Capítulo II: Heridas y cicatrices

No se había percatado hasta ese momento, pero Draco se veía como nunca antes lo había visto, él siempre lucía limpio, pulcro en su forma de vestir, ahora estaba todo cubierto de sangre, una fresca, otra seca. Tenía tierra en su cara y en sus manos, su ropa estaba hecha jirones, pero ahí estaba, aun con todo ese olor a hierro, había otro olor que se percibía, olor a fresco, a hombre, sobrio, el olor que dejaba Draco cuando se pavoneaba por los pasillos de Hogwarts y que ella no había olido en nadie más.

Con todo el cuidado con el que fue capaz, con su varita cortó la sucia capa que lo cubría, luego su camisa de seda negra, eso dejó ver su bien formado torso, no era musculoso como Viktor, pero tenía unos hombros anchos, su pecho y abdomen marcados y sus brazos bien contorneados, ser jugador de Quidditch había hecho esos músculos, y la vio, ahí estaba esa fea marca en su antebrazo izquierdo, la marca tenebrosa, verla le causo repulsión, pero desvió su mirada y prosiguió con su tarea.

Estaba todo lleno de sangre, tenía heridas de diferentes tamaños y profundidades y la cicatriz de lo que supuso era la del Sectumsempra que Harry le había lanzado.

-Accio díctamo- susurró apuntando con su varita la bolsa de cuentas, una botellita salió directo hacia la palma de su mano. Sacó también unas toallas blancas y un balde, el cual llenó con agua y con mucho cuidado comenzó a limpiar su pecho, las toallas se tornaban rápidamente rojas por la sangre del Slytherin. Al terminar de limpiarlas con un encantamiento no verbal comenzó a cerrar las heridas, y al final puso unas gotas de esencia de díctamo en cada una de la ellas.

Con suerte Draco no tendría cicatrices en su pecho, aunque quizás el díctamo no surtiera efecto, no sabía cuánto tiempo tenia Draco en aquel estado. Lo dio vuelta para ahora limpiar su espalda, al verla se llevó sus manos a la boca para ahogar un grito de asombro.

En la espalda, justo entre ambas escápulas Draco tenía una herida que se extendía por lo menos unos 30 cm, era desigual y muy profunda, era claro que había sido hecha por una maldición. Hermione se preguntó cuán profunda era, supuso que no demasiado, dado que al parecer sus pulmones no se habían dañado.

Prosiguió a hacer lo mismo que con las heridas anteriores, pero esta no cerraba, apenas apuntaba con su varita, la herida comenzaba a cerrarse, pero luego volvía a abrirse. Hermione suponía que eso sucedería, pero de todas maneras quiso intentar, era más rápido y menos doloroso reparar las heridas mediante magia, por suerte tenía un plan B. Sacó de su bolsa un sobre de plástico, dentro de él había otro sobre de cartón, lo abrió y lo encanto para que flotara, era una aguja en forma de medio círculo y tenía atado a ella un largo hilo de color negro.

Sus padres eran dentistas, un día jugando en el jardín de niños ella se cayó del columpio y se había hecho una herida en su rodilla izquierda, lo cual había requerido unas puntadas dadas por su padre con un hilo igual al que estaba flotando frente a ella. Su padre le había enseñado a suturar, no era difícil. Entonces con un movimiento de su varita la aguja entraba, salía y se anudaba, eso hizo con un hilo, y cuando se acabó uso otro y otro hasta que tuvo cerrada la herida, la vio nerviosa pensando en que se abriría, pero no ocurrió, la herida permanecía cerrada y ya no sangraba.

Le dio vuelta nuevamente, ahora faltaba revisar sus piernas. Con su varita cortó el pantalón y vio que sus piernas no estaban tan dañadas como su parte superior. Solo tenía unos raspones en sus rodillas y algunos rasguños. Limpió y sano sus heridas, puso díctamo en ellas y prosiguió a limpiar su rostro, lo había dejado al final por miedo a que volviera a despertarse. Su cara estaba intacta, solo tenía tierra y sangre seca, que Hermione concluyó que había sido dejada ahí cuando Draco luego de tocar las heridas de su pecho con sus manos se las había llevado luego a su cabello. Solo tenía una cicatriz pequeña en su nariz, pero eso era todo.

Habiendo terminado de sanarlo, sacó de su bolso un uniforme de Hogwarts y se lo puso, le quedaba un poco pequeño, pero eso no importaba, por último le colocó una capa de Ravenclaw, lo hizo levitar por encima de la cama y la limpio con un hechizo de su varita, luego lo puso de nuevo sobre el colchón y lo cubrió con una cobija rojo escarlata.

Quitó la bolsa del sucio buró y con un fregotego lo limpió y puso sobre él jugo de calabaza, pastel de riñones, papas rellenas y pastel de carne. Recorrió con su mirada la habitación y ubico un sillón destartalado que había en la esquina, entonces se dirigió hacia allí, mientras caminaba pisó algo, bajó la mirada, era la varita de Draco, la debió haber tirado ahí cuando había salido corriendo unas horas atrás. La tomó, la observó, estaba un poco astillada de la empuñadura, pero era aún funcional. La metió en su bolsa y siguió su camino hacia el sillón, con un reparo y un fregotego quedó como nuevo, se sentó en él, no sabía por qué o para qué pero ahí esperó leyendo un libro extraño hasta que el Dragón despertara, si era que despertara y ella quería que así fuera.


Era la Mansión Malfoy, en lo que parecía ser el comedor, había una larga mesa con sillas a su alrededor, todas ocupadas, en la cabecera estaba un ser con piel blanca y dos líneas rojas en lugar de ojos, era Lord Voldemort, a su mano derecha estaba sentado con su cabeza gacha en gesto de súplica Severus Snape.

-Bien Severus, me has fallado, no pudiste traerme de vuelta a ese mocoso débil y malcriado- dijo Voldemort siseando.

Narcissa y Lucius bajaron aún más sus cabezas con gesto de temor, vergüenza y lo que parecía preocupación.

-Mi Señor, pido de nuevo me perdone…

-Lord Voldemort es un ser piadoso Severus, sino no no estarías sentado junto a mi esta noche. Ya recibiste el castigo por el… digámosle error que cometiste al dejar escapar al joven Malfoy, he tenido piedad de ti por todo lo que has hecho antes, pero Severus- dijo con una voz que helaba hasta los huesos – no vuelvas a tentar a tu suerte, porque seguramente ya no volveré a ser tan benévolo contigo-.

-Gra.. gracias mi Señor, le juro que no volverá a pasar algo semejante-.