Ni Sailor Moon, Mai-HiME o sus personajes me pertenecen, todo es obra de Naoko Takeuchi y Noboru Kimura. Esta es una historia basada en hechos históricos, algunas situaciones, personajes y organizaciones son ficticias; por tanto, con motivo de dar dramatismo a la lectura habrá exageración de algunos eventos. El escrito está hecho con el fin de entretener al lector.
—"Joseon en llamas: el martes a las 20 horas, varios miembros de la resistencia lanzaron un feroz ataque en contra del hogar de la mano derecha del Gobernador General. Dejando a civiles inocentes como víctimas de tan aberrante hecho. Las fuerzas armadas arremetieron contra los criminales. Los testigos de la batalla comentan que un herido suplicaba clemencia y cooperaría con el imperio para encontrar a la mente detrás de tan vil atentado en contra de una de las familias más queridas por el emperador."
La persona que lustraba los zapatos del joven que leía la nota, dejó de hacerlo pues estaba impactado con las terribles noticias. Mientras que el chico, cerraba el periódico de manera molesta.
—Ese lugar da más problemas que ayuda al imperio— se animó a comentar el trabajador.
—Piénselo de esta forma, ellos creen que les quitamos su identidad. Esa es la razón de su enfado, pero no ven que deseamos brindarles toda la prosperidad que tiene nuestro gran imperio.
—Por un momento creí que era uno de esos que traicionan al emperador con su forma tan cobarde de pensar— dijo el hombre que volvía a limpiar los zapatos del muchacho.
—Por el contrario, señor le soy fiel al emperador y a nuestra gran nación.
—Es un joven listo.
—Simplemente deseo pensar como ellos, llegar a entenderlos… Puede que sintieran que los estamos forzando a ser parte del imperio japones.
—Agradecidos deberían de estar, nuestro glorioso emperador les ha dado la oportunidad de tener nombres japoneses, de crecer en riqueza y tecnología. Pero en Joseon son unos bárbaros que no reconocerían las bendiciones que el descendiente de Amaterasu les da.
—Habla de ese lugar como si lo conociera.
Comentaba el chico que sacaba su rostro de entre las sombras, estaba oculto porque el sol veraniego en Japón le quemaba su piel. Acto que significaba que aquel alto y guapo joven comenzara a sudar, esa tarde no estaba para nada permitido tener una gota en su piel o ropa. Vestía de manera formal porque tenía una cita a la que llegar y su compañera era una joven de singular belleza.
El hombre que lustraba los zapatos del muchacho pudo notar la curiosidad que emanaba de ese par de esmeraldas que tenía por ojos. Un mechón de su cabellera ceniza apareció para darle un aire divertido al asunto, puesto que la cuestión que discutían era por demás delicada.
—Claro que sí hijo, fui de los primeros en conocer ese lugar. Pise Joseon hace 20 años, el 22 de agosto, cuando se les dio el honor de formar parte de este gran imperio.
—Usted es un soldado— respondió emocionado.
—Ex militar, esos barbaros formaron un movimiento de resistencia. Decían que lo que hicimos era ocupar de forma vulgar su nación... ¡nación! — repitió en burla —. Están tan divididos que a esa sociedad no se le debería llamar así, fueron ellos mismos quienes reconocieron la incapacidad de su líder para darle orden a Joseon y le pidieron a nuestro gran emperador que los guiara, pues en su infinita sabiduría, esa tierra podría llegar a la prosperidad.
—¿Por qué salió del servicio? — dijo el muchacho.
—Como dije, esos bárbaros dicen que nosotros los invadimos, no aceptan la realidad y ese movimiento de resistencia nos atacó un día que hacíamos nuestra ronda de seguridad. Los cuidamos y nos agradecieron con una lluvia de balas. Esas bestias aprenden rápido, utilizaron francotiradores para la emboscada, muchos de mis hermanos murieron ese día y yo hubiera preferido hacerlo.
—¿No es una bendición estar con vida?
—¿Vida? Hijo — se golpeó la pierna izquierda —. Ser un lisiado no es vida, menos al saber que no podría vengar a mis compañeros, mis hermanos de armas. Esos bastardos me robaron todo el honor que le pude dar al gran imperio japonés. Me dieron una baja con honores, porque a pesar de mi herida, pude matar a algunas de esas bestias.
—¿Es difícil?
—¿Qué?
—Matar a otra persona, ¿es difícil?
—Esos no son personas, son bestias y todo el que los proteja debe ser eliminado. Termina de leer la nota, se dice que al maldito que atraparon les dijo que uno de los nuestros les ayuda. ¡Él les dio la información para atacar a tan distinguido militar!
—Eso no puede ser.
—¿Lo dudas? Hay cobardes que desean que nuestro prospero imperio se reserve ese crecimiento y no lo comparta con los demás pueblos. Es como si un sabio no compartiera su conocimiento, si se lo guarda deja de serlo y es un ser común y corriente.
—Entiendo, pero me parece irreal que un japonés pueda llegar a conspirar en contra de otro japonés. Menos contra un héroe de la nación.
—Ya te dije, son cobardes que piensan que somos unos criminales, dicen que ir a Joseon estuvo mal o al menos, forzarlos a ser parte del imperio. Te digo hijo, no los forzamos a nada.
—Yo… No sé si sea tan buena idea que les hagamos adoptar un nombre japonés. Ellos obviamente lo sienten forzado, ¿no sería mejor entender y respetar su cultura?
—Cultura, ellos no tienen nada, son animales.
—Pues si los vemos de esa forma, es obvio que nos detesten ¿no cree? Ahora son parte del imperio, son nuestros iguales.
—¿Qué demonios dices hijo?
—Vengo de Inglaterra, estuve aprendiendo en una de sus mejores academias militares. Por eso creo que, si ellos sienten que los invadimos, es porque estamos siendo duros. Si los hiciéramos sentir en casa, entonces ellos…
—¿Seguro que fuiste a una escuela militar? — se mofó del muchacho.
—Obviamente, pero también leí a varios pensadores de occidente y…
—Eres militar, no un afeminado— sentenciaba el hombre —. Los afeminados se esconden detrás de la pluma, nosotros los militares somos varones que defienden el honor de su nación, en este caso, de nuestro gran imperio. ¿Crees que en el campo de batalla podrás sobrevivir porque les hablas de tus libros afeminados? No niño, apenas digas estás cosas de marica te harán un hoyo entre ceja y ceja.
—Si hablamos antes de una confrontación, seguramente se podrán llegar a acuerdos que…
—Por dios— dijo el hombre que dejaba de lustrar el zapato derecho del chico —. Acabo de reconocerte, ¿cómo demonios no pude hacerlo antes?
—¿Disculpe? — respondió el muchacho.
—Eres Haruka, el hijo de Haruhiko ¿no es verdad?
—Sí, ese mi nombre y el de mi padre.
—Afeminado— dijo con desprecio.
—¿Cómo me llamó?
—Eres una desgracia, Haruhiko debe de estar muy decepcionado de tener a un afeminado como hijo.
—No tiene derecho a llamarme de esa forma y menos poner en duda el orgullo que mi padre tiene por mí.
—¿De verdad quieres seguir los pasos de tu padre en la milicia?
—Claro, me he preparado en las mejores escuelas militares del mundo y…
—No se nota, por tus comentarios afeminados me doy cuenta de que has hecho que tu padre tire el dinero absurdamente.
—¿Duda de mi valor?
—Por supuesto.
—¡Cómo se atreve! — se levantó violentamente.
—No has aprendido algo que es fundamental para la vida de un militar.
—¿Y qué es eso genio?
—Un buen soldado, obedece órdenes— dijo el hombre antes de escupir a un lado de los pies de Haruka.
—Miserable— dijo el chico de cabellos cenizos mientras lo observaba menospreciando al sujeto.
—Nunca serás digno de que te llame por el apellido de tu familia, pues no eres más que un afeminado. Ahora que lo pienso, por algo emparentarás con ese profesor cobarde.
—No te rompo la cara porque eres un pobre cojo y darte tu merecido es más deshonroso para mí.
—¿Eso crees? — se levantó el hombre — Es más fácil para mí embarrar tu carita en el suelo, que para ti tocarme un solo cabello. Pero inténtalo mariquita, seguramente el entrenamiento que te dieron fue para ser la zorra de los bárbaros coreanos.
Haruka se paltó frente al hombre para acortar la distancia, mientras que la sonrisa del sujeto aparecía en su rostro bronceado.
—¡Haruka, lamento llegar tarde! — escucharon el grito de una mujer.
—Tienes suerte marica, no es correcto que le demuestre a una dama que eres un cobarde— dijo el hombre dando la espalda al chico.
—¡Qué dijiste! — dijo molesto.
—¡Haruka no me escuchas! — gritaba la chica.
—El día que te vuelva a ver, date por muerto— dijo el chico de cabellos cenizos.
—Estaré esperando el día— respondió sin mirarlo.
—Haruka ¿qué pasa? Odio que me ignores— reclamaba la chica que sin mucho empacho lo tomaba del brazo.
—Lo lamento mucho Shizuru, pero discutía con este hombre pues no sabe lustrar un par de zapatos.
—Ay Haruka, no debes de ser tan grosero— dijo en reproche.
—Hace mucho calor, ¿no quieres que vayamos a refrescarnos con una nieve?
—Claro— respondió emocionada.
—¿Conoces un buen lugar?
—Te llevaré al mejor de todo Tokio— comentaba la muchachilla.
—De acuerdo.
—Pero antes…
—¿Qué? — dijo Haruka de manera tierna.
—Debes disculparte con el señor.
—Shizuru, eso no es justo, él…
—Es tu mayor, ¿acaso olvidaste en occidente lo que significan los buenos modales?
—No.
—Hazlo.
—Ah— suspiró —. Lo lamento señor.
—Aceptaré tu disculpa porque ofendería a la señorita de no hacerlo… Piensa en lo que te dije, no olvides lo que significa ser un excelente militar.
Haruka torció la boca y dio la vuelta para comenzar a caminar junto con Shizuru. La chica no comprendió las palabras del hombre que limpiaba zapatos para vivir, pero por el rostro de pocos amigos del chico dedujo que le habían lastimado el orgullo. Ella negó levemente con la cabeza, parecía que últimamente los chicos habían confundido la diferencia que había entre el honor y ser un engreído.
—Presuntuoso— dijo sin pena.
Escuchar esas palabras hicieron que Haruka pusiera una mueca al no entender a quién atacaba Shizuru. Giró un poco el rostro para observar a su acompañante, la chica de cabellos castaños claros estaba completamente molesta, el chico no necesitaba ser genio para darse cuenta pues su semblante había cambiado en cuestión de segundos. Así que dejó escapar un suspiro que llamó la atención de la muchacha.
—Odio que te enfades conmigo, lo último que deseo es que peleemos. Acabo de llegar de Inglaterra y no quiero perder el tiempo con enfados, prefiero disfrutar de tu compañía en paz. Así que, ¿le puedes decir a este tonto lo que te hizo molestar para que pueda ofrecerte una disculpa y pasar una tarde hermosa a tu lado?
—Casi olvido que eres un casanova Haruka— reía.
—¿Le dirás al casanova lo que te molesta?
—Lo que me molesta es que seas arrogante, el ser orgulloso no es muestra de virtud. Por el contrario, muestra uno de los peores defectos del ser humano y hoy en día, creo que todos en el imperio pecamos de eso.
—¿Orgullo?
—Sí— dijo secamente.
—¿Qué tiene de malo sentirte orgulloso del lugar en el que naciste, de tu nación?
—Nada.
—¿Entonces?
—Lo que creo que ocurre es que no recuerdan el verdadero significado de ser orgulloso, esa palabra es tremendamente engañosa y peligrosa Haruka. De ella nace la arrogancia y el pensamiento de superioridad, lo que nos lleva a realizar actos tremendamente inhumanos y crueles. Creo que del orgullo también nace la violencia, no deberíamos de usar esa palabra para hablar de nuestro imperio.
—¿No?
—Amar tu nación, no es lo mismo a sentirse orgulloso. Es sentirte honrado de ser parte de esta tierra, de nuestros orígenes y, obviamente, del sacrificio de las personas que ayudaron a unificar Japón. Amar a tu país no solo significa que debes de respetarlo y honrarlo, significa saber hacer lo mismo con los demás países.
—Parece que estoy escuchando al profesor hablar— dijo Haruka de forma juguetona.
—¿Y de quién es la culpa de que hable así? — respondió Shizuru.
Haruka no pudo contener la carcajada que la respuesta le había ocasionado, ni a Shizuru le importó que la gente volteara a mirarlos con reproche por el escándalo del muchacho. Al contrario, esos momentos junto al chico de cabellos cenizos valían la pena a pesar de su enfado.
—Creo que te vas a molestar contigo — el chico levantó el rostro de manera seria.
—¿Por qué me molestaría conmigo Haruka?
—Ese hombre con el que me hiciste disculparme, es de esas personas que olvidaron la diferencia del orgullo y el amor a la patria.
—¿Cómo dices?
—Hablábamos de Joseon, le dije que yo estoy seguro de que los ataques que se llevaron a cabo esta semana son producto de la falta de respeto que les tenemos.
—¿Ya te enteraste?
—Sí, no puedo creer que civiles inocentes tuvieran que pagar los platos rotos.
—¿Hablas solamente del bando nipón?
—No, hablo de los trabajadores coreanos que estaban en esa residencia. Mamoru me dijo que las cosas se están poniendo peor cada día.
—¿En qué sentido?
—Los coreanos consideran traidores a las personas que trabajan con japoneses o para japoneses.
—Eso es terrible— dijo angustiada.
—Somos parte del mismo imperio, Joseon es una extensión de nuestro amado país y, ellos no se sienten parte de él. Coincido en que se les dio el honor de ser parte de Japón, pero ellos no lo entienden, solamente compartimos con ellos nuestras bendiciones, los avances tecnológicos y la fuerza de nuestra milicia. Les enseñamos a administrar sus tierras, los hemos invitado a formar parte de la prosperidad del imperio. ¿Por qué no lo entienden?
—Porque estamos imponiendo nuestra visión de la vida, en Joseon tienen otra forma de ver las cosas. Es cierto que los ayudamos a ser independientes de China y, ellos nos pidieron ayuda. Sin embargo, la tan alabada materia sobre el cambio de nombres coreanos es tan injusta e invasiva, no hay respeto a los habitantes de Joseon en ese sentido.
—Yo pienso lo mismo Shizuru, pero son órdenes del emperador, él cree que eso es lo mejor.
—Y su sabiduría es infinita— respondió la chica, mientras que Haruka asentía y Shizuru realmente se cuestionaba todo lo que de pequeña le habían enseñado. ¿El emperador podía ser una deidad? No parecía lógico, si era honesta, no lo era.
—¿Qué te parece si cambiamos el tema? — animaba Haruka.
Shizuru sonrió con un dejo de melancolía, pues el joven ya estaba llegando a la conclusión de que ella se cuestionaba ciertas cosas. Al menos Shizuru tenía la opción de cuestionarse, pero Haruka no podía darse el lujo, pues era un militar y ellos debían de obedecer ciegamente cualquier decreto dado por sus superiores. Si el gran mariscal le pedía saltar en una pierna, debía de obedecer al emperador, nadie podía contradecirlo.
—¿Sobre qué deseas hablar?
—Supe que entraste a la universidad y te convertirás en una de las mejores sopranos de la historia ¿no?
—Qué tonto eres, para eso primero debo de ser una excelente cantante.
—¿Desde cuándo te hiciste tan humilde? ¿Quién eres tú y dónde dejaste a Shizuru?
—Haruka deja de ser tan pesado— lo soltó.
—No te molestes de nuevo— corrió tras ella —. La verdad es que creo en ti, en tu capacidad, el amor que tienes por la música y el profesionalismo que tendrás cuando termines tus estudios.
Shizuru que todavía le daba la espalda a Haruka sonrió al escuchar las palabras del chico, no iba a negar que realmente buscaba los elogios por parte del de ojos verdes. Pero no podía ser tan obvia, así fue como llegó a la conclusión de que forzaría un poco las cosas para escuchar el hermoso pensamiento del muchacho.
—¿Haces gala de tus dotes de don Juan? — siguió caminando.
—Claro que no, ¿por qué siempre piensas que voy de casanova por el mundo?
—Porque te conozco.
—Viajo para aprender estrategia militar con nuestros aliados, no para estar sumergido entre las faldas de las extranjeras— dijo serio.
—Sí, te creo— se burlaba.
—Yo solamente tengo ojos para ti— dijo tiernamente.
—¡No puedo creer que pienses que voy a caer por esa, Haruka! — se giró para reclamarle.
—¿Me sabes algo?
—Bobo— reía — ¿No me prometiste comer una nieve?
—Tú me llevarías al mejor lugar y yo pagaría, pero hemos caminado demasiado y no veo tan magnifico sitio de nieves.
—No conozco alguno.
—¡Ey! Me engañaste Shizuru.
—Solamente deseaba caminar a tu lado.
—¿Sucede algo?
—Si tienes conocimiento de esos ataques en Joseon, significa que debes irte de nuevo.
Haruka volvió a notar que la mirada de la chica se llenaba de melancolía, a él no le agradaba ver ese tipo de escenas. Se sentía desanimado al saber como la hacía sufrir a Shizuru, cosa que le pesaba en el alma.
—Lo supe por esto— dijo Haruka golpeando su cabeza con el periódico.
—¿Qué?
—No han dicho nada a mi pelotón.
—Pero dijiste que Mamoru te había comentado…
—Que las cosas están complicadas, es cierto, pero no lo hizo como mi superior. Lo dijo mientras desayunábamos en la mañana, fue una charla entre amigos. No como capitán y subteniente.
—¿Lo prometes? — soltó Shizuru feliz.
—Claro.
Shizuru se volvió a colgar del brazo del muchacho, no podía esconder la felicidad de la noticia que le daba Haruka. Si no se iría, entonces podría disfrutar más tiempo de su compañía y seguramente si el capitán Chiba no le había dicho nada, significaba que el pelotón del de cabellos cenizos no había sido tomado en cuenta para partir a Joseon.
—Entonces tenemos tiempo, podemos buscar el mejor lugar de nieves de la ciudad.
—¿Hablas de probarlos todos? — respondió divertido y curioso.
—Por supuesto.
—Cuenta conmigo.
—Perfecto — comenzaron a caminar —. Dime, ¿cómo te fue en Londres? Llegaste sin conocer palabra alguna de ese idioma, ¿pudiste entender lo que te explicaron?
Haruka miró al cielo para meditar un poco en las palabras que utilizaría con Shizuru, se le había dificultado ese tema, pero era tan orgulloso. Ahora sí aplicando la palabra correctamente que se decidió en aprender lo que pudiera del idioma. No tuvo muchos problemas en hacerlo, pues él era un chico inteligente. Lo que a Haruka se le había complicado era la vida londinense, no podía dejar de percibirlos como…
—Son gente inmoral.
—¿Qué?
—Te quieren meter su religión hasta por la comida, por eso digo que son gente inmoral. Porque te hablan de su dios y la salvación, que para él todos somos iguales, pero apenas sales a las calles, puedes ver la pobreza y la desigualdad entre el mismo pueblo. Si la gente menos afortunada se les acerca para pedir algo de comer, los miran como si fueran excremento.
—¿Nosotros somos diferentes con la gente de Joseon?
—Es cierto, también debemos de cambiar eso, no somos igual que ellos. Digo, venimos de tiempos de guerra, conocemos la pobreza y escases. Nos apoyamos, creímos en el emperador y mira la prosperidad que tenemos ahora.
—Pero…
—Lo que debemos de hacer es que tanto aquí como en Joseon se tengan las mismas posibilidades, eso se logra con la educación. Si nuestro pueblo puede estar alfabetizado, podrán desenvolverse, obviamente no deberíamos de quedarnos en ese terreno Shizuru. Hay que formar gente crítica, que aporte a nuestro imperio con pensamientos de unidad, no separatistas.
—Fuiste a Francia, ¿cierto?
—Sí, de ellos extraño la comida… No creo tener mayor afinidad con ellos, la lujuria es parte de su día a día. Era demasiado para mí.
—Claro.
—Que sí, la verdad es que el francés es más difícil de aprender que el inglés, pero es un idioma bastante hermoso.
—¿Te fue de utilidad aprender de su milicia?
—Sí, eso es lo que respeto de ambos países. Tienen un sentido fuerte de amor a su patria, realmente no ven a la monarquía como nosotros con el emperador.
—¿Eso es?
—El emperador puede equivocarse porque no es divino, es un ser humano. Creí que habías notado la burla cuando dije que el emperador cree que lo que piensa es lo mejor.
—No puedo creerlo, te hicieron crítico en occidente.
—Mi padre no estará feliz con eso ¿no crees?
—Seguramente.
—Ayer discutimos sobre eso, en Inglaterra y Francia mueren por amor a su nación, no por amor a sus monarcas. Realmente han comprendido que un militar defiende a su nación, no a su regente, es decir, no a un solo individuo como nosotros pensamos o su honor, sino que defienden a su pueblo, su tierra, su identidad.
—La verdad es que pienso lo mismo, el emperador no tiene un origen divino, es alguien como tú y como yo. Si queremos ser diferentes con los habitantes de Joseon, deberíamos de dejar de pensar eso y ver las cosas como son.
—¿Cómo?
—Tenemos fanatismo por el emperador.
—Mi padre nos mataría por decir estas cosas.
—Así es.
—Dejar de ver al emperador como alguien divino, es esencial para que podamos parar las guerras sin sentido.
—Como en el pasado, venimos de uno con demasiada sangre en esta tierra.
—Sangre de compatriotas que codiciaron el poder para ellos, no pensaron en la nación. Por eso comprendo que estamos haciendo las cosas mal con Joseon.
—Así es, repetimos el pasado, eso quiere decir que no aprendimos nada.
—Tristemente eso parece.
—Es Haruka.
—Tienes razón.
—Me alegra que seas otro tipo de militar.
—Gracias.
—Haruka.
—Dime.
—Estarás conmigo en mi primer día de clases.
—Eso espero.
—¿Esperas? — reprochó.
—Chiba me dijo que el general quiere hablar conmigo.
—Eso no me da buena espina— Shizuru de nuevo se sintió mal.
—Yo creo que desea saber todo lo que aprendí en Francia e Inglaterra, es todo.
—¿Entonces por qué esperas estar conmigo? No es una afirmación, estás condicionando las cosas.
—El general podría hacer que dé clases en alguna academia, si estoy ocupado con los cadetes, no podría llevarte. Esa es la razón por la que condiciono mi asistencia ¿entiendes?
—¿Y cuándo debes de verlo?
—Pues… — observó su reloj.
La chica miró al chico hacer una mueca un poco predecible, se acababa de dar cuenta de que no les quedaba mucho tiempo juntos. La cita con el general sería pronto y él ni vestido con su uniforme estaba, había pasado por ella a su clase de canto. Seguramente creyó que tendría el tiempo suficiente para pasar una tarde a su lado, pero la plática había sido tan amena que no se dio cuenta de que se le hacía tarde.
—No estamos lejos de casa— dijo con un tono de comprensión que dejó a Haruka tranquilo.
—Te juro que te lo compensaré Shizuru.
—No es necesario, comprendo Haruka. Tienes un trabajo muy importante, debes de cumplir o te meterás en problemas.
—Gracias.
—No olvides tu promesa de comer nieve juntos hasta encontrar la mejor— decía caminando tomada del brazo de Haruka.
—Nunca.
El chico de cabellos cenizos caminó junto con la joven, ambos reían y platicaban de todo. Al notar que estaban frente al portón de una gran mansión, Haruka tomó ambas manos de Shizuru, posó sus labios en ellos para dejar un beso a manera de despedida. Ella sonrío y abrió el hermoso enrejado, pero aquella expresión se tornó en una llena de amargura al notar la forma apresurada en la que el muchacho caminaba por la calle.
—Ambos sabemos que no permanecerás mucho tiempo en Kanto Haruka — aseguró con tristeza.
Mientras tanto por las calles de la capital japonesa Haruka llegaba a su casa, sus trabajadores miraban inquietos al chico que buscaba su uniforme. El mayordomo tocó la pared de la habitación del joven para darle la vestimenta.
—Ni una arruga — decía poniéndose la chaqueta.
—El auto lo espera, si no se apresura llegará tarde a su cita con el general y el capitán.
—Lo sé — se acomodaba su gorra — es hora de dar mi informe.
—Amo, le deseo la mejor de las suertes.
Haruka sonrió ante el cumplido, marchó al encuentro con el chofer y esa sonrisa desapareció en cuestión de segundos. Miraba las calles de Tokio, intentaba estar sereno, pero su demora seguramente le traería problemas, sobre todo con su padre.
—Subteniente, hemos llegado.
—Gracias — respondió secamente.
Al entrar a los cuarteles del ejército imperial, caminó rápidamente y sin darse cuenta estaba frente a la mesa de la secretaria del general.
—Tengo una cita con el general de brigada.
—Pase subteniente, lo están esperando — comunicó la señora.
Antes de poner su mano frente a la perilla de la puerta el de ojos esmeralda acomodó de nueva cuenta su vestimenta.
—Lamento la demora — dijo al entrar — tuve un pequeño inconveniente de camino al cuartel y…
—Nadie quiere escuchar sus excusas subteniente. — respondió el general — Capitán Chiba, ponga al corriente a su subordinado del problema que tenemos en Joseon.
—Tome asiento subteniente… — indicaba el pelinegro y Haruka suspiro apenado, para después tomar su lugar — como le comentaba general, el atentado que sufrimos es una clara provocación por parte de esos insurgentes. Honestamente la fuerza del kenpeitai al mando de Kou no está dando los resultados que se han solicitado y esto solamente demuestra que deberíamos dejar a cargo de Joseon a alguien más experimentado.
—Los coreanos se creen muy listos, se burlan de nuestro glorioso imperio con este tipo de ataques. Opino lo mismo capitán, se necesita a gente experimentada para hacerles entender a esos insectos lo que pasa cuando se burlan del emperador y sus designios.
—Así es — respondieron Chiba y Haruka.
—Además… — el general miró a Haruka — hay traidores involucrados en estos hechos tan lamentables.
—Pensé que eran rumores — respondió el de cabellos cenizos.
—Y no lo son, oh no. Hay ratas entre nuestros compatriotas que viven en Joseon, perros que han traicionado a los suyos proveyendo a esos bastardos con ideas de libertad — siseaba con rencor y la mirada se clavaba más en Haruka, hecho que le estremeció el alma.
—General ¿tenemos idea de quienes conspiraron a favor de los insurgentes? — expresó calmado el subteniente.
—Pruebas, eso es lo que tenemos — llevó la mano a un lado de su escritorio de caoba — y con ellas la mejor oportunidad de escalar en nuestra armada jóvenes.
—¿Cuál es la misión? — respondía Chiba.
—Mi estimado capitán, para usted la misión es exterminar a los revoltosos coreanos — le extendió un expediente.
—Cuente conmigo.
—¿Debo partir con mi capitán?
—Subteniente, claro que se marcha con su superior…
—De acuerdo.
—Pero su deber es diferente al del capitán Chiba.
—¿Señor? — el hombre de cabellos oscuros miraba al general.
—Déjenos capitán, es hora de que nuestro subteniente sepa sobre su misión y le demuestre lealtad a nuestro imperio.
—Con su permiso — respondió Chiba que posó su mano sobre el hombro del chico de ojos verdes.
—Ahora que Chiba se fue… — dejó otro expediente sobre la mesa.
Haruka lo arrastró hasta él y al abrir aquel folder sus ojos parecían querer abandonar las cuencas.
—Debe ser un error.
—No lo es, tu misión es matarlos a todos… quiero que me traigas las cabezas de esos traidores, necesito ver tu uniforme bañado en su sangre y honrarás a tu familia.
—Yo… yo… no puedo… no puedo hacer esto que me piden… es… ellos.
—¿Sabe qué es más peligroso que las armas subteniente Tenoh?
—Las ideas mi general.
—¿Quiere seguir deshonrando a su padre?
—No mi general.
—Los Watanabe deben de morir subteniente, según recuerdo su padre le dijo que emparentar con esa clase de pensadores era un error y aun así siguió adelante con sus planes de compromiso con la señorita Watanabe ¿no?
—Sí mi general.
—Creías que no manchabas el honor de tu familia y ahora se te demuestra que tu padre tenía razón. Te rehúsas a cumplir con la encomienda que se te da porque tienes misericordia de tus futuros suegros.
—Son familia general.
—¡Son tu familia y no pusiste orden!
—Debe haber otra manera general, puedo comprobar que ellos no tienen nada que ver, pero por piedad, no me pida matarlos.
—¡Tenoh! ¿no eres un fiel servidor del emperador y nuestro glorioso imperio?
—Sí mi general.
—Sabías en lo que te metías al enlistarte, tu vida ya no es tuya, le pertenece al glorioso imperio japonés y si se te pide eliminar cucarachas lo haces — el hombre se acercó a Haruka y murmuró algo… — ¿queda entendido subteniente?
—Sí mi general.
—Quiero que parta a Joseon de inmediato.
—Sí mi general.
—Ah… Tenoh — dijo mirando directamente a los ojos del muchacho — no tenga misericordia y haga lo que deba, no dude.
—Yo traeré seguridad y paz a nuestro gran imperio.
—Vaya subteniente.
El canto del río serenaba a la muchachita de cabellos azules que sumergía un balde en el pozo de la comunidad. Eun-Yeong jalaba la cuerda para poder llevar el encargo que su madre le había encomendado, tener el líquido vital cerca de su ser, dejar el balde a un lado para después levantar su hermosa mirada…
—Malditos japos — decía al contemplar los campos de cultivo — este es nuestro suelo y ellos se llevan nuestros alimentos. Desgraciados, nos dejan con hambre mientras ellos llenan sus asquerosas bocas con manjares que nos pertenecen.
Sus ojos se posaban en cada una de las fincas de los japoneses, la colera que alimentaba su corazón crecía entre más recordaba que sus tierras le pertenecían al imperio nipón.
—Si tan solo pudiera sacarlos de nuestro país, si yo pudiera exterminarlos con mis propias manos. Sería divertido volarles sus estúpidas cabezas, una por una, a todos y cada uno de ellos — colocó sus manos como si cargara un rifle — bum, bum, bum… caería uno tras otro. Ser libres de esta ocupación, regresarle la paz a Joseon.
—Eun-Yeong — la chica voltea al escuchar a lo lejos aquella voz con la que pelea la mayor parte de tiempo.
—¡Aquí madre! — responde y camina para encontrarse con ella, sin olvidar el balde de agua.
—¿Qué demonio hace que demores tanto? Te dije que no me gusta que tardes tanto en el bosque. Algo puede ocurrirte, hay muchos bandidos ocultos en quien sabe dónde y…
—Los puedes ver bien madre — señala mientras pasa de largo.
—¿Qué?
—Que los japoneses no se ocultan, puedes ver sus fincas desde este lugar.
—Deja de decir estupideces — la mujer jalaba la oreja de su hija — ¿no te das cuenta del lío en que te puedes meter con el kenpeitai?
—Estoy candada de temerles, son unos desgraciados que nos roban y matan a placer.
—Ya deja de hablar de esa forma — golpeó su cabeza.
—No les tengo miedo.
—Esos hombres no se quedarán satisfechos con matarte, sabes las bajezas que comenten y no parará contigo ¿acaso no piensas en nosotros? Además, Mi-Suk está a nada de comenzar sus estudios, de alguna u otra forma nos estamos beneficiando de lo que pasa en Joseon.
—Solamente te preocupa ella.
—Claro que no, ambas me preocupan y tú deberías de pensar en tus estudios.
—Madre…
—¿Qué pensaría el profesor si te escuchara? Él te ha enseñado que la violencia no es la solución a los problemas y que estudiar es una gran herramienta para poder vencer estás atrocidades ¿no? Estaría tan decepcionado de ti.
—Sí madre — dijo triste.
—Hablando del profesor Watanabe.
—¿Qué pasa?
—Necesitamos que vayas a comprarle vegetales, aquí está la lista de lo que necesitamos para la verdulería.
—¿De verdad?
—Yo me llevo el balde de agua, necesito terminar de lavar la ropa de Mi-Suk. Tú ve a casa del profesor y no tardes… Me duelen los huesos, tengo un mal presentimiento.
—Ya estamos en la casa, fui por el balde de agua para la ropa de la pricesa, ahora quieres que vaya a casa del profesor ¿no crees que ella también debería de cooperar en esta casa?
—La orden te la di a ti no a tu hermana.
—Es injusto.
Un suspiro las hizo voltear a la puerta de la casa, un par de ojos azules aparecen del interior. Ya está cansada de escuchar las peleas entre su madre y hermana.
—Te dije que yo podía ir a la finca de los Watanabe madre, Natsuki debe de estar cansada.
—¿Cómo me llamaste? — responde la menor molesta.
—Ese es tu nombre.
—Tss… — se burla — ¿en verdad aceptarás el nombre que los japos nos dieron?
—Yo no quiero problemas con el imperio japones, será mejor que te acostumbres a nuestros nombres — dice la de cabellos aguamarina.
—Es que ese es el problema Mi-Suk, no deberíamos temerles. Al menos deberíamos de conservar nuestra identidad.
—Dentro de casa podemos llamarnos como nuestros padres nos pusieron. Pero en la calle, hermana, es peligroso. Me aterra pensar que te pueden desaparecer, yo muero si algo te pasa Eun-Yeong… Yo iré con los Watanabe ¿de acuerdo? Tú descansa.
—Hermana — le sonríe.
—¡Ey! Michiru tú debes de ir por ropa estilo occidental al centro, no queremos que tengas problemas en Tokio. Natsuki irá con los Watanabe.
—Padre — las chicas lo miran con miedo.
—Es una orden y tú, más te vale no tardar, tu madre tiene dolor de huesos ¿escuchaste?
—Sí — responde Eun-Yeong.
—No quieres estudiar fuera de Joseon, entonces vas con los Watanabe ¿oíste?
—Dije que sí.
La chica de cabellos azules arrebata la lista de manos de la madre y camina molesta por el sendero que la llevara a la finca del profesor Watanabe. De todos los japoneses que se instalaron en Gyeongju, la familia del profesor es la que los trata como iguales y no como gente inferior.
—Bueno, no es una mala idea. El profesor siempre me enseña cosas de utilidad y podré tomar un té con ellos.
Por qué no correr a la finca, será mejor y aprovechará el tiempo que se tarden en cortar las verduras frescas del campo. Mientras que ella podrá escuchar atenta a Watanabe, él sabe que su país cometió una gran falta al invadir Joseon. Como ella cree que los tratados de protectorado son una patraña, simplemente anexaron a Corea de una forma ilegal y si es sincera podrá verla.
—Kaori — suspira la chica.
—¡Natsuki! — saluda un trabajador coreano — en seguida anuncio tu llegada.
—Gracias — saluda la chica.
—¿Qué sucede? — grita una mujer de cabellos negros y brillantes, sus ojos también son color azabache.
—Señorita, la niña Kaioh ha llegado.
—Kang, ella es Kang y por favor, si va a anunciarme la llegada de Eun-Yeong hágalo con su nombre y no con el que le inventaron.
—Sí señorita Watanabe — dijo el hombre molesto.
—Ustedes no deberían de permitir estos atropellos a su identidad, son de carne y hueso como nosotros. No lo digo como regaño, quiero que recuerden quienes son.
—Sí señorita, le agradezco… es hora de retirarme — dice haciendo una reverencia.
—¿Qué te trae por la finca Eun-Yeong? — dice sonriendo.
—Ah, mis padres necesitan verduras, tengo la lista.
—Ya veo… señor, se puede llevar la lista y surtirla.
—Será un placer — luego de tomar la lista el hombre desaparece entre los jardines de la finca.
—¿No te apetece tomar un té conmigo mientras esperas?
—Claro… pero… ¿el profesor no se encuentra?
—Se encuentra con Yiu-Jin, están haciendo una inspección en los cultivos.
—Oh…
—Pasa.
Las chicas se acomodan en la sala de la finca, donde una mujer les sonríe y les lleva un par de tazas.
—Señorita Kaori, la noto un poco preocupada.
—Pensé que lo estaba ocultando muy bien, pero tú me lees como si fuese un libro abierto — rio —. Es mi hermano, él se encuentra en Tokio, estoy preocupada. Las cosas en Japón están saliéndose de control, todos los que pensamos diferente son cazados y arrestados. Si los militares se enterasen de que tenemos ideas igualitarias, seguramente nos meterían a la cárcel. Mi hermano menor me preocupa porque tiene a los militares a la vuelta de la esquina.
—¿Ustedes también corren peligro?
—Eun-Yeong, todo ser que no se crea las patrañas del gobierno está en peligro… pero no todos los militares son así.
—¿No?
—Mi prometido, él es un hombre misericordioso que nunca actúa de manera injusta. Estoy segura de que, si mi hermano corriera peligro, él lo ayudaría a escapar. A todos nosotros, lo sé, mi corazón jamás sería traicionado por él.
—Su semblante cambió, debe de estar muy enamorada de él.
—Sí — se llevó las manos cerca del vientre — muy enamorada de él.
—Allí se ve el sombrero del profesor — dijo Eun-Yeong intentando evitar que Kaori se diera cuenta de su tristeza. Enamorarse de una japonesa, qué locura.
A la distancia en el campo de cultivo se encontraba Shinji Watanabe con su capataz Yiu-Jin, ambos contemplaban la tierra y lo que con tanto esfuerzo estaban cosechando. El padre de Kaori era un hombre con cuerpo atlético y un cabello negro que comenzaba a pintarse de blanco, su bigote le daba porte de intelectual, más que de agricultor y sus ojos reflejaban la bondad de sus sentimientos.
—No cabe duda viejo amigo, este año será mejor que el pasado — palmeaba la espalda de su capataz quien sonreía ante la manera en la que su jefe le hablaba.
—El mejor mi señor.
—Vamos, ya hemos hablado de lo mucho que odio que me llames de tal forma.
—Señor Watanabe, ¿le parece mejor?
—Un poco.
—Ya que hemos visto las hortalizas, creo que lo mejor será que nos cercioremos de los frutos, sobre todo de las sandías.
—Estarán frescas y jugosas Yui-Jin, no tengo duda alguna.
—¿Me acompaña señor?
—Vamos.
Ambos caminaron hacia el huerto de las sandías, mientras que Watanabe se ajustaba el sombrero, sudaba a chorros. Yui-jin que estaba acostumbrado al calor de la región, simplemente se sonreía al notar que su jefe todavía no se acostumbraba al sofocante calor de Corea.
—Japón ¿no es tan caluroso?
—A estás alturas Yui-Jin, no lo recuerdo y si te soy honesto, no quiero recordar mi nación. Hacen las cosas mal, vienen a saquearlos… espero no hacer lo mismo.
—No mi señor, usted jamás nos ha dado precios injustos o comida que era para tirar, nos vende con justicia y las verduras más frescas. El respeto que nos tiene, mi señor, eso es lo que nos hace serle fieles y protegerlos. Así como no todos los japoneses son malos, no todos los coreanos somos víctimas. No olvide a los traidores que vendieron su patria al emperador japones, no hay buenos y malos, es como dice profesor, solamente hay malas decisiones y pensamientos individualistas.
—Es bueno saber que no me ves como un enemigo Yiu-Jin.
—Jamás mi señor, por el co…
—¡Patrón! — gritaba un pequeño trabajador de la finca — ¡patrón! — se acercaba moviendo las manos desesperadamente — ¡patrón!
—¿Habrá problemas con los demás cultivos?
—No lo creo señor.
Los hombres caminan al encuentro con el niño y entre más se acercan notan la desesperación en su rostro. Luego notan que su piel que siempre ha sido bronceada está más pálida que un cadáver.
—¿Qué ocurre pequeño? — le dice Watanabe.
—Viene la muerte patrón.
—¿Qué dices?
—Los militares, hay una armada que camina directo a la finca, son muchos… son los japoneses patrón.
—Cálmate ¿es el kenpeitai?
—No patrón, son los militares.
—¡Militares! — Shinji se quita el sombrero, el sudor que ahora brota de su frente no es por el calor, es por el miedo — ¿qué querrán? Yiu-Jin, corre a la casa, avisa a mi familia que deben de esconderse, esto no pinta nada bien.
—Patrón, uno de ellos es la misma muerte. Cabalga un corcel negro como la noche y los ojos del jinete parecen brillar como las brazas de un fogón. Tengo miedo, yo apenas los vi, vine a avisarles.
—Vete a casa — Shinji empuja al infante — corre y no voltees, no importa lo que escuches y escóndete. Ya sabes el camino.
—Patrón — llora el niño.
—Vayan, yo los distraeré lo más que pueda.
—Yo protegeré a su familia señor.
—Yui-Jin, apenas avises a mi familia escapa de esta finca, pide a los trabajadores que se vayan de aquí. No correrá sangre en mi tierra, no de gente inocente.
El capataz asiente, con el alma destruida ya se imagina lo que los militares imperiales vienen a hacer en la finca. Luego se da la vuelta y corre para advertir a la esposa e hija del profesor, no ve a la dichosa armada, pero su pecho empieza a calentarse por la carrera que ha dado y al ver las puertas de la casa, no piensa ni en quitarse los zapatos.
—¡Mi señora!
—Yiu-Jin ¿qué modales son estos? Entraste sin quitarte los zapatos.
—No hay tiempo para la educación mi señora, sus vidas corren peligro, el pequeño Lee ha visto a los militares imperiales. Vienen camino a la finca, el señor ha dicho que todos los empleados deben de irse y me ha encomendado esconderlas en el refugio señora.
—Llévate a Kaori, yo me quedo con mi esposo.
—Señora Mirai, no puede, el señor.
—Sospecharán si lo ven solo ¿no entiendes? Que mi hija se salve y ustedes, corran no se queden en este lugar que ahora huele a muerte.
—Yo me quedaré también madre, seguramente han dicho que somos traidores, moriré defendiendo mis ideales.
—Hija, tú debes de irte y pedirle ayuda a Haruka.
—Seguramente serán indulgentes por eso mismo, pero nos quitarán todo lo nuestro. En Joseon o en Japón, correré el mismo destino que ustedes.
—Kaori, mejor ven conmigo yo puedo sacarte de este lugar — dice Eun-Yeong decidida a ayudarla.
—No, en ese mueble hay libros que te servirán para que puedas estudiar, libros que mi país jamás le proporcionará al tuyo. Lo que no quieren es gente que piense, la revolución siempre empieza con la intelectualidad y los ideales, la crítica nos hace ver más allá de lo que nos pintan. Tómalos y vete, ese es el único regalo que te puedo dar por el momento.
—Pero…
—Todo saldrá bien, seguramente nos azotarán públicamente y no pasará de eso.
La muchacha, simplemente toma los libros y mira a Kaori con miedo, preocupación y angustia.
—Por aquí — Kaori la toma del brazo a un pasaje escondido entre los libreros — este túnel te llevará lejos de la finca, pase lo que pase no regreses ¿de acuerdo?
—Kaori…
—No hay tiempo.
—Me quedaré con ustedes a darles la cara, ellos no podrán contra nosotros si nos unimos. Yo puedo matar a unos cuantos de esos malditos y… — el rostro de Eun-Yeong sse gira con violencia y luego sus ojos verdes miran a Kaori.
—No digas tonterías, debes irte o la llama de la independencia de Corea se morirá sin ti.
—Kaori…
—Prométeme que vas a ser una gran líder Eun-Yeong, muchas veces el combustible a la libertad es la sangre que se derrama en los campos, pero provoca una llama que es difícil de apagar y quienes sobreviven a la carnicería pelean con más fuerza. Sé que hoy ese combustible encenderá tu llama y la mía.
—Tú debes de prometer que todo estará bien.
—Lo estará… Tu rostro debe de permanecer en secreto, no rebeles nunca quién eres y cuando pelees con ellos deja de ser Eun-Yeong, que piensen que eres uno de ellos, se Natsuki Kuga. Recuerda no exponer a tu familia ¿entiendes?
—Sí, prometo ser prudente e inteligente para que ellos no se esperen los golpes que daremos.
—Bien.
—Yo ayudaré con esta independencia Kaori, lo juro.
—Vete que no hay tiempo — le suplicaba al escuchar los pasos de la armada cada vez más cerca.
El brillo del charol oscuro destacaba del polvo, la armada del ejercito imperial estaba frente a la puerta de la finca.
—Búsquenlos — decía el jinete.
Las puertas de la puerta se abrieron violentamente, en la sala no hay un alma y comienzan a tirar todo lo que se encuentra a su paso. Destruyendo retratos familiares, los muebles y rompiendo las ventanas.
Por el pasillo que lleva a la escalera de las habitaciones corre una horda de militares buscando como depredadores a sus presas. Todos tienen una mirada fría que te pone la piel de gallina.
—Aquí está la perra mayor — dicen al ver a Mirai guardando ropa.
—No hay necesidad de las ofensas, estoy lista para que nos lleven al juicio en casa.
—Nos alegra saber que está detenida.
—Era de esperarse.
—Perra engreída — dice uno de ellos que saca su arisaka tipo 30 y la golpea en el rostro haciendo que la sangre comience a brotarle de la frente.
—El juicio lo tendrás aquí zorra de mierda — el otro militar la toma del cabello para arrastrarla.
Los gritos de dolor de la mujer le rompen el alma a Shinji que ya se esperaba que su mujer quisiera acompañarlo en esa desgracia. Mirai siente el calor del sol, cierra los ojos al salir del umbral porque le lastima la visa. Aquel soldado que la jalaba del cabello la arroja a la tierra, la señora Watanabe levanta la mirada puede ver a su marido, algunos trabajadores y…
—Haruka, tú no hijo… no tú… — le dice con un nudo en la garganta.
Mirai puede ver un mar de sentimientos en los ojos de su futuro yerno, pero el corazón se le paraliza al notar que en ellos destacan la ira y el odio.
—Encontramos a una de las perras subteniente.
—Perfecto — responde Tenoh y lleva su mano a un costado, el soldado sonríe al verlo desenfundar su nambu tipo 14, una pistola propia del ejercito imperial. Haruka apunta sin temblar y dispara. Todo se queda en silencio… — ¡qué quede claro una cosa! Quien esté bajo mi mando no deberá olvidar los modales como este pedazo de mierda, son traidores, pero ella es una dama, no queremos que digan que nuestro ejército no tiene modales.
—Sí señor — responden al ver a su compañero con un hoyo en la sien del cual brota la sangre.
—¿Dónde está Kaori?
—No la encontramos en la casa señor.
—¿Cómo es posible que una civil sea más ágil que ustedes?
—No hay nada en los campos o en la casa señor.
—¡Rodeamos la casa y no hay rastro de ella! — grita molesto — Buenos para nada…
Haruka al fin baja de su caballo, se lleva las manos detrás de la espalda, entra a la casa y comienza a vagar por ella, llegando a la sala.
—Té… — toca las tazas — están tibias… ¡Soldado!
—Sí subteniente — un hombre se cuadra.
—No está lejos, seguramente escapó con una de las ratas. En esta casa debe haber un túnel o algo para escapar de nosotros, los traidores son predecibles. ¡Búsquenla! Hoy no dejaremos que las brazas de una revolución se esparzan ¿entendido?
—Sí señor.
«Esto no se los perdonaré, no habrá piedad para los traidores» se repetía Haruka una y otra vez… su puño se tensó y al notar que estaba a nada de perder el control comenzó a respirar para serenarse. Debía dar un golpe rápido y certero, debía honrar a su familia… debía honrar a su nación… debía…
—No hay nada más bello que la música — decía el subteniente deslizando su mano sobre el piano de los Watanabe.
A lo lejos Eun-Yeon se detiene al escuchar una pieza de Chopin y su corazón se detiene al reconocer la pieza. Aquel hermoso estudio n°3 del opus 10…
—¿Qué rayos traman esos malnacidos? — dice mientras comienza a escalar un árbol, el más grande y frondoso que puede encontrar — es mejor esconderse a correr, no soy lo suficientemente rápida y ellos no tardarán en encontrarme si hago eso. Si me escondo entre la copa de los árboles quizá tenga la suerte de salvarme… Kaori… Ay no, las cosas no se ven bien, los tienen rodeados.
—El subteniente tenía razón — escucha no muy lejos.
—Esa rata es lista — se ríe otro soldado — sabía que daríamos con su pasaje secreto… silencio, escuchemos si corre.
La chica de cabellos azules se queda petrificada, quien toca desde la casa de los Watanabe es alguien con mucha experiencia.
—Tienes razón, la rata es lista. Dispara a los árboles, debe de estar en uno de ellos.
—Como cazar aves — se mofa —¿escuchaste rata? Te vamos a encontrar y nos vamos a divertir contigo.
—¿Qué prefieres? ¿Hombre o mujer?
—En este punto me da igual, dispara, pero a herir no a matar… lo que se a que caiga le penetraremos el culo.
—Tienes razón, solamente lo sabremos nosotros, pero si es mujer podemos usar ambos ¿no?
—Sí, esperemos que sea mujer — dicho esto comenzaron a disparar.
La chica cierra los ojos, reza a todo lo que pudiera escucharla para que ningún impacto de las balas la pueda herir o matar. Pide que no den con su árbol o esos animales la ultrajarán si sobrevive.
—¡Dejen eso idiotas!
—Vamos, es divertido.
—El subteniente nos dijo que matáramos ratas, no que gastaran balas. Regresemos, no hay nada en este lugar.
—Idiota — murmuran y ella agradece al cielo.
—Kaori — se lleva las manos a la boca al ver a lo lejos que los soldados la han capturado.
Haruka en la casa estaba deleitado con su interpretación, uno de sus soldados mira como el hombre de cabellos cenizos toca con los ojos cerrados. Ese es un extraño ritual para deleitarse antes de cumplir las órdenes que le encomendaron.
—Subteniente, han encontrado a la señorita Watanabe.
—Tráiganmelos — pide sin dejar de tocar.
Escucha al soldado dejar la habitación mientras que la fuerza con la que toca las teclas es cada vez más agresiva. Hace unos días había recibido la orden de matar a su prometida y su familia, tuvo miedo no pudo ocultarlo. Al salir de Japón rumbo a Joseon el miedo se transformó en ira, pues no podía creer que lo hubieran traicionado. Odio por todo lo que le estaban obligando a hacer y ahora ese sentimiento le daba la fuerza para terminar con la gente más desagradecida de la tierra.
—Haré lo que deba y no dudaré.
—Señor — le dicen mientras toca de forma más delicada, falta muy poco para terminar su pieza — aquí están, arrodillados ante su merced.
—Ustedes han traicionado a su imperio — dijo fríamente antes de mirarlos, luego se levanta y acomoda su uniforme — atentaron contra el emperador y lo peor de todo… atentaron contra mí.
—¿Contra ti? — respondió Kaori herida al ver los ojos de Haruka, ellos estaban llenos de odio.
—Sí, contra mi confianza. Les di la oportunidad de tener una vida tranquila, les di un hogar en esta tierra de nadie ¿y así me lo agradecen? Traicionando al imperio, traicionándome. El emperador ha dicho que deben pagar con su vida por la traición que han cometido. Todos deben de morir el día de hoy.
—Haruka, piensa un segundo — dice Watanabe — si lo que quieren es dar una lección, mátame y deja a mis empleados en paz. Te pido que dejes que mi familia tenga un juicio, pagaran encarcelados… quítame la vida, no la de ellos. Déjalos tranquilos.
—Hoy le enseñaré a los traidores el precio de hablar contra nuestro imperio, nadie volverá a tener el valor de darle la espalda a su nación y menos por la gente de Joseon.
—Piedad Haruka, ten piedad por los inocentes, por mi mujer, mi hijo y por la mujer que amas. Yo sé que eres un hombre de bien y podrás perdonar, ser indulgente, te lo suplico.
—Despreciable… — dijo con odio — el día de hoy no habrá prisioneros o misericordia.
Ese momento tanto para Shinji, Mirai y Eun-Yeong a la distancia se hizo eterno, aquel militar con ojos de demonio volvía a sacar la pistola y la apuntaba sin miedo. El sonido del disparo, el grito de los Watanabe era desgarrador, mientras que un cuerpo golpeaba el piso de la casa.
—Yo me encargo de los traidores, ustedes maten a los empleados. Quiero que en este campo se convierta en una lección, báñenlos con la sangre de los trabajadores. No quiero bajezas, solamente mátenlos, no soporto el olor de este lugar.
—Sí señor — respondieron antes de romper filas.
—¿Cómo pudiste Haruka? — lloraba la señora Watanabe.
—Esa es la única misericordia que puedo mostrarle a Kaori, debería torturarlos a todos… Me pidieron la cabeza de los señores Watanabe, un buen soldado cumple órdenes — dijo al desenvainar su katana y levantarla contra la mujer.
—¡No! — de nuevo los gritos del señor Shinji le rompían el corazón a Eun-Yeong, ella era un testigo mudo de la matanza de los militares japoneses. Los trabajadores eran cazados y fusilados sin piedad, incluso el pequeño Lee estaba entre las víctimas.
—Yiu-Jin y Seung — se lamentaba — malditos.
—¡Subteniente! — gritaban y la chica lo vio salir limpiándose la cara con un pañuelo — Son los más cercanos al traidor— el asesino de Kaori levantaba la mano, pero no podía escuchar más allá de los gritos que por momentos daban los soldados a su superior. Eun-Yeong ya sabe como va a terminar aquello, lo mejor es escapar antes de que la encuentren.
—Jamás olvidaré tu cara desgraciado, eres un demonio, un demonio— dice para ella jurando vengar a la familia y a la persona que más amó.
Haruka estaba frente a los dos, los miraba detenidamente…
—El de la izquierda ¿cuál es tu nombre?
—Seung señor — decía sin miedo.
—Ah… Fantástico… Arrodíllenlo.
—¡Señor! — gritó.
—Yiu-Jin… — se acercó al capataz — la mano derecha de Watanabe… ¿qué harías si te dijera que ese que está arrodillado fue quien traicionó a tu señor? — Haruka se acomodaba su gorra militar.
—Destruirlo — dijo lleno de rencor.
—Entonces, podemos llegar a un trato Yiu-Jin. Mata al sapo y yo te perdonaré la vida o puedes reusarte, así yo podré matarte junto con toda tu familia— el militar extiende su pistola al capataz.
—Sin misericordia y sin prisioneros — dijo Yiu-Jin antes de jalar el gatillo.
—Me encantas… — puso su mano sobre su hombro — bienvenido a mi pelotón de mercenarios Yiu-Jin — Haruka escucha algo a lo lejos y puede notar a una persona de cabellos azules correr.
—¿Quiere que elimine al testigo señor? — responde Yiu-Jin.
—¿Debería creer en ti? — se burla Haruka.
—Hoy aprendí que ni los coreanos deben tener perdón señor, traidores son traidores y yo juro servirle sin bacilar si usted me promete que mi familia estará protegida.
—Tienes mi palabra, pero hoy… — dijo sonriendo de una forma aterradora — dejemos que llegue a casa, mis hombres no notaron su presencia. Será un gran rival, esa persona debe de madurar tanto como yo.
—¿Por qué?
—Aquí es donde empieza la diversión Yui-jin— lo abrazo por los hombros.
—Subteniente — interrumpieron.
—¿Qué?
—Es el señor Taiki, está al teléfono de la finca.
—Ah… — Haruka se dirigió de nuevo al interior del lugar pasando sobre el cuerpo de Shinji — dime Taiki.
—El menor de los Watanabe acaba de morir Haruka.
—Perfecto, tienes la evidencia.
—Cayó al mar, los hombres del general me vieron dispararle.
—¿Y el cuerpo?
—Lo están buscando, no deben tardar en encontrar al muchacho.
—Bien, nos veremos pronto— colgó — pongan las cabezas de los señores en bolsas, el general las quiere.
—¿Y la señorita?
—Quemen su cuerpo y esta finca, quemen todo, que no quede rastros de esta familia — dijo caminando cerca del cuerpo de Kaori — ya hemos terminado — se agachó para tomar algo del bolsillo de la chica.
—¿Podemos llevarnos cosas valiosas?
—No… esto era mío, así que regresa a su dueño — respondió guardando un reloj de bolsillo en su pantalón.
Continuara...
Chicos aquí tienen la historia que le debía a uno de los lectores, la verdad es que estos capítulos serán largos y mensuales, no porque no quiera trabajar en él, sino por la investigación que debo de hacer en algunos hechos. Recuerden que a pesar de estar basada en un terrible episodio de la realidad, muchas cosas serán llevadas al extremo para dar ese dramatismo en la historia. Acá no juzgamos nada, solamente es un tema que el lector me pidió, un tema de guerra y bueno acá está el primer capítulo.
Ya saben cualquier comentario o crítica es bien recibida, es mi primer crossover así que tengan un poco de paciencia conmigo ja ja ja. Nos leemos pronto.
