80% de este capítulo no estaba planeado así. He roto mi record de palabras en un sólo capítulo. Gracias Andy Elric, esto es gracias a ti.
Capítulo 8: Historias.
Decir que estaba molesto y confundido era poco. Aun recordaba la expresión cariñosa de su Rey cuando le agradeció su lealtad y ese gesto no abandonaba sus pensamientos, pues había notado en los ojos de su líder, algo diferente. Tan diferente como su instrucción de dejar libre al hombre que mantenía como oponente, para ayudarlo por su propia mano. Cuando Kunzite escuchó la petición del Rey Endymion de frenar su ataque, quiso hacerle saber enseguida las intenciones de ese sujeto para que pudiera comprender la gravedad del asunto, pero pareció que él simplemente ya estaba enterado.
Caminaba de regreso al departamento que compartía con Mina, dentro del enorme Palacio de Cristal e intentaba apaciguar sus pensamientos, pero no lo lograba. No sólo el incidente con su Rey taladraba su mente. En ese lugar casi nunca pasaban cosas fuera de lo común pero justo ese día, había estado cargado de eventos extraños.
El líder de la guardia del Rey, alzó un poco la vista, para así admirar las paredes de los pasillos que encasillaban su andar y notó que era un sitio solitario aquel que llamaba hogar.
— Hogar —murmuró. Esa simple palabra que de por sí encerraba un gran significado, había cobrado especial importancia durante la mañana, después de que el desayuno se terminó y Neflyte los reunió a él, a Jedite y Zoycite y les comunicó que su nuevo hogar iba a estar ubicado fuera del Castillo. El anuncio provocó reacciones distintas en cada uno de ellos. Ya pasadas unas horas, llegó a la conclusión de que aunque no podía entenderlo del todo, no se enorgullecía particularmente de cómo se dieron las cosas y lo que había dicho al descubrir que, al parecer, sus tres amigos pensaban similar acerca de una situación que no era nueva al menos en los pensamientos de ellos:
Kunzite le echó una mirada a Mina a la distancia. Las cuatro guardianas principales de la Reina, ocupaban el Kiosko del jardín y parecían tener una plática que acababa de tornarse en seria, pues vio cómo su hermosa rubia dejó de agitar sus manos con la efusividad que le caracterizaba. Intuyó entonces, que aquello que las chicas estaban discutiendo, tenía que ver indiscutiblemente con lo que Neflyte iba a decirles.
— ¿Tienes idea de qué está tramando Nef? —le preguntó Jedite a su lado, mientras observaban al castaño acercarse con Zoycite.
— Estamos por averiguarlo. Sé tanto como tú —se limitó a decir.
Los dos recién llegados tomaron asiento. Zoycite al igual que Kunzite y Jedite, se notaba algo extrañado, pero no así Neflyte que sonreía ampliamente y parecía luchar por no dejar que se le desbordara la felicidad antes de poder hablar.
— Gracias a los tres por su tiempo —comenzó—. Tenía muchas ganas de reunirlos y hacerles saber la noticia.
— Pues tú dirás, Nef —soltó Zoycite, recargándose de forma relajada en su asiento al lado del entusiasmado Caballero.
Neflyte tomó una bocanada de aire y comenzó:
— Esta mañana le he comunicado al Rey Endymion, el deseo de Mako y yo de adquirir una casa en la periferia de Tokio de Cristal, mudarnos juntos y empezar a ser la familia que siempre hemos querido ser. Aunado a ello, Mako abrirá su propia tienda de repostería y yo le ayudaré con eso. La verdad es que ambos estamos muy emocionados.
Jedite y Zoycite se miraron entre sí, dándose expresiones muy parecidas de rareza mientras Kunzite no le quitaba la vista de encima a Neflyte, con su acostumbrado semblante serio.
— No estoy entendiendo —intervino Jedite—. ¿Renunciaron?
— Más importante, ¿qué te ha dicho su majestad? —lanzó Kunzite enseguida.
— Vamos por partes —resolvió Neflyte que empezaba a identificar la impaciencia en sus amigos—. No, no hemos renunciado ni lo haremos. Simplemente voy a dejar de patrullar fuera como hasta ahora. Estamos de acuerdo que no es necesario ausentarse tanto tiempo de casa ¿no? No a como están las cosas en esta paz diaria. Hace tiempo que he pensado en un cambio. La boda ayer sólo hizo que abriera más los ojos y tomara acción. No se preocupen, Mako y yo no nos iremos lejos, estaremos aquí si algo sucede. Acerca de tu pregunta, Kunzite, le he comentado todo al Rey, me ha escuchado e incluso se mostró bastante afectado. Cree que ha sido su culpa y la de la Reina el que no hayamos pasado tiempo con las chicas y que llevemos la vida que tenemos, ya le aclaré que no, pero lo conocen, cuando algo se le mete a la cabeza es difícil persuadirlo y me dijo que había muchas cosas que pasaban en este planeta con las que ya no está de acuerdo. Me dijo que más que mi Rey, me daba su bendición cómo amigo y que hiciera los arreglos que creyera conveniente.
Neflyte terminó su explicación de forma alegre y paseó la mirada por sus tres amigos. Los otros tres no sabían cómo reaccionar, así que él decidió darles el empujón o esa sería la plática más breve en la historia de su amistad.
— Sé que es repentino, pero ya digan algo. Enserio, lo que sea. Ni siquiera tienen que estar de acuerdo, pero me encantaría saber lo que piensan.
Los que acababan de recibir la noticia, lo meditaron por unos minutos más en silencio. Después, el primero que rompió el silencio fue Zoycite.
— No creo que sea tan inesperado —soltó.
— Pues yo creo que sí —contrarrestó Kunzite casi ofendido, obteniendo el asombro de Jedite. Zoycite negó con la cabeza.
— No me vas a decir Kunz que nunca has pensado en pasar más tiempo con Mina o tener realmente un lugar al cual llamarle hogar y hacer cosas un poco más normales —acotó Zoycite.
— Claro que he pensado en eso, pero estoy consciente de las limitantes debido a mi trabajo.
Neflyte se mordió el labio, Jedite sólo alzó una ceja en silencio y Zoycite, que pasó de lado la respuesta de Kunzite, retomó la palabra.
— Pues en mi caso puedo decir que entiendo a Nef. Este es un tema que no había tocado con ustedes pero sí con Ami. Ella se siente bastante triste de no poder ejercer su profesión médica en tiempo completo y en complejidad. Yo también siento parecido a ella, pues ambos en el pasado fuimos doctores. La verdad es que nos gustaría hacer muchas más cosas para ayudar. La vida inmortal aquí no nos lo permite y debo confesar que alguna vez pensamos en irnos a otro planeta para retomar todo, pero por supuesto no nos atrevimos porque sabemos lo que tenemos aquí —confesó Zoycite.
— Nosotros no somos personas normales —presionó el de cabello blanco, sintiendo que la molestia iba creciendo a cada palabra que escuchaba.
— Eso ya lo sé Kunz, pero nacer con estos poderes no nos condiciona a privarnos de ciertas cosas —rebatió Nef, calmo.
— Te felicito Nef. Me da mucho gusto por ti y por Makoto. No me sorprende que Endymion lo haya entendido y quiera apoyarte, enhorabuena —terminó Zoycite.
— No sólo a mi, Zoy. A todos. Él está seguro que ustedes también quisieran vivir de forma distinta y tú me lo estás confirmando. Sabía que no era el único que se sentía de esa forma.
— El Rey está teniendo una mala percepción y creo que ustedes también —volvió a comentar Kunzite, sin quitar el dedo del renglón y esta vez fue Jedite quien intervino.
— No creo que vaya por ahí Kunzite —negó su otro rubio amigo—. Igual que Zoy, me alegro mucho Neflyte y la verdad es que también tengo tiempo pensando algo parecido a ti. Aunque yo no me he atrevido por tonto. Quiero pedirle a Rei que se case conmigo, pero me he frenado al saber que tendríamos que mantener un matrimonio a la distancia. Hasta ahora hemos estado así y hemos sabido superar ciertas situaciones, pero casarnos… lo quiero diferente, enserio quiero estar aquí con ella siempre.
— Si hablas con Endymion él lo entenderá y seguro que nos convoca a todos pronto, me lo ha dicho —le animó Neflyte.
Los tres amigos, que al parecer estaban de acuerdo, centraron su atención en Kunzite quien mostraba una mezcla de disgusto y confusión en la cara.
— Lo lamento pero no estoy de acuerdo con ustedes. Se olvidan de que hemos hecho esto en cada reencarnación. No se puede cambiar de la noche a la mañana. Esto es lo que somos. Debo mi vida al Rey y a la Reina y la forma en que puedo honrar eso es haciendo lo que se me encomendó.
Kunzite se puso de pie enseguida.
— Kunz… nadie está renunciando a ser lo que somos, pero también somos humanos —explicó Neflyte.
— No te molestes, Kunzite —le pidió Zoycite, pero su líder y amigo negó con la cabeza.
— Sólo piensa en nuestro propósito aquí y ahora —habló Jedite—. Olvídate un poco de lo que hemos venido haciendo. No puedes negar que la monotonía cansa, incluso esta paz. Aquí nunca pasa nada, pero tuvo que suceder una boda para que pudiéramos cuestionarnos en voz alta lo que ya veníamos pensando.
— No quiero discutir con los tres. Necesito calmarme y pensar en todo esto. Los veré luego.
Ante las miradas preocupadas de Neflyte, Jedite y Zoycite, Kunzite se retiró.
El rostro feliz de Makoto no abandonaba sus pensamientos. Tampoco, la forma en la que había hablado y se expresaba con emoción acerca de su porvenir. Estaba verdaderamente contagiada de esa alegría que Jupiter irradiaba y en cierta parte había logrado emocionarla también, y traer recuerdos muy muy lejanos a ella.
Sentada en el diván que daba frente a la ventana, Mina observaba el hermoso paisaje desde una de las torres del palacio de cristal, donde yacía su morada. La seguridad que Mako había mostrado para defender su sueño, le remontaba a sus viejos tiempos, cuando al terminar la preparatoria, comenzó a formarse para convertirse en una idol y recordaba haber hecho lo mismo por su pasión de aquellos que la subestimaron.
Extrañaba cantar, actuar o modelar profesionalmente. Esos días habían durado poco, porque después de que su carrera comenzara a despegar, Usagi y Mamoru contrajeron matrimonio y la ráfaga de cambios se dejaron caer cual tormenta. Se construyó el castillo de Cristal en el corazón de la ciudad. Su mejor amiga dejó de llamarse Usagi para ser Serenity como en el pasado se había llamado, Mamoru tomó el nombre de Endymion y fueron coronados y ellas, se volvieron guardianas de planta. Las vidas normales que llegaron a tener, solo les pertenecieron unos años.
La rubia pensó que al menos había disfrutado todo el proceso en el que se hizo famosa al máximo y que eso la había llevado a conocer a Kunzite, quien fuera su gran amor, después de todos los tropiezos que tuvo al pensar estar enamorada de muchos chicos que jamás le hicieron caso.
Recordaba ese día, como si no les hubieran pasado años encima.
Le habían proveído de un camerino que tenía absolutamente todo lo que ella requisitó en la lista que le enviaron por correo. Mina no solía ser como demás colegas, actrices o cantantes que pedían amenidades exóticas o comidas o bebidas específicas a la hora en que era contratada para ir a un evento. Sin embargo, se le había dado la indicación explícita por el dueño de la compañía (que se había comunicado personalmente con ella por correo electrónico), de que les indicara lo que necesitaba que hubiera en el sitio donde se arreglaría para que estuviera a gusto. Cuando contestó amablemente que no necesitaba nada de eso, "Chite, K", le adjuntó una lista para que tachara una a una las peticiones.
A ella no le quedó de otra. Observó el sitio. Una caja de chocolates, champaña, música de Michiru Kaio sonando de fondo. Un espejo enorme con luces que le permitían ver el esplendor de su figura y su traje. Agua purificada en el monte Fuji, comida japonesa, postres de distintos sabores y tamaños, y un enorme jarrón enorme con rosas en tonos blancos, rojos y amarillos al centro del sitio.
Las flores no habían figurado en la lista que devolvió rellenada de forma obligatoria, pero de todas formas, ahí estaban. Mina pensó que aquello era obra de ese misterioso "K". No era un secreto para nadie, que los empresarios solían interesarse en las artistas nacientes para aprovecharse. Un adulador más quizás, pero ella no caería. Agradecía el intento, pero, no estaba ahí para enamorarse (o más bien si, deseaba eso, pero era cautelosa porque en el pasado ya se había ido de bruces por atrabancada) y mucho menos de alguien que sólo buscaba un trofeo más en su lista.
— Minako, a escena en 10 minutos —dijo alguien tocándole la puerta.
— ¡Gracias!
Abandonó el taburete frente al tocador y fue hasta el enorme espejo para admirarse. El vestido rojo sobre su figura le amoldaba perfecto y se sentía toda una femme fatal usándolo, lo que elevó su confianza. Se echó una última mirada y se colocó el labial en tono carmín en la boca. Estaba lista.
Salió del camerino y tuvo que recorrer un pasillo que la llevaría a las bambalinas del teatro. Era su primer concierto como solista y debutaría como las grandes, gracias a los promotores que se habían fijado en ella.
Desfiló por el sitio. Chicos y chicas del staff la admiraban al pasar y ella saludaba y les ofrecía una sonrisa a la cual algunos reaccionaban sorprendidos. Quizás habían sido parte de varios eventos y un artista jamás había sido amable con ellos, pero a ella no le costaba. Le llenaba conocer a las personas.
Estaba sumamente nerviosa, pero también feliz, así que no dejaba cabida para dejar que el pánico la dominara. Esa noche, sus mejores amigas estarían en primera fila, viendo su concierto, además los boletos se habían agotado rápidamente. Sería un momento que la marcaría.
Y también la marcaría el conocer a alguien más ahí…
Llegó hasta la cortina y se paró en el lugar que previamente durante el ensayo le indicaron. Escuchaba que vitoreaban su nombre, que la gente gritaba y aplaudía.
Un chico detrás de ella le hizo la seña con su mano dándole a entender que faltaban 5 minutos y le otorgó su micrófono.
Mina tomó aire y se propuso iniciar su ritual para concentrarse y olvidar al mundo, cosa que no pudo hacer porque a unos metros de ella vio a dos hombres discutir.
Uno era alto, de cabello blanco que Mina podía ver perfectamente y el que se le hizo sumamente guapo por su porte y hasta por su seriedad, el otro, que sólo le distinguía la espalda era un poco más bajo, delgado, de cabello oscuro, pero lucía mayor. Ambos de traje, en una acalorada discusión.
— ¿Por qué te tomas estos atrevimientos con los nuevos contratos? ¿Qué te he dicho acerca de las alianzas comerciales? Hay que pensarlas, no necesitamos cambios, hemos trabajado así por años —reclamaba el mayor en tono furioso que pese al alboroto del público, no se amortiguó.
— Me has puesto al mando y cuestionas absolutamente todas mis decisiones ¿Qué caso tiene todo esto, padre? —reclamó el joven.
Mina vio los ojos celestes encenderse en furia.
— Kunzite, eres el heredero de todo esto y por eso te puse al frente, pero desde pequeño sabes qué es lo que valoro más en todo el mundo, que es lo mismo que nos rige como familia y como empresarios, y no tengo que recordártelo. Eres la cabeza, la pieza clave, si tú no haces lo que te corresponda respetando las reglas, nadie lo hará. Tienes que liderarlos a todos, poner el ejemplo.
La cara del apuesto hombre se relajó hasta adoptar un semblante triste por unos segundos, para después tornarse en orgullo mientras se erguía en su lugar.
— Mi lealtad está contigo —dijo solemne.
— Así me gusta. Ahora ve a supervisar todo. Hablaremos mañana de esos cambios que no van a proceder.
Minako parpadeó por la tumultuosa plática, e incluso sintió algo de pena por el muchacho. Sin embargo se le olvidó todo cuando él que parecía recuperarse, giró levemente su rostro, la notó y caminó hasta ella.
— Buenas noches, señorita Mina —dijo reverenciándola—. Todos la esperan, es su momento. Será una velada increíble, estoy seguro. Es usted muy talentosa.
— H-Hola… si, g-gracias por interesarse en mi debut, bueno, no sé si estoy agradeciéndole al indicado, no conozco al inversionista, pero si usted pudiera hacerle llegar mi mensaje… este evento ha sido bastante provechoso para ambos. Ya sabe, a quién a buen árbol se arrima, un ciento volando.
Mina notó que él luchaba para reprimir una carcajada, pero no pudo contenerse y se tapó la boca con la mano. Ella sintió su piel cosquillear al escuchar su risa.
— El mensaje ha sido recibido. Soy Kunzite Chite, y espero que las rosas en su camerino le hayan gustado.
Kunzite Chite… "K"
— ¡Un minuto! —se escuchó desde la cabina.
— Parece que es hora. Mucha suerte.
Mina se quedó pasmada mientras él esbozaba una pequeña sonrisa y alargaba la mano para encender el micrófono al que ella se aferraba.
Kunzite arrojó la capa que desabrochó de su peto sobre el sillón de la estancia y se dejó caer pesadamente en el asiento.
— ¿Kunz? —escuchó preguntar a Minako al fondo del departamento que compartían dentro del Palacio de Cristal.
— Aquí, preciosa… en la sala —le contestó, aun sin poder dejar de lado todo lo que estaba dándole vueltas. Segundos después su bella rubia apareció en la habitación.
— ¡Hola, amor! Estaba esperándote para… —Mina paró en seco su efusivo recibimiento al notar el semblante de su novio—. ¿Qué pasa? —le preguntó, acercándose a él para después arrodillarse en la alfombra y posar sus manos en las piernas de Kunzite.
— No lo entiendo, no entiendo nada.
— A ver. Calma, cielo. Explícamelo todo y te prometo que te voy a ayudar a entender.
— Ha sido un día muy extraño. Primero, Neflyte y su nuevo plan de vida con Mako esta mañana.
— ¿Habló con ustedes?
— Si, después de hablar con el Rey. ¿Makoto les contó lo que piensan hacer?
— Si. Parece que ya no quieren esperar más tiempo y por eso nos lo contaron. Sólo falta decírselo a Serenity. ¿Qué opinas al respecto?
— Si te soy sincero, estoy luchando por entender. Pienso que no es correcto, pero también lo vi tan feliz que, no sé… —se llevó las manos a la cabeza—. La verdad no reaccioné de buena forma cuando Neflyte nos estaba contando, me siento mal por eso. Al final él es mi amigo, pero Endymion es mi Rey, aunque también es mi amigo y bueno… no sé —suspiró.
La guardiana de Venus, mantenía su rostro alzado hacia Kunzite. Mostrándose tranquila, le preguntó para iniciar una conversación que tenía pendiente con él:
— ¿Y por qué piensas que no es correcto?
— Es sólo que tenemos cargos aquí Mina, siempre ha sido así. No entiendo el cambio tan repentino. Es como si una mañana todos se hubieran levantado para darse cuenta que no quieren eso que han hecho por milenios, porque encima, ya no es sólo Neflyte. Zoycite y Jedite parecen pensar similar a él. Pero ¿por qué ahora?
Mina sintió un breve atisbo de temor. ¿Qué pensaría él cuando le dijera que también ella y sus tres amigas compartían las opiniones de ellos? Kunzite amaba seguir las reglas y las órdenes de sus mandatarios. A ella también le gustaba que él fuera responsable y leal, pero a veces se preguntaba hasta dónde tenía que llegar eso.
— La gente cambia de opinión, mi amor y es lo más normal del mundo —él parpadeó con la respuesta que obtuvo de Mina.
— No me digas que tú piensas que está bien —le preguntó el Rey Celestial sorprendido.
— Es que no hay algo bueno o malo, simplemente es lo que ellos desean vivir. No te molestes, pero creo que tienen un punto.
Kunzite pudo distinguir en el rostro de Venus que ella entendía perfecto la situación y si bien, a él no le parecía del todo, estaba seguro que quería escuchar lo que ella tuviera por opinión. A veces, él se pasaba de impulsivo y serio, pero cuando hablaba con su bella compañera, lograba entender la otra cara de la moneda.
— ¿Qué es lo que opinas de esto, preciosa?
La líder de las scouts abandonó su postura en el suelo y fue a sentarse al lado de Kunzite. Lo admiró unos segundos y posó sus manos en las mejillas de su novio. Lo amaba mucho y había retrasado ciertas pláticas que tenían que ver con los Reyes y hasta con la forma en la que ella se sentía, por miedo a que reaccionara mal. Sabía de su lealtad hacia Endymion y sabía también de donde provenía eso, porque había presenciado lo que se esperaba de él siendo un humano. En el pasado se le formó de esa forma, y estaba seguro que así fue desde las primeras reencarnaciones. Además de ello, su compañero, igual que ella, era líder de su propio grupo por lo cual entendía perfecto que eso significaba a veces o pasar de ciertos pensamientos, u obedecer sin chistar, pero las posibilidades en ese reino se estaban abriendo y podía ser que pudieran romper con eso que no se sentía bien ya para nadie. Así como al parecer ocurrió con los Reyes Celestiales en su plática, ellas también terminaron por abrirse y confesar que pasaban por un periodo de sus vidas en el que querían más en muchos ámbitos y por tanto pactaron hablarlo con Serenity aprovechando que Makoto quería hacerle el anuncio de sus planes, y de que tenían la charla acerca de Seiya, esperando. Pero ahora, en primera instancia, había un paso que tenía que dar con Kunzite. Deseaba con todo su corazón que él entendiera y que fuera capaz de poner a un lado su cargo con la familia real.
— Lo que yo creo, Kunz, es que ya hemos estado separados mucho tiempo, no sólo tu y yo, sino los cuatro, como parejas. Hace mucho que este es un sitio tranquilo y que no le veo el caso de seguir teniendo la misma rutina por milenios.
— Mina… —susurró Kunzite queriendo interrumpirla. Parecía que todos tenían el mismo discurso acerca de lo que pasaba ahí y comenzaba a pensar que él estaba dejando pasar todo de largo por su mal carácter.
— Espera, escúchame primero, por favor —le pidió. Él asintió—. Neflyte y Makoto se han atrevido a hablar acerca de algo que todas hemos sentido. Esta mañana, cuando Mako nos contaba, por supuesto que nos alegramos, pero nuestra primera reacción fue de desconcierto porque en el fondo Ami, Rei y yo nos estábamos cuestionando a nosotras mismas por qué no hemos hecho nada parecido si es lo que deseamos. No nos habíamos atrevido a hablar de cómo nos sentíamos y cada una logró decirlo después de que Mako empezó, sólo para descubrir que todo este tiempo ninguna ha estado sola en ese anhelo.
— Pero…
— Piénsalo un momento, ustedes cuatro son muy poderosos, son la guardia de nuestro Rey, al igual que nosotras como Sailors defendiendo a la Reina. Serenity y Endymion albergan dones excepcionales juntos y por separado y los príncipes ni se diga. ¿Crees que en caso de una nueva amenaza haciendo equipo, no podríamos salir victoriosos? ¿Dudas de nuestras capacidades para defender todos juntos este lugar sólo porque nuestras jornadas de trabajo tomen un curso diferente? ¿Crees que perderíamos nuestros poderes o nuestra fuerza?
— No —contestó Kunzite honesto. Mina tenía toda la razón. Era más que un hecho que si algo sucedía, estaban preparados para lo que fuera.
— En el pasado, los que se han encargado en resolver cualquier tipo de amenaza, han sido Serenity y Endymion, pese a nuestra ayuda que ha sido útil en un principio, pero no así avanzada la batalla. Con esto no quiero decir que por eso vayamos a dejarlos solos o a dejar Tokio de Cristal, pero no nos necesitan tanto como nos hemos empeñado en creer y eso no es malo, decirlo tampoco significa ser mal agradecidos, sólo, es la verdad.
Esas últimas palabras se ganaron que los ojos azules como el cielo del caballero se abrieran totalmente. Ahora que ella lo decía se daba cuenta de lo acertadas que eran las palabras y lo que implicaban.
— Mina… es que… esto es algo muy fuerte de digerir… esto quiere decir que nuestro propósito de defender ¿en realidad nunca fue necesario? Me niego a creer que nos han mantenido viviendo así sólo por darnos algo en qué ocuparnos.
— No, amor. Tranquilo. Estoy más que segura que no es así para nuestros reyes. Los conocemos más allá de los cargos, y el afecto que sentimos los unos por los otros va más allá. Es sólo que estamos viviendo algo sin precedentes.
— No me lo esperaba, pero ¿es así? ¿un día todo se presenta y ya? ¿Sólo… nos damos cuenta?
— Kunz, ¿crees que si tu o yo, o cualquiera de nosotros se despertara un día para comprender que los sueños y aspiraciones han cambiado… no sería válido? ¿Crees que por pasar tantos milenios así como estamos, no puede ser deseable el cambio?
Kunzite se la quedó viendo, bastante impresionado del análisis. Todo era tan lógico y sencillo cuando ella lo decía. Sentía como poco a poco su confusión encontraba el cauce para tomar sentido.
No era la primera vez que Mina le ayudaba a tocar la razón y olvidarse un poco del "deber",
— Si lo es… es válido —admitió, entendiendo totalmente lo que ella le compartía.
— ¿Lo ves? Ni Mako, ni Nef están dejando sus "obligaciones", pero en vez de poner en prioridad a la familia real, se están poniendo ellos como pareja y yo creo, que podríamos hacer lo mismo.
Él la miró sintiendo ternura brotar del momento.
— ¿Quieres cambiar esto?
— Por supuesto. Quiero tenerte todos los días conmigo. Quiero despertar contigo. ¿O es que tú quieres seguir lejos por temporadas y verme sólo cuando se te permita?
— No. Yo también quisiera verte todos los días —le dijo enterrando una mano en los cabellos rubios de su novia—, y quisiera hacer tantas cosas contigo… incluso las que dejamos de lado hace mucho tiempo.
En alguna ocasión habían hablado acerca de convertirse en padres. Él se moría por vivir esa experiencia con Minako. También querían viajar, y como muchas cosas, lo habían pospuesto todo y dejado al aire las situaciones.
— Sé lo que es ser líder y llevar esa responsabilidad. Pero, por primera vez en la vida, hay otro camino que podemos seguir. Sé que cuesta trabajo, pero lo entiendes e incluso aunque pareciera que no, también quieres más. No te aferres. No tengas miedo a que las cosas puedan cambiar.
— Estoy muy metido en mi papel, he hecho esto por tanto tiempo… hemos vivido así. A veces he tendido a pensar que si no hago lo que me toca esta paz va a romperse o va a llegar una amenaza.
— Guapo, esas cosas no están en tus manos y la verdad, preferiría vivir luchando a tu lado que tener paz a costa de no poder estar contigo como la pareja que somos.
— Tienes razón —concordó él. Subió su mano por la nuca de Mina y la acercó para besarla por unos minutos, sintiendo que su propio corazón se reconfortaba—. Lamento que me cueste tanto aceptar este tipo de cosas. A veces pienso que no sé hacer otra cosa y creo que eso también me da algo de… temor. Es tonto, lo sé.
— No, no lo es. Entiendo perfectamente. No creas que tampoco me causa conflicto. No sabemos cómo reaccione Serenity cuando le digamos las cuatro cómo nos sentimos. Me preocupa un poco que piense que es su culpa.
— Neflyte dijo que eso fue lo que pensó el Rey, así que, quizás sea el mismo caso con la Reina, pero no te preocupes. Ambos son comprensivos y ustedes tienen una gran amistad. Estoy seguro que logran que entienda. Si has logrado eso conmigo justo ahora.
— Eso espero. De todas formas esto es algo que no puede pararse. Rei ha tenido visiones de nuevo, cosa que hacía mucho no y eso sólo puede significar que vienen cosas que no esperábamos. Nos urge un poco hablar con Serenity también. Hemos notado que algo pasa entre ella y Endymion…
— ¿Algo que tiene que ver con ese sujeto del Planeta Kinmoku? —preguntó él, pensativo.
— ¿Con Seiya? —Mina se sorprendió de que su novio lo mencionara.
— Con que así se llama… ¿crees que sea posible que el Rey sepa algo de todo este cambio?
— Kunz creo que me estoy perdiendo de algo. ¿De qué hablas?
— Descubrí a ese tal Seiya merodeando en el palacio. Trataba de buscar la puerta y las llaves del tiempo.
— ¡¿Qué dices?!
— Estaba por enfrentarlo pero el Rey Endymion apareció. Me agradeció mi lealtad, me pidió que me retirara y dijo que pronto me explicaría todo. Lo peor no es eso, sino que vi como él mismo lo conducía a la puerta del tiempo. ¿Por qué haría algo así?
— No lo sé…
Venus pensó que eso si era una gran revelación. ¿Qué estaba tramando Endymion con Seiya y la puerta del tiempo? ¿Iban a cambiar algo de la historia? Comenzó a alarmarse, hasta que Kunzite le tocó el brazo y la sacó de su preocupación.
— ¿Tú conoces a Seiya?
— Si. Él fue la reencarnación de una sailor en el pasado y también, fue una persona muy importante para Serenity.
Kunzite arrugó el ceño. Jamás hubiera pensado que la Reina tuviera otros intereses que no fueran las de su señor. Le costaba enterarse de ese tipo de temas, por su tendencia a ser tan correcto, pero reconocía que eso no lo estaba llevando a un puerto seguro, y menos, con todo lo que sucedía ya.
— ¿Importante en el sentido que me estoy imaginando?
— Creo que sí. Pero no la juzgues, Kunzite —pidió Mina.
— ¿El Rey lo sabía?
— Si. Me parece que lo notó tanto como nosotras, Seiya no lo ocultó ni cuando Mamoru estuvo ahí.
— ¿Podrías contarme lo que sabes?
Mina supo que era su oportunidad para narrarle lo que habían vivido en el pasado todas ellas junto a Seiya, Taiki y Yaten, sobretodo para ponerlo en contexto de que pasaba más de lo que él y los demás caballeros de Endymion pudieran percibir. Aprovechando que sentía a Kunzite más asertivo y calmo que nunca y más abierto a escuchar y razonar.
La líder de las guardianas, le contó cómo había sido ese periodo en la preparatoria y siendo sailors junto con la percepción que ella y sus demás amigas tuvieron en ese entonces, acerca de Seiya y Usagi.
— El Rey tiene que saber algo y por eso es que está actuando de esta manera —reflexionó Kunzite después de escuchar a Minako.
— ¿Crees que tengamos que hacer algo? —preguntó ella, con la cabeza al mil.
— Mi intuición me dice que no, al parecer esto es algo entre ellos… ¿qué te dice la tuya?
— Lo mismo.
Se miraron y se sonrieron con resignación. Algo estaba por pasar y simplemente tendrían que esperar para saber si eran requeridos a intervenir.
— Mina quiero preguntarte otra cosa —dijo él de repente pareciendo cambiar el tema.
— Si, Kunz.
— Parece que van a pasar muchas cosas… ¿Crees que lo que tenemos también va a ser diferente? —Mina se enterneció con la pregunta porque sabía por qué lo preguntaba.
— Creo que esta es una gran oportunidad para que lo que sentimos el uno por el otro, suba un peldaño más. Te amo, Kunzite y sea lo que sea que venga, quiero vivirlo contigo. Por supuesto que va a ser diferente, pero para bien.
Mina vio al hombre que eligió como pareja, ensanchar sus labios en una sonrisa como casi no solía mostrar y se sintió maravillada y sumamente atraída a él. Lo vio acercarse para posar sus labios en los de ella de una manera en que no esperó que le respondiera. Por supuesto le contestó el beso en la misma medida desesperada. Lo sintió rodearle la cintura y ella sintió el vuelco en el corazón por la acción.
Posó entonces sus manos en la fuerte espalda de su caballero, apretándolo hacia ella para hacerle saber lo que esperaba. Él reaccionó inclinándose ahora para recostar a Mina sobre el sillón. Ya deslizaba una mano sobre la falda que caía sobre su muslo.
Mina buscó los botones en el pecho de la tela que la separaba de la piel de Kunzite. No peleó con los ojales porque ciertamente ya tenía práctica en ello. Cuando el pecho de Kunzite quedó expuesto a su merced y ella plantó las palmas sobre la superficie, ambos se separaron del beso para mirarse pocos segundos. No tuvieron que decir nada siquiera.
La emoción era percibida por los dos. Su conexión era la misma que siempre, pero era distinta también.
Kunzite fue quién tomó las riendas de nuevo, hundiendo sus labios y sus manos en ella, materializando el deseo.
Se había plantado frente a las llamas de nuevo con el pedazo de pergamino frente a su nariz, pidiendo a la suerte y esperando porque algún mensaje llegara otra vez, resultando inútil después de un par de horas.
La plática con sus demás amigas guardianas le había dejado con muchas reflexiones y por tal motivo corrió a inducirse en la meditación, queriendo obtener más información, sin éxito. Así no funcionaba su don y era bien sabido por ella, pero eso no le impidió intentar por lo menos.
Apretó los ojos, un tanto frustrada, pero aun así no los abrió. Dándose cuenta de que nada funcionaría para inducir alguna revelación futura, sus pensamientos se centraron en Makoto y más específicamente en lo que pensó mientras ella relataba con lujo de detalle sus nuevos planes.
No estaba sorprendida de que hubiera pensado en Jedite en ese momento.
Rei decidió abrir los ojos, se puso de pie sobre la duela, resignada y pensativa y estaba por a ir a buscar a Jedite para que la acompañara a un paseo y así despejarse, no obstante, al girarse se sorprendió de encontrarlo sentado en el suelo de madera a poca distancia de ella, esperándola.
No había percibido su presencia cosa que le extrañó pero se olvidó de eso al cruzarse con sus ojos que parecían mirarla diferente.
— Hola —le saludó ella de forma cariñosa. Fue hasta él que no abandonó su posición pero que tampoco le quitaba la vista. Rei alargó su mano que pronto acunó la mandíbula masculina bien definida. No había razón quizás porque era una caricia pequeña, pero sintió de golpe todo lo que amaba a ese hombre. Pensó de forma fugaz, en el largo camino que habían recorrido para que ella pudiera aceptar esos sentimientos. Antes, se caracterizaba por ser ruda y hasta tosca. Siempre fue directa y dura, cualidades de las cuales se sentía orgullosa, hasta que se enamoró de ese rubio dulce, atento, pero también atrevido y divertido. A Rei le costó aceptarlo en un inicio, pues parecía que no tenían nada en común y porque no se sentía segura de tocar ese lado tierno que ocultaba por miedo. Pero Jedite fue en verdad paciente y perseverante.
Ahora que Mako y Neflyte iban a iniciar algo sin precedentes, a ella también se le antojó hacer muchas cosas que tenía pendientes con él y quería decírselo, pero antes necesitaba saber qué pasaba por la mente de su rubio que parecía también estar pensando muchas cosas, pues la miraba recorriendo su cara de arriba abajo.
— ¿Qué te abruma? —le preguntó. Él cerró los ojos y se recargó en la mano de la sacerdotisa, sintiendo la caricia.
— Es que he regresado de tener una plática con mis amigos que ha hecho que quiera hablar contigo algo importante que he pospuesto por idiota —soltó Jedite ya haciendo contacto visual con ella.
La guardiana del planeta Marte ladeó su rostro para después decidir sentarse, quedando frente a él.
— Dime.
— Rei, hace mucho que he querido volver a preguntarte esto, porque la vez en que lo hablamos fue hace mucho y en ese entonces noté que no era el momento aún. He dejado que nuestro trabajo nos absorba y no nos he puesto por encima de lo demás.
— Ambos hemos hecho lo mismo —admitió ela. Parecía que los dos estaban en igualdad de condiciones al haber reflexionado el tema que estaba ya sobre la mesa.
— Lo sé, pero, algo dentro de mí dice que ya no quiere posponerlo. Van a ser una pregunta tras otra, no te asustes, ya sabes cómo soy cuando me emociono… —explicó ganándose una risa de ella.
— Me gusta mucho la cara que pones cuando estas con rodeos —Rei le tomó una de sus manos y le dio un tironcito para animarlo.
— Va a ser tonto preguntarte, porque hemos estado juntos desde hace tanto y no tengo dudas de tu amor por mí, ni del mío por ti, pero… quiero saber si nos visualizas juntos, como esposos, porque quisiera pedirte matrimonio, pero quiero hacerlo sólo si tú quieres. Si no es algo que esperas hacer, no tendría problema en estar contigo, porque quiero estar contigo, pero entonces, te pediría que me permitas mudarme contigo. Sé que aun tienes ese proyecto de re abrir el templo de tu abuelo, en cualquiera de los dos casos, me gustaría ayudarte con eso. ¿Qué dices?
Jedite la desarmó por completo. Algo cálido comenzó a irradiar su pecho y sintió ganas de llorar. Le encantaba la forma de ser de su novio. Jedite siempre era muy propio y se preocupaba por saber lo que ella pensaba y sentía.
La plática en cuestión se dio en el pasado y recordaba perfecto que en esa ocasión le manifestó estar bien de la forma en la que funcionaban como pareja que justamente se acomodaba a las encomiendas de cada uno. Ella de Sailor, él de Caballero. Cada uno en su departamento, viéndose cada que podían.
Rei sabía perfecto que en esa época, Jedite ya quería formalizar, incluso pensó que dada a su negativa de dar ese paso (por miedo a que las cosas no salieran bien, enmascarándolo por supuesto en el deber que mantenían), él iba a preferir concluir la relación, cosa que no sucedió, demostrándole una vez más su paciencia y cuánto la amaba.
Se sintió culpable de hacerlo esperar tanto tiempo, pero le pareció una muestra de su amor el que él le hubiera acompañado sin pedir más durante su proceso, respetando su independencia sin presionarla o reclamarle, sin querer cambiarla. Por supuesto, habrían tenido alguno que otro problema, pero otra cosa que adoraba de su rubio era que fuera la voz de la razón y apostara siempre a darle su espacio y después, buscar conciliación hablándolo. No le tomaba por sorpresa que tocara de nuevo el tema, más cuando sus amigos iban a dar un paso parecido.
Ella era sacerdotisa, era sailor, ya había ayudado a erigir ese planeta en la paz. Ya había sacrificado tantos momentos para ella y para él. Estuvo para Serenity desde que eran adolescentes, luchó al lado de ella y de sus amigas. Venció enemigos, y vio la vida pasar… y ahora, mirándolo, sabía que estaba lista para dar una respuesta.
Los ojos que se le habían llenado, comenzaron a liberar las gotas de un llanto que no era de tristeza, sino de emoción. En el pasado, ella misma había vaticinado ese evento, aunque jamás pensó lo que les esperaba:
Había aceptado un empleo de medio tiempo leyendo la fortuna en un puesto de la feria local que se acompañaba de la visita del circo en la primavera, porque aquello era un hobbie que gustaba de practicar y le ayudaba a salir un poco de la rutina en el templo y enfocar su don en otro contexto.
Ataviada con su traje que consistía en un velo morado que cubría su cabello y un paño que guardaba parte de su boca para esconder su rostro y su personalidad, Rei miraba a la bola de cristal y las formas raras que se arremolinaban en ella.
Había visto ya, que el destino para el cual había nacido, se acercaba. No sólo para ella, sino, para sus amigas y su mejor amiga, próxima a convertirse en Reina. Abandonaría entonces el templo, una vez que Serenity y Endymion fueran coronados y se erigiera la nueva morada para que todos vivieran ahí.
Lo supo desde tiempo atrás y aun así, eso no le impidió seguir con las ganas y las ansias de procurar el templo de su abuelo, y seguirse formando como Sacerdotisa, aunque ya no tuviera sentido, el poder que albergaba su alma, era algo muy preciado para ella que se negaba a abandonar. Ya había pensado en que podía hacer adecuaciones en su pieza cuando se le fuera asignada. Sabía que Serenity no se negaría y estaría contenta por ella.
— ¿Puedo pasar? —se escuchó una voz masculina del otro lado de la cortina que daba hacia afuera de su carpa.
Rei se removió un poco en su asiento, y se ajustó un poco el velo que se había resbalado hacia un lado, para después indicarle a su nuevo cliente que entrara.
Un chico rubio, alto y delgado entró a la tienda un tanto dubitativo. Suerte que tenía la cara parcialmente cubierta, porque él hubiera descubierto su expresión de sorpresa al encontrarlo atractivo. Aquella, reconocía la chica, era la mejor parte de ese trabajo. Conocer extraños, poder mirarlos a sus anchas, fantasear un poco con ellos y decirles adiós para no involucrarse. Después de todo, no estaba esperando el amor, además de que casi nadie aguantaba su forma de ser y no le interesaba dejar de ser ella misma para complacer a alguien más.
— Buenas tardes —le escuchó murmurar, distante.
— Buenas tardes. Por favor tome asiento —le indicó, señalándole la silla que estaba frente a su mesita circular.
Él obedeció en silencio y tomó el lugar. Rei lo miraba tratando de descifrar la expresión que llevaba consigo, una cargada de melancolía en sus ojos azules marino. El joven se inclinó en su asiento haciendo que un mechón de su cabello ondulado cayera hacia su frente. La sacerdotisa tuvo que recordarse en dónde se encontraba para recobrar el hilo de lo que debía hacer a continuación.
— Imagino que vienes a que lea tu fortuna acerca del amor —comenzó ella como ritual. Era lo común. Todos iban a eso y sabía cómo empezar las pláticas para pasar a la lectura y no demorar tanto en personas con el corazón roto o indecisas, como parecía ser el chico—. Si me permites puedo leer lo que te depara el futuro en ese ámbito —explicó.
Sin embargo recibió una mirada de extrañeza por parte de su rubio cliente.
— Imagino que todos vienen a eso, pero yo no.
— ¿Ah no? ¿Entonces…? ¿Buscas respuestas para el dinero? ¿fama?
— No, eso tampoco… —negó él apretando los labios. Rei se sintió algo exasperada. No esperaba que le saliera con algo fuera de lo común en ese negocio.
— Pues vas a tener que ayudarme —soltó con molestia aunque notó enseguida que estaba siendo ruda y estaba fuera del papel de vidente amable.
— ¿Te molesta que no sea lo que esperabas?
Rei alzó una ceja y tuvo que tragarse un poco el enojo que comenzaba a sentir. ¿Quién se creía ese joven?
— Regularmente los clientes vienen por algo en concreto lo lamento, es que no puedo ver tus intenciones, y si no eres específico, poco puedo ayudar.
— Quizás sea tonto… pero he pensado mucho en mi madre últimamente, no sé si seas la persona adecuada, pero, sólo quisiera saber si ella está bien… —la chica estaba por pedirle más detalles pero algo le dijo que esperara—, en donde sea que se encuentre.
Y entendió perfecto a lo que él se refería. Por eso tenía esa cara acongojada desde que había puesto un pie dentro de la carpa. Sintió algo de melancolía, pues lo comprendía, ya que su madre había muerto también y la extrañaba. Sin embargo, no poseía los poderes para transmitirle algo acerca de ella, pero al notarlo de esa forma no tenía el corazón de decírselo, aunque no necesitó hacerlo porque él pareció darse cuenta.
— Sé que no puedes, tu ves el futuro y no el pasado ¿no? Es mi culpa por buscar respuestas. Sólo quería… no sé, lo siento, es que la extraño. Murió hace poco.
— Lo lamento —murmuró Rei.
— Gracias… —contestó clavando la vista ahora en la bola de cristal—. La verdad acudí a la feria porque ella solía venir mucho aquí cuando era joven. De hecho fue parte de un circo cuando era adolescente, hasta que… la casaron a la fuerza con mi padre. Después me tuvo a mi y, bueno, veníamos muy seguido a ver los espectáculos circenses y a pasear por festivales y por eso es que… creo en estas cosas. No te ofendas pero, la mayoría de gente cree que es charlatanería, sin embargo, ella creía. Me dijo que así supo que yo llegaría a su vida… —su voz se fue apagando conforme contaba su historia, como si se arrepintiera de decirle todo eso a ella—. Lo lamento por contarte estas cosas, te estoy haciendo perder tu tiempo.
— No, para nada. Te entiendo perfecto, mi madre también… falleció…
— Siento escuchar eso. De seguro era muy buena y hermosa. Seguro te pareces a ella.
— Es lo que dice mi abuelo.
Él sonrió por su respuesta y mientras ella se sentía tonta por estar bajando la guardia. La consulta se estaba alargando con ese cliente y no le estaba gustando mucho que parecía coquetearle.
— Bueno, creo que, ya después de que te le contado una parte muy importante de mi a una extraña, reclamaré la lectura para la fortuna en el amor. Aunque no estoy muy interesado en saber. Creo que va a llegar cuando tenga que ser.
— Bien.
Rei se metió de nuevo en su cometido. Posó su mirada en la bola de cristal que los separaba y la estancó ahí por varios minutos.
— ¿Puedes ver algo? —preguntó él después de cierto tiempo. Rei pensó que para no importarle estaba siendo algo impaciente. Se concentró otro poco. Ella no era como las videntes comunes y corrientes que inventaban cosas. No, ella, era capaz de ver atisbos del futuro, imágenes a veces distantes, pocas veces claras, pero las veía.
— Vas a enamorarte —murmuró cuando se hicieron presentes las visiones—, y estarán juntos por mucho tiempo. Ambos han nacido con algo que está determinado… grandes responsabilidades y poderes. Son distintos, muy distintos pero eso no le va a importar a ninguno. Quizás esperarás a que ella tome una gran decisión, pero cuando lo haga, todo cambiará para ustedes…
— No me importaría esperar. Si ella no está lista, puedo acompañarla, o puede que resulte que no está listo soy yo —soltó el muchacho, decidido—. ¿Cómo es ella?
Su reacción fue irse hacia atrás cuando descubrió la respuesta a la pregunta que él le hizo.
— El fuego… el fuego es su elemento —concluyó y sintió que el corazón bombeaba rápido, pues la silueta que vio en la bola de cristal se parecía mucho a la suya.
— Me gusta el fuego.
— Pero… hace daño, quemado todo… —el negó ante el argumento.
— Es cálido —contestó él, poniéndose de pie. Rei lo vio sacar su billetera y depositó el pago en la mesita— Gracias y perdón por quitarte tu tiempo con mis tonterías —se disculpó.
La muchacha de cabello negro actuó por inercia al ver que él ya se estaba dirigiendo a la salida de la carpa.
— Ella está bien, de alguna forma lo sé. Tu mamá… está feliz y en paz y, estaría orgullosa de ti.
Lo vio sonreír. Las velas que había colocado como decoración, reflejaron en sus brillantes ojos, las lágrimas formándose.
— Gracias, señorita vidente, en verdad… muchas gracias.
Rei vio que no se movió de su lugar y la observaba ahora con detenimiento. Dudó unos segundos hasta que regresó sus pasos a ella de nuevo.
— Tengo que preguntarte dos cosas.
— Adelante.
— ¿Cuál es tu nombre?
Rei titubeó, no iba a contestar así como así.
— ¿Me vas a decir el tuyo? —preguntó en respuesta. Él pareció divertido.
— Jedite Daito.
— Rei Hino.
— Qué lindo nombre, Rei.
— ¿Cuál es la otra pregunta?
— ¿Aceptarías ir a tomar un café conmigo?
Se harían novios después de conocerse más, y Jedite siempre la molestaría con que, en esa lectura de la bola de cristal que le hizo, se vio a sí misma. Ella siempre lo negaría, alegando que no había visto nada y le había inventado todo. Pero, la verdad era que se observó con claridad ahí y que todo lo que le dijo, era cierto.
Y habían llegado a eso.
— Quiero que seas mi esposo —declaró.
Jedite la abrazó enseguida y soltó una carcajada. Su aliento chocó contra el oído de la sacerdotisa, provocándole cosquillas.
— Y yo también quiero que seas mi esposa, no sabes cuánto.
Retiró sus brazos, echándose para atrás. Fue Rei quien lo besó esta vez, sintiéndose libre y plena de hacer lo que sintiera. Aún besándola, Jedite dirigió una mano a la bolsa de su pantalón y sacó la cajita que había estado guardando todo ese tiempo.
Rei sonrió encantada porque Jedite estuviera tan listo a su respuesta que hubiera estado más que preparado y no quitó ni un segundo los ojos del hermoso anillo que era deslizado en su dedo.
Ami entró cautelosa al pequeño consultorio. No se equivocó al pensar que encontraría a Zoycite ahí.
El rubio de cabello largo estaba sentado detrás del escritorio, con los codos sobre la superficie y la cabeza apoyada en sus manos.
Mercurio se quedó parada en el marco de la puerta y recargó su hombro ahí por un momento.
— Te estaba esperando.
Zoycite se puso de pie, rodeo el escritorio y fue a alcanzarla. Tomó el pequeño rostro de la sailor entre sus grandes manos y acaricio las mejillas sonrosadas con los pulgares.
— Nos han dejado reflexionando ¿no es así?
— Mucho —contestó, besando la frente de Ami.
— ¿En qué estás pensando, Zoy?
— ¿La verdad? En ti y en mi, en el hospital, trabajando juntos. ¿No te gustaría?
— Pero aquí no es posible.
— Pues vámonos. Hay más planetas que nos necesitan. Si de todas formas me mandan fuera a cuidar, ¿Qué más daría que cuide de la forma en que lo sé hacer?
— Pero yo… tendría que decirle a Serenity.
— Lo sé y sé lo que significa ella para ti, porque el Rey significa lo mismo, pero, si Nef va a poder hacerlo, nosotros también —la tomó con suavidad de los hombros—. Podemos ayudar a la gente, Ami, como en los viejos tiempos.
Ami se fue lejos por aquel recordatorio, casi tocando ese deseo. Si era sincera, la posibilidad de ejercer, era sumamente tentadora. Tenerlo a él, a su lado, como cuando se conocieron y se enamoraron constituía eso que no volvería a soltar jamás de conseguirlo.
Todos en el piso de cirugía sabía que sería su primera operación sola. Sin supervisión, sin médico que la respaldase o le corrigiera la técnica. El día había llegado.
Llegó a la estación y se hizo el lavado quirúrgico de forma mecánica. Trató de permanecer en calma. Sentía nervios, era normal, pero no le ayudaría a su paciente ni a su bebé que eso la dominara.
Entró a la sala de parto y dejó que la enfermera la visitera mientras ella se recordaba una y otra vez que su formación la había llevado hasta ese punto. Sabía la técnica, y en ocasiones anteriores asistió a sus maestros. Esta vez lo haría sola y su carrera como ginecóloga pediatra empezaría. Aunque también, estaba apunto de hacer algo osado. El papeleo para dar de alta un nuevo procedimiento en ese centro le había puesto la traba al no salir a tiempo, pero ella era dueña, ama y señora ahí dentro, y por primera vez iba a saltarse un paso.
Entró al área estéril en donde ya se encontraba la paciente conectada a todos los aparatos que le indicaban que estaba en orden para llevar a cabo la cesárea.
La saludó y la pobre mujer le devolvió el gesto apenas con media sonrisa.
— En un momento estaré con usted para dar la bienvenida a su pequeña ¿de acuerdo? Se le ha puesto la epidural, pero eso no significa que no vaya a sentir. Le agradezco una vez más aceptar que yo practique una nueva técnica de cesárea en usted. Le prometo que todo va a salir bien.
— Si, doctora… —murmuró la joven madre.
Ami se volvió a los demás en la sala, que la miraron, y ella asintió para que le leyeran el cribado de la hoja de cirugía segura.
Mientras confirmaba lo que escuchaba, notó la presencia del jefe de la división quirúrgica del otro lado del cristal en la sala de enseñanza para los nuevos cirujanos. Zoycite Saito pareció posar su mirada fría sobre ella que pese a la separación, ella podía sentir encima.
La cirujana experimentó algo de presión. Ese Doctor era su jefe, no directo pero sí de más rango que ella y por supuesto, más experiencia.
Recordaba que cuando ingresó al hospital en calidad de residente, lo conoció por los pasillos y llegó a entrar a algunas cirugías a su mando. Era el único médico bariátrico que tenía la última técnica quirúrgica en laparoscopia, y el único certificado en su hospital.
Como buen centro médico, se escuchaba toda clase de rumores acerca de todos y por supuesto, acerca de él.
Ami se enteró de tanto y así se hizo el prejuicio de que eran totalmente opuestos.
En primera, el doctor Zoycite era todo lo que estaba prohibido en el ámbito médico: Especialista, compañero en el mismo hospital, joven pero con experiencia, más grande que ella, médico a cargo de unidad quirúrgica, guapo, o eso comentaban todas sus compañeras de servicio, a ella le parecía que exageraban, era atractivo, pero no era su tipo. Comprobó de viva mano que tenía un carácter serio que podía tornarse frío no con los pacientes a los cuales se notaba, adoraba atender, pero sí con el demás personal que no desempeñaba una buena función. En contra parte, rebelde en su aliño, de cabello rubio y largo atrapado en una coleta que caía hasta su espalda media y que no era común se viera en el ámbito médico.
Ami sentía algo de recelo contra él y cada que se lo topaba por los pasillos, pero sabía reconocer cuando alguien era una eminencia, y sobretodo, sabía dar respeto.
La lectura terminó con todo el equipo confirmando sus nombres y puestos y se dio inicio.
Tomó una bocanada de aire, y parpadeó detrás de sus lentes. Un breve titubeo y luego, habló claro:
— Bisturí número tres.
Ami salió del quirófano aun con las botas desechables puestas. Se detuvo en uno de los cubos afuera y las depositó con cuidado.
La cirugía había sido un éxito y estaba segura que la recuperación de la paciente también, en pocas horas lo comprobaría para anexar la evidencia a sus investigaciones.
Contenta y satisfecha de que todo marchara bien y de que su equipo no le dijera nada cuando ella comenzó su técnica, se dirigió camino a su locker para cambiarse a la ropa de civil y terminar su turno. Moría por ir a casa y dormir un poco, aunque también sabía que ahí solo encontraría soledad, pero la prefería en esos momentos. Su carrera apenas y le daba para ver a sus amigas o hacer el súper. Estaba en esas, ya casi llegando cuando fue interceptada en el pasillo hacia el descanso de médicos por el Dr. Zoycite.
— Doctora Mizuno, buenas noches.
— Doctor Saito —asintió ella. Su cuerpo se tensó un poco. Ya había escuchado que el flamante cirujano solía llamar la atención a otros médicos después de sus cirugías cuando hacían algo que no le parecía, y ella había mantenido en secreto su nueva técnica, sin avisarle a nadie, ni a sus superiores.
— ¿Qué fue lo que hizo ahí dentro?
— Una cesárea.
— Si, si, lo sé pero, esa técnica, es nueva.
— ¿Cómo sabe un bariatra acerca de las técnicas ginecológicas? —soltó algo a la defensiva, pero luego sintió temor de que fuera reprendida. Llevaba las de perder.
— Oh, digamos que bariatría no es mi única especialidad y que ya que soy jefe, tengo que saber lo que hacen o no mis cirujanos.
— ¿Sus cirujanos?
— Leí la hoja de la programación de cirugías, la técnica no estaba descrita en ella. ¿Por qué no lo reportó?
Ami quiso rebatirle, pero se sintió mal. Ella no era de causar conflictos, ni tenía carácter fuerte como su amiga Rei. Ella, valoraba más el respeto que la osadía.
— Lo lamento. Era experimental. La paciente aceptó, las hojas llevan la información, pero no quería hacerlo tan público aún. En verdad lo siento, no va a volver a ocurrir.
Zoycite la miró con sus ojos verdes perspicaces y luego arregló los labios en una sonrisa larga.
— La he estado observando, desde que entró a este hospital. La quiero en mi equipo, Doctora Mizuno.
— ¿Perdón?
— La quiero en mi equipo de cirujanos, tiempo completo, determinado tipo de cirugías al día, días quirúrgicos y días de consulta, horario fijo. ¿Puedo tutearla?
— Y-Yo… p-pero… sí, si.
— Doctora Ami, eres una promesa. Quiero que todos conozcan esa técnica. Es increíble que en vez de usar los separadores metálicos, uses tus dedos en disección roma y eso, sabemos, permite que los músculos uterinos sean tratados con mayor delicadeza, no hay desgarros y seguramente la recuperación será más rápida. Acepta por favor. Podemos ayudar a la gente, Ami.
Repentinamente, ahí, inclinado hacia ella, pidiéndole que se uniera a su equipo y prácticamente aceptara una base en ese hospital, Ami notó en los ojos de Zoycite una chispa de emoción. Que hubiera entendido lo que había hecho en la sala de parto no hacía más que alegrarla y tuvo que reconocer que había estado equivocada: Zoycite Saito, era sumamente guapo.
— De acuerdo. Acepto, Doctor Saito.
— Zoycite, por favor. Dime Zoycite.
Los días en colaboración entre ellos empezarían dentro y fuera del quirófano. Su técnica tomaría fuerza dentro de la comunidad médica gracias a que él se encargaba de darle réplica en las revistas de renombre para que la reconocieran y sobre todo, para que llegara la técnica Mizuno a otros nosocomios.
Al tiempo, Ami descubriría que ese recelo que llegó a sentir y lo que pensó de que Zoycite era un creído no era verdad, y en realidad eso se transformó en atracción.
Amaba verlo concentrarse durante las cirugías. Sabía muchísimo, estudiaba aún más, cuando alguien consultaba su opinión desglosaba una impresionante cátedra, y les enseñaba a los demás residentes a su cargo. También les exigía como a nadie.
Y eso le atrajo a ella enseguida como en ese momento le atraía la idea de aceptar su propuesta.
Podrían parecer tan diferentes en el exterior. Que un tipo de cabello largo como él no iba con ella que parecía tan tranquila, seria... pero, a los dos los unían las mismas motivaciones.
Zoycite se acercó a ella, lentamente. Se detuvo a centímetros de su boca, sin dejar de verla.
— Acepta por favor, Doctora Mizuno —le suplicó.
— Ami… dime Ami —contestó ella, siendo la que rompía la poca distancia entre ellos.
Makoto no sabía quién estaba más emocionado por el asunto de la repostería. Si ella o si Neflyte.
Desde que ambos regresaron de platicarles a sus respectivos grupos de amigos acerca de su decisión y de lo que Endymion le había dicho a Neflyte, la emoción no hecho más que multiplicarse.
En el caso de los Reyes Celestiales, el que había mostrado resistencia era Kunzite, cosa que en cierta forma se esperaban por cómo era el líder. En cambio todos los demás aceptaron que, pensaban similar a Neflyte.
Con sus amigas no fue diferente. Mako se entristeció un poco de descubrir que aun siendo amigas por tanto tiempo, ninguna se atrevió a contarle a las otras que extrañaba su vida anterior. La mortal.
Se prometieron las cuatro en que buscarían a Serenity para hablar pero parecía que tendrían que esperar su turno porque hasta donde sabían, los Príncipes estaban con ella tratando otros asuntos.
— ¡Nef! ¿Qué tanto haces? —le gritó mientras sacaba una tanda de galletas del horno.
— Eso huele muy bien —el castaño entró y le dio un beso en los labios—. Mira lo que encontré —le extendió una libretita algo maltratada por el tiempo. Makoto la abrió encontrándose con la letra de Neflyte que rubricó un recetario de repostería—. ¿Te acuerdas de esto?
— Claro que me acuerdo. Pusiste el horno a precalentar a más temperatura de la debida y quemaste las galletas que hiciste y casi incendias el salón por eso.
— Ya sé, pero yo me refería a la otra parte, la bonita.
— Ah si, la mejor parte. Conocí a un torpe, pero tierno profesor de primaria.
— Y yo a la mejor maestra y repostera de todo Tokio.
Makoto revisó su reloj de mano y aplaudió llamando la atención de sus alumnas.
— Bien, la clase comienza ahora. Delante de ustedes tienen todos los ingredientes necesarios para poder hacer nuestra receta para pastel de tres leches. El recetario es este del pizarrón en donde están especificados paso por paso. Iré pasando con cada uno para que me hagan saber sus dudas o si necesitan ayuda con algún punto en específico. Ya saben cómo hemos trabajado antes ¿de acuerdo?
Escuchó a todas proclamar un "sí" al unísono. Estaban en la segunda parte del curso de repostería, para alumnos de nivel intermedio. Era un grupo pequeño de diez personas, o más bien nueve, porque uno no había llegado al taller. El único hombre que se apuntó a la clase mediante email.
Se sintió aliviada en cierta forma que no estuviera él ahí. A ella le encantaba enseñar, pero reconocía que tener alumnos hombres no era su fuerte. Casi siempre había tratado con señoras adultas o jovencitas que o querían iniciar sus negocios o estaban por casarse. Además de ello, ese alumno no había estado presente en la primera fase de la clase, por lo cual pensó que quizás había cometido un error al inscribirse, mismo que notó después. Lo que explicaría su ausencia.
Decidió olvidarse de ello y centrarse en lo suyo. Comenzó pasando una a una con sus alumnas, observándolas en silencio. La mayoría ya era segura en sus manos y movimientos y eso le daba gusto. Era lindo para ella ver su proceso de crecimiento y saber que había ayudado en eso.
Regresó a su mesa y comenzó a revisar su temario. Hundió los dedos en el bowl que contenía chispas de chocolate y se llevó algunas a la boca.
De pronto, la tranquilidad de la clase fue interrumpida por alguien que tocaba la puerta del saloncito que había rentado.
— ¡Continúen con lo suyo! ¡No se distraigan o van a echar más sal que azúcar en esa mezcla! —les indicó a todas.
Se aventuró a la puerta y en cuanto abrió, se encontró con un muchacho de cabello largo castaño y ojos cafés que lucía agitado.
— ¿En qué puedo ayudarte?
— Vengo a la clase.
Makoto vio su reloj.
— Disculpa pero tenemos media hora de haber comenzado y…
— Lo sé pero, me retrasó un poco los preparativos del festival infantil —dijo mostrándole las cartulinas que llevaba debajo de ambos brazos—. Por favor… ¿me dejas pasar?
Mako lo vio poner ojos de súplica y se enterneció. ¿Era acaso un profesor de niños?
— Pero… esta clase es para alumnos en nivel intermedio, ¿alguna vez has hecho un pastel?
— ¿Pastel? ¿No es la clase para las galletas de mantequilla?
— No, esa fue hace una semana.
— No puede ser. Se los prometí… les prometí a mis alumnos… ay no.
— Bueno, en dos semanas más abriré otro cupo, seguro pueden esperar.
— No… es que ellos se gradúan mañana y les prometí de regalo que les haría galletas por eso tomé la clase pensando que… demonios ¿en dónde tengo la cabeza?
Vio los ojos avellana entristecerse. Ella se mordió el labio inferior, pensativa.
— ¿De qué grado son?
— Primaria. Educación especial…
No tuvo que saber más. Tenía frente a ella un profesor preocupado por un detalle lindo para sus alumnos y que había hecho una promesa, que mostraba preocupación y parecía un desastre con las fechas y los arreglos para el dichoso festival, pero cuando se trataba de hacer feliz a la gente con postres, ella no podía decir que no.
— Pasa. Seré tu guía y tendrás que hacer exactamente lo que te digo para que resulte, ¿de acuerdo, Profesor…?
— Neflyte Furaito.
— Un gusto. Makoto Kino.
Estrecharon manos, y ella lo ayudó a cargar sus materiales hasta estar dentro del salón.
El joven causó revuelo entre las señoras del curso y cuando él pidió disculpas en voz alta por haber interrumpido la clase empezada, todas se enternecieron. Incluida Makoto, pero lo disimuló. La verdad era que el alto chico le había parecido atractivo, e incluso tierno pero no había tiempo para pensar en eso, ni quería.
Le empezó a dar instrucciones, suerte que se sabía de memoria la receta de galletas. Él sacó una libreta de su portafolio y empezó a escribir todo lo que ella indicaba.
Makoto fue hasta su gabinete y sacó unos moldes en forma de animalitos que tenía y se los dejó en su mesa.
— ¿Crees poder empezar la mezcla?
— Ya lo creo, es como hacer plastilina ¿no?
Ella soltó una risita nerviosa y rezó en silencio por esos niños y esas galletas.
— Sólo sigue las instrucciones. Voy a supervisar a las demás. Si necesitas algo, sólo avísame.
La repostera fue con sus alumnas que dicho sea de paso cada una le comentó que el alumno era muy guapo y una que otra le dijo que se veían muy bien juntos mientras ella le estaba explicando el recetario.
Makoto pensaba que sólo eran tonterías. La vida no podía ser así de casual. Mandarle a un guapo maestro de educación especial que haría galletas en un curso de pasteles. No.
Prosiguió con lo suyo. Corrigiendo técnicas y cantidades de ingredientes. De tanto en tanto le echaba la vista a Neflyte al cual veía alternar los ojos de su libreta al bowl donde mezclaba y agitaba el batidor. Le pareció que iba bien así que se desentendió un poquito de él.
Sin embargo el problema se dio unos veinte minutos después cuando escuchó un pitido detrás de ella. Al voltearse notó que el horno sacaba humo y que Neflyte peleaba por sacar una bandeja dentro.
— ¡Las galletas! ¡No!
— ¡Neflyte vas a quemarte, ¡Suelta las galletas!
— Pero…
— ¡Se va a incendiar este lugar! ¡Haremos más!
— ¿Lo prometes?
— ¡Lo prometo!
Logró que él dejara su intento, y ella misma fue por el tanque contra incendios, los accionó y vació el contenido dentro del horno, apagando así las llamas y el pánico de toda la clase.
— ¡Precalentaste el horno a 370 grados! ¡Era a 170! —le regañó Makoto algo agitada por el susto.
Neflyte enseguida revisó sus apuntes.
— Escribí 370…
— No te enojes con él, Mako… seguro se puso nervioso —dijo una señora.
— Si, pobre, ve lo asustado que está —comentó otra.
— De acuerdo ¡orden en la sala! ¡Vuelvan a sus lugares, todo bajo control!—gritó ella palmeando las manos.
— Discúlpame… seguro soy el peor alumno en toda tu carrera.
— De verdad lo eres pero, estás intentando, eso… es bueno. No sabes cocinar y estás aquí por algo muy noble. Esos niños tendrán sus galletas, o yo me dejo de llamar Makoto Kino.
Aquella tarde ambos terminarían haciendo la receta juntos, Esta vez ella ejecutando y él de asistente. Hablarían más y más de cada uno de ellos y de sus intereses y Neflyte la invitaría al festival al día siguiente. Y su historia comenzaría.
— ¿Crees que ya está calificado para ayudarte en tu futura repostería?
— Mejor te quedas en la caja, cobrando.
— ¡Qué mala eres! Puedes enseñarme de nuevo, prometo ser un mejor alumno ahora. Soy el novio de la repostera, tengo que estar a la altura.
Neflyte atrapó la cintura de Makoto entre sus brazos y la alzó, colocándosela en el hombro.
— ¡Nef! ¡Bájame!
— No, tú y yo tenemos que ir a mejorar ciertas técnicas… culinarias —comentó coqueto avanzando hacia la alcoba.
Mako dejó de forcejear, y se dejó llevar en brazos. Se afianzó de él colocando sus manos en su cuello para luego pender de sus carnosos labios.
— Usagi, déjame explicártelo —comenzó el Rey ya de frente a su hija en la que reconocía el desconcierto instalado en sus hermosas facciones tan parecidas a las de su madre.
— ¿Qué se supone que está pasando aquí? —demandó la Princesa Usagi—. ¿Ustedes tienen algo?
La sensación que la acompañaba era muy extraña. Por momentos, sentía que iba a ganarle el enojo, aunque no entendía por qué. Conocía perfecto que sus padres no se entendían y hasta apoyaba la separación, pero no se había esperado que Plut y su papá estuvieran implicados más allá de sólo ser Rey y guardiana.
— Princesa, no es lo que piensa… —susurró Plut con la voz rota.
— No sé qué es lo que crees que pienso —lanzó irónica, aunque se arrepintió por la expresión triste que su mejor amiga tuvo como reacción.
— Espera, Plut, yo me encargo —le detuvo el Rey colocando una mano en su hombro.
Usagi alternaba sus enormes ojos entre ambos, mientras su cuerpo definía qué emoción dejar salir en mayor dimensión. Parecía que había mucha más confianza de la que pensó entre esos dos.
— Hija, cálmate un momento y escucha, por favor —le piió su padre, recibiendo un suspiro pesado por parte de ella—. Plut y yo no tenemos nada, aunque me encantaría decir que sí, porque ella me interesa.
— Rey… no… —susurró Plut casi horrorizada, pero él la detuvo de nuevo.
— Es la verdad y no quiero ocultarla más tiempo —confesó él, regresando la mirada a Plut que estaba a su lado y luego volviendo a ver a su hija que aguardaba a metros de ellos, tomando una distancia segura que no quería romper por miedo a su propia reacción.
— ¡¿Me estás diciendo que engañaste a mamá con… con Plut?!
— No. Eso no es así. Jamás engañé a tu madre. La forma en la que nos has visto, es lo más cercano que hemos estado ambos y no más. No ha pasado nada diferente a esto.
— ¿Por qué? ¿Por qué ninguno me lo dijo? —reclamó la Princesa, con la voz desgarrada en el enojo. Lágrimas con impotencia y coraje salieron de sus cuencas.
— Usagi, escucha —comenzó el Rey, separándose un poco de Plut para poder alcanzar a su heredera—. Ya no eres una niña y mereces saber la verdad porque eres mi hija y tenemos confianza. No quise ocultarlo, si no te lo mencioné antes era porque no sabía cómo reaccionarias con algo que tiene que ver con Plut porque es tu mejor amiga y eso nos coloca en una posición extraña, además de que estaba esperando resolver mi situación con tu mamá para poder ser más libre de hablar acerca de esto.
Endymion quedó frente a su primogénita y la observó unos segundos. Estaba asustado por lo que fuera a decirle, pero también sabía que ese era un paso muy grande a dar, que implicaba la seriedad que quería darle a lo que sentía por Plut.
Colocó ambas manos en los hombros de su hija y ésta en un movimiento brusco para deshacerse de ellas, se hizo hacia atrás.
— No puedo creer que no me lo hayan dicho. No quiero escucharte. Padre, me has contado otras cosas, ¿por qué esto no?
— Princesa, déjeme explicarle… —comenzó Plut pero fue detenida por un ademán de Usagi.
— No. No Plut. Pudiste habérmelo dicho, y no me tuviste confianza. Ninguno de los dos me la tuvo a pesar de que siempre me decían lo contrario. Siempre decían que podían confiar en mi…
El Rey se sintió terrible por lo que su hija reclamaba. Vio en el rostro de la Princesa los rastros de la pequeña niña que fue. Siempre enojada por sentirse apartada y por no sentirse importante. Una herida que sin duda, él y su esposa habían infringido en su pequeña sin querer y sin saberlo. Él la quería hacer fuerte, por eso cuando era mas chica la trató, antes de empezar con su entrenamiento y formación, la trató de forma muy estricta y hasta fría, buscando que ella fuera independiente. Lo había logrado no podía decir que no, e incluso, cuando Usagi fue un poco más grande, corrigió el rumbo de su forma de educarla, sin embargo, veía que habían quedado estragos.
— Hija, lo lamento, no quise ocultarlo pero…
— Es suficiente, no quiero saber. ¡No me interesa! ¡No me importa! —exclamó furiosa. Su pecho subía y bajaba, producto de su agitada respiración. Se dio la vuelta para ir de regreso a las entrañas del Palacio, y cuando lo hizo, unos cuantos pasos detrás, encontró la cara de su esposo, atestiguando todo.
— Usa, ¿de verdad no quieres saber? ¿Enserio no te interesa? —le preguntó, con voz serena.
— ¿Tú también? ¿Te vas a poner del lado de ellos? —le reclamó. Ganándose el cambio en el semblante de su esposo a uno sumamente serio.
— No hay bandos, Usa. Entiendo tu desconcierto. Es algo que no esperabas, e imagino que nadie de los involucrados tampoco, pero necesitas saber que esto no se trata de ti y que nadie ha hecho esto pretendiendo hacerte daño. La pequeña dama ciertamente actuaría como lo estás haciendo, pero, la mujer en la que te has convertido, la que reinará dentro de poco y la que me ha concedido el honor de ser mi esposa, estoy seguro, escucharía para entender, así como ha escuchado a su madre antes de viajar. Tienes derecho a negarte por supuesto, pero no porque te lo estés tomando personal. El Rey ya te ha explicado por qué no te lo contó. Cariño, sólo estás comprobando que tenía razón en sospechar que no te iba a caer en gracia.
El joven de cabello blanco y ojos amarillos como el alba se acercó a su esposa, que ahora reflexionaba sus palabras. No se sentía decepcionado o molesto con ella, porque conocía el lado luminoso de Usa, así como su sombra y la amaba con todo y eso, así como ella lo amaba a él con todo y todo. Él podría caracterizarse por ser sumamente tranquilo y a ojos de todos eso lo definía, pero también tenía ese lado en contraposición que pocos llegaban a ver. No pretendía regañarla, para eso ya había tenido a sus padres y ella ya era adulta, pero quería evitar que Usagi cometiera un error al no permitirles la réplica, cuando con su madre si había tenido esa confianza que tanto les reclamaba a Plut y el Rey.
— No lo hagas más difícil, Usa. Dijiste que querías ver a tus padres felices ¿no? Bueno, esto es parte de eso.
Usagi no dijo nada, pero reconoció la verdad en la voz de Helios. Sintió vergüenza de estarse comportando de esa forma y de que su esposo hubiera tenido que intervenir para que ella volviera a hacer uso de su razón. Trató de calmarse, tomando bocanadas de aire, y soltando las manos que habían formado puños.
¿Qué pasaba en ella para que se sintiera agredida porque dos personas importantes en su vida no le hubieran hecho partícipe de sus sentimientos? Al final estaban en su derecho. Ella hizo muchas veces lo mismo cuando estaba de novia con Helios, porque no quería que nadie se metiera en eso que le pertenecía a ella y era tan de ellos dos. Aplicaba lo mismo para Plut y su papá.
— Hija mía… —la mano del Rey Endymion alcanzó el hombro de Usagi, sobresaltándola un poco—. Escúchame.
Ante el ruego ella no pudo emitir sonido pero asintió, aun un poco conmocionada.
— ¿Por qué pasó? No tengo una respuesta acertada para eso, a veces no hay una razón y sólo pasa… —sonrió, sin poder ocultar la emoción que sentía al hablar de eso—. ¿Cómo? Estaremos de acuerdo que Plut es extraordinaria y no sólo como guardiana. Tú mejor que nadie que la conoce, sabes que es verdad. Detrás de ese silencio que a veces le da a la mayoría por el carácter de su "misión", hay una mujer con sueños, con intereses y sabiduría, es hermosa además y te contagia con su sonrisa. Sin querer hace desear su compañía por siempre. Es fuerte, valiente y muy decidida —Plut que se había quedado unos pasos atrás, no aguantó al escuchar al Rey dirigir tales palabras hacía ella y se echó a llorar audiblemente, aferrándose a su báculo—. Simplemente pasó y yo no pude detenerlo, ni quise porque se sentía realmente bien, aunque no lo estuviera porque aún tenía cosas con tu madre, que por supuesto tenía que resolver. Es solo que, me bastaron unas visitas y algunas pláticas con ella para comenzar a sentir cosas. Sé que te estás preguntando si tu madre sabe esto, porque te conozco, piensas mucho en ella también y en su bienestar. Ya se lo he dicho, esperaba decírtelo a ti también en la plática que tendríamos antes de que tú y Helios se fueran de viaje. Lamento que te hayas enterado de esta forma y te pediría que no pienses mal de Plut porque ella no tiene culpa de nada. Soy yo quien se ha dejado llevar como nunca me lo he permitido, aunque en el proceso le he hecho daño a ella, y a tu mamá, pero te prometo que no hay más que lo que viste hace un momento. Como lo dije, es lo más cerca que hemos estado, porque quiero respetar a Plut. Usagi, estoy seguro de que ella tiene mucho miedo de tu reacción y de la de tu madre porque a ti te adora y a ella la admira muchísimo desde siempre, así que te pido que no seas dura y no la juzgues porque Plut no ha hecho nada, más que ser ella misma.
— Papá… —susurró la heredera al trono. Pocas veces le había visto hablar de esa forma. Notaba genuinamente que le dolía y más que le importaba Plut. También, se daba cuenta que estaba reprimiendo sus emociones, pero sus ojos le delataban.
— No es su culpa Rey —dijo Plut, acercándose a los dos, con las lágrimas resbalando por las mejillas—. Princesa… yo… yo siempre admiré a sus padres por ser como son con su pueblo y así ha sido desde el inicio de mi misión en este lugar. Pero he de confesar que cuando el Rey vino y comenzó a pasar tiempo aquí hablando conmigo, me sentí muy bien. Casi nadie aparte de usted me visitaba y me sentí acompañada y escuchada. Sé que estuvo mal, ni siquiera puedo mirarla en este momento a los ojos sin pena, quizás tampoco pueda mirar a la Reina Serenity… pero quiero que sepa que no sólo fue por parte del Rey. Quizás nunca lo manifesté con palabras, pero él se dio cuenta que yo también sentía cosas… yo también permití esto. Lo observaba en silencio cuando hablaba y se paraba a mi lado y luego, cuando se marchaba, seguía su silueta hasta que se perdía entre la niebla… es verdad que no ha pasado a más, por favor créame, por nuestra amistad.
Usagi entre abrió la boca por la revelación. Miró a su padre que esbozaba una enorme sonrisa por las palabras de la sailor, pero en contraparte Plut se tuvo que dar unos pasos dubitativos hacia atrás, y a Usagi se le rompió el corazón porque sabía que en verdad estaba asustada y avergonzada por lo que estaba confesando. Lo cual la hizo sentir peor de lo que ya.
Alguna vez llegó a pensar que con las visitas que ella le daba y que con su amistad, Plut tendría suficiente, después de todo, estaba entrenada para soportar la soledad, pues había nacido para eso. Sin embargo, estaba aprendiendo que "nacer" para algo se ponía en tela de juicio, porque todo cambiaba, así como las personas cambiaban. Era inhumano y cruel conferirla a tal exilio y era egoísta creer que con que fueran mejores amigas se podía suplir lo demás, cuando sabía perfecto que Plut anhelaba sentirse amada, pues alguna vez se lo había confesado.
Le pareció curioso que con lo que su padre le relataba acerca de sus visitas y sus pláticas, hubiera surgido algo que notaba, estaba creciendo, pero en cierta forma también le pareció natural. Si pensaba que existían personas sabias, pensaba justamente en su padre y en Plut. Debía reconocer que ellos tenían más cosas en común de lo que su madre y su padre las tuvieron alguna vez.
Otra cosa que tenía que destacar en todo eso era que Plut estuviera aceptando su "responsabilidad" decía mucho.
No se requería que hubiera pasado algo entre ellos más que justo eso, la compañía, como para que empezaran a sentir algo. Era raro pensarlo, pero era así. Incluso, la misma Plut alguna vez se lo había dicho, cuando ella era aun la pequeña dama y no entendía muchas cosas:
— Abrazar y dar un beso no son las únicas demostraciones de amor. Observar o pensar en alguien es otra forma de demostrar tu amor —recitó Usagi. Plut soltó un sollozo que se apresuró a ahogar con sus guantes.
— Lo recuerda…
— Claro que lo recuerdo, Plut, tú me dijiste eso cuando yo pensaba que mis padres no me querían porque no me dejaban hacer ciertas cosas. Me lo dijiste cuando estaba actuando justo como ahora, de forma reprobable. Ahora comprendo que lo dijiste porque esa ha sido tu forma de querer, ¿verdad? Siempre observando y pensando, aquí en tu sitio. Y ahora… me has explicado cómo se dieron las cosas porque, quieres a mi padre ¿no? —la guardiana de la puerta del tiempo asintió.
— Perdóneme… perdóneme…
Usagi no pudo aguantar más y fue a ella. Plut la vio avanzar y se encogió en su lugar, como protegiéndose. Segundos después sintió los brazos de su mejor amiga rodearle, lo que provocó que soltara todo lo que había reprimido.
— La que tiene que pedirte perdón soy yo. Lamento haber reaccionado mal en un principio. No me esperaba algo así y lamento no haber estado ahí para ti, aunque entiendo que no me contaras nada. Siento mucho haber pensado que estabas bien en tu soledad y no haberme preocupado por tu cargo, cuando eres tan importante para mi. He sido muy ciega. Cómo se nota que sigo siendo esa niña berrinchuda y egoísta del pasado. Me avergüenzo mucho de eso —le dijo mientras acariciaba su largo cabello verde, tratando de consolarla. Usagi volteó a ver a su papá que igual derramaba lágrimas silenciosas—. Les va a tomar tiempo, al parecer, a los dos. Hay cosas por cerrar, pero después, todo va a estar bien. Es extraño, no voy a negarlo pero, esto es algo en lo que no podría intervenir de ninguna forma… y sólo quiero que sepas que te quiero mucho.
— Ay princesa… yo también la quiero… —contestó Plut siendo ahora la que abrazaba con toda su fuerza a su gran amiga.
Se quedaron así un buen rato. Helios que conservaba su distancia prudente miró a los tres, satisfecho por el resultado. Endymion le otorgó una reverencia cargada de admiración y agradecimiento a su yerno, mismo que se hizo extensivo, mientras miraba a Plut y a Usagi abrazadas. Seiya y Serenity ocuparon fugazmente sus pensamientos y deseó que lo que vieran ahí a donde se habían dirigido tomando caminos diferentes, los llevara a acercarse si así lo decidían. De mientras él estaba empezando a buscar el suyo, de nuevo.
Sin pensarlo mucho, alargó su mano. Aún abrazada de la Princesa, la guardiana del cambio percibió el gesto del Rey y le tomó la palma con fuerza. Se miraron por unos segundos y se sostuvieron la sonrisa.
Después el Rey dio media vuelta, siento alcanzado por Helios. Los dos, dejaron a Usagi y a Plut en ese momento tan valioso. Ellas tenían mucho que hablar y necesitaban espacio, así como él necesitaba planear su reunión con sus cuatro amigos.
Había mucho ruido a su alrededor. El canto de las aves, pasos apresurados, charlas… llantos que se escuchaban a lo lejos. Gritos de reencuentro. Serenity abrió los ojos para toparse con la luz del medio día en su apogeo. Reconoció el lugar de inmediato al ver la fachada; estaba en el aeropuerto.
La gente que pasaba con sus maletas al lado de ella, parecía no reparar en su presencia, aunque ciertamente no tenía por qué sobresalir, pues en esos momentos lucía como la mortal que algún día fue, en su adolescencia.
Cuando Usagi aceptó entregarle la llave del tiempo que tenía en su poder, corrió a rebuscarle entre su guardarropa, prendas que solía usar en su época de Sailor Moon. Gracias a la luna que a su hija se le iluminó, porque si fuera por ella hubiera llegado con vestido y hasta cetro en mano, metiéndose evidentemente en problemas. Así, se puso un suéter rosa de cuello alto y mangas largas, junto con una mini falda negra que encontró su hija para ella.
Aún no sabía exactamente qué estaba buscando justo en ese lugar o porqué había aparecido ahí, porque si había hecho ese viaje, había sido con la convicción de recordar esos momentos que vivió con Seiya, porque como bien lo dijo Cosmos, por dentro moría por revivir esos momentos que pasó con él. Estaba algo dudosa, pero su instinto le dijo que merodeara un poco en el lugar. Lo hizo con cautela, ajustándose los lentes de sol que también había llevado. Estaba consciente de que sólo estaba ahí para ser espectadora de cosas que habían pasado. No podía intervenir en nada y su yo del pasado no debía verla, o las consecuencias en su tiempo en el futuro serían fatales.
Caminó un poco en la planta de abajo del aeropuerto, hasta que divisó la escalera eléctrica. Algo le dijo que debía tomarla. Al comenzar a subir, reconoció el ventanal que se erigía frente a sus ojos. Acababa de recordar el acontecimiento que marcó su vida en ese sitio.
Se escondió a tiempo detrás de una mampara que anunciaba ofertas en los vuelos, lo más rápido que pudo y se asomó desde ahí sólo para atestiguar a unos metros la despedida entre ella y Mamoru.
Serenity vio todo: Él le alargaba una cajita que ella sostuvo y abrió para revelar un anillo, mismo que segundos después de dejar su valija en el suelo, ya estaba deslizando sobre su dedo anular. Luego vio como ella se estrechó contra Mamoru y se besaron, sellando una promesa no pronunciada.
Desde su sitio se sintió extraña, porque juraba recordar de otra forma ese momento. Siempre había tenido el recuerdo de que había sido sumamente romántico que Mamoru le diera un anillo antes de partir de viaje a Estados Unidos, probando que eso significaba que iban a casarse. Pero ahora que lo estaba viendo desde fuera, milenios después de que eso ocurriera, la escena no le emocionaba tanto. En realidad, él jamás le pidió matrimonio, simplemente había comprado un anillo y se lo había puesto, lo demás se asumió, aunque claro, él no había tenido malas intenciones, pero definitivamente la forma no había sido la mejor.
Seguía mirando la escena, cuando unos gritos agudos cobraron vida en la segunda planta. De la nada un séquito de chicas rodeó la escalera eléctrica del otro lado a donde ella se encontraba. Pasaron unos segundos para que pudiera distinguirlos. Se trataba de la llegada de los Three Lights. Serenity se sorprendió mucho, porque no recordaba haber visto a Seiya mientras ella y Mamoru se despedían y también, se asombró de ver que el Seiya de esa época lucía igual al que se presentó en la boda de Usagi y Helios. Condenadamente guapo.
Vio lo que pasó a continuación:
Seiya caminó hacia ella que estaba del brazo de Mamoru. Serenity sintió escalofríos en la piel, cuando notó que el cantante se volteaba a verla después de pasarla de largo, y se asombró de que ella misma le había dedicado una brevísima mirada girando su cabeza hacia atrás.
Taiki y Yaten alcanzaron a Seiya que se había adelantado y lo tomaron de los brazos para que apresurara su paso y no fueran arrollados por sus miles de seguidoras.
Usagi y Mamoru caminaron al extremo opuesto que los cantantes habían tomado y se perdieron al girar hacia la sala de arribo.
La Reina se recargó en la publicidad, tomando algo de aire. No podía creer que no recordara que vio a Seiya ese día en el aeropuerto, pero claro que no iba a recordar algo así cuando había estado loca de la emoción porque Mamo le dio un anillo.
Milenios después se había ido a enterar. Serenity suspiró y se llevó la mano derecha al pecho donde guardaba la llave de su hija. Metió su otra mano en el bolsillo de la falda y sacó el objeto que había llevado consigo.
Admiró el pequeño llavero de osito rosa y lo apretó con cariño. Sabía cuál sería su siguiente parada y lo que quería ver.
Vaya vaya no?
Bueno. Como lo dije al inicio, esto no estaba ni remotamente planeado así. Pero sucede que tengo unas amigas preciosas y geniales que hacen mis días en nuestro chat de pura fangirleada y bueno, las Sailors y los Reyes Celestiales decidieron que tenían una historia y que la querían contar aprovechando de paso que todos están en la misma sintonía.
Siempre he pensado que todos ellos han resultado afectados (sin querer pero aun asi afectados) siendo los satélites de los Reyes y para mi no tiene sentido cuando la que siempre pelea y siempre gana casi casi sola, es Serenity/Usagi/Serena ¿para qué tanta seguridad? Ni la necesitan y acá todos quieren ser felices.
En cuanto a la reacción de la Princesita Usagi, bueno, he de confesar que es lo más dificil que he escrito en cuestión de decidirme cómo va a reaccionar. Ya se nos quería poner de dramas pero no la dejé porque ya hemos tenido suficiente en este fic de dramas y quiero que empecemos a ser felices y fangirlear todos.
Lamento que en este no hayamos visto a Seiya, pero les mega prometo que el siguiente va a ser de él y de Serenity, Aún faltan muchas cosas por ver y decir.
Y yo ya diciendo que esto se acababa y bueno, me voy a retractar, las guardianas y sus novios han decidido que aún no.
Gracias por leer.
