Capítulo XXVI: Tregua

Había azotado la puerta de su habitación tan fuerte que le habían dolido sus oídos. Pero eso no era suficiente, cerró su mano en un puño y con todas sus fuerzas golpeó una de las paredes, el dolor fue tal que recorrió desde su puño hasta su espalda, pero ni eso fue suficiente para dejar de sentir el cosquilleo en sus labios.

Se estaba engañado a sí mismo y ya había descubierto que eso no funcionaba. Así que solo se sentó en su cama y como un estúpido adolescente se llevó los dedos a sus labios y pudo sentir como seguían sintiendo los labios de ella, como en su boca seguía el sabor que tenían sus besos.

¡Por Salazar!

Lo había hecho, la había besado. Había logrado hacer lo que quería desde hacía años, y que Salazar lo castigara pero había disfrutado cada segundo de lo que había durado ese beso. Recordaba la sensación de tener sus labios unidos a los suyos, y sobre todo recordaba lo que había sentido al tocar su lengua con la suya.

¡Por Merlin!

Ese simple y rápido beso había provocado en él más sensaciones que las pasadas con cualquier otra mujer, y vaya que habían sido bastantes, con las cuales había hecho tantas cosas diferentes en la cama, pero ninguna le había acelerado el corazón como lo tenía en ese momento, sentía cada palpitar resonando en sus sienes, sus manos sudaban y en su estómago parecía que había una fiesta de duendecillos de Cornualles.

Se odiaba por haberlo hecho, se odiaba porque ahora era como Tonks y como la madre de ella. Y se odiaba sobre todo porque sabía que ahora no podría estar sin esos besos por mucho tiempo. Y el beso no había sido todo, tenerla tan cerca, sentir su cuerpo pegado al suyo había sido lo más excitante que había hecho en su vida. Y cuando ella había acariciado su cara con sus manos se había sentido libre, se había olvidado durante ese beso de lo que él era y de lo que era ella y del porqué no podían estar juntos, del porqué ese beso estaba prohibido, de donde estaba y de que pasaba afuera de esas puertas.

Ella había soltado su varita, se había rendido en sus brazos como lo hacían todas, pero aun así ella era diferente, porque le había tomado varios segundos para que ella respondiera su beso, había forcejeado para separarlo de ella, pero él había sido más persistente y con eso había logrado que ella respondiera su beso, y no sabía si había alucinado pero le pareció que ella estaba temblando en sus brazos todo ese tiempo.

¡Por Merlin!

Esa noche había ido a su baño buscando guardar su olor en sus pulmones y en su nariz, y ahora lo sentía impregnado en todo su cuerpo, sus manos olían a ella, su nariz olía a ella, su maldita boca sabia a ella. Y eso no era lo peor, sino que no recordaba haberse sentido tan feliz jamás en su jodida vida.

Era patético. Estaba perdido.


Ya habían pasado más de 2 minutos desde que había escuchado el azote de su puerta y ella seguía parada ahí, justo donde la había dejado. Odiaba sentirse así, ella solo había besado a 2 personas antes que él, y con ninguno de ellos había sentido ni la mitad de lo que sentía ahora.

¡Por Godric!

Había temblando en sus brazos, había respondido ese beso con toda la fuerza que tenía y se había quedado con ganas de que durara más. Él la había acercado a su cuerpo fuertemente, sujetándola de su cadera, aun podía sentir el calor de su mano en la piel ahí donde él la había tocado. Y sus labios aun palpitaban.

Ese era un gran error, era obvio por qué la había besado y ella solo se lo había hecho más fácil. Era la única mujer que había visto en mucho tiempo, era lo que tenía más cerca, la había usado y ella se lo había permitido. Y ni siquiera eso era lo peor, sino que le había gustado. Sus besos sabían a moras y sus labios eran suaves.

¡Estaba perdida!

Se agachó para volver a tomar su varita, la había dejado caer cuando él la había acercado a él. Y ella no tenía ni idea de lo que eso significaba.

Cuando recuperó el control de su cuerpo se dirigió a su cuarto, quería dormir, estaba feliz por sus amigos y ahora tenía ese extraño sentimiento respecto a Malfoy. Se llevó las manos a su cara y se percató de que olían a él. Su playera enorme olía a él también. Cada maldita parte de su cuerpo olía a él y eso le gustaba.


Los malditos pájaros estaban cantando de nuevo. Ya había amanecidoy su estomago hacia sonidos cada vez más fuertes. Había despertado 2 horas antes de lo normal porque toda la maldita noche había estado soñando con ella y ni siquiera le molestaba, había despertado solo para estar al pendiente de cuando ella bajara a desayunar para poder verla.

¡Definitivamente era patético!

Quería verla, quería saber si lo odiaba por haberla besado, quería ver sus ojos y descubrir si eran los mismos. Porque los de él tenían algo diferente y lo notaba y eso lo hacía enfurecerse consigo mismo.

Se había puesto su ropa, un sobrio pantalón negro con una camisa blanca, llevaba los primeros botones desabotonados, lo cual dejaba descubierta la parte superior de su torso.

Ya no tenía más ropa limpia, solo le quedaba un pantalón y 2 camisas, no tenia ni idea de que iba a hacer pero por ahora solo le preocupaba estar tirado en la cama esperando escuchar cualquier sonido que indicara que ella estaba bajando a la cocina. No tuvo que esperar mucho. Pasados un par de minutos escuchó sus pasos bajando los escalones.

Se puso de pie de un salto y salió de su cuarto y la encontró en el vestíbulo. Ya no iba en pijama, tenía puesto unos jeans color negro, una blusa color beige con flores rojas que dejaban al descubierto sus dos hombros. Traía puestas unas botas negras y su cabello estaba recogido en media coleta. Su cara quedaba descubierta porque no había mechones de cabello que cayeran sobre ella. El cabello sobrante caía sobre sus hombros, haciendo que lucieran aún más hermosos. Y en su muñeca izquierda llevaba ese reloj azul con las manecillas luminiscentes, no combinaba con nada de lo que llevaba puesto pero igual se le veía bien.

Y eso no era todo, sus mejillas estaban ligeramente más rosas y sus labios también, parecían más brillantes y más incitantes.

-Buen día Malfoy.

-Estás demasiado sonriente hoy ¿no crees?

-Es un día precioso, no veo porque no puedo estarlo. Tú estás menos insoportable hoy.

-No es así, solo no me has dado tiempo de despertarme por completo, tus pasos suenan como los de un maldito troll.

Evidentemente eso no era cierto. Llevaba despierto el tiempo suficiente para escuchar como caminaba de un lado a otro de su habitación buscando cada prenda que llevaba puesta ahora. Había tardado más de lo normal. Por lo regular eran máximo 10 minutos. Pero ahora había sido fácilmente el doble, pero era evidente que había valido la pena. Nunca la había visto tan diferente. Tan bonita…

Daría la mitad de su fortuna, si aún la tuviera por saber qué es lo que estaba pensando en ese preciso momento. Quería saber si ella se había dado cuenta que sus ojos la veían diferente desde hacía días. Que su corazón se aceleraba cuando la veía, que sus manos sudaban esperando tocarla. Que tenía bastante tiempo sin llamarla Sangre Sucia.

Ese era un tema que se había planteado muy seria y profundamente días atrás, había recordado todos los años en Hogwarts, como ella siempre era la primera en todas las clases, excepto en pociones y en clase de vuelo. En pociones era obviamente por Snape, él siempre lo favorecía en las calificaciones. Pero para sus adentros lo había sabido siempre, ella preparaba mejores pociones que él. La clase de vuelo era un misterio, era buena volando, pero parecía que no lo disfrutaba, el notaba cada que iba en la escoba como su mano que iba sujeta al palo temblaba sutilmente cuando se elevaba más allá de 5 metros del suelo.

Haciendo el recuento de las veces que lo había humillado en todas las clases se dio cuenta que no era porque se la pasara en los libros todo el tiempo. Aunque él se lo escupía en la cara cada vez que podía, le decía que ella sacaba más calificación en las clases por ser una matada y pasar todo el día leyendo libros. Pero él ya tenía tiempo pensando diferente, pero fue hasta esa noche cuando con un hechizo no verbal lo había lanzado lejos, que aceptó que Granger realmente era buena.

Él jamás había podido lograr un hechizo no verbal y lo había estudiado todo lo que pudo, había leído todos los libros que encontró sobre el tema, pero nunca lo logró. Y ella sí, fue con ese simple hecho que el aceptó que ella no era inferior. Que reconoció que muchos Sangre pura no eran ni la mitad de buenos de lo que ella era. Y fue ahí cuando había comenzado su perdición, viéndola de manera diferente.

Se había enfocado solamente en ella, en cómo se veía cada parte de su cuerpo que ni siquiera se había percatado de la comida que estaba en la mesa, había comida súper extraña que él no había visto jamás.

-McGonagall volvió a enviar comida solo para ti.

- ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?

-¿Qué? No es mentira lo que estoy diciendo.

-No, no lo es, pero no te has puesto a pensar en lo difícil que es para los nacidos de muggles llegar a Hogwarts. La comida es diferente, la mayoría de nosotros jamás la ha visto y mucho menos probado. Obviamente los elfos no saben cocinarla, por lo cual debemos adaptarnos a lo que preparan.

- ¿Quieres que te compadezca por eso? Nadie les dice que vengan a estudiar aquí. No pertenecen a este mundo y lo saben pero se empeñan en seguir aquí.

Era evidente que no sentía eso, porque su voz no había sonado segura, pero lo dijo de todos modos porque no podía permitir que ella se diera cuenta de cuan aturdido estaba por estar cerca.

-Pertenezco a este mundo tanto como tú, y podría decir que hasta más, porque me he esforzado el doble de lo que te has esforzado tú. Tu creciste sabiendo todo sobre este mundo, su historia, sus personajes célebres. Todo. Nosotros en cambio crecimos leyendo a Shakespeare, estudiando la obra de Da Vinci, de Galileo…

- ¿Quiénes son esos?

-Es eso justamente a lo que me refiero, yo tengo en mi cabeza la historia de dos mundos totalmente diferentes literal. Me sé de memoria los cuentos de Beedle el Bardo pero también sé las obras de los hermanos Grimm. Nos esforzamos el doble de lo que se esfuerzan los que han vivido siempre aquí.

Que nombres tan extraños estaba diciendo.

-Imagina solo por un momento que todo lo que sabes hasta ahora no te sirve prácticamente para nada, que debes aprender nuevos personajes, nuevas canciones, nuevos cuentos. Que la comida que has comido durante toda tu vida prácticamente no la volverás a comer…

-Eso es estúpido, no tengo porque hacerlo, yo pertenezco aquí desde el día de mi concepción, es totalmente tonto que quieras convencerme con esos absurdos ejemplos.

-Lo sé, perteneces aquí y todo lo tienes más fácil.

Ya no dijeron nada, solo se limitaron a comer el desayuno. Probó cosas nuevas que realmente sabían bien pero no le había preguntado los nombres y ella esta vez no se los había dicho. Pasaron los siguientes 15 minutos en completo silencio, pero asombrosamente no se sentía incómodo, no había sentido la necesidad de molestarla, de provocarla, solo la veía comer, cada pequeño movimiento que hacia él lo capturaba en su mente.

Ese día se veía realmente bien, la última vez que recordaba haberla visto así, fue en cuarto año, en el baile del torneo de los 3 magos, y ese día había envidiado a Viktor Krum con toda su alma, porque había pasado toda la noche con ella, había bailado con ella sujetándola de la cintura y ella le había sonreído toda la maldita noche. Pero ahora no era así, ahora solo él podía verla y eso le causaba una inexplicable sensación de bienestar.


Esa mañana era hermosa, ella había tenido una noche genial, había dormido tan bien, ya tenía tiempo sin haber pasado una noche así de buena. Se levantó, se vistió y tenía ganas de arreglarse más que otros días, eso le tomó más tiempo que el de costumbre, era por eso que no lo hacía, le parecía una perdida absoluta de tiempo. Nunca lo hacía en la escuela y no sabía muy bien porque lo estaba haciendo justo ahora.

Después de pasar aproximadamente 30 minutos vistiéndose y peinándose bajó a desayunar. Tenía hambre y eso también era bueno. Porque ya tenía días que tomaba sus alimentos solo porque sabía que si no lo hacía se podía enfermar, pero no tenía apetito. Pero ahora lo tenía, quería fresas con crema y un batido de chocolate.

Cuando llegó al vestíbulo lo vio, lucia jodidamente guapo, y ella sabia que no le había tomado media hora verse así. A él le salía natural y lo odiaba por eso. Pero era realmente gratificante verlo. Su aspecto era el de siempre, solo que había algo diferente en él, sus ojos no eran tan fríos como de costumbre y eso la inquietó. Lo saludó, cruzaron otras palabras. Pero nada sobre el beso. Cada que el abría la boca para hablar ella sentía un nudo en el estómago porque pensaba que mencionaría el evento del día anterior, pero no, nada. Ni una sola palabra.

Habían discutido sobre la pertenencia de ambos a ese mundo y como era de esperarse tenían opiniones totalmente opuestas. Pero había habido una frase en específico que no la había convencido:

"¿Quieres que te compadezca por eso? Nadie les dice que vengan a estudiar aquí. No pertenecen a este mundo y lo saben pero se empeñan en seguir aquí".

Eso lo se lo había dicho a ella innumerables veces en el pasado, pero esta vez no sonaba sincero, no lo sentía, no lo decía con despreció y eso le causo una calidez en su pecho, pero tampoco tenía idea de porque se sentía así. Eso no le gustaba en absoluto, ella era Hermione Granger, y casi siempre tenía idea de lo que hacía pero esta vez no y no le gustaba sentirse así.

Habían pasado largos minutos desayunando en silencio, pero eso no la había incomodado, lo veía comer comida Muggle que él había dicho antes jamás probaría, y no solo eso sino que parecía que le agradaba. Las veces anteriores que había probado algunas cosas desconocidas para él, ella le había explicado el nombre y lo que era, pero esta vez no. Lo había dejado descubrir los sabores nuevos. Tal cual ella había hecho al llegar en su primer año a Hogwarts.

No había dicho ni una palabra sobre el beso de la noche anterior y no sabía si eso la molestaba o la aliviaba.

Quizás no lo mencionaba porque no era importante para él y el mencionarlo era absolutamente innecesario.

Cabía la posibilidad de que se hubiera arrepentido de hacerlo y por lo tanto no lo mencionaba.

Y la peor de todas, podía ser que le hubiera parecido terrible y ahora quisiera olvidarlo.

Todas eran malas pero la tercera opción le parecía horrible por el hecho que ella había pasado gran parte de la noche viendo ese beso una y otra vez en el pensadero. Era el primer recuerdo que extraía con su varita y guardaba en una botella de cristal. Y cuando lo había visto tantas veces que ya sabía que movimiento seguía en cada segundo, se había ido a la cama y lo seguía recordando.

No quería que fuera la tercera opción, podían ser las primeras 2 pero no la tercera. No quería en verdad que fuera la tercera porque ella moría por hacerlo de nuevo.

Cuando terminaron de desayunar ambos se levantaron de la mesa y salieron de la cocina, él le tendió la mano para que ella pasara primero por el umbral de la puerta y eso le causó sorpresa, porque nunca antes lo había hecho. Cuando estaban ambos en el vestíbulo cruzaron una mirada, duró solo 2 segundos, pero con esos dos segundos se había esfumado el miedo que tenía. Con esa mirada se habían dicho sin palabras que estaban en una tregua muda. Ninguno la había pedido. Pero entendían que así debía ser. Que no debían hablar de ese beso, pero era obvio que a ambos les había gustado. Y eso la tranquilizo de una forma enorme.

Él se dirigió a su cuarto y ella subió las escaleras rumbo al suyo. Algo había pasado la noche anterior y seguía ocurriendo ahora, no sabía que significaba, pero por el momento no quería cuestionarlo.