Capítulo XXX: Confesiones
Habían pasado los días en calma y sin peleas, bueno no tantas como era costumbre, se había repetido lo de cocinar juntos y asear la cocina después de comer. Ya no se habían besado y tampoco habían hablado del tema.
Ya era septiembre y faltaban solo unos días para su cumpleaños. Cuando había empezado todo ese asunto en verdad necesitaba que llegara el día, ahora que faltaba tan poco para que sucediera en verdad no sabía si era realmente importante o no.
Harry y Ron aun no tenían avances sobre el próximo Horrocrux solo sabían que estaba en alguna pirámide en Egipto, pero ahí había muchas y no sabían que otras cosas podían ayudarlos. Ahora solo estaban explorando toda la región haciendo preguntas a los locales, pero no tenían nada realmente bueno.
Al menos podría ir a Hogwarts por los colmillos de basilisco.
Se había quedado dormida más tiempo de lo normal, estaba solo tirada en la cama pensando en esas cosas y retrasando la hora de irse a duchar y vestirse. Él ya estaba desayunando, había escuchado cerrar su puerta desde hacía como 30 minutos y por su puerta había comenzado a filtrarse ese olor tan distintivo y que a ella tanto le gustaba.
Tomó una bocanada de aire y se dirigió al baño, en verdad no tenía ganas de ducharse, ese día se le antojaba para quedarse en cama todo el día. Pero ella era Hermione Granger, y eso no podía hacerlo. Debía ayudarles a los chicos investigando desde ahí donde podría estar el próximo Horrocrux.
Ya había empezado a tararear una canción cuando salió de su habitación, pero paró abruptamente cuando lo vio parado justo al final de las escaleras.
Ya eran las 9:30 de la mañana y ella aun no bajaba, no se escuchaba ni un solo ruido en su habitación. No se había duchado, eso lo sabía porque la casa aun no olía a ella y eso no le gustaba. Todos los días desde ese último beso la habían pasado tan bien, cocinando, aseando la cocina y conversando sobre sus mundos, era realmente interesante todo lo que ella le había contado y que él no tenía ni idea.
Aun no aceptaba a los nacidos de muggles, pero a ella la aceptaba, le gustaba que estuviera cerca de él, perderse en su voz mientras le contaba las cosas de su mundo y le gustaba ver como brillaban sus ojos al contarle historias de su niñez. En especial la de un pequeño pájaro que había salvado y reparado su ala.
Estaba perdido, era un maldito cursi, pero hacía tiempo que lo había aceptado.
9:35 de la mañana y ni señales de ella.
¿Estaría bien? ¿Le habrá ocurrido algo?
Si pudiera entrar a su habitación o si ella no se empeñara en poner un Muffliato siempre a su puerta, hubiera subido a ver qué demonios le pasaba. Pero no lo habia hecho, se había levantado, se había duchado, se había puesto uno de sus pantalones negros con una camisa de seda del mismo color. Llevaba puesto el reloj que le había dado ella, siempre lo llevaba consigo. Había esperado sentado en la cama fingiendo leer hasta que su estómago le había reclamando por comida, así que ahora estaba en la cocina comiendo algo que se llamaban "hot cakes" con mermelada de fresa. A ella no le gustaban, pero había pedido que los siguieran enviando porque a él sí.
Apenas estaba partiendo el tercer trozo cuando escuchó que la puerta de su habitación se abría. No supo cómo subió las escaleras tan rápido, pero en menos de 5 segundos ya estaba parado justo frente a ella.
Se veía tan linda, aunque su semblante era diferente. Se veía cansada o triste, no era bueno descubriendo las emociones de las personas, pero luego de más de dos meses viviendo y viéndola solo a ella ya se había familiarizado con unas cuantas. Había deseado no irrumpir así de fuerte en su piso porque ella había comenzado a cantar y al verlo se había detenido.
-¿Se te pegaron las cobijas Granger?
-No, en realidad estoy despierta hace mucho tiempo, te escuché cuando te duchaste.
Si estaba despierta ¿Por qué demonios no había bajado? ¿Por qué lo había dejado ahí durante más de dos horas pensando que le había pasado algo malo?
-¿No tienes hambre?
-A decir verdad, no.
¿Y ahora qué? Quería saber que le pasaba, pero no quería preguntarle.
-Pues yo sí, si no bajas pronto no te aseguro que haya algo cuando bajes, y por lo que veo hoy no te apetece cocinar y yo no lo haré para ti.
Era asombroso lo bien que se le daba cocinar, ella le había enseñado unas cuantas recetas y en base a esas había podido crear muchas otras nuevas. Le relajaba cocinar y no sabía si eso era algo bueno. Pero era gratificante ver como ella comía la comida que él había preparado y como le daba el visto bueno.
No espero respuesta. Solo bajó de nuevo a la cocina a seguir desayunando. O al menos quería que ella pensara eso, cuando escuchó que ella cerró la puerta del baño, volvió a subir los escalones para escucharla como hacia a diario. Solo pasaron unos segundos cuando escuchó el agua correr y las prendas caer al suelo.
Does anybody know what we are looking for?
Another hero, another mindless crime.
Behind the curtain, in the pantomime.
Hold the line. Does anybody want to take it anymore?
Ya no había cantado cosas tan tristes, al contrario, había comenzado a cantar letras más emotivas, más alegres. No le gustaba escuchar esas letras de su voz, porque lo hacían sentir mal. No soportaba pensar que ella estaba triste.
Por Salazar ¿Qué demonios le pasaba?
Cuando escuchó que el agua dejaba de correr bajó de nuevo a la cocina como hacia diariamente. Nunca dejaba indicios de que hubiera estado justo del otro lado de la puerta escuchándola.
Se veía tan bien, siempre le había gustado como se veían los hombres vestidos todos de negro, pero a él se le veía el doble o triple de bien. Su piel pálida y su cabello platino contrastaban de una forma impresionante con su ropa. Su olor era exactamente el mismo de todos los días y sus ojos color hielo la miraban con preocupación. Ella lo sabía.
Cruzaron unas cuantas palabras, ella había contestado de forma automática, en unas horas ni siquiera recordaría que habían dicho.
Cuando el bajó las escaleras ella entró al baño para ducharse, esperaba que eso ayudara a que se dejara de sentir como se sentía en esos momentos, ella sabía porque era. Ya tenía 3 semanas sin tomarse la pastilla que debía tomarse para estar bien. Aun no podía ir a comprar más porque le daba miedo, no lo había querido aceptar, pero era miedo y no iba a llamarlo de otra manera. Pero lo había decidido y al día siguiente, iría a comprarlas a una farmacia Muggle.
Conforme el agua recorría su cuerpo sentía las letras hacer cosquillas en su garganta y las dejo salir. Duró más tiempo de lo normal en ducharse, pero le hacía falta desahogarse, y cantar siempre ayudaba.
No tenía ganas de vestirse así que se puso un pijama y así bajo a desayunar, pasó el resto del día en pijamas leyendo libros sobre Egipto y terminando las pociones que tenía empezadas. Había hablado menos con Malfoy, menos que otros días porque en verdad no creía que fuera una buena compañía para nadie en ese momento.
Todo el maldito día había estado en su parte de la casa, en el aula de pociones o en su habitación. Solo la había visto para desayunar y en la hora de la comida porque tampoco había bajado a cenar. No se había vestido después de ducharse, solo se había puesto otro pijama y ni siquiera se había inmutado cuando llamó a Potter "cabeza de alcancía". Eso en verdad era raro y en verdad lo intrigaba demasiado.
Ya eran las 11:45 de la noche y ella aún estaba dando vueltas en su habitación. Tuvo que pasar media hora para que ya no escuchara mas ruidos y supo que por fin se había dormido. Él no tenía sueño, como ahora no había pasado el día con ella, conversando de cosas interesantes o discutiendo de cosas sin sentido, había tomado una siesta bastante reconfortante. Así que tomó uno de sus libros y fue a la biblioteca a leer un poco. Pasó antes a la cocina por una copa de whisky de fuego.
Al entrar a la biblioteca se sintió de nuevo en los pasillos de Hogwarts, con sus clases tediosas y los odiosos compañeros.
En verdad lo extrañaba.
Aunque a decir verdad ahí con él estaba la persona que pedía ver a diario en sus clases desde que tenía 12 años. Aunque siempre le ganara en cada una de ellas.
Estaba absorto en su lectura, en verdad era interesante, cuando estaba en Hogwarts nunca le había llamado suficientemente la atención la clase de encantamientos, pero encerrado ahí y sin una varita notaba que en verdad eran interesantes. No se había dado cuenta que ya tenía leyendo cerca de dos horas. Ya había tomado 2 copas de whisky de fuego. Fue cuando se levantó a servir la tercera copa que la escuchó. Estaba sollozando, por impulso salió de la biblioteca y subió los primeros escalones.
Por lo menos esta vez no había puesto un Muffliato.
Subió los escalones que le faltaban más lentamente, durante todo el trayecto seguía escuchando los sollozos. Él la había visto llorar muchas veces, la mitad de ellas causadas por él mismo y sus insultos y siempre que lo hacía sentía algo en el estómago que no podía explicar, pero ahora lo sentía al triple y eso no le gustaba, como no le gustaban la mayoría de las cosas que se le venían a la cabeza en esos momentos.
¿Por qué lloraba? ¿Había recibido malas noticias de los inútiles de Potter y Weasley? ¿Y si era sobre Snape?
Cuando vino el nombre de Snape a su cabeza fue cuando caminó los últimos metros hacia la puerta de Granger y tocó más fuerte de lo que hubiera querido.
Ahí estaba de nuevo llorando de la nada como tantas veces antes. Pensó que ya lo había superado que ya iba a estar bien pero no, otra vez ocurría lo mismo, sentía ese sentimiento en el pecho que le provocaba llorar, y solo llorando se sentía bien. Cuando era pequeña estaban sus padres para escucharla, y cuando entró a Hogwarts estaban Ron y Harry, solo ellos dos sabían lo que pasaba con ella y la habían apoyado desde el inicio.
Pero ellos ahora no estaban ahí y ella no había querido molestarlos o preocuparlos hablándoles por el espejo. Por eso ahí estaba sollozando abrazada a su almohada desde la media noche. No pensaba en nada en particular, no estaba triste por nada en especial. Ella sabía que era por la falta de su pastilla pero ya solo iba a ser esa noche, cuando amaneciera iría a comprarla.
Ya iba por el 5 pañuelo cuando escuchó que tocaron a su puerta.
¡Por Merlín, no había puesto el Muffliato!
No tenía ganas de levantarse y por la hora era evidente que era Malfoy quien estaba tocando a su puerta.
-Pasa.
Un confundido Malfoy abrió la puerta y entró a la habitación.
-¿Te sientes bien?
¿Había escuchado bien? Malfoy le preguntaba si se sentía bien. No estaba gritándole que no lo dejaba dormir. Y aun no traía pijama.
¡Dios se veía tan bien!
-Sí, estoy bien.
-¿Cómo carajos vas a estar bien si estas llorando Granger?
-Se me pasara mañana.
-Te debo un favor Granger y quiero pagarlo.
-No quiero cobrarlo ahora.
-No estoy preguntando Granger, dime que tienes.
Un amplio suspiro fue lo que salió de ella. Tomó el frasco pequeño que estaba siempre en uno de sus burós y se la enseñó.
-Está vacía.
Evidentemente él no entendía que significaba eso.
-Sí y justo al lado tienes otro exactamente igual con más de esas cosas Muggles.
Sonrió de forma involuntaria. Porque le parecía tierno lo que había dicho.
-No son iguales Malfoy, cada una de esas pastillas tiene su función, y no hay ninguna que pueda ayudarme ahora.
-¿Y por qué no haces más?
-Los medicamentos Muggles no son como la medicina mágica, debo ir a comprarlas a un lugar especial.
-¿Y por qué no lo haces? ¿Para que las necesitas?
No sabía si quería contarle, solo lo sabían sus padres y sus dos mejores amigos. Harry lo había entendido porque ambos se habían criado de la misma manera, pero explicárselo a Ron había sido en verdad complicado, y no sabía si a Malfoy en verdad le importaba o solo estaba pagando lo que debía.
No sabía si más tarde se arrepentiría de contárselo, pero en ese momento en verdad quería hacerlo.
-Es complicado Malfoy, más de lo que crees.
-¿Estas enferma?
Ella vio en sus ojos preocupación o al menos eso quiso pensar.
-Si.
Hasta ese momento se había mantenido justo debajo del marco de la puerta. Fue hasta escuchar esas palabras que se acercó un poco más hacia donde estaba ella y no supo porque eso la hizo sentir mejor, había hecho más efecto esa cercanía que el haber llorado durante horas.
-Puedes sentarte si quieres.
Le señaló el sillón que estaba al lado de la cama y le sorprendió ver que él se sentó sin poner objeciones.
No hubo alguna palabra que le indicara que podía comenzar, fue solo su mirada la que hizo que ella comenzara a hablar.
-Cuando era pequeña, tenía aproximadament años me diagnosticaron una enfermedad.
Ella vio como los ojos de él se abrieron como platos y pudo ver que en verdad se interesaba en lo que le estaba contando.
-No es nada que pueda provocarme la muerte, pero si es demasiado molesta. Lo que tengo es un pequeño tumor justo detrás de mis ojos, en el cerebro. Y eso ocasiona que yo sienta cosas distintas al resto, entre ellas esto que acabas de ver, solo me dan ganas de llorar, no hay una razón, solo pasa. También siento migrañas terribles y otras cosas que no son importante que sepas.
-¿Y por qué no te lo quitas?
-No es fácil hacerlo, es demasiado pequeño, no puede quitarse ni con magia ni con medicina Muggle. Cuando me enteré que era una bruja investigué en todos los libros que pude, le pregunté a Madame Pomfrey y ella dijo que no había sabido nunca de un caso como el mío. Así que llegué a la conclusión de que era una enfermedad exclusivamente de Muggles.
Esperaba en verdad que él dijera algo, pero no dijo absolutamente nada así que prosiguió.
-Todo había estado bien ya no había tenido ningún episodio, pero desde hace 3 semanas no he tomado mi medicamento y esto es lo que ocasiona.
-¿Y por qué no lo has tomado?
-Se me terminó y como te dije no puedo hacerlo con magia, iré mañana a conseguir más.
-¿Qué? ¡Estás loca! No puedes ir por ahí sola como si nada ¿Recuerdas que estas muerta?
-Necesito ir, no es una opción, sino todo esto empeorara y no sabes lo que es sentirse así.
-Encárgalas con McGonagall o con Snape.
-Si lo había pensado, pero creo que ellos están demasiado ocupados y no quiero preocuparlos con cosas mías, yo puedo ir sola.
-¿Has escuchado algo de lo que digo? ¡Estas supuestamente muerta!
-No iré así madamas Malfoy, no soy tan estúpida.
-Pues estas demostrando justo lo opuesto.
-Tengo poción multijugos ¿recuerdas?
-No es seguro.
-Es algo que debo hacer, no es algo que quiera. Además, no tengo porque darte ni una sola explicación.
-Totalmente de acuerdo, has lo que se te dé la gana Granger.
No hubo más palabras, se levantó del sillón y se fue. Ella se quedó ahí de nuevo, sola, pero por alguna extraña razón se sentía más tranquila. Ya eran las 4 de la mañana y se dispuso a dormir aunque fuera solo un poco.
Le había permitido entrar, tomó el pomo de la puerta esperando sentir el ardor que había sentido la vez anterior pero no pasó nada. El pomo giró sin dificultad. Abrió la puerta y la vio acostada en su cama. Cuando el dio un paso ella se sentó y se recargó en la cabecera.
No sabía cómo iniciar la conversación. Ella estaba con la nariz roja y sus ojos estaban hinchados y también rojos, era obvio que había estado llorando por mucho más rato del que suponía. No sabía que tenía que decir, él era Draco Malfoy y no se preocupaba por las personas. Por eso cuando las palabras salieron de su boca le sorprendieron tanto como a ella.
-¿Te sientes bien?
La había tomado por sorpresa tanto como a el mismo. Vio como ella se movió un poco incomoda entre sus cobijas, traía exactamente el mismo pijama que en la mañana y ahí dentro de su habitación todo olía jodidamente bien.
-Sí, estoy bien.
-¿Cómo carajos vas a estar bien si estas llorando Granger?
-Se me pasara mañana.
Esa no era una maldita respuesta, él quería saber que canijos le pasaba. Pero no podía preguntar abiertamente. Aun le quedaba un poco de orgullo.
-Te debo un favor Granger y quiero pagarlo.
-No quiero cobrarlo ahora.
-No estoy preguntando Granger, dime que tienes.
Ella solo suspiro, como rindiéndose. Su semblante no era el de siempre, ni siquiera cuando estaban en exámenes finales la había visto tan cansada. Le mostró una botella de cristal que había tomado del buró al lado de su cama.
-Está vacía.
¿Y por eso estaba llorando? ¡Por Salazar, justo al lado tenía otra botella igual llena de esas estúpidas cosas Muggles!
-Sí y justo al lado tienes otro exactamente igual con más de esas cosas Muggles.
Ella había sonreído, no sabía porque ese ligero gesto le provocaba algo cálido en su interior. Había sonreído por un momento, le había sonreído a él y eso lo hacía sentir inexplicablemente bien.
-No son iguales Malfoy, cada una de esas pastillas tiene su función, y no hay ninguna que pueda ayudarme ahora.
-¿Y por qué no haces más?
-Los medicamentos Muggles no son como la medicina mágica, debo ir a comprarlas a un lugar especial.
-¿Y por qué no lo haces? ¿Para que las necesitas?
Ya habían cruzado muchas palabras y ella aun no le decía que canijos tenia. Estaba casi seguro que era por San Potter o por el estúpido de Weasley.
-Es complicado Malfoy, más de lo que crees.
-¿Estas enferma?
Maldita sea había sonado interesado. Cada vez estaba más perdido, era ese olor que estaba inundando todo en su cuerpo.
Estaba seguro que olería a ella por 3 días seguidos, esa idea no le molesto en absoluto.
-Si.
Algo pesado cayó en su estómago y se hizo nudo. No lo había sentido, pero de forma involuntaria se había acercado unos pasos a ella.
-Puedes sentarte si quieres.
Se sentó en el sillón que le había señalado, la tenía a solo un paso de distancia y ahí tan cerca podía ver que se veía hermosa aun llorando. Sus ojos aunque estaban rojos tenían un color que nunca había visto en nadie más y sus mejillas dejaban ver más las pecas que las salpicaban de forma traviesa.
Estaba perdido viéndola, solo supo que había comenzado a hablar porque vio que sus labios se movían.
-Cuando era pequeña, tenía aproximadament años me diagnosticaron una enfermedad.
¡Por Merlín! Eso es demasiado pequeña.
Él nunca había sido enfermizo ¿cómo alguien se puede enfermar siendo tan pequeña? Pero de eso ya habían pasado 10 años, no estaba entendiendo nada.
-No es nada que pueda provocarme la muerte, pero si es demasiado molesta. Lo que tengo es un pequeño tumor justo detrás de mis ojos, en el cerebro. Y eso ocasiona que yo sienta cosas distintas al resto, entre ellas esto que acabas de ver, solo me dan ganas de llorar, no hay una razón, solo pasa. También siento migrañas terribles y otras cosas que no son importante que sepas.
Solo había escuchado las primeras palabras y el nudo en su estómago se había comenzado a deshacer.
-¿Y por qué no te lo quitas?
-No es fácil hacerlo, es demasiado pequeño, no puede quitarse ni con magia ni con medicina Muggle. Cuando me entere que era una bruja investigue en todos los libros que pude, le pregunte a Madame Pomfrey y ella dijo que no había sabido nunca de un caso como el mío. Así que llegué a la conclusión de que era una enfermedad exclusivamente de Muggles.
Eso era obvio, los Muggles eran más débiles que los magos, ahí estaba un ejemplo claro pero no quiso decirle nada. No quería comenzar una discusión innecesaria ahora que ella le estaba contando.
¿Quiénes sabrían lo que le estaba contando a él?
Estaba seguro que el estúpido de Potter y el insoportable de Weasley lo sabían, era obvio, y pensar que ahora él también lo sabía lo hizo sentir un calor gratificante en su pecho.
-Todo había estado bien ya no había tenido ningún episodio, pero desde hace 3 semanas no he tomado mi medicamento y esto es lo que ocasiona.
-¿Y por qué no lo has tomado?
-Se me terminó y como te dije no puedo hacerlo con magia, iré mañana a conseguir más.
¿Estaba escuchando bien? ¿Cómo se le ocurría que podía salir? En verdad estaba loca, o esa cosa que tenía en la cabeza le provocaba que no pensara con claridad.
-¿Qué? ¡Estás loca! No puedes ir por ahí sola como si nada. ¿recuerdas que estas muerta?
-Necesito ir no es una opción, sino todo esto empeorara y no sabes lo que se siente sentirse así.
-Encárgalas con McGonagall o con Snape.
-Si lo había pensado, pero creo que ellos están demasiado ocupados y no quiero preocuparlos con cosas mías, yo puedo ir sola.
-¿Has escuchado algo de lo que digo? ¡Estas supuestamente muerta!
-No iré así madamas Malfoy, no soy tan estúpida.
-Pues estas demostrando justo lo opuesto.
-Tengo poción multijugos ¿recuerdas?
Era tan malditamente terca, eso no era seguro, si el efecto terminaba antes estaba perdida. Iban a matarla enserio y todo el plan se iba a venir abajo. Pero no quiso decirle nada de eso. No quiso demostrar que en verdad le preocupaba, en cambio volvió a adoptar su semblante despreocupado.
-No es seguro.
-Es algo que debo hacer, no es algo que quiera. Además, no tengo porque darte ni una sola explicación.
-Totalmente de acuerdo, has lo que se te dé la gana Granger.
Que hiciera lo que se le viniera en gana, ultimadamente ella no era nadie para él, que se paseara en las narices de los mortifagos si era lo que le apetecía. Él ya se había humillado demasiado como para pedirle de nuevo que no lo hiciera. Se apresuró a la puerta y bajo directo a su cuarto. Se encerró en su habitación y todo lo que restaba de noche se le fue en pensamientos de ella sufriendo maldiciones y hechizos de parte de mortifagos en la sala de su propia casa.
No había podido dormir como hasta las 7 de la mañana, esas imágenes de ella siendo torturada en verdad le asqueaban. Por eso se había quedado dormido más allá de las 10. Cuando salió al vestíbulo a ducharse supo que ella ya lo había hecho porque toda la casa olía a limón, uno de sus perfumes favoritos.
Se duchó rápidamente porque en verdad estaba hambriento. Se puso lo primero que vio en su armario y se encaminó a la cocina a tomar su desayuno. Se dio cuenta que también ella había desayunado ya, su plato y vaso estaban escurriéndose en el fregadero. Pero no había señales que le indicaran en donde estaba. Eso provocó un sobresalto en él. Corrió hacia la planta alta para verificar que estuviera en uno de los cuartos. El aula de pociones estaba vacía, al igual que el cuarto de baño. La biblioteca estaba desierta y ya solo le faltaba su habitación pero no podía entrar en ella. Se dio cuenta que la puerta estaba abierta así que solo la empujó y ésta se abrió sin poner resistencia, estaba vacío.
Su estómago se hizo de roca y algo se sintió atorado en su garganta.
No estaba, se había ido.
