Gracias a todos los que han dejado sus comentarios. Cada uno de ellos me ha ayudado a intentar mejorar. Espero que disfruten de este capítulo.


Capitulo X: El hombre debajo la capa

Había hecho eso solo una o dos veces en toda su vida, pero al introducir su rostro en el pensadero sintió el tacto familiar de los pensamientos, se sentía como agua cayendo suavemente, pero no mojaba. Esperaba ver a una Hermione quizás más joven, hasta pensó que se trataba de pensamientos que Albus Dumbledore había dejado para que ella mirara. Por eso se sorprendió demasiado cuando al que vio fue a Severus cuando aún era un niño al igual que Lily Potter.

Cada una de las escenas fue transcurriendo ante sus ojos, cada vez se sorprendía más de lo que veía, pero fue cuando llego a la parte en donde Albus le pedía a Severus que lo matara cuando dejo escarpar un sonido de su boca, Hermione no podía oírla, pero de haberlo hecho se habría dado cuenta que ese sonido reflejaba más descanso que sorpresa. Al terminar de verlos la profesora McGonagall se incorporó y se volvió para quedar frente a Hermione:

-Y bien ¿de dónde has conseguido esto?- dijo señalando con mano temblorosa el pensadero que ya había dejado de hacer remolinos.

-Me los ha dado el profesor Snape, al igual que esto- sacó de su bolsa de cuentas la carta que el profesor Snape le había dado para que se la entregara a la profesora McGonagall.

Esta la tomó y se sentó en la silla del escritorio del director. Vio el sello de Slytherin y lo rompió. Hermione aprovechó ese momento para recoger los pensamientos del pensadero y regresarlos a la botella de cristal. Al volver su vista hacia la profesora la vio concentrada, vio como sus ojos recorrían la solitaria hoja de un extremo al otro.

La cara de la profesora McGonagall no mostraba emoción alguna, eso Hermione lo sabía bien, por lo regular no sabía lo que estaba pensado, le enviaba eso. Al terminar de leerla con su varita apunto la hoja y con voz serena conjuró un incendio, la hoja se prendió en llamas y en solo unos segundos se consumió.

Hermione miro la carta con ojos abiertos.

¿Qué significaba ese gesto? ¿Acaso la profesora McGonagall no creía lo que había visto en el pensadero? ¿Qué era lo que esa carta decía para que la profesora hubiera optado por quemarla?

Todas esas preguntas y muchas más tenía en la cabeza cuando la voz de la profesora la trajo de nuevo a la oficina.

-Supongo que ya vio usted estos pensamientos ¿cierto?-

-Así es profesora…

-¿Ha leído también la carta?

-N…no, claro que no, el profesor Snape me pidió que se la entregara cuando hubiera visto el pensadero.

-¿Entonces debo entender que usted no tiene ni idea de lo que esa carta decía?

-A decir verdad esperaba que usted quisiera contármelo- se aventuró a decir Hermione.

-No puedo decirle lo que acabo de leer, lo que no puedo negarle es que entre las líneas salió su nombre…

Hermione hizo un gesto de asombro…

-M..mi nombre. ¿Ha dicho mi nombre?

-Así es pero por el momento no le puedo revelar lo que decían esas líneas. Pero hay otras cosas que si puedo discutir con usted, siéntese, debemos conversar sobre varias cosas.


Había pasado poco tiempo desde que había salido de la habitación en donde se encontraba Snape. Había subido furioso las escaleras, sintiendo que cada escalón que subía iba a caer vencido por su peso. Abrió la primera puerta que pudo y se introdujo en la habitación. Era la habitación que había estado explorando antes, echó un vistazo al piano destrozado y con sus largos dedos toco una de las teclas, la cual produjo un fuerte sonido en la quietud en la que se encontraba. Iba a dejarse caer sobre la cama, pero vio lo sucia que estaba y desistió, se limitó a dar vueltas como un dragón enjaulado.

Maldito Snape y maldita Granger.

¿Quiénes se creían esos dos para ocultarle información a él? ¡Por Merlín él era Draco Malfoy! ninguna sangre sucia iba a tratarlo como a cualquier squib.

Maldecir siempre le ayudaba, sintiéndose menos enfadado decidió explorar a fondo la habitación, había un espejo hecho añicos casi por completo, al pararse frente a él se dio cuenta que apenas reconocía a la persona que le regresaba la mirada, empezando porque él no usaría esa maldita capa, no usaría nada de ese ordinario atuendo que vestía.

¡Maldita Granger y sus estúpidos gustos!

Sintió rugir su estómago, tenía hambre, no había sobrado nada de lo que Granger había traído antes y solo Salazar sabía a qué hora traería más.

Dando vueltas se dio cuenta que había un librero con libros de diferentes clases, tomo el primero que encontró y sentándose en una silla que aún se mantenía milagrosamente en pie comenzó a leer.


-¿Quiere una taza de té señorita Granger?

-No profesora, gracias. Quisiera hacer la primer pregunta.

-Adelante…

-¿Cree usted que los recuerdos que el profesor Snape nos ha mostrado sean reales? Digo esto porque el profesor Dumbledore le dijo una vez a Harry que los propietarios de los recuerdos podían alterarlos en parte o completamente…

-Así es señorita Granger, un propietario puede alterar los recuerdos, pero en este caso en especial, creo firmemente que los recuerdos son reales, y no solo eso, ahora le digo que confío en Severus tal y como confiaba Albus. Ahora haré yo una pregunta ¿usted confía en él?

-Pues… nunca deje de confiar del todo, pero luego de ver el pensadero llegué a la conclusión de que darle el beneficio de la duda era razonable, y ahora con lo que usted me está diciendo me doy cuenta que no me equivoque.

-Así es, ahora vamos a una de las cosas que venían escritas en la carta que me ha dado. El profesor Snape le sugirió un plan para quedarse en la Casa de los Gritos, que es en donde se encuentran escondidos él y el señor Malfoy…

Hermione palideció, el profesor Snape le había contado a la profesora todo, ya sabía lo que vendría y eso no le gustaba.

-Sí, lo sé- le dijo la profesora al ver el gesto que había hecho. –Quiero que me dé su respuesta a mí, ahora. Me atrevo a decirle que dadas las circunstancias creo que lo que el profesor Snape quiere hacer es lo mejor para todos, incluyendo al señor Potter y al señor Weasley.

-¿Qué circunstancias?

-Eso señorita Granger no se lo puedo decir ahora, solamente si me deja darle un consejo, haga caso del plan de Snape, él sabe lo que hace. Y estando yo al tanto del plan, creo que más que usted, él no puede hacer ninguna jugarreta en su contra.

-Si es que acepto, pondré muchas condiciones…

-Eso ya lo supone el profesor Snape- dijo señalando la carta hecha cenizas. -Y yo misma pondré las mías.

-Aun no entiendo cómo es que va a lograr eso el profesor.

-Pero yo si lo sé y por el momento es lo que importa. Usted solamente limítese a decir que acepta. Estamos perdiendo el tiempo, ambas sabemos que ha decidido seguir el plan, de lo contrario no habría duda en sus ojos.

Hermione palideció aún más; eso era verdad, había pensado en aceptar el plan aún sin haber hablado con ella, y ahora que ella confiaba en el profesor Snape estaba más segura de quedarse. Así que tomando una bocanada de aire respondió:

-Si usted me está diciendo que es lo mejor, confió plenamente en su criterio. Está bien… me quedare en la Casa de los Gritos con Draco Malfoy.


Snape estaba recostando viendo el techo, pensando en todo lo que debería hacer, pues estaba seguro que Minerva iba a convencer a la señorita Granger para quedarse en esa casa.

Ya había pasado bastante tiempo desde que la castaña había salido, y ahora solo le quedaba esperar. No había visto a Draco desde que había salido azotando la puerta detrás de él, pero eso no le preocupaba, no podía ir a ningún lado. Estaba pensando en eso cuando escucho pasos desde el corredor que daba al Sauce Boxeador, tomó con fuerza su varita y la apuntó hacia la entrada. En cuento vio que una maraña de pelo castaño se asomaba por la puerta la bajo y la dejó sobre el buró.

-Ya ha hablado con Minerva ¿verdad?

-Si, así es...

-¿Y qué es lo que ha dicho?

-Dice que confía en usted y en lo que quiere hacer, es por eso que he venido.

-Podría ser mas específica señorita Granger, por favor...

-Lo que quiero decir es que mi respuesta es sí, me quedare en esta casa con Malfoy. Pero pondré muchas condiciones. De no cumplirse aunque sea una de ellas, me iré.

-Ya imaginaba que diría una cosa así, pero por el momento me tiene sin cuidado. Lo que me preocupa en este momento es saber si va a prestarme o no la capa del señor Potter.

-Lo hare.

El profesor Snape intentó disimular la sonrisa en su rostro, tendió la mano y tomó su varita. Inmediatamente se la ofreció a Hermione, la cual la tomó y la guardó en su bolsa de cuentas. A su vez saco de la bolsa un paquete de comida el cual dejo sobre la mesa. Tomo aire, miro al profesor y con voz firme le dijo:

-Mañana, media hora después del funeral, nos reuniremos aquí con la profesora McGonagall, usted me entregará la capa y yo su varita.

No esperó respuesta, entregando la capa salió de la habitación.


Ya había amanecido, lo supo porque los primeros rayos de sol cayeron sobre la habitación. El envoltorio que estaba sobre la mesa ya no estaba ahí. Él no había tenido apetito y le había hablado a Malfoy para que el comiera, pero éste renuente y con un dejo de soberbia le había gritado que no quería nada que viniera de Hermione Granger. Pero era obvio que el hambre había derrotado al orgullo, que el paquete ya no estuviera era prueba de ello.

Se puso de pie y se calzo los zapatos. Ya no le dolía su costado, Hermione Granger había hecho un buen trabajo. Con todo el cuidado del que fue capaz se dirigió a la entrada del pasaje y se introdujo en el diminuto túnel. Al estar cerca de la salida se puso la capa de invisibilidad y se puso en camino rumbo al lago.

La hierba verde se sentía bajo sus pies, húmeda, suave. Al llegar al lago vio los centenares de sillas que ya estaban dispuestas para albergar a los que fueran a darle el último adiós a Albus. Debajo del haya vio sentada a Hermione Granger con sus amigas. Él sabía que ella lo estaba mirando aunque no pudiera hacerlo. Decidió que ese sitio, era lo suficientemente bueno para esperar. Así que se armó de paciencia y esperó a que el momento llegara.

No tuvo que esperar mucho, solo unos minutos después comenzaron a llegar personas, unas tras otras iban ocupando sus lugares en las sillas. Unos minutos luego vio salir a los alumnos del castillo, todos en fila detrás de los jefes de cada casa.

Cuando el hombre bajito comenzó el discurso y Snape escuchó las primeras palabras sintió un nudo en la garganta. Era verdad, Albus Dumbledore, el hombre para el cual había trabajado fielmente, el único hombre que había creído realmente en él estaba muerto y él mismo lo había matado.

Estaba absorto en esos pensamientos cuando vio a Hagrid empezando a avanzar por el pasillo entre las filas de sillas, llevaba algo envuelto en un manto morado, al percatarse que era el cuerpo inerte de Dumbledore lágrimas brotaron de sus ojos, él no se molestó en retirarlas, dejó que fluyeran, porque Albus merecía esas lágrimas, porque tal vez había sido el único amigo que había tenido realmente.