Editar en el celular es complicado, pero he aquí el cuarto día del Mimato WEEK para ustedes.
Día 4º: Historical Drama.
Palabras: 3000.
Disclaimer: Digimon no es mi autoría.
Los primeros rayos del sol impactaron contra su rostro, farfullando el rubio se levantó. Corrió las cortinas del cuarto y se encaminó a prepararse, llamando así a su hermano menor, Takeru.
La sirvienta había llegado a ellos, terminando de preparar el desayuno de ambos jóvenes, solía dejar que ambos despertaran por su cuenta como se lo tenía estrictamente ordenado, por lo que cuando los chicos cruzaron el umbral, la mujer les sonrió.
—Buenos días, Señor Ishida, Señor Takaishi —los saludó cordialmente—, ¿se han enterado de la noticia? —ambos la miraron para que continuara con su conversación—. Lady Tachikawa ha vuelto. Ha alquilado la vivienda del señor Mochizuki recientemente.
La sonrisa de Takeru pareció despertarlo completamente de su estado de somnolencia, en cambio, Yamato arrugó el entrecejo.
—¡Mimi, Mimi volvió! ¿Cuánto hace? ¡No me escribió nada! Tampoco al resto… ¡Tengo que escribirle! ¡Sé que Wallace hará una fiesta! —el mayor intentó no reír, cuando se trataba de aquella dama, Tachikawa, su hermanito siempre quería impresionarla.
La sirvienta miró a Yamato, esperando que lo detuviera. Éste rió y con el periódico de aquel día, le golpeó suave en la cabeza.
—Deja que hable, Takeru —el susodicho bajó la cabeza en son de disculpa y la mujer prosiguió, se acercó hasta uno de los cajones y sacó de allí dos sobres, entregando éstos a sus respectivos destinatarios, cuyo contenido desprendía un suave olor a rosas.
—¡Es de Mimi! ¡Y va a estar en la fiesta de Wallace, nos manda saludos y espera vernos! ¡Hasta se acordó de ti, Yamato! —el rubio parecía decir aquello como si fuese algo muy especial, Yamato murmuró algo por lo bajo—. Sé que Mimi en el pasado fue difícil de tratar en algunas ocasiones… ¡Pero ahora se ha vuelto una mujer estupenda y muy admirable!
Yamato forzó una sonrisa, Tachikawa era la clase de mujer que sus padres hubieran dicho que debía cuidarse: altanera, caprichosa y floja. Nacida en cuna de oro. Ellos esperaban que él encontrara una mujer próspera por sí misma, la mujer perfecta para ser madre y… esas demás cosas que le incomodaban porque le recordaban a su mejor amiga. Y su mujer amiga era como una madre de su misma edad.
Desayunaron en silencio y sin más contratiempos hasta que el mayor se levantó, se despidió de la sirvienta y revolvió los cabellos rubios del menor. Desde que su padre le había dejado aquella modesta hacienda para administrar, Yamato era muy riguroso con sus horarios, quería hacerle sentir orgulloso.
Aquella mañana esperaba que siguiera así, desde que sus padres se habían trasladado a una finca cercana, el peso de las labores recaían en él. Muy dentro suyo, Yamato estaba resentido con sus padres, se habían separado pero seguían viviendo juntos por la costumbre y por miedo a quedar solos, siempre fueron así, y lo que terminó que viera a su hermano menor mucho menos de lo que un hermano debía ver a otro, hasta el punto en que él era Ishida y el Takaishi, como si en realidad la sangre no los unía como era el caso.
Pero sus pensamientos fueron interrumpidos al divisar a lo lejos un landó, uno que reconocía a la perfección.
Taichi Yagami venía por él.
—Tienes que estar bromeando —lo escuchó cerca y puso los ojos en blanco.
—Pero si es el queridísimo e impresionante Taichi Yagami en persona —se mofó el rubio—, ¿a que debo su reciente llegada, milord?
Taichi mostró una sonrisa de dientes blancos que contrastaban con su piel bronceada.
—A que tenemos que alistarnos para hoy, tenemos una reunión —el rostro burlón del rubio se esfumó, y aquello el moreno lo disfrutó—, no escaparás esta vez, Ishida. Tienes que encontrar a alguna damita con quién frecuentar, aunque sea eso.
—Lo dices porque tú conseguiste a Sora —el moreno silbó, haciéndose el desentendido—, ¿es difícil entender que no estoy interesado en el resto de aquellas mujeres? —sabía que Taichi intentaba que, él o su hermano menor, afianzara una relación con Hikari Yagami, la hermanita enfermiza de Taichi, y podía entenderlo. Él quizás en sus zapatos haría lo mismo, pero sabía que aquella chica merecía algo mejor, y por lo que él se daba cuenta, Takeru parecía estar interesado en ella.
O en aquella joven, Tachikawa. ¿Le gustaban las castañas? ¿Por qué estaba pensando en eso?
—¡Prometo no insinuarte nada que te incomode! Además la reunión tiene otro carácter, más urgente.
Yamato lo miró, receloso pero el rostro implorante del moreno lo hizo suspirar.
—Está bien. Prometo que tanto Takeru como yo asistiremos.
La sonrisa de Tachikawa se vio forzada. Estaba aburriéndose de estar allí.
Había sido invitada cordialmente por el matrimonio Yagami-Takenouchi, y si bien agradeció el gesto, parecía que no se iría más de allí. Su té se había enfriado mientras esperaban al resto de los invitados, pero más que nada, la insistencia de sus padres la orilló a aceptar la invitación. Aún cuando ella era la mujer que organizaba tanto las fiestas como las reuniones más improvisadas, y amaba aún más cuando se trataban de ella.
Pero esta vez era distinto.
A su lado, Koushiro Izumi estaba más interesado en una nueva ¿maquinaría? maquinaria que estaba probando, aunque no entendía mucho de lo que decía, sus conocimientos con la tecnología poco tenían que ver con sus refinados estudios.
Izumi era esos hombres calmos hasta que hablaban del tema que los emocionaba y no paraban más, como aquel momento.
Del otro, sentía la presencia del hipocondríaco Jou Kido, un prestigioso médico que, al igual que toda su familia, la vida dedicada enteramente a la medicina. Era un gran prospecto si se quería una vida agradable sin grandes sorpresas.
Contuvo la respiración, y recordó, la faja la estaba matando.
—Tengo que ir… —se levantó y ¡ninguno de los dos fue capaz de acompañarla o preguntarle algo! Refunfuñó y agitó su abanico, alzando su barbilla de forma altiva.
Sora la vio y rápidamente se le acercó, se dirigieron hacia el jardín del matrimonio, un lugar amplio en donde la mujer amaba asolearse y su marido se entretenía con distintas actividades.
—¿No te quedarás más tiempo, Mimi? —la pelirroja le dedicó una leve sonrisa—, sé que tus padres están buscándote el prospecto ideal —y se calló, desde el fallecimiento de Michael en la guerra, Mimi estaba dolida y encerró su corazón—, él hubiera querido que un hombre bueno te cuidase, Mimi.
—Conozco al señor Kido e Izumi desde que éramos niños, no puedo verlos como algo más. Cuando los veo recuerdo lo muy infantil y mimada que era —su abanico se detuvo en sus manos—, cuando estaba Michael yo me sentía que podía hacer lo que quisiera, que no era sólo era Lady Tachikawa, la princesa de Keisuke y Satoe Tachikawa… cuando estoy con otros hombres… no soy nada, mi queridísima Sora. Nada.
Sora la miró con aquellos ojos comprensivos que la caracterizaban y luego, apoyó su mano en su pequeño hombro.
—Sé que encontrarás al hombre que te hará sentir como la Mimi que yo conozco. Y será muy afortunado.
La castaña le dedicó una sonrisa.
Michael había sido un hombre fundamental en la vida de Mimi, le había enseñado a valerse por sí misma, en su presencia como en los días que no estuviera, le enseñó aquellas tareas que no eran "para una mujer de su alcurnia" y era lo que era, gracias a él.
—Ningún hombre podrá. Se lo haré difícil, ¿Hikari como sigue?
—Está bien, Taichi aún busca que Yamato o su hermano menor le pidan su mano, quiere que Hikari se establezca y la cuiden, le sugerí a Jou.
Aquello hizo que la castaña alzara las cejas. Y decidió girar en redondo, volviendo al
—Pero no nos desviemos del tema, Takeru es un chico joven —Mimi movió su cabeza—, pero es encantador, ¿lo invitaste, no? y… Yamato es un emprendedor. Desde que le han dejado aquella hacienda ha estado tan ensimismado en sacarla adelante, pero está descuidando mucho sus relaciones, él antes solía ser un gran amigo. Siempre que algo malo sucedía era el primero en llegar…
—¿El chico lindo, no? Es guapo… pero no lo suficiente como para que voltee a verle —su brazo chocó contra algo sólido—. Disculpe —apenas se giró y volvió a hablarle a la pelirroja, girando hacia una de las esquinas—... no desde Michael, Sora. Me sentiría culpable.
Absorto en su mundo, no había caído en cuenta de lo tarde que se le había hecho. Maldecía a Taichi por citarlo a últimas horas, pero en el fondo sabía que era su culpa, últimamente no estaba al pendiente de sus propias cartas, dejaba que Meredith, su más leal sirvienta se encargara de aquello, aunque él terminase por negándose a muchas salidas.
Un dulce aroma a rosas lo hizo voltearle y entonces la vio, acompañada por la mujer de su amigo. Seguía siendo una mujer atractiva y… fue cuando tuvo que esconderse. Se sintió idiota, pero no sintió otra alternativa cuando el nombre suyo y el de su hermano fue expuesto en aquella plática casual.
" Es atractivo… pero no lo suficiente como para que voltee a verle…", aquellas palabras lo hicieron salir de su improvisado escondite, un simple mueble y entonces, su cuerpo golpeó aquel cuya boca lo insultó.
No respondió nada, sólo se quedó allí, como un imbécil parado. Lo peor de todo es que permitió lo que su boca dijo, ni siquiera volteó a verle, siguió su camino.
—¡Hermano, te encontré! —no tuvo más tiempo para pensar en nada, la voz de Takeru lo hizo volver en sí y juntos fueron nuevamente a la sala, donde los demás lo esperaban.
—Tienes mala cara, ¿pasó algo?
—No es nada, vamos.
—¡Qué bien se sienta verlos a todos! Es un honor para mí volver a reunirlos a pesar de las circunstancias, afortunadamente mi querida hermana también pudo llegar —Taichi miró a su hermana, Hikari con una gran sonrisa—. Me complace tenerlos aquí, como en los viejos tiempos, incluso sea sólo para una simple comida. Su querido anfitrión se está poniendo nostálgico, le cedo la palabra a mi bella mujer, Sora.
Sora, con el rostro enrojecido miró a sus acompañantes.
—Hola, muchachos. Sé que ha pasado tiempo sin vernos, y cada uno ha hecho su camino, ¿Taichi, estás llorando?
—NO —la rotunda voz en negación de su marido la hizo reír—. En fin, dentro de unos días Wallace hará una enorme fiesta.
Yamato no estaba atento a lo que decían sus amistades, su mirada furtiva se dirigía hacia Mimi Tachikawa, quién se encontraba contra la ventana más cercana, arrugó el entrecejo. ¿Desde cuándo la Tachikawa apenas participaba en las reuniones? ¿Acaso se había vuelto una mujer más pretenciosa de lo que era? Su hermano le pisó el pie y él tuvo que simular no haberlo sentido.
Sin embargo, Takeru acercó su cuerpo y le habló:
—¿Yamato?
No pudo sonsacarle nada, y la reunión había terminado, tensa y extraña.
Yamato se despidió de Izumi con un leve asentimiento de cabeza y a Jou le tendió la mano, regalando una sonrisa de mayor confianza, le deseó a Hikari una pronta mejoría y justo cuando iba de salida, sintió algo golpear suave su hombro.
Apretó los labios cuando vio a Tachikawa allí, mirándolo con una expresión que él definió como ofendida.
—No has respondido ninguna carta. Sé que has estado ocupado pero las personas se preocu-.
—A usted no le debo ninguna explicación —cortó Yamato en seco, marcando una barrera—. No estoy interesado en tener un trato que conlleve más que la armonía entre nuestras demás relaciones —e hizo un gesto con su cabeza—. Que tenga una hermosa velada, señorita Tachikawa.
Y la dejó sola, con la palabra en la boca. Mimi apretó el abanico en sus manos.
Sora quién vió curiosa toda la interacción mientras los invitados se retiraban, se la acercó.
—No, Sora. No me pidas que hable de nuevo con él —el orgullo de Mimi era algo que ponía por encima de todo, en especial desde lo de Michael. Y no permitiría que alguien como Yamato Ishida lo pisoteara.
Su amiga se quedó de piedra, pero terminó suspirando. Yamato y Mimi eran las personas más peculiares cuando se trataban de relaciones, y aquello era algo… de lo que no sabía cómo lidiar.
Llegó el día, Mimi lució su mejor vestido, aún cuando su humor no fuera el mejor, ver a Wallace le hizo mostrar una leve sonrisa, era lo más cercano a Michael que jamás podría tener aún cuando él… él ya tenía a otra.
La velada estaba siendo maravillosa: la música tocada por hermosas instrumentos cuyas manos pertenecían a hombres muy talentosos, la iluminación suave y más que nada el ambiente lleno de personas con rostros familiares y más que nada, amigables. Sabía muy bien que Michael disfrutaría aquel día, uno en dónde ambos no dejarían de hablar de regreso en el carruaje.
Rechazó a cada hombre que quiso sacarla a bailar, intentó ser lo más amable que podía pero estaba cansada. Aún no se recuperaba del viaje, sobre todo porque todavía sentía todo muy reciente.
Cómo se debe sobrellevar un duelo cuándo no era nada, cuando sólo había sido una amiga,ni siquiera su prometida y, sin embargo, lo lloraba como su mujer y mucho más.
La música invitó a las parejas a bailar; y entonces se vio involucrada, él estaba mirándola con una expresión de hastío y ella, en respuesta, alzó la barbilla.
—¿Me concede esta pieza, señorita Tachikawa?
Recelosa, los ojos de Mimi lo escrutaron.
—Sólo ésta, y no le pido encarecidamente que no me pida otra.
El rubio asintió con una mueca y la acompañó hasta la pista de baile, al centro. Yamato tomó las manos de la mujer y el rubio cayó en cuenta de que estaba temblando.
Arrugó el entrecejo, sin saber cómo interpretarlo.
—¿Usted cómo sigue? Nos ha escrito de su regreso, pero no parece emocionada…
—¿Puedo saber qué es lo que pretende con ésas palabras? —y dieron una vuelta alrededor de otra pareja.
—Nada en especial. Solo quería sacar una conversación amena, después de todo creo que podemos empezar a llevarnos mejor.
Entonces Mimi lo soltó cuándo finalizó la pieza musical, inclinó su cabeza, despidiéndose.
—Lo agradezco pero no estoy interesada.
—Por supuesto, con su amiga ha tenido el tiempo de hablar a mis espaldas —su mano había atrapado la más pequeña en el aire, a punto de llevarla nuevamente a la pista, Mimi se sintió enrojecer de coraje.
—¿Acaso oye conversaciones privadas, señor Ishida?
—No tengo esa afición al chisme que la caracteriza, pero si mi nombre resulta injustamente manchado, me defenderé.
—Si está insinuando que lo ofendí de alguna forma… —y entonces un hombre se acercó a la pareja, preguntando por la mano de la mujer.
Mimi ni siquiera volteó a mirarle, y aquello nuevamente, ofendió al rubio.
—No deseo tener trato con ella, deja el tema, Taichi —se habían reunido poco después al bar local con su amigo. Sora se había ido a su hogar y del resto, no supo más. Era como si sólo hubiese estado con aquella mujer durante toda la velada.
—¿Pero qué te hizo? Mimi no es así, es una chica muy dulce.
—¿Dulce? —Yamato iba a decir algo, pero entonces recordó que el momento en que la oyó hablar de él, estaba la mujer de su amigo— . No me pareció, pretenciosa sí.
—Bueno, tú sabes cómo es. Desde aquel infortunio del muy estimado amigo de Mimi…
Yamato alzó una ceja, y entonces Taichi se dio cuenta.
—Oh, mi amigo —era la primera vez que veía a Taichi avergonzado—, es un tema demasiado personal —acalorado, tomó su pañuelo para abanicarse del mismo modo en que lo hacía su esposa.
Quizás fue la curiosidad. Pero esa curiosidad peligrosa, aquella que lo atrapa a investigar algo que por fuera no le apetece, pero que quiere que le demuestre lo diferente que es.
Fue entonces que, con la ayuda de sus más allegados amigos en común, desde el incidente en el pasillo, hacía dos semanas y ahora estaban allí. La mujer con sus manos sobre el alféizar, la suave brisa movió sus cabellos castaños y su impoluto vestido verde con rosas bordadas la hacía ver como un hada del bosque, taciturna.
Las enredaderas de flores la hacían ver cual Perséfone, esperando la llegada de Hades, su rostro cerca de la ventana, empapándose de la luz de la luna y su espalda brillando en dorado debido a las velas prendidas por el pasillo, era una imagen agradable de ver, fue lo que pensó.
Yamato, que poco tenía de lucir esos trajes tan costosos, se sintió pequeño. Unos pantalones desgastados de color marrón junto a unas botas altas del mismo color cubría su cubrían sus piernas, y la camisa blanca con los primeros botones desabrochados le dieron una imagen desprolija, y era imposible culparlo, una hacienda en sus manos demandaba cuidados, y él no temía ensuciarse las manos.
Se acercó y se colocó a su lado, contemplando con ella las estrellas colocadas en el cielo.
—Le doy mis más sinceras condolencias, señorita Tachikawa —Mimi, confundida alzó su rostro—, Wallace me contó sobre su primo, Michael cuando se enteró, debido a Taichi, de mis intenciones para con usted. Le digo desde lo profundo de mi corazón, que no deseo que no piense mal de mí. No tengo más que deseos de enmendar mi error.
Mimi bajó la mirada a sus impolutas manos, sin anillos. Desnuda.
—Soy yo la que les debe una disculpa, no he sabido ser asertiva para que mis negativas fueran entendidas, por lo que he mostrado una actitud descortés y engreída, en especial con usted —su voz trémula fue suavizándose como la seda, y Yamato sonrió.
—Permítame que nos presentemos de nuevo, ya no como los amigos de nuestros amigos —se inclinó hacia ella, y en cambio, la contraria permitió que tomara su mano, dándole un suave beso en los nudillos que le arrancó un sonrojo en sus mejillas—, Yamato Ishida, a sus servicios.
—Mimi Tachikawa, encantada.
Notas de la Autora:
Definitivamente este es el que más me costó, la basé obviamente en "Orgullo y Prejuicio" con Yamato siendo el prejuicio y Mimi siendo el orgullo.
Sin embargo hace mucho que leí el libro y la película por lo que no me acordaba nada de los momentos claves para que se sienta más a realista. Sobre todo acordarme de las palabras más elegantes, para que los personajes se lean más de la época, pero espero lo hayan disfrutado.
