En este capítulo tomé párrafos del capítulo de "El sepulcro Blanco" de Harry Potter y el príncipe mestizo, hasta donde he imaginado esta historia será la última vez que esto ocurra. Reitero que los personajes y escenarios son salidos de la imaginación de JK Rowling y que yo solo los tomo para imaginar historias que no ocurrieron.

Capítulo IX: Del sepulcro blanco y una parte más del plan.

La mañana era clara, se escuchaba el trinar de los pájaros, y desde el haya en donde Hermione se encontraba se podía escuchar el agua salpicar debajo de los tentáculos del calamar gigante. No estaba prestando atención a lo que le contaban Ginny y Luna. Su mirada estaba fija en un punto en lo alto de una pequeña colina situada a tan solo unos cuantos metros de donde ya se encontraban colocadas cientos de sillas que servirían para albergar a los cientos de personas que se esperaba que llegaran a despedirse de Albus Dumbledore.

-Aún siento que esto no está pasando, es irreal. Siento que estos últimos días han pasado tan rápidamente, pero también siento que me quede estancada en un día que no termina ¿me explico?-dijo Ginny, Hermione ya había dejado de dirigir la mirada hacia esa pequeña colina y prestaba atención a lo que sus amigas decían.

-Yo siento algo similar, solo que para mí es como si estuviera bajo el agua- comentó Luna dirigiendo su mirada hacia donde momentos antes Hermione estaba mirando.

-Yo me siento cansada, como si hubiera vivido muchas cosas en tan pocos días, no sé cómo explicarlo, es como cuando debo estudiar para hacer 3 exámenes el mismo día, al final no sé cómo lo he hecho…- se vino a su mente todo lo que había ocurrido en los últimos días en la Casa de los Gritos, su semblante cambió radicalmente, le pareció ver que sus amigas lo habían notado porque de inmediato intentó cambiar la atención hacia otra cosa. –Deberíamos ir ya al Gran Comedor-.

-Es verdad- contestaron al unísono las dos amigas y juntas emprendieron el camino hacia la entrada del castillo.

Cuando llegaron al Gran Comedor ya estaba casi lleno, todos llevaban sus túnicas de Gala. Se apresuraron a tomar sus lugares en la mesa.

La profesora McGonagall había dejado vacía la silla del centro de la mesa del profesorado, más grande que las demás. La silla de Hagrid también estaba vacía; Hermione pensó que quizá el guardabosque no se había sentido con ganas de desayunar; en cambio el lugar de Snape lo había ocupado sin ceremonias, Rufus Scrimgeour. Al recordar a Snape, Hermione sintió un golpe en su estómago, aun no estaba segura de que lo que había hecho había sido correcto.

En la mesa de Slytherin, Crabbe y Goyle cuchicheaban con las cabezas muy juntas. Y aunque ambos eran fornidos, parecían indefensos sin la alta y pálida figura de Malfoy a su lado dándoles órdenes. Al reparar en esto, los pensamientos de Hermione se fueron directamente a la Casa de los Gritos, no pudo evitar pensar que en ese momento Malfoy se encontraba solo con un rio de preguntas al igual que ella. Sus pensamientos estaban tomando otro rumbo cuando se percató de que la profesora McGonagall ya se había puesto de pie y el lastimero rumor que sonaba en el comedor se apagó de inmediato.

-Ha llegado el momento- anunció la profesora-. Por favor, sigan a sus jefes de casa a los jardines. Los alumnos de Gryffindor, esperen a que salga yo.

Los estudiantes se levantaron de los bancos y desfilaron casi en silencio. Hermione vio a Slughorn, que llevaba una espléndida y larga túnica verde esmeralda con bordados de plata, en cabeza de la pequeña columna de Slytherin, y a la profesora Sprout, jefa de la casa de Hufflepuff, que nunca había ido tan aseada.

Al acercarse a los escalones de piedra de la entrada, Hermione vio que se dirigían al lago. Los rayos del sol volvieron a acariciarle la cara.

La mitad de las sillas que habían puesto ya estaban ocupadas por una extraordinaria variedad de personas elegantes y harapientas, jóvenes y viejas. Hermione recorrió las sillas con su vista y conoció a varias personas miembros de la Orden del Fénix Kingsley Shacklebolt, Ojoloco Moody y Tonks tomada de la mano de Remus Lupin, los señores Weasley; Bill, acompañado por Fleur, y seguido por Fred y George. También estaba Madame Maxime, que ocupaba dos sillas y media; Tom el dueño del Caldero Chorreante; Madam Malkin, de la tienda de túnicas del callejón Diagon..

Ron, Harry, Ginny y Hermione se sentaron juntos al final de una hilera, junto al lago. Seguía llegando gente; Hermione vio como Luna ayudaba a Neville a sentarse.

Los últimos en sentarse fueron los profesores. De repente oyó una melodía, una melodía extraña que parecía de otro mundo, así que buscó con su mirada la fuente del sonido.

-Allí- le susurró Ron al oído señalando las luminosas aguas verde claro.

Entonces Hermione vio un coro de gente del agua que cantaba en una lengua extraña; las pálidas caras se mecían a escasa distancia de la superficie y sus violáceas cabelleras ondeaban alrededor. La melodía le puso la piel de gallina y, sin embargo, no era un sonido desagradable.

Giró su cabeza y vio como Hagrid caminaba por el pasillo. Sollozaba en silencio y tenía el rostro surcado de lágrimas; en los brazos, envuelto en terciopelo morado salpicado de estrellas doradas, llevaba el cadáver de Dumbledore. Al verlo a Hermione se le hizo un nudo en la garganta. Hagrid lo depositó con extremo cuidado en la mesa de mármol. Luego de esto Hagrid se dirigió a sentarse en una hilera en una silla al lado de su hermano Grawp.

Un individuo bajito y de cabello ralo, ataviado con una sencilla túnica negra, estaba de pie frente al cadáver de Dumbledore. Dijo unas cuantas palabras que Hermione no pudo escuchar.

Oyó un débil chapoteo a su izquierda y vio que la gente del agua también había salido para escuchar.

Y sin previo aviso la cruda realidad cayó sobre ella, de una forma mucho más rotunda e innegable que hasta ese instante: Dumbledore estaba muerto, se había ido para siempre. Sus lágrimas comenzaron a brotar sin posibilidad de apaciguarse. Volvió la cabeza en dirección opuesta a la que se hallaban Ron y los demás, y contempló el Bosque Prohibido, al otro lado del lago, mientras el hombresillo seguía hablando. Percibió que algo se movía entre los árboles: los centauros también se habían acercado a presentar sus respetos. No salieron de los límites del bosque, pero Hermione los distinguió medio escondidos entre las sombras, observando a los magos con los arcos a punto.

El hombresillo terminó su discurso y volvió a sentarse. Entonces varias personas gritaron. Unas llamas relucientes y blancas habían prendido alrededor del cadáver de Dumbledore y de la mesa sobre la que reposaba, y se alzaron cada vez más, hasta ocultar por completo el cadáver. Un humo blanco ascendió en espiral y moldeó extrañas formas: en su sobrecogedor instante, a Hermione le pareció ver cómo un fénix volaba hacia el cielo, dichoso, pero un segundo más tarde el fuego había desaparecido. En su lugar había un sepulcro de mármol blanco que contenía el cuerpo de Dumbledore y la mesa sobre la que lo habían tendido.

Volvieron a oírse gritos de asombro cuando cayó del cielo una lluvia de flechas que fueron a parar lejos de la gente. Hermione comprendió que era el homenaje de los centauros; a continuación vio como estos daban media vuelta y desaparecían nuevamente en el umbrío bosque.

Eso era todo, le parecía imposible que lo único que quedaba de Dumbledore era ese sepulcro blanco. Las lágrimas seguían brotando cuan ríos de sus ojos, volteo a ver a sus amigos, Ginny al igual que ella estaba llorando, y tras los lentes de Harry se notaban las lágrimas en sus ojos verdes y también en los ojos azules de Ron.

Las personas empezaron a marcharse poco a poco, Harry pidió que lo dejaran solo por un momento, así que los demás se reunieron con Neville y Luna y juntos se encaminaron hacia el castillo.

Hermione antes de marcharse dirigió su mirada hacia la pequeña colina, le pareció ver un destello en la cumbre y siguió el camino junto con sus amigos.

El expreso partiría en una hora, ya todos tenían preparados sus baúles. Hermione no sabía aún como iba a decirles que ella no volvería con ellos a Londres. Por suerte alguien más ya tenía solucionado eso por ella.


No sabía cuánto tiempo iba a estar tirado sobre el polvoriento suelo, ni de lo que estaban hablando Snape y esa estúpida sangre sucia, solo escuchaba ese horrible zumbido en sus oídos, intentaba luchar contra el encantamiento pero era demasiado fuerte para poder romperlo. Así que se resignó a esperar a que a Snape le diera la soberana gana de retirarle los hechizos.

-Luego de ver esos recuerdos señorita Granger ¿podría usted decirme si puede concederme el beneficio de la duda sobre mi papel en la Orden del Fénix?- lo dijo con una voz calmada, sin emoción tal como la que usaba para recitar cualquiera de sus clases.

Maldita sea, ella se había preguntado eso desde que había terminado de ver los recuerdos en el pensadero, pero no esperaba que Snape le fuera a preguntar eso y menos tan de repente.

-Es demasiado pronto prof…- no sabía si debía llamarlo aun así, pero al ver que el profesor no hacia ademán de incomodidad prosiguió- profesor, no he tenido tiempo suficiente para pensar en su posición en la Orden…

-Yo se eso, pero en vista de que ustedes los Gryffindor se dejan guiar muchas de las veces por esa absurda fuerza del corazón y todas esas tonterías, creía que podía decirme ahora si confiaba lo suficiente en mi como para poder concederme el beneficio de la duda-.

Hermione no había notado burla en las palabras del profesor, él en verdad estaba acudiendo a todo lo que podía para que Hermione contestara. En el fondo ella sabía que nunca había desconfiado del todo acerca de él, ya que ella confiaba ciegamente en el criterio de Dumbledore, y si él confiaba en Snape ella también lo hacía. Pero estaba luego la historia de la torre de Astronomía y también estaban los recuerdos que aún tenía guardados en esa botella de cristal en su bolsa de cuentas, así que tomando aire contestó lo más serena que pudo:

-Sí, puedo concederle el beneficio de la duda… - dijo con voz quebrada pero firme.

-Me alegra porque de eso depende lo que voy a pedirle a continuación, yo sé que le dije que quería pedirle un favor, pero en realidad serán dos, solo que el señor Malfoy no puede enterarse de uno de ellos, así que si me veo obligado a mencionarle algo, solo le contare uno de ellos si es que usted decide ayudarme-.

Hermione trago saliva, no tenía ni idea de lo que el profesor Snape podría pedirle a ella, si no se le ocurría una cosa mucho menos se le ocurrían dos, así que tuvo que poner muchísima atención cuando vio que los labios del profesor comenzaron a moverse.

-Quiero que tome los recuerdos que le he dado y los lleve al castillo nuevamente, y que se los muestre a Minerva- a Hermione le parecía extraño escuchar al profesor Snape diciendo el nombre de pila de la profesora McGonagall pero no dijo nada-. Y que al terminar de ver los recuerdos le de esta carta- sacó un pergamino pulcramente doblado y con un sello color verde con la insignia de Slytherin y tendió su mano para depositarlo en la mano de Hermione, ésta sintió el familiar tacto del pergamino y lo tomó.

-Ese es un favor, ¿Cuál es el otro?- pregunto Hermione impaciente.

-El otro, señorita Granger me temo que es más difícil que este, quiero asistir al funeral de Dumbldore…

Hermione abrió sus ojos como platos, no podía ser, se le ocurrió una única cosa, el profesor quería hacerse pasar por ella con la poción multijugos, pero eso era demasiado peligroso, no podía ser que le estuviera pidiendo eso, era simplemente imposible…

-No señorita Granger, no es poción multijugos lo que quiero…

Hermione se sorprendió más aun ¿había usado legeremancia con ella?

-No he usado legeremancia con usted, simplemente es demasiado obvio lo que pensaba dado su historial- le dijo el profesor, eso solo hacia parecer que en verdad estaba usando legeremancia con ella. –No puedo usar un hechizo desilusionador dentro de Hogwarts, ese privilegio solo es del director, que como ambos sabemos es Minerva en este momento. Así que, quiero pedirle me preste solo por una hora la capa de invisibilidad de Harry Potter…

-Pero… ¿cómo…? ¿usted sabe de esa capa?- le dijo Hermione totalmente atónita.

-Claro que sé sobre la capa, Dumbledore me lo dijo, y también sé que está en su poder porque fue usted quien la recogió de la torre de Astronomía luego de… luego de aquella noche…

Hermione pudo ver como un halo de algo que ella quiso pensar que era tristeza cruzó por su mirada al mencionar estas palabras.

-Obviamente no me la prestará sin tener garantías de que se la regresare, pues bien, le daré mi varita, no puedo salir de Hogwarts sin ella, y dado que usted tiene la del señor Malfoy…

-¿Cómo sabe que…?

-¿Cómo sé que usted la tiene?- le interrumpió el profesor Snape. –La lógica después de todo creo que no es uno de sus fuertes señorita Granger; prosiguiendo con lo que me aqueja mi intención solo es estar en ese funeral. No voy a intentar nada estúpido, se lo aseguro. No necesita responderme ahora, puede ir primero al castillo y mostrarle a Minerva esos recuerdos, puede comentarle mi petición si usted así lo quiere, aunque debo decirle que no estoy seguro si ella tenga conocimiento de la capa del señor Potter-.

Hermione tenía hecha un caos su cabeza, no sabía que era lo que debía hacer, el profesor Snape pareció percatarse pues Hermione volvió a escuchar su fría voz rompiendo el silencio de la habitación.

-Aunque sé que debe ser complicado analizar y tomar una decisión tan deprisa, debo recordarle que solo tenemos unas cuantas horas para que el funeral se lleve a cabo, y usted debe hacer muchas cosas antes…

Al decir esto Hermione se percató de lo que tenía que hacer, así que sin más se puso de pie y se dirigió a la salida. Si hubiera volteado hacia atrás se habría percatado de la mirada que el profesor Snape dejó escapar por unos segundos, una mirada de súplica y quizá un poco de esperanza.

-Finite incantatem- dijo firmemente dirigiendo la varita hacia el lugar donde aún se encontraba tirado Draco.

-Maldita sea Snape, me puedes decir ¿por qué demonios me petrificaste?

-Eso tú ya lo sabes Draco, te estabas portando como el niño malcriado que siempre has sido…

-Que hipócrita suenas Snape ¿se te olvida que tú has contribuido a eso durante todos mis años en Hogwarts?

-No, pero hasta ahora me doy cuenta lo malditamente molesto que puedes llegar a ser.

-Pues ese es tu problema no el mío, así que ahora dime de que diantres hablaste con esa asquerosa sangre sucia.

-Eso es algo que a ti no te importa Draco, y si yo fuera tu comenzaría a tratar de lidiar mejor con la señorita Granger, ya que lo más probable es que en unos días debas convivir con ella diariamente…- esto último lo dijo en un tono de burla y diversión.

-¡Vete al carajo Snape!- diciendo esto salió por la puerta de la habitación, la cual se cerró tras el con un estridente golpe.


Hermione no sabía que era lo que debía hacer, se dirigía hacia el castillo, ya faltaban un par de horas para que oscureciera, pero no sabía a donde ir. Firmemente sujeta llevaba su bolsa de cuentas, no tenía idea de lo que debía hacer, odiaba que eso le pasara, por Merlín ella era Hermione Granger, por lo regular las personas acudían a ella cuando no sabían que hacer, pero ahora ella era la que no sabía que hacer y eso no le gustaba en absoluto.

Al cruzar el vestíbulo vacío de dirigió sin pensarlo hacia la oficina del director, tal vez no sabía que hacer pero se estaba dejando guiar por una fuerza de la cual ella nunca había estado segura que en verdad existiera. Al llegar al águila con voz temblorosa susurró la contraseña y el águila comenzó a moverse.

Al llegar arriba tocó a la puerta de la oficina, la voz firme de la profesora McGonagall le respondió. Al entrar a la oficina Hermione pudo ver la sorpresa en la cara de la profesora McGonagall.

-Señorita Granger ¿Qué se le ofrece?

-Yo… ammm… tengo que mostrarle algo…

-¿Mostrarme algo? Pues hágalo. No tengo mucho tiempo, aún debo realizar unas cuantas cosas para mañana.

Hermione sacó de su bolsa de cuentas la pequeña botella de cristal, la cual contenía un líquido plateado y se lo entregó a la profesora McGonagall.

-¿De quién es…? ¿es suyo?- le pregunto la profesora mirándola por encima de sus gafas.

-No, creo que será mejor que no le diga por ahora de quién es, será mejor que lo vea, es importante que lo haga.

Con desconfianza y franca curiosidad la profesora McGonagall se dirigió hacia el pensadero, vertió en él el contenido de la botella y se sumergió en el líquido que había empezado a hacer remolinos plateados.