Capítulo XXV: Cosas prohibidas
Ya eran las malditas 3 de la mañana y no podía dormir. Esa noche en específico ella había cantado esa canción en la ducha y esta vez había sido más triste que otras noches. Odiaba sentirse así respecto a ella, odiaba sentirse así en general.
¡Por Salazar!
Él era un Malfoy, ellos no tenían sentimientos, era por eso que habían logrado hacer todo lo que tenían, porque no tenían esos absurdos sentimientos que entorpecían algunas de las decisiones más importantes, eso siempre se lo repetía su padre, se sabía las palabras de memoria y les daba vueltas una y otra vez cada que sentía extrañas sensaciones al verla, al tenerla cerca o hasta al solo pensarla:
"Tú eres un Malfoy Draco, te he educado bajo los lineamientos más estrictos e inteligentes para que sigas con el apellido, que siga limpio como hasta ahora, recuerda que los sentimientos son cosas innecesarias para personas estúpidas que se dejan llevar por otras partes de su cuerpo que no es su cerebro. Pero tú nunca tendrás esas estupideces cursis porque debes ser un digno hijo de tu padre".
Las palabras eran frías y fuertes, habían tenido sentido todo el tiempo hasta hacía unas semanas cuando había caído encerrado, contra su voluntad obviamente, en esa maldita casa y con esa Sangre Sucia pululando todo había avanzado a pasos agigantados.
Se había estado engañando a si mismo durante años, se decía que era solo capricho porque él podía tener a la que quisiera con solo una mirada tentadora, pero a ella no. Y ni siquiera era que le pareciera atractiva, era demasiado sosa. Nunca ponía atención suficiente en su apariencia, siempre despeinada con esa mata de cabello enmarañada. No usaba brillo en sus labios o color en sus ojos.
¡Maldita sea! ¿Por qué estaba pensando en ella? Y ¿Por qué le parecía que aun así ella no necesitaba de todo eso?
Él había pasado tranquilo con ese engaño para su mente por mucho tiempo, hasta ese maldito día en la clase de pociones del profesor Slughorn cuando la maldita Amortentia olía igual a ella. Y eso ni siquiera lo avergonzaba tanto como tener un frasco de la poción siempre al lado de su cama para poder olerla.
Claro que eso había sido hasta antes de vivir huyendo. Desde hacía demasiado tiempo no tenía consigo una botella con la poción, pero eso era peor, porque ahora la tenía a ella. Olía su estúpido aroma todo el día, desde el momento en que se duchaba por la mañana ,por la tarde o por la noche y desde que eso ocurría toda la maldita casa olía a ella. Cuando se cruzaban en la cocina a comer era aún más penetrante su aroma. Y había descubierto que siempre era distinto y todos le gustaban.
¡Estaba perdido!
Curiosamente esa noche su olor no estaba tan presente como otras veces y eso lo disgustaba demasiado, así que como medida desesperada se bajó de la cama, estaba descalzo y con el torso descubierto, pero eso no importo. Subió los primeros escalones con una velocidad realmente sorprendente, cuando iba justo por la mitad descendió dos de los escalones dispuesto a regresar a su habitación y sumirse en el libro más aburrido que hubiera para quedarse dormido. Pero cuando iba a bajar el tercer escalón una brisa caprichosa llegó hasta su nariz y trajo lo que él estaba buscando, su aroma.
Con la necesidad de tener ese olor más tiempo y con mayor intensidad subió los escalones que quedaban hasta llegar a la puerta del baño de ella. Se adentró unos pasos y ahí estaba ese embriagador maldito olor y se quedó por unos largos minutos parado ahí absorbiéndolo. procurando que le durara hasta el día siguiente que volviera a ducharse.
Cuando supo que sus pulmones y su nariz estaban llenos de su olor supo que tenía que irse. Cuando salió del baño escuchó como ella aún seguía hablando, eso no le sorprendía porque la había descubierto en varias ocasiones hablando sola en la habitación en donde se encontrara. Ya iba a bajar cuando una voz que no era la de ella llamó su atención por dos cosas, la primera era que esa voz correspondía a un hombre y la otra era que conocía esa voz, era el maldito de Weasley.
¿Qué demonios hacía ese maldito en su habitación?
Estuvo a punto de correr hacia la puerta para preguntárselo de frente y de paso ponerle un puñetazo en su gran nariz. Pero su parte racional le dijo que no iba a poder entrar a la habitación y aparte era imposible que ese estuviera ahí dentro. Él estaba en la planta baja y no había dormido en todo el maldito día, y estaba seguro que nadie había entrado en la casa.
Se acercó solo unos pasos más y logró distinguir otra voz:
¡Ese es Potter!
Eso solo creaba más preguntas en su cabeza, se acercó todavía más, quedó a solo un paso de la puerta y ahí se quedó escuchando una conversación de la cual no entendía nada, escuchaba solo palabras sueltas que no tenían sentido. Solo una palabra había surgido y él la había entendido sin ningún problema:
Lord Voldemort.
Una sensación terrible había recorrido su espalda al escucharlo. Luego ya no había entendido nada. Pero se quedó ahí para escuchar tanto como pudiera. No dio resultado, no entendía nada. Solo cuando los escuchó despedirse supo que tenía que irse. Dio media vuelta para retroceder, pero una de las malditas tablas del piso crujió bajo su peso. Era tarde, del otro lado de la puerta se escuchaban los pasos de ella. Lo único que se le ocurrió fue levantar su brazo fingiendo que estaba a punto de golpear la puerta. Vio como la perilla giraba y lo próximo que vio fue a ella con una cara de enojada que no podía esconder la sonrisa que tenía, y estaba seguro que era por esos dos estúpidos y eso lo enfureció.
Había guardado el espejo y se había dirigido a la puerta, tenía una sonrisa gigante en su rostro porque había hablado con sus amigos y sabía que ambos estaban bien y que todo iba en buen camino, pero también sabía que no podía enfrentar a Malfoy sonriendo de esa forma, así que al abrir la puerta su gesto era una mezcla extraña de felicidad, disgusto y preocupación.
Lo encontró con el puño levantado en señal de que estaba a punto de golpear la puerta.
-¡Qué demonios haces aquí Malfoy!
¿Y ahora qué le diría?
No podía decirle que había ido por una dosis de su aroma. Tampoco podía quejarse de que la había escuchado hablar, eso presentía que traería más problemas.
Así que luego de pensarlo 10 segundos se le ocurrió algo que ella no podría tomar mal.
-Me duele la cabeza como si tuviera una maldita daga encajada a mitad de mi cerebro. Quiero ver si puedes hacer algo para solucionarlo.
Ella en verdad había pensado que había ido ahí solo a escuchar, pero eso no era lógico y ella lo sabía. Porque del cuarto de ella al de Malfoy no se alcanzaba a escuchar nada. Lo sabía porque ella trataba de escuchar diariamente desde su cuarto, no sabía que quería escuchar, pero jamás había escuchado nada. Solo una vez había usado la magia para hacer más agudo su oído y solo había escuchado unas cuantas maldiciones.
Así que era imposible que él, sin magia hubiera podido escuchar algo. A parte, le estaba pidiendo ayuda, sin amenazas, sin rodeos, sin pretextos. Ni siquiera cuando la espalda le debió doler como el mismo diablo le había pedido ayuda. Así que debía ser sincera la razón que lo había llevado hasta ahí.
Cuando ella había abierto la puerta había aprovechado para dar un vistazo al interior de la habitación, estaba vacía, pero eso era obvio. Aunque no era algo determinante. Había lugares en donde podían estar escondidos esos dos o bien podrían estar usando magia para mantenerse ocultos. Porque esos malditos aun la conservaban.
Estaba echando otro vistazo cuando su voz lo interrumpió:
- ¿En serio vienes a pedirme ayuda?
Sus ojos en verdad mostraban sorpresa y se veían más brillantes que de costumbre, había algo diferente en ellos, tenían algo que los hacía aún más lindos. Y sus labios, sus labios estaban más rojos de lo que recordaba. Y lo último que notó fue que su aroma era embriagante ahí. Estaba literalmente a 2 pasos de ella y su olor era incitante a hacer cosas que él debía reprimir.
- ¿Quieres que en verdad me humille mas? Se supone que eres una maldita santa y no me ayudas con este dolor insoportable.
Se había estresado tanto pensando que había escuchado algo de su conversación con los chicos que no se había percatado de que Malfoy estaba descalzo, sus pies blancos eran lindos y eso que a ella no le gustaba ver los pies de las personas. Traía su pantalón de pijama color negro que hacia un contraste divino con su torso que esa noche se veía más atractivo que otras veces, luego estaban sus ojos, esos ojos grises que esa noche no la veían con odio ni asco y eso era nuevo y demasiado reconfortante. Pero sus ojos no mostraban signos de que su cabeza doliera.
Por su maldito problema a ella le daban migrañas realmente fuertes y eso la llevaba a que sus ojos se sintieran cansados y por ende siempre que tenía un dolor aunque fuera leve hacia que sus ojos cambiaran, y los de él no, los de él eran fríos como de costumbre.
A él no le dolía la cabeza.
Pero eso no tenía sentido, porque si no era así ¿por qué había puesto ese pretexto?
- ¿Desde cuándo te duele la cabeza?
¡Demonios! Se había dado cuenta que era un pretexto. Después de todo esa sangre sucia no era tan estúpida como había pensado siempre.
Por suerte él era bastante hábil mintiendo, llevaba haciéndolo desde que aprendió a hablar.
-Empezó luego de la comida,
- ¿En qué parte de la cabeza es que te duele?
- ¿Para qué demonios quieres saber eso?
-Para saber cómo ayudarte.
El rodó los ojos, sabía que estaba mintiendo, pero se llevó su mano a la parte izquierda de su cabeza.
-Aquí.
-Bien espera aquí mientras voy por algo para ayudarte.
-No puedo pasar, aunque quiera ¿recuerdas?
-Cierto, lo había olvidado.
La vio alejarse y de un frasco que tenía demasiadas pastillas de colores y tamaños diferentes sacó una mediana. Había estado atento a cada movimiento que hacía, había visto que también iba descalza y esa noche llevaba un short color gris y una playera enorme color naranja, sus rizos caían desordenados como siempre en sus hombros y se podía percibir su olor en toda la maldita habitación.
Regreso y le tendió la mano para que pudiera tomar la pastilla.
- ¿Otra estúpida cosa Muggle?
-Hasta el momento han funcionado todas ¿o no?
Realmente era insoportable cuando quería, y cuando no también.
No podía refutar eso, porque todas las cosas muggles que había usado habían funcionado hasta el momento y demasiado bien aparte.
No tenía una respuesta ingeniosa para su pregunta, así que optó por quitarle la pastilla de la palma de la mano.
-Tómala con agua suficiente.
-Sé cómo funciona, no tiene nada de complicado, es Muggle. Nada de lo que ellos hacen es complicado...
-Las cosas que nosotros hacemos son más complicadas de lo que tu podrías hacer Malfoy. No sabes lavar un plato sin magia. No puedes lavar tu ropa sin magia.
-Podría hacerlo pero no se me da la gana.
-Que no dijiste que te duele la cabeza, ya lárgate a tu habitación y déjame tranquila.
- ¿Por qué te molesta tanto que diga las verdades sobre los Muggles?
-Porque mi familia es Muggle, Malfoy.
-Lo sé, todos lo saben, eres una sangre sucia, solo por eso yo no…
No alcanzo a terminar la frase.
¡Maldita sea! En verdad estaba embobado con su olor que lo rodeaba.
- ¿Tú no que Malfoy?
-Nada, ya métete a tu habitación y déjame en paz.
-Dilo Malfoy ¿te da miedo decirlo?
Se había acercado unos centímetros más a él como retándolo. Y eso causo en él el efecto contrario. No se enfureció, algo en sus adentro comenzó a hervir, la tenía a su alcance con solo estirar el brazo. Cuando ella se movió para acercarse, el hombro de su playera se había movido y ahora dejaba al descubierto uno de sus hombros, se veía tan suave y estaba salpicado con pequeñas pecas y algunos lunares.
-No hay algo aquí que me pueda causar miedo.
-Pues demuéstralo, termina esa frase.
-No se me da la gana. ¿Por qué te importa tanto lo que iba a decir?
-No es que me importe, solo que si te detuviste a mitad de la frase es porque te diste cuenta que no era buena idea decirlo y es simple curiosidad lo que siento.
-Me detuve porque no tiene caso que lo sepas.
Y eso era cierto, no podía decirle que solo por su naturaleza él no había podido besarla. Que por las ideas de su familia jamás podría poseerla. Que por ser una Sangre sucia jamás podría saber cómo se sentía su piel bajo sus manos.
¡Por Salazar! Eso era lo más cursi que había pensado nunca.
No esperó a que ella respondiera se dio media vuelta para escapar de esa situación que se estaba tornando tan extraña e incitante, pero no había dado ni 2 pasos cuando sintió que lo agarraron de la muñeca. Le impresiono la fuerza con la que lo había tomado.
-No vas a ninguna parte Malfoy, es obvio que no te duele la cabeza, así que quiero que me digas ¿Qué demonios estabas haciendo del otro lado de mi puerta?
-Suéltame Granger, no tengo porque decirte nada.
-Recuerda que yo tengo varita y tu no. Me dirás por las buenas o por las malas ¿qué estabas haciendo aquí?
Él sabía que ella tenía todo el derecho de hacerle esa pregunta, pero no iba a darle la razón y mucho menos iba a decirle la razón real por la cual estaba ahí. Pero no se le ocurría que más podía decirle.
-Ya te dije, me duele la cabeza y vine a buscar ayuda, de saber que iba a pasar todo esto hubiera sido mejor aguantarlo.
Ella se acercó nuevamente estaba tan cerca que sentía el calor que desprendía su piel. Le puso la varita justo debajo de la barbilla:
-Dime que viniste a hacer aquí Malfoy o te juro por Godric que te haré que me lo digas a las malas.
Él no tenía miedo, sabía que ella era demasiado santurrona para hacerle algo, él no tenía varita y ella no tomaría ventaja.
Él se inclinó para que su voz sonara más amenazante de lo que en verdad era.
-¿En verdad quieres que te diga que vine a hacer? Creo que no podrías soportarlo.
Ahora era ella quien estaba extasiada por la cercanía, su piel olía tan bien como siempre y había sentido su aliento a cada palabra que decía. Dejó de pensar por un momento en lo incitante que era tenerlo tan cerca, debía descubrir si había escuchado algo de su conversación con Harry y Ron.
-Puedo soportarlo, esa no es la razón por la que no lo dices, es miedo por decirlo.
- ¿Cómo estas tan segura de eso?
¡Por Merlín!
Estaba tan cerca de ella que su mano libre podía sentir la pierna de él.
-Porque no hay nada que venga de ti y que pueda sorprenderme.
-Podría hacerlo Granger. Podría sorprenderte como nunca en tu puta vida.
-Demuéstralo.
No supo cómo fue, no se dio cuenta cuando su mano había sujetado la parte trasera de la cabeza de ella, sintiendo su cabello que extrañamente era suave y no áspero como él pensaba que sería, su otra mano la había llevado a la cadera de ella y la había acercado a la suya y luego había atrapado sus labios con los de él.
Ella se resistió por unos segundos golpeando con su mano libre para que la soltara, pero él no cedió, la acercó aún más a él a la vez que hacia el beso más profundo. Sintió sus labios suaves, sabían a una fruta extraña que había comido y que ella le había dicho que se llamaba "cereza", cuando ella fue perdiendo fuerza en sus brazos supo que era momento para hacer que se perdiera en el beso.
Con la punta de su lengua acarició sus labios y sintió como ella se estremecía, pero sus labios seguían cerrados. El siguió con esa tarea, repasando el contorno una y otra vez, hasta que ella ya no pudo más, abrió un poco su boca para pedirle que retrocediera, pero él aprovecho para hundir su lengua en ella, cuando sintió su lengua tocar la suya, una sensación cálida bajó desde su cabeza hasta su entrepierna y ella soltó su varita. Con sus dos manos sujetó su rostro, acariciando sus mejillas y su barbilla.
Al principio no había respondido ese beso, pero en ese punto contestó con tanto frenesí como se lo permitían sus labios. Ella no supo cuánto duro ese beso, pudieron ser unos segundos o quizás minutos completos. Y nunca lo sabría. El beso se tornaba más fuerte y pasional, justo cuando ella paso sus manos de sus mejillas a sus hombros sintió como la empujó. No había sido muy fuerte, pero si lo suficiente para alejarla unos pasos de él. No había dicho nada, solo se había dado vuelta y con pasos largos se había alejado de ella escaleras abajo.
No escuchó nada más esa noche solo un estridente ¡carajo! Cuando el azotó la puerta de su cuarto.
