Capítulo XXI: De relojes y nuevos aromas...

Ya habían pasado varios días, en esa maldita casa y sin un puñetero reloj se debía guiar solo por la puesta y la salida del sol para saber que el día terminaba, y en la hora en que aparecía la comida en la cocina para suponer la hora del día. Calculaba que habían pasado por lo menos 2 semanas. Esas dos semanas habían pasado tranquilas sin demasiados enfrentamientos con la sangre sucia. Como habían dicho en un inicio Snape y la otra profesora, ellos se veían solo para las horas de la comida y a veces ni eso, ella se la pasaba en la biblioteca y en la sala de pociones, lo sabía porque podía escuchar sus malditos pasos en cada momento del día.

No podía quejarse de cómo iba su estancia en la casa, tenía comida caliente siempre que quería, y era demasiado buena aparte, aunque a veces mandaban comida que nunca en su vida había visto, comida Muggle para ella y él se había negado a probarla en todas las ocasiones, pero veía como ella las disfrutaba realmente y al final del día prácticamente no quedaban ni moronas de los banquetes que mandaban de Hogwarts. Tenía una cama con sabanas suaves y también agua para ducharse cuando le diera la gana.

La misión que se había puesto a si mismo de encontrar una poción para tratar la espantosa cicatriz que tenía en la espalda había dado frutos por fin después de tantos días. Después de haber recorrido los lomos de los libros de su biblioteca un sinfín de veces y hojear algunos libros una y otra vez por fin había encontrado la poción para las cicatrices, la había encontrado al igual que todos los ingredientes para realizarla, pero sabía que no podía llevarla a cabo, él había visto demasiadas pociones, y había preparado muchas más, pero está en especial tenia tiempos demasiado específicos para agregar cada uno de los ingredientes y sabía que sin un maldito reloj no iba a lograr hacerla.

Una semana después del desastre con la poción multijugos había visto a la sangre sucia todos los días, y la muy maldita traía un reloj diferente cada uno de esos días, cuando lo obligó prácticamente a quedarse quieto para quitarle los hilos que había puesto en su espalda había logrado ver uno de sus relojes, era negro, simple, sin números solo una pequeña estrella en cada lugar en donde deberían ir éstos, las manecillas eran plateadas y pudo ver la hora por primera vez en demasiado tiempo, las 03:47 de la tarde, ese reloj no era un reloj mágico, debía ser Muggle porque jamás había visto uno igual.

Desde ese día que había retirado esos hilos de plástico de su espalda en realidad había descansado, ya podía moverse con mayor libertad y ya no dolía, pero cada vez que se miraba al espejo le molestaba demasiado ver esa horrible cicatriz. Y le molestaba aún más que tuviera la solución para hacerlo pero no podía por no tener algo tan simple como es un maldito reloj.

Estaba seguro que no podría hacer la poción porque había intentado hacer unas mas simples durante esas dos semanas, y en ninguna había tenido éxito, había puesto el caldero adecuado, el fuego estaba tal cual debía estar, las cantidades de los ingredientes no podían ser más exactas, pero había un común denominador que siempre fallaba, el tiempo, el maldito tiempo. No sabía en qué segundo debía agregar los ingredientes y eso lo molestaba de una manera impresionante.

Esa mañana se había levantado más temprano que de costumbre, había desayunado huevos fritos con tocino y un plato de una fruta demasiado extraña color naranja que jamás había visto. Luego se había dado un baño y en todo eso no había visto ni rastro de ella. Sabía que la solución era encontrar la forma de robar uno de esos relojes, pero eso no sería fácil, era obvio que los tenía en su habitación y él no podía entrar ahí, entonces las posibilidades de robarlo era casi imposible, aunque por suerte ella usaba reloj todos los días, así que su plan era robar el que trajera puesto ese día.

Así que tomó un libro que había estado leyendo desde hacía unos días y bajó a la cocina para intentar propiciar una pelea y así quitarle el puñetero reloj. Se sentó en uno de los bancos y la esperó.


Esas dos semanas habían pasado en verdad muy rápido, sus pociones estaban casi listas y había aprovechado el tiempo para hacer más. Había leído el libro que le había dado Malfoy por lo menos 2 veces y ni siquiera era que estuviera realmente interesante pero lo leía porque se lo había dado él. Eso no le gustaba, no se sentía bien que cada vez que estuvieran en la misma habitación a ella le faltara un poco el aire y sus manos comenzaran a sudar.

Cuando había ido a pedirle que se dejara quitar las suturas le había sorprendido realmente que hubiera accedido tan rápido. Ella tenía en su bolsa de cuentas una hoja de bisturí para quitarlas, pero optó por quitarlos mejor con su varita, una a una había cortado los hilos y con cada punto que se iba se daba cuenta de la cicatriz que le quedaría y sentía una gran pena por él, su espalda era blanca como la nieve cuando cae, salpicada con unas cuantas pecas y lunares, y esa espantosa cicatriz arruinaba la vista tan perfecta que debía tener.

Cuando se dio cuenta del camino que estaban tomando sus pensamientos se apresuró a quitar los que quedaban y sin decir palabra se había dirigido a su habitación a gritar en su almohada, no le gustaba sentirse así, no le había gustado cuando lo sentía por Viktor y tampoco le gustaba ahora, ahora le gustaba menos de hecho.

¡Por Merlín, era Malfoy!

Después de retirados los puntos no se habían visto prácticamente para nada, y no sabía cómo la hacía sentir eso, es decir, estaba perfecto porque desde hacía una semana no habían peleado, no había habido discusiones tontas sobre temas absurdos, pero por otro lado le hacía falta contacto humano aunque la única opción fuera él, eso era, evidentemente no era que extrañara verlo o pelear con él, era tan simple como que necesitaba convivir con otras personas, y para su desgracia la única persona a su alcance era él, claro era solo eso.

Con ese firme pensamiento en su cabeza se duchó, secó su enmarañada cabellera, se puso unos jeans azules y una playera color gris, por ultimo unas botas cafés y su reloj favorito, uno azul con manecillas naranjas. Así decidió bajar a desayunar para después encerrarse en la biblioteca como era su costumbre. Apenas había bajado la mitad de los escalones cuando ese aroma llegó a sus fosas nasales, su aroma. Con eso se había dado cuenta que Malfoy se había duchado y había dejado su aroma por toda la planta baja. Eso hizo que de forma inconsciente sonriera ampliamente y con esa estúpida sonrisa en su cara fue como entró a la cocina y lo encontró sentado en uno de los bancos. Por suerte estaba distraído y ella pudo quitarla antes de que él la viera.

-Buenos días Malfoy-.

-No piensas en verdad que voy a responder a eso ¿cierto?-.

-No, pero hoy hace un día realmente bueno y no voy a permitir que tú me lo arruines-.

Eso era verdad a medias, ella se había levantado en automático como todos los demás días, pero el sentir su aroma impregnado su nariz y haberlo visto apenas iniciado el día realmente la puso de buenas.

-¿Ya desayunaste? O espera, ya, te has acabado la mitad de la papaya…

-¿De la que?

-Papaya Malfoy, es una fruta Muggle, realmente rica y sustanciosa, veo que te gustó porque te has acabado la mitad. Pensé que habías dicho en alguna ocasión que no comerías ninguna cosa Muggle que enviara la profesora McGonagall.

-Y lo decía en serio, no pienso probar nada que sea Muggle, ni siquiera sabía que eso lo era, por eso ha sido que me he comido la mitad, pero pensándolo bien por eso era tan insípida.

-No creo que en verdad haya estado tan insípida si te acabaste la mitad del plato Malfoy.

-Te asombraría saber cuántas cosas me he comido y que no estaban ricas Granger…

Su semblante cambió, ella había captado el albur y realmente le había molestado.

-No me interesa saber tu vida sexual Malfoy, aunque discreto nunca has sido…

-Si se ha sabido de mis aventuras no ha sido por mi boca y eso lo sabes Granger, son ellas las que no pueden evitar decir que han estado en mi cama.

-No sé qué pueden tener en la cabeza todas ellas, no sé si se deben respetar muy poco para servirte de consuelo por una noche y…

-Varias de ellas no han sido solo de una noche Granger-.

No la había dejado terminar la frase el muy idiota, pero era verdad, por qué a todas ellas les gustaba ser la inquilina de Malfoy por una o dos noches. Y después como si eso no fuera suficiente se encargaban de divulgar que lo habían hecho, en más de una ocasión se habían peleado entre ellas porque solo una noche antes había estado con una y a la siguiente con otra. En verdad no las entendía.

-Sea una noche, dos o tres Malfoy solo las usas, porque es obvio que con ninguna de esas chicas has estado conectado de otra forma que no sea con eso que tienes entre las piernas.

-Vaya, la santurrona y abnegada Hermione Granger sabe usar palabras anti sonantes, no me sorprendes con eso Sangre Sucia, he escuchado las cosas más horribles dichas por personas realmente temibles, lo que tú puedas decir me tiene sin cuidado realmente. Y respondiendo a lo que dijiste aunque no lo preguntaras, no hay necesidad de más, estar conectado de "esa" forma es lo único que me interesa, las mujeres son todas iguales, traicioneras, quieren dominar todo lo que tocan, inestables…

-Recuerda que vienes de una mujer Malfoy…

-Mi madre es la excepción a la regla en muchas cosas Granger, si no fueras lo que eres, ahorita mismo sobre esta mesa o sobre el piso de piedra te haría entender por qué cada una de esas "chicas" se muere por estar en mi cama y después se ahítan en divulgarlo.

-Me enorgullece ser lo que soy Malfoy, y si en algún mundo paralelo fuera diferente, jamás tendría el estómago para tener algo que ver contigo.

-¿Estás segura? Porque no creas que no he notado lo nerviosa que te pones cuando estamos en la misma habitación, como tus mejillas se ponen rojas cuando hago algún comentario sobre ti, o la cara de enojo que pones de inmediato cuando hablo de mis encuentros sexuales.

Maldita sea, se había dado cuenta. Pero ¿Cómo? ¿Era tan obvia acaso?

Si ella se sentía incomoda por sentirse de esa manera, ahora era 100 veces peor porque ahora lo sabía él.

¡Maldita sea! ¿Ahora cómo solucionaría eso?

-No me conoces ni un poco Malfoy, no sabes cómo reacciono a situaciones incómodas, así que no, ni por error son las cosas como tú las estás pensando.

-Quieres decir que si ahora mismo me acercó a ti. ¿No vas a cambiar ni a sentir nada?

-Ni siquiera te atrevas Malfoy.

Aunque los separaban escasos 2 metros a ella le parecían menos, por eso por costumbre se llevó su mano a la bolsa de sus jeans para tomar su varita…

¡Demonios! La había olvidado.

-Vaya Granger parece que olvidaste tu varita…

No había terminado de decir la frase cuando ya lo tenía encima de ella, la había tomado por las muñecas y la había arrastrado hasta la pared más cercana, su espalda se pegó en la pared con un ligero golpe. Pero no tuvo tiempo de pensar en el dolor porque de forma automática, en el momento en que su espalda tocó la pared él se había acercado más a ella. Literal la punta de su nariz había rosado su frente, porque evidentemente era más alto que ella.

La situación ya era demasiado extraña pero se puso aún más cuando él empezó a hablar.

Cuando él comenzó a hablar lo hizo con ese tono y esa delicadeza con la que lo había visto y escuchado hablarle a una de las que se había llevado a la cama. Eso hizo que los vellos de su espalda se erizaran y no supo cómo sentirse al respecto.

-Estás diciéndome que si me acercó un poco más, tu respiración no se va a acelerar. O que si yo hago esto con mi dedo los vellos de tus brazos no se van a erizar…

Al momento de decir eso en su muñeca derecha había sentido el dedo pulgar de Malfoy acariciándola. Jamás en su vida había sentido lo que sentía en ese momento.

-¡Suéltame Malfoy!

No necesitó decirlo dos veces, no había terminado ni siquiera de pedírselo cuando Malfoy ya la había soltado.

-Ni en tus mejores sueños Granger.

Era todo, no había dicho absolutamente nada más. La había soltado y se había dirigido a la puerta. No había mirado atrás y eso ella lo agradecía, porque en el momento en que se sintió libre de su agarre había respirado fuertemente, porque mientras él la tenía sujeta había contenido el aire expectante a lo que haría Malfoy.

Sacudiendo lo último que sentía de la cercanía de él, se acercó a uno de los bancos y comenzó a comer su desayuno. Si ella no hubiera estado tan extraída en las sensaciones de su piel, justo ahí donde Malfoy la había sujetado, se habría dado cuenta de que le faltaba algo.


¡Por fin!

Tenía lo único que ocupaba para realizar la poción. Hubiera preferido el reloj negro con manecillas plateadas, pero no, como si ella lo hubiera planeado ese día había optado por llevar un reloj demasiado ordinario, era de un azul bastante chillón y unas manecillas naranjas aún más chillonas. Pero era funcional y era lo único que en verdad importaba. Era obvio que no iba a colocar esa horrible cosa en su muñeca así que lo dejó en uno de los cajones del escritorio más cercano. Él sabía muy a su pesar que esa en verdad era astuta y al no encontrar su reloj iría a buscarlo. Y como ella si podía entrar a su cuarto o a donde se le antojara, debía esconderlo.

Ya había leído tantas veces la dichosa poción que se la sabía de memoria, tenía también los ingredientes medidos con la exactitud que requería. Prendió fuego a su caldero de peltre y comenzó a poner uno a uno los ingredientes que necesitaba. Se sintió tan increíblemente bien al ver que la poción cambiaba de color como debía ser, que hacía burbujas moradas cuando debía hacerlo. Era impresionante como algo tan simple como un puñetero reloj cambiaba absolutamente todo. Cuando ya la poción estaba en sus últimos hervores se relajó y se puso a pensar en lo realmente fácil que había sido provocar y robarle el reloj a esa Sangre sucia.

Pero era obvio, no era para menos, aunque fuera un poco más astuta que los Sangre sucia restantes no dejaba de ser lo que era. Y él era por mucho superior a ella. En 5 minutos más la poción estaba lista, dejó que se enfriara el tiempo requerido y pasó el contenido del caldero a una botella de barro. Debía dejarla reposar ahí 75 horas para posteriormente cambiarla a una botella de vidrio y luego de eso estaría lista para usarse. Según la inscripción debía ver resultados luego de la tercera aplicación. Así que como ya no había nada más que hacer se fue a la biblioteca a perder el tiempo. Fue imposible no llevarse el reloj, esa sensación de por fin saber que hora era lo hacia sentirse en control y él en verdad ocupaba sentirlo.

Al salir de su habitación no había rastro de ella en la planta baja. Pero a juzgar por la hora, 02:37 pm, ya casi era tiempo de que mandaran la comida desde Hogwarts y eso significaba que ella bajaría a comer. Sinceramente no quería verla, así que se dirigió a la biblioteca y tomó el primero que vio y se sentó a leerlo, había leído solo 3 renglones cuando la escuchó bajar las escaleras y entrar en seguida a la cocina. No pudo evitar que sus pensamientos pasaran de esos 3 renglones al encuentro de la mañana, reconocía para sí que tenerla a 5 centímetros de distancia de él no había sido desagradable como había pensado que sería y eso lo intrigaba demasiado y lo intrigaba aún más la reacción que había tenido de ella.

Él tenía la certeza de que, aunque ella había olvidado su varita tendría suficiente fuerza para alejarlo de ella, pero no había sido así, al contrario, la había sentido tiritar en sus manos y había sentido como su respiración se aceleraba al punto de sentir su pecho pegado al suyo. Él tenía clara su misión y la había llevado a cabo sin dificultades, pero en medio de eso no había podido no notar su escandaloso perfume, o su shampoo o Salazar sabía que. El punto era que ella siempre olía diferente y eso le inquietaba también porque en su familia siempre le habían dicho que los Sangre sucia tenían un olor peculiar y malo, pero no aplicaba para ella, porque en verdad olía bien, aunque oliera diferente cada día, siempre era bueno.

Notó el camino que estaban tomando sus pensamientos y lo asqueo. Tenía demasiado tiempo sin ver a ninguna mujer, solo a esa y a la profesora McGonagall, sus instintos primitivos estaban saliendo a la superficie, era solo eso, la veía menos insignificante porque no había visto a ninguna otra mujer, si era solo eso.

Con esa firme idea en su cabeza salió de la biblioteca para dirigirse a la cocina a comer. El tiempo se había pasado realmente rápido. Y ya eran las 04:23 pm así que esperaba que ella ya no estuviera ahí. Pero para su mala suerte lo primero que vio al entrar a la cocina fue a la sangre sucia lavando los platos. El aún no se explicaba porque lo hacía, podían dejar sus platos en la mesa y estos serían lavados por los elfos domésticos de Hogwarts.

Sobre la mesa aún quedaba comida suficiente para alimentar a una familia entera, así que se sentó a la mesa y comenzó a comer.

-Es tarde ya para que apenas estés comiendo Malfoy.

-Y ¿desde cuándo te importa?

-No me importa solo que es demasiado incomodo estar en la misma habitación y no hablar.

-Pues tengo la solución para eso ¡lárgate!

-Que perspicaz.

-Tu comenzaste una plática demasiado innecesaria, no me culpes a mí por querer ponerle una solución.

Ella solo tomó una toalla para secar sus manos, porque ya había terminado de lavar los platos y él pudo ver que traía otro reloj, éste era color naranja. Y dejándola de nuevo en su sitio salió de la cocina dejando su estúpido perfume inundando sus fosas nasales.

¡Maldita sea ahora tendría ese estúpido olor lo que faltaba del día!

Y lo más inquietante era que no le molestaba. Y eso en verdad lo asqueaba demasiado.