymion tomó la mano de Plut y depositó un beso en el dorso. A ella le pareció un momento sumamente tierno—. ¿Bailarías conmigo? —le preguntó y la sintió ponerse rígida ante la propuesta—. Tranquila, no me refiero a bailar allá en la fiesta, sino aquí.
— ¿Aquí? P-Pero… no hay música
— No la necesitamos.
Plut echó una mirada hacia la puerta lateral del palacio por donde había llegado y cuando se cercioró de que nadie los veía, aceptó la mano del Rey.
Se unieron en una danza sin melodía, disfrutando del momento. Plut pensó que era un gran atrevimiento, pero, como estaba casi segura de que algo así no volvería a repetirse, se permitió hacerlo dejando de forma momentánea el remordimiento. Cerró los ojos incapaz de mantener la mirada en su Rey.
Su cuerpo temblaba, su rostro enrojecía, sin embargo, sus pasos eran lentos, casi medidos… pero eso no importaba. La sailor del planeta Plutón guardaría esa danza en lo más recóndito de su corazón.
Jupiter tomó la tela de su vestido verde para no pisarlo y se dejó caer pesadamente sobre su asiento en la mesa que compartía con sus amigas sailors que, a diferencia suya, seguían en la pista. Con las mejillas encendidas por el esfuerzo durante varios minutos, se abanicaba el rostro con la mano tratando de refrescarse.
— Ten, bonita —dijo Neflyte, sentándose a su lado alargándole una copa de agua que le había servido.
— Gracias —contestó ella dándole un largo sorbo al líquido. De mientras, vio de reojo a su amiga Serenity que acababa de volver a su trono y era reverenciada por Seiya. Vaya sorpresa que se habían llevado todas al tenerlo ahí. Debido a la conmemoración no habían tenido tiempo de hablar entre ellas, pero sabía perfecto que ya sucedería. Rei sería la primera en querer convocar a una reunión. Teniendo en cuenta lo poco que la Reina les había confiado acerca de su situación con su esposo, Makoto estaba segura que esa tarde podían desatarse muchas situaciones. Y aunque quería a los dos reyes, su lealtad estaba primero con Serenity y su felicidad. Quizás se estaba adelantando, pero estaría lista para apoyarla si lo necesitaba.
— Me alegra tener esta celebración y así poder verte y estar contigo —Neflyte consiguió que ella se olvidara de todo con su comentario que la hizo sentir mucha ternura—. Te amo, Mako —declaró acercándose a besarla. Ella le correspondió enseguida, perdiéndose unos segundos en los labios de su novio.
— Oh, cielo… también te amo y estoy muy feliz de que podamos disfrutar este momento juntos. Además de que te ves tan guapo hoy —le halagó acariciándole las mejillas para luego repasar al castaño que llevaba su traje gris de gala.
— Gracias, preciosa —agradeció dándole un besito fugaz—. Oye, quiero preguntarte algo… —ella asintió, embobada mientras jugaba un bucle de la cabellera de Neflyte—. ¿No te gustaría vivir de otra forma?
— ¿A qué te refieres, amor? —el guardián del Rey acercó un poco más su silla y tomó a Makoto de las manos.
— Si, mira… tu hiciste el pastel de los Príncipes, ¿cierto?
— Si, con ayuda de los cocineros del palacio porque es enorme —contestó volteando a admirar su creación. Había sido comisionada por la propia Usagi para que hiciera el postre y después de un arduo trabajo en la cocina, el pastel que parecía un rascacielos, quedó listo —, pero ¿eso qué tiene que ver con vivir de otra forma, Nef?
— ¿Y si pudieras vivir de eso? Sé que es tu sueño. Imagínate que pusieras tu pastelería y que estuvieras a mi lado siempre, no sólo por temporadas.
— Sería maravilloso. Me encantaría.
— ¡Pues hay que hacerlo! —comentó el rey celestial embargado por la emoción.
— Oh, Nef pero… ¿te refieres a ahora?
— Bueno no ahora ahora, nena, estamos en esta hermosa fiesta, pero podríamos planearlo para, no sé, quizás dentro de una semana o dos, aunque empacar nuestras cosas nos llevaría tiempo y el palacio en Júpiter necesita adecuaciones porque ha estado mucho tiempo abandonado, aunque creo que podemos arreglarnos con eso si lo planeamos bien o si prefieres, podemos comprar una casa en la periferia de la tierra.
La sailor que poseía poderes fenomenales del trueno y hojas de roble, se tapó la boca en reflejo cuando cayó en cuenta a lo que se refería su novio.
— Neflyte, ¿estás…? ¿quieres que nos mudemos juntos?
— Si, eso es lo que quiero y quiero que nuestra vida sea diferente. Aquí ha habido paz desde no sé cuándo, ya no nos necesitan de tiempo completo —dijo decidido, logrando una expresión de susto en su chica.
— Pero ¿qué estás diciendo?
— Linda, no te horrorices, pero es la verdad, llevamos mucho tiempo así.
— Pero, no podemos abandonar nuestro deber…
— Nadie está abandonando nada, nos tendrán aquí cuando nos necesiten y ya. De mientras, tú y yo seremos felices en nuestro propio espacio, en donde podremos decidir hasta el último detalle.
No era tan descabellado lo que él proponía y en cierta forma, aunque le asustaba, también creía muy certeras sus observaciones hacia la vida que llevaban.
— Debemos pedirles permiso a los reyes primero —comentó Makoto algo consternada por que pudieran recibir una negativa.
— En realidad tenía en mente charlar con su majestad Endymion y más que pedirles permiso, comunicarles nuestra decisión. ¿Qué dices?
Makoto se quedó en silencio unos segundos. No podía creer que su vida pudiera ser así de simple y linda. Jamás se lo había planteado porque esperaba cumplir con el deber con el que había sido bendecida al nacer. Pero por supuesto que quería estar con Neflyte no sólo por temporadas. Sus mejillas se elevaron ante la ensoñación de las nuevas aventuras que podían venir al lado del hombre que amaba. ¿Por qué habían tardado tanto en pensar algo así?
— Si quiero —contestó al fin. Neflyte sonrió.
— No puedo esperar a eso —dijo extasiado y depositó otro beso en los labios de su novia.
Seiya posó sus ojos en Serenity. Sabía perfecto que estaba siendo atrevido en su forma de ser, pocas veces le importaba tal cosa, pero aunque ella se había relajado, por momentos notaba su incomodidad y era innegable que algo pasaba con su esposo. Lamentaba eso, pero lo que no podía evitar era mirarla de la forma en la que lo hacía. La dama que estaba frente a él, callada, esperando que él dijera algo, era sumamente hermosa. El vestido de infarto en tono celeste que dejaba al descubierto sus hombros asentaba perfecto su anatomía. Seiya sabía bien que no sólo era eso lo que llamaba su atención. No sólo su físico deslumbrante, sino la sensación de un recuerdo que por más que buscaba en su cabeza, no se encontraba.
— ¿Podríamos hablar después? —pidió—. Entiendo que mañana tampoco sería adecuado, pero me quedaré más tiempo, si me lo permites. Por favor.
— No creo que a la Princesa Kakyuu le guste quedarse más tiempo o quiera regresar sola —contestó Serenity ocupando su trono. Seiya sonrió.
— Bombón, no tienes por qué preocuparte por eso —la Reina suspiró ante su intento fallido, pero pensó que era justo lo que Seiya le pedía. Ella siempre se caracterizó por ser sincera, por lo menos con los demás, y creía que se lo debía.
— De acuerdo. Mañana, cuando se vaya la mayoría de los invitados creo que podría. Te buscaré.
— Gracias… y gracias por aceptarme el baile. Imagino que tienes que atender a tus invitados y esperar a tu esposo, así que, voy a retirarme por el momento a mi mesa. Nos vemos, bomboncito. Disfruta la fiesta.
— Nos vemos, Seiya. Tú también disfrútala.
Serenity le dio un asentimiento con la cabeza. Soltó el aire tratando de aminorar su tensión y cuando el caballero salió de su rango de vista, buscó a su hija. Estaba con Helios, Diana y el Sailor Quartet y enseguida que ella la notó sola, fue a alcanzarla a donde estaba sentada.
— Hola, mamá… —le saludó con cierto tono divertido.
— Hola, hija… ¿la están pasando bien?
— Por supuesto que sí, pero dejemos esa pregunta para otro momento porque sabes perfecto que quiero saber algo.
— Lo imagino —soltó suspirando. Sabía que Usagi no iba a estar tranquila hasta que le diera algo de información, aunque fuera algo mínimo. Eso se lo había heredado a ella—. Seiya es un viejo amigo.
— Ya veo. ¿Uno importante? Me pareció que te ponías algo alterada cuando estuvo en la fila para felicitarme a mí y a Helios, Michiru y Haruka se lo llevaron y luego papá salió del salón, así que todo esto me hace pensar ciertas… cosas.
— Eres demasiado curiosa, mi amor —Usagi rio nerviosa—. Te prometo que te contaré acerca de él, cuando tengamos tiempo —comentó mientras pasaba la vista tratando de buscar al hombre con quién compartía el trono—. Tu papá no ha vuelto desde hace rato ¿verdad? —su hija negó con la cabeza—. ¿No debería ir a buscarlo?
— No te preocupes, Plut fue por él como un favor.
— ¿Setsuna? —preguntó Serenity con sus cejas rubias juntas.
— Mamá, calma. Estoy segura que lo convence de volver.
— Yo no pude convencerlo… —murmuró más para sí que para su heredera.
— Y sí, mira de hecho ya vuelven.
En la puerta el Rey apareció junto con Plut. Serenity los miró caminar adentrándose, hasta que se separaron y cada uno tomó una dirección opuesta. Endymion ya se dirigía a ellas, así que trató de recomponerse en su asiento.
— Justo a tiempo porque es hora de partir el pastel y luego tirar el ramo y quiero que todas participen, hasta tú mamá.
— Usagi no digas tonterías. El ramo es para las que aún no están casadas —contestó tratando de apartar los pensamientos que le habían asaltado justo como el día que Usagi y Helios se comprometieron y vio al Rey sonreírle a la sailor del cambio.
— No son tonterías, es para que te animes. Voy por Helios y quiero verte formada para atrapar el ramo y no acepto un no por respuesta. ¿Qué tal que te vuelves a casar? —soltó y le guiñó el ojo.
— Usagi pero… ¡Ag! —exclamó mientras su hija se marchaba y la dejaba con la palabra en la boca—. Supongo que algunas cosas nunca van a cambiar y siempre cederé ante esa pequeña niña —murmuró en voz alta.
— Supongo que si —comentó Endymion sentándose a su lado.
— ¿Te ayudó el aire fresco? —preguntó mordaz dirigiéndole una mirada seria.
— Lamento lo de hace rato —vaciló unos segundos mirando a su esposa y después agregó—. Sé que vamos a estar cansados pero, ¿te importaría si hablamos mañana a primera hora?
— ¿Ahora si quieres hablar? —fue el turno de ella de ponerse un poco a la defensiva y él lo entendió perfecto—. Llevo pidiéndotelo hasta el cansancio y sólo lo has querido postergar.
— Lo sé, pero creo que ya ha sido suficiente para los dos —ella asintió, de acuerdo con lo que su esposo decía.
— ¿En tu despacho?
— En donde te sientas más cómoda.
— Ahí está bien. Te veré antes del desayuno.
— Gracias.
No dijeron otra cosa, pero el momento incómodo se pasó a uno tranquilo, cosa que ambos agradecieron en silencio.
La fiesta prosiguió para todos los invitados que ignoraban los eventos tan peculiares que se estaban enlazando en ese mismo lugar.
La Princesa Usagi, con ayuda del ahora Príncipe Helios, lanzó su hermoso ramo de novia como parte de la tradición. La emoción de ese evento hizo que todas las presentes apuntaran para pelearlo y se llenaran de competitividad. Tal derroche de energía en codazos, saltos, pisotones y empujones logró provocar un percance.
Ami, dejó el ramo que había ganado sobre su antiguo escritorio y se dirigió a su perchero poniéndose rápidamente su bata.
— Por favor, Zoycite, deja a Ceres sobre la camilla —le pidió a su novio que la había seguido hasta el antiguo consultorio que habían adaptado ellos juntos dentro del palacio ya que llevaba en brazos a la jovencita.
Asintió en silencio y obedeció la instrucción poniendo a la líder de las Sailor Quartet en donde le indicaba. La chica que al igual que su novia había estado dentro de la multitud para intentar cachar el ramo, había resultado con una herida en la rodilla pues se había caído gracias a todo el revuelo que las demás habían armado en el justo momento que la sailor que custodiaba el planeta de Mercurio lo atrapaba sin mayores esfuerzos más que alzar las manos. Ami había alzado su hermoso rostro para buscar sus ojos y él le había sonreído emocionado porque ella fuera la ganadora del objeto que encerraba todo un significado, uno que ya había platicado con ella en múltiples ocasiones. Sin embargo, el jovial momento se vio interrumpido cuando el grito de Ceres se escuchó.
Las demás integrantes del cuarteto, Pallas, Juno y Vesta entraron unos segundos después, bastante preocupadas al ver que el líquido rojo brotaba de la rodilla de su amiga.
Zoycite se hizo a un lado para no estorbarle a su novia que ya acercaba su carrito de curaciones hacia la camilla en donde estaba Ceres.
— Tranquila, la sangre puede ser escandalosa pero no parece más que un raspón —dijo con una sonrisa y explorando con la mirada la herida—. Voy a moverte un poco la rodilla para revisar si acaso existe dolor por una posible fractura ¿de acuerdo?
— E-Esta bien —contestó la jovencita agraviada.
— Indícame si es doloroso mientras hago esto, por favor —dijo Ami, tirando suavemente hacia ella la pierna y luego empujándola hacia Ceres haciendo mover su rodilla.
— No hay dolor, sólo me arde.
— Esa es buena señal. Quiere decir que no hay fracturas o esguinces. Voy a lavarte y no te mentiré va a arder un poco más, pero sólo unos segundos ¿me asistes, Zoycite? —le preguntó. Él asintió acercándose. Lo había hecho anteriormente, hacía mucho así que ya sabía lo que ella necesitaba. Tomó un recipiente de metal con la forma de un riñón que fue a llenar de agua. Luego regresó cuando Ami ya había montado una gasa sobre una pinza de acero y le acercó el cuenco y el jabón. El Rey Celestial observó la labor de la doctora en silencio y notó lo concentrada que estaba. No requirió más de cinco minutos para que Ceres que cooperó muy bien, tuviera ya un parchecito en su rodilla.
— ¿Ya no podré bailar? dígame la verdad doctora —suplicó Ceres observando su pierna.
— ¿Te duele mucho?
— Sólo me arde.
— Yo recomendaría que dejes pasar una media hora en reposo y si ves que no molesta puedes, pero despacio.
— Muchas gracias, de verdad. Lamento haber causado un revuelo y haberte sacado de la fiesta por un raspón.
— Oh, no es ninguna molestia Ceres, me alegra mucho haberte ayudado. Chicas, vigílenla un poco ¿sí? —les pidió a las demás integrantes del sailor quartet—. Nada de movimientos arriesgados y ten, estas pastillas te van a servir para el dolor que es posible sientas más tarde —le alargó una cajita.
— Descuida, nos encargaremos de que no brinque mucho —contestó Pallas.
— Gracias por atenderla —dijo Juno.
— Regresamos con ella al salón, te vemos en un rato y enserio gracias.
— Si Vesta, nos vemos en un rato.
Las cuatro sailors guardianas de la Princesa Usagi salieron del consultorio, dejando a solas a la pareja. Zoycite que seguía en silencio los movimientos de Ami lavándose en el fregadero, no pudo aguantarse más el comentario que quería hacerle.
— Extrañas esto ¿verdad? —le preguntó, acercándose a abrazarla por detrás. Mercurio cerró la llave y secó sus manos despacio.
— Mucho —admitió—. Pero no se puede hacer gran cosa en un lugar en donde la vida inmortal hace que la gente no tenga enfermedades. En realidad debería alegrarme de que todo sea tan perfecto, pero me siento inútil. Nací para ayudar, amo hacerlo. Amo la medicina y, no poder ejercerla aquí me frustra un poco. Quería combinar mi deber con los reyes y mi vocación, pero al final no fue posible.
Zoycite notó enseguida la tristeza que emanaba de la voz de su dama y quiso alegrarla.
— Estabas muy concentrada y aunque no lo demostrabas, también estabas emocionada. Lo sé, te conozco perfecto.
— Con un simple raspón… qué tonta.
— Nada de eso… por algo has conservado tus recuerdos de cuando fuiste Doctora, antes de que eso cambiara y fueras la guardiana de la Reina. Me gustó asistirte, me recordó a cuando nos conocimos en el hospital. Siempre fuiste más lista que yo.
— Nada de eso, tu eres brillante también, sólo tenemos especialidades diferentes.
Mercurio se volteó para quedar frente a Zoycite y acariciar su mejilla.
— No estés triste, mi Princesa.
— Quisiera poder hacer más. Si tengo todo este conocimiento y tú también conservas el tuyo ¿de qué sirve? Adaptamos este lugar hace milenios con la esperanza de ayudar, incluso seguimos estudiando pero… —Mercurio suspiró y se entregó a los brazos de su novio, buscando el confort que siempre le daban. Estuvieron unos minutos así. La sailor de cabellos azules se dejó embriagar por el aroma que desprendía el traje de Zoycite y luego se despegó para admirarlo; llevaba su cabello rubio recogido en su acostumbrada coleta detrás de su nuca. Ami recordaba remotamente que, al conocerlo, sus miedos le habían asaltado, porque creyó que eran demasiado diferentes, y sin embargo eso fue lo que los había terminado uniendo—. ¿Podrías besarme?
Él sonrió ante la petición. Ella siempre le había gustado por su aire serio y reservado, pero no iba a negar que esos pequeños cambios que estaba teniendo en su forma de ser, le fascinaban.
Se acercó lentamente a Ami, yendo primero a su frente y depositando ahí el primer beso. Abrió lentamente los ojos, chocando con los océanos de ella que lo enloquecían y que denotaban cierta tristeza que, si bien no iba a borrar, ayudaría a reconfortar. Bajó ahora besando su mejilla, logrando sacarle una sonrisa dulce, luego fue a la punta de su nariz y a su otro pómulo, para culminar en los delgados y lindos labios de su amada que lo recibieron con arrebato.
La fiesta finalizó cuando Michiru y Hotaru tocaron la última nota en sus violines. El aplauso llegó con estruendo por algunos minutos.
Serenity y Usagi que habían cerrado el baile de forma inusual saltándose la tradición de que el Rey bailara con su hija, se abrazaron con fuerza.
— Siempre serás mi pequeña, pero debo reconocer que eres toda una dama Usagi. Una muy hermosa, inteligente y buena —dijo la reina en el oído de su hija—. Y te amo y te mereces lo mejor. Estoy muy feliz de verte feliz, y, espero que tengas todo tipo de experiencias con Helios, con tus amigas, conmigo, con tu padre. Él y yo no somos más un buen ejemplo pero, espero que mientras hayas sido pequeña, lo hayamos sido.
— Mamá, ustedes lo hicieron muy bien, créeme —Usagi apretó el abrazo y luego se separaron.
— Creo que es hora —le susurró la Reina bajito y la soltó para que fuera a su encuentro con Helios.
El Sol se había puesto, los invitados se marchaban platicando de lo espléndido del evento. Algunos enfilaban a las mismas habitaciones dentro del palacio, otros regresaban al pueblo en carrozas.
Los recién casados aprovecharon el cierre de su fiesta para escabullirse. Serenity fue quien los vio tomados de la mano, salir presurosos de la escena pública y se alegró por ellos, pues al fin tendrían un momento totalmente a solas y si corría con suerte, la harían abuela pronto, cosa que anhelaba muy en el fondo aunque no se lo hubiera comentado a su hija.
Volteó localizando al Rey que estaba tomando una copa con sus cuatro reyes celestiales, momento que las sailors aprovecharon para ir al encuentro con ella. Sabía perfecto que las cuatro habían estado esperando ese momento para hacerle varias preguntas.
— Serenity… ¿cómo estás? ¿cómo te sientes? —le preguntó por lo bajo Rei, tomándola de un brazo y echando un vistazo a la mesa de Seiya y Kakyuu, mismos que ya se retiraban.
— Todo ha sido muy extraño. Por un momento tuve mucho miedo, tanto que hice una escena, pero después… —murmuró la Reina—. Chicas es que es como si no hubiera pasado el tiempo. Es él.
— ¿Alguna idea de lo que hace aquí? —preguntó Makoto.
— Ustedes saben que se invitaron a muchísimas personas, no tenía idea de que él había reencarnado y mucho menos imaginé que asistiría hoy —admitió Serenity.
— Bueno, el encontrárselo nuevamente era cuestión de tiempo, con eso de que todos aquí tenemos vida eterna… algún día iban a coincidir si es que el reencarnaba —comentó Ami.
— ¿Te ha dicho algo durante el baile? —le preguntó Venus.
— Si. Ya sabe que nos conocimos, parece que la Princesa Kakyuu le dijo algo, pero no recuerda con exactitud y me ha pedido que le cuente.
— ¿Piensas decirle todo, Serenity? —exclamó Rei abriendo sus ojos negros.
— ¿A qué te refieres con todo?
— Sabes muy bien a lo que me refiero —presionó Marte.
— Lo que llegué a sentir en su momento no tiene relevancia ahora. Estoy casada, se los recuerdo.
Las cuatro suspiraron audiblemente y se ganaron una mirada acusadora de su amiga y reina.
— Además, Endymion me ha pedido que hablemos, después de que ha rechazado todas las veces en que yo lo sugerí —murmuró de pronto.
— Deseo que puedan arreglar sus diferencias, pero deseo más que sea lo que sea, pienses en ti —le dijo de pronto Mina.
— Es lo más importante, Serenity —secundó Makoto. Rei y Ami asintieron.
La hermosa Reina asintió. Sabía que sus amigas querían lo mejor para ella, pero le molestaba un poco que todas parecían pensar que Seiya había llegado como algún tipo de sustituto si las cosas con Endymion no se resolvían. Y eso no era justo para nadie.
Salió de su habitación con su bata encima. Hacía unas horas que el festejo había alcanzado su final, y por más que se lo propuso, no pudo conciliar el sueño. Los pensamientos, los escenarios imaginados e incluso hasta diálogos construidos en su mente, la perseguían cada que trataba de cerrar los ojos. Al día siguiente tendría un día cargado. Dos pláticas importantes le esperaban con los dos hombres más importantes de su vida, que eran tan diferentes entre sí y que le hacían sentir cosas que no lograban parecerse ni por asomo.
Sus pasos eran amortiguados por las cómodas pantuflas en sus pies. Los pasillos estaban vacíos y silenciosos como imaginó y se sintió tranquila por eso. Necesitaba un momento a solas, fuera de la habitación que había compartido con Endymion. Necesitaba pensar con claridad, aunque aún estuviera un poco en negación.
Sentía algo de curiosidad por el cambio de opinión de su esposo acerca de resolver sus problemas. Algo debió haber pasado para que él fuera quien se lo pidiera, y aunque quería pensar que se debía a Seiya, su instinto le decía otra cosa.
Caminó unos minutos más, hasta que llegó a uno de sus lugares favoritos en el palacio. Un jardín central se asomó frente a ella. Le gustaba ir ahí en las noches a meditar cuando su corazón no estaba en paz, porque la bóveda sobre su cabeza le ofrecía una vista impresionante a las estrellas.
Serenity se acercó al centro de dicho lugar, siendo bañada por la luz de la luna. Se permitió cerrar los ojos y recibir la reconfortante energía de su lugar de origen. Luego, alzó el rostro y se dedicó a mirar las hermosas constelaciones que brillaban.
— Qué estrellas tan bonitas —susurró.
— Todos los seres que habitan este universo tienen el resplandor de una estrella dentro de sus cuerpos —la voz de Seiya Kou irrumpió en el lugar. Serenity giró su rostro lentamente, encontrando al apuesto hombre, hombro con hombro con ella.
— ¿El resplandor de una estrella?
— Es sólo una frase de mi planeta. Cada uno tiene una estrella como tú o como yo —dijo él, uniéndose a mirar hacia arriba el espectáculo que ella había estado admirando—. El resplandor de la estrella depende mucho de la persona… —Seiya hizo una pausa y regresó sus ojos azules hacia a Serenity—, y a mi me gusta mucho el resplandor que tienes, bombón.
— Y a mí me gusta todo lo que dices —admitió—, pero, no deberías decirme esas cosas, estoy casada.
— Que estés casada no significa que no pueda admirar tu hermoso rostro. Además, quiero ser franco contigo. Siento cosas, las percibo cuando estoy junto a ti, por eso quiero que me digas qué hay entre nosotros, sé que tú tienes idea de por qué me siento así.
— Seiya…
— Me conoces de antes, no sé lo que fuimos, pero me gustaría que no hubiera secretos entre nosotros. Por eso es que quiero contarte. Te he dicho que apareces en mis sueños, y es la verdad. De un tiempo acá te he visto en ellos una y otra vez. A veces me llamas, otras veces te escabulles. A veces veo solo la punta de tus cabellos blancos, o tu vestido. Debe significar algo que estés ahí, que me visites mientras duermo. Sólo dímelo, te prometo que no te causaré problemas.
Serenity se mordió el labio inferior, reteniendo ahí la tensión. Seiya siempre había sido sincero con ella. No quería comparar, pero recordaba que Endymion alguna vez había tenido sueños "premonitorios" de los cuales nunca la hizo partícipe y que fueron motivo de que la alejara pensando en que así la estaba protegiendo. Seiya estaba haciendo lo contrario.
— No tengo idea de porqué sueñas conmigo, pero, debes saber que nos conocimos hace mucho tiempo, en este planeta. En ese entonces yo no era una reina, era apenas una jovencita de preparatoria y también era Sailor Moon, la guardiana que luchaba por el amor y la justicia. Conocí a Taiki y Yaten, por igual, por supuesto y ustedes nos conocieron a todas, incluyendo a las demás sailors.
— Por eso esas dos me sacaron de la fila, de seguro no les caía bien —recordó Seiya a Urano y Neptuno—.
— La verdad es que, Haruka y Michiru siempre fueron muy sobreprotectoras conmigo, más Haruka.
— ¿Sabes qué venimos a hacer en este lugar en ese entonces?
— Ustedes vinieron buscando a su princesa quién huyó de su planeta cuando sailor galaxia destruyó todo a su paso. Necesitaban llamar su atención, así que llegaron a la tierra tomando la personalidad de cantantes.
— ¿Nosotros? ¿Cantantes?
— Si, y eran unos muy buenos y disciplinados. Obtuvieron muchísima popularidad enseguida. Tenían muchas fans —recordó ella sonriendo. Seiya se mostró asombrado—. Con sus canciones, llamaban a su Princesa, trabajaron muy duro por encontrarla.
— ¿Cómo nos conocimos?
— Ustedes tres llegaron a la misma preparatoria en donde nosotras estudiábamos. Así que nos encontramos en nuestras vidas "normales", digámoslo así. No pasó mucho tiempo para que después, nos enteramos de nuestras verdaderas identidades. Ustedes supieron que yo era Sailor Moon y las chicas sailor guardianas y nosotras, que ustedes eran sailor star fighter, star healer y star maker.
— Espera… ¿éramos sailors? ¿éramos mujeres o cómo? —un lindo rubor apareció sobre el puente de la nariz de Seiya.
— ¿Eran? Seiya, eres una… —se detuvo al recibir por parte de él una negativa con la cabeza.
— Yo nací siendo un caballero.
— ¿Qué? Pero… pero reencarnaste, se supone que deberías hacerlo en tu forma original.
— Esta es mi forma original —señaló con ambas manos su cuerpo.
— No puede ser… ¿por qué? Nosotras somos las mismas, tenemos milenios así, tendría que ser lo mismo con ustedes… ustedes son sailors —rebatió ella confundida. Seiya también parecía experimentar cierta rareza por lo que Serenity acababa de decir, pero su cabeza trabajó muy rápido y llegó a una conclusión rápida:
— Bombón… ¿no lo ves? parece que algo en la galaxia ha cambiado. Excepto, aquí, en tu planeta.
Era inesperada tal revelación.
Seiya se acercó a ella al verla tan consternada. Un mechón de su blanco cabello se escapó y él se atrevió a colocárselo detrás de su oreja.
— Pero… ¿Por qué? —volvió a preguntar ella, como si Seiya tuviera una sabiduría que ella no poseía.
— Lo único que sé es que las cosas deben cambiar, los cambios son buenos, bombón —Serenity se llevó una mano a la cabeza, sus cejas se arrugaron, juntándose. No entendía nada, y Seiya que se daba cuenta de ello intentó distraerla siguiendo con sus preguntas, pues aún no había terminado—. Tu y yo ¿éramos muy cercanos?
— Llegamos a serlo.
— ¿Cómo era en ese entonces? Cuéntame.
— Muy divertido, en realidad.
— ¿De verdad? ¿No te incomodaba con mi forma de ser?
— Si, algunas veces, pero, siempre fuiste muy bueno conmigo. Compartimos muchas cosas en la escuela y en alguno que otro concierto que tuvieron. Una vez me entrenaste en softball, y aunque yo era muy mala, logramos ganar. Fue uno de los días más felices de mi vida como la simple mortal Usagi Tsukino…
— Eso del entrenamiento suena como algo que yo haría. No lo recuerdo pero estoy seguro de que ese día también fue muy especial para mi —sonrió—. ¿Qué más? ¿hubo algo más?
— Pues…
Serenity se quedó callada. Movía los labios, pero no articulaba. La sensación en su piel volvió a alertarlo. El sentimiento que no sabía describir pero que sólo sentía teniéndola cerca tomó entonces un nombre y un sentido para él. Así que se atrevió a preguntar.
— Bombón, dime una cosa… ¿me enamoré de ti?
El nudo se formó en la garganta de la reina. La voz no le salió, pero asintió, dejando el rostro agachado. Seiya sonrió al recibir la respuesta. Era evidente que se trataba de eso. Por eso sentía esa inmensa atracción hacia ella.
— ¿Tú no me correspondías?
— Desde que nací he estado comprometida con Mamo…
— Eso no fue lo que te pregunté, pero está bien, sino quieres decirme. Imagino que, poco después te casaste con él —ella volvió a asentir—. ¿Aún lo amas?
— ¿Por qué me preguntas todo esto?
— Porque no te ves feliz.
— No voy a discutir eso contigo.
— Lo sé, bombón. Discúlpame, no quiero hacerte sentir mal. La verdad, me encantaría poder recordar todo lo que pasamos juntos y eso me frustra un poco.
— Debo volver…
— Si. Supongo que la plática terminó y que la audiencia que teníamos para mañana, se ha llevado a cabo en este momento. Gracias por responder a mis preguntas —el caballero se encorvó un poco y depositó un beso en la mejilla de la reina—. Me hubiera encantado conocerte antes, mi dulce bombón. En esta vida y en la pasada.
— Ay Seiya… —no dijo nada más. Él le hizo una reverencia y se perdió entre la penumbra del pasillo por el que había llegado. Ella se quedó bajo el claro del jardín, con más preguntas y sentimientos a flor de piel.
¿Por qué Seiya había reencarnado como caballero y ni cómo sailor? ¿por qué regresaba a su vida? Y la pregunta que más le hacía ruido ¿por qué no pudo decirle que aún amaba a su esposo?
— Sé que las vi por algún lado, lo sé —murmuró Endymion mientras revolvía los cajones de su escritorio. Hacía mucho tiempo que había guardado esas cartas, como el recuerdo de esa época que se perdió gracias a Sailor Galaxia. Buscó entonces en el último cajón que quedaba y fue en donde halló el cofre de madera en donde las había dispuesto.
Cuando regresó a la vida, y su vida volvió a ser normal al lado de Usagi –en ese entonces-, pudo recobrar las cartas que ella le había escrito gracias a que el servicio postal las retuvo en su poder al no encontrarlo en su dirección en estados unidos. Recordaba vagamente haberlas leído todas, alguna vez.
Sabía que no estaba bien espiar conversaciones ajenas, pero le pareció que al igual que él, el insomnio había alcanzado a su esposa y a Seiya, a los que encontró teniendo una conversación bastante seria. No escuchó todo, pero, hasta donde pudo, le bastó para salir corriendo a buscar una carta en específico.
Para él había sido evidente que Seiya estaba enamorado y prendado de la Reina desde que la conoció siendo Usagi y Sailor Moon. Incluso recordaba las palabras exactas que aquel muchacho pronunció estando él presente:
Bombón, ¿sabes? Yo nunca me olvidaré de ti.
Y había algo que antes no había pensado, pero que, en ese momento, al haber presenciado la duda en Serenity ante la pregunta de Seiya, de que, si ella le correspondió, su mente recordó las notas finales de una carta.
Pasó de los primeros sobres. Encontró la que tenía unos sellos postales de dos estrellas fugaces y la abrió.
La caligrafía torcida de quien fuera la versión jovencísima de la reina se reveló de nuevo ante él. En la carta, ella le contaba acerca del entrenamiento tan duro que tuvo con Seiya para ganar un partido de softbol y finalizaba diciendo que ella se encontraba muy bien.
Releyó las otras cartas, y comenzó a notar cómo Seiya era mencionado más y más en todas.
— Serenity… en verdad lo amaste…
Y pues asi. Llegamos a este capítulo bastante largo, pero es que, pasó de todo en esa fiesta, de TODO y aún faltan cosas por pasar. Espero no estar desesperandolas queridas lectoras, a veces la Reina puede ser muy necia, pero los veintes le están empezando a caer, y no nada más a ella...
Agradezco nuevamente a mis dos grandes amigas fanfickers, Fuego y Sakura-Ofiuco por sus porras, sus reviews, la fangirleasión, el apoyo y el amor por este fic. La autora tiene un desmaus pero lo va a arreglar, lo prometo xD jajajaja
Una disculpa por las actualizaciones, no son tan seguidas pero creo que van a buen ritmo. Y si no calculo mal, unos dos o tres capítulos más a menos que se me aloquen los personajes con otras cosas. En fin, me encantaría saber lo que piensan. Espero esto no se esté haciendo tedioso o repetitivo, y si es así una disculpa por adelantado, de primera mano sé que una puede ser necia, terca y con tendencia a no hablar, tirarse al drama y luego, hacer todo lo contrario que dijiste que no ibas a hacer xD.
Gracias infinitas y totales.
