Capítulo IV: Preguntas

Sólo supo que había amanecido por el molesto canto de las aves. No sabía qué hora era, pero al observa la luz que se filtraba por la ventana supuso que ya eran las primeras horas de la mañana. La luz que entraba iluminaba ese inmundo y oscuro cuarto en el que se encontraba, se levantó y se calzó los zapatos, tenía hambre.

No había nada que hacer en ese maldito lugar. Así que decidió echar un vistazo a la casa en que se encontraba. Solo la había visto unas cuantas veces, y todas esas veces estaba situado en las faldas de la colina. Al mirar por la habitación se dio cuenta que en el cuarto en donde se encontraba había varios muebles, todos destartalados, menos uno, un sillón situado en la esquina del cuarto.

Los muebles no eran comunes, tenían un aire de ostentosidad en ellos. Estaba la cama, tenía un buen tamaño, esto hacia que la habitación pareciera más pequeña de lo que en verdad era. A cada lado de ella había un buró, las tres cosas hacían juego, estaban fabricados de la misma madera. Luego estaba el sillón que parecía el único mueble en perfecto estado, había también un escritorio con una silla, un pequeño librero con varios libros, Malfoy se acercó a dar un vistazo, había varios títulos conocidos, Historia de Hogwarts, Quidditch a través de los tiempos, Animales fantásticos y donde encontrarlos… así seguía la lista, había otros libros a los cuales no se les alcanzaba a distinguir el título, había de muchos colores y tamaños, los había negros, marrones, rojos escarlata y hasta había uno grande color verde botella con un título escrito en runas antiguas.

Había dos sillas a las cuales les faltaban algunas partes. Estaba el espejo roto en que se había visto la noche anterior y por último una mesita de café frente al sillón, a la cual le hacía falta una pata. Escondida en un rincón había una especie de puertesilla falsa, Draco supo que era la entrada al túnel que llevaba justo al Sauce Boxeador en los jardines de Hogwarts.

Se dirigió a la puerta, la cerradura parecía aun funcional, le dio vuelta y con un crujido con el cual Draco pensó que la puerta se partiría en pedazos, ésta se abrió. Al otro lado había tres puertas más y una escalera. Abrió la puerta que se encontraba a su derecha, era el cuarto de baño, había solo un inodoro, un lavábamos y una tina con patas ornamentadas con leones en pleno rugido, todo en un color marfil.

Luego abrió otra de las puertas, era otra recamara, del mismo tamaño en donde él había pasado la noche, pero ésta estaba aún más destrozada, solo había pedazos de madera por doquier, no se sabía que pedazo pertenecía a la cama, cuál a los sillones o los burós. Todo estaba cubierto por una capa gruesa de polvo.

Tras la última puerta había una pequeña cocina, esa no estaba tan destrozada como todas las demás habitaciones que había visto hasta el momento. En la habitación solo había una mesa pequeña con cuatro sillas, una estufa de 4 parrillas, unos cuantos platos, tazas, ollas y sartenes, algunos de ellos hechos pedazos.

Se dispuso entonces a subir las escaleras, pero de pronto escuchó que alguien gritaba su nombre. La voz venía desde el cuarto en donde había dormido, volvieron a gritarle, él reconocía esa voz, era la voz de Snape, Draco sintió un alivio enorme.

La voz de Snape sonaba inquieta, preocupada, en ella había un dejo de dolor. Draco se apresuró a llegar hasta el cuarto, irrumpió con ímpetu y pudo ver la sorpresa en la cara de Snape.

-Pero ¿qué demo… ¿qué haces levantado? ¿Dónde encontraste esa ropa?

Malfoy pudo notar que Snape hablaba con dificultad y no dejaba de hacer presión con su mano izquierda en su costado derecho.

-¿Cómo por qué me estás preguntando eso? ¡Se supone que el que debe preguntarte eso soy yo!- le refutó Draco con voz enérgica y confundida.

-¿De qué estás hablando Draco?- preguntó Snape con una hilo de voz.

-¿Cómo que de qué? Lo último que recuerdo es que me sacaste de mí… de la Mansión Malfoy, yo estaba más muerto que vivo. Después desperté aquí, y mis heridas estaban sanadas, yo tenía puesto este estúpido uniforme y la cama estaba cubierta con esas canijas sábanas y cobijas de Gryffindor, y también había comida caliente ahí- señaló el buró donde aún había un vaso con un poco de jugo de calabaza. – ¡Así que creo que merezco una explicación Snape!-.

-Draco, no he sido yo…- le dijo Snape con tono de sorpresa, aún no se quitaba la mano de su costado-.

-¿Cómo que no has sido tú? Que estupideces dices, si no fuiste tú ¿quién más podría haberme ayudado?-.

Por Salazar, quien había curado sus heridas y lo había alimentado, ¿a quién canijos le debía la vida?

-Si no lo sabes tú, ¿Cómo quieres que yo lo sepa?- le contestó con voz lastimera, se notaba en su timbre de voz que en verdad estaba sufriendo mucho dolor. – ¿No recuerdas algo?-.

Draco ya no escuchó la última pregunta, miraba al profesor con gesto de preocupación, lo notaba más pálido que de costumbre, aparte su túnica negra se veía manchada, justo en el costado derecho, en donde Snape inútilmente aún trataba de hacer presión. Era sangre. Snape estaba herido.

Apenas iba a pedir que repitiera la última parte cuando de repente Snape había caído con ruido sordo en el piso, no supo cómo corrió tan rápido, pero de pronto ya estaba arrodillado al lado del profesor. Del sitio en que Snape estaba haciendo presión emanaba sangre a chorro, era mucha sangre, rompió la capa y su rostro palideció tanto como la de Snape, justo desde el centro del pecho, rodeando todo su costado derecho, hasta llegar a la mitad de la espalda, había una herida horrible, de veía muy profunda, era como la que él había tenido en la espalda apenas el día de ayer…

De repente todo embonó, Voldemort había lanzado a Snape la misma maldición que había usado contra él, y solo había una razón para que eso pasará.

Era su culpa, Snape estaba a punto de morir por salvarlo de Voldemort, estaba a punto de morir y a él no se le ocurría qué hacer.

Buscó entre la capa de Snape su varita, la encontró rápidamente, la tomo con sus manos llenas de sangre, apuntó directo a la herida susurró el primer hechizo que se le ocurrió y no pasó nada, la herida seguía sangrado.

Maldita sea no se le ocurría nada más, Snape iba a morir ahí, justo frente a él y no podía hacer nada. Una solitaria lágrima de impotencia corrió por su mejilla… entonces la vio entrar. Un pelo enmarañado color café.

Era Hermione Granger.


Hermione no despertó hasta que Ginny fue a buscarla para el desayuno, a penas la pelirroja había tocado su hombro, Hermione se despertó de golpe y con cara somnolienta de dispuso a vestirse, se puso un pantalón de mezclilla, unos tenis y una blusa color durazno, tomó su bolsa de cuentas y bajo a desayunar con Ginny al Gran Comedor.

Al llegar al Gran Comedor, Hermione se dio cuenta que sus amigos no estaban sentados por ninguna parte, ella pensó que era mejor, así no tenía que inventar pretextos para marcharse. Tenía planeado ir a ver como seguía Malfoy, y era un alivio que ahora pudiera hacerlo sin dar explicaciones.

-Están ayudando a los demás con los preparativos del funeral de mañana- le dijo Ginny al ver como los ojos marrones de Hermione buscaban a sus amigos por todo el Gran Comedor.

-Ya es mañana… Esto en verdad está pasando ¿cierto?-.

-Yo tampoco puedo creerlo aún Hermione, pero sí, es cierto, yo iré a ayudar después de desayunar. Neville y Luna también están allá, ¿quieres unirte?-.

-Si… solo debo hacer unas cosas antes, no demorare demasiado-.

-¿Es en relación a lo que guardas en esa bolsa tan extraña?- dijo Ginny señalando la bolsa que Hermione había dejado sobre la mesa.

-Si…- Hermione no quería mentirle a su amiga, pero tampoco quería contarle que era lo que hacía, al menos no por el momento. –Pero no puedo contarte ahora Ginny, perdón…-. Dijo bajando los hombros-

-No te preocupes Hermione, en cuanto quieras contarme, si es que quieres hacerlo, sabes que aquí estaré-.

-Gracias Ginny, de verdad, muchas gracias.- Hermione le sonrió con gesto de gratitud. Eso que acababa de decirle Ginny la hacía sentirse culpable sobre lo que estaba haciendo, más culpable de lo que ya se venía sintiendo.

Platicaron mientras desayunaban, cuando terminaron Ginny se marchó a encontrarse con los demás y Hermione se dirigió a los jardines, hacia el Sauce Boxeador. Cuando estuvo segura de que nadie la observaba se cubrió con la capa y se dispuso a entrar al pequeño túnel.

Al llegar al final Hermione pudo escuchar voces, dos voces, una era la de Malfoy, y la otra… la otra era la de Snape. Eso hizo que el corazón en su pecho se sintiera latir cada vez con más fuerza, ella no odiaba al profesor Snape tanto como Harry o Ron lo hacían, pero si sentía una gran repulsión hacía él, siempre había sido muy injusto con ella, pero eso se lo atribuía a que ella era hija de muggles, pero ese hombre que ahora estaba a solo unos pasos de ella, había matado a Albus Dumbledore, el más grande mago que había existido.

Ya había empuñado su varita en cuanto llegó al final del túnel, pero al escuchar la conversación que los Slytherins sostenían prefirió esperar. Además no sabía qué hacer.

Se quedó ahí escuchando toda la conversación. Entonces todo cuadró. Snape había sacado a Malfoy de su casa, cuando a este lo había atacado Voldemort, y posterior a eso el mismo Voldemort había castigado a Snape.

Pero eso no tenía sentido, ¿por qué Snape iba a arriesgarse luego de haber matado a Dumbledore? Seguramente después de ese suceso Voldemort lo habría premiado ampliamente, ¿por qué perder todo eso por salvar la vida de Malfoy? Estaba formulándose estas preguntas cuando de pronto vio como el profesor Snape se desvanecía en el piso con un ruido sordo.

Vio la desesperación de Malfoy buscando entre la túnica de Snape, y como intentaba en vano sanar la herida, ella sabía que mediante magia no podría logarlo. Se debatía entre quedarse y ayudar al profesor o marcharse, pero… ¿por qué ella debía ayudar a ese hombre, que finalmente era un asesino?

Pero fue en cuanto vio que Malfoy se daba por vencido y veía con mirada perdida fijamente el cuerpo inerte de Snape, cuando un arrebato de insensatez la había llevado a salir del túnel. Se puso de pie en seco frente a las dos figuras tiradas en el piso. Enseguida sintió como la mirada gris de Malfoy se clavaba fijamente en ella. Ya era tarde para regresar al túnel, ella no sabía, pero fue con esa acción con la que había sellado su destino.