Ni Sailor Moon, Mai-HiME o sus personajes me pertenecen, todo es obra de Naoko Takeuchi y Noboru Kimura. Esta es una historia basada en hechos históricos, algunas situaciones, personajes y organizaciones son ficticias; por tanto, con motivo de dar dramatismo a la lectura habrá exageración de algunos eventos. El escrito está hecho con el fin de entretener al lector.


«Plic, plac» se escurren las gotas entre las frágiles hojas de los árboles, la primera tormenta había pasado rápidamente. Ahora corría de otra, los grillos ejecutan esa mística canción con sus patas. La luna se refleja en los charcos y el fango, mientras aquella persona apenas puede distinguir su propio aliento entre el frío de la noche.

—¡Ah! — se distingue la voz agitada de un hombre que corre despavorido por el lugar. Su rostro está pálido y su cabello está mojado, no precisamente por la tormenta; en realidad se debe a su esfuerzo sobrehumano al correr.

«Tacatá, tacatá, tacatá» su respiración se acelera más y más, aquel sonido del demonio le recuerda que esta huida es casi imposible de lograrse. Sus ojos se mueven de un lado a otro cuando escucha relinchar a los caballos, cree poder distinguir a los demonios que lo persiguen. Cuernos, escamas, colmillos y fuego los bañan. Sin dudas son lo que todos cuentan, seres de ultratumba y no humanos.

—¡Por buda! —sale con el poco aliento que le queda y lleno de terror.

De entre los troncos se asoma el brillo del fuego esmeralda del líder, el mengu samurái oculta la mitad de su rostro y aun así puede distinguir la diabólica sonrisa que parece gesticular detrás de ella. Sí, este loco usa con orgullo su kabuto, las grandes ornamentas simulan los cuernos y la mascara deja al descubierto los ojos pareciera darle más propiedades de dragón. Es obvio, por eso le apodan el dragón esmeralda.

—¡Vamos, corre más rápido! Quiero soltar a los perros y me dejas la persecución muy fácil.

Se burla de él, acaso habla de animales entrenados por el ejercito o de los demonios de ojos carmesí que corren detrás de él. Ha escuchado por gente que los ha visto que son siete, ahora simplemente distingue a seis… es decir, sin contar a su desquiciado líder.

La mirada carmesí de sus secuaces le hace reconocer el verdadero odio, ¿por qué? Sus piernas comienzan a arder pues se acalambran, ese pobre cuerpo no podrá más pues está al límite de todo. Su pecho está en las mismas condiciones que las piernas y de nuevo sus ojos miran aquellas esmeraldas en llamas.

—¡Piedad! —grita y no hay palabras, la respuesta está grabada en los ojos esmeraldas del demonio que lo sigue. Miedo, ira, odio y sufrimiento se conjugan en él, una letal combinación para la persona que es perseguida sin tregua.

—¡Sigue corriendo escoria! —grita y comienza a carcajearse, es una locura. Está determinado en acabar con él, pero el galopeo de su corcel cesa—. Debo confesar que en mi infancia me encantaba jugar a las escondidas. No me haces divertido este juego, me aburres, así que lo haremos interesante ¿no les gusta el dramatismo señores?

Los escucha reír, esa forma macabra hace una hermosa interacción con el chillido de las patas de los insectos. Silencio…

—¿Qué pasa? —susurra al tiempo que detiene su carrera. No hay mas galopeo, ni sonido de pasos.

Busca frenéticamente por todas partes, sin embargo, no alcanza a distinguir a esos locos que lo buscan. Ahora piensa en la mejor ruta para despistarlos. Ellos se perdieron o lo rodearon, se intenta tranquilizar ante la idea de que esos lunáticos lo rodearan pues es algo imposible, ellos estaban detrás de él y su líder los paró.

Correr de frente, ir por la derecha o la izquierda…

—Vamos, piensa rápido —se dice metiendo aire en sus pulmones y afirma detenidamente. Correr a la derecha, inclina su cuerpo para comenzar de nuevo.

—No creo que te convenga —escucha la voz del dragón—. Tengo a uno de mis mejores tiradores esperando por ti en esa ruta, en cuanto te vea tus sesos quedarán regados en el lodo.

Si esa ruta no es la mejor, significa que lo engaña, quiere que vaya por la izquierda, lo mejor es continuar de frente.

—No, no —de nuevo—. Me temo que te van a disparar en la rodilla y te llevaremos con vida. Cosa que me apetece más, soy un fanático de entablar charlas con mis prisioneros.

«La izquierda entonces» piensa y comienza a caminar…

—Me encanta la decisión que tomaste, uno de mis hombres te espera con su pequeña katana desenfundada. Nos encanta ver el color de la sangre en ella, tu cuello ahora es vulnerable ¿sabes?

Detiene su andar ¿es mejor regresar por donde vino?

—Entrégate, es lo mejor que puedes hacer. Si regresas vas a volar, hemos escondido minas por la zona. ¿No es un juego divertido?

¿Un juego? Este sujeto está enfermo, ¿cómo le puede parecer divertido el terror?

—Entrégate, ya eres hombre muerto desde que te encontré y yo no me decido en ser piadoso o no. Últimamente he sido bueno con los traidores, te conviene que esté de muy buen humor. Pero si me desesperas… puedo ser el demonio que dicen que soy y eso me encanta. Si te sigues resistiendo me colmarás la paciencia, no morirás rápido…

—Maldito maniaco —le grita, pero no obtiene respuesta y el canto de los grillos se escucha de nuevo.

Al ver esa pequeña oportunidad le envalentona para volver a correr…

—Demonios —dice al sentir el golpe de su rostro con un objeto duro, levanta la mirada y su rostro se llena de pavor al distinguir los ojos carmesíes de los demonios—. No puede ser…— siente sus pantalones cálidos.

Llevan un casco negro, similar al de las imágenes de los libros de pinturas occidentales, pero combinados con los de los samuráis.

—Hola— dice el que tiene cuernos un poco más grandes que los demás, pero más pequeños que los del dragón—. ¿Me recuerdas?

—¿Cómo? —se deja caer al suelo—. Piedad hermano, piedad, es lo único que les pido, piedad. Podemos arreglar las cosas— pero esas palabras simplemente sirven para que las brazas del odio se reaviven.

—Gran demonio— comenta uno de los subordinados y el recién nombrado mueve su cabeza a la izquierda.

—Es hora, el capitán lo espera.

—No, no, no. Hermanos no me lleven con él, por piedad. No me entreguen a ese loco, por favor.

Tranquilo, esa era una manera de describir el andar del capitán Tenoh en la casa del traidor, se llevaba la mano a la cabeza para acomodar su rubia cabellera. Andaba de un lado a otro, mirando a la familia del sujeto, su mirada se clava en la mujer del hombre que solloza abrazando a dos de sus hijos. Los infantes seguramente no pasan de los tres y cinco años, casi siente lastima por ellos, ser hijos de un traidor. No hay peor deshonor que ese, se detiene al sentir una mirada pesada y sus ojos se van al otro lado de la habitación.

—Que intimidante— le dice y el adolescente de 12 años aproximadamente lo barre con desprecio—. Necesito un poco de música, pero en esta casa no tienen ni un fonógrafo. De acuerdo…

Tenoh comienza a silbar el nocturno número uno opus nueve de Chopin, la familia del sujeto se queda incrédula al notar que ese militar japonés tiene la frialdad de dar un espectáculo de esa naturaleza. Al mismo tiempo una calma invade su cuerpo, Haruka mira de reojo al chiquillo que lo retaba y lo ve cerrar sus ojos. Se está calmando, es mejor que las cosas sean de esa forma pues no quiere que los hombres de Yaten arruinen su operación.

—Capitán, he dejado a nuestros hombres en la casa de la otra rata —comenta Taiki y su capitán simplemente afirma sin dejar de detener la tonada.

El pequeño de 12 años mira a todos lados de su casa, ¿por qué ese hombre de cabellos cenizos silba? A un lado de la mesa puede contemplar el cuerpo de sus abuelos, un charco los rodea, los del kenpeitai les dispararon minutos antes de que apareciera el tal capitán. Mueve su mano en busca de algo y discretamente mira el pedazo de leña que está a un lado de su pierna.

—Asesino— grita el niño que se abalanza a Tenoh, pero se queda sin aliento antes de llegar a él.

—Basura de Joseon, ni siquiera lo intentes —el de ojos verdes se gira para ver la escena y nota al oficial de Yaten que patea al pequeño—. Pequeña mierda de corea, ustedes no son nada, solamente perros que nos sirven y sus mujeres son nuestras putas. Bastardo de mierda.

Taiki nota la molestia en su capitán, aborrece ese tipo de actos y él sabe que lo hacen para lucirse frente a él.

—Muchas gracias —comenta Haruka y esa sonrisa arrogante que le brinda lo asquea. Él ya se había dado cuenta de las intenciones del niño, lo iba a parar sin lastimarlo. La familia esa noche no era su objetivo y quería terminar con eso antes, estaba cansado. Ya tenía varias semanas persiguiendo a las ratas, y estaba a pasos de saber algo sobre Kuga—. Espero que no tengas que volver a ensuciarte por mi causa.

En ese momento Haruka levantó su mano, Taiki cerró los ojos y los gritos de la madre y los niños comenzaron a escucharse por la habitación.

—Capitán, odio que me llene de sesos de los elementos de Yaten— comenta Taiki fastidiado al limpiarse el rostro con su pañuelo, mira a su superior que baja un poco el rostro. Esa es la disculpa que le dará por el incidente.

—Se que ustedes entienden mi idioma ¿no? —cuestiona Haruka a la familia y ellos afirman—. Lamento mucho que los oficiales del kenpeitai sean tan vulgares, debo disculparme por las ofensas que recibió su pequeño. Por el momento estos señores son mis hombres y ya hicieron desfiguros en mi ausencia, lamento su pérdida —señala a los ancianos para luego estar frente al niño que hace un esfuerzo por recuperarse de los golpes.

Al ver las botas bien lustradas del capitán el niño cierra los ojos y luego siente como lo levantan de la ropa para arrastrarlo.

—En verdad lamento el desorden que hemos causado esta noche en su noble hogar— la mujer tiene a centímetros al rubio que se muestra sereno y amable. Nada que ver con el loco que acaba de asesinar a uno de sus compatriotas hace unos segundos.

—Acepto su disculpa— responde con temor.

—Gracias— sonríe.

La puerta de la casa se escucha al ser abierta y en ese mismo instante el semblante del hombre de ojos esmeralda cambia. No, ese es un demonio de nuevo y la mujer abraza a su primogénito.

—Mamá— dicen los tres que se aferran a ella con pavor.

—La rata ha llegado mi capitán —Yui-jin arroja al hombre.

En el piso temblando al darse cuenta de que está a merced del dragón esmeralda comienza a buscar con sus manos las botas del militar y al sentirlas le hace una reverencia.

—Su merced, disculpe mis faltas… yo no sabía lo que hacía, le juro que jamás volveré a traicionar la confianza que su divinidad ha puesto en nosotros. Somos gente inculta de Joseon, simples siervos del magnánimo imperio japonés y de usted su excelencia. Piedad para mí y mi familia.

—¿Para ti? —responde Tenoh.

—Sí su merced.

—Repugnante —lo patea para alejarlo—. Suplicar por tu vida antes que la de tu familia y ser una rata traidora.

—Ustedes —grita Taiki—. Busquen en esta casa documentos o pistas sobre la armada de honor.

—Sí teniente.

Taiki los mira salir, no van a encontrar nada porque son unos ineptos, pero es mejor alejarlos de ese interrogatorio. Sabe que los hombres de Yaten harán lo posible para llevarle información al de cabellos plateados, la rivalidad que siente por Haruka es terrible y entorpece sus intentos de capturar a Kuga.

—Vamos a charlar un momento— comienza Haruka sorprendiendo a la rata y a su familia pues habla el coreano fluidamente— ¿Dónde se esconde la armada de honor? Ambos sabemos que eres uno de los hombres más cercanos al líder de la resistencia. Dame la información que te pido y te mataré de inmediato. Miente y haré que sufras como jamás lo has hecho. Tu hijo ha demostrado ser muy valiente y digno de una muerte rápida.

—Señor le juro que no sé nada sobre el escondite, simplemente conozco el nombre del líder… es japonés como ustedes y su apellido es Kuga.

Ese nombre… el ceño de Haruka se frunce.

¡Cómo te atreves a ponerme el cañón de tu pistola en el rostro!

¿Qué pasa Kaori? ¿me odias?

Dices que atentamos contra ti y tú estás atentando contra tu propio hijo al poner esa arma frente a mi rostro.

¿Hijo? Por dios, piensa bien las cosas Haruka, haz lo mejor para él —suplicaba el señor Watanabe.

Lo mejor —aprieta más el arma—. Eso hago, dijo que fuera piadoso.

Dispara y harás que Kuga tome más fuerza para traer justicia a Corea, a mi familia, a mí y sobre todo a nuestro hijo. Pon esa bala entre mis cejas, harás que esté más viva que hoy y seré el tormento de tu vida. ¡Dispara Fujino!

No lo hará, primero muerto a permitir que eso suceda— disparó.

¡Qué clase de monstruo eres! ¿cómo pudiste matar a la madre de tu hijo? ¡A tu hijo!

Hago lo que debo, señor Watanabe…

Esas palabras, ese momento la sangre de Haruka vuelve a hervir y si esos ojos ya eran violentos, ahora parecen los de un ser poseído por el sufrimiento y odio. Las venas en la frente comienzan a saltar, todos en esa habitación notan que el militar aborrece ese nombre. Persona que sin conocer parece ser su peor enemigo.

—Le recomiendo que responda las preguntas de mi capitán, es lo mejor —Taiki también habla el coreano fluidamente.

—Yo no sé más, ella es la hermana de uno de los más cercanos a Kuga. Yo todavía no tengo su entera confianza para que me deje conocer su rostro —chilla de nuevo y se acerca de nueva cuenta a los pies de Tenoh—. Mi señor, mi mujer seguramente sabría quien es Kuga, la edad y la descripción del perro que traiciona al imperio, yo… no quería hacerlo, pero me forzaron. Piedad, se lo suplico… si me deja vivir, si me da esa oportunidad, lo serviré hasta el final. He visto que a quien llaman gran demonio es uno de los nuestros y me doy cuenta de quién fue la persona que delató a los japoneses que murieron calcinados. Yo… yo también puedo serle de gran ayuda.

—Ah… me sorprende que descubrieras toda la verdad…

—Se dice que Kuga era uno de los visitantes más frecuentes en la finca de los Watanabe y…

—¿Quiénes? —pregunta Tenoh con molestia, mercenarios de Haruka se miran de reojo. Yui-jin aprieta su puño y el teniente Kou lo detiene.

—Si lo matas perdemos la oportunidad de saber más gran demonio.

—No responde mi teniente.

—¡Quienes! —gritó colérico Tenoh.

—No sé quien sea, solamente sé que iban personas a esa finca, entre japoneses y coreanos. Los Watanabe eran amables con nosotros, siempre hablando de la insurgencia, la toma ilegitima de nuestra península y…

—¡Quiero el nombre de pila o la descripción! —grita el capitán que está cerca de la mujer y sus hijos, no recibe respuesta más que un…

—No tengo idea su merced.

—¿No tienes idea o no recuerdas? Son cosas muy distintas —jala al más pequeño de los hijos. El pequeño llora, mientras que Haruka lo aprieta a su cuerpo, el niño mira a su padre con terror porque el japonés acaricia su cabello. No lo hace con cariño, es algo frenético no hay buenas intenciones en el cuerpo del capitán.

—Mi cuñado, ya les di el apellido de mi cuñado. Él sabe quién es…

—Rata inmunda —regresa a hablar nipón—. Maldita rata incompetente, te burlas de mí, te atreves a mencionar el apellido de esa familia miserable y me escupes a la cara con tus lloriqueos de marica.

—¿Nombres? Nombres para su merced… de los nuestros, seguramente los que saben algo son los Kang, ellos fueron de las familias más ayudadas por esa familia miserable… sí, ellos saben algo… los llevaré a ellos, ahora usan otros nombres y los podrá reconocer por ser la familia…

—¡Cerdo traidor! —grita su mujer quien ha disparado contra su marido, el arma del oficial de Yaten estaba muy cerca y la ha tomado para herir a su esposo. Desafortunadamente el tiro no es fatal, pero logra hacer que él se calle.

—Sabes quienes son —Haruka la mira seriamente y le sonríe—. Tienes más pelotas que tu marido —dice caminando a ella y por el temor suelta el arma—. Me encanta, esta mujer me encanta.

—Puedes burlarte de mí, ustedes perros del archipiélago pueden venir a robarnos todo lo que quieran. Materia prima, alimentos, quieren robar la identidad de Corea y no lo logran. Por lo que matan a mis compatriotas, pero tenemos un mismo sueño, el mismo que los Watanabe y otros tantos japoneses nos han reforzado —Haruka le sonríe burlonamente—. Puedes reírte de nuevo perro japonés, nuestro sueño se llama independencia, nuestros cuerpos, mentes y almas vana pelear por ver nuestra nación libre. Veremos crecer a nuestros hijos como coreanos y no esclavos de ustedes. No conocen lo que es el honor, son lo más bajo de lo bajo, escorias imperiales.

—¿Nosotros somos unas bestias?

—Lo son.

—Que curioso… esta mujer habla de una unidad y hermandad coreana. Pero yo recuerdo bien Joseon antes de que llegáramos ¿acaso no había clases sociales? ¿no entre ustedes había esclavos? Tus amados compatriotas de la aristocracia e incluso los que podían tener alguno que otro ingreso se burlaban de la servidumbre ¿los protegías cuando sus amos los golpeaban o enviaban a asesinar a sus hijos porque las esposas no se dejaban abusar? Gran demonio ¿alguna vez fuiste testigo de esa hermandad coreana?

—No mi capitán, la señora olvida que nadie podía ver a los ojos a los carniceros porque crecimos pensando que ese oficio era lo más bajo. Incluso un esclavo tenía más derechos o era más digno de ser llamado humano que un carnicero.

—Sí, algo así recordaba… nosotros somos unos perros que vienen a robar sus recursos ¿no? A una pobre hermandad coreana que se despreciaba entre ella ¿no fueron los mismos coreanos de la aristocracia los que vendieron Joseon al mejor postor? A finales del siglo pasado no sólo estaba la legación japonesa en este país, los rusos, los estadounidenses también se encontraban aquí y nuestras naciones tenían el mismo interés en Joseon. ¿Quiénes fueron la mejor opción para esos hermanos coreanos? —la mujer se queda sin palabras—. Pero claro, el villano y ladrón es el imperio japonés ¿no? Buscas culpar a alguien de la situación que vive Joseon sin reconocer su papel en este dramático momento de nuestra vida. Me dices que no tenemos honor ¿ustedes saben el significado de esa palabra? Mira a tu marido, por unos cuantos yenes coreanos vendió a tu hermano, una de las manos derechas de Kuga. ¿Los une la libertad? Tu marido olvidó ese sueño cuando vio la plata… Ve esto pequeño —acaricia el cabello del niño y luego lo besa—. Nunca olvides los ojos de tu madre, eso es tener valor. Ese sueño que hermana a los coreanos realmente vive en ella, eso mi querido amigo… es el honor ¿lo alcanzas a percibir?

—Sí —responde en japonés.

—Dile que la amas por darte una hermosa lección de amor y no sólo fraternal, sino nacional.

—Saranghae.

—¿Qué hacen? —grita la mujer pues los hombres de negro les arrebatan a sus hijos—. Dejen a mis hijos ¿cómo pueden ayudar a ese asesino? ¡Suéltenlos!

—Tu valor me ha conmovido, has liberado a tus hijos que heredaron todas tus virtudes. Grandes hijos educados por una gran mujer… gran demonio.

—Mi capitán —responde poniéndose al lado de la mujer y tomándola por los cabellos.

—Recemos por esta valiente familia —sonríe y mientras ellos les disparan a los niños Yui-jin se limita a degollar a la madre de familia. Luego el rubio camina al hombre que sigue quejándose por la herida en el hombro hecha por su esposa—. Sabes, odio matar a las personas que serían excelentes rivales, odio matar a mujeres como la que se casó contigo. Pero la liberé del mayor deshonor, que fue vincularse contigo… incluso tu hijo mayor pudo ser un digno rival, lo fue el crío se lanzó a golpearme.

—Mi capitán —entran los hombres de Yaten y miran con terror la masacre de Tenoh.

—Quiero esos cuatro cuerpos —les dice como si se tratara de juguetes.

—Capitán sabe que…

—Incineren esos cuerpos, ya saben que quiero las cenizas.

—Sí —no quieren pelear con él.

—Sabes rata… me asquean las personas como tú, pedir clemencia por ti, dejar a tu familia a la deriva y pensar que vales más que ellos. Eres basura, no vales nada, cada uno de mis mercenarios tiene algo que tú no ¿podrás averiguarlo? No, porque no sabes de lo que hablo —luego se inclina para hablarle al oído— ¿recuerdas que mencioné que deseaba soltar a los perros? —se levanta sonriendo aterradoramente.

—¿Qué?

—Demonios, no quiero a esas personas en mis cenizas… llévense los cuerpos, los enterraremos como se debe. Después de todo si mueres con grandeza, mereces tener una tumba digna.

—Sí mi capitán.

Haruka sale del lugar como siempre se acomoda el uniforme y Taiki lo sigue. Ambos se miran un momento, hay tanto que se dicen en esa manera de observarse.

—No será muy difícil saber quiénes son los Kang.

—Menos si saben que ellos los ayudaron a cambiar el apellido. Fue muy astuto de tu parte sacar a las bestias de tu hermano.

—Tenemos algo de ventaja, debemos seguir teniendo el favor del general.

—Sí, ya no quiero tener deudas insolutas con él.

—¿Me permite ser franco capitán?

—Claro.

—No deje que el recuerdo de esa mujer le nuble la mente, lo vuelve inestable y eso no nos conviene en nada. Mucho menos si realmente quiere saldar sus deudas, yo… lo sigo en esta campaña porque sé que el general le debe más de lo que usted a él. Nos tiene de un lado a otro matando porque se le ocurre y nos quita tiempo para vivir, necesitamos un descanso. Yo sé que usted también desea eso.

—Yo no puedo descansar teniente, no hasta terminar mi misión.

—Los traidores son como la hidra de los griegos, cortamos una cabeza y salen otras tantas.

—Debo exterminarlos uno por uno, cansa que sean como la hidra, pero es lo que hay y nosotros somos soldados del imperio.

—¿Seguiremos con esto entonces?

—Sí.

—Muy bien — mira a la nada—. Por nuestro bien capitán, entierre el recuerdo de Haruka Fujino, Kaori Watanabe y su primogénito neonato o no cumpliremos la misión.

—Esos tres están muertos teniente Kou.

—¿Es así? —Haruka mira a su teniente con molestia— Pudo matar a Kaori y al hijo de Fujino con ese disparo capitán Tenoh, pero sinceramente parece que Haruka Fujino está convaleciente y eso no es lo mismo a estar muerto.

—No puedo matarlo del todo.

—¿Por su hermana?

—Ella amaba a ese sujeto.

—Capitán ese tipo es peligroso para nuestra misión.

—¿Me pides matar a Fujino y hacer infeliz a su hermana?

—No podremos tener éxito si Fujino cobra fuerza y todo lo que hemos logrado se ira al caño.

—Ese Haruka Fujino es un dolor de cabeza ¿no lo crees?

—Sí.

—Es débil, debe morir del todo y es mejor que su hermana se haga a la idea de que ya no existe.

—Mátelo ya mi capitán— le dice al ver a los hombres de Yaten acercarse.

—Capitán Tenoh, nuestro sargento había indicado que debíamos llevarnos a las mujeres de esta casa con vida. Nosotros no matamos a la anciana, lo hizo su teniente y luego su mercenario mata a la esposa, no podemos ignorar las órdenes del gobernador general, así como así. Esa fue la orden que le dio al sargento Kou.

—Y a mí me importa un bledo. Dejar con vida a las mujeres, incluso a los niños es mantener viva la llama de la insurgencia ¿no lo entienden? Me sorprende que sean tan estúpidos como para no saberlo. Sobre todo, lo que es más fuerte que una independencia es el sentimiento de la venganza. Les metería una bala entre las cejas por pensar que pueden hablarme de esa forma, pero quiero que le digan esto a Yaten… díganle que sus indicaciones me las paso por mi escroto y se las regreso llenas de mi semen, solo para que tengan algo de valor. Sé para que les dieron esas órdenes, porque no son más que animales ¿tienen hambre? Vayan a saciar su sed de sangre con el imbécil que está en el suelo de esa casa. Después de que se diviertan corten su cabeza, la quiero empalada en la plaza del pueblo. Quiero que todos sepan lo que les pasa a los traidores al imperio… quiero que Kuga sepa que su peor pesadilla ha regresado a Joseon.

—Sí mi capitán —se retiran.

—Lo ve capitán —comenta Taiki—. Debemos ser más rápidos que Yaten, no podemos bajar la guardia, sé que cruzo mucho la línea por la confianza que me tiene. Pero, no quiero que fracase, después de todo más que mi superior usted es…

—Lo sé amigo, te he pedido tantas cosas y eres uno de mis más fieles colegas. No confío en muchas personas, no lo tomo como algo malo es tu sinceridad la que me hace recordar que no debo bajar la guardia.

—Apagar la llama de la rebelión… es complicado de lograr, pero daremos lo mejor ¿no?

—Sí…

—¿Quieres que busque a los Kang?

—Todo archivo que tengas de ellos, quémalo.

—¿Quemarlo?

—Después de leerlo, por supuesto.

—Dios, de verdad odias a mi hermano.

—¿Más que tú? No lo creo.

—No, no más que yo. Quemarlo nos dará ventaja, salgo al archivo y leo todo.

—Dile a Yui-jin que ellos quemen todo ese archivo. Seamos más listos que ellos, no dejemos que sospechen de nuestra rivalidad.

—¿Sospecha? Todos saben cuánto se odian.

—Pero no saben del alcance —ríe.

—Conmigo adentro, prometo no lastimarme de más.

—Intoxicación por humo.

—Eres un idiota Tenoh.

—Vamos, yo puedo hacerlo si no quieres descansar.

—No, deseo que me cuentes sobre el regaño que te darán.

—Los mataría a todos de ser posible, son tan desagradables.

—Capitán —dice Yui-jin—. La cabeza que deseaba.

—El cuerpo de ese sujeto, quémalo, las cenizas de los traidores son las que me hacen ser más letal.

—Claro… nos retiramos entonces.

—Yui-jin.

—Señor.

—Esa persona que escapaba era Kuga ¿no?

—¿Aquel día?

—Sí, esa persona era Kuga —Yui-jin hace una afirmación con la cabeza—. Qué divertido, esto es más divertido… Kaori tenía razón, busca vengarla, no es por Joseon.


La brisa es suave y cálida, sus ojos permanecen cerrados disfrutando del clima en Joseon. Su mejor amiga no se equivoca al decir que su hogar es el mejor lugar para vivir, la belleza del territorio anexado es indescriptible. Shizuru se pregunta la razón por la cual no habían comprado ese terreno, es precioso y tiene bastantes hectáreas para poder trabajarlas de manera adecuada.

Árboles, sembradíos, huertos y demás espacios que vuelven el terreno perfecto para pasar el verano. Con su mano juega con las hojas, el pasto desprende un olor terreo que te embriaga. Se pregunta la razón de que su familia no quisiera ir antes a Joseon, todo es… vaya ¿cómo se puede describir el lugar? ¿será adecuado llamarle paraíso?

Los pájaros vuelan alegres, su canto pareciera ser traído de una de esas óperas en las que tanto ama actuar. La menor de los Fujino disfruta de su nuevo hogar, seguramente en aquel lugar encontrará un buen trabajo, ya se muere por empezar a dar sus primeras peleas en el terreno del teatro.

Mira de un lado a otro, no hay fin en esas tierras bastas y tan gratificantes. El principio de ellas lo conoce bien, simplemente tienes que ver hacia donde sale el sol que con sus rayos besa el portón de su nuevo hogar. Justo donde ella posa sus hermosos ojos ahora…

—¿Quién es ella? —arquea su ceja izquierda al ver a una chica de cabellos azules sosteniendo una bicicleta.

Esto es perfecto, porque la intrépida Shizuru podrá conocer a más personas de Gyeongju, no solamente saldrá con Mi-suk, ahora podrá hacerse de nuevas amigas y con suerte, amigos para que su hermano mayor pueda conocer. Se acerca alegremente a su visitante que sigue viendo a la nada, o al menos eso es lo que piensa y justo cuando levanta su brazo para saludar se topa con un rostro bastante serio.

—¿Qué demonios haces en esta finca? — dice la chica de cabellos azules y ojos verdes.

—Muy buenas tardes, antes que nada —dice molesta por la grosería de la chica—. Mi nombre es Shizuru Fujino, mucho gusto en conocerte. Ahora tú deberías presentarte como gente civilizada.

Seguramente así le dará una bofetada con guante blanco, semejante descortesía debe ser castigada con buenos modales o, una lección de ellos. Pero la chica la sigue observando de forma hostil y el alma de Shizuru se congela, quizá no fuera una buena idea hablarle de esa manera.

—Tss —truena su boca—. Gaesegya —le responde.

—¿Qué? —la realidad es que Shizuru no entiende el idioma del lugar, pero por la forma tan hostil de expresarse sabe que no es algo amable.

—¿Qué haces en la finca de los Watanabe? —aquella frialdad y molestia la hacen sentir insegura, pero reconoce la habilidad de hablar el coreano y japonés de manera fluida.

—A ti qué te importa —la de cabellos castaños claros se cruza de brazos—. ¿Los conocías?

Tueso —vuelve a responder en coreano—. Yo no tengo que darte explicación alguna, por el contrario, los intrusos deberían de alejarse de Joseon. Sobre todo, de las tierras de los Watanabe, pues ellos son los únicos dignos de pisar este lugar.

—¿Indignos? Pero que torpezas hablas, mi familia y yo somos igual de dignos como los antiguos dueños de este hermoso lugar.

—¡Ja! —se burla— Una citadina jamás podrá ensuciar sus manos para cultivar, seguramente tus uñas se harían feas. Menos porque conociendo a las tokiotas, piensan que la mujer que tiene manos ásperas no es una verdadera fémina. Te daré un consejo niña citadina, es mejor que tu familia y tú se larguen de estas tierras. No querrán meterse en problemas con los nativos —dice antes de montarse a su bicicleta y partir del lugar.

—Pero que mujer tan despreciable —grita al verla lejos—. En ningún lugar había conocido a una chica con modales de un varón salvaje. No tiene nada de etiqueta, no entiendo como es que Mi-suk pudo sobrevivir en este lugar, si conoce a esa persona debió ser una infancia bastante horrenda para mi amiga.

En ese momento lo recordó, la antes mencionada le había prometido pasar por ella temprano para enseñarle la ciudad, ¡cómo es que lo había olvidado! Levantó su vestido y comenzó a correr hasta su casa, necesitaba arreglarse rápido o se le haría tarde para encontrarse con su mejor amiga.

—¿Podrían poner el ofuro a calentar? —le preguntaba a su servidumbre.

—Con gusto niña Fujino.

Y sin más Shizuru corre a su habitación para arreglar sus ropas, todo tiene que estar perfecto pues conocerá a la familia de su mejor amiga. Se muere por probar la comida coreana, sí, es una de las razones por las que deseaba vivir o viajar a Joseon…

—Qué brisa tan pacífica —dice y sus ojos se vuelven a perder en el paisaje que da a su ventana.

Las palabras de la salvaje regresan a su cabeza, parecía haber apreciado a los Watanabe, podría ser que en su estadía en Joseon ellos hubieran cambiado la vida de muchas personas. Tanto como lo hicieron con ella, su hermano y algunos conocidos que tuvo en su adolescencia. Claro, lo coreanos tenían los mismos derechos que los japoneses y aquella chiquilla de cabellos azules lo había comprendido bien. Por eso la veía como una enemiga y no como alguien con quien podría entenderse ¿cierto?

—Niña Shizuru —tocan a la puerta.

—¿Sí?

—El ofuro está listo.

—Muchas gracias, en unos momentos tomaré mi ducha.

—Niña… —dice algo insegura.

—¿Qué ocurre?

—¿La persona que estaba en la entrada la molestó?

—Claro que no, simplemente tiene pocos modales.

—No debería de acercarse a las personas que están de curiosos por estas tierras.

—¿Por qué?

—No todos son amables niña, muchos tienen segundas intenciones.

—¿Por qué desconfían de nosotros? Es decir, parece que hay demasiadas rencillas entre los japoneses y los nativos del lugar.

—Pues tiene mucho que ver con la tragedia de los antiguos dueños… yo no debería de hablar del tema o podrían sancionarme —intenta no escandalizar a Shizuru.

—Tranquila, no diré nada.

—Después de ese hecho tan lamentable… muchos coreanos inconformes se levantaron en armas. Ella es liderada por un japonés que cree en los ideales de… ya sabe… lo increíble es que ese japonés se considera más coreano porque toda su vida ha estado en Joseon y desea regresarle su independencia al que considera su país.

—Entonces no tienes de qué preocuparte, si me lo llegara a encontrar, podríamos hablar de manera civilizada.

—Ay niña —acaricia su rostro—. Es un alma noble, lo sé… lamentablemente el líder de la armada de honor y sus hombres odian a todos los japoneses. Poco les importa si tienen o no buenas intenciones, no creen en ellos. Cazan a todos sin tener misericordia, sobre todo a los que tratan mal a los coreanos, se ensañan con ellos.

—Entonces ese debe ser al que llaman el dragón esmeralda.

El rostro de la mujer se pone pálido, se ha quedado sin palabras al escuchar ese apodo. Puede que Michiru se confundiera y el asesino ese no sea imperial, sino un japonés rebelde.

—Es mejor que me dé la dirección del joven Fujino, él debería de estar en la finca en lo que su honorable padre viene a quedarse con ustedes. Debe de protegerlas porque el es varón y ustedes unas damas.

—Mi hermano tiene dos años rehusándose a vivir con nosotros, si no lo hizo en Japón, mucho menos en Joseon.

—Pero es que es peligroso que ustedes se queden desprotegidas en esta finca. Nosotros no importamos…

—Importan lo mismo que nosotras —la toma de las manos.

—Niña —le sonríe.

—Si es tan importante para ti nuestra seguridad, entonces hare todo lo posible por contactar a mi hermano mayor para que nos cuide.

—Vaya a tomar su ducha niña.

—De inmediato.

Así lo hace y mientras ella comienza a alistarse para su cita, los empleados de la casa siguen hablando del tema de la armada de honor.

—¿Cómo se habrá enterado la niña Fujino del demonio ese?

—No tengo idea, ese tipo de noticias no son conocidas en Japón. Ese es tema de los territorios anexados, la peor pesadilla de cualquier insurgente es ese desgraciado.

—Desde ahora traten con el mayor hermetismo posible el tema de la armada de honor y el dragón esmeralda.

—Eso haremos —responde la empleada que estuvo antes con Shizuru.

—Miren quien viene caminando por el sendero —dice otra mujer.

—¿Es Mi-suk Kang? —murmuran.

—Se puso hermosa.

—Toda una dama.

—Si es Mi-suk —vuelven a decir y notan la mueca de incomodidad de la chica, cosa que no toman a bien.

—¡Michiru! —Shizuru le grits feliz a su amiga— Bienvenida a mi casa, ven pasa, pasa… en este momento la señora Lee nos iba a llevar algo para tomar el té. Por favor incluya a Michiru, te va a gustar, el té de esta finca es el mejor que he probado. Todo en Joseon es mejor que en Japón, te lo aseguro.

—Será un honor, pero no olvides presentarme con mi nombre japonés ¿de acuerdo?

—Ay, dios… sí, sí.

—Gracias.

—Por desgracia me he dado cuenta de que casi todos los japoneses del lugar se creen tocados por la misma Amateratsu y eso solamente el emperador. Son lo peor.

—No has visto a los coreanos que nos repudian por adoptar nombres japoneses.

—Olvídalo —le dice mientras toma su brazo—. Pesemos una tarde hermosa y divertida como lo planeamos y dejemos esos temas atrás, nublan nuestro buen humor.

—Es cierto —ríe.

Shizuru dirige a su amiga por la finca, Michiru la observa bien… todo está cambiado, ahora hay más habitaciones, mucha luz y aún así no se siente tan cálido como cuando los Watanabe estaban. Allí donde ahora es la sala, solía tomar un poco de té con Kaori. Donde está el piano, se encontraba el jardín en el que Yui-jin cantaba para los señores. No como sirviente, sino como hombre libre y sus hijos corrían detrás de las mariposas que surcaban el espacio.

—¿Qué te hace sonreír?

—Tu casa, es adorable.

—Gracias… ella es mi madre. La honorable Miu Fujino —hace una reverencia pomposa.

—Deberías dejar de ser tan descortés hija.

—Señora Fujino, es un honor conocerla. Me presento, soy Michiru Kaioh y estoy a su servicio —Michiru hace una reverencia bastante elegante, así como lo haría un aristócrata en Japón y la madre de Shizuru la regresa.

—El honor es mío, señorita Kaioh. ¿Mi hija tuvo la cortesía de pedir una taza para que nos acompañe a tomar el té?

—Misma que acepté con todo gusto.

—Deberías tener más amigas como la señorita Kaioh.

—Madre.

—Lo digo con toda la honestidad y educación posible… gracias —le dice a la señora Lee—. Casi puedo decir que le gusta tener amigas mal educadas para que sus cualidades resalten.

—Me haces ver como una mala amiga— ríen.

—Claro que no, pero la señorita Kaioh se ve hija de buena familia y con muchas cualidades.

—Me sonroja —responde Michiru.

—¿Estás casada o comprometida?

—¿Yo? —responde tímida y algo confundida, la mirada verde de la mujer la atraviesa. No puede dejar de responder o la impresión que ya dio se irá con el viento —No… yo no estoy casada o comprometida.

—¡Cómo es eso posible! Una dama como tú debe de estar rodeada de propuestas de compromiso.

—Lamentablemente no es así —sonríe educada, pero en realidad está incómoda.

—Tus padres ya deben de estar buscando al hombre perfecto para ti ¿no?

—Muy posiblemente.

—Me encanta, es una mujer de pocas palabras. Excelente cualidad para los caballeros y eso hace que pronto salgas del alcance de los demás.

—Parece que Michiru es un objeto en un mercado, madre por favor.

—No, no me interpreten mal. Pero es que eres un encanto de mujer, esa piel de porcelana, los hermosos ojos azules que tienes, el color del mar en su cabello. Ondulado que es bastante raro en nuestro lado del globo terráqueo. La señorita Kaioh es una verdadera belleza, a eso le sumas la excelente educación con la que fue criada, los interesados en ella no tardan en llegar, ya lo verán.

—Ah —ríe de nuevo Michiru—. Bueno acabo de terminar la universidad y podría trabajar antes de casarme.

—Oh hija, los hombres bien educados no te permitirían tal atrocidad. No porque no debas mostrar tu destreza en lo que estudiaste, sino porque es bien sabido que quien provee en el hogar debe ser el hombre.

—Sí, es cierto —no lo cree, pero no discutirá con la mujer.

—Gracias al dios… —Shizuru mira a su madre de reojo — Mi hijo Haruka es un hombre con principios y educación. Además de que tiene un trabajo estable y, no es porque sea mi primogénito, pero es el hombre más guapo del planeta.

Ambas amigas saben para dónde va esto, Shizuru resopla, Michiru toma la taza y la acerca a su rostro. Concuerda con la mujer, Haruka es un hombre guapo y con un cuerpo bien trabajado.

—Madre.

—Cuando gustes puedo concertar una cita para que se conozcan, mi hijo te agradará.

—Madre.

—¿Qué? No te gustaría que tu amiga sea la madre de tus sobrinos, mira lo bella que es y con la salud de tu hermano, serán niños fuertes y bien parecidos. Podrán darle vida a este lugar, porque en estas hectáreas vive gente vieja y una jovencita. Los niños le vienen bien al lugar, además de que yo tendría una nuera muy guapa.

—Bue… —Michiru es interrumpida.

—Haruka tuvo las mejores notas en sus colegios, ahora en su profesión tiene un puesto muy bueno. Shizuru me comentó que estudiaste violín, mi hijo toca el piano. Ya tienen la música en común, te llevarías muy bien con él, es un encanto.

—Madre… nosotras debemos de partir, se nos hace tarde.

—¿Aceptas el encontrarte con él?

—Yo estoy muy agradecida de ser considerada como una candidata para ser la esposa de su hijo mayor… estaría complacida en conocerlo más —dice educadamente para rechazar la oferta.

—¿Ya conoces a Ruka?

—Él joven Fujino nos acompañó camino a Joseon.

—Es cierto… es cierto, bueno, ya no son desconocidos.

—Es… es cierto… ¿él estaría de acuerdo en esa cita? No quiero ser indiscreta, pero Shizuru me platicó sobre el duelo que atraviesa su hijo.

—Duelo que debería terminar, qué mejor que a tu lado.

—El corazón es un poco complicado en esos temas ¿no cree?

Si fuera por la misma Michiru, aceptaría sin tanto problema el salir con Haruka. Sin embargo, aquella relación no puede ser posible, ella es coreana y él es japones. Es cierto, Miu desconoce ese detalle, pero es lo que no la hace digna de salir con Fujino… además una mezcla entre coreanos y japoneses es muy mal vista, esos niños son despreciados por ambos lados ¿por qué sometería a sus hijos a esa horrible experiencia?

—Es duro lo que diré, pero Kaori jamás regresará, debe salir adelante, seguir con su vida y hasta ahora simplemente es un muerto viviente. No hay rastro de mi hijo en la persona que hoy está entre nosotros… es otro.

—Madre, está sufriendo, no es justo que digas que es otro.

—¿No lo notas? El cambio en tu hermano es incalculable, si alguien llega a su vida y se enamora, volverá a ser mi tierno Haruka.

—Primero muerto antes de dejar en el olvido a Kaori —dice Shizuru —. Harás que se moleste si te metes en su vida sentimental, así que deja las cosas en paz. Nosotras nos vamos.

—Hasta pronto señora Fujino, ha sido un placer conocerla.

—Lo mismo digo y… no le hagas caso a mi hija, yo haré que suceda.

—De acuerdo.

—Será nuestro secreto.

Las chicas salen de la propiedad, Shizuru se disculpa una y otra vez con Michiru por el atrevimiento de su madre. La violinista le dice amablemente que no se angustie, su madre seguramente haría lo mismo si tuviera un hijo varón o, lo hace con ella y su hermana sin que lo sepan.

—¿El huero sigue por ahí? —señala a lo lejos.

—Sí ¿cómo lo sabes?

—Yo conocí a los antiguos dueños.

—¿Verdad?

—Sí…

—¿El accidente del que hablan es el incendio?

—Ah…— recordar la columna de humo que los militares imperiales comenzaron la abstrae de la pregunta, aquel día fue horrible y ver a su hermana con la ropa desgarrada, sumergida en llanto…

—Mi-suk… ¿los Watanabe son la razón por la que se formó la armada de honor?

—No repitas eso, te lo he dicho en Tokio y no quiero repetirlo otra vez. Acabo de enterarme que repetir algo sobre los insurgentes es peligroso. Les importa muy poco si eres japonés o coreano, no lo vuelvas a decir ¿entiendes?

—¿No exageran?

—Nada, no es exagerar.

—Bien…

Shizuru infla las mejillas como si fuera una cría, mientras que Michiru niega levemente… el camino las conduce a la ciudad y llegan a la estación del tranvía. La más pequeña de los Fujino está encantada con el viaje, disfruta de ver las tiendas y la vida tranquila de Joseon. Nada que ver con el estrés que se da día a día en Tokio.

—Aquí bajamos— menciona Kaioh.

—Mira esa tienda con ropa occidental —corre.

Niñas, eso es lo que son. Un par de mujercitas que juegan a ser mujeres maduras, van de un mostrador a otro, ven lo que les alcanza para poder comprar. Shizuru está completamente emocionada de conocer el lugar…

—¿Podemos pasar a comprar algún postre? Tu familia amablemente me invita a comer, sería una descortesía que yo no llevara algo.

—De acuerdo.

—Esas galletas lucen muy bien.

—Compremos eso.

No tardan mucho, luego regresan al plan original…

—La tienda con vestidos franceses está cerca del centro de la ciudad, no es muy lejos y podemos caminar para que puedas conocer todo.

—Bien —sonríe.

—¿Qué pasa ahí? —Michiru nota una multitud.

—¿Investigamos? —las dos mueven la cabeza afirmativamente.

—¡Hermana! —jalan el brazo de Kaioh —¿Qué haces acá?

—Vine a comprar con mi amiga unas cosas…

—No vayan allá.

—Pero si es…— dice Shizuru.

—Ah… la rica de la finca…

—¿Se conocen?

—Es la mal educada que cuestionó la razón por la que vivo en la finca.

—No importa… no es buen momento de ir a la plaza del centro.

—¿Por qué?

Nadie le dice a Shizuru Fujino lo que puede o no hacer y camina a la multitud, se abre paso entre todos y luego…

—¿Shizuru?

—Mierda… esa niña está… Quédate aquí hermana.

—No, te acompaño por mi amiga —ahora las hermanas Kang se abren paso entre el gentio…

—Por aquí —grita Eun-yeong.

—Michiru —se queda sin palabras y la violinista la abraza.

—No mires… no sigas mirando —la aprieta a su cuerpo.

—Ese asesino — se queja Eun-yeong

—¿Asesino? —comenta Shizuru.

—El dragón esmeralda ha regresado a Joseon, las cabezas que viste colgadas son la forma de decirle a la armada de honor que no tendrá piedad… es lo que nos dice a todos los residentes del lugar.

—¿Ella es tu hermana Natsuki?

—Sí… no veas, no debemos seguir viendo esto…

—Salgamos, es mejor ir a casa —responde la hermana menor de Kaioh.

Continuará…


Chicos muy buenas noches, lamento actualizar tan tarde. Tuve que salir un momento y... Bueno no tenía señal para poder hacerlo antes.

Pasemos a los comentarios, porque es lo que le da el sabor a nuestras notas de autor.

RoshellBrief: Sé que Tori me odia porque le he dado muchas lindas versiones de Haruka y todos acá sabemos cual es su favorita. Como dices es parte de lo que hace, es terrible lo que hizo, no hay excusas...

Haruka y Michi, claro que es distinto porque Haru no es el mismo personaje y está de duelo (guiño guiño). En fin sí habrá comentario de Tori, pero como lectora y empieza hoy, lo prometió.

VaMkHt: fácil con los nombres Eun-yeong Kang es Natsuki Kuga o Kaioh, Mi-suk Kang es Michiru Kaioh y Haruka Fujino es Haruka Tenoh. De ellas el cambio es porque hubo un decreto de adoptar nombres japoneses en la ocupación de Corea (antes de que se dividiera el país en Corea del Norte y Sur, eso ocurre después de la WW2).

No extrañes a Tori, ella comentará con ustedes.

E.I nygma: No te preocupes que es un tema que obviamente en occidente es más desconocido. Toma esto años antes de que Japón se uniera al Eje (en la WW2) y con un Japón que salió de su época feudal (shogunato), con un fuerte poder militar y el pensamiento ultanacuonalista (por algo se unió a Alemania e Italia). En resumen, piensa en Japón imperial como una Alemania nazi en occidente, así de mal visto está ese asunto. Estigmas que debemos quitar, pero enseñanzas que no deberíamos repetir.

En fin chicos, se les aprecia y les envío un saludo a todos los lectores que comentan, a los ninjas y nosotros nos leemos el próximo mes.