Capitulo XIX: Veritaserum, hechizo desilusionador y poción multijugos

Sólo la túnica negra ondeaba con el ligero viento de la madrugada, él no era más que una sombra justo en medio de un callejón oscuro, pasaba desapercibido hasta para la persona más observadora del mundo. Su costado aún dolía un poco pero con todo y eso podía moverse con la misma facilidad de antaño y sus hechizos los ejecutaba de manera casi perfecta.

El plan que había fraguado con Minerva era demasiado complicado, pero si daba resultados favorables los riesgos habrían valido la pena, el plan era casi perfecto, solo tenía una oportunidad de fallar, y él no quería pensar en que eso pasara. Gracias a su buen papel como espía doble, el señor oscuro le comunicaba la mayoría de los planes, sabía que a esa hora cada jueves una mortífaga de nombre Stella Andanson, recorría ese callejón para asegurarse que no hubiera aurores o ninguna otra persona del ministerio, siempre iba sola como castigo a una falla en una misión puesta antes por su señor, la mandaba siempre sola para que fuera un blanco fácil para el ministerio o la orden del fénix, o cualquier otra persona que quisiera deshacerse de ella, por eso sabía que si desaparecía de pronto, el señor oscuro no le tomaría importancia.

Así que esa madrugada se había adelantado a esconderse tras un pilar para tomarla por sorpresa, cuando la tuvo a escasos 3 metros lanzó un Desmaius no verbal, por lo tanto la mortífaga no pudo hacer nada para defenderse, cayó inerte en el piso frío del callejón, con una agilidad que hasta a él le sorprendió llegó hasta ella y tomándola de la muñeca los dos desaparecieron.


Ya había empezado a amanecer en la calle de "La Hilandera", las cortinas eran negras y demasiado pesadas para dejar colarse los primeros rayos de luz, solo las lámparas de aceite dejaban ver dos siluetas en esa pequeña habitación, una sentada y atada a una silla con cuerdas mágicas y con una venda negra cubriendo sus ojos, la otra, una figura oscura justo frente a la silla, con su varita bien sujeta en su mano derecha, él estaba un poco inquieto, aunque sabía bien que la que estaba sentada ahí era Stella Andanson, sus ojos querían engañarlo, todo era diferente, su color de piel, su cabello, sus rasgos toscos se habían ido y ahora estaban unos rasgos más finos y agradables para ver, lo único que estaba intacto eran sus ojos, y era por eso que los había tapado con una venda, siempre se deban eliminar los riesgos, no quería que ese plan fallara.

Solo él y Minerva sabían que era Stella Andanson, para todos los demás en esa silla, esa mañana estaba Hermione Jane Granger a la cual le quedaban escasos minutos de vida.

Al desaparecerse del callejón se habían trasladado a la casa de Snape, ahí había logrado que Stella bebiera la poción multijugos con uno de los cabellos de Hermione Granger, después sin que ella se diera cuenta había implantado recuerdos en los que aparecían los tres alumnos predilectos de Gryffindor. Cuando hubo tenido todo listo con su varita conjuró un Rennervate y en cuestión de 3 segundos la mortífaga había despertado.

-Te preguntaré de nuevo, y esta vez quiero respuestas, y no tu tonta y estúpida negativa a decirme dónde están. Ya hemos perdido horas y no pienso perder mucho tiempo más.

Esto era una mentira obviamente, pero los recuerdos que se había encargado de sembrar cuando estaba inconsciente le haría pensar que ya llevaban horas de interrogatorio y que ella ni siquiera era ya Stella Andanson sino Hermione Granger.

-Ya le he dicho que no sé en dónde están, y si lo supiera usted sabe tan bien como yo que no se lo diría, así que solo estamos perdiendo el tiempo, si va a matarme hágalo de una vez, porque de mí no sacará absolutamente nada.

Él sabía que la persona que estaba frente a él no era Hermione Granger, pero aun así sus entrañas se sentían raras al ver ese rostro tan conocido. Todo el rostro estaba surcado con heridas y sangre seca y fresca. Sus muñecas estaban al rojo vivo, con jirones de piel desprendidos en partes desiguales.

Todo eso no le había dolido en absoluto porque lo había hecho cuando ella estaba inconsciente y para asegurarse de que no doliera le había dado una pócima para el dolor. Si bien era verdad a medias que era un mortífago, siempre se había asqueado con las cosas que hacia su señor, torturar, herir y matar no era algo que el disfrutara, y eso lo mantenía a salvo de convertirse en uno de ellos. Aunque eso sería imposible, él era fiel a Dumbledore y lo seria hasta el último aliento que saliera de su ser. Aun con todo eso no sabía cómo los demás mortífagos realizaban las tareas que él había hecho hacía apenas unos minutos con tanta naturalidad y comodidad, aun escuchando las suplicas y gritos de dolor que regularmente emitían las víctimas.

-Ha aguantado demasiado, pero mi paciencia tiene un límite, y usted está a punto de rebasarlo. Preguntaré por última vez ¿dónde están y cuáles son los planes de Harry Potter y Ron Weasley?

Terminando la pregunta presionó con fuerza sus muñecas, y ahora sí, con el efecto de la poción para el dolor casi terminado, Stella gritó, pero no era su voz, sino la de Hermione, y eso hizo que su piel se erizara y un sentimiento de culpa retumbara en cada parte de su cuerpo.

-Ya le he dicho, máteme de una vez porque no voy a decirle nada-. Lágrimas de dolor escurrían por sus mejillas, mientras otras se quedaban en la venda.

-No lo haré hasta haber descartado todas las posibilidades.

Con su varita firmemente agarrada apuntó a la cabeza de la prisionera y conjuró un Legeremens.

Aunque todo estaba planeado, él debía realizar cada etapa del plan perfectamente y en los tiempos indicados, aun así temía que algo sucediera y entonces el señor tenebroso se diera cuenta que todo era un plan fraguado para engañarlo.

Detrás de sus parpados una serie de imágenes desfilaban, era Hermione Granger despidiéndose de Harry Potter y de Ron Weasley, pero la escena era muda y no se podía entender nada de lo que decían. Después de esa escena no seguía más nada.

-Aprendí bien a defenderme de ese hechizo profesor, de nada le servirá ese recuerdo.

Todo estaba según el plan, ya la poción multijugos estaba a punto de dejar de hacer efecto, así que trajo un poco de "veritaserum", en realidad no era más que agua común y corriente, pero eso solo él lo sabía. Se la dio a beber, la mortífaga la escupió justo en su cara, pero Snape sacó una botella más e hizo que esta vez se la tomara toda. Esperó unos minutos y volvió a formular las mismas preguntas, y obtuvo las mismas respuestas. Tras haber hecho "todo" lo que había podido hacer para averiguar el paradero de los Gryffindors se paró unos pasos frente a ella:

-Tienes todas las agallas de las que se ahítan los Gryffindor, si me hubieras dicho lo que te he preguntado, quizá hubiera perdonado tu vida, pero como no lo has hecho sabes que es lo que te espera.

-Hágalo de una vez, de mí no sacará nada. Ni su legeremens ni su veritaserum pudieron conmigo, y tenga por seguro que si detiene a cualquiera de ellos dos, tendrá el mismo resultado que conmigo.

-Arrogante como tus amigos.

Ya no dijo nada más, con su varita apuntando a la frente de la prisionera conjuro un "Avada kedavra". Un rayo de luz verde salió de la punta de la varita y de forma inmediata hizo colisión con la frente de ella, en el momento justo la venda se desvaneció y Snape pudo ver la vida irse a través de los ojos marrones que él sabía que no pertenecían a Hermione Granger, pero que aun así le hizo helar la sangre.

Estaba listo, el plan estaba hecho. Ahora faltaba ir a avisarle al Señor Oscuro, y esperar que el creyera todo.

Solamente un minuto más tarde de haber lanzado el hechizo, el cuerpo comenzó a retomar su forma normal, ahora si estaban los rasgos de Stella Andanson, y eso lo tranquilizó solo un poco.


En Hogwarts Minerva estaba intranquila, ya se había tomado un tónico para calmar los nervios pero parecía no haber surtido efecto. Su reloj de pulso marcaba apenas las 02:23 am, ella sabía que a esa misma hora Severus se estaría trasladando hasta el callejón en donde llevaría a cabo el plan que habían hecho tan metódicamente en tan escaso tiempo. Recorriendo una y otra vez su habitación se dio cuenta que así no ganaría nada, así que se puso su túnica de costumbre, de un buró que está del lado izquierdo de su cama tomó una pequeña bolsa de terciopelo verde botella y se lo puso en el bolso de su túnica. Justo al lado de su jarra con agua en ese mismo buró tomó un galeón y lo metió en el bolso opuesto.

Hecho esto abrió la puerta de su habitación y salió a realizar una encomienda más.

El castillo estaba prácticamente vacío a esas hora, eran vacaciones y ya solo quedaban algunos profesores que no tenían un lugar mejor al cual ir, y ciertos alumnos que se encontraban en las mismas condiciones.

Sus pasos creaba un eco que le ponía los nervios de punta, así que los insonorizó, de su habitación a la puerta principal del castillo no era una distancia significativa, así que de inmediato se encontraba susurrando la contraseña a la cerradura para poder salir del castillo. El clima aún era agradable a esa hora, el pasto se sintió bajo sus pies y entonces retiro el hechizo para poder escuchar el pasto crujir bajo sus zapatillas de punta.

Ella sabía que a esa hora no había nadie despierto, pero la paranoia cada vez era más grande, así que puso su varita en lo alto de su cabeza y usó el hechizo desilusionador para así mezclarse con el entorno. Pronto llegó a unos pasos del sauce boxeador y apuntó a su nudosa raíz para poder paralizarlo, cuando hubo hecho esto se adentró al pequeño túnel que cada vez parecía hacerse más y más pequeño.

Cuando salió a la casa de los gritos, escalofríos se adueñaron de ella, aunque sabía que ahí no había nadie, el aspecto tétrico de la habitación en la que se encontraba la puso más nerviosa si es que eso se podía. Se apresuró para salir de esa casa y a solo unos metros de ella vio la nueva cada de los gritos exactamente igual que la original. Cuando estuvo más cerca le sorprendió ver luces en la planta baja, y eso solamente logró llevarla al límite de su paz mental.

Los últimos metros los terminó corriendo. Como era una de los guardianes no hubo necesidad de que le abrieran la puerta, llegando al último escalón alargó su brazo y tomó el pomo de la puerta, lo abrió de una forma brusca y cuando sus ojos vieron la rara escena solo pudo sonreír para sus adentros, se olvidó por completo que ellos no podían verla y disfrutó solo unos segundos más de lo que estaba viendo.


Después de desayunar se había ido a la biblioteca a buscar el dichoso libro que había estado leyendo en el cuarto de Malfoy, pero no estaba, ya había buscado el titulo dos veces en el lomo de todos los libros de la biblioteca, y hasta había echado un vistazo a los que estaban en su cuarto, pero dada por perdida la tarea había vuelto a revisar por tercera vez, más minuciosamente los títulos de los libros.

No era que en verdad fuera súper importante leerlo, si le había parecido interesante, pero la verdadera razón por la cual quería leerlo era porque no le gustaba dejar las cosas a medias, nada, y en particular un libro. Así que cuando hubo terminado de recorrer por tercera vez el lomo de todos los libros, que por cierto eran demasiados hasta para ella, se rindió y decidió mejor preparar más pociones sanadoras, la que le había dado a Malfoy la noche anterior había funcionado de maravilla, y nunca venia mal tener un poco a la mano, era precavida y eso era bueno la mayoría de las veces.

De la alacena que ella juraba era la misma que la del profesor Snape, tomó los ingredientes necesarios para elaborar un poco de poción crecehuesos, con esa empezaría, tardaba solo una semana en estar lista pero siempre era bueno tenerla, y se había quedado sin ninguna gota de ella. Bastaban 3 ingredientes para hacerla, pero una era el veritaserum y ya solo tenía dos frascos de ella, así que aprovecharía para también hacer más. Prácticamente 1 mes era lo que se ocupaba para que estuviera lista y rogaba porque en la alacena hubiera todos los ingredientes necesarios para hacerla.


Al entrar a la biblioteca el olor a libros inundó su nariz, era demasiado orgulloso como para aceptarlo, pero siempre había amado ese olor, en verdad le gustaba demasiado, solo que nunca había querido decirlo en público por miedo a parecer demasiado nerd.

Pero ahí estando solo, pudo inundar sus pulmones del olor a páginas nuevas y viejas, caminó por los estantes, repasó los nombres escritos en los lomos de los libros, pero ninguno llamaba su atención como para ser leído. Así que mejor salió de ahí y se dirigió a su habitación.

Cuando entró pudo ver su playera manchada con sangre de la noche anterior, su espalda ya no dolía, esas vendas en verdad hacían maravillas, sabía que tarde o temprano las tendría que quitar porque ya le hacía falta una ducha. Haciendo estos pensamientos a un lado abrió su cuarto secreto de pociones, pasó su dedo índice por el lomo de los libros y tomó uno de "pociones avanzadas", pese a lo que pensaban todos, a él realmente le gustaba mucho esa clase, era verdad que la mayoría de las veces Snape lo ayudaba a sacar mejores notas que Granger, pero él era bueno por sí mismo, y ese escenario era justo lo que ocupaba para demostrarlo.

Del libro de pociones tomó una que había querido hacer hacia años ya, desde que descubrió que la odiosa de Granger la había preparado sola, estando apenas en segundo curso. Él sabía que podía hacerla correctamente, si ella había podido hacerla con ingredientes robados, en un caldero poco útil y en medio del baño de las niñas, él podía hacerlo en esa aula con todas las comodidades. Más valía que así fuera, porque de lo contrario su ego quedaría por los suelos.

De la alacena, la cual era solo un poco más pequeña que la de la estúpida de Granger, tomó los primeros ingredientes, y puso un caldero de peltre al fuego para comenzar a mezclar todo.

No supo cuánto tiempo pasó, pero la poción no iba como el libro decía que debía ir, estaba tan ensimismado que no se percató que la puerta se había abierto. Cuando sus sensores le indicaron que no estaba solo, levantó su mirada y ahí estaba:

¿Por qué siempre parloteaba donde quiera que él estaba?

-Pero… ¿qué demonios haces aquí? ¿Qué no tienes tus malditas propias habitaciones? O acaso eres tan aburrida que ocupas venir a ver lo que estoy haciendo.

Él no quería que esa se enterara tan pronto que también tenía un aula de pociones, pero ya que no podía hacer nada para remediarlo, disfrutó de su cara de sorpresa, porque ya no le quedaba nada que él no tuviera también, y si él se hubiera dado a la tarea de examinar bien esa habitación, se hubiera dado cuenta que había algo más envidiable que esa aula de pociones.

Todo lo que siguió fue solo discusión, él estaba tan enojado que solo unos minutos luego ya no recordaba ni que había pasado.


El veritaserum iba bastante bien, y la poción crece huesos aún más. Ya no podía hacer otra cosa más que esperar el tiempo de cocción necesario para agregar más ingredientes. Se fijó en su reloj de pulsera, esta vez era color azul fuerte con las manecillas y números naranjas fosforescentes, le sorprendió que las manecillas marcaran las 12:35 pm, el tiempo se le había pasado realmente rápido, pero eso era de esperarse, luego de revisar los cientos de títulos no una, ni dos sino tres veces, y preparar 2 pociones diferentes, era lógico que hubiera pasado mucho tiempo, después de pensar en eso, le pareció hasta poco el tiempo que le había tomado hacer todo, por ultimo hizo una nota mental de la hora en que debía regresar a mover las pociones y a agregar más ingredientes.

Tenía un poco de sed, así que se dirigió a su cuarto a tomar agua, pero la jarra ya estaba vacía, la tomó con desgana, porque en verdad no quería toparse de nuevo con Malfoy y bajó a la cocina por más agua.

Cuando bajaba las escaleras empezó a percibir un olor bastante familiar, cerró sus ojos solo dos segundos y enseguida se trasladó al baño del segundo piso estando sentada en el piso revolviendo un pequeño caldero:

Poción multijugos, Malfoy estaba preparando poción multijugos.

Pero eso era imposible, él no tenía un aula de pociones como la de ella, y aun si la tuviera ¿con que fin querría prepararla?

En realidad no tenía ningún derecho a preguntarle, porque ella misma estaba haciendo dos pociones en ese mismo momento, solo que las de ella eran necesarias, pero la que estaba haciendo él no lo era. Además solo estaban ellos dos en esa casa, ¿Cómo para qué querría él convertirse en ella?

Por su cabeza en realidad pasaban miles de preguntas y ninguna respuesta y eso la inquietaba bastante. Pero sabía que no podía ir y preguntarle así nadamas. Con eso en mente desistió, se quedaría con la duda de eso, se dirigió a la cocina para poner más agua en su jarra, pero lo que vio sobre la mesa le dio el pretexto preciso para irrumpir en la biblioteca de Malfoy. Rápidamente llegó a la puerta de la biblioteca y la abrió con más fuerza de lo que en verdad tenía intención hacer. Pero no encontró nada, estaba vacía, pero el olor cada vez era más intenso y venia de la habitación de Malfoy, con duda en sus pasos se dirigió hasta la puerta, tomo el pomo y lo giró, nada, la habitación estaba aparentemente vacía, pero el olor se había intensificado bastante.

Siguió el instinto de su olfato, cuando llegó a la fuente del olor le sorprendió la puerta, sobre todo el espesor que tenía, ahí no podía haber nada, pero aun así giro el pomo de la puerta, vio a Malfoy ensimismado, moviendo un caldero de peltre, él no se percató de inmediato que ahí estaba ella, pero cuando levantó su mirada pudo verla y con un rasgo de enojo comenzó a gritarle:

-Pero… ¿qué demonios haces aquí? ¿Qué no tienes tus malditas propias habitaciones? O acaso eres tan aburrida que ocupas venir a ver lo que estoy haciendo.

Su cara debió haber reflejado sorpresa, porque en verdad estaba sorprendida, esa habitación era demasiado parecida a la que ella tenía en su planta, si bien era más pequeña podía cumplir completamente con lo necesario para preparar pociones, eso la disgustó más de lo que hubiera querido admitir, porque esa habitación de pociones era lo único con lo que podía presumir a Malfoy, y ahora ya no podría hacerlo.

No quiso que el viera que estaba realmente molesta con eso así que lo que hizo fue decirle lo que la había llevado ahí en primer lugar:

-Has dejado los platos sucios de tu desayuno, ya te he dicho que yo no voy a lavarlos, y aquí no hay elfos domésticos que lo hagan por ti, así que ¡deja de ser tan estúpido y lava tus malditos platos!

-Nunca Granger, jamás he lavado un solo plato en mi vida, y no voy a empezar a hacerlo ahora, así que como te dije antes, por mi que se pudran todos los trastos, yo no voy a lavarlos.

Lo sentía en sus mejillas, se estaban poniendo rojas del coraje que ese sinvergüenza la hacía pasar. Eran tan ridículamente terco, orgulloso y prepotente. Ella no iba a lavarle sus platos, pero a ese paso se quedarían sin un solo plato para comer. Pero de eso se preocuparía luego, para quedarse sin trastos mínimo debían pasar un par de días más. Ahora lo que realmente la había llevado hasta ahí:

-¿Para qué estás preparado poción multijugos?

-¿Cómo sabes qué es eso lo que estoy preparando?

-Es obvio, tiene un olor bastante similar a la que hice en el segundo año.

-¿Similar?

-Así es, por su olor debo suponer que agregaste menos Descurania sophia al caldero de las que debías realmente, y por el color que tiene estoy casi segura que revolviste en contra de las manecillas del reloj y no al revés.

-¿Cómo canijos sabrías eso si ni siquiera la has visto bien?

-No la he hecho solo una vez, y al igual que tú, también tuve errores de principiante.

Ella vio en su rostro pálido que eso le había calado realmente, llamarlo "principiante" había golpeado su orgullo y eso a ella le encantaba.

-¡No soy ningún principiante, y voy a elaborar la mejor poción que hayas visto!

En verdad estaba más enojado de lo que ella podía haber pensado, quizá era porque su orgullo estaba en juego, y ella sabía que para un Slytherin y más si ese Slytherin era Malfoy, eso valía demasiado.

-Te apuesto tu libro de "Las diferentes culturas de los magos de Gran Bretaña" a que a más tardar la 1 de la mañana tu caldero explotará, bueno las 3 de la mañana porque tienes el fuego más lento de lo normal.

-Si decidiera aceptar tu estúpida apuesta ¿qué ganaría yo? No tienes nada que quiera y eso lo sabes.

-Puedo darte un reloj, yo tengo varios y así podrás ver los tiempos correctos para elaborar las pociones, ya que se te ha pasado el tiempo para revolverla de nuevo.

-Estás aquí parloteando ¿Cómo quieres que no lo olvide?

Tomó un cucharon grande y comenzó a mover la poción lentamente.

-Ese cucharon no se usa hasta que la poción adquiera el color marrón, aunque claro la tuya jamás logrará tomarlo.

-¡Te apuesto el canijo libro que quieres a que mi caldero no explota!

-Trato hecho.

Dicho esto se fue de la habitación con una sonrisa burlona. Todo le había salido redondo. Eso se sentía realmente genial.

Toda la tarde trascurrió tranquila, ella no salió del aula de pociones hasta pasadas las 11 pm, la comida y la cena habían sido tranquilas porque no se había topado con Malfoy, solo escuchaba mucho ruido en su habitación, aunque sabía que venía realmente del aula de pociones que estaba ahí adentro. No le tomo importancia, se duchó, se puso su pijama y se fue a dormir.

Ese día le había ganado a Malfoy, y eso bastaba para irse a dormir de un mejor ánimo.


No tenía un puñetero reloj, así que debió guiarse con un reloj de arena, pero sabía que no había servido bien, porque la poción no estaba como debía. No sabía qué hora era, pero en dos ocasiones el estomagó le había reclamado por comida, y ambas veces había ido a la cocina a comer, ambas veces había encontrado comida deliciosa en la mesa, y ambas veces se había terminado todo lo que había encontrado, sin importarle si la sangre sucia ya había comido o no.

Cuando salió la segunda vez a comer, ya se había ocultado el sol, y a juzgar por las lechuzas que habían comenzado a pulular, ya debía ser más tarde de lo que él pensaba. No la vio por ninguna parte y eso lo alivió demasiado, quizá ya se había olvidado de la estúpida apuesta, aunque sabía que eso era prácticamente imposible.

Entró a su cuarto y ya dado por vencido solo se dispuso a agregar los últimos ingredientes, pero al poner la última pizca de centinodia, el caldero comenzó a emitir un sonido demasiado agudo, por la sorpresa tiro demasiados frascos vacíos que se hicieron añicos de forma inmediata, tomó el caldero con ambas manos y corrió hasta el vestíbulo, logro dejarlo en el piso, y hecho esto la vio bajar de las escaleras, descalza, con esa espantosa pijama, que ni siquiera era pijama, justo cuando bajó los últimos escalones, el caldero literalmente explotó, y todo su contenido de un color morado fosforescente bañó de pies a cabeza a los dos.

Aun empapada y oliendo a rayos, la sangre sucia llevó su muñeca izquierda a sus ojos y con aire ganador dijo:

-Son las 2:57 am, he ganado la apuesta-.

La muy estúpida tenía una sonrisa en su cara, y eso lo enojaba más. Porque a él estaba que se lo llevaba el carajo, quiso dañarla, cuando dio dos pasos para intentar sujetarla, se resbaló y eso solo hizo que cayera encima de ella, sus narices prácticamente se rosaron. Ambos estaban a punto de decir o maldecir cuando la puerta de la entrada se abrió. Pero ahí no había nadie y eso solo los sobresaltó a los dos, logrando que se lastimaran más.

Aun encima del asqueroso olor de la poción, podía percibir el olor fresco, que ella siempre emanaba, no sabía que carajos era, pero le encantaba olerlo y eso lo asqueaba aún más que la poción que recorría todo su cuerpo.

Estaba totalmente perdido en la mezcla de olores que no se dio cuenta que ya una figura alta se había aparecido sobre la alfombra principal, y le fue extraño verla con una sonrisa en su cara y se extrañó aún más al descubrir que el mismo tenía una estúpida sonrisa en su cara y su mano sujetaba fuertemente la cintura de la sangre sucia, se sentía tan bien así, que le disgustó tener que alejarla para levantarse.

Al ponerse ambos de pie se dio cuenta que su espalda dolía un poco y las vendas habían comenzado a desenvolverse.

¡Maldita sea, ahora si deberé ducharme!